Sumario - Horarios de los centros asociados de la uned

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Historia Antigua Universal (Tema 28)
La alteración del mundo romano
La crisis del siglo III d. C. y las transformaciones del siglo IV
IV d. C.
Tema 28
Historia Antigua Universal
1
Sumario
1.
Los inicios de la crisis: la dinastía Severa (193 – 235 d. C.).
2.
Elementos propios de la crisis del siglo III d. C.
a) Septimio Severo (193 – 211 d. C.) y Caracalla (211 – 217 d. C.).
b) Los últimos Severos: de Macrino a Severo Alejandro (217 – 235 d. C.).
a) La pérdida de poder del Senado y el autoritarismo monárquico.
b) La inestabilidad interna y externa.
c) Las mutaciones sociales: honestiores y humiliores.
humiliores.
d) Las transformaciones religiosas: espiritualidad en la anarquía
anarquía militar.
3.
El mundo romano ante la anarquía militar del siglo III d. C.: reacciones.
reacciones.
4.
Las transformaciones del siglo IV d. C.
a) La Tetrarquía y los quattuor Principes.
Principes.
b) Contenido básico de las reformas diocleciáneas.
diocleciáneas.
5.
La definitiva alteración del mundo romano: el cristianismo.
Tema 28
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Historia Antigua Universal
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
La crisis del siglo III d. C.
Aspectos cronológicos y generalidades
La denominada por la historiografía como “crisis del siglo III d. C.” incluye una primera fase de prolegómenos que
empieza con la dinastía de los Antoninos –en especial con Marco Aurelio– y una segunda fase que es la denominada
anarquía militar (235-268 d. C.), en realidad un periodo de convulsión tanto interna como externa y que es lo que suele
calificarse propiamente como la crisis stricto sensu. Efectivamente, desde la muerte de Severo Alejandro (235 d. C.)
hasta el advenimiento de Diocleciano (284 d. C.), el Principado se va a ver acosado por distintos frentes y por medio
de diferentes adversarios. A través de su desarrollo cronológico y de la acción de sus emperadores conocemos los que
son los grandes problemas y las notas características de la época:
PROLEGÓMENOS: LOS SEVEROS (193 – 235 d. C.)
Los reinados de Septimio Severo (193-211 d. C.), Caracalla (211-217 d. C.), Macrino
(217-218 d. C.), Heliogábalo (218-222 d. C.) y Severo Alejandro (222-235 d. C.)
suponen los primeros pasos de una crisis presidida por una serie de elementos
coyunturales que, sin embargo, acabaron por enquistarse en la organización imperial, a
saber:
• Continuidad con el espíritu constitucional y de organización derivado de los
últimos Antoninos (privilegio de los equites, gran importancia del consilium Principis…).
• Inicio de la militarización del poder en tanto que el ejército es el que explica las
proclamaciones y, por lo tanto, el que acelera la preponderancia del elemento militar en
la organización imperial.
• Generalización de la ciudadanía y depreciación del estatuto jurídico como clave de
la diferenciación social (Constitutio Antoniniana de Caracalla), siendo sustituido éste por el
status económico-social (honestiores us. humiliores).
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Tema 28
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LA ANARQUÍA MILITAR (235 – 268 d. C.)
La lenta –cuando no obviada– solución de los problemas planteados al Estado
Romano desde Marco Aurelio hará que en el siglo III d. C. se sucedan una serie de
emperadores (de Maximino el Tracio a Numeriano) cuyo gobierno y extracción
revelan algunas de las características básicas del periodo:
• Generalización de emperadores procedentes de áreas-puente entre Oriente y
Occidente bien por tener su origo en dichas zonas (Maximino, los Emperadores Ilirios,
p. ej.) o por haber sido proclamados en ellas por las legiones (Treboniano Galo, p. ej.).
• Proliferación de los usurpadores y de años de convivencia de distintos emperadores
proclamados y hechos fuertes en distintas prouinciae (Maximino us. Gordiano y
Gordiano II, hechos fuertes en África; Treboniano Galo us. M. Emilio Emiliano, desde
Moesia; Galieno us. Póstumo, desde la Galia…)
• Declive del poder decisorio de las clases senatoriales en beneficio de los equites y,
en especial de aquellos vinculados estrictamente a los cargos de más prestigio del
momento: el Praefectus Praetorii y el gobernador provincial.
• Carácter militar del trono imperial, no sólo por los apoyos de su proclamación sino
también por su activa participación en los frentes de defensa del limes (muerte de
Decio en el campo de batalla de Abrittus, cautivo de Valeriano en la frontera del
Eúfrates…).
Tema 28
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
La crisis del siglo III d. C.
Los comienzos: la Dinastía Severa
SEPTIMIO SEVERO (193 – 211 d. C.)
Sólo el ascenso al trono de Septimio Severo fruto de una proclamación –el 13 de
abril de 193 d. C.– por parte de las tropas acantonadas en Carnuntum y la
convivencia de éste con otras semejantes proclamaciones en Britannia –de Clodio
Albino–, en Oriente –de Prescenio Niger– y con el apoyo del Senado a Pértinax y
a Didio Juliano ya demuestra la inestabilidad en que había de moverse su mandato,
pórtico –como toda la época de los Severos– de la crisis del siglo III d. C. De
hecho, la primera parte de su reinado –hasta que asoció al trono a su hijo Caracalla
en el 197 d. C.– hubo de centrarla en controlar la situación generada ante estos
conflictos de ahí que incluso algunas de sus más tardías intervenciones militares
provinciales (Britannia en 208-211 d. C.) tengan que interpretarse aun como residuos
de las revueltas referidas. Hubo de enfrentarse también a diversos episodios de
inestabilidad en el limes marchando contra los partos en 195 d. C. y volviendo a
hacerlo en 197-198 d. C. momento en que, además, penetró en Oriente –donde
años atrás había tenido que sofocar la revuelta de Prescenio–. De marcado carácter
beilicista, sólo se dedicó a la reorganización administrativa en el periodo
comprendido entre 202 y 207 d. C. en que, de hecho, acuñó tipos numismáticos con
la referencia Pax Romana o Pax Seueriana, que sucedió a las campañas orientales
antes referidas y que colmó Roma de ceremonias de carácter evergético y popular.
De esa época son la reforma del Senado; predominio del prefecto del pretorio,
ecuestre, sobre el praefectus urbis, senatorial; codificación jurídica de la labor del
Princeps….
Tema 28
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DE CARACALLA A ALEJANDRO SEVERO (211 – 235 d. C.)
También los comienzos de Caracalla en el trono imperial –con el forzoso asesinato
de su hermano Marco Septimio Geta– estuvieron presididos por el signo de la
violencia. Sin embargo, en seguida mostró una notable preocupación por el progesivo
empobrecimiento del aerarium romano. Así, muchas de sus medidas fueron
encaminadas a aumentar las posibilidades de tributación: fijación de un impuesto
extraordinario por su coronación (el aurum coronarium), nueva tasación de la uicessima
hereditatis y, por supuesto, la Constitutio Antoniniana del 212 d. C. Personificación
del uir militaris, desde este punto de vista, Caracalla volvió a hacer frente a los partos
tratando de imponerse a ellos en el control de las rutas hacia la India y hacia el Golfo
Pérsico (214-217 d. C.). Da la sensación de que toda la labor administrativa la
depositó en el consilium Principis, que controlaban su madre Julia Domna y
algunos de los más reputados juristas de la época. Falleció por una intriga dirigida
por el prefecto del Pretorio, M. Opelio Macrino que, de hecho, se convertiría –a la
falta de sucesor y como emperador de transición–, en el primer emperador de rango
simplemente equester y que reinó entre 217 y 218, esforzándose apenas en lograr en el
Senado, en el ejército, y en los partidarios de Caracalla una cierta cohesión que le
permitiera gobernar. Nuevamente, una conjura urdida por las hijas de Julia Moesa, la
hermana de Julia Domna, acabaría con el mandato de Macrino, que sería asesinado
en 218 junto con su hijo lo que abriría el trono a Vario Avito Bastiano, llamado
Heliogábalo por su extraordinaria devoción al dios Sol y apenas un adolescente
cuando llegó al trono (218-222 d. C.). Le sucedería Severo Alejandro cuya
incapacidad militar aceleraría el periodo de la anarquía que estudiaremos en detalle.
Tema 28
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
Elementos de la crisis del siglo III d. C.
1. La transformación de la monarquía
Prácticamente desde Marco Aurelio –y de modo especial con Cómodo– se va percibiendo en el trono imperial el giro
hacia un mayor autoritarismo que implica, además, la pérdida del poder del Senado y la concentración de éste en el
Princeps, en una evolución que va desde una aristocratia como la propuesta por Marco Aurelio hacia la tiranía que
manifestarán posteriormente los Severos. Parte de este cambio –que se empezó a percibir casi desde Adriano y que
acentuaría el propio Marco Aurelio– fue ligado a la restructuración de la elite dirigente, que pasó a convertirse en una
aristocracia de servicio a través de la adecuada codificación del Consilium Principis.
DESARROLLO DE LA TRANSFORMACIÓN
El primer paso en el desprecio del Senado y el camino hacia una monarquía imperial
cada vez más autoritaria lo daría, como vimos, Cómmodo. Apenas recién llegado al
trono se dedicó a eliminar la influencia de todos los Senadores que habían sido
destacados ayudantes de su padre Marco Aurelio, diseñando un Consilium Principis
basado exclusivamente en los caballeros a través de la importancia que adquiriría el
cargo de praefectus Praetorii. Su desprecio del Senado le valió, como se dijo, el decreto de
damnatio memoriae.
La nueva dinastía reinante, los Severos, inaugurada por Septimio Severo, tuvo que
organizar un sistema imperial basado en la autoridad y en la propaganda de dicha
autoridad forjando incluso una adopción ficticia con los Antoninos y apoyando su
poder en el papel de los juristas que se impusieron en el entorno del Princeps frente a
los Senadores, excepto en el paréntesis de Heliogábalo, que intentó restaurar el
equilibrio entre Princeps y Senatus a través de reconstruir el ordo senatorius, eso
sí, sin dejar de contar con el apoyo de los referidos juristas.
Historia Antigua Universal
Tema 28
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RASGOS DEL NUEVO PODER IMPERIAL
• Potenciación del carácter divino de la casa imperial, a la que de hecho, ahora se la
empieza a denominar Domus Diuina.
• Marginación política, social y económica del poder del Senado. Efectivamente, no
sólo se diezmó el poder real de éste sino que, además, las riquezas de los Senadores
pasaron a la res priuata (caja privada del Princeps) quedando éstos casi obligados a
reconocer de inmediato al Princeps que proclamaran las legiones.
• Aumento del poder de los equites. Así como hemos visto, el prefecto del Pretorio
y los juristas eran los que tenían mayor preeminencia en las decisiones de gobierno de
Roma.
• Potente labor legislativa de los juristas (Ulpiano o Papiano), que continuarían la
labor de codificación pretoria iniciada por Adriano. La cara positiva del papel de éstos
estuvo en sus medidas humanitarias sobre la actividad esclavista y en la persecución
religiosa.
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
Elementos de la crisis del siglo III d. C.
2. La inestabilidad interna y externa
Una de las claves de la crisis del siglo III d. C., y en la que quizás mejor se percibe el legado de la época Antonina
inmediatamente anterior, será el de la inestabilidad estatal, que se manifiesta en dos vías: interna por las continuas
usurpaciones, y externa por la amenaza constante de los bárbaros en el área del limes (los Persas Sasánidas por Oriente y
los Bárbaros por el Rhin/Danubio). Casi todos los emperadores fueron proclamados por la fuerza militar de las legiones
y sufrieron, además, usurpaciones y tensiones en el limes. Esta profunda inestabilidad generará que las prouinciae –en las
que, muchas veces, se hacen fuertes los usurpadores– adquieran una importancia capital.
LA INESTABILIDAD EXTERNA: EL LIMES
Aunque ya desde la época de los últimos Antoninos se habían dejado sentir los
primeros empujes en el limes, a partir de la muerte de Severo Alejandro dos van a ser
los pueblos protagonistas de este tipo de movimientos:
1) El Imperio Sasánida. Los Sasánidas eran un Imperio naciente formado a partir
del triunfo de éstos sobre los Partos. La constitución de este Imperio sobre unas
bases ideológicas de “religión de Estado” hizo que su presencia fuera más constante
y peligrosa de lo que lo que había sido para Roma durante el periodo parto.
2) El Mundo Bárbaro. Frente a una oposición en Oriente basada en un mundo
unificado al modo de una poderosa estructura imperial, en Occidente el enemigo de
Roma sería un mundo en mutación y transformación, agitado por la puesta en
movimiento de algunas tribus bárbaras, especialmente los Germanos, que
agruparían en Ligas a distintos pueblos y tribus y que acosarían el limes romano del
Rhin y del Danubio. Lo cierto es que Roma no pudo adaptarse nunca a las
condiciones peculiares de guerra impuestas por estos pueblos.
Historia Antigua Universal
Tema 28
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LAS USURPACIONES MILITARES: LAS PROVINCIAE
Ya desde el problema sucesorio abierto tras la muerte de Cómodo se percibe con
claridad el nuevo modelo de emperador llamado a regir durante este periodo: con origo
en las provincias-bisagra Oriente/Occidente, procedente del ejército y con un gran
afán por la legitimación de su poder. La multiplicación de las razones de inestabilidad
hizo que en el Imperio se consolidara la práctica de que el ejército fuera el que
nombrara a los emperadores, que el dies Imperii de éstos coincidiera con el de su
proclamación por las legiones, y que la indefinición jurídica sobre la forma sucesoria
degenerara en una constante y tremenda anarquía militar en la que el ejército, además,
absorbería la mayor parte de los recursos del Estado tanto en concepto de sueldo
(adaeratio) como de mantenimiento (donatiua). Las raíces militares del poder se
manifiestan también en la propia ideología imperial de la época. Así, en los tipos
numismáticos, el emperador aparece como un jefe de guerra victorioso, asociado a
divinidades como Marte, con referencias continuas a su Virtus, a su condición de Pius o
de Felix, junto al título de Inuictus. Así, el valor militar del emperador será un valor clave
en su duración.
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
Elementos de la crisis del siglo III d. C.
3. El cambio social: honestiores y humiliores
Una de las grandes novedades generadas en el contexto de la crisis del siglo III d. C. es la profunda transformación
social que sencillamente acaba por traducir conflictos de raíz ancestral en el mundo romano. Esta transformación
generará una polarización social entre ricos y pobres, entre los miembros de la elite –fundamentalmente del ordo
senatorius, del ordo equester y del ordo decurionum– y quienes carecían de dicho privilegio –generalmente la plebs rustica o
urbana, los liberti, los coloni, los serui... –, es decir, entre los honestiores y los humiliores, los possesores y los que trabajan en
los nuevos fundi que aquéllos gestionaban.
En 212 d. C., la Constitutio Antoniniana de Caracalla concede la ciudadanía romana a toda la población libre del
Imperio. Este privilegio actuaría sobre unas sociedades en las que ya los miembros de sus oligarquías ejercían un férreo
control de las magistraturas de tal manera que el privilegio recibido sería de poco valor para la mejora de su situación
económica. Por eso, ahora mismo el modelo romano estará basado en la presencia de dos estatutos básicos forjados a
partir de dos clases sociales que adquieren mucha más importancia estatutaria que la condición de Latinus o Romanus.
• Los honestiores están formados por los grupos llamados potentes o possesores.
Son aquéllos que disponen de tierras y que, normalmente, forman parte del Senado.
Son gente que dispone siempre de notable fortuna, basada sobre todo en la riqueza
fundiaria y en el oro amonedado o en forma de bienes de prestigio artísticos. La
forma de propiedad fundiaria que se generará en este momento serán los praeda y los
fundi (latifundi) en sustitución de las pequeñas uillae. Atención especial merecen en este
grupo los decuriones. Durante este tiempo, los Severos establecen como munera todos
los elementos litúrgicos y de evergetismo que se habían manifestado en la vida
municipal lo que generó también un cierto declive económico y sobre todo, la crisis
progresiva de la ciudad en beneficio de las grandes uillae rústicas de los aristócratas.
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• Los humiliores son grupos de personas que trabajan las tierras de determinados
possesores –a veces en régimen de dominia–. Inicialmente se trataba tan sólo de pequeños
propietarios –que existieron durante mucho tiempo en el siglo III d. C. y que hasta
pervivieron en el siglo IV– que, dada la política de tributa y de impuestos implantada
por la casa imperial con el objetivo de hacer frente a los gastos militares, prefirieron
dedicarse a trabajar –amparados en patronazgo– las tierras de sus señores, paso
previo éste a la generalización de una especie de feudalismo basado en relaciones
possesor-colonus, que incluso acarreaba determinados derechos de carácter personal.
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
Elementos de la crisis del siglo III d. C.
4. La esfera religiosa y espiritual
Habíamos visto que durante todo el Alto Imperio, desde Augusto y sólo con ocasionales excepciones, la religión había
sido una instancia de legitimación del Princeps. Ciertamente, durante el siglo III d. C., este papel de la religión se
mantiene aunque bajo una serie de patrones que muestran la influencia que sobre la esfera religiosa tendrá la ideología
imperial y la propia coyuntura social del momento. La inestabilidad e incertidumbre de la época, por ejemplo, se
manifestará en una completa libertad religiosa –reconocida, incluso, a instancia estatal– y en la proliferación de rituales y
cultos innovadores, que echaban sus raíces en puntos ajenos al Panteón romano:
• En este momento, el poder divino de los emperadores se reconoce de forma más
espontánea como consecuencia de la nueva forma de organización imperial antes descrita (un
ejemplo de ello fue la instauración oficial del Culto al Sol por Aureliano, que, ciertamente, tiene
su raíz en algunos intentos semejantes de otros Principes casi desde época augústea y que explicará
la proliferación de las coronas radiales en los tipos numismáticos). Así, el carácter
extraordinariamente militar del orden político hace que el emperador aparezca siempre
como un jefe de guerra victorioso y que en la Numismática –fuente esencial para conocer la
propaganda imperial– tengan un hueco especial los motivos bélicos, las alusiones a Marte, a la
Victoria, a la Virtus imperial, a la condición de Pius, Felix o Inuictus de los emperadores…
• Hubo una cierta libertad religiosa, casi reconocida por la Constitutio Antoniniana,
intensificándose la convivencia de divinidades locales con las clásicas del Panteón romano en una
suerte de sincretismo. Así, en esta época predominaba la mezcla de veneración tanto a los
dioses clásicos como a divinidades indígenas de carácter oriental como Mitra, Baal, Isis…
Así, ésta libertad religiosa debe ser interpretada como una libertad de elección sincrética, casi en
contraste con la unidad religiosa que manifestaban, por ejemplo, los enemigos del limes oriental:
los Persas.
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• Política agresiva contra el cristianismo. Ya Septimio Severo habría prohibido las
conversiones, Maximino Tracio habría dictado algunos edicta contra la jerarquía eclesiástica,
Decio inauguró varias persecuciones que fueron continuadas por Valeriano… En realidad, el
cristianismo era perseguido no sólo por la propia tradición romana sino que, además, ahora,
por los continuos conflictos fronterizos e intestinos de Roma se entendía que había
contribuido a romper la pax deorum, al eliminar, además, cualquier posibilidad de sincretismo,
elemento éste que para Roma era entonces un elemento fundamental. Sólo Galieno, hacia el
260 d. C., estableció una pequeña época de tolerancia a favor del cristianismo, generando lo
que se ha llamado “la pequeña paz de la Iglesia”.
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La respuesta a la crisis del siglo III d. C.
Soluciones coyunturales a una crisis estructural
Los distintos elementos que hemos estado viendo como integrantes de la crisis del siglo III d. C. tendrían
manifestaciones muy diversas en la vida de Roma. Así, la progresiva vinculación del campesinado a la tierra ante el auge
del estatuto de poder de los possesores, la progresiva devaluación del contenido de plata de las monedas –casi hasta el
50%–, algunas medidas de exención tributaria, etcétera, habían dejado las arcas estatales de Roma en una situación de
profundo vacío, que los Severos tuvieron que gestionar a través de medidas que constituyeron las propuestas
básicas de solución de la crisis.
1. Generalización de los tributa. Los Severos, efectivamente, realizaron una política económica de
férreo control fiscal, basado, desde luego, en las extraordinarias dotes organizativas del aparato
político y constitucional de Roma. Esta presión fiscal ejercida sobre la población trajo dos
consecuencias bien claras que prefigurarán el ritmo de algunas de las claves de la época denominada
tardoantigua: la huída de las magistraturas y de los desempeños municipales al codificarse ahora los
distintos componentes de los honores como munera de obligado cumplimiento y, por otro lado, la
renuncia de muchos pequeños propietarios a su condición de tales prefiriendo trabajar como coloni de
grandes latifundistas. Una manifestación del control que en este sentido desplegó el aparato estatal
romano son los denominados Xprimi, un grupo de curatores encargados de la supervisión del pago de
impuestos en contextos ciudadanos.
2. La Constitutio Antoniniana es, sin lugar a dudas, la medida más característica de la época de los
Severos. Firmada por Caracalla, con ella todos los habitantes del Imperio se convertían en
ciudadanos romanos, medida que tenía un carácter tributario en un momento, además, en que la
distinción jurídica tenía muchísimo menos valor que la que aportaba el disfrute de riqueza. En
realidad, el deseo de la Constitutio era el de igualar en lo fiscal a todos aquellos que estaban
sometidos al Princeps.
Historia Antigua Universal
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3. Tecnocracia estatal: gobierno de los juristas. El papel de éstos (Papiniano, Ulpiano, Paulo,
Modestino…) no es sólo interesante en tanto que su colección de responsa a casos puntuales es
una fuente extroaordinaria para el estudio del Derecho Romano (los Digesta) sino que, además,
nos informa de la influencia y capacidad de control político que ellos tendrían durante
toda la crisis. Papiniano, por ejemplo, fue aduocatus fisci, es decir, jefe de las finanzas imperiales,
siendo asesor por tanto del prafectus Praetori con lo que ello tenía de influencia sobre la forma de
organizar el ordenamiento del Princeps; Ulpiano, de origen griego, llegó incluso al cargo de
praefectus Praetori, ocupándose de la codificación de todos los elementos legales que emanaban de
la corte pretoria… Es en este momento cuando, de hecho, se consolida la vieja iniciativa y
deseo adriáneo de que el Princeps fuera el que, finalmente, dictara e impusiera la ley.
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
El siglo IV d. C.
Un siglo de transformación
El siglo IV d. C. es una época a la que, tradicionalmente –como al siglo III d. C.– se ha englobado dentro de los
periodos críticos de la Historia de Roma. Sin embargo, existen una gran cantidad de elementos que permiten
suponer que la idea de crisis nace de un enfoque historiográfico imperfecto, pues son muchos los elementos que nos
permiten matizarla:
• Frente al periodo del siglo III d. C. –caracterizado por la denominada “anarquía militar”–, el
siglo IV d. C. es, fundamentalmente, un periodo de cierta paz en las fronteras ya que el
Imperio consigue resistir a la presión de los bárbaros y éstos, además, parecen iniciar una tregua
respecto de Roma. Ello hizo que, al menos en las prouinciae interiores, los problemas de
inestabilidad internacional no se manifestaran casi durante tres cuartos de siglo. Del mismo modo,
las prouinciae y comunidades del limes viven épocas de un cierto esplendor resultante de
dicha estabilidad.
• Sin duda como consecuencia de esa nueva situación internacional y, por supuesto, como
manifestación de bonanza económica, en este momento se vive una ferviente actividad de
renovación urbana (Constantinopla, Tréveris, la propia Roma, Augusta Emerita en Hispania…).
Este renacimiento urbano se debe –en ocasiones– a un cierto desarrollo cultural (Autun, por
ejemplo), en otras a un cierto auge económico de determinadas clases aristocráticas (Tréveris),
al peso de la jerarquía eclesiástica por su carácter de sede episcopal (Augusta Emerita y hasta la
propia Roma), y en otras a la propia iniciativa imperial (Constantinopla).
• Junto a la ruralización se vive un relanzamiento del comercio en especial hacia Oriente,
favorecido por la presencia de Constantinopla. Aparece, además, una moneda estable: el solidus,
moneda de oro sin grandes divisores y fuerte.
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Tema 28
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La transformación del siglo IV d. C.
Aspectos cronológicos y generalidades
Con el advenimiento de Diocleciano (284-305 d. C.) se abre en la Historia de Roma no sólo el siglo IV d. C., sino la
época que, con fidelidad total al término germano de Spatäntike, denominamos Antigüedad Tardía. Es una época en la
que tradicionalmente se viene hablando de crisis, pero sólo como transformación administrativa, de organización e
ideológica (en especial el surgir del Imperio Cristiano a partir del 313 d. C.) a través de la cuál Roma se va adentrando
progresivamente en el siglo V d. C. en que sucumbirá ante los bárbaros en Occidente (ya casi desde el 410 d. C., con la
invasión de Roma por Alarico) y se transformará en el Imperio Bizantino en Oriente. Algunas de las claves que permiten
explicar esta época –que, incluso, se prolonga en según que prouinciae casi hasta el siglo VI d. C.– se prefiguran ya en el
siglo IV d. C. y pueden ser las siguientes:
• Gran dependencia de la política internacional. Efectivamente, la mayor parte
de las reformas que en todos los aspectos suponen la transformación global del
Principado en el siglo IV d. C., se deben a los continuos vaivenes de los
movimientos de bárbaros y Persas y, en definitiva, a los conflictos
internacionales –no sólo extranjeros, también internos como la usurpación–
derivados de la anterior “anarquía militar”.
• Cada vez más acusada bipolaridad geográfica del Principado. La presencia de
dos peligros diferentes (Persas y Bárbaros), el papel jugado por las prouinciae
orientales –y algunas occidentales como la Galia– en la proclamación de nuevos
Principes, y el gusto por el boato y ceremonial oriental de los nuevos Principes
contribuyen a que, de hecho, funcionen casi desde Constantino y Licinio y de
modo real desde Arcadio y Honorio (395 d. C.) los conceptos de la pars Orientis
y de la pars Occidentis del Imperio.
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
• Carácter teocrático de la monarquía. Ciertamente, aunque esto no es una
novedad en el Imperio, lo cierto es que la divinización en vida había resultado casi
siempre agresiva para la mentalidad romana (casos de Calígula o de Domiciano, p.
ej.). En estos momentos, como base del nuevo sistema tetrárquico impuesto por
Diocleciano y continuado –con salvedades y sólo en apariencia– por Constantino,
se generaliza el convencimiento de que el Princeps (calificado como Augustus) es
un dios –asemejado a Hércules y a Júpiter– en vida y que genera divinidades en
su torno (Caesares) a través del sistema de la adopción.
• Marcado carácter reformista. Como consecuencia de la primera nota apuntada
como clave histórica del siglo IV d. C., este periodo es uno de los que más
transformaciones concita en la Historia de Roma, no en vano en él se produce una
completa transformación del aparato provincial, de la organización interna de la
casa imperial, de las fórmulas de reclutamiento del ejército, del aparato fiscal y
financiero, etcétera.
Tema 28
Historia Antigua Universal
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Las novedades del siglo IV d. C.
La Tetrarquía
La Tetrarquía es el nuevo sistema de organización y administración imperial que establece
Diocleciano (286 d. C.) y, por el cual, el poder se reparte entre diversos centros de poder
territorial y a través de la mediación de cuatro personas: dos Augusti y dos Caesares que se
reparten competencias, áreas de influencia y poder decisorio.
EL POR QUÉ DEL RÉGIMEN TETRÁRQUICO
En la generación del modelo tetrárquico, se pueden distinguir varias razones:
1. Razones dinásticas. La Tetrarquía, en realidad, obedece al deseo iniciado por los Antoninos de
preparar la sucesión de cada emperador a través del ideal del Optimus Princeps. La división entre
los Césares y los Augustos participa radicalmente de ese nuevo espíritu.
2. Razones políticas. La tremenda inestabilidad que se vivía en el Imperio hizo que, en realidad, la
Tretarquía fuera fruto de las circunstancias, en especial de los continuos peligros de la usurpación
(de modo especial tras Carausio, en el 286 d. C., y en la Galia), de las agresiones en el limes
(Narsés de Persia, desde el 293 d. C.), y de la inestabilidad generada por los bagaudas en el
territorio imperial. Se hacía, pues, necesario preservar la unidad del Imperio a través de la
multiplicación de los centros de poder.
3. Razones ideológicas. La propia terminología de los dos primeros Augustos (Diocleciano y
Maximiano) como Herculius y Iouius era fruto de la idea de la divinización en vida del emperador
y, en consecuencia, también de sus adoptados.
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
EL FUNCIONAMIENTO DE LA TETRARQUÍA
• Al frente del Imperio se sitúan los Augustos que reciben las prerrogativas típicas del poder
imperial (imperium, tribunitia potestas, pater patriae y pontifex maximus).
• Bajo ellos, pero adoptados por propia iniciativa de los Augustos, se sitúan los Césares, que
disfrutaban de un poder algo inferior en su titulatura pero no tan limitado en su realidad pues
todos ellos juntos –aunque reconocían la superioridad de los Augustos– se presentaban como los
quattuor Principes.
• Césares y Augustos comparten las victorias, los triunfos, e incluso algunos cargos (el consulado,
por ejemplo) lo que demuestra que, en realidad, el gobierno de los cuatro Príncipes no
transformó ni arruinó –más bien al contrario– la idea de la unidad del Imperio.
• La gestión del poder se repartía entre varios centros pero sólo en un ánimo de que la
autoridad imperial estuviera presente en distintos frentes (cada Augusto o cada César contaba
con varias residencias: Antioquía, Aquileya, Mediolanum, Sirimium, Augusta Treuerorum…).
• El trono imperial se reviste ahora –más si cabe– de un boato ceremonial y religioso que es
una de las razones que puede explicar las violentas persecuciones contra los cristianos en época
de Diocleciano.
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Tema 28
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La transformación del siglo IV d. C.
Alcance de las reformas diocleciáneas
LAS PROVINCIAS
• Italia se dividió en diversas circunscripciones controladas por correctores.
• Desaparecía la distinción entre prouinciae del Senatus y del Princeps.
• Se creó la diocesis como unidad de fragmentación de las distintas prouinciae que
pasaron de ser unas cuarenta a ser casi un centenar.
• La estructura de las diocesis se correspondía con la presencia de mandos intermedios
(praefecti, uicarii para Italia y praesides para las prouinciae) que administraran la justicia
delegada de Roma en unidades menores.
EL EJÉRCITO
• La inestabilidad que se vive en todo el Imperio obliga a Roma a multiplicar el número
de legiones para abordar los nuevos conflictos.
• La mayor cantidad de efectivos se percibe también en su movilidad, de hecho se
trasladan muchas uexillationes que, en realidad, son pequeñas guarniciones policiales listas
para solucionar puntuales conflictos.
• Se generaliza, además, el reclutamiento de individuos de áreas célticas, bárbaras,
rurales… El ejército sigue desempeñando un papel primordial en la defensa y protección
del Princeps a través del comitatus.
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Historia Antigua Universal (Tema 28)
LAS FINANZAS
Las reformas fiscales y económicas de Diocleciano se orientaron a solucionar dos de las
grandes necesidades del momento:
• La obtención de fuentes de ingresos para el ejército. Efectivamente, con Diocleciano
ganó una gran importancia la annona militaris, para el abastecimiento de grano. Para ello,
Diocleciano llevó a cabo un census de toda la riqueza del Imperio (iugatio-capitatio).
• La nueva regulación monetaria. Para poner frente a la devaluación y caída de la
moneda, Diocleciano reanudó la emisión del argenteus y estableció una nueva moneda, el
follis. Esto generó una cierta confianza en el desarrollo económico, que mantuvo, además,
en esta época un edictum de pretiis muy alto.
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Las reformas diocleciáneas
Mapa Político del Imperio de Diocleciano
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Constantino y el Imperio Cristiano
La definitiva alteración del mundo romano
Lógicamente, el sistema tetrárquico –creado frente a las usurpaciones– llevaba consigo el peligro de generar celos y
luchas intestinas de poder entre los quattuor Principes. Así sucedió a la muerte de Constancio en el 306 d. C., cuando las
legiones respondieron proclamando a Constantino como Augustus, y apresurándose éste a atesorar victorias militares
diversas contra los bárbaros. El objetivo era que le valieran una cierta reputación que hiciera imposible que el sistema
tetrárquico se mantuviera sin él, con el problema de que la situación oficial debía ser de dos Augustos (Galerio y Severo)
y dos Césares (Maximino y Constantino) y no de tres Augustos y un solo César. La entrada en escena de Majencio
generará, además, el engrandecimiento del problema al proclamarse también Augusto. Todo se dirimió en la batalla del
pons Muluius, en Roma en el 312 d. C., entre Majencio y Constantino, cuyo triunfo atribuyeron las fuentes cristianas a
la “conversión de Constantino”. Es ahora cuando, definitivamente, se forja una nueva ideología imperial:
• Tras la batalla del puente Mulvio, Constantino y Licinio –a la postre los dos Augustos
reconocidos tras ser eliminado Maximino, que, además, no sintonizaba con algunas de las
medidas de éstos–, firman en Mediolanum (Milán) un edictum (313 d. C.) por el que conceden
la libertad al cristianismo y le restablecen las prevendas de que había sido desposeído como
consecuencia de las persecuciones obradas por Diocleciano. Una prueba de ello –que hace
que a veces se afirme que, en realidad, la ideología imperial de Constantino era una ideología
netamente romana pero cristianizada– será su notable apoyo a los Concilios.
• La nueva monarquía de Constantino –que comparte durante un tiempo con Licinio pero
que, finalmente, reparte con varios Césares (Constancio, Constante, Delmacio y Crispo)–
recoge dos elementos típicos del sistema tetrárquico aunque éste estuviera traicionado.
Por un lado, el carácter religioso del poder y, por otro, la presencia de una serie de Césares al
servicio de un Augustus principal.
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• Las reformas de Constantino contemplan algunas variaciones en la prafectura del
Pretorio (que se separa de la persona imperial y se convierte en eje de diversas
circunscripciones territoriales); en el Consilium Principis, que pasa a convertirse en un
consejo de comites casi sagrado; y en el praefectus Praetorii, que es sustituido por la figura
del quaestor palatino, asesorado por un amplio equipo de juristas (schola notariorum) del que
depende la schola palatina, que integra todas las funciones administrativas y officia propios de
la Casa Imperial, liderados ahora por un magister officiorum.
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