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CONSEIL
DE L’EUROPE
COUNCIL
OF EUROPE
COUR EUROPÉENNE DES DROITS DE L’HOMME
EUROPEAN COURT OF HUMAN RIGHTS
© Consejo de Europa/Tribunal Europeo de Derechos Humanos, 2013. Esta traducción no
vincula al Tribunal. Para más información véase la indicación completa sobre derechos de
autor al final de este documento.
© Council of Europe/European Court of Human Rights, 2013. This translation does not
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© Conseil del’Europe/Cour européenne des droits de l’homme, 2013. La présente
traduction ne lie pas la Cour. Pour plus de renseignements veuillez lire l’indication de
copyright/droits d’auteur à la fin du présent document.
GRAN SALA
ASUNTO A. Y OTROS c. REINO UNIDO
(Demanda no 3455/05)
SENTENCIA
ESTRASBURGO
19 febrero 2009
Esta sentencia es definitiva. Puede sufrir retoques de forma.
2
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
En el asunto A y otros contra Reino Unido,
El Tribunal europeo de Derechos Humanos, constituido en una Gran Sala compuesta por los
siguientes Jueces Jean-Paul Costa, Presidente, Christos Rozakis, Nicolas Bratza, Françoise
Tulkens, Josep Casadevall, Giovanni Bonello, Ireneu Cabral Barreto, Elisabeth Steiner, Lech
Garlicki, Khanlar Hajiyev, Ljiljana Mijović, Egbert Myjer, David Thór Björgvinsson, George
Nicolaou, Ledi Bianku, Nona Tsotsoria, Mihai Poalelungi, así como por Michael O’Boyle,
Secretario adjunto.
Tras haber deliberado en privado el 21 de mayo de 2008 y el 4 de febrero de 2009,
Dicta la siguiente
SENTENCIA
PROCEDIMIENTO
1. El asunto tiene su origen en una demanda (núm. 3455/2005) dirigida contra el Reino Unido
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que once personas que no poseen la nacionalidad
británica («los demandantes») presentaron ante el Tribunal, en virtud del artículo 34 del
Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales
(«el Convenio»), el 29 de marzo de 2005. El Presidente de la Gran Sala ha accedido a la
petición formulada por los demandantes de no divulgar su identidad (artículo 47.3 del
Reglamento).
2. Los demandantes están representados ante el Tribunal por el despacho de solicitors
Bonberg Pierce and Partners de Londres. El Gobierno británico («el Gobierno») está
representado por su agente el señor D. Walton, del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la
Commonwealth.
3. En su demanda, los demandantes alegan, en particular, que su reclusión era ilegal y
vulneraba los artículos 3, 5.1 y 14 del Convenio y denuncian la ausencia de recursos
adecuados para hacer examinar sus quejas, que consideran contraria a los artículos 5.4 y 13 de
dicho instrumento.
4. La demanda fue asignada a la Sección Cuarta del Tribunal (artículo 52.1 del Reglamento).
El 11 de septiembre de 2007, una sala de dicha Sección compuesta por Josep Casadevall,
Nicolas Bratza, Giovanni Bonello, Kristaq Traja, Stanislav Pavlovschi, Lech Garlicki, Ljiljana
Mijović, Jan Šikuta, Paivi Hirvelä, así como por Lawrence Early, Secretario de Sección, se
declaró incompetente a favor de la Gran Sala, no habiéndose opuesto a ello ninguna de las
partes (artículos 30 del Convenio y 72 del Reglamento).
5. Se dispuso la composición de la Gran Sala de acuerdo con los artículos 27.2 y 27.3 del
Convenio y 24 del Reglamento del Tribunal.
6. Tanto los demandantes como el Gobierno presentaron alegaciones por escrito sobre el
fondo del asunto. Asimismo, el 28 de agosto de 2007 se recibieron alegaciones de Liberty y
Justice, dos organizaciones no gubernamentales con sede en Londres a las que el Presidente
había autorizado a intervenir en el procedimiento escrito (artículos 36.2 del Convenio y 44.2
del Reglamento).
7. Los debates se desarrollaron en público el 21 de mayo de 2008 en el Palacio de los
Derechos Humanos de Estrasburgo (artículo 59.3 del Reglamento).
Comparecieron
– por el Gobierno: señores Derek Walton, agente, Philip Sales, QC, señora Cecilia Ivimy,
abogados; señor Steven Braviner-Roman, señora Kate Chalmers, señores Edward Adams,
3
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
James Adutt, LesLey Smith, asesores;
– por los demandantes: Gareth Pierce, Marcia Willis Stewart, Daniel Guedalla, solicitors y
señores Ben Emmerson, QC, Raza Husain, Danny Friedman, asesores.
El Tribunal escuchó las declaraciones de los señores Emmerson y Sales, así como sus
respuestas a sus preguntas.
HECHOS
I. CIRCUNSTANCIAS DEL CASO
8. Los hechos del caso, tal y como han sido expuestos por las partes, pueden resumirse como
sigue.
A. La derogación
9. El 11 de septiembre de 2001, cuatro aviones de línea regular fueron desviados en los
Estados Unidos de América. Dos de ellos se precipitaron sobre las torres gemelas del World
Trade Center y un tercero sobre el Pentágono. Este atentado, que causó la muerte a numerosas
personas y daños importantes, fue reivindicado por Al-Qaeda, la organización terrorista
islámica dirigida por Osama Ben Laden. El Reino Unido se alió con los Estados Unidos para
llevar a cabo operaciones militares en Afganistán, país en el que Al-Qaeda había instalado
campos de entrenamiento.
10. El Gobierno estimó que los hechos del 11 de septiembre de 2001 demostraban que había
terroristas internacionales, en particular los vinculados a Al-Qaeda, que tenían la voluntad y la
capacidad de organizar atentados de una magnitud sin precedentes contra objetivos civiles.
Consideró que a las autoridades les sería difícil prevenir nuevos ataques debido a la estructura
imprecisa y mundial de la red constituida por Al-Qaeda y sus afines, el fanatismo de sus
miembros, su brutalidad y su determinación. Al considerar que el Reino Unido estaba
particularmente expuesto debido a su estrecha relación con los Estados Unidos, declaró que
existía un peligro de extrema gravedad que amenazaba la vida de la nación. Añadió que esta
amenaza provenía principalmente –pero no exclusivamente– de ciudadanos extranjeros
presentes en el territorio británico, que formaban una red de apoyo a las operaciones
terroristas islámicas en las que Al-Qaeda estaba implicada. Puntualizó que se excluía la
expulsión de estos extranjeros debido al riesgo de tratos contrarios al artículo 3 del Convenio
al que se verían expuestos en caso de ser repatriados a su país de origen.
11. El 11 de noviembre de 2001, en aplicación del artículo 14 de la Ley de 1998 de Derechos
Humanos ( Human Rights Act 1998– «la Ley de 1998», apartado 94 infra), el Ministro del
Interior dictó un decreto de derogación en el que indicaba los términos de la notificación de
derogación que se proponía presentar al Secretario general del Consejo de Europa en virtud
del artículo 15 del Convenio. El 18 de diciembre de 2001, el Gobierno comunicó al Secretario
general del Consejo de Europa la notificación en cuestión, que decía así:
« Peligro público en el Reino Unido
Los ataques terroristas cometidos en Nueva York, Washington DC y Pensilvania el 11 de septiembre de
2001 causaron varios millares de muertos, entre ellos numerosas víctimas británicas, así como otras
originarias de setenta países diferentes. En sus Resoluciones números 1368 (2001) y 1373 (2001), el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas reconoció que estos ataques constituían una amenaza
contra la paz y la seguridad internacionales.
La amenaza resultante del terrorismo internacional es constante. En su Resolución número 1373 (2001),
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
el Consejo de Seguridad, actuando en virtud del capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, instó a
todos los Estados a tomar medidas encaminadas a prevenir la comisión de actos terroristas, incluida la
negativa a ofrecer refugio a las personas que financien, planifiquen, sostengan o cometan esos actos.
Existe una amenaza terrorista para el Reino Unido por parte de personas sospechosas de estar
implicadas en el terrorismo internacional. En particular, ciertos nacionales extranjeros presentes en el
Reino Unido son sospechosos de estar implicados en la comisión, preparación o instigación de actos de
terrorismo internacional, de ser miembros de organizaciones o grupos interesados en esos actos o de
tener lazos con miembros de esas organizaciones o grupos, y que son una amenaza para la seguridad
nacional del Reino Unido.
Por consiguiente, existe en el Reino Unido un peligro público en el sentido del artículo 15 (1) del
Convenio.
Anti-terrorism, Crime and Security Act 2001(Ley de 2001 de Seguridad contra el Terrorismo y la
Delincuencia)
Como reacción contra ese peligro público, la Anti-terrorism, Crime and Security Act de 2001 prevé, en
particular, la ampliación de la potestad para poder encarcelar a un nacional extranjero, aplicable en los
casos en que esté previsto devolver o expulsar a una persona del territorio del Reino Unido, devolución
o expulsión que no es posible en este momento, lo que tiene como consecuencia que la detención es
ilegal en virtud del derecho interno. Esta ampliación de la potestad de detención y de encarcelamiento
será aplicable cuando el Ministro del interior expida un certificado en el que se indique que estima que
la presencia en el Reino Unido de la persona de que se trate constituye un riesgo para la seguridad
nacional y que sospecha que esta persona sea un terrorista internacional.
Contra el certificado podrá recurrirse ante la Comisión Especial de Apelación en Materia de
Inmigración («SIAC»), creada en virtud de la Special Inmigration Appeals Comission Act de 1997, la
cual tendrá el poder de anular dicho certificado si estima que no hubiera debido expedirse. Las
decisiones de la SIAC serán recurribles en relación por infracción de normas. Además, el certificado
será reexaminado por la SIAC regularmente. Cuando proceda, la SIAC tendrá también la posibilidad de
conceder la libertad provisional. Un detenido podrá poner fin a su detención, en cualquier momento
aceptando abandonar el territorio del Reino Unido.
La ampliación de la potestad de detención y de encarcelamiento prevista en la Anti-terrorism, Crime
and Security Act es una medida prevista estrictamente por necesidades de la situación. Se trata de una
disposición temporal que produce efectos durante un período inicial de quince meses y que expirará al
final de este plazo, a menos que sea renovada por el Parlamento. Posteriormente, podrá ser objeto de
una renovación anual por el Parlamento. Si el Gobierno evalúa, en cualquier momento, que el peligro
público ya no existe o que la ampliación de la potestad ya no responde estrictamente a las exigencias de
las necesidades de la situación, el Ministro del Interior derogará la disposición por vía de ordenanza.
Poderes de detención previstos en el derecho interno (distintos de los previstos en virtud de la Antiterrorism, Crime and Security Act 2001)
La Ley sobre Inmigración de 1971 ( Immigration Act 1971 «la Ley de 1971») otorga el Gobierno el
poder de devolver o expulsar a personas cuya presencia no sea favorable para el bien público por
motivos de seguridad nacional. Una persona puede también ser detenida y encarcelada en virtud de los
artículos 2 y 3 de la Ley de 1971 en espera de su devolución o su expulsión. Los Tribunales del Reino
Unido juzgaron que ese poder de detención podía hacerse únicamente durante el período necesario
según las circunstancias de cada caso, para efectuar la expulsión y que la detención se volvía ilegal si
aparecía claramente que no sería posible efectuar la devolución en un tiempo razonable (R.v. Governor
of Durham Prison, ex parte Singh [1984] All ER 983).
El artículo 5.1.f) del Convenio.
Está sobradamente demostrado que el artículo 5.1.f) permite la detención de la persona con vistas a su
expulsión únicamente cuando «esté en curso un procedimiento de expulsión» ( Chahal contra Reino
Unido [1996] 23 EHRR 413, apartado 112). En este asunto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
puntualizó que ya no se justificará la detención en virtud del artículo 5.1.f) si los procedimientos de
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
expulsión no se tramitan con diligencia y que, en esas circunstancias, es necesario determinar si la
duración de los procedimientos de expulsión fue excesiva (apartado 113).
En algunos casos, cuando subsista la intención de devolver o expulsar a una persona por motivos de
seguridad nacional, es posible que la detención continua no se ajuste a la interpretación dada al artículo
5.1.f) en el asunto Chahal. Por ejemplo, ése puede ser el caso de una persona que demuestra que podría
estar sometida a un trato contrario al artículo 3 del Convenio a consecuencia de su devolución a su país
de origen.
En esas circunstancias, e independientemente de la gravedad de la amenaza que esa persona podría
constituir con respecto a la seguridad nacional, está demostrado que el artículo 3 impide la devolución o
la expulsión de una persona a un destino en el que exista un riesgo verdadero de que sea sometida a un
tratamiento contrario de ese artículo. Si de modo inmediato no se dispone de ningún destino alternativo,
la devolución o la expulsión no serán posibles en ese momento, aun cuando subsista la intención de
devolver o expulsar a la persona una vez que sean posibles medidas satisfactorias. Por otra parte, las
estrictas reglas relativas a la admisibilidad de las pruebas en el marco del sistema de justicia penal del
Reino Unido, así como el nivel elevado de prueba requerido puede hacer imposible la persecución de
una persona respecto a una infracción criminal.
Excepción en virtud del artículo 15 del Convenio
El Gobierno ha evaluado la cuestión de saber si el ejercicio del poder ampliado de detención previsto en
la Anti-terrorism, Crime and Security Act 2001 podía ser contrario a las obligaciones contenidas en el
artículo 5.1 del Convenio. Como ya se ha especificado, puede darse el caso de que, a pesar de la
intención de devolver o de expulsar a una persona detenida, haya circunstancias a la vista de las cuales
«se tramite un procedimiento de expulsión» en el sentido de la interpretación que el Tribunal ha dado al
artículo 5.1.f) en el asunto Chahal. Por consiguiente, en la medida en que el ejercicio de la potestad
ampliada de la detención pueda no ser conforme con las obligaciones del Reino Unido en virtud del
artículo 5.1, el Gobierno ha decidido acogerse al derecho de derogación conferido por el artículo 15.1
del Convenio, y ello hasta nuevo aviso».
La notificación de derogación iba acompañada de las disposiciones del Título 4 del proyecto
de Ley de 2001 de Seguridad contra el Terrorismo y la Delincuencia («la Ley de 2001»;
apartado 90 infra).
12. El 12 de noviembre de 2001, se presentó ante la Cámara de los comunes el proyecto de
Ley de Seguridad contra el Terrorismo y la Delincuencia en el que figuraban las cláusulas de
lo que iba a convertirse en el Título 4 de la Ley de 2001. El Parlamento aprobó en dos
semanas el proyecto en cuestión, el cual había sido objeto de una moción de programación
restrictiva que preveía tres días de debates públicos en la Cámara de los comunes para
examinar las 125 disposiciones del texto y que suscitó las protestas de la Comisión mixta
parlamentaria de Derechos Humanos (Joint Committee of Human Rights) y del Comité
restringido de asuntos internos ( Home Affairs Select Committee) contra la brevedad del plazo
que les había sido concedido para estudiar el proyecto.
13. La Ley de 2001 entró en vigor el 4 de diciembre de 2001. Durante su período de
aplicación, dieciséis personas –entre ellas los once demandantes– fueron objeto de un
certificado emitido al amparo de su artículo 21 y encarceladas. Los seis primeros
demandantes recibieron comunicación del certificado el 17 de diciembre de 2001 y poco
después ingresaron en prisión. El séptimo demandante corrió la misma suerte a principios de
febrero de 2002. Los demandantes noveno, octavo y décimo fueron objeto de un certificado y
encarcelados el 22 de abril de 2002, el 23 de octubre de 2002 y el 14 de enero de 2003,
respectivamente. Afectado por un certificado emitido el 2 de octubre de 2003, el undécimo
demandante, que se hallaba en prisión en base a otras disposiciones legales, continuó
encarcelado.
B. El procedimiento relativo a la derogación
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
14. Al considerar que su ingreso en prisión en virtud de la Ley de 2001 violaba sus derechos
garantizados por los artículos 3, 5, 6 y 14 del Convenio, los siete primeros demandantes
impugnaron ante la SIAC (apartados 91-93 supra) la legalidad de la derogación. Además,
cada uno de ellos ejerció el recurso contra el certificado del Ministro del Interior que les
calificaba de terroristas internacionales.
15. El 30 de julio de 2002, la SIAC se pronunció sobre la legalidad de la derogación tras
proceder al examen de documentos no confidenciales y documentos secretos así como a la
audición de abogados especiales, representantes de las partes y Liberty, el tercero
interviniente. A la vista de las piezas no confidenciales que obraban en su poder, se declaró
convencida de que el peligro que representaba Al-Qaeda constituía un peligro público que
amenazaba la vida de la nación, en el sentido del artículo 15 del Convenio, añadiendo que los
documentos secretos en su poder corroboraban dicho análisis.
Estimó que el hecho de que quizás hubiera podido asegurar la protección contra el terrorismo
internacional adoptando otras medidas no significaba que las adoptadas no fuesen
estrictamente necesarias. Señalando que la detención perseguía proteger al Reino Unido,
consideró asimismo que las medidas criticadas constituían una respuesta adaptada al peligro
público invocado puesto que se permitía a los detenidos abandonar el territorio británico.
Desestimó la queja de los demandantes relativa al artículo 3 del Convenio. Para pronunciarse
así, consideró que, en la medida en que esta queja se refería a las condiciones de reclusión de
los interesados, éstos debían recurrir a los tribunales civiles de derecho común puesto que la
SIAC carecía de competencia para resolver cuestiones «ajenas a la derogación». Estimó mal
fundada la alegación de los demandantes según la cual su encarcelación por un período
indeterminado vulneraba el artículo 3, al considerar que la reclusión no era indefinida puesto
que dependía del plazo de validez de la Ley de 2001 y que este texto preveía un examen
semestral automático de los certificados por la SIAC. A título informativo, añadía que el mero
hecho de que no se hubiese fijado un término para la prisión preventiva no implicaba la
violación del artículo 3.
No admitía que el artículo 6 se aplicase al procedimiento de emisión de certificados debido a
que tales actos, que calificaban a los demandantes de presuntos terroristas internacionales, no
constituían una «acusación» sino una declaración de sospecha y que el procedimiento seguido
ante la SIAC no implicaba una decisión sobre el fundamento de una acusación en materia
penal. Estimando, además, que no se conculcaba ningún derecho civil, concluyó que el
aspecto civil del artículo 6 tampoco era aplicable.
Sin embargo, consideró que la derogación era ilegal por cuanto las disposiciones aplicables de
la Ley de 2001 establecían una discriminación injustificada hacia los ciudadanos extranjeros,
en violación del artículo 14 del Convenio. Estimó que las medidas instauradas por la Ley de
2001 solo podían circunscribirse a los ciudadanos extranjeros si la amenaza que trataban de
combatir provenía exclusivamente –o casi exclusivamente– de éstos y que los elementos de
que disponía no permitían concluir en este sentido. En los apartados 94 y 95 de su decisión, se
expresaba así:
«94. Suponiendo que se haya de instaurar, respecto a los presuntos terroristas internacionales, una
excepción efectiva al derecho a la libertad consagrado por el artículo 5 –tal excepción debería en buena
lógica aplicarse a todas las personas no expulsables sospechosas de terrorismo internacional–. Tal y
como sostiene [el abogado de los demandantes], solo estaría justificado circunscribir esta medida a los
extranjeros si la amenaza terrorista proviniese exclusivamente –o casi exclusivamente– de éstos.
95. Ahora bien, los elementos de que disponemos demuestran sin lugar a dudas que esta amenaza no
proviene únicamente de los extranjeros. Muchos ciudadanos británicos cuya identidad se conoce –y que
en su mayor parte se hallan encarcelados fuera del Reino Unido– pueden ser considerados «presuntos
terroristas internacionales» y se desprende claramente de las observaciones que nos han sido
7
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
presentadas en las que [el Ministro del Interior] se piensa que lo mismo sucede con otros ciudadanos en
libertad en el territorio británico. En estas condiciones, no vemos cómo la derogación en litigio podría
calificarse de otro modo que no fuese el de discriminación basada en la nacionalidad».
En consecuencia, la SIAC anuló el decreto de derogación de 11 de noviembre de 2001 y, en
aplicación del artículo 4 de la Ley de 1998, declaró que el artículo 23 de la Ley de 2001 no
era compatible con el Convenio (apartado 94 supra).
Aplazó la decisión en los recursos individuales que los siete primeros demandantes habían
ejercido contra los certificados (apartados 24-69 infra) a la espera del resultado del recurso
interpuesto por el Ministro del Interior contra su decisión y del recurso incidental promovido
por los demandantes.
16. El 25 de octubre de 2002, el Tribunal de apelación dictó sentencia en el asunto A. y otros
contra Secretary of State for the Home Department ([2002] EWCA Civ 1502).
Consideró que la SIAC había concluido con razón que existía una amenaza para la seguridad
de la nación. Sin embargo, contrariamente a la SIAC, estimó que existían consideraciones
objetivas que podían justificar la postura del Ministro del Interior. Señaló que existía una
relación lógica entre la detención de extranjeros a los que no se podía expulsar debido a las
amenazas que pesaban sobre su seguridad y el objetivo que perseguía el Ministro del Interior,
a saber la salida de los extranjeros peligrosos para la seguridad nacional. Añadía que los
interesados no permanecerían recluidos más allá del tiempo necesario para su expulsión, la
finalización del estado de urgencia o el día en el que dejasen de representar una amenaza para
la nación. Estimó que no se producía una discriminación contraria al artículo 14 del Convenio
puesto que los ciudadanos británicos sospechosos de ser terroristas no se hallaban en la misma
situación que los extranjeros sobre los que pesaban las mismas sospechas y a los que no se
podía expulsar porque se temía por su seguridad. Precisó que estos últimos no podían
aprovecharse del derecho a permanecer en territorio británico sino solamente –y
provisionalmente– de un derecho a no ser expulsados, por razones de seguridad. Recordó que
el derecho para los Estados de establecer diferencias, en ciertas circunstancias, entre sus
ciudadanos y los extranjeros –especialmente en período de crisis– era un principio reconocido
en Derecho Internacional. Añadía que el Parlamento tenía fundamento para circunscribir el
campo de aplicación de las medidas en litigio a los extranjeros sospechosos de estar
vinculados al terrorismo porque estaba legitimado para considerar que la situación sólo
«exigía estrictamente», en el sentido del artículo 15 del Convenio, la detención de la categoría
restringida de extranjeros a la que éstas se aplicaban.
Suscribió la opinión de la SIAC según la cual el procedimiento de recurso contra los
certificados no era de carácter «penal», en el sentido del artículo 6.1 del Convenio. Por el
contrario, estimó que se aplicaba el aspecto civil de esta disposición pero que el
procedimiento en cuestión era lo equitativo que podía ser. Por último, concluyó que los
demandantes no habían demostrado que su reclusión violase el artículo 3 del Convenio.
17. Los interesados fueron autorizados a apelar a la Cámara de los Lores, que dictó sentencia
el 16 de diciembre de 2004 ([2004] UKHL 56).
Los Law Lords concluyeron por mayoría, expresa e implícitamente, que la detención de los
demandantes ordenada sobre la base del Título 4 de la Ley de 2001 no formaba parte de la
excepción al derecho general a la libertad prevista en el artículo 5.1 f) del Convenio (ver las
declaraciones de Lord Bingham, Lord Hoffman, Lord Hope, Lord Scott, Lord Rodger y la
Baronesa Hale, que figuran en los apartados 8-9, 97, 103-105, 155, 163 y 222 de la sentencia).
Lord Bingham resumió la postura de la mayoría en los términos siguientes:
«9. (...) Sea o no británico, el autor de un grave delito sancionado por las Leyes de nuestro país podrá
naturalmente ser acusado, juzgado y encarcelado si es declarado culpable. Pero un extranjero que corra
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
el riesgo de sufrir tortura o malos tratos en caso de ser deportado a su país, que no es expulsable a un
tercer país y que no está acusado de ningún delito, no puede ser recluido en el Reino Unido sobre la
base del artículo 5.1 f) del Convenio o el anexo 3 a la Ley de 1971 de inmigración, aun cuando se le
considere una amenaza para la seguridad nacional».
18. Por ocho votos contra uno (y con muchas dudas por parte de Lord Bingham y Lord Scott),
el Alto Tribunal consideró, además, que no había lugar a apartarse de la conclusión a la que
había llegado la SIAC en cuanto a la existencia de un peligro público que amenazase la vida
de la nación. Llamado a valorar las pruebas, Lord Hope se expresó así:
«118. Los documentos [no confidenciales] demuestran ampliamente que al Gobierno le asistía la razón
al pensar, en noviembre de 2001, que un peligro amenazaba la vida de la nación (...) [El] Reino Unido
corría el riesgo de ser atacado por la red Al-Qaeda que podía, con ayuda de sus cómplices, infligir
terribles pérdidas humanas y provocar un desastre en su organización, como demostraron los hechos
acaecidos el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Pensilvania y Washington. Un número
importante de ciudadanos extranjeros presentes en el territorio británico tenían la voluntad y la
capacidad de cometer en nuestro país atentados coordinados de consecuencias desastrosas tanto para las
personas como para los bienes. Muchas informaciones probaban que las organizaciones terroristas
internacionales que acababan de tomar parte en los atentados y que preparaban otros, habían tejido
lazos en el Reino Unido y representaban, junto a otras, una amenaza constante para nuestro país. Se
multiplicaba la información de que los terroristas se preparaban para el uso de armas de destrucción
masiva en la cruzada que llevaban a cabo. (...) [El Ministerio del Interior] consideró que las graves
amenazas que pesaban sobre la nación provenían principalmente –pero no exclusivamente– y más
directamente de ciudadanos extranjeros.
119. Se desprende claramente de estos elementos que existía una situación de peligro caracterizada por
el temor de las autoridades a que se produjeran estos atentados. Este peligro amenazaba la vida de la
nación en cuanto a que tales ataques habrían tenido consecuencias atroces para todos nosotros si
hubiesen azotado al Reino Unido. Sin embargo, habría sido prematuro calificarlos de inminentes. El 15
de octubre de 2001, el Ministro del Interior declaró en la Cámara de los comunes que ninguna
información última hacía constar una amenaza concreta contra el Reino Unido: ver el Hansard (HC
Debates, col 925). El 5 de marzo de 2002, el Gobierno efectuó una valoración idéntica de la situación
en su respuesta al segundo informe de la Comisión parlamentaria restringida encargada de la protección
contra la amenaza terrorista ( House of Commons Select Committee on Defence on the Threat from
Terrorism) (HC 348, apartado 13), en la que subrayó que habría sido falso afirmar que se poseían
pruebas de la existencia de una amenaza concreta. Los extremos que he examinado no me llevan a
concluir que no existiera peligro en ese momento, sino que el peligro resultante de las amenazas
invocadas no era de la misma naturaleza o del mismo grado que aquel al que sin duda nos habríamos
tenido que enfrentar si nunca se hubiese concretado. La información disponible muestra que el peligro
expuesto no podía calificarse de inminente. Ciertamente, no era posible determinar quizás en qué
momento los ataques, cuyo desencadenamiento probablemente no habría ido precedido de un aviso,
deberían haberse considerado inminentes. Se trata éste de un elemento importante, que no se ha de
desatender. Pero cabe constatar que la nación no se hallaba en el momento de tener que hacer frente a
un peligro de este tipo, el peligro de un atentado inminente».
Desmarcándose de la mayoría, Lord Hoffman estimó que existían pruebas creíbles de una amenaza real
de atentados terroristas de gran magnitud en el Reino Unido, pero consideró que tal amenaza no iba a
arruinar la vida de la nación ya que no era lo suficientemente importante para poner en peligro «las
instituciones políticas del Reino Unido o la existencia de nuestro Estado como sociedad civilizada».
Concluyó así: «La verdadera amenaza para la vida de la nación (...) no procede del terrorismo, sino de
Leyes como éstas”.
19. A excepción de Lord Walker, los demás miembros del Alto Tribunal (a saber Lord
Bingham, Lord Nicholls, Lord Hope, Lord Scott, Lord Rodger, Lord Carswell y la Baronesa
Hale), rechazaron la tesis del Gobierno según la cual no correspondía a la autoridad judicial,
sino al Parlamento y el Ejecutivo, determinar de qué manera convenía reaccionar a esta
amenaza para salvaguardar la seguridad pública. Lord Bingham se expresó así:
«42. A la vista de lo que antecede, estimo que los recurrentes tienen derecho a dirigirse a los tribunales
9
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
para que se examine la proporcionalidad del decreto de derogación y la compatibilidad del artículo 23
[de la Ley de 2001] con el Convenio y que la reserva de la que tienen que dar prueba estos últimos no
les impide examinar las cuestiones planteadas. Por iguales motivos, no suscribo las conclusiones del
Attorney General. En particular, niego la pertinencia de la distinción que opera entre las instituciones
democráticas y los tribunales. los jueces de nuestro país no son elegidos ni son responsables ante el
Parlamento. También que (...) el Parlamento, el Ejecutivo y los tribunales tienen funciones diferentes.
Pero la función que corresponde por derecho a una magistratura independiente encargada de interpretar
y aplicar el Derecho se reconoce universalmente como un elemento fundamental del Estado
democrático moderno, piedra angular del propio Estado de Derecho. El Attorney General tiene
fundamentos para poner de relieve los límites naturales del poder judicial, pero se equivoca al argüir
que el proceso decisorio judicial es, de alguna manera, antidemocrático. Este reproche es
particularmente inoportuno en este tipo de asunto puesto que el Parlamento legisló expresamente para
declarar ilícito todo acto de una autoridad pública –inclusive judicial– contrario a un derecho
consagrado por el Convenio (artículo 6 de la Ley de 1998) así como para imponer a los tribunales que
tuviesen en cuenta la jurisprudencia aplicable de Estrasburgo (artículo 2 de la Ley de 1998) y dar efecto
–en la medida de lo posible– a los derechos convencionales (artículo 3 de la Ley de 1998) y que ha
creado un derecho de apelación en materia de derogación. Es evidente que estas disposiciones no tienen
por efecto derogar el poder legislativo soberano que ejerce la Reina a través del Parlamento, puesto que
si una Ley aprobada por éste fuese objeto de una declaración de incompatibilidad, ello no afectaría a su
validez (artículo 4.6) y corresponde al ministro competente, responsable ante el Parlamento, remediarlo.
La misión que la Ley de 1998 confía a la justicia es muy precisa y perfectamente democrática».
20. Considerando, en consecuencia, que les correspondía determinar si el régimen de
reclusión previsto en el Título 4 de la Ley de 2001 constituía una respuesta desproporcionada
al peligro invocado, la mayoría de los Lores juzgó que no trataba de forma racional la
amenaza contra la seguridad y que respondía a ella de manera desproporcionada. Para
pronunciarse así, los Lores se basaron principalmente en tres motivos: señalaron en primer
lugar que el régimen en cuestión sólo se aplicaba a los extranjeros sospechosos de ser
terroristas internacionales y no respondía a la amenaza proveniente de los ciudadanos
británicos sobre los que pesaban las mismas sospechas, en segundo lugar que ofrecía a los
presuntos terroristas internacionales la posibilidad de abandonar el territorio británico y
proseguir sus actividades malintencionadas en el extranjero y, en tercer y último lugar, que la
Ley estaba redactada en unos términos tan generales que se podía en teoría aplicar a personas
sospechosas de mantener vínculos con organizaciones terroristas internacionales que no
entrasen en el ámbito de aplicación de la derogación.
Sobre el primer extremo, Lord Bingham subrayó que no se prestaba a controversia la opinión
de la SIAC según la cual la amenaza terrorista no provenía exclusivamente de ciudadanos
extranjeros. Estimando que no había lugar a examinar los motivos en los que se había basado
la SIAC para llegar a esta conclusión puesto que el establecimiento de los hechos era de su
competencia, añadió, no obstante, que se desprendía de algunos elementos que «el número de
personas originarias del Reino Unido que había participado en campos de entrenamiento en
Afganistán en los últimos cinco años se estimaba en más de mil basándose en las indicaciones
facilitadas por los servicios de información», que algunos ciudadanos británicos
contemplaban regresar al Reino Unido tras su estancia en Afganistán y que la información
obtenida sobre la trayectoria de los demandantes mostraba una gran implicación en las redes
terroristas de personas de nacionalidad británica y de personas que mantenían otros vínculos
con el Reino Unido. Lord Bingham proseguía así:
«33. (...) Los artículos 21 y 23 de la Ley de 2001 no tienen manifiestamente en cuenta la amenaza
proveniente de ciudadanos británicos puesto que no prevén que se emita un certificado contra ellos o su
reclusión. El argumento según el cual existen otras disposiciones de las Leyes de 2001 y 2000 que se
aplican a los ciudadanos británicos no viene al caso, puesto que no son objeto de una derogación, no
son criticadas y afectan igualmente a los extranjeros. Ahora bien, nadie pretende que el riesgo que
constituyen los ciudadanos británicos –de menor importancia desde el punto de vista cuantitativo–
difiere por naturaleza del que representan los ciudadanos extranjeros. Asimismo, no hay duda alguna de
10
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
que los artículos 21 y 23 permiten a las personas afectadas por el certificado y recluidas abandonar el
Reino Unido por un país dispuesto a acogerles, como han hecho dos de los demandantes que se han ido
uno a Marruecos y el otro a Francia (...) Esta libertad de abandonar el territorio se explica perfectamente
desde el punto de vista del control de la inmigración: si quieren expulsar a un ciudadano extranjero pero
no pueden hacerlo a un país “A” debido a la Sentencia Chahal, las autoridades británicas lograran
igualmente sus fines con la partida voluntaria de la persona en cuestión a un país “B”. Por el contrario,
el hecho, para las autoridades, de permitir a un presunto terrorista internacional salir de nuestro
territorio a otro país –quizás tan próximo al nuestro como Francia– donde podrá proseguir su empresa
criminal, no se concilia con su convicción de que esta persona puede perjudicar gravemente al pueblo y
los intereses británicos (...)
35. No ha lugar a extenderse sobre el quinto aspecto del motivo articulado por los demandantes. Pero
parece razonable suponer que las autoridades no se desentienden de los ciudadanos británicos
sospechosos de terrorismo internacional. Al conceder la libertad condicional [al quinto demandante],
que estaba encarcelado, la SIAC (...) le impuso concretamente portar un dispositivo de vigilancia
electrónico, permanecer constantemente en su domicilio, llamar por teléfono a una empresa de
seguridad determinada cinco veces al día, a horas fijas y autorizar a ésta a instalar en su domicilio
equipos de vigilancia, dejar entrar en su domicilio solamente a los miembros de su familia, su solicitor,
así como las personas que le atienden y las habilitadas y no entrar en contacto con ninguna otra persona,
no poseer en su domicilio ningún equipo informático, teléfono móvil u otro aparato de comunicación
electrónico, suprimir la línea telefónica existente y hacer instalar una que le permitiera comunicarse
únicamente con la empresa de seguridad. En opinión de los recurrentes, la aplicación rigurosa de
restricciones de este tipo puede prevenir eficazmente cualquier actividad terrorista. No vemos cómo
podría ser de otro modo.
36. Para poner de relieve el carácter fundamental del derecho a la libertad individual en el sexto aspecto
de su motivo basado en la falta alegada de proporcionalidad, los recurrentes han podido basarse en la
larga tradición liberal del derecho inglés, que haya su fuente en el capítulo 39 de la Carta Magna de
1215 y su expresión en el habeas corpus –recurso secular consagrado por la Petición de Derechos de
1628– y confirmada por una serie de sentencias que sentaban jurisprudencia dictadas a lo largo de los
siglos e incorporada, posteriormente, al Derecho material y procesal moderno. (...) El Tribunal europeo
también ha reconocido la importancia crucial de esta libertad en la interpretación dada al artículo 5 del
Convenio. (...)
43. A la vista de las explicaciones facilitadas por los recurrentes así como las del Comisario europeo de
Derechos Humanos y el Comité Newton, el motivo relativo a la falta de proporcionalidad del decreto de
derogación y el artículo 23 de la Ley de 2001 articulado por los interesados me parece sólido. El
Attorney General no ha replicado de manera convincente»
21. Asimismo, la mayoría de los Law Lords estimó que la Ley de 2001 era discriminatoria e
incompatible con el artículo 14 del Convenio, disposición que no había sido derogada.
Consideró que los demandantes no se encontraban en una situación análoga a la de los
ciudadanos británicos sospechosos de terrorismo internacional, teniendo unos y otros en
común el no poder ser expulsados y ser considerados una amenaza para la seguridad de la
nación. Señalando que el régimen de reclusión tenía por objetivo principal la protección del
Reino Unido contra los atentados terroristas y no el control de la inmigración, concluyó que
no había ninguna razón objetiva para que se aplicase a los interesados un régimen diferente
debido a su nacionalidad o su situación respecto al Derecho de los extranjeros.
22. La Cámara de los Lores estimó, además, que no procedía examinar los motivos
articulados por los demandantes relativos a la violación de los artículos 3 y 16 del Convenio,
por cuanto había concluido que la derogación era ilegal por otras razones.
23. Por mayoría de sus miembros, anuló el decreto de derogación y, en aplicación del artículo
4 de la Ley de Derechos Humanos (apartado 94 infra), declaró que el artículo 23 de la Ley de
2001 era incompatible con los artículos 5.1 y 14 del Convenio en la medida en que era
desproporcionado e instauraba, respecto a los presuntos terroristas internacionales, un
régimen de reclusión discriminatorio.
C. El procedimiento relativo a la emisión de certificados: la «decisión marco» y los
recursos ejercidos por los demandantes
11
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
24. Entre tanto, en mayo de 2003, la SIAC comenzó a examinar los recursos individuales
interpuestos por los demandantes contra los certificados emitidos, después de que el Tribunal
de apelación hubiese dictado sentencia sobre la cuestión de la derogación, pero antes de la
citada sentencia de la Cámara de los Lores.
25. El Ministro del Interior presentó para cada uno de estos recursos conclusiones «no
confidenciales» en las que figuraban una síntesis de los hechos que habían motivado la
emisión del certificado, así como las pruebas que estimaba poder divulgar sin riesgo para la
seguridad nacional. Además, en cada uno de los casos se sometieron a la SIAC conclusiones
«confidenciales» sobre los hechos y las pruebas.
26. El 29 de octubre de 2003, la SIAC dictó una «decisión marco» que incluía algunas
conclusiones de alcance general válidas para todos los recursos contra los certificados.
A título preliminar, estimó en particular que era competente para conocer de un recurso contra
la emisión de un certificado incluso cuando la persona afectada hubiese abandonado el Reino
Unido y el certificado hubiese sido revocado. Consideró, también, que al imponer a las
autoridades que probasen que tenían motivos razonables para sospechar que una persona era
un «terrorista» y creer que su presencia en suelo británico representaba un peligro para la
seguridad nacional, el artículo 21 de la Ley de 2001 planteaba una exigencia «inferior a la de
la prueba, incluso de la prueba según la mayor probabilidad» y que «los motivos razonables
podían basarse en elementos –tales como testimonios indirectos de informadores anónimos–
que no serían admisibles en el marco de un proceso judicial ordinario». Puntualizó que el peso
que convenía conceder a una prueba determinada debía apreciarse a la luz de todas las
pruebas, consideradas globalmente. Añadió que no consideraba deber descartar de plano las
que se hubiesen podido obtener mediante tortura y que le correspondía examinar toda la
información sobre la manera en que se habían obtenido para concederles el peso y el crédito
que merecían.
Consideró que las disposiciones de la Ley de 2001 relativas a la reclusión habían de
interpretarse a la luz del decreto de derogación. Estimó que la noción de amenaza para la vida
de la nación no aludía solamente a los hechos susceptibles de producirse en territorio
británico, ya que la vida del Reino Unido se manifestaba también a través de la actividad
diplomática, cultural y turística que llevaba en el extranjero. Añadió que los ataques
perpetrados contra los aliados de los británicos podían exponer también al país a un riesgo
debido a la interdependencia de los Estados que se enfrentaban a una amenaza terrorista
mundial. Señalando que la notificación de derogación designaba como fuente de la amenaza a
Al-Qaeda y sus afines, puntualizó que las autoridades debían demostrar –en virtud tanto de la
parte del artículo 21 relativa a la «seguridad nacional» como de la referente al «terrorismo
internacional»– que existían motivos razonables para sospechar que la persona afectada por
un certificado pertenecía a un grupo vinculado –directa o indirectamente– a Al-Qaeda. A este
respecto, estimó que, aunque se tratase de un grupo implicado principalmente en la lucha
interna y que solo apoyase parcialmente los objetivos de Al-Qaeda, sus colaboradores podían
ser legítimamente considerados auxiliares de Al-Qaeda por el apoyo que aportaban a dicho
grupo.
Formuló, además, algunas conclusiones de alcance general en cuanto a las organizaciones de
las que el Ministro del Interior sospechaba que estaban vinculadas a Al-Qaeda. Las
conclusiones en cuestión se fundaban en pruebas «no confidenciales» y elementos «secretos».
Declaró, por ejemplo, que el GSPC (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate) –
constituido en Argelia en 1998– era una organización terrorista internacional que mantenía
relación con Al-Qaeda en materia de instrucción y financiación, pero que no era así en el caso
del Grupo Islámico Armado (GIA), la organización argelina que lo había precedido y de la
que procedía. Concluyó también que el Yihad Islámico Egipcio (YIE) era una rama de Al-
12
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
Qaeda –o al menos estaba estrechamente relacionada con esta organización– y que los
Muyaidines Árabes de Chechenia, grupo terrorista internacional que lucha por la
independencia de Chechenia pero que su objetivo último es la lucha contra Occidente,
mantenía una estrecha relación con Al-Qaeda. Estimó, además, que una célula compuesta
esencialmente por extremistas argelinos reagrupados en torno a Abu Doha –ciudadano
argelino que se instaló en el Reino Unido en 1999– se veía afectada por la derogación. Señaló
que Abu Doha estaba acusado de haber jugado un rol de primer orden en los campos de
entrenamiento de Afganistán y de haber tenido muchos contactos con Al-Qaeda,
concretamente con los miembros de la célula de Frankfurt, la cual había proyectado perpetrar
un atentado contra el mercado de Navidad de Estrasburgo en diciembre de 2000. Puntualizó
que había sido detenido en febrero de 2001 y que pesaba sobre él una demanda de extradición
formulada por los Estados Unidos, pero que el grupo que se había formado en torno a él
seguía activo.
27. Los demandantes impugnaron la decisión de la SIAC de admitir las pruebas obtenidas
mediante tortura. En previsión de la instancia de casación, las partes acordaron que el
procedimiento de recurso contra los certificados ante la SIAC entraba en el campo de
aplicación del artículo 5.4 del Convenio y debía responder, por tanto, a las exigencias
elementales del proceso justo. Consideraron inútil examinar la cuestión de si entraba también
en el campo de aplicación del artículo 6, cuestión que quedó en suspenso.
El 11 de agosto de 2004, la mayoría de los jueces del Tribunal de apelación confirmó la
decisión de la SIAC ([2004] EWCA Civ 1123).
El 8 de diciembre de 2005, la Cámara de los Lores estimó, por unanimidad, que las pruebas
obtenidas de un sospechoso o un testigo mediante tortura desde hace tiempo se consideraban
sujetas intrínsecamente a caución, injustas, contrarias a los principios de humanidad y
dignidad comúnmente reconocidos e incompatibles con la reglas de la administración de
justicia cuyo cumplimiento se impone a los tribunales. Concluyó que las pruebas recogidas
por este medio no podían admitirse contra los justiciables que compareciesen ante los
tribunales británicos, cualquiera que fuese el lugar en el que se hubiesen cometido los actos de
tortura y la identidad de su autor o el que los ha ordenado. Señalando que el autor de un
recurso contra un certificado sólo tenía un acceso limitado a las pruebas de cargo en el marco
del procedimiento ante la SIAC, declaró que lo más que se podía exigir de él era que
proporcionase una razón creíble para pensar que las pruebas habían sido obtenidas mediante
tortura y que, puesto que había cumplido esta exigencia, la SIAC estaba obligada a abrir la
investigaciones necesarias. En consecuencia, la Cámara de los Lores estimó el recurso de los
demandantes y ordenó que la SIAC volviese a examinar sus casos ([2005] UKHL 71).
28. Las conclusiones a las que llegó la SIAC respecto a cada uno de los demandantes figuran
en los apartados 29 a 69 infra. Una de las dieciséis personas recluidas en la base del Título 4
de la Ley de 2001 –entre las que figuraban los once demandantes– obtuvo de la SIAC la
anulación del certificado.
D. El procedimiento relativo a la emisión de los certificados: las resoluciones
individuales
1.El primer demandante
29. El primer demandante nació en Jordania, en un campo de refugiados palestinos. Apátrida,
obtuvo en 1997 un permiso de residencia ilimitado en el Reino Unido. Sospechoso de ser un
terrorista internacional, fue objeto de un certificado emitido el 17 de diciembre de 2001 por el
Ministro del Interior en aplicación del artículo 21 de la Ley de 2001 y posteriormente, el 18
de diciembre de 2001, de una orden de expulsión fundada en el mismo motivo.
13
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
30. Fue encarcelado el 19 de diciembre de 2001. Posteriormente impugnó el certificado y la
orden de expulsión ante la SIAC. El 24 de julio de 2002 fue trasladado al hospital de
Broadmoor, establecimiento psiquiátrico de seguridad.
31. El primer demandante y sus letrados recibieron comunicación de documentos «no
confidenciales» en poder del Ministro del Interior, entre los que figuraba un informe policial
que indicaba que por las cuatro cuentas bancarias de las que el interesado era titular habían
pasado importantes sumas de dinero. A la SIAC y al abogado especial designado para
representar al primer demandante se les entregaron, además, pruebas «confidenciales».
Asistido por un intérprete, el interesado depuso ante la SIAC y citó a comparecer a un testigo
de moralidad. Además, presentó cuatro informes médicos sobre su salud mental. En la
decisión dictada el 29 de octubre de 2003, la SIAC se expresó así:
«Somos muy conscientes de que el carácter de las pruebas no confidenciales presentadas contra el
recurrente es muy general y que los cargos contra él se basan esencialmente en afirmaciones que en su
mayor parte no están fundadas. El interesado está acusado principalmente de recaudar fondos y
distribuirlos entre los grupos terroristas vinculados a Al-Qaeda. Es sospechoso también de facilitar
documentación falsa y ayudar a los candidatos a la Yihad a llegar a los campos de entrenamiento de
Afganistán. Se le imputa asimismo estar estrechamente vinculado a los responsables extremistas y
acólitos de Osama Ben Laden que operan en el Reino Unido y en el extranjero. Afirma, como siempre
ha hecho, que solo se ocupa de obras sociales, concretamente de una escuela para niños arabófonos en
Afganistán, así como de proyectos de perforación de pozos y ayuda alimentaria para comunidades que
viven en dicho país. Indica también que recauda fondos para los refugiados chechenos. Alega que todos
los contactos que ha podido tener con presuntos extremistas se inscriben en el marco de sus actividades
y que no tenía ninguna razón para pensar que fuesen terroristas o que estuviesen vinculados al
terrorismo.
Reconocemos que es muy difícil para el recurrente defender su causa en la presente instancia y tenemos
debidamente en cuenta sus dificultades así como los trastornos psíquicos que padece. Señalamos que
[su letrado] se ha declarado preocupado por la valoración extremadamente simplista de los servicios de
seguridad en lo referente a una situación que califica de muy compleja y por su tendencia a presumir
que todos los Musulmanes piadosos que aprueban la manera de vivir de los Talibán en Afganistán
deben ser tratados de sospechosos. Observamos también que el defensor afirmó primero que las
colectas de fondos organizadas por el recurrente eran para apoyar el terrorismo antes de admitir,
después de que el interesado hubiese demostrado la realidad de sus actividades caritativas, que una
parte al menos de las sumas recaudadas habían servido a estos objetivos legítimos. En lo que respecta a
los contactos alegados del recurrente con personas citadas por su nombre, no perdemos de vista que
algunos de ellos, sospechosos de estar implicados en actividades terroristas, han interpuesto recursos
que están pendientes actualmente (...), que las acusaciones formuladas contra otros no han sido
verificadas y que no se ha dado ninguna explicación en cuanto a los vínculos que se imputan al
interesado.
(...)
Forzado a reconocer que las explicaciones dadas por el [primer demandante] sobre ciertos viajes
efectuados en los años 90 no son creíbles [su letrado] nos ruega no reprochárselo a su cliente e invoca
su estado psíquico. No podemos admitir esta petición. La mentira del interesado sobre los tres años
presuntamente pasados en las cárceles jordanas constituye un intento deliberado por su parte de
defenderse de la acusación de que fue muyaidín en Afganistán. Reconocemos que la policía sobrestimó
la cuantía de las sumas de dinero que habían pasado por las cuentas bancarias del demandante. Sin
embargo, sigue siendo importante. Por otra parte, [el letrado del interesado] indica que su cliente está
acusado de haber facilitado documentación falsa a otros y no de habérsela procurado él mismo, de
forma que no se debería tener en cuenta su pasaporte iraquí falso. Sin embargo, esta pieza prueba que el
interesado puede procurarse un pasaporte falso. [El letrado del demandante] niega la fiabilidad de la
información utilizada contra su cliente, haciendo constar que las autoridades reconocieron tardíamente
que éste realmente realizaba actividades caritativas y que una parte de los fondos recaudados que había
pasado por su cuenta había sido utilizada con este fin. Somos conscientes de que un sospechoso corre el
riesgo de que las sospechas que pesan sobre él se extiendan a todas sus actividades y de que no obtenga
el beneficio de un examen equitativo, por parte de las autoridades, de los indicios disponibles para
determinar si sostienen las sospechas en cuestión. Hemos analizado todos los elementos que obran en
nuestro poder, en particular los documentos confidenciales, siendo conscientes de dicho riesgo.
Tal y como hemos dicho, las pruebas no confidenciales no pueden por sí solas justificar nuestra
14
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
decisión de inadmitir el presente recurso y reconocemos que al [letrado del demandante] se le ha
confiado una de las misiones más arduas. Pero la declaración del recurrente no nos convence, aun
teniendo en cuenta el estado psíquico de éste y las dificultades a las que ha debido enfrentarse. A
menudo se ha mostrado evasivo y aproximativo; se ha acreditado que ha mentido sobre los
desplazamientos que efectuó en los años 90. Nos cuesta seguir y aceptar las explicaciones que da de
algunos de los movimientos que aparecen en sus cuentas bancarias. Estimamos que lo que se ha dicho
sobre su compromiso a favor de Argelia y Chechenia no hace prosperar su tesis. Los cargos que pesan
contra él se basan esencialmente en pruebas sobre su relación con Afganistán y con terroristas cuyo
vínculo con Al-Qaeda es conocido.
Está claro que el recurrente es un recaudador de fondos talentoso y sobre todo que ha logrado enviar las
sumas recaudadas a Afganistán. Sus problemas no han perjudicado la eficacia de sus actividades ni la
confianza que se le otorgaba para llevarlas a cabo. Las explicaciones que ha dado sobre la identidad de
los terroristas notorios cuyos hijos acudían a la escuela de la que se ocupaba y sobre algunas de las
operaciones más importantes registradas en sus cuentas bancarias, no son satisfactorias. Se ha mostrado
evasivo en cuestiones que, teniendo en cuenta las acusaciones formuladas contra él, merecían, en
nuestra opinión, más aclaraciones.
(...)
Hemos examinado todas las pruebas con un ojo crítico. Las piezas confidenciales de las que
disponemos confirman en nuestra opinión según la cual la emisión del certificado en litigio estaba
justificada. A los fines del artículo 21 de la Ley de 2001, existen motivos razonables para creer que la
presencia del interesado en el Reino Unido representa un riesgo para la seguridad nacional y para
sospechar que es un terrorista. Por consiguiente, desestimamos el presente recurso».
32. Conforme a las disposiciones de la Ley de 2001, la SIAC volvió a examinar el expediente
del primer demandante seis meses más tarde. En su Decisión de 2 de julio de 2004, se expresó
así:
«Las nuevas informaciones generales no confidenciales (...) continúan señalando que el Reino Unido
está amenazado directamente por uno o varios grupos compuestos en su mayoría por extremistas
islámicos norteafricanos relacionados de distintas formas con Al-Qaeda.
Aunque varios de los contactos del [demandante] estén en la cárcel, el número de extremistas que
evolucionan a distintos grupos existentes es tal que el interesado no tendría ninguna dificultad en
aportarles el considerable saber hacer que posee en materia de apoyo logístico para que lo utilicen con
el fin de realizar sus proyectos extremistas islamistas en relación con el Reino Unido, de lo que sigue
teniendo la voluntad y capacidad de hacer. Está justificado, por tanto, el mantenimiento del
certificado».
33. La SIAC volvió a examinar el expediente el 15 de diciembre de 2004 y llegó a la misma
conclusión.
2.El segundo demandante
34. El segundo demandante es un ciudadano marroquí nacido el 28 de febrero de 1963. Entró
en el Reino Unido con un visado turístico en 1985 y se le concedió la autorización para
permanecer en el país y cursar estudios. El 21 de junio de 1998 obtuvo un permiso de
residencia ilimitado debido a su matrimonio con una ciudadana británica, que se rompió
posteriormente. En 1990 y nuevamente en 1997, solicitó la naturalización. Estas solicitudes
fueron denegadas. En el año 2000 contrajo matrimonio con una ciudadana británica con la que
tuvo un hijo.
35. El 17 de diciembre de 2001 fue objeto de un certificado emitido por el Ministro del
Interior que lo calificaba de presunto terrorista internacional –en el sentido del artículo 21 de
la Ley de 2001– y de una orden de expulsión. El 19 de diciembre de 2001 ingresó en prisión.
Interpuso un recurso contra el certificado en cuestión y la orden de expulsión, después decidió
abandonar el Reino Unido e ir a Marruecos el 22 de diciembre de 2001. Continuó con el
procedimiento desde Marruecos.
15
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
36. En la decisión relativa a este caso dictada el 29 de octubre de 2003, la SIAC hizo así una
síntesis de las acusaciones «no confidenciales» formuladas contra el segundo demandante:
«1) El interesado tiene contactos con el GIA y el GSPC [grupos terroristas argelinos, apartado 26 supra]
y colabora estrechamente con algunos extremistas islamistas vinculados a Al-Qaeda y/o Ben Laden.
2) Participa en la preparación y/o instigación de actos de terrorismo internacional suministrando
material de alta tecnología (concretamente aparatos de comunicación) al GSPC y/u otros islamistas
extremistas chechenos dirigidos por Ibn Khattab, así como ropa a estos últimos.
3) Apoya al menos a uno de los grupos siguientes: el GIA, el GSPC o la facción chechena dirigida por
Ibn Khattab. Este apoyo se traduce por estafas dirigidas a financiar a extremistas y por el
almacenamiento y la posesión de películas de propaganda yihaidista.
Las conclusiones no confidenciales presentadas por el Ministro del Interior detallan estas acusaciones.
Indican además que el [demandante] utiliza al menos un pseudónimo y que mantiene diversos contactos
con personas cuya dedicación al terrorismo es segura o se presume [se citan los nombres de cinco
personas] y que [el representante del Ministro del Interior] ha calificado a todos de «notorios
extremistas islamistas argelinos».
[Un testigo citado por el Ministro del Interior], B., ha confirmado que [el segundo demandante] es
sospechoso de pertenecer a una red más que a una organización concreta como el GSPC o el GIA».
La SIAC expuso seguidamente las razones por las que desestimaba el recurso ejercido por el
demandante:
«Ni [el segundo demandante] ni los demás están acusados, en el marco del procedimiento que se sigue
ante nosotros, de haber cometido unos delitos concretos. La cuestión que se nos plantea es la de si, en
virtud de las pruebas que obran en nuestro poder, existen motivos razonables para sospechar que el
interesado es un terrorista internacional (según la definición dada a esta expresión). Para apreciar los
elementos en cuestión, debemos considerarlos globalmente. Aisladamente, los indicios referentes a las
estafas podrían no ser suficientes para demostrar que un sospechoso está implicado de alguna forma en
el terrorismo o que de algún modo lo apoya. Pero estamos llamados a valorar una situación en la que
convergen varios indicios en una misma persona. El primero de ellos alude a la participación del
interesado en estafas de las que está forzosamente al corriente pero sobre las que no da explicaciones y
de las que parece querer exculparse pretendiendo ignorar a qué acto(s) se refiere el Ministro del Interior.
El segundo alude a su implicación en campañas de sensibilización con la lucha que se lleva a cabo en
Chechenia y en operaciones de recaudación de fondos destinadas a apoyarla, gestiones que él inscribe
dentro de una perspectiva exclusivamente islamista –más que humanitaria– al explotar y distribuir
películas que, según las pruebas de que disponemos, parecen circular en los medios extremistas. El
examen de las pruebas generales nos ha llevado a interesarnos por los Muyaidines árabes de Chechenia
y a preguntarnos sobre el significado del apoyo a su causa: hemos estimado que los partidarios de este
movimiento tenían plena conciencia de avalar su objetivo último, la Yihad. (...) [El interesado] lleva a
cabo estas actividades presentándose como un colaborador cercano de Abu Doha. Teniendo en cuenta la
información de que disponemos sobre este último y cuya fiabilidad, como hemos dicho, no nos parece
sujeta a caución, consideramos que es totalmente inverosímil afirmar, como hace [el segundo
demandante] que Abu Doha no hacía nada de ilegal al reconocer que ocultaba sus operaciones a los
Rusos. (...) [El interesado] mantiene [vínculos] con otras personas implicadas en el terrorismo. La
mayor parte de ellas son citadas por su nombre en las conclusiones no confidenciales, pero no en las
declaraciones del recurrente. (...)
Acabamos de exponer los cinco indicios contra [el segundo demandante]. No hay duda alguna de que el
Ministro del Interior habría podido establecer la validez de su tesis demostrando que estos elementos se
hallaban bajo diferentes formas en una sola y única persona. En conjunto, los cinco indicios en cuestión
nos parecen concluyentes en cuanto al fundamento de su situación. Estamos plenamente convencidos de
que el Ministro del Interior tiene motivos razonables para sospechar que [el segundo demandante]
apoya o ayuda al GIA, el GSPC y el grupo más informal formado alrededor de Abu Doha y para pensar
que cada minuto que pasa [el interesado] en el territorio británico representa una amenaza para la
16
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
seguridad nacional».
3.El tercer demandante
37. El tercer demandante es un ciudadano tunecino nacido en 1963 y residente en el Reino
Unido desde aproximadamente 1994. El 18 de diciembre de 2001, fue objeto de un certificado
emitido por el Ministro del Interior y encarcelado al día siguiente.
38. En la decisión pronunciada en este caso el 29 de octubre de 2003 para desestimar el
recurso interpuesto por el interesado contra el certificado, la SIAC se expresó así:
«Se desprende de los documentos no confidenciales que nos han sido presentados que el recurrente
sería uno de los responsables del Grupo combatiente tunecino (GCT), grupo islamista extremista. Éste
se constituyó en 2000 y tendría su origen en el Frente islamista tunecino (o FIT, según el acrónimo
francés). Tendría por objetivo último instaurar un Estado islamista en Túnez. Asimismo, el interesado
mantendría contactos regulares con personas identificadas como terroristas, algunas de ellas implicadas
en la perpetración o preparación de actos terroristas. El FIT y el GCT son sospechosos de mantener
vínculos con Al-Qaeda.
Las piezas no confidenciales que incriminan al recurrente carecen totalmente de contenido. Los
elementos en los que se basan las sospechas que pesan sobre él figuran esencialmente en los
documentos confidenciales. De ello se desprende que el interesado se halla en una situación muy
desfavorable para preparar su defensa, ya que ignora quiénes son las personas con las que se le acusa de
mantener contactos.
(...)
El recurrente declara no haber oído nunca hablar del GCT y niega categóricamente pertenecer al
mismo. (...) No dudamos de la existencia del GCT (...) [y] de los vínculos que le unen a Al-Qaeda. Las
razones que nos llevan a estas conclusiones se expondrán en una decisión confidencial.
En mayo de 1998, el interesado y otras diez personas fueron detenidos, en el marco de una operación
conjunta de los servicios especiales y los servicios de seguridad, sobre la base de varias órdenes
dictadas en virtud de la Ley de prevención del terrorismo. Puesto en libertad sin haber sido imputado, el
recurrente recibió en tiempo útil una indemnización de 18.500 Libras esterlinas por detención ilegal.
Las detenciones en cuestión habían sido ordenadas sobre la base de informaciones según las cuales las
personas a las que se referían preparaban un ataque contra la Copa del Mundo en Francia. Aunque la
ausencia de toda prueba admisible de la implicación del interesado en este pretendido complot
constituye evidentemente para nosotros un argumento de peso, no es ni puede ser decisiva en lo que
respecta al resultado del presente recurso. Debemos examinar el conjunto de elementos que obran en
nuestro poder para determinar si existen motivos razonables que justifiquen la convicción o las
sospechas a las que se refieren respectivamente los apartados a) y b) del artículo 21 de la Ley de 2001.
(...)
Estamos convencidos de que el recurrente es miembro del GCT –organización terrorista que concierne
a la Ley de 2001– y que mantiene relaciones con un grupo terrorista internacional. Somos conscientes
del carácter sumario de los motivos no confidenciales en los que se basa nuestra convicción. Ello se
debe a que nuestra apreciación se funda esencialmente en elementos confidenciales. Los hemos
examinado con circunspección, siendo conscientes de que el interesado niega cualquier implicación en
el terrorismo así como el sostén o apoyo deliberado a los terroristas. Es por ello que hemos tenido
cuidado en estimar solamente aquellos para los que no existe, en nuestra opinión, una explicación
inocente”.
39. La SIAC concluyó en el mismo sentido en las decisiones dictadas el 2 de julio y 15 de
diciembre de 2004 con ocasión del examen periódico del certificado en litigio.
4.El cuarto demandante
17
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
40. El cuarto demandante nació en Argelia en 1971. Su primera estancia en el Reino Unido se
remonta a 1994. En mayo de 1997 fue detenido y acusado de varios delitos, concretamente de
asociación de malhechores para exportar a Argelia material destinado, según las autoridades,
a actividades terroristas. Se le imputaba asimismo la pertenencia al GIA. Las diligencias
abiertas contra el interesado se abandonaron en marzo de 2000, después de que un testigo
clave –un agente de los servicios de seguridad–, se hubiese negado a comparecer debido a que
era demasiado peligroso para él testificar sobre la necesidad para los civiles de protegerse
frente a las atrocidades de las que era sospechoso de cometer el Gobierno argelino.
41. En 1998, el demandante contrajo matrimonio con una francesa. Adquirió la nacionalidad
francesa en mayo de 2001, de lo que no informó a las autoridades británicas. El 17 de
diciembre de 2001 fue objeto de un certificado emitido por el Ministro del Interior sobre la
base del artículo 21 de la Ley de 2001 y encarcelado el 19 de diciembre de 2001. El 13 de
marzo de 2002 abandonó el Reino Unido y partió a Francia. A su llegada a territorio francés
fue interrogado por los servicios de seguridad que lo dejaron en libertad. El certificado
emitido contra él fue revocado por cuanto había abandonado el territorio británico. La
revocación en cuestión fue antedatada al 22 de marzo de 2002.
42. En la decisión dictada el 29 de octubre de 2003, la SIAC consideró que de la antedata
referida a la revocación resultaba que el demandante no se hallaba afectado por un certificado
en el momento de la interposición de su recurso y que, por tanto, no podía disponer de esta vía
de derecho. Estimando, no obstante, que podía errar en este extremo, decidió examinar dicho
recurso. Señalando que el Ministro del Interior no podía razonablemente saber, en el momento
de la emisión del certificado en litigio, que el demandante era un ciudadano francés cuya
expulsión a Francia no presentaba ningún riesgo, consideró que no podía basarse en este
motivo para concluir que el certificado no debería haberse expedido. También procedió al
examen de las pruebas de cargo, llegando a las conclusiones siguientes:
«Para resolver este asunto, deberemos examinar no solamente los documentos no confidenciales sino
también los confidenciales. El recurrente parece sospechar que ha sido vigilado durante la mayor parte
del período pertinente.
Somos conscientes de que debemos guardarnos de concluir que el interesado es culpable basándonos en
sus relaciones. El hecho de que presuntos terroristas internacionales formen parte de sus amigos o de su
entorno no es suficiente para que se pueda razonablemente sospechar que él mismo está implicado
personalmente en operaciones terroristas ni que aporte siquiera, con pleno conocimiento de causa, su
apoyo o sostén a tales operaciones. Conscientes de que [el solicitor] del recurrente ve en este
procedimiento un intento de reanudar las diligencias sin que se haya descubierto ningún elemento
nuevo en las actividades del interesado. La detención ha de contemplarse en última instancia y, en
consecuencia, no puede fundarse exclusivamente en las amistades del recurrente, puesto que queda por
demostrar la culpabilidad de éstas. (...)
Dicho esto, como las autoridades tienen motivos razonables para sospechar que el interesado ha
participado activamente en operaciones terroristas por cuenta del GIA, es legítimo tener en cuenta el
hecho de que continúe frecuentando a terroristas internacionales presuntamente vinculados a Al-Qaeda.
Nacido de una escisión del GIA, el GSPC se unió a Al-Qaeda y el recurrente eligió seguir a los
partidarios del GSPC en lugar de a los del GIA. En realidad estamos convencidos de la veracidad de las
acusaciones que figuran en las conclusiones no confidenciales según las cuales el interesado jugó
primero un papel activo en el GIA antes de incorporarse al GSPC y suministró documentación falsa a
los miembros de estas dos organizaciones, así como a los Muyaidines de Chechenia. Reconocemos, no
obstante, que las actividades que llevó a cabo en 2000 y 2001 denotan su retirada, como demuestran los
documentos no confidenciales y secretos que hemos examinado. Sin embargo, esta retirada no prohíbe
considerarlo un terrorista internacional en el sentido del artículo 21. Nos corresponde valorar de lo que
es capaz el interesado estudiando su comportamiento en el pasado. A este respecto, es muy significativo
que anteriormente hubiese tenido la voluntad y la capacidad de ofrecer ayuda y asistencia a
sospechosos, que continúe frecuentándolos y que siga colaborando con ellos (concretamente dejándoles
utilizar su camioneta).
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
Hemos tenido serias dificultades en pronunciarnos sobre este aspecto del asunto. Hemos tenido
plenamente en cuenta los argumentos que [el solicitor] del interesado nos ha expuesto de forma tan
convincente. Sin embargo, tras apreciar globalmente las pruebas que nos han sido presentadas,
estimamos en definitiva que la emisión del certificado no estaba injustificada. En consecuencia y a la
vista de los hechos de la causa, no habríamos estimado el recurso del interesado».
5.El quinto demandante
43. El quinto demandante nació en Argelia en 1969. Según las conclusiones que presentó a la
SIAC, contrajo la poliomielitis en su infancia, razón por la cual padece una atrofia y una
parálisis permanente de la pierna derecha. Fue detenido y torturado por agentes del Gobierno
argelino en 1991, lo que le habría incitado a huir a Arabia Saudí. En 1992 acudió a Paquistán
y realizó varios viajes a Afganistán. En 1995 regresó al Reino Unido donde formuló una
petición de asilo alegando haber resultado herido en la pierna por un obús en Afganistán en
1994. Se le denegó el asilo. En diciembre de 1999 se desestimó el recurso que había
formulado contra la denegación de asilo. Está casado con una ciudadana francesa con la que
tiene un hijo.
44. El 17 de diciembre de 2001, fue objeto de un certificado emitido por el Ministro del
Interior sobre la base del artículo 21 de la Ley de 2001 y encarcelado el 19 de diciembre de
2001. En la decisión pronunciada en este caso el 29 de octubre de 2003, por la que desestimó
el recurso interpuesto por el interesado contra el certificado en cuestión, la SIAC se expresó
así:
«Las conclusiones no confidenciales presentadas para justificar la emisión del certificado en litigio no
contienen pruebas tangibles, se reducen esencialmente a afirmaciones. En el presente caso –al igual que
en la mayor parte de casos análogos– las pruebas figuran en gran parte en documentos secretos,
situación que, sabemos muy bien, coloca a los recurrentes en una situación desfavorable privándoles de
la posibilidad de conocer pruebas que podrán ser utilizadas contra ellos. Los abogados especiales han
tenido la ocasión de impugnar –a veces con éxito– algunas pruebas de cargo, concretamente las
relativas al campo en el condado de Dorset en el que participaron varios individuos que se interesaban
en los servicios de seguridad, incluido el recurrente (...)
El interesado es sospechoso de haber sido miembro del GIA antes de unirse al GSPC cuando se
escindieron estas dos organizaciones. Colaboraba con varios jefes extremistas –algunos de ellos
pertenecientes también al GSPC o relacionados con dicho grupo– y los apoyaba activamente
suministrándoles documentación falsa y ayudando a jóvenes musulmanes originarios del Reino Unido a
ir a Afganistán para prepararse para la Yihad. Jugaría un papel crucial en las operaciones de ayuda
llevadas a cabo en el Reino Unido y en el extranjero por cuenta del GSPC y otros islamistas radicales.
En sus conclusiones, el interesado niega en bloque estas acusaciones y da explicaciones inocentes sobre
las relaciones que se le imputan. Reconoce que entre sus amigos en el Reino Unido hay algunos
argelinos e indica que su familia es allegada a la del [cuarto demandante] porque la esposa de éste y la
suya son francesas. Admite frecuentar la mezquita dirigida [por el octavo demandante] del que admira
su talento como predicador y al que dice escuchar sin nunca intervenir. Afirma no conocer al [octavo
demandante] al margen de las operaciones de ayuda a Chechenia en las que participa –como cientos
otros musulmanes– y asegura no haber conversado nunca con él por teléfono. Añade haber pedido a
veces consejo [al octavo demandante] sobre cuestiones de orden social en la oración del viernes en la
mezquita».
La SIAC indicó que unos informes de vigilancia «no confidenciales» revelaban que el
demandante había entrado en contacto con otros presuntos miembros del GIA o el GSPC,
concretamente en un campo organizado en el condado de Dorset en julio de 1999. Hacía
referencia a otros documentos no confidenciales calificando de «sin interés» o de
«parcialmente inexactas» las respuestas ofrecidas por el interesado a los agentes de los
servicios de seguridad que lo habían interrogado en julio y septiembre de 2001. Proseguía así:
«Las autoridades se basan en algunos documentos descubiertos en el domicilio del recurrente durante su
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
detención, concretamente la copia de una fatwa emitida por Ben Laden que el interesado afirma no
haber visto nunca antes y cuya presencia en su domicilio no se explica. En cuanto al comunicado del
GSPC que también se halló allí, el recurrente indica que se trata sin duda de un documento repartido en
la mezquita. El análisis del disco duro del ordenador del interesado ha revelado que éste había
consultado un sitio de Internet dedicado a la tecnología militar americana, tema ajeno a los estudios que
cursa. Pretende, por último, no saber nada del diagrama manuscrito del misil descubierto en su
domicilio, indicando que éste provenía quizás de un libro de ocasión sobre el Islam que había comprado
en la mezquita.
Tomamos buena nota de las denegaciones del interesado, pero hemos de tener en cuenta todas las
pruebas de que disponemos. Tal y como se desprende de la presente decisión, tenemos razones para
dudar de ciertas declaraciones del recurrente. Por el contrario, los documentos confidenciales nos
afirman en la opinión según la cual es razonable sospechar que el interesado es un terrorista
internacional en el sentido del artículo 21 y pensar que su presencia en el Reino Unido amenaza la
seguridad nacional. No hay duda alguna de que está implicado en la fabricación de documentación
falsa, que ha ayudado a jóvenes musulmanes a ir a Afganistán para prepararse para la Yihad y que ha
aportado su colaboración a terroristas vinculados a Al-Qaeda. Estamos asimismo convencidos de que ha
apoyado activamente al GSPC. Desestimamos sin vacilar su recurso».
45. El 22 de abril de 2004, el quinto demandante obtuvo la libertad condicional motivada por
su estado de salud. Esta libertad iba acompañada de unas condiciones rigurosas consistentes
en el arresto domiciliario acompañado de medidas de vigilancia. En la decisión sobre el nuevo
examen del certificado, dictada el 2 de julio de 2004, la SIAC se expresó así:
«(...) cuando concedieron al interesado la libertad condicional, [los miembros de esta jurisdicción] no se
retractaron de la postura que habían adoptado en cuanto a la pertinencia de los motivos por los que las
autoridades piensan que es un terrorista internacional y que representa una amenaza para la seguridad
nacional. Estimaron que, en el caso del recurrente, esta amenaza podía contenerse mediante medidas
proporcionadas que tuviesen en cuenta los serios trastornos mentales que padece. Esta apreciación no
constituye un motivo para revocar el certificado. Es posible que el interesado no respete las condiciones
de su liberación o que haya que revocar esta medida por otras razones. El mantenimiento del certificado
depende de la respuesta a la cuestión de si la situación sigue correspondiendo a las previsiones de la
Ley y de la derogación.
Varios acólitos del interesado –algunos sospechosos de estar implicados activamente en la planificación
de actos terroristas– siguen en libertad. Nada hace pensar que los trastornos mentales del recurrente
hayan atenuado su apoyo al islamismo radical. Tiene la experiencia y capacidad necesarias para entrar
nuevamente a formar parte de las actividades extremistas. Las condiciones que acompañan su liberación
son esenciales; le han sido impuestas debido al certificado que le afecta y a la desestimación, por los
miembros de esta jurisdicción, del recurso que había ejercido contra esta medida. El mantenimiento del
certificado está justificado».
46. El 15 de diciembre de 2004, la SIAC volvió a examinar el caso y concluyó que el
mantenimiento del certificado estaba justificado.
6.El sexto demandante
47. El sexto demandante nació en Argelia en 1967 y reside en el Reino Unido desde 1989. El
17 de diciembre de 2001 fue objeto de un certificado emitido por el Ministro del Interior y
encarcelado dos días más tarde, el 19 de diciembre.
48. En la decisión dictada en este caso el 29 de octubre de 2003, la SIAC declaró:
«Aunque para resolver el presente recurso debemos examinar tanto los documentos no confidenciales
como la documentación secreta, se han de hacer constar las acusaciones formuladas contra [el sexto
demandante] expuestas en las conclusiones no confidenciales del Ministro del Interior por cuanto son
las que conoce el interesado y de las que debe defenderse. Llamados a valorar las declaraciones de este
último así como las demás pruebas y argumentos presentados en su nombre, somos conscientes
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
constantemente de que lo ignora todo de los documentos secretos presentados por el Ministro del
Interior, pero que no se halla en terreno totalmente desconocido puesto que existen acusaciones no
confidenciales. Ahora bien, podemos evaluar la validez de sus argumentos vista la manera en que se
defiende de las acusaciones en cuestión.
Las quejas formuladas por el Ministro del Interior contra [el sexto demandante] pueden resumirse así:
1) El interesado pertenece al GSPC y/o es miembro del mismo, y formaba parte anteriormente del GIA;
2) Presta ayuda y asistencia al GSPC (y antes, al GIA) participando en estafas con tarjeta de crédito,
fuente principal de ingresos del GSPC en el Reino Unido;
3) Desde agosto de 2000 aproximadamente, juega un papel importante en materia de suministro de
material de telecomunicaciones al GSPC y de apoyo logístico a los usuarios de teléfonos vía satélite,
para los que compra y a los que atribuye tiempo de antena;
4) Juega también un importante papel en materia de suministro de material de telecomunicaciones y
equipamiento diverso a los muyaidines que combaten en Chechenia, es decir, a la facción que Ibn
Khattab ha dirigido hasta 2002».
La SIAC examinó seguidamente los documentos no confidenciales indicando que Abu Doha había comprado
teléfonos vía satélite y otros equipos de telecomunicaciones por un valor de 229.265 libras esterlinas (GBP) con
la complicidad de los demandantes sexto y séptimo y que hacen constar la naturaleza y el alcance de la relación
existente entre estos últimos. Sacó de ello las conclusiones siguientes:
«A la vista de lo que antecede, estimamos que el Ministro del Interior tiene buenas razones para
sospechar que las operaciones de aprovisionamiento realizadas por [el sexto demandante] perseguían
apoyar a la facción árabe islamista extremista que combate en Chechenia, apoyo que deriva del vínculo
que [el sexto demandante] mantiene con el GSPC y la ayuda que él le aporta. Subrayamos que en este
caso, al igual que en otros, nuestra convicción se basa en la acumulación de elementos que más que
divergir, encajan y que aportan luz y el marco a unos hechos que forman un todo. Sería un error
examinar los hechos en cuestión aisladamente los unos de los otros con el riesgo de debilitar el sentido
y no ver el cuadro completo. La decisión marco confirma esta apreciación. Las actividades descritas
forman parte de la derogación. [El sexto demandante] sólo opone a sus acusadores negaciones
inverosímiles y no ofrece ninguna explicación creíble a los hechos que se le imputan. Los elementos
estudiados nos bastan para resolver el recurso ejercido por el interesado. No ha lugar a examinar las
demás quejas formuladas por el Ministro del Interior, cuyo fundamento sólo puede establecerse –como
ha reconocido él mismo en las conclusiones y las pruebas no confidenciales que ha presentado [a la
SIAC]– mediante el examen de los elementos confidenciales».
49. Tras volver a examinar el certificado el 2 de julio de 2004 y el 28 de febrero de 2005, la
SIAC concluyó cada vez que el mantenimiento de esta medida seguía justificándose.
7.El séptimo demandante
50. El séptimo demandante nació en Argelia en 1971. Habría entrado en territorio británico
antes o durante el año 1994, sirviéndose de documentación falsa de identidad francesa. El 7 de
diciembre de 2001, fue condenado por varias infracciones de tráfico a una pena de cuatro
meses de prisión. El 5 de febrero de 2002 fue objeto de un certificado emitido por el Ministro
del Interior y encarcelado sobre la base de dicho documento justo después de haber cumplido
su pena, que finalizó el 9 de febrero de 2002.
51 En la decisión dictada en esta causa el 29 de octubre de 2003, la SIAC señaló que el
Ministro del Interior alegaba que el séptimo demandante pertenecía al GSPC desde 1997 o
1998 tras haber sido miembro del GIA, que los contactos del interesado con responsables del
GSPC en el Reino Unido se traducían en la confianza que esta organización le concedía y que
había adquirido, con la complicidad de Abu Doha y del sexto demandante, material de
telecomunicaciones destinado a los extremistas que operaban en Argelia y Chechenia.
21
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
Proseguía así:
«[El sexto demandante] no ha prestado testimonio ante [la SIAC] e incluso se ha negado a comparecer
en la vista del examen de su recurso. Su declaración, la cual hemos por supuesto conocido, está
formulada en términos extremadamente generales, al igual que el escrito de conclusiones y los alegatos
[de su abogado], lo que no parece sorprendente. No se puede reprochar al [séptimo demandante] la
postura que ha adoptado respecto al presente procedimiento o el hecho de que no haya subido al estrado
a declarar y no haya presentado un escrito de conclusiones circunstanciado. Sabemos lo difícil que es
para el autor de un recurso enfrentarse a una situación en la que sólo tiene acceso a una síntesis de las
acusaciones formuladas contra él y no puede recibir comunicación directa, por razones de seguridad
nacional, de una gran parte de los documentos en los que se basan. Sin embargo, nadie mejor que [el
séptimo demandante] sabe cuáles eran sus actividades y aspiraciones en la época en cuestión. Solo
depende de él que hable de ello detalladamente y se explique si así lo desea. Negándose a proporcionar
un relato detallado de sus hechos y gestos [el séptimo demandante] no aporta ningún elemento de pueda
malograr las pruebas y los argumentos presentados por sus adversarios».
La SIAC estimó que los documentos no confidenciales y la documentación secreta fundaban
las acusaciones formuladas contra el séptimo demandante y rechazó el recurso que éste había
presentado.
52. En las decisiones dictadas el 2 de julio y el 15 de diciembre de 2004 en el nuevo examen
del certificado, la SIAC estimó que se justificaba el mantenimiento de tal medida.
8.El octavo demandante
53. El octavo demandante es un ciudadano jordano nacido en Belén en 1960. A su llegada al
Reino Unido, el 16 de septiembre de 1993, pidió asilo. Se le concedió el estatus de refugiado
y un permiso de residencia que expiraba el 30 de junio de 1998. El 8 de mayo de 1998 solicitó
un permiso de residencia ilimitado pero entró en vigor la Ley de 2001 antes de que se
resolviese su solicitud.
54. El interesado fue condenado en rebeldía en Jordania por su participación en atentados
terroristas perpetrados en dicho país, así como por su implicación en un proyecto de atentados
con bomba que debían coincidir con el milenio. En febrero de 2001, fue interrogado en el
marco de una investigación llevada a cabo por la policía antiterrorista sobre un atentado
frustrado con explosivos en diciembre de 2000 contra el mercado de Navidad de Estrasburgo,
pero no se abrieron diligencias contra él. Entró en la clandestinidad cuando se aprobó la Ley
de 2001. Detenido el 23 de octubre de 2002, se le notificó la emisión de un certificado en
virtud del artículo 21 de dicha Ley y fue encarcelado. Ese mismo día, de dictó contra él una
orden de expulsión.
55. En la decisión pronunciada en este caso el 8 de marzo de 2004 y por la que se desestimaba
el recurso interpuesto por el octavo demandante contra el certificado, la SIAC se expresaba
así:
«[El letrado del octavo demandante] nos ha informado, a petición de su cliente, que éste se negaba a
comparecer y que no participaría de ninguna manera en el procedimiento. En su opinión, el interesado
está seguro de que no tiene duda del resultado de la presente instancia desde que ha leído las decisiones
en los recursos ejercidos por las personas contra las que se emitió un certificado al entrar en vigor la
Ley de 2001 y la decisión marco. Su papel fue ampliamente evocado en el marco de los procedimientos
de apelación anteriores y la emisión de un certificado contra ciertas personas, así como su
encarcelamiento, habrían estado motivados –al menos en parte– por su vínculo con él. Como el vínculo
en cuestión bastaba para justificar el mantenimiento en prisión de estas personas, su causa sería oída. Su
negativa a participar en la presente instancia estaría precisamente motivada por su falta de confianza en
la capacidad del sistema para hacer surgir la verdad. En su opinión, el procedimiento aplicado por la
SIAC habría sido instituido deliberadamente para evitar un debate libre y público sobre los litigios que
se deciden ante ella, lo que privaría a los justiciables de una posibilidad equitativa de responder a las
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
acusaciones formuladas contra ellos.
Dicho esto [el letrado del octavo demandante] nos ha puntualizado que su cliente no quería desistir de
su recurso, razón por la cual hemos examinado el presente recurso teniendo en cuenta la declaración del
interesado. [Su abogado] ha insistido en algunos elementos que abogan –en su opinión– a favor de la
tesis de su cliente, quien niega toda implicación presente o pasada en actividades terroristas en el
sentido de la Ley de 2001. Las acusaciones formuladas contra el interesado reflejarían la apreciación
deformada y simplista de los servicios de seguridad sobre las actividades de éste, así como sobre su
estatus de profesor respetado y defensor del derecho a comunicar el mensaje del Islam a través del
mundo.
Hemos de subrayar que hemos examinado el valor intrínseco de las acusaciones formuladas contra el
demandante. No hemos sido influidos por las constataciones efectuadas en otros procedimientos de
apelación o en decisiones marco. Si nos ha llevado tanto tiempo elaborar esta decisión es concretamente
porque hemos tenido que leer y analizar los documentos no confidenciales, así como los documentos
secretos que nos han sido presentados, los cuales son mucho más abundantes en el presente
procedimiento que en la mayor parte de los otros casos. Ello se debe a los vínculos y relaciones que el
recurrente mantiene con muchas otras personas afectadas por el certificado y con otros individuos y
grupos ligados a Al-Qaeda. No vemos ningún motivo para apartarnos de la apreciación de los autores de
la decisión marco sobre el papel jugado por los diversos grupos y personas que se mencionan en ella.
De ello no se deduce, sin embargo, que estemos necesariamente obligados por sus conclusiones. Cabe
subrayar que la decisión marco ha sido dictada por un colegio con composición distinta al nuestro y que
las remisiones a esta decisión efectuadas por nuestro presidente se limitan a puntos de derecho. Hemos
examinado las acusaciones formuladas contra el recurrente a la vista de los elementos que nos han sido
sometidos en la presente instancia. (...)
En el procedimiento secreto, los abogados especiales nos han hecho saber que habían decidido, tras una
madura reflexión, que su participación en la instancia no era en interés del recurrente. Esta decisión,
enojosa en nuestra opinión, nos ha preocupado mucho, ya que la instancia debía proseguir sin que el
interesado supiera qué pruebas figuraban en los documentos confidenciales. Teniendo en cuenta esta
situación, no entendemos cómo los abogados especiales podrían perjudicar los intereses del recurrente
al tratar de obtener o descubrir, con total libertad, información favorable al interesado y dirigiéndonos
alegaciones susceptibles de convencernos de la fragilidad de las pruebas o de su incapacidad para
justificar las conclusiones que se han sacado de ellas. Hemos invitado [a uno de los dos abogados
especiales designados para representar al interesado] a que nos explique las razones de su decisión. Nos
ha respondido que no podía hacerlo sin comprometer los intereses del demandante. Hemos suspendido
la instancia para permitir a los abogados especiales preguntar al interesado –a través de sus
representantes– si quería darles carta blanca para su defensa y hemos rogado también al Solicitor
General, responsable de su designación, que nos ayude a convencerlos de participar en el proceso. Los
representantes del recurrente han respondido que no tenían nada que comentar sobre esta cuestión y el
Solicitor General ha estimado que cualquier intervención por su parte habría sido intempestiva. Las
gestiones posteriores que hemos efectuado para convencer a los abogados especiales de cambiar de
opinión han fracasado. No pudiendo obligarles a adoptar tal o cual comportamiento, hemos debido
proseguir la instancia sin ellos. A petición nuestra, [el asesor del Ministro del Interior] ha identificado
algunos elementos susceptibles de disculpar al interesado. Nosotros mismos hemos señalado otras
pruebas de descargo en la audiencia secreta.
Somos conscientes de que la falta de abogado especial hace nuestro trabajo aún más difícil de lo
ordinario y que el carácter potencialmente injusto del procedimiento para el recurrente es así más
aparente. No dudamos de que los abogados especiales creen tener buenas razones para actuar como lo
han hecho y que han reflexionado largamente sobre la cuestión de si su postura era legítima. Sin
embargo, nos vemos obligados a mostrar nuestro firme desacuerdo con este punto de vista y a subrayar
que nada justifica su negativa a continuar participando en un procedimiento de apelación pendiente. (...)
Resulta que las pruebas de cargo son tan sólidas que ningún abogado especial –por muy brillante que
fuese– no habría podido llevarnos a concluir que las autoridades no habían demostrado que pesaban
sospechas razonables sobre el interesado y que la emisión del certificado en litigio no estaba justificada.
De ello se deduce que la retirada de los abogados especiales no ha perjudicado al interesado. (...)».
56. La SIAC resumió seguidamente las acusaciones no confidenciales formuladas contra el
demandante. Señaló que éste era sospechoso de colaborar con algunas personas y grupos
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
ligados a Al-Qaeda, así como de prodigarles consejo espiritual. Señaló que se le acusaba de
profesar opiniones extremistas y radicales y de haber pronunciado discursos, en una mezquita
de Londres, que llamaban a asesinar judíos y americanos allí donde se encontraran. Sacó de
ello las conclusiones siguientes:
«Estamos convencidos de que el interesado no se ha limitado a prodigar simples consejos, ni mucho
menos. Sin duda, ha avalado en nombre del Corán las intenciones de individuos deseosos de servir a los
objetivos de Al-Qaeda mediante atentados suicidas con bomba o actos homicidas de otra naturaleza.
Las pruebas son suficientes para establecer que es el instigador de actos de terrorismo internacional. En
cualquier caso, el hecho de que una persona dé consejos espirituales sabiendo con qué fin y de qué
manera serán utilizados constituye un acto de ayuda en el sentido del artículo 21.4 de la Ley de 2001.
(...)
Se han formulado numerosas alegaciones. No es útil examinarlas sucesivamente. Hemos indicado las
razones por las que estimamos que las acusaciones formuladas contra el recurrente están fundadas. Por
otra parte, si el criterio aplicable en la materia fuese más riguroso que el de la sospecha razonable,
estamos convencidos de que lo cumplirían. El interesado ha estado muy implicado –y ha jugado incluso
un papel central– en actividades terroristas que llevan la marca de Al-Qaeda en el Reino Unido.
Representa un peligro real. Se desestiman sus recursos».
9.El noveno demandante
57. El noveno demandante es un ciudadano argelino nacido en 1972. En 1991 viajó de Argelia
a Afganistán donde enseñó árabe en un campamento de refugiados. Pidió asilo al Reino Unido
en 1993. En 1994 obtuvo un permiso de residencia de cuatro años. En 2000 las autoridades
estimaron que debía ser considerado un refugiado y le concedieron un permiso de residencia
ilimitado. Fue detenido y puesto en libertad sin haber sido imputado en cuatro ocasiones, las
tres primeras por fraude con tarjeta de crédito, la última –en mayo de 1998– por implicación
en actividades terroristas. Posteriormente, obtuvo de la policía una indemnización por
detención ilegal.
58. El 22 de abril de 2002, fue objeto de un certificado emitido por el Ministro del Interior y
una orden de expulsión. Fue encarcelado ese mismo día. Según uno de los testigos citados por
el Ministro del Interior, el certificado que afectaba al interesado no había sido emitido a la vez
que los otros –es decir, en diciembre de 2001– debido a la pérdida de uno de los expedientes
referentes a él.
59. En la decisión pronunciada en este caso el 29 de octubre de 2003, la SIAC señaló que se
acusaba al noveno demandante de colaborar activamente con el GSPC y de haberle
proporcionado sumas considerables obtenidas mediante estafas. Señalando que estaba
acreditado que el interesado había sido interceptado en el pasado por agentes de aduanas en
posesión de grandes sumas en especies cuando trataba de entrar en transbordador en el Reino
Unido y que estaba estrechamente vinculado a individuos condenados por fraude con tarjeta
de crédito, consideró no obstante que la prueba de su implicación en actividades fraudulentas
no demostraba que fuese un terrorista. Sin embargo, estimó que el demandante había
participado en un campo en el condado de Dorset en compañía del quinto demandante y de
otras personas sospechosas de apoyar al GSPC y que, al ser detenido, se había descubierto en
su domicilio una factura telefónica a nombre de Yarkas, individuo detenido en España en
noviembre de 2001 por estar presuntamente ligado a Al-Qaeda. Declaró que no le convencía
la declaración del interesado ni sus explicaciones sobre las pruebas de cargo. Estimando que
los documentos confidenciales corroboraban las acusaciones del Ministro del Interior,
concluyó desestimado el recurso ejercido por el interesado contra el certificado emitido contra
él.
60. En las decisiones pronunciadas el 2 de julio y el 15 de diciembre de 2004 en el marco de
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ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
un nuevo examen del certificado, consideró que se justificaba el mantenimiento de esta
medida.
10.El décimo demandante
61. El décimo demandante es un ciudadano argelino. Víctima de la explosión de una bomba
en Argelia, tiene amputada la mano izquierda (a nivel de la muñeca) y el antebrazo derecho
(por debajo del codo). En 1999 entró en el Reino Unido vía Abu Dabi y Afganistán, y pidió
asilo, que le fue denegado el 27 de febrero de 2001. Detenido el 15 de febrero de 2001 y
acusado de posesión de material destinado a actividades terroristas, asociación de
malhechores y confabulación para la confección de documentos falsos, ingresó en prisión
preventiva. Al ser arrestado se hallaba en posesión de unos 40 documentos administrativos
franceses vírgenes (permisos de conducir, carnés de identidad y pasaportes), un lector de
tarjetas de crédito, una máquina plastificadora y una máquina estampadora. Sin embargo, se
archivó la causa y el demandante fue puesto en libertad el 17 de mayo de 2001.
62. El 14 de enero de 2003 se le notificó un certificado emitido por el Ministro del Interior en
aplicación del artículo 21 de la Ley de 2001 y fue encarcelado. Ese mismo día se dictó contra
él una orden de expulsión.
63. En la decisión dictada el 27 de enero de 2004, la SIAC señaló que se acusaba
principalmente al demandante de estar ligado estrechamente, desde su llegada al Reino Unido,
a una red de extremistas antiguamente dirigida por Abu Doha (apartado 26 supra). Señaló que
se le acusaba concretamente de ofrecer a esta organización un apoyo logístico suministrándole
documentación falsa y fondos obtenidos mediante fraude con tarjeta de crédito. Señaló que
era sospechoso de haber pasado mucho tiempo en la mezquita de Finsbury Park, conocida por
ser un foco de islamismo radical, así como de haber participado en una reunión celebrada en
junio de 2001 y en la cual se profirieron amenazas contra la cumbre del G8 en Génova.
En su escrito de conclusiones de 28 de junio de 2003, el interesado negó las acusaciones
formuladas contra él. Sin embargo se negó a comparecer en la vista del examen de su recurso,
lo que hizo constar la SIAC con estas palabras:
«[El letrado del demandante] ha declarado que su cliente era un verdadero refugiado, que no pertenecía
a ninguna organización o grupo, que no estaba implicado en actividades terroristas y que no predicaba
el recurso al terrorismo. Ha añadido que el interesado no conocía ningún plan de atentado ni
comprendía por qué se le acusaba. Ha puntualizado que, no habiendo podido conocer los documentos
pertinentes, su cliente no podía oponerse y que, por tanto, sólo podía limitarse a afirmar que no eran
aptos para demostrar que era un terrorista internacional en el sentido de la Ley, puesto que éste no era el
caso. Ha indicado que su cliente había recibido lectura de las decisiones pronunciadas anteriormente
[por la SIAC] en apelación y que, habida cuenta de la importancia concedida a los documentos
confidenciales y de los criterios legales aplicables, el interesado estaba seguro de que su causa había
sido juzgada. Ha explicado que éste se negaba a tomar parte en la instancia para no dar la impresión –
falsa– de que podía impugnar las pruebas de cargo, que este procedimiento no le inspiraba ninguna
confianza y que su participación se limitaría, en consecuencia, a las conclusiones de su defensa.
El interesado no ha desistido de su recurso. Conscientes de las obligaciones que se le imponen, las
cuales pesan también sobre los demás recurrentes, hemos de puntualizar que el resultado de un
procedimiento de apelación nunca se obtiene por anticipado. Nos corresponde examinar todas las
pruebas que nos son presentadas, tanto si son secretas como no confidenciales, tarea que desempeñamos
escrupulosamente ya que sabemos que el examen en cuestión podrá desembocar en una detención sin
juicio de duración indeterminada. Es cierto que la tarea del abogado especial es ardua puesto que no
conoce nada de los documentos secretos ni puede hacerlo. Así las cosas, puede impugnar las pruebas
presentadas por los servicios de seguridad y atraer su atracción sobre los elementos favorables a la
causa del interesado».
La SIAC consideró que eran muchas las pruebas que implicaban al demandante en actividades
25
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
fraudulentas. Estimando que los documentos que obraban en su poder –en su mayoría
confidenciales– eran suficientes para demostrar que tales actividades perseguían financiar
objetivos terroristas y dar apoyo a personas comprometidas en la vía terrorista, rechazó el
recurso contra la emisión del certificado.
64. En el examen periódico del certificado llegó a la misma conclusión el 4 de agosto de 2004
y el 16 de febrero de 2005. En la decisión dictada en esta última fecha, estimó que la
valoración del riesgo al que el demandante expondría a la seguridad nacional en caso de ser
puesto en libertad no se veía afectada por el hecho de que hubiese sido trasladado al hospital
psiquiátrico de seguridad de Broadmoor por los trastornos mentales que padecía.
11.El undécimo demandante
65. El undécimo demandante es un ciudadano argelino. Pidió asilo al Reino Unido una
semana después de haber entrado con un documento de identidad falso italiano en febrero de
1998. Estando pendiente su demanda viajó a Georgia en julio de 2001, utilizando un
pasaporte francés falso y fue expulsado al Reino Unido, donde se le informó de que la
demanda de asilo en cuestión había devenido caduca debido a su viaje al extranjero. Pidió
nuevamente asilo, que le fue denegado el 21 de agosto de 2001 y, posteriormente, entró en la
clandestinidad. Detenido el 10 de octubre de 2001, fue encarcelado en un centro de retención
administrativa, del que se fugó en febrero de 2002. Detenido nuevamente el 19 de septiembre
de 2002, ingresó en la prisión de Belmarsh, en aplicación de las disposiciones de la Ley de
extranjería.
66. El 2 de octubre de 2003, el Ministro del Interior notificó al interesado un certificado que le
calificaba de terrorista internacional en el sentido del artículo 21 de la Ley de 2001 y una
orden de expulsión fundada en razones de seguridad nacional.
67. En la decisión dictada el 12 de julio de 2004 y por la que desestimaba el recurso ejercido
por el undécimo demandante contra el certificado en cuestión, la SIAC enumeraba las
acusaciones no confidenciales formuladas contra él. Indicaba que las autoridades sospechaban
que pertenecía desde hacía tiempo al grupo de Abu Doha (apartado 26 supra) y que jugaba en
él un papel eminente. En su opinión, había tratado de viajar a Chechenia en julio de 2001 y
los policías georgianos que lo arrestaron le habían encontrado números de teléfono que
pertenecían, respectivamente, a un responsable del grupo de Abu Doha y a un miembro del
GSPC citado por su nombre del que se conocía su implicación en la recogida de fondos para
los muyaidines de Chechenia. Habría suministrado dinero y apoyo logístico a una red
norteafricana de extremistas islamistas implantada en Paquistán y Afganistán y vinculada a
Al-Qaeda. Habría ayudado a miembros del grupo de Abu Doha a viajar a Afganistán,
Paquistán y Chechenia. Habría vivido en la mezquita de Finsbury Park durante más de un año
a caballo entre 1999 y 2000. Muy preocupado por su seguridad, adoptó medidas para
desbaratar la vigilancia policial en un viaje a St Albans efectuado en septiembre de 2001.
Cuando fue detenido en septiembre de 2002, portaba un pasaporte belga falso con la
fotografía de un responsable del grupo de Abu Doha. Estaría muy implicado en el suministro
de documentación falsa y en el uso fraudulento de cheques y tarjetas de crédito.
68. El demandante presentó ante la SIAC una declaración escrita en la que negaba ser
terrorista internacional. Reconocía haber viajado a Afganistán en 1999 y haber tratado de
entrar en Chechenia en 2001, afirmando no obstante que su interés por estos países no era
diferente del que manifestaban muchos musulmanes piadosos. Para protestar contra un
procedimiento que consideraba fundamentalmente inicuo, se negó a participar en la vista del
examen de su recurso y a ser representado por un letrado. Teniendo en cuenta la postura
adoptada por el interesado, los abogados especiales estimaron que era mejor para él que se
abstuviesen de interrogar a los testigos y de presentar alegaciones en su nombre en el marco
26
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
del procedimiento secreto.
69. En su decisión desestimatoria del recurso interpuesto por el demandante, la SIAC se
expresó así:
«Reconocemos que el hecho de tener acceso únicamente a los documentos no confidenciales causa
dificultades a los recurrentes y comprendemos que [el interesado] pueda considerar que el
procedimiento no es equitativo. Sin embargo, resolvemos cada uno de los casos en función de los
elementos que le son propios y es engañoso dar a pensar –como trata de hacer [el solicitor del
interesado]– que este recurrente se hallaría en una situación particular en la que el procedimiento que
instituye la Ley de 2001 le impediría elaborar una defensa adecuada frente a las acusaciones formuladas
contra él.
Hemos sintetizado las pruebas de cargo que [el undécimo demandante] ha podido conocer en las
diferentes fases del procedimiento (...), así como las respuestas que [el interesado] aporta a las mismas
en su declaración escrita. Aunque algunas de las acusaciones que figuran en los documentos no
confidenciales pueden calificarse, con razón, de aserciones generales sin base en ningún documento, a
las que [el undécimo demandante] sólo podía oponer negativas igualmente generales, pese a que éste
obtuvo comunicación de numerosa información y precisa –de los nombres, fechas, lugares y
justificantes– en relación con otras acusaciones.
Nadie mejor que [el undécimo demandante] puede explicar los desplazamientos y las actividades
realizadas desde la presentación, en 1998, de su primera petición de asilo. Su declaración escrita es más
instructiva por lo que calla que por lo que dice. Por ejemplo, en lo que respecta a St Albans y la cabina
fotográfica, de la que el apelado obtendría, según [el undécimo demandante], una acusación “totalmente
errónea” (...), observamos que [el interesado] no ha negado haber acudido a St Albans. Conoce a los
que lo acompañaron allí y los motivos de su viaje. No ha dicho nada de ello ni ha revelado la identidad
de sus acompañantes, aunque se le hayan mostrado las fotografías tomadas durante la operación de
vigilancia (...)».
La SIAC señaló a continuación las incoherencias que ornaban las distintas versiones que el
demandante había dado de sus viajes a Afganistán, Georgia y Dubai. Señaló que no había
respondido a las acusaciones del Ministro del Interior relativas a su colaboración con varios
miembros citados por su nombre del grupo de Abu Doha. Prosiguió así:
«Los elementos que hemos mencionado (...) no son exhaustivos, ya que nos hemos limitado a evocar
aquellos que ilustran mejor el hecho de que la declaración escrita del [undécimo demandante] no
responda a las acusaciones no confidenciales formuladas contra él. La insuficiencia de esta declaración
es tal que estimamos no poder conceder mucho crédito a las negativas generales que figuran en ella (...)
Nos hemos detenido mucho en las pruebas en cuestión porque muestran bien hasta qué punto [el
undécimo demandante] habría podido responder a sus acusadores si hubiese estado dispuesto a ello.
Aunque no sacamos consecuencias desfavorables [al undécimo demandante] de su negativa a declarar o
a tomar parte en la vista del examen de su recurso estamos obligados, no obstante, a resolver respecto a
los datos que obran en nuestro poder y nos queda la impresión de que el interesado no se ha defendido
de manera eficaz –mediante pruebas, contrainterrogatorios y alegaciones– frente a las pruebas no
confidenciales presentadas por el apelado.
(...)
El criterio de prueba enunciado en el artículo 25.2 de la Ley de 2001 es relativamente poco exigente
puesto que solo requiere la demostración de la existencia de motivos razonables para fundar una
convicción o una sospecha. Por las razones expuestas anteriormente, estimamos que, por sí solas, las
pruebas no confidenciales satisfacen fácilmente esta exigencia relativamente modesta. A la vista del
conjunto del expediente –pruebas no confidenciales y documentos secretos–, estamos convencidos de
que [el undécimo demandante] sí es el miembro eminente y activo del grupo de Abu Doha que
describen los documentos presentados por el apelado».
E.Las condiciones de reclusión de los demandantes y los efectos de ésta en su salud
27
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
70. En un primer momento, los demandantes bajo el efecto de una detención, fueron
encarcelados en Londres en la prisión de Belmarsh. Posteriormente, el sexto demandante fue
trasladado a la prisión de Woodhill y los demandantes primero, séptimo y décimo al hospital
psiquiátrico de seguridad de Broadmoor.
71. Se sometió a los interesados al régimen de reclusión aplicable a los presos de categoría A
que presentan un riesgo normal, nivel de seguridad que parecía apropiado a su peligrosidad.
Estaban autorizados a recibir visitas de personas con habilitación de seguridad, frecuentar a
los otros presos, hacer llamadas telefónicas, tener correspondencia y entrevistarse con un
imán y con sus abogados. Tenían acceso a atención médica y podían hacer ejercicio, formarse
y trabajar en las mismas condiciones que los demás presos sometidos al régimen de
seguridad.
Para dar cumplimiento a una recomendación del inspector encargado del control de las
condiciones de reclusión nombrado en aplicación de la Ley de 2001, el Gobierno creó, en la
prisión de Woodhill, una unidad especial destinada a la acogida de los presos encarcelados
sobre la base de dicha Ley. En la unidad en cuestión, que había sido acondicionada tras
consultar a los demandantes encarcelados y a sus abogados y cuyo personal había sido
seleccionado y formado especialmente, los interesados habrían podido beneficiarse de un
régimen de internamiento menos severo que les habría permitido, concretamente, pasar más
tiempo fuera de su celda. Sin embargo, se negaron a ser trasladados allí, decisión que el
inspector calificó de lamentable.
72. En el caso del primer demandante, que habría sido maltratado en las cárceles israelitas y
habría seguido un primer tratamiento por depresión en mayo de 1999, su salud se degradó
gravemente durante su reclusión en Belmarsh. Fue trasladado al hospital psiquiátrico de
seguridad de Broadmoor en julio de 2002.
73. El séptimo demandante, quien declaró tener antecedentes familiares de trastornos
mentales y padeció episodios de depresión en su adolescencia, afirma que, a lo largo de su
reclusión, se agravaron sus sufrimientos debido a su trastorno depresivo y paranoico así como
a las alucinaciones auditivas. Tras haber tratado de suicidarse en mayo de 2004, fue
trasladado al hospital psiquiátrico de seguridad de Broadmoor el 17 de noviembre de 2004.
74. El décimo demandante, biamputado, afirma haber sido detenido y torturado en Argelia. Su
salud física y mental se deterioró durante su reclusión en la prisión de Belmarsh. Hizo una
huelga de hambre en mayo y junio de 2003 y se negó a utilizar las prótesis que se le habían
suministrado y a cooperar con el personal sanitario de la prisión. A principios de noviembre
de 2003, las autoridades penitenciarias retiraron los cuidados de enfermería que recibía. Sus
abogados pidieron el control jurisdiccional de esta última medida y los cuidados se
restablecieron en diciembre de 2003, en aplicación de una providencia dictada por el Tribunal
administrativo. El 1 de noviembre de 2004 el demandante fue trasladado al hospital
psiquiátrico de seguridad de Broadmoor.
75. El Comité europeo para la prevención de la tortura y de las penas o tratos inhumanos o
degradantes («el CPT») visitó en dos ocasiones a los demandantes encarcelados, en febrero de
2002 y marzo de 2004. Criticó en varios puntos sus condiciones de reclusión. El Gobierno
refutó las críticas en cuestión (apartados 101-102 infra).
76. En octubre de 2004, a petición de los abogados de los interesados, un grupo de ocho
psiquiatras consultados estableció un informe conjunto sobre la salud mental de los
demandantes recluidos. Este informe decía así:
«Los presos son originarios de países en los que las enfermedades mentales están muy estigmatizadas.
Además, el suicidio está prohibido expresamente a los musulmanes practicantes. Se trata ésta de una
consideración esencial ya que muchos de los interesados han tratado o piensan suicidarse. Padecen
todos ellos importantes desórdenes psíquicos cuyo origen o agravamiento es imputable directamente al
carácter indeterminado de la duración de su detención y que se traducen principalmente por trastornos
28
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
depresivos mayores y crisis de angustia. En algunos de ellos, estos trastornos han degenerado en
síntomas psicóticos. Algunos sujetos presentan un síndrome de SPT [estrés post traumático] provocado
o bien por un trauma premigratorio, las condiciones de su arresto y reclusión o por la combinación de
estos elementos.
El deterioro continuo de la salud mental de los interesados se explica también por la naturaleza de su
régimen de reclusión y del procedimiento de recurso, por la desconfianza que éstos les inspiran y por la
duración indeterminada de su encarcelación, elemento que subyace y que es esencial. El sistema médico
penitenciario es incapaz de responder como procede a las necesidades de estos detenidos en materia de
salud. Los comportamientos de angustia y la automutilación no se perciben como síndromes
patológicos, sino como intentos de manipulación. No se atienden correctamente los problemas
psíquicos complejos.
Los trastornos mentales de estos reclusos no tienen posibilidades de desaparecer si la situación en la que
se encuentran actualmente no cambia. Las reiteradas entrevistas llevadas a cabo muestran que estos
trastornos van a continuar agravándose, muy probablemente, durante la reclusión.
Los males de los que se quejan los detenidos son muy similares a los que describen los estudios
dedicados a los efectos de la retención administrativa de los extranjeros. Los estudios en cuestión
afirman una importante prevalencia de la depresión y la angustia en estos últimos. Señalan, de forma
convincente, la correlación directa entre la duración de la encarcelación y la gravedad de los síntomas y
prueban que la detención es en sí misma un factor que agrava los síntomas de que se trata».
77. Para las necesidades del presente procedimiento, el doctor J., psiquiatra consultante, fue
invitado por el Gobierno a comentar el informe conjunto psiquiátrico en cuestión. Criticó la
metodología seguida por los autores del mismo así como sus conclusiones, en los términos
siguientes (se han suprimido las referencias a otros informes):
«En mi opinión, muchas de las afirmaciones que se formulan en el informe no resisten un examen
riguroso. Por ejemplo, tras analizar detalladamente el caso del [primer demandante], considero que, en
general, su salud mental no ha empeorado –y sin duda alguna no ha mejorado– tras su detención y su
admisión en el hospital de Broadmoor en relación a cuando estaba libre. Igualmente, no se desprende de
la historia clínica que su estado hubiese primero remitido y se hubiese degradado, posteriormente, al ser
hospitalizado en Broadmoor. Considero que el agravamiento de sus síntomas en la prisión de Belmarsh
se debe a la huelga de hambre a la que se sometió y a que se comportó de forma lunática en el hospital
de Broadmoor aunque aceptase alimentarse. Su comportamiento histriónico no ha variado de un lugar
de reclusión a otro. Estimo que padece desórdenes de personalidad y que el diagnóstico de trastorno
depresivo agudo, psicosis o SPT sería inexacto. Además, sus frecuentes automutilaciones pertenecen al
ámbito de la manipulación.
(...)
No soy el único en pensar que los diagnósticos de los autores de este estudio son erróneos y observo
aquí que algunos de mis colegas que han establecido un informe sobre [los demandantes primero y
séptimo] también han expresado dudas a este respecto. En estas condiciones, no se puede afirmar, como
hace el informe conjunto, que haya consenso. En lo que respecta a los dos presos [los demandantes
primero y séptimo] cuyo caso he estudiado, constato que los síntomas calificados de psicóticos por
algunos de los autores del informe conjunto y de los que los interesados habrían estado indemnes antes
de su detención, se habían declarado en realidad antes de la misma.
La aceptación tácita de las informaciones facilitadas espontáneamente por los interesados es uno de los
aspectos más preocupantes de este informe. Señalo, por ejemplo, que sus autores parecen dar por hecho
que tres de los presos habían sido encarcelados y torturados y que se sintieron seriamente amenazados
antes de emigrar. Observo que ningún elemento corrobora estas alegaciones y que no se ha hecho nada
por verificarlas. Teniendo en cuenta la obligación de los inmigrantes y solicitantes de asilo de justificar
su petición de acceder al país de acogida, ¿No es posible, incluso probable, que algunos de ellos falten a
veces a la verdad en su descripción de las experiencias sufridas en el pasado y de los síntomas actuales
de los que se quejan? Se ha de ser consciente de que los presuntos terroristas niegan las sospechas que
pesan sobre ellos pese a las pruebas no confidenciales y los documentos secretos que les incriminan y
29
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
que han sido examinados al más alto nivel ¿No cuestiona esto su credibilidad?»
F.La libertad condicional concedida al quinto demandante
78. El 20 de enero de 2004, la SIAC indicó que debía en principio conceder al quinto
demandante la libertad condicional. El Ministro del Interior trató de recurrir esta decisión
pero, por providencia provisional de 12 de febrero de 2004, el Tribunal de apelación se
declaró incompetente para conocer su recurso.
79. El 22 de abril de 2004, la SIAC dictó una decisión más motivada sobre la concesión de la
libertad condicional. Explicó que la Ley de 2001 no le autorizaba a conceder tal medida sino
en el caso excepcional de que se estableciese que su denegación implicaría tal alteración de la
salud física o mental de un preso que el mantenimiento de la reclusión de éste violaría el
artículo 3 del Convenio, por su carácter inhumano, o del artículo 8, por su carácter
desproporcionado.
80. Señaló que algunos funcionarios de prisiones habían empezado a inquietarse por el estado
psíquico del interesado en mayo de 2002, pero que se habían abstenido de comunicarlo a sus
abogados. Señaló que éste había sufrido una grave recaída depresiva acompañada de síntomas
psicóticos, alucinaciones auditivas e ideas suicidas en diciembre de 2003. Señaló que, a
petición de sus abogados y a iniciativa del Ministro del Interior, se había sometido al
demandante a varios exámenes psicológicos y psiquiátricos de los que se desprendía que
estaba gravemente enfermo y que su salud mental mejoraría probablemente si era autorizado a
volver a casa. La SIAC sacaba de ello las siguientes conclusiones:
«No creemos que se haya alcanzado el umbral requerido para que haya violación de los derechos
humanos [del quinto demandante]. La jurisprudencia del [Tribunal Europeo de Derechos Humanos]
insiste en el hecho de que una detención no puede considerarse desproporcionada salvo si puede
asimilarse a un trato contrario al artículo 3. Dicho esto, estamos convencidos de que el mantenimiento
del interesado en prisión violaría esta disposición. Dejar que una persona llegue a una situación en la
que requiera ser ingresada en un establecimiento especializado o cuidados y atención continuos para no
causarse lesiones puede implicar la violación del artículo 8 –salvo quizás cuando no existe ninguna
elección salvo la reclusión– y probablemente la del artículo 3. Como ya hemos indicado, nada nos
obliga a esperar que tal situación se presente. La medida que tomamos es legítima desde el momento en
que no dudamos de que las condiciones que la acompañan son suficientes para minimizar el riesgo que
la puesta en libertad [del quinto demandante] supone para la seguridad del Estado.
Hemos de subrayar que la concesión de la libertad condicional es excepcional. Ordenamos esta medida
solamente porque todos los datos médicos van en el mismo sentido y porque la reclusión es el origen de
los trastornos mentales que han ido agravándose. (...)».
81. En cumplimiento de la decisión de la SIAC, el quinto demandante fue puesto en libertad
el 22 de abril de 2004. Esta medida iba acompañada de tales condiciones que se asemejaba a
un arresto domiciliario. El interesado tenía prohibido salir de su domicilio y la obligación de
llevar permanentemente un dispositivo de vigilancia electrónico. No tenía acceso a Internet y
la línea telefónica estaba conectada a los agentes de los servicios de seguridad con los que
debía contactar cinco veces al día y dejar que en cualquier momento accediesen a su
domicilio. No estaba autorizado a ver a ninguna persona que no fuese su mujer, su hijo, su
abogado, un médico autorizado por el Ministerio del Interior y los visitantes habilitados por
éste.
G.Los hechos consecutivos a la Sentencia dictada por la Cámara de los Lores de 16
diciembre 2004
82. La nulidad pronunciada por la Cámara de los Lores el 16 de diciembre de 2004 privó de
30
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
efecto al decreto de derogación e hizo que todas las disposiciones del artículo 5 fuesen
aplicables a la reclusión de los demandantes. Sin embargo, como una declaración de
incompatibilidad carece de fuerza obligatoria respecto a las partes en el litigio en el marco del
cual ha sido pronunciada (apartado 94 infra), se mantuvo la reclusión de los demandantes,
salvo la del segundo y cuarto –que habían decidido abandonar el territorio británico– y la del
quinto, puesto en libertad en unas condiciones que equivalían a un arresto domiciliario. Por
otra parte, ninguno de ellos recibió, en virtud del derecho interno, una indemnización que
compensase el perjuicio resultante de la reclusión. Es por ello que los interesados
interpusieron, el 21 de enero de 2005, su demanda ante el Tribunal.
83. A finales de enero de 2005, el Gobierno indicó que tenía la intención de derogar el Título
4 de la Ley de 2001 para sustituirlo por un dispositivo de control que autorizase la imposición
de varias restricciones a las personas sobre las que pesasen sospechas razonables de estar
implicadas en el terrorismo, cualquiera que fuese su nacionalidad.
84. Los demandantes que habían permanecido recluidos fueron puestos en libertad unos el 10
y otros el 11 de marzo de 2005. Inmediatamente se les notificaron los autos de control
dictados en aplicación de la Ley de 2005 de prevención del terrorismo, en vigor desde el 11
de marzo de 2005.
85. El Gobierno levantó la derogación el 16 de marzo de 2005.
86. El 11 de agosto de 2005, al término de las negociaciones que las autoridades británicas
llevaban a cabo desde finales de 2003 con Argelia y Jordania para obtener garantías de que
los demandantes no serían maltratados en caso de regresar a estos países, el Gobierno notificó
un aviso de expulsión a los demandantes quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y
undécimo. A éstos les aplicaron la retención administrativa a la espera de ser expulsados a
Argelia (en el caso del quinto, el sexto, el séptimo, el noveno, el décimo y el undécimo) y a
Jordania (en lo que respecta al octavo demandante). El 9 de abril de 2008, el Tribunal de
apelación estimó que este último no podía ser legalmente extraditado a Jordania puesto que
era probable que en el juicio al que sería sometido en este país, se utilizasen contra él pruebas
obtenidas mediante tortura, en violación flagrante de su derecho a un proceso equitativo. En la
fecha del pronunciamiento de la presente sentencia, el asunto seguía pendiente ante la Cámara
de los Lores.
II. LEGISLACIÓN Y PRÁCTICA INTERNAS APLICABLES
A. La retención de las personas en trámite de expulsión antes de la promulgación de la
Ley de 2001
87. El artículo 3.5 de la Ley de 1971 de inmigración faculta al Ministro del Interior a ordenar
la expulsión de una persona que no posea la nacionalidad británica cuando considere esta
medida favorable al interés general por razones, concretamente, de seguridad nacional. En
virtud del apartado 2 del anexo 3 a la Ley de 1971, las personas en trámite de expulsión
podían ser sometidas a una retención administrativa. Sin embargo, a partir de la Sentencia R.
contra Governor of Durham Prison, ex parte Hardial Singh ([1984] 1 WRL 704), el ejercicio
de la facultad de retención previsto por esta última disposición se limita a la duración
razonablemente necesaria para la ejecución de la medida de expulsión. De ello se deduce que
las autoridades no pueden retener a una persona, sobre la base de la Ley de 1971, cuando
saben que su expulsión es imposible porque ningún país aceptará acoger al interesado o
porque la deportación a su país de origen le expondría a un riesgo de sufrir tortura y otros
malos tratos.
B. La Ley antiterrorista de 2000
31
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
88. En julio de 2000, el Parlamento aprobó la Ley antiterrorista de 2000 ( Terrorism Act
2000). En la Sentencia dictada por la Cámara de los Lores en el presente asunto, Lord
Bingham señaló que «se trata de un dispositivo legislativo importante que comprende 131
artículos y 16 anexos, destinado a reorganizar, modernizar y reforzar la respuesta jurídica al
problema creciente del terrorismo». El artículo 1 de esta Ley califica de «terrorista»
«(...) la realización o amenaza de realización de un acto
a) previsto en el apartado 2 del presente artículo;
b) que trate de influir en el gobierno o intimidar a la población o a una parte de ésta; y
c) esté destinado a promover una causa política, religiosa o ideológica.
2. Forman parte del presente apartado los actos que
a) impliquen una violencia grave contra las personas;
b) impliquen graves daños a los bienes;
c) pongan en peligro la vida de personas distintas al autor de los mismos;
d) expongan la salud o la seguridad de la población o de una parte de ésta a un riesgo grave; o
e) tengan por objetivo comprometer o perturbar gravemente el funcionamiento de un sistema
electrónico.
3. Cuando implica el uso de armas de fuego o explosivos, la realización o amenaza de realización de un
acto previsto en el apartado 2 del presente artículo constituye un acto de terrorismo, incluso si no se
cumple la condición que establece el apartado 1 b) del presente artículo.
4. A los fines del presente artículo,
a) el término “acto” designa concretamente los actos cometidos fuera del territorio del Reino Unido;
b) los términos “persona” y “bien” designan respectivamente a toda persona y todo bien, en el lugar que
se encuentren.
c) el término “población” designa concretamente la población de un país que no sea el Reino Unido; y
d) la expresión “autoridades públicas” designa a las autoridades públicas del Reino Unido, las de las
comunidades que lo componen o las de un tercer país.
5. A los fines de la presente Ley, la expresión “acto realizado con fines terroristas” alude a los actos que
sirven a los intereses de una organización ilegal».
A los fines de la presente Ley, una organización «proscrita» es
«3. 1. (...)
a) una organización que figura en la lista establecida en el anexo 2 a la presente Ley; o
b) una organización que opera bajo el mismo nombre que una organización que figura en la lista
establecida en el anexo 2.
2. El apartado 1.b) del presente artículo no se aplica a las organizaciones cuya inserción en la lista
establecida en el anexo 2 es objeto de una nota que figura en el anexo en cuestión.
3. El Ministro del Interior puede, por decreto,
32
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
a) añadir el nombre de una organización a la lista establecida en el anexo 2;
b) eliminar una organización de la lista en cuestión;
c) modificar dicha lista de otra manera.
4. El Ministro del Interior no puede ejercer la facultad que le confiere el apartado 3 a) del presente
artículo respecto a una organización salvo si está convencido de su implicación en el terrorismo.
5. A los fines del apartado 4 del presente artículo, una organización está implicada en el terrorismo
a) cuando comete actos terroristas o participa en ellos;
b) cuando está dispuesta a recurrir al terrorismo;
c) cuando defiende o fomenta el recurso al terrorismo; o
d) cuando está comprometida de alguna manera con la vía terrorista».
89. El Título 2 de esta Ley incrimina la pertenencia y el apoyo a una organización ilegal, la
recaudación, utilización y posesión de fondos destinados al terrorismo, la conclusión de
acuerdos para la transferencia de fondos destinados al terrorismo, el blanqueo de capitales y la
no denuncia de un presunto blanqueo de capitales. El Título 4 crea también algunos delitos,
concretamente la instrucción en el manejo de armas, la dirección de actividades terroristas, la
posesión, sin motivo razonables, de objetos que puedan ser utilizados por el autor o instigador
de un acto terrorista y la obtención, sin motivo razonable, de información que pueda ser
utilizada por el autor o instigador de un acto de esta naturaleza. El artículo 62 confiere a esta
Ley un campo de aplicación extraterritorial en el sentido de que habilita a las autoridades a
perseguir a las personas dependientes de la jurisdicción del Reino Unido por cualquiera de los
delitos anteriormente mencionados, cualquiera que sea el lugar de comisión de los actos
constitutivos de los mismos.
C. La Ley de 2001 de Seguridad contra el Terrorismo y la Delincuencia
90. El Título 4 de la Ley de 2001 (apartado 12 supra), titulado «Inmigración y asilo»,
habilitaba a las autoridades a encarcelar a los extranjeros sospechosos de terrorismo
internacional incluso si su expulsión era momentáneamente imposible. Sus disposiciones
aplicables decían así:
« Título 4
Inmigración y asilo
Personas sospechosas de terrorismo internacional
21. Certificados expedidos contra las personas sospechosas de terrorismo internacional
1. En virtud del presente artículo, el Ministro del Interior puede expedir un certificado contra una
persona si tiene motivos razonables para:
a) creer que la presencia de esta persona en suelo británico representa una amenaza para la seguridad
nacional; y
b) sospechar que esta persona es un terrorista.
33
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
2. A los fines del apartado 1 b) del presente artículo, la palabra “terrorista” designa a la persona:
a) implicada o que ha estado implicada en la comisión, preparación o instigación de actos de terrorismo
internacional;
b) miembro de un grupo terrorista internacional o perteneciente a tal grupo; o
c) ligada a un grupo terrorista internacional.
3. A los fines del apartado 2 b) y c) del presente artículo, un grupo terrorista internacional es un grupo:
a) sometido al control o la influencia de personas que se hallan fuera del territorio del Reino Unido, y
b) del que, el Ministro del Interior, sospecha que está implicado en la comisión, preparación o
instigación de actos de terrorismo internacional.
4. A los fines del apartado 2 c) del presente artículo, se considera que una persona mantiene vínculos
con un grupo terrorista internacional solamente si lo respalda o le presta asistencia.
5. A los fines del presente título,
la palabra “terrorismo” tiene el sentido que le da el artículo 1 de la Ley de Terrorismo de 2000 (c. 11), y
la expresión “persona sospechosa de terrorismo internacional” designa a la persona afectada por un
certificado expedido en aplicación del apartado 1 del presente artículo.
6. Cuando expida un certificado en aplicación del apartado 1 del presente artículo, el Ministro del
Interior deberá, cuanto antes:
a) adoptar medidas razonables para notificarlo a la persona en cuestión; y
b) dirigir una copia a la Comisión Especial de Apelación en Materia de Inmigración.
7. El Ministro del Interior puede revocar el certificado emitido en aplicación del apartado 1 del presente
artículo.
8. La decisión del Ministro del Interior sobre un certificado emitido en aplicación del presente artículo
sólo puede recurrirse en las condiciones previstas en los artículos 25 y 26 de la presente Ley.
9. Un acto del Ministro del Interior basado en todo o en parte en un certificado emitido en virtud del
presente artículo solo puede recurrirse por medio o en relación al procedimiento relativo a:
a) los artículos 25 ó 26 de la presente Ley; o
b) el artículo 2 de la Ley de 1997 sobre la Comisión Especial de Apelación en Materia de Inmigración
(c.68) (apelación).
22. Expulsión, devolución, etc.
1. Una persona sospechosa de terrorismo internacional puede ser objeto de una medida adoptada en
virtud del apartado 2 del presente artículo incluso si se ha excluido momentánea o definitivamente su
expulsión del Reino Unido debido a:
a) un motivo de derecho fundado en todo o en parte en un convenio internacional; o
b) una consideración de orden práctico (...)
2. Las medidas contempladas en el apartado 1 del presente artículo consisten en:
(...)
34
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
e) la adopción de una orden de expulsión (...)
3. En el caso de que una persona sospechosa de terrorismo internacional se halle afectada por una de las
medidas citadas en el apartado 2 del presente artículo cuando ha sido objeto de un certificado emitido
en aplicación del artículo 21 de la presente Ley, la medida en cuestión se considerará renovada sobre la
base del apartado 1 del presente artículo inmediatamente después de la emisión del certificado.
23. Detención
1. Una persona sospechosa de terrorismo internacional puede ser detenida en aplicación de una de las
medidas citadas en el apartado 2 del presente artículo incluso si se ha excluido momentánea o
definitivamente su expulsión del Reino Unido debido a:
a) un motivo de derecho fundado en todo o en parte en un convenio internacional; o
b) una consideración de orden práctico (...)
2. Las disposiciones a las que remite el apartado 1 del presente artículo son:
a) el apartado 16 del anexo 2 a la Ley de 1971 de Inmigración (c. 77) (detención de personas en trámite
de verificación o alejamiento), y
b) el apartado 2 del anexo 3 a esta Ley (detención de personas en trámite de expulsión)».
Una disposición del Título 4 limitaba la duración de la validez de la Ley de 2001 a cinco años
y la sometía a un procedimiento de ratificación anual por las dos cámaras del Parlamento.
D. La Comisión Especial de Apelación en Materia de Inmigración
91 Creada en respuesta a la Sentencia dictada por el Tribunal en el asunto Chahal contra
Reino Unido ([GS], 15 noviembre 1996, Repertorio de sentencias y resoluciones 1996-V), la
Comisión Especial de Apelación en Materia de Inmigración («la SIAC») es una jurisdicción
compuesta por jueces independientes. Sus decisiones pueden ser recurridas en casación ante el
Tribunal de apelación y la Cámara de los Lores.
En sus pasajes aplicables, el artículo 25 de la Ley de 2001 decía así:
«1) Una persona sospechosa de terrorismo internacional afectada por un certificado expedido en
aplicación del artículo 21 podrá ejercer un recurso contra esta medida ante la Comisión Especial de
Apelación en Materia de Inmigración.
2) La [SIAC] deberá anular el certificado recurrido si estima:
a) que no existen motivos razonables que justifiquen la convicción o las sospechas mencionadas
respectivamente en los puntos a) y b) del apartado 1 del artículo 21; o
b) que, por cualquier otra razón, no debería haberse emitido».
Correspondía a la SIAC proceder a una primera revisión de un certificado expedido en
aplicación de la Ley de 2001 para verificar si se justificaba su mantenimiento seis meses
después de la fecha de emisión o de la resolución definitiva de un recurso contra el mismo.
Las revisiones posteriores debían efectuarse cada tres meses.
En virtud del artículo 30 de la Ley de 2001, la SIAC era asimismo competente para conocer
de todo recurso contra la derogación formulada al amparo del artículo 15 del Convenio.
92. La SIAC aplica un procedimiento especial que le permite examinar no solamente las
pruebas (calificadas de «no confidenciales») que pueden hacerse públicas, sino también otros
elementos (calificados de «confidenciales») que, por motivos de seguridad nacional, no
35
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
pueden serlo y a los que los justiciables y sus abogados tienen prohibido el acceso, razón por
la cual este procedimiento prevé el recurso a uno o varios «abogados especiales» con
habilitación de seguridad y designados por el Solicitor General para actuar en nombre de las
personas que apelan a la SIAC.
93. En el caso de autos, en el procedimiento de examen de los recursos interpuestos ante la
SIAC contra los certificados en litigio, primero se comunicó a cada recurrente las
conclusiones y pruebas no confidenciales que les afectaban, lo que permitió al abogado
especial discutirlas con el interesado y su letrado y obtener instrucciones generales de estos
últimos. Seguidamente, se sometieron a los jueces y el abogado especial los documentos
confidenciales, fase a partir de la cual este último ya no estaba autorizado a comunicarse con
el recurrente y/o su letrado sin el acuerdo de la SIAC. En la fase confidencial de la instancia,
el abogado especial tenía como función invocar, en nombre del recurrente, motivos procesales
–tendentes por ejemplo a la comunicación de información complementaria– y de fondo. La
SIAC dictó una decisión «no confidencial» y una decisión «confidencial» en cada uno de los
recursos que se le habían sometido. El abogado especial pudo conocer las decisiones en
cuestión pero los demandantes y sus letrados sólo tuvieron acceso a las decisiones no
confidenciales.
E. Las declaraciones de incompatibilidad previstas por la Ley de derechos humanos de
1998
94. El artículo 4 de la Ley de 1998 faculta a los tribunales a declarar incompatibles con el
Convenio las disposiciones de la legislación primaria que consideren contrarias a este
instrumento. La declaración de incompatibilidad no incide en la validez de la disposición a la
que afecta ni vincula a las partes en el proceso en el marco del cual es pronunciada. Sin
embargo, el artículo 10 de la Ley establece un mecanismo específico en virtud del cual la
disposición en cuestión puede ser modificada para suprimir la incompatibilidad constatada
(para más información sobre este mecanismo, véase Sentencia Burden contra Reino Unido
[GS], núm. 13378/2005, aps. 21-24, TEDH 2008).
F. La Ley antiterrorista de 2006
95. En vigor desde el 30 de marzo de 2006, la Ley antiterrorista de 2006 creó nuevos delitos
destinados a extender la responsabilidad penal a la preparación de actos terroristas definida en
la Ley antiterrorista de 2000. Al sancionar la incitación a cometer actos terroristas, la difusión
de publicaciones de carácter terrorista y la preparación y planificación de actos terroristas, los
delitos en cuestión se establecieron con el fin de permitir a las autoridades intervenir en un
estadio precoz de las intrigas terroristas para evitar que desembocasen en actos más graves.
Asimismo, la Ley facilitaba la aportación de la prueba de la comisión de los actos imputados.
G. Consideraciones sobre el recurso a abogados especiales bajo el imperio de la Ley de
2005 de prevención del terrorismo
96. El 31 de octubre de 2007 la Cámara de los Lores dictó sentencia en el recurso Secretary of
State for the Home Department (demandado) contra MB (FC) (recurrente) ([2007] UKHL
46) contra una orden de control no derogatoria dictada por el Ministro del Interior en
aplicación de los artículos 2 y 3.1 a) de la Ley de prevención del terrorismo de 2005. En dicho
asunto el Alto Tribunal era llamado a pronunciarse sobre la compatibilidad con el artículo 6
del Convenio del procedimiento definido en el artículo 3 de la Ley en cuestión, disposición
que prevé la celebración de vistas secretas y el recurso a abogados especiales y cuya
36
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
aplicación había llevado a una situación en la que el contenido de las acusaciones formuladas
contra uno de los recurrentes era totalmente confidencial y en la que los documentos no
confidenciales del procedimiento del que había sido objeto no contenían ninguna acusación
precisa de actividades terroristas.
La Cámara de los Lores estimó, por unanimidad, que el procedimiento criticado dependía del
artículo 6 puesto que tenía por objeto la decisión sobre derechos y obligaciones de carácter
civil. Sobre la cuestión de la compatibilidad, consideró, por mayoría de sus miembros –la
Baronesa Hale, Lord Carswell y Lord Brown– que el recurso a abogados especiales constituía,
en la mayor parte de los casos, un contrapeso suficiente a la facultad del Ministro del Interior
de denegar la comunicación de los elementos que pretendía invocar como pruebas de la
existencia de motivos razonables para sospechar de la implicación, pasada o presente, de una
persona afectada por una medida de control en actividades de carácter terrorista, declarando,
no obstante, que cada caso merecía un examen individual. La Baronesa Hale se expresó así:
«65. (...) Dependiendo de las características del asunto, concretamente de las medidas adoptadas para
informar a la persona que es objeto de la medida de control criticada del contenido de las acusaciones
que se formulan contra él de manera que pueda adivinar en qué informaciones se basan, de la manera en
que se han sintetizado las pruebas de cargo confidenciales sin revelar los nombres, las fechas o los
lugares pertinentes, la naturaleza o el contenido de los documentos no comunicados, la cuestión de si el
abogado especial ha podido impugnarlas eficazmente en interés de la persona afectada y de lo que su
comunicación habría cambiado. El conjunto de estos factores se ha de tener en cuenta para juzgar si la
persona afectada por la medida en litigio ha tenido “una posibilidad real de impugnar los hechos” que la
han motivado.
66. No me parece que podamos dar por hecho que el Tribunal de Estrasburgo juzgaría sistemáticamente
conformes a las exigencias del artículo 6 las vistas del examen de las medidas de control en las que los
abogados especiales intervienen en virtud del procedimiento previsto por la Ley de 2005 y el capítulo
76 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Sin embargo, gracias a los esfuerzos incesantes de todas las
personas implicadas, debería ser posible, en la mayor parte de los casos, “conceder suficientemente al
justiciable el beneficio de las normas procesales”, por mucho tiempo que ello lleve y las dificultades
que encontremos. Todos los intervinientes deben esforzarse por garantizar, en la medida de lo posible,
el respeto de los “principios que rigen la instrucción judicial”. Corresponde a la Ministra del Interior
explicar, con la mayor precisión posible, las razones que le llevan a estimar que se cumplen las
condiciones enumeradas en el artículo 2.1. Cuanto más detallada sea esta explicación, mejores serán las
instrucciones que los abogados especiales podrán obtener de sus clientes antes de conocer los
documentos confidenciales. Los jueces y abogados especiales deben examinar con mucha
circunspección y escepticismo los argumentos expuestos a favor del mantenimiento de la
confidencialidad de las informaciones consideradas secretas. La tendencia de las autoridades a invocar
con demasiada frecuencia el imperativo del secreto en casos de terrorismo ha sido ampliamente
demostrada tanto fuera como dentro de nuestro país (a este respecto véase Serrin Turner y Stephen J.
Schulhofer, The Secrecy Problem in Terrorism Trials, 2005, Centro Brennan para la justicia, Facultad
de Derecho de la Universidad de Nueva York). Corresponde a los jueces y abogados especiales analizar
en profundidad los elementos no comunicados. Se ha de hacer todo por que los documentos
confidenciales se redacten o sinteticen de forma que permita a los abogados especiales obtener
instrucciones de las personas que defienden. Asimismo, se les debe conceder la mayor libertad posible
para formular preguntas concretas y cuidadosamente escogidas en nombre de sus clientes. Aunque el
artículo 74.24 de la Ley de Enjuiciamiento Civil no prevé expresamente esta posibilidad, los abogados
especiales deberían poder citar o hacer que se cite a comparecer a testigos para impugnar las pruebas
confidenciales. En algunos casos, la persona acusada puede no necesitar ser informada con todo detalle
de las pruebas de cargo para oponer una defensa eficaz.
67. El juez que ha presidido la vista está sin duda mejor situado que ningún otro para pronunciarse
sobre la cuestión de si la instancia ha garantizado suficientemente al justiciable el beneficio de las
normas procesales (...)».
Lord Carswell formuló la siguiente observación:
37
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
«Es muy amplio el abanico de situaciones en las que la Ministra del Interior puede basarse en pruebas
confidenciales. En un extremo se hallarían los casos en los que las acusaciones formuladas contra
personas sometidas a una medida de control se fundarían exclusivamente en informaciones
confidenciales que no pueden conocer, ni siquiera en síntesis, y a las que los abogados especiales no
tendrían la capacidad de oponer una defensa eficaz al no poder obtener instrucciones suficientes de sus
clientes. En el otro extremo se hallarían los casos en los que los elementos secretos tendrían un alcance
probatorio muy limitado o solo servirían para corroborar unos documentos no confidenciales
convincentes, no enfrentándose entonces la presentación de una defensa eficaz a ninguna dificultad.
Entre estos dos extremos existe una variedad infinita de situaciones posibles. El equilibrio entre los
elementos no confidenciales y los documentos secretos y su respectivo valor probatorio, varían de un
caso a otro. En algunos casos, los abogados especiales pueden hacerse una idea suficientemente precisa
de la manera en la que deben tratar la información secreta cuando no tienen instrucciones directas de las
personas que defienden. Es a los jueces a quienes corresponde examinar y apreciar estas cuestiones
cuando son llamados a verificar si las personas sometidas a una medida de control han gozado de un
proceso equitativo. Esta valoración depende (...) de las circunstancias de la causa. El juez que ha tenido
conocimiento de los documentos tanto confidenciales como no confidenciales y que ha gozado de la
colaboración de los abogados especiales, está mejor situado que nadie para pronunciarse. Así las cosas,
considero que conviene conceder el peso que merece al interés general legítimo que persigue la
denegación de la comunicación de las pruebas basada en motivos válidos de seguridad nacional y que
ello justifica la obligación –más bien pesada– que recae en de las personas que son objeto de una
medida de control, de probar la existencia de una violación del artículo 6. Los tribunales no deben
mostrarse demasiado dispuestos a considerar que la desventaja que constituye, para las personas
sometidas a tal medida, la no comunicación de las pruebas en cuestión, vulnera el artículo 6».
Lord Brown se expresó así:
«Por muy excepcionales que sean, no se puede excluir que se presentan situaciones en las que, pese a
los esfuerzos desplegados por todos los intervinientes para redactar, anonimizar y resumir los
documentos pertinentes, la comunicación a los sospechosos de información en cantidad suficiente para
que puedan responder de forma útil a las acusaciones formuladas contra ellos por la Ministra del
Interior, sea simplemente imposible. Salvo si se tiene la casi certidumbre de que ninguna impugnación
habría tenido la mínima posibilidad de prosperar (conclusión que considero difícil pero no imposible de
demostrar), el juez que se enfrenta a este tipo de situación debe concluir que la adopción o, según el
caso, la confirmación de una medida de control es profundamente injusta para el sospechoso. En
síntesis, un sospechoso que se encuentre en este tipo de situación no obtendría “suficientemente (...) el
beneficio de las normas procesales” ( Chahal [previamente citada] ap. 131) pese a la actuación del
abogado especial; [su] derecho [a un proceso equitativo] ha[bría] sido lesionado en su propia sustancia (
Tinnelly & Sons Ltd y McElduff y otros contra Reino Unido [ 10 julio 1998 , Repertorio 1998-IV] ap.
72)”.
Lord Bingham siguió un enfoque diferente –pero no divergente– del de la mayoría. Estimó
que se imponía proceder a una valoración global del proceso y determinar si el recurso a un
procedimiento concreto había sido profundamente injusto para la persona bajo control,
añadiendo que la intervención del abogado especial reforzaba las garantías procesales que se
le concedían, pero que no compensaba enteramente los graves inconvenientes derivados para
ella de la ignorancia de las pruebas de cargo y de su incapacidad correlativa para dar
instrucciones útiles al abogado en cuestión.
Desmarcándose de la mayoría, Lord Hoffmann consideró que, puesto que el Tribunal de
instancia considerara contraria al interés general la comunicación de algunos documentos, la
intervención de un abogado especial constituía una garantía suficiente para la persona
sometida a una medida de control y que, en este caso, el procedimiento nunca podía
considerarse contrario al artículo 6.
97. En la Sentencia dictada en el asunto Secretary of State for the Home Department v. AF
([2008] EWCA Civ 1148), por una mayoría compuesta por los Jueces Sir Anthony Clark MR
y Waller, con el voto disidente del Juez SedLey, el Tribunal de apelación se fundó en las
38
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
conclusiones establecidas por la mayoría de la Cámara de los Lores en la Sentencia MB para
formular las recomendaciones siguientes en cuanto al cumplimiento del artículo 6 en las
instancias sobre medidas de control y que requieren la intervención de abogados especiales:
[extractos de la síntesis de la sentencia]
«1) Para resolver la cuestión de si la celebración de una vista, según las modalidades previstas en el
artículo 3.10 de la Ley de 2005, ha violado los derechos que un individuo bajo control extrae del
artículo 6, se ha de determinar si, en conjunto, la vista ha sido fundamentalmente injusta para éste o si
no se le ha concedido suficientemente el beneficio de las normas procesales o si se ha vulnerado la
sustancia misma de su derecho a un proceso equitativo. Más generalmente, es necesario preguntarse si
el proceso ha sido para él profundamente injusto. 2) Se debe hacer todo para proporcionar al individuo
en cuestión tanta información como sea posible sobre las acusaciones formuladas contra él y las pruebas
de cargo, en su caso de forma resumida. 3) Cuando existan motivos de seguridad nacional que se
opongan a que se comuniquen de entrada el conjunto de acusaciones y pruebas admitidas contra el
interesado, se le deberá conceder la asistencia de un abogado especial. En tal caso, se aplican los
principios enumerados a continuación. 4) La falta de comunicación a la persona bajo control de un
mínimo incomprensible de acusaciones y pruebas de cargo no confiere ipso facto a la vista un carácter
injusto. En los casos en que dicha comunicación sea posible, el suministro de una información tan
sucinta al interesado como la comunicada en el asunto AF –información realmente sumaria– puede
considerarse suficiente, habida cuenta de las circunstancias de la causa, para alcanzar el mínimo en
cuestión. 5) Para responder a la cuestión de si una vista ha sido injusta, se han de tener en cuenta todas
las características del asunto, concretamente su naturaleza, las medidas adoptadas para informar a la
persona bajo control del contenido de las acusaciones formuladas contra ella, de forma que se le permita
adivinar en qué informaciones se basan, la manera en que se han sintetizado las pruebas de cargo
confidenciales sin revelar los nombres, las fechas y los lugares pertinentes, la naturaleza y el contenido
de los elementos secretos, la eficacia con la que el abogado especial ha podido impugnarlos en nombre
del interesado y lo que su comunicación habría cambiado o podido cambiar. 6) Cuando son llamados a
determinar si la divulgación de información a personas bajo control habría podido llevar a una
conclusión diferente sobre la cuestión de la existencia de motivos razonables que justifiquen las
sospechas de implicación, pasada o presente, de éstas en actividades terroristas, corresponde a los
tribunales tener plenamente en cuenta las dificultades a las que los interesados y los abogados
especiales se enfrentan y el conjunto de circunstancias de la causa, preguntándose concretamente por las
consecuencias que habría podido tener la comunicación de alguna información y sobre la cuestión de si
los abogados especiales pudieron trabajar eficazmente. La manera en la que conviene abordar cada
parámetro y el peso a concederle dependen de las circunstancias de la causa. 7) No existe una regla
implacable por definición del papel del juez, cuya decisión escapa a la intervención del Tribunal de
apelación, salvo casos excepcionales».
III. LOS COMENTARIOS INTERNOS E INTERNACIONALES AL TÍTULO 4 DE LA
LEY DE 2001
A. El comité Newton
98. El Título 4 de la Ley de 2001 instituyó un comité de asesores privados encargados de
controlar su aplicación. Presidido por Lord Newton, el comité en cuestión estableció un
informe en diciembre de 2003. Señalando nota de la tesis del Ministerio del Interior según la
cual la amenaza terrorista ligada a Al-Qaeda provenía principalmente de extranjeros, formuló
la siguiente observación:
«numerosos indicios muestran que éste ya no es el caso actualmente. El ejemplo de los británicos
autores del atentado suicida con bomba cometido en Tel-Aviv en mayo de 2003, el de Richard Reid (”el
terrorista de los zapatos”) y las recientes detenciones revelan que los ciudadanos británicos pueden
representar una amenaza real. El año pasado cerca del 30% de los sospechosos a los que se aplicó la
Ley antiterrorista de 2000 eran británicos. Se nos ha indicado que casi la mitad de las personas que
interesan a las autoridades debido a su presunta implicación en el terrorismo internacional son
ciudadanos británicos».
39
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
Estimó que estas informaciones proporcionaban no solamente un argumento desfavorable a
las disposiciones discriminatorias, sino que también demostraban la relativa ineficacia de las
mismas en materia de lucha contra la amenaza terrorista. En consecuencia, recomendaba la
aprobación urgente de una Ley que respondiese a esta amenaza sin establecer una
discriminación fundada en la nacionalidad y que no requiriese la derogación del artículo 5 del
Convenio.
99. En febrero de 2004, el Gobierno hizo pública su respuesta al informe en cuestión, en la
que reafirmaba que la amenaza terrorista «provenía principalmente –pero no exclusivamente–
de extranjeros». El dictamen del Comité Newton recomendando la aplicación de medidas de
lucha antiterrorista a todas las personas dependientes de la jurisdicción del Reino Unido,
cualquiera que fuese su nacionalidad, le inspiró el siguiente comentario:
«Sin duda sería posible conferir nuevas facultades a las autoridades que les permitiesen encarcelar a
ciudadanos británicos que pudiesen estar implicados en el terrorismo internacional, pero se trataría ésta
de una decisión de graves consecuencias. El Gobierno estima que tales facultades, draconianas, serían
difíciles de justificar. La experiencia muestra que este enfoque es peligroso y que puede perjudicar la
cohesión de la sociedad y debilitar, por tanto, el apoyo de todos sus componentes, apoyo que
necesitamos para luchar contra la amenaza terrorista».
El Gobierno indicó, además, que trabajaba en proyectos de acuerdos marco con países
susceptibles de acoger a personas sospechosas de ser terroristas afectadas por una medida de
expulsión.
B. La Comisión mixta parlamentaria de derechos humanos
100. La Comisión mixta parlamentaria es el órgano constitucionalmente responsable en el
Reino Unido del control de la compatibilidad de las Leyes con los derechos que enumera el
Convenio. En su segundo informe relativo a la sesión 2001-2002, elaborado poco tiempo
después de la publicación del proyecto de Ley que iba a devenir la Ley de 2001, hacía constar
su preocupación sobre los efectos potencialmente discriminatorios de éste, en los términos
siguientes:
«38. En segundo lugar, remitiendo a las disposiciones del Derecho de extranjería para autorizar la
encarcelación de los presuntos terroristas internacionales, el proyecto de Ley corre el riesgo de instaurar
una discriminación, en relación a la detención sin inculpación, entre los presuntos terroristas
internacionales sometidos a la política de extranjería y aquellos que gozan del derecho incondicional a
permanecer en el Reino Unido. Tememos que de ello resulte una discriminación basada en la
nacionalidad en el ejercicio del derecho a la libertad. Sin una justificación objetiva, razonable y
proporcionada, esta situación podría vulnerar el artículo 5 del CEDH aisladamente o en relación con el
artículo 14, el cual garantiza el derecho a la no discriminación en el goce de los derechos del Convenio.
Podría también lesionar los derechos a la no discriminación y a la libertad que consagran,
respectivamente, los artículos 26 y 9 del PIDCP .
39. Hemos comunicado en una audiencia nuestra preocupación al Ministro del Interior. Dada su
respuesta, dudamos de que el riesgo de discriminación basada en la nacionalidad que encierran las
disposiciones del Título 4 del proyecto de Ley haya sido debidamente considerada».
En su sexto informe de la sesión 2003-2004, de 23 de febrero de 2004, la Comisión mixta se
declaró profundamente preocupada «por la incidencia en los derechos humanos de la
incorporación de la facultad de detención al derecho de extranjería en lugar de a la legislación
antiterrorista» y señaló que «el Título 4 [de la Ley de 2001] corría un considerable riesgo de
violar el derecho a la no discriminación garantizado por el artículo 14 del CEDH ». Tras la
publicación del informe del Comité Newton y la del documento de reflexión del Ministro del
Interior en respuesta al mismo, la Comisión mixta volvió a tratar esta cuestión en su
40
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
decimoctavo informe de la sesión 2003-1004, de 21 de julio de 2004, cuyos apartados 42 a 44
dicen así:
«42. El documento de reflexión rechaza la recomendación que figura en el informe Newton según la
cual las nuevas disposiciones legislativas a prever en sustitución del Título 4 [ de la Ley de 2001],
deberían aplicarse igualmente a todas las personas dependientes de la jurisdicción del Reino Unido,
cualquiera que sea su nacionalidad, incluidos los ciudadanos británicos. El Gobierno se declara en él
convencido de que la distinción criticada entre los ciudadanos extranjeros y los ciudadanos británicos es
legítima, al no ser idénticos sus derechos y deberes respectivos.
43. Siempre no hemos declarado preocupados por la discriminación basada en la nacionalidad
resultante de las disposiciones del Título 4 [de la Ley de 2001], que nos parece injustificada y, por
consiguiente, contraria al artículo 14 del CEDH. Suscribimos la opinión del Lord Newton según la cual
es inaudito sostener, como hace [el Ministerio del Interior] en el documento de reflexión, que el hecho
de conferir a las autoridades facultades idénticas de encarcelación respecto a los ciudadanos británicos
sería una “decisión de graves consecuencias” y que tales facultades, draconianas, serían difíciles de
justificar.
44. Lo que está en juego es idéntico para los ciudadanos extranjeros y los ciudadanos británicos: el
derecho fundamental a la libertad garantizado por el artículo del CEDH y los derechos procesales
correspondientes. El artículo 1 del CEDH obliga a los Estados a reconocer a toda persona que dependa
de su jurisdicción los derechos y las libertades consagrados por el Convenio. El artículo 14 de este
instrumento dispone que el goce de los derechos y libertades reconocidos en el Convenio, ha de ser
asegurado sin distinción alguna por razones de origen nacional. Para justificar su reticencia a solicitar,
en beneficio de las autoridades, facultades idénticas respecto a los ciudadanos británicos, el Gobierno
ofrece en su documento de reflexión una explicación que hace pensar que considera el derecho de los
extranjeros a la libertad menos digno de protección que el derecho exactamente idéntico de los
británicos, lo cual prohíbe el Convenio».
C. El Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos
Inhumanos o Degradantes («el CPT»)
101. Una delegación del CPT visitó en febrero de 2002 y marzo de 2004 a los demandantes
recluidos. En un informe publicado el 9 de junio de 2005, el CPT criticaba las condiciones de
reclusión en la prisión de Belmarsh y el hospital de Broadmoor. Además, señalaba que se
habían elevado quejas de malos tratos que acusaban a funcionarios de prisiones. Indicaba que
el régimen de reclusión vigente en la prisión de Woodhill era menos severo y declaró que el
estado de salud de la mayor parte de los presos se había deteriorado debido a la reclusión, a
causa concretamente del carácter indeterminado de su duración. Los pasajes pertinentes del
informe del CPT decían así:
«Las constataciones hechas en 2004 ponen, en efecto, en evidencia una importante inquietud en la
gestión de esta categoría de presos, recluidos sin una perspectiva real de puesta en libertad y sin
acompañamiento para contrarrestar los efectos nefastos de esta forma particular de privación de
libertad. Éstas muestran también los límites de la capacidad de adaptación del sistema penitenciario
frente a una tarea difícilmente compatible con su misión. El objetivo anunciado, en la respuesta al
informe del CPT sobre su visita de febrero de 2002, de emprender la elaboración de una estrategia para
permitir al servicio penitenciario gestionar de la forma más apropiada posible el tratamiento y la
reclusión de las personas detenidas en virtud de la Ley de 2001, no se ha logrado.
Dos años después de la visita realizada por el CPT a estos presos, muchos eran los que se encontraban
en un mal estado de salud psíquica general a consecuencia de su reclusión y, en el caso de algunos, en
mal estado de salud física. Para una gran mayoría de las personas detenidas en virtud de [la Ley de
2001], la reclusión ha provocado trastornos psiquiátricos y, para aquellos que habían sufrido en el
pasado experiencias traumatizantes, incluso torturas, ha reavivado claramente la experiencia causando
incluso graves recaídas en trastornos psiquiátricos anteriores. El trauma vinculado a la reclusión es aún
más perjudicial para el estado de salud de estos reclusos puesto que se duplica por la falta de control
41
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
relacionada con el carácter indeterminado de la reclusión, las continuas dificultades experimentadas
para impugnar su detención y la ignorancia que tienen de las pruebas admitidas contra ellos para la
certificación y/o el mantenimiento de su certificación como personas sospechosas de ser terroristas
internacionales. Para algunos de ellos su situación durante la visita podría considerarse semejante a un
trato inhumano y degradante».
102. En la respuesta al informe del CPT publicada el 9 de junio de 2005, el Gobierno se opuso
firmemente a las acusaciones de malos tratos formuladas contra el personal penitenciario.
Subrayaba que los demandantes recluidos tenían acceso a las vías de recurso civiles y
administrativas abiertas a todos los presos que quisiesen quejarse de tales tratos. Proseguía
así:
«El Gobierno respeta las conclusiones a las que los delegados [del CPT] han llegado sobre la base de
las constataciones efectuadas el día de su visita, pero rechaza categóricamente la tesis según la cual las
personas detenidas [en aplicación de la Ley de 2001] habrían sufrido en algún momento de su reclusión
un trato “inhumano o degradante” que se pueda considerar una violación de las obligaciones
internacionales suscritas por el Reino Unido en materia de derechos humanos. Afirma firmemente que
los interesados han beneficiado en toda circunstancia de la atención y el trato adecuados en Belmarsh y
que han recibido una atención médica completa –tanto en el plano psicológico como físico– por parte
del personal sanitario y los médicos de dicho establecimiento. Reconoce que las personas en cuestión
han tenido un difícil recorrido antes de su encarcelación, pero se opone a la afirmación según la cual “la
reclusión ha provocado trastornos psiquiátricos”. Los desórdenes mentales que padecían algunos de
estos presos antes de ser encarcelados no les han impedido dedicarse a las actividades por las que han
sido objeto de un certificado y detenidos. Los problemas psíquicos que puede padecer una persona no
eliminan la amenaza que puede representar para la seguridad nacional.
(...)
El Gobierno se subleva contra la tesis según la cual las personas encarceladas [sobre la base de la Ley
de 2001] no tenían ninguna perspectiva de ser puestas en libertad. (...)
(...)
La SIAC y los otros tribunales nunca han declarado que las condiciones de reclusión criticadas
implicaran la violación de la obligación absoluta que impone al Gobierno el artículo 3 [del Convenio].
Teniendo en cuenta las importantes garantías judiciales de las que gozaban los reclusos, el Gobierno
estima que no habría podido mantener su prisión si las facultades que le asistían hubiesen vulnerado de
un modo u otro los derechos de los interesados al amparo de esta disposición. Sugerir lo contrario es
menospreciar las múltiples vías de acceso al sistema judicial británico de que disponen los reclusos y la
obligación imperativa que se impone a la justicia de protegerlos contra tales incumplimientos».
D. El Comisario europeo de Derechos Humanos
103. En agosto de 2002, el Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa emitió
una opinión sobre ciertos aspectos de la derogación del artículo 5.1 del Convenio y del Título
4 de la Ley de 2001 por parte del Reino Unido, en la que criticaba explícitamente la
insuficiencia del control parlamentario de las disposiciones de la derogación y se preguntaba
si la naturaleza de la amenaza que representaba Al-Qaeda constituía una base suficiente para
que se pudiese concluir que existía un peligro público que amenazaba la vida de la nación:
«Reconociendo la obligación de los gobiernos de proteger a sus ciudadanos contra la amenaza
terrorista, el Comisario opina que la actitud de guardia general contra un riesgo creciente de
actividad terrorista tras el 11 de septiembre de 2001 no justifica en sí misma la derogación del
Convenio. Varios Estados europeos que se enfrentan desde hace tiempo a una actividad
terrorista frecuente no han considerado necesario derogar los derechos del Convenio. Ningún
Estado ha estimado bueno hacerlo en las circunstancias actuales. Convendría, por tanto,
presentar informaciones detalladas que pongan en evidencia un peligro real e inminente que
42
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
amenace la seguridad pública en el Reino Unido».
En lo que respecta al régimen de internamiento previsto en el Título 4 de la Ley de 2001,
proseguía así:
«Al ser estas medidas únicamente aplicables a los extranjeros no expulsables, podrían asimismo
conducir a una justicia de dos ratios según la cual se aplicarían normas distintas en materia de derechos
humanos a los extranjeros y los nacionales».
104. El 8 de junio de 2005, el Comisario de Derechos Humanos publicó un informe sobre la
visita que había efectuado al Reino Unido en noviembre de 2004. Se refería expresamente a la
sentencia dictada por la Cámara de los Lores en la causa de los demandantes y señalaba que el
Gobierno no había tratado de renovar las disposiciones criticadas de la Ley de 2001 en marzo
de 2005. Se felicitaba por la sentencia en cuestión, cuyas conclusiones se unían a las
expresadas en el dictamen que él había emitido previamente y por la puesta en libertad de los
demandantes, puntualizando que su visita le permitía dar testimonio personal del «estado de
extrema agitación psicológica en el que se hallaban muchos de [ellos]». Las entrevistas
mantenidas, entre otros, con el Ministro del Interior, el Lord Chancellor, el Attorney General,
el Lord Chief Justice y el Director of Public Prosecutions le llevaron a concluir lo siguiente
sobre las medidas del ordenamiento jurídico británico para luchar contra la amenaza
terrorista:
«Las actividades terroristas no solamente deben, sino que pueden combatirse en el marco actual del
sistema de derechos humanos que permite mantener un equilibrio, en las cuestiones relativas a la
seguridad nacional, entre los derechos individuales y el interés general y prevé el recurso a facultades
especiales proporcionadas. Para ello son necesarias unas fuerzas del orden bien equipadas, la
cooperación internacional y la aplicación efectiva de la Ley. Cabe señalar, a este respecto, que con la
Ley antiterrorista de 2000 (...) el Reino Unido dispone ya de una de las legislaciones antiterroristas más
firmes y completas de Europa».
E. El Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de todas las formas de
Discriminación Racial
105. El apartado 17 de las observaciones finales del Comité sobre el Reino Unido, publicadas
el 10 de diciembre de 2003, dice así:
«17. El Comité está profundamente preocupado por las disposiciones de la Ley de 2001 de Seguridad
contra el Terrorismo y la Delincuencia que prevé la detención sin imputación o juicio de no nacionales
sospechosos de llevar a cabo actividades relacionadas con el terrorismo en trámite de expulsión del
Reino Unido.
Tomando nueva nota de la preocupación del Estado Parte en materia de seguridad nacional, el Comité
le recomienda lograr un equilibrio entre esta preocupación, por un lado y la protección de los derechos
humanos y sus obligaciones jurídicas internacionales, por otro. A este respecto, se llama la atención del
Estado parte sobre la declaración del Comité de 8 de marzo de 2002, en la que subraya la obligación
que corresponde a los Estados de velar por que “las medidas adoptadas para luchar contra el terrorismo
no tengan como objetivo o efecto causar una discriminación por razones de raza, color, ascendencia u
origen nacional o étnico”».
IV. OTROS DOCUMENTOS APLICABLES DEL CONSEJO DE EUROPA
A. La Resolución 1271 (2002) de la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa
106. En el apartado 9 de su Resolución 1271 (2002), aprobada el 24 de enero de 2002, la
Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa formuló la siguiente recomendación:
43
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
«En su lucha contra el terrorismo, los Estados miembros del Consejo de Europa no deberían introducir
derogaciones al Convenio europeo de Derechos Humanos».
En el apartado 12 de esta resolución, llamaba a los Estados miembros a
«abstenerse de utilizar el artículo 15 del Convenio europeo de Derechos Humanos para limitar los
derechos y las libertades garantizados por el artículo 5 del Convenio (derecho a la libertad y a la
seguridad)».
Ningún otro Estado miembro del Consejo de Europa, además del Reino Unido, derogó el
artículo 5.1 al día siguiente del 11 de septiembre de 2001.
B. El Comité de Ministros del Consejo de Europa
107. Dando cumplimiento a la reunión celebrada el 14 de noviembre de 2001 sobre «las
democracias frente al terrorismo»(CM/AS(2001) Rec 1534), el Comité de Ministros adoptó el
11 de julio de 2002 las «Líneas directrices sobre los derechos humanos y la lucha
antiterrorista», cuyas disposiciones aplicables dicen así:
« I. Obligación de los Estados de proteger a cualquier persona contra el terrorismo
Los Estados tienen la obligación de tomar las medidas necesarias para proteger los derechos
fundamentales de las personas que dependen de su jurisdicción frente a actos terroristas, muy
especialmente su derecho a la vida. Esta obligación positiva justifica plenamente la lucha de los Estados
contra el terrorismo, respetando las presentes líneas directrices.
II. Prohibición de la arbitrariedad
Las medidas tomadas por los Estados para luchar contra el terrorismo deben respetar los derechos
humanos y el principio de primacía del derecho, excluyendo toda arbitrariedad, así como todo trato
discriminatorio o racista y deben ser objeto de un control apropiado».
C. La Comisión europea contra el Racismo y la Intolerancia («ECRI»)
108. En sus recomendaciones de política general publicadas el 8 de junio de 2004, la ECRI
declaró que el Estado tenía el deber de combatir el terrorismo. Subrayó que la respuesta a esta
amenaza no debía en sí misma vulnerar los valores de la libertad, la democracia, la justicia, la
primacía del derecho, los derechos humanos y el derecho humanitario. Puntualizó que la lucha
antiterrorista no debía convertirse en un pretexto que permitiese a la discriminación racial
desarrollarse y señaló que la lucha contra el terrorismo emprendida a partir del 11 de
septiembre de 2001 había implicado, en algunos casos, la aprobación de legislaciones
discriminatorias, concretamente por razones de nacionalidad, origen nacional o étnico y
religión. Declarando que correspondía a los Estados miembros ordenar que la lucha
antiterrorista no tuviese un impacto negativo en ningún grupo minoritario, les recomendaba
«examinar la legislación y normativas aprobadas en el marco de la lucha antiterrorista para asegurarse
de que no establecen una discriminación directa o indirecta contra las personas o grupos de personas,
sobre todo por razones de raza, color, lengua, religión, nacionalidad u origen nacional o étnico y
derogar cualquier legislación discriminatoria de este tipo».
V. LA NOCIÓN DE «PELIGRO PÚBLICO» EN VIRTUD DEL ARTÍCULO 4 DEL
PACTO INTERNACIONAL DE DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS («PIDCP»)
109. El artículo 4.1 del PIDCP establece:
44
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
«En situaciones excepcionales que pongan en peligro la vida de la nación y cuya existencia haya sido
proclamada oficialmente, los Estados Partes en el presente Pacto podrán adoptar disposiciones que, en
la medida estrictamente limitada a las exigencias de la situación, suspendan las obligaciones contraídas
en virtud de este Pacto, siempre que tales disposiciones no sean incompatibles con las demás
obligaciones que les impone el derecho internacional y no entrañen discriminación alguna fundada
únicamente en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u origen social».
En primavera de 1984, 31 especialistas en Derecho Internacional se reunieron en
Siracusa (Italia) para debatir entre otras esta disposición, convocados por la Comisión
Internacional de Juristas, la Asociación Internacional de Derecho Penal, la Asociación
Estadounidense para la Comisión Internacional de Juristas, el Instituto Urban Morgan
de Derechos Humanos y el Instituto Internacional de Estudios Superiores de Ciencias
Penales. Bajo la rúbrica «Situaciones excepcionales que pongan en peligro la vida de
la nación», los apartados 39 y 40 de los «Principios de Siracusa sobre las
Disposiciones de Limitación y Derogación del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos» establecen:
«39. Un estado parte solamente puede adoptar medidas para suspender sus obligaciones en virtud del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de conformidad con lo dispuesto en el artículo 4º
(en lo sucesivo denominadas “medidas de derogación”) cuando se enfrente con una situación
excepcional y un peligro real o inminente que amenace la vida de la nación cuando:
a) Afecte a toda la población y a todo el territorio del estado o a parte de él, y
b) Amenace la integridad física de la población, independencia política o la integridad territorial del
Estado o la existencia o el funcionamiento básico de instituciones indispensables para asegurar y
proteger los derechos reconocidos en el Pacto.
40. El conflicto interno y la agitación que no representen una amenaza grave e inminente a la vida de la
nación no puede justificar las derogaciones en virtud del artículo 4».
El apartado 54 de los Principios en cuestión dice así:
«54. El principio de necesidad estricta se aplicará de manera objetiva. Toda medida responderá a un
peligro real, claro, presente o inminente y no se podrán imponer simplemente por temor a un posible
peligro».
110. El apartado 2 de la Observación General 29 sobre el artículo 4 del PIDCP del Comité de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas el 24 de julio de 2001 dice así:
«Las medidas que deroguen las disposiciones del Pacto deben ser de carácter excepcional y
provisional».
VI. OTROS DOCUMENTOS RELATIVOS A LA NO DIVULGACIÓN DE PRUEBAS EN
ASUNTOS DE SEGURIDAD NACIONAL
111. En el apartado 53 de la Sentencia dictada por el Tribunal Supremo de Canadá en el
asunto Charkaoui contra Ministro de la Ciudadanía y la Inmigración ([2007] 1 SCR 350), la
Juez ponente McLachlin se expresó así:
«Último elemento que, sin embargo, no es el menor, una audiencia equitativa supone que el interesado
sea informado de las acusaciones formuladas contra él y tenga la posibilidad de responder a las
mismas».
45
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
En los apartados 57-58 de la sentencia en cuestión, puntualizó que este derecho no era
absoluto y que podía ser limitado por consideraciones de seguridad nacional. Sin embargo,
proseguía así (apartado 64 de la sentencia):
«(...) El Juez no puede compensar la falta de un examen aclarado, una impugnación o una contraprueba
por una persona competente en la causa. Ahora bien, tal examen es precisamente lo que requiere el
principio según el cual una persona cuya libertad está en juego debe saber lo que se le imputa. En el
caso de autos, este principio no ha sido simplemente restringido, sino que ha sido vaciado de su
sustancia. ¿Cómo se puede demostrar la falsedad de unas acusaciones de las que se ignora todo?»
112. Al expresarse en nombre de la mayoría del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en
la Sentencia Hamdi contra Rumsfeld (542 US 507 [2004]), la Juez O’Connor declaró (pg.
533):
«A la vista de lo que antecede, concluimos que a un ciudadano detenido que no esté de acuerdo con su
consideración de combatiente enemigo y desee impugnarla, se le deben comunicar los hechos en virtud
de los cuales se le ha aplicado tal categoría y debe tener también la posibilidad de que un órgano o
instancia neutral fiscalice las acusaciones fácticas del gobierno [referencia jurisprudencial]. El
contenido esencial del aspecto procesal del proceso equitativo ha sido definido hace más de un siglo:
los justiciables cuyos intereses se ven afectados tienen derecho a ser oídos. Para ejercer este derecho, se
les deberán notificar previamente [los hechos que se les imputan] (...). No se deben debilitar las
garantías constitucionales».
113. El Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, en el apartado 21 de su
informe de 8 de junio de 2005 (apartado 104 supra), y la Comisión mixta parlamentaria de
Derechos Humanos (apartado 100 supra), en el apartado 76 de su duodécimo informe sobre la
sesión 2005-2006 (HL Paper 122, HC 915), se declararon reticentes a admitir que una
audiencia en cuyo marco una persona bajo control podía ser objeto de una decisión
desfavorable basada en pruebas que no había podido realmente impugnar o rebatir, se pudiese
considerar equitativa.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. SOBRE LAS VIOLACIONES DEL ARTÍCULO 3 DEL CONVENIO Y DEL ARTÍCULO
13 EN RELACIÓN CON EL ARTÍCULO 3
114. Los demandantes alegan que su reclusión en base al Título 4 de la Ley de 2001 vulneró
sus derechos en virtud del artículo 3, el cual establece:
«Nadie podrá ser sometido a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes».
Se quejan, además, de haber sido privados de un recurso efectivo para elevar sus quejas
relativas al artículo 3, en violación del artículo 13 del Convenio, que dispone:
«Toda persona cuyos derechos y libertades reconocidos por el presente Convenio hayan sido violados
tiene derecho a la concesión de un recurso efectivo ante una instancia nacional, incluso cuando la
violación haya sido cometida por personas que actúen en el ejercicio de sus funciones oficiales».
A.Tesis de los comparecientes
1.Tesis de los demandantes
115. Los interesados subrayan que su presencia en el territorio británico se debe a que
ninguno de ellos estaba seguro en su propio país o en otro lugar que no fuese el Reino Unido.
46
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
El primer demandante, palestino apátrida, no tendría otro lugar al que ir. Algunos de los
demandantes han sufrido torturas antes de llegar a este país. La Ley de 2001 obligó a los
interesados a elegir entre unas condiciones de detención en su opinión intolerables y el trato
que corrían el riesgo de sufrir si aceptaban su expulsión. Además, las experiencias sufridas en
el pasado y los trastornos tanto psíquicos como físicos que padecían, aumentaban su
vulnerabilidad a los efectos nefastos de la detención arbitraria. El carácter discriminatorio de
su reclusión –medida aplicable solamente a los extranjeros al amparo de la Ley de 2001–
había agravado su angustia.
116. El régimen penitenciario de alta seguridad vigente en la prisión de Belmarsh y el hospital
de Broadmoor eran inadecuados y perjudiciales para su salud. Dicho esto, el sufrimiento de
una intensidad anormal que excedía el inherente a la privación de libertad experimentada por
los demandantes, estaba ligado principalmente al carácter indeterminado de su duración, cuyo
fin no podían discernir, y a su prolongación efectiva. Otras características del régimen de
excepción al que estaban sometidos, en particular la confidencialidad de las pruebas admitidas
contra ellos, habían agravado esta situación. El hecho de que la indiferencia de las autoridades
por la suerte de los interesados hubiese recibido la unción legislativa, no atenuaba en nada el
sufrimiento que les habría causado esta situación.
117. El efecto acumulado de estos factores provocó una profunda angustia en los
demandantes. De las constataciones médicas efectuadas por el CPT y el grupo de psiquiatras
consultantes, así como de los informes establecidos por ellos (apartados 101 y 76 supra) se
desprendería que el régimen de reclusión criticado había provocado también un trauma en los
interesados o los había expuesto a un alto riesgo de padecer un trauma y que había tenido
graves consecuencias en el caso de los demandantes primero, quinto, séptimo y décimo.
118. A lo largo del período en el que los interesados estuvieron privados de libertad, la SIAC
no podía ejercer de forma efectiva la facultad que le asistía de conceder la libertad
condicional, primero porque el alcance de su competencia en la materia no estaba claramente
definido, porque el procedimiento ante ella había sufrido dilaciones y, por último, porque los
criterios de concesión de tal medida eran demasiado severos. En efecto, los candidatos a la
libertad condicional tenían que demostrar que, «según toda probabilidad», su mantenimiento
en prisión degradaba su salud física o mental hasta el punto de poder considerarlo un trato
inhumano y degradante contrario al artículo 3. La libertad condicional era calificada de
«medida excepcional» que sólo se podía conceder en «situaciones extremas». Incluso en tales
casos, el arresto domiciliario habría sido la única otra posibilidad aparte de la reclusión
(apartado 78 supra).
2. Tesis del Gobierno
119. El Gobierno niega que se hayan violado los derechos de los demandantes en virtud del
artículo 3. La SIAC y el Tribunal de apelación rechazaron las quejas elevadas por los
interesados en el ámbito del artículo 3 y la Cámara de los Lores estimó inútil examinarlas
(apartados 15, 16 y 22 supra).
120. La privación de libertad sin inculpación no es en sí contraria al artículo 3; el artículo 5.1
lo autoriza en muchas situaciones. Los demandantes fueron encarcelados por una duración
indeterminada pero no indefinida. La validez de la Ley sobre cuya base se adoptó esta medida
se limitaba a cinco años y era sometida a un procedimiento de confirmación anual por las dos
cámaras del Parlamento. Además, la privación de libertad de cada uno de los demandantes
estaba subordinada a la cuestión de si su situación continuaba justificando tal medida –
concretamente desde el punto de vista de la intensidad de la amenaza que representaba para la
seguridad nacional y la posibilidad de expulsarlo a un país seguro– y era objeto de un control
semestral por la SIAC. Las autoridades dieron a cada demandante tantas informaciones como
47
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
era posible sobre los motivos de sus sospechas y todos los indicios comunicables en los que se
basaban. Los interesados dispusieron de un procedimiento lo más equitativo posible para
impugnar los motivos de su detención. Asimismo, la SIAC tenía la facultad de concederles,
en su caso, la libertad condicional. En estas condiciones, no se podría decir que los
demandantes fueron detenidos sin perspectiva de ser puestos en libertad. Por el contrario, el
régimen al que estaban sometidos les permitía pedir su liberación y establecía un control
judicial obligatorio de la legalidad y proporcionalidad del mantenimiento de su privación de
libertad teniendo en cuenta el conjunto de circunstancias. Por otra parte, tenían la posibilidad
de abandonar el Reino Unido, solución elegida por el segundo y cuarto de ellos.
121. Considerados muy peligrosos para la seguridad nacional, los interesados fueron
sometidos a un régimen penitenciario de alta seguridad que no era ni inhumano ni degradante.
Todos recibieron atención adaptada a sus trastornos físicos y mentales. Para determinar su
lugar de detención y pronunciarse sobre la oportunidad de su puesta en libertad condicional,
las autoridades procedieron a un examen individual de su situación, teniendo especialmente
en cuenta el estado de su salud mental. Los interesados se negaron a ocupar la unidad
acondicionada especialmente para ellos en la prisión de Woodhill (apartado 71 supra).
122. En la medida en que denuncian a título individual sus condiciones de detención y su
situación personal, los demandantes no han agotado las vías de derecho internas al no haber
ejercido los recursos pertinentes. Cada queja dirigida contra el régimen de reclusión habría
podido dar lugar a una acción judicial distinta. Obligada a cumplir la Ley de Derechos
Humanos de 1998 (apartado 94 supra), la Administración penitenciaria habría sido la
responsable, en virtud del artículo 6.1 de dicho texto, de ofrecer a los demandantes unas
condiciones de detención compatibles con sus derechos al amparo del artículo 3 del
Convenio. En cuanto a las quejas de los interesados relativas al carácter pretendidamente
indeterminado de la duración de su privación de libertad en el terreno del artículo 3,
convendría constatar que ésta estaba prevista en la legislación primaria, a saber el Título 4 de
la Ley de 2001. Ahora bien, el artículo 13 no llega a exigir un recurso por el que se pueda
impugnar, ante una instancia nacional, una disposición que procede de una opción legítima
del legislador.
B. Valoración del Tribunal
1. Sobre la admisibilidad
123. El Tribunal señala que el segundo demandante fue detenido el 19 de diciembre de 2001,
en base al Título 4 de la Ley de 2001 y que fue puesto en libertad el 22 de diciembre de 2001,
después de que decidiese –voluntariamente– regresar a Marruecos (apartado 35 supra).
Habida cuenta de la brevedad de la reclusión del interesado –unos días solamente– y la
ausencia de todo elemento que haga pensar que hubiese sufrido en este período una
experiencia de una intensidad que excedía el nivel de sufrimiento inherente a la privación de
libertad, el Tribunal estima que la queja formulada por él, en el terreno del artículo 3, carece
manifiestamente de fundamento en el sentido del artículo 35.3 del Convenio.
Al tener por objeto el artículo 13 garantizar la existencia de un recurso interno por medio del
cual hacer valer una «queja defendible» basada en el Convenio (ver, por ejemplo, Sentencia
Ramírez Sánchez contra Francia [GS], núm. 59450/2000, ap. 157, TEDH 2006-IX), la queja
del interesado fundada en esta disposición también carece manifiestamente de fundamento.
De ello se deduce que se han de desestimar los dos motivos planteados por el segundo
demandante.
124. El Tribunal señala que el Gobierno reprocha a los interesados no haber ejercido el
recurso que les ofrecía la Ley de 1998. Señalando que estos últimos alegan, desde el punto de
48
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
vista del artículo 13, no haber dispuesto de un recurso efectivo para hacer valer sus quejas en
virtud del artículo 3, el Tribunal estima deber unir la excepción de no agotamiento de las vías
de recurso internas planteada por el Gobierno al examen del fondo de las quejas relativas a las
disposiciones en cuestión.
125. El Tribunal considera que los demandantes –a excepción del segundo de ellos– formulan
alegaciones, sobre los citados artículos del Convenio, en las que se plantean cuestiones
fácticas y jurídicas complejas que sólo se pueden resolver tras un examen del fondo de la
demanda. De ello se deduce que esta parte de la demanda no carece manifiestamente de
fundamento, en el sentido del artículo 35.2 del Convenio. No habiéndose planteado ningún
otro motivo de inadmisibilidad, debe estimarla.
2. Sobre el fondo
a) Principios generales
126. Plenamente consciente de las dificultades que encuentran los Estados para proteger a su
población de la violencia terrorista, el Tribunal ve en ello una razón de más para subrayar que
el artículo 3 del Convenio consagra uno de los valores más importantes de las sociedades
democráticas. Esta disposición no prevé limitaciones, en lo que contrasta con la mayoría de
las cláusulas normativas del Convenio y de los Protocolos núm. 1 y 4 y, según el artículo
15.2, no autoriza ninguna excepción, ni siquiera en situaciones de peligro público que
amenace la vida de la nación. Incluso en las circunstancias más difíciles, como la lucha
antiterrorista, y cualesquiera que sean las acciones de la persona en cuestión, el Convenio
prohíbe en términos absolutos la tortura y los tratos o penas inhumanas o degradantes (
Sentencia Ramírez Sánchez, previamente citada, aps. 115-116).
127. Para enmarcarse en el ámbito de cobertura del artículo 3, un maltrato debe alcanzar un
grado mínimo de gravedad cuya apreciación depende del conjunto de datos de la causa,
concretamente de la duración del maltrato y de sus efectos físicos o mentales así como, en
ocasiones, del sexo, la edad y el estado de salud de la víctima ( Sentencia Kafkaris contra
Chipre [GS], núm. 21906/2004, ap. 95, ...). El Tribunal ha considerado un trato «inhumano»,
principalmente cuando se ha aplicado con premeditación durante horas y haber causado, si no
verdaderas lesiones, por lo menos sufrimientos físicos y morales, y que es «degradante»
porque puede inspirar en sus víctimas sentimientos de miedo, angustia e inferioridad que los
humillaban y envilecían (ver, entre otras, Sentencia Kudła contra Polonia [GS], núm.
30210/1996, ap. 92, TEDH 2000-XI). Al determinar si una pena o un trato es «degradante» en
el sentido del artículo 3, el Tribunal examinará si la finalidad era humillar o rebajar a la
víctima y si, considerados sus efectos, la medida ha afectado o no a la personalidad de ésta de
forma incompatible con el artículo 3. Sin embargo, la ausencia de tal finalidad no excluye
definitivamente la constatación de violación de esta disposición. Por último, para que una
pena o el trato que la acompaña sean «inhumanos» o «degradantes», el sufrimiento o la
humillación deben, en todo caso, ir más allá de los que implica inevitablemente una forma
concreta de trato o pena legítimos ( Sentencia Ramírez Sánchez, previamente citada, aps. 118119).
128. El artículo 3 impone al Estado la obligación positiva de asegurar que todo prisionero lo
sea en condiciones compatibles con el respeto de la dignidad humana y que las modalidades
de ejecución de la medida no sometan al interesado a un desamparo o a una prueba de una
intensidad tal que exceda el nivel inevitable de sufrimiento inherente a la privación de libertad
(Sentencia Kudła, previamente citada, aps. 92-94). Aunque no puede deducirse una obligación
general de liberar a un preso por motivos de salud, esta disposición impone al Estado proteger
la integridad física y mental de las personas privadas de libertad, concretamente mediante la
49
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
atención médica requerida ( Sentencias Hurtado contra Suiza, 28 enero 1994, dictamen de la
Comisión, ap. 79, serie A núm. 280-A; Mouisel contra Francia, núm. 67263/2001, ap. 40,
TEDH 2002-IX; Aerts contra Bélgique, 30 julio 1998, Repertorio 1998-V, ap. 66; y Keenan
contra Reino Unido, núm. 27229/1995, ap. 111, TEDH 2001-III). Por otra parte, cuando se
evalúan las condiciones de reclusión, se han de tener en cuenta sus efectos acumulativos y las
acusaciones específicas del demandante (Sentencia Ramírez Sánchez, previamente citada, ap.
119). Infligir a un adulto una pena perpetua e incomprensible de reclusión que excluya toda
esperanza de puesta en libertad puede plantear una cuestión desde el punto de vista del
artículo 3, pero cuando el derecho interno ofrece la posibilidad de revisar la pena perpetua con
el fin de conmutarla, suspenderla o concluirla o incluso poner en libertad condicional al preso,
se cumplen las exigencias de esta disposición (Sentencia Kafkaris, previamente citada, aps.
97-98).
b) Aplicación de los citados principios a los hechos de la causa
129. El Tribunal señala que tres de los demandantes permanecieron recluidos durante
aproximadamente tres años y tres meses y los demás durante períodos más cortos. Durante
gran parte de su detención, todos los interesados no tuvieron la posibilidad de prever en qué
momento serían puestos en libertad, ni siquiera de saber si lo serían algún día. Basándose en
las constataciones efectuadas en el informe conjunto de los psiquiatras consultantes, sostiene
que el carácter indeterminado de la duración de su reclusión les causó importantes desórdenes
psicológicos o agravó los trastornos preexistentes. El Gobierno niega estas acusaciones y
remite a las conclusiones del informe del doctor J., las cuales critican la metodología que
siguen los autores del informe conjunto (apartados 76-77 supra).
130. Para el Tribunal, la incertidumbre que caracterizaba la suerte de los demandantes y el
temor suscitado por la perspectiva de una detención ilimitada no dejaron de provocar en ellos
–como sin duda en todo detenido que se hallase en una situación idéntica– una angustia y
desamparo profundos. Además, es verosímil que el estrés al que fueron sometidos fuese
suficientemente grave y duradero para afectar la salud mental de algunos de ellos. Se trata
éste de un criterio –entre otros–, que el Tribunal utilizará para determinar si se ha alcanzado el
grado de gravedad exigido para aplicar el artículo 3.
131. Sin embargo, no se puede decir que se hubiese privado a los demandantes de toda
esperanza o perspectiva de liberación (Sentencia Kafkaris, previamente citada, ap. 98), en
particular porque pudieron impugnar judicialmente la legalidad del régimen de reclusión
previsto por la Ley de 2001 y obtuvieron una decisión favorable ante la SIAC el 30 de julio de
2002 y la Cámara de los Lores el 16 de diciembre de 2004. Además, cada uno de ellos pudo
ejercer, a título individual, un recurso contra la certificación que le afectaba y la SIAC tenía la
obligación legal de revisar cada seis meses la legalidad del mantenimiento de su privación de
libertad. En estas condiciones, las medidas impuestas a los demandantes no se asimilan a una
pena perpetua e incomprensible susceptible de plantear una cuestión, como en el asunto
Kafkaris, desde el punto de vista del artículo 3.
132 En lo que respecta a la acusación de los interesados según la cual sus condiciones de
detención a padecer un sufrimiento de intensidad intolerable, el Tribunal constata que los
autores del informe psiquiátrico conjunto criticaron el sistema médico penitenciario y
juzgaron que los complejos problemas de salud de los demandantes no fueron atendidos
correctamente. Señala que el CPT también se declaró preocupado por este estado de cosas,
formuló observaciones precisas sobre las condiciones de reclusión de los interesados y estimó
que «para algunos de ellos su situación durante la visita podría considerarse semejante a un
trato inhumano y degradante». Señala que el Gobierno negó firmemente los reproches en
cuestión en su respuesta al informe del CPT (apartados 101-102 supra).
50
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
133. El Tribunal señala que cada uno de los demandantes disponía de las mismas vías de
recurso administrativas y civiles que los demás presos para quejarse de sus condiciones de
reclusión, concretamente para hacer valer sus quejas relativas a la insuficiencia de la atención
médica dispensada. Al no haber ejercido los recursos en cuestión, los interesados no han
satisfecho la exigencia del agotamiento previo de las vías de recurso internas que establece el
artículo 35 del Convenio. Por lo tanto, el Tribunal no puede conocer sus quejas en lo que
respecta a las condiciones de detención; en consecuencia, no puede tener éstas en cuenta a la
hora de apreciar globalmente, a los efectos del artículo 3, el trato que se confirió.
134. Habida cuenta del conjunto de las circunstancias de la causa, el Tribunal estima que la
situación sufrida por los interesados debido a su detención no alcanzó el grado de gravedad
elevado a partir del cual se puede considerar un trato inhumano o degradante.
135. Los demandantes se quejan asimismo de no haber dispuesto de un recurso efectivo que
les hubiese permitido hacer valer su queja relativa al artículo 3 y denuncian la violación del
artículo 13. A este respecto, el Tribunal recuerda haber constatado anteriormente que los
interesados disponían de recursos civiles y administrativos que podían haber ejercido si
hubiesen querido para impugnar sus condiciones de reclusión. En cuanto al elemento esencial
de la queja que formulan, según el cual el régimen de detención que establece el Título 4 de la
Ley de 2001 era por naturaleza incompatible con el artículo 3 del Convenio, el Tribunal
recuerda que el artículo 13 no llega a exigir un recurso por el que se pueda denunciar, ante
una autoridad interna, que las Leyes de un Estado contratantes son contrarias como tales al
Convenio ( Sentencias James y otros contra Reino Unido, 21 febrero 1986, ap. 85, serie A
núm. 98; Roche contra Reino Unido [GS], núm. 32555/1996, ap. 137, TEDH 2005-X).
136. En consecuencia, el Tribunal concluye que no ha habido violación del artículo 3, de
forma aislada o en relación con el artículo 13.
II. SOBRE LA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 5.1 DEL CONVENIO
137. Los demandantes sostienen que su detención era ilegal y contraria al artículo 5.1 del
Convenio.
138. En su escrito inicial de alegaciones sometido al Tribunal después de que la Sala le
hubiese dado traslado de la demanda, el Gobierno indicó que no mencionaría la derogación
establecida en virtud del artículo 15 como medio de defensa contra la queja formulada por los
demandantes en el terreno del artículo 5.1, al considerar que la Cámara de los Lores se había
pronunciado sobre este extremo en contra del Gobierno. Puntualizó que, por el contrario,
quería centrar su defensa en la demostración de la legalidad de la detención de los interesados
con vistas a su expulsión respecto al artículo 5.1.
Sin embargo, en su escrito de alegaciones presentado ante la Gran Sala el 11 de febrero de
2008, anuncia por primera vez su intención de alegar que la detención de los demandantes en
ningún caso se podía considerar contraria al artículo 5.1 puesto que la derogación comunicada
por el Reino Unido en virtud del artículo 15, era válida.
139. Los pasajes aplicables del artículo 5.1 disponen:
«1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad. Nadie puede ser privado de su libertad,
salvo en los casos siguientes y con arreglo al procedimiento establecido por la Ley:
(...)
f) Si se trata de la detención o de la privación de libertad, conforme a derecho, de una persona para
impedir que su entrada ilegal en el territorio o contra la cual esté en curso un procedimiento de
expulsión o extradición».
El artículo 15 del Convenio enuncia:
«1. En caso de guerra o de otro peligro público que amenace la vida de la nación, cualquier Alta Parte
51
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
Contratante podrá tomar medidas que deroguen las obligaciones previstas en el presente Convenio en la
estricta medida en que lo exija la situación, y a condición de que tales medidas no estén en
contradicción con las restantes obligaciones que dimanan del derecho internacional.
2. La disposición precedente no autoriza ninguna derogación del artículo 2, salvo para el caso de
muertes resultantes de actos lícitos de guerra, ni de los artículos 3, 4 (párrafo 1) y 7.
3. Toda Alta Parte Contratante que ejerza este derecho de derogación tendrá plenamente informado al
Secretario General del Consejo de Europa de las medidas tomadas y de los motivos que las han
inspirado. Deberá igualmente informar al Secretario General del Consejo de Europa de la fecha en que
esas medidas hayan dejado de estar en vigor y las disposiciones del Convenio vuelvan a tener plena
aplicación».
A. Tesis de las partes
1. Tesis de los demandantes
140. Los demandantes sostienen que, ante los tribunales británicos, el Gobierno trató de que
no se reconociese que habían estado privados de libertad como «persona[s] contra la[s] cual
[es] est[aba] en curso un procedimiento de expulsión o extradición», prefiriendo invocar la
derogación establecida en virtud del artículo 15. En estas condiciones, el Gobierno cometería
un abuso e iría contra el principio de subsidiariedad al exponer un argumento nuevo ante el
Tribunal: se debería declarar que ha prescrito su derecho a hacerlo.
141. Suponiendo que el Tribunal crea poder examinar el motivo planteado por el Gobierno,
sería importante ser conscientes de que la garantía que enuncia el artículo 5.1 tiene un valor
fundamental y que las excepciones que admite requieren una interpretación estricta. Una
persona cuya expulsión es imposible debido a que existe un riesgo de que sufra un trato
contrario al artículo 3 en el país de destino –situación en la que se hallaban los interesados–
no podría ser privada de libertad sobre la base del artículo 5.1 f), ni siquiera si representase un
peligro para la seguridad nacional. El mero hecho, para las autoridades, de seguir examinando
las posibilidades de proceder a una expulsión no podría calificarse de «acción (...) entablada
con vistas a la expulsión» sino solamente de trámite, ajeno a todo procedimiento de represión
en curso, susceptible de conducir a una expulsión. Sería arbitrario ordenar una detención
basada en un «trámite» tan incierto e impreciso. Además, el Gobierno habría estimado
manifiestamente, en el período en el que la SIAC examinaba los recursos interpuestos por los
demandantes (de julio de 2002 a octubre de 2003), que era imposible expulsar a los
interesados sin vulnerar el artículo 3 y que no había lugar a emprender negociaciones al
respecto con los países susceptibles de acogerlos. En estas condiciones, no se puede decir que
el Gobierno continuara «examinando de cerca» las posibilidades de expulsión.
142. El Gobierno cometería un abuso al anunciar en una fase tan avanzada del procedimiento
ante la Gran Sala su intención de impugnar la anulación del decreto de derogación
pronunciada por la Cámara de los Lores. Sería contrario al artículo 19 y al principio de
subsidiariedad que un Estado solicite al Tribunal que controle los errores fácticos o jurídicos
pretendidamente cometidos por sus propios tribunales, en este caso los de la Cámara de los
Lores al juzgar que las disposiciones legales en litigio no eran estrictamente necesarias y que
establecían una discriminación injustificada. La postura del Gobierno de impugnar las
conclusiones establecidas por el más Alto Tribunal británico sobre una legislación derogada
por el Parlamento tendría por objeto limitar los derechos humanos reconocidos en derecho
interno, en violación del artículo 53 del Convenio. Habiendo sido anuladas las disposiciones
en litigio y retirada la derogación, el Gobierno trataría en realidad de obtener del Tribunal un
dictamen consultivo del que poder hacer uso posteriormente. Además, autorizarlo a persistir
en esta vía repercutiría de forma importante en el derecho al recurso individual consagrado
52
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
por el artículo 34, puesto que podría disuadir a los justiciables de recurrir al Tribunal por
temor a que los Estados tratasen de oponerse a las decisiones de su propia jurisdicción
suprema.
143. En el caso en el que el Tribunal decidiese controlar la legalidad de la derogación, debería
prohibir al Gobierno exponer unos argumentos que no ha invocado ante los tribunales
internos, concretamente la tesis según la cual era legítimo, para las autoridades, reservar la
detención a los extranjeros sospechosos de ser terroristas internaciones y excluir del campo de
aplicación de esta medida a los ciudadanos británicos porque tenían interés en cultivar la
lealtad de los ciudadanos musulmanes en lugar de exponerlos a la amenaza de la detención,
con el riesgo de radicalizarlos, y que ello les permitía liberar medios de la fuerza pública para
centrarlos en los ciudadanos británicos (apartado 151 infra). En opinión de los interesados, al
tratar el Gobierno de justificar la derogación con argumentos que nunca invocó ante los
tribunales internos, estaría pidiendo al Tribunal que actuase como primera instancia y se
pronunciase sobre cuestiones muy controvertidas.
144. Asimismo, si el Tribunal abordase esta cuestión, no tendría ninguna razón para conceder
un peso particular a las conclusiones de los tribunales británicos sobre la cuestión de si había
un peligro en el sentido del artículo 15. No existiría ningún precedente jurisprudencial en
apoyo de la tesis según la cual se puede calificar así al temor vago de sufrir atentados
terroristas cuya inminencia no ha sido demostrada. En la jurisprudencia del Convenio, todas
las decisiones dictadas en la materia se refieren a casos en los que se habían establecido
derogaciones para luchar contra un terrorismo activo que amenazaba de forma fiable toda la
infraestructura de Irlanda del Norte o del sudeste de Turquía. Las autoridades británicas
habrían cometido un error de interpretación al pensar que el artículo 15 permitía una
derogación en una situación en la que la amenaza no afectaba precisamente al Reino Unido
sino más bien a otros países aliados.
145. En cualquier caso, tal y como juzgó la Cámara de los Lores, «la situación no exigía
estrictamente» la aprobación del Título 4 de la Ley de 2001 y sus disposiciones que
autorizaban la detención sin inculpación de ciudadanos extranjeros por una duración
indeterminada. Las medidas en litigio no dependerían lógicamente de la necesidad de prevenir
un atentado terrorista en el Reino Unido y establecerían una discriminación injustificable
basada en la nacionalidad. A la vista de las pruebas secretas y de los elementos no
confidenciales que obraban en su poder, la SIAC constató que existían pruebas abundantes de
la gravedad de la amenaza proveniente de ciudadanos británicos. Nada podría justificar la idea
de que el derecho fundamental a la libertad es menos importante para un extranjero que para
un ciudadano. Según el principio establecido en el derecho interno, en el derecho del
Convenio y en Derecho Internacional público, los extranjeros gozan del derecho a la igualdad
de trato, salvo en el ámbito de la inmigración y en materia política. Las autoridades podrían
haber impedido la amenaza terrorista por medio de disposiciones menos opresivas, tales como
las medidas de control previstas por la Ley de 2005 de prevención del terrorismo, la creación
de delitos que permitiesen perseguir a personas implicadas en la preparación de actos
terroristas o el levantamiento de la prohibición del uso de la información obtenida mediante la
intervención de las comunicaciones en el marco de una instancia penal.
2. Tesis del Gobierno
146. El Gobierno aduce que el Derecho Internacional reconoce a los Estados contratantes el
derecho fundamental a controlar la entrada, la estancia y la expulsión de los extranjeros.
Habría que poder invocar una disposición clara para concluir que los Estados Parte en el
Convenio han querido renunciar, con su adhesión a este instrumento, a la posibilidad de
53
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
protegerse ellos mismos frente a una amenaza sobre la seguridad nacional proveniente de
extranjeros. En el lenguaje común, la expresión «esté en curso un procedimiento de
extradición o de expulsión» aludiría a la situación en la que un Estado contratante deseoso de
expulsar a un extranjero sólo se abstiene de ejecutar tal medida por razones contingentes y
externas, mientras sigue examinando de cerca las posibilidades de proceder a ello. En la
citada Sentencia Chahal, la privación de libertad durante más de seis años de una persona que,
durante dicho período, no había sido expulsable durante más de tres años debido a una medida
provisional indicada por la Comisión, se consideró compatible con el artículo 5.1 f).
147. A cada uno de los interesados se notificó un aviso de expulsión y un certificado expedido
sobre la base de la Ley de 2001. Al escoger regresar a Marruecos y Francia, respectivamente,
los demandantes segundo y cuarto obtuvieron la autorización de abandonar suelo británico en
cuanto fuese posible. Por consiguiente, su situación no plantearía ninguna cuestión al amparo
del artículo 5.1. Las autoridades examinaron activamente las posibilidades de proceder a la
expulsión de los otros demandantes a lo largo de período en el que permanecieron recluidos,
concretamente controlando la evolución de la situación en su país de origen. A finales de
2003, entablaron negociaciones con Argelia y Jordania para concluir un protocolo de acuerdo
que garantizase que los demandantes ciudadanos de estos Estados no fuesen maltratados en
caso de devolución.
148. El principio del equilibrio justo inherente al conjunto del Convenio debería llevar al
Tribunal a interpretar el párrafo f) del artículo 5.1 de forma que se guardase un equilibrio
entre los intereses individuales y el del Estado de proteger a su población frente a los
extranjeros malintencionados. La detención de los interesados mantuvo el equilibrio deseado
al servir al objetivo legítimo del Estado de proteger a la población, sin sacrificar el interés
superior de los extranjeros a no ser expulsados a un país en el que corrían un riesgo de ser
torturados o de muerte. La concesión a los extranjeros de garantías adecuadas contra el
ejercicio arbitrario de las facultades de detención en asuntos relativos a la seguridad nacional
contribuyó también a mantener dicho equilibrio.
149. A título subsidiario, el Gobierno aduce que la privación de libertad de los demandantes
no era contraria al Convenio, puesto que la derogación establecida en virtud del artículo 15
era válida. Las autoridades concluyeron, a la sazón, que un peligro público amenazaba la vida
de la nación y su valoración de la situación fue objeto de un control minucioso por parte de
los tribunales internos. La SIAC examinó detalladamente las pruebas secretas y documentos
no confidenciales que corroboraban esta tesis, ayudándose de las declaraciones orales de
testigos que habían sido sometidos a un contrainterrogatorio. Sus miembros suscribieron
unánimemente la opinión del Gobierno, al igual que todos los jueces del Tribunal de
apelación y ocho de los nueve jueces de la Cámara de los Lores. Habida cuenta del margen de
apreciación que se concede a las autoridades internas en la materia, el Tribunal no tendría
ningún motivo para cuestionar la valoración de las autoridades británicas a este respecto.
150. El Gobierno acató plenamente la decisión de la Cámara de los Lores y la declaración de
incompatibilidad al derogar las disposiciones legislativas enjuiciadas. Sin embargo, en el
momento en el que se decidió la remisión de la causa ante la Gran Sala, estimó que debía
volver a cuestionar el razonamiento y las conclusiones de la Cámara de los Lores teniendo en
cuenta el alcance constitucional de la cuestión y la ardiente necesidad, para los Estados
Contratantes, de obtener de la Gran Sala una opinión clara sobre las medidas que pueden
adoptar legítimamente para tratar de impedir que se materialice la amenaza terrorista. La
Cámara de los Lores cometió un error al conceder al Estado un margen de apreciación
demasiado estrecho para determinar cuáles eran las medidas estrictamente necesarias. A este
respecto, convendría señalar que las disposiciones del Título 4 de la Ley de 2001 no eran de
origen puramente gubernamental, puesto que habían sido debatidas en sede parlamentaria.
Además, los tribunales internos examinaron la Ley in abstracto en lugar de examinar las
54
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
circunstancias propias de cada caso de los interesados, omitiendo concretamente tener en
cuenta que se excluía su expulsión, que representaban una amenaza para la seguridad
nacional, que una vigilancia más estrecha u otras medidas de control no privativas de libertad
no se adaptaban a la situación y que gozaban de garantías procesales.
151. Por último, la solución adoptada por la Cámara de los Lores no procedería de la negativa
a considerar una medida necesaria el encarcelamiento de los demandantes, sino más bien del
hecho de que la Ley no autorizase la detención de ciudadanos británicos que amenazasen la
seguridad nacional y fuesen sospechosos de terrorismo internacional. Aun así, habría habido
buenas razones para relegar esta medida a los extranjeros y el Convenio reconocería expresa e
implícitamente la legitimidad de las distinciones establecidas entre los ciudadanos y los
extranjeros en materia de inmigración. El Gobierno habría querido ante todo expulsar a los
demandantes, medida posible respecto a los extranjeros pero no respecto a los ciudadanos. La
analogía entre «los extranjeros [como los demandantes] inexpulsables» y los «ciudadanos
británicos que no pueden ser expulsables» que establece la Cámara de los Lores sería errónea
ya que, durante su reclusión, los demandantes no gozaron de la misma protección frente a la
expulsión que los ciudadanos británicos. Además, el Gobierno habría estimado a la sazón que
los extranjeros representaban la amenaza más seria. Ahora bien, sería legítimo para un Estado
que se enfrenta a un peligro público proceder por etapas y tratar de neutralizar primero la
amenaza que estima más peligrosa, liberando así medios para tratar la amenaza percibida
como la menos grave, la proveniente de ciudadanos británicos. Además, el Estado habría
tenido en cuenta, con razón, la sensibilidad de la población musulmana británica con el fin de
reducir el riesgo de que algunos de sus miembros se adhiriesen a las tesis extremistas.
3. Alegaciones de Liberty, tercero interviniente
152. Liberty (apartado 6 supra) considera que el gobierno, al abstenerse de plantear ante los
tribunales internos la cuestión de la compatibilidad con el artículo 5.1 de las medidas de
detención criticadas, ha privado al Tribunal del dictamen de la Cámara de los Lores y ha
adoptado una línea de conducta prohibida en principio a un demandante. En cualquier caso,
las medidas en cuestión no formaban parte de la excepción prevista en el artículo 5.1 f) ya que
el Título 4 de la Ley de 2001 autorizaba la detención de duración ilimitada y las autoridades
no tenían ninguna perspectiva tangible de poder proceder a la expulsión de los demandantes
mientras permanecieron recluidos. Puesto que los derechos que gozan en virtud del artículo 3
protegían a los demandantes de una expulsión, no le estaba permitido al Gobierno invocar
razones de seguridad nacional para tratar de limitar o modificar sus derechos en virtud del
artículo 5. En su lugar, el Gobierno debería haber derogado el artículo 5 en la medida que lo
exigía estrictamente la situación o juzgado a los interesados por uno de los numerosos delitos
terroristas que enumera y sanciona la legislación penal británica, tales como la pertenencia
declarada a una organización ilegal, la no denuncia de presuntas actividades terroristas, la
posesión de objetos comprometedores y la instigación indirecta a cometer, preparar o
favorecer actividades terroristas (apartados 89 y 95 supra).
B. Valoración del Tribunal
1. Sobre el objeto del litigio
153. El Tribunal debe primero pronunciarse sobre la primera excepción preliminar planteada
por los demandantes, según la cual el Gobierno no debería ser autorizado a oponer a las
quejas relativas al artículo 5.1 una defensa fundada en la excepción prevista en el párrafo f) de
esta disposición, al no haberla invocado ante los tribunales internos.
55
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
154. El Tribunal está llamado a desempeñar un papel subsidiario en relación a los sistemas
internos de protección de los derechos humanos. Es, por tanto, deseable que los tribunales
internos tengan inicialmente la posibilidad de resolver las cuestiones de compatibilidad del
derecho interno con el Convenio. Si, no obstante, se presenta posteriormente una demanda
ante el Tribunal, éste debe poder sacar provecho de los dictámenes de estos tribunales, los
cuales están en contacto directo y permanente con las fuerzas vivas de sus países (Sentencia
Burden, previamente citada, ap. 42). Es importante, por tanto, que los motivos desarrollados
por el Gobierno ante los tribunales internos se sitúen en línea con aquellos que articula ante el
Tribunal. En particular, el Gobierno no puede presentar ante el Tribunal unos argumentos
incompatibles con la tesis que ha sostenido ante el Juez interno (voir, mutatis mutandis, Pine
ValLey Developments Ltd y otros contra Irlanda, 29 noviembre 1991, ap. 47, serie A núm.
222; Kolompar contra Bélgica, 24 septiembre 1992, aps. 31-32, serie A núm. 235-C).
155. Dicho esto, el Tribunal no considera su deber declarar que ha prescrito el derecho del
Gobierno a invocar el párrafo f) del artículo 5.1 para tratar de justificar las medidas de
detención en litigio. Se desprende claramente del texto de la derogación y del procedimiento
al que ésta dio lugar ante los tribunales internos, que el Gobierno reservó expresamente la
cuestión de la aplicación del artículo 5. Además, la mayoría de los Law Lords se pronunció –
expresa o implícitamente– sobre la cuestión de la compatibilidad de la detención con el
artículo 5.1 antes de examinar la validez de la derogación (apartado 17 supra).
156. Los demandantes solicitan al Tribunal que prohíba al Gobierno impugnar ante él la
invalidación de la derogación pronunciada por la Cámara de los Lores.
157. La situación que se somete al Tribunal es, sin duda, inhabitual ya que no es corriente que
un gobierno demandado sea llevado a cuestionar las decisiones dictadas por la jurisdicción
suprema de su país o que considere que debe criticarlas ante el Tribunal. Sin embargo, nada
prohíbe a un gobierno proceder así, en particular si considera que una decisión del más alto
tribunal interno plantea un problema respecto al Convenio y estima necesario obtener unas
indicaciones complementarias del Tribunal.
158. Al no tener efecto obligatorio la declaración de incompatibilidad pronunciada en
aplicación de la Ley de Derechos Humanos para las partes en el litigio interno (apartado 94
supra), el éxito de las pretensiones de los demandantes ante la Cámara de los Lores no
condujo a la liberación inmediata de los interesados ni al pago de una indemnización por
detención ilegal, razón por la cual tuvieron que interponer la presente demanda. Habiéndole
solicitado los demandantes pronunciarse sobre la legalidad de su detención, el Tribunal no
percibe ninguna razón de principio para privar al Gobierno de la ocasión de plantearle todos
los medios de defensa de que dispone, incluso si ello le conduce a cuestionar las conclusiones
de la más alta jurisdicción británica.
159. En consecuencia, procede rechazar las dos excepciones previas planteadas por los
demandantes.
2. Sobre la admisibilidad
160. El Tribunal estima que los motivos formulados por los demandantes en el terreno del
artículo 5.1 del Convenio, plantean cuestiones fácticas y jurídicas complejas que sólo se
pueden resolver tras un examen del fondo de la demanda. De ello se deduce que esta parte de
la demanda no carece manifiestamente de fundamento, en el sentido del artículo 35.3 del
Convenio. No habiéndose planteado ningún otro motivo de inadmisibilidad, la declara
admisible.
3. Sobre el fondo
56
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
161. El Tribunal debe primero determinar si la privación de libertad impuesta a los
interesados era legal en virtud del párrafo f) del artículo 5.1. En efecto, si se pone de
manifiesto que esta disposición puede ser invocada válidamente como medio de defensa
contra las quejas formuladas en el terreno del artículo 5.1, el Tribunal no habrá de
pronunciarse sobre la validez de la derogación (Sentencia Irlanda contra Reino, 18 enero
1978, ap. 191, serie A núm. 25).
a) Sobre la legalidad de la detención de los demandantes en virtud del artículo 5.1 f)
del Convenio
162. El artículo 5 consagra un derecho humano fundamental, la protección de la persona
contra las violaciones arbitrarias del Estado a su libertad (Sentencia Aksoy contra Turquía, 18
diciembre 1996, ap. 76, Repertorio de sentencias y resoluciones 1996-VI). Puntualiza
expresamente que las garantías que consagra se aplican a «toda persona».
163. Los párrafos a) a f) del artículo 5.1 contienen una lista exhaustiva de los motivos por los
cuales una persona puede ser privada de su libertad; tal medida no es legal si no corresponde a
uno de estos motivos (Sentencia Saadi contra Reino Unido [GS], núm. 13229/2003, ap. 43,
...). Enunciada en el párrafo f) del artículo 5.1, una de las excepciones al derecho a la libertad
permite a los Estados restringir la de los extranjeros en el marco del control de la inmigración
(ibídem, ap. 64). El Gobierno sostiene que la detención de los demandantes se justificaba en
virtud de la segunda parte de la frase del párrafo en cuestión y que los interesados habían sido
legalmente detenidos como «personas contra las que [estaba] en curso un procedimiento de
extradición o de expulsión».
164. El artículo 5.1 f) no exige que la detención de una persona se considere razonablemente
necesaria, por ejemplo, para impedir que cometa un delito o se fugue. Sin embargo, una
privación de libertad fundada en la segunda parte de la frase de esta disposición no se justifica
por el hecho de que esté en curso un procedimiento de expulsión o extradición. Si ésta no se
tramita con la debida diligencia, la detención deja de estar justificada en virtud del artículo 5.1
f) (Sentencia Chahal, previamente citada, ap. 113). La privación de libertad ha de ser también
«conforme a derecho». En materia de «conformidad a derecho» de una detención y «con
arreglo al procedimiento establecido por la Ley», el Convenio remite en esencia a la
legislación interna y consagra la obligación de observar tanto las normas de fondo como las
procesales. Sin embargo, no basta con respetar la legislación interna: el artículo 5.1 exige,
además, que toda privación de libertad sea conforme a la finalidad de proteger a la persona
contra lo arbitrario. Es un principio fundamental según el cual ninguna detención arbitraria
puede ser compatible con el artículo 5.1 y la noción de «arbitraria», que contiene el artículo
5.1, va más allá de la no conformidad con la legislación interna, de forma que una privación
de libertad puede ser conforme a derecho según la legislación interna aunque sea arbitraria y,
por tanto, contraria al Convenio (Sentencia Saadi contra Reino Unido, previamente citada, ap.
67). Para no ser tachada de arbitraria, una medida privativa de libertad adoptada sobre la base
del artículo 5.1 f) ha de ser aplicada de buena fe; asimismo, debe estar estrechamente
relacionada con el motivo de detención invocado por el Gobierno; además, el lugar y las
condiciones de detención deben ser apropiados; por último, la duración de esta medida no
debe exceder el plazo razonable necesario para lograr el fin perseguido (ver, mutatis
mutandis, Sentencia Saadi contra Reino Unido, previamente citada, ap. 74).
165. Los demandantes primero, tercero y sexto fueron detenidos el 19 de diciembre de 2001
en aplicación de la Ley de 2001. Los demandantes séptimo, octavo y noveno, sufrieron la
misma suerte el 9 de febrero, 23 de octubre y 22 de abril de 2002, respectivamente. El décimo
y el undécimo fueron encarcelados el 14 de enero y el 2 de octubre de 2003. Ninguno de ellos
fue liberado antes del 10 u 11 de marzo de 2005. El quinto demandante permaneció recluido
57
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
del 19 de diciembre de 2001 al 22 de abril de 2004, fecha en la que se le concedió la libertad
acompañada de unas condiciones muy rigurosas. Encarcelados también el 19 de diciembre de
2001, el décimo demandante y el cuarto fueron puestos en libertad el 22 de diciembre de 2001
y el 13 de marzo de 2002, respectivamente, después de que decidiesen abandonar el Reino
Unido, uno a Marruecos y el otro a Francia. A lo largo de su reclusión, los interesados fueron
sometidos a un régimen penitenciario de alta seguridad en las prisiones de Belmarsh o
Woodhill o en el hospital de Broadmoor. Es innegable, por tanto, que fueron privados de su
libertad en el sentido del artículo 5.1 (Sentencia Engel y otros contra Países Bajos, 8 junio
1976, serie A núm. 22).
166. Los demandantes son extranjeros que el Gobierno habría expulsado del territorio
británico si hubiese podido encontrar un país de destino en el que no hubiesen corrido un
riesgo real de sufrir un trato contrario al artículo 3 del Convenio (Sentencia Saadi contra Italia
[GS], núm. 37201/2006, aps. 125 y 127, TEDH 2008–...). Al no poder expulsar a los
interesados debido a las obligaciones suscritas por el Reino Unido en virtud del artículo 3, el
Ministro del Interior consideró, sin embargo, que su detención era necesaria por razones de
seguridad al estimar que su presencia en territorio británico constituía un riesgo para la
seguridad nacional y sospechar que habían estado o estaban implicados en la perpetración,
preparación o instigación de actos de terrorismo internacional y que eran o habían sido
miembros de un grupo terrorista internacional o pertenecían o habían pertenecido a tal grupo
o mantenían o habían mantenido relación con él. Como una persona en trámite de expulsión
sólo podía ser encarcelada –a partir de la Sentencia Hardial Singh dictada en 1984– si su
expulsión era realizable dentro de un plazo razonable, la detención que intentaba el Ministro
del Interior habría sido ilegal en virtud de la legislación interna antes de la aprobación del
Título 4 de la Ley de 2001 (apartado 87 supra). Es por ello que la notificación de derogación
al amparo del artículo 15 del Convenio puntualizaba que el Reino Unido estimaba necesario
establecer una potestad de detención y reclusión ampliada respecto a los extranjeros cuya
«devolución o expulsión no [era] posible en [ese] momento, lo que [tenía] por consecuencia
que la detención [fuese] ilegal en virtud del derecho interno» (apartado 11 supra).
167. Parece, por tanto, que uno de los presupuestos fundamentales en los que se basaba la
notificación de derogación, la Ley de 2001 y la decisión de recluir a los demandantes era que
la imposibilidad de devolverlos o expulsarlos tenía un carácter «momentáneo» (apartados 11
y 90 supra). No obstante, nada indica que las autoridades tuviesen una perspectiva real de
expulsar a los interesados mientras estuviesen recluidos –salvo en lo concerniente a los
demandantes segundo y cuarto– sin exponerlos a un riesgo real de malos tratos contrarios al
artículo 3. Por el contrario, el Gobierno no ha presentado ningún elemento que haga pensar
que un tercer Estado estuviese dispuesto a recibir al primer demandante, que es apátrida.
Además, parece que hasta finales de 2003 no emprendió las negociaciones con Argelia y
Jordania para obtener garantías de que los demandantes ciudadanos de estos Estados no serían
maltratados en caso de ser expulsados y no obtuvo tales garantías hasta agosto de 2005
(apartado 86 supra). En estas condiciones, el Tribunal considera que la política del Gobierno
demandado de continuar «examinando activamente» las posibilidades de expulsar a los
demandantes, no era suficientemente cierta y resuelta para calificarla de «acción (...)
entablada con vistas a una expulsión».
168. Sin embargo, esta conclusión no vale para el segundo demandante, que fue encarcelado
solamente tres días antes de ser autorizado a regresar a Marruecos, ni para el cuarto, que viajó
del Reino Unido a Francia, el 13 de marzo de 2002, poco menos de tres meses después de su
detención (apartados 35 y 41 supra). En tanto en cuanto las autoridades seguían tratando de
establecer la nacionalidad de los interesados en la época en que estaban detenidos y de
determinar si era posible su deportación a sus países de origen o a un tercer país, el Tribunal
estima que se puede razonablemente decir que no se había entablado una acción contra el
58
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
segundo y el cuarto demandante con vistas a su expulsión (Gebremedhin [Gaberamadhien]
contra Francia, núm. 25389/2005, ap. 74, 26 abril 2007). Por tanto, no hubo violación del
artículo 5.1 del Convenio en lo que respecta a los demandantes segundo y cuarto.
169 Es cierto que incluso los demandantes que permanecieron más tiempo privados de
libertad no lo estuvieron tanto como el señor Chahal (Sentencia anteriormente citada), quien
pasó más de seis años en prisión sin que por ello el Tribunal constatase una violación del
artículo 5.1. Sin embargo, durante la reclusión del señor Chahal, la cuestión de la legalidad y
compatibilidad con el artículo 3 de su eventual expulsión a la India, fue objeto de un
procedimiento tramitado diligente y activamente ante las autoridades internas y el Tribunal.
No se puede decir lo mismo en el caso de autos, en el que el procedimiento afecta ante todo a
la legalidad de la detención.
170. Atendidas las circunstancias de la causa, los demandantes primero, tercero, quinto, sexto,
séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo no se pueden considerar personas contra las que
se había entablado «una acción (...) con vistas a su expulsión o extradición». Por tanto, su
detención no correspondía a la excepción al derecho a la libertad prevista en el artículo 5.1 f)
del Convenio. La mayoría de la Cámara de los Lores llegó –expresa o implícitamente– a la
misma conclusión (apartado 17 supra).
171. Por el contrario, se desprende claramente del texto de la notificación de derogación y del
Título 4 de la Ley de 2001 que a los demandantes se les habían notificado los certificados en
litigio y habían sido detenidos porque las autoridades sospechaban que eran terroristas
internacionales y pensaban que, en libertad en suelo británico, representaban una amenaza
para la seguridad nacional. El Tribunal no suscribe la tesis del Gobierno según la cual se debe
entender que el artículo 5.1 autoriza la búsqueda de un equilibrio justo entre el derecho a la
libertad individual y el interés del Estado en proteger a su población contra la amenaza
terrorista. Esta tesis contradice no solamente la jurisprudencia del Tribunal relativa al párrafo
f) del artículo 5.1, sino también el principio de que los párrafos a) a f) de esta disposición
contengan una lista exhaustiva de las excepciones al derecho a la libertad y que solamente una
interpretación estricta de éstas sea compatible con los fines que persigue dicho artículo.
Cuando una detención se extralimita de lo fijado por la jurisprudencia del Tribunal no se
puede restituir invocando la necesidad de sopesar los intereses del Estados y los de los
detenidos.
172. El Tribunal recuerda que ya ha juzgado en numerosas ocasiones que el internamiento y
la prisión preventiva sin inculpación son incompatibles con el derecho fundamental a la
libertad que consagra el artículo 5.1 en ausencia de una derogación válida establecida al
amparo del artículo 15 (Sentencias Lawless. contra Irlanda (núm. 3), 1 julio 1961, aps. 13 y
14, serie A núm. 3; Irlanda contra Reino Unido, previamente citada, aps. 194-196 y 212-213).
En consecuencia, habrá de examinar ahora la cuestión de la validez de la derogación
notificada por el Reino Unido.
b) Sobre la validez de la derogación del Reino Unido de las obligaciones derivadas
del artículo 5.1 del Convenio
i.
El enfoque del Tribunal
173. El Tribunal recuerda que corresponde a cada Estado Contratante, responsable de «la vida
de [su] nación» determinar si ésta está amenazada por un «peligro público» y, en caso
afirmativo, hasta dónde se ha de llegar para tratar de disiparlo. En contacto directo y constante
con la realidad apremiante del momento, las autoridades internas se hallan en principio mejor
situadas que el Juez internacional para pronunciarse sobre la presencia de tal peligro y la
59
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
naturaleza y el alcance de las derogaciones necesarias para impedirlo. Por lo tanto, se les ha
de dejar un amplio margen de apreciación en la materia.
Los Estados no gozan, sin embargo, de un poder ilimitado en este ámbito. El Tribunal es
competente para decidir, concretamente, si han excedido la «medida estricta» de las
exigencias de la crisis. El margen interno de apreciación se acompaña, por tanto, de un control
europeo. Cuando el Tribunal ejerce dicho control, debe conceder al mismo tiempo el peso
adecuado a factores pertinentes tales como la naturaleza de los derechos afectados por la
derogación, la duración del estado de urgencia y las circunstancias que lo han originado
(Sentencias Irlanda contra Reino Unido, previamente citada, ap. 207; Brannigan y McBride
contra Reino Unido, 26 mayo 1993, ap. 43, serie A núm. 258; Aksoy, previamente citada, ap.
68).
174. Conforme al objeto y fin que subyacen al Convenio, tal y como se desprende de su
artículo 1, cada Estado contratante debe asegurar en su ordenamiento jurídico interno el goce
de los derechos y las libertades garantizados. Es fundamental para el mecanismo de
protección establecido por el Convenio que los propios sistemas internos permitan reparar las
violaciones cometidas, ejerciendo el Tribunal su control en cumplimiento del principio de
subsidiariedad (Sentencia Z. y otros contra Reino Unido, núm. 29392/1995, ap. 103, TEDH
2001-V). Además, los tribunales internos figuran entre las «autoridades internas» a las que el
Tribunal concede un amplio margen de apreciación en virtud del artículo 15. Habida cuenta
de las circunstancias excepcionales del presente caso, en el que el Tribunal Supremo del
Estado demandado consideró, tras examinar las cuestiones planteadas por la derogación, que
existía un peligro público que amenazaba la vida de la nación pero que la situación no exigía
estrictamente las medidas adoptadas para impedirlo, el Tribunal estima no poder llegar a una
solución contraria sin tener la certeza de que los tribunales internos han cometido un error de
aplicación o interpretación del artículo 15 o de su jurisprudencia o que sus conclusiones son
manifiestamente irrazonables.
ii.
Sobre la existencia de un «peligro público que amenace la vida de la Nación»
175. Los demandantes sostienen que, a la sazón, no existía un peligro público que amenazase
la vida de la nación británica. Exponen tres argumentos principales en apoyo de esta tesis, a
saber, primero, que la amenaza en cuestión no era real ni inminente, segundo, que no era de
carácter temporal y, tercero, que la práctica de los demás Estados miembros –de los que
ninguno había derogado el Convenio– así como los dictámenes claros de instituciones tanto
nacionales como internacionales, hacían pensar que no se había acreditado la realidad de tal
peligro.
176. El Tribunal recuerda haber juzgado en el asunto Lawless (Sentencia previamente citada,
ap. 58), que, en el contexto general del artículo 15 del Convenio, el sentido normal y habitual
de las palabras «en caso de guerra o de otro peligro público que amenace la vida de la nación»
es suficientemente claro y que se refiere a «una situación excepcional de crisis o de peligro
excepcional que afecta al conjunto de la población y constituye una amenaza para la vida
organizada de la comunidad que compone el Estado». En el Asunto griego (1969), ap. 153,
Anuario 12, vol. I), la Comisión declaró que, para justificar una derogación, el peligro había
de ser real o inminente, tener repercusión en el conjunto de la nación, constituir una amenaza
para la vida organizada de la comunidad y ser de carácter excepcional en el sentido de que las
medidas o restricciones ordinarias que autoriza el Convenio para asegurar la seguridad, la
salud y el orden públicos fuesen manifiestamente insuficientes. En el asunto Irlanda contra
Reino Unido (Sentencia, anteriormente citada, aps. 205 y 212), las partes, la Comisión y el
Tribunal estuvieron de acuerdo en declarar que un terrorista que ha representado durante años
«un peligro de una magnitud e intensidad particulares para la integridad del territorio del
Reino Unido, las instituciones de los seis condados y la vida de los habitantes de la provincia»
60
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
justificaba la aplicación del artículo 15. En los asuntos Brannigan y McBride (Sentencia
previamente citada) y Marshall contra Reino Unido ([dec], núm. 41571/1998, 10 julio 2001),
el Tribunal llegó a conclusiones análogas en cuanto a la persistencia del estado de urgencia en
Irlanda del Norte. En la citada Sentencia Aksoy, reconoció que las acciones violentas de los
separatistas kurdos constituían un «peligro público» para Turquía.
177. El Ministro del Interior presentó ante los tribunales británicos pruebas que tendían a
demostrar la existencia de una amenaza real de atentados terroristas dirigidos contra el Reino
Unido. La SIAC recibió comunicación de otras informaciones, confidenciales. Todos los
jueces internos que conocieron el presente caso declararon creer en la realidad de peligro
invocado (salvo Lord Hoffmann, en cuya opinión no representaba una amenaza que pudiese
«poner en peligro la vida de la nación»; apartado 18 supra). El Tribunal estima que, aunque
Al-Qaeda no hubiese cometido aún un atentado en suelo británico en el momento en el que se
estableció la derogación, no se puede reprochar a las autoridades internas haber creído en «la
inminencia» de un atentado de acuerdo con las pruebas que, a la sazón, obraban en su poder,
ya que en cualquier momento se podía haber producido una atrocidad, sin aviso. La exigencia
de inminencia no ha de ser interpretada estrictamente hasta el punto de obligar a los Estados a
esperar que se produzca un desastre para adoptar las medidas apropiadas para impedirlo.
Además, los atentados e intentos de atentado con explosivo cometidos en Londres en julio de
2005 demostraron trágicamente la realidad de la amenaza terrorista. Al tener el artículo 15 por
objeto permitir a los Estados adoptar medidas derogatorias para proteger a su población frente
a los futuros peligros, la realidad de la amenaza contra la vida de la nación debe apreciarse
principalmente respecto a los hechos conocidos en la época de la derogación. Sin embargo,
nada impide al Tribunal tener en cuenta los elementos puestos de manifiesto posteriormente
(ver, mutatis mutandis, Sentencia Vilvarajah y otros contra Reino Unido, 30 octubre 1991, ap.
107.2, serie A núm. 215).
178. Aunque, en opinión del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, las
medidas derogatorias de las disposiciones del PDICP deben ser de carácter «excepcional y
provisional» (apartado 109 supra), el Tribunal nunca ha considerado expresamente que el
peligro invocado deba ser de carácter temporal, aunque pueda contemplarse su duración en la
cuestión de la proporcionalidad de la respuesta al mismo. Por el contrario, se desprende
claramente de los citados asuntos relativos al estado de urgencia en Irlanda del Norte, que un
«peligro público» en el sentido del artículo 15 puede persistir varios años. El Tribunal estima
que las medidas derogatorias aplicadas inmediatamente después de los atentados perpetrados
por Al-Qaeda en territorio americano y sometidas al control anual del Parlamento, no pueden
ser declaradas no válidas por no ser «provisionales».
179. La tesis de los demandantes según la cual no existía a la sazón una «amenaza para la vida
de la nación», se funda principalmente en la interpretación de esta expresión que se desprende
de la opinión disidente de Lord Hoffman, quien estima que existe tal amenaza si peligra la
vida organizada de la comunidad y se temen consecuencias más graves que las abundantes
pérdidas materiales y humanas. En opinión de Lord Hoffman, el peligro en cuestión debe
afectar a «las instituciones políticas del Reino Unido o la existencia de nuestro Estado como
sociedad civilizada» (apartado 18 supra). Por su parte, se ha llevado al Tribunal a tener en
cuenta un abanico de factores mucho más amplio para pronunciarse sobre la naturaleza e
intensidad de la amenaza real o inminente para la «nación» invocada en causas precedentes,
reconociendo en algunos casos la existencia de un estado de urgencia en situaciones que
parecían menos amenazantes para las instituciones del Estado que la contemplada por Lord
Hoffman.
180. Tal y como ha indicado ya el Tribunal, los Estados disponen de un amplio margen de
apreciación, en virtud del artículo 15, para valorar si un peligro público amenaza la vida de la
nación. Sorprendido por el hecho de que el Reino Unido fuese el único Estado contratante en
61
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
haber derogado el Convenio para responder a la amenaza de Al-Qaeda cuando, sin embargo,
otros Estados se han enfrentado a ella, el Tribunal reconoce, no obstante, que cada gobierno,
garante de la seguridad de la población a su cargo, es libre de apreciar por sí mismo los
hechos a la luz de la información de que dispone. Por tanto, es importante la opinión del
Ejecutivo y el Parlamento británico en la materia, y cabe conceder un gran peso a la de los
tribunales internos, mejor situados para evaluar las pruebas relativas a la existencia de un
peligro.
181. Por tanto, el Tribunal suscribe, en este último extremo, la opinión de la mayoría de la
Cámara de los Lores que estimó que existía un peligro público que amenazaba la vida de la
nación.
iii.
Sobre la cuestión de si la situación exigía estrictamente las medidas en litigio
182. El artículo 15 sólo autoriza a los Estados a tomar medidas que deroguen sus obligaciones
en virtud del Convenio «en la estricta medida en que lo exija la situación». Tal y como ha
declarado anteriormente, el Tribunal estima que debe seguir en principio las conclusiones de
la Cámara de los Lores sobre la cuestión de la proporcionalidad de la detención de los
demandantes, a menos que se establezca que el Alto Tribunal ha interpretado mal el Convenio
o la jurisprudencia del Tribunal o que sus conclusiones son manifiestamente irrazonables. Es
desde este punto de vista que el Tribunal abordará las críticas formuladas por el Gobierno a la
Sentencia de la Cámara de los Lores.
183. El Gobierno sostiene en primer lugar que la mayoría de la Cámara de los Lores debería
haber concedido mayor libertad al Parlamento y el Ejecutivo para apreciar la necesidad de la
reclusión de los demandantes. El Attorney General expuso un argumento análogo ante el Alto
Tribunal alegando que la determinación de las medidas necesarias para proteger a la
población resultaba más de la esfera política que del ámbito judicial (apartado 19 supra).
184. Cuando el Tribunal es llamado a examinar una derogación establecida en virtud del
artículo 15, concede a los Estados un amplio margen de apreciación en la determinación de la
naturaleza y el alcance de las medidas derogatorias que le parecen necesarias para impedir el
peligro invocado. Sin embargo, le corresponde en última instancia resolver la cuestión de si la
situación «exigía estrictamente» las medidas adoptadas. En particular, cuando una medida
derogatoria vulnera un derecho fundamental del Convenio –como el derecho a la libertad–, el
Tribunal ha de asegurarse de que constituye una respuesta real al estado de urgencia, que se
justifica plenamente respecto a las circunstancias especiales de la situación y que existen
garantías frente a los abusos (ver, por ejemplo, Sentencias previamente mencionadas
Brannigan y McBride, aps. 48-66; Aksoy, aps. 71-84, y los principios mencionados en el
apartado 173 supra). La teoría del margen de apreciación siempre se ha percibido como un
medio de definir la relación entre las autoridades internas y el Tribunal. Esta teoría no se
aplica de igual forma a las relaciones internas entre los órganos del Estado. Tal y como indicó
la Cámara de los Lores, la cuestión de la proporcionalidad depende en última instancia del
ámbito judicial, particularmente cuando, como en este caso, los justiciables han sufrido una
larga privación de su derecho fundamental a la libertad. En cualquier caso, habida cuenta del
cuidado con el que los Law Lords examinaron las cuestiones que se planteaban en este asunto,
no se les puede reprochar el no haber acordado a la opinión del Ejecutivo y el Parlamento el
peso que merecía.
185. El Gobierno sostiene asimismo que la mayoría de los miembros de la Cámara de los
Lores erraron al considerar la Ley in abstracto en lugar de estudiar las circunstancias propias
de cada interesado. Por su parte, el Tribunal estima que el artículo 15 requiere necesariamente
un trámite centrado en la situación global del país en cuestión, en el sentido de que
corresponde al tribunal que conoce de la causa –bien nacional o internacional– examinar las
medidas derogatorias de los derechos del Convenio y sopesarlas con la naturaleza de la
62
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
amenaza que pesa sobre la nación. Cuando, como en el caso de autos, las medidas en cuestión
se consideran desproporcionadas en relación a la amenaza y discriminatorias en lo que
respecta a sus efectos, es inútil ir más allá y controlar caso por caso la manera en que fueron
aplicadas.
186. La tercera crítica que formula el Gobierno contra la Sentencia de la Cámara de los Lores
se refiere principalmente a la manera en la que se aborda en ella la comparación entre los
extranjeros sospechosos de ser terroristas y los ciudadanos británicos sobre los que pesan las
mismas sospechas. Por su parte, el Tribunal estima que los Law Lords juzgaron con razón que
no se podía considerar que del derecho de extranjería se desprendiesen las medidas en litigio,
en el que la distinción entre los extranjeros y los nacionales habría podido justificarse, pero
más bien resultante de la seguridad nacional. El Título 4 de la Ley de 2001 tenía como
finalidad evitar una amenaza real e inminente de atentados terroristas que, evidentemente,
provenía tanto de ciudadanos británicos como de extranjeros. Al elegir el recurso a una
medida proveniente del derecho de extranjería para tratar un problema esencialmente de
seguridad pública, el Ejecutivo y el Parlamento aportaron una respuesta inadaptada y
expusieron a un grupo particular de presuntos terroristas al riesgo desproporcionado y
discriminatorio de una detención de duración indeterminada. Tal y como indicó la Cámara de
los Lores, los efectos potencialmente nefastos de una reclusión sin inculpación pueden afectar
de forma sensiblemente idéntica a un ciudadano británico y a un extranjero al que no se
puede, en la práctica, aplicar una medida de expulsión por temor a que sea torturado en el
extranjero.
187. Por último, el Gobierno expone dos argumentos que, según los demandantes, no fueron
invocados ante los tribunales internos. Consta que ni las decisiones de éstos ni los
documentos no confidenciales presentados ante el Tribunal hacen mención de ello. En estas
condiciones, suponiendo incluso que el principio de subsidiariedad no impide al Tribunal
examinar motivos nuevos, exige que se funden en elementos convincentes.
188. El primero de los argumentos pretendidamente nuevos que expone el Gobierno tiende a
que el Tribunal reconozca que los poderes públicos habían relegado legítimamente las
medidas en litigio a los extranjeros en consideración a la sensibilidad de la población
musulmana británica y con el fin de reducir el riesgo de que algunos de sus miembros
suscribiesen las tesis extremistas. Sin embargo, el Gobierno no aporta al Tribunal ninguna
prueba que haga pensar que la detención sin inculpación de un ciudadano británico musulmán
razonablemente sospechoso de estar vinculado a Al-Qaeda habría suscitado muy
probablemente mayor reprobación por parte de la comunidad musulmana del Reino Unido
que la de un extranjero musulmán en la misma situación. El Tribunal señala, a este respecto,
que el dispositivo de medidas de control que establece la Ley de 2005 de prevención del
terrorismo no hace distinción entre los sospechosos según posean o no la nacionalidad
británica.
189. El segundo argumento del Gobierno que los demandantes califican de nuevo, persigue
que se reconozca que las autoridades podían responder mejor a la amenaza terrorista si podían
detener a aquellos que, en su opinión, eran la fuente principal de esta amenaza, a saber los
extranjeros. A este respecto, el Tribunal señala una vez más que el Gobierno no ha presentado
ninguna prueba que le convenza de apartarse de la conclusión de la Cámara de los Lores
según la cual no se justificaba la diferencia de trato criticada. Asimismo, señala que las
jurisdicciones internas –en particular la SIAC, que tuvo acceso a los documentos tanto no
confidenciales como secretos– no dieron crédito a la tesis según la cual los extranjeros eran
más peligrosos que los ciudadanos británicos.
190. En conclusión, el Tribunal estima, al igual que la Cámara de los Lores, que las medidas
derogatorias eran desproporcionadas en tanto en cuanto establecían una discriminación
injustificada entre extranjeros y ciudadanos británicos. De ello se deduce que ha habido
63
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
violación del artículo 5.1 en el caso de los demandantes primero, tercero, quinto, sexto,
séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo.
III. SOBRE LA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 5.1 DEL CONVENIO EN RELACIÓN
CON EL ARTÍCULO 14
191. Los demandantes alegan ser víctimas de una discriminación contraria al artículo 14 del
Convenio por haber sido detenidos en el Reino Unido mientras que los ciudadanos británicos
sospechosos de estar relacionados con Al-Qaeda eran dejados en libertad.
El artículo 14 dispone:
«El goce de los derechos y libertades reconocidos en el (...) Convenio ha de ser asegurado sin distinción
alguna, especialmente por razones de sexo, raza, color, lengua, religión, opiniones políticas u otras,
originen nacional o social, pertenencia a una minoría nacional, fortuna, nacimiento o cualquier otra
situación».
192. Habida cuenta del razonamiento seguido y de las conclusiones a las que ha llegado en el
terreno del artículo 5.1, considerado aisladamente, el Tribunal estima que esta queja no
requiere un examen separado.
IV. SOBRE LA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 5.4 DEL CONVENIO
193. Los interesados sostienen que el procedimiento seguido por los tribunales internos para
examinar los recursos contra su reclusión no respondía a las exigencias del artículo 5.4, el
cual dispone:
«Toda persona privada de su libertad mediante detención o internamiento tendrá derecho a presentar un
recurso ante un órgano judicial, a fin de que se pronuncie en breve plazo sobre la legalidad de su
privación de libertad y ordene su puesta en libertad si fuera ilegal».
El Gobierno niega que haya habido violación de esta disposición.
A. Tesis de las partes
1. Tesis de los demandantes
194. Los interesados plantean dos quejas principales en el terreno del artículo 5.4. En primer
lugar, puntualizan que, aunque pudieron impugnar ante la SIAC, el Tribunal de apelación y la
Cámara de los Lores la conformidad a derecho de su privación de libertad ordenada sobre la
base del Título 4 de la Ley de 2001 en virtud del Convenio, obtuvieron como única reparación
una declaración de incompatibilidad pronunciada en virtud de la Ley de 1998. Al carecer tal
declaración de efecto obligatorio para el Gobierno, su reclusión siguió siendo legal hasta que
la Ley fue modificada por el Parlamento. En estas condiciones, cabría constatar que, con
violación del artículo 5.4, ningún tribunal estaba facultado para ordenar su puesta en libertad.
195. En segundo lugar, los demandantes se quejan del procedimiento de recurso ante la SIAC
previsto en el artículo 25 de la Ley de 2001 (apartado 91 supra), en particular de las
disposiciones que reservan la comunicación de algunos pruebas determinantes a unos
abogados especiales a los que los detenidos no estaban autorizados a consultar. Aducen que el
artículo 5.4 retoma las garantías del juicio justo que enuncia el artículo 6.1, adaptándolas a la
gravedad de lo que está en juego. Aunque un juez pueda aprobar, en ciertas circunstancias, la
negativa de las autoridades a divulgar pruebas pertinentes a un acusado por motivos de
64
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
seguridad nacional, nunca se le podría permitir que, cuando es llamado a pronunciarse sobre
la legalidad de la detención, se basase en tales pruebas puesto que son de importancia decisiva
para el fundamento de las acusaciones formuladas contra el interesado y de las que éste no ha
obtenido suficiente comunicación –solamente en forma de exposición sumaria o de resumen–
para saber lo que se le imputa y defenderse. Para resolver cada uno de los recursos, salvo el
ejercido por el segundo demandante, la SIAC se fundó en documentos secretos no sin
reconocer que esta práctica colocaba a los interesados en una situación desfavorable.
2. Tesis del Gobierno
196. En opinión del Gobierno, el artículo 5.4 ha de leerse a la luz de la jurisprudencia
constante de Estrasburgo relativa al artículo 13 –respecto al que constituye una lex specialis
en lo que se refiere a la detención– según la cual esta última disposición no puede invocarse
para impugnar ante los tribunales internos normas imperativas de la legislación primaria.
Junto al sistema de declaraciones de incompatibilidad que establece la Ley de Derechos
Humanos, este principio ilustraría el valor que se concede a la soberanía del parlamento
elegido en una sociedad democrática.
197. En lo que respecta a la segunda queja formulada por los demandantes, el Gobierno
sostiene que la no divulgación de los documentos confidenciales respondía a un interés
general legítimo. Ni el artículo 6 ni el artículo 5.4 confieren a los justiciables un derecho
absoluto a la comunicación de las pruebas. A partir de la citada Sentencia Chahal, la
jurisprudencia del Tribunal mostraría cierta benevolencia respecto a los procedimientos que
requieren la intervención de abogados especiales en ámbitos particularmente sensibles. Por lo
demás, cada uno de los demandantes obtuvo la comunicación de informaciones no
confidenciales que le informaban suficientemente de los cargos formulados contra él para
permitirle elaborar una defensa eficaz.
3. Alegaciones de Justice, tercero interviniente
198. La organización Justice (apartado 6 supra) indica al Tribunal que en la época en la que la
Ley de 1997 sobre la Comisión Especial de Apelación en Materia de Inmigración estableció
la SIAC, el uso de documentos confidenciales y el recurso a la intervención de abogados
especiales en el marco de la instancia que se seguía ante ella, se consideraban prácticas
copiadas de un procedimiento aplicado en Canadá, el que seguía el Comité de control de las
actividades de inteligencia y seguridad canadiense («el SIRC») para examinar la conformidad
a derecho de las decisiones ministeriales de expulsión de extranjeros titulares de un permiso
de residencia permanente basadas en motivos de seguridad nacional. Sin embargo, aunque el
procedimiento en cuestión sí hacía intervenir a un abogado designado por el SIRC y facultado
para examinar los documentos confidenciales y participar en las vistas a puerta cerrada no
contradictorias que se celebrasen ante dicho órgano para representar los intereses de las
personas afectadas por una medida de expulsión, se distinguiría claramente del aplicable ante
la SIAC, en particular por cuanto los abogados especiales estarían autorizados a mantener
contacto con los interesados y sus letrados a lo largo de toda la instancia, incluso después de
haber conocido las acusaciones consideradas secretas.
199. Contrariamente al procedimiento seguido ante el SIRC, el que aplicaba la SIAC, que
preveía la utilización de documentos confidenciales y la intervención de abogados especiales,
recibió una lluvia de críticas, concretamente por parte de la Comisión de recursos de la
Cámara de los Lores, la Comisión de asuntos constitucionales de la Cámara de los Comunes,
la Comisión mixta parlamentaria de Derechos Humanos, la Comisión especial del Senado
canadiense sobre la Ley antiterrorista y el Comisario de Derechos Humanos del Consejo de
65
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
Europa. Después de que la Cámara de los Lores concluyera, en diciembre de 2004, con la
incompatibilidad del Título 4 de la Ley de 2001 con los artículos 5 y 14 del Convenio, la
Comisión de asuntos constitucionales de la Cámara de los Comunes abrió una investigación
sobre las actividades de la SIAC y el papel que jugaban los abogados especiales ante esta
jurisdicción. Le fueron presentados varios documentos, entre otros las observaciones de nueve
de los trece abogados especiales en funciones, en las que éstos señalaban que la prohibición
de divulgar las informaciones clasificadas les causaba grandes dificultades para representar a
los recurrentes en las fases secretas del procedimiento, insistiendo concretamente en el hecho
de que la imposibilidad de obtener de los interesados instrucciones útiles les relegaba a un
papel muy limitado en las vistas secretas.
B. Valoración del Tribunal
1. Sobre la admisibilidad
200. El Tribunal señala que el artículo 5.4 reconoce a toda «persona privada de su libertad
mediante detención o internamiento» el derecho a presentar un recurso ante un órgano
judicial, a fin de que se pronuncie en breve plazo sobre la legalidad de su privación de libertad
y ordene su puesta en libertad si fuera ilegal. Al haber optado, respectivamente, por ir a
Marruecos y a Francia, los demandantes segundo y cuarto ya habían sido puestos en libertad
cuando se abrieron los diversos procedimientos relativos a la legalidad del internamiento
ordenado sobre la base de la Ley de 2001. De ello se deduce que sus quejas relativas al
artículo 5.4 carecen manifiestamente de fundamento a los efectos del artículo 35.3 del
Convenio (Sentencia Fox, Campbell y HartLey contra Reino Unido, 30 agosto 1990, ap. 45,
serie A núm. 182) y han de desestimarse.
201. El Tribunal considera que las quejas formuladas por los demás demandantes, en el
terreno del artículo 5.4, plantean cuestiones fácticas y jurídicas complejas que sólo pueden
resolverse tras un examen del fondo del asunto. De ello se deduce que esta parte de la
demanda no carece manifiestamente de fundamento, en el sentido del are 35.3 del Convenio.
Señala asimismo que no se enfrenta a ningún otro motivo de admisibilidad. Procede, por
tanto, admitirla.
2. Sobre el fondo
a) Principios jurisprudenciales aplicables
202. El artículo 5.4 del Convenio constituye una «lex specialis» en relación a las exigencias
más generales del artículo 13 (Sentencia Chahal, previamente citada, ap. 126). Reconoce a las
personas detenidas provisionalmente o internadas el derecho a un examen del cumplimiento
de las exigencias de procedimiento y de fondo necesarias para la «legalidad» de su privación
de libertad, en el sentido del Convenio. El concepto de «legalidad» ha de tener el mismo
sentido en el apartado 4 del artículo 5 que en el apartado 1, de forma que una persona detenida
o internada tiene el derecho de hacer controlar la «legalidad» de su detención desde el punto
de vista no solamente del derecho interno, sino también del Convenio, los principios
generales que consagra y la finalidad de las restricciones que autoriza el artículo 5.1. El
artículo 5.4 no garantiza un derecho a un control jurisdiccional de tal magnitud que habilite al
tribunal competente a sustituir con su propia valoración, en el conjunto de los aspectos de la
causa, incluidas las consideraciones de pura oportunidad, la de la autoridad de la que emana la
decisión. Solo requiere un control suficientemente amplio para abarcar cada una de las
condiciones indispensables para la «legalidad» de la detención de un individuo respecto al
66
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
apartado 1 (Sentencia E. contra Noruega, 29 agosto 1990, ap. 50, serie A núm. 181). La
«jurisdicción» encargada de este control no debe poseer simples atribuciones consultivas, sino
también ser competente para «pronunciarse» sobre la «legalidad» de la detención y ordenar la
puesta en libertad en caso de detención ilegal (Sentencias Irlanda contra Reino Unido,
previamente citada, ap. 200; Weeks contra Reino Unido, 2 marzo 1987, ap. 61, serie A núm.
114; Chahal, previamente citada, ap. 130).
203. La exigencia de equidad procesal derivada del artículo 5.4 no impone la aplicación de
criterios uniformes e inflexibles independientes del contexto, los hechos y las circunstancias
de la causa. Aunque un procedimiento que depende del artículo 5.4 no debe ir acompañado
siempre de unas garantías idénticas a las que prescribe el artículo 6 para los litigios civiles o
penales, ha de presentar un carácter judicial y ofrecer a la persona sospechosa unas garantías
adaptadas a la naturaleza de la privación de libertad de la que se queja (ver, por ejemplo,
Sentencias Winterwerp contra Países Bajos, 24 octubre 1979, ap. 57, serie A núm. 33;
Bouamar contra Bélgica, 29 febrero 1988, aps. 57 y 60, serie A núm. 129; Włoch contra
Polonia, núm. 27785/1995, ap. 125, TEDH 2000-XI; Reinprecht contra Austria, núm.
67175/2001, ap. 31, TEDH 2005-XII)
204. De ello se deduce que el proceso debe ser contradictorio y garantizar en todos los casos
«la igualdad de armas» entre las partes (Reinprecht, previamente citada, ap. 31). Puede ser
necesaria la celebración de una vista, concretamente en caso de prisión provisional ( Nikolova
contra Bulgaria [GS], núm. 31195/1996, ap. 58, TEDH 1999-II). Además, en tal caso, se debe
ofrecer al sospechoso privado de libertad una ocasión real de impugnar las pruebas que
fundamentan las acusaciones formuladas contra él, ya que la persistencia de sospechas
razonables de que ha cometido un delito es una condición sine qua non de la legalidad de su
mantenimiento en prisión (Sentencia Becciev contra Moldavia, núm. 9190/2003, aps. 68-72, 4
octubre 2005). Esta exigencia impone que el tribunal competente oiga a los testigos cuyas
declaraciones puedan, a primera vista, influir decisivamente en la legalidad del mantenimiento
de la prisión del interesado (Sentencias Becciev, previamente citada, aps. 72-76; Ţurcan y
Ţurcan contra Moldavia, núm. 39835/2005, aps. 67-70, 23 octubre 2007). Puede también
exigir que éste –o su representante– pueda acceder a las piezas del sumario en las que se han
basado las diligencias instruidas contra él (Sentencias Włoch, previamente citada, ap. 127;
Nikolova, previamente citada, ap. 58; Lamy contra Bélgica, 30 marzo 1989, ap. 29, serie A
núm. 151; Fodale contra Italia, núm. 70148/2001, 1 junio 2006).
205. Dicho esto, el Tribunal ha juzgado que, incluso en las instancias que implican una
decisión sobre una acusación en materia penal, se puede restringir el derecho a un proceso
plenamente contradictorio en la medida estrictamente necesaria para un interés general
importante como la seguridad nacional, la necesidad de mantener en secreto algunos métodos
policiales de investigación de delitos o proteger los derechos fundamentales de un tercero. Sin
embargo, si se quiere garantizar un proceso justo al acusado, el procedimiento ante las
autoridades judiciales ha de compensar suficientemente todas las dificultades causadas a la
defensa con la limitación de sus derechos (ver, por ejemplo, Sentencias Doorson contra Países
Bajos, 26 marzo 1996, Repertorio de sentencias y resoluciones 1996-II, ap. 70; Van
Mechelen y otros contra Países Bajos, 23 abril 1997, Repertorio 1997-III, ap. 58; Jasper
contra Reino Unido [GS], núm. 27052/1995, aps. 51-53, TEDH 2000-II; S.N. contra Suecia,
núm. 34209/1996, ap. 47, TEDH 2002-V; Botmeh y Alami contra Reino Unido, núm.
15187/2003, 7 junio 2007, ap. 37).
206. Así, aunque el derecho a un proceso penal equitativo garantizado por el artículo 6
engloba el derecho a la comunicación de todas las pruebas pertinentes, tanto de cargo como
de descargo, en poder de las autoridades, el Tribunal considera que, en ocasiones, puede
resultar necesario, en nombre del interés general, ocultar algunas pruebas a la defensa. En la
Sentencia Jasper (previamente citada, aps. 52-53), consideró que constituía un contrapeso
67
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
suficiente a la restricción de los derechos de la defensa el examen no contradictorio de
pruebas pertinentes para las cuestiones en litigio –que la acusación no pensaba invocar– al
que un juez había procedido antes de negarse a comunicarlas al acusado, debido a que
primaba el interés general de conservarlas secretas sobre la utilidad de divulgarlas a la
defensa. Para pronunciarse así y concluir que no había habido violación del artículo 6,
puntualizó que los intereses que concurrían habían sido sopesados por un Juez que estaba
perfectamente al tanto del conjunto de circunstancias de la causa, que se mantuvo a la defensa
informada y que ésta tuvo la ocasión de formular alegaciones y participar en el proceso
decisorio en la medida de lo posible, sin que se divulgasen las pruebas que la acusación
deseaba no tener que comunicar (ibidem, aps. 55-56). Por el contrario, en la Sentencia
Edwards y Lewis contra Reino Unido [GS] (núms. 39647/1998 y 40461/1998, aps. 46-48,
TEDH 2004-X), el Tribunal juzgó que no garantizaba suficientemente la equidad del proceso
un procedimiento contradictorio en el que los elementos probatorios confidenciales sometidos
al Tribunal de instancia se referían o podían referirse a una cuestión fáctica planteada por la
acusación, que podía tener una importancia decisiva para el resultado del proceso y cuya
resolución correspondía a dicho tribunal, no a un jurado.
207. En otros asuntos en los que el interés general originaba las restricciones a los derechos de
la defensa en relación a las pruebas de cargo en las que se fundaba la acusación, el Tribunal
determinó hasta qué punto las medidas compensatorias existentes podían remediar la ausencia
parcial de debate contradictorio en el procedimiento. Así, en la Sentencia Lucà contra Italia
(núm. 33354/1996, ap. 40, TEDH 2001-II), consideró que las autoridades judiciales no
violaban necesariamente el artículo 6.1 al recurrir a declaraciones que se remontaban a la fase
de instrucción previa, sobre todo cuando su autor se negaba a reiterarlas en público al temer
por su seguridad, si el acusado había dispuesto de una ocasión adecuada y suficiente para
responder a dichas declaraciones, en el momento de ser efectuadas o más tarde. Sin embargo,
puntualizó que los derechos de la defensa se hallaban limitados de forma incompatible con las
garantías del artículo 6 cuando una condena se basaba, únicamente o de manera determinante,
en declaraciones hechas por una persona que el acusado no había podido interrogar o hacer
interrogar ni en la fase de instrucción ni en el juicio oral.
208. De igual forma, en la citada Sentencia Doorson (aps. 68-76), el Tribunal estimó que la
ocultación de la identidad de algunos testigos al demandante por temor a represalias, no
constituía una violación del artículo 6. Como el abogado de la defensa pudo interrogar en
apelación, sin la presencia de su cliente, a los testigos anónimos para tratar de despejar las
dudas sobre la credibilidad de sus declaraciones y el Tribunal de apelación declaró en su
sentencia haber utilizado con circunspección las declaraciones en cuestión, el Tribunal
consideró que la desventaja causada a la defensa se hallaba suficientemente compensada.
Puntualizó que una condena no podía fundarse únicamente, ni de forma determinante, en
declaraciones anónimas (ver también Sentencia Van Mechelen, previamente citada, ap. 55).
En cada una de estas sentencias, puntualizó que su misión consistía en determinar si el
conjunto del procedimiento, incluido el modo de presentación de las pruebas, había tenido un
carácter equitativo ( Doorson, previamente citada, ap. 67).
209. El Tribunal ha evocado en muchas ocasiones la posibilidad del recurso a la intervención
de abogados especiales, en asuntos relativos a la seguridad nacional, como contrapeso a la
desventaja procesal resultante de la falta de comunicación íntegra de las pruebas, pero nunca
ha sido llamado a pronunciarse sobre la cuestión de la compatibilidad de tal procedimiento
con los artículos 5.4 ó 6 del Convenio.
210. En el asunto Chahal (previamente citado), en el que el demandante en trámite de
expulsión había sido recluido sobre la base del artículo 5.1 f) por motivos de seguridad
nacional y a quien el Ministro del Interior denegó sus peticiones de libertad condicional y
habeas corpus por iguales motivos, el Tribunal reconoció que el uso de información
68
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
confidencial podía resultar inevitable en los asuntos en los que estaba en juego la seguridad
nacional (apartados 130 y 131), si bien puntualizando que ello no significaba que las
autoridades internas estuviesen exentas del control efectivo de los tribunales internos desde el
momento en que afirmaban que el caso afectaba a la seguridad nacional y el terrorismo. Para
concluir que había habido violación del artículo 5.4, el Tribunal constató que el High Court,
que había conocido del recurso de habeas corpus, no había tenido acceso a todos los
documentos en los que el Ministro del Interior había fundado su decisión. Aunque la
existencia de un comité consultivo presidido por un juez del Tribunal de apelación con
conocimiento de toda la información que obraba en poder de los servicios de seguridad
nacional constituía cierta garantía, el Tribunal estimó que dicho comité no podía considerarse
un «tribunal» en el sentido del artículo 5.4, puesto que el demandante no tenía derecho a estar
representado por un letrado, había recibido solamente una exposición sumaria de las
acusaciones de atentado a la seguridad nacional formuladas contra él, el comité carecía de
toda facultad de decisión y el dictamen que este último había transmitido al Ministro del
Interior no tenía efecto vinculante ni había sido hecho público. En los apartados 131 y 144 de
la referida sentencia, el Tribunal remitía a las alegaciones presentadas por algunas partes
intervinientes (Amnistía Internacional, Liberty, el Centro Aire y el Joint Council for the
Welfare of Immigrants; véase también las alegaciones de Justice en el caso de autos, ap. 198
supra) sobre el procedimiento que se aplicaba en Canadá en el ámbito de las expulsiones
fundadas en motivos de seguridad nacional, según el cual el Juez competente examinaba todas
las pruebas en una vista a puerta cerrada en la que, a la persona cuya expulsión se
contemplaba, se le comunicaba una síntesis lo más exhaustiva posible de los cargos
formulados contra ella y tenía derecho a estar representada y a citar a testigos. El carácter
confidencial de las pruebas relativas a la seguridad lo salvaguardaba la obligación de proceder
a su examen sin la presencia del interesado y su letrado. En este caso, no obstante, su lugar lo
ocupaba un abogado con habilitación de seguridad y nombrado por el tribunal, que
contrainterrogaba a los testigos y ayudaba de forma general al Juez a valorar la solidez de los
argumentos presentados por el Estado. La persona afectada recibía un resumen de las pruebas
recabadas en tal procedimiento con las omisiones necesarias para la confidencialidad. Este
dispositivo inspiró al Tribunal el comentario siguiente:
«El Tribunal concede importancia al hecho de que, tal y como señalaron los amici curiae en el contexto
del artículo 13, en Canadá se ha desarrollado una forma más eficaz de control jurisdiccional. Ello ilustra
muy bien la existencia de técnicas que permiten conciliar, por un lado, la preocupación legítima de
seguridad en cuanto a la naturaleza y fuente de la información y, por otro, la necesidad de que el
justiciable pueda beneficiarse suficientemente de las normas procesales».
211. En los asuntos Tinnelly & Sons Ltd y otros y McElduff y otros contra Reino Unido
(previamente citada, ap. 78) y Al-Nashif contra Bulgaria (núm. 50963/1999, 20 junio 2006,
aps. 93-97 y 137), el Tribunal remitió a las observaciones que formuló en la Sentencia Chahal
sobre el procedimiento que requería la intervención de abogados especiales, pero no se
pronunció sobre la cuestión de la conformidad de tal procedimiento con los derechos
convencionales en cuestión.
b) Aplicación de los citados principios a los hechos de la causa
212. Ante los tribunales internos, los demandantes impugnaron la legalidad de su detención
desde dos puntos de vista. Primero ejercieron colectivamente el recurso previsto en el artículo
30 de la Ley de 2001 con el fin de cuestionar la validez de la derogación establecida en virtud
del artículo 15 del Convenio y, por esta vía, la compatibilidad con el Convenio del régimen de
reclusión en litigio. Alegando que las autoridades carecían de motivos razonables para creer
69
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
que su presencia en el Reino Unido representaba un riesgo para la seguridad nacional y
sospechar que eran terroristas, cada uno de ellos ejerció posteriormente un recurso fundado en
el artículo 25 de la Ley de 2001 para que se constatase la ilegalidad de su detención en virtud
de la legislación interna.
213. Habiendo constatado ya el Tribunal que las disposiciones enjuiciadas del derecho interno
implicaban la violación del artículo 5.1, considera inútil resolver separadamente, desde el
punto de vista del artículo 5.4, la queja de los interesados basada en la incompetencia de la
Cámara de los Lores para ordenar su puesta en libertad.
214. La segunda queja de los demandantes relativa al artículo 5.4 se refiere a la equidad del
procedimiento previsto por el artículo 25 de la Ley de 2001 y aplicado por la SIAC para
determinar si el Ministro del Interior podía razonablemente creer que la presencia de los
interesados en el Reino Unido representaba un riesgo para la seguridad nacional y sospechar
que fuesen terroristas. Se trata aquí de una cuestión separada y distinta no incluida en la
constatación de violación del artículo 5.1 que, por consiguiente, el Tribunal debe examinar.
215. El Tribunal recuerda que los jueces que constituían la SIAC pudieron examinar los
documentos tanto «no confidenciales» como los «secretos», pero que los demandantes y sus
abogados no tuvieron acceso a estos últimos. Por el contrario, éstos fueron comunicados a uno
o varios abogados especiales designados por el Solicitor general para actuar en nombre de
cada uno de los interesados. En el marco de la fase confidencial del procedimiento seguido
ante la SIAC, los abogados especiales podían plantear, en nombre de los demandantes,
motivos procesales –para obtener, por ejemplo, informaciones complementarias– y de fondo.
Sin embargo, a partir del momento en el que habían conocido los documentos secretos, ya no
estaban autorizados a comunicarse con los interesados y sus letrados sin el acuerdo de la
SIAC. Ésta dictó una decisión «no confidencial» y una decisión «confidencial» en cada uno
de los recursos presentados.
216. El Tribunal partirá de la constatación efectuada por los tribunales internos –que declara
suscribir– según la cual las intenciones e intrigas de Al-Qaeda habían creado «un peligro
público que amenazaba la vida de la nación» durante el período en el que los demandantes
estuvieron recluidos. Cabe tener presente que, a la sazón, se consideraba que la protección de
la población del Reino Unido frente a un atentado terrorista era una necesidad apremiante y
que había un interés general en la recogida de información sobre Al-Qaeda y sus cómplices,
así como en la ocultación de las fuentes de las que se obtenía, aunque el Reino Unido no
hubiese derogado el artículo 5.4 (véase también, a este respecto, Sentencia Fox, Campbell y
HartLey, previamente citada, ap. 39).
217. Sin embargo, estos intereses generales importantes se enfrentaban al derecho de los
demandantes a un proceso equitativo en virtud del artículo 5.4. Aunque el Tribunal haya
concluido que la encarcelación de los interesados –salvo la de los demandantes segundo y
cuarto– no correspondía a ninguno de los supuestos enumerados en los párrafos a) a f) del
artículo 5.1, estima que su jurisprudencia relativa al control jurisdiccional de la prisión
preventiva es pertinente en el presente asunto puesto que, en tal caso, erige también en
condición sine qua non de la legalidad del mantenimiento de la reclusión la persistencia de
sospechas razonables sobre el detenido (apartado 204 supra). Además, teniendo en cuenta las
circunstancias de la causa y las consecuencias dramáticas que la prolongada privación de
libertad de los demandantes –que, a la sazón, parecía poder ser indefinida– tuvo en sus
derechos fundamentales, el artículo 5.4 debe implicar unas garantías sustancialmente idénticas
a las que consagra el aspecto penal del artículo 6.1 (Sentencias García Alva contra Alemania,
núm. 23541/1994, ap. 39, 13 febrero 2001; véase también Chahal, previamente citada, aps.
130-131).
218. En estas condiciones, era esencial que se comunicase a cada uno de los demandantes
tanta información como fuese posible sobre las acusaciones y pruebas de cargo presentadas
70
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
contra ellos sin comprometer la seguridad nacional y la de terceras personas. Si se excluía la
divulgación íntegra de la información, el artículo 5.4 exigía que los inconvenientes derivados
de tal restricción se compensasen de forma que cada uno de los interesados conservase la
posibilidad de contestar útilmente a las acusaciones formuladas contra ellos.
219. Como órgano jurisdiccional plenamente independiente (apartado 91 supra) y facultado
para examinar todas las pruebas pertinentes, tanto secretas como no confidenciales, la SIAC
era la mejor situada para velar por que no se ocultase inútilmente ninguna información a los
detenidos. A este respecto, la facultad reconocida a los abogados especiales de interrogar a los
testigos de cargo sobre la necesidad de la confidencialidad y solicitar a los magistrados la
divulgación de información complementaria podía aportar un suplemento de garantía. A la
vista de los elementos que obran en su poder, el Tribunal no percibe ninguna razón para
concluir que en los recursos ejercidos por los interesados se invocó el secreto de forma
excesiva e injustificada o que la denegación de comunicación recibida por los demandantes no
estaba motivada por razones imperiosas.
220. El Tribunal considera, además, que la posibilidad ofrecida a los abogados especiales de
verificar las pruebas aportadas y defender la causa de los demandantes a puerta cerrada, podía
conferirles un papel importante susceptible de compensar la divulgación solamente parcial de
los elementos probatorios y la ausencia de un verdadero juicio, público y contradictorio. Sin
embargo, los abogados especiales sólo podían desempeñar eficazmente esta función si los
interesados recibían la suficiente información sobre los cargos que se les imputaban para
poder darles instrucciones útiles. Aunque se trata éste de un extremo a examinar caso por
caso, el Tribunal señala que, por lo general, en el caso de que las pruebas se hubiesen
divulgado en gran medida y los elementos no confidenciales hubiesen jugado un papel
decisivo en la decisión pronunciada respecto a un demandante, no se podría decir que se le
privó de la posibilidad de contestar útilmente el carácter razonable de la convicción y las
sospechas que el Ministro del Interior albergaba respecto a él. En los casos en los que las
acusaciones que figurasen en los elementos no confidenciales fuesen lo suficientemente
precisas, aunque la totalidad o la mayoría de las pruebas de cargo se hubiese mantenido en
secreto, el demandante habría podido, en su caso, proporcionar información a sus letrados y al
abogado especial y este último servirse de la misma para refutar las acusaciones en cuestión
sin necesidad de conocer el detalle o el origen de las pruebas en las que se fundaban. Un
ejemplo de ello es la acusación contra varios demandantes de haber acudido a un campo de
entrenamiento para el terrorismo en un lugar concreto en unas fechas concretas: por su
precisión, esta acusación confería a los interesados la posibilidad de ofrecer a los abogados
especiales unas pruebas de descargo suficientes para permitirles impugnarlas útilmente, como
una coartada o una explicación de su presencia en dicho lugar. Por el contrario, en los casos
en los que los elementos no confidenciales consistiesen exclusivamente en afirmaciones
generales y en los que la SIAC se hubiese basado, únicamente o de forma determinante, en
documentos secretos para aprobar la emisión del certificado o mantener recluidos a los
demandantes, no se cumplirían las exigencias del artículo 5.4.
221. En consecuencia, el Tribunal ha de examinar el procedimiento de emisión de los
certificados según estos criterios para cada uno de los demandantes detenidos.
222. En primer lugar, señala que los cargos no confidenciales contra los demandantes sexto,
séptimo, octavo, noveno y undécimo contenían acusaciones precisas sobre, por ejemplo, la
compra de equipos de telecomunicaciones claramente identificados, la posesión de tal o cual
documento referido a presuntos terroristas citados por su nombre y encuentros con tales
terroristas en lugares y fechas concretos. Al estar las acusaciones en cuestión suficientemente
circunstanciadas para permitir a los interesados contestarlas útilmente, el Tribunal considera
que los derechos que los demandantes sexto, séptimo, octavo, noveno y undécimo aducen al
amparo del artículo 5.4 no han sido violados.
71
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
223. Constata que al primer y segundo demandante se les imputaba haber recaudado fondos
destinados a organizaciones terroristas ligadas a Al-Qaeda. Se desprende de las informaciones
no confidenciales relativas a ellos que por la cuenta bancaria del primer demandante pasaron
importantes sumas y que el segundo participó en estafas con el fin de recaudar fondos. Sin
embargo, se ocultaron a los dos demandantes las pruebas que podían demostrar la relación
entre el dinero recaudado y el terrorismo. En estas condiciones, el Tribunal estima que éstos
no pudieron oponerse realmente a las acusaciones formuladas contra ellos. Por lo tanto,
concluye que en el caso del primer y segundo demandante se violó el artículo 5.4.
224. Señala, por último, que los cargos no confidenciales que pesaban contra el tercer y
quinto demandante, centrados principalmente en la presunta pertenencia de los interesados a
organizaciones islamistas radicales vinculadas a Al-Qaeda, tenían un carácter muy general. En
sus decisiones desestimatorias de los recursos ejercidos por los demandantes, la SIAC
constató que los elementos no confidenciales carecían de contenido y que las pruebas de
cargo figuraban esencialmente en los documentos secretos. También aquí considera el
Tribunal que los interesados no pudieron contestar útilmente a las acusaciones formuladas
contra ellos. Concluye así que, en el caso del tercer y quinto demandante, se violó el artículo
5.4.
V. SOBRE LA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 5.1 DEL CONVENIO EN RELACIÓN CON
EL ARTÍCULO 13
225. A título subsidiario, los demandantes aducen que los hechos denunciados desde el punto
de vista del artículo 5.4 constituyen también una violación del artículo 13. A la vista de las
conclusiones a las que ha llegado más arriba, el Tribunal considera inútil examinar esta queja
de forma separada.
VI. SOBRE LA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 5.5 DEL CONVENIO
226. Por último, los demandantes alegan haber sido privados de un derecho ejecutorio a la
reparación del perjuicio resultante de su detención ilegal contraria al artículo 5.1 y 5.4.
Consideran que ello constituye una violación del artículo 5.5, el cual dispone:
«Toda persona víctima de detención o de una privación de libertad contrarias a las disposiciones de este
artículo tendrá derecho a una reparación».
227. El Gobierno considera que, en ausencia de violación del artículo 5 en el caso de autos, el
artículo 5.5 no es aplicable. Suponiendo que el Tribunal concluyera, por el contrario, que ha
habido violación del artículo 5, cabría constatar que el quinto apartado de esta disposición
exige un «derecho ejecutorio a reparación» pero no impone la concesión de una
indemnización en todos los casos. La constatación de los tribunales internos según la cual el
Ministro del Interior tenía buenas razones para sospechar que los demandantes eran
«terroristas internacionales» excluiría, en principio, que pudiesen reclamar ante ellos una
reparación.
A. Sobre la admisibilidad
228. El Tribunal recuerda haber concluido que hubo violación del artículo 5.1 en el caso de
todos los interesados –a excepción del segundo y cuarto de ellos– y violación del artículo 5.4
en lo que respecta al primero, tercero, quinto y décimo. Por tanto, las quejas de los interesados
relativas al artículo 5.5 deben estimarse, salvo las formuladas por el segundo y cuarto
demandante.
72
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
B. Sobre el fondo
229. El Tribunal señala que los demandantes no pudieron ejercer un derecho ejecutorio a
reparación ante los tribunales internos por las violaciones previamente constatadas. De ello se
deduce que el artículo 5.5 ha sido violado en lo que se refiere a todos los interesados a
excepción del segundo y cuarto de ellos (Sentencias Brogan y otros contra Reino Unido, 29
noviembre 1988, ap. 67, serie A núm. 145-B, y Fox, Campbell y HartLey, previamente citada,
ap. 46).
VII. SOBRE LA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 6 DEL CONVENIO
230. A título subsidiario, los demandantes aducen que el procedimiento seguido ante la SIAC
no se conciliaba con el artículo 6.1 y 6.2 del Convenio, que dice así:
«1. Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativa, públicamente y dentro de un plazo
razonable, por un tribunal independiente e imparcial, establecido por la Ley, que decidirá los litigios
sobre sus derechos y obligaciones de carácter civil o sobre el fundamento de cualquier acusación en
materia penal dirigida contra ella. La sentencia debe ser pronunciada públicamente, pero el acceso a la
sala de audiencia puede ser prohibido a la prensa y al público durante la totalidad o parte del proceso en
interés de la moralidad, del orden público o de la seguridad nacional en una sociedad democrática,
cuando los intereses de los menores o la protección de la vida privada de las partes en el proceso así lo
exijan o en la medida en que será considerado estrictamente necesario por el tribunal, cuando en
circunstancias especiales la publicidad pudiera ser perjudicial para los intereses de la justicia.
2. Toda persona acusada de una infracción se presume inocente hasta que su culpabilidad haya sido
legalmente declarada».
231. Los interesados manifiestan que el artículo 6.1 es la lex specialis del derecho a un juicio
justo. De todas las medidas adoptadas con posterioridad a 2001 por los Ejecutivos de los
Estados miembros del Consejo de Europa contra los presuntos terroristas, las que se
cuestionan en el caso de autos serían las más severas. El dispositivo criticado habría sido
establecido para permitir al Gobierno del Reino Unido perseguir a individuos sobre la base
únicamente de unas sospechas razonables fundadas en unas pruebas que no habrían sido
admitidas ante los tribunales ordinarios, lo que justificaría por sí solo un examen en el terreno
del artículo 6. El procedimiento aplicado implicaba una decisión sobre una acusación en
materia penal –en el sentido autónomo que el artículo 6.1 atribuye a este concepto– así como
sobre un litigio relativo a unos derechos y obligaciones de carácter civil. La utilización de
pruebas confidenciales vulneraría el artículo 6.
232. El Gobierno alega que el artículo 5.4 es la lex specialis de la privación de libertad, de
forma que las cuestiones que ésta plantea deberían más bien ser examinadas en el terreno de
esta disposición. En cualquier caso, el artículo 6 no es aplicable puesto que las sentencias
dictadas por la SIAC en materia de encarcelación constituirían «medidas especiales de
política de extranjería» y no implicarían, por tanto, una decisión sobre una acusación en
materia penal o un litigio sobre unos derechos y obligaciones de carácter civil. Suponiendo
incluso que el artículo 6.1 fuese aplicable, habría lugar a concluir que no ha habido violación
de esta disposición por los motivos expuestos anteriormente sobre las quejas relativas al
artículo 5.4.
233. Sin pronunciarse sobre la cuestión de si el artículo 6 es aplicable al procedimiento ante la
SIAC, el Tribunal estima la queja. No obstante, recuerda haber analizado más arriba, al
considerar las quejas formuladas por los demandantes al amparo del artículo 5.4, las
cuestiones que plantean el recurso a la intervención de abogados especiales, las audiencias
73
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
secretas y la falta de comunicación íntegra de las pruebas de cargo en el procedimiento ante la
SIAC. Habida cuenta del examen completo realizado, considera inútil examinar la queja de
los interesados desde el punto de vista del artículo 6.1.
VIII. APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 41 DEL CONVENIO
234. Los demandantes reclaman la concesión de una indemnización por el perjuicio tanto
moral como material derivado de las violaciones que alegan, así como el reembolso de los
gastos y las costas. A este respecto, invocan el artículo 41 del Convenio, a tenor del cual:
«Si el Tribunal declara que ha habido violación del Convenio o de sus Protocolos y si el derecho interno
de la Alta Parte Contratante sólo permite de manera imperfecta reparar las consecuencias de dicha
violación, el Tribunal concederá a la parte perjudicada, si así procede, una satisfacción equitativa».
Por su parte, el Gobierno considera que en este caso no es ni necesaria ni apropiada la
concesión de una indemnización equitativa.
A. Daño
1. Pretensiones de los demandantes
235. Los interesados sostienen que la concesión de una indemnización en virtud de la
satisfacción equitativa es necesaria y apropiada. Remitiendo concretamente al asunto Perks y
otros contra Reino Unido (núms. 25277/1994, 25279/1994, 25280/1994, 25282/1994,
25285/1994, 28048/1995, 28192/1995 y 28456/1995, 12 octubre 1999), en el que el Tribunal
concedió 5.500 GBP a uno de los demandantes en concepto de indemnización por la
detención ilegal de seis días que sufrió y al asunto Tsirlis y Kouloumpas contra Grecia
(Sentencia de 29 mayo 1995 (sic), Repertorio 1997-III), en el que se concedió
respectivamente a los demandantes el equivalente a 17.890 y 16.330 GBP por los trece y doce
meses de prisión que les valió su negativa a efectuar el servicio militar, sugieren al Tribunal
que, para evaluar la indemnización a conceder, se inspire en la práctica de los tribunales
internos en el ámbito de la reparación de la detención ilegal y su propia jurisprudencia en la
materia.
236. El primer demandante reclama una indemnización por la privación de libertad de tres
años y ochenta y tres días sufrida desde el 19 de diciembre de 2001 al 11 de marzo de 2005,
así como por el sufrimiento moral resultante, incluidos los trastornos mentales que padece.
Manifiesta que la indemnización debe asimismo reflejar el sufrimiento de su esposa y demás
miembros de su familia por haber estado separados de él y expuestos a una publicidad
desagradable. Evalúa la suma a conceder en virtud del daño moral en 234.000 GBP y solicita
al Tribunal que le conceda, en concepto de perjuicio material, una suma aproximada de 7.500
GBP destinada a cubrir los gastos en que incurrió su familia para visitarle durante su reclusión
y otros gastos.
237. El tercer demandante solicita la reparación del perjuicio resultante de su privación de
libertad desde el 19 de diciembre de 2001 al 11 de marzo de 2005, así como de los traumas
psicológicos que creó esta situación, que se han manifestado en desórdenes psíquicos.
Reclama también una indemnización por el sufrimiento que su encarcelación causó a su
familia. Considera que la concesión de 230.000 GBP constituiría una reparación adecuada por
el daño moral padecido. Asimismo, desea que se le concedan 200 GBP por los gastos de
desplazamiento de su esposa y una suma destinada a cubrir la pérdida de una oportunidad de
ejercer una actividad comercial en el Reino Unido.
238. El quinto demandante reivindica una indemnización por la privación de libertad del 19
74
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
de diciembre de 2001 al 22 de abril de 2004 y el arresto domiciliario hasta el 11 de marzo de
2005, la angustia moral y los trastornos mentales provocados por esta situación y el
sufrimiento de su esposa e hijos. Evalúa en 240.000 GBP la suma en concepto de daño moral
y en 5.500 GBP la indemnización por el perjuicio material sufrido que corresponde, en
particular, a los gastos de cuidado de los hijos y de desplazamiento que tuvo su esposa y las
sumas que le envió durante su reclusión.
239. El sexto demandante reclama una indemnización por la privación de libertad del 19 de
diciembre de 2001 al 11 de marzo de 2005, el sufrimiento psíquico resultante de la misma y la
aflicción de su esposa y sus hijos. Estima en 217.000 GBP la cuantía de la indemnización en
concepto del daño moral en cuestión y en 51.410 GBP la indemnización a concederle en
concepto de lucro cesante debido a la imposibilidad de ejercer su actividad de repartidor
independiente, y los gastos de desplazamiento de su esposa.
240. El séptimo demandante solicita la reparación del perjuicio causado por su encarcelación
desde el 8 de febrero de 2002 al 11 de marzo de 2005 y de la angustia psicológica y la
enfermedad mental resultante. Evalúa en 197.000 GBP la cuantía de la indemnización en
concepto de daño moral. No formula ninguna pretensión en cuanto al perjuicio material.
241. El octavo demandante solicita al Tribunal que le conceda una indemnización por la
privación de libertad desde el 23 de octubre de 2002 al 11 de marzo 2005, el sufrimiento
psicológico que ésta le causó y la angustia que esta situación provocó en su esposa e hijos.
Estima en 170.000 GBP la suma a concederle en concepto de daño moral y en 4.570 GBP la
indemnización por el perjuicio material correspondiente a las sumas que su esposa le envió
durante su reclusión y los costes de la mudanza a la que se vio obligada para escapar de la
atención indeseable de los medios de comunicación.
242. El noveno demandante reivindica la concesión de una indemnización por la privación de
libertad sufrida desde el 22 de abril de 2002 al 11 de marzo de 2005, la angustia moral y los
trastornos mentales derivados de la misma y el sufrimiento de su esposa e hijos. Reclama
215.000 GBP en concepto de daño moral y 7.725 GBP por el perjuicio material
correspondiente, entre otras, a las sumas que ha debido pedir prestadas y entregar a su esposa
para contribuir a la economía doméstica, el dinero que ella le ha enviado durante su reclusión
y los gastos de desplazamiento para las visitas. Por último, solicita una indemnización
destinada a cubrir la pérdida de una oportunidad de ejercer una actividad comercial en
territorio británico.
243. El décimo demandante reclama una indemnización por la privación de libertad desde el
14 de enero de 2003 al 11 de marzo de 2005, y por el sufrimiento psicológico y los trastornos
mentales provocados por esta situación. Evalúa en 144.000 GBP el daño moral sufrido y en
2.751 GBP el perjuicio material ligado a la pérdida de una ayuda semanal de 37 GBP que
percibía del servicio nacional de asistencia a los solicitantes de asilo ( National Asylum
Support Service) antes de ser detenido y al coste de las comunicaciones telefónicas con sus
letrados.
244. El undécimo demandante solicita al Tribunal que le conceda 95.000 GBP en concepto de
daños y perjuicios por la privación de libertad desde el 2 de octubre de 2003 al 11 de marzo
de 2005 y la angustia moral resultante. No formula pretensiones en concepto de perjuicio
material.
2. Alegaciones del Gobierno
245. Basándose en la Sentencia dictada por el Tribunal en el asunto McCann y otros contra
Reino Unido (27 septiembre 1995, ap. 219, serie A núm. 324), el Gobierno sostiene que, en
principio, se excluye que los interesados reciban ninguna indemnización por cuanto hubo
motivos objetivos y razonables para sospechar legítimamente de su implicación en el
75
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
terrorismo y no disiparon las sospechas en cuestión.
246. Las autoridades aprobaron el Título 4 de la Ley de 2001 y notificaron de buena fe la
derogación en litigio al objeto de hacer frente a una situación considerada extremadamente
grave que constituía un serio peligro que amenazaba la vida de la nación. Tal y como
constataron la Cámara de los Lores y la SIAC, el principal defecto del régimen de reclusión
establecido por el Título 4 de la Ley de 2001 era que se aplicaba a los extranjeros y no a los
ciudadanos británicos. Después de que la Cámara de los Lores dictase su sentencia, el
Gobierno examinó inmediatamente la cuestión de si convenía tratar a los interesados en el
contexto de peligro público del momento y decidió establecer un dispositivo de control. En
estas condiciones, no se puede alegar que actuase con cinismo o en violación flagrante de los
derechos individuales.
247. Suponiendo que el Tribunal concluya que se ha violado una obligación procesal (en
virtud, por ejemplo, del artículo 5.4 y 5.5), no habría de conceder ninguna indemnización a
los demandantes puesto que sería imposible especular sobre el del procedimiento si no
hubiesen tenido lugar las violaciones alegadas del Convenio (Sentencias KingsLey contra
Reino Unido [GS], núm. 35605/1997, TEDH 2002-IV; Hood contra Reino Unido, núm.
27267/1995, TEDH 1999-I).
248. Por último, si el Tribunal hubiese de decidir una indemnización para los interesados, le
correspondería verificar con atención que cada concepto está suficientemente justificado,
tiene suficiente relación con la violación constatada y su cuantía es razonable.
3. Valoración del Tribunal
249. El Tribunal recuerda de entrada que no ha concluido en el caso de autos que hubiese
habido violación del artículo 3. De ello se deduce que no puede conceder ninguna
indemnización por el sufrimiento moral –incluidos los trastornos mentales– pretendidamente
causado por las condiciones de encarcelación de los interesados o por el carácter
indeterminado de la detención en el dispositivo establecido por el Título 4 de la Ley de 2001.
250. Por el contrario, ha concluido que ha habido violación del artículo 5.1 y 5.5 en lo que
respecta a los demandantes primero, tercero, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y
undécimo y violación del artículo 5.4 en el caso de los demandantes primero, tercero, quinto y
décimo. En estas condiciones, puede conceder a los demandantes cuyos derechos
convencionales han sido lesionados, una indemnización en virtud del artículo 41 si considera
«que ha lugar» a concederles reparación. Al gozar de una gran libertad para determinar en qué
casos ha lugar a reparar los daños y perjuicios causados a los demandantes, el Tribunal es con
frecuencia llamado a concluir que la constatación de violación representa una indemnización
justa suficiente y que no se impone la concesión de una indemnización económica (véase,
entre otras, Sentencia Nikolova, previamente citada, ap.76). En el ejercicio de su facultad de
apreciación, el Tribunal tiene en cuenta el conjunto de los hechos de la causa, especialmente
el carácter de las violaciones constatadas y las eventuales particularidades del contexto en el
que se inscribe el asunto.
251. El Tribunal recuerda que, en el citado asunto McCann y otros (ap. 219), se negó a
conceder ninguna indemnización por el perjuicio material o el daño moral derivado de la
violación constatada del artículo 2 del Convenio, habida cuenta del hecho de que los tres
presuntos terroristas abatidos tenían la intención de poner una bomba en Gibraltar. Considera
que el caso de autos se distingue del asunto en cuestión en que no se ha demostrado la
participación o el intento de participar de cualquiera de los demandantes en actos de violencia
terrorista.
252. Para pronunciarse sobre la cuestión de si procede conceder una indemnización y, en su
caso, determinar su cuantía, el Tribunal debe tener en cuenta varios factores. Los
76
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
demandantes han estado privados de libertad durante largos períodos en unas condiciones que
vulneran el artículo 5.1. Se ha dado el caso de que el Tribunal ha concedido importantes
daños y perjuicios en concepto de indemnización justa en asuntos relativos a una detención
ilegal (véase, entre otras, Sentencia Assanidzé contra Georgia [GS], núm. 71503/2001, TEDH
2004-II, así como los ejemplos citados por los demandantes en el apartado 235 supra). Sin
embargo, el caso de autos es muy diferente. Al día siguiente de los atentados del 11 de
septiembre de 2001 por Al-Qaeda en territorio americano, el Gobierno se halló frente a una
situación considerada extremadamente grave –que los tribunales internos y el Tribunal
reconocen que constituía un peligro público que amenazaba la vida de la nación– que le
obligó a proteger a la población del Reino Unido de la violencia terrorista. Las autoridades
elaboraron de buena fe el régimen de reclusión establecido por el Título 4 de la Ley de 2001
de forma que se conciliase con la necesidad de impedir la comisión de actos terroristas y la
prohibición que les imponía el artículo 3 del Convenio de devolver o expulsar a las personas a
un país en el que se expondrían a un riesgo real de sufrir malos tratos (apartado 166 supra).
Aunque el Tribunal, al igual que la Cámara de los Lores, concluye que las medidas
derogatorias en litigio eran desproporcionadas, señala que esta constatación se basaba
principalmente en el carácter discriminatorio del régimen de reclusión, el cual sólo se aplicaba
a los extranjeros. Además, inmediatamente después de la sentencia del Alto Tribunal
británico, las autoridades sustituyeron el régimen de reclusión previsto por la Ley de 2001 por
un dispositivo de control establecido por la Ley de 2005 de prevención del terrorismo. Todos
los demandantes respecto a los cuales el Tribunal ha concluido que ha habido violación del
artículo 5.1 fueron objeto de medidas de control inmediatamente después de haber sido
liberados en marzo de 2005, por lo que no se puede presumir que no se les hubiese aplicado
medidas restrictivas de la libertad si no se hubiesen producido las violaciones constatadas en
el caso de autos.
253. A la vista de lo que antecede, el Tribunal estima que las circunstancias justifican una
suma claramente inferior a la que ha tenido ocasión de conceder en otros casos de detención
ilegal. Concede 3.900 euros (EUR) a los demandantes primero, tercero y sexto; 3.400 EUR al
quinto demandante; 3.800 EUR al séptimo demandante; 2.800 EUR al octavo demandante;
3.400 EUR al noveno demandante; 2.500 EUR al décimo demandante y 1.700 EUR al
undécimo demandante.
B. Gastos y costas
254. Al haber obtenido los demandantes, inmediatamente después de la sentencia dictada por
la Cámara de los Lores, el reembolso de los gastos y costas satisfechos para las necesidades
de los procedimientos seguidos ante los tribunales británicos, no formulan ninguna pretensión
al respecto. En cuanto a los gastos correspondientes al Tribunal, reclaman un total de
144.752,64 GBP (IVA incluido). Esta suma correspondería a los honorarios debidos por las
599 horas (a la tarifa horaria de 70 GBP, más IVA), 342,5 horas (a la tarifa horaria de 150
GBP, más IVA) y 85 horas (a la tarifa horaria de 200 GBP, más IVA) que los solicitors,
letrados y abogado principal habrían dedicado a la demanda, las alegaciones y las
pretensiones de indemnización justa formuladas en nombre de los interesados a la Sala y la
Gran Sala, incrementados por gastos varios tales como los costes periciales y los
correspondientes a la vista celebrada por la Gran Sala. Los demandantes se vieron obligados a
contratar a varios abogados de distintas especialidades habida cuenta de la diversidad de las
cuestiones a tratar y la naturaleza de las pruebas presentadas, relativas a hechos concernientes
a un período de más de diez años.
255. El Gobierno estima que las pretensiones de los interesados son excesivas. En particular,
el número de horas de trabajo que los solicitors y letrados habrían dedicado a la preparación
77
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
de la causa se justificaría por cuanto todos los demandantes estuvieron representados ante los
tribunales internos, hubieron de dar a sus representantes instrucciones precisas y estos últimos
examinaron, sin duda alguna, la casi totalidad de las cuestiones planteadas en la demanda
presentada ante el Tribunal. La tarifa horaria del abogado principal sería, por otra parte,
excesiva.
256. El Tribunal recuerda que los demandantes tienen derecho al reembolso de los gastos real
y necesariamente satisfechos para prevenir o reparar una violación del Convenio, siempre que
su cuantía sea razonable (Sentencia KingsLey, previamente citada, ap. 49). Aunque reconoce
que el número de demandantes partes en el presente caso no ha dejado de originar un
suplemento de trabajo para sus representantes, el Tribunal señala que las conclusiones
presentadas por cada uno de los interesados se refieren principalmente a las quejas y
pretensiones de indemnización justa relativas a la violación alegada del artículo 3 del
Convenio, que ha desestimado. Asimismo, considera que el Gobierno tiene razón al alegar
que algunas cuestiones planteadas –concretamente en lo que respecta a la derogación en
virtud del artículo 15 del Convenio– ya habían sido evocadas ante los tribunales internos, lo
que habría debido reducir el tiempo necesario para la preparación de la parte de la demanda
en la que se tratan estas cuestiones. En estas condiciones, considera que se debe conceder a
los demandantes un total de 60.000 EUR en concepto de gastos y costas, más las cargas
fiscales correspondientes.
C. Intereses de demora
257. El Tribunal considera apropiado fijar el tipo de los intereses de demora en el tipo de
interés de la facilidad marginal de los préstamos del Banco central europeo incrementado en
tres puntos.
POR ESTOS MOTIVOS, EL TRIBUNAL, POR UNANIMIDAD
1º Declara inadmisibles las quejas del segundo demandante relativas a los artículos 3 y 13 del
Convenio y admisibles las formuladas en el ámbito de estas disposiciones por los
demandantes primero, tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y
undécimo;
2º Declara que no ha habido violación del artículo 3 del Convenio, aisladamente o en relación
con el artículo 13, en el caso de los demandantes primero, tercero, cuarto, quinto, sexto,
séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo;
3º Declara admisibles las quejas formuladas por los demandantes en relación al artículo 5.1
del Convenio;
4º Rechaza las excepciones preliminares de los demandantes basadas en la prescripción del
derecho del Gobierno a invocar un medio de defensa fundado en el artículo 5.1 f) del
Convenio e impugnar la decisión de la Cámara de los Lores que invalidaba la derogación
establecida en virtud del artículo 15;
5º Declara que no ha habido violación del artículo 5.1 del Convenio en lo que respecta al
segundo y cuarto demandante;
6º Declara que ha habido violación del artículo 5.1 del Convenio en el caso de los
demandantes primero, tercero, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo;
78
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
7º Declara que no ha lugar a examinar las quejas relativas al artículo 5.1 en relación con el
artículo 14;
8º Declara inadmisibles las quejas formuladas por el segundo y cuarto demandante desde el
punto de vista del artículo 5.4 del Convenio y admisibles las articuladas en el terreno de esta
disposición por los demandantes primero, tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo,
noveno, décimo y undécimo;
9º Declara que no ha lugar a examinar la queja relativa a la incompetencia de la Cámara de
los Lores para ordenar una puesta en libertad formulada, en el terreno del artículo 5.4; por los
demandantes primero, tercero, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo;
10 Declara que ha habido violación del artículo 5.4 del Convenio en el caso de los
demandantes primero, tercero, quinto y décimo, pero que no ha habido violación en lo que
respecta a los demandantes sexto, séptimo, octavo, noveno y undécimo;
11 Declara que no ha lugar a examinar las quejas relativas al artículo 5.1 en relación con el
artículo 13;
12 Declara inadmisibles las quejas formuladas por el segundo y tercer demandante desde el
punto de vista del artículo 5.5 del Convenio y admisibles las de los demandantes primero,
tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo relativas a esta
disposición.
13 Declara que ha habido violación del artículo 5.5 del Convenio en lo que respecta a los
demandantes primero, tercero, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo;
14 Declara admisibles las quejas relativas al artículo 6 del Convenio;
15 Declara que no ha lugar a examinar las quejas que los demandantes formulan en el terreno
del artículo 6;
16 Declara que el Estado demandado deberá abonar, dentro del plazo de tres meses, las sumas
siguientes, más las cargas fiscales correspondientes, a convertir en libras esterlinas al cambio
aplicable en el momento del pago:
a) En concepto de perjuicio moral o material, 3.900 EUR (tres mil novecientos euros) a los
demandantes primero, tercero y sexto; 3.400 EUR (tres mil cuatrocientos euros) al quinto
demandante; 3.800 EUR (tres mil ochocientos euros) al séptimo demandante; 2.800 EUR (dos
mil ochocientos euros) al octavo demandante; 3.400 EUR (tres mil cuatrocientos euros) al
noveno demandante; 2.500 EUR (dos mil quinientos euros) al décimo demandante y 1.700
EUR (mil setecientos euros) al undécimo demandante;
b) En concepto de gastos y costas, 60.000 EUR (sesenta mil euros) conjuntamente a los
demandantes;
c) Que estas sumas se verán incrementadas por un interés simple anual, equivalente al tipo de
interés de la facilidad marginal de los préstamos del Banco central europeo incrementado en
tres puntos, a partir de la expiración del antedicho plazo y hasta el pago;
17 Rechaza el resto de la solicitud de indemnización.
79
ASUNTO A. y OTROS c. REINO UNIDO
Hecha en francés e inglés y leída en audiencia pública en el Palacio de los Derechos Humanos
de Estrasburgo, el 19 de febrero de 2009. Firmado: Jean-Paul Costa, Presidente-Michael
O’Boyle, Secretario adjunto.
© Consejo de Europa/Tribunal Europeo de Derechos Humanos, 2013.
Los idiomas oficiales del Tribunal Europeo de Derechos Humanos son el Inglés y el Francés. Esta traducción no vincula al
Tribunal, ni el Tribunal asume ninguna responsabilidad sobre la calidad de la misma. Puede descargarse desde la base de
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