Noain: una imagen clara

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Noain: una imagen clara
Mireia C. Zubiaurre
Una imagen vale más que mil palabras; dicho por todos conocido y especialmente acertado en
su significado. Pero cuando nos faltan imágenes, la palabra adquiere un valor incalculable que,
sin embargo, puede tornarse dañino y traicionero. Si tuviéramos en nuestro haber una sola
imagen en la que pudiéramos verificar con nuestros propios ojos el resultado final de lo que
debió ser la batalla de Noain, no necesitaríamos recurrir a las palabras. Observar 5000
hombres muertos, muchos de ellos navarros, sobre el campo de batalla, debería ser suficiente
como para inducirnos a reflexionar, aunque solo sea por unos instantes. Quizás aquella visión
nos empujase a cuestionarnos el por qué de tanta muerte; tal vez nos impulsase a querer
informarnos, a comprender qué sucedió. Pero de nuevo nos encontraríamos con la palabra, la
misma que es capaz de construir y destruir sin que nadie sepa a ciencia cierta cuál es su
término medio. De esta manera se ha ido formando la historia del pueblo vasco, a base de
datos, fechas y nombres que han ido configurando lo que hoy sentimos y confirmamos como
nación vasca; así nuestra memoria colectiva, tesoro a proteger y razón primera de nuestra
lucha.
Cuántas veces hemos comprobado el poder de la palabra, sobre todo en aquellas ocasiones
en las que se ha querido echar abajo nuestros principios y darle la vuelta a una realidad
histórica que en consecuencia se vuelve desconocida y acaba siendo ninguneada entre
términos como los de "España" o "Francia". Tantas como las que deberíamos reafirmarnos en
nuestro derecho a mantener la verdad intacta, por difícil que nos pueda resultar y a pesar de lo
que tengamos que oír.
La nación vasca también tiene acceso a la palabra y debería de poder expresar su indignación
ante ciertas circunstancias y hechos con los que se pretende rebatir aquella realidad histórica.
El 30 de junio de 1521 tuvo lugar la llamada Batalla de Noain, que no fue más que un nuevo
intento por parte de los navarros de recuperar el reino que se les estaba arrebatando desde
Castilla. El destino quiso que la balanza se inclinara a favor del ejercito castellano, lo que
permitió a la Corona subir un escalón más en su pretensión por absorber el reino de Navarra.
Es así como sucedió, sus protagonistas no fueron otros más que los que se indican y sus
consecuencias directas miles de muertos y un profundo sentimiento de impotencia al ver el
reino navarro de esa forma invadido. Y por ello, todos los años se rememora este hecho, por
quienes lo sufrieron y por lo que supuso para el reino de Navarra, pero sobre todo porque es
parte de esa memoria colectiva a proteger, por el valor que posee dentro de la misma y por el
peso sentimental y racional que conlleva.
Reconocer el poder de la palabra es reconocer la importancia de la actitud tomada ante ella,
sin que esto nos tenga que arrastrar al extremo de cerrar las puertas a determinadas
sentencias históricas que nos son totalmente desfavorables. Es más, el contacto con ellas nos
reafirma como nación y nos da las razones para seguir luchando por mantener nuestra historia
y cultura limpias de interpretaciones interesadas y destructivas.
Pisar la tierra que aquellos otros pisaron hace casi 500 años tal vez nos ayude a crear
mentalmente esa imagen tan necesaria para una sociedad como la actual, dormida, sólo capaz
de responder ante estímulos visuales y sonoros. No obstante, la finalidad de esta imagen
interior no es de carácter sensacionalista, si no la de intentar establecer una unión entre
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Mireia C. Zubiaurre
aquellos que lucharon por su reino, el reino de Navarra, y los presentes.
Quizás con esta forma tan surrealista de comprender nuestra historia también seamos capaces
de percibir la necesidad que se da hoy en día de conservar viva nuestra memoria colectiva.
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