Ética de la liberación

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Ética de la liberación 1
José Luís Rebellato
Síntesis 2 de parte de la ponencia presentada por José Luís Rebellato en el
Encuentro sobre Filosofía Latinoamericana, globalización y democracia
realizado entre el 28 de setiembre y el 1º de octubre de 1999, en la Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación, en Montevideo, Uruguay.
Selección de su propuesta ética.
I. ¿Qué lleva a Rebellato a hacer su propuesta ética?
La expansión del capitalismo bajo la hegemonía del neoliberalismo ha
radicalizado el problema de la exclusión y la marginación de las grandes
mayorías y conjuntamente, la explotación y destrucción de la naturaleza. Al
mismo tiempo ha generado “nuevas subjetividades” a nivel ético, político y
cultural. En éste último sentido sostiene:
“Los modelos neoliberales poseen una capacidad de penetrar y moldear el
imaginario social, la vida cotidiana, los valores que orientan nuestros
comportamientos en la sociedad. Más aún: la cultura de la globalización con
hegemonía neoliberal está produciendo nuevas subjetividades. (…) La
sociedad de la exclusión genera una verdadera expansión de las violencias, un
nuevo mundo de lucha de todos contra todos. Interesan los sujetos que
triunfan, los eficaces, aquellos que saben cuidarse del otro y están dispuestos
a pasar por encima de él para poder triunfar. El derecho a la fuerza se afianza
con una profunda crueldad: las operaciones de limpieza social buscan
aniquilar a los indeseables y desechables. Se trata del derecho a la fuerza
sostenido sobre un cálculo de vidas; calcular supone decidir, anteponer y
sacrificar. Esta violencia social se ve reforzada por el espectáculo del horror
que difunden los medios de comunicación; suscita en nosotros aquellas
violencias profundamente ancladas en el inconsciente personal y colectivo.”
(pág. 14-15)
II. ¿Qué hacer?
Ante ésta problemática Rebellato se plantea la necesidad “de una concepción
alternativa que ‘haga del enfrentamiento a la desigualdad, el eje central de
su contenido.” (pág. 27)
En éste sentido propone una “ética de la liberación” que, desde el lugar de
los oprimidos, luche “por el trastocamiento del modelo, de sus valores
dominantes y de sus relaciones centradas en el poder” autoritario, a partir de
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En Filosofía Latinoamericana, globalización y democracia, Acosta Y. y Rico, A. (Comp.), Ed.
Nordan, Montevideo, 2000.
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Realizada por Juan Cáceres
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la afirmación de “valores fuertes” como “el valor de la dignidad, de la justicia
social, de la igualdad social (y) del reconocimiento”.
1. Supone colocarse en el lugar de los oprimidos que históricamente han
sufrido, o la pobreza, o la marginación y la excusión, o la injusticia y la
discriminación, o la dominación y el autoritarismo y la desvalorización. “El
universalismo ético se expresa en este tomarse en serio la injusticia sufrida
por las víctimas de la historia” (pág. 19)
2. Supone por tanto reconocer en el otro su dignidad, su libertad, su
diferencia, su cultura y por tanto su capacidad para actuar autónoma y
responsablemente; y no pretender reducirlo a “lo Mismo”. “El descubrimiento
del otro no es un acto pasivo; tampoco es resultado de un discurso
argumentativo. Es experimentar, en el encuentro con el otro, la exigencia de
la responsabilidad (…) el descubrimiento de sí requiere constitutivamente la
presencia de la alteridad. No hay un sí sin otro que me convoque en cuanto
existencia responsable.” (pág. 21)
La construcción de una alternativa al neoliberalismo se hace “a través de los
procesos de una democracia participativa, de las luchas de los movimientos
sociales, de la construcción de la unidad desde la diversidad, de las prácticas
de una educación popular liberadora, de proyectos políticos transformadores
construidos con los actores sociales. Exige un gran despliegue de creatividad,
de imaginación, de inteligencia y de compromiso. Requiere articular redes,
organizaciones, experiencias y luchas, trascendiendo los espacios locales para
proyectarse a nivel planetario y mundial. Supone elaborar nuevas visiones
políticas, desde una perspectiva ética de liberación.” (pág. 25)
III. Pero, la construcción de “un proyecto colectivo de dimensión mundial”,
para enfrentar “las formas de dominación y de destrucción de la vida”,
plantea al menos tres grandes desafíos:
1. El desafío de los movimientos sociales
“El desafío es la construcción de un bloque social que pueda revertir las bases
de una sociedad con crecientes niveles de dominación y exclusión. A este
respecto, es pertinente tener en cuenta que también los movimientos sociales
experimentaron el impacto de la reestructuración neoliberal y en la
actualidad se enfrentan: a estrategias de neutralización mediatizadas por
políticas sociales compensatorias, focalizadas en los grupos más vulnerables; a
la creciente desvinculación del Estado; a las exigencias de autogestión de la
supervivencia.” (pág. 25)
2. El desafío ético-político
“Nos enfrentamos al desafío de construir una democracia integral potenciando
una ciudadanía crítica, espacios públicos e implementando políticas basadas
en la igualdad social, la justicia y en el desarrollo de una cultura que lucha
contra todas las formas de dominación y exclusión. (…) No hay democracia
auténtica sin la participación efectiva de la ciudadanía, en especial de los
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sectores populares y de sus organizaciones. Una democracia que impulsa
formas de participación, control, gestión y distribución del poder, debe
oponerse, tanto al proyecto neoliberal imperante, como a las formas de
pretendida democracia política, donde el componente sistémico predomina
sobre la iniciativa y ejercicio del poder por los actores sociales. (…)
Resulta adecuado hablar de una ética del poder, en la medida en que se
requieren nuevas actitudes, nuevas identidades, una nueva subjetividad,
nuevos estilos de relación y una manera de entender el poder como servicio y
del poder sustentado en los sujetos populares quienes deben ejercer control
sobre quienes los representan (“mandar obedeciendo”). Una ética basada en
la solidaridad, en la justicia social, en el desarrollo de capacidades; una ética
que opere en forma contrahegemónica, sea frente a una ética débil consustancial a la fragmentación posmoderna- sea frente a los modelos
neoliberales, para nada fragmentarios. Es pertinente recordar que los modelos
neoliberales no se encuentran en una fase de retracción. Más bien hoy
asistimos a una recomposición al interno del modelo neoliberal, expresado en
una tercera vía que pretende darle un rostro social y humano.” (pág. 27-28)
3. El desafío de la educación popular
“Quizás nunca como ahora, el movimiento de educación popular se ha
encontrado ante un desafío tan radical y tan fecundo. (…). En el rico acervo
de muchos años de experiencia, la educación popular cuenta con un
componente de enorme alcance ético y político. Nos referimos a su postura de
permanente enfrentamiento a la dominación, explotación y exclusión, es
decir, a su capacidad de batallar en contra de la injusticia y la opresión. A la
vez, este elemento se entrelaza con otro también de enorme alcance
liberador. La educación popular mantuvo siempre una firme postura antiautoritaria, lo cual le permitió desarrollar una crítica permanente a las
alternativas construidas por un socialismo inspirado en el marxismo
determinista. No hay verdadera liberación sin democracia. Vivimos una época
en que la alternativa no está a la vista. No soportamos este neoliberalismo
agobiante y salvaje. Tampoco queremos reproducir el socialismo autoritario.
Pienso que un camino fecundo está trazado por la articulación y confluencia
entre una educación popular liberadora y un marxismo humanista y crítico. La
plataforma que los sustenta a ambos es su apuesta a la emancipación y a la
iniciativa intelectual y al desarrollo de poderes, por parte de los sujetos
populares y de los pueblos en tanto sujetos.” (pág. 30 – 31)
Conclusiones
La ética de la liberación es una ética de la esperanza, de la posibilidad real no
de la resignación. La esperanza como empuje hacia la acción, no como
consuelo.
“Si la globalización neoliberal ejerce un poder tan irresistible sobre los
pueblos, basado en el derecho de la fuerza, no es menos verdadero que hoy se
requiere construir una globalización solidaria basada en la fuerza del derecho
y en el derecho de los pueblos. (…)
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Una ética de la liberación necesita recuperar al otro como alteridad
irreductible. El otro es el oprimido, los sujetos y los pueblos oprimidos, en sus
vidas, en sus proyectos, en sus culturas, en su posibilidad de imaginar. El otro
negado en su capacidad de ser. El otro que convoca a una ética y política de
la diferencia. Por lo tanto, una ética de la liberación articula autonomía,
subjetividad, autodeterminación y dignidad. La esperanza se constituye en
horizonte de posibilidad de los cambios en la historia, en tanto permite
desfatalizarla y resignificarla en su proyección hacia un mundo justo, donde
quepan todos los mundos. En tal sentido proceden las búsquedas y las luchas
de los movimientos sociales con intencionalidad antisistémica, las
experiencias de poder local que fortalecen el saber y el poder de los actores
populares y una educación popular liberadora. Estos caminos alimentan la
construcción de un proyecto político emancipatorio y éste, a su vez, debería
fortalecer el crecimiento y desarrollo de los potenciales de esperanza. Esta
sólo es visible si existe una profunda confianza en las capacidades y
potencialidades de los sujetos populares. Es decir, en sus capacidades de
trastocar la historia y de aportar a la construcción de una globalización
solidaria, autosostenible, democrática y justa.” (pág. 31 – 32)
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