El Error Judicial Inexcusable Esta es la única falta disciplinaria que debe ser declarada por el Tribunal Supremo de Justicia, en cualquiera de sus Salas, a diferencia de todas las demás faltas disciplinarias que no necesitan de previa declaratoria por parte de un Tribunal. Esta falta disciplinaria se cuenta entre las que implican el incumplimiento de deberes o prohibiciones. La definición etimológica del Error, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es: “Concepto equivocado o juicio falso. Acción desacertada o equivocada. Cosa hecha erradamente (…). Excusable, que admite excusa o es digno de ella. (…). Inexcusable, que no puede eludirse con pretextos y no puede dejar de hacerse. Que no tiene disculpa. Un error inexcusable. Sin excusa”. De ello, se desprende, que error significa: defecto, equivocación, desacierto, culpa y por extensión juicio o criterio falso. Esta expresión, tiene sus raíces en el derecho judicial español del siglo XIX, y alude en términos generales a la referencia a omisiones graves, evidentísimas e imperdonables, que pueden comprender tanto la negligencia, como la falta de pericia, por notoria falta de conocimientos. Para exigir la responsabilidad, se exige que el desatino sea de aquellos que no puedan excusarse, esto es que quien lo padece no puede ofrecer motivo o pretexto válido que sirva para disculpar dicho error, en este caso ocasionado por un operador de justicia. Un error judicial, puede producir la impunidad del autor de un hecho ilícito, y provocar que e1 juzgador descuidado o inepto, sin desearlo, otorgue en una resolución al autor de aquel, algo que no le corresponda. El error judicial, por su propia naturaleza, siempre es imputable al juzgador. Por esta razón, no puede hablarse de error judicial, cuando se emite una resolución injusta, por circunstancias ajenas a aquel. Se produce exclusivamente cuando el mismo se comete en un acto formal y materialmente jurisdiccional. Este error puede ser de iuris o de facto. El error judicial de iuris se produce cuando el aplicador selecciona indebidamente una o varias normas jurídicas; interpreta o integra estas, apartándose de las reglas que para tal efecto se establecen en los ordenamientos jurídicos aplicables, o bien, dicta su resolución contraviniendo, de cualquier forma, una o varias normas jurídicas vigentes. A este respecto, es necesario señalar que, si bien es cierto que, por regla general, cuando el juzgador interpreta una norma, construye la verdad y, en consecuencia, en esta hipótesis, no se puede hablar de discordancia entre lo asentado en una resolución y la verdad, no es menos cierto que, tratándose de materias en las que la interpretación es reglada, si el juzgador se aparta de la directrices hermenéuticas establecidas en la ley, sí se produce la referida discordancia, pues lógicamente aquel no puede construir la verdad, apartándose de lo que la ley preceptúa. Algo semejante puede decirse de la integración de una regla jurídica por analogía, ya que la ley solo permite al juzgador recurrir a tal método, en determinados casos. El error judicial de facto se produce cuando el juzgador cambia equivocadamente los hechos materia de la litis, o altera cualquier otro hecho relacionado con las actuaciones del juicio. Con respecto a la distinción entre los errores de iuris y los de facto, es necesario aclarar que, en la práctica, las cuestiones de derecho y las de hecho se entrecruzan, haciendo muy difícil encontrar la línea divisoria que las separe. El error judicial también puede clasificarse en errores concernientes al continente de la resolución y errores referidos a su contenido. Los primeros se cometen en la resolución judicial considerada como documento; en tanto que los segundos, están relacionados con la resolución judicial considerada como acto jurídico. Los errores concernientes al continente, no lesionan la sustancia de la decisión; por ejemplo, la falta de fecha de la sentencia, la omisión del nombre del Juez; la omisión involuntaria de transcribir palabras o frases, en grado tal que no tronchen la inteligencia de los fundamentos; referencias equivocadas sobre foliatura, etcétera. Se trata, por lo general, de errores fácilmente advertibles y subsanables, en virtud de que, en la generalidad de los casos, "no entran en el ámbito apreciativo, se evidencian por sí mismos y la duda a su respecto es mínima” (Felix Olmos, Enciclopedia Jurídica Omeba, Tomo X, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, pág, 556 y ss). En el error judicial de contenido, la lesión se infiere a la sustancia y puede acarrear consecuencias irremediables. Es importante apuntar aquí que este tipo de error puede traducirse en una violación formal (por ejemplo, dejar de considerar una excepción; omitir el estudio de una prueba, etcétera), o en una violación de fondo (por ejemplo, seleccionar, interpretar o integrar incorrectamente una norma jurídica; introducir hechos ajenos a la litis; cambiar dichos hechos; sustituir un hecho por otro, etcétera). Por otra parte, la causación de un daño, si es una nota distintiva del error judicial inexcusable. Esto es así, pues si una equivocación no causa daño, la falta del juzgador no puede considerarse grave, ya que si bien es cierto que aquel debe prestar atención en todo momento, un descuido en un aspecto secundario de la resolución, no puede generar responsabilidad administrativa. Asimismo, debe aclararse que el daño que se cause, no necesariamente debe ser pecuniario o susceptible de ser valuado; ni tampoco debe considerarse solo como perjudicadas a las partes en el litigio. En efecto, el daño provocado por un error judicial, puede afectar a cualquier persona con interés jurídico en el juicio o procedimiento de que se trate, o incluso a la sociedad, representada por el Ministerio Publico, en el caso de los procesos penales. Por su parte, Jaime Manuel Marroquin Zaleta (Consejero en las extensiones del lnstituto de Ia Judicatura Federal de Ciudad Victoria, Tamaulipas, y Monterrey, Nuevo Le6n, México), considera que una vez precisados los anteriores conceptos, se puede definir al error judicial inexcusable materialmente jurisdiccional, como: una equivocación crasa, cometida culposamente por un juez, magistrado o grupo de magistrados, que cause un daño significativo. Como se ve, el error judicial, para ser inexcusable, requiere de 3 notas distintivas: debe ser craso, culposo y dañino. A. El carácter craso del error judicial. No puede considerarse cometido un error judicial inexcusable, cuando el análisis de los hechos, el examen de las pruebas o la interpretación o interpretaciones de las normas jurídicas, acertada o equivocadamente, obedezcan a un proceso mental lógico y por ello, sirvan de base a la formación de la convicción psicológica de quien emitió la resolución. Por tanto, no es el desacierto lo que trata de corregir la declaración de un error judicial inexcusable. Lo que se pretende corregir y prevenir, es la desatención a datos de carácter indiscutible, que genere una resoluci6n esperpéntica, absurda, que rompa la armonía del orden jurídico. La equivocación debe ser tan palmaria y elemental que sea perceptible socialmente por el efecto de injusticia que produzca. Es decir, el error judicial inexcusable, debe estar situado fuera del área de las opciones o decisiones asumibles racionalmente. Por este motivo, nunca se podrá considerar como error judicial inexcusable, ni la adopción de un criterio distinto a los generalmente admitidos, ni la discrepancia de criterio con el órgano judicial superior, siempre, claro esta, que no se contravenga una jurisprudencia obligatoria. Por su propia naturaleza, el error judicial inexcusable, siempre se produce en el contenido de una resolución, ya que los errores concernientes al continente, siempre son de carácter leve. B. El carácter culposo del error judicial. Este concepto de culpa se utiliza en sentido análogo al que se utiliza en el derecho penal. Es decir, debe tratarse de una conducta ejecutada sin intención, pero con voluntad, pues el error judicial inexcusable puede ser producto o de la notoria ineptitud o del notorio descuido del aplicador. Ahora bien, tratándose de la notoria ineptitud, el elemento volitivo se actualiza en el momento en que el juzgador, sin tener los conocimientos suficientes, acepta asumir la función, o bien, en un tiempo posterior a su nombramiento, al no actualizar sus conocimientos. Por otra parte, el elemento volitivo, tratándose del notorio descuido, se da en el momento en que el juzgador incumple con su deber de dictar con el cuidado necesario una resolución. Es decir, quien teniendo los conocimientos necesarios, elabora una resolución sin el debido cuidado, necesariamente se da cuenta de la probabilidad de que aquella contenga graves errores. Este conocimiento del agente es el que determina su culpabilidad. Por tanto, para indagar si es excusable el error, el Juzgador Disciplinario debe determinar que factores pueden justificar la equivocación y, por tanto, desvirtuar la presunción de que aquella se cometió por la notoria ineptitud o el descuido manifiesto del funcionario judicial. Entre los factores que se refieren a aspectos personales del juzgador, pueden verificarse los siguientes: 1. Antecedentes personales del agente, tales como edad, estado de salud, fama pública, etcétera. 2. Antecedentes profesionales del funcionario, tales como preparación, estudios realizados, etcétera. 3. Antecedentes laborales del agente, tales como antigüedad en el Poder Judicial; carrera judicial; quejas administrativas fundadas presentadas en su contra; actividad docente; aspectos cuantitativos y cualitativos de los fallos emitidos por aquel, etcétera. Por lo que se refiere a los factores de índole externa, que también deben ser tomados en cuenta, tenemos: 1. Carga de trabajo con que cuenta el juzgado o tribunal; 2. Premura con que deben resolverse los asuntos, dados los términos que para ese fin marca la ley; 3. Complejidad de los asuntos, sea por el volumen, por la dificultad del problema jurídico a resolver o por ambas causas; 4. En general, todas aquellas circunstancias que tengan relación con los elementos materiales y humanos con que cuente el juzgador para apoyarse en su actividad como tal. También puede suceder que la concurrencia de alguno o algunos de los referidos factores, aunque no determinen la inexistencia de la culpa del funcionario, atenúen su responsabilidad, lo que se traduciría en la imposición de una sanción menos rigurosa que la destitución del funcionario. El llamado a ponderar tales factores es el Tribunal Disciplinario Judicial, no el órgano instructor. C. El error judicial debe ser dañino. El error judicial para ser inexcusable debe, en todo caso causar un daño significativo. Sobre este punto, es conveniente anotar que el error judicial debe trascender siempre al sentido del fallo, pues de no ser así, es obvio que no causaría un daño significativo. Los daños producidos no necesariamente deben ser de carácter patrimonial; pueden ser de carácter moral e incluso eventuales. Recuérdese siempre que la finalidad del procedimiento disciplinario es la eficiencia en el servicio público de administrar justicia. Por esta razón, no puede considerarse como nota diferenciadora del error judicial inexcusable, el hecho de que la resolución en la que el mismo se cometió haya causado ejecutoria. En efecto, lo que pretendió el legislador al sancionar el error judicial inexcusable, es evitar la permanencia en el cargo, de personas no aptas para la función. Tam poco es relevante, para los efectos de la responsabilidad administrativa, el hecho de que el justiciable haya tenido o no culpa en la comisión del error. En este tipo de responsabilidad, no opera el citado principia relativo a que "nadie puede aprovecharse de su propia culpa", pues lo que debe decidirse en un procedimiento disciplinario es la conducta del funcionario judicial y no la de los justiciables. Cabe resaltar que el error inexcusable, incluye un elemento subjetivo, y la jurisprudencia extranjera señala que al consagrar la noción de error inexcusable, la ley busca proteger la libertad y autonomía con que los jueces deberían actuar, por ello, su aplicación tiene que ser muy limitada. No se admite que una simple equivocación humana del juez, o una diferente interpretación de la ley produzca la responsabilidad del Estado por ese comportamiento que no alcanza ser irregular, razón por la que no se consideraría como error inexcusable. Parte de la doctrina señala que error inexcusable es la ignorancia del juez en el conocimiento del derecho, pues de conformidad con el principio iura novit curia, el juez conoce el derecho. En virtud de lo anterior, se entiende que cuando un dictamen no puede justificarse por criterios razonables, o peor aún, lesione gravemente la conciencia jurídica, sea por su carácter absurdo, sea porque constituye una crasa ignorancia o una manifiesta negligencia, debe ser calificado como error judicial inexcusable, el cual es inconcebible que lo cometa un juez en la función juzgadora. Es de resaltar, que la falta disciplinaria referida al error judicial inexcusable: “…siempre va a estar directamente relacionada con la sentencia dictada por un órgano jurisdiccional y para que se configure dicha falta, es requisito ‘sine qua non’, su declaratoria previa. Es aquí entonces donde nace, para el órgano instructor, la posibilidad de investigar y eventualmente acusar. (…) Por ello, es la declaratoria del error judicial inexcusable de la misma Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, la que dio lugar al nacimiento de la acción disciplinaria por parte del Estado, a los fines de la determinación de tal responsabilidad; toda vez que antes de esa declaratoria, la decisión dictada, en principio, no contenía o se desconocía vicio alguno…” (Vid. Sent. N° 009-07, de fecha 12/02/2007, emanada de la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial). A este respecto, debe indicarse que la Sala Constitucional del Máximo Tribunal de la República, mediante decisión N° 280 de 23 de febrero de 2007, realizó una interpretación con carácter vinculante de la aplicación del procedimiento seguido en Sede disciplinaria, y estableció un tratamiento en caso de que cualesquiera de las Salas que conforman el Tribunal Supremo de Justicia, declaren un error judicial inexcusable, o en su defecto, la Sala Constitucional, declare un desacato en materia de amparo constitucional. En este fallo, la Sala interpretó con carácter vinculante, la aplicación del procedimiento disciplinario a que se refiere el artículo 267 constitucional, en razón de lo cual ordenó su publicación en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, y en atención a ello es que la extinta Comisión realizaba los procedimientos denominados Ad hoc. En ese fallo estableció que cuando cualquiera de las Salas del Tribunal Supremo de Justicia califican un error inexcusable, o constatan el incumplimiento por un juez de órdenes emanadas de las Salas, están reconociendo “graves daños al poder judicial en general, a su idoneidad y responsabilidad”, por lo que no es necesario en estos casos que las partes de un proceso denuncien o no los hechos, puesto que uno de los agraviados es realmente el Poder Judicial, razón por lo cual podrían las Salas, como parte del Tribunal Supremo de Justicia, cabeza del Poder Judicial, instar la sanción disciplinaria como órgano del Poder Público. Igualmente, se dispuso en el referido fallo constitucional, que el decisor disciplinario, tiene la potestad de ponderar la conducta del operador de justicia en los casos en los que cualquiera de las Salas del Máximo Tribunal de la República califique su conducta como un error judicial inexcusable, a fin de determinar si la misma configura efectivamente una actuación reprochable en sede disciplinaria; a cuyo efecto estableció: “Si un juez comete un error calificado de grave e inexcusable por una Sala, y se trata de una materia con criterios jurisprudenciales disímiles, tal situación debe ser ponderada por el órgano de jurisdicción disciplinaria, por lo que podría absolverlo. Igualmente, si el juez ha tenido una conducta intachable en cuanto a la aplicación de la Ley, y no tiene denuncias o sanciones por esa causa, el órgano disciplinario igualmente puede absolverlo, porque a pesar de la gravedad de la falta, podría ser un error único en una vida profesional correcta, por lo que le sería perdonable. El órgano disciplinario siempre tendría que sopesar las razones del error”. Podemos señalar como ejemplo de esa actividad de ponderación, la realizada por la extinta Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial, en la decisión N° 023-2007 en fecha 24/04/2007, ocasión en la que con respecto a la conducta bajo su análisis y objeto del procedimiento disciplinario, señaló: “De esta forma, observa este Órgano Disciplinario que en el presente caso, los Jueces acusados con su actuación limitaron el lapso previsto para la interposición de la acusación particular propia, siendo éste traspolado frente al lapso de convocatoria de la audiencia preliminar de la causa, lo que efectivamente vulnera el debido proceso de la víctima e implica un cercenamiento de una oportunidad para intervenir en el proceso como es impedirle el ejercicio de la acción a la cual tenían derecho según la norma adjetiva.(…) En virtud a lo anterior, concluye este Órgano Disciplinario que el legislador establece un lapso para la interposición de la acusación particular propia de la víctima distinto al de la interposición de las peticiones, acciones, excepciones y defensas establecidas en el encabezado del artículo 328 de la norma adjetiva penal, constituyendo su sobreposición y limitación, un cercenamiento de los derechos que le asisten a la víctima dentro del proceso, lo que pone en evidencia el error judicial en el que incurrieron los jueces pertenecientes a la Sala Accidental n° 10 de la Corte de Apelaciones de este Circuito Judicial Penal, al dictar los fallos de 13 de mayo y 2 de junio de 2005, independientemente de que dicho Código Adjetivo, atribuya expresamente al Ministerio Público el deber de velar por los derechos de la víctima previsto en el artículo 108, numeral 14. Aunado a lo anterior, se constata que los Jueces acusados con su conducta, al cercenarle el derecho que le asistía a la víctima de presentar acusación particular y propia contra los imputados en la causa principal, estaban no sólo limitándole una oportunidad procesal para que ésta interviniera en el proceso, sino que además se le estaba privando a la misma de presentar una calificación jurídica distinta a los hechos que la Vindicta Pública le estaba imputando a los acusados, como en efecto se desprende de las actas que conforman el expediente disciplinario al observar que la acusación particular y propia interpuesta por la víctima añadía la concurrencia de las circunstancias agravantes genéricas de “premeditación conocida y abuso de la superioridad del sexo, la de fuerza (…) o emplear cualquier otro medio que debilite la defensa del ofendido”, previstos en los numerales 5 y 8 del artículo 77 del Código Penal Vigente para el momento en que ocurrieron los hechos, calificación ésta que no contemplaba la acusación interpuesta por la Representación Fiscal, por lo que no pueden aducir los Jueces acusados que con tal proceder no se le estaba causando un gravamen a la misma. En este orden de ideas, esta Comisión en el ejercicio de su potestad discrecional y en acatamiento a la sentencia a la sentencia Nº 280 dictada por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en 23 de febrero de 2007, que establece que ‘…el órgano disciplinario siempre tendría que sopesar las razones del error’, manteniendo la debida proporcionalidad y adecuación con el supuesto de hecho y de derecho y su consecuencia prevista en las normas disciplinarias, estima que ese error judicial constituye una conducta profesional inapropiada al haber aplicado sin el debido cuidado las normas que garantizan el ejercicio de uno de los derechos que tiene la víctima dentro del proceso penal, cual es, insertarse en el proceso como parte mediante la querella acusatoria propia, por lo que generaron con tal conducta falta de certeza derivada del pronunciamiento y su aclaratoria, referidos a la tempestividad de la acusación propia formulada por la víctima; conducta esta que se subsume en la infracción disciplinaria prevista en el numeral 11 del artículo 37 de la Ley Orgánica del Consejo de la Judicatura, que acarrea la sanción de amonestación. Así se decide...”. Como se puede evidenciar de los casos expuestos, un Juez o Jueza al que le haya sido declarado un error judicial inexcusable, tiene oportunidad de enervar la sanción de destitución que comporta esa falta disciplinaria, siempre y cuando demuestre que no están presentes en su caso las 3 características que definen al error judicial inexcusable.