William Burroughs - Universidad Complutense de Madrid

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Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 26 (2010.2)
WILLIAM BURROUGHS: LITERATURA ECTOPLASMOIDE Y
MUTACIONES
ANTROPOLÓGICAS.
DEL
VIRUS
DEL
LENGUAJE A LA PSICOTOPOGRAFÍA DEL TEXTO
Adolfo Vásquez Rocca
Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid
© EMUI Euro-Mediterranean University Institute | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730
Publicación asociada a la Revista Nomads. Mediterranean Perspectives | ISSN 1889-7231
Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 26 (2010.2)
Resumen.- En la obra de William Burroughs el sujeto se encuentra manipulado y transformado
por los procesos de contagio. El lenguaje es un virus que se reproduce con gran facilidad y
condiciona cualquier actividad humana, dando cuenta de su intoxicada naturaleza. Los textos
de Burroughs proliferan sin principio ni fin como una plaga, se reproducen y alargan en
sentidos imprevisibles, son el producto de una hibridación de muy diversos registros que no
tienen nada que ver con una evolución literaria tradicional, sus diferentes elementos ignoran la
progresión de la narración y aparecen a la deriva desestructurando las novelas de su marco
temporal, de su coexistencia espacial, de su significado, y posibilitando que sea el lector quien
acabe por estructurarlas según sus propios deseos. Ante esta situación vírica que Burroughs
considera que impregna la existencia, el escritor entiende que nuestro fin es el caos. El caos
como un espacio mítico donde reina lo híbrido, la fusión de lo contradictorio, el doble
monstruoso. La función del caos en la escritura será una fascinación por los residuos, por el
flujo verbal que nos lleva al hundimiento y a la perdida, por el retorno al silencio. La aspiración
será “Encontrar un lenguaje endémico, caótico, que sea un lenguaje del cuerpo, que se
convierta entonces en el fin reconocido de la escritura”
Palabras clave.- Literatura, virus, metáfora, cuerpo, enfermedad,
topografía, droga, hipertexto, posmodernidad.
escritura, flujo,
psico-
Abstract.- In the work of William Burroughs the individual is manipulated and transformed by
the processes of contagion. Language is a virus that is played with great ease and conditions
any human activity, accounting for its nature intoxicated. Burroughs texts proliferate without
beginning or end as a plague, they reproduce and extend in unpredictable ways, are the
product of a hybridization of diverse records that have nothing to do with traditional literary
developments, their different ignored elements progression narration and appear to drift his
novels unstructured time frame, their spatial coexistence of its meaning, and enabling them to
be the reader who will finally structure them according to their own desires. In this situation viral
Burroughs believes that pervades existence, the writer means that our goal is chaos. Chaos as
a legendary place where there hybridity, the fusion of the contradictory, the monstrous double.
The role of chaos in the writing will be fascinated by waste, by the verbal flow that leads to the
collapse and lost, by the return to silence. The aspiration is "Find a language endemic, chaotic,
that is a body language, which then becomes the acknowledged end of writing".
Keywords.- Literature, virus, metaphor, body, illness, writing, flow, psycho-topography, drugs,
hypertext, postmodernism.
"Emitir no puede ser nunca mas que un medio para emitir más, como la Droga.
Trate usted de utilizar la droga como medio para otra cosa (...) Al emisor no le
gusta la charla. El emisor no es un ser humano (...) Es el Virus Humano."
W. Burroughs
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1. La metáfora viral
A partir del análisis de los problemas epistemológicos y estéticos que plantea el
diseño de lo que se ha dado en llamar Hipertexto1 me aproximaré a las nuevas
retóricas con que la posmodernidad crea y deconstruye sus objetos e
instituciones. Aquí atenderé al proceso de descentramiento o dislocación que
se produce al moverse por una red de textos, desplazando constantemente el
centro, es decir con un centro de atención provisional, un conjunto de cuerpos
de textos conectados, aunque sin eje primario de organización. Estas nuevas
articulaciones discursivas, propias de la digitalización de la escritura, que se
pueden recorrer en diversas direcciones no sólo sucesivas sino simultáneas, no
admiten una sola categorización, sino las más variadas: antinovela, antipoesía,
escritura automática, parodia literaria, reflexión filosófica, meditación esotérica,
interpretación talmúdica. Cuestionando así las nociones tradicionales de
narrativa, univocidad y linealidad vigentes desde los tipos móviles de
Gutenberg.
En el contexto de esta escritura laberíntica en la que corremos el riesgo del
extravío del autor perdido en el texto o por los constantes y expansivos
comentarios, estamos ante la idea del texto como tejido en perpetuo
urdimiento, como un tejido que se hace, se traba a sí mismo y deshace al
sujeto en su textura: una araña tal que se disolvería ella misma en las
secreciones constructivas de su tela. En un sentido similar en la obra de
William Burroughs el sujeto se encuentra manipulado y transformado por los
procesos de contagio. El lenguaje es un virus que se reproduce con gran
facilidad y condiciona cualquier actividad humana, dando cuenta de su
intoxicada naturaleza. Los textos de Burroughs proliferan sin principio ni fin
como una plaga, se reproducen y alargan en sentidos imprevisibles, son el
producto de una hibridación de muy diversos registros que no tienen nada que
ver con una evolución literaria tradicional, sus diferentes elementos ignoran la
progresión de la narración y aparecen a la deriva desestructurando las novelas
de su marco temporal, de su coexistencia espacial, de su significado, y
posibilitando que sea el lector quien acabe por estructurarlas según sus propios
deseos.
Así William Burroughs viene a ser el precursor de la deriva, en el sentido situ
de dérive y en la definición de Lyotard de driftwork.
A partir de los textos de Burroughs es posible prever una geografía
enteramente nueva, una especie de mapa de peregrinaciones en el que los
lugares sagrados se han reemplazado con experiencias dromo-literarias: una
verdadera ciencia de la psicotopografía.
La obra de Burroughs excede ampliamente el campo literario: el mundo del
rock no sería lo que es sin él (bandas como The Soft Machine y Steely Dan, y
1
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Artículo “El Hipertexto y las nuevas retóricas de la
postmodernidad; textualidad, redes y discurso excéntrico“REVISTA PHILOSHOPHICA N º 27
2004, Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. pp. pp.331 – 350 ,
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2005889&orden=68866&info=link
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movimientos como el Heavy Metal tomaron sus nombres de su obra) y artistas
como Keith Richards, Laurie Anderson, Frank Zappa, Tom Waits y Patti Smith
siempre lo han seguido y venerado. El cine y la historieta, sobre todo en los
géneros ciencia-ficción y terror, estarían perdidos sin su guía (el cine de David
Cronenberg, desde Shivers hasta eXistenZ, es un permanente homenaje a
Burroughs, que se hace explícito en su versión de 1991 de El almuerzo
desnudo), y de Alien en adelante su luz se extiende sobre todo lo bueno que el
género ha podido aportar2.
2. Laberinto y racionalidad nómade.
Ahora bien, la idea de recorridos en zig-zag, de vagabundeos como
articulación discursiva –hipertextual–, nos remite a la idea de construcción
laberíntica. La metáfora del laberinto ilustra la experiencia de lectura en el
hipertexto electrónico.
El laberinto es una figura profundamente barroca, es una de las imágenes del
caos: tiene un orden, pero oculto y complejo. Esta vinculado desde la
perspectiva de la producción –o del diseño– a una complejidad inteligente y,
desde la del usuario, al placer del extravío y al gusto por la argucia, por la
agudeza para reencontrarse3. Curiosamente el laberinto contemporáneo se
muestra como una estructura que proporciona sobre todo el placer del enigma
y del extravío, más que el placer de la salida o elucidación. Es posible suponer
que esta característica de los laberintos de hoy obedece a un rechazo
generalizado a la sistematicidad, actitud que se corresponde con un modo de
pensar “nómade” afín a la asistematicidad del pensamiento posmoderno.
Los abordajes fragmentarios privilegian la forma sobre el contenido, una
preeminencia de las disposiciones de búsqueda y de acceso múltiple a los
temas, sobre la mera adquisición de determinados conocimientos4.
Los mundos virtuales son laberintos más formales que materiales. Viven una
extraña vida que depende de los diversos enlaces con los que están tejidos los
modelos lógico-matemáticos, que dan nacimiento a seres casi autónomos,
intermediarios5, en constante epigénesis por nuestra interacción estructurante.
En efecto, su “plano” se modifica sin cesar bajo el efecto de nuestras
“trayectorias”, sus estructuras se forman en función de nuestros
desplazamientos.
2
“Burroughs, el profeta del horror”, Carlos Gamerro, en Página 12, 17 de Febrero de 2002,
Argentina http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-35-2002-02-22.html
3
Es interesante observar que el proceso de solución del enigma del laberinto sólo es posible
actuando constantemente por transformación más que por estabilidad.
4
VERÓN, Eliseo, Esto no es un libro, Editorial Gedisa S.A., Barcelona, 1999, p. 137.
5
QUÉAU, Philippe, Lo virtual, virtualidades y vértigos, Paidós, Barcelona, 1995, p. 87.
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En general, es necesario hablar no sólo de un gusto distinto al que otorga la
seguridad de lo homogéneo e integral, sino de todo un placer por el trabajo sin
control, vehiculado por la extensión de un nuevo tipo de tareas y prácticas que
exigen la inmersión en pequeños bloques, zonas, áreas, sin visión panóptica.
Es lo que he denominado obsesión por los fragmentos, propios de los nodos y
enlaces digitales de las nuevas tecnologías, las que están cambiando el modo
de pensar el lenguaje y sus aplicaciones, los textos. De este modo, el
hipertexto aparece como un fetiche –objeto– neobarroco de la inquietante
racionalidad postmoderna, en permanente desplazamiento.
Estos nuevos laberintos nos enfrentan a experiencias nuevas del espacio y a
un nuevo género de paradojas. La metáfora del laberinto remite a la idea del
desplazamiento. El laberinto es a la vez mapa y territorio. Posee ambas
naturalezas que cruza y combina. Es un espacio intermediario, mediador, entre
el plano y la trayectoria.
El laberinto ha de ser vencido, no solamente contemplado. No puede seguir
siendo un simple objeto de saber, debe ser una verdadera prueba iniciática, es
el lugar y ocasión de un paso –un pasadizo–.
Una nueva puesta en relación de las teorías hipertextuales –particularmente la
metáfora del laberinto– con el cine de Ruiz, nos abre a la visión del autor como
cartógrafo.
3. El Almuerzo desnudo y la espectralidad de la heroína
Burroughs6 propaga su metáfora paranoica del virus a partir de Naked Lunch –
El Almuerzo desnudo7–, obra casi inmediatamente posterior a Junky8 que,
desde la misma espectralidad de la heroína, emula con talento la escritura
experimental de su época. La manía viral de Burroughs se muestra en cada
una de sus obras, pero donde alcanza ribetes delirantes es en su Ensayo de
ficción La revolución electrónica9, donde el autor postula que el lenguaje
humano es un sistema viral invasivo. Según Burroughs, una infección viral
atacó a los homínidos del pre-paleolítico catalizando mutaciones deformantes
de las neuronas, del aparato sonoro y de la estructura máxilofacial.
En la obra de William Burroughs el sujeto se encuentra manipulado y
transformado por los procesos de contagio. El lenguaje es un virus que se
reproduce con gran facilidad y condiciona cualquier actividad humana, dando
cuenta de su intoxicada naturaleza. Los textos de Burroughs proliferan sin
6
7
William Burroughs, St. Louis EEUU, 1914-1997.
BURROUGHS, William, El Almuerzo desnudo, Ed. Bruguera, 1980.
8
BURROUGHS, William, Yonqui, Ed. Júcar, Barcelona, 1988.
9
BURROUGHS, William, "The Electronic Revolution", 1970.
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principio ni fin como una plaga, se reproducen y alargan en sentidos
imprevisibles, son el producto de una hibridación de muy diversos registros que
no tienen nada que ver con una evolución literaria tradicional, sus diferentes
elementos ignoran la progresión de la narración y aparecen a la deriva
desestructurando las novelas de su marco temporal, de su coexistencia
espacial, de su significado, y posibilitando que sea el lector quien acabe por
estructurarlas según sus propios deseos10.
El propio Burroughs, en su novela Naked Lunch, visualiza masas
ectoplásmicas compuestas de una substancia gelatinosa más viva, y por tanto
más repugnante y más fascinante que la vida misma, que posee y simula
indiferentemente tanto la fisonomía de los yonquis como la de los agentes
federales que los persiguen. Repúblicas, corporaciones, organizaciones,
laboratorios,
sustancias,
funcionarios,
agentes,
técnicos,
víctimas,
conspiradores, tan alucinados como hiper-reales conforman el cultivo viral,
ectoplasmoide que palpita en torno al agujero negro de la Droga.
10
BOCKRIS, Victor, Con William Burroughs; Conversaciones privadas con un genio moderno,
Ed. Alba, Barcelona,. 1998.
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4. La droga y sus ciclos compulsivos; monopolio y escatología
Como podemos constatar en los textos inaugurales de Burroughs y en la
legislación anti-droga que les precedieron por apenas unos años, el imaginario
de la Droga ha invocado desde sus inicios la fobia del contagio. La droga figura
como agente extraño que infecta el cuerpo social. Hasta la propia escritura
sobre el flagelo, incluyendo este texto, debe poseer propiedades infecciosas,
según los más adeptos censores. Hoy, en la época del HIV, y dadas las
metonimias de droga, sexo y sangre que conforman sus historias de contagio,
surge una encarnación espectral de la Cosa con grandes repercusiones
imaginarias y simbólicas de valor atávico: ella es el plasma sanguíneo humano.
Es perfectamente previsible y poco sorprendente que la Droga máxima, y por
ende, el máximo agente viral por venir en esta época de revolución apocalíptica
permanente, sea la sangre humana.
Un admirador de Burroughs, Terry Southern, pergeñó un oscuro relato titulado
“La sangre de un pelucón”, donde el protagonista agarra tremendos embales
inyectándose sangre humana gracias a sus contactos con una cábala de
tecnólogos adjuntos a un manicomio donde ellos obtienen y distribuyen la
sangre con propiedades psicoactivas de los pacientes esquizos. De hecho, el
investigador del museo Pitts River de Oxford, Richard Rudgley, constata
informes sobre la presencia natural del potente alucinógeno 5-MeO-DMT en la
sangre de algunos esquizofrénicos. Por otro lado, el novelista británico Phillip
Kerr, en su crónica de ciencia-ficción, El segundo ángel, visualiza un año 2069
cuando el precio estándar de la sangre regula la economía global.
El 80% de la población está contagiada de un virus análogo al HIV, aunque de
acción más lenta y con pronóstico fatal de 100%. La acción retardada e
inicialmente indetectable del virus decuplica su potencial de contagio. La única
cura disponible supone una transfusión completa de sangre incontaminada. El
precio del litro de sangre pura se dispara hasta rebasar por mucho el precio del
oro, convirtiendo la sangre en nuevo estándar monetario de la economía
internacional. Poderosos bancos de sangre rigen la economía. La actividad
criminal se transforma: los bancos de sangre se albergan tras inexpugnables
fortalezas digitalizadas; carteles hematológicos controlan un tráfico ilegal de
sangre, bandidos vampirescos asaltan a personas incontaminadas para
absorberles la última gota de plasma, sobrepreciada mercancía que anula el
valor de toda otra posesión, incluyendo el dinero mismo -¡quién quiere tu
dinero, lo que queremos es tu sangre ¡-tu sangre es dinero!
5. El lenguaje como un virus
Ahora bien, el aparato lógico-retórico puede ser rearmado y asumir diversas
formas. Algo similar acontece en un sistema viral, apto para reproducir a cada
instante una replica de sí mismo. De aquí puede desprenderse una zozobra de
carácter ontológico-lingüística, la duda: ¿somos nosotros los que hacemos el
lenguaje o el lenguaje a nosotros? El caso es que los virus, sean estos
orgánicos o digitales (informáticos), ilustran de manera insuperable los caminos
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que escoge el universo para resumirse, en un ajuste de cuentas abstracto con
los signos –y su vocación viral– que amenazan con un día detenernos para
siempre en una confusión de lenguas: la dispersión en nuestra propia Babel, el
extravío en nuestro laberinto recursivo.
Ante esta situación vírica que Burroughs considera que impregna la existencia,
el escritor entiende que nuestro fin es el caos11. El caos como un espacio
mítico donde reina lo híbrido, la fusión de lo contradictorio, el doble
monstruoso. La función del caos en la escritura será una fascinación por los
residuos, por el flujo verbal que nos lleva al hundimiento y a la perdida, por el
retorno al silencio. La aspiración será “Encontrar un lenguaje endémico,
caótico, que sea un lenguaje del cuerpo, que se convierta entonces en el fin
reconocido de la escritura”12.
Será así como Burroughs basará su trabajo literario en la discontinuidad, la
reiteración, la contaminación, lo inacabado y desmembrado, todo ello reflejo de
un mundo corrompido, en vías de descomposición, y de un individuo
desgarrado y confuso, que se aproxima a su negación.
De este modo para Burroughs el lenguaje es un virus: esa es la naturaleza del
más preciado objeto de deseo de escritores y poetas: el lenguaje: “el lenguaje
es un virus del espacio exterior”. Es un virus porque no ha sido creado por el
hombre, sino que lo ha invadido y vive en él como un parásito; y es un virus –y
no una bacteria u otro organismo– porque es algo no viviente que, al
introducirse en un ser vivo, usurpa las características de la vida: puede
reproducir sus cadenas informativas dentro del organismo y luego infectar a
otros; puede incluso matar (y quién duda de que el lenguaje mata: después de
todo qué es lo que lleva al cuerdo a volverse loco y a ambos al suicidio sino
una serie de frases que giran interminablemente en la cabeza y no dejan
vivir)13.
Al comparar los fenómenos orgánicos con los fenómenos reproductivos que
acaecen en el mundo virtual, es indudable que podemos extraer lecciones
profundas sobre la naturaleza de los procesos lógicos. Aquí los virus
constituyen una metáfora fundamental que posibilita una lectura antropológicoliteraria de los textos de Burroughs. Esto, por las particulares características de
estos micro-organismos, por sus despliegues alambicados, por su autonomía y
su narcótica autorreferencialidad y, sobretodo, por su hábil oportunismo.
El virus informático, es el más curioso y paradójico síntoma de que la
tecnología, al desbordar sus finalidades, provoca imprevisibles ironías. Ellos,
11
CORTÉS, José M., Orden y Caos; Un estudio sobre lo monstruoso en el arte, Ed. Anagrama,
Barcelona, 1997, p. 191.
12
GRÜNBERG, S., À la recherche d’un corps (Language et silence dans l’oeuvre de William
Burroughs), Paris, Seuil, 1979, p. 81.
13
Cfr. “Burroughs, el profeta del horror”.
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remotos, numerosos, multidireccionables, anónimos, apostados esperando el
sabotaje patológico: a fuerza de autorreproducción ciega, amenazan con llevar
el sistema al estado de entropía máxima, muerte térmica de la programación,
donde sólo habita el virus.
Es posible que en algunos años las técnicas de escritura viral, ya hoy en un
embrionario proceso invasivo, pasen a constituirse en los únicos medios de
expresión, en el ultimo balbuceo de un lenguaje infiltrado y parasitado, en el
cierre definitivo del universo del discurso.
Ante esta situación vírica que Burroughs considera que impregna la existencia,
el escritor entiende que nuestro fin es el caos14. El caos como un espacio
mítico donde reina lo híbrido, la fusión de lo contradictorio, el doble
monstruoso. La función del caos en la escritura será una fascinación por los
residuos, por el flujo verbal que nos lleva al hundimiento y a la perdida, por el
retorno al silencio. La aspiración será “Encontrar un lenguaje endémico,
caótico, que sea un lenguaje del cuerpo, que se convierta entonces en el fin
reconocido de la escritura”15.
Será así como Burroughs basará su trabajo literario en la discontinuidad, la
reiteración, la contaminación, lo inacabado y desmembrado, todo ello reflejo de
un mundo corrompido, en vías de descomposición, y de un individuo
desgarrado y confuso, que se aproxima a su negación.
Al comparar los fenómenos orgánicos con los fenómenos reproductivos que
acaecen en el mundo virtual, es indudable que podemos extraer lecciones
profundas sobre la naturaleza de los procesos lógicos. Aquí los virus
constituyen una metáfora fundamental que posibilita una lectura antropológicoliteraria de los textos de Burroughs. Esto, por las particulares características de
estos micro-organismos, por sus despliegues alambicados, por su autonomía y
su narcótica autorreferencialidad y, sobretodo, por su hábil oportunismo.
El virus informático, es el más curioso y paradójico síntoma de que la
tecnología, al desbordar sus finalidades, provoca imprevisibles ironías. Ellos,
remotos, numerosos, multidireccionables, anónimos, apostados esperando el
sabotaje patológico: a fuerza de autorreproducción ciega, amenazan con llevar
el sistema al estado de entropía máxima, muerte térmica de la programación,
donde sólo habita el virus.
Es posible que en algunos años las técnicas de escritura viral, ya hoy en un
embrionario proceso invasivo, pasen a constituirse en los únicos medios de
expresión, en el ultimo balbuceo de un lenguaje infiltrado y parasitado, en el
cierre definitivo del universo del discurso.
14
CORTÉS, José M., Orden y Caos; Un estudio sobre lo monstruoso en el arte, Ed. Anagrama,
Barcelona, 1997, p. 191.
15
GRÜNBERG, S., À la recherche d’un corps (Language et silence dans l’oeuvre de William
Burroughs), Paris, Seuil, 1979, p. 81.
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Los actos de un toxicómano cualquiera, como los personajes que pululan en el
alucinado universo de Burroughs, se estructuran como un lenguaje altamente
inestable. La droga produce esa mirada extraña, ese estado alucinatorio a
partir del cual se establecen paranoicas e instrumentales relaciones. Todos los
valores sociales, culturales y morales del hombre parecen condensarse en una
ecuación única que Burroughs llama el álgebra de la necesidad. El elemento
alucinógeno no es más que un gran aparato de control, que a su vez se sitúa
debajo de otro, el médico-policiaco, el cual cumple la misión de generar la
adicción. "La droga es un molde de monopolio y posesión (...) la droga es el
producto ideal (...) la mercancía definitiva" 16
En el mundo de Burroughs la expresión "vivir para la droga" es inadecuada,
pues la droga no sería siquiera el objeto de una vida. Más bien la droga
sustituye el vivir, deja de ser objeto de la pulsión vital para sustituir esa pulsión
con su propio ciclo compulsivo, con una 'vida' más real que la vida misma.
"La droga –señala Burroughs– es una inoculación de muerte que mantiene el
cuerpo en condición de emergencia"17. Un cuerpo para el capital es un cuerpo
en perenne condición de emergencia. El capital se retroalimenta de la
revolución permanente de sus propias condiciones de producción, que se
repiten y perpetúan gracias a su autodestrucción cíclica continua. La droga
como mercancía importada por los centros capitalistas de occidente es la
advocación escatológica del ciclo del capital, su absoluto end-product revelado
como avatar tóxico de sí mismo.
Su principal síntoma fue el lenguaje. En este teorema de Burroughs el síntoma
y el agente infeccioso son indistinguibles. El lenguaje humano es una espora
semiótica de virus desmolecularizados, con los que la CIA, la KGB y otras
instituciones espectrales infectan y reinfectan a la población incauta. La adición
a las drogas, las perversiones y los motines urbanos actúan como señales
sintomáticas y como dispositivos de contagio. El oficiante underground de la
droga, del sexo y de la violencia cumple su tarea revolucionaria al acelerar
indefinidamente la propagación viral masiva con todo tipo de trucos
electrónicos y massmediáticos. El objetivo es la revolución apocalíptica
permanente. No es difícil deducir que existe una relación simbiótica entre el
recurso del apocalipsis y la consistencia espectral de las instituciones del
poder.
Consideremos además que la droga, esta droga –la morfina– o cualquier otra,
es un anti-objeto; que la droga es poco definible como objeto de deseo, pues
la construcción de su hábito conlleva sustituir los objetos de deseo ordinarios
forjados, perseguidos, sitiados, capturados o evadidos en las fantasías de la
16
BURROUGHS, William, El Almuerzo desnudo, Ed. Bruguera, 1980, p. 8-9.
17
BOCKRIS, Victor, Con William Burroughs; Conversaciones privadas con un genio moderno,
Ed. Alba, Barcelona, 1998.
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realidad cotidiana, por un solo objeto que, como el dinero, representa a todos
los objetos sin poseer otro valor que sustituir esos objetos.
6. Periplos de inmortalidad y angustia de caducidad
El mundo era un frío laboratorio y la inmortalidad nuestra mayor fantasía.
Dispuestos para la resurrección biotecnológica yacen congelados, suspendidos
criogénicamente, los restos de Walt Disney. Sin embargo la muerte esta ya en
marcha en el seno misma de la vida.
Por lo general, una célula esta destinada a dividirse un cierto número de veces
para luego morir. Pero si en el curso de esta división, algo perturba este
proceso –por ejemplo, una alteración en el gen que previene los tumores o en
los mecanismos que gobiernan la apoptosis18 celular– la célula se convierte en
una célula cancerosa. Olvida morir. Olvida cómo morir. Continúa clonándose a
sí misma una y otra vez, creando miles de réplicas de sí misma, llegando así a
formar un tumor. Lo habitual es que el sujeto muera como resultado de ello y
que las células cancerosas mueran con el. Pero en el caso de Henrietta Lacks,
las células tumorales tomadas de su cuerpo fueron cultivadas en un laboratorio
y continuaron proliferando incesantemente. Llegando a constituir un espécimen
tan sorprendente y virulento que ha sido enviado al espacio, a bordo del satélite
norteamericano Discoveri 17. Así el cuerpo diseminado de Henrietta Lacks,
clonado a nivel molecular, esta realizando sus periplos de inmortalidad.
Hay algo escondido dentro de nosotros; nuestra propia muerte pero algo más
está oculto, al acecho, apostado dentro de cada una de nuestras células: el
olvido de la muerte. En las células acecha nuestra inmortalidad.
Es habitual hablar de la lucha de la vida contra la muerte, pero hay un peligro
inverso. Tenemos que luchar contra la probabilidad de que no muramos.
Ciegamente soñamos con vencer la muerte a través de la inmortalidad,
ignorando que este es tal vez el más terrible de los destinos.
Codificado en la temprana vida de nuestras células, este destino está ahora
reapareciendo en nuestro horizonte, x con la llegada de la clonación.
La pulsión de muerte, según Freud, es precisamente la nostalgia de un estado
anterior a la aparición de la individualidad y de la diferenciación sexual, un
estado…Repeticiones de seres idénticos.
Nos encontramos en el proceso de reactivar esta inmortalidad patológica, la
inmortalidad de la célula cancerígena, tanto a nivel individual como al nivel de
las especies como un todo. Es la venganza contra los seres mortales y
sexuales de las formas de vidas inmortales e indiferenciadas, En lo que
podríamos llamar, al modo de Baudrillard, la solución final.
18
Especie de “muerte celular programada”, un “suicidio” genéticamente determinado.
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Un sistema viral produce a cada instante una réplica de sí mismo.
En el contexto de una guerra biológica, al tiempo que el autor de un virus
anuncia su presencia devastando el ambiente, el propio virus, con relativa
autonomía, también se anuncia así mismo, desbordando incluso su proyecto
original por vía de alguna mutación inesperada.
La muerte, que una vez fue una función vital se podría convertir en un lujo, en
un costoso placer. En todos los modos futuros de la civilización, donde la
muerte habrá sido eliminada, los clones del futuro podrán pagar muy bien por el
lujo de morir.
Ni la psicología ni la biología han reconocido el lugar central de la pulsión de
muerte en la determinación de los seres humanos. Y así como hay una pulsión
de inmortalidad para la cual se tienen respuestas tecnológicas como la
clonación, también hay una pulsión de muerte. Como hemos visto, estas
pulsiones entran en juego simultáneamente y es posible que una no sea más
que una variante de la otra, nada más que su dilatación.
7. Las metáforas de la Enfermedad y sus mutaciones antropológicas
¿Qué clase de cosa es la Enfermedad (siempre se trata de una y sólo una: en
el siglo XIX, en el XX, en el XXI), y en qué sentido nos sirve para pensar la
literatura? Una cosa imaginaria, una cosa en el registro de lo imaginario y, por
eso, parte de la ecología de la Imaginación.
La enfermedad, disturbio de la salud, al mismo tiempo que representa un
desorden de la naturaleza, es aquello que se sustrae al aparato jurídico. Lo
señala Foucault en su curso Los anormales (1975) y en los libros que de ese
curso se deducen, como Vigilar y castigar o el primer tomo de la Historia de la
sexualidad): la teratología del siglo XIX es una teoría donde lo monstruoso es
aquello que desafía a la vez las leyes naturales y las leyes del sistema jurídico1
Los portadores de HIV son los verdaderos cyborgs de nuestro tiempo: una
conexión hombre-máquina donde la farmacología establece un agenciamiento
molecular, una relación diseminada en cada molécula del cuerpo. Más allá del
monstruo clásico del siglo XIX y del cuerpo sin órganos del siglo XX, es ésta la
mutación antropológica de la que somos protagonistas.
La noción de monstruo es esencialmente una noción jurídica -jurídica en el
sentido amplio del término, claro está, porque lo que define al monstruo es el
hecho de que, en su existencia misma y su forma, no sólo es violación de las
leyes de la sociedad, sino también de las leyes de la naturaleza-. Es, en un
doble registro, infracción a las leyes en su misma existencia. El campo de
aparición del monstruo, por lo tanto, es un dominio al que puede calificarse de
jurídico biológico. Por otra parte, el monstruo aparece en este espacio como un
fenómeno a la vez extremo y extremadamente raro. Es el límite, el punto de
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derrumbe de la ley y, al mismo tiempo, la excepción que sólo se encuentra,
precisamente, en casos extremos. Digamos que el monstruo es lo que combina
lo imposible y lo prohibido.
El monstruo es la excepción por definición; el individuo a corregir es un
fenómeno corriente. Tan corriente que presenta -y ésa es su primera paradojala característica de ser, en cierto modo, regular en su irregularidad. Por
consiguiente, a partir de ahí también van a desplegarse toda una serie de
equívocos que reencontraremos durante mucho tiempo, luego del siglo XVIII,
en la problemática del hombre anormal.
8. Profusión textual, alteridad y fenómenos cancerígenos
Nada más expansivo -y profuso-, además de límite como experiencia, que el
cáncer; un linfoma del que nunca se había notado más que su eventualidad (no
su necesidad, por cierto: pocos trasplantados pasan por ello), señalada en el
prospecto de la ciclosporina. La causa es la baja inmunitaria. El cáncer es
como el rostro masticado, ganchudo y estragado del intruso. Extraño a mí
mismo, y yo mismo que me enajeno. ¿Qué decir? si se discute todavía acerca
de la naturaleza exógena o endógena de los fenómenos cancerígenos.
Aquí también, de otro modo, el tratamiento exige una intrusión violenta. Se esta
ante procesos y terapias altamente invasivos. Incorpora una cantidad de
ajenidad quimioterapéutica y radioterapéutica. Al mismo tiempo que el linfoma
roe el cuerpo y lo agota, los tratamientos lo atacan, lo hacen sufrir de diversas
maneras, y el sufrimiento es la relación entre una intrusión y su rechazo. Aun la
morfina, que calma los dolores, provoca otro sufrimiento: el embrutecimiento y
el extravío.
El tratamiento más elaborado se denomina «autotrasplante» (o “trasplante de
células madre”): después de haber vuelto a activar mi producción linfocitaria
por medio de «factores de crecimiento», durante cinco días seguidos se
extraen glóbulos blancos (se hace circular toda la sangre fuera del cuerpo y los
extraen mientras esta circula). Los congelan. Luego ponen al paciente en una
cámara estéril durante tres semanas y le aplican una quimioterapia muy fuerte,
que deprime la producción de la médula antes de reactivarla mediante el
reimplante de las células madre congeladas (sobrevuela un extraño olor a ajo
durante este procedimiento…). La baja inmunitaria llega a niveles extremos y
genera fuertes fiebres, micosis, trastornos en serie, antes de que la producción
de linfocitos se recupere.
Uno ya no se reconoce: pero «reconocer» no tiene ahora sentido. Uno no tarda
en ser una mera fluctuación, una suspensión de ajenidad entre estados mal
identificados, dolores, impotencias, desfallecimientos. La relación consigo
mismo se convierte en un problema, una dificultad o una opacidad: se da a
través del mal o del miedo, ya no hay nada inmediato, y las mediaciones
cansan.
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Yo termino/termina por no ser más que un hilo tenue, de dolor en dolor y de
ajenidad en ajenidad. Se llega a cierta continuidad en las intrusiones, un
régimen permanente de la intrusión: a la ingesta más que cotidiana de
medicamentos y a los controles en el hospital se agregan las consecuencias
dentales de la radioterapia, así como la pérdida de saliva, el control de los
alimentos y el de los contactos contagiosos, el debilitamiento de los músculos y
de los riñones, la disminución de la memoria y de la fuerza para trabajar, la
lectura de los análisis, las reincidencias insidiosas de la mucositis, la
candidiasis o la polineuritis, y esa sensación general de no ser ya disociable de
una red de medidas, de observaciones, de conexiones químicas,
institucionales, simbólicas, que no se dejan ignorar como las que constituyen la
trama de la vida corriente y, por el contrario, mantienen incesante y
expresamente advertida a la vida de su presencia y su vigilancia. Soy ahora
indisociable de una disociación polimorfa.
9. Profilaxis, virulencia y políticas de climatización
El universo era un frío laboratorio y el mundo un experimento térmico donde
proliferan políticas de climatización. El calentamiento global o la helada
cósmica vienen a ser dos apocalípticos escenarios, escatológicamente
excluyentes, pero posibles como condiciones de inviabilidad de la especie; aún
cuando en realidad podamos suponer que el exterminio del hombre ha
comenzado ya y esta teniendo lugar con el exterminio de sus gérmenes. Así,
sin más, con sus humores, sus pasiones, su risa, su sexo, sus secreciones, sus
fluidos, el propio hombre no es más que un sucio y pequeño germen, un virus
irracional que altera el universo de la transparencia. Cuando sea expurgado,
cuando todo haya sido expurgado y haya sido eliminada toda la contaminación
social y bacilar, sólo quedará el virus de la tristeza en un universo de una
limpieza y una sofisticación mortales.
Siendo a su vez el pensamiento – como hemos anticipado - una red de
anticuerpos y un sistema de defensa inmunológica natural, éste también se
encuentra fuertemente amenazado. Corre el peligro de ser drásticamente
sustituido por una burbuja electrónica cerebro-espinal expurgada de cualquier
reflejo animal o metafísico. De algún modo todos ya vivimos en una esfera 19
(Sloterdijk) como las que rodean a algunos personajes del Bosco, envoltura
transparente en la que nos refugiamos, a la vez desvalidos y superprotegidos,
condenados a la inmunidad artificial y a la transfusión perpetua y condenados a
morir al menor contacto con el mundo.
Bien pude ser esta la forma en que hemos perdido las defensas, convertidos en
inmunodeficitarios virtuales.
19
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Artículo, “Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de
climatización” En Eikasia Revista de Filosofía, año I - número 5- julio 06 , Oviedo, España
ISSN: 1885-5679; http://www.revistadefilosofia.com/SLOTERDIJK.pdf
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En un espacio superprotegido, el cuerpo pierde todas sus defensas. En las
salas quirúrgicas la profilaxis es tan exacerbada que ningún microbio y ninguna
bacteria pueden sobrevivir. Ahora bien, justo allí es donde nacen ciertas
enfermedades misteriosas, anómalas, virales. Pues los virus, por su parte,
proliferan tan pronto como se les deja espacio. En un mundo expurgado de las
viejas infecciones, en un mundo clínico “ideal”, se despliega una patología
impalpable, implacable, nacida de la propia desinfección.
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