el camino hacia la perfeccion

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Conferencia General Abril 1989
EL CAMINO HACIA LA PERFECCION
por el elder Royden G. Derrick
del Primer Quórum de los Setenta
"Jesús nos mostró la senda con la sencillez que reflejan las Bienaventuranzas."
En octubre de 1833, el profeta José Smith recibió una revelación en la que el
Señor le dijo: '' . . . levantaré para mi un pueblo puro que me servirá en justicia" (D. y
17. 100:16). El Señor se estaba refiriendo a nuestros antepasados pioneros y también
a los miembros de la Iglesia de la actualidad. En vista de que ese pasaje de las
Escrituras indirectamente pone sobre nuestros hombros la responsabilidad de ser
dignos, quisiera hablaros hoy del camino que podemos tomar para alcanzar la
perfección, el cual no sólo se aplica a esta vida sino también a la venidera.
Hace dos semanas recibí una carta muy interesante de un miembro de la Iglesia
que se crió en un país que se encuentra en el Himalaya, al sur de Asia. En ella decía:
"Me crié en una familia de la aristocracia hindú en la que se me enseñó a trabajar sin
esperar recompensa. Y yo pensaba, '¿por qué trabajar si no hay ninguna
recompensa? ¿Estoy siguiendo el camino correcto?' No estaba conforme con la
filosofía politeísta y panteísta, y quería saber la verdad y cual era la senda correcta. "
También me decía el que había encontrado la verdad y la senda correcta por medio
de los misioneros mormones en Seúl, Corea. Me dio su testimonio con tanta energía
sobre la divinidad de Jesucristo que me hizo emocionar.
Me intrigó lo que me decía sobre la necesidad de que haya una recompensa. El
Señor nos ha prometido la resurrección y la inmortalidad, pero estas no son
recompensas, porque una recompensa es algo que se da a cambio de un servicio o de
algo que se haya logrado.
La resurrección es la unión del cuerpo y del espíritu. Y debido a que Jesus
resucitó, todas las personas que hayan nacido en este mundo también van a
resucitar, quieran o no. Cuando una persona resucita, también recibe la inmortalidad,
que es vivir para siempre en ese estado resucitado. Por lo tanto, todas las personas
que hayan nacido en esta tierra recibirán la inmortalidad no importa cual haya sido
su comportamiento en esta vida. Por lo tanto, la resurrección y la inmortalidad son lo
mismo. No son una recompensa sino un don, porque no se dan a cambio de un
servicio ni de algo que se haya logrado y se merezca. Este don proviene del Señor
gracias a su sacrificio expiatorio.
Sin embargo, las Escrituras nos enseñan que si se nos ha dado una promesa, que
hay una recompensa por el servicio que rendimos y por lo que logramos. La
recompensa es la exaltación en el Reino Celestial de Dios. La exaltación es el mas alto
de los grados de gloria del Reino Celestial, el que a su vez es el mas alto de los tres
reinos en la esfera de la inmortalidad. La exaltación se obtiene cuando se acepta a
Jesucristo y que Él es el Hijo de Dios y se siguen sus preceptos.
Conferencia General Abril 1989
Jesus nos mostró la senda con la sencillez que reflejan las Bienaventuranzas, las
que nos han llegado como un eco a través de los siglos y las que seguirán haciendo
eco en los siglos venideros: ''Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos
es el reino de los cielos" (Mateo 5:3). Cuando repitió el Sermón del Monte a la gente
de la antigua América lo dijo un poco diferente: " . . . bienaventurados los pobres de
espíritu que vienen a mí, porque de ellos es el reino de los cielos" (3 Nefi 12:3). Las
palabras que agregó nos ayudan a entender mejor el pasaje. El Señor dijo que estaba
enojado contra los habitantes de la tierra porque "No buscan al Señor para
establecer su justicia, antes todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la
imagen de su propio Dios'' (D. y C. 1:16). Las Bienaventuranzas son pasos que
podemos dar para acercarnos a Cristo.
El primer paso para acercarse a Cristo debe ser el tener un corazón quebrantado
y un espíritu contrito, lo cual da por resultado el vencer el orgullo y el someterse a la
voluntad de Él.
El segundo paso: '' Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación" (Mateo 5:4). El apóstol Pablo dijo que "la tristeza que es según Dios", o
sea, el remordimiento que sentimos por nuestros pecados, es esencial para el
progreso espiritual.
El tercer paso: " Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por
heredad" (Mateo 5:5). Una persona "mansa" soporta el sufrimiento con paciencia y
sin guardar rencor. Esta es una virtud importante que debemos tener para estar
preparados para entrar en el reino celestial, el cual estará situado en la tierra cuando
esta se vuelva celestial.
El cuarto paso: " Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque
ellos serán saciados" (Mateo 5:6)*. Las Escrituras de la antigua América agregan: " . . .
serán llenos del Espíritu Santo" (3 Nefi 12:6).
Un joven fue a hablar con Sócrates para pedirle que fuera su maestro y le
enseñara lo que sabia. Sócrates llevó al joven a la orilla del mar y le metió la cabeza
debajo del agua hasta casi ahogarlo. El joven luchó desesperadamente para poder
respirar y, ya libre, le exigió una explicación. El gran Sócrates respondió: "Cuando
quieras aprender con tantas ansias como querías respirar, podré enseñarte lo que
quieras saber". Para entender el Evangelio de Jesucristo debemos tener primero un
gran deseo de aprender y la voluntad de estudiarlo.
El quinto paso: " Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran
misericordia" (Mateo 5:7). La misericordia es la compasión que se le da a alguien que
nos ha ofendido. Esta virtud se obtiene como resultado de vivir el evangelio.
El sexto paso: Cuando somos misericordiosos con los demás, logramos alcanzar la
pureza de corazón. El Salvador dijo: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque
ellos verán a Dios" (Mateo 5:8). La palabra "ver" tiene muchos significados y uno de
ellos es "entender". Cuando tenemos pureza de corazón, podemos comprender
mejor a Dios y, al entenderlo mejor, llegamos a conocerlo. Nuestro Salvador dijo,
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dirigiéndose a su Padre: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3).
El séptimo paso: Una vez que tengamos pureza de corazón recibiremos paz en la
mente y paz en el corazón. Nuestro Salvador continuó diciendo: "Bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9). Una vez que
tengamos paz interior vestiremos "toda la armadura de Dios" y podremos soportar
mucho mejor la persecución.
El octavo paso: "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
"Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan
toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
"Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros." (Mateo 5: 10-12.)
El Salvador terminó su Sermón animándonos a ser perfectos como nuestro Padre
Celestial. A pesar de que estos pasos se siguen unos a otros en un orden lógico,
debemos esforzarnos siempre por perfeccionarnos en cada una de estas virtudes.
También, siempre debemos ayudar a otros a mejorarse. En la Iglesia no debe existir
el desprecio de unos por otros, porque cada uno de nosotros esta tratando de
progresar. Todos debemos ayudarnos unos a otros a salir a salvo de las orillas rocosas
por las que nuestro barco tiene que navegar.
En nuestro estado imperfecto, muchas veces pecamos. El Señor nos ha dicho que
si nos arrepentimos de verdad Él nos perdonará. El arrepentimiento requiere que
reconozcamos que tenemos imperfecciones, que sintamos remordimiento por haber
pecado, que reparemos el daño si fuera posible y resolvamos no volver a cometer la
transgresión.
Es importante que tomemos con regularidad la Santa Cena puesto que cuando lo
hacemos con un arrepentimiento sincero, renovamos nuestros convenios
bautismales, el Señor nos perdona y volvemos a empezar. Este es un proceso
maravilloso y misericordioso que nos permite progresar.
Cuando tomamos la Santa Cena, testificamos a Dios que estamos dispuestos a
tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo (D. y C. 20:77). ¿Y que quiere decir
eso?
El Salvador le dijo a Pedro: "ven, sígueme" (Mateo 4:19; Marcos 1:17), y Pedro
siguió sus pasos por tres años. Fue a donde fue Jesus. Hizo lo que Jesus le pidió. Y
después el Salvador le dijo a Pedro y a sus otros Apóstoles:
"En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomare a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también
estéis." (Juan 14:2-3.)
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Y ¿adónde fue Jesús? A la presencia de su Padre. Pero antes de hacerlo fue a otro
lugar. Fue al Huerto de Getsemaní. Y aunque nosotros no tenemos que pasar por lo
mismo que Él pasó, tenemos que estar dispuestos a hacerlo. Y para probar que
estamos dispuestos, debemos pasar por nuestras pruebas y aflicciones y permanecer
fieles.
El Señor dijo: "Los de mi pueblo deben ser probados en todas las cosas, a fin de
que estén preparados para recibir la gloria que tengo para ellos, si, la gloria de Sión, y
el que no aguanta el castigo, no es digno de mi reino" (D. y C. 136:31).
Al final del Sermón del Monte, en la Tierra Santa, el Salvador dijo: " Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que esta en los cielos es perfecto" (Mateo
5:48). Pero cuando repitió el Sermón del Monte a la gente de la antigua América,
dijo: ''Por tanto, quisiera que fueseis perfectos aun como yo, o como vuestro Padre
que esta en los cielos es perfecto" (3 Nefi 12:48; cursiva agregada).
Algo importante ocurrió después que dio este sermón a la gente de la Tierra
Santa y antes que lo repitiera a la gente de la América antigua. Ese algo fue su
experiencia en Getsemaní en la que bebió la amarga copa y no desmayó. Nosotros
también debemos procurar ser perfectos, soportar nuestros problemas y
sufrimientos y mantenernos fieles hasta el fin sin desmayar.
Mi amigo del Himalaya tendrá sus pruebas y dificultades cuando regrese a su
tierra natal a dar a conocer este importante mensaje a su gente de que Jesucristo es
nuestro Redentor, nuestro Salvador y nuestro ejemplo, y que Él los guiara por el
camino correcto que lleva a la exaltación; que hay una recompensa, pero que debe
merecerse, y que esta recompensa es indescriptiblemente gloriosa. Él saboreó la
recompensa cuando le preguntó al Señor "¿Es verdad?" y el Espíritu Santo le testificó
que si lo era.
Os testifico que este evangelio restaurado al que nosotros nos dedicamos es
verdadero y es el camino correcto que tiene como destino una recompensa eterna y
gloriosa. En el nombre de Jesucristo. Amen.
*"Justicia" en este pasaje significa "rectitud" o "bondad".
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