Tribunales competentes en materia de infracciones de

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grupo Wolters Kluwer
82 ENERO 2014
Una publicación realizada por Deloitte, en colaboración con CISS
Tribunales
competentes en
materia
de infracciones
de derechos
patrimoniales
de autor
cometidas
a través de
Internet
Pedro Alberto de Miguel Asensio
Catedrático de
Derecho internacional privado
Universidad Complutense de Madrid
Como punto de partida de esta breve valoración de las implicaciones de la
Sentencia Pinckney, parece apropiado hacer referencia al litigio en el marco del
cual se planteó la cuestión prejudicial ante el TJUE. Dicho litigio se derivaba de la
demanda interpuesta en Francia por un autor, compositor e intérprete de ciertas
canciones, residente en Francia, frente a una sociedad domiciliada en Austria, a
la que reclamaba una indemnización de daños y perjuicios por la vulneración de
sus derechos patrimoniales de autor. Según el demandante, dicha vulneración era
consecuencia de que sus canciones habían sido reproducidas sin su autorización en
discos compactos (CD) prensados en Austria por la demandada, y que, posteriormente, dichos CD fueron comercializados por sociedades británicas en distintos
sitios de Internet accesibles desde el domicilio del demandado en Toulouse. La
sociedad demandada sostenía que los tribunales franceses carecían de competencia
para conocer de esa demanda.
En tales circunstancias, el Tribunal aborda la siguiente cuestión (una vez reformulada por el mismo, la planteada por la Cour de cassation): si el artículo 5.3
Reglamento 44/2001 o Reglamento Bruselas I “debe interpretarse en el sentido de
que, en caso de que se alegue una vulneración de los derechos patrimoniales de
autor garantizados por el Estado miembro del órgano jurisdiccional ante el que se
haya presentado la demanda, este es competente para conocer de una acción de
responsabilidad ejercitada por el autor de una obra contra una sociedad domiciliada
en otro Estado miembro y que ha reproducido en él dicha obra en un soporte material que, a continuación, ha sido vendido por sociedades domiciliadas en un tercer
Estado miembro a través de un sitio de Internet accesible también desde la circunscripción territorial del Tribunal ante el que se ha presentado la demanda” (apdo.
22). Cabe dejar constancia de que el artículo 5.3 del Reglamento Bruselas I será
sustituido, a partir del 10 de enero de 2015, por el artículo 7.2 del Reglamento (UE)
1215/2012, si bien este conserva la redacción actual de esta regla de competencia.
En su respuesta, el TJUE parte de su jurisprudencia previa sobre la interpretación
del artículo 5.3 del Reglamento Bruselas I en caso de alegaciones de infracciones
cometidas a través de Internet que pueden materializarse en numerosos lugares.
Pone de relieve cómo la concreción del lugar de materialización puede variar en
función del tipo de infracción, confirmando que el criterio según el cual en el caso
de las vulneraciones de los derechos de la personalidad es posible atribuir competencia con carácter general a los tribunales del lugar del centro de intereses de
la víctima —conforme a la STJUE de 25 de octubre de 2011, eDate Advertising y
Martinez, C-509/2009 y C-161/2010— no es aplicable en relación con la infracción
de derechos patrimoniales de alcance territorial, como es el caso de los derechos
de propiedad industrial. El lugar de manifestación del daño en relación con la vulneración de derechos cuya protección se concede por un acto de registro está limitado
al territorio del Estado miembro de registro (en relación con las marcas, STJUE 19
abr. 2012, Wintersteiger, C-523/2010).
La nueva sentencia aborda cuál es la situación con respecto a la vulneración de derechos patrimoniales de autor —cuya protección, si bien territorial, no se subordina a
un acto previo de registro—, y, además, plantea la cuestión del significado en este
contexto de la mera accesibilidad de un sitio de Internet como factor relevante al
determinar la competencia judicial internacional. Por una parte, en paralelo con lo
afirmado con respecto a los derechos de propiedad industrial, a partir del carácter
también territorial de los derechos patrimoniales de autor, el Tribunal vincula en
estos casos el lugar de materialización del daño con el dato de que se trate del terri-
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torio en el que se protegen los derechos que invoca el demandante (apdo. 43) (en
el litigio principal, según parece, el demandante alegaba la vulneración en Francia
de los derechos establecidos en la legislación francesa). Por otra parte, el Tribunal
opta por un criterio, condicionante del resto de su análisis, según el cual en la fase
de determinación de la competencia judicial, la concreción del lugar del daño por el
Tribunal ante el que se presenta la demanda a los efectos del artículo 5.3 del Reglamento Bruselas I no puede depender de criterios que son propios del examen de fondo
y que no figuran en el propio artículo 5.3, que prevé como única condición el que
se haya producido o pueda producirse un daño (apdo. 41). En particular, entre esos
criterios propios del examen de fondo, el TJUE menciona “las cuestiones de, por una
parte, en qué condiciones puede considerarse vulnerado un derecho protegido en el
Estado miembro del órgano jurisdiccional ante el que se haya ejercitado la acción y,
por otra, si dicha vulneración es imputable al demandado” (apdo. 40).
Precisamente, la inadecuación de valorar en la fase de examen de la competencia
si existe o no vulneración del derecho, se vincula con la conclusión de que, con
respecto a la posible vulneración de un derecho patrimonial de autor, el Tribunal
afirme la competencia del Tribunal ante el que se ha presentado la demanda si se
encuentra en el Estado a cuyo territorio van referidos los derechos patrimoniales
que invoca el demandante, de modo que el daño alegado puede materializarse en
la circunscripción territorial de ese Tribunal, así como que ponga de relieve que tal
posibilidad “se deriva, en particular, de la posibilidad de obtener, en un sitio de
Internet accesible desde la circunscripción territorial del Tribunal ante el que se
ha presentado la demanda, una reproducción de la obra a la que están vinculados
los derechos que invoca el demandante”. (apdo. 44).
En concreto, el texto del fallo de la sentencia es el siguiente: “El artículo 5, punto
3 Reglamento 44/2001 […] debe interpretarse en el sentido de que, en caso de que
se alegue una vulneración de los derechos patrimoniales de autor garantizados
por el Estado miembro del órgano jurisdiccional ante el que se haya presentado
la demanda, este es competente para conocer de una acción de responsabilidad
ejercitada por el autor de una obra contra una sociedad domiciliada en otro Estado
miembro y que ha reproducido en este la referida obra en un soporte material que,
a continuación, ha sido vendido por sociedades domiciliadas en un tercer Estado
miembro a través de un sitio de Internet accesible también desde la circunscripción
territorial del Tribunal ante el que se ha presentado la demanda. Dicho órgano
jurisdiccional únicamente es competente para conocer del daño causado en el
territorio del Estado miembro al que pertenece”.
Dejando a un lado cuestiones menores, como la terminología que hace referencia al
Estado en el que se protegen o que garantiza los derechos patrimoniales de autor,
cuando tal vez sería más apropiado hacer referencia sencillamente al Estado cuya
legislación atribuye esos derechos, a cuyo territorio van referidos esos derechos o
para cuyo territorio se reclama la protección (habida cuenta de que es claro que
con base en el fuero general del domicilio del demandado e incluso del lugar de
origen del daño, cabe reclamar ante los tribunales de un Estado miembro la protección de derechos de autor relativos a otros Estados), interesa detenerse en lo que
constituye el elemento clave de la presente sentencia. Se trata de la cuestión de
si basta la mera accesibilidad del sitio de Internet en el territorio cuyos derechos
supuestamente se han infringido o, si por el contrario, para que se localice ahí el
lugar de manifestación del daño a los efectos del artículo 5.3 Reglamento Bruselas I
resulta apropiado exigir alguna conexión adicional, como que el sitio dirija su actividad a dicho Estado, en línea precisamente con la propuesta del Abogado General
en este asunto.
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Cabe entender que la respuesta del Tribunal, precisamente al distanciarse del
criterio del Abogado General, se basa en la idea de que tratándose de la supuesta
vulneración de derechos territoriales, la accesibilidad del sitio web de Internet
relevante en el territorio al que van referidos los derechos cuya protección se
reclama, resulta suficiente para localizar el lugar de manifestación del daño a los
efectos del artículo 5.3 del Reglamento Bruselas I, correspondiendo al análisis sobre
el fondo del asunto determinar si, como consecuencia de la actividad de ese sitio
de Internet, existe o no infracción. Quienes tradicionalmente han rechazado que
la mera accesibilidad deba ser suficiente a estos efectos, lo han hecho poniendo
de relieve los riesgos —incluso de falta de previsibilidad— que puede implicar para
el demandado en situaciones en las que su página web claramente no va dirigida
(y no produce efectos relevantes) en el foro, habida cuenta del alcance potencialmente global de todos los sitios de Internet, accesibles desde cualquier lugar del
mundo (dejando a un lado el eventual recurso a mecanismos de restricción, como
los basados en herramientas de geolocalización). Se trata de un riesgo más intenso
en principio en el caso de las pretendidas infracciones de derechos de marca y de
competencia desleal, que en el caso de los derechos de autor. De hecho, es cierto
que en particular en relación con estos últimos, sitios de Internet dirigidos a uno
o varios mercados pueden producir efectos sustanciales en otros, desde los que
acceden usuarios (incluso a través de enlaces en sitios que van dirigidos a esos
otros países).
La lectura del apartado 44 y del fallo de la sentencia antes reproducidos, llevan a
dudar de si, incluso partiendo del criterio adoptado por el Tribunal, no hubiera sido
posible introducir una cierta matización, respetuosa con la circunstancia de que en
el presente asunto el sitio web en cuestión comercializaba las obras supuestamente
infractoras en soporte tangible (CD). En concreto, cabe plantear si no hubiera sido
apropiado recoger la exigencia, para fijar el lugar de materialización del daño,
de que no solo el sitio a través del cual se venden las copias esté accesible en el
Estado para el que se reclama la protección sino que, además, a través del mismo
se vendan copias en ese Estado. Se trata de una matización relevante, pues muchos
sitios de Internet están accesibles en todo el mundo, pero sólo comercializan sus
servicios o productos en algún o algunos Estados. ¿Resultaría apropiado que un
Tribunal francés se declarara competente para conocer de la infracción de una
marca francesa (obviamente en Francia) por parte de un sitio web español de
venta de sushi a domicilio que solo sirve sus productos en el centro de Madrid, por
el simple hecho de que el sitio web, como es habitual, esté tan accesible en París
como en Madrid? En principio, la respuesta debería ser que no.
De hecho, del apartado 11 de la sentencia resulta que el Tribunal francés que en
primera instancia se declaró competente lo hizo al considerar que: “el hecho de
que el Sr. Pinckney pudiera adquirir los discos de que se trata desde su domicilio
francés en un sitio de Internet abierto al público francés bastaba para establecer
un vínculo sustancial entre los hechos y el daño alegado que justificara la competencia del órgano jurisdiccional ante el que se había presentado la demanda”. A
la luz del texto literal del fallo de la sentencia del TJUE, parece que ese órgano
debería declararse competente con independencia de que se puedan adquirir en
su circunscripción los discos, si el sitio web a través del que se comercializan está
accesible en ese territorio (obviamente, sin perjuicio de que el Tribunal francés al
resolver sobre el fondo del asunto concluyera que no hay infracción en Francia). No
obstante, la verificación de que en el caso concreto la accesibilidad del sitio web
en el territorio para el que se reclama la protección permite apreciar que se ha
producido o puede producirse un daño en ese concreto territorio a los efectos del
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artículo 5.3 del Reglamento Bruselas I, parece apropiada en el contexto global de
Internet, y conforme con lo establecido en los apartados 41 y 43 de la sentencia.
Esta falta de matización por parte del Tribunal parece reiterativa, si se vincula con
el dato de que en la Sentencia eDate Advertsing y Martinez el Tribunal no limitó
expresamente, como proponía el Abogado General, la atribución de competencia
para el conjunto de la reclamación a los tribunales del Estado miembro del centro
de intereses de la víctima, a las situaciones en las que la información de que se
trate sea objetivamente relevante en ese país. En todo caso, es importante destacar
que en el caso de la Sentencia Pinckney, como hace el propio fallo, el alcance de
la competencia basada en el lugar de materialización del daño se restringe a la
infracción de los derechos patrimoniales de autor en el foro, lo que tendrá como
consecuencia el limitado alcance de las medidas de cesación que puede adoptar un
Tribunal competente con base en ese criterio así como de los daños sobre los que
puede pronunciarse.
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