BIBLIOGRAFIA FANLO LORAS, Antonio., Las Confederaciones Hidrográficas y otras Administraciones hidráulicas (Prólogo de Sebastián MARTÍN-RETORTILLO), Ed. Civitas, Madrid, 1996, 386 pgs. I. Señalar a estas alturas el papel principal que en la vigente Ley de aguas tienen los Organismos de cuenca –bajo el nombre de Confederaciones Hidrográficas en aquellas cuencas que exceden el ámbito territorial de una Comunidad Autónoma– parece algo absolutamente innecesario. No obstante, para comprobar la afirmación anterior, basta acudir al art. 21 de la Ley de Aguas, donde se señalan las funciones que competen a dichos Organismos de cuenca; éstas fundamentalmente se resumen en la elaboración del Plan Hidrológico de cuenca, su seguimiento y revisión; la administración y control del dominio público hidráulico y la realización de obras hidráulicas. Si atendemos a estas consideraciones podemos afirmar que la figura a la que el profesor FANLO dedica su última obra, Las Confederaciones Hidrográficas y otras Administraciones Hidráulicas, tiene un papel absolutamente básico dentro del Derecho de aguas. Si a la circunstancia que acabamos de señalar unimos el hecho de que la obra que comentamos se lleva a cabo a través de un «tratamiento metodológicamente modélico», en palabras del profesor Sebastián MARTÍN-RETORTILLO1 (pg. 20), quien prologa el trabajo, y a todo ello añadimos que, paradójicamente, a pesar de la importancia de la figura estudiada, la doctrina ha tratado muy escasamente este tema en los últimos años2, la conclusión es que nos encontramos ante una obra que nace ya con el carácter de imprescindible dentro del Derecho de las aguas. La obra aparece dividida en tres partes3, precedidas de una breve introducción, modelo a mi juicio de lo que debe ser una parte introductoria; generosa con el lector ya que presenta en breves líneas las claves de la obra. En ella el autor de forma clara y concisa hace referencia al papel que los Organismos de cuenca cumplen en la regulación actual; señala los objetivos que pretende alcanzar con su obra que, como fácilmente se puede adivinar por el título de la misma, no son otros que el estudio de la configuración y naturaleza jurídica de las Confederaciones Hidrográficas y de los distintos organismos que integran la Administración hidráulica de las Comunidades Autónomas; y sienta la premisa fundamental que va a defender a lo largo de toda la obra, cual es la ruptura con la imagen de continuidad que cabe la tentación de establecer, dada su idéntica denominación, entre los actuales Organismos de cuenca y las Confederaciones Hidrográficas en el momento de su nacimiento en 1926 y su evolución posterior. La introducción se concluye con una brevísima sinopsis de las tres partes en que aparece dividido el trabajo. 1. Precisamente el profesor Sebastián MARTÍN-RETORTILLO, indiscutible autoridad en materia de aguas, dedicó uno de sus primeros trabajos a la figura de las Confederaciones, «Trayectoria y significación de las Confederaciones Hidrográficas», RAP 25 (1958). Una de sus últimas publicaciones está también dedicada indirectamente a esta figura: «Dos antecedentes aragoneses de las Confederaciones Hidrográficas: el Plan de riegos del Alto Aragón y el I Congreso Nacional de riegos de 1913», RArAP núm. 8 (1996). 2. La carencia de trabajos que aborden el estudio de las Confederaciones Hidrográficas es puesta de relieve por el profesor FANLO (pg. 34-35), quien apunta que «esta falta de estudios tal vez se explique por una cierta propensión de la doctrina a considerar que la Ley de Aguas no aporta novedad organizativa de singular importancia». Precisamente la defensa de la opinión totalmente contraria será una de las notas constantes del autor a lo largo de todo el trabajo. 3. La primera parte se desarrolla bajo el título La evolución de la Administración Hidráulica periférica en España: de los servicios hidrológicos provinciales a los organismos de cuenca de la Ley de aguas de 1985. La significación de las Confederaciones Hidrográficas en esta evolución. La segunda parte se dedica al estudio de Las Confederaciones Hidrográficas en la Ley de aguas de 1985. Configuración y naturaleza jurídica. En la tercera y última parte se aborda el estudio de La Administración Hidráulica de las Comunidades Autónomas. 453 454 BIBLIOGRAFIA II. Entrando de lleno en el contenido de la obra, en la primera parte se lleva a cabo el estudio de la evolución histórica de la Administración hidráulica periférica española. Nos encontramos ante un estudio histórico que hunde sus raíces en el siglo XIX –su inicio se fija con la Ley de aguas de 1879–, cuyas características esenciales son la exhaustividad y el rigor. El esfuerzo expositivo desarrollado por el profesor FANLO en esta parte de la obra es ciertamente notable. Las dificultades que el autor ha tenido que superar son grandes, dada la enorme cantidad de disposiciones normativas que ha sido necesario manejar, normas de muy diverso rango que muchas veces no siguen una evolución rectilínea, provocando no pocos avances y retrocesos en la evolución de las instituciones, lo que dificulta sin duda su tratamiento. Frente a estas dificultades el resultado ha sido una magnífica exposición de la evolución de la Administración hidráulica periférica a lo largo de más de cien años, referente sin duda necesario para posteriores estudios que pretendan abordar cualquier aspecto histórico relacionado con el Derecho de las aguas. Las conclusiones que se pueden extraer de este estudio histórico son numerosas si bien yo destacaría dos especialmente: de una parte se pone de manifiesto que, a pesar de compartir una misma denominación –Confederaciones Hidrográficas–, los Organismos creados bajo tal nombre en 1926 y su accidentada evolución posterior, no participaron ni de la misma composición ni de las mismas competencias que ostentan las actuales Confederaciones Hidrográficas; en segundo lugar, la evolución histórica sufrida permite claramente vislumbrar cómo nuestro actual modelo organizativo en materia de aguas en modo alguno es fruto del capricho o del azar, sino antes al contrario, es una clara consecuencia de un proceso de más de un siglo de maduración. Los referentes sobre los que la evolución histórica se va desarrollando son fundamentalmente dos: en primer lugar, los órganos que a nivel periférico tienen atribuidas en cada momento las competencias en materia de aguas4 –junto a los que hay que valorar la presencia o ausencia de la participación de los usuarios en la gestión de las aguas–, y en segundo lugar el ámbito territorial sobre el que se despliega el ejercicio de dichas competencias5. Pues bien, las competencias en materia de aguas en el ámbito periférico –las funciones soberanas–, corresponden a los Gobernadores civiles hasta el año 1932. Dos consecuencias fundamentales se derivan de este hecho. En primer lugar que, lógicamente, es la Provincia la unidad territorial que se toma como base para gestionar las aguas; y en segundo lugar que, cuando en 1926 se crean las Confederaciones Sindicales Hidrográficas, éstas nacen únicamente «como una fórmula organizativa original para impulsar la construcción de obras hidráulicas y la eficaz explotación de los sistemas de aprovechamientos hidráulicos» (pg. 88), en modo alguno ostentan función soberana alguna en materia de aguas, funciones que como acabamos de señalar corresponden al Estado, a través de los Gobernadores civiles. Ahora bien, estas limitadas funciones atribuidas a las Confederaciones en modo alguno supone restarles «el papel fundamental que cumplieron en relación con la planificación global de los aprovechamientos, que supuso un giro copernicano en los planteamientos que hasta entonces habían presidido la utilización de las aguas» (pg. 105). 4. En relación con la atribución de competencias sobre las aguas, es preciso distinguir entre administración de las aguas en sentido estricto, que comprende las denominadas «funciones soberanas» sobre las aguas –disposición y aprovechamiento de las aguas, a las que se añade posteriormente la protección de su calidad–, a cargo de órganos burocráticos de la Administración del Estado, a través de sus órganos centrales y periféricos (Administración Hidráulica periférica en sentido estricto); de la gestión de los aprovechamientos y, en su caso, promoción, construcción y explotación de obras hidráulicas necesarias para aquellos, esto es, administración de los aprovechamientos colectivos de las aguas «función típica y tradicional de las Comunidades de Regantes, sin perjuicio de las funciones de tutela atribuidas a la Administración Hidráulica periférica» (pg. 52-53). 5. Respecto al ámbito territorial sobre el que se articula y organiza la Administración de las aguas, el autor señala precisamente que «no es una cuestión menor, sino que es el quicio sobre el que se asienta el principio de administración unitaria de las aguas» (pg. 45). BIBLIOGRAFIA Al poner de manifiesto esta realidad el profesor FANLO tira por tierra el extendido «mito confederal» (pg. 112), o visión idílica que a veces se muestra de las Confederaciones Hidrográficas en el momento de su nacimiento, presentándolas como ejemplo de autoadministración de las aguas por parte de los usuarios6, teoría sustentada sobre el falso presupuesto de que las Confederaciones Hidrográficas son en ese momento fundacional la única Administración de las aguas existente en el ámbito de la cuenca. Un hecho muy significativo hay que destacar en esta evolución, y es que en el año 1932 las competencias en materia de aguas que hasta ese momento ostentan los Gobernadores civiles pasan a los Jefes de Aguas de la cuenca, «por primera vez en la historia, en 1932, se crea y sustantiviza una autoridad administrativa especializada en materia de aguas, que extiende su competencia al ámbito de toda una cuenca hidrográfica, considerada en su unidad» (pg. 125). Se instaura en España de forma pionera un ámbito territorial sobre el que se establecen competencias administrativas en materia de aguas, como es el de la cuenca hidrográfica, alejado de las divisiones territoriales tradicionales. Acontecimiento de significativa importancia, que lamentablemente ha sido escasamente destacado, y que, aunque se manifiesta de forma clara en 1932, es un proceso que se inicia en décadas anteriores, como el autor cumplidamente pone de manifiesto a lo largo de la exposición histórica. En este sentido el concepto de cuenca hidrográfica era ya conocido y aplicado en 1865, momento en el que se crean diez Divisiones hidrológicas, si bien con una finalidad muy concreta, cual es «recabar los estudios hidrológicos necesarios para la correcta administración de las aguas» (pg. 58); Divisiones a las que suceden en 1903 las Divisiones de Trabajos Hidráulicos, con la finalidad de llevar a cabo los trabajos necesarios para la redacción del Plan General de canales de riego y pantanos. Divisiones que en ese mismo año se les asigna, mediante RD de 6 de noviembre de 1903, la tramitación de expedientes en materia de aguas terrestres –aunque la competencia resolutoria continuará en manos de los Gobernadores civiles hasta 1932–7. Concepto de cuenca hidrográfica que se va haciendo un hueco en nuestro Derecho de aguas desde el siglo pasado y que cobra totalmente carta de naturaleza desde 19328. Ambito territorial de administración de las aguas que no se abandona ni siquiera durante la accidentada evolución que sufren las Confederaciones Sindicales Hidrográficas desde que en el año 1931 pasan a denominarse Mancomunidades Hidrográficas. Evolución que es descrita con todo detalle en la obra que comentamos y cuyos rasgos muy fundamentales son la desaparición de todo vestigio participativo de los usuarios en los órganos confederales y por ende la total desvirtuación de estos últimos (pg. 137 y ss.); la sorprendente unificación en 1947 de todas las competencias en materia de aguas a manos de unas Confederaciones Hidrográficas carentes curiosamente de toda representación de los usuarios (pg. 141 y ss.); la vuelta en 1959 a la separación de funciones en materia de aguas, atribuyéndose las funciones soberanas a las Comisarias de Aguas y las funciones de construcción y explotación de obras 6. Estoy completamente de acuerdo con el Profesor FANLO respecto a que las fórmulas de autoadministración de las aguas por parte de los usuarios es algo inviable en la actualidad, dado la multiplicidad de intereses que confluyen en el aprovechamiento de las aguas. Esta circunstancia ya ha sido puesta de manifiesto por el autor cuando señala que «el papel de autogestión de las aguas por los usuarios es muy destacado todavía en el sistema legal de 1879. Sólo la complejidad creciente de los intereses que inciden en la utilización del agua explicará andado el tiempo que las Comunidades de regantes hayan dejado de ser la institución articuladora de la Administración de las aguas, en cuanto que su carácter sectorial las invalida o condiciona para cumplir el objetivo de la administración ordinaria del agua» (pg. 56). 7. Señala el profesor FANLO cómo la importancia de este Real Decreto en «la historia de nuestras instituciones administrativas del agua» e incluso «en la historia del Derecho comparado de las aguas ha pasado ciertamente desapercibida y no ha sido valorado en lo que merece» (pg. 64). 8. Resulta ciertamente paradójico que, habiéndose asimilado de forma pionera en nuestro país el concepto de cuenca hidrográfica como ámbito territorial en materia de aguas –criterio por cierto totalmente apegado a la naturaleza y que permite que los situados aguas abajo no vean limitados sus aprovechamientos de las aguas por el uso que puedan hacer de las aguas los situados curso arriba, o viceversa–, precisamente en el momento producirse el debate sobre el Proyecto de Ley de aguas ciertos grupos políticos, a propósito del establecimiento de la cuenca hidrográfica como criterio de atribución de competencias en materia de aguas, tachan al Proyecto de centralista y de recortar las competencias estatutarias en materia de aguas, circunstancia que, entre otras, motivó el recurso de inconstitucionalidad de la Ley de Aguas. Sobre estas cuestiones véase la magnífica exposición llevada a cabo por el autor en las pgs. 185 y ss. 455 456 BIBLIOGRAFIA hidráulicas a las Confederaciones Hidrográficas (pg. 145 y ss.); y la lenta pero progresiva recuperación de la participación de los usuarios en las Confederaciones Hidrográficas a partir de los años sesenta, a través de tres hitos fundamentales, como son la creación de las Comisiones de Desembalse (1960), la revitalización de las Juntas de Obras (1965) y las Juntas de Explotación (1965), experiencia participativa «de carácter más nominal que efectivo» (pg. 169), debido al rechazo de los Cuerpos técnicos de funcionarios, proceso participativo que recibe el impulso definitivo en 1979, dentro de un fenómeno de participación generalizada, propiciado por la restauración democrática de 1975. La segunda parte del libro aparece consagrada al estudio de las Confederaciones Hidrográficas nacidas de la Ley de Aguas de 1985. A través del estudio histórico que el profesor FANLO ha realizado en la primera parte se han podido vislumbrar la composición y las funciones que las Confederaciones Hidrográficas tuvieron desde el comienzo de su andadura. Una de las razones que han impulsado al autor a realizar ese análisis histórico es precisamente demostrar que no existe un nexo de continuidad entre las actuales Confederaciones Hidrográficas y las que, bajo idéntica denominación, aparecen en 1926 y sufren una accidentada evolución hasta la Ley de Aguas de 1985. Así a pesar de compartir un mismo nombre, Confederaciones Hidrográficas, «se esconde ahora una realidad sustantiva (orgánica y funcionalmente) que desborda absolutamente el contenido que en cualquier momento histórico anterior (incluido el período 1947-1959) pudo tener ese referente» (pg. 195). Estamos por tanto ante unos órganos nuevos cuya base y justificación se halla en el principio de gestión unitaria de las aguas que permite superar la dualidad existente en la Administración Hidráulica desde 1959, manteniendo además el principio participativo. Ambas circunstancias, gestión unitaria de las aguas y participación de los usuarios no se habían dado nunca hasta ahora de forma conjunta. Ahora bien, la gestión unitaria de las aguas no es un obstáculo para que de nuevo la distinción entre funciones soberanas en materia de aguas y las otras funciones repercuta en la estructura orgánica interna de las Confederaciones, discriminación apuntada en el art. 22 LAg y que tiene su reflejo en el art. 24 LAg que distingue, en el seno de los Organismos de cuenca, entre órganos de gobierno, órganos de gestión y un órgano de planificación. El autor dedica gran atención al estudio de la composición y funciones de cada uno de los órganos que acabamos de señalar9. Así dentro de los órganos de gobierno destaca la figura del Presidente de la Confederación, figura de «importancia suma», motivo que lleva al profesor FANLO a señalar que «la legitimidad, intrínsecamente política, a la que obedece su nombramiento, no debiera olvidar las importantísimas funciones administrativas que tiene encomendadas, razón de más para exigir que fuera designado entre quienes fueran funcionarios del máximo nivel o fueran profesionales altamente cualificados. No puede ser un cargo más para la ocupación política o para recompensar servicios prestados» (pg. 219). Si bien a pesar de la importancia de las funciones atribuidas a la Presidencia no cabe hablar, en opinión del autor, de «presidencialismo» en el sistema de gobierno confederal, puesto que el Presidente al igual que el resto de los órganos de gobierno confederal «está sometido al bloque de la legalidad hidrológica (Ley de Aguas y disposiciones de desarrollo, Plan Hidrológico Nacional y, particularmente, los Planes Hidrológicos de cuenca)» (pg. 222), siendo un órgano meramente ejecutor de lo previsto en este bloque normativo. El segundo órgano de gobierno de la Confederación lo constituye la Junta de Gobierno. Además de analizar sus funciones el autor realiza una interesante observación sobre los criterios legales empleados para determinar la representación que corresponde a las Comunidades Autónomas en dicho órgano. En este sentido además de tener en cuenta el número de Comunidades Autónomas integrantes de la cuenca, la población y territorio el autor aboga por la introducción de dos variables más: la cantidad del agua regulada en cada Comunidad Autónoma y la superficie que ocupa dicha Comunidad (pg. 230). 9. Sobre este particular puede verse también el trabajo del autor «Luces y sombras del control judicial de la composición de los órganos de las Confederaciones Hidrográficas», La Ley núm. 3196 (1993). BIBLIOGRAFIA En relación con los órganos de gestión de los Organismos de cuenca –Asamblea de usuarios, Junta de Explotación, Comisión de desembalse y Junta de obras–, se apunta cómo «su verdadera significación y naturaleza no viene dada tanto por la nota participativa ... cuanto por ser órganos auxiliares o de apoyo de los órganos de gobierno o ejecutivos, limitadas sus atribuciones a la realización de propuestas que aquéllos órganos hacen ejecutivas» (pg. 237). Especial importancia ostenta en la actual estructura de los Organismos de cuenca el Consejo del agua de la cuenca, a quien corresponde elevar al Gobierno el Plan Hidrológico de su respectiva cuenca y sus posteriores modificaciones10. El autor carga el acento en la importancia del órgano planificador, señalando que «el peso político-institucional no está ya en la Asamblea, ni siquiera en la Junta de Gobierno, ni tampoco en el Presidente de la Confederación, sino en el órgano que elabora la planificación hidrológica, la clave de bóveda del Derecho de aguas que condiciona y vincula estrictamente toda la actuación pública y privada sobre el dominio público hidráulico» (pg. 255). A propósito del Consejo del agua se apunta aquí por el profesor FANLO algo que me parece importante destacar: para aquéllas Comunidades Autónomas que carezcan de competencias en materia de aguas, el Consejo del agua constituye la única vía para participar efectivamente en la gestión del dominio público hidráulico. «El terreno donde las Comunidades Autónomas deben librar la «batalla» competencial por la gestión del agua no es en la reivindicación de imposibles títulos competenciales estatutarios, sino en la decidida potenciación de este cauce institucional participativo, mucho más eficaz a la larga» (pg. 256). A través de la participación de los usuarios en el Consejo del agua –un tercio del total de los vocales– se equilibra su posición dentro del Organismo de cuenca, dada la escasa entidad de las materias que se atribuyen a la Asamblea de usuarios. Como cierre de esta segunda parte se aborda el estudio de la naturaleza jurídica de las Confederaciones Hidrográficas. El autor es crítico con la calificación que los Reales Decretos constitutivos de las Confederaciones llevan a cabo, al caracterizarlas como «organismos autónomos de carácter comercial», calificación que es absolutamente inadecuada en el presente, «dada la naturaleza estrictamente pública de la mayor parte de las funciones de las Confederaciones Hidrográficas y la utilización de potestades administrativas típicas» (pg. 294). La explicación parece encontrarse en un ejemplo más de «huida» del Derecho Administrativo. La tercera y última parte de la obra se dedica al estudio de la Administración Hidráulica de las Comunidades Autónomas11, tanto de las Comunidades que cuentan con cuencas hidrográficas intracomunitarias dentro de su territorio, como de aquéllas Comunidades en las que su territorio esta situado íntegramente dentro de una cuenca intercomunitaria. Dentro de las primeras Comunidades, esto es, de las intracomunitarias, se analiza la estructura y organización de varias de sus Administraciones Hidráulicas. En primer lugar se hace referencia a la Administración Hidráulica de Cataluña12, donde el autor muestra serias 10. Sobre los aspectos relacionados con la Planificación hidrológica véase el estudio llevado a cabo por EMBID IRUJO, A., La planificación hidrológica, Tecnos, Madrid, 1991; y el trabajo de ORTIZ DE TENA, Planificación hidrológica, Marcial Pons, Madrid, 1994. 11. En relación con la regulación en materia de aguas llevada a cabo por las Comunidades Autónomas puede consultarse la obra colectiva Legislación del Agua en las Comunidades Autónomas (EMBID IRUJO director), Tecnos, Madrid, 1993. 12. Téngase en cuenta que la STC 161/1996, de 17 de octubre ha declarado inconstitucionales los art. 35.2 –que atribuía a la Junta de aguas de Cataluña el cuidar del buen orden del aprovechamiento y ejercer las demás funciones que le otorgue el ordenamiento jurídico «en relación con las comunidades de usuarios situadas en el resto del territorio de Cataluña»– y 38.1 y 2 –que asignaba a la Generalidad la sanción de las infracciones leves y menos leves ocurridas en la parte catalana perteneciente a cuencas intercomunitarias, quedando limitado el correspondiente Organismo de cuenca intercomunitario a conocer de los recursos que pudieran interponerse contra las sanciones impuestas por la Generalidad– de la Ley 17/1987, de 13 de julio, reguladora de la Administración Hidráulica de Cataluña. De este recurso de inconstitucionalidad ya daba noticias el autor en nota 327, aunque evidentemente en el momento de publicarse el trabajo todavía no había sido resuelto el recurso 457 458 BIBLIOGRAFIA dudas acerca del encaje de los ámbitos territoriales que comprende dicha Administración con los criterios constitucionales de distribución de competencias en materia de aguas13 (pg. 319). También se resalta la rápida sensibilidad demostrada en esta Comunidad hacia el problema de las aguas residuales, puesta de manifiesto con la creación de una Junta de Saneamiento. Se hace referencia en segundo lugar a la Administración Hidráulica gallega, que ejerce sus competencias a través de la Administración descentralizada Aguas de Galicia. En tercer lugar se ponen de manifiesto las particularidades de la Administración Hidráulica Canaria, especialmente la adscripción de los Consejos Insulares de aguas –Organos de cuenca canarios– a los Cabildos Insulares14 –Entes locales– lo que acarrea singularidades en cuanto al régimen jurídico y presupuestario de dichos Consejos Insulares. Y finalmente se estudia la Administración Hidráulica Balear, donde en atención a la gran importancia del agua en el archipiélago, se crea una Entidad Autónoma de carácter administrativo que ejerce las competencias en materia de aguas, a la que se adscriben dos empresas públicas regionales: el Instituto Balear de Saneamiento (IBASAN) y el Instituto Balear del agua (IBAGUA), con el objeto de conseguir una gestión más especializada y más ágil en el abastecimiento y depuración de aguas a poblaciones. Dentro del segundo tipo de Comunidades –las que su territorio se encuentra íntegramente situado dentro de cuencas intercomunitarias–, a pesar de carecer de competencias sustantivas en materia de aguas, sí que tienen competencias sectoriales que se amparan en diversos títulos –medio ambiente, ordenación del territorio, agricultura, aguas minerales y termales...), circunstancia que ha servido de apoyo para la creación de «Administraciones hidráulicas sectoriales» en terminología acuñada por EMBID IRUJO15. En este sentido el autor nos da «brevísima noticia» de ejemplos de estas Administraciones, tales como el Canal de Isabel II; la Entidad pública de saneamiento de aguas residuales de Valencia; y la Junta de saneamiento de Asturias. III. Para finalizar únicamente señalar algo que ya he apuntado anteriormente, como es el hecho de que nos encontramos ante un trabajo muy elaborado y de una claridad exposivita encomiable, obra de un autor serio y riguroso, que maneja un número de fuentes legislativas y doctrinales sencillamente impresionante. A ello hay que añadir el hecho de que el estudio se dedica a una de las principales figuras que componen en la actualidad el panorama del Derecho de aguas en España, como son los Organismos de cuenca, circunstancia pese a la cual, y paradójicamente, era una institución que no había sido tratada en los últimos tiempos de forma amplia por la doctrina, por lo que esta obra viene a cubrir un importante vacío doctrinal. Una obra de la que en definitiva se aprende mucho de su lectura, no sólo de las Confederaciones Hidrográficas en particular, sino de innumerables aspectos del Derecho de aguas, en un recorrido que abarca más de un siglo de andadura. IGNACIO BARRIOBERO MARTÍNEZ. Universidad de La Rioja. 13. En este sentido el Decreto Legislativo 1/1988, de 28 de enero organiza el territorio comprendido dentro cuencas hidrográficas intercomunitarias en dos demarcaciones, Poniente y Tierras del Ebro con el fin de prestar los servicios que corresponden a la Generalidad. 14. Sobre los Planes Hidrológicos de la Comunidad Canaria puede consultarse FAJARDO SPINOLA, «La articulación de los Planes Hidrológicos en Canarias», RAP 136 (1995). 15. Véase EMBID IRUJO, A., «Las competencias constitucionales y estatutarias sobre las aguas continentales. Planteamiento normativo y realidad jurídica» REDC 37 (1993), pg. 67.