INSPIRACIÓN ESPIRITUAL-PROFÉTICA Y ÉTICA DE LA CARIDAD MÁS FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA, MÁS ALLA DE LA CULTURA BURGUESA Agustín Ortega (Centro Loyola e ISTIC)1 En este tiempo, que seguimos haciendo memoria del Concilio Vaticano II, se nos vienen al corazón y a la conciencia varias realidades, que quisiéramos abordar. El Vaticano II, en un importante documento llamado Dei Verbum, sobre la Revelación de Dios, trató cuestiones centrales de la fe cristiana. Lo cual, la ciencia teológica, en especial la materia conocida como teología fundamental y, en general, los estudios teológicos actuales han recogido y profundizado de forma muy cualificada y significativa. En este marco conciliar y teológico nos situamos ahora, con una realidad clave de la fe como es la Revelación de Dios. Para la fe y teología católica actual, la Revelación no es tan solo ni tanto un puñado de verdades (teóricas, intelectuales…) a creer y asentir. Es, sobre todo, la manifestación de Dios en la vida personal y social, en la realidad histórica de los pueblos y comunidades humanas. Una Revelación que, para nuestra fe, ha acontecido en plenitud en el Verbo (Palabra) encarnada. Es decir, en la Persona de Jesús de Nazaret, el Hijo del Padre, con su vida, mensaje y pascua acogida en el pueblo de Dios, en la iglesia apostólica con su vida y transmisión del Acontecimiento-Cristo. Tal como se plasma en la Sagrada Escritura, de manera particular en el Nuevo Testamento con sus Evangelios, Cartas Paulinas, Joánicas… He aquí las fuentes de nuestra fe, la Sagrada Escritura vivida y transmitida en la iglesia, bajo la inspiración del Espíritu Santo regalado por la vida y pascua de Jesús. Los llamados hagiógrafos, autores sagrados de las Sagradas Escrituras y del Nuevo Testamento, fueron inspirados personalmente, con todas sus capacidades humanas, para su redacción. La cual se realizó en la vida y comunión de la iglesia apostólica, toda ella igualmente bajo la acción del (inspirada por) el Espíritu. Fue y es la iglesia, en su conjunto y vida, el ámbito y realidad donde se experiencia y transmite la palabra de Dios, mediante la inspiración del Espíritu, en su diversidad de ministerios (servicios) y carismas. Como el que tuvieron específica y personalmente los autores sagrados. Hoy en día, tanto la enseñanza de la iglesia y la teología como la distintas remas del pensamiento, la 1 Subdirector del Centro Loyola (Las Palmas) y Profesor en el ISTIC (Departamento de Praxis) filosofía y las ciencias sociales o humanas: han superado la disyuntiva o dualismo que contrapone o separa a la persona de la comunidad, que se inte-relacionan constitutiva y mutuamente; sin que por ello ninguna realidad, tanto la realidad personal como la comunitaria o social pierdan su consistencia e identidad propia. La personas, como los cristianos, existen, viven y se desarrollan co-relacionalmente, en comunidad que promueve el bien, la belleza y la verdad de todos y cada uno de sus miembros, conformando un autentico cuerpo y pueblo espiritual. La iglesia se autocomprende como pueblo de Dios y símbolo (sacramento) de comunión, comunidad en la diversidad de carismas y ministerios para la comunión en la fe, esperanza y amor (caridad) inspirada por el Espíritu. Aunque existe una inspiración fundante y propia como fue la de la iglesia apostólica y, en particular, sus autores sagrados que configuró y nos transmitió la Sagrada Escritura con su vida y praxis. De forma analógica o similar, el Espíritu enraizado en esta tradición apostólica del Nuevo Testamento: ha seguido y sigue acompañando e inspirando el caminar de la iglesia en la historia. Tal como se refleja en la tradición de la iglesia, en especial en los testimonios y testigos de la fe, los santos, doctores, mártires… Así, la Palabra de Dios se vive y actualiza en la vida y enseñanza (magisterio) de la iglesia, en comunión y ministerialidad con los Obispos y el Sucesor de Pedro, el Papa, que están al servicio de esta Palabra de Dios, fundada en la iglesia apostólica del Nuevo Testamento. La iglesia trasmite y vive de la Palabra de Dios, cuya raíz y corazón es la Sagrada Escritura, el Nuevo Testamento o el Evangelio de Jesús que se hace vida y actualiza en la iglesia. Con su tradición y magisterio, en el sentido de la fe del Pueblo de Dios (de todos los fieles cristiano) y en la comunión con los obispos y el Papa. Por su condición bautismal en la Pascua mística de Cristo, todo el pueblo de Dios está ungido e inspirado por el Espíritu. Todos los cristianos, pues, somos sacerdotes, reyes y profetas en la diversidad de carismas y ministerios. Tal como es el ministerio ordenado de diáconos, presbíteros y obispos, que en la comunión del Obispo de Roma (el Papa), está al servicio del pueblo de Dios y su vidacompromiso bautismal en la santidad (amor) y justicia. No hay por tanto una iglesia, la “jerarcología” (Congar), que manda, enseña y que está por encima (que es más) que la otra, los fieles laicos, que son de segunda categoría y están destinados a obedecer y aprender. Hay una comunidad, la iglesia, en la igualdad de la (llamados igualmente a la) santidad bautismal y en la diversidad ministerial-carismática. Toda la iglesia, habitada por el Espíritu, de forma fraternal y co-responsable medita, discierne y transmite la Palabra de Dios en la realidad histórica; y en comunión con los Presbíteros, Obispos y el Papa que sirven y animan a (vivifican) la comunidad, presidiendo en la caridad, servicio y profecía o enseñanza (magisterio) desde la iglesia universal (católica) y laical, extendida hasta los confines de la tierra. Por todo lo anterior, observamos que en la iglesia católica-comunión no hay otra autoridad y magisterio que la que sirve a la santidad, a la fe que espera y actúa en la caridad y justicia con los pobres. Tal como se Revela en el Dios Amor, manifestado en Jesucristo y su salvación. El Reino de Dios en Jesús y su fraternidad, paz y justicia con los pobres que nos libera de todo pecado y mal, de toda injusticia, opresión y egoísmo con sus ídolos del poder y la riqueza. El Reino y su Espíritu que asume, defiende y promueve la vida, lo humano y la dignidad de las personas, que lleva a plenitud lo humano y la vida. Lo que culmina en el amor pleno y la vida sin fin, eterna… ¡Cuanta inspiración espiritual-profética en el Evangelio de Jesús y su iglesia, cuanta bondad, belleza y verdad. No es de extrañar que haya inspirado a la cultura y al pensamiento, a la filosofía y a las diversas ciencias o artes! Con genios del pensamiento, de la cultura y de la filosofía: desde San Agustín y Santo Tomás de Aquino; pasando por renacimiento humanista- con Tomás Moro, Franciscos de Vitoria y la escuela de Salamanca, Bartolomé de las Casas y F. Suarez- e ilustrado (con Rousseau, Kant o Hegel); hasta llegar al pensamiento y filosofía contemporánea, por ejemplo, el humanismo-personalismos, con autores de la talla de Mounier, Zubiri o Ellacuría, por dar solo unos cuantos nombres. La filosofía y el pensamiento, en muy buena medida, ha sido fecundado por la fe y la teología, sin la que no se entienden realidades como la persona y la historia, la ética, la conciencia y demás realidades imprescindibles en la reflexión filosófica. La fe es así razonable y creíble, humanizadora y liberadora. La fe que se manifiesta en la caridad y justicia con los pobres: no te evade ni te aliena de la vida y de la realidad. Al contrario, como vemos, está dotada de toda la motivación, inspiración y aliento profético-ético que se compromete por la paz y la justicia en el mundo; por la vida, la dignidad y derechos de las personas y de los pueblos, por un desarrollo humano, social y liberador integral. Frente a toda injusticia, opresión e inmoralidad como las encarnadas en los fascismos y totalitarismos, por ejemplo, en el colectivismo estatalistastalinista y en el neoliberalismo/capitalismo. La fe en la caridad que se realiza en la paz y la justicia: tiene un carácter público y sociopolítico, la caridad política que promueve una sociedad y mundo más fraterno y humano; que persigue transformar todas las culturas o ideologías y relaciones, todas las estructuras y sistemas (sociales, políticos y económicos) que sean injustos e inmorales como el capitalismo, que es el que impera actual y globalmente. Por tanto, frente a esta cultura capitalista y burguesa, la verdadera fe y caridad no es individualista y paternalista. Ya que busca la transformación liberadora e integral de las raíces y causas que generan la desigualdad social e injusticia global, en forma de pobreza y hambre, explotación laboral y paro, etc. Tal como impone y genera hoy el inhumano e injusto neoliberalismo/capitalismo, con sus crisis permanentes y sistemáticas. Frente a toda beneficenciaasistencialismo y paternalismo, la caridad real y auténtica experiencia que los pobres, excluidos y oprimidos son los sujetos y protagonistas de su desarrollo y promoción liberadora e integral. Son los artífices reales de sus luchas por la justicia y la paz. Los pobres y personas comprometidas con conciencia social y profética: no quieren las migajas o limosnas humillantes de los ricos. Sino que éstos dejen de expoliar y robarles sus bienes y recursos, actualmente, por medio del sistema capitalista. Es inmoral e hipócrita que los ricos de este mundo y de nuestro país, que explotan a los pobres y causan la desigualdad e injusticia en el mundo: quieran, a la misma vez, dar sus migajas y un cínico lavado de cara, para manipular y beneficio individual a todos los niveles. Para que la caridad y la solidaridad sea ética, dichos ricos tienen igualmente que dejar de oprimir y explotar a los pobres, de causar injusticia y desigualdad, y restituir todo lo robado. Es decir, dejar de tener riqueza o, lo que es lo mismo, dejar de ser rico, ya que las riquezas (el ser rico) no es ético y evangélico. La caridad real y profética debe además de oponerse a todos aquellos medios de comunicación que, típico del poder y la burguesía, intentan manipular la religión, la fe y la iglesia. Primeramente, identificándola con una ideología y partido político, e igualmente o incluso más grave, que esa identificación sea con una ideología inmoral y que, en este sentido, ha sido deslegitimada por la misma enseñanza social de la iglesia: como es el neoliberalismo/capitalismo. Lo peor que le puede pasar a la fe y a la iglesia, como ella misma enseña, es que se la manipule e identifique con el poder y la riqueza, en este caso, con la cultura burguesa e individualista del capitalismo. Y que esto impida su dialogo y encuentro con los preferidos y presencia (sacramentos) del Señor y su Espíritu: con los pobres, oprimidos y excluidos, con sus anhelos de fraternidad y justicia liberadora; y con todas esas personas y grupos que luchan por la justicia social-global y por la paz, por otro mundo posible, por una globalización más solidaria y ecológica, más justa y pacífica. Con una democracia real y un estado social de derecho-s. La inspiración profética y espiritual, la fe en la caridad debe afrontar todas estas llamadas del Espíritu del amor y la justicia liberadora con los pobres. Para dar, así, testimonio real y creíble del Evangelio de Jesús, como nos enseña todo lo anterior su iglesia. Es el camino de la fe y de la nueva evangelización en esta caridad profética y ética. (octubre 2012)