2004 CÁTEDRA Sibila

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HISTORIA DE LA SIBILA
~HISTORIA Y PROPHETÍA DE LA
SIBILLA ERITHREA DE LA
NOCHE DE LA NA T!VIDAD,
por
TORIBIO R UIZ
(Orense, 1544)
ahora pubh"cada por
Pedro Manuel C:íredra Ca reía
con mocivo de l:J celebración del
IV CONGRESO DE •L YRA MlNIMA•
cuyo programa va añadido al fin
SALAMANCA
SihyU;~ Erithrt"J
IJOpudllubicri, Sylul/;uum... v<~ticliJiól, s.f.. fol. E1rJ
Scnlin3n"o de Estudios Mediev3les y Ren.,ceruist3S
Sociccbd de Estudios Medievales y Ren•centism
MM/V
PUBLICACIONES DEL SEMYR
prognm~
1
PJn JIU Lucú GJtrÚ
-me t"nscñ6 dcsdt- ú cuu;,
dirrcror
Pedro M. Citcdn
OIJCIOIIN f tÚIIUJ
El XumMrio
Cub~j.,/
tk Estudios M«iieVJ.!cs y Rt"IIJUIItisus
(SEMYR)
utu cnticbJ sm immo fk lucro. que~ ~pop t"ll b
Soci~á tk Esrutlios Mt'CiitY.tlcs y RcJucr:misw,
y tku.rrolú xru;~./mctltc sus Jcu"vHbcks t"n el imbllo dt"l
Dcp.~rt;,n~emo tk Liter.uun Es¡xuiob e Hts¡»IK»I~riaru
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Estt" volumen se pubbc3 ro11
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CAJA DUERO
O P<tlro M CíttdrJ
OSEMYR
I.S.BN 84-933566-1-6
D.L. S. 1199-2WI
Comput!'Sto en SEMYR
Impreso t'tt Crific<JJ Ct:IViiiJICS
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b 1mporuncú dt' Us cous chic~J-.
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coonhtuciÓII
EvJ Jkf¿ll Urro
de
ESTUD IO
a
RAZÓN, Y ELOGIO DEL LIBRO CHICO
esta pequeña edición de
la Hisrori:J y prophcáa de /;¡ sibilla
Erichrc:J, con el programa del IV Congreso Internacional de Lyra Minim:~, hacemos
nuestra también la primera razón con la que el
autor de esa obrecilla justifica su trabajo. •Esto
hemos escrito -dice- por dos cosas: la primera, no por más sabio que orro, sino por no
estar ocioso y porque otros más doctos no
curan de ello•. La segunda cosa es más coyuntural, pero también necesaria. Cuenta don
Luis Salazar y Castro que, en los cantos de una
de las almohadas sobre las que descansaba la
noble cabeza de la estatua yacente del tan bien
A
L I'RESENTAR
-JI-
llorado don Rodrigo Manrique, maesrre de
Santiago, esculpida en su sepulcro de Uclés, se
leía:
Aquí y¡¡zc mucrro un ombrr:
que hlt.'O dexó su nombrr111,
Es común que la memoria de los congresos
vaya cayendo en el olvido al tiempo que las
personas que participaron en ellos la releguen
por otras mis bonancibles. Lo primero que se
pierde son los programas, casi al tiempo de
haber serv~do de jusnficante de la ausencia en
el puesto de trabajo o para resarcirse en las
insntuciones de origen de, al menos, parte de
los gastos que ha implicado la asistencia al
congreso de marras. Así, se nos ha vuelto a
ocurrir -lo hicimos ya en 1989- vincular el
programa a algo que alargue un poco la memoria de nuestro congreso, en este caso la
reedtción de un impreso popular harto raro,
incorporándole reproducciones de algunas
xilografias con su texto relacionadas.
fll
Hisrorú ~ncJ/ó¡dá de b Clu d~ LJrJ, JI. Madrid,
1696. ¡ú~. JI S.
Nos resignamos, en cualquier caso, al
olvido: nos tememos que ni éste ni ningún
otro congreso -sic =nsit glon'a mundi!- va a
tener la suerte de contar en la familia con un
cronista como el que, a la hora de la verdad y
mis que el frío mánnol, fuera el verdadero
artífice de que quinientos veintiocho años
después de su muerte siga vivo el nombre del
maestre don Rodrigo.
Es deseo de los organizadores del IV CONGRESO INTERNACIONAL«LYRA MINIMM, en
cualquier caso, que lo que el lector en sus
manos tiene sirva para mis que memorJ'a o
repertorio de sabias ponencias y comunicactones leídas en estos días otoñales salmantinos.
Pues que, al elegir un texto de las características de la Histona y prophecü de 13 sibilü
En'threa y optar por una edición chiquita, se
emboca, por un lado, en el congreso un
género de libro popular que, en esta ocasión,
casi no ha merecido la atención de los especialistas que se han reunido en Salamanca; y, por
el otro, tenemos la pretensión nada menos que
de crear un libro taumatúrgico con variadas
funciones, desde la protectora para males
- 12- /.1-
visibles e invisibles y has1.1 la sibilina que
penni1.1 pr.~cticar una so~ de urgencia.
En un aeropueno dizque del pais mis
poderoso del mundo, en el que no ha mucho
perdí un enlace gncias a la diligencia registr.~­
dor.~ de su personal de seguridad, entretenía la
esper.~ hojeando un periódico local, o mejor
dicho muy, pero que muy local. Reparé en
una sección religiosa y trabé conocimiento de
un grupo cristiano científico que, entre otns
cosas, se cancterizaba porque muchos de sus
adeptos tenían la peregnna costumbre de
ponar en con1.1cto con la piel de la zona del
corazón un extraño amuleto: ni mis ni menos
que un pequeilo DVD en el que se decía iban
encriptados sus textos reglamen1.1rios y algunos de la tr.~dición cristiana.
Este peculiar deteJ!le protector -el Diccionario de la Academü en su última edición en
red define el sus1.1ntivo detente como un
crecone de tela con la imagen del Cor.~zón de
Jesús y la leyenda Detente, /Mla, que se usó en
las guerras españolas de los siglos XIX y XX,
prendido en la ropa sobre el pecho•; me
recuerda también el actual director de m1
Depanamento que er.~ regalo de las madrinas
de guerra, pero que aún es1.1ba en uso en su
adolescencia, supongo que pan frenarle entonces b.o.Jas b1en distinw, mis ten1.1dons que
heridons; quiz:i las mismas que enn bien
efectivas en otras panes, como en el Méx1co
revuelto de la infancia de Rulfo, cuya madre
guardaba uno con la leyenda: ¡Deteme, e/
Corazón de jesús está conmigo!, y que el
propio escritor guardó hasta su muerte y tuvo
presente como uno mis de los crecuerdos y las
experiencias que, transus1.1nciados, hicieron
posible• su obn 111-; ese peculiar dereme 'cienciológico', digo, me hizo pensar en lo ineviL1ble de la •cosificación' de lo escrito, si se me
pemute el palabro, cualquier.~ que sea el
sopone, o el contexto, cualesquier.~ que sean
los tiempos y hasta incluso las funciones reales
de los libros.
Y, a qué no decirlo, 1.1mbién me tr.~nquil i­
zó un 1.1nto el hecho de que ya los soportes
ultramodemos, los objetos de la •biblioteca
electrónica sin muros•. adquirier.~n la misma
-U-
- 15-
(21 lo nam Albcno V1ul, Noticüs sobn- ju;¡n Rulh>,
México; R.M & UNAM. 2003. pig. 38, n. 80. Mt lbnu l•
2tenóón sobre nto b congraasu DénW1cte Vauthier, .1 qua en
agndnco su t_tcncrosiWd.
trascendente condición que había elevado a
los tradicionales libros de la •biblioteca material• muy por cima de la única función de
meros objetos útiles a la transmisión del texto.
u accesibilidad informática ha roto aparentemente con no pocas liturgias sociales de la
lectura, cada vez menos necesitada de espacio
~1 común de las bibliotecas- y de movimiento ~]necesario para encontrar los objetos en
ese espacio o en las libreñas-, como ha puesto
de manifiesto Roger Chartier131 • Pero también
parece haberse llevado por delante muchas de
las fom1alidades hieráticas de la comunicación.
(Lo sabemos bien los profesores universitarios,
que vivimos en una especie de ch~tendémico
de academia, a golpe de mensajes electrónicos
de personas nacidas ya en la era informática
-.Hola, soy Patricia, alumna tuya (sicj, cuando [sicj estarás [sicj en el despacho para hablar
de la bibliografia [sicj?•, es una de las últimas
muestras en fonna de recado electrónico que
he recibido cuando esto escribía). No conocía
en ese momento a la que suponía pizpireta
Patricia; y, por más que no me atreva a asegu-
131
Ls rrn>luc:ionn d~ ú culrun nc:nu. Dük>~ cM.nlrid: c('..hU, 2000, P-ÍJt:S- 86-88. .
rar que las fonnalidades hieráticas sean siempre
imprescindibles, los ómidos quizá las echemos
de menos.
Estos 'beneficios' sociales de las nuevas
tecnologías me parecieron, sin embargo,
compensados al constatar en el periódico de
marr.u que también sus científicos soportes
podían llegar a adquirir una condición taumatúrgica tan trascendente como la que a lo
largo de la historia había dado otros sentidos,
otras virtualidades, a los soportes tradicionales.
Habña que llamar a éstos libros no libros,
merced a fimciones propias de un objeto
destinado a no ser leído. Y este proceso se da
gracias a una 'cosificación', que hemos de
considerar rirual.
Es éste, precisamente, uno de los capítulos
interesantes y no menor de la historia del
escrito y de su uso. El no libro y la no lecrun
también deben caber en la moderna historia
de la edición y de la lectura, como la que está
arrostrando en Salamanca nuestro lnsriruto de
Historia del Libro y de la Lecrura. Es, sin
duda, uno de los capítulos menos atendidos y
su riqueza y complejidad es dificil ponderarlas
en estas pocas líneas.
inrr n."t'ttctOIIt:1.
- 16 -
- 17-
Y es que en la dilatada historia, hecha a
golpes de innovaciones tecnológicas, que
corre entre los volumincs en papiro o pergamino y las pan~llas de ordenador, o, por
decirlo de otro modo, entre el libro plano y el
libro blando; en esa dilatada hisrorú, digo, la
'cosificación' trascendente o intrascendente
del escnto es un fenómeno inherente alnusmo escrito, hasta se diña que necesario en el
proceso de dar funciones superiores que justifiquen una invención como la de la escritura,
que los humanos se empe1hron siempre en
hacerla arcano y atribuirla a sus dioses, concediéndose a ellos mismos con esta atribución
una cierta divinidad, derivada del hecho de ser
capaces de desencnptarla o de desci&.ula tras
de un arduo esfuerzo.
Un rhetor tardío, por poner un ejemplo,
recalcaba en el siglo IV el enonne esfuerzo que
implicaba la lecnora en la edad del libro plano
y la superioridad social de quien poseía tal
destreza. Y no deja de ser verdad, porque,
hasta que en los siglos VIl y VIII empiece a
aireane la escritura, es decir, a abrine por
medio de separaciones silábicas y de palabras
individuales, sirviéndose de espacios gráficos y
-18-
de signos de puntuación, de letras mayores y
menores, o a agrupar en los casos necesarios
los morfemas con estos mismos signos, los
textos se copiaban sin separación de palabras
ni de sílabas, la llamada scriptul':l cona'nu:~,
línea perpetua casi. Como ha serialado Paul
Saenger, la lectura era un proceso complejo
desde el punto de vista neurofisiológico, pue>
requeria al menos pan su comprensión del
doble de 'sofrenadas' -sacc:~des- que el que
exige un texto aireado como el que manejamos hoy. La diferencia se ilustrarla muy bien
en ténninos infonnáricos, imaginando la
complejidad de un programa pan el reconocimiento de caracteres y corrección ortográfica
ideado para textos en scriptul':l concinu:~ 1•1.
Una locura, como en ocasiones lo era el
entrenamiento de los jóvenes lectores, que
implicaba un desarrollo de las partes especializadas del cerebelo. Lo arcano de la lectura y
de la escritura, como hoy en la era infom1ática
-Q, al menos, así nos lo quieren hacer entender sus especialistaS, verdaderos guardianes que
han sacnlizado también la palabra adminismf4f SJNet: JNon.,·c:cu tVonb. Tht" Oni...,m ofSilt·m Rc.J,/m¡t. Sundford; Univcnity
PrC"SS,
- /9-
1997, 'p;;¡:s _6-7.
dor-, venía a ser algo perfectamente razonable
también desde una perspectiva científica.
Pero, por ende, en el ámbito de un pensamiento mágico, se podía tener otra percepción. De alú la divinización del hecho de
poseer las habilidades de la escritura y de la
lecrura en culturas antiguas; de ahí el prestigio
de detemunadas castas en virrud de la posesión
de u m técnica y de la lengua, como la que era
patrimonio de los escribas egipcios, los mandarines chinos o los sacerdotes de algunas
cultuns desarrolladas de América del Sur.
Si, como nos enseñó Mallanné, cau fond
(...)le monde est fait pour aboutir :\ un beau
livre• ('En el fondo, el mundo está hecho para
ser abocado en un hennoso libro') 151 , el libro,
pues, cualquiera que fuera su fonna, era de
hecho un objeto abocado a representar todo
ese mundo y a ser venerable por ello, se leyera
ISJ Con n;aJ pabbru cicrn b tntrcvisu que le ~izo ~u1n
Hu~~ Em¡ub~ sur /'ivo/ution lmir.u". P;arís; 81bhochcquc
Drpenucr, 1891. Porutuva, nocsumoscon Dorgn:: .Tour
JhoutitJ 1111/Jvrt:parrct compc'ncfur b 5C'ntcncil homéric;a_dc
qut los diosn trjm dnchduJ par.a que a bs_ fururu gtJ~ncao­
nn no ¡., lu~ úlu .>l¡:o que anur (01u<-•. VIII. 111 li11<j•
(•Now sobr< W.>lt Whitn=•· en fmcu>J6, (19321. Oi>r»
00111p/<U~ l. Madrid: Círculo de l<ctor... 1992. p¡~· 277).
-20-
0 no; a ser portador no sólo de la sabiduría
accesible a pocos, sino de orros beneficios
directamente relacionados con lo psíquico, o
lo fisiológico y corporal. Aunque Manguel,
devenido inteligente ensayista de moda, haya
presentado los devoradores de libros que
aparecen en la Biblia, Ezequiel y san Juan, por
ejemplo, sólo como una de las metáforas de la
lectura l•l, yace en realidad tras de esas representaciones algo más que una parábola, gracias
a la sustantividad del libro como objeto bien
trascendente con independencia de su comprensión. En tiempos del Discípulo amado,
comerse un librito era algo, al parecer, placentero, desde luego no de tan gravísimas y
funestas consecuencias como las que, al lamerlo involuntariamente, sufrió el personaje de
Eco en el Nombre de la ro53. Unamuno,
como veremos en seguida, nos recordará
cómo esta idea podía ser una realidad palpable
en la España no sé si mágica de 1902.
Antes de recalar en las palabras del viejo
Rector de la casa que acoge el congreso,
recordaré algún hito bien conocido de la
J6J Un~ hi'smnJ d~ /~ l«tun, Madrid: Alianu & Funchción Ctmún Sinchn Ruí~rcz, 1998, pi¡tt- 203-205.
-21-
'cosificación' trascendente e mtrascendente,
que de las dos categorías hay, en la historia del
hbro.
El abanico de vanedades posibles es bien
extenso. Quiz:í el fenómeno de la •consmocción de la rareza• -chanier dáit- del libro,
más bien a partir de finales del siglo XVII, nos
sotúe en el punto primano de la linea que
tendr.i su acmé en los mejores momentos del
coleccionismo de los siglos XVIII y XIX. La
'cosificacoón' que me empeño en llamar intr:lsccndente se muestra en los e:~:tremos y en
un cieno intento de inutilizar la función
básica del libro como obJetO transmisor de
texto.
Est.í llegando ya al domici.lio de los bibliófilos propaganda sobre mulntud de volúmenes
conmemorativos del centenario de la publicación de la primera pane del Qufjot.:, a cuyas
puenas estamos. Una de las ediciones se presenta como un tour de lórce en los anales del
cervantismo, nada menos que la publicación
en verdadera noiniatura de la obra de Cervantes. Achicar un libro y dificultar o impedir su
lectura es también un modo de sacralizarlo
como quien dice, de reconocerle una funcióo;
-22-
ritual, cuasi litúrgica, y también en tiempos de
Cervames. Prestemos unos minutos a este
ejemplo de 'cosoficación', que nos abre también las puenas de lo trascendente en esta
historia.
Un conocido especoalista británico en
microfonnatOs ha dado razones, convincentes
en el siglo XX, para la producción y el coleccionismo de libros en miniatura: la facilidad
para portar el volumen; la superacoón que
implica un esfuerzo como el que requiere lo
núnúsculo y el consiguiente beneficio de
perfeccionanúento para las artes del libro; o,
desde el punto de vista antropológico, el ser
un resultado del riesgo que implica la busca
humana de casi todos los extremos 171 •
Fuera de ironías inglesas, que nos han de
recordar las galdosianas de las primeras páginas
de ú de Bnng;¡s sobre la inanidad de lo menudo; fuera de ironías, digo, a partir de los
años veinte del siglo XIX, han menudeado
algunas cdicoones del Qwjote con estas caracterínicas, a la zaga del propoo perfeccionaJ7J Véuc Louu W. llondy, Mmi:JtuJT /.Joob, Londres:
Sh<pp.Jrd PTno, 1981, pl~. 3. Hoy por hoy, b boblio¡:nfu
sobre- d tenu C'mpicu a ser uubncablc.
- 2J-
núemo de la imprenta, invocando, por un
lado, una suerte de modernidad tecnológica y,
por el otro, una obligación para con la más
inmortal de las obras literarias. Como un
tributo a Cervantes, verbigracia, consideraba
Juan Sedó Peris-Mencheta la etlición por él
impresa en 1945 (45 x 35 mm.) con el solo
objeto de poder ingresar en su excelente
colección cervantina •la más tlinúnuta de
todas las que [pudo] reunir>, aunque hay que
decir en su honor -o deshonor, según la
perspectiva- que la consideraba un •capricho
de lesa bibliofilia•.
Nada más lejos, quiú, de lo que el propio
don M.iguel hubiera pensado al verse así
conmemorado, si nos situamos en la perspectiva no trivial de la 'cosificación' del libro,
como veremos luego.
Ha habido prevenciones contra los libros
minúsculos, debidas sobre todo a la pértlida de
las razones riruales que justificaban su existencia. Esta pérdida empezó a producirse cuando
lo breve devino para los hombres fundamentalmente un reto técnico o artistico y una
curiosius de museo. Ocurria esto en la nudurcz del Manierismo y en los albores del Barro-
co, en tiempos además de repliegue hacia el
interior y de virtuosismo núniarurista; en
tiempos en los que lo menor del arte o de la
naturaleza empezó a ser objeto de elogios
paradójicos, como la perfectamente seria úus
brr:viacis del jesuita Teófilo Raynaud, con la
que algo tiene que ver nuestro Gracián, quien
tantbién se refiere a los h"bri y a las scripwrx
mírtimos y nos recuerda los casos narrados por
autoridades antiguas, como Plinio o Salino,
pero también las hazañas de Francesco Alunno
de Ferrara, escribiendo •in denariolo• el Símbolo de los Apóstoles y el principio del evangelio de san Juan, de gran utilidad 181 ; en tiempos en los que incluso las nu"croescriwraso los
también Uamados microlibros, ya objetos
pequeños y exquisitos, eran materia para
elogios tales y se podían ver alineados en las
estanterías de los museos recién inventados
con ocras excentricidades coleccionables y
representativas de la excepción o del poder de
la naturaleza. Tal, por ejemplo, la singulandad
que aliado de otras exhibía un noble madrile18) úus btrYJUtu ~r diCtyJCil dt: b~Yllilt~ ~t JonjlJflxlmt'
m clivmU. huuumJ n uo~tur.Jhbus.. Graci~nopoh !Gr~nohltl
Petrus Frcno n. 1649, IÚJti· 177-181.
-25-
ño y que mereció la concienzuda invesóg.¡ción de un reverendo jerónimo, Andrés de
Villamannque, publicada en la imprenta sevillana de Juan Cabezas en 1675, con base
teórica en el libro de Raynaud que acabo de
citar. Lo d1ce todo el úmlo: SingulHid:~d
hmóric:t, ü mis percgrin;¡ y nn en su líneil,
un:~ e:~/:~ vent:J y aben de hombre an pequeJio (;¡!Ín en !J t:tbd de 25 mos) que no excedí:~
su cuerpo al cuerpo de una perriizM. .
En esta evolución sesg.¡da del aprecio al
libro inútil hay que situar los aleg.¡tos modernos contra la 'cosificación' bibliográfica trivial.
Sólo, que yo sepa, una de las varias monografias que han existido sobre la patología de la
lectura, ha tratado este asunto, la de Von
Sussman. El libro, por demás raro, no pasó
inadvertido en su tiempo, a juzgar por la
polémica que suscitó entre los bibliófilos y
especialistas en fonna de reseñas y respuestas.
Escribía el alemán en uno de los mejores
momentos delmicroformaro bibliográfico en
191 ve:~~ Ft'nunOO Ucnll<l, lAxos. ~ILmm y hombtt-s de.•
p/.Ja·r t'll ú n>rrt' ,k los AuJftJJC. M.adrkt: Tnrus de Hoy.
19?1, p.i¡:L 22·2.l, qu1n1 prnb ;~tcn<"tÓn e-n C"l contt'XtO <k b
..ldi.)nn.J.ld
- .?6-
casi toda Europa, incluyendo los países comunistas, en los que mulóplicaban las minúsculas
ediciones de manifiestos y reglamentos, que
acaso también obraban por contacto en el
mundo de los ortodoxos, y adoptaba una
entonces moderna perspecóva psicoanalítica
para desc.Wficar a los 'microbibliófilos', tal
como despectivamente se los (nos) llama;
viene a afinnar que son lo opuesto a lectores,
puros bibhófobos -cita a Dibdin y Uzanneque, •incapaces de la lectura y la compresión,
quisieran alambicar todos los hbros en la
alquitara [Descillierkolben] de la miniarurización [Miniawrisienm¡jj, para hacerlos intocables y rendirlos inútiles. ¿Qué complejo es el
de quienes coleccionan o hacen libros para no
ser leídos?• 1101 .
•¿Existe un libro sin lecror?•. se pregunta
Chartier. •Paul Ricoeur ha señalado con
J101 Jt)h;ann von Susnunn, Kr.mkht'Íit'll dN LNCts. Zur
P,'rhop.ltho/Of/1< dt"r Ldturr. !krlín. 1929. 64-79. El hbro.
puhbc.ado en u1u cd1torúl muy vmcub<b con b ('(!1ción rug,
podU lubcr tido rscnto por un alcnún de es¡ procWcncu.
judío, ~dcnú1. ~ juztt-Jr por su apt'llido. De \'On Su1nu.nn
pcrdcnmos toda tnu un decenio dnpu~. lo. que C1 h1cn
si¡;rufiCaU...'O de lo ;1ntcrior, y ello <1 pn<lf dd a1rc nobiC' dd
•r<U>Jo.
-27-
11IJ CorTr IIUIIUJCrito. UIJ.t histot"U cultun/ dd S1i:Jo de
Om. MJd~1d : M.uci;~l Pons, 2001, p.1p:. 108. dr cuy;~ momo
nn lecns, no se !dan o no tenían por qué
llegar a ser leídos.
Un serio cientifico escolástico, consagndo
en La Sorbona e hijo de estas aulas, Pedro
Ciruelo, se refiere en su Reprobación de
supersdciones y heclúceri:~s (1538) a la extendiw creencia en y uso de nóminas o librillos,
que -advierte- mo se ha(n] de abrir ni leer,
porque luego pierde(n)la virtud y no aprovecha(n)•. Esta es la 'cosificación' a la que he
llamado trascendente, cnscendencia que viene
del hecho de la reconociw función religiosa,
talismánica, mágica o protecton de la escrinrn, con la que empecé esus líneas.
Entre los más sorprendentes hallazgos
bibliográficos recientes están los libritos impresos de onciones, como la nra versión
portuguesa de la Orapo de la Emp¡¡redada,
prohibida por la Inquisición de fomu genérica
y que se nos ha conservado casi por milagro,
gncias a su oculumiento o emparewnúento
rea] en una casa de Barcarrota desde el siglo
XVI hasu hace pocos años, con otros libros
sospechosos o abiertamente prohibidos, como
el úuriDo de Tonuesimpreso en Medina del
Campo, y otros libritos del tenor que aquí nos
-28-
-29-
frecuencia el hecho de que un mundo de
textos que no tiene un mundo de lectores que
se ~podere, que se apropie de él, no es más
que un mundo de textos posibles, inertes, sin
existencia verwden•. Pero, colocándonos
ahon en la perspectiva de 1~ histori; del libro
en que ~ndamos ~quí, estoy toulmente seguro
que, al menos por una vez, se puede tomar a
Ricoeur cum gr;lno S<~lis y Cervantes hu bien
pensado lo mismo que el bueno del berlinés
psicoan~lisu. Pero en sentido bien contnrio.
En su tiempo, y él lo sabí~ bien, escribir,
como ha señalado Fernando Bouza, •podía no
tener nada que ver con leen 1" 1• Faltaban
todavía años para la coruagnción museística
de lo pequeño en el sentido del ciudo Rayn.a.ud; faltaba~ ar1os también para la proliferacron .del gabrnete de curiosiwdes natunles y
los hbros con ellas relacionados. A nadie
extnñaba la existencia de minúsculos volt'unenes que apenas han alcanzado estos tiempos
pero que debían ser muy numerosos por tod~
Europa y medio mundo, y que, aunque tuvie-
dicaz se-gunnos a~rr.ados en los p~rn(os siguacutcs.
llaman la atención, como las Precatiom:s
;¡Jiquot, de función no alejada a la de la Emparedub 1!'1. L2 Onción d~ san L~ón debía ser
también popularísima; el mfante don Miguel
de la Paz (t 1500), nieto de los Reyes Católicos, tenía •un libnco chequito qué óene la
orapón de san León con unas cobertu ras de
oro esmaltado de blanco [...) con una adenica
chequita de que se cuelga•. como han señalado Eli.sa Ruiz y el precitado Fernando Bouza.
Un h"bnco parecido, pero manuscrito sobre
perg;múno y b1en encerrado en encuadernación de o ro, tenía Juana de Austria, hija de
Carlos V; éste disponía, a su vez, de un famoso Credo en miniatura, recientemente rescatado para el patrimonio español 11' 1• Dos son las
ediciones que con ocem os impresas de la
Oración de san León, la más reciente, burga(12) Vé<JK b
he~
edición en
pubhc¡;¡W por b Eduon Re¡t~on11
lesa de hacia 1520, de 60 x 40 mm. de m ancha 1" 1; y acaso la más interesante, una sevillana anterior, quizá de la imprenta de los C romberger, cuya mancha es de 46 x 35 nun., y
que está nul impuesta, es decir, con las planas
desordenadas, lo que -a nuestros efectosimportaba más bien poco si convenimos en
que su desóno era meramente o rambién cuasi
talis1mÍiúco, como el DVD de los crísóanos
científicos.
Estas oraciones, salterios, libros del rosario
núnimos, catecismos como el nunuscrito de
Pedro de Gante de la Biblioteca Nacional,
hasra Reglas de san Benito en núniarura, eran
arrimados al corazón pracócando una magia
de contacto. El P. Anselm M. Albareda nos
recuerda la advertencia de una edición chiquita de la RcgJ;¡ d e san Benito portuguesa, en la
(14) VéaK, del conp C"Sisu Víctor lnf¡¡ntn, •El ~1t
lulbz~ d~ un pcqu~i\o hbro quC' una v~z fu~ incunabk la
rn~tuoso f<~oítmle
<k Extrenudun, con un
O..d6u tk i.Js orrku>JIW tk i.J lp<>Ü dd P>pa L<ón 111
M>¡¡noo. Gut<ll~f!l-.f•hrbuch 1995. J>i!l'· 93-101. Pm
atp«tos k'gllros dC' b <hución y C'WUCtur.a real dd tonuto,
incompl('to u.l como K cncumtn, he podido consultar b
t1pobabbottnfu bu~Jn,¡ dd s.i¡do XV1 d~ la umbibl conw~·
tonmo de cstudtOi ck b congrnisu. M•. Cruz GucU de
Entcnú y Ju;m M Carr.uco Gonúlez, Mérida, (1 997). l)<~n
otros upcctos cornplenlC'nUnos, vé¡sc ahon M. Cubfn de
M.uos, •A Emp•unl.uú na HtnórU W cuhun e nunu: ~l(io
qumheniJSU ponu¡:un¡ dnconh("Ci<b•. Rt:vistl Porru.¡¡un.J
d< Ht>tóru do Lwro, 11 (2002-2003), pip. 1-103.
sj)U Mcrc~cs
Fcm.indn Valbdarrs, ~n prmQ, quien
umbiál 1nt tu fnnqu~¡¡do w copill y dc-ulln prui<MOI d~ b
cdáct6n nús antijtlll. a b qu~ dC" mmedi.ato noti rrfrnnlOI.
(13( V<"< F. Douu, op. m .. pl!l'. 99- 100.
-.JO-
-.111 '
que se señala que el libro, Uevado sobre el
cuerpo, sirve •contra feiti~os, trovi>es, raios,
tempestades, terremotos; para a felicidade dos
partos das mulheres, e contra todo o poder do
infemo• 1' 51 • Rigurosamente coeúneos de
Cervantes hay libros minúsculos que contienen el Evangelio de san Juan o la Pasión.
Incluso, también hay liturgias para otras pasiones, como las de algún poemario amoroso
pequeñ.ísimo impreso y enjoyado por su autor
para sola una dama.
Hombres y mujeres se sirvieron de estos
libros, escritos e impresos, entre otras cosas,
para no ser leídos. (Dicho sea entre paréntesis
nos ahorra esta circunstancia el inquirir sobre
la inevitable y ya cansina cuestión de la especialización 'genérica' de los libros: por lo
menos los de microfonnato servían tanto a un
barbado mfián, puesto en el brete de defender
su cuerpo en un duelo arrimándose al corazón
el minúsculo impreso del Símbolo Quicumque vult -<omo nos recuerda Bouza que nos
presenta con gracejo Gil Vicente-, o a una
(IS) Bihlio¡:r.Jiü d~ b Rty.:ú MuNiictuu, MontKmc:
Ab•dí•. 1933, pl~. 285.
- J:!-
remilgada dama Uegada a las fatigas de traer un
hijo al mundo 1161).
Modernamente, es dificil encajar desde una
perspectiva generosa esta realidad, perdida ya
su condición trascendente al convertirse en
una concesión para con raros biblioclastas,
como ve.íamos, o 'idiotas' seguidores de la
tradición, como percibimos en unas líneas de
don Miguel de Unamuno. El viejo rector de
Salamanca no solía tener la vinud de distanciar
los contextos con una sonrisa, y, escribiendo
en 1902 el prólogo a la Educación de Bunge,
se indignaba sobremanera: •La profimda ignorancia que en asuntos religiosos nos aqueja es
la causa capital de los más de los males [...]
que lamentan y combaten los que a la enseñanza de la religión se oponen (... ]. No conozco desatino más grande que eso de que la
{16) •En O JUII tú &1r.1 de Gil Vicc-ncc. el villt"mt"
esgrmudor, FC"m.io Origoso, dict h;abc:r vencido a trts duclisw. pcK a qut craUn consi~o 'a Of'21('arn de Qm liam',
a¡cgunndo, adc-nW, qut' ilttrú c.apu de vrncC"r al mismísimo Héctor, .aunque éstC' Ucv;aK" como dC"fcnu d Quicumqut"
lllllfft (llouu, op. C"Jt., ¡ñ~. 101). Vi-ansc l.u ~l!tJlific¡¡tiv.u
recurrencU.s de los hbrCM joy.t en Pedro M. Uu:dra &
Anasusao R ojo, B1hliot«;J.J y l«tur.u ck 11uy'ctn (Si¡:lo
XVI), 5-Jlmu.nn: lmututo d~ HIStoru dd Ubro y d~ 1,¡
l«tu~. 20().4, y bs r~(t'f~nciu ~n pip. 189-191.
- .ll-
religión debe quedar al cuidado de las madres.
que son precisamente las que más la ignoran y
las que más la defonnan y desreligionalizan.
Una vez más, y no será la última. tengo que
repetir lo vergonzoso y degradante ~ue resulta
el que en un pais que se dice cristiano no haya
leído el Evangelio la inmellS2 mayoría de los
hombres que por cultos se tienen, y que en
camb1o se cuelguen del cuello de los niños, a
modo de amuleto, trocitos del Evangelio, en
latÍn, metidos dentro de unas bolsitas cosidas
y adornadas con lentejuelas, y que se traguen
las parturientas una cintita de papel hecha un
rollo conteniendo una jaculatoria y otras
fomm del más bajo y anticristiano fetichis1171
mo•. Hasta aquí don Migucl •
Gracias a Dios, los tiempos modernos nos
devuelven la 'cosificación' trascendente, o,
cuando menos, a mí me traen una cierta
esperanza en la humanización de las nuevas
tecnologías: quizá consigamos que nos hagan
menos solitarios de lo que ciertos teóricos
poco optimistas predicen.
Hoy, por agotar el ejemplo cervantino,
nosotros podemos rendir de verdad al Quijote
no el dudoso honor de enanizarlo, sino el de
convemrlo en un objeto protector. Es de
nuestra parte un buen regalo de Centenario a
quien, devorador de papeles, nos legó el
mayor alegato paradójico en favor de la lectura, quizá porque también vivía y aceptaba con
nonnalidad el poder de la letra sin lecrura, de
los libros no !Jbros, de los textos que protegían
su fuerza no humana con el embozo de la
pequeñez o la ilegibilidad.
Y quizá, desde esta perspectiva, sirva también de algo el derenre que hoy se ofrece
disimulado en programa: si no nos libramos de
tempestades, rayos y cuchilladas, o alcanzamos
a tener buenos partos, nos libraremos del
engorroso ejercicio de la lectura e, incluso, de
12 lección académica, si la sibila quiere con su
suerre que nos encaminemos por otros senderos sin salir de esta Salamanca.
117} PuhlicWo en Obro~J (·omp/C'US. rd. M~oud Gucú
llbnco. lll. M.odnJ. AfroJ151o ll¡:uado. 1958. p.jg. 512.
A¡:;ndn.co nucvo¡¡mcnlC' a Of.né-thctc VauthiC1' el Mbc-mK'
lbnudo b atención sobre nto.
- .U-
-.J5-
a Lll •SII31LLII• DE TORII310 RUIZ
Torib1o Ruiz. vecino del Barco de Ávib y
quién sabe si natural de la nusma ciudad,
bachiller en Anes por Salamanca y maestro de
gramática en la catedral de Orense, muestra
cuidadoso deseo de servir a sus coetáneos y
cmerráneos con esta obreciUa, que, namralmeme, figura en los repenorios especializados.
En vinud de contener una versión en verso
de la profecía de la Sibila, entra en el clás1co
de pliegos sueltos de Rodríguez-Moñino, a
1181
cuya descripción bibliográfica remitimos .
Sus modernos editores han a1iadido referencias, que arrancan de Gallardo, y señalan la
existencia de dos ejemplares, el de la H ispaniC
Society of America, que ya fue del Marqués
de Jerez de los Caballeros -su catálogo de
(1 RJ Nu('VO diccion.mO hth!io¡:rJiico clf:' p/i~ suC'!tm
po;rit•oJ {SI;t:lo XVI). ~lición corTq.:icb y aC[ualivcb por
Arthur L.- F. Askinsy (el COilJl;TC'SISU) Víctor lnfantn, Madrid
Cuuha: 1997, n•. 497.
-.16-
1899 lo incluye-, y otro más, cuyo paradero
no se consigna, pero que fue sustraído de la
biblioteca de Rodriguez-Mo1üno durante la
guena civil, si damos el crédito que merece a
1191
las propias palabras del bibliógrafo
.
(19) A propógco de c:1U CJcmpbr, ~ll).bn: •El C"jcmpbr
c1udo por Rodrigucz-Mol\tno (en un ~r de ocasiones cn
19J.4, y C'n amNs como de una bibhot«a priVJ<b). no
localiudo, no pcrtcnecc a Ju bibliotte:a, como supere.
cm>ncamcntc, lópcz, 1934, p.ig. 19•. Fue, sin cmbu¡ta, el
propio Rodrigucz-Moi\ino d quC" K' refirió a b propiccbd dd
bbro en 1947, C'll ténninos nada arnbip;uos: •Nosotros
poseímos un cjempLu~xtnvUdo dur.ante b gucm de España•
(B1bl~ tk Vneo Dúz T.mco. clhi¡.:o, bt~nro ~ imprrsortka'nnposd~ ürloi V. ValrncU: Casu.ha, 1947, n•. 8,
p.ig. treinta y nurve). Los conocKios de don Antomo ubrún
por é.l otros dculln. cocno. por ejemplo, que~ tnu~ ck un
rjcmpbr incornplt'tO, como K'rlabri Aunas1o lópt'Z en su
obra nús r«icnte {l.J unprrna n1 G.1/icU. S~l[los XV-XVIII,
Madrid: llibliotr<:a Nacio nal, 1953. n•. XIV, plg. 37); y aún.
quiú, noticias nús ddica<bs, como pudiera dt'ducirse de la
JOflanu. de otro de los amigos: dd bibliógrafo e-xtremeño, don
Antonio Odriozob, puesto rn d brete de revu.ar b cuestión
de b imprcnu pUqta (AntonM> Odriozob & Xosé- R.
lbrreiro, HistorU ck !J unprr11CJ ~~~ W/icu. la Coruña·
Galici:a &litorial, 1991. p.ig. 94). Rodrigun-Moñino, sin
~mbargo y a ~r de habt-r hablado antes dt' su propio
ejcmpbr rn témünos nada ambiguos, silenció b uiltenda cn
1970, cuando publicó su Diccion~río la Vt'Z primen. Es nW
qur posible que d salcnc io de uno y b ira dd OtrO, a.sí corno
umbién bdetmción pricticamcnteen 1934 de la b1bhognfia
coocnnic-ntc a nte uunto, nús que utn1la en bibbÓW2fos
-.11-
Gracias a la comprensión de los responsables de la Hispanic Society y a la generosidad
acadénúca del culto conservador de sus fondos
antiguos, el Dr. John O'Neill, he podido
disfrutar de copia de la única edición de la
obra finnada por T oribio Ruiz y estampada,
según reza el colofón, en Orense, 1544. No
figura el nombre del impresor, pero por entonces allí sólo fatigaba las prensas el proteico
clérigo, literato e impresor extremeño Vasco
Díaz Tanco. Él mismo reivindicó su paternidad, por lo que a la impresión se refiere, en la
<Epístola de Vasco Díaz de Frexenal a los
clérigos de Orense acerca de las Sibillas que
prophetizaron la venida del Hijo de Dios en el
mundo•, que figura como adición en su jardín
del alma chrisdana (Valladolid: Juan de Carvaj al, 1552) 1"". Refiere ahí ciertas críticas que
tan conspicuos y
dili~ntn
Dkcion<~rio, tcn~n
como los adicionadorn: del
un:a e-xplicación que, :.caso, nos Wr.í
algún dia uno de los dos, congresista por :añ:adidur.a en
S...bnunc.a.
1201 Se contiene en los fols. 128-130: fue reproducido en
su integritbd por Antonio Rey Soto c:n Ll liupftiJfJ t"JJ
G;~/iciJ. El bbro lfÓIÍco, Madrid: Esunisbo Mntrc, 1 93~
(recdíd6n en (;ac;ímilc S..ntÍ.1go de Composteb: Junu ele
Galicia, 1988), pá~. 130-IJS. Esu panc debió circubr
-.18 -
había suscitado entre los clérigos orensanos
cun librezico de la Sibilla eritrea que yo hauia
hecho imprimir en nú impression estando en
Orense•.
Es evidente que Díaz se refiere a este libro.
Digo que por lo menos reivindica su edición
porque, aunque más de un crítico haya pensado que el T oribio Ruiz pudiera ser, en realidad, seudónimo del impresor -así Odriozola
en el lugar citado-, no hay razón alguna para
sostenerlo. V asco, es cierto, en conocido por
varios alias, según él núsmo nos dice en la
epístola que acabamos de citar -<en Estremadun, que es nú parria, me llaman Vasco Díaz,
y en Portugal y Galicia me nombran Frexenal,
y en las Canarias el bachiller T anco, y en los
reynos de Angón y Cataluña el licenciado
Casero, y en partes de Italia y de Francia el
doctor del Estanco, y en las provincias de sant
Marcho el maestro Clavedán, y en los reynos
de Grecia Clerostegnes>-. Quien con tantas
caras peregrinó medio mundo bien pudo
haber utilizado seudónimos. Fuera suficiente
indcpcndicntcmcntC'; de dla K" conSC"rva una copia en un
códicc miscc-linco <le la B1blioceca l'úblic~ de Évon., Cod.
CXJ II /1-101.
-.19-
consultar el prólogo del jardín, donde traZ2
una personal bibliografia, en la que incluye
obras publicadas e inéditas, y, seguramente,
algunas de las que sólo tenía tirulo y sumario
en el caletre. A lo que vamos: en ningún caso
reivindica el hbro que aquí publicarnos.
De la lecrura, además, de la carta a los
clérigos de Orense se derivan ciertas diferencias para con el texto de Toribio Ruiz que
nos obligan a pensar en la existencia real de
este bachiller del Barco de Ávila. Por ejemplo,
Díaz utiliza fuentes distintas, alguna, como la
SilVil de van"a lección de Mexía, más o menos
oriUada por R.uiz, aunque la conozca y la cite.
Éste, en la tradición más común enumera diez
sibilas en el mismo orden que las fuentes
clásicas cristianas, especialmente de Lactancia;
el otro habla de doce y se le nota el socorro de
un cajón de sastre como la Oflicina de Textor
o, acaso de segunda mano, la Cosmogr¡¡plua
de Münster, y el librito clásico de Barbieri más
abajo crtado, entre otros.
Pero sabemos, en fin, que nuestro Bachiller
lo era en efecto de carne y hueso. Vivió en
Orense, al menos unos años, y desempeñó el
cargo de rmemo de gramática para el cabildo
de la catedral. Se le había dado posesión de su
puesto en la reunión capitular de 29 de mayo
de 1545, para que pudiera enseñar •gramática
en la dicha ~ibdad a todos los que la quisieren
deprender e mayomtente a los beneficiados•,
1211
con un salario de seis mil maravedis • Los
beneficiados recibirían las lecciones de fonna
gratuita, corriendo de cuenta del maestro
infomur al cabildo de su aprovechamiento.
Otras personas de la ciudad también podrían
seguir los cursos, satisfaciendo en este caso el
importe señalado por Ruiz. Es probable que
unos años después Ruiz abandonara Orense,
pues su nombre no comparece en documentos
1221
en los que sí menudea ames de 1548 .
Por los ténninos del acuerdo, se echa de
ver que este bachiUer, seguramente graduado
--/(/-
-41-
{211 Véase Miguel Ángel Gonúlez Garc~. •La dtcdn dC"
gnnútica de l;a c;atednl de Ourcnsc•. cn M~mon~ Ecc/Nút",
12 (1998). plgs. 71-82. np«ulm<nt< pl~. 75. A¡:ndezco
uprnarncmc b cxcrlcnte acogida que, por p..rte del cuado
don Mr~d Án~d Gonúlcz, c:.tnóni~ .archivero de b
Dtfiiral de OrcnK, tuve en d cui"SS de una vima dn:tin.. <b
a ennurur loi documentos c<~t~ralicios.
122) A¡.uadrzco b noucU .a D.juJtO Carnicero, qut' me N
úcihudo con gencrosJdad las compuecencW de T onhio
R.uiz m ~ co~;o~ 7 .1.0 Órd~nN dd Archivo D10cnano de
Oreruc.
en Salamanca -de manos de su obispo había
recibido órdenes-, residía en Orense antes del
nombramiento y seguramente estaba vinculado al obupo don Francisco Manrique de un.
Es probable que ejerciera el oficio de gnnútico desde la llegada del obispo a Oreitse {1543)
y que éste decadiera vincularlo conrracrualmente a Ll escuda catedralicia, para, en el
curso de sus refomtas, reducir algo la proverbial fah~ de preparación de los clérigos. Pues
este obispo, uno de los padres conciliares
reformadores, partidario de la residencia en las
diócesis y de su refonna, fue prommor de un
sínodo que imprimirla el mismo Díaz Tanco
en el mismo aa1o de 1544. Esw Consciwciollt'Seran el producto más granado, acaso, entre
varios más realizados por el impresor para la
propaa catedral, como un Mamm/, un Ceremonial, carteles y cartillas de Ll doctrina cristiana, ordenanzas de coro y una edición del
Flosculus sacramenronuu. No es, por tanto,
nada casual que también el maestro de gramática del mismo círculo contribuyera con el
peculiar hbrito que ahora damos de nuevo a
luz y en el que llama la atención, sobre todo,
su afan de cambiar ciertas tradiciones.
Ruiz no se anda por las ramas. Tiene claros
sus objetivos y nosotros percibimos
también Ll linea de su pensamiento, muy en
relación con la labor educativa y de cambios
profundos en las prácticas espirituales y hrúrgicas que se estaban dando ya a mediados del
siglo XVI. En su proemio, el bachiUer, después
de empezar sea1alando que •por toda la lgleia
christiana o por la nús parte della, principalmente en España, se acostumbra a cantar y
canta la noche de la Natividad de Christo la
Si billa•, muesrra su claro descontento, y hasta
indignación, ante la ceremonia tal como la
conoce, por varias causas. Afinna que se
celebra •en unas partes de una fonna y en
otras de otra, de suerte que en cada lugar
dizen lo que les aplaze y agrada•, testimoniando, así, la falta de homogeneidad; cambia la
ceremonia de la Sibila según se trate de uno u
mro sitio, diócesis, iglesia o monasterio.
Constata, además de esto, que en muchos
lugares se atiborra de •gracias, chistes, pullas y
motes• o •pullas y parraa1as• y hasta herejías,
sin entrar para nada •en cosa que de Dios la
Sibilla hablasse ni díxese•. Y quizá se indignaba porque la mayoría, doctos y populares, ni
-42-
-4.1-
cu~les son
ocienden ni entienden el texto, ames bien se
contentan con el espectáculo •de ver aquella
muger con dos Juizios y sus espadas•.
Es por esto por lo que nuestro bachiller
dectde volver por los fueros del sentido del
canto de la Stbila en el curso de los maitines
de la noche de Navtdad y decide csacar esta
Sibilla en blanco•, sin adherencias: explicará
qUténes eran las sibtlas y cuáles sus profecías
ciertas acerca de Cristo; sobre la base de éstas
compondrá un nuevo texto para la ceremonia,
que contenga de fomta mucho más clara los
catorce artículos de la fe, un credo, que algunos exegetas del antiguo canto decían comenía; y ello lo va a materializar en coplas de
cinco versos, •porque ansí cae con el tono de
la que se cama•; en fin, la escritura pemútirá
a los fieles que, •allende de la oír en el templo
cantar, cada uno la podrá tener en su casa•.
Comentaré inmediatamente estos propósitos, no sin antes recordar los mínimos detalles
imprescindibles sobre la ceremonia de la
Sibila, ayudándome también del bachiller del
Barco. Una de las nueve lcctiones que se leen
en el curso del oficio de maitines de la noche
de Navidad, tercera o sexta más nonnalmente,
• 4-/.
según las iglesias o las prácticas de las órdenes
religiosas, era un fragmento -en concreto,
capítulos 11 al 18- del Concn iud;ros, p.wanos er ;uianos senJ/o de Symbolo, obra de
carácter apologético ambuida a san Agustín.
aunque parece ser de Quodvultdeus, obispo
de Carugo. En este fragmento •se urihza el
recurso de un interrogatorio judicial•, convocando a personajes de la tradición bíblica y
cl~sica, los profetas del Antiguo Testamento,
Virgiho y la stbib Eritrea, para que den su
testimonio sobre la venida de Cristo I:UI. La
Sibila profiere los veintisiete versos que citaba
san Ag\IStín, empezando por el f.1moso !udicii
sigrwm rcUus sudare madcsccr, que hace las
veces de estribillo en las versiones camadas.
Como ocurrió con otras lecturas del oficio,
por desmembración o por interpolación,
[2.31 Fu~n d~ bs cU.sic:u referenci~s sobre (¡ nutcri;~ bu:n
conocKbs de Aeh1§Cher, Young. etc., v~¡nsc nús concreumente deuUn en R1chnd D. Donov;~n, Th'" Litur¡...,ál
Dnnu 111 MN!J("v;~/ S¡uw. Toronto: Pontifte~l lnstinne of
Med1ev¡l Studtn, 1958. pigs. 165-167; Eva Us.tro, ed.,
Tt'iltro mn/i('~ill, 1 El (/r.mu litúf'!l'CO, Dncdona: Critic.t,
1997. p~gs. 275-281 (d(' dond(' proccd(' b ciu); Muko~nnC"n
GómC"z Mununi. El cJJJtO dc- U Sihib, l. Lffln y Cuulb,
Mo~drid : AlpuC'rtO, 1996; de b niDnu auto~. C'~ vol. 11.
,lnhndo a OtJiuiU y /J.l!t"Jtn, de- b miJnu C"d1tono~l. 1997 .
• 45-
dieron lugar a detenmnadas ceremonias. En
este caso concreto, tras de un desarrollo de la
prácnca del canco amifonal de estos textos
gener.aron verdader.as representaciones reatr.a:
les, como el Ordo prophetilnuu, un /udus en
el que los distintos profetas convocados daban
su .testimonio; entre ellos, el personaje de la
s1btla Entrea, cuyo canto de Jos versos precitados adquirirá en muchos sirios, especialmente
de la Europa meridional, independencia e,
mcluso, como había pasado con el P/;mcrus
PJSSioms, llegará a Interpretarse pronto en
lengua vulgar. Así ocurría en muchas de las
iglesias de 13 Península Ibérica, al1nenos desde
el siglo XIII, aunque los principales textos
conservados ~n castellano datan del xv y XVI.
Otros adnnmculos y pasos dramáticos ennquecieron la ceremonia.
Los costumarios de los reinos de Angón y
de Casnlla detallan los diferentes modos de
decir, de canear o de representar la Sibila 12•1
Los m.ís .espe:caculares, en Mallorca, po;
eJemplo, mcl1nan la segregación en lengua
vulgar del propio canto salmod1ado de la
lectro, de la m1sma manera que Toribio Ruiz
f2-4J C'~stro. El dr.mu huí'}:H:o, pi~. 282· 286.
- -16 -
da a entender. La sibila Eritrea era personaje
independiente del coro, un cantor disfrazado
ricamente de mujer, en algunos casos a la
antigua; hacía su aparición con otros personajes, cuatro en Toledo y en otras contr.adas, dos
de los cuales iban caracterizados como ángeles
y portando visibles espadas como los auxiliares
de la justicia humana y, sobre todo, de la
divina en los últimos días 1"'1• Como sabemos
ahora por Ruiz, al menos en Castilla tenían
nombre propio y eran llamados Juicios, no
sólo por su función iconográfica sino también
porque cantaban el estnb1Uo, que empieza con
esa palabra tanto en latin como en romance
(Juicio !hure será dado). En algunas catedrales, como León, la Sibila era introducida a
caballo. No tenemos demasiadas noticias sobre
la práctica en la que ejercía Ruiz, por más que
hemos buscado algún daro; sólo disponemos
de la música y el texto !armo incluido en un
Brevúno del siglo XV, que puede verse en el
archivo de la catedral. Pero, a juzgar por b
125) Es R. Donov.an d 'IUC dculb Lis uZOIK"S Jr los
ingcln amutlc.», que- no es t"omún uso en Olr<M t)Cmplos del
dr1nu luúrgico mcd1cval (Lit11~'1'c.1! DrJIII:J, pJ~. 42). Mis
dcrncnul es b cxplac:.ción dd propio R.uiz nús ;~b:.~jo.
--17-
molestia de algunos canónigos poco amigos de
reformas, según el testimonio de Díaz Tanco
ya aludido, quizá lo que dice Toribio Ruiz de
la ceremonia y de sus adherencias se pueda
entender, precisamente, de la práctica de la
que él es testigo en el lugar donde habita.
Se pueden ver, en lo que sigue, los detalles
de la ceremonia tal como se representaba en
Toledo en el siglo XVI, según el ceremonial de
Rincón & Ruiz Alcoholado:
Quando dixcren la quarta lcctión, tr:~cr.ín 2 la
Sibila y entrarán con elb en el choro en esta
manera: scr:í un clcrizón que tenga muy buena
boz, vestido de mujer mui ricamente, al qual
vcstir;l el cla ustrero qu'cs a su cargo y darle ande
la obra por su trabajo un florín.
Emrar:in en el charo por b puerta del charo del
Deán: delante el pertiguero. luego yrán dos
clcrizoncs de los grandes. en sobrcpellizcs, con
!ICndas hachas de ~era :;a~c ndicL1s; y otros dos
dcrizoncs grandes vestidos de ánjelcs con scndóls
C!!paJas dcscnbaynadas que tengan ricas guami~io­
ne>, b punta hazia arriba: y luego la Sibila y el
clau;trcro detrás. Y a'spa~io yr:in por jumo a las
sillas baxas y pasarán por entre el F..~istor y las
sillas y por entre el vaneo y el águila y por entre
el fa~istor del choro del Ar~obispo y las sillas. Y
-48-
subir.in a la tribunica de la epístola y estar se an
quedos hasta que sea ticnpo de dczirse, que será a
la sexta le~ión. Comen~ada la sexta lectión, dir.ín
el villan~ico, como en las otras. El qua! acabado,
dir.í el que dize la leclión otras dos o tres cláusulas. entre las quales dirá: • Vcron t3mcn quit Sibl1:1
vatip"n3ndo etian de ipso c/amaveár in nuxlium
prokr.unUS>. Y dir.í luego: •Die tu, Sibilco. Y
callará. Enton~es comen~ará la Sibila, pue.ta en
medio de los que representan los ánjeles, y dirá los
versos siguientes. A cabo de cada uno dellos
responderán de canto de órgano los cantores este
choro:
juyzio fUerte seri chdo
y muy cruel de muerte.
Enton~e. tocarán los ánjcles las espadas una con
ou·J. Y sy ovicre mucha jente. subirán con la
Sibila por el andor de las siUas altas por el horden
dicho.
Qu:mtos aquí soisjuntJdos
roegohos por Dios verdadero
que oyg:iis del dí• postrimero
quando seremos juz¡pdos.
R. juizio /Uerre seri dado
y muy cruel de muerte.
- 49-
Del pdo de las 3/tur.JS
u11 Rt:y vcmi perrlunblc
en c.1mc ruuy csp;~nt<~blc
~ juz¡pr l3s cri3tuns.
R . juizio /üerrc seri d1do
y muy cruel de rnucrtt:. ·
Trompcras1"'~ y sone> tristes
dirin del uro del rielo:
R. juiz10 lüt·rre seri d1do
y muy eme/ de muerre.
Después de la Sibila, dmí el que lee la lecuon
otras dos o <res cl.iusulas. Y acab•das. la Sybila se
baxar.l y los que con ell• subieron se baxor.ln y
soldr.ln del choro por el horden y por ellugor que
entnron tnl.
R. juino /ücrre seri rúdo
y muy croe/ de muerre.
Podemos volver ahora a las palabras de
Toribio Ruiz en su proenúo antes resunúdo.
Se percibe en ellas un cierto ambiente de
cambios y de refonnas. Esa defensa de la
utilidad del escrito o del impreso con la que
Descubrir se h3n los pcc3dos
sin que nmguno los h3ble;
• l• pcn• pcrrlunble
serin d3dos los da1i•dos.
rmnuscrno de b HSA. la tnnK'npción n nufttn; b parte de
b Siblla W.1t.a<b por M. G6mcz Mununé, El c~nto el~ ú
Sibib, J, p:iit. 21. Por lo que se refiere a los dcrizone1
¡Lcv.1nt.1bos, nwcrtos, del suelo:
n:ribi~i5 según
hezisres!
R. Juino /üerre seri rúdo
y muy cruel de n1ucnc.
A la Virgen supliquemos
que sea en csre lcrigio
nu:dánc, con su Hijo.
porque rodas nos u/vemos.
1261 Al nuJltrn se ind1ca: Y. .1•
-50-
(271Juan Rincón & Pedro 1\ui% Alcohobdo, c~ITII'IOIUJI
deb Ut1CG1/p..U de To/Nio,ptittud.r del.t1 EJplñ31(1585).
portando hachonn, stg\ln Fnnindcz VaUcjo en w.sconoci,bs
Mc1TKXUS. no llenen npecl¡l sentido altg6rico, como sí
cornporun los ángdrs con bs cspa<W. KgÚn Ru1z, y sólo
Urven ¡nn chr luz a b np«Qcubr compañÍl de Sibib y
Juicios (véue d texto en Miguel Ángel Pérrz Priego. rd.,
Tt~tro 11H!ÚicViJl, 2. ÜJtJI/~. 8arcelon.1: Critica, 1997, pj,g
222). VéaJ<, adcnús. R . B Donovan, Litvr¡l~CafDr.um, JÚS'·
39-45 y 47. Años mis urde, tr.u b reforma tridentiM de b
lnurgi¡ y la dn~parición ck U. kctun de nuiunrs que rs la
but de la ceremonia de la Sib1b,siguió rrprcstntindosc, pero
despbucb al final del o(ICio de Laudn, como el Oflicium
¡»Jtorum, como señala Donov.1n, /oc. c1t.
-51-
temu na nos pemlite entrever, por un lado, la
aculturación tipográfica; tras de la oferta de
una convivencia entre lo oral-la Sibila camada en el templo- y lo escrito -el impreso-,
hay una tensión que puede ser interpretada
como indicio del cambio, incluso ert funciones litúrgicas, como, al cabo, son las que aquí
se ventilan.
Litúrgicas, pero también espirituales: un
cierto afon de refom13 de las cosrumbtes y la
evidente condición de nueva anna que el
impreso estaba adquiriendo con las disputas
religiosas dan a éste una función en momentos
en los que la pastoral de refonna es especialmente acentuada. Basee recordar, por ejemplo,
la generación de los obispos reformadores
españoles, como Berna! Díaz de Luco, seguramente también el mismo Manrique de Lara al
frente de Orense, y los esfuerzos de éstos por
pulir al máximo las aristas que el tiempo había
ido creando en la vida espiritual, en la liturgia
o en cualquier otro ámbito que perteneciera a
su cura, cura en la que apostaron casi más por
la fuerza reproductora del impreso que por la
de la pastoral colectiva y oral del sermón. La
función de la literatura popular impresa debe
considerarse, a este respecto, tan clara como
efectiva 1281•
La necesidad, así, de sac;u en biupio una
Sibila, puliéndola de adherencias e interpolaciones, dorándola de contexto y de sentido
con nuevos textos para su práctica, debemos
considerarla como una actitud intennedia de
reforma. Sin negarlas o condenarlas, como
podrían hacer los más extremos, se pulen y
afinan estas prácticas de acuerdo con los semidos antiguos y de autoridad Claro que todo
ello según el buen entender de Toribio Ruiz
y sin prestar demasiada atención a la ratio
histoná que estará en la base de las críticas
sopesadas del humanismo cristiano erasmiano
y de sus mejores seguidores. Nos recuerda,
más bien, las revisiones de los integrantes en
las corrientes espin'wales afines del siglo XVI,
que desveló Asensio.
Y es que, aliado de condenas de prácticas
litúrgicas de dudosa ortodoxia, como las misas
-52 -
-5.1-
(28J No sólo por lo que se refiere a b litcr;uun del
di<bctismo, como la lbnu uno de nuntro colcfZ;OU congrnistas, o a los géneros 'comporumcnales' -algunos u·audos por
Nieves Baranda-, sino también en aspc-ctos que van mis alü,
como cienas vús de la 't~logia' para pobrn, como dcmostnri en su tnis Eva Belén ÜrTo.
de san Amador, ridtculizadas por Hevia, entre
orros, umbtén por lo que se refiere a la ceremonia de la Stbtla y a su texto se produjeron
mtentos de cambto o adaptación. He ahí, por
ejemplo, la verstón que nos ofrece Cristóbal
de CasriUejo, •en utu aldea, para cantar la
noche de Navidad•, que añade a las coplas de
una Stbtla remozada la secuencia del tradicional Ordo prophec:Jrom. No es excesivamente
distinta la verstón de Castillejo de otras versiones conservadas, pero se advierte una cierta
acentuación del fondo teológico, como más
razonado 1291 •
Ruiz irá mucho más allá, nada menos que
propondr-.í una sustitución del texto normalmente cantado por el suyo propio, nuevo, una
especie de Credo, como hemos dicho, que
reduce a pavesas o suaviza al máximo todo el
contenido escatOlógico y, sobre todo, apocaJ29J Rrmito al docum~nudo estudio de M•. Dolores
Ueccui01 Lago, •Sobrt' EJI UJIJ ~kk~ ¡»n a11Ur ú noche dt'
NJukbt/, de Cristóbal de Ca.stJUt'jo, y d dranu litúrgico
mc<hev;ll•, en AtrJ(bJ. Esfud101 y t~xtos ckJicJc/os 3 Fnncuco ~z Estr.xb, MadnJ: UniVt'rsicbd Complutt'n~t, 1988,
JÚKS· 33-56. Vé11l' d texto rn M. Gómcz M~.~nun(-, FJc:~uro
tk ú S1hd... 1, p.il<'· 41-44, p;on b de Cutillejo; o<rn.
proccdcnu:s de hbros litúrgicos de illóccsu, monntenos o
convrnt<M dC' lm SI~ XV y XVI, figunn rn pí¡tS. 34-40.
líptico de los textos tradicionales. Pero su
tenimonio sobre la deturpación espectacular,
espiritual y hasta textual de la ceremonia, y los
disparates que, de hecho, podía incluir, nos
aninu a explicamos también en témúnos
refomtadores los cínúdos -o depurados, si se
quiere- versos de Castillejo.
Y quién sabe si estas refomtas encubren
también pérdidas, pues que la mayoría de las
versiones de la Sibila que hemos Ueg:tdo a
conservar en casteUano son, realmeme, textos
muy parecidos entre sí. De la lecrura de éstos,
de las vers.iones de la parte más oriental de la
Península incluso, se deriva una alta homogeneidad temática y fonnal.
Esto va contra la dilérencia y la variedad de
textos y ejecuciones de los que, al parecer,
Ruiz era testigo en la España de su tiempo.
Incluso, si nos apoyamos ahora exclusivamente en la métrica, vemos que prácticamente
todas las versiones hispanas de la Sibila se
estructuran en coplas de cuatro versos, con
variación rinúca según los casos, seguidos del
estribillo, como en la versión toledana más
arriba transcrita. N o obstante, Ruiz afimu que
va a componer su Sibila •en metro de cinco
-54-
-55-
ver.;os, porque ansí caen con el tono de la que
se canta•. Es dificil encor.>etar las coplas del
nuestro en la melodia, por ejemplo, toledana.
No se refiere a frase musical. ¿Nos invita esto
a dar por perdidas otras ver.;iones en estrofas
de cinco ver.;os en las que el quinto luciera las
veces de vuelta, introduciendo la melodía del
estribillo cantado por los Juicios.
No encuentro textos parecidos entre los
conservados, ni tampoco indicios de que
pudieran haber e>ástido 1301 • No obsante esto,
algún detalle más de nuestro BachiUer nos
inquieta y nos obliga a preguntamos por las
pérdidas. Verbigracia, nos entera también de
que •en algunas partes y muchas ponen al
poeta Vergilio, que antes o después de la
Sibilla se quexa cómo está en el infierno penando•. Recordará, en efecto, la ceremonia
más complicada, con los profetas. No obstante, un Virgilio lamentándose de estar en el
infierno y tomando la palabra después de la
Sibila, como dice Ruiz, no lo encontramos en
las ver.;iones del Ordo prophcrarum exanunadas, en las que el poeta se linuta a decir sus
ver.;os profetices de la égloga IV. Nos preguntamos si Ruiz no está documentando aquí una
ver.;ión complementaria y particular de la
Sibila, acompañada de Virgilio, desmembrado,
así, de los otros profetas, para convertir.;e en
per.>onajes de teatro. La cristianización del
poeta clásico fue un hecho y, en las tradiciones relacionadas con él, pueden ver.>e algunas
de estas facetas, como el lector comgrobará sin
salir del viejo libro de Comparetti ' 1•
Las •gracias, chistes, pullas y motes• con
•patrañas• que denuncia son también una
pista. No creo que se refiera al chirivari de la
noche navideña, de los juegos pastoriles, una
y otra vez denunciados en fuentes canónicas y
espirituales; alude al texto de la Sibila.
Entendemos la protesta de Ruiz y también
su deseo de refonn a si exanunamos el aparato
de algunas representaciones anteriores y coetáneas, en las que no sólo la Sibila es el per.;ona-
lim :~/se~/~
(31 J Pan casos concretos, vense Guy Lobrichon, ·~int
XIII, Darcdona: lmtitut d'E.nudis Caulans, 1935, pigs. 288302: Maricanncn Gómez Mununé, El C:Juto de/¡¡ Stbi!J, 11.
Ut~Juii:J y l.hl~ilf"N. Madrid: Alpuerto, 1997.
VirgiiC' auxei'Toi.s et les avat:r.rs de b IV' icloguc•. en Ucturn
-56-
-57-
[30J H igini Anglñ, ú músi<.~
:J
Ot~luuy:~
Mtdi~v;~/esd~ Virgtf~. Puis: École Fnn(:aisede Rome, 1985,
págs. 375-393.
je central, su aparición o papel es el acmé de
la composición, sino que también tuvieron
función litúrgica, al ser representadas en maitines de la noche de Navidad, justamente en el
lugar y punto en el que correspondía celebrar
el Ordo prophec;mun.
Sin salir del espectáculo litúrgico, podríamos pe11S2r que la cosa venía de muy antiguo
y no dejaría de tener razón Ruiz con respecto
a la ligereza de la ceremonia; no será dílicil
tmaginar los efectos cómicos o chocantes, si se
quiere, de algunas situaciones y otros tamos
personajes del Ordo propbcc;mun.
Verbigracia, la misma Sibila debía de resultar en ocasiones un personaje excéntrico,
excentricidad que, cuando se dtera, embobaría
a los asistentes a los oficios. Solía, así, exteriorizar una cierta condición alucinada, de poseída; y es por eso por lo que, dentro del Ordo
de Laon, debía aparecer cueste feminea, denpillara, edera coronara, illS2niente simillima•"21 ,
o que, en la complicada pieza navidet'ia incluida en el códice de los Carmina bur.ma, se
adelantaba, ames de hablar, •gesuculose• e
cinspiciendo Stelbm cum gesnt mobih• 1331 ,
actitud de arrebato adivinatorio que alguien ha
calificado de crisis de hmeria. Algo de esro
quiz.í tenga la sibila Cimeria reproducida en la
página siguiente, según se representa en la
obra de Barbieri luego citada, que nos ha
prestado también las o tras tres que se incluyen
en diversas panes de este librito.
Más claramente cómica habría de ser la
aparición de una verdadera asna parlante - ele
clou de la procession des propheres•, al decir
de Gusta ve Cohen 1"'L, como la que montaba
(33( K. Young. Thd)r.mu, 11, pjg. 173. Pm b h...m.
síbilin;a, OC'nis HüC', •U SibyUc au lhé.itrr•. rn MontquC'
OouquC'C y Fr.tn(oi~ Mor.ud«, cds., ú Slh)'/1~. P.uol~ n
rrpi'Ñt-utJtion, R.rnnn: PrtUrS Univrrsauirts, 2004, pig.
181. La sr~/bn,IUCunlmtntC', b de: los IN~.
. (J.4) Alltho/op~dudnll~btul]liqu~n~Fr.mt',-.8uMoyro
A!"'. p.,;.; L< <:m: 1955, pj~. 128: •pudO. Húr, •u Sibyllc au thé.icrc•, ~g. 179. M K dncribc: convoc-.:.ado d
profru, •lhlum, omacus, ~icns supn Alimm, N~nscalca­
ria retu\t;U Ion ct nlcanbus pt"rcuciat Asinam. Et quiWm
iuucnis habcn alas, teneos gbdium, obstct Alinc. Quicbm sub
a.s.ina dicu: Cur me rom ~~.mhw n~nm JJ~ lt:JJtU.' t (K.
Young, Thd)nnu,ll, póg. 159). El rpUodoo, orgún Lynrttr
R. Muor, drvrndri crntnl ( Th< Oib/Jal Dr:mu oi'M<tlr<Y>I
Euro~. C.unhridgc: Univcniry Prc-ss, 1995, p.Í¡.tJ. 8-4·- 85).
(32) K.od Youn~. Th~ Dr.m., orth~ Mro~Y>I Churrh.
Oxford; O.rrndon Prru, 1933, 11, pj~ 145; y ,.mboón rn
R. Donov:an, LJtuq:H.<~I Dr.mu, ¡»¡t 177
-58-
-.59-
r
Balaam -un profeta que no aparece expreso en
la leca·o que da lugar a este espectácul o- en el
Ordo propheurum de Rouen (s. XII), muy
apropiadamente tirulado Ordo processionis
asinoru111.
Pudiéramos, incluso, pensar - fuera del
•papel• ambiguo inherente a las raíces de un
personaje sincrético como la sibila P>J_ en la
ambigüedad, cómica incluso, del travestismo
imprescindible en la ceremonia, si no fuera
porque los públicos estarían habintados a que
los papeles femeninos, en liturgia y en teatro,
fueran desempeñados por hombres, adolescentes o niños.
Con sólo tener en cuenta, sin embargo, las
situaciones que se producen en piezas como el
Auto de la sibila c~sandra de Gil Vicente o en
la Farsa deljuego de las c~ñas de Diego Sánchez de Badaj oz, se entiende la sama impaciencia del bachiller T oribio Ruiz. En la
noche de Navidad de hacia 1515 la reina doña
Leonor y sus cortesanos asistieron a maitines
(35) Véase, por rjernplo, Josiane Haffcn, Conrnbution J
l'hudt'ck~SihyUt'mffliévJ!c. irudt'ctfflition duMs. B.N.,
F. Fr. 25-107 fol. J6d-172": L~ livrr: d~ Sibil~. Puís: Lo
BcUn Lctues. 1984 (Auu;~/a Litténirt:J dt' J'Univc-rsiré dc
8~11(011, 296). págs. 49-50.
SibyU¡¡ ChimtnJ o Chliru"chil
(.:rpudBarbieri, SybiihiVm... Vilticiuñ, s.f.. fol. C 1rJ
-61-
en elmonasteno de Xobregas, y aUí disfrutaron sin duda de una ceremonia de la Sibila
b1en pecul1ar, en la que el Ordo prophet:anun
con sus profecías descansa sobre una estrucrura
de simetrías y batles y con la espina dorsal de
un argumento de niña que no quiere ser
malcasada, la S1b1la Casandra, que, a sabiendas
de que la Madre de Dios será virgen, rechau
las pretensiones de matrimonio que le presenta
Salomón y ouos pretendientes, en f..vor de los
cuales habt.n sus cí;u, las sibilas Eritrea, Pérsica
Y Cimeria, e intentan ayudar a convencerla
otros profetaS que desfilaban en el Ordo.
A pesar del esfuerzo de quienes se han
empeñado en defender que la percepción de
los espectadores había de ser en clave simbólica, se nos antoja dificil en una noche como
é.sta que anduvieran los cortesanos para exégeSIS en vez de gozarse con risas, •patrañas•,
•gracias, chistes, pullas y motes•, como puntualmente dice Ruiz.
O, en todo caso, las dos cosas eran posibles.
En la pieza citada de Sánchez de Badajoz, que
por sus características parece tener el mismo
uso que la de Vicente, preside la Sibila, como
bs que subían a la trona en las iglesias de la
-62 -
época para cantar los versos del Juicio, y dirige
la acción ella, como los voarores en los
juegos litúrgicos antiguos, dando entrada a los
profetaS en su orden. Pero no f..lta la contrapartida cómica, en este caso con elementos
interpolados ajenos al argumento, muy directamente relacionados también con la función
estructuradora del baile, que se encuentran en
esta pieza y la de Vicente -¿restos de una
constatada vitalidad litúrgica de la danza?IJ6!-;
personajes, digo, de la tradición pastoril, que
bailan y pueden cantar canciones de tono
subidillo: «Esúuase la monja 1 en elmonesterio, 1 sus teticas blancas 1 de so el velo negro•. como reza la copla que tiene como pie
el famoso •No me las enseñes más, 1 que me
matarás• 1371
136) V(ang los apuncn induidos en mi Liturgi.l. ponÍJ
y'"""~~~ ú Ethd Mt:dU. M•drid: Grwos. 2004.
(37) Diego ~nchez de lbd.ajoz, R«t>piúcJón ~~~ m~rro
{Xvtlú 1554).
~ Frido Weber de Ku .U~ Buenos Aires:
Univ"'idad. 1968, pilt- 521. l..aJ varias línc;u mrrativu de b
FJ.I'U fueron mtnprC'U~s como un preggio dd futuro auto
u<nm<nbl (M•gud Án11<f Por.,. Priego. El f<>tro de D1'7?"
Sinchn ck &cb.JOZ, Cic«es: Universidad <k Extrcnudun,
1982. p.óg. 112).
w.
-6.1-
Ambas piezas nos presentan una sibila en la
que se reconocen los varios estratos que la
habían convertido a estas alturas en un complicado personaje, mucho más rico en facetas
que van más allá de las propias de una profetisa cristianizada de los libros sibilinos. Es, por
un lado, ahora una mujer hecha personaje de
teatro cout coun; por el otro, fatídica y seductora mujer en la tradición folclórica y en la
ficción medieval, incluso paródica; más allá de
la función real, adquiere también la simbólica,
al convertirse en trasunto de escritoras femeninas o en un renovado tipo filosófico 1381 • Los
espectadores de Gil Vicente, además, vivían
en una sociedad de creencias y prácticas
escatológicas que eran, por la mayor parte,
canalizadas por medio de redivivas sibilas
espirituales, como, sin ir más lejos, las religiosas visionarias a las que acudía Cisneros y en
cuyo poder profetico creía la mayoría.
Gil Vicente sintetiza las variadas facetas de
las sibilas convocando a cuatro de ellas en su
peculiar Ordo prophetarum. Aunque no es
extraña la aparición de varias Sibilas en el
curso del Ordo -tal posibilidad sugiere Donovan como dificil para la Palencia del siglo X IV
ya que eran cuatro o seis clérigos los ~u e
cantaban alternantes los versos latinos 1' 1-,
será, sobre todo, en piezas tardías italianas,
donde las sibilas multipliquen su presencia en
el teatro y puedan llegar a ocho o a doce
alternando con otros tamos profetas 1"", Vicente, al convocar a tipos tan opuestos como la
S3Iiosa niña Casandra y sus tías más respetables,
está sintetizando una tradición cristiana y
teatral, pero también el tipo sibilino de la
ficción medieval 1" 1 y la respetabilidad del
(39J
Litul'f(IC.t~l Dr.mu,
p.íg. 47 , y texto en pág. 188.
f40) Como r«ucnb l. R. Muir. The Bibliál Dr:wu,
plg. 86 y n. 13 • n plg. 218.
f38J Remito sólo a la serie de anículos rec~dos en In
acus del con¡trno de Macen u. llcana Ch ir3SSi Colombo &
Tullio Seppilli,tds., SibilJ~t' hitjlll.:Jfi{tli oncobri. Mito, stori2.
tr.1dizione, PW & Roma: lstituti Editorial i e Polignfici
lntcmazionali, 1999; y, más recientcmeme, M. Bouquet & F.
Morudec, Ws., ú Sibylle.
f41) V~;j~. por ejemplo, d deulle de éstos en J. S.
Révah, •L'Auto dt' !J sibylle Cls:mdrc de Gil Vicente•,
His¡xmit: Rt'Vl~w. 27 (1959), 167-193; y Maria Rou Li<.b,
•Pan b génesis dd Auto d~ ¡., sibJ1:J üundr.~t (1959), en
Estudiru de Litentun lis¡»1iol.J y Com¡»r.uú, Buenos Aires:
Eudeba, 1966, págs. 157-172. VéaSC' el texco y resumen de b
varia intrrpretación en b edición de M. Dlder6n, Gil
- 65-
personaJe femenino. Las pos1bles coincidencias
de Vicente y Sánchez de BadaJOZ muestran ese
cruce de caminos y esa polivalente y ambigua
caracterización de la Sibila 1' 21 ; si el primero no
duda en convocar a un personaje risible como
Casandra, el segundo no renuncia .al humor
derivado de los personajes interpolados en la
liturgia. Se mantenía, así y en ambos casos,
uno de los valores más teatrales -el cómicode esa fiesta, de ese ludus litúrgico, cuya
renovación pretendía nuestro Toribio Ruiz y
que dio lug2r a la suspensión temporal de estas
celebraciones en algunas catedrales después de
Tremo, quizá hasta que el espírim nuevo
pemtitiera aligerar de viulicbd teatral a esta
V.crnk, TC'JtrocJ.std/;mo. Darcclon:.a Criuc:.a, 1996, csp«UI·
rncmc p.i~. Xli·XUI. Espcr.unos el tnbotJO de uno de nuts·
tros couwcsasus p:.a~ ver por fin publicado d fn.gmento que
RodriRtJC:r·Mo•imod.oaconocc-ra AKmio (1956) (Pohkil
y rr.Jidld n1 d c~1Kiouno ~lllJUUÚ.r tk b EMe/ Mcdu,
M•dnd Gr<doo, 1970, 225) d< •<n•ón ap>ñoi.J do un> d<
u
cg¡
nuncKKtn con uru ~ucton ÜYndn de
•fdoriosu
n'KKtnndo, b ambigünbd C'O d ul<omprcnsible, m.h
que c~cmo, fcnK'nino :a los ojos de sc¡t\ln qu~ ncritorn.
tHn•.
(42J Puede leerse con mucho prov«ho aún el mN.jo dC'
Fridl Weber de Kurbt, •Gil VteC'ntc y Die-go ~nchez de
lbwjoz. A propósuo del Auto dJ Sdl•l• C=ndrJ y d<
Fm• dd)u<tiOtka•i~. F•lo/o¡:ú. 9 (1963). póp. 119-162.
u
-66-
profetisa, danu pulida y muchacho travesado
que era al tiempo la S1btla en las celebraciones
de principios del siglo XVI.
Pero, namralmente, el bachiUer del Barco
no sólo escribe su librito para la refonna de la
ceremonia, sino que la justifica con una
exposición para el mejor conocimiento de las
sibilas y de su sentido, reuniendo un abanico
nús o menos completo de noticias. Por eUo
podemos situar la Historia y propheáa de la
Sibilla Erid1re;~ en la línea de las publicaciones
que sobre la materia empiezan a menudear,
tanto por interés anticuario cristiano, cuamo
escatológico e, incluso, pictórico y musical. Es
después de la mitad del siglo XVI cuando más
tratados se encuentran, como los SybiDin;~
oncula de Opsopcrus, De sibylh's ct c;mninibus
sibylhiu'sde Onofre Panvinio, entre otros 1' 31 • El
tratado más dífundido acaso sea el de Filippo
B2rbieri, Sybillm1111 de Christo v:uicini:t, que
desde finales del siglo XV se publica haciendo
cuerpo con orras obras afines, como ciertas
(43J Vé.. IUC' bs apresuradas now de EnnY~nud Buron,
•Oradn hununistes tl rumcun de b cour: Sylnii.Jrom
duoJcx:im oncu/;~ de Je;¡¡n R.abc-1, Jc;¡¡n Dont ct Cbudc:
Bincl•, m M. 8ouquct y F. Morad«, úSthyUc, p.igs. 241-
254.
-67-
concordancias entre santos Padres en materias
teológicas y los centones virgilianos de Proba,
que, como es sabido, podían servir también
con finalidades acüvinatorias. No estoy totalmente seguro de que Ruiz no conociera a
Darbieri, que, aunque incluye doce $ibilas en
su lista y grabados, se limita a transcribir
textos de san Agustín y Lactancia entre otros
que sirven de referencia al nuestro, y sólo
después incorpora la serie de doce sibilas con
sus vaticinios y representación iconogr.ífica.
La obra de Barbieri circuló en España desde
su primera edición de 1481, como se aprecia
en los apuntes de un escolar salmantino del
famoso manuscrito cordobés y, quizá, en L3
Nacivitlld de nuestro Sal~r.~dorde Encina. Esta
conexión salmantina, naturalmente, no debiera ser orillada al tratar de la obrita de un bachiller en artes por Salamanca, en donde
estudiaria muy poco después de los primeros
ecos españoles hoy conocidos del libro de
Darbieri 1441•
(44f P;~r.ala venbden función de los apu•uescordobcscs,
su fut-ntc y rcbción con Encina, v~ne F. Ddg:~elo, •las
prof<d.u <k s.bib• <n d m<. 80 <k b cotcdr.l <k Córdob> y
los origc-nn d•d teatro nacioml•. RrvisCI ck FI/olo¡lÚ E.s¡xltioIJ. 67 (1987), pi~. 77-87.
Ruiz, sin embargo de esto, se mueve por
interés espiritual y escatológico, y apenas se
percibe una conciencia de anticuario o de
persona que haya saludado los studi:1 hum:~m"­
caas, aunque su bachillerato lo supong2mos en
artes. No hace, en el fondo, más que acarrear
materiales para abroquelar su propia versión
del canto de la Sibila. Salvado esto, sin embargo, tiene cierto interés un librito como éste
aunque sólo sea por seguir una línea ecütori~
que va a tener bastante éxito, e, incluso, a la
vista de la difusión de detenninados oráculos
sibilinos en el Renacinüento. Desde luego, no
podemos ver el trabajito de Ruiz como un
dechado de modernidad. Sus preocupaciones
y fuentes están en la línea más tracücional de la
Edad Media.
No quiero aburrir con muchos detalles al
respecto. En su afan de completar los datos
sobre la Eritrea y sus oráculos, va más allá de
los famosos veintisiete versos que figuran en el
sem1ón de Quodvultdeus, e incorpora también la famosa serie pasional cuyo texto latino
empieza: In m:1nus imqu<~s infidelium posce:1
uemec, que sí figura en compendios como el
de Barbieri citado. Pero también añade al final
- 68-69 -
el largo oráculo que en su vers1ón latina comenzaba Exquin'tis me, o JUusaiSSJin~ turb~
D~n~um,
cuya rareza realza y afirnu mnscnbirlo de un •anriquíssm10 hbro [... ) de mano
escripto•. Es posible que así sea, y que además
el texto estuviera originalmente en 'romance,
porque se advierten opciones léx1cas dmmtas
de las que Ruiz v1ene utilizando. Éste usufmcwaria una traducción del V:w'cinium
SibiU:r En'dlll::r1' 51 , una de las obritas profeticas atribuidas de J oaquín de Fiore, de carácter
fundamentalmeme político, que, a pesar de lo
que dice Ruiz de no hallarse impresa, hacía
tiempo que un espa1iol, Luis de Tovar, la
había comentado y hecho 1mprimir en Siena
(1508), con el tirulo Diuim reuebaoEryrlur~e
S1byU.1e cwu COJJllllt>JJt.1n'is m quJ a bt"Uo Troiano, usque ad dit:m iudicü fimtr.l predixic, del
que conocemos ejemplares en b1bliotecas españolas, uno en l• Provincial de Córdoba, según
el CCPB.
Y, en fin, tampoco podria quedar fuera de
un libro como éste uno de los n!iJCJint:nu·
sibilinos de más éxito, el del sue1'io de los
nueve soles, resultado de la cristianización de
los libros s1bilinos, del que Ruiz nos da un
resumen al final, quizá resultado de un añadido de últinu hora 1"'1•
Es poSible que fuera la cradíc1ón proferica
medieval donde mejor se encontraba nuestro
bachiller, al comextualizar su versión en fonna
de credo del canto de la Sibila, un verdadero
milagro de supervivencia, al cabo.
I45J Vbsc ~.rjonc Rl'n~ Th~ /nOuNK~ ofProph«y
m che IJr« A1Jddlc A,4'N. Oxfcml Univcmty Prns, 1969,
pág1. 307-308, 519. las dm vcntonn fueron public;~Ws por
O. Holdcr·E~r, •luhenJJchc Prophcucn des 13. J¡¡hrhundcru•, N euN An:hJV (/t.•r G~Usch~fi !Ur .1/t~" dcutJt ht·
G«chuh>tJ.undr, 15 (1889), pl¡t' 155-17J & 328-335
(461 Entrt otns muchas c~s. vtasc", ~r;~ un nado <k b
cuestión y noücW dt b t.llfu.sión curopc';,~, a );a ug;¡ de los
cUsicos de Emst Sukur y P.J. Alcxandcr,J. H.-ffcn, Comn·bui.ÍOII ~ l'huJ~ J~ h Slh)'ll~ uu?di~v~l~. p.ittJ. 51 y si~
-70-
-71-
a
EL IMPR.ESO vESTA EDICIPN
Como otros impresos de Vasco Díaz Tanca, puede comprobarse la corrección textual
de éste, en el que apenas se hallan errores, a
pesar de los materiales verdaderamente penosos de los que el itinerante impresor parece
estar valiéndose. Quizá, también, la escasez de
tipos le Ueve a alternar los de los dos cuerpos
básicos a lo largo del texto, que, además,
parece ir componiéndose y ajustándose un
poco al albur de la escritura, sin un cálculo
previo. Se explica, así, que, por mamemos, se
cambie en una núsnu secuencia textual un
cuerpo por otro menor, de un párrafo a otro.
Esto ocurre también en los casos de incorporación de glosa en la sección profetica de la
sibila Eritrea, en donde primero se insertan las
glosas a línea tirada en cuerpo menor entre los
párrafos de los vaticinios, compuestos en
cuerpo desproporcionadameme grande, y
-72-
luego, sm embargo, se opu por componer el
texto a dos columnas dejando la de la izquierda en cuerpo menor para las glosas y la derecha para el texto de los vaticinios, ahora en
cuerpo nonnal. Hemos utilizado este sistenu
para toda la sección, enmendando la plana a
nuestro componedor, no sabemos con qué
autoridad. Como no era cuestión de alternar
tamaños de texto, se ha opudo por imprimir
en cursiva el texto de las varias series de vaticinios que figuran en el librito.
Las nomtas de edición que aquí se han
seguido son las núsmas del proyecto de edición del corpus de la poesía popular impresa
del siglo XVI, en marcha y del que, en a~na
medida, también esu edición depende 1' • En
primer lugar, se ha prescindido de los amamemos o elementos tipográficos, a pesar de
que es posible que puedan ser considerados
útiles como elementos separadores u ordenadores del texto. Se desarrollan las pocas y
convencionales abreviaturas que presenu este
(471 Proycv:to d~ invn·r~e:..táón •Cultur..t popul..tryculwrJ
IÍnprNJ · corpus, ffllcióu y Ntudio de ú bt~r.uun dC' ron.kl
d~
kH si¡:los XVI y XVII• {OFF 20flJ..(}()()ffj. Cuú ,.,. kH
nuC'mhros ckl N¡wpo yroúbondorrs. ~bnunc¡: SEMYR.
2003. pl"'. 8-9.
-7.1-
texto; el signo cironiano {z) se transcnbe
siempre como c. Por lo que se refiere a los
grupos aglomerados o contracciones, se respetan las de preposición de más pronombre
personal o demostrauvo y adjetivo (del, d¿J,
desre, dilqueUa, deDil, etc.), con 1.a úmca
excepc1ón de !. contracción entre de y una
fomu personal que reqmera la mayúscula
micial (d'É/, d'Ésrc). La contracción de y de
otras fonnas se transcribe con comilla simple
{'), por ejemplo d'cncre. Se mantiene también
la común aglomeración de que y el o ¿1, que
se editará que/ o qu¿J; en cambio, todos los
demás se separarán (qu'es, qu 'esre, etc.). En
otros casos menos comunes, cuando en la
aglomeraciÓn se produce pérdida, se miliza
comilla simple. Se separan las palabras juntas,
según el uso actual (no deü, sino de la), del
mismo modo que las separadas se j untan,
como los adverbios en -meme, que se suelen
impnnur separadamente en prosa y verso o
fom1as como t.m bien adverbio, que se transcriblr.í tiiJJbJbl.
Por lo que se refiere al vocalismo, se opta
por transcnb1r laJvocálica (i larga) como i; la
u conson.íntica, por v, la v voc:ilica, por tr, la
y gnega se manuene sólo en los casos en los
que se usa actualmente o bien cuando, de
fom1a extraordmaria, pretende dar idea de una
transcnpc1ón del griego, aquí en una sola
ocas1ón. Las consonantes dobles se respetan en
posiciÓn mtervocllica en todos los casos,
excepto -ss- y -rr- ante o después de consonante y -IT- en cualquier posición. Se respeta
m o u ante consonante bilabial, tal como
aparezca en el impreso. El uso de q se ha
regulanz;~do en e en los casos de mera variante
gr.ífica (qu;¡les > cuales, por ejemplo).
Los errores que son indudablemente upográficos se corrigen e indican en noca final.
Los grabados, que se reproducen en el
texto, como se ha dicho más arriba, están
tomados de una edición del libro de Barbicri,
impresa en Venecia, por Bemardino Benali, a
principios del siglo XVI, según el ejempl.1r que
se conserva en una biblioteca privada de esta
ciudad de Salamanca.
-74-
• 75-
SIBILA ERITREA
ta. HISTORIA Y PROPHETÍA DE LA SIBIlLA ERITHREA DE LA NOCHE DE LA
NATIVIDAD, SACADA Y HORDENADA
EN METRO Y PROSA POR El BACHIllER TORIVIO RUIZ, VEZINO DEl
llARCO DE ÁVILA.IAhl
S'h)"lúPt'I'SK'<~
lo~puJOubiC'rl, .\¡-bJ!I.uvm
''J(k'IIIU, Ji
r. fol
B~l
UPROHEMIO
P
OR TODA la lgleia christiana o por la más
parte deUa, principalmente en España, se
acostumbra a cantar y canta la noche de
la Natividad de Chrisco la Sibilla, y en unas
partes de una forma y en otras de otra, de
suerte que en cada lugar dizen lo que les
aplaze y agrada; algunos, gracias, chistes, pullas
y motes; y, aun lo peor, eregías a la buelca, sin
dezir ni cocar en un punto en cosa que de
Dios la Sibilla hablasse ni dixese. De modo
que ni los que la canun ni oyen canur nada
gustan ni entienden con el sentido interior
-81-
más de contentar los OJOS con la vista extenor
de ver aquella muger con dos Juizios y sus
espadas. Y en esto también caen los doctos
como los por el contrario, porque en casos
tales la gente discreta sigue la vía popular.
Pues yo, esto viendo, acordé con mi poco
saber ordenar y componer y sacar esta SibiUa
en blanco, no por ser yo mis docto que otro,
pero por más curioso. De lo cual, si no me
engailo, se siguirán tres cosas. La primera, que
se pom.í la verdad quién y cuántas sibillas
fueron "t. qué de Dios prophetizaron, esto
saca- 1""'1 do de autores griegos y launas,
anuguos y modemos, sanctas y genúlicos. La
segunda que, collegtdas las palabras de cada
una destas stbillas, sacaré en limpio los catorze
artículos de nuestra fe, los cuales irán compuestos en metro de cinco versos, porque ansí
caen con el tono de la que se canta. La tercera
cosa será que, allende de la oír en el templo
cantar, cada uno la podrá tener en su casa,
donde, no perdido, poco spacto de tiempo
gaste desta suerte.
Plaziendo a Dios, irá sacada como dicho
tengo; y por que el prólogo no exceda a la
obra, hago aquí fin, y la Sibtlla es ésta. 1""' 1
-81-
ant Augustín, en la sexta leción de los
maitines de la sacrosancta noche de la
Natividad de Christo habla y alega la
Sibilla, para provar no solamente con los
prophetas hebreos el nacimiento de Dios, pero
aún con los poetas gentílicos, entre los cuales
atrae y alega a la Sibilla, la cual de Dios y su
nacinúento y muerte y pasión, resurreción y
ascensión y juirio claramente habló. Elnúsmo
sant Augustín escrive en el libro XVIII De
civiuce De1; en el capitulo XX111 1'1, cómo esta
SibiUa que de Dios más habló. prophetizó y
dixo se llamó Erithrea o, según algunos,
Cumana. Y ésta dize haver prophetizado cosas
S
liJ!kcmwdkl, XVIII, 2J.
-8.1-
altas y grandes de Dtos, la cual floresció y
btvió reinando Ezechías o, por mejor dezir,
Oseas en los judíos y Rómulo en los romanos;
otros que esu Sibtlla no en los uempos de
Rómulo, sino que en uempo de la guerra
·
troyana prophetizó.
Como quiera que sea, desta Sibilla pone san
Augustín, como dicho tengo, en el mesmo
capítulo, XXVII versos, de los cuales en griego
de cada uno tomando la primera letra resultan
estas palabras: jesus 1""1 Chnsros Theos Yos
Socher, que unto qmere dezir como 'jesu
Christo de Dios hijo Salvador'.
Pero aun destas palabras griegas cinco,
yesus, chnsros, cheos, yos, socher, las pri.meras
letras de cada dicción tomando la suya JUntadas, suena ictis, que es tanto como pece, por
el cual figuradamente se entiende Christo, el
cual ansí como el pece anda bivo en la profundidad del agua, ansí Dtos anduvo en la
profundidad deste mundo, que fue nuestra
humanidad, vesudo sin peccado.
Aliende desto, estos sobredichos versos son
XXVII, como pnmero dtxe, en el número de
los cuales la Sanctíssima Tnnidad se representa, porque tres vezes tres hazen nueve y tres
-84-
vezes nueve hazen XXVII, de modo que van
de tres en tres, por cuyo número la Tnmdad
se entiende.
Y porque estos versos por sam Augustín
son puestos en el Breviario en la sexu lección,
acordé ponerlos aquí en limpio romance,
porque más havrá de dos, como acontece, que
los vean y lean, pero los versos no los vean a
ellos, que quiero dezir que no los entiendan.
E los versos son éstos: ¡IA.Jvl
La seli~l deljuizio seri que la a e= sud:mí Silngno.
Del c1elo 1111 rey vendri, que ser.í
siempre jamás;
Conviene a Silber, en c~me par:~' juzgar
al mundo;
Adonde verin a Dios los incrédulos y
fieles.
El cual vemá sobenno en la fin del
mtmdo con 13 corte celestial.
Con las almas los cuerpos vendrin par:1
d'ÉJ serjuzgados;
Y esto cuando el mundo estuviere mis
en pecado.
-85-
los hombres luego bs scawJs uuágmes,
pinwras e n'qucz~s del codo dexar.ín.
las a"crns, ;ucn;~s e olas de/mar ispero
fi1ego quemad.
Baxar.i al inficmo, cuyils puercas quebrant-JrJ;
E dc ~Jlí a codos los SJnccos conSJgo
SJcari.
Por el concran'o los malos ser.íu quenl.ldos.
CadJ cual cn el Juizio él mcsmo sus
males secretos chri;
E Dios J1JS1mcsmo codos los males a luz
S:JC.Ini.
Havr.í csconccs grnn Doro, codos dc
ccmor cembl1rin.
El sol con esto jumamemc scri escurescido,
Y lalunil no se veri, mils iJJltcs paresccra~
muy escura.
los montes sicndo .JbiJxados, los Danos se
subirán.
Emre los hombres no havri mayor ni
mcnor, todos serin iguales.
Campos y momcs y mar scr.i una coY
codo.
-86-
los clcmcntos ccssando, la a"erra pcresccr.f.
E, :msí, los nulos scrin del codo quemados.
Del ciclo una homble crompct;, vendr.í
con grnn sonido.
Enconccs codo el mundo d.1ri gr:JJJdcs
gcnudos.
liJ a"erra s1cndo ab1erta, mosmri por
dencro el infiemo.
Ancc este Señor vendrán los reyes y
señores, los gr.mdes y menores.
Baxari del ciclo 1111 li1ego y un río de
piedrJ aplfie. IM•I
Estos son los XXVII versos que sam AugusIÍn trae; e ansimesmo los pone el Ar>obispo de
Florencia en la Tercera pJrte histon'af. en el
tímlo III, en el capítulo 1111, § xiiiJ 121• Destas
mesnw S•blllas habla en versos latinos el
Baptista mantuano en sus Parchenicas 131 • E
12]
M~.s
c:octunentc, tn b primen pane, título 111, c.ap
IX, pirnfo XIIIJ
f31 Concrcurtlt'ntc, tn d hbro 111 de bs P.Jrthcmc.r de
G10vanni D.anisu S~¡:.noh. cmpcz;mdo con d vcno• T~mpo­
rJ qu:z: u.JIN qu.r pr:rck\'t"rt" ~)'hiii:t... que rn b hennow
~hción que ten¡..oo :.a nuno de Uoloni01: Uenedetto f.¡elli,
- 87 -
verá bien cuanto dellas se dize quien leyere en
un libro moderno, el cual hizo un cavallero
sevillano, y se intitula Silva de varialectionc1' 1•
Pero vistos estos versos ya puestos, quien
bien los mirare hallará que en ellos realmente
se encierran los quatorze arúculos de la fe, los
cuales es mejor se canten en la tal noche, en la
cual el Autor dellos nasció, que no, como
suelen, pullas y patrañas. Los cuales en breves
metros y coplas yo porné, siendo cada copla
de cinco versos, porque ansí cae con el tono
de la que se suele cantar.
Pero primero será bueno ver tres cosas. La
primera cuántas sibillas fueron y en qué tiempos; la segunda qué es lo que particulannente
cada una de Dios prophetizó; la tercera quién
sea ésta que más de Christo dixo en su prophecía.
Y para esto es de saber que Lactancio
Firntiano, en aquel libro que de las lnstiwcioncs ' divinas compuso, el cual de Dios al
emperador Constantino dize estas palabras en
el primero libro en el capítulo sexto, diziendo
ansí: •Marco Varrón, uno de los más doctos
que en griegos ni latinos nunca hovo ni bivió,
en los libros De las cosas divinas, los cuales a
Cayo César, -que es Julio César-, siendo
pontífice máximo, dedicó, de los quinze
varones hablando, los libros sibillinos dize no
aver sido de una sibilla sola, pero que se llamaron sibillinos porque todas las mugeres que
profetizaron se llamaron sibillas, porque denunciavan los consejos de Dios. Sios, donde
este IM•I nombre 'sibilla' se compone en la
lengua eólica, una de las griegas, 'dios' quiere
dezir; y boyh"a, 'consiliwn'. Ansí que en buen
romance sibilla suena ' consejo de Dios'• 1' 1•
Dize más, que las sibillas fueron por número X, las cuales todas cuenta por los autores
que de cada una hablaron. La primera dize
que fue de los persas, de Persia, de la cual haze
mención un autor llamado Nicanor, el cual
escrivió de las cosas de Alexandro Magno.
La 11 dize que fue llamada Líbica y que fue
de Libia. Y desea haze mención un autor
llamado Eurípides en un libro o prólogo que
de su obra llamada Lamia escrivió.
1S02, se h;alla en fol. clxxxii.
(4J Pedro Mexía, Si/v;¡ de vJn~ l«ciÓn, ed. Antonio
Castro. Modrid: C:itcdr.o, 1990. 11. pá¡¡;s. 256-272.
[SJ Lacuncio, !mtirutionN dJUiu.r, I. VI, 7-12, de donde
proccde umbi~n lo que sigue sobre c:ub un.:~ de l.:n sibil:u.
-88-
-89-
La 111 se llamó Délplllca. Dem habla Cnsippo en aquel hbro que De divuwcióu compuso.
La 1111 se llamó Cumea, en !taha. Desta
hablan Nevio, en los L1bros de !.1 guetr.J dí'
ClrGigo, y Pisón en sus Añales.
La v se llamó Enrhrea, la cual Apollodoro
enthreo ilize e affinna que fue de su ciudad.
Ésta prophenzó a los gnegos cuando 1van a
Troya que Troya avía de perecer y que Homero avía d'escrivir
lllCiltJras.
La sexta fue Sammia, de la ínsula Samo.
Desta s•b•lla cscrive Erathóstenes en los Antiguos a1iafes de Jos Sauu'os.
La Vil se llamó Cumana, de Cumas, y,
según algunos quieren, Amolthea. Otros ruzen
que se llamó Heróph1le o Demóph•lc. Como
quiera que sea, ésta traxo al rey Tarquino
Prisco, quimo rey de los romanos, nueve
libros y por ellos le pid1ó ccc ph1lipos, que
c:mto moman como ducados de oro, pero el
Rey menospreció la grandeza del precio y de
la locura desea muger. Pero ella delante del
Rey los tres quemó, y por los se1s restantes el
mesmo precio pidió. Mucho mis el Rey se
espantó que, los tres de nuevo quemados, en
S1h}"IIJ CumJn.J
).1puJU.uhicn. -~)h11ltrom. .. ,..,u,·JmJ, s f . fol C\rl
- 91-
el mesmo precio perseverasse. Finalmente, 1"-"1
según algunos autores, ella quemó los otros
rres y el nusmo precio p1dió. Deseo movido el
Rey, los restantes por los rrezientos philipos
compró.
l:.J octava fue Helesponcíaca, de Elesponto,
en el campo troyano, nascida en un barrio
Marineso llanud?, cerca de un lugar que se
llama Girgibur. Esta dize Heráchdes pómico
que fue en tiempo del philósopho Solón y del
rey de los persas C.ro.
La nona fue Frigia; ésta prophetizó en
Amhicira.
La X se llamó Albumea, en Tibunhe. Ésta
en T iburte se adorava como diosa y en un
piélago se halló la starua désra, que un libro en
la mano tenía.
Desra Si billa tiburtina escrive el coronicario
Bergomerue 161 que, como el senado y pueblo
romano ordenasse divinos cultos dar y por
dios adorar a César Augusto, el mismo Augusto César la mandó llamar y le pidió consejo
(61 Gi.acomo Filippo ForC'Sti, Supp/t'JJ~IItum r:hromc~*
ruur, ten~tQ en cuenu b venión cutelbru, que u~ngo a nuno,
Suuu ele tocÚ5 /Js crónic;u dt:l mundo, Valencia: Jorge
Costllb, 1510, (ols. 18)v.J84r, donde se rnunK b leyenda
dd Aro~t·c-b
-92-
que si consentiría ser adorado e si orro mayor
que él havía de nascer; y ella, después de rres
días de ayuno, que le respondió. Aunque no
paresce ésu ha ver sido la Tiburtina, porque yo
pienso que no llegó a los tiempos de César
Augusto, sino que mucho antes murió. Cualquiera que sea, ella estando con Augusto
César, después de le ha ver dicho cienos versos, el cielo de repente se abrió e una gran luz
vino sobre ellos. E a un punto César juntamente con la Sib.Ua vio una donzeUa en un
altar en el círculo del sol,la cual donzella tenía
un niño en los bra~os. IASvl Ni más ni menos
oyeron una boz, que dixo: •Éste es el airar del
Hijo de D1os•. Lo cual Augusto César desde
su cámara viendo e oyendo, puesto por tierra,
adoró a D10s. E de allí adelante recusó ser
adorado. En el cual lugar en Roma por memoria después se edificó un templo de Sancta
Maria de Araceli, el cual templo agora es de la
orden del seráphico padre sam Francisco. Esto
mesmo aun cuenu Paulo Orosio en el libro
sexto.
Desras sibillas los versos todos que hay,
sacando los de la Cumea, cuyos libros los
romanos encubren ni se pueden ver, sacando
- 9.1-
por los XV varones, e de cada una sibilla ay su
hbro, e porque sibilhnos se mcitulan piensan
ser de una, e a la verdad no se puede claramente a cada una dar el suyo, porque están
todos confusos, sacando los de la sibilla Erithrea, que en sus versos su nombre puso,
diziendo de sí mesma que nasció en Bab1lonia.
Todas estas arriba contadas, ansí unas como
otras, un solo Dios verdadero predican, mayomteme Emhrea, que entre todas es la más
noble. Por que Fenestella, amor muy diligente, de los XV varones, que eran ciertos sacerdotes diputados y se1ialados por los romanos,
y éstos vían los libros siblllinos cuando algo en
la república se recrescía, pues [d)éstos hablando, dize que, reed16cado el capitolio, Cayo
1 1
"'" propuso en el senado que embaxadores a
Erithrea embiassen, los cuales los versos de la
si billa bien buscados a Roma traxessen. E ansí
fueron embiados Publio Gabmio y Marco
Otatilio y Lucio Valerio, los cuales a Roma
craxeron cerca de mil versos, en los cuales
versos y en los de las otras s1blllas muchas
cosas de Dios están.
E porque Lactancio Finniano los pone en
diversas partes de su obra, yo acordé de po-
nerlos todos aquí juntos para que clarameme
se vea cómo en los que están puestos atrás y
en los que se dirán cómo las s1b1llas toda la
vida de Christo dixeron, y son éstos 171 :
- 94-
-95-
En !ilS milnos de infieles vendr.i Dios y
d;u/c han boli:adas con manos sacrílegas, y con suzia boa en su car.J cscopir:ín.
Él dilri sus S3nli1s espilfdJs pan ser arotildo; y, bofetadas mfi-icndo, oll.7ri; y
después seri coron:~do.
Por manjar le dilrin hiel,· y p;m1 su sed,
vinagre.
En lugar de hospcd;u/c, codo csco le
hilrin; y lil mi1lV3da gente i1 su Dios no
conosció, mas después le coronó y
dio/e a bcvcr hiel y vinagre.
(7J Son los venas que fi¡otUnn en alll\JnOS de los ~utorcs
ciudos y. por supuesto, rn los Syi>JI/Jrumtlc Clmsto v:Jfll'IIÚJ
de Barbu~ri (VenrcU: lknurdmo Dcrulio,s. (, (ol u~n. E:v),
que cmpacun: •/11 uuuusmiquu m/Xklium poste~ u~m~i'.
U comcidcnci..a con un AntOmno n, aquí, evidente: •lnKnt
ctum U cunti us opcn suo qued;am de Chnsto vaticmu
Sibillc, quantvis non uprinut cuius, sed cti.1111 sip;tlb tim
posuat E~ arbatn1us sum coniuncu essc potlcnlb umqu.1m
unum lit proltxum• (loe. cu.)
El velo del templo se qucbr.mur.í, y en
mecho del día scr.í muy tcnebroS:J
noche en espacio de eres hons; y este
Dios morirá, en tres días tomando
suerio.
Enrone<: de los infiemos vcndr.í ;¡ b luz
:~lc¡pi:J, y Él scr.í el pnncipio de 1:~
rcsurrr:ca"ón. 1"'"'1
E las coplas son éstaS:
ú grm s1b1U:J Erichrea,
en quien Dios gracia infimdió,
destc Rey que oy se dese[ a]
que a los hombres nja y ve:~,
:~questo propheazó.
JUIZIOS
Esto todo cuanto he dicho he sacado deseos
autores nombrados. Agora pomé la Sibilla
brevemente con mis • versos trobados, tomando todo aquello que la s•billa Eritrea principalmente, como arriba vimos, dixo, y también
algunas cosas de las otns. Será también que,
comprehendiendo los XIIII artículos de nuestra
fe cathólica, aprovechará y no traerá fastidio.
E por no ser demasiado, hago en esto fin,
solamente amonestando que mire el que lo
leyere lo de atrás bien mirado, para que, vistas
nuestras coplas, verá cómo van sacadas al
propio, y desta suerte cantar se ha de aquí
adelante en aquella Noche que fue principio
de nuestra reparación, a lo menos la verdad, y
no estarán confusos los que lo oyeren o vie-
El que al mundo juzgará
de una virgen nascerá.
Baxará Dios desd'el cielo
con poder :~lto y proFundo
:1 rom:~r c:~mc en el suelo,
por a todos dar consuclo
y n:mcdio a todo clmundo.
JUIZIOS.
El que al mundo juzgar.>
de una virgen nascerá. (A 7' 1
Virgen lc conccbir:í
sin sinúemc de varón,
y virgcn lc pan"r:í;
ren, con1o antes estavan.
-%-
-97-
por los hombres tom~r.i
muy cruel muerte y passión.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascer.í ].
Muerto resuCJár.i
con poder muy senpitemo
y ~1 binbo banr.i,
do los S3nCtOS S3Cilr.f
qu 'esaViln en el mliemo.
El que al mundo [juzgar.í
de una virgen nascerá ).
Ansí ~1 cielo sobir.i,
llevando criunpho cauro,
con el Padre se asencar.i,
de :zllí al mundo embiar.i
t:1 ~leo Espíriw Sancro.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascerá ].
E después h~ de baxar
aqueste Rey etemal
-98-
~
todo el mundo juzgar;
vemi cierto y sin 6lar
con /;¡ corte ct:lesa"al.
El que al mundo [juzgar.í
de una virgen nascer.í ).
Aqueste día venido
que ~ todos :1 dejuzg;¡r,
todo cuanto es oy n~CJdo
de füego ser.i COJJUGO,
con la a"err.J uxb y m:u.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascer.í ).
Allí a todos Uamarin
por vía justa y perfi:cta,
los hombres rehilarán
cuaJJdo la boz oir.in
de /:J muy fiera trompeta.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascerá ).
Allí h~n de parecer
-99-
Jos muertos y Jos biVJenres;
no rem:ín do se esconder,
do juzg;¡das m de ser
las buenas y malas gentes.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascerá J.
Ante Dios vem:ín los reyes
con su poder y rr:Ji1ado,
dar:ín cuenr;¡ de las grcyes,
de buenas y malas leyes
que en e/ reino an govemado.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascerá J.
Allí de dar cuenGJ a vemos
al Señor de los señores
de Jos males que tenemos,
iguales todos seremos,
gr.mdes, chicos y menores.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascerá J. IA7'1
- ¡()()_
Los justos g;¡I:Jrdonados
ser:ín del Rey eremal
e de su gloria doccados;
JJJ;JS los miJos condenados
p:u:t la pena infernal
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascerá J.
llllí los buenos havr:ín
eterna/ VJ.da y memoria
cuando aqueUiJ boz 01r:ín:
•¡ Venid, hijos, daros han
en el cielo erema gloria!•.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nasceráJ .
Los malos ser:í al revés,
;JJí p;¡g;¡r:ín sus males,
.Jlí dezir les veréis:
•¡Id, m.Jditos, ;¡rrferéis
en las penas infernales!•.
El que al mundo [juzgará
de una virgen nascerá J.
-10/-
Agora será bueno ver dos cosas. La primera,
en qué uempo se come n~ó a cantar esta Sibilla
la primera vez e adónde; y qué s1gnifica seri la
segunda.
Cuanto a lo primero, la primera vez se
comen~ó a cantar y se cantó en R oma por
mandado del Papa, y de aí fue divulgada por
la YgleSJa christiana.
La razón porque más se canta e n la Natividad que en otra fiesta algtma es porque esta
Si billa pro- IA&I phetizó principalmente de los
dos advenunientos de Jhesú Christo. E porque
tal noche como en la N atividad se complió su
prophecia, viniendo Dios a ~ lvar el linage
humano, por tanto se canta. E para también
amonesur a los que b. oyen que, ansí como en
el primer adveninúento vino a redemir los
peccadores e a salv~r, ansí en el segundo, que
será el día deljuizio, los vendrá a juzgar.
Va vestida como muger porque lo fue e de
muger tal noche como aquella procedió nuestro bien.
Van dos que llamanjuizios con dos espadas,
dando a entender que Aquél que nasció por el
resate del pec~do el día deljuiz10 vemá muy
justiciero, a los buenos núsericord1oso y para
los malos muy airado.
R esta agora ~ber por qué en algunas partes
y muchas ponen al poeu Vergilio, que antes
o después de la Sibilla se quexa cómo está en
el infierno penando. E para esto es de nour
que, según arriba vimos, tres embaxadores,
scilicet Publio Gabm10 e Marcho Ourilio e
Lucio Valerio, según contó ' Lacuncio F~r­
núano, fueron a Erithrea IM•I embiados para
que uaxessen los versos desta Sibilla. Y estos
enbaxado res de Erithrea uaxeron a Roma
cerca de mil versos y posiéronlos en la librería
romana, los cuales después Marco Varrón
-102-
- /a.J-
Pues esr;~ noche es parida
/3 Virgr:n de gnn memori:~,
roguemos que ;¡}Hijo p/(b
nos dé en este mundo vicb
y en el or:ro erem:~ glona.
Amén.
El que ~ 1 mundo juzgará
de una virgen nascerá.
enmendó en tiempo de Julio César y corregió.
E como en aquellos tiempos poco después
floresciesse el poeu Virgilio, que fue en tiempo de Augusto César, entrando un día en la
librería halló estos versos de la Sibilla; y como
leyó que avria una nueva generación de baxar
del ciclo, y la virgen y hedad de oro avía de
vemr, entendiéndolo al revés lo que de Dios
dicho esuva, atribuyólo a Marcelo, hijo adocavo de Augusto César, el cual era hijo de su
hennana Ocuvia, y Agusto César tomole por
hijo adotJvo, del cual el mismo Vergilio en el
sexto libro de su Encida, al fin, cuenu. Otros
dizen que lo arribuyó a un hijo de Asinio
Polión, cónsul, llamado Salonino, del cual este
mismo poeta habla y escrive en sus Bucólic:Js,
en la cuarta égloga, la cual en latín com.ien~a:
•Si c~h"des muse paulo maiora canamuS».
E por esta IA.,t razón ponen al Vergilio con
la Sibilla quexándose que está en el infierno
porque, lo que por la Sibilla de Dios dicho
estava entendiendo al contrario, lo atribuyó a
los hombres, y esta es la razón.
Y nadie afinne que ésta que se canta es la
s1billa Cumea, como he oído dezir, puesto
caso que el mismo Vergilio díga en la sobredi-104-
1
cha égloga •uldma Cumei venit i:m/ c;mnims
t:taS», porque, según Lacuncio Fimúano y san
Agustín y el Ar~obispo de Aorencia y otros
autores arriba ciudos, la que más cbrameme
de Jesu C hristo habló fue la Erithrea, porque
los versos de las otras no se pueden conoscer
cúyos sean dlstinumeme, sacando los desta
Enthrca, que en su verso su nombre propio
puso.
E porque lo que arriba vimos que Lactanc1o
Firrn.iano dezía que esu sibilla prophetizó a los
griegos que a Troya ivan que avía Troya de
perescer y H omero escrivir mentiras, pienso
que escas palabras y prophecía pocos la havrán
visto, porque, no estando impressa, no puede
aver andado por muchas manos. IA"'I E por
tamo he acordado de la poner aquí para los
que la quisieren ver, e con ella pondré la
prophetía de la sibilla que fue hija de Manasses, rey de lherusalén, lo uno y lo otro de un
anriquíssimo libro sacado, de mano escripto.
Cuanto a lo primero, es de saber que los
griegos, cuando ivan a Troya, fueron a esta
sibilla Erithrea a preguntarle en fonna de
oráculo el fin de la guerra y ella les respondió
ansí:
-105-
Pregunt:íisme, gnegos, que los :~comeci­
miemos Vllt:Stros os cuente y dig:¡, y qué es Jo
que ha de acomescer :1 los hijos e descendientes de úumedome y qué le :~contescer:í :.1
cavaDero Ene:~s. H:~véis ido ;¡ Delphos e a
Apolo, e agon venís a L/11:1 donzeD:~. -¿No veis
que busc:iis cosas v:~n:~s si11 socorro de dios?
Pero yo con su ayuda y e11 él co11fiando, os
respo11do a lo pregum:~do desQ m:~11en: 1• '"'l
Obn de gr:m mb:Jjo y
sudor come11pis, gn'egos,
ubed, y de S:JflF, has(;J
que diez pies {:1} medJdos
pilssen.
Luego 1//ios perescer:í,
y el premio y preu bolver:í desQ guerr:J al c:~v.1llero
Acrida [bj llamado.
Precederá pniuero derr:unamieflto de mucha
S:IflF sli1 comp:~nción, y
enmli1aciófl de los gnegos, porque e11 mb~jo
!Jr.lnde os veréis h:JStil que
el desseo y el enojo de la
- /06-
(•( Po• loo dia piN
n'IC1~ndc kM dtn :años
que Tro)':l duró :antn
qucwcon~.
(b( Est• Arrid.J fu•
A¡t;amcnón, porque ~1
y Mcn:abo fueron hi·
jos de Atrro.
do11zeff¡¡ se :~ma11se e11 Ei- (e( f»• Eit HIN fu•
Achillcs, d cu.JI. por·
cides {ej.
quC' Aft31llt'nón IC' coAl fi11, lhos y el Troy;¡- mó :a Bructs, su :am1¡t;a,
110 pereced e su gloria por no g.hcndo ;a b ¡ttaC'havú de puce de
estonce, e Homero, poec1 m,
fucn cn los ¡.tnC'fCOJ
vuestro, escrivir;í me11dns. gran muerte, h:asu
Ser:í tmtonce la Úma de que, y¡ apbc1do por
Ag;uncnón y por b
vosotros, los griegos, muy mucnc
de P;atroclo, su
derr:~mad:J con muy gr:m cuiUdo, uJió. 1" 1'"'1
/Orc¡¡/eZiJ. H:JStil que después del Dio11eo {dj Cilpi- ldJ DIOil~ C'Jplt.iJI H
Ene:as, porquc n: hiJO
t:ín pilSSen enteros doziefl- de b V cnus. a b cu.1l
lbnun Dionc, porquc
tos pies.
ús reh'qui:JS fe} de los su madre se lbmó .1rui
Lm doz.icntos p•n 100
troy;¡nos después hedJ/ic¡¡- los a.los que en Alhl
r:ífl u11a ciucbd e deDos b Long:a se reinó, lo~
cuaJ fund6 Julo, hijo
ve11dri quien la hedJlique de
Eneas.
e11 buena coflstellaciófl;
ser:í De11:1 de /erigíos; cres- fe] ÚJ "liquiu Es:co
cer:í poco :1 poco h:~s(;J d.ize por R6mulo y
Remo, quC" a Roma
que ViiY:J 1110Str:lfldo que rdifiaron a XXI de
sus !Uerr:JS h:111 de comb:J- abril, entre ocho y
dr ilf nnmdo todo. E las nueve. Tarchontio,
mathemicico. dm:
manos dest:J ciudJd teme- que. reinando Mt'rc.:ur:íri los gn'egos homble- rio m d Scorp1ón y el
sol en Thauro y La lumeflte.
- 107-
Esto sed hasta que d
Cabrón temble {/) se lcv:mte y ha¡p temor y reSLiel/e en Asia con esp:mto.
Cuyo Rey con doze
pit:S se d1Sdnguid. E sus
días :mconit.1 {g} acabadn.
El cerro {hj dt:Ste Rey
se dividid después de él
muerto en XII cabt:~as
pn"ncipales, las cuales, unas
a otr:ls comiéndose, no
quedarán sino diez, e aun
éscas :1 penas.
M.u la ciudad de Eneas
señoread :1 los griegos
después y les demandará
tributo.
Senar.i la lndía su podu y m:mdo désca y los
pigneos [1j muy pequelios
de cuerpo.
Domad esta ciudad a
los bretones e :~lem:mes, e
así :1 los españoles.
- /08-
n~ ~n Labn, Ronu fue
hcdifica<h. 1"'"1
(ij Ene que U.nu lrciis, KilicC"t cJbróu,
fue Aknndro M:aitfW,
y por el vicio K lbm6
cabrón, rl cual al
mundo venció. E uní
le lbm6 D:.~n&d en b V
visión, porque no mis
de XII años n:mó. e
monó de XXXIII años
e un mn
hd Acomltum ts pon1.1 cu~ Y'zo• cbr
Antip.uro ;a Alcnn-
(OIÜ,
dro, con que morió.
(h( El aprro dozc porque, muerto Alcun·
dre, su remo st davidtó
en XII pc:rsonu, y dñ-
w
apc:nu qu~n !Uno
cuatro, como cuC"nU
Justino en ti libro 111 y
D:avid en sw visionn.
(1) Estos pi¡...,,t:OS son
de dos codos en alto;
~km con bs fUUIIas y
h.uu istos d1zc que
vcnc:cr.in los ronuno),
y su f.-.nu 1r.Í desde.-
Los de la 1sla Cholcos y
los getas obt:dt:Scerán :1
ésta, con los ethíopes. 1"''•1
El Indo le [j} dad piedras preciosas, e ansí los
de Media y de Persia e
Arabia le obt:descer.in.
Ansí que los griegos a
esta gnn ciudad ser.in sujetos.
De la cual después dos
leones {k} en Emachía pe/e.1r.in e uno bramará, el
otro couu"do.
E deseo vendrá el PacíSeo{!}, que con liviano y
manso bramido al mundo
en paz pondrá y pcdírá
tributo.
En/os dempos {m} deste Pacífico, el Cordero
celesdal del ciclo b;o{3rá a
la a·emJ.
En la úlaina edad {nj
humillar se ha D1os; hu-
- 109 -
ontntt ~ pomcntc y
mcridión y Ktentrión.
UJ Esto se tnuende
que Wri tnbuco.
{k) los /rouN futron
Jutlio Céur y Pompeo. que tn los nmpos dt Pturuh~ ~lt~­
ron y Porupcio fue
vencido.
(1(
8«
es Ocuvi•no.
que al mundo pu.so en
pu y echó en d mundo el tnbuto, como
dizc gnt Lucu.
fml
Porque
X.XX..X:II años
pcrio
a
los
dd mt-
déstc
nnció
Dios en lktlén.
(n) Últinu Nbd u~nu
cuando 01os rusctó.
nu1l<~r se h<~ 1<~ gener.~ción
divina.
Ajunti1r se ha a la humanid.?d 1.1 divinidad
Estará en el heno el fi1] Dixo c/onu/1.1 por
h V1rgc-n Marú, nurs.
Cordero y con oflicio de tra Stoñon.·
donzeU;¡ fñj seri cn~do
(oJ Porque siendo <k
Dios y hombre. 1"'""1
XXXI años dl~ó kM
Este Cordero, teniendo :ap6s:toln, aui qur por
XXXI pies foj. tomari pi1r.J los pies se- rnticndrn
sÍ XII dedos, e 11no déstos Jos a•ios de Chrino, y
por los dedos los d1.scÍ·
seri di3blo fpf
pulos.
Este Cordero no en cuchiUo ni con gue/Til ven- (pJ Y d dubio que daxo fueJud...
ceri ;~l mundo, sino con
anzuelo de pcsc;~dor fqj y (ql EJ ~nzur/o cnurncon pobreza sobrepujar.í dc por b pilibr.a de
los apóstolos, que por
l.1s nquez;¡s, menosprcc1~r.í 1:! mundo sonó. Éstot
la sobervia, de muerte son IOJ 1111 cV)n~dn­
propn~ resucit;Jri frj ;¡ los UJ, quC' los pan un con
alu•.
hombres muertos; y Él,
como Íl1ere muerto, biviri frJ Resu.K'ILirmu~os.
por Uuro e otros
y reir1.1ri.
muchos.
Destc Cordero dar.ín
tesaiuonio cuacro amina-
- 110-
les a/;Jdos, y sembr.~rin su
ley im:preheruible.
Contr:l este Cordero se
levmtari una bestia [sj 1•1 &u ix>11•
hom"ble, cuyo bramido Anlichmto.
por d mundo se OJri y
blaskmari del tcst;Jmenro
de Dios.
es d
Los reyes y señores se verin en gr:m sudor
en estos tiempos. 1"'2>1
Verán a la postre dos estrcUas muy claras,
que contr:~dizirá11 ;¡ 1<~ besa~. denunciando d
nombre del Cordero y ley.
Pero cuando y¡¡ el mundo se ;~part<~re del
Cordero y del coiTiliy se mea"ere en ilbonu"nacioncs y pccc<~dos, vemá luego el examen de
todos.
Señales en los elementos serin: parcscerá el
:Jire amanDo, otras vezes negro, otr:ls verde y
ispero.
La luna se encontr:~ri con el sol y li1s escrelüs serin sangn"entas y la tie= sudará Silngre.
Por los l11garcs li1entes de sangre m.m.1rin.
Unas gemcs se lcv.marán contra otras;
tcrrt:motos y hambre. El füego ;~rdcr.í más
- 111-
rezio que acoswmbro. El mar le vaneará immdación sobre los 1110/ICCS.
ús li1entes se sec~r.in; y 1~ mar, hinchando,
desbaratará Jos hedificios.
Los ~nimales har.in ~11 sentimiento y l~s
a ves, 111udando el camo, brom~r.in. ·
ú cierr:J se abrir.i.,Por cue= pro/ünd~ y
espantables y el vapor que ~ldr:í Uegar.i hastiJ
el cielo.
Entre los hombres ~vrán ~dulcerios li10nues
e honu'cidios y males.
El sol~ menudo padescer.i echpsi y, ;u-diendo ásperamente, abrasará paree de !J derr:J. El
río Eulñm:s se secará y el monte Hema en
Cicilia se abn'r.í en dos parees.
Del ~bismo un espantable sonido vendr.i; el
mar sobirá hasta /;Js estrellas. Los peces jumos
darán gr:mdes gemidos. (A '"'1
ú m.1yor parte de los animales morirán,
otros se ~brasarán, las a ves no podr:ín volar.
LJ luna se bolveri ne~; baxará li1ego del
cielo terrible; no avní más c/;m'cbd del sol ni
lun:J.
Ni ~vr.i mas demJ ni habitación, maldad m
peccado.
Agor:~, según deximos, ser:í bueno ver de la
Ott:l sibi112, hija del rey Manassés, porque
pensamos que pocos lo avr:ín leído. E lo que
- 112-
- 11.1-
Vemá del ciclo sonido de 1111.1 trompeta
homblc Um1~ndo ~codos ~ljuizio. E juntarse
h~ el ámiu~ con el cuerpo, pan que en uno
junumence rescib:J glori~ o pena.
AUí jumos vemán los reyes y vedn al
Cordero en su trono.
No ~vr.i dJkrena~ del pobre ni el rico.
Pero ~vrá ex~men de los pec:Jdos. AUíparescerán los males e pena, temor y espanto; allí
codos rembl~r.in.
Dd~nce del Cordero esrndn uuenos e
/üego, y~ su derecha bendJ'ción, y :J la m:JnO
smies= procederá};¡ maldJción.
Ansí que juzgar.i ~ buenos y J malos; para
los buenos St!r.i glori:~, e para Jos m~los pena
perdunble•.
Esto es lo que la sibiUa Erithrea respondió
a los griegos: de lo cual eUos espanudos, se
fueron éstos que a pregunur lo vimeron par:~
el re•l, contando todo lo que aví•n oído.
se puede o pudo hallar dell2 es esto que se
sigue. IAI"-1
Primero, quiero contar cómo esta sibila
fuesse. Y es de saber que en el tiempo que
Ro1112 fue hedificad:l, el pueblo israelínco
habita va en la tierra de pronússión e havian ya
passado LXXIIII años que Dios los avía librado
de la captivid:ld de Egipto y poder de Pharaón. De aí vinieron los juezes en Judea; y
h2Sta que vinieron los reyes desde la liberación
de Egipto, passaron CCCXXIX ai\os; y cuando
vino a reinar en Judea Achaz, eran CCCLXXIII
años. E a este Achaz sucedió Ezechí:IS, el cual
fue muy buen rey. Empero al tiempo que
Rómulo reinava en Roma, en Jerusalén remó
Ose:IS. Y en este tiempo, según diximos, la
sibilla Eritrea prophetizó.
Si billa se llama en griego; en hebreo, vates;
y en !aún. propheta. Ansí que esta sibilla, hija
de Manassés, fue cerca de la edad quinta de
David. E dízesse haver sido el nascimiento
désta dacho y denunciado a su madre antes
que la concibiesse. Bivaó ce años, todo el
ríempo de su vida guardando castidad. Después detemúnó ir a predicar cosas de prophetía por todo el amando. Y primero vino a Asia.
de aí a Galile2 y a Macedonia y a Panfilia,
Capadocia y Ponto, 2 Cilicia y Egipto y tod:l
tierra de Ethiopía, a la parte oriental. Después
vino en ocidente, en Galizia, Francia, Bretaña
y, finalmente, en tod:l España predicó; fue de
aí a Cecilia IAI4•I e África, y, finalmente, gran
parte del mundo. De espíritu de prophecía
llena, denunciava a los buenos cosas buen:IS y
a los malos al contrario.
En este ríempo aconteció que ciertos varones honrados de Roma del senado cada uno
por sí vieron en una noche nueve soles en el
cielo por sueños y estos soles eran de diversas
figuras. El primero, muy resplandeciente; elll
era algún tanto más de mayor claridad; el 111
era de color de sangre; elllll era más colorado
y más sanguinolento que no el tercero; el V
era tenebroso y escuro; el VI tenía unos ramos
ardientes; el VIl era muy espant:~ble y terrible;
el VIII era de claridad muy lucida; el IX era
escuro, sólo un rayo pequeño de claridad
tenía.
Pues como en Roma la fama desta donzella
se dixesse y la exposición e interpretación de
los soles no se supiesse, fue necessario buscarla
y traerla a Roma. IAI4•I Como la Sibilla des-
-/U-
- 115-
pués desto en R oma viniese, todos los nobles
romanos se espantaron mucho de su hermosura, porque sus cabellos resplandecían como
oro, largos hasta posar en tierra, sus ojos
grandes, las cejas negras, la cara y pescue~o
blanco y colorado como la sangre y la nieve,
sus palabras dulces más que la miel.
Después ya preguntada qué serían o demostrarían aquellos soles, respondió estas palabras,
en el monte Aventino estando:
<El pn1ner sol resplandecieme sinilica la
pámen generación, en la cual los hombres
füeron amadores de verdad y li1eron sinples.
El segundo sol de mayor claádad denota la
segunda generación, donde los hombres irán
más cresciendo y augmencándose. El tercero
sol de color de sangre es t ercera generación,
en la cual se lev:mtará una geme contran"a•.
Y desta manera fue esta sibilla contando
hasta que llegó al noveno, diziendo que cada
uno denotava su generación y lo que en ella
avía de acontescer. Pero lo que aquí haze al
caso saber es que, cuando llegó al cuarto sol,
dixo:
•Este sol cuarto, que em m.is colorado y
sangn"ento, es la cuarr.1 generación, en la cual
Jos hombres serán perversos y malos. E levwtarse a en este a·empo una IIJ'!fP7 Damada
María de la parte oáental, dff.)Jn:lje de David,
~será siempre.. vi~,.. -{/Sta; por la ortja conceAIS<I birá y 7"11rá un hijo, por nombre jesús.
Éste en un madero quitará y depomá la ley de
los judíos y om de nuevo levantará. Sobrt; la
a"err:J voz del cielo a Él vendr.i, que diga: 'Este
es nu" hijo amado, en el cual yo me agradé'. Y
Éste para sí escogerá varones pescadores de
Gah"lea y dezirles ha: 'Id, y b docm·na mía que
de núheis recebido p or todo el mundo la dad,
y sujetadme las naciones, por rodas serenra y
dos lenguas'•.
Desto se maravillaron aquellos nobles
romanos, pero ella procedió para adelante,
diziendo:
•Semrjame Éste será a su Padre; después se
Jevmrará entre las gentes y no l13r.í salvos sino
a Jos que le creyeren. Aquéste predicará en
de= de los hebreos. Gmn propheu será
llamado; muchos niños le loarán. Aquí en
Roma reinará en esre a"empo Augusro, Oct:lvio llamado. Éste al mundo ha de poner en
p.1z, y a síle sujetará, sus procónsules enbiando
por !.1 redondez del mundo. Tras esre sucederá
- 116-
- 117-
otro, 7iheno Uam11do, que, procónsules enhi:mdo, uuo 11 Judea embiar.f, Pi/Jto ser.í su
nombft, el cu:.l con judíos y genálicos con
muerte :.m:.r¡p 11que/ Cordero m:Jl;¡r.f en 1~
cruz; y en su cara t:Scopirán, burl:íudose d'ÉJ
los SU/JUIJOS JAI5vf SJcerdotes. Y clmesmo jesús
destmir.f !:JS puertils del in fiemo, :Ji tercero día
resucic;¡r.f. Después de XL días sobirá al cielo
p:.ra su P,l(ire, Siendo del linagc hummo
redemptor. Y después embi:lrá :1/ Espín"w
S:Jncto :. los suyos. Enronce se revei:Jr.f el
Antichnsto U:J111ado y se :.senGlr.f en/11 c:.SJ del
Señor en jerus:Uem, e11Señando todo Jn:J1
Pero, aquéste reinando, dos v:1rones parescer.fn, Helí:JS y Henoch, y vem:ín :. denunciar /11
vem"cb de Señor y pilra mostrar :.quéste ser
lillso. Y entonce será persecución cuill nuncil
se vio, y será muerto el Antcclmsto con la
virtud del Se1ior, porque illlSÍscn"to esti: 'Con
el spín"w de su bocil el m:.lo perecerá;· y t:Sto
en clmome 0/iveto. Cuyo cuerpo luego los
gusanos comerán y dé/ vendr:í gr.m hedor. Y
los que en Dios confiaron para Él se bolverán.
Después del ciclo vendr.i :1 juzg;¡r :.1 mundo
por li.Jego. Y ninguno sabe aquest~ ora ni mes
ni día•.
- J/8-
Hasu aquí habló la s1billa hija del rey Manasés.
Agon ser2 justo, por que nacb falte, poner
las quinze señales, porque es cosa mur. común.
Y para esto en la Histon"a seo- fA .., l:ístic:J
leemos en el capírulo cxu 181 donde san
Jerónimo cuenu que halló en los Añ:.les de
los judíos -puesto caso que es historia apócripha- sei\ales xv, las cuales an de venir XV
días ame del Juizio. Pero si estos días an de ser
arreo o no. no lo díze. El primero día levamansse el mar sobre los montes cuarema codos
y estará alto como muro. El 11 día tamo baxar2, que apenas se pueda ver. El 111, las bestias
de la mar, asomando a lo alto, d2r2n bnnudos.
Elllll día arderá el mar y agua. El V las yervas
y árboles echarán sudor de sangre. El VI caerán
los hedificios. El Vil las piedr.is unas con otns
se quebnmar2n. El VIII hazer se ha general
terremoto. El IX igualarse ha la tierra toda. El
x saldrán los hombres de las cuevas y andarán
como locos; no se podrán unos a otros hablar.
J8J Pt'truJ Comcstor, HmorU schohJtiCJ, m ~viln~!JJ,
np. CXLI, de- '-londt umbié-n toma b int~tpl't'tJtJO nomims
íin01l.
- 119-
El XI levant4rse an los huessos de los muertos
y estarán sobre las sepulturas. El XII caerán las
estrellas. El XIII día moririn los bivos para
resuscit4r con los muertos. El X IIII día arderi
el cielo y la úerra. El xv día hazer se a el cielo
nuevo y úerra nueva y resuscicarin todos. Y
este juiz10 a de ser en el valle de Josafat
.uph.u'humildad dejuizio' quiere dezir--. 1 '"'1
-¡,o-
EsTO lt EMOS ESCRIPTO POR DoS COSAS: LA
PR.lM.DlA, NO POR MÁS SABIO QUE OTRO, SINO
POR NO ESTAR OCIOSO Y PORQUE OTROS MÁS
DOCTOS NO CURAN DELLO, Y PORQUE ESTA
OBRA SE CAI"rrA EN MUCHAS PMTES; LA SE-
GUNDA, PORQUE OESTA SACROSANCTA NOCIIE
DU NASCIMlENTOOEjESÚCHRISTOSOMOS UN
POCO, AUNQUE PECCADOR.fS, DEVOTOS. HtMOSNOS MOVIDO A LO SACAR A LUZ POR El.
.lEI O DE D IOS Y POR MOSTRAR LA VERDAD Y
SACARLA A LUZ, DE LO CUAl DE DIOS
SPlR.AMOS GLORIA POR SIEMPRE.
AMÍN.
fUI. IMPR.ESS.A EN ÜRENSE .
ANO M.D.XXXXIIIJ.
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