La bicicleta-Arma letal 2

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LA BICICLETA: ¿ARMA LETAL? 2.- EL MANILLAR
Por los Dres. Kepa Lizarraga y Javier Serra.
Imitando a la saga de películas de la que hemos tomado parte del título,
vamos a seguir analizando los riesgos que una elección, ajuste o uso incorrecto de
las diversas partes de la bicicleta nos puede acarrear y, si en un artículo anterior
nos ocupamos del sillín, ahora lo haremos sobre el manillar y sus relaciones con
otros componentes.
Cinco son los puntos de contacto que el cuerpo mantiene con la preciada
bicicleta: ambos pies con los pedales, el periné con el sillín y las manos con el
manillar.
Y precisamente éstas tienen un importante papel en el ciclismo, ya que no
solo son las encargadas de mantener la dirección y soportar una parte de nuestro
peso, sino que además bloquean la posición del tronco para aplicar mejor la fuerza
de las piernas o mueven lateralmente la bicicleta cuando “bailamos” en pié sobre
los pedales, añadiendo a la presión del descenso del pié, la fuerza conseguida con
la inclinación contralateral de la bicicleta.
Cuando ascendemos una cuesta de duras rampas y en el límite del
desarrollo utilizable, la fuerza de presión de las piernas en cada pedalada tiende a
levantarnos del sillín. ¿Por qué no sucede eso?
Son nuestros brazos, traccionando del manillar, los que contrarrestan esa
reacción haciendo más efectivo el pedaleo. Sin embargo, una posición en exceso
próxima, alejada, alta o baja de esa pieza no solo alterará la eficacia, sino que
pondrá en riesgo nuestra salud, tal como iremos viendo.
Por ejemplo, un manillar alto y/o demasiado próximo nos obligará a
mantener, durante la escalada, una posición de brazos muy flexionados; menos
eficaz a la hora de ayudarnos en el pedaleo puesto que hará preciso realizar
contracciones musculares más intensas con las extremidades superiores.
Además, esa posición del manillar, especialmente común entre algunos
cicloturistas de edad, por la comodidad de exigir menor flexión de la columna
vertebral, se vuelve en contra nuestro, sobre todo si utilizamos neumáticos de
pequeña sección inflados a gran presión o llantas muy rígidas, debido a que la
verticalidad de la columna y los microtraumatismos provocados por el terreno
someten a mayores esfuerzos a los discos intervertebrales de la región lumbar,
corriendo más riesgo de padecer ciatálgias o lumbalgias de esfuerzo.
Por otra parte, ese manillar alto y próximo altera el reparto de pesos entre
ambos ejes, haciendo que el posterior soporte una carga mayor y que el periné
(región que se apoya sobre el sillín) sufra más presión y el consiguiente riesgo de
lesiones.
¿Cómo solucionamos el problema? El cambio a un cuadro de mayor
longitud o, más sencillamente, una potencia de manillar más larga, pueden
solucionar esos problemas al permitirnos ir más estirados hacía delante.
Veamos ahora qué ocurre si el error de ajuste es el opuesto; es decir, que
llevamos el manillar demasiado bajo y lejano respecto al sillín.
En estos casos, habituales en bicicletas preparadas para contrarreloj por
proporcionar una posición más aerodinámica, lo que ocurre es que, incluso con el
sillín en posición correcta, desplazamos el cuerpo hacía delante y los brazos deben
soportar más peso, pudiendo notar molestias en la palma de las manos, muñecas,
hombros e incluso en la región cervical, ya que al tener la cabeza más horizontal,
los músculos posteriores del cuello tienen que hacer mayor esfuerzo, sobre todo
cuando elevamos la mirada para controlar el itinerario.
Para reducir este inconveniente cervical, veremos que los profesionales,
durante las pruebas contra el crono, en lugar de mantener constantemente la vista
hacía delante, controlan a intervalos regulares el trazado, relajando entre ellos el
cuello al agachar la cabeza y fuerzan más, en cambio, la posición de los ojos en las
órbitas, procurando mirar más hacia adelante y arriba.
En algunos casos, incluso a pesar de una correcta posición relativa entre
manillar y sillín, se pueden presentar problemas a nivel cervical y de brazos. Esto
puede ocurrir en personas habituadas a circular apoyándose sobre los escaladores
de las manetas de freno, cuando éstas se han instalado demasiado bajas en el
manillar, forzando a que el ciclista deba adoptar una postura en exceso adelantada
e inclinada hacía abajo, lo que dará lugar a las consabidas y ya citadas
sobrecargas.
Bien girando ligeramente el manillar tras aflojar la sujeción de la tija o
soltando la cinta y subiendo a la posición correcta las manetas, según cual sea el
motivo del inadecuado ajuste, solucionaremos el problema.
El tamaño y diseño del manillar son dos importantes aspectos a considerar
cuando compramos una bicicleta, y a los que no siempre prestamos la debida
atención.
Cuanto más ancho sea un manillar, mejor control tendremos de la
dirección,... pero peor rendimiento obtendremos de nuestro esfuerzo de pedaleo,
ya que la posición, con los brazos en exceso abiertos, es pésima desde el punto de
vista aerodinámico.
Pero ¡cuidado!, tampoco el extremo opuesto es el idóneo.
Y es que los manillares muy estrechos (un extremo lo constituirían ciertos
acoples actualmente prohibidos para competición), a pesar de mejorar el
rendimiento, empeoran el control de la conducción y, además, “cierran”
excesivamente el tórax y dificultan algunos movimientos respiratorios, ya que aun
cuando la respiración en bicicleta debiera ser fundamentalmente diafragmática,
cuando el esfuerzo es intenso, los suspiros, resoplidos y cualquier otro gesto que
facilite la entrada de aire es siempre necesario y bienvenido.
Muchos (con algunos años a cuestas) recordaremos todavía la perfecta
curva descrita por la parte inferior de ciertos manillares de antaño. Al intentar
adaptar la mano a esa cerrada curva, especialmente a comienzo de temporada o
tras un parón largo, se apreciaba que la presión de nuestro peso se concentraba en
ambos bordes de la mano, cerca del nacimiento del dedo meñique y entre el pulgar
y el índice, produciendo en ocasiones hormigueos por compresión y dolor, sobre
todo en descensos prolongados, por ejemplo.
Muchos de los manillares actuales han modificado su forma en esa zona
que agarramos para esprintar, rodar “acoplados” o descender un puerto, y nos
presentan un tramo recto en diagonal hacía atrás, o incluso rectificado con una
contracurva que se adapta a la palma de la mano con lo que, al apoyarnos en una
superficie más amplia, la presión es menor y la comodidad sustituye a las
molestias.
Sin embargo, hay ocasiones en las que el problema surge por un uso
inadecuado. Por ejemplo, cuando rodamos largo tiempo agarrados al manillar junto
a la potencia con una postura de hiperextensión de la muñeca, puede producirse un
estiramiento del nervio mediano, o incluso del cubital si el gesto tiene componentes
laterales, produciendo el adormecimiento de buena parte de la palma y dedos
centrales o del borde y dorso de la mano en el 4º y 5º dedos.
La solución, en estos casos, pasa por evitar ese ángulo excesivo entre
antebrazo y mano, procurando que la muñeca mantenga una posición un tanto
recta en todos los planos.
Tal como hemos podido comprobar a lo largo del artículo, en ciclismo hay
muchos problemas de salud cuya curación puede y debe lograrse acudiendo al
taller de nuestro amigo mecánico en lugar de a la farmacia.
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