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ANTIJURICIDAD OBJETIVA Y ANTINORMATIVIDAD EN DERECHO PENAL
Santiago Mir Puig
ADPCP, Tomo XLVII, Fascículo I, 1994, pp. 5 - 28
http://www.cienciaspenales.net
SECCIÓN DOCTRINAL
Antijuridicidad objetiva y antinormatividad
en Derecho Penal
SANTIAGO MIR PUIG
Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona
1
1. Cuando von Liszt impuso en la teoria del delito la distinción
de antijuridicidad y culpabilidad, entendió aquélla de forma «estrictamente objetiva» (1), como «lesión o puesta en peligro de un bien
jurídico» («antijuridicidad material»), pero al mismo tiempo como
«infracción de una norma estatal, de un mandato o prohibición del
ordenamiento jurídico» ( «antijuridicidad formal») (2), esto es, como
antinormatividad. Ya Binding había advertido que, entendida objetivamente la antijuridicidad (3), no podía suponer una plena antinormatividad, para la que exigió la «culpabilidad» del sujeto (4). El pro(1) Cfr. VON L!SZT, Lehrbuch des deutschen Strafrechts, 18.ª ed., 1911, § 32,
IlI 4, p. 146. Como es sabido, en esto, como en otras de sus ideas fundamentales (la
idea de fin, la de interés, la de lucha o conflicto de intereses, etc.), VON LISZT siguió
a su maestro, el gran civilista lhering. Sobre los orígenes del concepto de antijuridicidad, que tiene otros antecedentes, cfr., por todos, JESCHECK, Tratado de Derecho
Penal. trad. de Mir Puig y Muñoz Conde, 1981, p. 273.
(2) Cfr. VON LISZT, Lehrbuch .... cit.,§ 32, 1 l, p. 143, y§ 26, [ 1 b, p. 120.
(3) El mismo Binding utilizó el término «anlijuridicidad» (Rechtswidrigkeit) en
el sentido objetivo de lesión de un derecho subjetivo o «insoportabilidad jurídica>1
(Rechtsunertriiglichkeit), que en sí mismo no implica la voluntad consciente del sujeto: Cfr. ARMIN KAUFMANN, Lebendiges und Totes in Bindings Nonnentheon·e,
1954, pp. 24 s., 30.
(4) Cfr. BINDING, Handbuch des Strafrechts. 1885, p. 159: <<. .. die schuldlose
Uebertretung der Nonn ... keine Uebertretung ist. Normwidrigkeit und schuldhafte
Nonnwidrigkeit sind ídentisch. Es giebt kein schuldloses, kein sog. objektives Unrccht.» (<<. .. la infracción no culpable de la norma... no es infracción alguna. Antinor-
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Santiago Mir Puig
pio von Liszt reconoció que el Unrecht, el injusto, exigía no sólo la
«antijuridicidad» (Rechtswidrigkeít). sino también la «culpabilidad»
(el dolo o la culpa) (5). La evolución posterior de la teoría del delito
ha confirmado la imposibilidad del intento de von Liszt de entender
objetivamente la infracción de una norma que no sea sólo de valoración, sino un verdadero «mandato o prohibición».
Ello se puso ya de manifiesto cuando el neokantismo profundizó
en el significado normativo-valorativo del delito y de la antijuridicidad. Aunque este otro planteamiento no llevó a abandonar el entendimiento básicamente objetivo del injusto (6), sí condujo a renunciar
a la identificación de la antijuridicidad con la infracción de la «norma
de determinación>>. Así, Mezger reconoció que la infracción de esta
norma exigía la imputación subjetiva y personal (que en este contexto
se denominaba «culpabilidad» y comprendía el dolo o la culpa). La
antijuridicidad, entendida como juicio de desvalor objetivo, sólo podía ser infracción de la «norma de valoración» (7).
Pero esta construcción tropieza con la siguiente aporía: si se concibe la norma de valoración como distinta de la norma de determinación (como parecía hacer Mezger), se está afirmando que una norma jurídica pueda consistir en una pura valoración desprovista de
carácter prescriptivo, lo que se aparta del sentido usual de la palabra
«norma» y desconoce la función reguladora de conductas de las normas jurídicas; pero si las expresiones «norma de valoración» y <<norma de determinacióm> se entienden en el sentido de dos aspectos o
funciones de una sola norma, la sola oposición a la valoración no es
infracción de toda la norma. Entendida como oposición a la valoración de la norma prohibitiva, la antijuridicidad no significa, pues,
infracción completa de la norma. El entendimiento normativo de la
antijuridicidad por parte del neokantismo no permitió explícar aquélla
como antinormatividad, en el sentido de infracción de la norma prohibitiva (norma primaria, norma de conducta).
Welzel y Armin Kaufmann refirieron el término «antijuridicidad»
a la infracción completa de la norma, en el sentido de Binding (8).
matividad y normatividad culpable son una una misma cosa. No hay un injusto no
culpable, no existe el llamado injusto objetivo»).
(5) Cfr. VON LtszT, Lehrbuch.. ., cit.,§ 26, 11 e y 2, p. 121, y § 32, 1, p. 143.
(6) Si bien hubo de reconocer la imposibilidad de formular el juicio de dcsvalor
objetivo de anrijuridicidad sin tener en cuenta los «elementos subjetivos del injusto»,
lo que abrió una via que había de desembocar en la aceptación de que también el dolo
condiciona el significado valorativo objetivo del hecho y, por tanto, su valoración
objetiva como injusto (sobre esto vid. in_fra, 11 4).
(7) Cfr. MEZGER, Tratado de Derecho penal, trad. y adiciones de Rodrigucz
Muñoz, t. 1, 1935, pp. 279 ss., 284 ~s.
(8) Cfr. WELZEL, Das deutsche Strafrecht, 11." ed., 1969, p. 50, y, sobre todo,
ARMrN KAUFMANN, lebendiges und Totes in Bindings Norme111/reorie, cit., passim.
También Kant identificó el injusto («Unrecht»,factum illicitum) con el hecho contra-
Anlijuridicidad objetiva y antinormalividad en Derecho Penal
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Del mismo modo que trataron de completar el proceso iniciado por
el neokantismo de consideración de todo el sentido del hecho, que
depende tanto de su parte objetiva como de su parte subjetiva, como
base del juicio de antijuridicidad, se propusieron también superar la
escisión de la antinormatividad en los dos aspectos de contrariedad
a la norma de valoración y de infracción de la norma de determinación. Todo el hecho, objetivo y subjetivo, debía ser objeto de valoración, unitaria, en la antijuridicidad, y ésta había de cobijar toda la
antinormatividad del hecho. Y como lo específico de la norma de
conducta (norma primaria) infringida es regular el comportamiento
del ciudadano mediante un imperativo (¡no matarás!), Ja infracción
de dicha norma presupone no sólo un comportamiento objetivamente
desvalorado como indeseable, sino también una voluntad consciente
del sujeto a la que pueda dirigirse el mandato normativo.
Pero Welzel no extrajo todas las consecuencias de este cambio
de planteamiento. Sólo puede infringir una norma quien puede cumplirla. Ad imposibilia nemo tenetur: Nadie está obligado a lo imposible. Kant lo formuló diciendo: el deber implica el poder (9). Binding expresó lo mismo afirmando que «El Derecho no puede, puesto
que es racional, exigir lo imposible» ( 1O). Sólo puede infringir la
prohibición de la norma de realizar un determinado comportamiento
quien es consciente de que realiza dicho comportamiento. La infracción de la prohibición del homicidio voluntario presupone el dolo
natural de matar. Esta consecuencia es central en el finalismo. Pero
existen otros condicionamientos personales de la posibilidad de cumplimiento e infracción de la norma que Welzel mantuvo en la culpabilidad. Piénsese en el poder individual de cumplimiento de la
norma de cuidado inferior o superior al del hombre medio, o en el
error de prohibición. Es lógico que en la sistemática neokantiana
todas estas componentes individuales y subjetivas quedasen fuera del
injusto, como condición de infracción de la norma de determinación
situada en la culpabilidad. Pero si toda la infracción de la norma
pasa a estar en la antijuridicidad, todo lo que condiciona la posibilidad de cumplimiento de la norma, y por tanto también de su infracción, por parte de su destinatario, habrá de contemplarse en la
antijuridicidad.
Estas consideraciones han de llevar, según creo, a incluir en el
injusto no sólo el dolo natural y la infracción del deber objetivo de
cuidado, sino también el conocimiento de la prohibición y las conrio a deber («pflichtwidrig»), que también de11ominó tra11sgresión («Übertretung»);
para que la transgresión fuera dolosa exigió «la co11ciencia de que es una transgrcsióm>; Die Metaphysik der Sittcn, en Kant Werkc (Darmstadt), 1983, vol. 7, p. 330.
(9) Cfr., p. ej., KANT, Die Melaphysik der Sitten, loe. cit., p. 509 [~ trad. de
Adela Cortina y Jesús Conill (Tecnos), 1989, p. 229].
(10) Cfr. BINDING, Die Normen und ihre Übertretung. 11-1, 2." ed., 1914,
p. 145.
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Santiago Mir Puig
diciones personales de la imprudencia, incJuidas las que se refieren
a la vencibilidad del error de tipo, de tipo negativo y de prohibición (11).
Por otra parte, la norma primaria, como norma determinadora de
conductas, no puede prohibir la efectiva producción de un resultado
(ex post) de lesión o puesta en peligro de un bien jurídico, sino sólo
las conductas capaces ex ante de ocasionar aquel resultado (12). Esta
consecuencia hace aún más insatisfactoria la identificación de antijuridicidad objetiva y antinormatividad. No se trata sólo de que a la
antijuridicidad objetiva le falte algo para su plena antinormatividad,
sino de que además le sobra precisamente su punto de partida fundamental: el desvalor del resultado.
2. Esto pone de manifiesto que los conceptos de antijuridicidad
objetiva y antínormatividad son radicalmente divergentes. Pero si no
es posible mantener su identificación, sí es conveniente diferenciarlos
claramente (13). Ambos conceptos son útiles y convenientes, a condición de que se adviertan su distinto significado y sus diversas funciones. El juicio de antínormatividad no puede recaer directamente
sobre lo que el legislador quiere evitar (el resultado de lesión o de
puesta en peligro no justificado), sino solamente en aquello sobre lo
que la norma puede influir: una conducta objetivo-subjetiva que el
sujeto pueda evitar y saber prohibida. Lo antijurídico en el sentido
de antinormativo es lo imputable como infracción personal de la
norma. En cambio, la antijuridicidad objetiva sólo puede admitirse si no se entiende corno infracción de la norma primaria, sino
( 11) Cfr. MIR Pu1G, Función de la pena y teoria del delito en el Estado social
y democrático de Derecho, 2.• ed., 1982, pp. 74 ss., 78 ss., 80 ss.; el mismo, «Über
das Objektive und das Subjcktive im Unrechtstatbestand», en Gedachtnisschriftfiir
Annin Kaufmann, 1989, pp. 255 ss.; el mismo, «El error como causa de exclusión del
injusto y/o de la culpabilidad en Derecho penal español», en La Ley, 6 febr. 91, pp.
1 ss. KANT ya exigió el conocimiento de la ley para la imputación de la acción: Die
Metaphysik der Sitten, cit., p. 329 (=trad. cit., p. 30).
(12) Cfr. MIR PurG, Función de la pena y teoría del delito, cit., pp. 57 ss.; el
mismo, Derecho penal, 3.º ed., 1990, pp. 142 ss.
(13) Aparte de lo que a continuación diré respecto al Derecho penal, no puede
tampoco desconocerse que en otras ramas del Derecho se maneja un concepto de
antijuridicidad, ilicitud o contrariedad a Derecho de carácter objetivo (aunque no
necesariamente coincidente con el que propondré para el Derecho penal): así, p. ej.,
no sólo en Derecho civil, en orden a la responsabilidad por daño y a otros efectos,
sino también en el Derecho procesal, que se refiere en este sentido a los recursos de
casación por «infracción de ley» (así art. 849 LECr) y obliga a estimar el recurso
contencioso-administrativo cuando exista «infracción del ordenamiento jurídico» (art.
83 LJCA). En todos estos casos puede bastar un concepto objetivo de antijuridicidad
porque en ninguno de ellos se trata de imputar a 11.n sujeto una infracción (ni siquiera
en la responsabilidad civil por daño, que se basa en la imputación de un daño y no
de una infracción en cuanto tal (cfr. MIR PUIG, Derecho penal, cit., pp. 15 s.), aunque
la antijuridicidad del daño sea un criterio importante de imputación del mismo.
Antijuridicidad objetiva y antinormatividad en Derecho Penal
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como juicio de desvalor expresivo de la nocividad de un determinado hecho para un bien jurídico no justificada por otro interés superior.
Lo objetivamente antijurídico es, en este sentido, ante todo un
resultado, de lesión o puesta en peligro de un bien jurídico. Si, entendida como antinormatividad, la antijuridicidad sólo puede predicarse de una conducta (ex ante), entendida como lesión de los intereses del Derecho arranca del desvalor del resultado (ex post).
Ello no significa que ambos conceptos -el de antijuridicidad
objetiva como lesividad y el de antijuridicidad como antinormatividad- no se hallen íntimamente relacionados. En primer lugar, las
conductas antinormativas se hallan prohibidas en la medida en que
pueden producir una lesión o puesta en peligro de un bien jurídico
indeseable. Ello no presupone la efectiva producción de dicho resultado, pero sí una previa valoración jurídica negativa de la posible
lesión o puesta en peligro, esto es: un juicio de antijuridicidad objetiva referido al resultado que la norma pretende evitar. La antijuridicidad objetiva del resultado a evitar es presupuesto de la prohibición por parte de la norma de la conducta que ex ante lo puede
producir y, por tanto, de su antinorrnatividad.
En segundo lugar, como más abajo fundamentaré, en Derecho
penal la lesión o puesta en peligro sólo puede desvalorarse en cuanto
constituya el resultado objetivamente imputable de una conducta peligrosa ex ante. Pues bien, la peligrosidad objetiva ex ante de la
conducta es el presupuesto objetivo de la antinormatividad de dicha
conducta. Para que ésta concurra completa sólo le falta la imputación
personal de la «infracción objetiva» (14) representada por la conducta
objetivamente peligrosa.
Por último, los tipos penales parten de la exigencia de producción
de una lesión o puesta en peligro. Este resultado no es necesario para
la infracción de la norma, pero sí condiciona su tipicidad penal y,
por tanto, el carácter penal de la antinorrnatividad.
Todo ello -la prioridad lógica de la antijuridicidad objetiva del
posible resultado respecto de la antínormatividad de la conducta, el
hecho de que la antijuridicidad objetiva ya aporta el presupuesto objetivo de la antinormatividad, y la necesidad de que se produzca un
resultado objetivamente antijurídico para que la infracción de la norma sea penalmente típica- hace conveniente partir de la antijuridicidad penal objetiva (no entendida como antinormatividad) como base de la antijuridicidad penal completa (entendida como antinormatividad). Existen también importantes razones político-criminales que
(14) Esta expresión (sólo) puede usarse a condición de que se advierta que la
conducta de un sujeto sólo puede verse como infracción suya si le es imputable no
sólo objetiva, sino también subjetivamente, personalmente, y que, por consiguiente,
una «infracción objetiva» no es todavía una infracción completa de nadie.
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abonan este planteamiento. En la tercera edición de mi Derecho Penal he reconocido: «El hecho antijurídico ha de verse ante todo como
un hecho que compromete la existencia de bienes jurídicos: el principio de dañosidad o lesividad (nullum crimen sine iniuria), vinculado al de exclusiva protección de bienes jurídicos ( ...), ha de ser el
punto de partida de la antijuridicidad penal» ( 15). Es evidente la vinculación político-criminal de este punto de partida con la función de
protección de bienes jurídicos que ha de caracterizar al Derecho penal
de un Estado social y democrático de Derecho. Dogmáticamente también es conveniente poder distinguir entre el hecho objetivamente
indeseable para el Derecho penal (esto es, indeseable para el Derecho
penal con independencia de si puede prohibirse en concreto a su
autor) y el hecho que además infringe subjetivamente la norma. En
este trabajo trataré de delimitar el concepto de antijuridicidad penal
objetiva del de antijuridicidad penal completa, y esbozaré una estructuración de la teoría del delito que arranque de esta distinción.
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1. El juicio de antijuridicidad objetiva procede de la valoración
positiva (16) de ciertos bienes por parte del Derecho y se refiere a
hechos negativos para dichos bienes jurídicos. Una primera posibilidad de entendimiento de este concepto sería, pues, la de identificarlo
con la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico. Ahora bien,
aunque este aspecto ha de constituir el punto de partida de la teoría
del delito en un Derecho penal protector de bienes jurídicos, nunca
ha sido considerado suficiente para afirmar el desvalor jurídico del
hecho. Por lo menos se exige siempre que el ataque al bien jurídico
no se halle amparado por una causa de justificación. Aquí entiendo
por tal no toda causa de exclusión de la antinormatividad, sino sólo
aquella situación en que deja de ser objetivamente indeseable para
el Derecho la lesión o puesta en peligro del bien jurídico. No incluyo
en el concepto de causa de justificación, en este sentido estricto, los
casos en que sólo se excluye el desvalor personal de la conducta del
autor (cfr. infra, IlI 2).
Por otra parte, la lesión de un bien jurídico sólo se desvalora por
el Derecho cuando es imputable a una conducta objetivamente desvalorada por su peligrosidad para aquel bien jurídico. La lesión del
bien jurídico sólo aparece como desvalor de resultado cuando puede
considerarse resultado de una conducta así desvalorada. A este aspecto me referiré más abajo.
(15) Cfr. MJR PUIG, Derecho penal. cit., pp. 122 s.
(16) Adviértase, sin embargo, q ue no hablo aquí de «norma de valoración», por
las razones indicadas.
Anti.Juridicidad objetiva y antinormatividad en Derecho Penal
11
Ha de tenerse en cuenta, además, que el Derecho vigente castiga
tanto delitos de acción como delitos de omisión, que cuando son de
comisión por omisión no suponen la realización activa de una lesión
o puesta en peligro de un bien jurídico, sino su no evitación en ciertas
condiciones.
Para que el injusto objetivo tenga carácter jurídico-penal es necesario, por último, que el ataque al bien jurídico se halle previsto
en un tipo penal y que no concurra alguna causa de exclusión de
la relevancia penal del injusto (17). El tipo penal cumple la función
de selección de los ataques a bienes jurídicos que en general importan
al Derecho penal. Los hechos penalmente típicos pueden estar plenamente justificados, pero también pueden producirse en situaciones
particulares que, aun sin justificar completamente la conducta, la hagan insuficientemente grave para mantener su relevancia jurídico-penal (18). No podrá decirse que el hecho típico está objetivamente
desvalorado por el Derecho penal ni cuando esté justificado plenamente, ni cuando su gravedad sea penalmente insuficiente. Por otra
parte, la ausencia de justificación de la conducta es compatible con
la disminución de la relevancia jurídico-penal de la misma, lo que
sucede cuando falta el conocimiento de que concurren los presupuestos objetivos de la justificación: éstos no bastan para justificar el
hecho, pero sí disminuyen su relevancia jurídico-penal (19).
Todo ello conduce a las siguientes conclusiones provisionales:
La antijuridicidad penal objetiva es un juicio de desvalor (no de antinormatividad) que expresa el carácter jurídico-penalmente indeseable de un hecho y que, por de pronto, requerirá: (1) una lesión o
puesta en peligro de un bien jurídico (2) penalmente típica (3) imputable a una conducta peligrosa o a su no evitación (4) y objetivamente desvalorada por el Derecho penal.
2. La antijuridicidad objetiva empieza por exigir la comprobación ex post de la realización del tipo penal (o tipicidad penal ex
post) (20). Los tipos penales, tanto si son de resultado como de mera
actividad, describen siempre hechos efectivamente acaecidos (sea la
producción de un resultado separado, sea la propia conducta prevista
en los tipos de mera actividad, sean los actos de ejecución necesarios
para la tentativa, la frustración y la tentativa inidónea). En la medida
(17) Cfr. GüNTHER, Strafrechlswidrigkeil und Strafunrechtsaussch/ufJ, 1983,
passím; el mismo, «Klassifikatíon der Rechtfertigungsgründe im Strafrecht», en Festschriftfor Spendel, 1992, 189 ss.
(18) Cfr. MIR Pu1G, Derecho penal. cit., pp. 132,133, 158, 455 s.
(19) Cfr. MIR Pu1G, Derecho penal. cit., pp. 450 ss.
(20) Cfr. esta terminología en SILVA SANCHEZ, Aproximación al Derecho penal
contemporáneo, 1992, pp. 406 s., en que acertadamente seí'lala que es ésta <da tipicidad en sentido estricto, pues no hay que olvidar que los tipos legales están configurados sobre la base de verbos resultativos, de modo que contemplan el proceso ex
post».
12
Santiago Mir Puig
en que también Ja conducta ha de «resultar» efectivamente, puede
decirse que todos los tipos describen resultados (separados o no de
la conducta). La antijuridicidad objetiva parte del desvalor de tales
resultados: parte del desvalor de resultado.
El contenido material de este desvalor es distinto en los delitos
en que el resultado (separado o no) es una lesión de un bien jurídico,
que en aque!Jos cuyo resultado (separado, como en los delitos de
peligro concreto, o no, como en los delitos de peligro abstracto) es
una puesta en peligro. En los primeros la afectación del bien jurídico
es mayor que en los segundos. A su vez, y por esta misma razón,
los delitos de peligro concreto contienen un desvalor de resultado
mayor que los delitos de peligro abstracto.
3. a) Ahora bien, en los delitos de resultado separado el desvalor de resultado presupone que aquél pueda imputarse a una conducta peligrosa como resultado de la misma. Esto hace necesaria la
utilización de un punto de vista ex ante para decidir la peligrosidad
de la conducta causante de la lesión. Desde un punto de vista exclusivamente ex post, habría que desvalorar toda acción efectivamente
causal de la lesión, aunque ex ante apareciese corno absolutamente
inadecuada para producir la lesión. Ello llevaría a los conocidos inconvenientes que trató de superar la teoría de la adecuación, primero,
y la moderna teoría de la imputación objetiva, después.
El desvalor de resultado (a valorar ex post) presupone, pues, también el desvalor objetivo de la conducta (a valorar ex ante). Ambos
aspectos proceden de una relación negativa del hecho con el bien
jurídico. Ello es evidente en el desvalor del resultado. Pero también
el desvalor objetivo de la conducta que aquí importa se funda en su
peligrosidad para el bien jurídico. Ahora bien , mientras que el desvalor del resultado ha de enjuiciarse ex post, el desvalor objetivo de
la conducta ha de enjuiciarse ex ante. El desvalor del resultado es
desvalor de la lesión producida. El desvalor objetivo de la conducta
se debe a la peligrosidad para el bien jurídico que un espectador
objetivo (el hombre medio) puede advertir en la conducta en el momento de realizarse, ex ante. El desvalor objetivo de la conducta es,
en realidad, desvalor intersubjetivo ex ante. Mientras que el desvalor
del resultado expresa el estado de cosas último que el Derecho penal
quiere evitar (la lesión o puesta en peligro típica indeseable del bien
jurídico), el desvalor objetivo de la conducta exige que aquella situación indeseable se deba a una conducta suficientemente peligrosa
(riesgo no permitido) para un espectador ideal situado ex ante en la
posición del autor. Si la lesión de un bien jurídico-penal no aparece
como realización del riesgo propio de una conducta desvalorable para
un hombre prudente, no podrá desvalorarse como resultado objetivamente imputable.
b) Mientras que en los delitos de resultado separado el desvalor
de resultado presupone una conducta peligrosa anterior (aunque pue-
Antijuridicidad objetiva y antinormalividad en Derecho Penal
13
da ser inmediatamente anterior), en los delitos de mera actividad el
desvalor de resultado sólo exige la conducta típica, lesiva o peligrosa.
Así sucede en la tentativa y frustración (idóneas e inidóneas) y en
los delitos de peligro abstracto. Pero ello no significa que en estos
casos la antijuridicidad objetiva pueda decidirse desde una perspectiva exclusivamente (21) ex post (esto es, en función de la comprobación ex post de la efectiva capacidad lesiva del hecho). Si sólo
valorásemos el hecho ex post, con todos los datos que tenemos en
el momento del enjuiciamiento posterior, no sólo no podríamos desvalorar la tentativa inidónea, sino tampoco la tentativa ni la frustración idóneas, pues desde un punto de vista absolutamente ex post es
evidente que siempre se han demostrado incapaces de producir la
lesión. Tampoco podríamos desvalorar los delitos de peligro, por la
misma razón. Sólo podemos desvalorar todos estos hechos desde una
perspectiva ex ante, aunque objetiva, o mejor, intersubjetiva. La antijuridicidad objetiva no es, pues, necesariamente un juicio sólo ex
post.
c) Finalmente, desde un punto de vista ex post tampoco seria
posible una justificación objetiva de la conducta distinta a la justificación del resultado. Detengámonos brevemente en este último punto. Según la opinión dominante, la legítima defensa no requiere que
la lesión ocasionada al agresor ilegítimo resulte absolutamente necesaria ex post. También se considera justificada la defensa que ex ante
cualquiera hubiera considerado necesaria, aunque por la urgencia y
demás características de la situación acabe produciendo un resultado
en sí mismo no necesario ex post. Es el caso del disparo defensivo
no dirigido a una parte vital del cuerpo del agresor, que el hombre
medio hubiera considerado necesario ex ante para impedir la agresión, pero que acaba por ocasionar la muerte de1 agresor. No era
necesario matar al agresor, pero el disparo era, en la situación concreta, medio necesario para la defensa. A esto parece referirse el
Código penal español cuando considera bastante la «necesidad racional del medio empleado» (22).
4. a) El juicio de desvalor que permite la antijuridicidad penal
objetiva, pese a ser objetivo en el sentido de expresar el carácter
objetivamente indeseable para el Derecho penal de una lesión o puesta en peligro de un bien jurídico, no es posible sin tener en cuenta
(21) Digo «cxclusivamcntc», porque incluso cuando no es precisa la lesión del
bien jurídico, como ocurre en la tentativa, en la frustración y en los delitos de peligro,
la antijuridicidad objetiva exige la comprobación ex post de que se ha realizado
efectivamente la conducta típica: los actos de cje<:ución o la conducta peligrosa. Por
otra parte, la diferencia de significado de la tentativa inidónea y de la idónea sólo
puede proceder de la comprobación ex post de la idoneidad que en un primer momento (aunque sólo en éste) manifiesta la tentativa idónea y no la inidónea; cfr. MIR Pu1G,
Función de la pena, pp. 69 s.
(22) Cfr., p. ej., MIR Pu1G, Derecho penal, cit, p. 469.
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Santiago Mir Puig
el aspecto subjetivo del hecho (23). No es posible si se admite el
punto de partida de la teoría de la adecuación, que hoy maneja la
moderna teoría de la imputación objetiva: que no puede decirse,
p. ej., que «mata» el que interpone cualquier condición causal de
una muerte, aunque fuera imprevisible para el hombre medio, o prudente, situado ex ante con los conocimientos que dicho hombre idea l
tendría en la situación ante la que se encuentra el autor, además de
los conocimientos especiales de que pudiera disponer el autor (24).
Este planteamiento sólo puede rechazarse a cambio de tener que afirmar que el que hace subir a otro en un avión le «mata» si éste
encuentra la muerte en un accidente, tanto si el que aconseja el vuelo
conocía o no de antemano la circunstancia, no cognoscible para un
usuario prudente, que detenninó el accidente. Si se afirmase la imputación objetiva del resultado siempre que éste fuera cognoscible
para cualquier hombre, habría que admitir la imputación en este caso,
aunque el autor no estuviera dotado del conocimiento excepcional
de que en el avión había instalada una bomba o, incluso, de que en
el avión había un fallo técnico no apreciable para el usuario. Y si
se tuviese en cuenta únicamente lo cognoscible para un usuario medio y no el conocimiento especial de la existencia de Ja bomba que
tuviera el autor, habria que negar la imputación de la muerte aunque
concurriera este conocimiento. Ninguna de ambas soluciones es admitida por la opinión dominante, y desde luego encontraría rechazo
en el uso del verbo «matar» en el lenguaje ordinario. Esto último
pone de manifiesto que la valoración social (objetiva) de una conducta como, p. ej., de «matam, tiene en cuenta los conocimientos
del hombre medio y del autor en los ténninos de la opinión dominante .
b) Se sigue de lo anterior que el desvalor intersubjetivo de la
conducta, presupuesto del desvalor de resultado y, por tanto, de la
(23) Que la antijuridicidad puede ser calificada de «objetiva» pese a condicionarse a elementos subjetivos es algo que se admite desde la introducción de los
elementos subjetivos del injusto en el neokantismo y que se mantiene incluso desde
la sistemática finalista: cfr., p. ej., WELZEL, Lb, p. 51: «La antijuridicidad sólo es
objetiva en el sentido de juicio de valor general: su objeto, la acción, es, por el
contrario, una unidad de elementos objetivos (del mundo exterior) y subjetivos». Cfr.
también JESCHECK, Tratado de Derecho penal, trad. y adiciones de Derecho español
de Mir Puig y Muí'\oz Conde, 1981 , p. 327: «El carácter objetivo de la antijuricidad
no implica, sin embargo, que el injusto abarque sólo a elementos del mundo exterior.
Por el contrario, el concepto de «Objetivo» debe entenderse en el sentido de «válido
en general».
(24) Cfr., por todos, R OXIN, Strafrecht, AT, 1, 2.ª ed., 1994, § 11132 y 46. El
término generalmente usado en alemán para caracterizar a lo que en Espaí'ia se suele
denominar hombre «medio» es el de «einsichtig», que puede traducirse por «prudente» o «inteligente». Pero no debe pensarse, entonces, en un hombre dotado sólo de
mediana prudencia o inteligenc ia, sino de toda la prudencia o inteligencia que cabe
imaginar en el buen ciudadano.
Antijuridicidad objetiva y antinormutividad en Derecho Penal
15
antijuridicidad objetiva, no depende sólo de la parte objetivo-externa
del hecho. Ello, que manifiesta Ja imposibilidad de una separación
tajante entre la parte externa y la parte interna del hecho (25), plantea
la cuestión de qué elementos subjetivos han de ser tenidos en cuenta
para el juicio de antijuridicidad objetiva. En particular, debe examinarse si dicho juicio ha de tomar en consideración la concurrencia
de dolo natural o error en el sujeto.
El criterio utilizado por la teoría de la adecuación y por la moderna teoría de la imputación objetiva trata de separar los conocimientos que se imaginan en el hombre medio prudente y los que
realmente posea el sujeto. No puede hacerlo respecto a los conocimientos especiales superiores que pueda poseer el sujeto, que se tienen en cuenta, pero sí respecto al conocimiento inferior del autor.
Esto es: en caso de error en el sujeto, el mismo no se traslada al
hombre prudente imaginado que no hubiera caído en dicho error. En
otras palabras, el error vencible (objetivamente) no se considera obstáculo a la imputación objetiva del resultado. Por tanto, la presencia
o ausencia de dolo natural en el sujeto no se toma en consideración,
por sí misma, para decidir la imputación objetiva. Sólo la invencibilidad objetiva del error -y no el error mismo-, habría de conducir
a la negación de la previsibilidad para el hombre prudente y para la
imputación objetiva.
Este planteamiento me parece razonable si se trata de decidir la
concurrencia o ausencia de la antijuridicidad objetiva, pero no permite advertir la necesidad de diferenciar y graduar el desvalor propio
de la antijuridicidad objetiva del hecho doloso y el que corresponde
al hecho imprudente. Me parece correcto afirmar que el error no
excluye la antijuridicidad objetiva del hecho, pero creo necesario añadir que el mismo disminuye la gravedad del contenido material de
dicho juicio (26).
La conducta humana es una unidad objetivo-subjetiva, o mejor,
interno-externa (27). Su valoración social objetiva depende de ambos
aspectos. La sociedad valora de forma completamente distinta, como
dos clases muy diferentes de hechos, los homicidios dolosos y las
muertes ocasionadas por imprudencia. También la valoración jurídico-penal objetiva de un hecho, como más o menos indeseable, depende de si se realiza voluntariamente y a conciencia de los elemen(25) Cfr. MIR PUIG, Gedachtnisschriftf Armin Kaufmann. pp. 265 ss.
(26) Soy consciente de que este punto y el relativo a las facultades sobresalientes del autor en la imprudencia son los que pueden despertar mayores dudas. La
delimitación de lo objetivo y lo subjetivo del hecho continúa siendo una de las cuestiones más oscuras de la teoría del delito. En cualquier caso, este aspecto no compro·
mete el sentido general ni la validez de la distinción de los conceptos de antijuridicidad objetiva, como juicio de indcseabilidad objetiva-intersubjetiva del hecho, y antínonnatividad, como infracción personal de la norma, sobre la que gira este trabajo.
(27) Cfr. MIR PUIG, Gediichtnisschriflf Armin Kaufmann, p. 257.
16
Santiago Mir Puig
tos del mismo que lo hacen típico o, por el contrario, se efectúa sin
voluntad o sin dicho conocimiento. El Derecho penal distingue los
tipos dolosos de los culposos y señala mayor pena a los primeros.
A mi juicio, ello se debe no sólo a la imposibilidad de imputar
un hecho a quien no es consciente de que lo realiza, sino también a
la mayor peligrosidad que en principio supone el hecho de que la
conducta se dirija intencionalmente a lesionar un bien jurídico-penal
(dolo directo de primer grado), de que se realice pese a saber seguro
que producirá el resultado (dolo directo de segundo grado) o de que
se acepte como capaz de producir la lesión sin intentar ni esperar
poder hacer nada por evitarlo (dolo eventual). En cambio, ha de considerarse como factor que disminuye la peligrosidad de la conducta
el hecho de que el sujeto no quiera la lesión y trate de evitarla o
pueda confiar en hacer algo para evitarla, como sucede en las conductas imprudentes. Por otra parte, la lesión dolosa manifiesta una
actuación opuesta al bien jurídico, que posee un significado social
objetivo de negación de dicho bien, bien distinto al del hecho imprudente (28). Todo ello explica que la sociedad y el Derecho valoren
objetivamente de forma completamente distinta una lesión voluntaria
y consciente que una lesión no querida, aunque sea imprudente (29).
Una prueba de que el juicio de antijuridicidad objetiva no puede
efectuarse sin tomar en consideración la voluntad consciente manifestada en el hecho, es que de otro modo no sería posible decidir
correctamente la concurrencia de las causas de justificación. Para
decidir, por ejemplo, si la muerte del agresor producida por el agredido era necesaria para impedir la agresión, puede ser necesario saber
si el agredido disparó directamente a matar o si se limitó a disparar
como pudo sin querer matar. Es más fácil admitir la legitima defensa
en el segundo caso que en el primero, y no sólo por razones morales
o subjetivas, sino porque puede que fuera objetivamente necesario
disparar con rapidez, con la consiguiente posibilidad de producir la
muerte, pero que no fuera necesario tirar a matar. No hay legítima
defensa si el agredido, ti rador de mediana puntería, mató intencionalmente al agredido cuando era más probable que no hubiera producido la muerte si hubiera apuntado, como podía haber hecho, a
una parte no vital de su cuerpo . En cambio, ante la misma agresión,
la muerte puede estar justificada si de todos modos se produjo pese
(28) Cfr. MIR PUIG, Función de la pena, cit., pp. 66 ss.; el mismo, Gediichtnisschrifif Armin Kaufmann, cit., p. 259.
(29) Con frecuencia esta diferencia de valoración objetiva se refleja en la distinta denominación, en el lenguaje social y en el jurídico, de los hechos dolosos y
culposos que producen un mismo resultado. Por poner sólo un ejemplo, La Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas inhumantes o degradantes de 10 diciembre 1984 (BOE núm. 268, de 9 nov. 1987), define la «tortura» como «todo acto por
e l cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya
sean fisicos o mentales».
Antijuridicidad objetiva y antinormalividad en Derecho Penal
17
a apuntar el agredido a una parte no vital. Es evidente que hay más
peligro estadístico de muerte para el agresor si el agredido apunta a
una parte vital del cuerpo de aquél, que si apunta a una parte no
vital, aunque acabe ocasionando la muerte. Y adviértase que la diferencia no puede apreciarse teniendo en cuenta sólo la objetiva dirección del disparo defensivo, pues el disparo no doloso puede, por
la urgencia de la situación, acabar siguiendo el mismo curso que el
doloso -lo que no obsta a que tenía menos posibilidades de acabar
siguiendo este curso que el disparo intencional.
No sería correcto, por tanto, decidír la concurrencia de las causas
de justificación y, en consecuencia, la antijuridicidad objetiva, sobre
la única base de la parte externa del hecho (30).
5. Las consideraciones efectuadas conducen a afirmar que el
desvalor objetivo (intersubjetivo) de la conducta dirigida voluntariamente a la lesión o puesta en peligro del bien jurídico, o consciente
de su significado de lesión o puesta en peligro, es distinto y mayor
que el desvalor objetivo (intersubjetiva) que corresponde a la conducta imprudente. En el primer caso se desvalora la conducta en
cuanto unidad interno-externa tendente a la realización del tipo. En
el segundo caso se desvalora una conducta que en cuanto unidad
interno-externa sólo tiene el significado de creación imprudente del
riesgo de producción de la lesión o puesta en peligro típica. Pero,
¿qué elementos objetivos y subjetivos condicionan este desvalor objetivo de la conducta imprudente?
Desde el punto de vista que ahora adoptamos, el de la relación
negativa de la conducta con el bien jurídico, importa la peligrosidad
objetiva de la conducta para dicho bien, en la medida en que desborde
el marco del riesgo objetivamente permitido. Ello exige utilizar el
criterio intersubjetivo del hombre prudente (no sólo medianamente
prudente, sino todo lo prudente que debe ser el buen ciudadano)
situado ex ante en la posición del autor con los conocimientos que
en dicha situación poseería el primero, además de los conocimientos
especiales superiores de que pudiera disponer el autor. El desconocimiento evitable (error evitable, culpa inconsciente) por parte del
autor impide afirmar el desvalor objetivo del hecho doloso, pero no
impide la presencia de imprudencia objetiva. La incapacidad personal del sujeto para observar el cuidado objetivamente necesario tampoco excluye la imprudencia objetiva. La antijuridicidad objetiva del
hecho imprudente no puede decidirse desde el punto de vista del
(30) No puede admitirse, por ello, la interesante propuesta de Kindhauser de
examinar las causas de justificación tras la sola comprobación del desvalor del resultado. Comparto, en cambio, su propuesta de empezar el análisis del delito por este
desvalor del resultado. Cfr. KINDHÁUSER, Zur Logik des Verbrechensaujbaus, conferencia pronunciada en la Universidad Pompcu Fabra (Barcelona), 1993, en prensa; las
bases de su concepción del delito se encuentran en el mismo, Gefahrdung a/s Straftat,
1989, pp. 29-131, y por lo que respecta a la justificación, pp. 106 ss.
18
Santiago Mir Puig
sujeto, sino desde un prisma intersubjetivo -aunque se refiera a los
elementos internos y externos de la conducta-. Importa aquí el 11amado deber objetivo de cuidado. No impide su infracción la incapacidad personal del autor de observar dicho deber objetivo (3 1).
Ello no ha de ser óbice, sin embargo, para determinar el nivel
de riesgo permitido teniendo en cuenta 1asfacultades especiales (sobresalientes) que pueda tener el autor. Así lo exige la coherencia con
el planteamiento generalmente aceptado en cuanto a los conocimientos especiales del autor. Si no se excluye la imputación objetiva del
resultado por el error (conocimiento inferior) que no se daría en el
hombre prudente (32), tampoco ha de excluir la imprudencia objetiva
una capacidad del sujeto inferior a la de dicho hombre medio. Pero
si, en cambio, los conocimientos especiales superiores del sujeto han
de ser tenidos en cuenta para afirmar Ja imputación objetiva del resultado, también deberán ser tomados en consideración para afirmar
la imprudencia objetiva las facultades especiales superiores del sujeto.
Pero no estará de más indagar acerca del fundamento de este
trato diferenciador de los conocimientos o facultades inferiores y de
los superiores. Hay por de pronto una razón derivada del orden cronológico en que hay que analizar los elementos objetivos y subjetivos
del delito: la negación de la antijuridicidad objetiva implica necesariamente la imposibilidad de imputarla al sujeto, por lo que, si se
negase aquélla desconociendo los conocimientos o facultades superiores del sujeto, ya no podría afirmarse la presencia de delito. Y,
sin embargo, esta conclusión no parece razonable cuando el sujeto
dispone de conocimientos especiales que le permiten saber que producirá la lesión típica ---<;orno en el ejemplo del que conoce la presencia de la bomba en el avión-, o posee facultades sobresalientes
mediante las cuales puede hacer menos peligrosa su actuación --como en el caso del cirujano excepcional capaz de utilizar una técnica
que la mayoría de médicos no puede usar-. El problema no se
plantea cuando los conocimientos o facultades del sujeto son inferiores. Aunque se empiece por afirmar la imputación objetiva o la
imprudencia objetiva, la inferioridad de conocimientos o facultades
se podrá tener en. cuenta más adelante, al examinar la imputación
subjetiva. Pero aparte de esta razón sistemática, ¿hay alguna otra de
fondo relacionada con la naturaleza de la antijuridicidad objetiva que
justifique que la misma se condicione a conocimientos o facultades
superiores y no a conocimientos o facultades inferiores?
(31) Manejamos aquí los términos «debeo) e «infracción» por ser usuales, pero,
según Ja concepción aquí defendida de la antijuridicidad objetiva, como distinta de la
antinonnatividad, la misma no supone en sí misma ningún deber ni infracción en
sentido estricto.
(32) Aunque, como se ha visto, a mi juicio dicho error sí impide apreciar la
antijuridicidad objetiva propia del hecho doloso.
Anrijuridicidad objetiva y antinormalividad en Derecho Penal
l9
La antijuridicidad objetiva (intersubjetiva) requiere una conducta
desvalorable desde el punto de vista de un hombre dotado de toda
la inteligencia, prudencia y capacidad que el derecho espera de un
buen ciudadano, situado en la posición del autor. Pues bien, si el
autor posee conocimientos especiales, ese hombre ideal puede y debe
imaginarse en posesión de tales conocimientos, pues sin duda los
tendría presentes para valorar la peligrosidad de su acción. En cambio, no cabe suponer que un hombre inteligente y prudente carezca
del mínimo de conocimientos que precisamente se suponen en un
hombre inteligente como él. El mismo planteamiento diferenciador
debe hacerse respecto a las facultades individuales: el ciudadano ideal
referido utilizaría una capacidad superior de la que pudiera disponer
voluntariamente, mientras que no puede imaginarse sin la necesaria
capacidad de observancia del cuidado exigible al mismo.
6. Las observaciones anteriores permiten completar la caracterización de la antijuridicidad objetiva, como intersubjetiva, exigiendo
los siguientes elementos: (1) una lesión o puesta en peligro de un
bien jurídico (2) penalmente típica (3) imputable a una conducta peligrosa para un hombre prudente situado ex ante en la posición del
autor, o a su no evitación (4) realizada con dolo natural o imprudencia objetiva y (5) objetivamente desvalorada por el Derecho penal.
Por otra parte, cabe afirmar que la antijuridicidad objetiva, en
cuanto intersubjetiva, parte del desvalor del resultado, a valorar ex
post, pero exige, además, el desvalor intersubjetiva de la conducta,
a decidir ex ante. Este se halla condicionado, en su sentido y gravedad, por la presencia de dolo natural o imprudencia objetiva en la
conducta, y ésta a su vez por los conocimientos especiales y facultades sobresalientes del autor. El desvalor del resultado indica la realización del estado de cosas típico (resultado) que el Derecho penal
desea, en principio, evitar. El desvalor intersubjetivo de la conducta
expresa que dicho resultado indeseable es imputable a una conducta
objetivo-subjetiva que puede desvalorarse, si se imagina realizada
por un ciudadano ideal, situado ex ante en la posición del autor,
como más o menos peligrosa para un bien jurídico y opuesta al mismo (33). La concurrencia o ausencia de dolo importa aquí en cuanto
afecta a este desvalor intersubjetivo de la conducta, no en cuaqto
condición de imputación personal del hecho.
(33) Parte de la distinción de querer y poder, pero como ámbitos respectivos
del injusto y de la culpabilidad y en un sentido distinto, GIMBERNAT ÜRDEIG, Estudios
de Derecho penal, 3.ª ed., 1990, 224 s.
20
Santiago Mir Puig
III
1. El concepto de antijuridicidad objetivo-intersubjetivo que he
delimitado comprende básicamente los mismos elementos que el concepto de antijuridicidad, sin más, que suele utilizarse desde que se
impuso la sistemática finalista. Sin embargo, ello se acostumbra a
fundamentar por una vía diversa. Al no ser posible desde esta sistemática distinguir la antijuridicidad de la culpabilidad como referidas,
respectivamente, a la parte objetiva y a la parte subjetiva del hecho,
se ha optado, por muchos autores, a distinguir ambas notas del delito
como expresivas de la prohibición general y la imputación individual,
respectivamente (34). Lo que aquí he caracterizado como antijuridicidad objetiva o intersubjetiva aparecería como la antijuridicidad
completa, entendida como antinormatividad general. Sin embargo,
desde mi punto de vista, la antijuridicidad completa ha de ser verdadera antinormatividad del hecho del autor, y ésta exige que la
antijuridicidad objetiva pueda imputarse individualmente al mismo,
como antijuridicidad objetiva y subjetiva. Sólo entonces podrá considerarse completamente antinonnativo el hecho concreto del autor.
Permítaseme reproducir la argumentación que en su momento esgrimí en defensa de esta posición:
«Si la antijuridicidad se concibe, como hacemos aquí, como infracción de una norma motivadora, supondrá ( ... ) que esta norma
puede ser recibida de algún modo por su destinatario. La capacidad
del sujeto de ser motivado por la norma constituye, pues, una condición del injusto y, por tanto, debe incluirse entre los elementos del
hecho antijurídico. Ahora bien, si por destinatario de la norma se
entendiera la colectividad en general, cabría considerar suficiente para su infracción (para el injusto) que el hombre medio pudiera ser
motivado por dicha norma, dejándose para la culpabilidad la cuestión
de si además era o no motivable el concreto autor. Este planteamiento
contemplaría en el injusto el hecho en abstracto, prescindiendo de
las concretas condiciones en que tiene lugar por parte de su autor.
Mas una tal construcción no resulta coherente con el punto de partida
ni con el desarrollo de la teoría del delito. Esta parte de la comprobación de si el autor concreto actuó o no en una situación de ausencia
de comportamiento humano. No cabe responder a esto diciendo que
en ese primer momento se trata de examinar situaciones en las que
cualquiera se encontraría en las mismas condiciones, porque lo mismo podría decirse de las causas que excluyen la culpabilidad: también
(34) Cfr. MIR PUJG, Función de la pena, cit., pp. 104 ss., donde me refiero, en
este sentido, a las posiciones de Welzel, Roxin y Gimbemat. Recientemente en la
misma línea LuzóN PEÑA, «La relación del merecimiento de pena y de la necesidad
de pena con la estructura del delito», ADPCP. 1993, p. 32_
Anti.juridicidad objetiva y antinormatividad en Derecho Penal
21
cualquiera que actuase bajo alguna de estas causas se hallaría en la
misma situación» (35).
Ahora añadiré: aunque se considerase destinatario de la norma
primaria a la colectividad en general, o al ciudadano prudente ideal,
es evidente que éste no es el autor del hecho ni por tanto puede
haber infringido la norma; el único que puede infringir la norma es
el autor del hecho; pero para ello hay que entender que la norma se
dirige a él, que él es su destinatario. Aunque intersubjetiva, la antijuridicidad objetiva no ha de verse, pues, como infracción de una
prohibición sin destinatario concreto, ni, por tanto, como antinormati vidad, sino sólo como juicio de desvalor (referido a la relación
negativa de un hecho, ex ante y ex post, con un bien jurídico-penal)
insuficiente para afirmar la infracción de una norma por su destinatario. Para que el injusto objetivo-intersubjetiva se convierta en verdadera (concreta) antinormatividad es preciso que pueda imputarse
personalmente a su autor. Ello no es posible: ( 1) si concurre una
incapacidad personal de observar el cuidado objetivamente exigible,
que determina un error individualmente invencible u otra clase de
imprudencia objetiva; (2) si concurre un error de prohibición invencible.
Por otra parte, la antijuridicidad objetiva se compone de dos momentos, el desvalor del resultado y el desvalor intersubjetiva de la
conducta, de los cuales sólo el segundo puede considerarse presupuesto necesario de la antinormatividad del hecho -puesto que una
norma motivadora no puede prohibir resultados, sino sólo conductas-. El desvalor intersubjetivo de la conducta no integra la antijuridicidad objetiva en cuanto desvalor de infracción -que sólo puede
predicarse de una conducta prohibida al a.utor concreto--, sino como
presupuesto del desvalor de resultado y como desvalor de peligro
para el bien jurídico. Sin embargo, es cierto que el desvalor intersubjetiva de la conducta ofrece la base objetiva necesaria para la
antinormatividad personal. En un Derecho protector de bienes jurídicos la norma sólo puede prohibir al sujeto las conductas que, pudiendo imputárscle al mismo, antes son objetivamente peligrosas para
tales bienes jurídicos. El desvalor íntersubjetivo de la conducta tiene,
pues, un doble sentido: como presupuesto del desvalor objetivo del
hecho y, por tanto, de la antijuridicidad objetiva, y como base objetiva de la antijuridicidad completa entendida como antinormatividad.
De lo anterior cabe extraer las conclusiones siguientes en cuanto
a la relación existente entre la antijuridicidad objetiva y la antinormatividad: (1) Los dos momentos de la antijuridicidad objetiva
-desvalor de resultado y desvalor intersubjetivo de la conductase encuentran en una distinta relación con la antinormatividad; (2) el
desvalor de resultado no es presupuesto de la antinormatividad, pero
(35) Cfr.
MIR PUIG,
Función de la pena, cit., pp. 105 s.
22
Santiago Mir Puig
sí de su tipicidad penal y, por consiguiente, de su relevancia penal;
(3) el desvalor intersubjetivo de la conducta es el puente o elemento
de enlace entre la antijuridicidad objetiva y la antinormatividad como
antijuridicidad completa.
2. El juicio de desvalor objetivo de la conducta necesario para
la antijuridicidad objetiva se efectúa desde el prisma de un hombre
ideal situado en la posición del autor. Se trata de un juicio intersubjetiva que se efectúa desde la posición del autor, pero sin tener en
cuenta posibles anomalías personales del mismo que no cabe imaginar en el hombre ideal utilizado como baremo de la intersubjetividad.
En consecuencia, si el autor actúa en un error, éste se considerará
vencible siempre que el hombre prudente imaginado en su lugar no
habría caído en él o lo habría superado. ¿Qué ocurre, entonces, si el
autor, por sus características personales, tal vez patológicas, no puede
considerarse capaz de evitar un error que el hombre prudente hubiera
podido vencer? La vencibilidad objetiva del error permite afirmar la
antijuridicidad objetiva de la conducta, pero su invencibilidad personal impide imputar a su autor dicha antijuridicidad: impide que la
antijuridicidad objetiva dé paso a la antijuridicidad completa como
infracción objetiva y subjetiva (personal) de una norma (antinormatividad).
El ejemplo siguiente (36) me sugirió la conveniencia de distinguir
ambos aspectos: un soldado cae en enajenación mientras se encuentra
haciendo guardia y, a consecuencia de ello, cree erróneamente que
unos pacíficos transeúntes asaltan el cuartel, por lo que dispara sobre
ellos para defenderlo. Se trata de un caso de error sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación, que a mi juicio constituye un error de tipo negativo, que si es invencible excluye el injusto
doloso e imprudente. Quien no comparta esta concepción, sino la de
la teoría estricta de la culpabilidad u otra que le lleve a rechazar que
el error sobre los presupuestos de una causa de justificación afecte
al injusto, puede variar el ejemplo y suponer otro en que la enajenación provoque un error de tipo positivo. En todo caso -y esto es
lo único que aquí importa- es evidente la invencibilidad personal
del error (sobre los presupuestos de una causa de justificación), pero
parece dificil afirmar que el hecho sea objetivamente correcto. La
distinción que propongo de antijuridicidad objetiva y antinonnatividad permite atender a ambos aspectos. Permite sostener la objetiva
incorrección del hecho junto a la imposibilidad de imputarla a su
autor como infracción objetiva y subjetiva (personal) de la norma.
La conducta es objetivamente antijurídica porque el hombre prudente
que utilizamos como baremo ha de imaginarse siempre en pleno uso
de sus facultades mentales y, por tanto, no hubiera caído en el error.
(36) Se basa en un caso referido por el psiquiatra Leopoldo Ortega-Monasterio
en un curso de doctorado en cuya organi7.ación e impartición participé.
Antijuridicidad objetiva y antinormatividad en Derecho Penal
23
Pero ello no basta para afirmar una infracción personal de la norma
por parte del sujeto.
Es importante señalar que la concurrencia de enajenación no
siempre incide sólo en la culpabilidad del autor. Es evidente que la
enfermedad mental no sólo puede excluir la imputabilidad, sino también el propio comportamiento humano (p. ej., en un acceso epiléptico con movimientos no controlados por la voluntad), sin el cual no
puede existir injusto, o el dolo natural, sin el que no puede afirmarse
el injusto propio del tipo doloso. Desde una concepción de la antinormatividad como infracción objetiva y subjetiva de la norma también los casos en que la enfennedad mental da lugar a un error personalmente invencible han de considerarse de falta de una completa
antijuridicidad. Una norma motivadora dirigida al sujeto no puede
tratar de prohibirle que actúe cuando se encuentra en un error personalmente invencible. El hecho sólo podrá considerarse prohibido
al enfermo mental cuando éste realice un comportamiento humano
sin error personalmente invencible, esto es: cuando su enfermedad
mental no le prive de toda posibilidad de ser motivado por la norma,
sino sólo de la posibilidad de ser motivado normalmente (37).
Este planteamiento ha de llevar a resolver del mismo modo otros
casos de error personalmente invencible no basados en enajenación,
sino en otras insuficiencias individuales inimaginables en el hombre
ideal, así como los casos de imprudencia objetiva inevitable a consecuencia de una incapacidad personal de observar el objetivo deber
de cuidado. Este puede seguir utilizándose como base de la antijuridicidad objetiva, pero es insuficiente para afirmar la infracción personal de la norma por parte del sujeto.
3. La distinción de antijuridicidad objetiva y antijuridicidad personalmente imputable como antinormatividad pennite situar satisfactoriamente el error de prohibición. Por una parte, es evidente que el
error de prohibición, aunque sea invencible, no puede excluir el caracter objetivamente indeseable del hecho; pero, por otra parte, también me parece innegable que una norma destinada a motivar a su
destinatario, no puede tratar de hacerlo frente a alguien que en modo
alguno puede llegar a entrar en contacto con ella, aparte de que también en materia de error de prohibición el Derecho admite un cierto
grado de riesgo permitido (38). El error de prohibición invencible,
sea por imposibilidad absoluta de conocimiento del Derecho en la
situación concreta, sea como consecuencia de la actuación dentro del
riesgo permitido, no puede excluir la antijuridicidad objetiva del hecho, pero impide la imputación personal de la antijuridicidad y, por
(37) Cfr. ya MIR Pu1G, Función de la pena, cit., p. 97, nota 133.
(38) Cfr. MIR Puro, «El error como causa de exclusión ·del injusto y/o de la
culpabilidad en Derecho español», en La Ley, 6 febr. 1991, p. 4; el mismo, Derecho
penal, p. 669.
24
Santiago Mir Puig
tanto, considerar concretamente antinormativa la conducta del autor.
Dicho error no impide la antijuridicidad objetiva, porque no excluye
el significado negativo del hecho para el bien jurídico: ni excluye el
desvalor del resultado, ni hace necesariamente menos peligrosa ex
ante la conducta para el bien jurídico. Esto es así aunque el error de
prohibición sea invencible para cualquiera, puesto que la invencibilidad se refiere aquí al error sobre la norma y no presupone desconocimiento de la peligrosidad para el bien jurídico (39). Pero, si el
error de prohibición invencible no excluye por sí mismo la antijuricidad objetiva, sí impide, en cambio, imputar dicha antijuricidad al
sujeto como infracción consciente o imprudente de la norma. La distinción de estos dos niveles permite, por lo demás, el uso de las
expresiones «conocimiento de la antijuridicidad» y «error de prohibición» como referidas al conocimiento o error acerca de la antijuridicidad objetiva, uso perfectamente compatible con la afirmación
de que no implican la concurrencia de plena antinormatividad.
Este planteamiento hace posible, por otra parte, reflejar correctamente el distinto significado específico del hecho realizado con
conocimiento de la antijuridicidad objetiva y del efectuado en error
vencible de prohibición. Entre ambos hechos no existe únicamente
una diferencia de culpabilidad, sino una distinta relación con la norma. El que conoce la antijuridicidad objetiva de su conducta y pese
a ello la realiza, añade al significado de oposición del hecho al bien
jurídico-penal, el significado de oposición a la norma: el injusto objetivo se convierte, además, en infracción consciente del Derecho.
Concurre entonces una antinonnatividad consciente. La realización
del injusto objetivo en error vencible también es imputable a su autor
como antinormatividad, pero no por una oposición consciente a la
norma, sino por una falta de cuidado, de atención por el Derecho.
Así, mientras que el conocimiento de la antijuridicidad objetiva
permite la imputación de la infracción de la norma a título de dolus
malus, el error vencible de prohibición conduce a la imputación de
la infracción de la norma a título de imprudentia iuris. Tanto el dolo
como la imprudencia alcanzan entonces su tercer y último nivel, que
permite afirmar no sólo el tipo del delito doloso o imprudente y el
tipo negativo doloso o imprudente, sino también el injusto doloso o
imprudente. Como .se había venido entendiendo tradicionalmente, el
dolo completo, como representación del total significado del hecho
antinormativo, puede verse, entonces, como dolus ma/us. que requie(39) Cuando hablo aquí -y a lo largo de todo este trabajo-- de desconocimiento del peligro para el bien jurídico no Jo hago en el sentido de desconocimiento
de que el bien jurídico es un bien protegido por el Derecho, pues esto último implicaría un desconocimiento de la valoración jurídica del hecho, que sí podría faltar en
caso de error de prohibición. Me refiero al desconocimiento de que está en peligro la
realidad a la que el Derecho tutela como bien jurídico: no es un error de Derecho,
sino de hecho.
Antijuridicidad objetiva y antinormatividad en Derecho Penal
25
re no sólo el conocimiento de los elementos del tipo y de la ausencia
de los presupuestos objetivos de una causa de justificación, sino también la conciencia de la antijuridicidad objetiva del hecho. Sólo entonces puede imputarse como dolosa la infracción de la norma, el
injusto, y no sólo el tipo o el hecho sin causas de justificación.
No obstante, la distinción de los dos niveles del hecho doloso o
imprudente, por una parte, y la infracción dolosa o imprudente, por
otra parte, aclara las distintas posibilidades de relación entre los mismos. Así, el hecho doloso puede convertirse en una infracción imprudente (imprudencia de Derecho) si concurre error vencible de prohibición, pero también el hecho imprudente (imprudencia de hecho)
puede cometerse con conocimiento de su antijuridicidad objetiva, esto es, como infracción consciente de la norma.
Finalmente, ni que decir tiene que la vencibilidad o invencibilidad
del error de prohibición ha de decidirse teniendo en cuenta las posibilidades individuales del sujeto, pues de ello depende la imputación personal de la antijuridicidad, nivel en que hemos situado el
problema.
IV
Estamos ya en condiciones de recapitular sobre el significado de
la antijuridicidad objetiva y su relación con la antijuridicidad entendida como antinonnatividad. También debemos referimos a la distinción de antijuridicidad y culpabilidad.
1. a) La antijuridicidad objetiva no es antinormatividad plena.
La norma primaria tiene un sentido prescriptivo, directivo, imperativo, y se dirige a motivar al ciudadano en contra de la realización
de determinadas conductas capaces de producir hechos negativos para los bienes jurídico-penales. Al menos así es en un Derecho penal
llamado a proteger a la Sociedad como es el propio de un Estado
social y democrático de Derecho. La norma primaria se dirige, pues,
a la mente del ciudadano y presupone la posibilidad de ser recibida
y cumplida por su destinatario. Sólo tiene sentido prohibir al sujeto
algo que él pueda evitar y advertir que se le prohíbe. La antijuridicidad como infracción de la norma primaria supone la capacidad
personal de evitación y de conocimiento de la norma.
b) Pero si la norma trata de evitar lesiones o puestas en peligro
de bienes jurídico-penales objetivamente indeseables, antes de decidir
si el sujeto puede evitar dichos hechos y advertir su carácter prohibido conviene partir de la determinación de cuáles spn tales hechos
objetivamente desvalorados por el Derecho penal. Este es el nivel
de la antijuridicidad penal objetiva. En él hay que distinguir dos
momentos: el desvalor del resultado y el desvalor intersubjetiva de
la conducta. Estos dos momentos de la antijuridicidad objetiva se
26
Santiago Mir Puig
encuentran en una distinta relación con la antijuridicidad completa o
antinonnatividad. Mientras que el desvalor de resultado condiciona
la tipicidad penal de la antinonnatividad, pero no Ja propia antinormatividad (porque lo que prohíbe la norma no es el resultado, sino
una conducta ex ante, con independencia de que ex post produzca o
no el resultado), el desvalor intersubjetivo de la conducta es la base
necesaria de Ja antijuridicidad completa o antinonnatividad en un
Derecho penal protector de bienes jurídicos.
Pues bien, si el desvalor de resultado es presupuesto de Ja tipicidad penal del injusto completo y el desvalor intersubjetivo de la
conducta es Ja base objetiva de este injusto completo, podrá concluirse que la antijuridicidad penal o~jetiva en su conjunto condiciona la antinormatividad penalmente relevante. La antijuridicidad
penal objetiva es, pues, Ja base objetiva de la antijuridicidad penal
completa. Esta ha de ser antijuridicidad penal objetiva y subjetiva:
requiere la imputación personal de la antijuridicidad penal objetiva;
es antijuridicidad penal personalmente imputable al sujeto.
Del mismo modo que la antijuridicidad objetiva de una lesión o
puesta en peligro indeseable (desvalor del resultado) requiere que
éste pueda imputarse a una conducta dolosa o imprudente desvalorable a un hombre ideal (desvalor intersubjetiva de la conducta), la
antijuridicidad completa exige que la antijuridicidad objetiva pueda
imputarse personalmente al sujeto como infracción dolosa o imprudente de la norma.
c) Este planteamiento sitúa el desvalor de resultado en la base
de la antijuridicidad penal objetiva y, por tanto, en la base de la
antinorrnatividad penal, pero permite, adecuadamente, considerarlo
previo y distinto tanto a lo que es desvalorable a un hombre ideal
(una conducta peligrosa ex ante) como a lo que se prohíbe al sujeto
(una conducta calificable de infracción objetivo-subjetiva).
¿Qué ocurre si falta el desvalor de resultado típico? (esto es: en
los delitos dolosos consumados, si falta la lesión o puesta en peligro
típica, en los delitos dolosos no consumados, si faltan los actos ejecutivos necesarios para la tentativa y la frustración , y, en los delitos
imprudentes, si falta el resultado). Sin dicho desvalor de resultado
el hecho nunca podrá realizar el tipo penal ni, por tanto, dar lugar
a la antinormatividad penalmente típica. Pero la ausencia de desvalor
de resultado, que se comprueba ex post, no impide necesariamente
la presencia de antinonnatividad, pues ésta debe decidirse ex ante,
esto es, antes de que pueda saberse si la conducta producirá o no el
resultado. Si la norma se dirige al sujeto en el momento de actuar,
ya en ese momento debe saberse si la conducta infringe o no la
norma, sin que quepa esperar, para saber si la conducta está prohibida, a la comprobación posterior de si se produce o no el resultado.
Ello resulta especialmente evidente en la imprudencia: la conducta
descuidada no dejará de serlo y de infringir, por tanto, la norma de
Ant1juridicidad objetiva y antinormatividad en Derecho Penal
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cuidado, por el hecho de que por suerte no produzca un resultado
típico. Ahora bien, sin este resultado la infracción de la norma no
realizará un tipo penal, no será penalmente relevante. La falta del
desvalor de resultado típico no excluye la posibilidad de una conducta
infractora de la norma, pero sí impide que dicha infracción sea penalmente típica. Resulta oportuno, pues, empezar preguntando si concurre o no el desvalor de resultado típico, porque si la respuesta es
negativa no será ya necesario, desde el punto de vista del Derecho
penal, continuar indagando sobre la presencia (aún posible) de una
conducta que infrinja la norma primaria. Este orden de análisis resulta
conveniente en un Derecho penal protector de bienes jurídicos y respetuoso del principio de lesividad (nullum crimen sine iniuria) (40).
2. Pero si la antinonnatividad penal requiere no sólo la antijuridicidad penal objetiva, sino también la capacidad personal de advertir y cumplir la norma primaria, ¿qué queda entonces para la culpabilidad? A mi juicio, lo mismo que en trabajos anteriores he venido
situando en este apartado de la teoría del delito: no la posibilidad
personal de ser motivado por la norma, que entiendo presupuesto de
la antinormatividad, sino la motivabilidad normal (41). La inimputabilidad y la inexigibilidad deben acoger los casos en que, sin faltar
en el sujeto alguna posibilidad de entrar en contacto con la norma
y de ser influido por ella, dicha posibilidad no alcanza el grado de
normalidad necesario para que sea lícito reaccionar con una pena
frente a la infracción de la norma. Respecto a los casos en que la
enfermedad mental excluye el propio comportamiento humano, el
dolo o la imprudencia personal, me remito a lo dicho más arriba.
Aquí querría señalar que esta concepción logra explicar de forma
unitaria las causas de exclusión de la imputabilidad y las causas de
exculpación. Ello no es posible cuando, por una parte, se requiere
para la inimputabilidad una falta total de libertad de voluntad o la
imposibilidad absoluta de ser motivado por la norma y, por otra parte,
se incluyen también en la culpabilidad las causas de exculpación,
pues nadie pretende que éstas produzcan aquellos efectos (42).
Lo que acaso convenga cuestionar es la procedencia de reservar
el término «culpabilidad» para este ámbito. Es innegable que este
término puede usarse en un sentido más amplio que alcanza desde
lo opuesto a la inocencia, requiriendo la propia realización del hecho,
hasta la exigencia de dolo o culpa, pasando por la exclusión de la
(40) Mantengo, pues, mis tesis de que el resultado no es lo prohibido por la
norma primaria, y su ausencia no impide la infracción de esta norma, pero íntegra el
tipo penal: cfr. MIR PUIG, Derecho penal. pp. 142 ss., 145. Aquí intento, sin embargo,
subrayar la importancia del desvalor de resultado proponiendo que su examen constituya el primer momento del análisis de los elementos del delito.
(41) Cfr. MrR PUIG, Función de la pena, pp. 96 ss.; el mismo, Derecho penal,
pp. 586 SS., 644 SS.
(42) Cfr. MrR PurG, Derecho penal, pp. 647 s.
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Santiago Mir Puig
responsabilidad colectiva o por el carácter (43). Todo depende del
aspecto del hecho respecto al cual se afirme la culpabilidad. El sujeto
sólo es culpable (y no inocente) de la comisión del hecho, si lo ha
realizado él y no otra persona; sólo es culpable del resultado si lo
ha producido mediante una conducta dolosa o culposa; sólo es culpable del injusto objetivo si le es personalmente imputable; y sólo
es culpable de la infracción de la norma si la ha cometido en condiciones de motivabilidad nonnal. El término «culpabilidad» puede
usarse siempre que se quiere expresar la posibilidad de imputar algún
aspecto del hecho a su autor. Probablemente convenga, pues, no reservar dicho término para designar el último apartado de la teoría
del delito, aunque en él se contengan los últimos requisitos que permiten considerar al sujeto culpable del hecho globalmente considerado. Tal vez sería preferible una palabra que expresase de forma
más precisa el específico sentido de esa última categoría. Podría ser
la de «responsabilidad penal». En efecto, tras la comprobación de
un injusto verdaderamente personal, esto es, imputable personalmente
como infracción del autor, sólo queda por comprobar si éste ha actuado en condiciones que hacen plausible que responda de su infracción con una pena (44).
(43) Cfr. MIR PUIG, Derecho penal, p. 107.
(44) Creo, pues, acertada la terminología («responsabilidad») propuesta por
ROXIN, Problemas básicos del Derecho penal, trad. de Luzón Peña, 1976, pp. 210
ss.; el mismo, Strafrecht, AT, § 1911 ss. Pero este autor no consigue una explicación
unitaria de la «responsabilidad» en la medida en que sigue incluyendo en ella, la
«culpabilidad» entendida al estilo de Welzel, como poder actuar de otro modo. Ello
no sucede si, como se propone en el texto, la capacidad de ser motivado por la norma
y la posibilidad de conocimiento del injusto objetivo se consideran presupuestos de
la antijuridicidad completa (antinonnatividad). Por otra parte, la expresión (<responsabilidad penal» tiene la ventaja de evitar las resonancias metafísicas del término
«culpabilidad», razón por la que sugerí sustituir éste por aquélla en el Proyecto CP
1980 [MIR PulG, RFDUC, monográfico 3 (1980), p. 41 ]; esta sugerencia se acogió
por la Propuesta Alternativa de Parte General del Grupo Parlamentario PC-PSUC
(MIR PUIG/MUÑOZ CONDE, CPC, núm. 18 (1982), p. 616].
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