Entrevista con la poeta y periodista Sara Vial

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El Clarí-n de Chile
Entrevista con la poeta y periodista Sara Vial
autor Mario Casasús
2007-02-06 17:37:51
En la novela de Antonio Skármeta El cartero de Neruda (1985), Mario, su protagonista le pide al poeta que sea testigo
de su boda; Sara Vial es la única persona en la tierra autorizada, literalmente, para decir que Neruda firmó como testigo
su enlace nupcial. Autora de los libros: La ciudad indecible (con prólogo de Pablo Neruda, 1958); Un modo de cantar
(con prólogo de Juvencio Valle, 1962); Viaje en la arena (Losada, 1970); En la orilla del vuelo (con prólogo de MarÃ-a
Luisa Bombal, 1973); Poemas y grabados (con prólogo de Pablo Neruda, 1970); Al odio del viento (Universidad
Católica de ValparaÃ-so, 1977) Mi patria tiene forma de esperanza (1980); Sonetos de espuma y queltehues (Premio
Juegos florales Gabriela Mistral, 1981) y Neruda en ValparaÃ-so (ediciones Universidad Católica, 1983).
Otros libros son La abeja de fuego (Conversaciones con MarÃ-a Luisa Bombal, 1986); Las crónicas de Lukas (selección
y prólogo de Sara Vial, 2001); ValparaÃ-so el violÃ-n de la memoria (DIBAM, 2001); Memorial del ValparaÃ-so regional
(Breviarios 1993-2006); El hierro deshojado (Premio Pedro Oña, Santiago de Chile; inédito) y El cielo en el espejo
(poemas, libro inédito); además de participar en más de 20 antologÃ-as de poesÃ-a chilena contemporánea. Sara
conoció a Neruda en 1955 en Viña del mar y hasta su muerte, en 1973, fueron grandes amigos, al punto de proponerle
a su editor Gonzalo Losada los poemas escritos por Sara Vial y dada su originalidad dos libros aparecieron publicados
en Buenos Aires bajo la casa editorial Losada.
En el año 2003 la UNESCO declaró al puerto de ValparaÃ-so Patrimonio Cultural de la Humanidad y en eso tiene
mucho que ver el poeta. Sara Vial abrió su corazón y memoria en la presente entrevista exclusiva, no pudo dejar de
hablar sobre México y Juan Rulfo, del muralismo y hasta Cuernavaca por La Tallera de Siqueiros salió a relucir; pero
todos los caminos de Neruda llegan a ValparaÃ-so: las cartas a su primer amor desde Temuco y las primeras
colaboraciones a la revista Siembra cuando todavÃ-a firmaba como NeftalÃ- Reyes; el arribo a México para asumir el
cargo de Cónsul general el 16 de agosto de 1940 desde el porteño Sur; la clandestinidad en ValparaÃ-so durante la
traición de González Videla; su casa La Sebastiana y la vecina Isla Negra; la muerte que inicia el 11 de septiembre de
1973 con la asonada golpista en ValparaÃ-so y hasta el embarque de las colecciones bibliográficas del Embajador
Neruda procedentes de ParÃ-s, que los militares se encargaron de saquear en el puerto. Fueron horas conversando por
teléfono con Sara Vial, el ir y venir de cartas y correos electrónicos, toda la complicidad de nuestra cofradÃ-a nerudiana.
-¿Cómo se inicia en el periodismo cultural? ¿Intentó ser poeta primero y luego explorar la narrativa? O ¿viceversa?
- Para nada querido Mario, nadie puede ‘intentar’ ser poeta, es una enfermedad congénita. En el periodismo reporteril m
inicié a la muerte de mi padre, habÃ-a que trabajar y escribir era lo único que podÃ-a hacer, tuve suerte, ingresé al diario
La Nación de Santiago como reportera en ValparaÃ-so, qué más bello que dar noticias de mi pueblo natal. Soy nacida
en el cerro alegre, mi madre era compositora musical y de ella heredé la poesÃ-a, luego como no me bastaba con dar
noticias: hundimientos de barcos, notas sobre partidos polÃ-ticos, etcétera, inventé una columna en la cual vertÃ-a el
trasfondo poético de la noticia, o de lo que fuera, y de esa forma inicié, creo yo, mi periodismo cultural, que fui
ampliando, corrigiendo y cultivando hasta ahora, pues es el que realmente me interesa. Y el que más abarca también,
porque cultura es una palabra muy porosa, muy grande, muy necesaria. ValparaÃ-so era como el patio de mi casa, ser
corresponsal trece años de La Nación (desde 1961) fue sólo navegar en un barco tierra adentro, luego vinieron otros
diarios, revistas, la radio; pero la poesÃ-a habÃ-a sobrevivido, más aún se habÃ-a aliado con la prosa.
- ¿Por qué considera que hablar de Neruda es una deuda?
- Neruda seguirá siendo una rica cantera, una sorpresa, un hito dentro de lo que llamamos literatura, pero que
tratándose de él, es más que eso, pues mientras más se habla, intuimos cuanto queda por decir, en especial, de lo que
realmente fue como hombre, por su calidad humana. Y obviamente por cuanto nos dejó en su vida y su obra.
- ¿Qué nos falta por conocer del poeta?
-Dones que parecieron opacados por el estruendo de su fama. Su bondad, por ejemplo. Cuando le pregunté en una
entrevista: ‘¿Qué cualidad humana admira más, la bondad o la inteligencia?’ Me contestó: ‘Nunca la inteligenci
siempre la bondad’ (La Nación de Santiago, año 1965). Nadie me comentó nunca esa sorprendente respuesta, de la
que nunca llegué a dudar y que recuerdo hasta ahora.
- En Cuba existe Eusebio Leal, imprescindible restaurador del puerto habanero como Patrimonio Cultural de la
Humanidad ¿Pablo Neruda fue un visionario de ValparaÃ-so como Patrimonio Cultural de la Humanidad?
-Fue un visionario de ValparaÃ-so en muchos aspectos y sin duda especialmente en ése. Cuando en 1970 fue
nombrado Hijo Ilustre de nuestra ciudad, el discurso con el cual improvisó apasionadamente sobre el puerto de
ValparaÃ-so en el Salón de Honor de la Municipalidad, debió conservarse como uno de los mejores documentos aÂ
favor de la distinción. Porque se referÃ-a precisamente a ese ValparaÃ-so del siglo diecinueve, que fue decisivo. ExaltóÂ
tanto la belleza de la antigua arquitectura de las edificaciones del plan (asÃ- se denomina la parte baja de esta ciudad
que parece colgada del aire) como la indiferencia conque cada dÃ-a se echaba abajo ese testimonio irrecuperable del
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pasado, de la fuerte identidad de una ciudad puerto que le parecÃ-a la más bella del mundo y que le evocaba a Toledo
‘en la fuerza de su magia’. Exhortó a la preservación de su identidad, de su historia, de lo que aún podÃ-a recuperar
formulando un llamado al despertar y al orgullo del porteño por la ciudad en que Rubén DarÃ-o publicó su ‘Azul’. Y
textualmente dijo: ‘Encontrábamos aquÃ- la puerta del gran océano, el sitio de los combates marinos, la llegada y partida
de los antiguos barcos que cruzaron el mundo, de los veleros más famosos de las navegaciones. Todo estaba en las
puertas mágicas de ValparaÃ-so. PodÃ-amos tocar con nuestras manos un rincón de la patria de los sueños’. Y es qu
ese discurso improvisado en 1970, está reproducido ahora en un libro que dedicó a ValparaÃ-so y publicó la
Universidad que lleva su nombre. Se trata de los originales que aparecieron anteriormente...pero no súper vigilados
por él en sus Memorias, Confieso que he vivido. Enamorado como siempre lo fue de ValparaÃ-so, aportó su voz, ya
probada en poemas y narraciones, pero, claro, sin saber que estaba contribuyendo a su titulo patrimonial. O a lo mejor,
en su inconsciente lo sabÃ-a.
- En 1992 se publicó ValparaÃ-so, una compilación hecha por Neruda ilustrada por Sergio Rojas, destacado pintor y
grabador, el proyecto estaba previsto para 1973 ¿Cree que a Neruda le faltó tiempo para escribir sobre ValparaÃ-so?
-Bueno, lo que faltó fue poder anticiparse a esa fecha, pues al sobrevenir en ella el Golpe Militar, él se hallaba ya
enfermo y muchas veces me dijo que ValparaÃ-so era una ciudad difÃ-cil, que no era fácil abarcarla, llegar a su
profundidad, expresar todo lo que sugerÃ-a y que aunque le habÃ-a dedicado tantos poemas, a él le parecÃ-a que no le
habÃ-a escrito todo lo que querÃ-a. También me dijo que sentÃ-a que no se habÃ-a dado ‘el verdadero escritor de
ValparaÃ-so’. Me parecÃ-a ver en él cierta ansiedad o insatisfacción. De todos modos, el libro se publicó, primero en
edición de lujo, con hermoso empaste y los grabados notables de Sergio Rojas, y al agotarse, se hizo una segunda
edición, más accesible, en enero del 2006, edición antológica en poesÃ-a y prosa y de 6.500 ejemplares, siempre
ilustrada por Sergio Rojas, que era profesor de la Universidad.
- Y usted, que ha escrito tanto sobre Neruda y lo conoció personalmente, ¿hay algo que nunca haya contado de su
amistad con el poeta?
-Mi libro sobre él, el definitivo, ‘Neruda vuelve a ValparaÃ-so’ (2004), que la editorial de la Universidad Católica habÃ
publicado con cien páginas menos en 1983 creo que logró lo que ansiaba: demostrar la vinculación tan cálida que el
poeta tuvo con mi ciudad natal. No creo haber tenido necesidad de contar cada broma que hizo en una amistad de
veinte años, pues se sabe el sentido del humor que lo caracterizaba, pero creo haber podido aportar bastante a ese
desconocimiento ValparaÃ-so-Neruda, que fue bastante grande en su tiempo. IncreÃ-blemente grande, a pesar que él
mostró su fascinación por esta ciudad desde su adolescencia en Temuco, a los quince, dieciséis años, cuando
enviaba sus versos a una revista literaria, de circulación nacional, llamada ‘Siembra’, donde se firmaba aún NeftalÃReyes y en la que colaboraba también Gabriela Mistral. Y muchos escritores de alto nivel literario. Conservo un
preciado ejemplar, pero no el número donde publicó el poema ‘Viejo ciego, llorabas’ que después incluyó en
Crepusculario (1923), me parece que con el mismo nombre, no estoy segura. Y si hay algo que no he contado, será
porque la memoria no puede retenerlo todo o no le da, en cada etapa de la vida, la misma importancia a los hechos.
Puede que me haya ‘saltado’ sin saber, las muchas cosas interesantes, pero no recuerdo haber omitido cosas
voluntariamente. Es más. El, como a su simpática amiga AÃ-da Insunza, nunca me habló de polÃ-tica.
- ¿Cuál es la historia de las fotografÃ-as, dibujos y los poemas inéditos que publica en la versión 2004 de Neruda
vuelve a ValparaÃ-so?
- SerÃ-a largo de contar, pues cada uno tiene su historia. Hay para muchas crónicas, pero en todo caso, es miÂ
colección particular que he ido reuniendo al correr de los dÃ-as y las cosas.
- ¿Por qué su libro Neruda en ValparaÃ-so fue traducido al alemán? SerÃ-a natural pensar en una traducción al italiano
¿no lo cree asÃ-?
-SÃ-, o al francés. Pero se trata de otra historia increÃ-ble. Y además, la edición es preciosa, el libro lo publicó la
editorial Atlantik, de Bremen, para el Centenario de Neruda (2004). Fue un regalo inesperado. Y como le digo, de lujo. Y
como el alemán tiene esa caracterÃ-stica de alargar el lenguaje traducido, pesa varios kilos. Neruda decÃ-a que el mejor
idioma para traducir la poesÃ-a era el italiano. Supongo que la prosa también.
-El crÃ-tico literario Jaime Concha me dijo en exclusiva que ‘Neruda descubre al indÃ-gena simbólicamente en el
muralismo mexicano’, ¿de ahÃ- la necesidad del poeta de llevar a Siqueiros, Diego Rivera, González Camarena y Juan
O’Gorman a su paÃ-s? Usted entrevistó a dos muralistas mexicanos ¿Tiene razón Jaime Concha? ¿Qué le dijeron
González Camarena y Juan O’Gorman?
- Neruda descubrió al indÃ-gena tempranamente en Temuco, luego lo exaltó en su Canto general, que publicó en
México, pero que empezó a escribir en Chile, incluso en ValparaÃ-so durante la persecución polÃ-tica de González
Videla. En 1948 escribió El fugitivo que grafica esta época, oculto en un caserón del cerro Lecheros, mirando al mar,
los barcos, oyendo los trenes desde el sótano y su pequeña ventana:
‘Amo ValparaÃ-so cuanto encierras
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y cuanto irradias, novia del océano’
AllÃ- escribirÃ-a un capÃ-tulo entero a ValparaÃ-so.
En cuanto al viaje de esos colosos del muralismo mexicano, Neruda tuvo mucho que ver; su consulado en México, su
conocimiento de la cultura mexicana cuyo muralismo es como el mascarón de proa de América, en la imagen
indÃ-gena, que es parte de nuestra historia, Neruda tuvo una cercana fuente, incluso inspiración poética y amistad con
varios escritores mexicanos. Tuve la suerte de conocer a tres de los cuatro muralistas que nombra, a Diego Rivera,
cuando visitó la Escuela de Bellas Artes de Viña, yo estudiaba dibujo y escultura. En cuanto a mi conversación con los
muralistas Jorge Camarena y Juan O’Gorman fue posible gracias a Neruda quien me los presentó, con Jorge González
Camarena nos hicimos amigos, los entrevisté para el diario La Nación de Chile; estuvieron muy contentos, sobre todo
Jorge que era muy profundo y sensitivo, aparecemos los tres en una muy buena fotografÃ-a; Neruda celebró a los
muralistas en su casa La Sebastiana, donde sentados junto a la chimenea encendida, era invierno, conversamos toda la
noche, fue una tertulia maravillosa, ellos regalaron a Chile valiosos murales, teniendo como ayudantes a artistas
chilenos, uno de ellos, Eugenio Brito, que después fue invitado a México por Jorge González Camarena. Los murales
mexicanos se pintaron en el sur chileno, en las ciudades de Concepción y Chillán.
-Juan Rulfo fue un admirador de la novela La amortajada (1938) de Maria Luisa Bombal, ella le dedicó un prólogo a
usted para En la orilla del vuelo (1973) publicado por la editorial Losada ¿podrÃ-a escribir una asociación de ideas al
escuchar esos tres nombres: Rulfo, Bombal y Losada?Â
- Muchas, nuestra gran MarÃ-a Luisa, muy amiga mÃ-a y de Neruda también, pero en su adolescencia. Mis pequeñas
hijas la adoraban, ella era parte de nuestro hogar, Neruda fue muy protector con MarÃ-a Luisa y en el aspecto
intelectual, él decÃ-a que ‘era la única mujer con la que se podÃ-a hablar de literatura’. Esto siendo de joven muy aleg
divertida, de un humor parecido al de Neruda. En épocas dramáticas de su vida, Neruda se llevó a MarÃ-a Luisa, aún
cuando el poeta estaba casado con la holandesa Maruca Hagenaar, a vivir a Buenos Aires, donde conocieron a
Federico GarcÃ-a Lorca. En Argentina MarÃ-a Luisa escribió La última niebla y La amortajada, y posteriormente Historia
de MarÃ-a Griselda que Victoria Ocampo publicó como Una novelle en su revista Sur de Buenos Aires. Y formaba parte
de esas tertulias porteñas su editor español Gonzalo Losada, a quien conocÃ- en Isla Negra y que tuvo la generosidad
de publicarme dos libros de poesÃ-a, Viaje en la arena y otro titulado En la orilla del vuelo (con prólogo de MarÃ-a Luisa
Bombal) éste último editado por Losada en Buenos Aires en 1973; don Gonzalo viajó a La Sebastiana de ValparaÃ-so y
le organizamos una fiesta pascuense que nunca olvidó. En otra fiesta conocÃ- a Juan Rulfo, en Isla Negra, hace
muchos años (en 1969), y al que no me atrevÃ- a confesarle nada, pues me bastó saber que estaba allÃ-, en esa
verdadera cofradÃ-a nerudiana de amigos insospechables que llegaban de ultramar; y que me parece evocar uno a uno,
extranjeros y nacionales vagando entre los mascarones de proa y girando en ese barco que era la casa de Neruda en
Isla Negra, mis recuerdos sobrepasan desgraciadamente el espacio de esta entrevista. Hace poco terminé de leer un
epistolario maravilloso de Juan Rulfo dedicado a Clara Aparicio, su ‘chachita’, con la que luego fue su esposa, sigue
siendo el mismo melancólico y doloroso Rulfo. Y en mi libro Neruda en ValparaÃ-so aparece con Antonio Skármeta y
Neruda abrazando a los dos en una fotografÃ-a de la argentina Sara Facio.
-¿Alguna vez Neruda le mencionó la ciudad de Cuernavaca?
-Por supuesto, se aprendÃ-an con él los caprichosos nombres de las ciudades mexicanas que parecÃ-a saberse de
memoria. De Cuernavaca parecÃ-a sentirla muy cerca, en su ciudad publicó el edito de divorcio de Maruca Hagenaar y
visitó a David Alfaro Siqueiros en su Casa Taller de Cuernavaca (1966). En 1941 a Siqueiros se le concede una visa
para que salga de prisión, Neruda fue quien abrió la entrada a Chile siendo cónsul en un momento al parecer
polémico. En Neruda se producÃ-a ese fenómeno de acercamiento a un pueblo que es muy querido por el nuestro. Y
que allá se consolidaron sus amores con Matilde Urrutia, en 1943, después de unos años de haberse conocido en
Chile. Es imposible que el chileno no se sienta identificado con la cultura mexicana, su música popular, sus escritores, el
cine mexicano que hizo época en nuestro paÃ-s, etcétera. Hablábamos siempre de alguna cosa relacionada con ese
inmenso paÃ-s que ha sabido introducirse en nuestra forma de sentir.Â
-Mi tÃ-o, el escritor Carlos Casasús trabajó junto a Neruda en 1932 en el Departamento de Extensión Cultural del
Ministerio del Trabajo de Chile. Sé que su esposo Jorge Luer fue amigo de Casasús ¿Con qué dato o experiencia me
puede ayudar para recuperar mi memoria familia?
- Del escritor y poeta Carlos Casasús, gran enamorado del puerto de ValparaÃ-so, entusiasta declamador de sus versos,
según datos de la antologÃ-a de Oreste Plath ‘Poetas y poesÃ-a de Chile’ sobre poetas chilenos, puedo dar fe de hab
conocido en 1958 en la alcaldÃ-a de ValparaÃ-so, donde se me entregó de parte del alcalde radical, Santiago DÃ-az
Buzeta, mi primer libro, La ciudad indecible (con prólogo de Neruda) Carlos Casasús, como dato anecdótico, puedo
contar que fue un antiguo pretendiente de mi madre en su juventud, Sara Luz de los Heros, que era una gran belleza.
Poeta laureado en los Juegos Florales de 1924, que organizara la revista Zig Zag y el diario La Nación de Santiago.
He leÃ-do que en el Ateneo de ValparaÃ-so, tuvo lucida actuación, también allÃ- fue premiado. Cantó con pasión al
puerto de ValparaÃ-so en su libro Altamar (1928). Como Salvador Reyes, acusaba la honda influencia del mar. En
cuanto a mi marido, él recuerda haber conocido a Casasús en ValparaÃ-so, siempre impecable joven de apuesta figura,
muy elegante y garboso.
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-LeÃ- un ensayo vuestro en el BoletÃ-n de la Fundación Neruda (número 11; Chile, 1992) ¿Ha vuelto a publicar con la
Fundación Neruda? ¿Quién mejor que una amiga del poeta para opinar sobre la inversión de la Fundación Neruda
junto a un asesor y embajador de la dictadura pinochetista como lo es Ricardo Claro?Â
- He colaborado en diversas épocas con la Fundación Neruda y tendrÃ-a que revisar la suscripción que recibo para
poder darle más tÃ-tulos y temas de esas colaboraciones literarias desinteresadas. Mi afán era no seguir viendo
cerradas para la gente las casas de Neruda. Como periodista luché escribiendo crónicas que ni siquiera en el gobierno
militar se me objetaron, tal vez porque no eran polÃ-ticas y las animaba el espÃ-ritu de ver resucitar al generoso Neruda
que era feliz abriendo su hospitalidad a todos, sus colecciones, su alegrÃ-a oceánica, visible en cada una de sus casas,
hechas a medida del tiempo, con fantasÃ-a y creatividad, maltratadas en horas negras, pero al fin reconstruidas y
salvadas del olvido y el odio. Eso me animaba, pero sin convertirse en objeto turÃ-stico rentable fundamentalmente;
lamento mucho, por ejemplo, el despido de Bernardo Reyes, (escritor y sobrino de Neruda) autor de libros reveladores y
valiosos acerca del entorno familiar, poco o nada conocido del poeta. Opinar sobre inversiones por último no es mi
fuerte y tampoco profundizar en personas que no conozco, como para dar testimonios que prefiero dejar a los
entendidos mejor informados. Ahora estimado amigo, en cuanto a lo que usted ha testimoniado en su ensayo
impresionante: ‘La gestión de la Fundación Neruda’, recién me informo gracias a su excelente texto, si bajo cuerda o
sobre cuerda no se cumple con el espÃ-ritu verdadero, el único, el mayor, el de Neruda, que siempre soñó una
Fundación predominantemente cultural para dejar en legado a todos nosotros, los chilenos y latinoamericanos.Â
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