Consentimiento informado en dolor

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EDITORIAL
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Rev. Soc. Esp. Dolor
9: Supl. II, 1-2, 2003
Consentimiento informado en dolor
L
as Unidades de Dolor practican cada vez con más frecuencia técnicas invasivas,
potencialmente lesivas en aquellos pacientes en los que los tratamientos convencionales fundamentalmente por vía oral no son efectivos. Además, estos pacientes, habitualmente están debilitados por enfermedades crónicas y por ello las posibilidades de que se produzcan reacciones adversas más o menos graves son frecuentes.
En este sentido, y adaptándonos a la Ley General de Sanidad, es muy importante, por
no decir esencial, que todos los pacientes que vayan a ser sometidos a una técnica invasiva, ya sea una simple infiltración epidural o una técnica neurolítica, o de implante de
estimulación o bomba, reciban en tiempo y forma toda la información necesaria y plasmen en un documento rubricado con su firma la aceptación de dicha técnica.
No son infrecuentes en nuestro país las sentencias judiciales en las cuales los médicos son condenados al reconocer los jueces que la información suministrada no reunía
los requisitos mínimos administrables y tras la intervención, del tipo que fuera, se había
producido algún daño físico. Esto muchas veces sucede incluso cuando se ha conseguido parte del éxito médico que se pretendía.
En el tratamiento del dolor, en muchas ocasiones, las técnicas pueden provocar efectos secundarios graves y en otras ser totalmente ineficaces, muchas veces debido no sólo a problemas diagnósticos sino a la misma progresión de la enfermedad.
La ausencia de consentimiento informado puede erigirse como criterio de imputación
de la responsabilidad, para ello, es condición sine qua non que se acredite algún daño o
que se materialice algún riesgo de los que el paciente no fue debidamente informado
pues de lo contrario, no hay sustrato indemnizable alguno como se recoge en una sentencia reciente de la Audiencia Provincial de Asturias.
En efecto, basta con que se produzca un daño, aún con pericia y técnica médica adecuadas, para que surja la obligación de indemnizar, si no ha mediado el consentimiento
informado, por cuanto es el propio riesgo típico, una vez materializado el que, en
puridad, debe ser considerado como daño.
Por otra parte, existen también sentencias condenatorias porque el consentimiento informado no se había firmado con suficiente antelación, ya que el paciente rubricó el documento en las puertas del quirófano.
En mi opinión, no se trata de que el médico esté rodeado de testigos mientras describe su actividad asistencial, para que puedan acreditar, en un hipotético proceso judicial,
que el paciente entendió y firmó el consentimiento informado. Tampoco se trata de que
se imponga al médico la diabólica prueba de acreditar que informó al paciente. Creo
que el facultativo debe tratar de entender que debe respetarse la presencia de dos requisitos integrados en el consentimiento: la información previa (de contenido ético) y su
plasmación por escrito (de raíz legal). El primero se cumple si, en un contexto adecuado
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L. M. TORRES
Rev. Soc. Esp. del Dolor, Vol. 10, Supl. II, Septiembre 2003
entre médico y paciente, se informa adecuadamente pero para lo segundo, es preciso
un documento de consentimiento informado adecuadamente firmado. Debe señalarse
que el consentimiento informado se está considerando cada vez más como un acto
clínico, que exige una intensificación del deber de informar y cuya omisión puede
tener consecuencias legales.
La Sala Civil del Tribunal Supremo, ya ha recordado que “la obligación de advertir previamente al paciente de los riesgos de las intervenciones quirúrgicas, de los
riesgos que se presentarían en caso de no realizarlas y de las posibles alteranativas
terapéuticas, así como obtener el consentimiento del interesado tras una información
objetiva, veraz, completa y asequible resultaba una práctica usual”, incluso antes de
la Ley Genral de Sanidad.
En la opinión de muchos expertos, con las que coincido, el camino más seguro es
un consentimiento libre e informado y éstas son las dos armas probatorias que darán
al facultativo total indemnidad en un juicio.
En este sentido, la Sociedad Española del Dolor publica en este número modelos de
consentimientos informados aceptados por la misma, para la mayoría de las intervenciones que se pueden realizar en una Unidad de Dolor, estos modelos han sido realizados en la Sociedad Madrileña del Dolor con la inestimable colaboración de los Dres.
Insausti, Vicente-Fatela, Perucho y González-Escalada, a los cuales la Sociedad Española del Dolor les reconoce su aportación.
Deseamos que este número de la Revista sea útil para todos los médicos que trabajan en el dolor y contribuya a aumentar la seguridad de nuestros pacientes y a evitar problemas de tipo legal.
L.M. Torres
Jefe de Servicio de Anestesia del Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz
Director de la Revista de la Sociedad Española del Dolor
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