HISTORIA DE LA SIBILA ~HISTORIA Y PROPHETÍA DE LA SIBILLA ERITHREA DE LA NOCHE DE LA NA T!VIDAD, por TORIBIO R UIZ (Orense, 1544) ahora pubh"cada por Pedro Manuel C:íredra Ca reía con mocivo de l:J celebración del IV CONGRESO DE •L YRA MlNIMA• cuyo programa va añadido al fin SALAMANCA SihyU;~ Erithrt"J IJOpudllubicri, Sylul/;uum... v<~ticliJiól, s.f.. fol. E1rJ Scnlin3n"o de Estudios Mediev3les y Ren.,ceruist3S Sociccbd de Estudios Medievales y Ren•centism MM/V PUBLICACIONES DEL SEMYR prognm~ 1 PJn JIU Lucú GJtrÚ -me t"nscñ6 dcsdt- ú cuu;, dirrcror Pedro M. Citcdn OIJCIOIIN f tÚIIUJ El XumMrio Cub~j.,/ tk Estudios M«iieVJ.!cs y Rt"IIJUIItisus (SEMYR) utu cnticbJ sm immo fk lucro. que~ ~pop t"ll b Soci~á tk Esrutlios Mt'CiitY.tlcs y RcJucr:misw, y tku.rrolú xru;~./mctltc sus Jcu"vHbcks t"n el imbllo dt"l Dcp.~rt;,n~emo tk Liter.uun Es¡xuiob e Hts¡»IK»I~riaru tk ú Unit>Tf'1.itbd ck ~nuncJ. N Estt" volumen se pubbc3 ro11 ú ~yutb CAJA DUERO O P<tlro M CíttdrJ OSEMYR I.S.BN 84-933566-1-6 D.L. S. 1199-2WI Comput!'Sto en SEMYR Impreso t'tt Crific<JJ Ct:IViiiJICS ~IIUIICJ} ck ~IJWio, b 1mporuncú dt' Us cous chic~J-. t'/JTÚJ dukt' y sq:uro fk Jos dt-tNIIN coonhtuciÓII EvJ Jkf¿ll Urro de ESTUD IO a RAZÓN, Y ELOGIO DEL LIBRO CHICO esta pequeña edición de la Hisrori:J y prophcáa de /;¡ sibilla Erichrc:J, con el programa del IV Congreso Internacional de Lyra Minim:~, hacemos nuestra también la primera razón con la que el autor de esa obrecilla justifica su trabajo. •Esto hemos escrito -dice- por dos cosas: la primera, no por más sabio que orro, sino por no estar ocioso y porque otros más doctos no curan de ello•. La segunda cosa es más coyuntural, pero también necesaria. Cuenta don Luis Salazar y Castro que, en los cantos de una de las almohadas sobre las que descansaba la noble cabeza de la estatua yacente del tan bien A L I'RESENTAR -JI- llorado don Rodrigo Manrique, maesrre de Santiago, esculpida en su sepulcro de Uclés, se leía: Aquí y¡¡zc mucrro un ombrr: que hlt.'O dexó su nombrr111, Es común que la memoria de los congresos vaya cayendo en el olvido al tiempo que las personas que participaron en ellos la releguen por otras mis bonancibles. Lo primero que se pierde son los programas, casi al tiempo de haber serv~do de jusnficante de la ausencia en el puesto de trabajo o para resarcirse en las insntuciones de origen de, al menos, parte de los gastos que ha implicado la asistencia al congreso de marras. Así, se nos ha vuelto a ocurrir -lo hicimos ya en 1989- vincular el programa a algo que alargue un poco la memoria de nuestro congreso, en este caso la reedtción de un impreso popular harto raro, incorporándole reproducciones de algunas xilografias con su texto relacionadas. fll Hisrorú ~ncJ/ó¡dá de b Clu d~ LJrJ, JI. Madrid, 1696. ¡ú~. JI S. Nos resignamos, en cualquier caso, al olvido: nos tememos que ni éste ni ningún otro congreso -sic =nsit glon'a mundi!- va a tener la suerte de contar en la familia con un cronista como el que, a la hora de la verdad y mis que el frío mánnol, fuera el verdadero artífice de que quinientos veintiocho años después de su muerte siga vivo el nombre del maestre don Rodrigo. Es deseo de los organizadores del IV CONGRESO INTERNACIONAL«LYRA MINIMM, en cualquier caso, que lo que el lector en sus manos tiene sirva para mis que memorJ'a o repertorio de sabias ponencias y comunicactones leídas en estos días otoñales salmantinos. Pues que, al elegir un texto de las características de la Histona y prophecü de 13 sibilü En'threa y optar por una edición chiquita, se emboca, por un lado, en el congreso un género de libro popular que, en esta ocasión, casi no ha merecido la atención de los especialistas que se han reunido en Salamanca; y, por el otro, tenemos la pretensión nada menos que de crear un libro taumatúrgico con variadas funciones, desde la protectora para males - 12- /.1- visibles e invisibles y has1.1 la sibilina que penni1.1 pr.~cticar una so~ de urgencia. En un aeropueno dizque del pais mis poderoso del mundo, en el que no ha mucho perdí un enlace gncias a la diligencia registr.~­ dor.~ de su personal de seguridad, entretenía la esper.~ hojeando un periódico local, o mejor dicho muy, pero que muy local. Reparé en una sección religiosa y trabé conocimiento de un grupo cristiano científico que, entre otns cosas, se cancterizaba porque muchos de sus adeptos tenían la peregnna costumbre de ponar en con1.1cto con la piel de la zona del corazón un extraño amuleto: ni mis ni menos que un pequeilo DVD en el que se decía iban encriptados sus textos reglamen1.1rios y algunos de la tr.~dición cristiana. Este peculiar deteJ!le protector -el Diccionario de la Academü en su última edición en red define el sus1.1ntivo detente como un crecone de tela con la imagen del Cor.~zón de Jesús y la leyenda Detente, /Mla, que se usó en las guerras españolas de los siglos XIX y XX, prendido en la ropa sobre el pecho•; me recuerda también el actual director de m1 Depanamento que er.~ regalo de las madrinas de guerra, pero que aún es1.1ba en uso en su adolescencia, supongo que pan frenarle entonces b.o.Jas b1en distinw, mis ten1.1dons que heridons; quiz:i las mismas que enn bien efectivas en otras panes, como en el Méx1co revuelto de la infancia de Rulfo, cuya madre guardaba uno con la leyenda: ¡Deteme, e/ Corazón de jesús está conmigo!, y que el propio escritor guardó hasta su muerte y tuvo presente como uno mis de los crecuerdos y las experiencias que, transus1.1nciados, hicieron posible• su obn 111-; ese peculiar dereme 'cienciológico', digo, me hizo pensar en lo ineviL1ble de la •cosificación' de lo escrito, si se me pemute el palabro, cualquier.~ que sea el sopone, o el contexto, cualesquier.~ que sean los tiempos y hasta incluso las funciones reales de los libros. Y, a qué no decirlo, 1.1mbién me tr.~nquil i­ zó un 1.1nto el hecho de que ya los soportes ultramodemos, los objetos de la •biblioteca electrónica sin muros•. adquirier.~n la misma -U- - 15- (21 lo nam Albcno V1ul, Noticüs sobn- ju;¡n Rulh>, México; R.M & UNAM. 2003. pig. 38, n. 80. Mt lbnu l• 2tenóón sobre nto b congraasu DénW1cte Vauthier, .1 qua en agndnco su t_tcncrosiWd. trascendente condición que había elevado a los tradicionales libros de la •biblioteca material• muy por cima de la única función de meros objetos útiles a la transmisión del texto. u accesibilidad informática ha roto aparentemente con no pocas liturgias sociales de la lectura, cada vez menos necesitada de espacio ~1 común de las bibliotecas- y de movimiento ~]necesario para encontrar los objetos en ese espacio o en las libreñas-, como ha puesto de manifiesto Roger Chartier131 • Pero también parece haberse llevado por delante muchas de las fom1alidades hieráticas de la comunicación. (Lo sabemos bien los profesores universitarios, que vivimos en una especie de ch~tendémico de academia, a golpe de mensajes electrónicos de personas nacidas ya en la era informática -.Hola, soy Patricia, alumna tuya (sicj, cuando [sicj estarás [sicj en el despacho para hablar de la bibliografia [sicj?•, es una de las últimas muestras en fonna de recado electrónico que he recibido cuando esto escribía). No conocía en ese momento a la que suponía pizpireta Patricia; y, por más que no me atreva a asegu- 131 Ls rrn>luc:ionn d~ ú culrun nc:nu. Dük>~ cM.nlrid: c('..hU, 2000, P-ÍJt:S- 86-88. . rar que las fonnalidades hieráticas sean siempre imprescindibles, los ómidos quizá las echemos de menos. Estos 'beneficios' sociales de las nuevas tecnologías me parecieron, sin embargo, compensados al constatar en el periódico de marr.u que también sus científicos soportes podían llegar a adquirir una condición taumatúrgica tan trascendente como la que a lo largo de la historia había dado otros sentidos, otras virtualidades, a los soportes tradicionales. Habña que llamar a éstos libros no libros, merced a fimciones propias de un objeto destinado a no ser leído. Y este proceso se da gracias a una 'cosificación', que hemos de considerar rirual. Es éste, precisamente, uno de los capítulos interesantes y no menor de la historia del escrito y de su uso. El no libro y la no lecrun también deben caber en la moderna historia de la edición y de la lectura, como la que está arrostrando en Salamanca nuestro lnsriruto de Historia del Libro y de la Lecrura. Es, sin duda, uno de los capítulos menos atendidos y su riqueza y complejidad es dificil ponderarlas en estas pocas líneas. inrr n."t'ttctOIIt:1. - 16 - - 17- Y es que en la dilatada historia, hecha a golpes de innovaciones tecnológicas, que corre entre los volumincs en papiro o pergamino y las pan~llas de ordenador, o, por decirlo de otro modo, entre el libro plano y el libro blando; en esa dilatada hisrorú, digo, la 'cosificación' trascendente o intrascendente del escnto es un fenómeno inherente alnusmo escrito, hasta se diña que necesario en el proceso de dar funciones superiores que justifiquen una invención como la de la escritura, que los humanos se empe1hron siempre en hacerla arcano y atribuirla a sus dioses, concediéndose a ellos mismos con esta atribución una cierta divinidad, derivada del hecho de ser capaces de desencnptarla o de desci&.ula tras de un arduo esfuerzo. Un rhetor tardío, por poner un ejemplo, recalcaba en el siglo IV el enonne esfuerzo que implicaba la lecnora en la edad del libro plano y la superioridad social de quien poseía tal destreza. Y no deja de ser verdad, porque, hasta que en los siglos VIl y VIII empiece a aireane la escritura, es decir, a abrine por medio de separaciones silábicas y de palabras individuales, sirviéndose de espacios gráficos y -18- de signos de puntuación, de letras mayores y menores, o a agrupar en los casos necesarios los morfemas con estos mismos signos, los textos se copiaban sin separación de palabras ni de sílabas, la llamada scriptul':l cona'nu:~, línea perpetua casi. Como ha serialado Paul Saenger, la lectura era un proceso complejo desde el punto de vista neurofisiológico, pue> requeria al menos pan su comprensión del doble de 'sofrenadas' -sacc:~des- que el que exige un texto aireado como el que manejamos hoy. La diferencia se ilustrarla muy bien en ténninos infonnáricos, imaginando la complejidad de un programa pan el reconocimiento de caracteres y corrección ortográfica ideado para textos en scriptul':l concinu:~ 1•1. Una locura, como en ocasiones lo era el entrenamiento de los jóvenes lectores, que implicaba un desarrollo de las partes especializadas del cerebelo. Lo arcano de la lectura y de la escritura, como hoy en la era infom1ática -Q, al menos, así nos lo quieren hacer entender sus especialistaS, verdaderos guardianes que han sacnlizado también la palabra adminismf4f SJNet: JNon.,·c:cu tVonb. Tht" Oni...,m ofSilt·m Rc.J,/m¡t. Sundford; Univcnity PrC"SS, - /9- 1997, 'p;;¡:s _6-7. dor-, venía a ser algo perfectamente razonable también desde una perspectiva científica. Pero, por ende, en el ámbito de un pensamiento mágico, se podía tener otra percepción. De alú la divinización del hecho de poseer las habilidades de la escritura y de la lecrura en culturas antiguas; de ahí el prestigio de detemunadas castas en virrud de la posesión de u m técnica y de la lengua, como la que era patrimonio de los escribas egipcios, los mandarines chinos o los sacerdotes de algunas cultuns desarrolladas de América del Sur. Si, como nos enseñó Mallanné, cau fond (...)le monde est fait pour aboutir :\ un beau livre• ('En el fondo, el mundo está hecho para ser abocado en un hennoso libro') 151 , el libro, pues, cualquiera que fuera su fonna, era de hecho un objeto abocado a representar todo ese mundo y a ser venerable por ello, se leyera ISJ Con n;aJ pabbru cicrn b tntrcvisu que le ~izo ~u1n Hu~~ Em¡ub~ sur /'ivo/ution lmir.u". P;arís; 81bhochcquc Drpenucr, 1891. Porutuva, nocsumoscon Dorgn:: .Tour JhoutitJ 1111/Jvrt:parrct compc'ncfur b 5C'ntcncil homéric;a_dc qut los diosn trjm dnchduJ par.a que a bs_ fururu gtJ~ncao­ nn no ¡., lu~ úlu .>l¡:o que anur (01u<-•. VIII. 111 li11<j• (•Now sobr< W.>lt Whitn=•· en fmcu>J6, (19321. Oi>r» 00111p/<U~ l. Madrid: Círculo de l<ctor... 1992. p¡~· 277). -20- 0 no; a ser portador no sólo de la sabiduría accesible a pocos, sino de orros beneficios directamente relacionados con lo psíquico, o lo fisiológico y corporal. Aunque Manguel, devenido inteligente ensayista de moda, haya presentado los devoradores de libros que aparecen en la Biblia, Ezequiel y san Juan, por ejemplo, sólo como una de las metáforas de la lectura l•l, yace en realidad tras de esas representaciones algo más que una parábola, gracias a la sustantividad del libro como objeto bien trascendente con independencia de su comprensión. En tiempos del Discípulo amado, comerse un librito era algo, al parecer, placentero, desde luego no de tan gravísimas y funestas consecuencias como las que, al lamerlo involuntariamente, sufrió el personaje de Eco en el Nombre de la ro53. Unamuno, como veremos en seguida, nos recordará cómo esta idea podía ser una realidad palpable en la España no sé si mágica de 1902. Antes de recalar en las palabras del viejo Rector de la casa que acoge el congreso, recordaré algún hito bien conocido de la J6J Un~ hi'smnJ d~ /~ l«tun, Madrid: Alianu & Funchción Ctmún Sinchn Ruí~rcz, 1998, pi¡tt- 203-205. -21- 'cosificación' trascendente e mtrascendente, que de las dos categorías hay, en la historia del hbro. El abanico de vanedades posibles es bien extenso. Quiz:í el fenómeno de la •consmocción de la rareza• -chanier dáit- del libro, más bien a partir de finales del siglo XVII, nos sotúe en el punto primano de la linea que tendr.i su acmé en los mejores momentos del coleccionismo de los siglos XVIII y XIX. La 'cosificacoón' que me empeño en llamar intr:lsccndente se muestra en los e:~:tremos y en un cieno intento de inutilizar la función básica del libro como obJetO transmisor de texto. Est.í llegando ya al domici.lio de los bibliófilos propaganda sobre mulntud de volúmenes conmemorativos del centenario de la publicación de la primera pane del Qufjot.:, a cuyas puenas estamos. Una de las ediciones se presenta como un tour de lórce en los anales del cervantismo, nada menos que la publicación en verdadera noiniatura de la obra de Cervantes. Achicar un libro y dificultar o impedir su lectura es también un modo de sacralizarlo como quien dice, de reconocerle una funcióo; -22- ritual, cuasi litúrgica, y también en tiempos de Cervames. Prestemos unos minutos a este ejemplo de 'cosoficación', que nos abre también las puenas de lo trascendente en esta historia. Un conocido especoalista británico en microfonnatOs ha dado razones, convincentes en el siglo XX, para la producción y el coleccionismo de libros en miniatura: la facilidad para portar el volumen; la superacoón que implica un esfuerzo como el que requiere lo núnúsculo y el consiguiente beneficio de perfeccionanúento para las artes del libro; o, desde el punto de vista antropológico, el ser un resultado del riesgo que implica la busca humana de casi todos los extremos 171 • Fuera de ironías inglesas, que nos han de recordar las galdosianas de las primeras páginas de ú de Bnng;¡s sobre la inanidad de lo menudo; fuera de ironías, digo, a partir de los años veinte del siglo XIX, han menudeado algunas cdicoones del Qwjote con estas caracterínicas, a la zaga del propoo perfeccionaJ7J Véuc Louu W. llondy, Mmi:JtuJT /.Joob, Londres: Sh<pp.Jrd PTno, 1981, pl~. 3. Hoy por hoy, b boblio¡:nfu sobre- d tenu C'mpicu a ser uubncablc. - 2J- núemo de la imprenta, invocando, por un lado, una suerte de modernidad tecnológica y, por el otro, una obligación para con la más inmortal de las obras literarias. Como un tributo a Cervantes, verbigracia, consideraba Juan Sedó Peris-Mencheta la etlición por él impresa en 1945 (45 x 35 mm.) con el solo objeto de poder ingresar en su excelente colección cervantina •la más tlinúnuta de todas las que [pudo] reunir>, aunque hay que decir en su honor -o deshonor, según la perspectiva- que la consideraba un •capricho de lesa bibliofilia•. Nada más lejos, quiú, de lo que el propio don M.iguel hubiera pensado al verse así conmemorado, si nos situamos en la perspectiva no trivial de la 'cosificación' del libro, como veremos luego. Ha habido prevenciones contra los libros minúsculos, debidas sobre todo a la pértlida de las razones riruales que justificaban su existencia. Esta pérdida empezó a producirse cuando lo breve devino para los hombres fundamentalmente un reto técnico o artistico y una curiosius de museo. Ocurria esto en la nudurcz del Manierismo y en los albores del Barro- co, en tiempos además de repliegue hacia el interior y de virtuosismo núniarurista; en tiempos en los que lo menor del arte o de la naturaleza empezó a ser objeto de elogios paradójicos, como la perfectamente seria úus brr:viacis del jesuita Teófilo Raynaud, con la que algo tiene que ver nuestro Gracián, quien tantbién se refiere a los h"bri y a las scripwrx mírtimos y nos recuerda los casos narrados por autoridades antiguas, como Plinio o Salino, pero también las hazañas de Francesco Alunno de Ferrara, escribiendo •in denariolo• el Símbolo de los Apóstoles y el principio del evangelio de san Juan, de gran utilidad 181 ; en tiempos en los que incluso las nu"croescriwraso los también Uamados microlibros, ya objetos pequeños y exquisitos, eran materia para elogios tales y se podían ver alineados en las estanterías de los museos recién inventados con ocras excentricidades coleccionables y representativas de la excepción o del poder de la naturaleza. Tal, por ejemplo, la singulandad que aliado de otras exhibía un noble madrile18) úus btrYJUtu ~r diCtyJCil dt: b~Yllilt~ ~t JonjlJflxlmt' m clivmU. huuumJ n uo~tur.Jhbus.. Graci~nopoh !Gr~nohltl Petrus Frcno n. 1649, IÚJti· 177-181. -25- ño y que mereció la concienzuda invesóg.¡ción de un reverendo jerónimo, Andrés de Villamannque, publicada en la imprenta sevillana de Juan Cabezas en 1675, con base teórica en el libro de Raynaud que acabo de citar. Lo d1ce todo el úmlo: SingulHid:~d hmóric:t, ü mis percgrin;¡ y nn en su líneil, un:~ e:~/:~ vent:J y aben de hombre an pequeJio (;¡!Ín en !J t:tbd de 25 mos) que no excedí:~ su cuerpo al cuerpo de una perriizM. . En esta evolución sesg.¡da del aprecio al libro inútil hay que situar los aleg.¡tos modernos contra la 'cosificación' bibliográfica trivial. Sólo, que yo sepa, una de las varias monografias que han existido sobre la patología de la lectura, ha tratado este asunto, la de Von Sussman. El libro, por demás raro, no pasó inadvertido en su tiempo, a juzgar por la polémica que suscitó entre los bibliófilos y especialistas en fonna de reseñas y respuestas. Escribía el alemán en uno de los mejores momentos delmicroformaro bibliográfico en 191 ve:~~ Ft'nunOO Ucnll<l, lAxos. ~ILmm y hombtt-s de.• p/.Ja·r t'll ú n>rrt' ,k los AuJftJJC. M.adrkt: Tnrus de Hoy. 19?1, p.i¡:L 22·2.l, qu1n1 prnb ;~tcn<"tÓn e-n C"l contt'XtO <k b ..ldi.)nn.J.ld - .?6- casi toda Europa, incluyendo los países comunistas, en los que mulóplicaban las minúsculas ediciones de manifiestos y reglamentos, que acaso también obraban por contacto en el mundo de los ortodoxos, y adoptaba una entonces moderna perspecóva psicoanalítica para desc.Wficar a los 'microbibliófilos', tal como despectivamente se los (nos) llama; viene a afinnar que son lo opuesto a lectores, puros bibhófobos -cita a Dibdin y Uzanneque, •incapaces de la lectura y la compresión, quisieran alambicar todos los hbros en la alquitara [Descillierkolben] de la miniarurización [Miniawrisienm¡jj, para hacerlos intocables y rendirlos inútiles. ¿Qué complejo es el de quienes coleccionan o hacen libros para no ser leídos?• 1101 . •¿Existe un libro sin lecror?•. se pregunta Chartier. •Paul Ricoeur ha señalado con J101 Jt)h;ann von Susnunn, Kr.mkht'Íit'll dN LNCts. Zur P,'rhop.ltho/Of/1< dt"r Ldturr. !krlín. 1929. 64-79. El hbro. puhbc.ado en u1u cd1torúl muy vmcub<b con b ('(!1ción rug, podU lubcr tido rscnto por un alcnún de es¡ procWcncu. judío, ~dcnú1. ~ juztt-Jr por su apt'llido. De \'On Su1nu.nn pcrdcnmos toda tnu un decenio dnpu~. lo. que C1 h1cn si¡;rufiCaU...'O de lo ;1ntcrior, y ello <1 pn<lf dd a1rc nobiC' dd •r<U>Jo. -27- 11IJ CorTr IIUIIUJCrito. UIJ.t histot"U cultun/ dd S1i:Jo de Om. MJd~1d : M.uci;~l Pons, 2001, p.1p:. 108. dr cuy;~ momo nn lecns, no se !dan o no tenían por qué llegar a ser leídos. Un serio cientifico escolástico, consagndo en La Sorbona e hijo de estas aulas, Pedro Ciruelo, se refiere en su Reprobación de supersdciones y heclúceri:~s (1538) a la extendiw creencia en y uso de nóminas o librillos, que -advierte- mo se ha(n] de abrir ni leer, porque luego pierde(n)la virtud y no aprovecha(n)•. Esta es la 'cosificación' a la que he llamado trascendente, cnscendencia que viene del hecho de la reconociw función religiosa, talismánica, mágica o protecton de la escrinrn, con la que empecé esus líneas. Entre los más sorprendentes hallazgos bibliográficos recientes están los libritos impresos de onciones, como la nra versión portuguesa de la Orapo de la Emp¡¡redada, prohibida por la Inquisición de fomu genérica y que se nos ha conservado casi por milagro, gncias a su oculumiento o emparewnúento rea] en una casa de Barcarrota desde el siglo XVI hasu hace pocos años, con otros libros sospechosos o abiertamente prohibidos, como el úuriDo de Tonuesimpreso en Medina del Campo, y otros libritos del tenor que aquí nos -28- -29- frecuencia el hecho de que un mundo de textos que no tiene un mundo de lectores que se ~podere, que se apropie de él, no es más que un mundo de textos posibles, inertes, sin existencia verwden•. Pero, colocándonos ahon en la perspectiva de 1~ histori; del libro en que ~ndamos ~quí, estoy toulmente seguro que, al menos por una vez, se puede tomar a Ricoeur cum gr;lno S<~lis y Cervantes hu bien pensado lo mismo que el bueno del berlinés psicoan~lisu. Pero en sentido bien contnrio. En su tiempo, y él lo sabí~ bien, escribir, como ha señalado Fernando Bouza, •podía no tener nada que ver con leen 1" 1• Faltaban todavía años para la coruagnción museística de lo pequeño en el sentido del ciudo Rayn.a.ud; faltaba~ ar1os también para la proliferacron .del gabrnete de curiosiwdes natunles y los hbros con ellas relacionados. A nadie extnñaba la existencia de minúsculos volt'unenes que apenas han alcanzado estos tiempos pero que debían ser muy numerosos por tod~ Europa y medio mundo, y que, aunque tuvie- dicaz se-gunnos a~rr.ados en los p~rn(os siguacutcs. llaman la atención, como las Precatiom:s ;¡Jiquot, de función no alejada a la de la Emparedub 1!'1. L2 Onción d~ san L~ón debía ser también popularísima; el mfante don Miguel de la Paz (t 1500), nieto de los Reyes Católicos, tenía •un libnco chequito qué óene la orapón de san León con unas cobertu ras de oro esmaltado de blanco [...) con una adenica chequita de que se cuelga•. como han señalado Eli.sa Ruiz y el precitado Fernando Bouza. Un h"bnco parecido, pero manuscrito sobre perg;múno y b1en encerrado en encuadernación de o ro, tenía Juana de Austria, hija de Carlos V; éste disponía, a su vez, de un famoso Credo en miniatura, recientemente rescatado para el patrimonio español 11' 1• Dos son las ediciones que con ocem os impresas de la Oración de san León, la más reciente, burga(12) Vé<JK b he~ edición en pubhc¡;¡W por b Eduon Re¡t~on11 lesa de hacia 1520, de 60 x 40 mm. de m ancha 1" 1; y acaso la más interesante, una sevillana anterior, quizá de la imprenta de los C romberger, cuya mancha es de 46 x 35 nun., y que está nul impuesta, es decir, con las planas desordenadas, lo que -a nuestros efectosimportaba más bien poco si convenimos en que su desóno era meramente o rambién cuasi talis1mÍiúco, como el DVD de los crísóanos científicos. Estas oraciones, salterios, libros del rosario núnimos, catecismos como el nunuscrito de Pedro de Gante de la Biblioteca Nacional, hasra Reglas de san Benito en núniarura, eran arrimados al corazón pracócando una magia de contacto. El P. Anselm M. Albareda nos recuerda la advertencia de una edición chiquita de la RcgJ;¡ d e san Benito portuguesa, en la (14) VéaK, del conp C"Sisu Víctor lnf¡¡ntn, •El ~1t lulbz~ d~ un pcqu~i\o hbro quC' una v~z fu~ incunabk la rn~tuoso f<~oítmle <k Extrenudun, con un O..d6u tk i.Js orrku>JIW tk i.J lp<>Ü dd P>pa L<ón 111 M>¡¡noo. Gut<ll~f!l-.f•hrbuch 1995. J>i!l'· 93-101. Pm atp«tos k'gllros dC' b <hución y C'WUCtur.a real dd tonuto, incompl('to u.l como K cncumtn, he podido consultar b t1pobabbottnfu bu~Jn,¡ dd s.i¡do XV1 d~ la umbibl conw~· tonmo de cstudtOi ck b congrnisu. M•. Cruz GucU de Entcnú y Ju;m M Carr.uco Gonúlez, Mérida, (1 997). l)<~n otros upcctos cornplenlC'nUnos, vé¡sc ahon M. Cubfn de M.uos, •A Emp•unl.uú na HtnórU W cuhun e nunu: ~l(io qumheniJSU ponu¡:un¡ dnconh("Ci<b•. Rt:vistl Porru.¡¡un.J d< Ht>tóru do Lwro, 11 (2002-2003), pip. 1-103. sj)U Mcrc~cs Fcm.indn Valbdarrs, ~n prmQ, quien umbiál 1nt tu fnnqu~¡¡do w copill y dc-ulln prui<MOI d~ b cdáct6n nús antijtlll. a b qu~ dC" mmedi.ato noti rrfrnnlOI. (13( V<"< F. Douu, op. m .. pl!l'. 99- 100. -.JO- -.111 ' que se señala que el libro, Uevado sobre el cuerpo, sirve •contra feiti~os, trovi>es, raios, tempestades, terremotos; para a felicidade dos partos das mulheres, e contra todo o poder do infemo• 1' 51 • Rigurosamente coeúneos de Cervantes hay libros minúsculos que contienen el Evangelio de san Juan o la Pasión. Incluso, también hay liturgias para otras pasiones, como las de algún poemario amoroso pequeñ.ísimo impreso y enjoyado por su autor para sola una dama. Hombres y mujeres se sirvieron de estos libros, escritos e impresos, entre otras cosas, para no ser leídos. (Dicho sea entre paréntesis nos ahorra esta circunstancia el inquirir sobre la inevitable y ya cansina cuestión de la especialización 'genérica' de los libros: por lo menos los de microfonnato servían tanto a un barbado mfián, puesto en el brete de defender su cuerpo en un duelo arrimándose al corazón el minúsculo impreso del Símbolo Quicumque vult -<omo nos recuerda Bouza que nos presenta con gracejo Gil Vicente-, o a una (IS) Bihlio¡:r.Jiü d~ b Rty.:ú MuNiictuu, MontKmc: Ab•dí•. 1933, pl~. 285. - J:!- remilgada dama Uegada a las fatigas de traer un hijo al mundo 1161). Modernamente, es dificil encajar desde una perspectiva generosa esta realidad, perdida ya su condición trascendente al convertirse en una concesión para con raros biblioclastas, como ve.íamos, o 'idiotas' seguidores de la tradición, como percibimos en unas líneas de don Miguel de Unamuno. El viejo rector de Salamanca no solía tener la vinud de distanciar los contextos con una sonrisa, y, escribiendo en 1902 el prólogo a la Educación de Bunge, se indignaba sobremanera: •La profimda ignorancia que en asuntos religiosos nos aqueja es la causa capital de los más de los males [...] que lamentan y combaten los que a la enseñanza de la religión se oponen (... ]. No conozco desatino más grande que eso de que la {16) •En O JUII tú &1r.1 de Gil Vicc-ncc. el villt"mt" esgrmudor, FC"m.io Origoso, dict h;abc:r vencido a trts duclisw. pcK a qut craUn consi~o 'a Of'21('arn de Qm liam', a¡cgunndo, adc-nW, qut' ilttrú c.apu de vrncC"r al mismísimo Héctor, .aunque éstC' Ucv;aK" como dC"fcnu d Quicumqut" lllllfft (llouu, op. C"Jt., ¡ñ~. 101). Vi-ansc l.u ~l!tJlific¡¡tiv.u recurrencU.s de los hbrCM joy.t en Pedro M. Uu:dra & Anasusao R ojo, B1hliot«;J.J y l«tur.u ck 11uy'ctn (Si¡:lo XVI), 5-Jlmu.nn: lmututo d~ HIStoru dd Ubro y d~ 1,¡ l«tu~. 20().4, y bs r~(t'f~nciu ~n pip. 189-191. - .ll- religión debe quedar al cuidado de las madres. que son precisamente las que más la ignoran y las que más la defonnan y desreligionalizan. Una vez más, y no será la última. tengo que repetir lo vergonzoso y degradante ~ue resulta el que en un pais que se dice cristiano no haya leído el Evangelio la inmellS2 mayoría de los hombres que por cultos se tienen, y que en camb1o se cuelguen del cuello de los niños, a modo de amuleto, trocitos del Evangelio, en latÍn, metidos dentro de unas bolsitas cosidas y adornadas con lentejuelas, y que se traguen las parturientas una cintita de papel hecha un rollo conteniendo una jaculatoria y otras fomm del más bajo y anticristiano fetichis1171 mo•. Hasta aquí don Migucl • Gracias a Dios, los tiempos modernos nos devuelven la 'cosificación' trascendente, o, cuando menos, a mí me traen una cierta esperanza en la humanización de las nuevas tecnologías: quizá consigamos que nos hagan menos solitarios de lo que ciertos teóricos poco optimistas predicen. Hoy, por agotar el ejemplo cervantino, nosotros podemos rendir de verdad al Quijote no el dudoso honor de enanizarlo, sino el de convemrlo en un objeto protector. Es de nuestra parte un buen regalo de Centenario a quien, devorador de papeles, nos legó el mayor alegato paradójico en favor de la lectura, quizá porque también vivía y aceptaba con nonnalidad el poder de la letra sin lecrura, de los libros no !Jbros, de los textos que protegían su fuerza no humana con el embozo de la pequeñez o la ilegibilidad. Y quizá, desde esta perspectiva, sirva también de algo el derenre que hoy se ofrece disimulado en programa: si no nos libramos de tempestades, rayos y cuchilladas, o alcanzamos a tener buenos partos, nos libraremos del engorroso ejercicio de la lectura e, incluso, de 12 lección académica, si la sibila quiere con su suerre que nos encaminemos por otros senderos sin salir de esta Salamanca. 117} PuhlicWo en Obro~J (·omp/C'US. rd. M~oud Gucú llbnco. lll. M.odnJ. AfroJ151o ll¡:uado. 1958. p.jg. 512. A¡:;ndn.co nucvo¡¡mcnlC' a Of.né-thctc VauthiC1' el Mbc-mK' lbnudo b atención sobre nto. - .U- -.J5- a Lll •SII31LLII• DE TORII310 RUIZ Torib1o Ruiz. vecino del Barco de Ávib y quién sabe si natural de la nusma ciudad, bachiller en Anes por Salamanca y maestro de gramática en la catedral de Orense, muestra cuidadoso deseo de servir a sus coetáneos y cmerráneos con esta obreciUa, que, namralmeme, figura en los repenorios especializados. En vinud de contener una versión en verso de la profecía de la Sibila, entra en el clás1co de pliegos sueltos de Rodríguez-Moñino, a 1181 cuya descripción bibliográfica remitimos . Sus modernos editores han a1iadido referencias, que arrancan de Gallardo, y señalan la existencia de dos ejemplares, el de la H ispaniC Society of America, que ya fue del Marqués de Jerez de los Caballeros -su catálogo de (1 RJ Nu('VO diccion.mO hth!io¡:rJiico clf:' p/i~ suC'!tm po;rit•oJ {SI;t:lo XVI). ~lición corTq.:icb y aC[ualivcb por Arthur L.- F. Askinsy (el COilJl;TC'SISU) Víctor lnfantn, Madrid Cuuha: 1997, n•. 497. -.16- 1899 lo incluye-, y otro más, cuyo paradero no se consigna, pero que fue sustraído de la biblioteca de Rodriguez-Mo1üno durante la guena civil, si damos el crédito que merece a 1191 las propias palabras del bibliógrafo . (19) A propógco de c:1U CJcmpbr, ~ll).bn: •El C"jcmpbr c1udo por Rodrigucz-Mol\tno (en un ~r de ocasiones cn 19J.4, y C'n amNs como de una bibhot«a priVJ<b). no localiudo, no pcrtcnecc a Ju bibliotte:a, como supere. cm>ncamcntc, lópcz, 1934, p.ig. 19•. Fue, sin cmbu¡ta, el propio Rodrigucz-Moi\ino d quC" K' refirió a b propiccbd dd bbro en 1947, C'll ténninos nada arnbip;uos: •Nosotros poseímos un cjempLu~xtnvUdo dur.ante b gucm de España• (B1bl~ tk Vneo Dúz T.mco. clhi¡.:o, bt~nro ~ imprrsortka'nnposd~ ürloi V. ValrncU: Casu.ha, 1947, n•. 8, p.ig. treinta y nurve). Los conocKios de don Antomo ubrún por é.l otros dculln. cocno. por ejemplo, que~ tnu~ ck un rjcmpbr incornplt'tO, como K'rlabri Aunas1o lópt'Z en su obra nús r«icnte {l.J unprrna n1 G.1/icU. S~l[los XV-XVIII, Madrid: llibliotr<:a Nacio nal, 1953. n•. XIV, plg. 37); y aún. quiú, noticias nús ddica<bs, como pudiera dt'ducirse de la JOflanu. de otro de los amigos: dd bibliógrafo e-xtremeño, don Antonio Odriozob, puesto rn d brete de revu.ar b cuestión de b imprcnu pUqta (AntonM> Odriozob & Xosé- R. lbrreiro, HistorU ck !J unprr11CJ ~~~ W/icu. la Coruña· Galici:a &litorial, 1991. p.ig. 94). Rodrigun-Moñino, sin ~mbargo y a ~r de habt-r hablado antes dt' su propio ejcmpbr rn témünos nada ambiguos, silenció b uiltenda cn 1970, cuando publicó su Diccion~río la Vt'Z primen. Es nW qur posible que d salcnc io de uno y b ira dd OtrO, a.sí corno umbién bdetmción pricticamcnteen 1934 de la b1bhognfia coocnnic-ntc a nte uunto, nús que utn1la en bibbÓW2fos -.11- Gracias a la comprensión de los responsables de la Hispanic Society y a la generosidad acadénúca del culto conservador de sus fondos antiguos, el Dr. John O'Neill, he podido disfrutar de copia de la única edición de la obra finnada por T oribio Ruiz y estampada, según reza el colofón, en Orense, 1544. No figura el nombre del impresor, pero por entonces allí sólo fatigaba las prensas el proteico clérigo, literato e impresor extremeño Vasco Díaz Tanco. Él mismo reivindicó su paternidad, por lo que a la impresión se refiere, en la <Epístola de Vasco Díaz de Frexenal a los clérigos de Orense acerca de las Sibillas que prophetizaron la venida del Hijo de Dios en el mundo•, que figura como adición en su jardín del alma chrisdana (Valladolid: Juan de Carvaj al, 1552) 1"". Refiere ahí ciertas críticas que tan conspicuos y dili~ntn Dkcion<~rio, tcn~n como los adicionadorn: del un:a e-xplicación que, :.caso, nos Wr.í algún dia uno de los dos, congresista por :añ:adidur.a en S...bnunc.a. 1201 Se contiene en los fols. 128-130: fue reproducido en su integritbd por Antonio Rey Soto c:n Ll liupftiJfJ t"JJ G;~/iciJ. El bbro lfÓIÍco, Madrid: Esunisbo Mntrc, 1 93~ (recdíd6n en (;ac;ímilc S..ntÍ.1go de Composteb: Junu ele Galicia, 1988), pá~. 130-IJS. Esu panc debió circubr -.18 - había suscitado entre los clérigos orensanos cun librezico de la Sibilla eritrea que yo hauia hecho imprimir en nú impression estando en Orense•. Es evidente que Díaz se refiere a este libro. Digo que por lo menos reivindica su edición porque, aunque más de un crítico haya pensado que el T oribio Ruiz pudiera ser, en realidad, seudónimo del impresor -así Odriozola en el lugar citado-, no hay razón alguna para sostenerlo. V asco, es cierto, en conocido por varios alias, según él núsmo nos dice en la epístola que acabamos de citar -<en Estremadun, que es nú parria, me llaman Vasco Díaz, y en Portugal y Galicia me nombran Frexenal, y en las Canarias el bachiller T anco, y en los reynos de Angón y Cataluña el licenciado Casero, y en partes de Italia y de Francia el doctor del Estanco, y en las provincias de sant Marcho el maestro Clavedán, y en los reynos de Grecia Clerostegnes>-. Quien con tantas caras peregrinó medio mundo bien pudo haber utilizado seudónimos. Fuera suficiente indcpcndicntcmcntC'; de dla K" conSC"rva una copia en un códicc miscc-linco <le la B1blioceca l'úblic~ de Évon., Cod. CXJ II /1-101. -.19- consultar el prólogo del jardín, donde traZ2 una personal bibliografia, en la que incluye obras publicadas e inéditas, y, seguramente, algunas de las que sólo tenía tirulo y sumario en el caletre. A lo que vamos: en ningún caso reivindica el hbro que aquí publicarnos. De la lecrura, además, de la carta a los clérigos de Orense se derivan ciertas diferencias para con el texto de Toribio Ruiz que nos obligan a pensar en la existencia real de este bachiller del Barco de Ávila. Por ejemplo, Díaz utiliza fuentes distintas, alguna, como la SilVil de van"a lección de Mexía, más o menos oriUada por R.uiz, aunque la conozca y la cite. Éste, en la tradición más común enumera diez sibilas en el mismo orden que las fuentes clásicas cristianas, especialmente de Lactancia; el otro habla de doce y se le nota el socorro de un cajón de sastre como la Oflicina de Textor o, acaso de segunda mano, la Cosmogr¡¡plua de Münster, y el librito clásico de Barbieri más abajo crtado, entre otros. Pero sabemos, en fin, que nuestro Bachiller lo era en efecto de carne y hueso. Vivió en Orense, al menos unos años, y desempeñó el cargo de rmemo de gramática para el cabildo de la catedral. Se le había dado posesión de su puesto en la reunión capitular de 29 de mayo de 1545, para que pudiera enseñar •gramática en la dicha ~ibdad a todos los que la quisieren deprender e mayomtente a los beneficiados•, 1211 con un salario de seis mil maravedis • Los beneficiados recibirían las lecciones de fonna gratuita, corriendo de cuenta del maestro infomur al cabildo de su aprovechamiento. Otras personas de la ciudad también podrían seguir los cursos, satisfaciendo en este caso el importe señalado por Ruiz. Es probable que unos años después Ruiz abandonara Orense, pues su nombre no comparece en documentos 1221 en los que sí menudea ames de 1548 . Por los ténninos del acuerdo, se echa de ver que este bachiUer, seguramente graduado --/(/- -41- {211 Véase Miguel Ángel Gonúlez Garc~. •La dtcdn dC" gnnútica de l;a c;atednl de Ourcnsc•. cn M~mon~ Ecc/Nút", 12 (1998). plgs. 71-82. np«ulm<nt< pl~. 75. A¡:ndezco uprnarncmc b cxcrlcnte acogida que, por p..rte del cuado don Mr~d Án~d Gonúlcz, c:.tnóni~ .archivero de b Dtfiiral de OrcnK, tuve en d cui"SS de una vima dn:tin.. <b a ennurur loi documentos c<~t~ralicios. 122) A¡.uadrzco b noucU .a D.juJtO Carnicero, qut' me N úcihudo con gencrosJdad las compuecencW de T onhio R.uiz m ~ co~;o~ 7 .1.0 Órd~nN dd Archivo D10cnano de Oreruc. en Salamanca -de manos de su obispo había recibido órdenes-, residía en Orense antes del nombramiento y seguramente estaba vinculado al obupo don Francisco Manrique de un. Es probable que ejerciera el oficio de gnnútico desde la llegada del obispo a Oreitse {1543) y que éste decadiera vincularlo conrracrualmente a Ll escuda catedralicia, para, en el curso de sus refomtas, reducir algo la proverbial fah~ de preparación de los clérigos. Pues este obispo, uno de los padres conciliares reformadores, partidario de la residencia en las diócesis y de su refonna, fue prommor de un sínodo que imprimirla el mismo Díaz Tanco en el mismo aa1o de 1544. Esw Consciwciollt'Seran el producto más granado, acaso, entre varios más realizados por el impresor para la propaa catedral, como un Mamm/, un Ceremonial, carteles y cartillas de Ll doctrina cristiana, ordenanzas de coro y una edición del Flosculus sacramenronuu. No es, por tanto, nada casual que también el maestro de gramática del mismo círculo contribuyera con el peculiar hbrito que ahora damos de nuevo a luz y en el que llama la atención, sobre todo, su afan de cambiar ciertas tradiciones. Ruiz no se anda por las ramas. Tiene claros sus objetivos y nosotros percibimos también Ll linea de su pensamiento, muy en relación con la labor educativa y de cambios profundos en las prácticas espirituales y hrúrgicas que se estaban dando ya a mediados del siglo XVI. En su proemio, el bachiUer, después de empezar sea1alando que •por toda la lgleia christiana o por la nús parte della, principalmente en España, se acostumbra a cantar y canta la noche de la Natividad de Christo la Si billa•, muesrra su claro descontento, y hasta indignación, ante la ceremonia tal como la conoce, por varias causas. Afinna que se celebra •en unas partes de una fonna y en otras de otra, de suerte que en cada lugar dizen lo que les aplaze y agrada•, testimoniando, así, la falta de homogeneidad; cambia la ceremonia de la Sibila según se trate de uno u mro sitio, diócesis, iglesia o monasterio. Constata, además de esto, que en muchos lugares se atiborra de •gracias, chistes, pullas y motes• o •pullas y parraa1as• y hasta herejías, sin entrar para nada •en cosa que de Dios la Sibilla hablasse ni díxese•. Y quizá se indignaba porque la mayoría, doctos y populares, ni -42- -4.1- cu~les son ocienden ni entienden el texto, ames bien se contentan con el espectáculo •de ver aquella muger con dos Juizios y sus espadas•. Es por esto por lo que nuestro bachiller dectde volver por los fueros del sentido del canto de la Stbila en el curso de los maitines de la noche de Navtdad y decide csacar esta Sibilla en blanco•, sin adherencias: explicará qUténes eran las sibtlas y cuáles sus profecías ciertas acerca de Cristo; sobre la base de éstas compondrá un nuevo texto para la ceremonia, que contenga de fomta mucho más clara los catorce artículos de la fe, un credo, que algunos exegetas del antiguo canto decían comenía; y ello lo va a materializar en coplas de cinco versos, •porque ansí cae con el tono de la que se cama•; en fin, la escritura pemútirá a los fieles que, •allende de la oír en el templo cantar, cada uno la podrá tener en su casa•. Comentaré inmediatamente estos propósitos, no sin antes recordar los mínimos detalles imprescindibles sobre la ceremonia de la Sibila, ayudándome también del bachiller del Barco. Una de las nueve lcctiones que se leen en el curso del oficio de maitines de la noche de Navidad, tercera o sexta más nonnalmente, • 4-/. según las iglesias o las prácticas de las órdenes religiosas, era un fragmento -en concreto, capítulos 11 al 18- del Concn iud;ros, p.wanos er ;uianos senJ/o de Symbolo, obra de carácter apologético ambuida a san Agustín. aunque parece ser de Quodvultdeus, obispo de Carugo. En este fragmento •se urihza el recurso de un interrogatorio judicial•, convocando a personajes de la tradición bíblica y cl~sica, los profetas del Antiguo Testamento, Virgiho y la stbib Eritrea, para que den su testimonio sobre la venida de Cristo I:UI. La Sibila profiere los veintisiete versos que citaba san Ag\IStín, empezando por el f.1moso !udicii sigrwm rcUus sudare madcsccr, que hace las veces de estribillo en las versiones camadas. Como ocurrió con otras lecturas del oficio, por desmembración o por interpolación, [2.31 Fu~n d~ bs cU.sic:u referenci~s sobre (¡ nutcri;~ bu:n conocKbs de Aeh1§Cher, Young. etc., v~¡nsc nús concreumente deuUn en R1chnd D. Donov;~n, Th'" Litur¡...,ál Dnnu 111 MN!J("v;~/ S¡uw. Toronto: Pontifte~l lnstinne of Med1ev¡l Studtn, 1958. pigs. 165-167; Eva Us.tro, ed., Tt'iltro mn/i('~ill, 1 El (/r.mu litúf'!l'CO, Dncdona: Critic.t, 1997. p~gs. 275-281 (d(' dond(' proccd(' b ciu); Muko~nnC"n GómC"z Mununi. El cJJJtO dc- U Sihib, l. Lffln y Cuulb, Mo~drid : AlpuC'rtO, 1996; de b niDnu auto~. C'~ vol. 11. ,lnhndo a OtJiuiU y /J.l!t"Jtn, de- b miJnu C"d1tono~l. 1997 . • 45- dieron lugar a detenmnadas ceremonias. En este caso concreto, tras de un desarrollo de la prácnca del canco amifonal de estos textos gener.aron verdader.as representaciones reatr.a: les, como el Ordo prophetilnuu, un /udus en el que los distintos profetas convocados daban su .testimonio; entre ellos, el personaje de la s1btla Entrea, cuyo canto de Jos versos precitados adquirirá en muchos sirios, especialmente de la Europa meridional, independencia e, mcluso, como había pasado con el P/;mcrus PJSSioms, llegará a Interpretarse pronto en lengua vulgar. Así ocurría en muchas de las iglesias de 13 Península Ibérica, al1nenos desde el siglo XIII, aunque los principales textos conservados ~n castellano datan del xv y XVI. Otros adnnmculos y pasos dramáticos ennquecieron la ceremonia. Los costumarios de los reinos de Angón y de Casnlla detallan los diferentes modos de decir, de canear o de representar la Sibila 12•1 Los m.ís .espe:caculares, en Mallorca, po; eJemplo, mcl1nan la segregación en lengua vulgar del propio canto salmod1ado de la lectro, de la m1sma manera que Toribio Ruiz f2-4J C'~stro. El dr.mu huí'}:H:o, pi~. 282· 286. - -16 - da a entender. La sibila Eritrea era personaje independiente del coro, un cantor disfrazado ricamente de mujer, en algunos casos a la antigua; hacía su aparición con otros personajes, cuatro en Toledo y en otras contr.adas, dos de los cuales iban caracterizados como ángeles y portando visibles espadas como los auxiliares de la justicia humana y, sobre todo, de la divina en los últimos días 1"'1• Como sabemos ahora por Ruiz, al menos en Castilla tenían nombre propio y eran llamados Juicios, no sólo por su función iconográfica sino también porque cantaban el estnb1Uo, que empieza con esa palabra tanto en latin como en romance (Juicio !hure será dado). En algunas catedrales, como León, la Sibila era introducida a caballo. No tenemos demasiadas noticias sobre la práctica en la que ejercía Ruiz, por más que hemos buscado algún daro; sólo disponemos de la música y el texto !armo incluido en un Brevúno del siglo XV, que puede verse en el archivo de la catedral. Pero, a juzgar por b 125) Es R. Donov.an d 'IUC dculb Lis uZOIK"S Jr los ingcln amutlc.», que- no es t"omún uso en Olr<M t)Cmplos del dr1nu luúrgico mcd1cval (Lit11~'1'c.1! DrJIII:J, pJ~. 42). Mis dcrncnul es b cxplac:.ción dd propio R.uiz nús ;~b:.~jo. --17- molestia de algunos canónigos poco amigos de reformas, según el testimonio de Díaz Tanco ya aludido, quizá lo que dice Toribio Ruiz de la ceremonia y de sus adherencias se pueda entender, precisamente, de la práctica de la que él es testigo en el lugar donde habita. Se pueden ver, en lo que sigue, los detalles de la ceremonia tal como se representaba en Toledo en el siglo XVI, según el ceremonial de Rincón & Ruiz Alcoholado: Quando dixcren la quarta lcctión, tr:~cr.ín 2 la Sibila y entrarán con elb en el choro en esta manera: scr:í un clcrizón que tenga muy buena boz, vestido de mujer mui ricamente, al qual vcstir;l el cla ustrero qu'cs a su cargo y darle ande la obra por su trabajo un florín. Emrar:in en el charo por b puerta del charo del Deán: delante el pertiguero. luego yrán dos clcrizoncs de los grandes. en sobrcpellizcs, con !ICndas hachas de ~era :;a~c ndicL1s; y otros dos dcrizoncs grandes vestidos de ánjelcs con scndóls C!!paJas dcscnbaynadas que tengan ricas guami~io­ ne>, b punta hazia arriba: y luego la Sibila y el clau;trcro detrás. Y a'spa~io yr:in por jumo a las sillas baxas y pasarán por entre el F..~istor y las sillas y por entre el vaneo y el águila y por entre el fa~istor del choro del Ar~obispo y las sillas. Y -48- subir.in a la tribunica de la epístola y estar se an quedos hasta que sea ticnpo de dczirse, que será a la sexta le~ión. Comen~ada la sexta lectión, dir.ín el villan~ico, como en las otras. El qua! acabado, dir.í el que dize la leclión otras dos o tres cláusulas. entre las quales dirá: • Vcron t3mcn quit Sibl1:1 vatip"n3ndo etian de ipso c/amaveár in nuxlium prokr.unUS>. Y dir.í luego: •Die tu, Sibilco. Y callará. Enton~es comen~ará la Sibila, pue.ta en medio de los que representan los ánjeles, y dirá los versos siguientes. A cabo de cada uno dellos responderán de canto de órgano los cantores este choro: juyzio fUerte seri chdo y muy cruel de muerte. Enton~e. tocarán los ánjcles las espadas una con ou·J. Y sy ovicre mucha jente. subirán con la Sibila por el andor de las siUas altas por el horden dicho. Qu:mtos aquí soisjuntJdos roegohos por Dios verdadero que oyg:iis del dí• postrimero quando seremos juz¡pdos. R. juizio /Uerre seri dado y muy cruel de muerte. - 49- Del pdo de las 3/tur.JS u11 Rt:y vcmi perrlunblc en c.1mc ruuy csp;~nt<~blc ~ juz¡pr l3s cri3tuns. R . juizio /üerrc seri d1do y muy cruel de rnucrtt:. · Trompcras1"'~ y sone> tristes dirin del uro del rielo: R. juiz10 lüt·rre seri d1do y muy eme/ de muerre. Después de la Sibila, dmí el que lee la lecuon otras dos o <res cl.iusulas. Y acab•das. la Sybila se baxar.l y los que con ell• subieron se baxor.ln y soldr.ln del choro por el horden y por ellugor que entnron tnl. R. juino /ücrre seri rúdo y muy croe/ de muerre. Podemos volver ahora a las palabras de Toribio Ruiz en su proenúo antes resunúdo. Se percibe en ellas un cierto ambiente de cambios y de refonnas. Esa defensa de la utilidad del escrito o del impreso con la que Descubrir se h3n los pcc3dos sin que nmguno los h3ble; • l• pcn• pcrrlunble serin d3dos los da1i•dos. rmnuscrno de b HSA. la tnnK'npción n nufttn; b parte de b Siblla W.1t.a<b por M. G6mcz Mununé, El c~nto el~ ú Sibib, J, p:iit. 21. Por lo que se refiere a los dcrizone1 ¡Lcv.1nt.1bos, nwcrtos, del suelo: n:ribi~i5 según hezisres! R. Juino /üerre seri rúdo y muy cruel de n1ucnc. A la Virgen supliquemos que sea en csre lcrigio nu:dánc, con su Hijo. porque rodas nos u/vemos. 1261 Al nuJltrn se ind1ca: Y. .1• -50- (271Juan Rincón & Pedro 1\ui% Alcohobdo, c~ITII'IOIUJI deb Ut1CG1/p..U de To/Nio,ptittud.r del.t1 EJplñ31(1585). portando hachonn, stg\ln Fnnindcz VaUcjo en w.sconoci,bs Mc1TKXUS. no llenen npecl¡l sentido altg6rico, como sí cornporun los ángdrs con bs cspa<W. KgÚn Ru1z, y sólo Urven ¡nn chr luz a b np«Qcubr compañÍl de Sibib y Juicios (véue d texto en Miguel Ángel Pérrz Priego. rd., Tt~tro 11H!ÚicViJl, 2. ÜJtJI/~. 8arcelon.1: Critica, 1997, pj,g 222). VéaJ<, adcnús. R . B Donovan, Litvr¡l~CafDr.um, JÚS'· 39-45 y 47. Años mis urde, tr.u b reforma tridentiM de b lnurgi¡ y la dn~parición ck U. kctun de nuiunrs que rs la but de la ceremonia de la Sib1b,siguió rrprcstntindosc, pero despbucb al final del o(ICio de Laudn, como el Oflicium ¡»Jtorum, como señala Donov.1n, /oc. c1t. -51- temu na nos pemlite entrever, por un lado, la aculturación tipográfica; tras de la oferta de una convivencia entre lo oral-la Sibila camada en el templo- y lo escrito -el impreso-, hay una tensión que puede ser interpretada como indicio del cambio, incluso ert funciones litúrgicas, como, al cabo, son las que aquí se ventilan. Litúrgicas, pero también espirituales: un cierto afon de refom13 de las cosrumbtes y la evidente condición de nueva anna que el impreso estaba adquiriendo con las disputas religiosas dan a éste una función en momentos en los que la pastoral de refonna es especialmente acentuada. Basee recordar, por ejemplo, la generación de los obispos reformadores españoles, como Berna! Díaz de Luco, seguramente también el mismo Manrique de Lara al frente de Orense, y los esfuerzos de éstos por pulir al máximo las aristas que el tiempo había ido creando en la vida espiritual, en la liturgia o en cualquier otro ámbito que perteneciera a su cura, cura en la que apostaron casi más por la fuerza reproductora del impreso que por la de la pastoral colectiva y oral del sermón. La función de la literatura popular impresa debe considerarse, a este respecto, tan clara como efectiva 1281• La necesidad, así, de sac;u en biupio una Sibila, puliéndola de adherencias e interpolaciones, dorándola de contexto y de sentido con nuevos textos para su práctica, debemos considerarla como una actitud intennedia de reforma. Sin negarlas o condenarlas, como podrían hacer los más extremos, se pulen y afinan estas prácticas de acuerdo con los semidos antiguos y de autoridad Claro que todo ello según el buen entender de Toribio Ruiz y sin prestar demasiada atención a la ratio histoná que estará en la base de las críticas sopesadas del humanismo cristiano erasmiano y de sus mejores seguidores. Nos recuerda, más bien, las revisiones de los integrantes en las corrientes espin'wales afines del siglo XVI, que desveló Asensio. Y es que, aliado de condenas de prácticas litúrgicas de dudosa ortodoxia, como las misas -52 - -5.1- (28J No sólo por lo que se refiere a b litcr;uun del di<bctismo, como la lbnu uno de nuntro colcfZ;OU congrnistas, o a los géneros 'comporumcnales' -algunos u·audos por Nieves Baranda-, sino también en aspc-ctos que van mis alü, como cienas vús de la 't~logia' para pobrn, como dcmostnri en su tnis Eva Belén ÜrTo. de san Amador, ridtculizadas por Hevia, entre orros, umbtén por lo que se refiere a la ceremonia de la Stbtla y a su texto se produjeron mtentos de cambto o adaptación. He ahí, por ejemplo, la verstón que nos ofrece Cristóbal de CasriUejo, •en utu aldea, para cantar la noche de Navidad•, que añade a las coplas de una Stbtla remozada la secuencia del tradicional Ordo prophec:Jrom. No es excesivamente distinta la verstón de Castillejo de otras versiones conservadas, pero se advierte una cierta acentuación del fondo teológico, como más razonado 1291 • Ruiz irá mucho más allá, nada menos que propondr-.í una sustitución del texto normalmente cantado por el suyo propio, nuevo, una especie de Credo, como hemos dicho, que reduce a pavesas o suaviza al máximo todo el contenido escatOlógico y, sobre todo, apocaJ29J Rrmito al docum~nudo estudio de M•. Dolores Ueccui01 Lago, •Sobrt' EJI UJIJ ~kk~ ¡»n a11Ur ú noche dt' NJukbt/, de Cristóbal de Ca.stJUt'jo, y d dranu litúrgico mc<hev;ll•, en AtrJ(bJ. Esfud101 y t~xtos ckJicJc/os 3 Fnncuco ~z Estr.xb, MadnJ: UniVt'rsicbd Complutt'n~t, 1988, JÚKS· 33-56. Vé11l' d texto rn M. Gómcz M~.~nun(-, FJc:~uro tk ú S1hd... 1, p.il<'· 41-44, p;on b de Cutillejo; o<rn. proccdcnu:s de hbros litúrgicos de illóccsu, monntenos o convrnt<M dC' lm SI~ XV y XVI, figunn rn pí¡tS. 34-40. líptico de los textos tradicionales. Pero su tenimonio sobre la deturpación espectacular, espiritual y hasta textual de la ceremonia, y los disparates que, de hecho, podía incluir, nos aninu a explicamos también en témúnos refomtadores los cínúdos -o depurados, si se quiere- versos de Castillejo. Y quién sabe si estas refomtas encubren también pérdidas, pues que la mayoría de las versiones de la Sibila que hemos Ueg:tdo a conservar en casteUano son, realmeme, textos muy parecidos entre sí. De la lecrura de éstos, de las vers.iones de la parte más oriental de la Península incluso, se deriva una alta homogeneidad temática y fonnal. Esto va contra la dilérencia y la variedad de textos y ejecuciones de los que, al parecer, Ruiz era testigo en la España de su tiempo. Incluso, si nos apoyamos ahora exclusivamente en la métrica, vemos que prácticamente todas las versiones hispanas de la Sibila se estructuran en coplas de cuatro versos, con variación rinúca según los casos, seguidos del estribillo, como en la versión toledana más arriba transcrita. N o obstante, Ruiz afimu que va a componer su Sibila •en metro de cinco -54- -55- ver.;os, porque ansí caen con el tono de la que se canta•. Es dificil encor.>etar las coplas del nuestro en la melodia, por ejemplo, toledana. No se refiere a frase musical. ¿Nos invita esto a dar por perdidas otras ver.;iones en estrofas de cinco ver.;os en las que el quinto luciera las veces de vuelta, introduciendo la melodía del estribillo cantado por los Juicios. No encuentro textos parecidos entre los conservados, ni tampoco indicios de que pudieran haber e>ástido 1301 • No obsante esto, algún detalle más de nuestro BachiUer nos inquieta y nos obliga a preguntamos por las pérdidas. Verbigracia, nos entera también de que •en algunas partes y muchas ponen al poeta Vergilio, que antes o después de la Sibilla se quexa cómo está en el infierno penando•. Recordará, en efecto, la ceremonia más complicada, con los profetas. No obstante, un Virgilio lamentándose de estar en el infierno y tomando la palabra después de la Sibila, como dice Ruiz, no lo encontramos en las ver.;iones del Ordo prophcrarum exanunadas, en las que el poeta se linuta a decir sus ver.;os profetices de la égloga IV. Nos preguntamos si Ruiz no está documentando aquí una ver.;ión complementaria y particular de la Sibila, acompañada de Virgilio, desmembrado, así, de los otros profetas, para convertir.;e en per.>onajes de teatro. La cristianización del poeta clásico fue un hecho y, en las tradiciones relacionadas con él, pueden ver.>e algunas de estas facetas, como el lector comgrobará sin salir del viejo libro de Comparetti ' 1• Las •gracias, chistes, pullas y motes• con •patrañas• que denuncia son también una pista. No creo que se refiera al chirivari de la noche navideña, de los juegos pastoriles, una y otra vez denunciados en fuentes canónicas y espirituales; alude al texto de la Sibila. Entendemos la protesta de Ruiz y también su deseo de refonn a si exanunamos el aparato de algunas representaciones anteriores y coetáneas, en las que no sólo la Sibila es el per.;ona- lim :~/se~/~ (31 J Pan casos concretos, vense Guy Lobrichon, ·~int XIII, Darcdona: lmtitut d'E.nudis Caulans, 1935, pigs. 288302: Maricanncn Gómez Mununé, El C:Juto de/¡¡ Stbi!J, 11. Ut~Juii:J y l.hl~ilf"N. Madrid: Alpuerto, 1997. VirgiiC' auxei'Toi.s et les avat:r.rs de b IV' icloguc•. en Ucturn -56- -57- [30J H igini Anglñ, ú músi<.~ :J Ot~luuy:~ Mtdi~v;~/esd~ Virgtf~. Puis: École Fnn(:aisede Rome, 1985, págs. 375-393. je central, su aparición o papel es el acmé de la composición, sino que también tuvieron función litúrgica, al ser representadas en maitines de la noche de Navidad, justamente en el lugar y punto en el que correspondía celebrar el Ordo prophec;mun. Sin salir del espectáculo litúrgico, podríamos pe11S2r que la cosa venía de muy antiguo y no dejaría de tener razón Ruiz con respecto a la ligereza de la ceremonia; no será dílicil tmaginar los efectos cómicos o chocantes, si se quiere, de algunas situaciones y otros tamos personajes del Ordo propbcc;mun. Verbigracia, la misma Sibila debía de resultar en ocasiones un personaje excéntrico, excentricidad que, cuando se dtera, embobaría a los asistentes a los oficios. Solía, así, exteriorizar una cierta condición alucinada, de poseída; y es por eso por lo que, dentro del Ordo de Laon, debía aparecer cueste feminea, denpillara, edera coronara, illS2niente simillima•"21 , o que, en la complicada pieza navidet'ia incluida en el códice de los Carmina bur.ma, se adelantaba, ames de hablar, •gesuculose• e cinspiciendo Stelbm cum gesnt mobih• 1331 , actitud de arrebato adivinatorio que alguien ha calificado de crisis de hmeria. Algo de esro quiz.í tenga la sibila Cimeria reproducida en la página siguiente, según se representa en la obra de Barbieri luego citada, que nos ha prestado también las o tras tres que se incluyen en diversas panes de este librito. Más claramente cómica habría de ser la aparición de una verdadera asna parlante - ele clou de la procession des propheres•, al decir de Gusta ve Cohen 1"'L, como la que montaba (33( K. Young. Thd)r.mu, 11, pjg. 173. Pm b h...m. síbilin;a, OC'nis HüC', •U SibyUc au lhé.itrr•. rn MontquC' OouquC'C y Fr.tn(oi~ Mor.ud«, cds., ú Slh)'/1~. P.uol~ n rrpi'Ñt-utJtion, R.rnnn: PrtUrS Univrrsauirts, 2004, pig. 181. La sr~/bn,IUCunlmtntC', b de: los IN~. . (J.4) Alltho/op~dudnll~btul]liqu~n~Fr.mt',-.8uMoyro A!"'. p.,;.; L< <:m: 1955, pj~. 128: •pudO. Húr, •u Sibyllc au thé.icrc•, ~g. 179. M K dncribc: convoc-.:.ado d profru, •lhlum, omacus, ~icns supn Alimm, N~nscalca­ ria retu\t;U Ion ct nlcanbus pt"rcuciat Asinam. Et quiWm iuucnis habcn alas, teneos gbdium, obstct Alinc. Quicbm sub a.s.ina dicu: Cur me rom ~~.mhw n~nm JJ~ lt:JJtU.' t (K. Young, Thd)nnu,ll, póg. 159). El rpUodoo, orgún Lynrttr R. Muor, drvrndri crntnl ( Th< Oib/Jal Dr:mu oi'M<tlr<Y>I Euro~. C.unhridgc: Univcniry Prc-ss, 1995, p.Í¡.tJ. 8-4·- 85). (32) K.od Youn~. Th~ Dr.m., orth~ Mro~Y>I Churrh. Oxford; O.rrndon Prru, 1933, 11, pj~ 145; y ,.mboón rn R. Donov:an, LJtuq:H.<~I Dr.mu, ¡»¡t 177 -58- -.59- r Balaam -un profeta que no aparece expreso en la leca·o que da lugar a este espectácul o- en el Ordo propheurum de Rouen (s. XII), muy apropiadamente tirulado Ordo processionis asinoru111. Pudiéramos, incluso, pensar - fuera del •papel• ambiguo inherente a las raíces de un personaje sincrético como la sibila P>J_ en la ambigüedad, cómica incluso, del travestismo imprescindible en la ceremonia, si no fuera porque los públicos estarían habintados a que los papeles femeninos, en liturgia y en teatro, fueran desempeñados por hombres, adolescentes o niños. Con sólo tener en cuenta, sin embargo, las situaciones que se producen en piezas como el Auto de la sibila c~sandra de Gil Vicente o en la Farsa deljuego de las c~ñas de Diego Sánchez de Badaj oz, se entiende la sama impaciencia del bachiller T oribio Ruiz. En la noche de Navidad de hacia 1515 la reina doña Leonor y sus cortesanos asistieron a maitines (35) Véase, por rjernplo, Josiane Haffcn, Conrnbution J l'hudt'ck~SihyUt'mffliévJ!c. irudt'ctfflition duMs. B.N., F. Fr. 25-107 fol. J6d-172": L~ livrr: d~ Sibil~. Puís: Lo BcUn Lctues. 1984 (Auu;~/a Litténirt:J dt' J'Univc-rsiré dc 8~11(011, 296). págs. 49-50. SibyU¡¡ ChimtnJ o Chliru"chil (.:rpudBarbieri, SybiihiVm... Vilticiuñ, s.f.. fol. C 1rJ -61- en elmonasteno de Xobregas, y aUí disfrutaron sin duda de una ceremonia de la Sibila b1en pecul1ar, en la que el Ordo prophet:anun con sus profecías descansa sobre una estrucrura de simetrías y batles y con la espina dorsal de un argumento de niña que no quiere ser malcasada, la S1b1la Casandra, que, a sabiendas de que la Madre de Dios será virgen, rechau las pretensiones de matrimonio que le presenta Salomón y ouos pretendientes, en f..vor de los cuales habt.n sus cí;u, las sibilas Eritrea, Pérsica Y Cimeria, e intentan ayudar a convencerla otros profetaS que desfilaban en el Ordo. A pesar del esfuerzo de quienes se han empeñado en defender que la percepción de los espectadores había de ser en clave simbólica, se nos antoja dificil en una noche como é.sta que anduvieran los cortesanos para exégeSIS en vez de gozarse con risas, •patrañas•, •gracias, chistes, pullas y motes•, como puntualmente dice Ruiz. O, en todo caso, las dos cosas eran posibles. En la pieza citada de Sánchez de Badajoz, que por sus características parece tener el mismo uso que la de Vicente, preside la Sibila, como bs que subían a la trona en las iglesias de la -62 - época para cantar los versos del Juicio, y dirige la acción ella, como los voarores en los juegos litúrgicos antiguos, dando entrada a los profetaS en su orden. Pero no f..lta la contrapartida cómica, en este caso con elementos interpolados ajenos al argumento, muy directamente relacionados también con la función estructuradora del baile, que se encuentran en esta pieza y la de Vicente -¿restos de una constatada vitalidad litúrgica de la danza?IJ6!-; personajes, digo, de la tradición pastoril, que bailan y pueden cantar canciones de tono subidillo: «Esúuase la monja 1 en elmonesterio, 1 sus teticas blancas 1 de so el velo negro•. como reza la copla que tiene como pie el famoso •No me las enseñes más, 1 que me matarás• 1371 136) V(ang los apuncn induidos en mi Liturgi.l. ponÍJ y'"""~~~ ú Ethd Mt:dU. M•drid: Grwos. 2004. (37) Diego ~nchez de lbd.ajoz, R«t>piúcJón ~~~ m~rro {Xvtlú 1554). ~ Frido Weber de Ku .U~ Buenos Aires: Univ"'idad. 1968, pilt- 521. l..aJ varias línc;u mrrativu de b FJ.I'U fueron mtnprC'U~s como un preggio dd futuro auto u<nm<nbl (M•gud Án11<f Por.,. Priego. El f<>tro de D1'7?" Sinchn ck &cb.JOZ, Cic«es: Universidad <k Extrcnudun, 1982. p.óg. 112). w. -6.1- Ambas piezas nos presentan una sibila en la que se reconocen los varios estratos que la habían convertido a estas alturas en un complicado personaje, mucho más rico en facetas que van más allá de las propias de una profetisa cristianizada de los libros sibilinos. Es, por un lado, ahora una mujer hecha personaje de teatro cout coun; por el otro, fatídica y seductora mujer en la tradición folclórica y en la ficción medieval, incluso paródica; más allá de la función real, adquiere también la simbólica, al convertirse en trasunto de escritoras femeninas o en un renovado tipo filosófico 1381 • Los espectadores de Gil Vicente, además, vivían en una sociedad de creencias y prácticas escatológicas que eran, por la mayor parte, canalizadas por medio de redivivas sibilas espirituales, como, sin ir más lejos, las religiosas visionarias a las que acudía Cisneros y en cuyo poder profetico creía la mayoría. Gil Vicente sintetiza las variadas facetas de las sibilas convocando a cuatro de ellas en su peculiar Ordo prophetarum. Aunque no es extraña la aparición de varias Sibilas en el curso del Ordo -tal posibilidad sugiere Donovan como dificil para la Palencia del siglo X IV ya que eran cuatro o seis clérigos los ~u e cantaban alternantes los versos latinos 1' 1-, será, sobre todo, en piezas tardías italianas, donde las sibilas multipliquen su presencia en el teatro y puedan llegar a ocho o a doce alternando con otros tamos profetas 1"", Vicente, al convocar a tipos tan opuestos como la S3Iiosa niña Casandra y sus tías más respetables, está sintetizando una tradición cristiana y teatral, pero también el tipo sibilino de la ficción medieval 1" 1 y la respetabilidad del (39J Litul'f(IC.t~l Dr.mu, p.íg. 47 , y texto en pág. 188. f40) Como r«ucnb l. R. Muir. The Bibliál Dr:wu, plg. 86 y n. 13 • n plg. 218. f38J Remito sólo a la serie de anículos rec~dos en In acus del con¡trno de Macen u. llcana Ch ir3SSi Colombo & Tullio Seppilli,tds., SibilJ~t' hitjlll.:Jfi{tli oncobri. Mito, stori2. tr.1dizione, PW & Roma: lstituti Editorial i e Polignfici lntcmazionali, 1999; y, más recientcmeme, M. Bouquet & F. Morudec, Ws., ú Sibylle. f41) V~;j~. por ejemplo, d deulle de éstos en J. S. Révah, •L'Auto dt' !J sibylle Cls:mdrc de Gil Vicente•, His¡xmit: Rt'Vl~w. 27 (1959), 167-193; y Maria Rou Li<.b, •Pan b génesis dd Auto d~ ¡., sibJ1:J üundr.~t (1959), en Estudiru de Litentun lis¡»1iol.J y Com¡»r.uú, Buenos Aires: Eudeba, 1966, págs. 157-172. VéaSC' el texco y resumen de b varia intrrpretación en b edición de M. Dlder6n, Gil - 65- personaJe femenino. Las pos1bles coincidencias de Vicente y Sánchez de BadaJOZ muestran ese cruce de caminos y esa polivalente y ambigua caracterización de la Sibila 1' 21 ; si el primero no duda en convocar a un personaje risible como Casandra, el segundo no renuncia .al humor derivado de los personajes interpolados en la liturgia. Se mantenía, así y en ambos casos, uno de los valores más teatrales -el cómicode esa fiesta, de ese ludus litúrgico, cuya renovación pretendía nuestro Toribio Ruiz y que dio lug2r a la suspensión temporal de estas celebraciones en algunas catedrales después de Tremo, quizá hasta que el espírim nuevo pemtitiera aligerar de viulicbd teatral a esta V.crnk, TC'JtrocJ.std/;mo. Darcclon:.a Criuc:.a, 1996, csp«UI· rncmc p.i~. Xli·XUI. Espcr.unos el tnbotJO de uno de nuts· tros couwcsasus p:.a~ ver por fin publicado d fn.gmento que RodriRtJC:r·Mo•imod.oaconocc-ra AKmio (1956) (Pohkil y rr.Jidld n1 d c~1Kiouno ~lllJUUÚ.r tk b EMe/ Mcdu, M•dnd Gr<doo, 1970, 225) d< •<n•ón ap>ñoi.J do un> d< u cg¡ nuncKKtn con uru ~ucton ÜYndn de •fdoriosu n'KKtnndo, b ambigünbd C'O d ul<omprcnsible, m.h que c~cmo, fcnK'nino :a los ojos de sc¡t\ln qu~ ncritorn. tHn•. (42J Puede leerse con mucho prov«ho aún el mN.jo dC' Fridl Weber de Kurbt, •Gil VteC'ntc y Die-go ~nchez de lbwjoz. A propósuo del Auto dJ Sdl•l• C=ndrJ y d< Fm• dd)u<tiOtka•i~. F•lo/o¡:ú. 9 (1963). póp. 119-162. u -66- profetisa, danu pulida y muchacho travesado que era al tiempo la S1btla en las celebraciones de principios del siglo XVI. Pero, namralmente, el bachiUer del Barco no sólo escribe su librito para la refonna de la ceremonia, sino que la justifica con una exposición para el mejor conocimiento de las sibilas y de su sentido, reuniendo un abanico nús o menos completo de noticias. Por eUo podemos situar la Historia y propheáa de la Sibilla Erid1re;~ en la línea de las publicaciones que sobre la materia empiezan a menudear, tanto por interés anticuario cristiano, cuamo escatológico e, incluso, pictórico y musical. Es después de la mitad del siglo XVI cuando más tratados se encuentran, como los SybiDin;~ oncula de Opsopcrus, De sibylh's ct c;mninibus sibylhiu'sde Onofre Panvinio, entre otros 1' 31 • El tratado más dífundido acaso sea el de Filippo B2rbieri, Sybillm1111 de Christo v:uicini:t, que desde finales del siglo XV se publica haciendo cuerpo con orras obras afines, como ciertas (43J Vé.. IUC' bs apresuradas now de EnnY~nud Buron, •Oradn hununistes tl rumcun de b cour: Sylnii.Jrom duoJcx:im oncu/;~ de Je;¡¡n R.abc-1, Jc;¡¡n Dont ct Cbudc: Bincl•, m M. 8ouquct y F. Morad«, úSthyUc, p.igs. 241- 254. -67- concordancias entre santos Padres en materias teológicas y los centones virgilianos de Proba, que, como es sabido, podían servir también con finalidades acüvinatorias. No estoy totalmente seguro de que Ruiz no conociera a Darbieri, que, aunque incluye doce $ibilas en su lista y grabados, se limita a transcribir textos de san Agustín y Lactancia entre otros que sirven de referencia al nuestro, y sólo después incorpora la serie de doce sibilas con sus vaticinios y representación iconogr.ífica. La obra de Barbieri circuló en España desde su primera edición de 1481, como se aprecia en los apuntes de un escolar salmantino del famoso manuscrito cordobés y, quizá, en L3 Nacivitlld de nuestro Sal~r.~dorde Encina. Esta conexión salmantina, naturalmente, no debiera ser orillada al tratar de la obrita de un bachiller en artes por Salamanca, en donde estudiaria muy poco después de los primeros ecos españoles hoy conocidos del libro de Darbieri 1441• (44f P;~r.ala venbden función de los apu•uescordobcscs, su fut-ntc y rcbción con Encina, v~ne F. Ddg:~elo, •las prof<d.u <k s.bib• <n d m<. 80 <k b cotcdr.l <k Córdob> y los origc-nn d•d teatro nacioml•. RrvisCI ck FI/olo¡lÚ E.s¡xltioIJ. 67 (1987), pi~. 77-87. Ruiz, sin embargo de esto, se mueve por interés espiritual y escatológico, y apenas se percibe una conciencia de anticuario o de persona que haya saludado los studi:1 hum:~m"­ caas, aunque su bachillerato lo supong2mos en artes. No hace, en el fondo, más que acarrear materiales para abroquelar su propia versión del canto de la Sibila. Salvado esto, sin embargo, tiene cierto interés un librito como éste aunque sólo sea por seguir una línea ecütori~ que va a tener bastante éxito, e, incluso, a la vista de la difusión de detenninados oráculos sibilinos en el Renacinüento. Desde luego, no podemos ver el trabajito de Ruiz como un dechado de modernidad. Sus preocupaciones y fuentes están en la línea más tracücional de la Edad Media. No quiero aburrir con muchos detalles al respecto. En su afan de completar los datos sobre la Eritrea y sus oráculos, va más allá de los famosos veintisiete versos que figuran en el sem1ón de Quodvultdeus, e incorpora también la famosa serie pasional cuyo texto latino empieza: In m:1nus imqu<~s infidelium posce:1 uemec, que sí figura en compendios como el de Barbieri citado. Pero también añade al final - 68-69 - el largo oráculo que en su vers1ón latina comenzaba Exquin'tis me, o JUusaiSSJin~ turb~ D~n~um, cuya rareza realza y afirnu mnscnbirlo de un •anriquíssm10 hbro [... ) de mano escripto•. Es posible que así sea, y que además el texto estuviera originalmente en 'romance, porque se advierten opciones léx1cas dmmtas de las que Ruiz v1ene utilizando. Éste usufmcwaria una traducción del V:w'cinium SibiU:r En'dlll::r1' 51 , una de las obritas profeticas atribuidas de J oaquín de Fiore, de carácter fundamentalmeme político, que, a pesar de lo que dice Ruiz de no hallarse impresa, hacía tiempo que un espa1iol, Luis de Tovar, la había comentado y hecho 1mprimir en Siena (1508), con el tirulo Diuim reuebaoEryrlur~e S1byU.1e cwu COJJllllt>JJt.1n'is m quJ a bt"Uo Troiano, usque ad dit:m iudicü fimtr.l predixic, del que conocemos ejemplares en b1bliotecas españolas, uno en l• Provincial de Córdoba, según el CCPB. Y, en fin, tampoco podria quedar fuera de un libro como éste uno de los n!iJCJint:nu· sibilinos de más éxito, el del sue1'io de los nueve soles, resultado de la cristianización de los libros s1bilinos, del que Ruiz nos da un resumen al final, quizá resultado de un añadido de últinu hora 1"'1• Es poSible que fuera la cradíc1ón proferica medieval donde mejor se encontraba nuestro bachiller, al comextualizar su versión en fonna de credo del canto de la Sibila, un verdadero milagro de supervivencia, al cabo. I45J Vbsc ~.rjonc Rl'n~ Th~ /nOuNK~ ofProph«y m che IJr« A1Jddlc A,4'N. Oxfcml Univcmty Prns, 1969, pág1. 307-308, 519. las dm vcntonn fueron public;~Ws por O. Holdcr·E~r, •luhenJJchc Prophcucn des 13. J¡¡hrhundcru•, N euN An:hJV (/t.•r G~Usch~fi !Ur .1/t~" dcutJt ht· G«chuh>tJ.undr, 15 (1889), pl¡t' 155-17J & 328-335 (461 Entrt otns muchas c~s. vtasc", ~r;~ un nado <k b cuestión y noücW dt b t.llfu.sión curopc';,~, a );a ug;¡ de los cUsicos de Emst Sukur y P.J. Alcxandcr,J. H.-ffcn, Comn·bui.ÍOII ~ l'huJ~ J~ h Slh)'ll~ uu?di~v~l~. p.ittJ. 51 y si~ -70- -71- a EL IMPR.ESO vESTA EDICIPN Como otros impresos de Vasco Díaz Tanca, puede comprobarse la corrección textual de éste, en el que apenas se hallan errores, a pesar de los materiales verdaderamente penosos de los que el itinerante impresor parece estar valiéndose. Quizá, también, la escasez de tipos le Ueve a alternar los de los dos cuerpos básicos a lo largo del texto, que, además, parece ir componiéndose y ajustándose un poco al albur de la escritura, sin un cálculo previo. Se explica, así, que, por mamemos, se cambie en una núsnu secuencia textual un cuerpo por otro menor, de un párrafo a otro. Esto ocurre también en los casos de incorporación de glosa en la sección profetica de la sibila Eritrea, en donde primero se insertan las glosas a línea tirada en cuerpo menor entre los párrafos de los vaticinios, compuestos en cuerpo desproporcionadameme grande, y -72- luego, sm embargo, se opu por componer el texto a dos columnas dejando la de la izquierda en cuerpo menor para las glosas y la derecha para el texto de los vaticinios, ahora en cuerpo nonnal. Hemos utilizado este sistenu para toda la sección, enmendando la plana a nuestro componedor, no sabemos con qué autoridad. Como no era cuestión de alternar tamaños de texto, se ha opudo por imprimir en cursiva el texto de las varias series de vaticinios que figuran en el librito. Las nomtas de edición que aquí se han seguido son las núsmas del proyecto de edición del corpus de la poesía popular impresa del siglo XVI, en marcha y del que, en a~na medida, también esu edición depende 1' • En primer lugar, se ha prescindido de los amamemos o elementos tipográficos, a pesar de que es posible que puedan ser considerados útiles como elementos separadores u ordenadores del texto. Se desarrollan las pocas y convencionales abreviaturas que presenu este (471 Proycv:to d~ invn·r~e:..táón •Cultur..t popul..tryculwrJ IÍnprNJ · corpus, ffllcióu y Ntudio de ú bt~r.uun dC' ron.kl d~ kH si¡:los XVI y XVII• {OFF 20flJ..(}()()ffj. Cuú ,.,. kH nuC'mhros ckl N¡wpo yroúbondorrs. ~bnunc¡: SEMYR. 2003. pl"'. 8-9. -7.1- texto; el signo cironiano {z) se transcnbe siempre como c. Por lo que se refiere a los grupos aglomerados o contracciones, se respetan las de preposición de más pronombre personal o demostrauvo y adjetivo (del, d¿J, desre, dilqueUa, deDil, etc.), con 1.a úmca excepc1ón de !. contracción entre de y una fomu personal que reqmera la mayúscula micial (d'É/, d'Ésrc). La contracción de y de otras fonnas se transcribe con comilla simple {'), por ejemplo d'cncre. Se mantiene también la común aglomeración de que y el o ¿1, que se editará que/ o qu¿J; en cambio, todos los demás se separarán (qu'es, qu 'esre, etc.). En otros casos menos comunes, cuando en la aglomeraciÓn se produce pérdida, se miliza comilla simple. Se separan las palabras juntas, según el uso actual (no deü, sino de la), del mismo modo que las separadas se j untan, como los adverbios en -meme, que se suelen impnnur separadamente en prosa y verso o fom1as como t.m bien adverbio, que se transcriblr.í tiiJJbJbl. Por lo que se refiere al vocalismo, se opta por transcnb1r laJvocálica (i larga) como i; la u conson.íntica, por v, la v voc:ilica, por tr, la y gnega se manuene sólo en los casos en los que se usa actualmente o bien cuando, de fom1a extraordmaria, pretende dar idea de una transcnpc1ón del griego, aquí en una sola ocas1ón. Las consonantes dobles se respetan en posiciÓn mtervocllica en todos los casos, excepto -ss- y -rr- ante o después de consonante y -IT- en cualquier posición. Se respeta m o u ante consonante bilabial, tal como aparezca en el impreso. El uso de q se ha regulanz;~do en e en los casos de mera variante gr.ífica (qu;¡les > cuales, por ejemplo). Los errores que son indudablemente upográficos se corrigen e indican en noca final. Los grabados, que se reproducen en el texto, como se ha dicho más arriba, están tomados de una edición del libro de Barbicri, impresa en Venecia, por Bemardino Benali, a principios del siglo XVI, según el ejempl.1r que se conserva en una biblioteca privada de esta ciudad de Salamanca. -74- • 75- SIBILA ERITREA ta. HISTORIA Y PROPHETÍA DE LA SIBIlLA ERITHREA DE LA NOCHE DE LA NATIVIDAD, SACADA Y HORDENADA EN METRO Y PROSA POR El BACHIllER TORIVIO RUIZ, VEZINO DEl llARCO DE ÁVILA.IAhl S'h)"lúPt'I'SK'<~ lo~puJOubiC'rl, .\¡-bJ!I.uvm ''J(k'IIIU, Ji r. fol B~l UPROHEMIO P OR TODA la lgleia christiana o por la más parte deUa, principalmente en España, se acostumbra a cantar y canta la noche de la Natividad de Chrisco la Sibilla, y en unas partes de una forma y en otras de otra, de suerte que en cada lugar dizen lo que les aplaze y agrada; algunos, gracias, chistes, pullas y motes; y, aun lo peor, eregías a la buelca, sin dezir ni cocar en un punto en cosa que de Dios la Sibilla hablasse ni dixese. De modo que ni los que la canun ni oyen canur nada gustan ni entienden con el sentido interior -81- más de contentar los OJOS con la vista extenor de ver aquella muger con dos Juizios y sus espadas. Y en esto también caen los doctos como los por el contrario, porque en casos tales la gente discreta sigue la vía popular. Pues yo, esto viendo, acordé con mi poco saber ordenar y componer y sacar esta SibiUa en blanco, no por ser yo mis docto que otro, pero por más curioso. De lo cual, si no me engailo, se siguirán tres cosas. La primera, que se pom.í la verdad quién y cuántas sibillas fueron "t. qué de Dios prophetizaron, esto saca- 1""'1 do de autores griegos y launas, anuguos y modemos, sanctas y genúlicos. La segunda que, collegtdas las palabras de cada una destas stbillas, sacaré en limpio los catorze artículos de nuestra fe, los cuales irán compuestos en metro de cinco versos, porque ansí caen con el tono de la que se canta. La tercera cosa será que, allende de la oír en el templo cantar, cada uno la podrá tener en su casa, donde, no perdido, poco spacto de tiempo gaste desta suerte. Plaziendo a Dios, irá sacada como dicho tengo; y por que el prólogo no exceda a la obra, hago aquí fin, y la Sibtlla es ésta. 1""' 1 -81- ant Augustín, en la sexta leción de los maitines de la sacrosancta noche de la Natividad de Christo habla y alega la Sibilla, para provar no solamente con los prophetas hebreos el nacimiento de Dios, pero aún con los poetas gentílicos, entre los cuales atrae y alega a la Sibilla, la cual de Dios y su nacinúento y muerte y pasión, resurreción y ascensión y juirio claramente habló. Elnúsmo sant Augustín escrive en el libro XVIII De civiuce De1; en el capitulo XX111 1'1, cómo esta SibiUa que de Dios más habló. prophetizó y dixo se llamó Erithrea o, según algunos, Cumana. Y ésta dize haver prophetizado cosas S liJ!kcmwdkl, XVIII, 2J. -8.1- altas y grandes de Dtos, la cual floresció y btvió reinando Ezechías o, por mejor dezir, Oseas en los judíos y Rómulo en los romanos; otros que esu Sibtlla no en los uempos de Rómulo, sino que en uempo de la guerra · troyana prophetizó. Como quiera que sea, desta Sibilla pone san Augustín, como dicho tengo, en el mesmo capítulo, XXVII versos, de los cuales en griego de cada uno tomando la primera letra resultan estas palabras: jesus 1""1 Chnsros Theos Yos Socher, que unto qmere dezir como 'jesu Christo de Dios hijo Salvador'. Pero aun destas palabras griegas cinco, yesus, chnsros, cheos, yos, socher, las pri.meras letras de cada dicción tomando la suya JUntadas, suena ictis, que es tanto como pece, por el cual figuradamente se entiende Christo, el cual ansí como el pece anda bivo en la profundidad del agua, ansí Dtos anduvo en la profundidad deste mundo, que fue nuestra humanidad, vesudo sin peccado. Aliende desto, estos sobredichos versos son XXVII, como pnmero dtxe, en el número de los cuales la Sanctíssima Tnnidad se representa, porque tres vezes tres hazen nueve y tres -84- vezes nueve hazen XXVII, de modo que van de tres en tres, por cuyo número la Tnmdad se entiende. Y porque estos versos por sam Augustín son puestos en el Breviario en la sexu lección, acordé ponerlos aquí en limpio romance, porque más havrá de dos, como acontece, que los vean y lean, pero los versos no los vean a ellos, que quiero dezir que no los entiendan. E los versos son éstos: ¡IA.Jvl La seli~l deljuizio seri que la a e= sud:mí Silngno. Del c1elo 1111 rey vendri, que ser.í siempre jamás; Conviene a Silber, en c~me par:~' juzgar al mundo; Adonde verin a Dios los incrédulos y fieles. El cual vemá sobenno en la fin del mtmdo con 13 corte celestial. Con las almas los cuerpos vendrin par:1 d'ÉJ serjuzgados; Y esto cuando el mundo estuviere mis en pecado. -85- los hombres luego bs scawJs uuágmes, pinwras e n'qucz~s del codo dexar.ín. las a"crns, ;ucn;~s e olas de/mar ispero fi1ego quemad. Baxar.i al inficmo, cuyils puercas quebrant-JrJ; E dc ~Jlí a codos los SJnccos conSJgo SJcari. Por el concran'o los malos ser.íu quenl.ldos. CadJ cual cn el Juizio él mcsmo sus males secretos chri; E Dios J1JS1mcsmo codos los males a luz S:JC.Ini. Havr.í csconccs grnn Doro, codos dc ccmor cembl1rin. El sol con esto jumamemc scri escurescido, Y lalunil no se veri, mils iJJltcs paresccra~ muy escura. los montes sicndo .JbiJxados, los Danos se subirán. Emre los hombres no havri mayor ni mcnor, todos serin iguales. Campos y momcs y mar scr.i una coY codo. -86- los clcmcntos ccssando, la a"erra pcresccr.f. E, :msí, los nulos scrin del codo quemados. Del ciclo una homble crompct;, vendr.í con grnn sonido. Enconccs codo el mundo d.1ri gr:JJJdcs gcnudos. liJ a"erra s1cndo ab1erta, mosmri por dencro el infiemo. Ancc este Señor vendrán los reyes y señores, los gr.mdes y menores. Baxari del ciclo 1111 li1ego y un río de piedrJ aplfie. IM•I Estos son los XXVII versos que sam AugusIÍn trae; e ansimesmo los pone el Ar>obispo de Florencia en la Tercera pJrte histon'af. en el tímlo III, en el capítulo 1111, § xiiiJ 121• Destas mesnw S•blllas habla en versos latinos el Baptista mantuano en sus Parchenicas 131 • E 12] M~.s c:octunentc, tn b primen pane, título 111, c.ap IX, pirnfo XIIIJ f31 Concrcurtlt'ntc, tn d hbro 111 de bs P.Jrthcmc.r de G10vanni D.anisu S~¡:.noh. cmpcz;mdo con d vcno• T~mpo­ rJ qu:z: u.JIN qu.r pr:rck\'t"rt" ~)'hiii:t... que rn b hennow ~hción que ten¡..oo :.a nuno de Uoloni01: Uenedetto f.¡elli, - 87 - verá bien cuanto dellas se dize quien leyere en un libro moderno, el cual hizo un cavallero sevillano, y se intitula Silva de varialectionc1' 1• Pero vistos estos versos ya puestos, quien bien los mirare hallará que en ellos realmente se encierran los quatorze arúculos de la fe, los cuales es mejor se canten en la tal noche, en la cual el Autor dellos nasció, que no, como suelen, pullas y patrañas. Los cuales en breves metros y coplas yo porné, siendo cada copla de cinco versos, porque ansí cae con el tono de la que se suele cantar. Pero primero será bueno ver tres cosas. La primera cuántas sibillas fueron y en qué tiempos; la segunda qué es lo que particulannente cada una de Dios prophetizó; la tercera quién sea ésta que más de Christo dixo en su prophecía. Y para esto es de saber que Lactancio Firntiano, en aquel libro que de las lnstiwcioncs ' divinas compuso, el cual de Dios al emperador Constantino dize estas palabras en el primero libro en el capítulo sexto, diziendo ansí: •Marco Varrón, uno de los más doctos que en griegos ni latinos nunca hovo ni bivió, en los libros De las cosas divinas, los cuales a Cayo César, -que es Julio César-, siendo pontífice máximo, dedicó, de los quinze varones hablando, los libros sibillinos dize no aver sido de una sibilla sola, pero que se llamaron sibillinos porque todas las mugeres que profetizaron se llamaron sibillas, porque denunciavan los consejos de Dios. Sios, donde este IM•I nombre 'sibilla' se compone en la lengua eólica, una de las griegas, 'dios' quiere dezir; y boyh"a, 'consiliwn'. Ansí que en buen romance sibilla suena ' consejo de Dios'• 1' 1• Dize más, que las sibillas fueron por número X, las cuales todas cuenta por los autores que de cada una hablaron. La primera dize que fue de los persas, de Persia, de la cual haze mención un autor llamado Nicanor, el cual escrivió de las cosas de Alexandro Magno. La 11 dize que fue llamada Líbica y que fue de Libia. Y desea haze mención un autor llamado Eurípides en un libro o prólogo que de su obra llamada Lamia escrivió. 1S02, se h;alla en fol. clxxxii. (4J Pedro Mexía, Si/v;¡ de vJn~ l«ciÓn, ed. Antonio Castro. Modrid: C:itcdr.o, 1990. 11. pá¡¡;s. 256-272. [SJ Lacuncio, !mtirutionN dJUiu.r, I. VI, 7-12, de donde proccde umbi~n lo que sigue sobre c:ub un.:~ de l.:n sibil:u. -88- -89- La 111 se llamó Délplllca. Dem habla Cnsippo en aquel hbro que De divuwcióu compuso. La 1111 se llamó Cumea, en !taha. Desta hablan Nevio, en los L1bros de !.1 guetr.J dí' ClrGigo, y Pisón en sus Añales. La v se llamó Enrhrea, la cual Apollodoro enthreo ilize e affinna que fue de su ciudad. Ésta prophenzó a los gnegos cuando 1van a Troya que Troya avía de perecer y que Homero avía d'escrivir lllCiltJras. La sexta fue Sammia, de la ínsula Samo. Desta s•b•lla cscrive Erathóstenes en los Antiguos a1iafes de Jos Sauu'os. La Vil se llamó Cumana, de Cumas, y, según algunos quieren, Amolthea. Otros ruzen que se llamó Heróph1le o Demóph•lc. Como quiera que sea, ésta traxo al rey Tarquino Prisco, quimo rey de los romanos, nueve libros y por ellos le pid1ó ccc ph1lipos, que c:mto moman como ducados de oro, pero el Rey menospreció la grandeza del precio y de la locura desea muger. Pero ella delante del Rey los tres quemó, y por los se1s restantes el mesmo precio pidió. Mucho mis el Rey se espantó que, los tres de nuevo quemados, en S1h}"IIJ CumJn.J ).1puJU.uhicn. -~)h11ltrom. .. ,..,u,·JmJ, s f . fol C\rl - 91- el mesmo precio perseverasse. Finalmente, 1"-"1 según algunos autores, ella quemó los otros rres y el nusmo precio p1dió. Deseo movido el Rey, los restantes por los rrezientos philipos compró. l:.J octava fue Helesponcíaca, de Elesponto, en el campo troyano, nascida en un barrio Marineso llanud?, cerca de un lugar que se llama Girgibur. Esta dize Heráchdes pómico que fue en tiempo del philósopho Solón y del rey de los persas C.ro. La nona fue Frigia; ésta prophetizó en Amhicira. La X se llamó Albumea, en Tibunhe. Ésta en T iburte se adorava como diosa y en un piélago se halló la starua désra, que un libro en la mano tenía. Desra Si billa tiburtina escrive el coronicario Bergomerue 161 que, como el senado y pueblo romano ordenasse divinos cultos dar y por dios adorar a César Augusto, el mismo Augusto César la mandó llamar y le pidió consejo (61 Gi.acomo Filippo ForC'Sti, Supp/t'JJ~IItum r:hromc~* ruur, ten~tQ en cuenu b venión cutelbru, que u~ngo a nuno, Suuu ele tocÚ5 /Js crónic;u dt:l mundo, Valencia: Jorge Costllb, 1510, (ols. 18)v.J84r, donde se rnunK b leyenda dd Aro~t·c-b -92- que si consentiría ser adorado e si orro mayor que él havía de nascer; y ella, después de rres días de ayuno, que le respondió. Aunque no paresce ésu ha ver sido la Tiburtina, porque yo pienso que no llegó a los tiempos de César Augusto, sino que mucho antes murió. Cualquiera que sea, ella estando con Augusto César, después de le ha ver dicho cienos versos, el cielo de repente se abrió e una gran luz vino sobre ellos. E a un punto César juntamente con la Sib.Ua vio una donzeUa en un altar en el círculo del sol,la cual donzella tenía un niño en los bra~os. IASvl Ni más ni menos oyeron una boz, que dixo: •Éste es el airar del Hijo de D1os•. Lo cual Augusto César desde su cámara viendo e oyendo, puesto por tierra, adoró a D10s. E de allí adelante recusó ser adorado. En el cual lugar en Roma por memoria después se edificó un templo de Sancta Maria de Araceli, el cual templo agora es de la orden del seráphico padre sam Francisco. Esto mesmo aun cuenu Paulo Orosio en el libro sexto. Desras sibillas los versos todos que hay, sacando los de la Cumea, cuyos libros los romanos encubren ni se pueden ver, sacando - 9.1- por los XV varones, e de cada una sibilla ay su hbro, e porque sibilhnos se mcitulan piensan ser de una, e a la verdad no se puede claramente a cada una dar el suyo, porque están todos confusos, sacando los de la sibilla Erithrea, que en sus versos su nombre puso, diziendo de sí mesma que nasció en Bab1lonia. Todas estas arriba contadas, ansí unas como otras, un solo Dios verdadero predican, mayomteme Emhrea, que entre todas es la más noble. Por que Fenestella, amor muy diligente, de los XV varones, que eran ciertos sacerdotes diputados y se1ialados por los romanos, y éstos vían los libros siblllinos cuando algo en la república se recrescía, pues [d)éstos hablando, dize que, reed16cado el capitolio, Cayo 1 1 "'" propuso en el senado que embaxadores a Erithrea embiassen, los cuales los versos de la si billa bien buscados a Roma traxessen. E ansí fueron embiados Publio Gabmio y Marco Otatilio y Lucio Valerio, los cuales a Roma craxeron cerca de mil versos, en los cuales versos y en los de las otras s1blllas muchas cosas de Dios están. E porque Lactancio Finniano los pone en diversas partes de su obra, yo acordé de po- nerlos todos aquí juntos para que clarameme se vea cómo en los que están puestos atrás y en los que se dirán cómo las s1b1llas toda la vida de Christo dixeron, y son éstos 171 : - 94- -95- En !ilS milnos de infieles vendr.i Dios y d;u/c han boli:adas con manos sacrílegas, y con suzia boa en su car.J cscopir:ín. Él dilri sus S3nli1s espilfdJs pan ser arotildo; y, bofetadas mfi-icndo, oll.7ri; y después seri coron:~do. Por manjar le dilrin hiel,· y p;m1 su sed, vinagre. En lugar de hospcd;u/c, codo csco le hilrin; y lil mi1lV3da gente i1 su Dios no conosció, mas después le coronó y dio/e a bcvcr hiel y vinagre. (7J Son los venas que fi¡otUnn en alll\JnOS de los ~utorcs ciudos y. por supuesto, rn los Syi>JI/Jrumtlc Clmsto v:Jfll'IIÚJ de Barbu~ri (VenrcU: lknurdmo Dcrulio,s. (, (ol u~n. E:v), que cmpacun: •/11 uuuusmiquu m/Xklium poste~ u~m~i'. U comcidcnci..a con un AntOmno n, aquí, evidente: •lnKnt ctum U cunti us opcn suo qued;am de Chnsto vaticmu Sibillc, quantvis non uprinut cuius, sed cti.1111 sip;tlb tim posuat E~ arbatn1us sum coniuncu essc potlcnlb umqu.1m unum lit proltxum• (loe. cu.) El velo del templo se qucbr.mur.í, y en mecho del día scr.í muy tcnebroS:J noche en espacio de eres hons; y este Dios morirá, en tres días tomando suerio. Enrone<: de los infiemos vcndr.í ;¡ b luz :~lc¡pi:J, y Él scr.í el pnncipio de 1:~ rcsurrr:ca"ón. 1"'"'1 E las coplas son éstaS: ú grm s1b1U:J Erichrea, en quien Dios gracia infimdió, destc Rey que oy se dese[ a] que a los hombres nja y ve:~, :~questo propheazó. JUIZIOS Esto todo cuanto he dicho he sacado deseos autores nombrados. Agora pomé la Sibilla brevemente con mis • versos trobados, tomando todo aquello que la s•billa Eritrea principalmente, como arriba vimos, dixo, y también algunas cosas de las otns. Será también que, comprehendiendo los XIIII artículos de nuestra fe cathólica, aprovechará y no traerá fastidio. E por no ser demasiado, hago en esto fin, solamente amonestando que mire el que lo leyere lo de atrás bien mirado, para que, vistas nuestras coplas, verá cómo van sacadas al propio, y desta suerte cantar se ha de aquí adelante en aquella Noche que fue principio de nuestra reparación, a lo menos la verdad, y no estarán confusos los que lo oyeren o vie- El que al mundo juzgará de una virgen nascerá. Baxará Dios desd'el cielo con poder :~lto y proFundo :1 rom:~r c:~mc en el suelo, por a todos dar consuclo y n:mcdio a todo clmundo. JUIZIOS. El que al mundo juzgar.> de una virgen nascerá. (A 7' 1 Virgen lc conccbir:í sin sinúemc de varón, y virgcn lc pan"r:í; ren, con1o antes estavan. -%- -97- por los hombres tom~r.i muy cruel muerte y passión. El que al mundo [juzgará de una virgen nascer.í ]. Muerto resuCJár.i con poder muy senpitemo y ~1 binbo banr.i, do los S3nCtOS S3Cilr.f qu 'esaViln en el mliemo. El que al mundo [juzgar.í de una virgen nascerá ). Ansí ~1 cielo sobir.i, llevando criunpho cauro, con el Padre se asencar.i, de :zllí al mundo embiar.i t:1 ~leo Espíriw Sancro. El que al mundo [juzgará de una virgen nascerá ]. E después h~ de baxar aqueste Rey etemal -98- ~ todo el mundo juzgar; vemi cierto y sin 6lar con /;¡ corte ct:lesa"al. El que al mundo [juzgar.í de una virgen nascer.í ). Aqueste día venido que ~ todos :1 dejuzg;¡r, todo cuanto es oy n~CJdo de füego ser.i COJJUGO, con la a"err.J uxb y m:u. El que al mundo [juzgará de una virgen nascer.í ). Allí a todos Uamarin por vía justa y perfi:cta, los hombres rehilarán cuaJJdo la boz oir.in de /:J muy fiera trompeta. El que al mundo [juzgará de una virgen nascerá ). Allí h~n de parecer -99- Jos muertos y Jos biVJenres; no rem:ín do se esconder, do juzg;¡das m de ser las buenas y malas gentes. El que al mundo [juzgará de una virgen nascerá J. Ante Dios vem:ín los reyes con su poder y rr:Ji1ado, dar:ín cuenr;¡ de las grcyes, de buenas y malas leyes que en e/ reino an govemado. El que al mundo [juzgará de una virgen nascerá J. Allí de dar cuenGJ a vemos al Señor de los señores de Jos males que tenemos, iguales todos seremos, gr.mdes, chicos y menores. El que al mundo [juzgará de una virgen nascerá J. IA7'1 - ¡()()_ Los justos g;¡I:Jrdonados ser:ín del Rey eremal e de su gloria doccados; JJJ;JS los miJos condenados p:u:t la pena infernal El que al mundo [juzgará de una virgen nascerá J. llllí los buenos havr:ín eterna/ VJ.da y memoria cuando aqueUiJ boz 01r:ín: •¡ Venid, hijos, daros han en el cielo erema gloria!•. El que al mundo [juzgará de una virgen nasceráJ . Los malos ser:í al revés, ;JJí p;¡g;¡r:ín sus males, .Jlí dezir les veréis: •¡Id, m.Jditos, ;¡rrferéis en las penas infernales!•. El que al mundo [juzgará de una virgen nascerá J. -10/- Agora será bueno ver dos cosas. La primera, en qué uempo se come n~ó a cantar esta Sibilla la primera vez e adónde; y qué s1gnifica seri la segunda. Cuanto a lo primero, la primera vez se comen~ó a cantar y se cantó en R oma por mandado del Papa, y de aí fue divulgada por la YgleSJa christiana. La razón porque más se canta e n la Natividad que en otra fiesta algtma es porque esta Si billa pro- IA&I phetizó principalmente de los dos advenunientos de Jhesú Christo. E porque tal noche como en la N atividad se complió su prophecia, viniendo Dios a ~ lvar el linage humano, por tanto se canta. E para también amonesur a los que b. oyen que, ansí como en el primer adveninúento vino a redemir los peccadores e a salv~r, ansí en el segundo, que será el día deljuizio, los vendrá a juzgar. Va vestida como muger porque lo fue e de muger tal noche como aquella procedió nuestro bien. Van dos que llamanjuizios con dos espadas, dando a entender que Aquél que nasció por el resate del pec~do el día deljuiz10 vemá muy justiciero, a los buenos núsericord1oso y para los malos muy airado. R esta agora ~ber por qué en algunas partes y muchas ponen al poeu Vergilio, que antes o después de la Sibilla se quexa cómo está en el infierno penando. E para esto es de nour que, según arriba vimos, tres embaxadores, scilicet Publio Gabm10 e Marcho Ourilio e Lucio Valerio, según contó ' Lacuncio F~r­ núano, fueron a Erithrea IM•I embiados para que uaxessen los versos desta Sibilla. Y estos enbaxado res de Erithrea uaxeron a Roma cerca de mil versos y posiéronlos en la librería romana, los cuales después Marco Varrón -102- - /a.J- Pues esr;~ noche es parida /3 Virgr:n de gnn memori:~, roguemos que ;¡}Hijo p/(b nos dé en este mundo vicb y en el or:ro erem:~ glona. Amén. El que ~ 1 mundo juzgará de una virgen nascerá. enmendó en tiempo de Julio César y corregió. E como en aquellos tiempos poco después floresciesse el poeu Virgilio, que fue en tiempo de Augusto César, entrando un día en la librería halló estos versos de la Sibilla; y como leyó que avria una nueva generación de baxar del ciclo, y la virgen y hedad de oro avía de vemr, entendiéndolo al revés lo que de Dios dicho esuva, atribuyólo a Marcelo, hijo adocavo de Augusto César, el cual era hijo de su hennana Ocuvia, y Agusto César tomole por hijo adotJvo, del cual el mismo Vergilio en el sexto libro de su Encida, al fin, cuenu. Otros dizen que lo arribuyó a un hijo de Asinio Polión, cónsul, llamado Salonino, del cual este mismo poeta habla y escrive en sus Bucólic:Js, en la cuarta égloga, la cual en latín com.ien~a: •Si c~h"des muse paulo maiora canamuS». E por esta IA.,t razón ponen al Vergilio con la Sibilla quexándose que está en el infierno porque, lo que por la Sibilla de Dios dicho estava entendiendo al contrario, lo atribuyó a los hombres, y esta es la razón. Y nadie afinne que ésta que se canta es la s1billa Cumea, como he oído dezir, puesto caso que el mismo Vergilio díga en la sobredi-104- 1 cha égloga •uldma Cumei venit i:m/ c;mnims t:taS», porque, según Lacuncio Fimúano y san Agustín y el Ar~obispo de Aorencia y otros autores arriba ciudos, la que más cbrameme de Jesu C hristo habló fue la Erithrea, porque los versos de las otras no se pueden conoscer cúyos sean dlstinumeme, sacando los desta Enthrca, que en su verso su nombre propio puso. E porque lo que arriba vimos que Lactanc1o Firrn.iano dezía que esu sibilla prophetizó a los griegos que a Troya ivan que avía Troya de perescer y H omero escrivir mentiras, pienso que escas palabras y prophecía pocos la havrán visto, porque, no estando impressa, no puede aver andado por muchas manos. IA"'I E por tamo he acordado de la poner aquí para los que la quisieren ver, e con ella pondré la prophetía de la sibilla que fue hija de Manasses, rey de lherusalén, lo uno y lo otro de un anriquíssimo libro sacado, de mano escripto. Cuanto a lo primero, es de saber que los griegos, cuando ivan a Troya, fueron a esta sibilla Erithrea a preguntarle en fonna de oráculo el fin de la guerra y ella les respondió ansí: -105- Pregunt:íisme, gnegos, que los :~comeci­ miemos Vllt:Stros os cuente y dig:¡, y qué es Jo que ha de acomescer :1 los hijos e descendientes de úumedome y qué le :~contescer:í :.1 cavaDero Ene:~s. H:~véis ido ;¡ Delphos e a Apolo, e agon venís a L/11:1 donzeD:~. -¿No veis que busc:iis cosas v:~n:~s si11 socorro de dios? Pero yo con su ayuda y e11 él co11fiando, os respo11do a lo pregum:~do desQ m:~11en: 1• '"'l Obn de gr:m mb:Jjo y sudor come11pis, gn'egos, ubed, y de S:JflF, has(;J que diez pies {:1} medJdos pilssen. Luego 1//ios perescer:í, y el premio y preu bolver:í desQ guerr:J al c:~v.1llero Acrida [bj llamado. Precederá pniuero derr:unamieflto de mucha S:IflF sli1 comp:~nción, y enmli1aciófl de los gnegos, porque e11 mb~jo !Jr.lnde os veréis h:JStil que el desseo y el enojo de la - /06- (•( Po• loo dia piN n'IC1~ndc kM dtn :años que Tro)':l duró :antn qucwcon~. (b( Est• Arrid.J fu• A¡t;amcnón, porque ~1 y Mcn:abo fueron hi· jos de Atrro. do11zeff¡¡ se :~ma11se e11 Ei- (e( f»• Eit HIN fu• Achillcs, d cu.JI. por· cides {ej. quC' Aft31llt'nón IC' coAl fi11, lhos y el Troy;¡- mó :a Bructs, su :am1¡t;a, 110 pereced e su gloria por no g.hcndo ;a b ¡ttaC'havú de puce de estonce, e Homero, poec1 m, fucn cn los ¡.tnC'fCOJ vuestro, escrivir;í me11dns. gran muerte, h:asu Ser:í tmtonce la Úma de que, y¡ apbc1do por Ag;uncnón y por b vosotros, los griegos, muy mucnc de P;atroclo, su derr:~mad:J con muy gr:m cuiUdo, uJió. 1" 1'"'1 /Orc¡¡/eZiJ. H:JStil que después del Dio11eo {dj Cilpi- ldJ DIOil~ C'Jplt.iJI H Ene:as, porquc n: hiJO t:ín pilSSen enteros doziefl- de b V cnus. a b cu.1l lbnun Dionc, porquc tos pies. ús reh'qui:JS fe} de los su madre se lbmó .1rui Lm doz.icntos p•n 100 troy;¡nos después hedJ/ic¡¡- los a.los que en Alhl r:ífl u11a ciucbd e deDos b Long:a se reinó, lo~ cuaJ fund6 Julo, hijo ve11dri quien la hedJlique de Eneas. e11 buena coflstellaciófl; ser:í De11:1 de /erigíos; cres- fe] ÚJ "liquiu Es:co cer:í poco :1 poco h:~s(;J d.ize por R6mulo y Remo, quC" a Roma que ViiY:J 1110Str:lfldo que rdifiaron a XXI de sus !Uerr:JS h:111 de comb:J- abril, entre ocho y dr ilf nnmdo todo. E las nueve. Tarchontio, mathemicico. dm: manos dest:J ciudJd teme- que. reinando Mt'rc.:ur:íri los gn'egos homble- rio m d Scorp1ón y el sol en Thauro y La lumeflte. - 107- Esto sed hasta que d Cabrón temble {/) se lcv:mte y ha¡p temor y reSLiel/e en Asia con esp:mto. Cuyo Rey con doze pit:S se d1Sdnguid. E sus días :mconit.1 {g} acabadn. El cerro {hj dt:Ste Rey se dividid después de él muerto en XII cabt:~as pn"ncipales, las cuales, unas a otr:ls comiéndose, no quedarán sino diez, e aun éscas :1 penas. M.u la ciudad de Eneas señoread :1 los griegos después y les demandará tributo. Senar.i la lndía su podu y m:mdo désca y los pigneos [1j muy pequelios de cuerpo. Domad esta ciudad a los bretones e :~lem:mes, e así :1 los españoles. - /08- n~ ~n Labn, Ronu fue hcdifica<h. 1"'"1 (ij Ene que U.nu lrciis, KilicC"t cJbróu, fue Aknndro M:aitfW, y por el vicio K lbm6 cabrón, rl cual al mundo venció. E uní le lbm6 D:.~n&d en b V visión, porque no mis de XII años n:mó. e monó de XXXIII años e un mn hd Acomltum ts pon1.1 cu~ Y'zo• cbr Antip.uro ;a Alcnn- (OIÜ, dro, con que morió. (h( El aprro dozc porque, muerto Alcun· dre, su remo st davidtó en XII pc:rsonu, y dñ- w apc:nu qu~n !Uno cuatro, como cuC"nU Justino en ti libro 111 y D:avid en sw visionn. (1) Estos pi¡...,,t:OS son de dos codos en alto; ~km con bs fUUIIas y h.uu istos d1zc que vcnc:cr.in los ronuno), y su f.-.nu 1r.Í desde.- Los de la 1sla Cholcos y los getas obt:dt:Scerán :1 ésta, con los ethíopes. 1"''•1 El Indo le [j} dad piedras preciosas, e ansí los de Media y de Persia e Arabia le obt:descer.in. Ansí que los griegos a esta gnn ciudad ser.in sujetos. De la cual después dos leones {k} en Emachía pe/e.1r.in e uno bramará, el otro couu"do. E deseo vendrá el PacíSeo{!}, que con liviano y manso bramido al mundo en paz pondrá y pcdírá tributo. En/os dempos {m} deste Pacífico, el Cordero celesdal del ciclo b;o{3rá a la a·emJ. En la úlaina edad {nj humillar se ha D1os; hu- - 109 - ontntt ~ pomcntc y mcridión y Ktentrión. UJ Esto se tnuende que Wri tnbuco. {k) los /rouN futron Jutlio Céur y Pompeo. que tn los nmpos dt Pturuh~ ~lt~­ ron y Porupcio fue vencido. (1( 8« es Ocuvi•no. que al mundo pu.so en pu y echó en d mundo el tnbuto, como dizc gnt Lucu. fml Porque X.XX..X:II años pcrio a los dd mt- déstc nnció Dios en lktlén. (n) Últinu Nbd u~nu cuando 01os rusctó. nu1l<~r se h<~ 1<~ gener.~ción divina. Ajunti1r se ha a la humanid.?d 1.1 divinidad Estará en el heno el fi1] Dixo c/onu/1.1 por h V1rgc-n Marú, nurs. Cordero y con oflicio de tra Stoñon.· donzeU;¡ fñj seri cn~do (oJ Porque siendo <k Dios y hombre. 1"'""1 XXXI años dl~ó kM Este Cordero, teniendo :ap6s:toln, aui qur por XXXI pies foj. tomari pi1r.J los pies se- rnticndrn sÍ XII dedos, e 11no déstos Jos a•ios de Chrino, y por los dedos los d1.scÍ· seri di3blo fpf pulos. Este Cordero no en cuchiUo ni con gue/Til ven- (pJ Y d dubio que daxo fueJud... ceri ;~l mundo, sino con anzuelo de pcsc;~dor fqj y (ql EJ ~nzur/o cnurncon pobreza sobrepujar.í dc por b pilibr.a de los apóstolos, que por l.1s nquez;¡s, menosprcc1~r.í 1:! mundo sonó. Éstot la sobervia, de muerte son IOJ 1111 cV)n~dn­ propn~ resucit;Jri frj ;¡ los UJ, quC' los pan un con alu•. hombres muertos; y Él, como Íl1ere muerto, biviri frJ Resu.K'ILirmu~os. por Uuro e otros y reir1.1ri. muchos. Destc Cordero dar.ín tesaiuonio cuacro amina- - 110- les a/;Jdos, y sembr.~rin su ley im:preheruible. Contr:l este Cordero se levmtari una bestia [sj 1•1 &u ix>11• hom"ble, cuyo bramido Anlichmto. por d mundo se OJri y blaskmari del tcst;Jmenro de Dios. es d Los reyes y señores se verin en gr:m sudor en estos tiempos. 1"'2>1 Verán a la postre dos estrcUas muy claras, que contr:~dizirá11 ;¡ 1<~ besa~. denunciando d nombre del Cordero y ley. Pero cuando y¡¡ el mundo se ;~part<~re del Cordero y del coiTiliy se mea"ere en ilbonu"nacioncs y pccc<~dos, vemá luego el examen de todos. Señales en los elementos serin: parcscerá el :Jire amanDo, otras vezes negro, otr:ls verde y ispero. La luna se encontr:~ri con el sol y li1s escrelüs serin sangn"entas y la tie= sudará Silngre. Por los l11garcs li1entes de sangre m.m.1rin. Unas gemcs se lcv.marán contra otras; tcrrt:motos y hambre. El füego ;~rdcr.í más - 111- rezio que acoswmbro. El mar le vaneará immdación sobre los 1110/ICCS. ús li1entes se sec~r.in; y 1~ mar, hinchando, desbaratará Jos hedificios. Los ~nimales har.in ~11 sentimiento y l~s a ves, 111udando el camo, brom~r.in. · ú cierr:J se abrir.i.,Por cue= pro/ünd~ y espantables y el vapor que ~ldr:í Uegar.i hastiJ el cielo. Entre los hombres ~vrán ~dulcerios li10nues e honu'cidios y males. El sol~ menudo padescer.i echpsi y, ;u-diendo ásperamente, abrasará paree de !J derr:J. El río Eulñm:s se secará y el monte Hema en Cicilia se abn'r.í en dos parees. Del ~bismo un espantable sonido vendr.i; el mar sobirá hasta /;Js estrellas. Los peces jumos darán gr:mdes gemidos. (A '"'1 ú m.1yor parte de los animales morirán, otros se ~brasarán, las a ves no podr:ín volar. LJ luna se bolveri ne~; baxará li1ego del cielo terrible; no avní más c/;m'cbd del sol ni lun:J. Ni ~vr.i mas demJ ni habitación, maldad m peccado. Agor:~, según deximos, ser:í bueno ver de la Ott:l sibi112, hija del rey Manassés, porque pensamos que pocos lo avr:ín leído. E lo que - 112- - 11.1- Vemá del ciclo sonido de 1111.1 trompeta homblc Um1~ndo ~codos ~ljuizio. E juntarse h~ el ámiu~ con el cuerpo, pan que en uno junumence rescib:J glori~ o pena. AUí jumos vemán los reyes y vedn al Cordero en su trono. No ~vr.i dJkrena~ del pobre ni el rico. Pero ~vrá ex~men de los pec:Jdos. AUíparescerán los males e pena, temor y espanto; allí codos rembl~r.in. Dd~nce del Cordero esrndn uuenos e /üego, y~ su derecha bendJ'ción, y :J la m:JnO smies= procederá};¡ maldJción. Ansí que juzgar.i ~ buenos y J malos; para los buenos St!r.i glori:~, e para Jos m~los pena perdunble•. Esto es lo que la sibiUa Erithrea respondió a los griegos: de lo cual eUos espanudos, se fueron éstos que a pregunur lo vimeron par:~ el re•l, contando todo lo que aví•n oído. se puede o pudo hallar dell2 es esto que se sigue. IAI"-1 Primero, quiero contar cómo esta sibila fuesse. Y es de saber que en el tiempo que Ro1112 fue hedificad:l, el pueblo israelínco habita va en la tierra de pronússión e havian ya passado LXXIIII años que Dios los avía librado de la captivid:ld de Egipto y poder de Pharaón. De aí vinieron los juezes en Judea; y h2Sta que vinieron los reyes desde la liberación de Egipto, passaron CCCXXIX ai\os; y cuando vino a reinar en Judea Achaz, eran CCCLXXIII años. E a este Achaz sucedió Ezechí:IS, el cual fue muy buen rey. Empero al tiempo que Rómulo reinava en Roma, en Jerusalén remó Ose:IS. Y en este tiempo, según diximos, la sibilla Eritrea prophetizó. Si billa se llama en griego; en hebreo, vates; y en !aún. propheta. Ansí que esta sibilla, hija de Manassés, fue cerca de la edad quinta de David. E dízesse haver sido el nascimiento désta dacho y denunciado a su madre antes que la concibiesse. Bivaó ce años, todo el ríempo de su vida guardando castidad. Después detemúnó ir a predicar cosas de prophetía por todo el amando. Y primero vino a Asia. de aí a Galile2 y a Macedonia y a Panfilia, Capadocia y Ponto, 2 Cilicia y Egipto y tod:l tierra de Ethiopía, a la parte oriental. Después vino en ocidente, en Galizia, Francia, Bretaña y, finalmente, en tod:l España predicó; fue de aí a Cecilia IAI4•I e África, y, finalmente, gran parte del mundo. De espíritu de prophecía llena, denunciava a los buenos cosas buen:IS y a los malos al contrario. En este ríempo aconteció que ciertos varones honrados de Roma del senado cada uno por sí vieron en una noche nueve soles en el cielo por sueños y estos soles eran de diversas figuras. El primero, muy resplandeciente; elll era algún tanto más de mayor claridad; el 111 era de color de sangre; elllll era más colorado y más sanguinolento que no el tercero; el V era tenebroso y escuro; el VI tenía unos ramos ardientes; el VIl era muy espant:~ble y terrible; el VIII era de claridad muy lucida; el IX era escuro, sólo un rayo pequeño de claridad tenía. Pues como en Roma la fama desta donzella se dixesse y la exposición e interpretación de los soles no se supiesse, fue necessario buscarla y traerla a Roma. IAI4•I Como la Sibilla des- -/U- - 115- pués desto en R oma viniese, todos los nobles romanos se espantaron mucho de su hermosura, porque sus cabellos resplandecían como oro, largos hasta posar en tierra, sus ojos grandes, las cejas negras, la cara y pescue~o blanco y colorado como la sangre y la nieve, sus palabras dulces más que la miel. Después ya preguntada qué serían o demostrarían aquellos soles, respondió estas palabras, en el monte Aventino estando: <El pn1ner sol resplandecieme sinilica la pámen generación, en la cual los hombres füeron amadores de verdad y li1eron sinples. El segundo sol de mayor claádad denota la segunda generación, donde los hombres irán más cresciendo y augmencándose. El tercero sol de color de sangre es t ercera generación, en la cual se lev:mtará una geme contran"a•. Y desta manera fue esta sibilla contando hasta que llegó al noveno, diziendo que cada uno denotava su generación y lo que en ella avía de acontescer. Pero lo que aquí haze al caso saber es que, cuando llegó al cuarto sol, dixo: •Este sol cuarto, que em m.is colorado y sangn"ento, es la cuarr.1 generación, en la cual Jos hombres serán perversos y malos. E levwtarse a en este a·empo una IIJ'!fP7 Damada María de la parte oáental, dff.)Jn:lje de David, ~será siempre.. vi~,.. -{/Sta; por la ortja conceAIS<I birá y 7"11rá un hijo, por nombre jesús. Éste en un madero quitará y depomá la ley de los judíos y om de nuevo levantará. Sobrt; la a"err:J voz del cielo a Él vendr.i, que diga: 'Este es nu" hijo amado, en el cual yo me agradé'. Y Éste para sí escogerá varones pescadores de Gah"lea y dezirles ha: 'Id, y b docm·na mía que de núheis recebido p or todo el mundo la dad, y sujetadme las naciones, por rodas serenra y dos lenguas'•. Desto se maravillaron aquellos nobles romanos, pero ella procedió para adelante, diziendo: •Semrjame Éste será a su Padre; después se Jevmrará entre las gentes y no l13r.í salvos sino a Jos que le creyeren. Aquéste predicará en de= de los hebreos. Gmn propheu será llamado; muchos niños le loarán. Aquí en Roma reinará en esre a"empo Augusro, Oct:lvio llamado. Éste al mundo ha de poner en p.1z, y a síle sujetará, sus procónsules enbiando por !.1 redondez del mundo. Tras esre sucederá - 116- - 117- otro, 7iheno Uam11do, que, procónsules enhi:mdo, uuo 11 Judea embiar.f, Pi/Jto ser.í su nombft, el cu:.l con judíos y genálicos con muerte :.m:.r¡p 11que/ Cordero m:Jl;¡r.f en 1~ cruz; y en su cara t:Scopirán, burl:íudose d'ÉJ los SU/JUIJOS JAI5vf SJcerdotes. Y clmesmo jesús destmir.f !:JS puertils del in fiemo, :Ji tercero día resucic;¡r.f. Después de XL días sobirá al cielo p:.ra su P,l(ire, Siendo del linagc hummo redemptor. Y después embi:lrá :1/ Espín"w S:Jncto :. los suyos. Enronce se revei:Jr.f el Antichnsto U:J111ado y se :.senGlr.f en/11 c:.SJ del Señor en jerus:Uem, e11Señando todo Jn:J1 Pero, aquéste reinando, dos v:1rones parescer.fn, Helí:JS y Henoch, y vem:ín :. denunciar /11 vem"cb de Señor y pilra mostrar :.quéste ser lillso. Y entonce será persecución cuill nuncil se vio, y será muerto el Antcclmsto con la virtud del Se1ior, porque illlSÍscn"to esti: 'Con el spín"w de su bocil el m:.lo perecerá;· y t:Sto en clmome 0/iveto. Cuyo cuerpo luego los gusanos comerán y dé/ vendr:í gr.m hedor. Y los que en Dios confiaron para Él se bolverán. Después del ciclo vendr.i :1 juzg;¡r :.1 mundo por li.Jego. Y ninguno sabe aquest~ ora ni mes ni día•. - J/8- Hasu aquí habló la s1billa hija del rey Manasés. Agon ser2 justo, por que nacb falte, poner las quinze señales, porque es cosa mur. común. Y para esto en la Histon"a seo- fA .., l:ístic:J leemos en el capírulo cxu 181 donde san Jerónimo cuenu que halló en los Añ:.les de los judíos -puesto caso que es historia apócripha- sei\ales xv, las cuales an de venir XV días ame del Juizio. Pero si estos días an de ser arreo o no. no lo díze. El primero día levamansse el mar sobre los montes cuarema codos y estará alto como muro. El 11 día tamo baxar2, que apenas se pueda ver. El 111, las bestias de la mar, asomando a lo alto, d2r2n bnnudos. Elllll día arderá el mar y agua. El V las yervas y árboles echarán sudor de sangre. El VI caerán los hedificios. El Vil las piedr.is unas con otns se quebnmar2n. El VIII hazer se ha general terremoto. El IX igualarse ha la tierra toda. El x saldrán los hombres de las cuevas y andarán como locos; no se podrán unos a otros hablar. J8J Pt'truJ Comcstor, HmorU schohJtiCJ, m ~viln~!JJ, np. CXLI, de- '-londt umbié-n toma b int~tpl't'tJtJO nomims íin01l. - 119- El XI levant4rse an los huessos de los muertos y estarán sobre las sepulturas. El XII caerán las estrellas. El XIII día moririn los bivos para resuscit4r con los muertos. El X IIII día arderi el cielo y la úerra. El xv día hazer se a el cielo nuevo y úerra nueva y resuscicarin todos. Y este juiz10 a de ser en el valle de Josafat .uph.u'humildad dejuizio' quiere dezir--. 1 '"'1 -¡,o- EsTO lt EMOS ESCRIPTO POR DoS COSAS: LA PR.lM.DlA, NO POR MÁS SABIO QUE OTRO, SINO POR NO ESTAR OCIOSO Y PORQUE OTROS MÁS DOCTOS NO CURAN DELLO, Y PORQUE ESTA OBRA SE CAI"rrA EN MUCHAS PMTES; LA SE- GUNDA, PORQUE OESTA SACROSANCTA NOCIIE DU NASCIMlENTOOEjESÚCHRISTOSOMOS UN POCO, AUNQUE PECCADOR.fS, DEVOTOS. HtMOSNOS MOVIDO A LO SACAR A LUZ POR El. .lEI O DE D IOS Y POR MOSTRAR LA VERDAD Y SACARLA A LUZ, DE LO CUAl DE DIOS SPlR.AMOS GLORIA POR SIEMPRE. AMÍN. fUI. IMPR.ESS.A EN ÜRENSE . ANO M.D.XXXXIIIJ. - /20- - 121- J NO fAS TEXTUALES lotpara) pun 11"4 puC"Kc-ri) pcrncni lol mstJtuc10nn) msucucw>nn '" rruJJilUi M COntÓ) CC'ntO "un~ Un WAr.no K' tute- d<> un e-rror por rC"pciKIÓn dC' b nusnu vonl con dos ¡u;~fi;u thscmus. p<"ro prdiC'ro rnJKUr b fornu tld On~tJnJI por si ;~c.uo. " 1 &u ¡dOQ se lrC" tr.u de b s•KU•C"ntc. -122-