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Explorando fundamentos - Escribe Ing Saul Comba
Escribe Ing. Saul Comba
Explorando fundamentos
La idea inicial de la cual partió este trabajo fue en primera instancia profundizar en las concepciones
básicas del materialismo dialéctico ya discutidas en un trabajo anterior, la crítica a “La Danza de Shiva”, en
el apartado “El problema del motor de la historia”. Allí se considera sólo la contradicción básica de la
sociedad humana fundamentada de una manera heurística. Pero a mi juicio es posible derivar esa
contradicción de mucho más atrás, de la contradicción que regula el proceso de la propia vida. Así
comencé, explorando este modelo filosófico. Después... una cosa me fue llevando a la otra y la exploración
se fue extendiendo a lo que me obsesiona: el futuro.
Esta exploración es bastante informal (en alpargatas, como suelo decir) porque me consta que la exposición
tiene poco rigor, ni siquiera señalo de dónde vienen las diversas ideas. Es simplemente una exploración que
me estaba debiendo a mi mismo para averiguar dónde estoy parado en algunos temas.
Los fundamentos de la vida
Entidades vivas
Engels proporciona una definición de la vida en consonancia con el estado de la ciencia en su tiempo, como
“una forma de existencia de los compuestos albuminoideos”. Esta definición aún hoy no es incorrecta, pero
sí limitada, pues no nos dice absolutamente nada sobre esa “forma de existencia”, es decir, sobre el proceso
que llamamos vida, es meramente una definición formal para llenar un hueco [1] [1]. No es una definición
basada en el materialismo dialéctico, pues no se señalan opuestos dialécticos cuya oposición es este
proceso. Hoy día se sabe bastante más sobre las particularidades de la vida: se conocen organismos (los
virus) con propiedades híbridas entre organismos vivos y no vivos (a juicio de los biólogos), se conoce la
molécula básica (ADN) de los organismos considerados vivos, que es como el módulo básico de la vida
orgánica en la forma en que la conocemos hoy día. Lo que aún no conocemos son las condiciones que
determinan el surgimiento de esa forma orgánica, la descripción paso a paso del proceso de
autoorganización, de autopoiesis, que genera lo que denominamos organismo vivo; este punto constituye un
desafío para la ciencia y su investigación continúa. Una vez que se conozcan detalles del proceso podremos
señalar su dialéctica, la contradicción o contradicciones entre opuestos dialécticos cuya interacción
constituye el proceso dialéctico sincrónico cuya síntesis, en la cual hay una conversión de cantidad
(¿complejidad?) en cualidad (vida) implica la aparición de la vida, y podremos entonces dar una definición
de la vida precisa, en términos dialécticos. Entretanto, deberemos limitarnos a caracterizar la vida mediante
sus propiedades funcionales, a partir de las cuales intentaremos caracterizarla en su esencialidad de una
forma dialéctica.
La mayoría de las definiciones de la vida, o de lo que significa que una entidad esté viva, se refieren a la
vida orgánica, la única que en realidad conocemos; para este caso se la define en diversos enfoques:
fisiológico-funcional, metabólico, bioquímico, genético-evolutivo, termodinámico. Estas definiciones
formales no son excluyentes, sino complementarias. Pero por otra parte, los avances de la informática
permiten especular sobre un posible surgimiento de inteligencias artificiales capaces de razonar y a partir de
ahí autoorganizarse; en el sentido de Turing [2] [2] una tal inteligencia sería una entidad viva, aunque su
estructura no sea orgánica. Y además hay que tener en cuenta la posibilidad de otras formas extraterrestres
de vida, si bien hoy por hoy esas posibilidades son apenas ciencia ficción. Queremos abarcar todas las
posibilidades, y no solamente las certezas o probabilidades altas. Pero tomando en cuenta que nuestro
objetivo final no es la vida aislada, sino la vida social, nos interesan particularmente las entidades vivas que
configuran especies.
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Para ello, la definición de lo que es una entidad viva debe tener carácter funcional, debe definirse la vida a
partir de las funcionalidades que la caracterizan, que son comunes a todas las entidades vivas capaces de
formar especies, de multiplicarse por sí mismas, y que no sean todas atributos de las entidades no-vivas. En
principio, son atributos de las entidades vivas: el requerimiento de energía, que puede absorberse
directamente, o indirectamente a partir de sustancias por metabolización; la capacidad de evolucionar por sí
mismas, es decir, de ejecutar procesos autónomos mediante los cuales estas entidades se desarrollan
cuantitativa y cualitativamente cambiándose a sí mismas y/o a las nuevas entidades de la especie que se
deriven de ellas; esto implica otras cualidades: la interacción con el medio ambiente, necesaria tanto para
satisfacer las necesidades energéticas como para interactuar con pares de la especie, de otras especies y con
el resto de la naturaleza circundante; la capacidad de reproducirse por sí mismas (solas, en parejas, etc.,
pero sin ayuda rectora fuera de la especie), capaces de autoorganización, adquiriendo un incremento de
orden interno al menos seccionalmente continuo (es decir, el ser regiones acotadas donde la entropía es
decreciente a costas de un incremento de entropía externo); poseer una estructuración de alta complejidad;
poseer la propiedad de autopoiesis [3] [3]. Hay otros atributos exclusivos de las entidades vivas orgánicas
que no incluimos para evitar quitar generalidad a la caracterización (tales como estructura celular,
metabolismo bioquímico, etc.). Observar que la inteligencia de una entidad (por ejemplo, una máquina que
pase el test de Turing) no es un atributo suficiente para que esa entidad esté viva en el sentido considerado
aquí, de configurar una especie. [4] [4] El pasar el test de Turing define un nivel de inteligencia similar al
de un ser humano, pero la entidad viva de nuestro interés debe tener autonomía, lo cual implica
autoorganización, reproducción, y puede ser intelectualmente algo menos, pues no tiene por qué tener una
inteligencia humana. Una entidad artificial, (digamos, un robot para fijar ideas) creado por el hombre podría
ser reproducido por el hombre en una línea de producción, creándose así una serie de fenómenos estériles
por sí mismos, pseudovivos, pero no vivos realmente, en tanto no serían autopoiéticos, no configurarían una
especie; sólo cuando una tal máquina sea capaz de autoorganizarse, cuando tenga la iniciativa de
autorreproducirse dejando de ser un fenómeno aislado para ser un proceso social podremos considerarla
viva [5] [5]. Esto implica que no puede haber una entidad viva aislada; si existe una, existen muchas,
forman una especie. La vida es, en un sentido amplio, generadora de “lo social”.
Resumiendo, los procesos funcionales que caracterizan a una entidad viva son:
• Automantenimiento. Esto implica autorregulación de sus procesos internos, incluyendo cierta capacidad
eventual de autorrestauración; además, implica la satisfacción de necesidades energéticas obteniendo
nutrientes (sustancias, energía) del medio y transformándolas en caso necesario (metabolización). Implica
también la eventual excreción de desechos.
• Evolución adaptativa en interacción con el medio ambiente. Es un proceso con principio, desarrollo y
fin que transcurre interactuando con el medio en que está la entidad considerada, adaptándose a las
variaciones del medio y respondiendo a los estímulos del medio. Incluye la evolución natural, que involucra
no solamente al individuo sino principalmente a la especie. Esta es una funcionalidad orientada a la
supervivencia de la entidad (directamente) y de la especie (indirectamente, a través de los mecanismos de
selección natural y reproducción). Aquí también están implícitas funcionalidades auxiliares:
desplazamiento, comunicación (táctil, gestual, sonora, eléctrica, etc.) y otras.
• Autoorganización. El orden en la entidad siempre se incrementa. El fin del proceso (la muerte) implica
el fin del orden, el desorden progresivo más o menos rápido.
• Reproducción autónomamente, sin una intervención rectora externa. Se asegura la supervivencia de la
especie. La entidad es compleja y autopoiética.
El conjunto de esas funcionalidades, o procesos, apuntan a una funcionalidad complexiva, que
denominaremos pulsión de supervivencia, consistente en la tendencia (básica, visceral, fundamental) de lo
vivo a seguir viviendo, como individuo y como especie.
Dos casos atípicos que hoy día marcan fronteras:
Los cristales crecen en complejidad, se reproducen sin un centro rector externo, reaccionan al medio
ambiente. No obstante, su crecimiento implica apenas una complejidad cuantitativa y su adaptabilidad al
medio es mecánica, es meramente un cambio de forma sin la adquisición de una propiedad nueva. No hay
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innovación, no hay evolución en este proceso, sino repetición indefinida del mismo proceso según las
circunstancias ambientales, por lo cual no hay lugar a una pulsión de supervivencia. No son vida,
simplemente son.
Los virus, en un enfoque tradicional, no son considerados vivos por no contener una molécula completa de
ADN. Pero funcionalmente, a pesar de su simplicidad molecular, son entidades complejas, mutantes, que se
adaptan estupendamente para sobrevivir ante ambientes adversos; se alimentan tomando sus nutrientes del
medio (y lo depredan al hacerlo) y se reproducen. En el sentido que se le da a la vida en este trabajo, son
formas de vida.
La contradicción fundamental de la vida
La existencia de una entidad viva presupone la existencia de su especie y de un medio ambiente propicio,
en el cual existen los nutrientes necesarios, donde ocurre la interacción de la entidad viva con el medio
ambiente, para obtener los recursos que necesita para realizar las funciones básicas que aseguran la
supervivencia. Por otra parte, la entidad viva no existe sino en forma de proceso, pues está en permanente
cambio, o evolución: nace, vive, muere, y el proceso es su propia vida entre esos dos instantes inicial y
final; además, como ya se dijo, un aspecto inevitable del proceso de vivir es la interacción con el entorno,
que es un subproceso en el cual el medio resulta a su vez modificado. Entonces podemos definir una
contradicción dialéctica sincrónica básica, o fundamental de la vida mediante la pareja: necesidad dialéctica
de supervivencia [6] [6] de la entidad viviente – transformación del entorno para mantenerla con vida. Los
dos polos de esta contradicción se necesitan mutuamente, pues sin entidad con vida no hay transformación
del entorno para sobrevivir (pues no hay nada que deba sobrevivir) y sin transformar el entorno para
satisfacer sus necesidades, lo que le permite sobrevivir, no hay entidades vivas. La transformación del
entorno conlleva la transformación de la entidad viviente, pues se trata de una interacción. Asimismo,
implica la absorción de alguna manera de nutrientes para mantenimiento y para reproducción de la entidad,
así como la excreción de desechos. Como vemos, el problema ecológico viene de larga data. Esta
contradicción rije la forma general como la vida se procesa, la forma como evoluciona, y en ese sentido
constriñe las posibilidades. Por otra parte, el proceso tiene una enorme cantidad de grados de libertad, de
opciones, de indeterminismos a cada paso que se resuelven mediante la dialéctica de la casualidad y la
necesidad.
Unos cuantos cientos (o miles) de millones de años después de aparecer las primeras entidades vivas en
nuestro planeta, las plantas y los animales continuaban procesando sus vidas a partir de la misma
contradicción, transformando el medio ambiente (tomando directamente lo necesario para sobrevivir y
excretando los desechos) y transformándose a sí mismos en el proceso. Los nutrientes eran ya entonces
bastante sofisticados. (muchos de ellos provenientes directamente de otros seres vivos, en el caso de los
animales, e indirectamente, en el caso de casi todas las plantas) pero lo nuevo era la existencia de entidades
vivas que no sólo tomaban del entorno nutrientes, sino elementos auxiliares: elementos para refugio (aves,
animales) o aún herramientas primitivas como palos para extraer la miel de un panal o piedras para partir
frutas de corteza dura (monos).
Prácticamente todos los animales viven en grupos grandes o pequeños. Algunos depredadores pueden
permitirse una existencia más solitaria, pero la necesidad de procrear tarde o temprano los hace buscar su
pareja (ocasional o no) de la especie y durante un tiempo al menos son sociales. Los animales débiles, por
otra parte, son a menudo (además de sociales) gregarios, por necesidad de supervivencia.
El proceso dialéctico de la especie humana
El primer paso evolutivo del protohomínido hacia el homínido fue la liberación de las manos mediante el
andar sin usar los miembros delanteros. El proceso debe haber sido gradual, quizás en paralelo a la
configuración de las manos para trepar. Liberar las extremidades superiores le permitió iniciar la larga
evolución de las patas delanteras en manos capaces de asir.
Pero la diferenciación principal entre los animales y el hombre [7] [7] ocurrió cuando la inteligencia del
homínido fue capaz de concebir la elaboración de herramientas a partir de materiales que recogía
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directamente [8] [8]. Los monos son capaces de utilizar un palo, o una piedra, o de taparse con una piel,
pero son incapaces de construir algo con el palo o con la piel, o de dar forma a las piedras que
eventualmente utiliza. El hombre es, hasta donde sabemos, la única especie tecnológica del planeta [9] [9].
El ser humano es social y gregario, pues siempre buscó (desde que aún no era humano) agruparse en
comunidades de diferente tipo y forma según el momento histórico. El haberse agrupado desde sus orígenes
en hordas, clanes, tribus, etc. fue un proceso cuyas raíces arrancan precisamente de la necesidad visceral de
vivir, que en los tiempos primitivos era de sobrevivir, pues la supervivencia en un medio hostil es más
probable cuando existe la unión; ya casi todos los animales habían aprendido esta realidad básica, y el
hombre heredó esa sabiduría. El ser humano es probablemente la especie más inerme al nacer, la que más
necesita y durante más tiempo del apoyo materno y de todo el entorno por haber sustituido la mayoría de
sus impulsos instintivos por el aprendizaje de los mismos. Un ser humano aprende a ser humano de otros
seres humanos. Si se criara entre monos, sería un mono (inteligente, pero mono, incapaz de ascender a
hombre). Pero además, a lo largo de la historia la interrelación entre los seres humanos se fue haciendo más
compleja a través del trabajo, que catapultó el lenguaje y éste a su vez –los saberes y la cultura, de forma
que la necesidad de un entorno contextual de otros seres humanos se acentuó gradualmente, al punto que
hoy día no existe ningún ser humano capaz de sobrevivir aislado. Así, cada ser humano se compone de su
ego (su yo) y además de su entorno contextual compuesto por su medio ambiente, el entorno en el que
desarrolla su actividad y su vida, y que comparte con otros seres humanos, que interactúan con él y entre sí.
Gracias a esa interacción entre seres humanos, la sociedad puede construir herramientas con las que obtiene
y elabora todos los recursos que necesita para satisfacer sus necesidades. En la sociedad humana, la
interacción con el medio ambiente para la obtención y distribución de recursos (herramientas, alimentos,
refugio, ropas, es decir, bienes y servicios en general) constituye el proceso de producción.
La contradicción fundamental de la especie humana
Lo precedente nos permite definir en primera aproximación, para los seres humanos la contradicción
fundamental de la vida, a partir de la contradicción de las entidades vivas en general (pulsión de
sobrevivencia de la entidad viviente – transformación del entorno para mantenerla con vida) como:
pulsión, instinto, de sobrevivencia del ser humano – producción para mantenerla. Pero creo que esta
expresión es ahora insuficiente, pues tiene un carácter individualista que no refleja la dinámica social. Es
necesaria una formulación alternativa que abarque no sólo el proceso de vivir individual, sino también el
grupal, social. En efecto, la vida humana es siempre un proceso social, sólo puede realizarse en un medio en
que haya otros seres humanos; por lo mismo, la producción tiene carácter social [10] [10]. La supervivencia
de una persona aislada de la sociedad es imposible. Su desarrollo sería el desarrollo de los animales del
entorno, se degradaría rápidamente y en el mejor de los casos terminaría como un animal, ya no sería
asimilable a la sociedad de humanos.
Una tal formulación alternativa de la contradicción fundamental de la especie humana, equivalente en
esencia a la que precede, pero a mi juicio más adecuada en su forma, debe ser encarada en términos de
necesidad: en todo proceso de vida, en particular de la vida humana, en todas sus posibilidades
individuales, se manifiesta la necesidad dialéctica de mantener la vida, de sobrevivir como el impulso más
primordial, que se manifiesta también a nivel social precisamente para mejorar las posibilidades de
supervivencia. Este impulso primordial es el que impulsa a los seres humanos a ser gregarios, a vivir en
agrupaciones sociales de complejidad creciente, dependientes de la forma en que se obtienen y se
distribuyen los recursos. En un plano más profundo, la necesidad primordial de ser, de sobrevivir antes que
nada, se refleja como la necesidad de mejorar la calidad de vida, pues eso aumenta las posibilidades de
supervivencia. Esta necesidad actúa en forma visceral, tanto en forma individual, como grupal, como
general para toda la especie, ya que la supervivencia individual implica la supervivencia grupal y ésta a su
vez implica la supervivencia de la especie. Ahora bien, sobrevivir, mejorar la calidad de vida, requiere
recursos. Estos recursos deben ser obtenidos del medio ambiente de alguna forma y en cantidad suficiente
para satisfacer las necesidades existentes. También deben ser distribuidos de alguna forma entre los
integrantes del grupo o de la sociedad toda. Y como la sociedad se desarrolla cuantitativamente y
cualitativamente, sea cual sea la forma de obtener y distribuir los recursos, el impulso primordial se refleja a
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nivel del grupo humano en la necesidad de aumentar la producción. Hay dos formas de hacerlo: aumentar
la cantidad de personas que trabajan y desarrollar la tecnología. Ambas formas complexivamente consisten
en desarrollar las fuerzas productivas.
Entonces, tenemos un par de opuestos dialécticos sincrónicos, que han existido a lo largo de toda la
prehistoria e historia humana (y aún antes) en oposición dialéctica, y con raíces en la sociedad humana y en
la economía simultáneamente: la necesidad social (e individual, y grupal) permanente de supervivencia, de
mejorar la calidad de vida y la respuesta permanente a esa necesidad, el desarrollo de las fuerzas
productivas. Esta es la contradicción sincrónica básica de la sociedad humana que (como una eterna
pulseada histórica) constituye el impulsor del desarrollo social en su expresión más general.
Contradicciones derivadas de la contradicción básica
El desarrollo de las fuerzas productivas a su vez se desdobla en dos contradicciones diferentes. Una de
ellas, cuantitativa, sincrónica, es: incremento de la cantidad de trabajadores – incremento de la producción,
como respuesta directa a la necesidad de aumentar la cantidad de producción es una de ellas. La otra,
cualitativa, diacrónica, es la respuesta a la necesidad (social) de superar cierta dificultad técnica que no
admite solución eficiente con los medios de producción existentes. En tal caso, la sociedad encuentra una
nueva tecnología que resuelve el problema, luego tenemos: necesidad técnica – desarrollo de la tecnología
apropiada. Ambas contradicciones pueden coexistir, o desarrollarse independientemente una de otra, o
desarrollarse en forma imbricada con otras contradicciones; en particular está subordinada a la que veremos
a continuación, entre fuerzas productivas y relaciones de producción, propia de las formaciones económicosociales clasistas; todas estas contradicciones están subordinadas a la contradicción básica entre la
necesidad de mejorar la calidad de vida y el desarrollo de las fuerzas productivas que la limita, y a la vez
están encapsuladas en ella.
Ahora bien: el proceso productivo incluye la distribución de los recursos. Esta distribución es diferente en
las diferentes formaciones económico-sociales. En la sociedad comunitaria primitiva la distribución se
realiza en una base de equidad (probablemente también en base a la contribución de cada uno) que
desaparece en las sociedades clasistas, donde una clase social (productiva, dominada) se ocupa de generar
la producción y otra clase social (improductiva, parasitaria, dominadora) se apropia de la mayor parte de
esa producción. El interrelacionamiento social que vincula a esas dos clases básicas constituye un conjunto
de interdependencias entre los individuos de esas clases que regula todo el proceso productivo, incluyendo
el subproceso de distribución de los productos. Ese conjunto de interdependencias es denominado
“relaciones de producción”. En la sociedad de clases surge entonces la contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción como la expresión de la contradicción social básica (mejorar la
calidad de vida – desarrollar las fuerzas productivas) ante la falta de equidad social característica de la
sociedad dividida en clases de intereses contrarios, antagónicos, al encarar la necesidad de aumentar la
producción. La forma de procesarse esta contradicción es clásicamente denominada lucha de clases, que no
siempre debe tomarse en su sentido literal, si bien expresa claramente el antagonismo de intereses entre los
dominadores y los dominados. Esta es una contradicción social y a la vez económica, pues está vinculada a
la vez a la producción de recursos propiamente dicha y al modo de distribución, es decir, podríamos
considerarla como otra forma de la contradicción básica: necesidad de mejorar la calidad de vida producción y distribución de los recursos (puesto que para tener recursos que distribuir antes hay que
producirlos y una vez producidos hay que distribuirlos). Esta es entonces la forma particular en que se
expresa la contradicción básica en el caso de una sociedad de clases, con la peculiaridad de que cada vez
que hay una alteración de las clases fundamentales, cambian los actores, y con ellos cambia la forma de
esta contradicción. En el interregno del cambio entre regímenes de producción diferentes (que puede ser
prolongado) en general suelen jugar dos formas de esta contradicción, la de las viejas clases y la de las
nuevas clases. Por eso, prefiero considerar a esta contradicción encapsulada en la contradicción básica,
impulsando “desde dentro” su desarrollo, y no formalmente equivalente, pues en la transición entre modos
de producción puede asumir más de una forma. Subordinadas a ella y encapsuladas en ella, y por tanto en la
contradicción básica (que la contiene como una piel), están las contradicciones cuantitativa (sincrónica) y
cualitativa (diacrónica) referentes a la forma de realizar el proceso de producción.
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El motor de la historia
Veamos la forma concreta en que funcionan estas contradicciones en las distintas formaciones económicosociales. El cuadro que se muestra en la página siguiente corresponde a las diferentes formaciones sociales
que han surgido a lo largo de la historia [11] [11]. Los “Agrupamientos humanos primitivos” corresponden
a los primeros homínidos, agrupados en hordas y luego en clanes y tribus del paleolítico. Observar que la
evolución social no sigue un camino único, sino que permite cierta diversidad incluyendo eventuales
retrocesos en los estadios intermedios: Una vez que se llega a la ciudad-estado, es posible el retroceso a
una forma social anterior (manteniendo el modo de producción, esclavismo híbrido o total) o avanzar a un
Estado más complejo (una alianza de ciudades-Estado, o un Estado dominador de ciudades-Estado, es decir,
un Imperio) con un modo de producción esclavista (Grecia, Roma) o feudal (Egipto, Japón). Lo que resulta
irreversible en una evolución socioeconómica no catastrófica es el modo de producción capitalista: una vez
que se ha avanzado al mismo, no es posible retroceder, salvo mecánicamente, mediante la destrucción de la
civilización. Pero como todo proceso, el capitalismo amerita un fin y una síntesis a otra formación
económico social (que no sabemos cómo será).
El proceso primitivo
Desde que los primeros homínidos se separaron como especie del eslabón perdido, cualquiera fuese este,
hasta hace alrededor de 100 siglos más o menos, desde la horda a la tribu, los humanos vivían en una
economía sumamente primitiva que no perdonaba errores. La vida social de los grupos humanos se regía
por una ética de hierro, porque su violación ponía en peligro al grupo entero. Los humanos entonces
“dialogaban” constantemente con el resto de la naturaleza, aprendían del entorno, compartían todo unos con
otros, pues la propiedad privada era impensable, respetaban al entorno y a sus semejantes en particular.
Tenían leyes y tabúes como protección colectiva. Eran recolectores, comían vegetales y carroña cuando
podían. Fueron los primeros transdisciplinarios [12] [12].
La economía de estos homínidos era inicialmente directa, tomaban lo necesario directamente de la
naturaleza. Sus fuerzas productivas eran todos los propios integrantes de la horda y la labor no difería
originalmente gran cosa de la que hacían otros animales: recolectaban alimentos, fuera vegetales
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comestibles, frutas, animales menores, insectos o carroña. Las relaciones de producción eran sencillas: cada
uno hacía lo que podía, si bien a partir de determinado momento comenzaron a coordinar sus actividades;
aquí se adivina una contradicción dialéctica diacrónica entre la coordinación y el desarrollo del lenguaje y
las herramientas, así como entre el desarrollo del lenguaje y el inicio de la acumulación y transmisión (oral)
de conocimientos. Así pues, la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción no
existía, pues no existían clases sociales diferenciadas. El grupo humano era una unidad sin privilegios en el
que la principal actividad era la supervivencia y no el confort. [13] [13]
La necesidad de defenderse los impulsó a crear las primeras armas, que servían asimismo como
herramientas de caza. Las herramientas sumaron un importante elemento tecnológico a las fuerzas
productivas. Su situación mejoró notablemente con la caza y luego con la domesticación de animales y la
agricultura, hace unos 100 siglos. Al aumentar la cantidad de humanos en una tribu aumentaban también las
necesidades de producción, si bien todos contribuían a la producción de una u otra manera (recolectando o
cazando, luego domesticando animales y cultivando, etc.). La vía cuantitativa para aumentar la producción
(más mano de obra) se veía limitada por la baja productividad que no permitía un excedente, por lo cual un
incremento en la producción de un grupo humano dado se lograba por vía tecnológica, aumentando la
productividad mediante mejor coordinación o mediante el uso de una herramienta mejorada o nueva, es
decir, por vía cualitativa. En general, tal como hoy día, cada innovación tecnológica respondía a una
necesidad técnica, de hacer algo de una manera más eficiente o mejor [14] [14]. La necesidad técnica daba
lugar a una mejora o innovación tecnológica que a su vez a menudo despertaba (tarde o temprano) otra
necesidad técnica, etc. Esa contradicción diacrónica entre necesidad tecnológica y avance tecnológico fue
el motor (prácticamente único, por tanto principal) de la evolución social en la comunidad primitiva, pues
en ella se proyectaba la contradicción primordial, realizándose básicamente por la mejora cualitativa de las
fuerzas productivas. Esta contradicción ha estado siempre presente, desde el tiempo de los homínidos hasta
nuestros días, pero ha jugado diferente papel en cada formación económico-social. En la sociedad primitiva
la comprensión de la necesidad era casi inexistente, jugaba un papel muy pobre, dependiendo la innovación
tecnológica principalmente de la casualidad, pero a la vez, siendo prácticamente la única contradicción que
impulsaba la producción (mediante el incremento de la productividad, ya que el incremento de mano de
obra se balanceaba con el incremento de bocas a alimentar en una sociedad sin ociosos), su papel fue,
aunque lento [15] [15], decisivo.
Pero el avance del bienestar social, de la producción mediante la productividad, tenía su contraparte en el
surgimiento progresivo de la inequidad social. La contradicción sincrónica productividad - inequidad social
se viene desarrollando desde aquellos tiempos hasta nuestros días [16] [16] dando origen simultáneamente a
la supremacía de una capa social que paulatinamente se fue diferenciando en la tribu por su creciente poder
y riqueza. Simultáneamente se generó un desequilibrio entre las fuerzas productivas y la apropiación de los
productos del trabajo. Muy lentamente se logró la acumulación sistemática de un excedente de producción,
lo que (probablemente una vez descubierta la agricultura) hizo posible la existencia de esclavos y la
propiedad privada, y paralelamente las tribus medraron hasta colidar territorialmente y comenzar las
disputas territoriales.
Los contactos entre tribus, en los que el intercambio originalmente tenía la forma de dones, regalos de
buena voluntad que en condiciones de contactos infrecuentes se hacían mutuamente en provecho mutuo,
asumieron a partir de cierto momento, cuando los contactos se hicieron más frecuentes y se verificó la
conveniencia del intercambio sistemático de productos, la forma de comercio, es decir, intercambio de
bienes (que resultaron a partir de ahí mercancías) que para ambas partes tuvieran valor equivalente. El
comercio se desarrolló en forma paralela con la propiedad privada.
El proceso de la transición al esclavismo
Inicialmente los esclavos se obtenían entre los enemigos capturados a los que se perdonaba la vida [17]
[17], personas de otras tribus, o se trataba de personas de la propia tribu que habían cometido faltas graves
en perjuicio de la comunidad; muchas tribus tenían reglas sobre la duración de la esclavitud, las condiciones
en que se dejaría de ser esclavo, etc. El esclavo a menudo lo era de toda la tribu, más adelante pasó a ser
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propiedad privada. Su aparición marcó la aparición de las clases sociales y a la vez de la contradicción entre
esas clases sociales –esclavos y esclavistas- y más en general, dominados y dominadores, que ha sido desde
entonces un importante impulsor de la evolución social. De las clases sociales básicas se decantaron las
capas sociales de una y otra clase.
Esta fase, en que poco a poco se implementó la esclavitud paralelamente al trabajo general de la población,
tuvo lugar en paralelo en las formaciones de aldeas neolíticas (agricultoras) y de tribus nómadas
(ganaderas), en las que se afirmaba paulatinamente el carácter permanente del jefe, cuya autoridad hacía
respetar su séquito armado y la autoridad espiritual del chamán, personaje que inicialmente se caracterizaba
por sus capacidades curativas y que pasó a relacionarse con las entidades “espirituales”; son estos los
elementos que constituyen la primera mano de obra indirecta de la historia, y que luego devienen elementos
parasitarios. El jefe, al principio elegido por su prestigio y sustituido si dejaba de corresponder al interés
común, advirtió la conveniencia de perpetuarse en el cargo, pues con el gradual surgimiento de la propiedad
privada el poder devino fuente de riqueza; pero su perpetuación requería un aparato represor, inicialmente
un séquito de alcahuetes que rodeaba al jefe, que poco a poco se fue convirtiendo en una estructura más
sofisticada, de la que se diferenciaron los elementos nobles (el futuro Estado) y los guerreros que formaban
el ejército.
El poder era codiciado porque representaba un medio de acceso a la riqueza, a una vida mejor. La obtención
de riqueza se veía principalmente en términos de conquista y saqueo. El que conquistaba obtenía más poder,
más tierras para cultivar y más ganado, más riquezas mediante el saqueo y más esclavos entre los vencidos.
Es la historia de las antiguas civilizaciones. Como vemos, la expansión económica (modernamente llamada
mundialización o globalización) data de la época en que comenzaba la lenta transición de la sociedad
comunitaria primitiva a las formaciones sociales superiores, con sus modos de producción asociados,
esclavista y/o feudal; la globalización comenzó ya entonces, y continúa todavía.
La esclavitud, institucionalizada, sancionada por la tradición, pero todavía endémica, a menudo temporal,
coexistente con el trabajo cooperativo o individual, se afirmó y desarrolló en las ciudades-estado (prefeudales / pre-régimen esclavista), pero aquí ya el jefe y su séquito están configurados como déspotas, con
su incipiente Estado y nobleza improductiva, de existencia parasitaria o eventualmente guerrera. La ciudadEstado es ya una formación social clasista, en que inicialmente los esclavos no eran quizás aún los
productores principales, sino una ayuda y apoyo, pero cada vez más el trabajo manual recaía sobre ellos,
hasta que todo el trabajo llegó a depender de los esclavos.
La economía en las etapas tardías de la transición de la comunidad primitiva a la ciudad-Estado, y de ésta a
la sociedad esclavista o feudal, era agropecuaria [18] [18], el clan era la unidad familiar dentro de la tribu y
el ganado era propiedad del clan; las tierras eran o bien propiedad del clan, o propiedad común y el jefe
distribuía periódicamente las tierras; la tribu configuraba una mayoría de pequeños campesinos que con
ayuda de algunos esclavos (del clan, por lo general) cultivaban sus tierras y con algunos grandes
campesinos (clanes más poderosos entre los que estaba el jefe) que si bien se ocupaban de las labores
campestres, cada vez recurrían más a la esclavitud. La posesión de esclavos se convirtió paulatinamente en
una forma de posesión de riqueza, pues en una sociedad ya comercial los esclavos pasaron a tener valor en
el mercado, eran mercancías, y por otra parte, su trabajo era generador de bienes, de riqueza de la que se
apropiaba el esclavista. La esclavitud en esa sociedad primitiva se convirtió paulatinamente en un elemento
fuertemente polarizador de la sociedad en ricos y pobres.
El proceso de la sociedad esclavista
Finalmente, en Grecia, (donde se inventó la democracia… de los esclavistas) surgió un régimen de ciudadesEstado donde prácticamente todo el trabajo era realizado por esclavos; el régimen se perpetuó y más
adelante Roma, el mayor y más duradero imperio de la antigüedad, heredó ese modo de producción y
funcionó como una economía esclavista. Asimismo, al generalizarse el esclavismo como modo de
producción dominante, los esclavos pasaron a ser esclavos de por vida, simples mercancías degradadas de
su condición humana a instrumentos de trabajo, enajenados totalmente de los otros estamentos sociales no
esclavizados y por supuesto, especialmente de los esclavistas. El esclavismo, si bien era el sistema
dominante, se acompañaba de formas de producción de estadios anteriores, por lo que junto a las dos clases
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fundamentales existían estamentos secundarios: campesinos libres, arrendatarios, artesanos y comerciantes;
el peso de estos estamentos variaba de un siglo a otro, pero no desaparecieron nunca totalmente. Pero la
esclavitud poseía dos atributos que explican la rápida urbanización de las sociedades esclavistas: Por una
parte, representaba la peor degradación del trabajo rural, la conversión de los hombres en meros objetos,
instrumentos de trabajo (instrumentum vocale) apenas un grado por encima del ganado (instrumentum
semivocale) y dos grados sobre las herramientas (instrumentum mutum). Pero además era la más drástica
forma urbana de comercialización del trabajo, que reducía al hombre a un objeto estandarizado de
compraventa en los mercados urbanos de intercambio de mercancías. La mayor parte de los esclavos se
destinaban al trabajo agrícola. Se concentraban en los mercados, se les vendía en los mercados y se les
enviaba desde los mercados a sus destinos; entretanto, ellos trabajaban en los mercados. Así, la esclavitud
era el nexo entre la ciudad y el campo, con un lucro enorme para la ciudad. Además, los esclavos eran
herramientas universales, pues podían ser adiestrados en cualquiera de los diferentes oficios, y también eran
una mercancía móvil en un mundo donde el transporte era crítico para la economía. [19] [19]
Para que los esclavos puedan hacer todo el trabajo de una sociedad es necesario que su cantidad supere
significativamente a la de los esclavistas. Esto presupone que en la fase de transición tardía entre ambas
formaciones económico-sociales tuvo lugar una expansión de exitosa conquista de territorios vecinos
acompañada del avasallamiento y la esclavización de buena parte de las poblaciones conquistadas [20] [20].
A su vez esto presupone la existencia de un ejército poderoso, que en sociedades aún primitivas
frecuentemente se componía de la mayoría de la población masculina y aún incluía buena parte de las
mujeres. A medida que las conquistas progresaban, el ejército se diferenciaba de la población sedentaria,
cuyas condiciones de vida mejoraban y lentamente iban adquiriendo un carácter hedonista. Pero entonces se
crea una dependencia circular: al crecer la cantidad de esclavos crece el estándar de vida y la cantidad de
bocas a alimentar [21] [21], con lo que crece la necesidad de incrementar la producción. Pero en la sociedad
esclavista la forma de aumentar la producción es agregar más esclavos al trabajo y más territorios para
explotar [22] [22], lo que implica la necesidad de expandir el territorio con más conquistas adquiriendo de
paso más esclavos. Este mecanismo condena al Estado esclavista a perpetuar las guerras de expansión, a
incrementar el ejército, ya que a la par de conquistar debe mantener pacificados los territorios conquistados
y el propio. La obtención de esclavos mediante la conquista era el modo principal de obtención de esclavos
en la antigüedad; la crianza de esclavos suministraba una cantidad mucho menor, insuficiente totalmente
[23] [23] para la reposición de los que morían, pertenecientes a la producción agropecuaria, y menos aún
para atender a la expansión económica. La compra de esclavos fuera de fronteras no era ciertamente una
práctica masiva, apenas se practicaba con ejemplares muy selectos. [24] [24]
La hegemonía helénica terminó por ser conquistada, con lo que el proceso esclavista no pudo llegar allí a
sus últimas consecuencias, sino que fue proseguido en Roma. Resulta más interesante el proceso en el
Imperio romano, donde llegó hasta el fin. Allí la expansión territorial mediante conquistas militares
continuó hasta que la hipertrofia del ejército y la correspondiente complejidad administrativa de manejo del
Imperio condujeron (en tiempos del emperador Adriano) a la necesidad de decretar la pax romana cesando
la expansión. Pero al cesar el flujo de esclavos baratos, producto de las conquistas, paulatinamente subieron
de precio los esclavos, pues la procreación era casi nula y la compra fuera de fronteras tenía precios
elevados, con lo cual subieron de precio todos los productos del trabajo; la inflación y la especulación se
adueñaron de la economía imperial. Siguió el debilitamiento de las fronteras, los alzamientos fronterizos,
preludio de las invasiones bárbaras el relajamiento de la disciplina militar y las intrigas internas por el
poder, fuente indiscutida de riqueza en la sociedad esclavista. Ese fue el comienzo del fin del Imperio
romano.
La ventaja de la formación económico-social esclavista sobre la formación económico-social comunitaria
primitiva fue la mayor productividad del trabajo. Apoyándose en una tecnología simple, que en su mayor
parte había sido desarrollada en las últimas etapas de la formación anterior, fue aplicado un método
esencialmente cuantitativo para aumentar la producción utilizando personas como herramientas
inteligentes, a las cuales se quitaban todos los derechos excepto el de trabajar, que era un deber. El
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mantenimiento de esta herramienta inteligente se reducía al mínimo que permitiera la conservación de su
vida y de su capacidad de trabajar y el producto del trabajo esclavo era en su totalidad propiedad del
esclavista. Cuando el esclavo ya no podía mantener su capacidad laboral, se le eliminaba cancelando sus
gastos. Desde el punto de vista práctico y del Derecho, los esclavos no eran gente, sino herramientas
amortizables a unos 20 años (duración media de su vida útil). Para la ética esclavista este estado de cosas
era correcto. Pero el esclavismo se caracterizaba por ciertos límites inherentes a la productividad que no
pudieron ser superados nunca. Una mayor producción se conseguía agregando trabajo, mediante más
esclavos, y no mediante mejoras tecnológicas. Los límites de la economía agrícola del Imperio romano, por
ejemplo, se alcanzaron con relativa rapidez y se mantuvieron casi invariantes a lo largo de todo el período
próspero del Imperio (unos 8 siglos). El obstáculo que evitaba el incremento cualitativo de la productividad
era social, no tecnológico, porque hubo mejoras tecnológicas (el molino de agua, la cosechadora de ruedas,
etc.) cuya utilización fue desestimada masivamente. Por tanto en estos casos la contradicción motora asume
la forma cuantitativa: la respuesta a la necesidad de desarrollar las fuerzas productivas es utilizar más
esclavos. La imposibilidad de hacerlo debido al cese de la expansión conquistadora y por tanto al cese del
flujo de esclavos baratos determinó una agudización crítica de la contradicción básica que se tradujo en una
crisis entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Fue necesario cambiar el modo de
producción, y lentamente se impuso la modalidad feudal, síntesis dialéctica entre el modo de producción
primitivo de las tribus bárbaras que invadieron el Imperio romano y el antiguo modo de producción
esclavista del Imperio, junto con los elementos superestructurales de ambos, surgiendo en el seno del
régimen esclavista e imponiéndose paulatinamente, por su mayor productividad, hasta extenderse por toda
Europa.
El proceso de la sociedad feudal
La abolición de la esclavitud y su conversión en servidumbre fue saludada por los esclavos como una
liberación, si bien en realidad siguieron siendo tan dependientes del Señor feudal como antes lo eran del
esclavista. Pero a su vez el Señor feudal se liberaba de la manutención de los siervos, obligándolos de hecho
y de derecho a trabajar para él. [25] [25] Además paulatinamente se incorporaron a la servidumbre gran
parte de los campesinos arrendatarios o empobrecidos y otras capas sociales sumergidas por una u otra
razón en la pobreza, como único recurso para poder sobrevivir.
El feudalismo fue (en ciertas partes del mundo aún es) una alternativa al esclavismo de productividad
superior, inicialmente basado en el régimen de servidumbre (Medioevo). Aunque se mantenía un
esclavismo endémico (que nunca llegó a desaparecer totalmente), el peso del trabajo agropecuario era
realizado básicamente por campesinos (siervos) vinculados a un Señor feudal (perteneciente a la “nobleza”)
que tenía bajo custodia permanente cierta heredad de tierras donde esos campesinos vivían. El Señor feudal
les permitía vivir (los necesitaba), eventualmente los defendía (por conveniencia, pues junto con las tierras
se ceden los siervos que viven en ellas y que son quienes las trabajan), a cambio de lo cual se quedaba con
un porcentaje significativo del producto del trabajo de sus siervos que le permitía holgar, acumular riquezas
y dedicarse al arte de la guerra y de la caza.
La nobleza era (es) una casta que se decantó históricamente en base al poder y la riqueza a partir de los
esclavistas de antaño por una parte y de los jefes de tribu y sus séquitos respectivos por otra; la condición de
noble se volvió hereditaria (y lo sigue siendo), es decir, se nace en esa casta o eventualmente se adquiere la
pertenencia mediante servicios en favor de los poderosos. El Rey era el Señor supremo y contaba con la
anuencia de Dios (el “derecho divino” de los reyes). Los Señores feudales dependían del rey, quien
otorgaba tierras y siervos junto con ellas. La nobleza constituía una casta en capas, una pirámide de poder,
de más poderosos (alta nobleza) a menos poderosos (nobles de menor cuantía), o sea, de más ricos a menos
ricos. En la práctica, el poder y la riqueza se realimentaban mutuamente, por lo que no eran infrecuentes las
guerras interfeudales en un mismo reino, y menos aún las guerras entre reinos vecinos para despojarse
mutuamente. La profesión en la cual se educaba la nobleza era entonces el arte de la guerra. La mayor parte
de la tecnología desarrollada en esta época se orientaba a la guerra: espadas, escudos, armaduras, torres
móviles de asalto, arcos de largo alcance, arietes, catapultas, luego ballestas, más adelante (Hacia el fin del
medioevo y en el Estado absolutista) cañones, pólvora, fusiles, etc.
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Junto a la nobleza, la Iglesia configuraba otra poderosa capa parasitaria que se beneficiaba del Estado
feudal y le prestaba el soporte ideológico para su justificación. La Iglesia recibía su cuota feudal (el
“diezmo”) de los siervos de cada señorío, que se sumaba a la parte que quitaba el Señor feudal
correspondiente, sin que nadie protestara: el Señor feudal, porque nada perdía, y los siervos, porque la
Iglesia disponía de un arma formidable: la amenaza del infierno, eterna condena para el alma inmortal. El
discenso equivalía a una herejía, y la herejía se castigaba con la hoguera en la Tierra (el fuego purificador) y
el eterno suplicio del alma en el Infierno.
El siervo no podía abandonar el servicio de su Señor sin su consentimiento (tal como el esclavo), la libertad
le era concedida en raras ocasiones por vía de gran excepción, pues era mano de obra que se perdía y un
mal ejemplo para los demás siervos. Por tanto, la huída generalmente se castigaba con la muerte. La
diferencia funcional [26] [26] con el esclavo era que el siervo dependía para su subsistencia del producto de
su trabajo, el Señor feudal no le aportaba nada (sino al revés), por tanto estaba interesado en lograr el
máximo de sus esfuerzos, y así el siervo se veía obligado a hacer su mejor esfuerzo trabajando de sol a sol.
Por consiguiente, los avances tecnológicos eran aprovechados; en su mayor parte fueron dispositivos
ingeniosos, de mecánica sencilla, ya que el nivel de educación de los campesinos y artesanos vasallos era
ínfimo. Algunos de ellos, creados en tiempos esclavistas, fueron rescatados del olvido, como la cosechadora
de ruedas y el molino de agua, inventados en el Imperio romano.
Cada Señorío tenía en el Medioevo una economía autónoma dentro de la cual el dinero como capital no
tenía cabida [27] [27]. Una artesanía elemental suministraba los bienes de uso más comunes producidos en
el seno de cada señorío; se intercambiaban (en una base no muy equitativa) servicios por bienes y viceversa.
Sin embargo, entre señoríos y entre Estados subsistía el empleo del dinero para las transacciones
comerciales.
Las contradicciones que impulsaban la evolución social, en las cuales se proyectaba la contradicción básica,
eran esencialmente las mismas que en la sociedad esclavista, pero bajo una forma ligeramente diferente. Por
una parte, como rectora, la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre
los siervos y sus Señores feudales. La lucha de clases en el medioevo entre Señores feudales y sus siervos
tuvo un carácter bastante más intenso que la de la sociedad esclavista, entre esclavos y esclavistas
(frecuentes rebeliones de campesinos). Por otra parte, las contradicciones asociadas al desarrollo de las
fuerzas productivas, donde el aspecto cuantitativo mantenía su importancia (más tierras y siervos implicaba
más producción) y el aspecto cualitativo (necesidad de superar una dificultad técnica – avance de la
tecnología) tenía mayor peso que en el esclavismo, ya que los siervos y sus Señores comprendían (hasta
donde daba su cabeza) que mejor tecnología implicaba productividad superior y por tanto, más producción.
Los Señores feudales comprendían además (aunque difícilmente lo formularían claramente) que las armas y
artilugios utilizados para la guerra eran tanto más eficientes cuanto más avanzada fuese su tecnología. Pero
la tecnología no solamente se creaba en los feudos; más bien, debido a la ignorancia general, los avances
tecnológicos dependían del ingenio de artesanos independientes, y los procedimientos tecnológicos de su
producción eran a menudo secretos celosamente guardados.
El desarrollo y comercio de bienes artesanales se concentraban en los villorrios de villanos y artesanos,
anexos a los castillos y monasterios, algunos de los cuales se desarrollaron (en la Baja Edad Media) hasta
obtener cierta independencia de los señoríos feudales, concentrando los pocos hombres libres que con
alguna profesión se desempeñaban formando en el proceso aprendices y expandiendo al hacerlo la
incipiente industria artesanal y el comercio asociado a ella, semillas del futuro capitalismo. De entre esos
burgos surgieron las ciudades-estado prerrenacentistas, y asimismo de ellos surgieron (con posterioridad)
las urbes en que se gestó el capitalismo abriéndose paso lentamente durante la Baja Edad Media y ya en
expansión abierta dentro del régimen feudal absolutista. En la Baja Edad Media, paulatinamente se
superpuso a la lucha de clases entre Señores feudales y siervos, la lucha de clases entre la naciente
burguesía y el poder feudal, que frenaba su desarrollo; El modo de producción feudal tuvo entonces que
cambiar su forma radicalmente para poder sobrevivir y asumió la forma de Estado absolutista. Fue un
proceso estabilizador entre la naciente burguesía y la nobleza terrateniente feudal que mantuvo la
contradicción entre esas dos clases de intereses diferentes en equilibrio desde el siglo 16 hasta que
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(habiendo ganado fuerza suficiente) la burguesía asumió totalmente el poder (en diferentes fechas en los
diferentes países). Bajo el Estado absolutista cesó el régimen de servidumbre, pero no el sometimiento
feudal de los siervos, ahora convertidos en campesinos arrendatarios masivamente. El pago en dinero en
lugar de especias no cambió la dependencia de los campesinos del Señor feudal, sus obligaciones y su
pertenencia al feudo. Cambió apenas la forma, se pasó de un Estado descentralizado, en estamentos, a un
Estado fuertemente centralizado con un aparato estatal reorganizado y potenciado de dominación feudal
destinado a mantener a los campesinos en su situación tradicional. El Estado absolutista no fue nunca un
instrumento de la burguesía contra la nobleza, ni un árbitro entre ambas clases, sino una forma política de la
nobleza amenazada. Los medios de producción tradicionales (la tierra y el ganado) continuaron siendo
propiedad de la nobleza. La diferencia de forma consistió en el establecimiento de ejércitos permanentes, de
una burocracia centralizada, de un sistema nacional de impuestos, de un derecho codificado (fue resucitado
el Derecho Romano) y los comienzos de un mercado nacional unificado con vínculos internacionales.
El proceso capitalista: fase comercial
El desarrollo de la producción artesanal y del comercio interfeudal, interurbano y aún internacional
comenzó a desarrollarse paulatinamente hacia el inicio de la Baja Edad Media, aproximadamente al final la
gran crisis del régimen feudal europeo (siglos 13 - 14). Hacia el siglo 15 la expansión del comercio se
aceleró despertando la necesidad de nuevas tecnologías en diversas direcciones: mejores técnicas de
navegación, mejores tinturas y telas, mejores armas para la guerra de expansión. Se trataba de exigencias en
cualidad, no resolubles meramente con ingenio, e impulsaron una revolución en la ciencia, cuyo paradigma
aristotélico había llegado al límite de sus posibilidades. El derrumbe de la astronomía ptolomeica fue
seguido por el derrumbe de la física aristotélica . La nueva astronomía y física se fueron desarrollando a la
par del aparato matemático y los artilugios que el comercio, la técnica y la ciencia necesitaban para
funcionar. El surgimiento de estos procesos fue una brillante confirmación de la dialéctica diacrónica entre
necesidad y tecnología; los mismos se desarrollaron en el interior del feudalismo, que pasó de su fase
medieval a la fase absolutista, introduciendo más y más el dinero como medio de pago de servicios y de
intercambio de mercancías a medida que se desarrollaba el capitalismo comercial. El desarrollo del
comercio, acelerado por los descubrimientos y conquistas en nombre de los respectivos reyes de los
marinos portugueses, españoles, ingleses, holandeses, franceses, apoyados por las respectivas flotas, generó
a su vez la expansión de la demanda y la necesidad de producir en mayor cantidad, lo cual entonces puso
de manifiesto la estrechez del marco feudal. Se agudizó particularmente la contradicción entre las fuerzas
productivas (agropecuarias –los campesinos sometidos al régimen feudal) y urbanas –la burguesía y sus
primitivos proletarios fabriles-) y las relaciones de producción (feudales). La necesidad de comerciar
implicaba el transporte de mercancías atravesando tierras feudales y dependía de la voluntad del Señor
feudal, que regularmente cobraba un peaje significativo; requería además protección contra los asaltantes,
por la cual el Señor feudal también cobraba (los soldados respondían a la nobleza). La cantidad de hombres
libres legalmente disponibles para ejercer las tareas de la producción artesanal y del comercio era
insuficiente. El centro de gravedad del bienestar y libertad relativa del plebeyo estaba en las urbes, el nivel
de vida y la libertad estaban muy restringidos en el campo, donde tenía lugar la más dura y aún principal
tarea productiva, sintiéndose día a día con mayor fuerza el peso del contrato feudal, por lo que la migración
a las ciudades se convirtió en un deseo social cada día más influyente, y la libertad, igualdad y fraternidad
llegaron a ser consignas tremendamente convocantes. Los abusos, legales o no, de los nobles sobre los
plebeyos se sumaban al descontento general; el carácter parasitario de la nobleza resaltaba cada vez más:
los nobles estaban de más en lo que se refiere al aparato productivo. Fue entonces la época de las
revoluciones burguesas que, por las malas o por las buenas desplazaron a la nobleza del poder
sustituyéndola la burguesía. El cambio del modo de producción fue radical y en un breve plazo (entre los
siglos 16 a 18) se había extendido al mundo entero. La burguesía europea debe a Napoleón Bonaparte la
aceleración de la destrucción del sistema feudal en todos los territorios conquistados, es decir, la
aceleración de la expansión del capitalismo en esos países. Vemos así que donde Napoleón no llegó o fue
derrotado (Rusia, Silesia, España, Portugal, etc.) permaneció el régimen feudal generando un significativo
retraso económico y social. Inglaterra, con un capitalismo más desarrollado (gracias a su relativo
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aislamiento insular y a su temprana evolución económica –desde Cromwell- en esta dirección) se adelantó
en el desarrollo y en la expansión capitalista comercial hacia otros continentes (Norteamérica, India, etc.)
mucho antes que la Revolución Francesa, poniendo fin en Waterloo a la expansión napoleónica, que estaba
amenazando su expansión regional en Europa.
El proceso capitalista: fase industrial
El advenimiento del sistema capitalista no colocó en el poder a una clase oprimida, sino a una nueva clase
–la burguesía- que se había comenzado a formar lateralmente, subrepticiamente, en el seno del régimen
feudal hasta llegar a ser dominante. Los dominados inicialmente pasaron a ser los aprendices, artesanos y
comerciantes que estaban ya al servicio directo de la burguesía –campesinos liberados durante el propio
régimen feudal- y buena parte de los campesinos, que fueron liberados en el proceso del cambio de régimen
económico de sus compromisos feudales para que pudieran libremente ser contratados por la burguesía para
sus fábricas, administraciones y servicios de todo tipo. Pero no todos los campesinos recientemente
liberados fueron empleados masivamente por el sistema capitalista, pues en el inicio de la fase industrial se
liberó una masa campesina mucho mayor que la inmediatamente necesaria. Además, el proceso de
derrocamiento de la nobleza hizo necesario quitar a los nobles su base económica, la tierra, que fue
repartida entre algunos campesinos liberados (los que pudieron mantenerla de alguna manera,
hipotecándola u obteniendo préstamos), los campesinos libres (estamento proveniente de modos de
producción precedentes, empequeñecido pero nunca desaparecido), burgueses con aspiraciones a
terratenientes, etc. Como resultado se generó una enorme cantidad de campesinos independientes que
continuaron viviendo del cultivo de la tierra, pero ahora sobre una base capitalista, pagando por la mano de
obra cuando el trabajo excedía lo que podían (o estaban dispuestos a) hacer personalmente. Los campesinos
dueños de sus tierras se vieron convertidos en burgueses agrarios, o productores agrarios, cuya producción
agropecuaria debían realizar –al menos en parte- en el mercado para cubrir todas sus necesidades. Los
avatares de las cosechas y el mercado implicaron el inicio de una nueva etapa de concentración de la
propiedad de la tierra en manos de los más pudientes, fenómeno que prosigue aún. En los países en que el
capitalismo se desarrolló rápidamente, la explotación agraria capitalista evolucionó rápidamente como una
industria más y las formas pre-capitalistas de tenencia de la tierra (comunitaria primitiva [28] [28],
esclavista [29] [29], feudal [30] [30]) fueron destruidas, frecuentemente por la violencia. No obstante ser un
capitalista, el pequeño productor agrario arrastra un tremendo lastre de tradición conservadora, tiende a
aferrarse a la tierra y a su título de propiedad, y aunque la necesidad de competir hace que acepte de buen
grado las mejoras tecnológicas, se niega por lo general a vender la tierra, por lo que el proceso de
concentración del capital agrario es por lo general más lento que el del capital industrial. En la periferia
subdesarrollada, donde el feudalismo había coexistido con regímenes comunitarios [31] [31] y aún
esclavistas [32] [32] el proceso de integración de los campesinos al modo de producción capitalista fue
mucho más lento, y los resabios de regímenes anteriores persistieron por largo tiempo. Comoquiera que sea,
en la periferia subsisten aún hoy día una enorme cantidad de pequeños campesinos, o pequeños productores
agrarios, que suman aproximadamente la mitad de la población del planeta: unos tres mil millones de seres
humanos. Más abajo veremos el problema que se genera con ellos.
En la sociedad capitalista, la contradicción básica del proceso social humano genera una activa lucha de
clases entre las clases fundamentales, burgueses (propietarios de los bienes de producción) y proletarios (sin
medios de producción, asalariados); asimismo, la contradicción fundamental contiene encapsuladas y en
forma activa todas las contradicciones mencionadas anteriormente. Al estar dominada por la competencia (a
diferencia de los anteriores modos de producción), la recurrencia a la tecnología es permanente debido a la
necesidad económica empresarial de no “quedarse atrás”. El mecanismo competitivo es entonces fuente de
una permanente necesidad social de la burguesía de utilizar toda tecnología disponible para incrementar la
productividad, abaratar los costos de producción y de esa forma lograr una mayor competitividad individual
(o sea, una mayor ventaja). Esto incrementa el papel de la ciencia y la tecnología como fuerzas productivas
directas, a pesar de no formar parte de las líneas de producción de las mercancías.
Las formas de la lucha de clases en la fase industrial
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Desde los albores del capitalismo, la tecnología se orientó (como siempre ha ocurrido) a la guerra (la clásica
forma de llevar adelante una política económica de expansión), al transporte y a las comunicaciones (por las
necesidades del comercio), pero además, desde los inicios del capitalismo, asumió un nuevo papel (por las
necesidades de la producción) orientándose a la organización y división del trabajo; en esta etapa los
trabajadores carecían de organizaciones sindicales y sus protestas se limitaban a exigir condiciones de
trabajo menos abusivas. No existía la legislación laboral y se imponía un horario de 12 a 16 horas de trabajo
[33] [33] con pagas en el límite de sobrevivencia; se explotaba legalmente el trabajo infantil (hasta se
encadenaba a los niños a los puestos de trabajo). La tecnología evolucionó entre los siglos 16 y 17 de
manufactura individual, en que cada trabajador fabricaba un producto en su totalidad, compartiendo con sus
pares el local de trabajo y las herramientas manuales, a la manufactura en línea de producción, mediante la
cual cada producto es fabricado en forma secuencial; se determina una secuencia lógica de producción de
partes y armado secuencial del producto acabado y cada trabajador realiza una operación determinada de la
secuencia (que requiere aproximadamente igual tiempo para cada uno de los trabajadores), adquiriendo en
tal operación gran habilidad, rapidez y precisión; el producto se va armando al avanzar en la línea de
producción y queda listo al final de la misma. Esta metodología organizativa permitió un aumento
significativo de la productividad. Posteriormente (revolución industrial) se superpuso a esa tecnología la
mecanización del trabajo, que sustituye la destreza del trabajador por la suministrada por una máquinaherramienta especializada, más rápida y precisa. Los proletarios fabriles se vieron conmocionados ante las
máquinas herramientas que sustituían varios trabajadores calificados por uno sólo [34] [34] cuya única
calificación era saber manejar las palancas y botones de la máquina. Se llegó a acciones de fuerza
intentando destruir las máquinas-herramientas (luditas). Sin embargo, esta innovación fue un paso adelante
en el incremento de productividad que a la larga contribuyó al bienestar general, no meramente al lucro
mayor de la burguesía.
La crisis de desempleo producida por las máquinas herramientas se disipó al continuar la ampliación de las
industrias y mediante las primeras oleadas de emigración económica, hacia América principalmente. La
lucha de clases a nivel mundial proseguía en un plano económico; el objetivo de la ley de 8 horas aún no se
había logrado sino en países desarrollados [35] [35], la burguesía no temía por su seguridad. En los países
desarrollados se había entrado en la etapa de los monopolios nacionales, apoyados por los respectivos
Estados, y la competencia económica, que se canalizaba principalmente a nivel estatal, agotadas las
posibilidades pacíficas se dirimía mediante la primera guerra mundial, por mercados para la mayor gloria de
los monopolios del Estado burgués. En las trincheras peleaban, claro está, los proletarios y campesinos de
los respectivos países, esclavizados por las leyes marciales de los Estados respectivos “en defensa de la
patria”.
La primera señal de alarma para la burguesía sonó cuando tuvo lugar la Revolución Rusa en 1917 con la
manifiesta intención de crear un estado socialista y liquidar al capitalismo en Rusia y en el mundo entero.
Los Estados capitalistas desarrollados formaron una alianza, la Entente, e invadieron el recientemente
creado Estado para destruirlo. No tuvieron éxito en el plano militar, y en cambio el nuevo régimen quedó
políticamente fortalecido y configuró las naciones que había colonizado Rusia zarista como la URSS. El
peligro que veía la burguesía entonces era el de que cundiera el ejemplo, por lo cual ante la imposibilidad
de derrotar a la URSS por las armas, intentaron el ahogo económico e inventaron el “telón de acero”
(Churchill) aislando a la URSS del conocimiento del resto del mundo y bloqueando su comercio mediante
su dominio de los mercados. Ciertamente la burguesía tenía razones para temer su extinción como clase,
pues el nuevo Estado soviético levantaba su economía sin necesidad de capitalistas; nadie podía prever que
continuaría su proceso sin poder salir nunca del marco capitalista, a pesar de sus avanzadas leyes sociales
y de haber logrado un equilibrio prescindiendo de la burguesía para regular su evolución., creando una
nueva clase social, de administradores, que si bien eran muy privilegiados, no se apropiaban del plusvalor
para sí mismos. Ambas formas de capitalismo eran pues diferentes regímenes económico-sociales. La
URSS y los Estados capitalistas clásicos fueron dos polos de una contradicción dialéctica sincrónica que
dominó toda la estrategia socioeconómica mundial y configuró el proceso de desarrollo del capitalismo
hasta la síntesis de los años 90.
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El nuevo intento de destrucción militar de la URSS por el nazismo, con el beneplácito del resto del mundo,
fracasó porque el nazismo resultó una amenaza global no sólo para la URSS, sino para todas las burguesías
de los Estados capitalistas. Recordemos que en la primera mitad del siglo 20 los monopolios eran todavía
esencialmente nacionales y la lucha entre los mismos para destruirse mutuamente y arrebatarse los
mercados se reflejaba en la política entre los Estados capitalistas, que dominaban los respectivos
monopolios, por lo que la guerra era meramente la continuación de esas políticas por medios violentos
(Clausewicz). Hitler y el nazismo fueron, como en el caso del aprendiz de brujo (Dukas), herramientas que
escaparon a todo control. De la confrontación militar resultó un significativo desplazamiento del poder
internacional: por una parte, fortalecimiento del “capitalismo sin capitalistas” (Samir Amin), o “socialismo
real”, con la adopción del régimen soviético por varios países más. Por otra parte, surgimiento de los
EE.UU. como país capitalista dominante. En tercer lugar, la evolución gradual de los monopolios
nacionales a gigantescas empresas internacionales, o transnacionales, capitales sin patria, paso necesario
para acelerar la expansión del sistema capitalista, o globalización, acelerando a la vez el proceso de
concentración del capital. La creación de gigantescas empresas se acompañó un proceso dinámico de
creación-fusión o desaparición de pequeñas empresas, así como una aparente disgregación de segmentos de
las grandes empresas, que en realidad es una serie de reagrupamientos en racimos de empresas
seudoindependientes, en realidad interdependientes y respondiendo a un único centro rector principal, así
como las fusiones y alianzas entre empresas transnacionales; estos procesos prosiguen hoy día. En cuarto
lugar, como reflejo de la nueva configuración del capitalismo clásico en una malla de empresas
transnacionales globalizantes que de hecho paulatinamente pasaron a ser más poderosas que los propios
Estados nacionales, se formó una alianza militar encabezada por los EE.UU. e incluyendo a los principales
países europeos, la OTAN [36] [36], apuntando fundamentalmente al combate en el plano militar contra el
“capitalismo sin capitalistas”, llamado también “socialismo real”. Como contraparte, los Estados del
“capitalismo sin capitalistas” formaron su alianza militar correspondiente, el “Tratado de Varsovia”. Ambas
alianzas reflejan claramente la contradicción político-militar, reflejo de la contradicción económica entre
ambos regímenes capitalistas a nivel internacional.
Esta nueva configuración económica disminuyó significativamente la probabilidad de guerra entre naciones
de capitalismo clásico, pero por otra parte la burguesía reconoció acertadamente que el peligro de su
extinción a manos del proletariado de todo el mundo, fortalecido por la consolidación de la coordinación
económica (CAME [37] [37]) entre los regímenes soviéticos y la propagación de su ideología, que
propugnaba la toma del poder por el proletariado en cada Estado nacional, era un peligro real. Poco
importaba que esa ideología fuera dogmática; las tesis del marxismo-leninismo eran aceptadas cada vez más
y el propio “telón de acero” que la burguesía había instalado coadyuvaba al prestigio de los regímenes
soviéticos al no permitir apreciar sus sutiles deficiencias [38] [38]. Además, el viejo sistema colonial
ocasionaba más pérdidas que ganancias, al haberse desarrollado en ellos sendos movimientos políticos de
liberación que en muchos casos llegaban a lo militar, obligando a costosas operaciones con tropas enviadas
desde el país colonialista; las erogaciones de estas guerras locales terminaron siendo mayores que las
ganancias proporcionadas a la metrópolis por la explotación colonial, y se imponía otorgar la independencia
sustituyendo el dominio político por una nueva forma de dominio, puramente económica, dejando a los
noveles Estados nacionales la parte administrativa con sus gastos asociados [39] [39]. Pero la ideología
soviética era sumamente atractiva para estos Estados emergentes, y la ayuda en términos de técnicos de las
diversas profesiones, productos, armamentos, instrucción militar, enseñanza civil de los tres ciclos, etc. que
los países soviéticos ofrecían a muy bajo costo o gratuitamente ejercía un sesgo politizante inevitable. De
modo que, estando la confrontación militar equilibrada, el destino de la burguesía parecía jugarse en la
confrontación entre burguesía y proletariado en primer término y en el posible pasaje de algunos pueblos
africanos al campo del “socialismo real” (lo cual hubiera sido más un problema de prestigio que una ayuda
eficaz) en segundo lugar.
Se imponían entonces medidas radicales de nivel mundial, y la burguesía las tomó en los años 60 del siglo
20, ya bien avanzada la fase industrial. El crecimiento numérico del proletariado industrial en el mundo
entero parecía entonces inevitable, pues el crecimiento por vía tecnológica no aseguraba un desarrollo
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suficiente del capitalismo para proseguir con la globalización, es decir, su expansión en el mundo. Fue
creado entonces el “Estado del Bienestar”, que implicó un contrato social con el proletariado, que introdujo
significativas mejoras en su nivel de vida: mejora de los niveles salariales, una seguridad social muy
mejorada, financiada por el Estado (burgués) de cada país (mediante los impuestos) que implicó entre otras
medidas seguro de salud y seguro por desempleo; una legislación laboral más favorable mejorando los
niveles salariales, el horario laboral (donde aún era necesario ajustarlo al máximo de 8 horas), aguinaldos,
pagos por despido, también financiada por el Estado a través de los impuestos; una participación (mínima,
pero real) en las ganancias de las empresas, estimulada por el Estado (exención de impuestos, etc.) y
financiada por las propias empresas privadas. El efecto perseguido básicamente fue logrado, pues el
atractivo de las ideas socialistas resultó neutralizado por el alza sustancial del nivel de vida del proletariado
en todos los países capitalistas desarrollados. La burguesía tuvo que pagar, pero logró asegurar su
supervivencia.
Pero el sistema no funcionó en el “tercer mundo”, donde las burguesías eran débiles y reacias a desembolsar
esos costos; era precisamente en esos países donde los movimientos nacionalistas con influencia del
marxismo-leninismo tenían mayor fuerza. Se apeló entonces a la fuerza bruta digitando rápidamente golpes
de estado, dictaduras militares (Congo, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, Indonesia, etc.) que apartaron el
peligro radicalmente y permitieron mantener a esos países bajo el dominio del capitalismo tradicional.
Vemos así que la burguesía había aprendido a defenderse.
El proceso capitalista en las fases informática y biotecnológica
Con el advenimiento de la Revolución Científico-Técnica, el desarrollo del capitalismo resultó revitalizado
y catapultado, al lograr utilizar más plenamente la ciencia como fuerza productiva. En los años 70, el
problema del crecimiento continuo del proletariado industrial encontró una solución tecnológica en el robot,
que esencialmente es una máquina-herramienta controlada por una computadora, permitiendo la
automatización del trabajo, pues sustituye el control que el trabajador ejercía sobre la máquina herramienta
por el de un programa de computadora, con lo cual los trabajadores de las líneas fabriles de producción
resultan superfluos para el proceso productivo.
El robot es una negación dialéctica de la contradicción entre la necesidad de solucionar el problema surgido
(crecimiento acelerado del proletariado) y la tecnología que le da respuesta. En realidad, había varios
problemas pendientes a los cuales esa solución tecnológica dio respuesta: la necesidad de aumentar la
productividad y la precisión de la elaboración (o sea, la velocidad y la calidad de la producción) a la par que
la necesidad de poner fin al crecimiento del proletariado fabril. Sin los robots, la solución de los problemas
técnicos hubiera sido usar más trabajadores fabriles y más tiempo para las operaciones de precisión. Los
autómatas solucionaron las tres cosas a la vez: acortaron los tiempos, mejoraron la calidad y cada uno
sustituyó a unos 10 trabajadores fabriles.
La cantidad de mano de obra fabril en la producción creció desde el inicio de la industria hasta un máximo
en los años 70-80 del siglo 20 y desde entonces disminuye. Así pues, en la fase industrial del capitalismo y
en el comienzo de la siguiente fase, informática, la contradicción motora recurre inicialmente tanto al
incremento cuantitativo de mano de obra (contradicción sincrónica cantidad de trabajadores – cantidad de
producción) como a las mejoras tecnológicas (contradicción diacrónica necesidad técnica – creación de
tecnología), pero la contradicción necesidad-tecnología presenta una intensidad peculiar, acelerada, por
cuya causa ha ido desplazando al incremento de mano de obra fabril, inicialmente (desde los años 1970-80)
en términos relativos, y finalmente, en la actualidad, en términos absolutos.
Pero entonces, se podría pensar que se produce una disminución de la ganancia del capitalista en la
producción, puesto que la ganancia, o plusvalor, se obtiene solamente del trabajo vivo, de la mano de obra
humana, y ésta, en las fábricas disminuye, tanto la mano de obra fabril directa (producción) como indirecta
(administración). Y sin embargo esto no ocurre, la ganancia del capitalista aumenta. La razón es que en la
medida en que cesa de actuar la mano de obra fabril se intensifica la actuación de la mano de obra creadora,
la que produce la ciencia y la tecnología, así como la implementación del conocimiento en nuevos
productos y modelos, que es actualmente la fuerza productiva directa más importante del proceso
capitalista: el sector de investigación y desarrollo.
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El robot hizo innecesario el Estado del Bienestar, pues una vez asegurada la interrupción del crecimiento
numérico del proletariado industrial, éste dejó de ser una amenaza para la burguesía; en consecuencia, fue
posible eliminarlo, con lo que el capitalismo clásico asumió la forma neoliberal, que le permitió en pocos
años acelerar la concentración del capital y avanzar rápidamente en el proceso de globalización. Asimismo,
el desarrollo de la informática y las redes de datos, en que el capitalismo clásico llevaba ventaja, así como
su mayor capacidad de comercialización, le permitió superar económicamente la productividad del
“capitalismo sin capitalistas”, cuyas leyes sociales y sus problemas en la red de distribución comercial le
impedían tanto la producción en masa de autómatas como la sustitución de trabajadores por robots. La
contradicción entre las fuerzas productivas y los medios de producción en estos países se agudizó hasta
superar su límite crítico según el principio del trueque de la cantidad en cualidad, con lo que ocurrió la
síntesis histórica que terminó con el “socialismo real”, el mayor experimento social de la historia conocida.
El aspecto más demostrativo de que esta síntesis eliminó al “socialismo real” fue la disolución de común
acuerdo del CAME [40] [40] y del “Pacto de Varsovia”, con lo que la OTAN dejó de tener sentido. No
obstante, la OTAN se mantiene en todos sus términos, ahora en el papel de “gendarme internacional” del
Capital. Siendo la producción de armamentos un excelente negocio, el desarme mundial es una utopía por el
momento. Los ataques terroristas desde el 11-09-2001 se convirtieron en la principal excusa para usar las
fuerzas armadas invadiendo y bombardeando diversos objetivos del tercer mundo con un múltiple objetivo:
probar nuevos armamentos, entrenar sus tropas en el terreno, dominar segmentos rebeldes, destruir para
luego contratar la reconstrucción ganando dinero, dominar la economía estratégica del país invadido y
mostrar a otros lo que les puede ocurrir si no se comportan. Pero eso tiene una contraparte: se incentiva el
odio contra el agresor no sólo en los países involucrados, sino entre los ciudadanos de otros países que
imaginariamente pueden ponerse en su piel, se genera más fundamentalismo, se genera más terrorismo, se
producen más muertos entre la población civil y entre los invasores, se eliminan las posibilidades de
pacificación y la guerra se vuelve una historia sin fin que socava moralmente al agresor. No existe consenso
en estas guerras, por el contrario, se levantan discensos entre los propios dominadores advirtiendo que la
agresión no es un factor positivo para el crecimiento económico del mundo, sino apenas de unos pocos, con
pérdidas para el resto.
A partir de fines del siglo 20, el poder económico mundial se concentra en una “tríada” (Samir Amin)
formada por los EE.UU. por una parte, la Unión Europea en segundo término, y Japón en tercer término.
Los tres “socios” tienen el mismo interés económico general: la globalización, pero sus intereses
económicos particulares no son los mismos, por lo que son también rivales. Los tres tienen sendas áreas de
influencia en las cuales son más poderosos, y entre los tres dominan completamente el mercado mundial. Es
una alianza de clase por conveniencia. Frente a ellos emerge actualmente China, uno de los “capitalismos
sin capitalistas” remanente de la debacle de los años 90 que se ha sabido hasta ahora adaptar bien a la
hegemonía mundial neoliberal permitiendo el surgimiento de la inversión privada en una liberalización
controlada, habiendo logrado desarrollar un potencial industrial moderno, enorme, con un mercado interno
de 1300 millones de personas, lo cual le permite utilizar economías de escala produciendo con costos
relativamente bajos; hasta hace pocos años la calidad de los productos chinos era mala o mediocre, pero en
la actualidad, la calidad de una serie de productos estratégicos es excelente. China se muestra como una
potencia económica competitiva que comienza a conquistar peligrosamente (para la “tríada” rectora)
mercados en el extranjero. Internamente su régimen mantiene muchos de los rasgos de los regímenes
soviéticos, pero ha adquirido conciencia de que en un mundo capitalista o se es capitalista o se muere, y
está aplicando una economía de mercado. Su política se muestra nacionalista (habiendo dejado de lado la
pirotecnia verbal revolucionaria) y realista; quizás se perfile como un cuarto centro de poder económico
(con lo que la tríada se convertiría en una cuaterna) o quizás se pliegue al Japón potenciando esa zona de
influencia tremendamente. No se puede adivinar el futuro ni especular bien con pocos datos, de forma que
anotamos la tendencia y quedamos a la espera de más información.
Entonces, la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción en el capitalismo
clásico, que hasta el último cuarto del siglo 20 parecía ser [41] [41] la que decidiría el destino de la
burguesía a manos del proletariado, ha cambiado radicalmente. Se fue intensificando desde los inicios del
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capitalismo hasta fines de los años 70 del siglo 20, pero al aparecer en escena el robot, comenzó el
desplazamiento de los obreros fabriles a otras áreas laborales disponibles, inicialmente casi
imperceptiblemente, pero con una aceleración que hoy día no permite ignorar que el fenómeno es
sistemático [42] [42]. La contradicción prosigue evolucionando y su aspecto antagónico se mantiene, pero
el proletariado industrial cada día es menos fuerte, sus recursos son cada día menores y sus objetivos son
cada día más modestos. Analicemos este proceso:
La automatización de las líneas de producción fue la primera etapa de un proceso más complejo que está
llevando a una nueva fase (informática) al sistema capitalista. La automatización comenzó a invadir
también las áreas de servicios: todo el trabajo administrativo se ha simplificado y acelerado con la
informatización y las redes de datos, así como el trabajo de consulta y búsqueda de la información
existente. La transferencia de información de todos los tipos es hoy día prácticamente automática.
Actualmente se elaboran las bases del “gobierno electrónico” para sustituir la burocracia de papel por una
burocracia más rápida y segura electrónica. El comercio también asume formas electrónicas y se están
creando las estructuras nacionales e internacionales para convalidar, controlar y regular las firmas
electrónicas y los procedimientos para estos cambios. La velocidad del proceso de automatización se
determina más por lo económico que por lo tecnológico, pues para algunas áreas (servicio doméstico,
restaurantes, etc.) aún es más barato y eficiente contratar personal humano; y lo que tecnológicamente aún
no puede lograrse (mantenimiento, instalaciones, etc.), parece ser apenas un problema temporal de potencia
de procesamiento. Se estima que en unos 20 años más la potencia de procesamiento de una computadora
alcance a la del cerebro humano. En este proceso de desplazamiento laboral humano que recién se inicia
(veinte años no es nada, como decía Gardel, y cuarenta es el doble de nada) está cambiando
cualitativamente la composición del proletariado empleado en la producción, pues los principales
trabajadores directos pasan paulatinamente a ser los profesionales de las ciencias “duras” (ingeniería,
química, física, matemática, biología, etc.) que constituyen (todavía al menos) una capa elitista, separada
del proceso productivo propiamente dicho, por lo cual la clásica solidaridad de clase no existe casi, pues no
se “sienten” proletarios, aunque no son otra cosa, y para la cual entonces, la esperanza de enriquecerse y
subir al status de la burguesía es irresistible. Un paso más atrás están los encargados de mantenimiento
fabril, frecuentemente de nivel universitario o casi, por lo cual tampoco existe en ellos una conciencia de lo
que son: proletarios, tal como los pocos trabajadores de líneas de montaje o de otros servicios más
manuales. De modo que los proletarios como clase no están hoy por hoy en condiciones de presentar
batalla, han “perdido el tren”, y con él, sus objetivos políticos. Les quedan sólo objetivos económicos, que
cada día se reducen más a la necesidad de tener un empleo para sobrevivir en la fase informática del
capitalismo.
El proceso de automatización acompaña al proceso de concentración del capital (que tiene lugar
fundamentalmente a través de alianzas, fusiones y quiebras de empresas); ambos generan un desempleo
creciente: los desplazados por autómatas, en su mayoría no pueden acceder a los nuevos empleos, de base
técnica o informática, porque carecen de la formación básica necesaria (desempleo tecnológico); los de las
fábricas que cierran por quiebra quedan sin sus empleos; los de las fábricas que cierran porque los
monopolios transnacionales encuentran más lucrativo concentrar la producción en unos pocos países
dóciles, quedan sin sus empleos; las empresas que tenían por clientes principales a las fábricas que cierran,
reducen su personal (se achican) para sobrevivir, generando más desempleo; las nuevas empresas son de
producción automatizada con enormes volúmenes de producción, que a menudo admiten diversidad según
el gusto del cliente o las encuestas de mercado, y de administración informatizada y centralizada, tercerizan
todos los servicios no medulares de producción (por ejemplo, seguridad, limpieza, mantenimiento edilicio,
etc.) requiriendo por ello relativamente pocos empleados, tienen altísima productividad y menores costos de
producción, son por ello “más competitivas” y fuerzan el cierre de sus competidores. Se está generando un
ejército de desocupados cada vez mayor, concentrado principalmente en países de la periferia, y que es
fuente de emigración, delincuencia y lumpen. De modo que no parecería que el desarrollo de la
contradicción clásica fuerzas productivas – relaciones de producción conduzca al dominio del proletariado
en la síntesis final de este proceso. Actualmente al menos no lo es. No tenemos a la vista ningún estamento
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revolucionario, objetivamente interesado en la revolución por necesidad. La única necesidad claramente
definida es la de generar empleos, pero esa necesidad responde a los proletarios irrelevantes (en vías de
quedar desclasados), los descartados por el proceso productivo. El estamento ascendente del proletariado,
los que generan el conocimiento, no tienen por ahora ninguna necesidad dialéctica que los convoque a un
cambio radical, ni siquiera tienen definida su conciencia de clase.
Pero paralelamente, entran a jugar un rol activo en el proceso otras clases, hasta ahora bastante pasivas,
porque la contradicción diacrónica necesidad – tecnología ha entrado en un área nueva: la producción
capitalista agraria, donde el desarrollo de las bio-tecnologías se vuelve contra los productores agrarios y
agro-industriales de menores recursos, propietarios de sus medios de producción (la tierra, la ganadería),
que tradicionalmente fueron un sector afín a la pequeña burguesía. Esto ocurre por dos vertientes: el
desarrollo de semillas de alto rendimiento, bajo la protección de las leyes sobre patentes, y el desarrollo en
gran escala, en tanques químicos, de los productos de la producción agropecuaria, por medios
biotecnológicos patentados. Los dueños de las patentes son, claro está, empresas transnacionales para las
cuales, en la sociedad neoliberal, la prioridad absoluta es el lucro. Se trata pues de la gran burguesía
enfrentando a sectores pequeñoburgueses o campesinos afines por su carácter de propietarios no asalariados
a la pequeña burguesía, para apropiarse de sus recursos vitales.
La diferencia de productividad entre la tecnología agraria mecanizada más avanzada y la tecnología agraria
rural más pobre, que era de 10 a 1 en 1940, en el año 2000 era de 2000 a 1. En otras palabras, los ritmos de
desarrollo de la productividad en la agricultura han superado con amplitud los de otras actividades,
provocando una reducción de costos de producción, que se traducen en precios de mercado, en proporción
de 5 a 1. Paralelamente, las semillas patentadas, obtenidas por procedimientos de biogenética, superan en
rendimiento en algo así como 50 veces a las semillas naturales obtenidas por cruzamientos tradicionales.
Estas semillas artificialmente construidas se diseñan estériles, es decir, para cada nueva siembra deben
comprarse, por lo cual el negocio es muy lucrativo. Por otra parte, el rendimiento de tales cosechas elimina
del mercado a todos los competidores de la región que utilicen semillas tradicionales, pues permite precios
que los productores agrarios con semillas tradicionales no pueden igualar. Actualmente, bastaría una
veintena de millones de centros productores agrarios modernos, con grandes superficies de tierra (que
pueden comprarse a los campesinos arruinados, escogiendo inclusive las mejores tierras) y con acceso a los
mercados necesarios para sus infraestructuras, para lograr una producción esencialmente equivalente a la
que los consumidores solventes compran a los 3000 millones de campesinos que trabajan con semillas
tradicionales. Los dueños de las semillas de alto rendimiento son monopolios transnacionales, quienes las
producen y modifican mejorando su calidad, lo que a la vez les permite sacar nuevas patentes y discontinuar
la producción de semillas con patentes casi vencidas. Y naturalmente, estos monopolios compiten contra los
pequeños productores agrarios que no pueden pagar el costo de nuevas semillas en cada cosecha y trabajan
con semillas tradicionales, auto-reproductoras. Se trata de que un 2 % de personas, los grandes productores
agrarios (50 millones de personas, incluyendo sus familias), ya hoy pueden, si se les dan condiciones,
alimentar al mundo entero y en consecuencia, están sacando del mercado paulatinamente a los pequeños
productores agrarios, al 98% restante (3000 millones de personas, la mitad de la humanidad) que no tienen
otro recurso de vida que su tierra. La situación de estas personas se está viendo ya comprometida, y cuando
el proceso avance se convertirá en explosiva, pues paulatinamente pasarán a ser irrelevantes para el sistema
capitalista, al igual que los desempleados industriales sin calificación para el siglo 21. Pero hay un peligro
adicional intrínseco: la política de eliminación de semillas tradicionales del mercado lleva consigo su
eliminación como stock de reserva disponible, pues al dejar de cultivarlas su stock merma, con lo cual se
está eliminando la enorme diversidad de recursos agrarios existente. Si una plaga cualquiera ataca un tipo
de semillas, en la diversidad aparece alguna que resiste dicha plaga. Pero al eliminar la diversidad dejando
sólo unas pocas semillas de cada especie, una plaga podría ser causal de una hambruna apocalíptica en el
mundo entero. [43] [43]
Las biotecnologías permitirán asimismo diseñar carne, leche y vegetales artificiales (o sus equivalentes
proteínicos) [44] [44] para su producción masiva en tanques químicos. Aunque llegará algunos años más
tarde, este proceso también incidirá en el mercado, con lo cual se eliminará por competencia casi toda la
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economía agropecuaria natural. [45] [45]
De forma que el libre desarrollo del sistema capitalista amenaza directamente a la mitad de la humanidad
(los que viven de la producción agropecuaria) con la ruina y por tanto, con el hambre y la exclusión social,
que se suman a los ya amenazados con lo mismo desde fines del siglo 20 (y que actualmente comenzaron a
acumularse) provenientes de la producción. Este es actualmente el estado de las contradicciones en el
capitalismo.
El papel de las clases sociales en el siglo 21
La lucha de clases se abre entonces, en el siglo 21, en tres frentes: (1) burgueses, muchos de ellos
coordinados en las empresas transnacionales, frente a proletarios, lo tradicional, salvo que la composición
del proletariado está cambiando rápidamente: hay una capa del proletariado en ascenso (los profesionales
académicos, por llamarlos de alguna forma), que aún no tienen claro que son proletarios y que por el
momento configuran una capa elitista del proletariado, con pretensiones de elevarse hasta la burguesía, para
la cual el desempleo es para ellos (mayoritariamente) todavía algo que les ocurre a los demás; asimismo
tenemos que considerar amplios sectores de la burguesía y pequeña burguesía que o bien ya están
proletarizados, o serán llamados en breve a proletarizarse, porque serán arruinados al no poder competir en
condiciones de globalización con la gran burguesía, y que durante un largo tiempo serán una capa
proletarizada, pero desclasada en cuanto a sus puntos de vista. El proletariado tradicional por su parte está
debilitado ideológicamente desde la debacle del “socialismo real” por el despiste de los marxistasleninistas, que mayoritariamente aún no hicieron una crítica y autocrítica abierta de su ideología y
continúan por tanto arrastrando nostalgias, dogmas y metodologías inservibles en las actuales condiciones,
y debilitado numéricamente por los procesos de concentración industrial y de automatización. Además hay
ya una amplia capa del proletariado que ha pasado a medios de vida alternativos al empleo pleno (changas,
empleo ilegal, hurgadores de basura, mendigos, delincuentes, etc.), degradados por el desempleo
tecnológico y en vías de desclasamiento y lumpenización. No se percibe por el momento como evitar el “fin
del trabajo” en esta contradicción. (2) gran burguesía agraria, muchos de ellos vinculados a empresas
transnacionales poseedoras de patentes de semillas estériles de alto rendimiento, frente a productores
agrarios de recursos reducidos que se manejan con semillas tradicionales. Esta capa de productores agrarios
pobres pertenece a la pequeña burguesía o al campesinado, tiene en general una mentalidad conservadora y
puestos ante la ruina, ideológicamente inermes (pues en general o bien no creen en nada, o creen en Dios,
pero no en un mundo cambiante), serán proclives a la radicalización explosiva si surge una tendencia
organizadora en ese sentido (muy probable); por otra parte, es posible que tomen conciencia de su fuerza
por el número (3000 millones) y se organicen uniéndose para defender sus tierras y su medio de vida. La
pérdida de la tierra para estas personas sería una catástrofe mayor, y su ruina implicaría un colapso social,
probablemente asociado a un incremento de la violencia, en particular de la actividad terrorista que
empequeñecería lo que hoy existe en ese sentido, porque esos campesinos arruinados sentirán que
realmente no tienen nada que perder una vez despojados de sus tierras para mayor gloria de alguna
multinacional. (3) gran burguesía agropecuaria vinculada a las empresas transnacionales frente a
productores agropecuarios de todo tipo no vinculados a las empresas transnacionales poseedoras de las
patentes para producción artificial de productos agropecuarios en tanques químicos. Este tercer frente no se
ha abierto aún, demorará algunos años, pero sin duda se presentará antes de mediados del siglo y tenderá a
eliminar toda la tecnología agropecuaria tradicional. Por el momento esas tecnologías no han pasado a la
etapa de producción masiva, pero la clonación ya existe y las técnicas de manipulación genética también.
Hasta aquí lo que se observa y se prevé en base a datos concretos. Para avanzar más debemos especular
inteligentemente.
Prospectivas del futuro
Me parece claro que de la forma como se procese esta lucha de clases depende nuestro futuro social (o la
existencia de un futuro social). ¿Qué previsiones podemos hacer al respecto?
Puestos a exponer posibilidades, debemos considerar el espectro completo, desde el futuro apocalíptico
hasta el futuro en que la Tierra termina siendo un paraíso. Consideraremos solamente futuros posibles
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provenientes del desarrollo de los procesos internos del sistema. Es decir, hipótesis como la colisión del
planeta con un meteorito, si bien son posibles, no son consideradas, pues son meras síntesis mecánicas del
proceso carentes de una causal interna al sistema socioeconómico. [46] [46]
Escenarios apocalípticos triviales
Un final apocalíptico por ejemplo sería una guerra termonuclear entre países desarrollados, pues las
modernas armas nucleares podrían crear un invierno nuclear que implique el retroceso civilizatorio por
destrucción de la cultura y la tecnología. Esa hipótesis era plausible cuando el sistema económico mundial
estaba dividido entre las dos tendencias globalizadoras confrontadas, el mundo capitalista clásico y el
“socialismo real”. Esa contradicción sincrónica entre el capitalismo burgués y el capitalismo de Estado sin
capitalistas, dominó la mayor parte del siglo 20, pero finalmente produjo una síntesis estéril al absorber una
de las partes casi totalmente a la otra. El surgimiento de una contradicción similar hoy día, en condiciones
de globalización tan avanzadas, parece sumamente improbable. La burguesía no es partidaria del suicidio,
sino de ganar dinero, y las confrontaciones entre países desarrollados (inevitables en un ámbito de
competencia) tienen lugar principalmente mediante estrategias comerciales utilizando a lo sumo una
violencia limitada que no arriesgue una confrontación armada global en la cual ambas partes perderían. No
obstante ser esta posibilidad de baja probabilidad, sabemos que también el que un fulano determinado se
saque la lotería es de baja probabilidad y puede ocurrir. Por tanto, no debemos dejar correr las cosas en
manos de la burguesía: la lucha por la paz, la oposición a todo acto de agresión armada, la prédica de la
tolerancia, es una tarea permanente de todos los seres humanos, y muy especialmente de los dominados del
mundo entero, pues son los que realmente perderían en cualquier guerra que implique a su país.
Una segunda posibilidad de futuro apocalíptico sería el colapso de la biosfera terrestre no a causa de una
influencia externa incontrolable, sino a causa de la estupidez humana, por agotamiento del planeta debido al
abuso incontrolado de sus recursos naturales. Esa sería una causal interna, incorporada al proceso del
sistema. Actualmente enfrentamos dos crisis inminentes: la del petróleo, es decir, una crisis energética, y la
del agua potable. Son causales “menores” en el sentido de que no implican el fin de la civilización, sino una
constricción fuerte a orientar esos recursos adecuadamente y un desafío tecnológico para crearlos de otra
manera, pues existen fuentes de energía alternativas y asimismo existe mucho agua en el planeta que se
puede potabilizar. No obstante, los países con menos recursos financieros, que suelen ser los que nunca
toman medidas preventivas y también los que tienen más personas de pocos recursos económicos, la
pasarán mal, puede llegarse al holocausto de poblaciones enteras de gente pobre. Pero la depredación puede
agravarse en otras áreas, por ejemplo si desaparece la capa de ozono que nos protege hoy día de la radiación
solar ultravioleta, podría desaparecer (quemada) la capa vegetal que hoy produce el oxígeno (selvas, algas,
plankton). Otra posibilidad es la desertificación del planeta a partir de la influencia de la radiación
ultravioleta. Existen diversas variantes por las cuales la depredación de la naturaleza podría destruir nuestra
civilización, pero todas ellas serían consecuencia del proceso de desarrollo del sistema capitalista. Hay en el
proceso depredatorio un “punto de no retorno” a partir del cual la biosfera recibe retroalimentación positiva
y el proceso se acelera hasta el colapso. No es imposible que leguemos el mundo a las cucarachas, pero
pienso que también es un suceso de baja probabilidad, pues como afirmé más arriba, la burguesía no es
suicida. Y no obstante, los sucesos con probabilidades bajas no son imposibles, pueden ocurrir. Por tanto,
la lucha en defensa de la ecología planetaria, la educación de los niños de hoy en la defensa racional de la
naturaleza, la lucha para evitar el desperdicio y la depredación [47] [47] sin beneficio social, sin otra
finalidad que el lucro, es un objetivo de todos los seres humanos y es preciso movilizar las masas en su
defensa.
Escenarios no triviales
Las dos alternativas apocalípticas precedentes, evitar la guerra y evitar la destrucción del planeta, son
triviales, están en el orden del día de las personas progresistas desde el siglo pasado. Pero de la exposición
de los enfrentamientos de clase que están ocurriendo surge una tercera variante apocalíptica: la destrucción
del sistema capitalista por autobloqueo de su desarrollo, que podría conducir a la destrucción de nuestra
civilización. Examinemos esa posibilidad.
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La condición de existencia del sistema capitalista es su continuo desarrollo, y por ello el desarrollo del
sistema capitalista continuará compulsivamente, pase lo que pase, hasta haber dominado todo el planeta, es
decir, hasta haber llevado la globalización, la expansión, hasta sus últimas consecuencias. Los medios de
destrucción masiva de que dispone el capital (que en tanto no haya una crisis de estancamiento global que
lo fraccione reaccionará globalmente, con espíritu de clase) impedirán la detención o el deterioro del
proceso por la vía voluntarista; el proceso sólo se detendrá cuando el capitalismo esté internamente
agotado. Acciones de guerrilla [48] [48], actividades terroristas, acciones de violencia imbricadas en la
lucha de clases, o acciones similares, sólo influirán en la temporización (alterarán el porcentaje de
incremento de producción, es decir, la productividad), pero no impedirán el desarrollo del proceso ni el
sufrimiento humano. La fallida experiencia del “socialismo real” ilustra claramente la imposibilidad del
cambio a otro régimen dentro de un mundo en que el capitalismo no esté aún agotado en sus posibilidades
de desarrollo, pues al ser dominante, arrastrará al capitalismo a todo otro modo de producción pre o post
capitalista que contacte. Lo que ocurrió con el socialismo real es lo mismo que ocurrió con el feudalismo
europeo, o japonés, o lo que está ocurriendo con las culturas comunitarias primitivas que aún sobreviven, o
lo que está ocurriendo con los regímenes donde subsiste el esclavismo endémico, etc.: el capitalismo los
penetra y los asimila. El heroico Viet-Nam, que derrotó a EE.UU. en la guerra, fue derrotado pacíficamente
por el Capital y hoy día figura integrado al sistema. Nicaragua, después de su epopeya antisomozista, una
vez liberada de la dictadura resultó democráticamente [49] [49] incluida en el sistema capitalista por vía
pacífica. El sistema capitalista, como demuestra Samir Amin, es intrínsicamente globalizador, quiere decir
que es imperialista desde sus comienzos. Y debemos tener en cuenta además que las categorías “equidad” o
“justicia” no son primarias para el proceso globalizador, son secundarias, subordinadas, prescindibles.
Ahora, ¿qué significa “llevar la expansión del capitalismo hasta sus últimas consecuencias” o sea, “hasta el
agotamiento” del capitalismo? Esto se puede entender apocalípticamente, como parece insinuar la
exposición precedente, u optimísticamente, como afirma Grompone en “La Danza de Shiva”.
El motor del sistema capitalista es, a todos los efectos prácticos, la contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción. Ese motor se detendrá cuando ya no sea posible desarrollar
más las fuerzas productivas dentro del marco de las relaciones de producción existentes.
Desarrollar las fuerzas productivas significa acelerar la producción, aumentar la productividad. Pero las
fuerzas productivas integran además un elemento clave del sistema: la comercialización de los productos (y
servicios) producidos. Asimismo, las relaciones de producción, además de la relación entre las clases que
generan los productos y la clase que se apropia de la producción, incluyen la relación de esas dos clases
básicas con las personas que llevan a cabo la distribución de la producción, la comercialización, sin la cual
el valor de lo producido no se realizaría y por tanto sin la cual la burguesía no recibiría nada por apropiarse
de la producción.
La razón de ser de la burguesía no es la producción en sí, sino el producto de la comercialización, o sea, el
lucro, también llamado beneficio o ganancia, y por tanto debemos considerar las relaciones de producción a
la luz de una distribución de la humanidad en dos clases sociales diferentes de las tradicionales:
consumidores y no-consumidores, que configuran una contradicción sincrónica cuyo desarrollo va, en el
capitalismo, a la par que la contradicción entre dominadores y dominados.
Consumidores son los que invierten dinero en bienes de producción como valores de uso. Ese dinero
retorna a la burguesía y está destinado a ser reinvertido en su parte principal (por los dominadores que lo
reciben) en el ciclo ampliado de producción capitalista: apenas una fracción del lucro se dedica a bienes de
uso para esos propios dominadores, y el resto se reinvierte como capital para obtener mayor ganancia.
No-consumidores son los que no invierten dinero en adquirir valores de uso, porque no quieren, no lo
necesitan, o no pueden.
En los tiempos del capitalismo naciente, cuando coexistían el capitalismo primitivo y el feudalismo
europeo, los siervos de la gleba eran prácticamente no-consumidores, pues sus valores de uso provenían de
la producción del feudo sin necesidad de un sistema comercializador. Los países africanos hasta 1871 (antes
de ser colonizados por los europeos) se manejaban por un sistema mayoritariamente de trueques de bienes
equivalentes dentro y fuera de las tribus, no eran consumidores en el sentido que aquí le doy al término. Los
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esclavos no fueron nunca consumidores, recibían su alimento, vestimenta y refugio del esclavista sin que
mediara dinero. Los patricios eran consumidores, pagaban por lo que adquirían como bienes de uso. Ahora
bien, en la sociedad capitalista actual quedan pocos no-consumidores voluntarios. Los campesinos
independientes del siglo 21 son, casi todos ellos, parcialmente no-consumidores, porque en principio
pueden vivir de los productos de la tierra que ellos mismos producen, aunque cada día más se ven en la
necesidad de vender su producción para adquirir otros bienes de uso. En gran medida son elementos no
totalmente integrados al sistema capitalista, resabios de regímenes anteriores, destinados a desaparecer
(reconvertirse o morirse) en un ámbito 100% capitalista. Pero hay una cantidad significativa de noconsumidores involuntarios, son las personas de recursos nulos o muy limitados, condenados al hambre y a
la exclusión social. Estos son principalmente los no-consumidores de nuestro interés, pues los voluntarios
están condenados a desaparecer, sea integrándose activamente al sistema capitalista, sea mediante su ruina
económica y su conversión forzada en no-consumidores involuntarios.
Estrictamente, dado el dominio hoy día de la producción capitalista y la inexistencia de regiones
inexploradas en el mundo, no existe nadie actualmente que sea 100% no-consumidor. Asimismo, todos
producimos alguna cosa en forma doméstica, artesanal, por ejemplo el cambio de los cueritos de las canillas
(en vez de contratar un sanitario), o de algún enchufe roto (en vez de recurrir a un electricista), o coser los
botones de la camisa (en vez de llevarla a una modista), o hacer la cometa de los pibes en casa (en vez de
comprarla), o cocinar nuestros alimentos (en vez de comprar la comida hecha). No llamamos a un técnico
cuando podemos hacer el trabajo por nuestra cuenta, de forma que aún entre los consumidores nadie es
100% consumidor. Considerando el conjunto de la totalidad de la humanidad, su partición en las clases de
consumidores y no-consumidores es una pareja de subconjuntos difusos complementarios, en que la
pertenencia al subconjunto no-consumidor se caracteriza por un coeficiente de pertenencia n entre 0
(pertenece 0%, o sea, no pertenece) y 1 (pertenece 100%) y de igual modo, c = 1 - n es la pertenencia al
subconjunto complementario, de consumidores. Obviamente c + n = 1, es decir, todo ser humano está
incluido en uno de los dos subconjuntos y con diferentes grados de pertenencia; para 0 < c < 1 (lo cual
implica 0 < n < 1) está en los dos a la vez. De una manera arbitraria, podemos considerar que una persona
es “consumidor eficaz” si c > 0,5 y “no-consumidor eficaz” en caso contrario.
Puesto que el interés vital de los dominadores radica en maximizar sus ganancias, en términos sociales eso
se traduce como la conveniencia de maximizar la cantidad de consumidores eficaces. El alud de
propaganda comercial con que se nos invade cada día es prueba suficiente de esa afirmación. Pero la
condición necesaria para que una persona integrada al sistema capitalista sea consumidor eficaz es que
disponga de dinero para comprar los bienes de uso que necesita. La priorización de los bienes de uso a
adquirir, si bien es individual, tiene patrones claramente definidos por las necesidades básicas; más allá de
ellas es cuestión de gustos y disponibilidad.
Por otra parte, hemos visto que la confrontación entre clases parece tender a generar un enorme ejército de
desempleados, sin recursos, sin dinero, que se convertirían en no-consumidores eficaces involuntarios. Los
3000 millones de campesinos, hoy consumidores en el orden de un 60% a 80%, si continúan siendo
empujados poco a poco a la indigencia serán una masa de no-consumidores eficaces que la burguesía no
puede permitirse generar, pues se perjudicaría a sí misma arrojando la mitad de la población mundial a la
clase de no-consumidores eficaces. Si los autómatas terminan con el empleo, los proletarios de hoy, que son
un 40% de la población mundial, y que son consumidores en un 90% o más, terminarán en el campo de los
no-consumidores eficaces involuntarios, lo cual no es de su interés. Si en un futuro próximo la producción
de alimentos sintéticos termina con la industria agropecuaria, las personas que hoy medran con esas
profesiones se verán en la indigencia y engrosarán las filas de los no-consumidores eficaces en un
porcentaje adicional, quedando en el campo de los consumidores eficaces apenas la capa de los burgueses
acomodados, del orden de un 5% - 10%.
Quiere decir que la aplicación de una política económica de corte neoliberal, centrada en la maximización
del lucro sin considerar los medios usados para ello, terminaría eliminando a la gran mayoría de los
dominados y a una buena parte de los dominadores de hoy como consumidores eficaces, los convertiría en
no-consumidores eficaces involuntarios. Al hacerlo se estaría atacando lo más sagrado de los intereses
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burgueses, el lucro, y a la vez se estaría actuando en contra de la posibilidad de ampliar la producción,
terminaría entonces el ciclo de reproducción ampliada del sistema conduciendo el sistema capitalista a un
colapso económico y social en que se congelaría todo el aparato productivo (carece de sentido producir si
nadie puede comprar) con lo que la burguesía perdería su razón de ser. El caos social estimularía la
violencia. Sería, creo, un retorno a la barbarie, un retroceso social y tecnológico total, pues en unas pocas
generaciones nadie sabría ya como funcionan las máquinas sofisticadas. Esto estaría en contra de la
supervivencia de la especie, por lo cual si bien es un fin posible del sistema capitalista (uno de los finales
apocalípticos) su probabilidad de ocurrencia es baja, o lo que es lo mismo, la probabilidad de que se
produzca una acción correctiva de la sociedad para evitar este autobloqueo del sistema son altas. Repito: La
burguesía no se suicida como clase social.
La necesidad social de evitar el suicidio
No estamos ante una situación totalmente nueva, pues ya hemos visto que al ver seriamente amenazada su
existencia, la burguesía genera medidas de autodefensa, y ha ido aprendiendo de sus fracasos y éxitos
logrando elaborar estrategias muy eficaces. La burguesía en esta etapa avanzada de la globalización no
puede actuar bloqueando el desarrollo ulterior del sistema, condición sine qua non de su propia
supervivencia, sino que debe tomar medidas correctivas que le permitan superar el problema y permitir al
capitalismo seguir desarrollándose hasta que no quede nadie en el planeta que no esté incluido en el
sistema, hasta que no queden resabios de sistemas obsoletos, con menor productividad. No es un problema
de ciertas multinacionales o capitalistas individuales, es la supervivencia de la burguesía como clase
dominante lo que se juega (pues al desaparecer los dominados como clase social, al llegar al fin del trabajo,
la burguesía, su parásito, también se extinguiría como clase social). La clase dominante debe por tanto
mantener y aún maximizar el subconjunto de los consumidores eficaces durante todo el proceso. Por el
momento no está actuando en ese sentido como clase, no es aún consciente del problema en toda su
generalidad y magnitud, y el propio problema no es sino una clara tendencia que todavía no se hace sentir
en términos de caída del lucro de forma notable, inequívoca, por lo que la burguesía actúa débilmente,
individualmente, respecto al problema del mercado, limitándose a mantener y mejorar la propaganda
comercial (por más embrutecedora que sea), como medio principal de incentivar la comercialización; la
propaganda es diferencial, pues cada segmento de la burguesía tiende a maximizar la cantidad de
consumidores de sus productos. Pero en algún momento eso será insuficiente; creo que entonces, en el
futuro, se tomarán medidas más directas, como por ejemplo la exención de impuestos por un porcentaje del
monto de las compras para los consumidores y otras más fuertes, cuya esencia será maximizar el consumo
voluntario y combatir el no-consumo involuntario. Pero atención: esas medidas estarán destinadas a
maximizar el retorno (en forma ahora de capital) del valor creado a manos de la burguesía (de la gran
burguesía) y no a aliviar la situación de las personas que hayan caído en la indigencia y se estén muriendo
de hambre. Lo que se hará es generar facilidades mercantiles que propicien el consumo, afectando a los
grandes consumidores en primer término, a los consumidores eficaces en segundo término, y a los
consumidores menos que eficaces en tercer lugar, es decir, se tratará de aliviar la situación de los que más
tienen antes que nada, pues son los que generan mayor consumo, y eso arrastrará a los que tienen menos. La
burguesía buscará la forma de balancear sus gastos y sus ganancias minimizando aquellos para maximizar
éstas. Quiere decir que el que desaparezcan de la faz de la Tierra los no-consumidores eficaces
irrecuperables, digamos aquellos con c < 0,1, no preocupará en lo más mínimo a la burguesía ni a sus
organizaciones (aunque por política digan lo contrario), pues el peso económico de estas personas es
insignificante como consumidores. No se trata de aliviar a la gente, no se plantea maximizar la cantidad de
consumidores, sino maximizar el consumo mismo, la cantidad de dinero que se recolecta en la etapa
comercial. Sólo que en ese proceso correctivo inevitablemente en mayor o menor grado todos los
consumidores se beneficiarán, mejorará la situación general de la población como un subproducto de las
medidas tomadas (como ya ha ocurrido en otros casos) para permitir que continúe el desarrollo del
capitalismo en forma ampliada.
El sensor principal que señalará la necesidad de la acción correctiva por parte de los dominadores será el
monitoreo del mercado que la burguesía hace continuamente a través de las bolsas de valores. Las bolsas de
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valores son centros especulativos donde los inversores apuestan al valor futuro de las acciones [50] [50]de
las diferentes empresas y emprendimientos en general. Cuando se observa una caída general del valor de las
acciones [51] [51], es señal de que la economía va mal y se inician medidas correctivas. El organismo rector
principal a esos efectos es, cada vez más, la Organización Mundial del Comercio (OMC), el verdadero
centralizador de la autoridad en el mundo capitalista de hoy día.
¿Y nosotros qué podemos hacer?
Por parte de los dominados, no se pueden tomar medidas directas correctivas, los dominados no inciden
individualmente y no tienen organizaciones a escala global que incidan directamente, pero sí las tienen a
escala nacional, tal es el caso por ejemplo de las organizaciones de defensa del consumidor y otras. Sería un
acierto coordinarlas internacionalmente para poder incidir presionando, haciendo público lo que ocurre,
movilizando a las personas interesadas, que serán la gran mayoría del planeta. La idea es minimizar el
impacto negativo en las masas de dominados y para ello hay que evitar que las acciones se canalicen en una
forma violenta e inútil, (como ocurrió con los luditas) contra el propio sistema económico, que no puede
todavía ser sustituido porque aún no estará agotado, por lo que habrá que hacerles entender que la
destrucción del sistema económico no es una buena idea para salir de la crisis, así como no es una buena
idea degollar a un amigo para cortarle el hipo, porque no hay ningún otro sistema económico de mayor
productividad para sustituirlo, y el intento de inventar uno sustitutivo de mayor equidad (digamos, el
socialismo), en esta etapa en que el capitalismo no está agotado, sino apenas enfermo, autobloqueado, en
una situación que tiene aún solución en el marco del propio sistema, llevaría solamente a la prolongación
del proceso capitalista, porque el nuevo régimen sería absorbido por el capitalismo clásico; ya vimos esa
película. Quizás lo más difícil de la tarea que nos espera es explicar a la gente que no se trata de destruir el
sistema capitalista porque funciona mal, sino de estimularlo para que siga desarrollándose hasta que no
pueda dar más de sí y a la vez encontrar la fórmula para minimizar los impactos negativos en las masas de
dominados. Tal cosa es posible, y la burguesía lo sabe. Puesta en la situación crítica de enfrentarse a una
revolución “socialista” en la etapa de su autobloqueo, la burguesía hará de tripas corazón, tomará medidas a
las que en otros momentos ni soñaba en recurrir y desbloqueará el sistema productivo como sea dejando a
los revolucionarios afeitados y sin visita. Contemplará las aspiraciones de los dominados en la medida
necesaria parareactivar el sistema, aislar a los radicales (quizás destruirlos físicamente) y neutralizar a las
masas populares de dominados.
Existe inclusive una demostración matemática debida a John Forbes Nash, quien recibió el Premio Nóbel de
Economía en 1994 precisamente por su análisis pionero de la teoría del equilibrio de los juegos no
cooperativos, una tesis sobre las matemáticas de la competencia que contradice las doctrinas de Adam
Smith, el padre de la economía moderna neoliberal, así como las modernas tesis neoliberales. Según Nash,
en un juego no cooperativo, es decir, competitivo, el éxito se maximiza cuando se toman en cuenta los
intereses de todas las partes y no sólo los de una de las partes. Esta tesis tiene validez tanto para los
dominadores como para los dominados, por lo cual las ideas fundamentalistas (acción directa, terrorismo y
demás) no contribuyen al bienestar de ninguna de las dos partes como clase, no son una contribución a la
solución del problema, apenas se incorporan al problema haciéndolo más complejo, aumentando el
sufrimiento de todas las partes en pugna sin excepción.
La acción de los dominados sin embargo es fundamental para evitar en lo posible los daños colaterales de
la crisis, pues como vimos, equidad, justicia, bienestar del prójimo, etc. son categorías no relevantes para
los dominadores, pero son fundamentales para los dominados, y es muy probable que el tipo de salida de la
crisis dependa de la actividad inteligente, no fundamentalista, de las masas. Esa es la verdadera tarea
revolucionaria. Mucho más difícil que la recurrencia a la violencia, porque para la mayoría de los que
tomen parte será casi un apostolado desde el anonimato.
Creo que este camino es el que tiene en cuenta Grompone en “La Danza de Shiva” al considerar
optimísticamente (quizás expresándolo demasiado optimísticamente) el fin del capitalismo. Sólo que
Grompone utiliza un modelo determinístico, lineal, en el que no se ven los avatares que el enfrentamiento
de clases señala actualmente. El que en este proceso millones de personas perezcan de hambre, o
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cancelados de un plumazo (o de un bombazo) porque son consumidores insignificantes, irrelevantes para el
retorno de la ganancia, o porque son una fuente de delincuentes que viven fuera del sistema, o que se les
integre al sistema, se les recupere como seres socialmente útiles y se les respete como personas con
dignidad y derechos, dependerá en gran medida de las masas movilizadas con una política correcta, no
aventurera, realista, no oportunista ni utópica, adecuada, no fundamentalista, constructiva, no terrorista.
Esas masas somos todos: los propios interesados, que somos nosotros mismos, porque en los tiempos que se
avecinan no será posible ser espectador, las noticias no serán ya lo que les ocurre a los demás, sino que
estaremos en su mismo centro. Y creo que es muy importante lo que hagamos desde ahora, porque a la hora
de la crisis, los que recibirán los golpes más duros serán los países o las regiones que estén más alejados del
capitalismo desarrollado. Por eso considero que el desarrollo es un objetivo estratégico prioritario.
¿Y por qué insisto tanto en el papel de las masas? Porque a la larga no son los grupos de iluminados sino los
grandes conjuntos populacionales (las masas) los que, cuando saben lo que quieren, deciden cual será el
camino. No fue la guerrilla del Che la que tomó el poder en Bolivia sino las masas indígenas movilizadas
en torno a Evo Morales. No fueron los nicaragüenses a tiro limpio los que eligieron a Ortega después de
perder el poder, fueron las masas movilizadas. No fueron guerrilleros los que reconquistaron la democracia
en Chile, fueron las masas de chilenos. No fue el movimiento de los sin tierra sino las masas populares las
que pusieron a Lula en la presidencia. No fueron los partidarios de la acción directa los que ganaron el
gobierno en Uruguay, fueron las masas populares movilizadas. En la medida en que logremos que lo
regional sea priorizado frente a lo nacional seremos más fuertes, pero me temo que esa tarea va para largo.
Nos educaron en el nacionalismo ante todo, y desaprenderlo es muy difícil.
Esta es la variante que yo veo como más probable para el acontecer futuro de la primera mitad de este siglo.
No es un camino idílico, sino un camino de lucha, pero a diferencia de las concepciones nihilistas de los
que procuran la vía violenta, la conquista de la paz mediante la guerra, lo cual es un disparate falto de todo
fundamento (y que las experiencias en este sentido desde la segunda mitad del siglo 20 desmintieron
rotundamente, y continúan desmintiendo en el siglo 21) ofrece un camino no totalmente exento de
violencia, porque la burguesía es un adversario violento, pero que permite minimizar los daños colaterales
si se actúa con tino, porque la burguesía, aún teniendo todas las armas del mundo, necesita consumidores,
no les alcanza con venderse la producción entre ellos mismos. Necesita del proletariado de élite, y del otro,
para que le genere el plusvalor de las cosas, pero también necesita de los campesinos, la gran mayoría del
resto del mundo, para que le compre las cosas producidas. Esa certeza es nuestra principal herramienta de
trabajo social: individualmente no somos nada; unidos somos indispensables. Para que haya un futuro para
la burguesía, debe haber un futuro para nosotros. Sólo sobreviviendo unos sobrevivirán los otros. Pero en
ese proceso, la distribución del capital sufrirá una transformación importante.
El fin del capitalismo
¿Y en qué consiste, cuales serán los síntomas del fin del capitalismo?
Si sucediera cualquiera de las posibilidades apocalípticas, ocurriría el cese del desarrollo productivo y con
ello el cese del funcionamiento de la sociedad tal como hoy día la conocemos. El conocimiento se perdería,
aunque sobrevivieran los textos, porque la mayor parte de la tecnología no está escrita, se adquiere
mediante la experiencia, que se perdería en una o dos generaciones de sobrevivientes (si los hubiera).
Asimismo, porque sería inevitable el colapso del sistema educativo, que pasaría a tener una importancia
menor o nula en el caos social que ocurriría. La tercera generación, en el mejor de los casos, estaría
viviendo en la barbarie. O, alternativamente, nos heredarían las cucarachas. No sería un fin interesante para
los humanos.
Pero si sorteamos las crisis, lo cual es muy probable, llegando a algún equilibrio dinámico económicosocial que nos permita ser consumidores eficaces mayoritariamente, será porque habremos encontrado la
forma de eludir el problema del “fin del trabajo”. Examinemos algunas posibilidades generales para lograr
eso:
1) Eliminación física de los no-consumidores “persistentes”, digamos, los que están en un nivel de
consumismo c « 0,5. Sería la solución nazi tomada como una política de Estado, lo cual hoy por hoy parece
muy poco probable ... pero no imposible. Por otra parte, es mucho más probable que una tal medida se
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aplique solapadamente, extraoficialmente, dando bajo perfil a estas noticias, tal como está ocurriendo con la
aniquilación de amplios sectores de población africana afectados por la hambruna extrema y el SIDA.
2) Subvencionar el desempleo. Esto generará una creciente subclase parasitaria que causará grandes
problemas al no tener otra cosa de qué ocuparse que criticar, lamentarse de lo poco que recibe (porque la
subvención no será lo mismo que un empleo); es muy probable que esta subclase sea fuente de delincuentes
de todo tipo. No parece una buena solución.
3) Crear un sistema de retribución para todo trabajo socialmente útil, no sólo para el trabajo vinculado a la
producción de plusvalor, en el cual se incluya el trabajo doméstico que en cada familia realizan las esposas,
el trabajo artístico, etc. Es decir, todo aquello que implique no rascarse en vano, financiado por los
dominadores mediante impuestos o algo de este tenor. Evidentemente esta medida no podrá ser aplicada en
todos los Estados nacionales, pues requiere organización, honestidad y recursos financieros cuantiosos, por
lo que considero que en la práctica se aplicaría combinada (en forma solapada) con la (1), ésta para los que
sean irrelevantes irrecuperables a juicio de la autoridad, manifiestamente unos inútiles sociales. Observar la
enorme importancia que tendrán las acciones de masas (que ya tienen, pero que hoy son débiles) para
evitar, en este contexto el genocidio de poblaciones enteras.
Sea cual sea la solución que se adopte, la misma implicará una redistribución sustancial del beneficio
generado por los trabajadores productivos, del que hoy día se apropia mayoritariamente la burguesía. Hoy
por hoy esa redistribución voluntaria es inconcebible para la burguesía (vean si no los enredos en torno a los
Consejos de Salarios), pero cuando la alternativa sea eso o su extinción como clase, lo aceptarán de buen
grado (¡aunque nos costará una batalla!...con unos cuantos mártires). Si se mira retrospectivamente, las
concesiones [52] [52] hechas por la burguesía al proletariado a lo largo de la historia, (como la aceptación
de las modernas leyes laborales) y las inversiones no productivas que aceptaron por parte de los gobiernos
que ellos dominan (como el elevado impuesto a la renta personal y el Estado del Bienestar) fueron en todos
los casos decisiones aceptadas en contra de sus deseos, pero necesarias para su supervivencia como clase,
encaminadas a mejorar el funcionamiento del sistema capitalista estabilizando su dominio como clase, y no
dádivas de buena voluntad para ganarse el paraíso. Tan pronto perciben que la necesidad ha cesado, esas
decisiones son abolidas.
Pero el peligro de la extinción del mercado, una vez liberada la inmensa productividad que encierran las
nuevas biotecnologías y la robótica desarrollada, será permanente y no hay otro camino para evitarlo que
mantener esa alteración de la forma de distribución, cosa que no será la primera vez que se hace en el
capitalismo, si bien no con esa profundidad. Eso significa que el neoliberalismo o cualquier otra forma de
capitalismo salvaje será incompatible con el desarrollo, porque será incompatible con la supervivencia de
la burguesía, es decir, del capitalismo mismo.
La nueva forma de distribución no será ni remotamente socialista, la burguesía continuará apropiándose de
la parte del león, pero será algo más equitativa, lo suficiente como para mantener el mercado en un alto
índice de consumidores eficaces; hasta qué punto, dependerá de nosotros, de la capacidad que tengamos
para movilizar de una forma inteligente (no fundamentalista, no sectaria, no despistada de la realidad) a las
personas, a través de las organizaciones populares de todo tipo; es decir, precisamente, dependerá de la
lucha de clases, y las formas más agudas de esa lucha ocurrirán en los países de la periferia, los
subdesarrollados. Estaremos todavía en un régimen capitalista, pero no ya neoliberal, sino con algunos
rasgos del extinto Estado del Bienestar, pero diferente de él en que para la burguesía no será ya posible el
retorno al capitalismo salvaje porque debe asegurar la existencia de una cantidad grande de consumidores
eficaces en condiciones en que los empleos productivos (autofinanciados) serán muy pocos relativamente.
En esas condiciones el capitalismo proseguirá su desarrollo incrementando la productividad aceleradamente
[53] [53] y a la vez penetrando en las regiones aún con resabios no capitalistas integrándolas por las buenas
o por las malas (porque esa forma de capitalismo no estará exenta de malas mañas y violencia contra sus
rivales u opositores) al sistema dominante, hasta que no quede ninguna región ni persona fuera del sistema.
Esto es, la lucha de clases, la contradicción entre dominadores y dominados, entre fuerzas productivas y
relaciones de producción, continuará regulando la forma del proceso.
Una vez que todo el planeta sea capitalista, el crecimiento de la productividad por vía de la expansión a
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nuevos mercados será imposible, ya no los habrá. Sólo será posible el desarrollo cualitativo, mediante la
innovación, haciendo que el mercado existente, el mundo entero, compre una y otra vez los mismos
artículos con variaciones, recurso limitado, pues la gente no es tan estúpida (a pesar de que habrá una
propaganda terrible) o artículos nuevos. Evidentemente los artículos nuevos, los valores de uso nuevos,
serán los predilectos. El entretenimiento será un valor de uso muy extendido y explotado. Pero habrá otras
fuentes de inversión que implicarán un desafío a la innovación: los viajes espaciales recreativos y de
exploración, quizás más adelante las inversiones en reacondicionamiento y colonización de planetas
cercanos (Luna, Marte), estaciones espaciales orbitales, etc. Asimismo, la investigación científica y la
creación de nuevas tecnologías que permitirán innovar más aún. La burguesía hará todo lo posible para
continuar con la reproducción ampliada del capital en condiciones de un mercado cerrado, cuya ampliación
tiene lugar sólo por el aumento populacional, y para ello deberá echar mano como nunca a la ciencia y la
tecnología, que deberán innovar a ritmo acelerado a fin de que se mantenga el desarrollo. Pero, ¿hasta
cuando?. Es claro que sin posibilidad de expansión ocurrirá tarde o temprano algo parecido a lo que le
ocurrió al Imperio romano al cesar su expansión: una crisis de la productividad, en aquel caso basada en el
trabajo de esclavos, que ya no venían gratis de los territorios conquistados, porque la conquista había
cesado. Aquí la situación, aunque guarda cierta analogía (el Imperio capitalista ya no puede expandirse) es
muy diferente, pues la productividad será tan alta que la producción de bienes materiales de consumo
deberá frenarse, pues se estará en condiciones de producir mucho más de lo que se puede vender. Creo que
las inversiones estarán mayoritariamente orientadas a servicios, pero para innovar en cuestión de servicios
será necesario invertir en desarrollar los medios técnicos para los mismos, que serán entonces el objeto
principal de la investigación y desarrollo. Aquí se presentan enormes posibilidades, pero tarde o temprano,
paulatinamente se producirá también una saturación del mercado, una merma del consumismo. Volverá la
crisis de los no-consumidores, pero ahora serán no-consumidores voluntarios, pues ya tendrán todo lo que
desean comprar (salvo los artículos de consumo perecibles: comida, etc.). Inclusive la burguesía se saturará
de consumismo y disminuirá sus consumos. Quiero creer que entonces el excedente de capital se reinvertirá
en investigación y desarrollo de alto costo y retorno incierto, como es la tecnología espacial, las tecnologías
para crear una atmósfera en Marte, etc [54] [54]. Ese direccionamiento del capital debería otorgar un buen
tiempo de respiro. La alternativa es la inversión militar en medios de suicidar a la humanidad, aplicables a
guerras “limitadas” para desahogar la situación [55] [55]. De ahí puede salir un aniquilamiento (si las cosas
se salen de control) o un retorno a la situación de partida (freno del belicismo y retorno a la crisis de
consumismo, detención gradual de la productividad). Pero finalmente, en caso de lograr eludir el
aniquilamiento, el capitalismo habrá cesado de ser un modo de producción viable. [56] [56]
Quiero recalcar la enorme importancia de la actividad inteligente de las masas populares para encauzar este
proceso en su fase final de modo que los daños se minimicen. De lo que hagamos o dejemos de hacer los
dominados dependerá sin duda alguna nuestra supervivencia a las dos crisis del futuro (del empleo y del noconsumismo). Dependerá el que a la hora de la verdad tengamos que enfrentarnos a un Estado fascista o
democrático.
Y suponiendo que sobrevivimos, ¿qué clase de modo de producción será el que siga?
Eso depende de lo efectiva que sea la acción popular, de los dominados, en el proceso. Si es débil y
resultamos derrotados por la tendencia belicista (o si somos tan estúpidos como para tomar el camino de la
“acción directa”, etc.) podemos limpiamente terminar en la barbarie, un retorno mecanicista al esclavismo
en el mejor de los casos. Si actuamos con acierto, unidos por un programa que haya superado los
nacionalismos, los regionalismos y todos los atavismos tribales, podremos acceder a una síntesis dialéctica
de la contradicción entre burgueses y dominados que solucionará los problemas que llevaron al
estancamiento de la producción. La raíz de esos problemas es la apropiación por una clase, la burguesía, del
resultado del trabajo de los dominados. Pero el desarrollo de la tecnología conduce a que la mayor parte de
los dominados, más del 80%, sean irrelevantes desde el punto de vista productivo, manteniendo su
relevancia apenas en tanto que puedan ser consumidores. Los bienes de producción generados ya hoy día
son suficientes para que toda la humanidad pueda vivir bien, con un muy buen nivel de vida, salvo que en la
distribución existe una gran inequidad y los más parásitos son quienes más reciben. Es pues lógico esperar
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un nuevo orden económico que liquide el parasitismo social y distribuya la producción con equidad, en
principio según la utilidad social del trabajo, después ... veremos.
Breve exploración de modelos
Toda la exposición desde el inicio hasta aquí se apoya en un modelo filosófico de la realidad, el
materialismo dialéctico e histórico (pero ya lo sabían, ¿no?). este modelo explica la historia analizando las
contradicciones que configuran los procesos. Pero en cierto momento, cuando llegamos desde el pasado al
borde del presente, el modelo cambió ligeramente, de explicativo se orientó a especulativo-predictivo. Este
es uno de los roles de la filosofía, especular a partir de lo observado y de la experiencia pasada. Puede y
debe construir escenarios posibles del futuro, incorporando en lo posible una estimación cualitativa de la
probabilidad de cada uno. Ninguno de esos escenarios es de ocurrencia segura, todos son más o menos
posibles y probables, alternativas al futuro histórico. El materialismo dialéctico no nos permite adivinar ni
predecir el futuro. Yo sólo me siento autorizado a hacer una afirmación: que el capitalismo es un proceso
económico social que tendrá un fin, que no es eterno. Esa es una necesidad dialéctica segura. Considero que
ese fin no está lejano apoyándome en los síntomas observables, que se describieron arriba, pero nada dentro
del modelo filosófico me autoriza a fijar plazos para este evento.
Por otra parte, la filosofía debe aterrizarse, es decir, debe cotejar a cada paso esos escenarios posibles con la
realidad, a medida que el futuro se va convirtiendo en pasado, retroalimentar la especulación con esos datos
y corregirse a sí misma en base a lo realmente acaecido. Quizás inclusive la filosofía deba negarse a sí
misma, cambiando o enriqueciendo algún principio en los que se apoya. Si no lo hace, si distorsiona la
realidad o la ignora, convirtiendo la historia en una mentira, en un mito para acomodar su prospectiva
errada, se convertirá en un dogma, que será de dominación para unos, de sometimiento para otros y de
consolación para el resto.
Para avanzar más en la especulación debemos combinar la filosofía con la ciencia, el modelo filosófico con
un modelo cuantificador, es decir, matemático. En este campo J. Grompone es el pionero, pues presentó en
el año 2000 un modelo matemático de la historia consistente con el materialismo dialéctico. Hasta el día de
hoy, es el único modelo matemático presentado. Este modelo parte de la ley de Adams, justifica el principio
que valida esa ley empírica, ajusta sus parámetros a partir de información estadística tomada directamente
de la realidad, de la cual también toma los supuestos de partida del planteo y deduce ecuaciones que
describen el andamiento de la sociedad en el futuro, concluyendo que el fin del capitalismo ocurrirá
alrededor de 2060. Matemáticamente el modelo es impecable, pues se acomoda a los sucesos del pasado
como un guante y su extrapolación al futuro surge de forma muy convincente y tranquilizadora (en este
modelo todo termina bien).
No obstante, yo lo he criticado porque adolece de un gran defecto: es un modelo rígido, determinístico, sin
opciones. Eso es quizás admisible para el pasado [57] [57], pues es algo que “ya fue”, en el pasado todas las
posibilidades alternativas fueron canceladas por las posibilidades ocurridas, es decir, por la historia. Pero en
el futuro no es así. El proceso histórico está ciertamente constreñido por el pasado (por eso el modelo
filosófico se denomina materialismo dialéctico e histórico), pero constantemente se abren disyuntivas,
opciones diversas que responden a la dialéctica de la necesidad y la casualidad, porque si bien el proceso
histórico es causal, lo es dialécticamente, no mecánicamente, y contiene por ello objetivamente un
indeterminismo que se manifiesta precisamente mediante la ocurrencia de lo dialécticamente necesario a
través de lo casual. Ningún modelo determinístico puede reflejar esto: el futuro no está escrito, y afirmar
que el capitalismo terminará hacia el año 2060 me parece una afirmación mecanicista.
El modelo necesario es probabilístico, y hoy por hoy no existe. Una razón es que el proceso es altamente
complejo, tiene muchos parámetros que afectan la probabilidad. Otra razón es que definir probabilidades
para sucesos que sólo ocurren una vez no es nada fácil. Una dificultad adicional es que ignoramos por el
momento si la historia es un proceso caótico, quiero decir, al cual pueda ser aplicable la teoría matemática
del caos. El materialismo dialéctico señala que los procesos históricos tienen cierta “inercia” que parece
determinar una cierta “orientación principal”, o en otras palabras, el “efecto mariposa” no parece
significativo para la marcha de la historia, que no depende de microsucesos, o personalidades que hacen
esto o aquello en determinado momento, sino del desarrollo de las fuerzas productivas, que se corresponden
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con ciertas relaciones de producción. Ese “eje” rector actúa durante todo el proceso como un atractor
caótico. Pero no sabemos realmente si el proceso histórico es sensible o no a las condiciones iniciales. Por
otra parte, Prigogine demostró para la mecánica que un proceso adquiere carácter caótico (determinista o
inclusive no determinista) cuando las interacciones entre las entidades intervinientes en el proceso son de
carácter persistente. Ciertamente, las interacciones entre los seres humanos son de carácter cada vez más
persistente, pero ¿tenemos derecho a esa generalización de la mecánica a la historia? ¿tenemos derecho a
asimilar las complejas y multifacéticas interacciones entre los seres humanos a las simples interacciones
mecánicas? Si así fuera, quizás el modelo determinístico de Grompone pueda ser homologado como un
atractor caótico al cual parece plegarse la realidad. Pero esto es especulación pura.
Es indudable la necesidad de un modelo probabilístico para la historia. Es indudable también que antes de
elaborarlo deberemos aclarar el carácter del proceso (caótico o no). Y también es indudable que es hora de
dejar la especulación por aquí, antes que me empantane en ella de tal forma que no pueda salir. Pero esto
merece una continuación, y la habrá ... en algunos años, cuando las tendencias se afirmen o cambien, es
decir, cuando la historia haya avanzado un poco más. O cuando consiga el modelo estadístico que tan
necesario resulta ya.
Bibliografía
1.
2.
3.
4.
5.
Anderson, Perry. ”Transiciones de la antigüedad al feudalismo”. Ed. Siglo 21, España, 1993
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Comba, Saúl. “Shiva baila en alpargatas” . Ensayo de edición limitada, Montevideo, 2003.
Comba, Saúl. “Tesis sobre transdisciplinariedad” Montevideo, 2005.
Comba, Saúl. “Universo”. Montevideo, 2003.
6. Derry, T.K.; Trevor I. Williams. “Historia de la tecnología desde la antigüedad al año 1900”. Ed.
Siglo 21, 1988.
7. Engels, F. "Dialéctica de la Naturaleza". Grijalbo, México, 1961
8. Grompone, Juan. “La danza de Shiva, libro V”. Ed. Itapebí, 2000
9. Prigogine, Ilya. “El fin de las certidumbres”, Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 1997
10. Samir Amin. “Capitalismo, imperialismo, mundialización”. Recopilación de documentos
presentados para el 150 aniversario del Manifiesto Comunista, París, 1999
11. Samir Amin. “El capitalismo senil”. Rivista del Manifesto, Roma, No. 31, septiembre de 2002
Índice
Explorando fundamentos
Los fundamentos de la vida
Entidades vivas
La contradicción fundamental de la vida
El proceso dialéctico de la especie humana
La contradicción fundamental de la especie humana
Contradicciones derivadas de la contradicción básica
El motor de la historia
Prospectivas del futuro
El fin del capitalismo
Breve exploración de modelos
Bibliografía
Índice
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Saúl C. Comba - 11-11-2006
[1] [1] Es un caso parecido a la respuesta que Aristóteles da a la pregunta “¿por qué caen los cuerpos al
suelo?”. Aristóteles contestaba: “porque el suelo es su lugar natural”, lo cual es correcto, pero no nos dice
absolutamente nada sobre la esencia del fenómeno.
[2] [2] Según Alan Turing, si una máquina es sometida a un test complejo y sus respuestas no pueden
diferenciarse de las que daría una persona normal, a todos los efectos prácticos la máquina puede
considerarse viva.
[3] [3] Autopoiéticos (del griego ••••-, auto, "sí mismo", y •••••••, poiesis, "creación" o "producción") son
los sistemas que presentan una red de procesos u operaciones (que lo define como tal y lo hace distinguible
de los demás sistemas), y que pueden crear o destruir elementos del mismo sistema, como respuesta a las
perturbaciones del medio. Aunque el sistema cambie estructuralmente, dicha red permanece invariante
durante toda su existencia, manteniendo la identidad de este. Las entidades vivas son redes de componentes
modulares en las que los módulos producidos generan, con sus interacciones, la misma red que las produce.
En los sistemas vivos orgánicos, los “módulos” son las moléculas. Es decir, expresándolo con alguna
ligereza: la autopoiesis es la capacidad de los sistemas de producirse a sí mismos.
[4] [4] Si bien un robot que pasara el test de Turing no constituiría necesariamente una especie, aún siendo
una entidad aislada, estéril, su interacción con los humanos podría llevar a su asimilación intelectual por la
especie humana. Pero es preciso tener en cuenta que tal entidad tendría siempre una psiquis mutilada por
carecer de las vivencias propias de un ser humano (desde el útero en adelante) y que además estaría
sometido a cierta discriminación por no ser humano; sería entonces potencialmente un psicópata. (No pude
resistir a la tentación de esta digresión filosófica de ciencia-ficción, disculpen).
[5] [5] Claro está, una máquina con inteligencia suficiente para pasar el test de Turing debe tener cierta
cultura programada y cierta iniciativa programada, de lo contrario no podría contestar ciertas preguntas, y
teniendo la iniciativa podría desarrollarse ý autorreproducirse con relativa facilidad, si se le suministran los
medios (conocimiento de su diseño, materiales, herramientas), hasta verificar las condiciones de la
definición, inclusive ser autopoiética, o sea, hasta ser una entidad viva en el sentido que doy aquí al
término.
[6] [6] Esa necesidad dialéctica es lo que denominamos pulsión (o instinto, pero no creo que sea lícito usar
el término con formas elementales de vida) de sobrevivencia; esta pulsión es uno de los misterios que debe
desentrañar la biología.
[7] [7] Entiendo por “hombre” tanto los homínidos que precedieron a la especie homo sapiens sapiens como
los que derivaron en ramas discontinuadas, como el neardenthal; finalmente, es probable que haya habido
cruzamientos entre ellos. A los efectos de esta exploración, “hombre” es cualquier especie que haya sido
constructora de herramientas.
[8] [8] La conquista del fuego fue otra de las grandes diferenciaciones con los animales, pero es posterior al
desarrollo de las primeras herramientas: el fuego fue un complemento a las primeras herramientas, inútil sin
ellas. La tea ardiente (como defensa) es ya una herramienta.
[9] [9] Las ballenas y delfines, con una potencia cerebral similar a la del hombre, con un lenguaje bastante
elaborado, no son especies tecnológicas. La falta de manos ha sido en esos casos decisiva. El hombre se
construyó a sí mismo mediante el trabajo. Pero ¿qué trabajo es posible sin manos (aún, sin un dedo pulgar
en oposición a los demás)? Y ¿qué aliciente tiene el trabajo cuando el alimento abunda en la naturaleza?
Contra los depredadores los delfines se protegen colaborando, siendo gregarios. Pero no han tenido
realmente necesidad de desarrollar armas, les basta con su sonar (radar acústico natural) para detectar
eventuales enemigos y su velocidad natural para huir.
[10] [10] El día en que la producción humana pierda totalmente su carácter social marcará el fin de los seres
humanos como especie dominante. Al decir esto tengo en cuenta que actualmente la operación más
importante del proceso de producción es el desarrollo de los nuevos productos, la cual implica (como parte
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de la misma) la investigación científica y el desarrollo de nuevas tecnologías. Esta operación no puede ser
automatizada en su totalidad, pues implica la innovación y creación; si existiera una clase de autómatas
capaz de hacerlo, sería una especie viva superior o al menos equivalente al homo sapiens sapiens. Y aún
siendo equivalente, sería (dado que los autómatas datan de unos pocos decenios) de evolución más rápida,
por lo cual estaría destinada a superarlo en breve.
[11] [11] Juan Grompone, en “La Danza de Shiva” presenta este cuadro, que yo he modificado agregando el
rótulo y encierre correspondiente a las formas sociales cuyo régimen era el comunitario primitivo; en la
tribu nómada desarrollada, practicante del pastoreo, y en las aldeas neolíticas avanzadas, existen ya
elementos de esclavismo como apoyo a los trabajos comunales o domésticos.
[12] [12] Es una concepción un tanto particular de la transdisciplinariedad que sostengo en mi “Tesis sobre
transdisci-plinariedad”.
[13] [13] Cualquier privilegio impuesto por ejemplo por la fuerza bruta de uno o más miembros habría
disminuido las probabilidades de supervivencia y a la larga habría determinado la extinción del grupo
social. Seguramente los primeros tabúes y reglas que encarnaron en tradición funcionaban para impedir
estas anomalías destructivas.
[14] [14] En ese estadio tan primitivo del desarrollo el problema era “concientizarse” de que existía una
dificultad técnica, reconocer esa necesidad superando la concepción tradicional (“es así”, “siempre fue así
”); estimo que la casualidad debe haber jugado un papel preponderante en esa sociedad de imaginación tan
limitada. Inclusive debe haber habido muchos casos en que habiendo innovado tecnológicamente por
casualidad, la innovación no era reconocida como tal. Junto con la casualidad tuvo un importante papel la
persistencia de la necesidad hasta ser reconocida.
[15] [15] Fue un proceso de larga duración, del orden de un par de millones de años por lo menos.
[16] [16] No se debe confundir inequidad social con menor nivel de vida. Siempre el incremento de la
producción, o de la productividad, lleva a mejorar el nivel de vida global. Pero también el incremento de la
producción lleva a una mayor diferenciación en la sociedad, a un mayor distanciamiento entre ricos y
pobres, es decir, a mayor inequidad social, que puede llegar a determinar el empeoramiento de la calidad de
vida de una amplia capa social (por ejemplo, los desempleados del siglo 21, muy probablemente los
campesinos hacia mediados del siglo 21).
[17] [17] Al no haber excedente, los prisioneros debían ejecutarse o adoptarse como miembros de la tribu;
es pues lógico que antes de su adopción hubiera un período probatorio de esclavitud durante el cual debían
trabajar haciendo méritos para no ser ejecutados.
[18] [18] En verdad, en todas las formaciones sociales precapitalistas la producción era agropecuaria.
Recién en el capitalismo surge la producción industrial masiva, que se concentra en las ciudades
despoblando el campo. Por el contrario, lo característico de las economías agropecuarias es que la
producción tiene lugar en el campo, es decir, en el campo está la fuente de la riqueza producida, la cual se
vuelca a las ciudades donde residen los grandes esclavistas-terratenientes; precisamente por ello los
desarrollos culturales se concentran en las ciudades.
[19] [19] No todas las formaciones sociales pasaron de la ciudad-estado a un régimen dominantemente
esclavista; Japón y Egipto por ejemplo saltaron directamente a regímenes feudales con cierto esclavismo
endémico.
[20] [20] Una excepción muy particular fue la esclavización de africanos para las necesidades de la
producción agropecuaria en los EEUU. El exterminio de la mayor parte de las poblaciones autóctonas,
cuyos restos fueron instalados en ghettos (en tierras de baja calidad, no deseadas por los colonos) los
obligó a importar negros de África para ser usados como esclavos y a favorecer la procreación ulterior
como medio fundamental de mantener la cantidad necesaria de esclavos una vez que Inglaterra y otros
países de Europa comenzaron a impedir el tráfico de esclavos (por conveniencia, ya que allí el capitalismo
estaba más desarrollado que en los EEUU). Como buena parte del territorio (el “Norte”) era capitalista, la
cantidad de esclavos en total nunca fue mayor que la cantidad de esclavistas, salvo en el “Sur”, donde el
modo de producción fue esclavista hasta el fin de la guerra civil.
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[21] [21] La alimentación de los esclavos era en general apenas la de subsistencia, pero la cantidad de
esclavos superaba la de ciudadanos libres. El dueño debía satisfacer todas las necesidades de supervivencia
(alimento, vestimenta, techo) o se quedaría sin esclavos, a lo que se agregan las herramientas y otros
utensilios necesarios para el trabajo. El esclavo sólo contribuía con su trabajo de sol a sol.
[22] [22] El incremento de la productividad mediante la tecnología tuvo muy poca aplicación en la
antigüedad debido por una parte al carácter teórico, especulativo y elitista de la ciencia y por otra parte, a
que los propietarios de esclavos no veían en la tecnología (no entendían nada de ciencia, si bien podían ser
muy cultos en otros campos) un medio seguro de aumentar su riqueza; lo que ellos sabían era que los
esclavos eran baratos y funcionaban para aumentar su riqueza. La experimentación, imprescindible para
suministrar datos que corrigen las hipótesis científicas, implicaba trabajo y el trabajo se consideraba
impropio de personas libres, era sólo cosa de esclavos.
[23] [23] En el Imperio romano nunca se intentó estimular adecuadamente la procreación de esclavos, pues
se conseguían más baratos en el mercado, como producto derivado de las conquistas. Por ello, las
condiciones de vida eran pésimas en las ergástulas en que vivían, y las mujeres eran pocas, pues rendían
menos que los hombres en tareas pesadas. Al cesar el flujo barato de esclavos al mercado, cuando el
Imperio cesó su expansión, advirtieron el error e intentaron corregirlo, pero ya era tarde.
[24] [24] Como dato interesante, Alejandro de Macedonia en su campaña de conquista del mundo optó por
no esclavizar masivamente a los soldados y habitantes de los territorios de las ciudades-estado
conquistadas, sino hacerles jurar fidelidad y exigirles un tributo anual. La economía durante la hegemonía
macedonia no se desarrolló hasta los límites de la productividad del esclavismo (como la romana) sino que
se basó significativamente en esos tributos.
[25] [25] No puedo resistir a la tentación de mencionar una analogía entre el pasaje de los esclavos a siervos
de la gleba y el pasaje de los proletarios a sueldo de una gran empresa a dueños de microempresas al
servicio (es decir, contratadas tercerizando servicios) de aquellas grandes empresas. Es un truco parecido
para sacarse de encima las obligaciones de mantenimiento del personal (con todos los problemas que
acarrea) y explotarlos más a fondo, pues al depender del producto de su trabajo deben esmerarse mucho
más que en su condición de dependencia directa precedente. Creen ser más libres, y no lo son.
[26] [26] Por supuesto que como persona el siervo estaba en una posición superior al esclavo: tenía familia,
casa, etc. de lo cual el esclavo carecía, pero de forma similar al esclavo, su sometimiento al amo o Señor era
absoluto; éste tenía derecho de vida y muerte sobre él. Tenía además deberes respecto a su vasallo (nobleza
obliga), pero disponía asimismo de una gran latitud para eludirlos cuando le era conveniente.
[27] [27] En el Imperio romano, así como en todos los regímenes esclavistas, el comercio era una actividad
imprescindible, en tanto que en el feudalismo se imponía el autoabastecimiento de cada feudo estando el
comercio restringido a lo que no era posible producir dentro del feudo.
[28] [28] Indios norteamericanos: la tierra era de todos y la caza era su medio de vida, tribus africanas al ser
colonizadas.
[29] [29] Estados del sur de los EE.UU., donde las plantaciones se explotaban por trabajo esclavo.
[30] [30] En toda Europa
[31] [31] América Latina, colonias portuguesas de África y Asia
[32] [32] Países árabes
[33] [33] El límite del horario se fijaba a menudo por la luz disponible. La iluminación a gas (¡de hulla!) no
existía (apareció recién a fines del siglo 18) y la iluminación por otros medios (velas, lámparas de aceite,
etc.) era por una parte insuficiente y por otra parte, onerosa, económicamente inconveniente.
[34] [34] Las máquinas herramientas se compatibilizaron con la manufactura redistribuyendo las
operaciones y los tiempos de manera de mantener la temporización uniforme en todos los puestos de trabajo
de la línea de producción. Esta tecnología de producción se denomina actualmente “fordista-taylorista”por
ser un híbrido de las técnicas de organización del trabajo desarrolladas por Ford y Taylor, y se utilizó hasta
la introducción de la computadora en las líneas de producción.
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[35] [35] Más que un problema de humanidad, la jornada de 8 horas fue para la burguesía una cuestión de
eficiencia: la calidad de los productos es superior cuando el obrero comete menos errores, o trabaja con
mayor precisión; en general esto ocurre durante las primeras 8 horas de trabajo, pues al sobrepasar ese
tiempo, la producción rechazada crece notablemente; el ahorro salarial (y hablamos de salarios bajos) no
compensa las pérdidas. Para el obrero, la ley de 8 horas fue un objetivo de lucha en defensa de su
supervivencia como individuo y como clase social.
[36] [36] Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO en inglés)
[37] [37] Consejo de Ayuda Mutua Económica, también conocido por la sigla occidental COMECON
[38] [38] Para una parte importante de la parte pensante de la sociedad, la propaganda antisoviética
resultaba demasiado burda, exagerada, similar a la propaganda de los beneficios que podemos esperar de un
cosmético o de un candial de moda, al punto de actuar como una suerte de vacuna. La propaganda
antisoviética era tan masiva que no podía llegar en forma diferencial y simplemente nos llevó al aprendizaje
de cómo leer entre líneas, que durante la dictadura se reveló un arte sumamente útil para aprovechar la
desinformación del enemigo extrayendo de ella información.
[39] [39] Inglaterra supo prever esta situación y en los países colonizados de África creó escuelas y
universidades elitistas para africanos escogidos, de donde salieron los actuales gobernantes, con un fuerte
sesgo pro-británico y poco propensos a la aceptación de ideas marxistas. En cambio países dedicados sólo a
la depredación de sus colonias y que por tanto no formaron técnicos africanos de recambio, como fue el
caso de Portugal y sus colonias, crearon un ambiente propicio a la radicalización, es decir, a la aceptación
sin profundizar demasiado de la ideología “marxista-leninista-maoísta”.
[40] [40] Los ex países “socialistas” europeos, ahora reconvertidos al neoliberalismo, están en vías de
ingresar o ya ingresaron a la Unión Europea. Los asiáticos por su parte mantienen una actitud más
independiente orbitando entre China y Japón.
[41] [41] Tesis del marxismo clásico
[42] [42] Se puede tomar este proceso como uno de los casos en que la acumulación de cantidad no llevó al
cambio en cualidad que se esperaba, sino a un salto en cualidad totalmente diferente.
[43] [43] Dado que en el capitalismo las crisis las pagan los más pobres, esta puede ser la forma de
deshacerse del exceso de población irrelevante como consumidor.
[44] [44] Se insiste en que las producciones artificiales por vía genética son perjudiciales para la salud. Yo
veo en esta afirmación el miedo a la tecnología de una clase que teme por su destino. Aún admitiendo que
hoy día algunos transgénicos puedan tener algún efecto nocivo, no es algo irremediable, basta con corregir
y mejorar el producto, y eso es posible.
[45] [45] Adiós al Uruguay Natural.
[46] [46] Eso no quiere decir que no vayamos estudiando como hacer para desviar o destruir un tal
meteorito si aparece en el horizonte, ni que desactivemos los sistemas astronómicos de búsqueda temprana
de meteoritos que puedan significar una amenaza para el planeta. La probabilidad de tal suceso es finita y
hoy día la comunidad científica la toma en cuanta, pero no tiene nada que ver con la evolución normal del
sistema capitalista, es un suceso externo fuera de control que no forma parte del proceso analizado aquí.
[47] [47] Aquí debo llamar la atención sobre la terminología: hablo de desperdicio y depredación sin
ningún beneficio social. Claramente, para poner un ejemplo, la construcción de las procesadoras de papel
no es un caso así, pues tendrán como finalidad un enorme beneficio social, ayudar al desarrollo de un sector
del país estancado directamente (incentivando el empleo) e indirectamente, a largo plazo (arrastrando otras
tecnologías colaterales). El que las empresas ganen en el proceso mucho dinero no debe quitarnos el sueño,
no seamos como el perro del hortelano.
[48] [48] Creo que la Revolución Cubana fue el último caso en que un movimiento revolucionario logró el
triunfo por vía de la guerrilla “focal” sorprendiendo al capitalismo. Pero la lección fue bien aprendida, las
armas y estrategias antiguerrilleras fueron desarrolladas, incluyendo sofisticados sistemas satelitales que
convirtieron esta estrategia en obsoleta.
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[49] [49] Los episodios de presión, ayuda económica a los “contras”, etc. son simplemente eso: episodios.
En lo esencial el proceso fue pacífico, sin lucha armada, apenas con dólares comprando conciencias, pero
para el capitalismo vale todo.
[50] [50] Las acciones (valores simbólicos) que emite una empresa son en su totalidad un estimativo del
valor de una empresa en el momento en que se emiten dichas acciones. Al pasar el tiempo el valor de las
acciones aumenta cuando la empresa aumenta de valor (le va bien) y bajan cuando el valor baja (a la
empresa le va mal). Al comprar acciones estamos especulando con el valor futuro de la empresa, pues si le
va bien podemos cambiar las acciones por más dinero del que pagamos, etc.
[51] [51] Se ha especulado que el fin del trabajo industrial y de servicios ocasionará un colapso de las
bolsas de valores, pues al eliminarse el trabajo humano, sustituido por autómatas, desaparece el plusvalor
que ese trabajo agrega a los productos., y por tanto la especulación sobre valor futuro de las empresas, al no
haber en el futuro trabajo humano, es decir, plusvalor, lleva a la pérdida del valor accionario. Es cierto que
desaparece el plusvalor de las líneas de producción, pero lo que no desaparece, sino que por el contrario
aumenta, es el plusvalor agregado durante la fase de investigación y desarrollo de los productos y servicios;
no obstante, el valor accionario baja cuando los productos no se venden en el mercado, pues se tiene un
valor creado que no tiene compradores por imposibilidad de pagar el precio.
[52] [52] Entiendo que habrá quien se moleste por la palabra “concesiones” y proponga en cambio
“derechos arrancados mediante la lucha” o algo por el estilo. Pero seamos realistas: la burguesía cede
cuando peligra su existencia y retoma posiciones cuando se siente segura. Por ejemplo, en Uruguay, la ley
de 8 horas fue una concesión del batllismo porque existía suficiente mano de obra, el peso de la parte
salarial en los costos era bajo (menor que hoy día) y el rendimiento del trabajo sería superior, pues el
trabajo más allá de 8 horas rinde mucho menos; pero actualmente la situación es otra, la tendencia es a
minimizar costos tercerizando servicios, lo cual obliga a tener más de un empleo o trabajar más horas a
mucha gente; de hecho no se está cumpliendo la ley de 8 horas más que en el papel para un altísimo
porcentaje de trabajadores. El Estado del Bienestar fue liquidado cuando el proletariado industrial dejó de
ser un problema y ya no era necesario sobornarlo, etc.
[53] [53] La burguesía no podrá disfrutar plenamente de ese enorme aumento de la productividad, pues
pagará enormes impuestos que financiarán el consumismo. Preferirán existir.
[54] [54] Único medio de ampliar el mercado: ampliar el espacio vital conquistando otros mundos hoy
estériles. Es un sueño de la ciencia ficción, y sin embargo no es un imposible.
[55] [55] Infelizmente, no puedo dejar de lado esta posibilidad como último recurso de una burguesía
desesperada. A los militares no les preocupa mayormente lo social, lo civil. La burguesía estará entonces
entre la espada y la pared, y la inversión militar siempre paga... con dinero de los contribuyentes. Pero
tomando en cuenta que los contribuyentes están ya pagando terribles impuestos para financiar el trabajo no
productivo o el desempleo, quizás esta medida no sea tan atractiva para los decisores. Le atribuyo de pálpito
una probabilidad entre media y baja.
[56] [56] J. Grompone considera como otro factor que influirá en el fin del capitalismo: el agotamiento de
la tecnología por haber llegado a sus límites extremos: en miniaturización, al límite atómico; en tamaño, al
límite manejable por los humanos (digamos, aparatos de kilómetros de tamaño) y en velocidad, la cota
superior es la velocidad de la luz. Yo considero que lo que se describe de esa forma es el límite de ciertas
tecnologías concretas, la tecnología electromecánica y la biológica, enmarcadas en los límites actuales de la
ciencia. Pero la ciencia no se termina con la teoría de la relatividad, no podemos afirmar que nunca
superaremos la barrera de la velocidad de la luz, de hecho, ya hay teorías referentes a caminos directos entre
dos puntos muy lejanos (agujeros de gusano). No me parece correcto absolutizar basándonos en el estado
actual de la ciencia. Augusto Compte afirmó que la ciencia nunca sabría de qué están hechas las estrellas
porque nunca podríamos viajar hasta ellas. Ese mismo año se descubrió el análisis espectral, que nos
permite saber con exactitud de qué materia están hechas. Por otra parte, una vez resueltos nuestros
problemas domésticos con el capitalismo, no me cabe duda de que habrá quien quiera aventurarse a viajar a
las estrellas, y para eso se requerirá desarrollar tecnologías nuevas que hoy no imaginamos.
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[57] [57] Nos priva de la posibilidad de explorar pasados alternativos, es decir, por ejemplo, de poder
averiguar en qué medida la historia puede ser sensitiva a las condiciones iniciales y otras lucubraciones
útiles en un afinamiento ulterior del modelo.
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