TÍTULO CUARTO. FALTAS CONTRA EL ORDEN PÚBLICO

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TÍTULO CUARTO. FALTAS CONTRA
EL ORDEN PÚBLICO
Artículo 633
Los que perturbaren levemente el orden en la audiencia de un tribunal o juzgado, en los actos públicos,
en espectáculos deportivos o culturales, solemnidades o reuniones numerosas serán castigados con las penas
de localización permanente de dos a doce días y multa de diez a treinta días.
Precepto redactado por el artículo único centésimo octogésimo tercero de la LO
15/2003, de 25 noviembre.
CONCORDANCIAS: artículo 569 del CP de 1973.
COMENTARIO.
El Título IV del Libro III del CP (“Faltas contra el orden público”) encadena una serie
de conductas de relevancia jurídico-penal cuyo bien jurídico protegido lo es el denominado
“orden público” como referido, no únicamente a la paz y a la tranquilidad en las manifestaciones externas de la convivencia colectiva, sino también al sometimiento de todos
al ordenamiento jurídico y a la autoridad estatal (principio de autoridad y dignidad de la
función pública).
De tal modo y en primer lugar, el artículo 633 del CP tipifica la conducta de los que perturbaren levemente el orden en la audiencia de un Tribunal o Juzgado, en los actos públicos,
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Comentarios al Código Penal
en espectáculos deportivos o culturales o en solemnidades o reuniones numerosas, previendo para tales casos y con carácter acumulativo las penas de localización permanente de dos a
doce días y multa de diez a treinta días. El precepto en cuestión, entendido como infracción
penal de resultado y únicamente reformado desde su entrada en vigor por mor de la LO
15/2003, de 25 de noviembre, y en lo atinente exclusivamente a su penología, encuentra
su precedente en el artículo 569 del CP de 1973, del que acogió íntegramente su redacción
para mantenerse invariada asimismo ésta en el Proyecto de LO por la que se modifica la LO
10/1005, de 23 de noviembre, del CP (BOCG número 119-1, de 15 de enero de 2007).
Respecto de la determinación de las conductas susceptibles de integrar un desorden
leve a los efectos que ahora interesan, la jurisprudencia menor ha venido en ponderar
como factores de influencia a tales efectos el tipo de actividad o lugar afectados, las valoraciones ético-sociales vigentes y las reglas o normas de disciplina y respeto público, acogiendo así los parámetros fijados en tal sentido en la sentencia del Tribunal Supremo de 27
de septiembre de 1999. Versaba dicha sentencia que “ (…) La falta de desórdenes públicos
que establece el artículo 633 del CP, que repite con ciertas modificaciones la tipificación
que contenía el artículo 569 del CP de 1973, en la redacción dada por la LO 3/89, de 21
de junio, es de análogos caracteres al delito de desórdenes públicos previsto en el artículo
558 del CP, heredero del tipificado en el artículo 246 bis del CP de 1973, en la redacción
dada por la LO 3/89, de 21 de junio, siendo la diferencia entre el delito y la falta, según la
jurisprudencia (sentencia de 6 de octubre de 1989) de carácter meramente cuantitativo, por
ser la perturbación del orden grave en el delito y la leve en la falta. (…) El artículo 558 del
CP se refiere más bien a los sectores sociales desordenados -define actos y lugares- que a
la actividad causante del desorden, y no exige la concurrencia de un sujeto plural, ni de un
específico ánimo de alterar la paz pública, aunque la jurisprudencia de esta Sala ha venido
extendiendo tal requisito subjetivo a la figura del artículo 246 bis del CP de 1973, antecedente del actual artículo 558. La determinación de las actividades que originan desorden integrador de la figura del artículo 558 del CP tiene que verificarse en relación con cada tipo
de actividad o lugar afectados, y teniendo en cuenta las valoraciones ético-sociales vigentes.
En relación a las audiencias de Juzgados y Tribunales, a los actos públicos propios de una
autoridad o Corporación y a los Colegios electorales, el desorden consistirá en la transgresión de las reglas o normas de disciplina y respeto a que se sujetan las audiencias, los actos
de las autoridades o corporaciones y las actividades electorales. En relación a Centros docentes y oficinas o establecimientos públicos, el desorden estribará en la inobservancia de
las normas que rigen el funcionamiento de tales lugares. En relación a los espectáculos cul-
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Eva Mimbrera Torres
turales o deportivos, la actividad alteradora del orden consistirá en la que pueda determinar
perturbación o inquietud en los espectadores asistentes, y originar fricciones y choques
físicos entre las personas. La figura de la falta del artículo 633 del CP, según se expuso en el
párrafo 1º de este Fundamento, tiene una estructura y contenido análogos a los del delito
del artículo 558 del mismo cuerpo legal, con la diferencia de que la alteración del orden
tendrá que ser leve y que no se contemplan en el artículo 633 del CP expresamente los
desórdenes en colegios electorales o en centros docentes y en oficinas o establecimientos
públicos, y sí, en cambio, las alteraciones leves del orden en actos públicos, sin exigencia
de ser propios de una autoridad o corporación, y en solemnidades o reuniones numerosas.
En los actos públicos y en las solemnidades existirá actividad alteradora del orden cuando
se incumplen las reglas, normas o directrices fijadoras de su desarrollo, o cuando se impida
tal desarrollo del acto o de la solemnidad, y en tales actos y en las reuniones también podrá
alterarse el orden, perturbando a los asistentes, de forma que puedan originarse fricciones
o choques físicos. Aunque la jurisprudencia no ha exigido para la falta del artículo 633 del
CP, y para su precedente descrita en el artículo 569 del CP de 1973, el elemento subjetivo
del injusto de intención de alterar la paz pública, sí será necesario el dolo genérico de alterar el orden. Finalmente, y de conformidad con las orientaciones vigentes que tienden a
reducir al máximo el ámbito del Derecho Penal -principio de mínima intervención o de la
“ultima ratio”- sólo cabrá conceptuar como infracciones penales -delitos o faltas- las alteraciones del orden que tengan cierta entidad y trascendencia y deberán ponderarse además
con mayor indulgencia las que suceden en periodo electoral, en el que la competición entre
los candidatos da origen al empleo de descalificaciones verbales, que puedan lindar con el
insulto (…).” Y ello, se añade, tomando en consideración asimismo que quedará abierta la
vía administrativa para la imposición de cuantas sanciones se estimen pertinentes en orden
a conductas infractoras del orden público no constitutivas de delito o falta (en tal sentido,
la LO 1/1992, de 21 de febrero, sobre Protección de la Seguridad Ciudadana).
En todo caso, cabrá también traer ahora a colación acerca de lo expuesto y como un indicador más a la hora de determinar la efectiva concurrencia de la ilícita conducta analizada
en el específico ámbito de Juzgados y Tribunales que, de conformidad con lo dispuesto en
el artículo 190 de la LOPJ, corresponde al Presidente del Tribunal, al Juez o, en su caso, al
Secretario Judicial, mantener el orden en la Sala durante la celebración de audiencia pública
y amparar en sus derechos a los presentes en la misma, pudiendo acordar a tales efectos lo
que proceda. Asimismo, dispone el artículo 191 de la LOPJ que “A los efectos de lo dispuesto en el artículo anterior, los que perturbaren la vista de algún proceso, causa u otro acto
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Comentarios al Código Penal
judicial, dando señales ostensibles de aprobación o desaprobación, faltando al respeto y
consideraciones debidas a los jueces, tribunales, Ministerio Fiscal, abogados, procuradores,
secretarios judiciales, médicos forenses o resto del personal al servicio de la Administración
de Justicia, serán amonestados en el acto por quien presida y expulsados de la sala o de las
dependencias de la Oficina judicial, si no obedecieren a la primera advertencia, sin perjuicio
de la responsabilidad penal en que incurran.” Y, aún el artículo 195 de la LOPJ especifica
que “Cuando los hechos de que tratan los artículos anteriores llegaren a constituir delito,
sus autores serán detenidos en el acto y puestos a disposición del Juez competente.”
Por lo demás, será de interés recordar lo ya obrante en esta obra respecto del análisis del
tipo delictivo contemplado en el artículo 558 del CP así como las disposiciones generales
del Libro I de dicho cuerpo legal. Si bien, se especifica, para el supuesto de la falta contra
el orden público contemplada en el artículo 633 del CP y a diferencia de lo dispuesto en el
citado artículo 558 del CP en el ámbito de lo delictivo, aparece una mayor limitación de los
lugares en los que el legislador ha pretendido sancionar penalmente las alteraciones leves del
orden público, no pareciendo posible hacer extensiva dicha tipicidad penal para la comisión
de la falta en cuestión en otros distintos lugares en aplicación (especialmente, en el ámbito
del Derecho Penal) de los principios de legalidad, de seguridad jurídica y de taxatividad (artículos 9.3º, 25.1º y concordantes de la CE y artículo 4.1º y concordantes del CP) .
Artículo 634
Los que faltaren al respeto y consideración debida a la autoridad o sus agentes, o los desobedecieren
levemente, cuando ejerzan sus funciones, serán castigados con la pena de multa de diez a sesenta días.
CONCORDANCIAS: artículo 570 del CP de 1973.
COMENTARIO.
El artículo 634 del CP regula una de las faltas contra el orden público por excelencia y
de mayor casuística en Juzgados y Tribunales, contemplando así la conducta de los que faltaren al respecto y consideración debida a la autoridad o a sus agentes o los desobedecieren
levemente y sancionando la misma con la pena de multa de diez a sesenta días. “Autoridad”
o “sus agentes” que, en términos del artículo 24 del CP, se definen respectivamente a
efectos penales como “al que por sí solo o como miembro de alguna corporación, tribu-
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Eva Mimbrera Torres
nal u órgano colegiado tenga mando o ejerza jurisdicción propia. En todo caso, tendrán
la consideración de autoridad los miembros del Congreso de los Diputados, del Senado,
de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas y del Parlamento Europeo.
Se reputará también autoridad a los funcionarios del Ministerio Fiscal” y como “todo el
que por disposición inmediata de la Ley o por elección o por nombramiento de autoridad
competente participe en el ejercicio de funciones públicas.”
La redacción del precepto en cuestión vino a asumir la obrante en el artículo 570 del
CP de 1973 y no ha sido objeto de modificación legislativa alguna desde su entrada en vigor, permaneciendo también invariada en el Proyecto de LO por la que se modifica la LO
10/1005, de 23 de noviembre, del CP (BOCG número 119-1, de 15 de enero de 2007).
Acerca de los requisitos necesarios para la concurrencia de la conducta de referencia,
procederá remitirnos a lo ya expuesto en su momento respecto del artículo 556 del CP si
bien, de nuevo, será la mayor o menor gravedad de la acción ilícita la que determinará la
línea divisoria entre el delito y la falta. Así, la jurisprudencia existente a propósito del citado
delito contra el orden público del artículo 556 del CP (sentencias del Tribunal Supremo
de 5 de julio de 1989, de 29 de junio de 1992, de 10 de julio de 1992 y de 4 de junio de
2000, entre otras), ha venido a fijar como requisitos del mismo, en comparativa con la falta
ahora analizada, los siguientes: a) Como elemento normativo, la existencia de una orden o
mandato, emanado de la Autoridad o de sus Agentes; mandato que para ser legítimo debe
revestir las formalidades legales y hallarse dentro de la competencia de quien lo emite,
debiendo contener, por imponerlo así de consuno, el derecho, la moral y los buenos principios, un mandato legítimo que derive de sus facultades regladas o atribuciones competenciales, sin extralimitaciones o excesos. Además debe tener naturaleza expresa, concreta
y no abstracta y dirigirse o hallarse especialmente destinado al sujeto que debe obedecerlo,
engendrando su legitimidad el deber correlativo de acatamiento e imponiendo una conducta indeclinable o de estricto cumplimiento y que se ha de acatar sin disculpas. b) Como
elemento objetivo, una conducta de material desobediencia cuya naturaleza dependerá de
que el mandato implique un hacer o un no hacer, por lo cual en el primer caso se tratará de
una omisión y en el segundo de una acción propiamente dicha o en sentido estricto. c) En
cuanto a la culpabilidad, la voluntariedad en el incumplimiento de la orden o mandato, a lo
que a veces se añade el específico ánimo por parte del autor de menospreciar el principio
de autoridad, representado por quien emite o transmite la orden. En todo caso es precisa la
voluntariedad en la oposición al cumplimiento mediante actos persistentes y reiterados. d)
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Comentarios al Código Penal
La gravedad de la desobediencia, como criterio de diferenciación con la falta; línea divisoria
que desde una perspectiva de antijuridicidad formal se halla “en la reiterada y manifiesta
oposición, grave actitud de rebeldía, persistencia en la negativa, en el incumplimiento firme
y voluntario de la orden, y en fin, en lo contumaz y recalcitrante de la negativa a cumplir
la orden o mandato.”
Por otro lado, resulta asimismo de interés remarcar que, como ha tenido ocasión también de indicar la jurisprudencia (así, por ejemplo, las sentencias del Tribunal Supremo 17
de septiembre de 1988 y de 27 de septiembre de 2000), resultarán atípicas penalmente las
conductas verificadas por mor de la huída o el intento de huída del presunto agente de una
infracción penal, buscando el mismo con ello su propia impunidad y salvo que dicha huída
vaya acompañada de ataque, acometimiento o acto de violencia: “el móvil de la acción no
podrá ser instrumentado como razón última para descartar la advertible presencia del dolo
en la conducta enjuiciada (..) en los casos de huida o elusión de la acción policial de descubrimiento de la participación en hechos punibles, la doctrina de esta Sala viene admitiendo
limitadamente el principio de autoencubrimiento impune, como manifestación del más
genérico de inexigibilidad de otra conducta, pero constriñéndolo a los casos de mera huida
(delitos de desobediencia) con exclusión de las conductas que en la fuga pongan en peligro
lesionen otros bienes jurídicos.”
En lo demás, deberá asimismo considerarse lo ya expuesto con ocasión del antes analizado artículo 633 del CP en cuanto a la concurrencia del Derecho Administrativo sancionador respecto de aquellas conductas infractoras del orden público no constitutivas de
delito o falta (LO 1/1992, de 21 de febrero, sobre Protección de la Seguridad Ciudadana),
así como la posibilidad de aplicar también aquí la normativa general sobre concurso de
infracciones penales (artículos 73 y siguientes del CP), así como los pronunciamientos
procedentes en materia de responsabilidad civil derivada de la infracción penal.
Finalmente y al hilo de la infracción penal de referencia, debe advertirse que, en numerosas ocasiones, el ejercicio de la autoridad por parte de la misma o, en esencia, de sus
agentes, puede conllevar la obligación de utilizar el poder coactivo del Estado con fines
preventivos, llevando ello incluso al uso de la fuerza cuando no existan otras vías alternativas para dar cumplimiento al acto que la función pública impone. Uso de la fuerza que, en
ningún caso podrá resultar arbitrario, sino necesario y proporcional. Y, para tales supuestos
precisamente, dispone el artículo 20.7º del CP que “Estará exento de responsabilidad cri-
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Eva Mimbrera Torres
minal: (…) 7. El que obre en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo (…).” Así, conforme a reiterada doctrina jurisprudencial (sentencias
del Tribunal Supremo de 15 de marzo de 1990, de 4 de noviembre de 1994 y de 13 de mayo
de 1996), son requisitos que cabe exigir para la aplicación de la eximente de la responsabilidad criminal del artículo 20.7º del CP: a) Que los intervinientes en el hecho tengan el
carácter de autoridad o de agentes de la autoridad y se encuentren en el ejercicio de una
función pública que les esté legalmente encomendada cumpliendo, por tanto, los deberes
impuestos por el cargo; b) Que el comportamiento violento y el uso de la fuerza sean
necesarios y racionalmente imprescindibles para el cumplimiento de la misión que han de
desempeñar, distinguiéndose entre una necesidad en abstracto de violencia y una necesidad
en concreto, ésta última equivalente a la determinación de la idoneidad del medio utilizado
para el cumplimiento del deber, distinción entre ambas clases de necesidad que se refleja
en sus efectos, de tal modo que si no existe una necesidad abstracta de resumir a la fuerza
no puede operar la eximente ni como completa ni como incompleta, mientras que la necesidad concreta, cuando se rebase la racional legitimidad del medio utilizado aún permite la
eficacia de la eximente degradada a efectos sólo atenuantes; y, c) En el caso de exceso en el
uso de la fuerza, cuando hay total falta de necesidad para su utilización, la extralimitación
manifiesta impide la aplicación de la exención en forma tanto completa como incompleta.
“ (…) La reacción de las fuerzas del orden ha de ser sólo la racionalmente necesaria y proporcionada para el cumplimiento de sus funciones, teniendo en cuenta las circunstancias
concurrentes en el caso (sentencias del Tribunal Supremo de 25 de marzo de 1992 y de 2
de julio de 1993) (…).” Aún en análogo sentido la sentencia del Tribunal Supremo de 31
de enero de 2005.
Artículo 635
Será castigado con la pena de localización permanente de dos a diez días o multa de uno a dos meses
el que se mantuviere contra la voluntad de su titular, fuera de las horas de apertura, en el domicilio de
una persona jurídica pública o privada, despacho profesional u oficina o establecimiento mercantil o local
abierto al público.
Precepto redactado por el artículo único centésimo octogésimo cuarto de la LO
15/2003, de 25 noviembre.
CONCORDANCIAS: sin precedente en el CP de 1973.
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Comentarios al Código Penal
COMENTARIO.
Como novedad en el CP actual, el artículo 635 del mismo, únicamente modificado
por la LO 15/2003, de 25 de noviembre, en orden a su adaptación al sistema de penas
introducido por dicha LO, tipifica la conducta del que se mantuviere contra la voluntad de
su titular, fuera de las horas de apertura, en el domicilio de una persona jurídica pública
o privada, despacho profesional u oficina o establecimiento mercantil o local abierto al
público. Para tales casos, prevé el precepto en cuestión la pena alternativa de localización
permanente de dos a diez días o multa de uno a dos meses, con el alcance de las mismas
ya expuesto a lo largo de esta obra.
Considerándose como una manifestación de la protección del derecho constitucional
a la intimidad y a la inviolabilidad del domicilio (artículo 18.1º y 2º de la CE), la infracción
penal de referencia requiere de la verificación de una conducta de permanencia en alguno
de los lugares especificados en el precepto en cuestión, en contra de la voluntad de quien
fuere su titular o encargado y fuera de las horas de apertura del mismo. En dicho sentido
y a falta de definición legal alguna, por edificio o local abierto al público se ha considerado
(Consulta de la Fiscalía General del Estado 11/1997, de 29 de octubre) aquel en el que
concurran dos características esenciales: “ (…) a) Existencia de una cierta infraestructura y
acondicionamiento de un local que permitan el acceso físico de público a su interior (…)
El empleo del término “local abierto al público” hace referencia a espacios o lugares cerrados, tanto según la significación etimológica del término local, como de la jurisprudencia
de la Sala Primera del Tribunal Supremo dictada con ocasión de la legislación arrendaticia
que viene entendiendo por local el « (…) recinto comprendido dentro de las paredes y el
techo que limitan ese espacio, tanto en sentido vertical como horizontal (…)» (sentencia
del Tribunal Supremo de 27 de septiembre de 1985). Se excluyen así los puestos de venta
callejera, kioscos, taquillas de despacho de billetes, venta desde vehículos, etc. La agravación precisa de la existencia de un inmueble o local a cuyo interior pueda acceder público
(oficinas públicas, bares, cafeterías, tiendas de artículos, hoteles, bancos, etc.). Baste, por
último, en este sentido, señalar que en la sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, antes citada, de 16 de junio de 1997, se recuerda que « (…) se sustituyó el concepto
de edificio público por el absolutamente injustificable de “local abierto al público”, que
se estimó omnicomprensivo y que supone una descripción amplísima que acoge desde los
edificios públicos en sentido estricto hasta cualquier lugar que está a disposición de toda
persona que en él quiera entrar (…)». (…) b) En tales locales ha de poder acceder indis-
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Eva Mimbrera Torres
criminadamente cualquier persona -sin perjuicio de la reserva del derecho de admisión y
de la existencia de un horario de apertura-. La posible entrada de público al local debe ser
entendida como acceso de carácter físico, debiendo erradicarse por ello del concepto de
local abierto al público aquellas dependencias a las que el público no accede físicamente
sino en forma figurada a través de la atención que reciben, generalmente las veinticuatro
horas, mediante líneas telefónicas o servicios informáticos. (…).”
Y, acerca del alcance de los horarios de apertura pública, es también de interés la sentencia del Tribunal Supremo de 22 de septiembre de 1997, resolución ésta que aborda
asimismo la problemática derivada del concurso de delitos en el ámbito del delito de allanamiento de morada en relación con el delito de robo y en los siguientes términos: “ (…)
El concepto de local abierto al público de los delitos de allanamiento de morada y el de los
delitos de robo no es común, sino determinado teleológicamente por la finalidad de protección de los respectivos tipos penales. En efecto: en los delitos de allanamiento de morada la apertura al público del local es la expresión del consentimiento del titular del ámbito
cerrado para permitir el acceso a personas indeterminadas. Es lógico, por lo tanto, que ese
consentimiento ha dejado de existir “fuera de las horas de apertura” y, consecuentemente,
en tales casos, el destino genérico del local no puede operar como el consentimiento, es
decir, excluyendo la tipicidad. Dicho de otra manera: fuera de las horas de apertura no hay
consentimiento. Por el contrario, en los delitos de robo el legislador ha considerado que
estos delitos se agravan cuando son cometidos en un local abierto al público por razones
diversas. En efecto, lo que importa en estos delitos es el aprovechamiento del autor de la
facilidad que brinda el carácter público del local. La agravación no es producto del obrar
contra el consentimiento del titular (que en el robo es obvio y consustancial con la figura),
sino del aprovechamiento del autor de una circunstancia necesaria para el desarrollo de
las actividades económicas y sociales para la comisión del robo. Consecuentemente, este
aprovechamiento no se da si el local abierto al público está cerrado en el momento de la
ejecución de la acción típica. Es decir: la comisión del robo en un local abierto al público,
pero en horas que no son de apertura, no da lugar a la aplicación del tipo agravado del
artículo 241.1º del CP. (sentencias del Tribunal Supremo 591/97, de 16 de junio de 1997 y
635/97, de 27 de junio de 1997) (…).”
Añadir, finalmente, que el artículo 635 del CP viene a complementar el tipo delictivo
contemplado en los artículos 203 y 534.1º del CP, a cuyo análisis en esta composición
ahora nos remitimos, manteniéndose en sus propios términos el artículo 635 del CP en
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Comentarios al Código Penal
el Proyecto de LO por la que se modifica la LO 10/1005, de 23 de noviembre, del CP
(BOCG número 119-1, de 15 de enero de 2007).
Artículo 636
Los que realizaren actividades careciendo de los seguros obligatorios de responsabilidad civil que se exigieran legalmente para el ejercicio de aquéllas serán castigados con la pena de multa de uno a dos meses.
No se considerará comprendida entre las actividades a las que se refiere el párrafo anterior la conducción de vehículos a motor y ciclomotores.
Precepto redactado por el artículo único centésimo octogésimo quinto de la LO
15/2003, de 25 noviembre.
CONCORDANCIAS: sin precedente en el CP de 1973.
COMENTARIO.
El artículo 636 del CP, que tampoco presenta antecedente alguno en el CP de 1973, se
configura como una norma penal en blanco o de remisión en virtud de la cual se sanciona
con la pena de multa a uno a dos meses a los que realizaren actividades careciendo de los
seguros obligatorios de responsabilidad civil que se exigieran legalmente para el ejercicio
de aquéllas.
Para la existencia del tipo penal en cuestión será preciso pues acudir a las diversas
disposiciones legales (que no reglamentarias) a fin de integrar aquellos supuestos en los
que, para el ejercicio de la actividad en el sector de que se trate, se exija la suscripción de
un seguro de responsabilidad civil, determinando el incumplimiento de dicha obligación el
nacimiento de la infracción penal que nos ocupa en un intento del legislador de proteger
el orden socioeconómico y las expectativas de eventuales perjudicados por el desarrollo de
dichas actividades de riesgo en orden al cobro de las indemnizaciones que en su virtud pudieran derivarse. A tales efectos, por ejemplo, prevén la obligatoriedad de la suscripción de
seguros de responsabilidad civil el artículo 52 de la Ley 1/1970, de 4 de abril, de Caza, y los
artículos 126 y siguientes de la Ley 48/1960, de 21 julio 1960, sobre Navegación Aérea.
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Eva Mimbrera Torres
La actual redacción del precepto en cuestión, sin visos por otro lado de modificación
alguna en el Proyecto de LO por la que se modifica la LO 10/1005, de 23 de noviembre,
del CP (BOCG número 119-1, de 15 de enero de 2007), se deriva de la modificación
operada en virtud de la LO 15/2003, de 25 de noviembre y por la que, tal y como ya se
mencionó en la Introducción de esta obra al Libro III del CP, se incorporó el apartado 2º
del artículo 636 del CP en orden a destipificar la anteriormente contemplada como falta
contra el orden público conducción de vehículos a motor y ciclomotores careciendo del
seguro obligatorio de responsabilidad civil en vigor. En este sentido y a la vista quizá de la
proliferación social de dichas conductas, el legislador optó por reconducir las mismas de
nuevo al ámbito del Derecho Administrativo sancionador toda vez que la antedicha falta
de conducción de vehículos a motor y ciclomotores careciendo del seguro obligatorio de
responsabilidad civil en vigor vino a colapsar gran parte de los asuntos existentes en Juzgados y Tribunales en el ámbito de las faltas, tornándose entonces prácticamente nula la
posibilidad de intervención de la Administración en este marco ante la preferencia del enjuiciamiento de tales hechos por la vía penal “ex” artículo 44 de la LOPJ y principio “non
bis in idem”, éste último como una manifestación del principio de legalidad (artículo 25.1º
de la CE) que impide la duplicidad de sanciones de un mismo hecho. Y, se añade, asimismo
también con fundamento en dicha preferencia del orden jurisdiccional penal, la tipificación
de la falta de referencia había desembocado en la práctica en algunas corruptelas. Así, preveyéndose administrativamente para el incumplimiento de la obligación analizada una sanción pecuniaria que oscila entre los .-601.- euros y los .-3.005.- euros, graduada en función
de que el vehículo circulase o no, de su categoría, del servicio que prestase, de la gravedad
del perjuicio causado, de la duración de la falta de aseguramiento y de la reiteración de la
misma infracción (en términos del vigente Real Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre responsabilidad civil y seguro
en la circulación de vehículos a motor), la pena de multa prevista para tales supuestos en el
primigenio artículo 636 del CP en pocos o nulos casos alcanzaba tales cuantías dado que,
para su imposición, debía ponderarse por el Juzgado o Tribunal “la situación económica
del reo, deducida de su patrimonio, ingresos, obligaciones y cargas familiares y demás circunstancias personales del mismo” (artículo 50.5º del CP), con una más que generalizada
ausencia de prueba alguna de tales indicadores en la mayoría de casos, tal y como ya ha
tenido ocasión de advertirse en relación al estudio en esta obra del artículo 617 del CP.
Artículo 637
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Comentarios al Código Penal
El que usare pública e indebidamente uniforme, traje, insignia o condecoración oficiales, o se atribuyere
públicamente la cualidad de profesional amparada por un título académico que no posea, será castigado con
la pena de localización permanente de dos a diez días o multa de diez a treinta días.
Precepto redactado por el artículo único centésimo octogésimo sexto de la LO 15/2003,
de 25 noviembre.
CONCORDANCIAS: artículos 324 y 572 del CP de 1973.
COMENTARIO.
El artículo 637 del CP, como colofón del Título IV del Libro III de dicho cuerpo legal,
prevé como falta contra el orden público la conducta del que usare pública e indebidamente uniforme, traje, insignia o condecoración oficiales o se atribuyere públicamente la cualidad de profesional amparada por un título académico que no posea, previendo para estos
casos la pena de localización permanente de dos a diez días o multa de diez a treinta días.
Derivado de lo dispuesto en los anteriores artículos 324 y 572 del CP de 1973, el actual artículo 637 del CP tuvo a bien prescindir del “uso indebido de hábito eclesiástico o
religioso, tanto por seglares como por clérigos y religiosos a quienes estuviere prohibido
por resolución firme de la Autoridad eclesiástica oficialmente comunicada al Gobierno”
tipificado en la trasnochada redacción del citado artículo 324 del CP de 1973, habiendo
quedado asimismo destipificada penalmente (sin perjuicio de lo que procediere en la vía
administrativa) la falta contra el orden público prevista en el antedicho artículo 572 del CP
de 1973 consistente en la conducta del “titulado o habilitado que ejerciere su profesión sin
hallarse inscrito en el respectivo colegio, corporación o asociación oficial, siempre que sea
exigido reglamentariamente este requisito.”
Desde su vigencia y al igual que sucediera con otras infracciones penales constitutivas
de falta ya estudiadas, el artículo 637 del CP fue únicamente objeto de reforma a efectos
penológicos por mor de la aprobación de la LO 15/2003, de 25 de noviembre, manteniéndose invariado en el Proyecto de LO por la que se modifica la LO 10/1005, de 23 de
noviembre, del CP (BOCG número 119-1, de 15 de enero de 2007).
En cualquier caso, la conducta típica contemplada en el artículo 637 del CP se consuma
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Eva Mimbrera Torres
con el mero uso indebido de uniforme, traje, insignia o condecoración oficiales o la atribución de la cualidad de profesional amparada por un título académico que no se posea,
debiendo ambas acciones verificarse en un régimen publicidad o notoriedad que motiva
precisamente el reproche penal de las mismas por perjudicar la confianza de los terceros o
del interés social colectivo en el carácter oficial o en la preparación profesional del sujeto
activo de la infracción penal. Sujeto activo que, se añade, bien puede serlo tanto un particular como una autoridad o funcionario público que haga un uso impropio de aquellos
distintivos de los que gozare en orden al ejercicio de sus funciones oficiales.
Además, debe también advertirse que, a diferencia de lo regulado en el CP respecto
del delito de usurpación de funciones públicas y del delito de intrusismo (artículos 402
y 403 del CP), únicamente se contempla como falta contra el orden público, por lo que
ahora interesa, la atribución pública de la cualidad de profesional amparada por un título
académico (que no oficial) que no se posea. Distinción ésta entre el alcance de un “título
académico” y el de un “título oficial” que vino motivada a raíz de la sentencia del Tribunal
Constitucional 111/1993, de 25 de marzo.
Por otro lado y en el ámbito del Derecho Penal Militar, el artículo 164 del Código Penal
Militar, aprobado por la LO 13/1985, de 9 de diciembre, es asimismo de destacar que se
prevé correlativamente a la infracción penal de referencia y como “delito contra el decoro
militar” la conducta del “militar que usare pública e intencionadamente uniforme, divisas,
distintivos o insignias militares, medallas o condecoraciones que no tenga derecho a usar”,
hallándose sancionada dicha ilícita acción con la pena de tres meses y un día a dos años
de prisión.
Véase, finalmente, lo ya estudiado en esta obra con ocasión del análisis de los antes
citados artículos 402 y 403 del CP, debiendo considerarse también la ordinaria remisión a
las disposiciones generales previstas en el Libro I del CP.
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