Libertad de cotizar el papel moneda

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LIBERTAD
DE
COTIZAR EL PAPEL MONEDA
l.894
BOGOTA
LIBERTAD DE COTIZAR EL PAPEL-MONEDA
"Sólo c Jn lu libertad de estipular
monedas, sin eliminar el CU?''o jo?'Z03o,
podremos salir de la presente amenazante situación.-X. Y. Z."
Todo el mundo se preocupa con patriótica
ansiedad de lo que hará el Congre3o en sus actuales sesioues para resolver el problema importantísimo de la circulación monetaria, de lo cual
depende la salvación 6 la ruina de la industria
nacional, y la prosperidad ó la pérdida absoluta
de la riqueza industrial; es, pues, patriótico contribuír, siquiera sea con exiguo contingente, al
estudio de tan importante asunto; y pagar el tributo proporcionado á nuestros cortos alcances
para cumplir por nuestra parte tal deber, es el
objeto del presente escrito.
Felizmente el tiempo, el estudio y la experiencia han unificado la opinión sobre ciertos
puntos importantes, á saber: 1. 0 Que se debe al
papel-moneda principal, si no exclusivamente,
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la deplorable situación que atravesamos; 2. 0 Quer
en consecuencia, debe ponerse término al aumento de tan pernicioso recurso fiscal; 3. 0 Que
debe principiarse, en la medida de los recursos
fiscales, la amortización paulatina de los billetes circulantes; y 4. o Que es indispensable inspirar al púbiico absoluta con:fiauza en que se
cumplirán las disposiciones consiguientes á la limitación de la emisión y á la amortización que
se decrete. A este último postulado damos la
mayor importancia, y juzgamos que sin él lo que
se disponga al respecto de los puntos 2. 0 y 3. 0
será del todo ineficaz . .
Pero hay otro asunto íntimamente relacionado con la circulación fid uciaría, qne juzgamos
no suficientemente estudiado, al cual atribuímos
la mayor importancia, y que creemos ser la causa principal de la de~adencia indnstrial que deploramos. Nos referimos á la prohibición de estipular en los contratos el precio del billete oon
relación á una unidad monetaria de valor tan estable como sea posible encontrarla; y es á esta
prescripción legal, conocida hoy bajo el nombre de prohibición de estipular, á la que queremos contraernos.
Grandes son por sí solos los males que á un
pa1s ocasiona el papel inconvertible de curso
forzoso, sobre lo cual no hay para qué insistir:
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.la propia. desastrosa experiencia y el ejemplo de
todos los países que lo han instituido, constitu·
ye superabundante argumento; mas si se dota
semejante institución con la prohibición d.e
estipular precio en los contratos á término al
instrumento de cambio, entonces esos males se
elevan á nmt potencia cuyo exponente mismo es
incalculable. Entonces el comercio es imposible
y queda reducido á la situación de un buque
sin brújula en medio del Océano; la unidad monetaria es la brújula de la industria, es la medi·
da de los valores, y si ésta no existe, ó si es una
medida que se altera, instable, cuyas dimensiones cambian incesantemente, la industria es imposible, como imposible sería construír un edificio sobre un plano levantado con una unidad
cúbica de variables dimensiones.
El primer resultado, yá tristemente experimentado aquí, es la supresión del crédito, en
virtud de lo cual los capitales qirculantes se
fi]an unos y otros emigran en busca de seguridad, de donde resulta la paralización de las
industrias, y por consecuencia el empobrecimiento general. Por eso vimos en los dos prime·
ros años de nuestra circulación fiduciaria invertirse los capitales circulantes en construcciones
urbanas, especialmente en esta ciudad; encarecerse el interés del dinero hasta llegar al e.x:tre·
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mo actual, en el cual yá el interés no tiene precio, porque no hay capitales que colocar, y elevarse las letras sobre el Exterior al tipo de 300
por 100. Los ahorros que se hacen en los únicos
negocios que permiten hacerlos, que son los de la
exporta('ión de aquellos de nuestros productos
que tienen demanda en el Exterior, se quedan
en el Extranjero, siempre en busca de seguridad; por eso el Gobierno ha podido ver sus ren·
tas, especialmente la de adun.nas, disminuírse al
extremo en que hoy las vemos; es decir, que
cuando creyó, con la su presión de la antigua u ni·
dad mo:1etaria, afirmar el precio del papel-molleda para tener en él un recurso fiscal, sus
rentas decrecieron, al propio tiempo que, por
razón del alza del precio del cambio, el presupuesto de gastos se aumentó en todos los ramos
del servicio que se relacionan con el Exterior:
pago de los ministros públicos, de los empleados extranjeros que remunera en oro, etc. etc.,
sin contar con la cuasi triplicación de la deuda
exterior, la c~al, si fuese el caso de estimar hoy
con nnestra medida ó unidad monetaria, representaría casi tres veces lo que va.lía en 1885,
aun prescindiendo de los intereses.
Quiere decir esto que ln prohibición de co·
tizar el pape1-mot!eda como recurso fiscal, es
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contraproducente en doble sentido: primero,
aumentando el presupuesto de gastos, por cuan·
to aumenta progresivamente los desembolsos
que fJl GoLierno tiene que hacer en monedas
metálicas; segnnclo, rlisminuyendo el presup,esto de rentas en tauto cnanto la decadencia de
las inuustrins, por razSn del alza del cambio de
un l~do, y de otro por la escasez de los capita·
le8 circulantes que las alimentan, hace que sea
menor el proclueto de las rentas públicas, lo
cual es más sensible en la de aduanas, como yú
se ha experimentado. Así que, esforzarse en obtener la libertad de cotizar el papel-moneda en
los contratos á término, es tarea esencialmente
favorable :1 los propósitos del Gobierno, y obrar
en sentido de los int.ereses de éste, porque es
obrar en el de aumentar el producto de las rentas públicas y disminuir los. gastos; pero suele
suceder que los gobiernos mismos se cortan los
recursos con medidas como la que combatimos, y
como la de los monopolios, que aniquilan las industrias y disminuyen, por consiguiente, los capitales imponibles, repitiéndose por la millonésima vez la fábula de la. gallina de los huevos
de oro ; de lo cual no queda otra enseñanza sino
la de confirmarse una vez más que nadie expe·
rimenta en cabeza Ajena.
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Decir que un objeto de comercio aumenta
de precio cuando aumenta su demanda y disminuye en el opuesto caso, es decir una trivialidad,
una verdad de Pero Grullo que provoca la sonrisa de los que sostienen que la cotización del
papel disminuye su valor. Se escapa á la penetración de éstos, sin embargo, que prohibir la
cotización es disminuir la demanda de ese papel
en tanto cuanto sea necesario para satisfacer
las obligaciones á término suprimidas por el hecho de dicha prohibición; y se les escapa igualmente que esas obligaciones á, término componen una cantidad infinitamente mayor que la representada. por el recaudo de las rentas públicas,
y acaso también por el valor de las transacciones al contado. Por eso no pueden ver C:J.ánto
aumentaría la. demanda y por consiguiente el precio del papel-moned_a exigirlo para el pago de
obligaciones, si se permitiera cotizado, y sí en
virtud de esta libertad, el uso del crédito no fuese,
com.o hoy es, un simple recuerdo histórico.
Corolario de esta miopía es también el que
no se vea el efecto contrario en la prohibición
de cotizar, á la eual se debe seguramente, en
gran parte, el actual bajo precio del papel, apenas repreoentado por una tercera parte en oro
de su valor nominal; pues observamos que en
la república Argentina, donde la emisión ha sido
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proporcionalmente mayor, tenida en cuenta la
cantidad emitida en relación con la riqueza y la
población del país, aun en medio de su mayor
desastre, el papel bajó proporcionalmente menos
de lo que aquí ha bajado ;llo que DO puede atribuírse sino :í que allí no están proscritos el crédito particular y la libertad de cotizar el oro,
que tanto vale como cotizar papel, por m:ís que
la cotización sea oficial en ese país.
Por estas consideraciones, especialmente por
la de que la prohibición de cotizar el papel en
las transaceiones á ph.1.zo ha sustraído á la industria, aniquilado y expatriarlo una cantidad
incalculable del capital circulante de la Nación,
es por lo que asignamos mayor importancia que
á la lenta amortización del papel ó á su cambio
por moneda metálica, paulatino también, á la libertad de cotizarlo, siempre, desde luego, que se
establezca la confianza en que no se aumentarán
las emisiones; porque la amortización y el cambio por moneda metálica, si subsistiese la pr,ohibición de cotizar, DO devolvería los capitales á la
industria, puesto que éstos quedarían siempre
proscritos por el temor de la baja de la moneda
l. En la Argentina la emisión de papel ha excedido de tres·
cientos millones; sin embargo,el precio del oro sólo ha alcanza.l;lo
á 350 por 100, mientras que aquí con $ 26.000,000 en papel hemos pagado oro á 290 por 100.
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de forzoso recibo. La tendencia debe ser, pues,
primera ó principalmente á franquear el camino
á loe! capitales y al crédito hoy proscritos, lo
cual se conseguirá permitiendo cotizar el papel
para los pagos, siendo obvio que tanto vale recibir una cantidad en monedas metálicas, como
recibirla en sn equivalente en papel-moneda.
El comercio y la industria, ó mejor, el trabajador y el industrial, lo que necesitan es saber á
qué atenerse respecto del producto del trabajo y de la seguridad de los capitales aplicados á
la producción.
Tan claro, tan elemental nos parece todo
esto, que no concebimos cómo ha podido aplicarse á un país respecto del cual se tiene el interés·
de enriquecerlo, sea con el fin patriótico de su
progreso, sea con el pérfido de explotarlo; ha
podido, decimos, imponérsela por unidad monetaria y medida de los valores el signo de valor
más cambiante de todos: el papel-moneda, y
proscribirse de él el crédito, y por ello el 80 por
100 de los capitales que alimentaban su industria. Porque por tales medios sólo se llega á la
miseria y al empobrecimiento, y no es de un
pueblo en tales condiciones de donde pueden
sacarse rentas, sea para el mantenimiento de su
gobierno y el adelanto de sus mejoras materia-
les, sea para enriquecer á los que quieran hacer
de los impuestos públicos su propia despensa.
Sólo por tales medios ha podido verse al de·
partamento de Antioquia, el más próspero antaño, reducido á condición tál, que yá el Gobierno
se preocupa con hacer establecer en Medellín
cocinas públicas ó almacenes de expendio de víveres á bajo precio para proveer á la miseria,
cQIDo si se tratara de una ciudad asolada por
un terremoto ó por algún otro cataclismo de la
naturaleza. 1 Sólo bajo el imperio de instituciones como las que hoy rigen, la industria en nuestra patria ha podido ·traerse á la misma ciudad,
capital del Departamento poblado por la raza
más sobria, trab11jadora é industriosa del país, á
condición tal corno la que describen las s1gmentes líneas:
"La miseria va alcanzando en Medellín caracteres
que desgarran el corazón, y proporciones qua aterran.
Nos refieren, como cosa cierta, qua el viernes se desmayaron en lugares públicos de la ciudad una anciana y
una nif1ita rendidas por el hambre; se habla también de
l.
Escrito lo anterior, nemos leído un
PROYECTO DE ORDE-
auxilios para la alimentación de lo6 habitantes del
Depart111mento," presentado á la Asamblea de Antioquia el 25 de
NANZA. "SOBRE
Mayo último. Remedios empíricos que agravan el mal, lejos de
atenuarlo. Rompa el Gobierno los diques con que se han esta11cado
los capitales que alimentan la. industria, y ella proveerá nl pan
nuéstro de cada. tl.ía., y se verá. In panacea de la libertad curar los.
males para. los cuales será. si~mpre inefic'lz toda. la alquimia de
los proteccioniBtas.
-12una criatura de pocos atlos muerta de inanición esta semana, en el barrio de Buenos Aires, y á cada p::1,so tropieza
uno con gentes cuyo andar, cuyo Eemblante y cuya voz
manifbstan, sin que quede lugar á duda, que esos infelices están careciendo d~ pan. En la manera misma de
pedir hoy los que mendigan, fe advierte la verdad de su
miseria: yá se acabaron los largos ruegos ensayados, y
apenas hay ahora por.diosero que diga más que esto:
'Denme algo, que tengo hambre.' Y eso es apenas lo que
se ve y lo que ,;e oye; pero ¡cuántas esrantosas necesidades habrá ocultas! ¡Ouántas familias que siempre debieron al trabajo la subsistencia, estarán careciendo hasta de lo más indispensable, sin atreverse á buscar en la
caridad lo que antes les daba su propio ~sfuerzo! ¡En
cuántos hogares estorbará la desnudez para salir en busca del sustento ! " (La Oo1·respondencia de 26 de Mayo).
Podríamos multiplicar los ejemplos, tomados
no solamente de Antioquia sino de todo el país,
demostrativos, n6 de los asomos, sino del reinado
de la miseria pública en todo éste. Y á en otra
ocasi6n hicimos n0tar c6mo de 1885 á esta parte todos los artículos, exceptuando quizá el café,
que constituyen la riqueza nacional, han perdido desde 21 hasta 4 7 por 100 de valor, lo cual
constituye una pérdida real y efectiva quizás de
centenas de millones de pesos en todo el país,
para lo cual basta calcular la capacidad adquisitiva de oro de un objeto cualquiera hoy, con la
que tenía nueve años atrás ese mismo objeto.
Las mejores propiedades, por ejemplo las tie-
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rrns de la Sabana de Bogotá, que s~ vendían á
·$ 300 fanegada, y compraban $ 263-l 5 en oro
all4 por 100, cambio de aquella época, y que hoy
se venden á$ 500, y compran, por consiguiente,
$ 178-57 al tipo actual de 180 por 100, acusan
una baja, una pérdida de valor de 21~ por lOO,
siendo de notarse, respecto de los inmuebles rurales, que éstos doblaban aquí su valor cada diez
años, en los tiempos en que el oro y la plata no
estaban declarados elefancíacos, y como táles no
simplemente confinados, sino expatriados. ¡ Tál
ha sido el progreso de la riqneza pública abonada
por el fecundan te papel-moneda! Si el cálculo se
llevara á otros valores, al ganado vacuno, v. gr.,
el resultado se vería doblemente desastroso.
Que se explique de otro modo este resultado,
ó que se niegue; mas no como nuestro amigo
el señor Agente Fiscal de la República en Londres explica nuestra alza del cambio en nota de
24 de Abril último, dirigida al señor Ministro del
Tesoro, publicada en El Telegrama y escrita en
Londres, como si Inglaterra fuese una isla de
los mares de la luna, 6 fuese enviada la r.ota alcélebre país de Gullivier. En dicho documento se
nos consuela diciéndonos que el alto precio del
oro, ósea la haja del papel aquí, depende de que
la plata ha bajado en el mundo, del cual hacemos
parte, nn 50 por 100; y eso se nos demuestra con el
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ejemplo del alza del cambio en México y en todos
los países monometalistas de plata, como si nosotros tuviésemos otra plata fuera de la. empleada.
en una que otra. cuchara ó tachttela de las que
suelen conservar algunas de nuestras abuelas,
pues aun la. de nuestras minas, sólo la ven los ingleses después q:w funden las tierras que con tal
fin llevan de ellas á Inglaterra. Explicación tan,
satisfactoria para los colombianos polipapelistas,
como sería para los mexicanos, cen troamericanos y demás monometalistas de plata, la que les
hiciésemos diciéndoles q11e su alto cambio no
depende da la baja del meta[ blanco sino de la
del papel-moneda, y les pusiésemos por ejemplo
á Colombia, Chile, Argentina, etc.
Pudiera alegarse la. declaratoria hechr1 por el
Gobierno de ser los billetes reembolsable:; en mo nedas de plata :í. determinada ley, como parte determinan te de su precio. N o lo creemos asf, 6 á lo
menos ello debe influir de no modo inapreciable
dada la incertidumbre del tiempo en que esa'
promesa ha de cumplirse, y la mayor aún del
precio que la plata tendrá cuando ese tiempo
llegu~~. A nuestro juicio, el precio del billete
emana únicamente tie su fuerza liberatoria en el
pago de los impuestos públicos y en el de los contratos á término, además del servicio que presta
para la solución de las transacciones al contado,
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y se fijn, por la oferta y ln. dem1.nda, como el de
t odos los objetos ue comercio.
Y á que en esto nos h e mos deteniuo, pregunt aríamos, con Mr. Raphael Georges Levy, cómo
explicaría el seílor Agente en Londres el que
los Estados Unidos, el país occidental que m:is
plata (m etal blanco) tiene en clmundo, no haya
€xperimentaclo baja en su crunbio sobre Europa.
Volviendo al objeto principal de nuestro escrito, baremos notar que, en obseqnio de las preocupaciones, ó si se qniere, más bien, de las ideas
dominante~, 110 es la libertad de estipular el
pago de las obligaciones en monedas metálicas
lo que deseamos preconizar, sino la libertad de
estipul ar en los contratos :i término la cotización del papel-moneda con referencia :í monedas
metálicas del país ó extranjeras, ó á letras de
eambio pRgadcras en éstas; 1 lo cual, como bien
se ve, implica necesariamente la oblignci6n de
pagar en papel-moneda; pero da al acreedor la
l. La disposición podría ct•ncebirse en estos ó semejantes términos:
"A ·t. En los contratos ñ pl11zo ó término es permitido estipular que las cantidades en papel-moneda en que deban cubrirse
Jd.S que se causen á d~::ber, serán estimadt~s al vencimiento de los
plazos por el precio que diclw pl\pel-moueda tenga en el mercado
~n relación Íl cualquier moneda nacional 8 extranjera, ó á docu.
mento~ representativos de éstas, como letr11s de cambio, etc. etc ..
pero siendo enLe11thdo que solamente el papel-moneda tendrá
fuerza liberatoria de los créditos que se contraigan, cualquiera
que sea la estimación que se le dé."
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seguridad de obtener el valor de su crédito al
vencimiento del plazo, en una especie cuya estimación ha podido hacer previamente, ó sea al
tiempo de verificar el contrato, único medio de
poner en circulación el crédito sin condiciones
demasiado onerosas para la industria. Por tal
medio se conservaría al billete su fuerza liberatoria racionalmente, esto es, sin pretender hacerlo representar un valor que no tiene; y bien pudiera, por alg{m tiempo á lo menos, prescindirse
de su conversión, hoy imposible. Se esperarían
mejores circunstancias para esto, y esas llegarían
más pronto, puesto que los negocios tomarían
alg{m incremento, facilitándose por esto el acceso de la moneda metálica.
Bien se comprende que una disposición como
la que defendemos no es un desideratum, una
solucicn de todas las dificultades á que nos ha
conducido el papel-moneda; pero sería un paso
dado en el camino de la solución definitiva, algo
mejor que este caos en que nos hallamos, no desconocido por el Gobierno mismo, según lo demuestran algunas cuerdas disposiciones adoptadas por él, como el permiso concedido á las empresas de ferrocarriles de elevar las tarifas en
atención á la baja del papel, sin lo cual los pocos
ferrocarriles que poseemos no podrían sostenerse,
y la Regeneración contaría, entre los males
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ocasionados por su sistema (?) monetario, el
haber acabado con las únicas vías civilizadas de
comunicación que tenemos, como yá se cuenta
el de haberlo hecho con los bancos particulares,
agregándose así un capítulo más de acusación á
la bandera de la oposición.
Puede, pues, decirse, sean cuales fueren nuestras opiniones políticas, que en interés del Gobierno mismo sugerimos alguna garantía para
el trabajo, para el capital creado y para el
producto de la industria; porque no se aviene
con nuestro carácter, y menos aún con nuestro
patriotismo, el empobrecimiento y la deshonra
del país en cambio de capítulos de oposición á
un régimen contrario á nuestros ideales políticos
y administrativos; y porque no nos sonroja menos, porque sea obra de nuestros contrarios, el
que se hayan proscrito de nuestra patria, al terminar el siglo de las luces, los medios más eficaces de que éste se ha servido para el progreso
de la humanidad : la moneda, el crédito público,
el crédito particular, los bancos, y últimamente
la tra.dición de la probidad fiscal.
Juzgamos que la mayor seriedad, y una exclusión absoluta del espíritu sectario ó de partido, dehm presidir á la discusión y el estudio de
los medios adoptables para prevenir los grandes
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males que la situación de un pueblo, en las condiciones del nuéstro actualmente, puede producir. La chocarrería, la burla y el pueril espíritu
que induce á los bien hallados de esa situación á
tratarla. con grotesco desdén, como hemos visto
hacerlo, acusan un desconocimiento increíble de
los males que la Nación está soportando con plausible inusitada abnegación, y la ceguedad con
que se ve más lejos de lo que acaso está, el temible '•festín de c~trne humana," ineludil>le ex.
travio de los pueblos reducidos á la extremidad.
~NÓNIMO.
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