Poesía siglo XX Juan Ramón Jiménez POEMAS AGRESTES (1910-1911) EL VIAJE DEFINITIVO …Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas la tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario. Se morirán aquellos que me amaron; y el pueblo se hará nuevo cada año; y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado, mi espíritu errará, nostálgico… Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido… Y se quedarán los pájaros cantando. POESÍA Vino, primero, pura, vestida de inocencia. Y la amé como un niño. Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes. Y la fui odiando, sin saberlo. Llegó a ser una reina, fastuosa de tesoros... ¡Qué iracunda de yel y sin sentido! ...Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía. Se quedó con la túnica de su inocencia antigua. Creí de nuevo en ella. Y se quitó la túnica, y apareción desnuda toda... ¡Oh pasión de mi vida, poesía desnuda, mía para siempre! ¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas! ... Que mi palabra sea la cosa misma creada por mi alma nuevamente. Que por mí vayan todos los que no las conocen, a las cosas; que por mí vayan todos los que ya las olvidan, a las cosas... ¡Intelijencia, dame el nombre exacto, y tuyo y suyo, y mío, de las cosas! (Eternidades, 1919) Rafael Alberti De Marinero en tierra (1925) 1 El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! ¿Por qué me trajiste, padre a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar? En sueños, la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar. Padre, ¿por qué me trajiste acá? 2 Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra. ¡Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento la vela! Elegía del niño marinero A Manuel Ruiz Castillo Marinerito delgado, Luis Gonzaga de la mar, ¡qué fresco era tu pescado, acabado de pescar! Te fuiste, marinerito, en una noche lunada, ¡tan alegre, tan bonito, cantando, a la mar salada! ¡Qué humilde estaba la mar! ¡Él cómo la gobernaba! Tan dulce era su cantar, que el aire se enajenaba. Cinco delfines remeros su barca le cortejaban. Dos ángeles marineros, invisibles, le guiaban. Tendió las redes, ¡qué pena!, por sobre la mar helada. Y pescó la luna llena, sola, en su red plateada. ¡Qué negra quedó la mar! ¡La noche, qué desolada! Derribado su cantar, la barca fue derribada. Flotadora va en el viento la sonrisa amortajada de su rostro. ¡Qué lamento el de la noche cerrada! ¡Ay mi niño marinero, tan morenito y galán, tan guapo y tan pinturero, más puro y bueno que el pan! ¿Qué harás, pescador de oro, allá en los valles salados del mar? ¿Hallaste el tesoro secreto de los pescados? Deja, niño, el salinar del fondo, y súbeme el cielo de los peces y, en tu anzuelo, mi hortelanita del mar. De Sobre los ángeles (1929) Los ángeles colegiales Ninguno comprendíamos el secreto nocturno de las pizarras ni por qué la esfera armilar se exaltaba tan sola cuando la mirábamos. Sólo sabíamos que una circunferencia puede no ser redonda y que un eclipse de luna equivoca a las flores y adelanta el reloj de los pájaros. Ninguno comprendíamos nada: ni por qué nuestros dedos eran de tinta china y la tarde cerraba compases para al alba abrir libros. Sólo sabíamos que una recta, si quiere, puede ser curva o quebrada y que las estrellas errantes son niños que ignoran la aritmética. Jorge Guillén “Más allá” IV El balcón, los cristales, Unos libros, la mesa. ¿Nada más esto? Sí, Maravillas concretas. Material jubiloso Convierte en superficie Manifiesta a sus átomos Tristes, siempre invisibles. Y por un filo escueto, O el amor de una curva de asa, la energía De plenitud actúa. ¡Energía o su gloria! En mi dominio luce Sin escándalo dentro De lo tan real, hoy lunes. Y ágil, humildemente, La materia apercibe Gracia de Aparición: Esto es cal, esto es mimbre. Jorge Guillén "Más allá", IV. Cántico. (1928-1950) Perfección Queda curvo el firmamento, compacto azul, sobre el día. Es el redondamiento del esplendor: mediodía. Todo es cúpula. Reposa, central sin querer, la rosa, a un sol en cenit sujeta. Y tanto se da el presente que el pie caminante siente la integridad del planeta. Primavera delgada Cuando el espacio, sin perfil, resume ...... Con una nube Su vasta indecisión a la deriva... ...... ¿Dónde la orilla? Mientras el río con el rumbo en curva ...... Se perpetúa Buscando sesgo a sesgo, dibujante, ...... Su desenlace, Mientras el agua, duramente verde, ...... Niega sus peces Bajo el profundo equívoco reflejo ...... De un aire trémulo... Cuando conduce la mañana, lentas, ...... Sus alamedas Gracias a las estrelas vibradoras ...... Entre las frondas, A favor del avance sinuoso ...... Que pone en coro La ondulación suavísima del cielo ...... Sobre su viento Con el curso tan ágil de las pompas, ...... Que agudas bogan... ¡Primavera delgada entre los remos ...... De los barqueros! Luis Cernuda DIRÉ CÓMO NACISTEIS Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos, Como nace un deseo sobre torres de espanto, Amenazadores barrotes, hiel descolorida, Noche petrificada a fuerza de puños, Ante todos, incluso el más rebelde, Apto solamente en la vida sin muros. Corazas infranqueables, lanzas o puñales, Todo es bueno si deforma un cuerpo; Tu deseo es beber esas hojas lascivas O dormir en esa agua acariciadora. No importa; Ya declaran tu espíritu impuro. No importa la pureza, los dones que un destino Levantó hacia las aves con manos imperecederas; No importa la juventud, sueño más que hombre, La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad De un régimen caído. Placeres prohibidos, planetas terrenales, Miembros de mármol con sabor de estío, Jugo de esponjas abandonadas por el mar, Flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre. Soledades altivas, coronas derribadas, Libertades memorables, manto de juventudes; Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua, Es vil como un rey, como sombra de rey Arrastrándose a los pies de la tierra Para conseguir un trozo de vida. No sabía los límites impuestos, Límites de metal o papel, Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta, Adonde no llegan realidades vacías, Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos. Extender entonces una mano Es hallar una montaña que prohíbe, Un bosque impenetrable que niega, Un mar que traga adolescentes rebeldes. Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte, Ávidos dientes sin carne todavía, Amenazan abriendo sus torrentes, De otro lado vosotros, placeres prohibidos, Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita, Tendéis en una mano el misterio. Sabor que ninguna amargura corrompe, Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan. Abajo, estatuas anónimas, Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla; Una chispa de aquellos placeres Brilla en la hora vengativa. Su fulgor puede destruir vuestro mundo. Los placeres prohibidos (1931) NO DECÍA PALABRAS No decía palabras, acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, porque ignoraba que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe, una hoja cuya rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe. La angustia se abre paso entre los huesos, remonta por las venas hasta abrirse en la piel, surtidores de sueño hechos carne en interrogación vuelta a las nubes. Un roce al paso, una mirada fugaz entre las sombras, bastan para que el cuerpo se abra en dos, ávido de recibir en sí mismo otro cuerpo que sueñe; mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne, iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo. Auque sólo sea una esperanza porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe. Los placeres prohibidos (1931) PEREGRINO ¿Volver? Vuelva el que tenga, Tras largos años, tras un largo viaje, Cansancio del camino y la codicia De su tierra, su casa, sus amigos, Del amor que al regreso fiel le espere. Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas, Sino seguir libre adelante, Disponible por siempre, mozo o viejo, Sin hijo que te busque, como a Ulises, Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope. Sigue, sigue adelante y no regreses, Fiel hasta el fin del camino y tu vida, No eches de menos un destino más fácil, Tus pies sobre la tierra antes no hollada, Tus ojos frente a lo antes nunca visto. Desolación de la quimera (1962) Blas de Otero AQUÍ TENÉIS EN CANTO Y ALMA... Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre aquel que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió: y rompió todos su versos. Así es, así fue. Salió una noche echando espuma por los ojos, ebrio de amor, huyendo sin saber adónde: a donde el aire no apestase a muerto. Tiendas de paz, brizados pabellones, eran sus brazos, como llama al viento; olas de sangre contra el pecho, enormes olas de odio, ved, por todo el cuerpo. ¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces en vuelo horizontal cruzan el cielo; horribles peces de metal recorren las espaldas del mar, de puerto a puerto. Yo doy todos mis versos por un hombre en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, mi última voluntad. Bilbao, a once de abril, cincuenta y uno. Blas de Otero CRECIDA Con la sangre hasta la cintura, algunas veces con la sangre hasta el borde de la boca, voy avanzando lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios algunas veces, voy avanzando sobre este viejo suelo, sobre la tierra hundida en sangre, voy avanzando lentamente, hundiendo los brazos en sangre, algunas veces tragando sangre, voy sobre Europa como en la proa de un barco desmantelado que hace sangre, voy mirando, algunas veces, al cielo bajo, que refleja la luz de la sangre roja derramada, avanzo muy penosamente, hundidos los brazos en espesa sangre, es como una esperma roja represada, mis pies pisan sangre de hombres vivos muertos, cortados de repente, heridos súbitos, niños con el pequeño corazón volcado, voy sumido en sangre salida, algunas veces sube hasta los ojos y no me deja ver, no veo más que sangre, siempre sangre, sobre Europa no hay más que sangre. Traigo una rosa en sangre entre las manos ensangrentadas. Porque es que no hay más que sangre, y una horrorosa sed dando gritos en medio de la sangre. UN RELÁMPAGO APENAS Besas como si fueses a comerme. Besas besos de mar, a dentelladas. Las manos en mis sienes y abismadas nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme, me declaro vencido, si vencerme es ver en ti mis manos maniatadas. Besas besos de Dios. A bocanadas bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme, tiras de mi raíz, subes mi muerte a flor de labio. Y luego, mimadora, la brisas y la rozas con tu beso. Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte bastara un beso, un beso que se llora después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso. José Hierro “Marzo” Marzo, lo siento, ya no me conmueve tu pasar, al -perdida la estructura sentimental- sentirte forma pura entre mis dedos pálidos de nieve. Yo no sé qué ha perdido tu relieve, qué fatal, invisible arquitectura de risas. qué alegría, qué hermosura, qué poema de cañas cuando llueve. Delgado manantial de sensaciones, lo siento, marzo, pero no supones ya nada para mí. No sé si todo lo que yo te he pedido me lo has dado, no sé por qué. si no me has defraudado, marzo, desde hoy te miro de otro modo. José Hierro José Hierro María Victoria Atencia María Victoria Atencia Ana Rossetti Ana Rossetti Ana Rossetti José Hierro, 1947