¿Más dinero, más problemas? Pagos sin contacto: ¿significa menos contacto más problemas? More money, more problems? Contactless payments: does less contact mean more problems? Jorge Capell Commercial Dispute Resolution, 20 february 2014 Los llamados pagos contactless, ya sea con tecnología NFC o con cualquier otra similar, permiten al consumidor realizar todo tipo de compras con el teléfono móvil o con tarjetas contactless, sin llevar dinero físico encima. En los pagos por importe superior a 20 euros, es necesario marcar el PIN, de forma similar a como se hace un pago ordinario con tarjeta con chip. Pero para pagos inferiores a 20 euros basta con acercar el móvil o la tarjeta a una distancia mínima de unos 10 cm. del lector y voilà, pago realizado. Esto agiliza enormemente los pagos pequeños, evitando tener que usar monedas, y facilitando que compras menores, como una revista, un bocadillo o incluso un café con leche en la Plaza Mayor (http://www.youtube.com/watch?v=u0upZ1pw6zc) se puedan realizar en décimas de segundo, sin esperar colas. Este tipo de pagos están ya empezando a popularizarse en el Reino Unido y se estima que 2014 sea el año de su explosión definitiva en el resto de países europeos , en los que hasta ahora la tecnología contactless únicamente se ha extendido de forma amplia en su uso para tarjetas de transporte público y de acceso a edificios. Estamos, por tanto, ante un avance tecnológico muy interesante, que los comerciantes agradecen al permitirles hacer más ventas en menos tiempo, y que hace también la experiencia de compra más agradable para los clientes, al no tener que llevar dinero en metálico o incluso poder hacerlo con el móvil, sin tener que llevar una cartera. Pero sabiendo como sabemos que los amantes de lo ajeno están siempre dispuestos a aprovechar en su beneficio cualquier novedad tecnológica, no podemos dejar de preguntarnos si la operativa contactless nace suficientemente segura o puede generar problemas y litigiosidad a los usuarios y a las entidades financieras. En el año 2012 hubo, solo en España, más de 500.000 operaciones fraudulentas con tarjetas, lo que da idea de que no estamos ante un problema menor. Para transacciones superiores a 20 euros el usuario debe pulsar su código PIN, lo que se entiende que dota ya de una mayor seguridad a esas operaciones. Está igualmente previsto que algunas operaciones aleatoriamente requieran el PIN y que el sistema alerte de operaciones anormales por su frecuencia o importe. También que cualquier usuario que lo desee pueda solicitar que sus operaciones por importe inferior a 20 euros también deban incluir el uso del PIN como medida de seguridad adicional. Sin embargo, dado que con esto se elimina buena parte de la rapidez de la transacción, no es probable que la 1 mayoría de usuarios se decante por solicitar este plus de seguridad en las operaciones pequeñas. La Comisión Europea está trabajando para que los usuarios tengan más seguridad en sus transacciones con tarjeta o móvil y va a aprobar una nueva directiva de servicios de pago (DSP2) con la que se limitan a 50 euros las posibles pérdidas de los consumidores en operaciones no autorizadas con sus tarjetas. Pero a pesar de todas estas medidas no podemos dejar de preguntarnos si sería posible un escenario en el cual una red de delincuentes pueda utilizar un lector contactless en reuniones masivas de personas (eventos deportivos, espectáculos, hora punta en los transportes). Simplemente con llevar el lector oculto en una mochila e irla acercando a los bolsillos de los asistentes se podrían generar cientos de transacciones irregulares en poco tiempo. Si el importe de esas transacciones es pequeño, el precio de un café, por ejemplo, y los delincuentes son hábiles para que el nombre del comercio sea suficientemente genérico, es perfectamente posible que la operación pase inadvertida en los extractos mensuales de usuarios, que si cuentan con esta tecnología en sus bolsillos probablemente hagan numerosas operaciones de pequeña cuantía cada mes y no reparen en un cargo irregular de un simple café. Incluso si el usuario detecta que no ha realizado esa concreta operación es perfectamente posible que piense que por ese importe no le compensa hacer nada y lo deje estar. Sería únicamente si el importe fuera mayor o el número de transacciones irregulares se repitiera cuando el usuario terminaría reparando en la operación y reclamando a su entidad bancaria. Si el fraude está bien organizado, el lector estará vinculado a un supuesto comercio en un país lejano, y el dinero de las transacciones estará en poco tiempo dispersado e ilocalizable. En esos casos nos encontraríamos además con reclamaciones en las cuales hay menos elementos probatorios “tradicionales”. El cliente no habrá sufrido un robo violent o ni habrá presentado una denuncia ante la policía. No habrá un recibo firmado por nadie. Tendría la siempre difícil prueba de un hecho negativo: yo no he comprado ese café. En la prehistoria de los fraudes con tarjetas los delincuentes sustraían las tarjetas y las usaban en comercios imitando la firma del cliente. Solían ser compras de alto valor, repetidas hasta que el cliente bloqueaba la tarjeta. En esos casos en ocasiones era el comercio el que tenía que acabar asumiendo la culpa, al no haber comprobado bien las firmas. Posteriormente se fue extendiendo otro fraude más difícil de controlar, el de las tarjetas clonadas. Los delincuentes se hacían con los datos de la cuenta asociada a una tarjeta y los pasaban a otra en la que figuraban ellos como titulares, con lo que no era posible detectar la estafa hasta que el titular de la cuenta apreciaba los cargos irregulares e informaba al banco. Este tipo de situaciones se fueron extendiendo también con la generalización de las compras por internet, en las que bastaba a los delincuentes con 2 disponer de los datos numéricos de la tarjeta, sin necesidad de haberla tenido físicamente en su poder. En la mayoría de esos casos eran las entidades financieras las que terminaban por tener que asumir la mayor parte de las pérdidas derivadas de las transacciones fraudulentas, cuando se comprobaba que el cliente no tenía culpa de la situación. Es principalmente para dar mayor seguridad frente a fraudes de este tipo para lo que la Comisión Europea planea fijar un máximo de 50 euros a cargo del cliente. Pero no hay duda de que la tecnología contactless va a abrir un territorio nuevo en toda esta materia. Y no hay duda de que se van a producir operaciones fraudulentas, algunas de importes muy bajos. Es por ello muy importante que, ahora que todavía estamos a tiempo, tanto las entidades financieras como las compañías de telefonía y las grandes operadoras de tarjetas, que son los tres principales grupos de actores en este gran negocio en ciernes, expriman a sus departamentos de seguridad para que se adopten todas las medidas oportunas para minimizar los fraudes. Una fórmula sencilla podría ser que al realizarse una transacción se deba generar un mensaje al correo electrónico del cliente informándole de la operación, de forma que pueda ver con rapidez si algún aviso de compra no se corresponde con una operación que haya realizado conscientemente. Otra podría ser reducir la distancia operativa, que el lector y el dispositivo no baste con que estén cerca sino que deban tocarse físicamente. Con esta medida, u otras similares, tal vez se perdería un poco el elemento contactless pero a cambio se reduciría el elemento fearful, en beneficio de todos. 3