Vol 240. Súbditos a ciudadanos siglos xvii-xix tomo III

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De súbditos a ciudadanos
siglos xvii-xix
El proceso de formación de las comunidades criollas
del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo)
Archivo General de la Nación
Volumen CCXL
Jorge Ibarra Cuesta
De súbditos a ciudadanos
siglos xvii-xix
El proceso de formación de las comunidades criollas
del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo)
Tomo III
Santo Domingo
2015
Cuidado de edición: Leonora Ramírez S.
Diagramación: Yahaira Fernández Vásquez
Diseño de cubierta: Engely Fuma Santana
Motivo de cubierta: Montaje fotográfico a partir de imágenes del siglo xix
© Jorge Ibarra Cuesta
De esta edición
© Archivo General de la Nación (vol. CCXL)
Departamento de Investigación y Divulgación
Área de Publicaciones
Calle Modesto Díaz, No. 2, Zona Universitaria,
Santo Domingo, República Dominicana
Tel. 809-362-1111, Fax. 809-362-1110
www.agn.gov.do
ISBN: 978-9945-586-37-4
Impreso en República Dominicana / Printed in Dominican Republic
Contenido
Capítulo IX
las transgresiones del orden colonial
por los cabildos criollos. conflictos de clases
por el poder local en las antillas hispánicas. . . . . . . . . .
15
Diferendos en las Antillas españolas entre
los Cabildos de las ciudades puertos
y las autoridades coloniales, por una parte,
y los Cabildos de la Tierra Adentro, por otra . . . . . . . . . . . . 15
Puerto Rico
Solidaridad entre las comunidades boricuas
implicadas en los rescates. La percepción
de las autoridades sobre la identidad criolla. . . . . . . . .
Los viceversa de las relaciones de las autoridades
coloniales con el Cabildo y el vecindario
de San Juan. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El diferendo del Cabildo de San Germán con las
autoridades coloniales y el Cabildo de San Juan. . . . . .
4. El poder colonial frente a las pretensiones
sangermeñas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
5. La presencia de los tenientes a guerra
en San Germán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
•
1.
2.
3.
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6. La defensa del suelo patrio por los patriciados
locales y la población criolla puertorriqueña . . . . . . . . . 60
7. Manifestaciones de una temprana identidad
sangermeña. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
8. Demandas comunes de los patriciados
locales boricuas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
9. Las conspiraciones de la Tierra Adentro. . . . . . . . . . . . 68
10.La aparición de una clase media colonial: liberales,
conservadores e independentistas en el trienio
liberal de 1820-1823. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
11.Presencia campesina en los conflictos entre las
autoridades coloniales y el patriciado terrateniente. . . . . 83
12.Extensión de las tierras ocupadas por las estancias
y las haciendas comuneras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
13.La dicotomía ciudad-campo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
14.Plantación extranjera y campesinado boricua . . . . . . . 112
• La Española: La identidad forjada contra propios y
extraños
1. Persistencia de los conflictos de los Cabildos con las
autoridades coloniales en el siglo xvii . . . . . . . . . . . . . 120
2. Los diferendos de los criollos en la esfera eclesiástica. . . 128
3. La identidad forjada en torno a la defensa del suelo
patrio y de las comunidades criollas . . . . . . . . . . . . . . 132
4. La solidaridad de las clases criollas subalternas con el
patriciado rescatador. Todos a una, Fuenteovejuna . . . 139
5. Un paréntesis conceptual: alcaldes mayores,
comandantes y gobernadores en armas, tenientes
gobernadores, tenientes y capitanes a guerra
y tenientes de justicia mayores. . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
6. Las fluctuantes relaciones del patriciado terrateniente
con las comunidades campesinas de criollos
y canarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
7. La sublevación de los capitanes de Santiago
de los Caballeros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
De súbditos a ciudadanos...9
8. La factoría de tabaco dominicana y su incidencia
en la producción tabacalera del Cibao. Vegueros
y terratenientes propietarios de molinos. . . . . . . . . . . .
9. La revuelta santiaguera de las harinas:
¿tan solo una sublevación patricia?. . . . . . . . . . . . . .
10.El campesinado reconstituido dominicano: vividores,
conuqueros y monteros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
11.La emigración de los terratenientes y las clases
medias dominicanas ilustradas, en las décadas
de 1790 y 1800: ¿un drama histórico irrevocable?. . . .
12.La lucha de los criollos por la defensa de la
comunidad territorial, la restauración colonial
y la emergencia de la clase media (1810-1820) . . . . . .
13.Las Juntas españolas ante la emancipación
dominicana del dominio francés. . . . . . . . . . . . . . . . .
14.La independencia efímera y la clase media
dominicana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
• La formación de la identidad criolla en la región
centro oriental de Cuba
1. Los conflictos de las autoridades coloniales
con los Cabildos criollos desde la segunda mitad
del siglo xvi en Cuba. La desobediencia civil
como sistema. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
2. Las movilizaciones militares de las milicias
criollas en la defensa del suelo patrio. . . . . . . . . . . . .
3. Repercusiones en Cuba de la represión en gran
escala llevada a efecto por Osorio contra
el contrabando en La Española. La primera
sublevación de Bayamo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
4. Segunda sublevación de Bayamo . . . . . . . . . . . . . . . .
5. La creciente conflictividad de los Cabildos
de la Tierra Adentro en el siglo xvii. . . . . . . . . . . . . . .
6. Asaltos corsarios a Puerto Príncipe . . . . . . . . . . . . . .
7. Reactivación de las protestas en Bayamo
y Puerto Príncipe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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8. Incremento de los rescates en el Caribe. . . . . . . . . . . . . 265
9. Nuevas sediciones en Puerto Príncipe. . . . . . . . . . . . . 267
10.Los principeños dispuestos a todo por salvar
sus rescates. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 269
11.Tenientes de gobernador y gobernadores abatidos
en atentados en la Tierra Adentro . . . . . . . . . . . . . . . 272
12.La centralización político-militar borbónica
frente a la autonomía de los Cabildos
de Tierra Adentro (1700-1800). . . . . . . . . . . . . . . . . 276
13.Los patriciados se resienten de las ordenanzas
borbónicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278
14.Crisis de poder de las autoridades coloniales
en la Tierra Adentro y nuevas sublevaciones
en Puerto Príncipe. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 280
15.La progresiva militarización de la isla desde 1730 . . . 286
16.Disposiciones de los jueces de residencia
con respecto a los Cabildos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
17.Las hostilidades por el dominio de Bayamo. . . . . . . . . 292
18.Las demandas del ideólogo de la hacienda
patriarcal oriental, Nicolás Joseph de Ribera . . . . . . . . 299
19.Cuando los cabildos les daban las espaldas
a los intereses de sectores de la clase terrateniente
de su localidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306
20.La criminalización de los oficios de regidor
y alcalde ordinario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
21.En Holguín también se cuecen habas . . . . . . . . . . . . . 309
22.Litigios pendientes contra las autoridades
coloniales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312
23.Las pugnas de Santiago de Cuba con La Habana
por la hegemonía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319
24.Los reñidos desacuerdos entre la ciudad puerto
de Santiago de Cuba y Bayamo . . . . . . . . . . . . . . . . . 322
25.Un intento de neutralizar los conflictos
del Estado colonial con los Cabildos de Tierra Adentro. 324
De súbditos a ciudadanos...11
26.En Santiago de Cuba los capitulares reñían con las
autoridades, pero también se arreglaban con ellas.
Carencias y penurias de la ciudad puerto. . . . . . . . . .
27.El caso de Remedios: sus rasgos comunes
con la economía de subsistencia de Santiago de Cuba. .
28.El enemigo externo: sus agresiones a la isla
en el siglo xvii. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
29 La contraofensiva española contra el
extranjero: cooptación de sectores del
patriciado y las comunidades criollas mediante
la expedición de patentes de corso y los comisos . . . . . .
30.La aparición de un tercero en discordia
en el campo: los vegueros de la región
centro oriental de Cuba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
31.Las relaciones esclavistas impuestas
por las autoridades en las vegas y estancias
de tabaco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
32.El padrón de los vegueríos de Morell y de Santa Cruz. .
33.Las autoridades y el patriciado se disputan
la preferencia de vegueros y campesinos. . . . . . . . . . . .
34.El respaldo del patriciado oriental
a las desobediencias de los vegueros
a las disposiciones del estanco . . . . . . . . . . . . . . . . . .
35.La desigual tributación regional de los vegueros
al patriciado terrateniente oriental. . . . . . . . . . . . . . .
36.La crisis del cultivo del tabaco a principios
del siglo xix . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
37.El campesinado de subsistencia y los cultivos
menores: estancias, sitios de labor y conucos. . . . . . . .
38.La contribución de los vegueríos
de la Tierra Adentro y el campesinado
de subsistencia a la formación de una comunidad
de cultura criolla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
39.Los Cabildos en el período constitucional de 1812 . . . .
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40.El patriciado santiaguero entre franceses, catalanes y
autoridades coloniales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
41.Luchas por la hegemonía entre la clase media
emergente criolla y los sectores tradicionales
del patriciado bajo el régimen constitucional
de 1812. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
42.Emergencia del sector venido a menos
de la clase señorial y de una clase media liberal
en Bayamo y Puerto Príncipe en el decenio de 1820 . . .
43.Puerto Príncipe: del constitucionalismo liberal al
independentismo bolivariano. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
397
410
411
421
Índice Onomástico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 431
La aparición de una toma de conciencia histórica es
probablemente la más importante de las revoluciones que
hemos sufrido con el advenimiento de la época moderna
Gadamer
Capítulo IX
Las
transgresiones del orden colonial por los
criollos.
Conflictos
Cabildos
de clases por el poder local en las
Antillas hispánicas
Diferendos en las Antillas españolas entre los Cabildos de las
ciudades puertos y las autoridades coloniales, por una parte, y
los Cabildos de la Tierra Adentro, por otra.
Los conflictos de los Cabildos de la Tierra Adentro con las
autoridades coloniales y los Cabildos de las ciudades puertos
de las Antillas Mayores, provocados por la represión por los
contrabandos y la obligación de la pesa, constituyeron uno de
los centros sobre los que se formó el concepto de patria local.
Estos conflictos perfilaron la unidad geográfica, cultural y de
mentalidades de la Tierra Adentro de las islas, con la dirección hegemónica de los patriciados locales. La unidad de las
distintas regiones de la Tierra Adentro tomó forma en Puerto
Rico, Santo Domingo y Cuba bajo la advocación y supremacía
del patriciado de haciendas ganaderas de los siglos xvii y xviii.
La comunidad económica, geográfica y cultural de la Tierra
Adentro propició, además, la formación de un mercado interno complementario a través del contrabando que se efectuaba
15
16
Jorge Ibarra Cuesta
en las plantaciones azucareras de Haití, Jamaica, y las Antillas
Menores.
En el período 1650-1700 Puerto Rico no sufrió ningún ataque
enemigo de importancia, a pesar de que los corsarios y piratas
saquearon en la región caribeña 18 ciudades, 4 pueblos y más
de 35 aldeas.1 La pobreza de la isla pudo ser determinante en
la ausencia de agresiones navales y militares de consideración.2
López Canto atribuye la poca atención de los enemigos de
España por la menor de las Antillas españolas y la más cercana
a las Antillas Menores británicas, francesas y holandesas, a la
inexpugnabilidad del Castillo del Morro. En contraste, durante esos años fueron atacadas otras ciudades caribeñas con fortalezas más imponentes que el Morro de San Juan, como son
Santiago de Cuba y Cartagena de Indias.
La renuncia de las potencias rivales de España a ocupar militarmente a Puerto Rico habría radicado en el hecho de que la isla
participaba de un vigoroso comercio clandestino, a través de las
plantaciones azucareras que prosperaban en las posesiones nordoeuropeas de las Antillas Menores. Esas potencias se asociaron
económicamente con la isla, sin necesidad de apoderarse de esta.
Procedía principalmente de Puerto Rico el ganado que hacía funcionar a la creciente industria azucarera inglesa y francesa; así como los cueros, el tabaco, y el café que se abrieron
paso en el mercado europeo a través de las Antillas Menores.
A cambio, la isla recibía valiosos cargamentos de esclavos y de
toda clase de mercancías y géneros de vestuario. De hecho, no
se efectuó ninguna gran invasión hasta el asalto a San Juan en
1797, en el que los criollos le hicieron pagar caro a la Armada
y al Ejército británico de 6,000 soldados el atrevido deseo de
apoderarse de la isla.3
Ángel López Canto: Historia de Puerto Rico (1650-1700), pról. Francisco
Morales Padrón, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1975,
p. 286.
2
Ibidem, p. 321.
3
Francisco Scarano: Puerto Rico. Cinco siglos de historia, Edit. McGrawHill, 2da. ed., México, 2001, p. 316.
1
De súbditos a ciudadanos...17
Los diferendos sobre la obligación de la pesa dieron paso a
que el patriciado de la Tierra Adentro se separase de los Cabildos criollos, de las ciudades puertos y las capitales de las Antillas.
Los Cabildos capitalinos, con el apoyo de los gobernadores, les
imponían a los terratenientes ganaderos y a los Cabildos del interior de las islas la obligación de contribuir anualmente con
una cuota fija de reses para el consumo de sus vecindarios.
Cada año los Cabildos de La Habana, Santiago de Cuba, San
Juan y Santo Domingo tomaban en consideración la cantidad de
vecinos existentes en esas ciudades y preparaban un estimado de
las reses y cerdos que se debían sacrificar para asegurar, por un
año, el abastecimiento de la población. Realizados los estimados
pertinentes, se prorrateaba el total de ganado necesario entre las
localidades sujetas a la jurisdicción de las capitales mencionadas,
tomando en cuenta el número de hatos, estancias, su extensión y
cantidad de ganado existente en cada una, para asignarle a cada
señor de hacienda una cuota que debía satisfacer anualmente
de manera rotativa en los mercados capitalinos. Las protestas de
los señores de haciendas, por la cuota de reses con que debían
contribuir a la pesa, motivaban con frecuencia su ruptura con los
capitulares que integraban los Cabildos capitalinos.
Puerto Rico
1.Solidaridad entre las comunidades boricuas implicadas
en los rescates. La percepción de las autoridades sobre la
identidad criolla
La actitud diferenciada de las autoridades con relación a
los criollos se manifestaba de las más diversas maneras. En el
transcurso del siglo xvii, algunos gobernadores recapitularon
sus impresiones sobre los naturales de Puerto Rico.
El gobernador José Noboa y Moscoso (1655-1690), en una
carta dirigida a Su Majestad, el 6 de enero de 1656, informaba
sobre las prevenciones con que valoraba la presencia de soldados criollos en las guarniciones de la isla.
18
Jorge Ibarra Cuesta
Tan pronto él supo que la Corona estaba en disposición de
situar 100 soldados peninsulares en las fortalezas, removió a
“algunos naturales desta que sobravan del número”. Los oficiales españoles recién llegados ocuparon las plazas de los oficiales criollos con mando. No los sustituyeron a todos, porque
no eran suficientes, como observó Noboa “sino los hubiera
suplido”.4 El funcionario justificaba también que se recurriera
al expediente de reclutar forzosamente a los criollos, porque
casi siempre no había soldados ni oficiales peninsulares que
ocupasen todas las plazas.
Otro despojo del que fueron víctimas los criollos quedó evidenciado cuando, el oidor de la Audiencia de Santo Domingo,
Andrés Caballero, en el juicio de residencia a Fernando de la
Riva, quien era antecesor de Noboa en la gobernación de la
isla, lo condenó por haberle “pagado los suelos a los naturales
que servían en esta plaza”. Caballero declaró al final de la sentencia que de ahora en adelante, “no se les debía pagar lo que
se les estaba debiendo a los naturales”.5
La situación creada por las medidas que, en el juicio de residencia, dispuso el oidor Caballero contra el gobernador De
la Riva, fue informada a Su Majestad por el gobernador Noboa
Moscoso.
Según el nuevo mandatario de la isla, el malestar e inconformidad creado en San Juan se debía, aparentemente, a que
estaba prohibido pagar salario a los criollos: “He hallado en
esta plaza tan estragado el respeto en los oficiales de la guerra, y tan perdido el respeto a su General y Señor, mayormente desde que fue fomentado por el juez que tomó la residencia
a mi antecesor.” De ahí que su actitud hacia los criollos, como
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico, José Noboa y Moscoso a
SM, del 6 de Noviembre de 1656”, Archivo General de Indias (AGI),
Audiencia de Santo Domingo (ASD), leg. 157, R1, no. 1, imágenes 1-5.
5
Ibidem.
4
De súbditos a ciudadanos...19
nuevo “General y Señor”, estuviera encaminada “a que no se
falte al natural quando lo permita la ocasión”.6
En una comunicación en la que el gobernador Antonio de
Robles Silva (1698-1699) dirigió al rey el 6 de junio de 1699,
le explicaba sobre el grado de solidaridad y protección mutua
que existía entre los criollos que participaban en los rescates
en la Tierra Adentro, “porque es un género de gente ésta que
se callan de suerte e culpa de comercio (si lo ejecutan), que
aunque los maten confesaran el menor indicio y tal igualdad y
correspondencia hay en ellos, que no hay ejemplar que unos
denuncien a otros”.
El encubrimiento era un precepto sagrado y no es que realizaran los rescates en secreto, pues “los llevaban a efecto a plena
luz del día”.7 Se puede presentar como ejemplo el caso de un
cura que denunció a los rescatadores del pueblo de San Germán y que, por traicionar a los vecinos con sus delaciones, fue
conducido a un monte por el teniente a guerra de la localidad y
40 soldados para ser fusilado. Ese es el trato que se les da a “los
deslenguados” le dijo el militar testaferro de los terratenientes.8
Las medidas de los gobernadores de Puerto Rico tenían, por
lo general, un carácter severo cuando se descubrían actividades de rescate en las que estaban implicados regidores, sacerdotes y funcionarios coloniales.
En comunicación enviada por el gobernador Gaspar de
Arredondo (1690-1695) a Su Majestad, el 29 de julio de 1695,
se planteaba el descubrimiento de un importante contrabando
destinado al presbítero Pedro de Centeno, promovido por el
vecino Melchor de Rivera, con la colaboración del alférez Juan
de Castro y de Joseph Figueroa. Como el gobernador no tenía
jurisdicción sobre el padre Centeno, lo remitió al obispo,
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico, José Noboa y Moscoso a
SM, del 6 de Noviembre de 1656”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 157, R1, no. 2, imágenes 1-7.
7
López Canto: Op. cit., p. 273.
8
López Canto: Op. cit., p. 274.
6
20
Jorge Ibarra Cuesta
“para que tomara resoluciones combenientes”, advirtiéndole
que el sacerdote beneficiado por el rescate no podría “hazer
diligencia ninguna en todo el tiempo de mi gobierno”, pues
“no ygnoraba se mezclaba en este género de excessos”.
De las investigaciones practicadas por el gobernador “resultó
el condenar a Melchor de Rivera a muerte y pedimento de bienes aplicados al Real Fisco”.9
Al alférez Castro y al soldado Figueroa se les sancionó con
servicios en fortalezas alejadas de la capital, durante un año y
seis meses, respectivamente, así como la pérdida de sus bienes.
Una de las razones por las que los patriciados pudieron enfrentar las disposiciones adversas de la Corona, y de las autoridades coloniales, fue la participación activa del clero en los
contrabandos. López Canto, el historiador que más acuciosamente ha investigado el tema, después de consultar cientos de
documentos sobre rescates en el Archivo de Indias llegaba a
la conclusión que “fueron muy pocos los miembros del clero
que no participaron de él”. La única distinción que podía establecerse entre ellos era que “Mientras la inmensa mayoría de
los eclesiásticos lo hacían por pura necesidad, había una minoría que comerciaba por lucro, simplemente por aumentar
aún más las riquezas y poder que tenían”.10 La historiografía
colonial de los siglos xvii y xviii invoca, con frecuencia, a las
autoridades coloniales que les atribuían a los clérigos de Cuba
y Santo Domingo ser los principales rescatadores de la isla.11
El gobernador Sancho Ochoa Castro (1602-1608) refería
que la gente de Puerto Rico era “sediciosa y capitulante” y que
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico, Gaspar de Arredondo a SM,
de 29 de Julio de 1695”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 163,
R1, no. 3, imágenes 1-3.
10
López Canto: Op. cit., p. 271.
11
Isabelo Macías Domínguez: Cuba en la primera mitad del siglo xvii, Escuela
de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1978, p. 328 y Leví Marrero:
Cuba: economía y sociedad. El siglo xvii, Edit. Playor, Madrid, 1975, t. IV,
pp. 119 y 124.
9
De súbditos a ciudadanos...21
estaba dominada por dos grandes familias que controlaban el
Cabildo y toda la sociedad: los Ponces y los Pantojas. Las familias patricias se sucedían en el poder y eran las que ponían
el freno a la autoridad real. En 1626, el gobernador Juan de
Haro (1625-1630) dictaminaba que los criollos eran “indómitos y egoístas”. El obispo Bernardo de Balbuena (1623-1627)
describía a la sociedad boricua de la siguiente manera: “Los
ciudadanos del estado de los caballeros, que en esta ciudad
hay muchos de calidad conocida, aunque pobres por no ser la
tierra de más sustancias, se tratan sino con superflua pompa
con buen lustre y autoridad de sus personas. Acuden bien a sus
obligaciones y en las del culto divino se extreman notablemente y no dudan de empeñarse por este fin más que por ninguna
causa profana”.
Preferían vivir en la pobreza que desempeñarse en un oficio.
La población blanca se completaba con los pequeños comerciantes y soldados del presidio. Los hijosdalgos y las familias
principales daban el tono de aquella sociedad.
2. Los viceversa de las relaciones de las autoridades coloniales
con el Cabildo y el vecindario de San Juan Las advertencias que hacía el gobernador Iñigo de la Mota
Sarmiento (1635-1641) sobre el vecindario de San Juan parecen ser congruentes con la solicitud que formuló ante Su Majestad, para que no se le autorizara al regidor de mayor edad
en el Cabildo que lo sustituyese en caso de muerte, enfermedad o ausencia, como se había dispuesto. De hecho, en carta
al monarca fechada el 30 de abril de 1636, el gobernador De
la Mota suplicaba que se le concediese licencia para nombrar
a la persona que lo reemplazaría en caso de estar imposibilitado de ejercer funciones de gobierno. Su petición la fundamentaba en el hecho que a su antecesor, Enrique Enríquez de
Sotomayor (1631-1635), se le facultó mediante Real Cédula
del 29 de junio de 1634 que nombrase en el gobierno, en caso
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Jorge Ibarra Cuesta
de muerte o ausencia suya, a un sargento mayor o al soldado
de la guarnición española de la ciudad que le pareciera más
conveniente.12 La petición de Iñigo de la Mota fue satisfecha
por la Corona, evidenciando su preferencia por un militar español, antes que por un regidor criollo, para desempeñar el
gobierno interino de la pequeña isla.
La detención, proceso y fusilamiento del sargento mayor del
Castillo de San Martín, de San Juan, Francisco López Quiroga,
se relacionan con la administración que dio a los situados de
Nueva España y con las protestas que suscitó en el vecindario
criollo. Las autoridades españolas anunciaron que la ejecución del sargento mayor era una advertencia “en orden a la
quietud de aquella plaza”.
Así, el gobernador Iñigo de la Mota le comunicaba a Su Majestad, en carta enviada el 27 de marzo de 1637, que después
de su ajusticiamiento los vecinos no protestaron más: “la sentencia de muerte que se promulgó contra el Sargento maior...
no aber abido vecino...se atreva a hacerlo con los malos sucesos de los situados pasados”.
El fusilamiento, tal como informaba el gobernador, se había
efectuado con “la ynfanteria y gente de guerra a sus ojos y en
prescencia de los mal vecinos desta ysla”.13 En otro documento
que De la Mota Sarmiento dirigió a Su Majestad, el 28 de agosto
de 1638, se consignaba que la tranquilidad en la ciudad se había
logrado con el fusilamiento de López Quiroga: “Las novedades
del presidio de San Martín aquietadas con la continua asistencia, fomentando la administración de la justicia y execución
en esta plaza del Sargento maior Francisco López Quiroga”.14
12
13
14
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico, Iñigo de la Mota Sarmiento
a SM, del 30 de Abril de 1636”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 156, R5, no. 64, imagen 2.
“Exposición del gobernador de Puerto Rico, Iñigo de la Mota Sarmiento
a SM, del 27 de Marzo de 1637”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 156, R6, no. 71, imágenes 1-8.
“Exposición del gobernador de Puerto Rico, Iñigo de la Mota Sarmiento
a SM, del 28 de Agosto de 1638”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 156, R6, no. 74, imagen 6.
De súbditos a ciudadanos...23
Es conveniente destacar que, cuando se atrasaba el situado, los
vecinos de San Juan les hacían préstamos a las autoridades, para
solventar los gastos de la administración colonial de la isla.
Mientras las autoridades se demoraban en la amortización de
las deudas que contraían con los principales vecinos, las facilidades provistas por estos garantizaban el pago a la guarnición de las
fortalezas, las operaciones de desembarco de navíos en puerto y
otros gastos indispensables para la estabilidad de la comunidad.
De la misma manera que la seguridad de la isla dependía de la
disposición de los criollos de defenderla con las armas, sus actividades económicas fundamentales estaban en manos de los vecinos acaudalados, lo que acendraba su sentido de pertenencia.15
Un documento del 26 de febrero remitido a Su Majestad
por el gobernador de la isla, Fernando de la Riva Agüero
(1643-1649), y por el Cabildo de San Juan, quejándose de los
atrasos en la remisión del situado de Nueva España, dan una
idea de que por esos años las autoridades debían identificarse
con las demandas más elementales de la población criolla para
poder gobernar con su consentimiento. “Habiendo V. Magd.
entendido de los gobernadores, mis antecessores, y de los clamores generales del Cabildo de la ciudad y vecinos dellos, el
miserable estado en que se halla el presidio y por su respecto
toda la isla, acusa no haberse pagado en ocho años continuos
sus situados y fue V. Magd. servido de mandar se pagasen en
las Cajas Reales y por su falta diese esta cantidad el General de
la Armada...”16 La queja del gobernador resultó inútil, pues el
Algunos documentos que pueden ilustrar la dependencia de los gobernadores y de la administración colonial del soporte económico de los vecinos
son los siguientes: “Exposición del Gobernador de Puerto Rico, Iñigo de
la Mota Sarmiento a SM el 21 Febrero de 163”, (AGI), Audiencia de Santo
Domingo, leg. 157, R5, no. 61, imágenes 1-5, y “Exposición del Gobernador Juan Robles de Lorenzana a SM, el 18 de Octubre de 1678”, (AGI),
Audiencia de Santo Domingo, leg. 158, R2, no. 4, imagen 4.
16
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico, Fernando de la Riva Agüero
a SM, de 26 de Febrero de 1645”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 156, R7, no. 90, imágenes 1- 3.
15
24
Jorge Ibarra Cuesta
general de la Armada, ni la Real Hacienda, pagaron las cantidades que se destinaban por concepto del situado para la
administración colonial de la isla.
Es célebre la frase de fray Damián López de Haro (1644-1648)
“…la gente es muy caballerosa y los que no vienen de la casa de
Austria descienden del delfín de Francia o de Carlomagno”.17
El testimonio versaba sobre las principales familias patricias de
San Juan. En otra carta del prelado, fechada en 1644, se relataba: “La ciudad está muy pobre (…) Y, todo lo peor que tiene la
ciudad es que no hay una tienda donde poder enviar por nada,
si no es que unos a otros truecan o prestan a otros lo que tienen
(…) Ha siete años que falta el situado de SM y uno que traían
ahora dos años de 60,000 pesos lo cogió el enemigo. y aquí estamos tan sitiados de enemigos, que no se atreven a salir a pescar
en un barco porque los coge el holandés”.18
Aunque el patriciado de San Juan siempre contaba con el
apoyo de los gobernadores y otras autoridades, en el contexto
de los conflictos que tenían con los hateros de San Germán
por el tema de la pesa, los patricios capitalinos demandarían
de manera invariable la satisfacción de sus prerrogativas y el
resarcimiento de los agravios que sufrían por parte del poder
colonial.
Ante el fallecimiento del gobernador Agustín de Silva y
Figueroa (1640), el capitán Juan de Bolaños, con el apoyo
del Cabildo de San Juan en pleno, decidió quedarse en el
mando de la isla hasta que el rey designase a un nuevo mandatario. De su lado, los regidores de la capital le comunicaron a Su Majestad, en carta del 16 de diciembre de 1641, la
aprobación general que había tenido el ascenso de Bolaños
Enriqueta Vila Vilar: Historia de Puerto Rico (1600-1650), pról. de Francisco
Morales Padrón, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1974,
pp. 34-35.
18
Blanca G. Silvestrini y María Dolores Luque: Historia de Puerto Rico.
Trayectoria de un pueblo, Edit. Cultural Panamericana, San Juan Puerto
Rico, p. 151.
17
De súbditos a ciudadanos...25
a la Gobernación. Pero como la Real Audiencia de Santo
Domingo consideró que, tanto el Cabildo de San Juan como
Bolaños, se atribuyeron indebidamente la facultad de reemplazar al gobernador fallecido, designó al oidor Juan Melgarejo y Ponce de León en la gobernación de la isla. Cuando
él llegó a Arecibo, de camino hacia San Juan varios soldados
armados lo detuvieron y le informaron que, por órdenes de
Bolaños, sería arrestado y devuelto a Santo Domingo. Melgarejo le escribió al Cabildo de San Juan sobre los delitos en
que incurría al desobedecer a la Real Audiencia, entidad a la
que le correspondía el derecho de designar al sustituto del
gobernador.
La respuesta que recibió fue la llegada de otro grupo de
soldados, al mando del sargento Cristóbal Torres, con orden
de detenerlo; Melgarejo evadió la disposición refugiándose en
la iglesia.
El sargento Torres, cumpliendo órdenes superiores, violentó el
asilo del santuario, prerrogativa tradicional de la Iglesia, y obligó
a Melgarejo a marcharse de la isla.19
La agitación suscitada por el Cabildo sanjuanero, con la
designación del mandatario interino, y las decisiones posteriores
de Bolaños, fueron sancionadas por la Corona, que condenó al
gobernador provisional a dos años de destierro y a dos de suspensión del oficio que desempeñaba como capitán de presidio.
El enjuiciamiento y apresamiento, en 1658, del licenciado
criollo Luis Coronado, por “la mala cuenta que dio de un
situado de Nueva España”, provocó un hecho singular en San
Juan. Según se establece en la correspondencia del nuevo gobernador José Noboa Moscoso (1655-1660) con Su Majestad,
los “hijos mozos” de Coronado planearon un atentado contra la vida del gobernador Aguilera. El proyecto fue puesto
Enriqueta Vila Vilar: Historia de Puerto Rico (1600-1650), pról. de Francisco Morales Padrón, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla,
1974, pp. 51-54.
19
26
Jorge Ibarra Cuesta
“en ejecución por quatro o cinco veces del que fue Dios servido librarle y en haviendolos preso y aberiguandoles el delito
y ellos confesándolo y teniéndolos en los palos amarrados y
vendados los ojos para arcabucearlos se les perdonó...”
Con ese acto, se castigó no solo a los jóvenes, sino a su padre,
que había sido, según Noboa, “cabeza del bando de los enemigos del Gobernador Aguilera, mi antecesor”,20 razón por la que
hubo una motivación de bandería o facción adversa al gobernador
Diego Aguilera (1649-1655). Los hechos descritos fueron tachados
de “sedición” y “traición” por las autoridades. La “inquietud sediciosa” de Coronado era tal, que según el relato de Noboa, había
participado “En ciertos conventículos y conciliábulos todos los
días en su casa con el Sargento maior y capitanes deste presidio,
temiendo la asonada de la ynfanteria que fue lo que procuró para
sus fines, con que me hubiera alborotado la República, de tal manera que me obligó a prenderle”. A juicio de Noboa, toda esta
actividad conspirativa determinó en el pasado que el gobernador
Aguilera llegase a tener “esta plaza para perderla”.21
Las contrariedades del gobernador Noboa Moscoso
(1655-1660) no se limitaron a las que tuvo con Coronado
y sus hijos, pues en 1660 debió reprimir la oposición del
capitán Francisco Vicente, del sargento mayor Alonso Cejas,
del alguacil mayor de la Santa Inquisición, Pedro Sea, y de
algunos presbíteros criollos que se reunían con los militares
y les hacían coro.22 Para mayor desasosiego del gobernador,
una parte del vecindario de San Juan estaba constituido por
portugueses, de quienes desconfiaba por sus sentimientos
separatistas del Reino de Castilla. Para la defensa de la Plaza
“Exposiciones del Gobernador de Puerto Rico José Noboa y Moscoso a
SM de 15 de Noviembre de 1658 y de 25 de Octubre de 1659 ”, (AGN),
Audiencia de Santo Domingo, leg. 157, R1, no. 10, imágenes 1-3.
21
Ibidem.
22
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico, José Noboa y Moscoso a
SM del 20 de Agosto de 1660”, (AGN), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 157, R1, no. 14, imágenes 1-8.
20
De súbditos a ciudadanos...27
pensaba que había pocos vecinos, “pues los más hacen en
ellos tal impresión algunas voces, esparcidas por los dichos
sujetos y sus aliados, que no hay orden que se execute, ni
bando que se respete.” Esa situación le hacía temer lo peor,
por lo que se decidió repartir “negros peones entre los vecinos para...que ayuden a algunas personas particulares con
toda finessa y afecto al servicio de V.M...”23 Entre las personas afectas al gobernador se cita el capitán de infantería
Francisco Menéndez Valdés, alcalde de la ciudad.24
Durante su mandato, Noboa presumió de ser un fiel e incorruptible servidor de la Corona. En cartas a Su Majestad alardeaba de no transigir en la aplicación de la obligación de la
pesa a los hacendados. La actitud era creíble por el carácter
tajante de sus enfrentamientos con los criollos. Sobre los gobernadores y funcionarios reales, que aceptaban sobornos de
los señores del ganado, decía: “Hay, quien tiene allí una vaca
gorda, una ternera y la carne fresca poniéndola cerca y era despreciarme a mí mismo deste regalo por combeniencia mía”.
De ahí que hiciera voto de actuar de espaldas a estos
ofrecimientos y cohechos, “mirando solo el servicio de VM,
ahorro de la Real Hacienda y conveniencia de la plaza y útil
de los vecinos”.25
El nuevo gobernador de la isla, Juan Pérez Guzmán (1660-1664),
daría razones de la miseria y del malestar imperantes en la comunidad criolla, y de la total incomunicación del territorio con
la metrópolis desde hacía mucho tiempo, ”ha onze años que
no entra en este puerto navío de registro por cuya causa y por
no tener los vezinos salida de sus frutos experimentan notables
miserias y en mi tiempo se le recrecieron porque (a) menos que
los navíos entrasen en puerto no traygan registro o licencia de
la Casa de Contratación no los he de admitir, y antes procederé
Ibidem.
Ibídem.
25
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico José Noboa y Moscoso a SM”,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 157, R2, no. 95, imagen 9.
23
24
28
Jorge Ibarra Cuesta
con ellos con todo rigor como V. Magd. me manda, con que
el remedio desta ciudad será permisso que Vtra. Magd. mande
que se despache cada año un navío...”26
Pero había otras circunstancias que incidían en el deplorable
estado de la isla. De hecho, Pérez Guzmán decía que la capital
“estaba sumamente afligida por hacer más de un mes que no se
pessaba carne en las carnicerías ocasionado por haver muchos
tiempos que no se abrían los caminos por omission de las justicias
para remedios de lo qual ordene luego al Alcalde hordinario más
antiguo della y al Procurador General que los fuessen a hazer y
aderezar conforme era de obligación como lo hicieron...”27
Se trataba de una representación del gobernador ante Su
Majestad para parecer justiciero y preocupado con el real
servicio frente a la inconsciencia de los criollos. A estos se les
podían imputar sus rescates, su resistencia a pagar los tributos,
prodigalidad y espíritu sedicioso, pero no de despreocuparse
de sus propios asuntos. Por ejemplo, si reparaban los caminos
destruidos por los ciclones se debía a que, no contaban con
suficientes fondos en el Cabildo para acometer esa empresa,
como sucedía con frecuencia.
El gobernador le añadió sal a la herida, cuando le ordenó
al escribano de la ciudad transmitir un auto en el que le comunicaba al alcalde ordinario, Francisco Menéndez Valdés, y
al procurador general, Juan Guilarte Salazar, “el poco cuidado que an tenido los justicias desta ciudad y el Procurador en
hacer abrir dos caminos como consecuencia de lo cual han
padecido y padece esta República y Pressidio grande excesso
y necesidad”.28
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Juan Pérez de Guzmán a SM
de 20 de junio de 1662”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 157,
R2, no. 26, imágenes 1-2.
27
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Juan Pérez de Guzmán
a SM de 20 de junio de 1662”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 157, R2, no. 23, imágenes 1- 6, 9-10, 17-19.
28
Ibidem.
26
De súbditos a ciudadanos...29
Un conjunto de disposiciones tomadas por Pérez Guzmán,
encaminadas a reforzar el cumplimiento de la obligación de la
pesa por parte de los señores del ganado de San Germán y San
Juan, recrudecerían aún más los enfrentamientos de ambas
villas con el poder colonial. Las recientes providencias prohibían a la jurisdicción de San Germán y del valle de Coamo,
“sacar de ordinario partidas de ganado bacuno sobresalientes
bendiéndose a diferentes personas...”29
Parece haber respondido a una nueva proyección del poder
colonial la política de atracción hacia los patricios que inauguró
el gobernador Jerónimo de Velasco (1664-1670), luego de las
intemperancias de los gobernadores Noboa y Pérez Guzmán.
La actitud de De Velasco pudo deberse a que el Consejo de
Indias lo instruyera motu proprio.
Un primer paso en ese sentido fue la decisión de De Velasco
de que, dada la enfermedad que lo aquejaba, lo sustituyese el
alcalde ordinario de más edad, recibiendo en la catedral, de
manos del obispo, la llave del sagrario.
Si bien el obispo le aconsejó al gobernador que designase a
la persona que lo sustituiría en la referida ceremonia, se negó
a entregarle la llave al alcalde criollo, lo que motivó el descontento de De Velasco.
Es por eso que, en carta enviada a Su Majestad el 20 de abril
de 1666, en la que externaba sus quejas sobre el prelado, destacaba que este “no ha querido dar ninguna satisfacción quando
deviera hacerlo aun en casos de menos consideración.” Lo sucedido era de trascendencia, pues tendría un impacto perjudicial “en los vecinos de más peso...”30 En la correspondencia de
De Velasco se puede apreciar el interés que puso en limar los
aspectos más escabrosos de las relaciones del poder colonial
con el patriciado y el vecindario.
Ibidem.
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Jerónimo de Velasco a
SM de 20 de Mayo de 1666”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 157, R3, no. 62, imágenes 1- 8.
29
30
30
Jorge Ibarra Cuesta
En otra misiva enviada el 9 de agosto de 1667 le informaba
que esperaba vencer cualquier agresión a la isla de las potencias europeas enemigas de España, confiado en “la disciplina
de la infantería” del Morro de San Juan y en la política que
había llevado “de paz y unión con los vecinos”.31
Su valoración sobre el espíritu patriótico que animaba a
los criollos en la defensa de la isla, contrastaba con la visión
de Noboa sobre el desgano y falta de amor a la tierra de sus
naturales. Para De Velasco, la construcción del Morro y de la
defensa de San Juan “hubiera sido considerable de no aber
ayudado los vezinos en lo que an podido y la gente de campo y
la ynfanteria, obrando todos con mucho celo y puntualidad”.32
Las lanzas que se destinaron a la defensa de la ciudad fueron
construidas en la casas de los vecinos.
Hasta qué punto De Velasco se engañaba suponiendo que
sus gestos apaciguadores harían desaparecer los conflictos lo
muestra la siguiente manifestación que le hizo a Su Majestad,
en carta de 3 de agosto de 1664: “Y en lo tocante a la paz pública es tanta que parece que jamás ha estado dividida en dos
bandos esta República, como lo estaba, sin haberme costado
más diligencia que administrar justicia con toda entereza sin
dar lugar a que ninguno de los dos me gobierne”.33 Pero el solo
hecho de que De Velasco se refiriese al propósito del bando de
las autoridades y de los criollos de imponerse a su gobierno,
suponía que las contradicciones se mantenían latentes.
Si bien su política de conciliación contribuyó a que se sosegaran los ánimos en la isla, el solo hecho que aplicara las
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Jerónimo de Velasco a SM
de 9 de Agosto de 166”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 157,
R3, no. 75, imágenes 1-2.
32
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Jerónimo de Velasco a
SM de de 7 de Julio de 1669”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 157, R3, no. 88, imágenes 1- 2.
33
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Jerónimo de Velasco a
SM de de 3 de Agosto de 1664”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 157, R2, no. 4, imágenes 1- 3.
31
De súbditos a ciudadanos...31
providencias de la política colonial lo indisponía con los
vecindarios criollos. Por otra parte, los rescoldos por las arbitrariedades cometidas en el pasado por los gobernadores que
le precedieron, no podían extinguirse de un día para otro.
El nuevo talante con que el gobernador se acercó a los patricios no era suficiente, en el contexto colonial, para cambiar la
actitud criolla con respecto a las autoridades peninsulares. La
conciencia de que los intereses propios de los criollos eran
diferentes a los de la metrópolis, y con frecuencia antagónicos,
quedaba de manifiesto en cada ocasión propicia.
A propósito de los numerosos cargos formulados contra
De Velasco por los vecindarios boricuas, el nuevo gobernador
Gaspar de Arteaga (1670-1674) escribió a Su Majestad, el 28 de
febrero de 1671: “Hallome obligado a representar a V. Magd.
que los Gobernadores en estas provincias al paso que obran
con más celo, cobran más poderosos enemigos porque an de
disimular con los que lo son, o ser odiados dellos, y en lo que
es reconocido extrajudicialmente lo a experimentado así mi
antecesor a quien no le an faltado malquerientes por aver procurado el que V.Magd. sea más bien servido”.34
3. El diferendo del Cabildo de San Germán con las autoridades
coloniales y el Cabildo de San Juan
La primera demanda del Cabildo de San Germán ante la Audiencia de Santo Domingo se registró en 1573, cuando solicitó
que se trasladase el pueblo de la Bahía de Guadanilla hacia las
Lomas de Santa Marta. El gobernador desconoció la petición, lo
cual causó gran malestar y protestas de los vecinos. La Real Audiencia de Santo Domingo falló favorablemente a la instancia
de los regidores sangermeños. Pero evidentemente disgustado
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Gaspar de Arteaga a SM de 28
de Febrero de 1671”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 157, R4,
no. 98, imagen 1.
34
32
Jorge Ibarra Cuesta
por la decisión adversa, el gobernador dispuso de nuevo que
los vecinos se trasladasen a la costa.
Los conflictos entre los gobernadores y el Cabildo de San
Germán se repetirían en 1589, cuando el mandatario impuso
unas ordenanzas que afectaban económica y políticamente los
derechos de la villa. Las normativas regulaban el comercio con
embarcaciones extranjeras, la extracción de ganado de la jurisdicción y la obligación de los vecinos de San Germán de prestar servicio militar en San Juan, lo que rechazaría el patriciado
de la ciudad en distintas ocasiones a lo largo del siglo xvii.
Ante la imposición de unas ordenanzas locales que le
correspondía promulgar al Cabildo, los regidores apelaron
ante la Audiencia de Santo Domingo, cuyos oidores favorecieron a la ciudad de San Germán. Si bien entonces no
todos los regidores eran criollos, estos tendían a predominar en el Cabildo, por lo que desde entonces comenzaban
a registrarse contradicciones entre los naturales del país y
las autoridades.
Las historiadoras Luque y Silvestrini escribieron respecto
a esas diferencias: “Es así como gradualmente va comenzando a surgir una diferenciación entre los intereses de los residentes de Puerto Rico y los de los funcionarios que venían
de España. Estas diferencias surgieron principalmente en el
plano económico”.35 Como veremos, los conflictos políticos y
de orden jerárquico alcanzarían tanta importancia en la época
como los de índole económico.
La notoriedad de San Germán y Ponce como centros del
comercio de rescate se remontaba a mediados del siglo xvi.
A diferencia de La Española, donde la sede de la Capitanía
General y del comercio oficial con la península estaba en la
ciudad puerto de Santo Domingo, al sur de la isla, en Puerto
Rico el eje del comercio con la metrópolis se encontraba en el
norte, en la ciudad puerto de San Juan, donde radicaban las
Silvestrini y Luque: Op. cit., pp. 124-125.
35
De súbditos a ciudadanos...33
autoridades coloniales. El comercio ilícito con el extranjero se
efectuaba en los polos geográficos opuestos a las capitales: en
Santo Domingo en la región norte y occidental de la isla, y en
Puerto Rico en las regiones este y sur. El interés preferente de
la Corona, de comerciar desde Sevilla con las ciudades puertos
de San Juan, Santo Domingo y La Habana, relegaba a otros
puertos y bahías de las islas a una relación comercial mínima
con la metrópolis. Circunstancias geográficas propiciaban que
muchos lugares en las costas de Puerto Rico resultaran ideales
para traficar clandestinamente con las embarcaciones extranjeras, tomando en cuenta las dificultades que, para comerciar
con España, se presentaban en las regiones insulares apartadas. En esas regiones distantes estaban los rebaños de ganado más numerosos. La costa sur y occidental de Puerto Rico
disponía de magníficas bahías para que recalasen los navíos
contrabandistas.
Informadas las autoridades de que por La Aguada había un
comercio clandestino, ordenaron que la población rural se
agrupase en San Germán y en el valle de Coamo. Con el tiempo,
esas regiones alejadas de la capital fueron más propicias para
el comercio de rescate.
Como relataron los redactores de la Memoria del gobernador Juan López de Melgarejo, mandada a hacer en 1582, en
la región del valle de Coamo había “... en sus dehesas muchos
hatos de ganados que encomiendan a criar, porque los pastos y
dehesas son los mejores que se hallan en esta Isla, a causa de que
por aquella costa del Sur no se multiplica tanto el maldito guayabo…” La Memoria describía un recorrido que comenzaba en
San Juan por la costa norte y continuaba hacia el este. A medida
que avanzaban, desde el río Cibuco hasta Arecibo, encontraban
minas de oro abandonadas donde se criaba ganado en hatos.
Desde Arecibo hasta el río Jacaguas solo estaba San Germán,
asaltada varias veces por los franceses que venían a robar las reses de los hateros. En el siglo xvii la villa tendría 30 casas, casi
todas de paja; en 1650 tenía una campana y una capilla, pero
34
Jorge Ibarra Cuesta
todavía no se había construido una iglesia. Lo más notable era
la existencia de un convento de la orden dominica.36
Si bien gran parte del ganado mostrenco que abundaba
en la región a principios de siglo xvii era monteado por cimarrones o por negros y mulatos libres que vivían al margen de las ordenanzas municipales, el creciente comercio
de contrabando con las posesiones europeas en las Antillas
Menores estimuló que, los vecinos de la localidad, solicitaran
al Cabildo mercedes para hatos y corrales con la finalidad de
domesticar el ganado. El gobernador Felipe de Beaumont
(1614-1620) aconsejaba que los vecinos se dedicasen a criar
ganado manso en tierras mercedadas por el Cabildo. De manera imperceptible, el centro principal de la cría de grandes rebaños de ganado se trasladó, de las inmediaciones de
San Juan, a la jurisdicción de San Germán. Los rescatadores
extranjeros preferían parajes apartados para concertar sus tratos con los hateros de la localidad.
Las primeras quejas que expresó el gobernador Juan de
Haro (1625-1630) sobre los vecinos de San Germán, en carta a Su Majestad del 22 de julio de 1626, se relacionaban
con “las obligaciones que tienen de traer los ganados y vastimientos que antes solían llevar al presidio.”37 Ese mismo
año Haro reconoció que los sangermeños rechazaron una
embarcación holandesa, que estuvo reparándose alrededor
de un mes en la costa cercana a la villa. Los vecinos se opusieron a que los holandeses se internaran en la localidad, y
cuando echaron “gente en tierra, les defendieron la salida,
“Memoria y descripción de la Isla de Puerto Rico mandada a hacer por
SM. el Rey Don Felipe II en el año de 1582 y sometida por el ilustre
señor Capitán Jhoan Melgarejo, gobernador y justicia mayor en esta ciudad e Isla”, Boletín Histórico de Puerto Rico, Ed. Cayetano Coll y Toste, San
Juan 1914-1927, t. I, pp. 75-91.
37
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Juan de Haro a SM de 22
de Julio de 1626”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 156, R4,
no. 46, imágenes 1-3.
36
De súbditos a ciudadanos...35
matándoles alguna gente”, por lo que los invasores “no se
atrevieron más”.38
En varios períodos del siglo xvii quedó expresada la desobediencia de los sangermeños a las disposiciones de las autoridades coloniales, incluso las que se proponían organizar la defensa de la isla contra ocasionales agresiones de las potencias
europeas enemigas de España.
La inminencia de un ataque a las posesiones hispánicas
del Caribe, por una poderosa armada holandesa de 80 velas,
tal como le comunicase el rey al gobernador de Puerto Rico,
Fernando de la Riva Agüero, no fue atendida por los patricios
de San Germán, quienes desde hacía tres años mantenían una
actitud de flagrante rebeldía con la primera autoridad de la isla.
De acuerdo con De la Riva, la causa que había instruido contra el Cabildo de la villa rebelde, por no cumplir sus disposiciones, evidenciaba las dificultades que tenía para organizar la
defensa de la isla. “La desobediencia de los vecinos de la villa
de San Germán de que con los autos de la causa que he dado
quenta a V. Magd. en carta duplicada de veinte de Febrero
del año pasado, se continua por haver apelado ellos para la
Audiencia de Santo Domingo...” Lo lamentable era, según el
gobernador, que la Audiencia “sobre este caso no ha tomado
resolución, ni la tomará mientras V. Magd. no se sirva demandarle por nueva Cédula que imponiendo graves penas no embarace con sus provisiones a los gobernadores de esa villa...de
lo contrario nunca yo ni mis sucesores en este gobierno podremos servir a V. Magd. como conviene”. El problema radicaba
no solo en la importancia que tenía el contingente militar con
que disponía el Cabildo de San Germán para su defensa, sino
en que él, como gobernador, carecía de soldados suficientes
para someter a sus órdenes “a los gobernadores de esa villa”.
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Juan de Haro a SM de 14
de Febrero de 1626”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 156, R4,
no. 42, imágenes 1-3.
38
36
Jorge Ibarra Cuesta
La magnitud de la milicia sangermeña era descrita por De la
Riva a Su Majestad “porque la milicia de aquella villa, que son
trescientos hombres de valor, es el socorro de más importancia
que aquí se puede tener en las ocasiones que se esperan”.39
La negativa de los señores de haciendas ganaderas de San
Germán, a cumplir regularmente con la obligación de la pesa,
se manifestó de manera invariable en el siglo xvii. Al tiempo
que los gobernadores protestaban contra la mediación de la
Audiencia de Santo Domingo en esos conflictos.
El gobernador Diego de Aguilera (1649-1655), en carta dirigida a Su Majestad el 13 de septiembre de 1649, protestaba
contra los oidores de La Española porque no prestaban atención a sus demandas, en tanto no tomaban “resolución, ni la
tomarán”. De ahí que De Aguilera solicitara a Su Majestad que
dictase una Real Cédula imponiendo “graves penas” a los que
“embaracen con sus provisiones a los Gobernadores”. Todo
se reducía entonces a que los sangermeños actuaban impunemente, tomando las provisiones de la Audiencia de Santo
Domingo “como un pretexto para no obedecer”.40
En la segunda mitad del siglo xvii todos los esfuerzos por
detener el comercio de rescate resultaron insatisfactorios. El
ascenso de José Noboa Moscoso al mando pondría de manifiesto el estado de ingobernabilidad de la isla. En una amplia
exposición a Su Majestad, del 15 de junio de 1658, le describía el estado de rebeldía e independencia de San Germán. La
villa tenía dos alcaldes, cuatro regidores, un alférez, un alguacil mayor y un procurador general. Según Noboa, el Cabildo,
“cuyo cuerpo y junta ha sido siempre en tanto perjuicio de los
gobiernos pasados, que no ha habido Gobernador ninguno de
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Fernando de la Riva Agüero
a SM de 13 de Mayo de 1646”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 156, R7, no. 94, imágenes 1 y 2.
40
Exposición del Gobernador de Puerto Rico, Diego de Aguilera a SM
de 13 de Septiembre de 1649”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 156, R7, no. 94, imágenes 1 y 2.
39
De súbditos a ciudadanos...37
muchos años a esta parte, a quien no hayan perdido el respeto
y la obediencia...”41 La razón por la que no se había puesto fin a
ese estado de cosas era que se recelaban “tumultos y escándalos
mayores”.42
Con el objetivo que se conociesen y cumpliesen sus órdenes designó un teniente en San Germán, anticipándose así
a la medida borbónica de destinar tenientes gobernadores
en todas las villas de sus posesiones ultramarinas. Mas todo
había sido en vano, pues, como reconoció en la misiva a Su
Majestad, “no he podido conseguir ni que se execute orden
ni mandato que de aquí se embie, no obstante tener allí a un
Theniente. Pero en entrando en su Cabildo y junta, le tienen
en tan poco, que es poquísimo el caso que le hazen”. Otra de
las causas que debilitaba la autoridad de los gobernadores
era que San Germán y otras villas se convirtieron en refugio
de todas las disidencias. “Ellos tienen hecho aquel coto tan
libre que todos los mal vivientes de la Isla se van a aquella
jurisdicción...”43 Lo más grave era que, incluso los extranjeros, eran protegidos por los sangermeños, “y quanto francés
en llegando en alguna embarcación de Santo Domingo son...
ayudados por los mismos de aquel cavildo”. Entre las causas de
la desobediencia criolla Noboa le concedía un primer rango
a las decisiones de la Audiencia de Santo Domingo, la cual
tenía el designio de deshacer cuanto hacían los gobernadores,
“por temor o por passiones tiene puesta la mira en contradecir
o deshacer cuanto obran tanto lo bueno como lo malo, de
donde nace el orgullo, la inquietud y la sedizión de los naturales...” En realidad, la Audiencia de Santo Domingo no hacía
otra cosa que seguir la política de mediación de la Corona,
encaminada a cimentar el poder de las autoridades coloniales
Exposición del Gobernador de Puerto Rico, José Noboa y Moscoso
a SM de 15 de Julio de 1658”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 157, R1, no. 7, imágenes 1-8.
42
Ibidem.
43
Ibidem.
41
38
Jorge Ibarra Cuesta
haciéndoles concesiones insignificantes a los patriciados y a las
comunidades criollas, o impidiendo que medidas que resultaban intolerables se impusieran sin paliativos con el fin de evitar males mayores. La decisión de los oidores de la Audiencia
que tanto irritaba al gobernador fue que “al thenniente que
tengo puesto allí (en San Germán) que no exerciese el puesto de Theniente”.44 Luego de exponer sus quejas por la independencia de los sangermeños, Noboa pidió a la Corona que
suprimiera los Ayuntamientos de La Aguada, Coamo y Arecibo, villas de la Tierra Adentro, por presentar una conducta
igual que la de San Germán.
Ya desde 1661 algunos hacendados ganaderos se opusieron
a los intentos de iniciar cultivos de tabaco en San Germán.
La controversia legal contra el Estado colonial, interesado en
fomentar el cultivo comercial del tabaco, había culminado
con desalojos de algunos vegueros, autorizados previamente
a establecer plantíos de tabaco y de viandas en los hatos de
Ponce y Coamo.
En 1683, el gobernador Gaspar Martínez de Andino (1683-1685)
elevó una exposición sobre el alcance que tenía el contrabando en
la Tierra Adentro. Ponce, Añasco, Mayagüez, Cabo Rojo, en fin, en
todo el territorio que abarcaba el partido de San Germán se
advertían los vínculos entre los patriciados terratenientes
locales y los rescatadores extranjeros. Como el gobernador
no refería los nombres y apellidos de los personajes locales involucrados en el negocio ilícito, en 1687 se encargó una
investigación oficial, designándose para tales fines a Manuel
de la Cruz Abeledo, oidor de la Audiencia de Santo Domingo. En el juicio de residencia llevado a cabo por el oidor de
Santo Domingo contra el gobernador Martínez de Andino, a
propósito de una operación de rescate que concertó con un
navío de Jamaica, 29 testigos alegaron unánimemente que
jamás oyeron hablar de tales cosas. El encubrimiento era un
precepto sagrado e inviolable que regía de manera infalible
Ibidem.
44
De súbditos a ciudadanos...39
para una población que vivía del contrabando. No solo estaban interesados los terratenientes que lo promovían, sino la
población criolla de estancieros, aparceros y precaristas, blancos, gente “de color” libre, y por último los esclavos que se
beneficiaban de los rescates. En esas circunstancias, Cruz de
Abeledo quiso finalizar la pesquisa cuando se percató de que
uno de los principales personajes implicados era Baltasar de
Andino, sobrino y cuñado del gobernador, y capitán de una
de las compañías de caballería mediante la cual el gobernador
efectuaba los rescates. En contacto con los distintos promotores del contrabando del patriciado local, Andino se movía por
la Tierra Adentro como pez en el agua. Conocedores de que
el oidor había descubierto los ejes de la trama en el interior de
la isla, el gobernador y su sobrino profirieron tantas amenazas
que el representante de la Audiencia de Santo Domingo tuvo
que refugiarse en un convento.45
El obispo de Puerto Rico, en carta enviada a Su Majestad el 23
de agosto de 1686, se solidarizó con el Cabildo de San Germán al
presentarle a la Corona sus principales demandas. Si bien la identificación del obispo con el patriciado sangermeño pudo tener su
origen en la petición del Cabildo de construir una iglesia en su villa, lo cierto es que no dudó en criticar a las autoridades coloniales
por no acceder a las demandas de la localidad. Según el prelado,
era conveniente aprobar la demanda de los regidores sangermeños “de que la Justicia de dha. villa pueda conocer en primera instancia, de las causas que resultaran en sus términos, civiles o criminales, por las molestias que en lo contrario les hacen los Governadores de que se les sigue grave perjuicio. Y soy de sentir que piden
muy bien, porque suelen estos hombres padecer mucho en los
casos que se ofrecen. Y sin algún recurso, de que se pueden seguir
gravísimos daños en el servicio de Dios y de SM, siendo a las vezes
tratados con más imperio que los esclavos.” Otra demanda local,
Loida Figueroa: Breve historia de Puerto Rico, Edit. Edil, Inc., Río Piedras,
Puerto Rico, 1979, vol. I, p. 101 y López Canto: Op. cit., p. 273.
45
40
Jorge Ibarra Cuesta
respaldada por el cura, era no asistir a las movilizaciones militares convocadas por el gobernador en la capital, solicitando,
en cambio, que se efectuaran en San Germán, “por el Capitán
a Guerra, porque de no ser así, los padecen sus haziendas, y sus
mujeres e hijos, además de quedar la tierra desierta, expuesta
a que se apoderen de ellas los enemigos o le peguen fuego”. El
obispo consideraba como justo que la villa pudiera “comerciar
con las naos españolas que llegan a la costa, cambiando su tabaco, corambre y demás frutos a los géneros de lienzo basto su
vestuario seza (sic) y vino por impedirselo los Governadores”.
Requería también que no se le impusieran penas a los patricios por demorarse en el cumplimiento de la obligación de la
pesa “... dada la extrema pobreza de la villa...”46
Aunque San Germán fue acreedora de una felicitación del
monarca por la valiente defensa que protagonizaron sus naturales en 1678 contra holandeses que pretendieron reparar
sus navíos en las cercanías de la villa, sus regidores continuaron sus pleitos con los gobernadores radicados en San Juan.47
La actitud airada y rebelde que exhibió el Cabildo de San Germán, en la defensa de los derechos más elementales de sus
vecinos frente al Cabildo de San Juan y las autoridades españolas, provocó una marcada aversión del gobernador Juan de
Robles Lorenzana (1678-1683) contra la villa. En 1683, el mandatario insular solicitó que primero Aguada, y luego Ponce, se
independizaran de San Germán y se constituyeran en partidos
aparte, con la finalidad de atenuar las pretensiones hegemónicas de la villa insumisa. De ese modo, el Estado colonial aparecía favoreciendo las aspiraciones locales que pudieran tener
Aguada y Ponce frente a San Germán.
En exposición del Cabildo de San Juan del 8 de mayo de
1683 se quejaban los regidores de que “los Gobernadores no
“Exposición del Obispo Francisco de Padilla a SM de 23 de Agosto de 1686”,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 165.
47
“Exposición del Rey al Cabildo de San Germán de 15 de Julio de 1678”,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 165.
46
De súbditos a ciudadanos...41
les an dejado administrar justicia”. El derecho a juzgar en primera instancia, alegaban, “a ningun justicia se les puede quitar
aunque los Gobernadores lo quisieran.”
Se trataba de una franquicia concedida por las Leyes de
Indias a los alcaldes en las posesiones del Nuevo Mundo, a
la que el gobernador no le prestaba ninguna atención. Protestaban también los regidores sanjuaneros porque a los
ganaderos, cuando se disponían al cumplimiento de la pesa,
“los penan quand. bienen con el ganado al tiempo señalado”.
Esto sucedía a pesar que “Los Goveres. no tienen ynterbenzon.
asi en el repartimiento. como en lo demás tocante al abasto
que toca a la ciudad”. 48
Al parecer el gobernador Robles Lorenzana intervenía en la
regulación del derecho de la pesa, desestimando a las Leyes de
Indias que les concedían esa prerrogativa a los Cabildos de las
posesiones de ultramar. Tales disposiciones del gobernador perjudicaban los intereses del patriciado ganadero de San Germán.
El mismo Cabildo de San Juan, en una correspondencia
dirigida a Su Majestad el 12 de abril de 1681, protestaba por
los excesos cometidos por el gobernador contra los intereses
del vecindario.49 El Gobierno despótico de Lorenzana afectó
no solo la tranquilidad de San Germán, sino también la de
San Juan, Coamo y otras villas de la Tierra Adentro. Las actas
del Cabildo de San Juan, del 28 de mayo de 1648, recogen
la exposición de 23 mujeres de Coamo, quienes consideraron
que con la actitud conciliadora de Gaspar Martínez, el nuevo gobernador, cesaron las tropelías de Robles de Lorenzana,
su antecesor. Además de esa correspondencia, los capitulares
comentaron en esa sesión del Cabildo la existencia de 3 cartas,
“Exposición del Cabildo de San Juan a SM de 8 de Mayo de 1683”, (AGI),
Audiencia de Santo Domingo, leg. 165.
49
Catálogo de las cartas y peticiones del Cabildo de San Juan Bautista de
Puerto Rico en el (AGI) (Siglos xvi-xviii), recopilación y notas de José R.
Raúl Díaz, Instituto de Cultura Puertorriqueño, San Juan de Puerto Rico,
1968, p 19.
48
42
Jorge Ibarra Cuesta
firmadas por 32 personas, que denunciaron los desafueros
de Robles Lorenzana en la Tierra Adentro borinqueña.50
En la década de 1690 no parecían haber cedido la agitación
y zozobra de los terratenientes y estancieros, ante las normativas gubernamentales que les eran adversas. El gobernador
Gaspar de Arredondo (1690-1695) se veía precisado a tomar
medidas drásticas contra los dirigentes de las protestas rurales
procedentes del valle de Coamo. A tono con esa actitud apresó
a Francisco y Matheo García, vecinos de Coamo, y dispuso su
deportación al Reino de Castilla para que allí fuesen juzgados
por el Real Consejo, por ser “personas sediziosas y inquietadores de la pública tranquilidad y cómplices del dho. Matheo
García en un motin en el dho. valle del Coamo, además de
desobedientes pretensiones de prohibido comercio que contravienen con cuyo motibo han estado presos”. En la carta
enviada a Su Majestad el gobernador le adjuntaba los autos
contentivos de “los graves inconvenientes que perseguían”. 51
Como Arredondo no estaba conforme con la actitud disidente adoptada por el patriciado sangermeño en contra
de sus antecesores en la gobernación de la isla, se propuso
debilitar a la villa de San Germán sustrayendo de su jurisdicción los caseríos anexos de Aguada, Ponce y Coamo, por
lo que planteó que se constituyeran en villas con Cabildos
que las representasen. La Real Audiencia de Santo Domingo,
probablemente ajena a los conflictos boricuas, no aprobó el
plan de Arredondo, argumentando que la fragmentación de
la jurisdicción de San Germán no estaba justificada por la
escasa población, pero dispuso la división del territorio en
cinco partidos que dependerían del capitán general. De hecho, los oidores de Santo Domingo reforzaron la autoridad
Ibidem, p. 197.
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Gaspar de Arredondo
a SM de 26 de Julio de 1693”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 161, R7, no. 13, imágenes 1-8.
50
51
De súbditos a ciudadanos...43
del primer mandatario de la isla. 52 El propio Arredondo, a su
llegada a Puerto Rico, escribió a Su Majestad el 30 de abril de
1690 que en la isla fallecieron a causa de una epidemia más
de 700 personas, entre estas 22 clérigos y los oficiales reales
asignados a esa plaza, por lo que se redujo el vecindario de San
Juan a 550 personas.53
En una carta del Cabildo de San Germán a Su Majestad, del
29 de enero de 1689, los regidores expusieron la miseria en
que vivía el vecindario, y reclamaban atención de la Corona
en el contexto político: “Y también Señor biendonos precisados, hemos suplicado a Vtra. Magd. por carta (de) uno de
Deciembre del Pasado de ochenta y siete se sirviese derogar lo
mandado por su Rl. Cédula en orden que concurramos a los
Governadores a confirmar las elecciones de los oficios consejiles que tenemos... (de por vida) con la prompta y ciega ovediencia, mas biendonos privados de un privilegio tan antiguo,
qual era hacer ntras. elecciones capitulares sin dependencia ni
obligaciones de irlas a presentar y confirmar ante los Governadores emos quedado con vastante desconsuelo, maoiormente
no haviendo deservido a Vtra. Magd. en cosa alguna, antes
si procurando adelantarnos siempre en las cosas de Vtro. Rl.
Servicio”.54
En 1692 el Consejo de Indias le otorgó a San Germán la
potestad que en su puerto recalasen todos los navíos españoles que llegaran a San Juan durante cuatro años. En ese
breve período, sin embargo, solo hizo escala en San Juan
un navío español, y que sepa la historiadora Vila Vilar, esa
embarcación no recaló en San Germán. El hecho revela las
ventajas que San Juan tenía como puerto con relación a San
Germán. La concesión a la villa como puerto de escala se
Loida Figueroa: Op. cit., vol. I, p. 102.
“Exposición del Gobernador Gaspar Arredondo a SM de 30 de Mayo de
1690”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 159, R2, no. 115.
54
“Exposición del Cabildo de San Germán de 29 de Enero de 1689 a SM”,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 165.
52
53
44
Jorge Ibarra Cuesta
debió a los tumultos que se produjeron en 1691 en Ponce,
el Valle de Coamo, Arecibo y Aguada. El movimiento sedicioso
tuvo su origen en la situación de miseria en que vivían esas villas,
y en las medidas represivas que, contra los rescates que practicaba la población, tomaron los tenientes a guerra nombrados
por el gobernador Gaspar de Arredondo (1690-1695). La información relativa a esos sucesos se halla en un informe enviado
por Arredondo al rey, el 13 de agosto de 1691. El gobernador
decidió darle un escarmiento a la población rural, condenando
a la horca a un grupo de campesinos por concertar comercio de
rescate a través del Puerto de Cebuco; esa sentencia fue ratificada por el Consejo de Indias.55
El historiador Fernando Picó comenta que los nuevos
tenientes a guerra, designados por la máxima autoridad de
la isla, “seleccionados entre la élite del vecindario, pronto cedieron a las presiones de sus convecinos.”56 En otras palabras,
no demoraron ellos mismos en participar en los rescates que
se efectuaban en la región. De modo que, de nada había servido, las cruentas medidas tomadas contra los vecinos de la
Tierra Adentro.
Al procurador general del Cabildo de San Germán, Bernardo Rodríguez Pacheco, le correspondería hacer una recapitulación de los desafueros del gobernador Arredondo.
En una exposición a Su Majestad, del 3 de mayo de 1691, lo
acusaba de enriquecimiento a costa de “las multas impuestas a todos los vecinos de dicha villa que (h)an tenido oficio
en los últimos siete años”. La condición de los vecinos de
“sumamente pobre los trae exasperados”.57 El procurador lo
definía como “hombre cruel, amiguisimo del dinero”, que
López Canto: Op. cit., pp. 280-281, apud. “De Gaspar Arredondo al Rey”,
Puerto Rico, 13 de Agosto de 1691, (AGI), Santo Domingo, leg. 162.
56
Fernando Picó: Historia general de Puerto Rico, Ed. Huracán Academia,
Río Piedras, P.R., 1986, pp. 96-97.
57
“Exposición del Procurador de San Germán ante SM de 3 de Mayo de
1691”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 159, R 2, no. 128.
55
De súbditos a ciudadanos...45
especulaba comprando toda la mercancía a los barcos que
arribaban, para venderla a altos precios al vecindario en una
tienda propiedad suya. Arredondo había metido en la prisión
del Castillo del Morro, durante un año, al alcalde ordinario,
y luego le impuso una multa “de 100 ducados de plata y otros
40 pesos de oro”. De acuerdo con el procurador, “la causa fue
que escribió un cierto pliego de ninguna importancia con un
bellaco y le dio gana de volver y decir que no lo avía querido
decir”. Arredondo encarceló también al otro alcalde de la
ciudad, el alférez de caballería Martínez del Pino, “por causas de poca importancia. Concluía su alegato el procurador
Rodríguez Pacheco aseverando que “la tiranía de este hombre hambriento nos deja sin fuerzas para defendernos”.58
Pero no fueron esas las únicas arbitrariedades de Arredondo. Una versión de uno de sus sucesores en el mando,
Antonio Robles Silva (1698-1699), indica que el iracundo
mandatario le impuso severas penas a Alberto de Viera y Quiñones, alcalde ordinario de San Germán, y a su hermano Juan
de Quiñones “al uno por no aber recibido unas cartas y Bando
que se le despachó del Real Servicio y al otro condenándole a
muerte de garrote en rebeldía”. Esas últimas sanciones no llegaron a cumplirse por la intervención del nuevo gobernador.
De la misma manera, Arredondo condenó a Fernando Ferrara, médico e ingeniero, original de Bruselas, y a quien según
Robles Silva, “lo mataron en la Veracruz....quando lo llevaba
entregado el dho señor”.59
Robles Silva expresó su desacuerdo con las medidas
tomadas por su antecesor, en una misiva a Su Majestad del 27
de marzo de 1699, en la que planteaba que los campesinos sentenciados a muerte por Arredondo solo podían subsistir por
58
59
Ibidem.
“Exposición del Gobernador de Puerto Rico Antonio de Robles Silva a SM
de 22 de Marzo de 1699”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 163
R3, no. 32, imágenes 1-5.
46
Jorge Ibarra Cuesta
el contrabando o el abigeato, robando y matando ganado.60
Para el recién estrenado mandatario Arredondo terminó incurriendo en las transgresiones que se propuso reprimir, pese
a la severidad demostrada cuando tomó posesión del cargo.
El nuevo gobernador Gabriel Gutiérrez de la Riva (1700-1703)
convocó en 1702 a 100 milicianos de San Germán, Mayagüez
y Cabo Rojo, para servir turnos de guardia por rotación en los
fuertes de la capital. Ante un posible ataque enemigo a San Juan,
también requisó cerdos y ganado de la jurisdicción con destino
al abasto de la capital, lo que provocó una gran excitación entre la gente del campo. El Cabildo de San Germán alegó que
necesitaba de esas tropas para defender el sur de la isla de un
probable ataque enemigo. Ante la negativa de los sangermeños,
Gutiérrez de la Riva los acusó de practicar el contrabando con
los holandeses, por lo que les impuso una multa exorbitante.
El gobernador citó en la capital a los capitulares del Cabildo de San
Germán y los arrojó en los calabozos del Morro de San Juan. No
hay evidencias de que ocurrieran confrontaciones armadas, pero
las fuerzas locales se opusieron a que las tropas de Gutiérrez de la
Riva penetraran en su jurisdicción. El primer mandatario insular
instruyó a sus tropas que pasaran a Ponce y Coamo, con la orden
“de matar y destruir todos sus habitantes, y que se quemaran sus
casas…y tomasen por despojo todos su bienes…”61 Noticias procedentes del sur de la isla, en el sentido de que los ingleses proyectaban una agresión en gran escala contra del territorio, inclinaron
al sargento mayor, jefe de las fuerzas del gobernador, a desistir
de las órdenes recibidas y evitar una colisión sangrienta con los
naturales de la isla.
Con posterioridad a estos hechos se instruyó un expediente
subversivo contra los capitulares sangermeños por alentar una
insurrección contra las autoridades coloniales, encabezada por
López Canto: Op. cit., p. 274, apud. “De Antonio de Robles Silva al Rey”,
Puerto Rico, 27 de marzo de 1699, (AGI), Santo Domingo, 163.
61
Francisco Lluch Nora: La rebelión de San Germán, 1701-1712, Ed. Isla Inc,
Mayagüez, 1981.
60
De súbditos a ciudadanos...47
el alférez real del Cabildo, Sebastián González de Mirabal, y los
vecinos de Mayagüez, Hormigueros, Ponce y Coamo, que se sublevaron con las armas en las manos. Entre los protagonistas de
la sublevación se citan el alcalde de la villa, José Ortiz de la Renta,
y el capitán de milicias criollas, Cristóbal de Lugo. Las autoridades también involucraron en el hecho al indio José de la Rosa y
al mestizo Juan Martín, cabecillas subalternos de la rebelión. En
Ponce asumió la dirección de la lucha el terrateniente Miguel
Rodríguez Colón.
La represión del movimiento armado por las fuerzas de San
Juan, fieles al gobernador, dio lugar a algunos encuentros y a
la derrota final de la insurrección. Hubo sentencias de muerte,
prisiones y persecución de alzados en las montañas. Se desconoce si, más allá de las incriminaciones de contrabando
contra los principales dirigentes del movimiento, hubo causas
de mayor envergadura relacionadas con reclamaciones locales
contra las autoridades coloniales, el Cabildo de San Juan y la
obligación de la pesa. Algunos de los principales dirigentes del
levantamiento fueron apresados y enviados a Cádiz. El Consejo
de Indias y la Junta de Guerra instruyeron su regreso a Puerto
Rico en 1712, al cabo de una decena de años de esos sucesos.
La rebelión sangermeña de principios del siglo xviii formaba parte de una relación de conatos y tentativas armadas,
alentadas por los patriciados locales de las posesiones hispánicas de las Antillas.62 El conflicto entre los patricios y el Estado
colonial se prolongó durante la primera mitad del siglo xviii.
En la primera década de esa centuria ocurrieron numerosos
motines y alzamientos, y las autoridades impusieron penas
severas a los protagonistas de la resistencia.
La fisura que se abrió entre las autoridades coloniales y el patriciado del Cabildo de San Germán evidenció tener varias causas.
Lluch Nora: Op. cit., pp. 12-13; Francisco Moscoso: Agricultura y sociedad en
Puerto Rico, siglos xvi al xviii. Un acercamiento desde la historia, Edit. Instituto
de Cultura Puertorriqueña, San Juan, Puerto Rico, 2001, pp. 119-120 y
Francisco Scarano: Puerto Rico. Cinco siglos de historia, Ed. McGraw-Hill,
México D.F., 2000, p. 335.
62
48
Jorge Ibarra Cuesta
4. El poder colonial frente a las pretensiones sangermeñas
A las pretensiones de subdividir la jurisdicción de San
Germán, para debilitar al patriciado local, se sumaba la de
imponerle nuevos deberes a la obligación de la pesa de los
señores del ganado.* Tales designios hacían tabla rasa de la
autonomía local alcanzada por la localidad durante la monarquía Habsburgo.63 La orientación absorbente de la política colonial borbónica no podía admitir las franquicias
e inmunidades alcanzadas durante el siglo xvii por el Cabildo sangermeño y los partidos de Tierra Adentro, como
resultado de sus luchas contra las prohibiciones de libre comercio impuestas por el Estado colonial, y por su participación activa en la defensa del suelo patrio contra las agresiones
extranjeras.64
Quedaron frustrados proyectos posteriores de crear nuevas
villas en la jurisdicción de San Germán, que tenían el propósito de fraccionar el poder político y la hegemonía regional
de su Cabildo. De hecho, no se aplicó la Real Cédula del 14
de enero de 1778 que concedía a los partidos de Aguada,
Arecibo y Coamo el nombramiento de villas con derecho a
tener Cabildo propio, por el desorden que se advertía en la
urbanización y porque los residentes de más prestancia no
* Un siglo después el diputado puertorriqueño a las Cortes de Cádiz,
Ramón Power Giralt, se hará eco no solo de los intereses de San Juan, a
pesar de ser alcalde de la capital, sino que reclamará la abolición de la
pesa en nombre de las oligarquías de la Tierra Adentro, que se oponían a
la contribución forzosa del abasto de carne a la capital. Las autoridades,
tras largos debates, abolieron la obligación de la pesa durante la primera
mitad del siglo xix.
63
Aída R. Caro: Villa de San Germán: sus derechos y privilegios durante los siglos
xvi, xvii y xviii, San Juan, 1963.
64
Fernando Picó: Vivir en Caimito, Ed. Huracán, Río Piedras, Puerto Rico,
1989, p. 24, apud. José M. Eizaguirre: Los sistemas en el régimen de abasto de
carnes en San Juan durante la primera mitad del siglo xix, tesis de maestría en
historia, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras 1974.
De súbditos a ciudadanos...49
eran legos.65 El atraso cultural en que se mantenía la región
ganadera incidió en que conservara la unidad regional de San
Germán.
Por otra parte, la empecinada oposición sangermeña a las autoridades coloniales parece haber disuadido a los gobernadores
de la idea de imponer tenientes gobernadores que presidieran
las sesiones del Cabildo, como ocurría en San Juan, donde el
gobernador tutelaba las reuniones de los capitulares.*
En San Germán el derecho a regir el Cabildo eleccionario le correspondía al alcalde ordinario de primer voto, o al
regidor alférez mayor del Cabildo, y no a un teniente gobernador. Además le tocaba al alcalde de primer voto, y no a un
teniente gobernador, convocar las sesiones del Cabildo durante los años 1761-1767 y 1797-1808. En el curso de esos años
se designó a un teniente gobernador que solo desempeñaba
las funciones de ayudante del gobernador en la residencia
de este en San Juan, sin que ninguno gobernase otra localidad en la isla.66 En el caso de los tenientes a guerra, quienes a
diferencia de los tenientes gobernadores tenían como objetivo
principal reprimir los contrabandos y actuar en asuntos de
orden público en las villas, su actuación estaba estrictamente
regulada. De modo que “los tenientes a guerra se abstuvieran
de intervenir en negocios y causas de la exclusiva incumbencia
de los alcaldes ordinarios”, y no podían tampoco “ejercer encomiendas ajenas a las obligaciones inherentes a su cargo sin
* El señalamiento demanda nuevas indagaciones, pues en Cuba y Santo
Domingo la nueva orientación centralizadora y represiva de la dinastía
Borbónica, puesta en vigor desde la primera mitad del siglo xviii, supuso
la imposición de Tenientes Gobernadores en casi todos los partidos, arrogandose buena parte de las atribuciones de los cabildos y subordinandolos a su mando político y militar.
Aída Caro: El cabildo o régimen municipal puertorriqueño en el siglo xviii, Editores Municipio de San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San
Juan, 1965, t. I, p. 5.
66
Ibidem, t. I, pp. 22 y 68, nota 131, y pp. 178-199, nota 21.
65
50
Jorge Ibarra Cuesta
presentarla previamente para su aprobación a las justicias, o
sea, a los alcaldes”.67
Lo que parece más significativo es que durante el siglo
xviii, o al menos desde 1700 hasta 1816, los alcaldes ordinarios presidían las sesiones del Cabildo y las elecciones en
San Germán, mientras el teniente gobernador se limitaba a
desempeñarse como auxiliar o ayudante del gobernador únicamente en San Juan, sin que, según las evidencias disponibles,
hubiese ejercido las funciones del gobernador en ninguna jurisdicción determinada. El cargo de teniente gobernador en Puerto Rico, o sea, de ayudante del gobernador, fue creado en fecha
tan tardía como 1761. En ese sentido, San Germán, centro del
comercio de rescate y de la desobediencia civil, no debió padecer
las imposiciones que sufrieron desde principios del siglo xviii los
Cabildos de la Tierra Adentro de Cuba, cuando se les asignó un
teniente gobernador que debía tutelar y vigilar sus actos, y cuyas
tropas debían radicarse en la jurisdicción a la que fuera asignada como un territorio ocupado militarmente. No tuvo tampoco
el Cabildo de San Germán que asumir los gastos de las tropas
radicadas en la localidad donde fuera destacado su teniente
gobernador, como ocurría en Cuba. No obstante, desde la promulgación de la Real Cédula del 6 de junio de 1816, comenzaron
a designarse en los siete partidos de la isla gobernadores y alcaldes mayores con funciones similares a las de los tenientes gobernadores. Por Real Cédula del 10 de marzo de 1827 solo quedaron alcaldes mayores en la capital y en las villas de San Germán:
Arecibo, Aguada, y Coamo. Los tenientes a guerra debieron
cumplir esas funciones en los restantes partidos de la isla. Los alcaldes mayores tenían las mismas prerrogativas que los gobernadores en las villas referidas, y su presencia en ellas significaba un
menoscabo de las funciones, autoridad y autonomía de los Cabildos. Sin embargo, no tenían el carácter militar de los tenientes
gobernadores, ni venían acompañados de una tropa cuyos
Ibidem, t. I, pp. 124-125.
67
De súbditos a ciudadanos...51
gastos debieran financiar las localidades. Desde 1831 se redujeron a jueces de paz las funciones de los alcaldes ordinarios, que
eran electos por los regidores del Cabildo de San Germán y de
las otras tres villas. Solo los alcaldes mayores podían conocer las
apelaciones que se presentaran en jurisdicción contenciosa civil
y militar, y debían presidir las sesiones del Cabildo sustituyendo
al alcalde ordinario. Igualmente tenían la facultad de vetar las
resoluciones del Cabildo con las que no estuvieran de acuerdo.68
Durante el siglo xviii fue muy frecuente que se concertasen
acuerdos entre familias y parientes de San Germán, para obtener el control del Cabildo y hacer caso omiso a lo dispuesto sobre
la reelección de los regidores para los mismos cargos. De hecho,
los Cabildos constituían clanes endogámicos; y precisamente en
ese contexto las familias Mirabal, Segarra, Ramírez de Arellano,
De Torres, De Rivera, De Quiñones y De Pabón Dávila disfrutaron de un virtual monopolio de los oficios del Cabildo.69 De ese
modo se reeligieron con frecuencia los alcaldes ordinarios, y los
regidores de un año fueron electos para el otro. Los vínculos de
las familias sangermeñas se conservaron íntegros, a pesar de la
hostilidad manifiesta de las autoridades coloniales
A fines de siglo xviii, sin embargo, el Cabildo de San Germán
aceptó someter una terna de candidatos para distintos oficios,
para que fuese el gobernador quien los eligiese. La transacción
llevada a efecto no significó necesariamente que el Cabildo
capitulara ante la autoridad central, sino que pudiera ser resultado de una negociación con el gobernador en cuanto a rescates,
o a la abstención de este para designar tenientes gobernadores
en la localidad.
Otra tentativa centralizadora de la monarquía borbónica,
tendente a subvertir las bases del poder de los Cabildos de
San Juan y San Germán, encontró una tenaz resistencia por
José María Zamora Coronado: Biblioteca de Legislación Ultramarina, t. I,
letra A, Imprenta de Alegría y Charlain, Madrid, 1844, p. 195.
69
Aída Caro, t. I, p. 28.
68
52
Jorge Ibarra Cuesta
parte de los capitulares y los vecinos de ambas villas. La Real
Orden del primero julio de 1746 disponía “considerar nulos
y de ningún valor los títulos librados desde el 26 de Abril
de 1618 en adelante, exigiendo la presentación de los anteriores en el plazo de cuatro días so pena de ser tenidas
por baldías y realengas las tierras ocupadas”. A tales fines, el
gobernador de la isla, Esteban Bravo de Rivero (1751-1753)
(1757-1761), comisionó en 1758 a José Vicente de la Torre
para imponerle el cumplimiento de la disposición real al
Cabildo de San Germán. La dilación en ordenar a los Cabildos puertorriqueños la ejecución de la disposición real se
debió al fallecimiento del rey Felipe V. El gobernador Bravo
de Rivero, opuesto a su puesta en vigor, le escribió al monarca adjuntándole una protesta del Cabildo de San Juan.
Convencido de que en San Germán el real mandato podía
provocar una reprobación sumamente enérgica, le impartió
instrucciones a De la Torre, con el propósito de evitar que
tomara un sesgo más comprometido. Una vez en el Cabildo
sangermeño, leyó las provisiones reales que disponían que,
los usufructuarios de hatos y corrales que no tuvieran papeles
justificativos de las mercedes que le confirieron el uso de sus
predios, debían revertirlos a la Corona para que se convirtieran en estancias y se traspasara la propiedad a quienes desearan comprarlas. Una versión que sobre esos hechos recoge el
estudioso decimonónico Cayetano Coll y Toste refiere que,
el regidor y síndico José Ramírez de Arellano, contestó en
nombre del Cabildo sangermeño al comisionado del gobernador en los siguientes términos: “Los consejeros del nuevo
Rey ignoran que estas tierras las hemos ganado con la sangre de nuestros abuelos, peleando contra caribes, Franceses,
Ingleses y Holandeses, que estos predios han venido a nuestras manos, de padres a hijos. Que los papeles se los han
llevado los temporales y destruido las mudanzas del caserío
y los incendios de los piratas invasores. Pero que estamos
dispuestos a defenderlos con nuestras espadas de cazoleta,
De súbditos a ciudadanos...53
muestras lanzas y nuestras rodelas... mi vida y mi hacienda
están a disposición del Rey; pero el Rey no es quien hace esta
ley injusta…sino sus malos consejeros”.70
Acto seguido anunció que estaba estableciendo una reclamación a nombre del Cabildo ante la Audiencia de Santo Domingo. Esa noche fue apedreada por los vecinos de la localidad
la casa en que se alojaba el comisionado del gobernador, José
Vicente de la Torre. Por la mañana fue agredido físicamente
por el síndico Ramírez Arellano, cuando subía las escaleras de
la iglesia parroquial para asistir a misa. Durante todo el día se
produjeron tumultos y disturbios en la localidad. El gobernador ordenó desde San Juan la detención del regidor criollo,
pero este se refugió en la iglesia parroquial. Pocos días después
escapaba a La Española, donde se presentó ante la Real Audiencia de Santo Domingo con la protesta del Cabildo de San
Germán. Ante la censura de ambos Cabildos, el gobernador
suspendió la aplicación de la Real Orden, mientras el Consejo
de Indias estudiaba el caso. Al parecer, en la derogación de la
disposición por parte de la Corona obraron las mismas causas
que la hicieron desistir de su aplicación en Santo Domingo y
en Cuba. Se temía, como en otras ocasiones, que una agravación de la protesta terrateniente podía ser aprovechada por
las potencias rivales del imperio colonial español en el Caribe.
Ninguna otra posesión colonial española del Caribe estaba tan
indefensa a las agresiones y asaltos de las naciones europeas
enemigas de España.
La jurisdicción de San Germán debía contribuir también
con el abasto de la capital. A los señores de haciendas ganaderas les correspondía cumplir puntualmente sus obligaciones
y llevar a la carnicería sus animales el día y la hora que se les
indicase. Se les imponían multas a los que así no lo hicieren.
El Cabildo fijaba el salario que debían pagarle los señores de
70
Cayetano Coll y Toste: Tradiciones y leyendas puertorriqueñas, Casa Editorial
Maucci, Barcelona, 1903, pp. 209-213.
54
Jorge Ibarra Cuesta
haciendas a los pastores que conducían el ganado hasta San
Juan, de acuerdo con las distancias recorridas. Según la
investigación realizada por Aída Caro en las actas del Cabildo de San Germán, de 1797 a 1808, “Entre los opugnadores
más fuertes que tuvo el sistema de pesa de la ciudad de San
Juan hemos de destacar a los vecinos de los partidos sujetos
a la villa de San Germán, quienes debían contribuir al abasto
de la ciudad. Y de todos estos vecinos merecen destacarse
los de Aguada, quienes no solo pretendieron se les relevase
de la contribución de la pesa por no tener la obligación de
suministrar reses a los navíos reales que tocaban dicho puerto,
sino que también a veces se resistieron a cumplimentar aquella
y hasta recurrieron a la Audiencia de Santo Domingo para
que se dejase sin efecto la obligación de la pesa… Por su
parte el Cabildo de la villa también hubo de pronunciarse
contra el sistema y elevó peticiones al Rey, a la Audiencia y al
gobernador para que se eximiese a la villa de continuar suministrando ganado a San Juan”.71 En las actas del Cabildo de
la capital aparecen otras evidencias sobre la oposición de San
Germán y Arecibo a contribuir con su ganado a la pesa de San
Juan. En 1781 los regidores sanjuaneros designaron a Tomás
Pizarro para que se “entienda con los tenientes a guerra de
los respectivos partidos para un mejor y más exacto arreglo”.
Estos, a su vez, apelaban en ocasiones ante el gobernador o
actuaban como intermediarios de los ganaderos, para que
ajustase los padrones de modo que no se afectasen sus intereses. La actitud que asumían los tenientes a guerra de San
Germán, y los distintos partidos obligados a la pesa, distaba
de representar las exigencias del gobernador y el Cabildo de
San Juan. En los registros que aparecen sobre las discusiones
ocurridas en una sesión del Cabildo de San Juan, el 23 de
julio de 1781, se plantea que de la dotación diaria de 14 reses
que debían llegar a las carnicerías de la capital, “… no llegan
Aída Caro: Op. cit., t. 2, pp. 40-41.
71
De súbditos a ciudadanos...55
jamás completas y muchas veces ninguna por la negligencia
de los tenientes a guerra que no cumplen las órdenes de los
diputados (del Cabildo)”.72
En una sesión del Cabildo de San Juan, efectuada el 17 de julio
de 1776, ya se había responsabilizado a los “tenientes a guerra y
oficiales encargados de puertos”, de la extracción fraudulenta del
ganado a las Antillas Menores.73 Se dispuso entonces que se sancionaran a distintas penas a los señores de haciendas y a los tenientes
a guerra que incursionaron en rescates “a la pérdida del ganado
extraído y el sometimiento de sus conductores a 200 azotes y 10
años de presidio”.74 Se trata de las mismas medidas severas que se
aplicarían en determinadas coyunturas a las ciudades contrabandistas por excelencia: Cuba, Bayamo y Puerto Príncipe. Había que
escarmentar a sangre y fuego, si fuera necesario, a los sediciosos
contrabandistas antillanos. En la acuciosa investigación de Mafalda
Victoria Díaz Melián se establece que, la negativa de los señores
del ganado sangermeños y de otros partidos de abastecer a San
Juan era serle, “…más rentable el contrabando a través de la costa
próxima que la concurrencia a la ciudad”.75 Como destacaba el
viajero francés André Pierre Ledrú, “ese tráfico ofrece a los colonos un beneficio de un 25% a 30% que tendrían que perder si
fuesen a proveerse a la Capital, que es el único puerto habilitado
para hacer el comercio”. El contrabando a fines del siglo xviii y
principios del xix, según el mismo autor, se concentraba en la
región occidental de la isla, o sea, en la del antiguo partido de
San Germán.76
Mafalda Victoria Díaz Melian: La actividad económica en Puerto Rico. Comportamiento de los sectores ganadero y pesquero entre 1775-1810, en el Primer
Congreso Internacional de Historia Económica y Social de la Cuenca
del Caribe, 1763-1898, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el
Caribe, San Juan de Puerto Rico, 1992, pp. 542 y 548.
73
Ibidem, p. 564.
74
Ibidem, p. 564.
75
Ibidem, p. 550.
76
André Pierre Ledrú: Viaje a la isla de Puerto Rico. Río Piedras, Instituto de
Literatura Puertorriqueña, 1957, pp. 117-120.
72
56
Jorge Ibarra Cuesta
El Cabildo de la villa rebelde antepondría sus demandas regionales a las imposiciones de las autoridades coloniales, en las más
diversas circunstancias. De la misma manera que se enfrentaba
a las exigencias de la pesa del Cabildo de San Juan, demandaba
en los términos más enérgicos que los emigrados franceses de
la revolución haitiana, radicados por las autoridades coloniales
en su jurisdicción, cumplieran con las mismas obligaciones que
los naturales. A los refugiados de Saint Domingue se les asignaron tierras para la crianza de ganado en la costa. Bien pronto
el Cabildo sangermeño se percató de que se estaba rescatando
por Cabo Rojo y Mayagüez, debido a “la introducción de tantas
familias de Santo Domingo en los partidos de la costa”. De ahí
que en San Germán los forasteros no cumpliesen con sus obligaciones de la pesa, lo cual era una especie de caballo de Troya introducido por las autoridades españolas en la jurisdicción para
subvertir el orden, causando más insatisfacción con el poder
colonial. Por eso el Cabildo protestaba de “…haberse introducido en la jurisdicción tantos forasteros y extranjeros perjudiciales a la quietud pública por su relajada vida y deprabadas
costumbres que admira este Ylle. Cuerpo y de que ya causando
al público mucha relajación especialmente en la juventud”.77 Se
trataba de un cuerpo ajeno al patriciado, cuya presencia alteraba el orden tradicional de las familias hateras. Algunos de estos
inmigrantes establecerían las primeras plantaciones de café y de
azúcar en la región, lo que contribuiría a crear nuevos poblados
y centros de poder independientes de la oligarquía tradicional.
5. La presencia de los tenientes a guerra en San Germán
En todos los pueblos nuevos fundados en el siglo xvii en la
jurisdicción de San Germán y sus proximidades, se designaron
Juan R. Gonzáles Mendoza: “…faltos del temor a Dios: un homenaje y
una lectura experimental”, en Historias vivas, Historiografía puertorriqueña
contemporánea, Asociación Puertorriqueña de Historiadores, San Juan de
Puerto Rico, 1996, pp. 53-59.
77
De súbditos a ciudadanos...57
tenientes a guerra que no devengaban sueldos, pero dirigían
las milicias locales e intervenían en asuntos de policía y podían juzgar pleitos menores. Ahora bien, en la medida que
estos tenientes a guerra no percibían salarios del Ejército, del
capitán general, ni de ninguna otra autoridad colonial, se encontraban en la esfera de influencia de los patriciados locales
de las jurisdicciones de San Germán o de San Juan. Por consiguiente, tendían a responder a las incitaciones y persuasiones
de la clase terrateniente local. Fernando Picó refiere en el caso
del partido de Utuado, colindante con el de Arecibo, que a
principios del siglo xviii los tenientes a guerra eran “…miembros de la familias fundadoras”, o “… de familias hateras…”,
por lo que se supone no atentaran contra los intereses de esas
clases. Otros estudios sobre la fundación de los poblados de
Naranjito, San Miguel de Hato Grande y Gurabo, revelan que
los tenientes a guerra eran vecinos de esas localidades que respondían a los intereses de la ruralía.78 Sin embargo, como bien
señala Picó respecto a la situación de los tenientes a guerra
de la Tierra Adentro en el siglo xix “…con la revocación de
la Constitución en 1824, y la asunción al poder absoluto de
Fernando VII, fue designado en Puerto Rico como gobernador el general don Miguel de la Torre (1822-1837) y “…la situación vino a cambiar dramáticamente…y eventualmente introdujo en Utuado la práctica que le caracterizó en toda la Isla.
Procedió a nombrar inmigrantes como tenientes a guerra”. En
otras palabras, con la intención de endurecer en la década de
1820 la represión interna en la isla contra la gente de Tierra
Adentro, los tenientes a guerra que hasta entonces eran criollos escogidos en la clase terrateniente o entre los medianos y
pequeños propietarios, se seleccionaron entre los inmigrantes,
preferentemente españoles o sudamericanos reaccionarios
Ángel G. Quintero Rivera: Patricios y plebeyos: burgueses, hacendados, artesanos
y las relaciones de clase en el Puerto Rico de cambio de siglo, Ed. Huracán, Río
Piedras, Puerto Rico, 1988, p. 35.
78
58
Jorge Ibarra Cuesta
emigrados a raíz de los movimientos revolucionarios del continente.79 Este proceso, que comenzó en Cuba a principios del
siglo xviii con la designación de tenientes gobernadores por
parte de los Borbones, se incrementó a mediados del siglo xix.
La tendencia de despojar a los Cabildos del interior de la
isla de todo el poder, que comienza a proliferar a fines del siglo xviii, culminaría con la progresiva supresión de facultades
de los alcaldes ordinarios, elegidos entre los miembros de las
oligarquías locales o el campesinado.
El control de esos cargos, como destaca Picó, había asegurado a la oligarquía de Utuado “el monopolio de las funciones públicas más esenciales para la estabilidad de su poder”.
El alcalde era el juez cartulario y tenía la facultad de convertir en documento oficial con fuerza de ley toda negociación.
En Puerto Rico todo acuerdo bilateral, desde la venta de un
terreno hasta los testamentos, desde las escrituras de hipoteca
hasta la compra y emancipación de un esclavo, tenían carácter
obligatorio para las partes con la firma de los alcaldes ordinarios. Sus funciones judiciales incluían los juicios de paz y
conciliación de las partes, solventando toda clase de pleitos.
Tenía el alcalde ordinario, además, el poder sobre las milicias
urbanas que guardaban las cárceles y atendían al orden público.
Reglamentaba el abasto de carne, concesión de solares y venta de bebidas. Presidía la Junta de Vagos y Amancebados, lo
que le permitía disponer de los primeros o los que pensaba
eran tales, para trabajos forzados en obras de la localidad y
actuar con suma tolerancia con respecto a los segundos, una
vez que en el campo muy pocos eran sancionados por esa
razón. En realidad, a los alcaldes ordinarios criollos al parecer no les interesaba mucho, ni convenía del todo, imponer a
la población campesina los preceptos restrictivos de la Iglesia
Fernando Picó: Al filo del poder, Editorial de la Universidad de Puerto Rico,
pp. 30- 34.
79
De súbditos a ciudadanos...59
contra los amancebados.80 Las funciones que se les asignaron las implementaban, fundamentalmente, para imponer el
señorío de los patriciados locales sobre las clases subalternas.
No sería sino hasta el gobierno de Juan de la Pezuela
(1848-1851), en 1850, que se les arrebataría ese cargo a los
criollos de la clase señorial. Las medidas represivas contra
los Cabildos de Tierra Adentro en Cuba, y especialmente
contra el Cabildo de Puerto Príncipe por su implicación
en las conspiraciones anexionistas a Estados Unidos, se harían extensivas a Puerto Rico. Desde el decenio de 1850 en
Puerto Rico los alcaldes serían españoles o sudamericanos
prófugos de las guerras independentistas del continente,
quienes estaban a las órdenes directas de los gobernadores
españoles. Es decir, cumplirían las funciones asignadas a los
alcaldes mayores de los Cabildos.81
Ya fuesen criollos al servicio de la clase terrateniente, o
peninsulares escogidos por los gobernadores para reprimir
a los Cabildos, los tenientes a guerra no disfrutaban de la
estimación de los puertorriqueños en la segunda mitad del
siglo xviii. Según las apreciaciones del fraile español Iñigo
de Abbad, en la década de 1780 “La autoridad y gobierno
depositado en un militar padece sus alteraciones, según la
mayor instrucción y modo de pensar del que gobierna. Todos tienen el carácter de capitanes generales y se inclinan a
esta jurisdicción más naturalmente que a la política. Acostumbrados a mandar con ardor y ser obedecidos sin réplica,
se detienen poco en las formalidades establecidas para la
administración de la justicia, tan necesarias para conservar
el derecho de las partes. Este sistema hace odiosos a algunos
que, no conociendo que el interés del gobierno debe ser el
bien del pueblo, y que jamás hará este progreso mientras
no tenga confianza y amor al que gobierna, ha entibiado
Ibidem, pp. 39-40.
Ibidem.
80
81
60
Jorge Ibarra Cuesta
los ánimos y aplicación de estos isleños que por su carácter
piden un gobierno dulce y moderado”.82
El juicio histórico del religioso español reflejaba la honda
fisura abierta en la isla por el gobierno de poderes absolutos
de los capitanes generales, y de sus subordinados en el mando
militar.
6. La defensa del suelo patrio por los patriciados locales y la
población criolla puertorriqueña
El hecho sociológico e histórico más trascendente que
emerge de todas las agresiones armadas e invasiones extranjeras, llevadas a cabo entre los siglos xvi y xvii contra las Antillas,
es la defensa armada del suelo patrio por los naturales del país.
No se trataba tan solo de campesinos o de gente subalterna
reclutados a la fuerza en la milicia por sus señores o patrones, por el Cabildo o el Estado, sino de personas que
defendían un modo de vida, un pedazo de tierra, un lugar
en la sociedad colonial, frente a los extranjeros que tenían
una religión, una lengua, un modo distinto de comportarse
y que reiteradamente invadían sus tierras para incendiarles
sus villas o apoderarse de su ganado, cosechas, mujeres y
riquezas. Es más, se conoce una variedad de ejemplos en
que los criollos combatieron motu proprio, sin que nadie se
lo pidiera, contra los extranjeros, corsarios y bucaneros del
Caribe. En esas coyunturas la identidad de los criollos se definía en virtud de un doble proceso, frente a los extranjeros y
a los españoles.
Como ha destacado la historiadora Loida Figueroa, a propósito del proceso que tenía lugar en los combates de los criollos
por sus dominios, y en el papel que desempeñaban las milicias
criollas de la Tierra Adentro, “… los hijos del país, reclutados en
82
Fray Iñigo Abbad la Sierra: Historia geográfica, civil y natural de la isla de San
Juan Bautista de Puerto Rico, Edit. Edil, Río Piedras, Puerto Rico, 1975, p. 168.
De súbditos a ciudadanos...61
el ejército o no, acudían a contraatacar cualquier intento de los
enemigos de España, como bien se ha podido ver en ocasión del
ataque de Drake en 1595, del de Cumberland en 1598, del de
Enrico Balduino en 1625, así como también en el incidente habido con Beltrán d´Ogéron en 1665, en que sin ayuda de soldados (españoles) una treintena de ellos atacaron una flotilla de
trece balandras y cuatro naves, obligando al enemigo a retirarse.
El héroe de la victoria sobre el holandés Enrico fue el Capitán
criollo Juan de Amézquita. Claro que en ese siglo, aunque los
hijos del país se sintiesen distintos a los venidos de la península,
no les pasaba por las mentes una separación de España”.83
Una de las agresiones extranjeras más célebres, ocurrida
durante la Guerra de Sucesión Española, fue protagonizada
en agosto de 1702 por una partida de 30 o 40 ingleses contra el puerto de Arecibo. Los invasores lograron desembarcar,
pero en la tierra les esperaban entre 30 y 40 milicianos criollos,
bajo el mando de Antonio Reyes Correa, teniente y capitán a
guerra de Arecibo. Correa y los criollos lograron dominarlos.
Como era rutina en este tipo de enfrentamientos, los invasores
no tuvieron heridos ni prisioneros. Todos resultaron muertos.
El parte del encuentro reflejado en una Real Cédula decía,
“...logrando matarlos a todos, a los veintidós en tierra y a los
demás en el agua, adonde se arrojaron tras ellos…cuya operación ejecutaron solo con lanzas y machetes no obstante venir
armados los enemigos de fusiles y espadas.” Por la parte, criolla
solo hubo un muerto y tres heridos. Como de costumbre, los
prisioneros no escaparon con vida.84 El vecindario de Arecibo
quedó identificado con el nombre de Capitán Correa “como
ningún otro término municipal ha sido vinculado jamás con
otro héroe”.85
Loida Figueroa: Op. cit., t. I, p. 100, y Cayetano Coll y Toste: Op. cit.,
pp. 71-75.
84
Francisco Scarano: Op. cit., p. 317.
85
Fernando Picó: Historia General de Puerto Rico, Río Piedras, Ed. Huracán,
1986, p. 101.
83
62
Jorge Ibarra Cuesta
Los puertorriqueños debieron combatir también por la
posesión de la isla de Vieques, que siempre se consideró parte
integrante del territorio insular. Cuando en 1718 los ingleses
ocuparon la pequeña isla fueron derrotados y desalojados de
nuevo por una gran expedición de criollos, procedentes de
la isla grande. Desde entonces, desistieron de sus planes de
apoderarse del islote boricua, aunque los criollos no llegaron
a colonizarla. La estrecha relación con los contrabandistas ingleses y franceses no impidió que los criollos defendieran su
territorio de las agresiones extranjeras. La victoria que obtendrían en 1797 sobre el ejército invasor inglés de 6,000 soldados, al mando del almirante Henry Harvey y del general Ralph
Abercromby, las comparaba con las victorias de los residentes
en Santo Domingo sobre las tropas del almirante Venables, en
1655, y de los criollos del departamento oriental de Cuba frente al general Edward Vernon, en 1740. La población criolla
puertorriqueña estuvo sobre las armas por más de dos siglos
por los ataques imprevistos de los extranjeros, a pesar de los
estrechos nexos económicos clandestinos con estos.86
Un testimonio del enviado real a las Antillas, Bernardo Lancho Ferrer, hacia 1680, daba cuenta de la actitud que por lo
general mantenían los naturales del país, “Toda la gente de
estos pueblos está de continuo con las armas en las manos (…)
Y la nación que más predomina es la francesa y tiene poblados
las mayores y mejores, y así para poderse librar, y resistir a sus
continuas invasiones están siempre los hombres de aquellos
partidos con las armas en la mano y lo hacen con bastante
trabajo y pérdida de sus propios bienes”.87 Las compañías de
milicias se componían entonces de 350 hombres cada una, “en
dos de españoles, una de mulatos y otra de negros”. En 1756
el visitador general, mariscal Alejandro O´Reilly, disminuiría a
Scarano: Op. cit., p, 319.
Estela Cifre de Loubiel: Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña,
no. 56, 1972, pp. 27-31.
86
87
De súbditos a ciudadanos...63
una las compañías de milicias de negros y mulatos existentes
en Bayamón, pero antes, desde la segunda mitad del siglo xvii,
las autoridades coloniales de la isla debían depender fundamentalmente de “la gente de color” para la defensa del territorio insular.
7. Manifestaciones de una temprana identidad sangermeña
A propósito de la identidad regional y del sentimiento de
patria local de la gente de Tierra Adentro, representada por
las actitudes de los sangermeños, el historiador puertorriqueño Francisco Scarano escribió: “Por último, la rebeldía de los
sangermeños tenía un marcado cariz patriótico. No se trata
aun, claro está, de un patriotismo nacional, puertorriqueño,
sino de un sentimiento de lealtad local o regional. Un cierto apego a la patria chica, al lar nativo,….es en definitiva el
mismo sentimiento que sostendría las solicitudes para fundar
pueblos nuevos, que tantas veces en el transcurso del siglo
xviii los puertorriqueños de la isla someterían a las autoridades de San Juan y Madrid”.88
Desde luego, el sentimiento de patria local descrito no estuvo ausente en el curso de las confrontaciones de los boricuas con el Estado colonial. El sentir predominante entre los
sangermeños y los puertorriqueños, en general, fue el de su
propia identidad. En esa mirada del puertorriqueño cargada
“con tedio a los europeos”, descrita por Abbad, se concentraba la conciencia de sí del criollo de entonces. En pocas
palabras, se trata de la creciente conciencia de ser un pueblo
distinto, diferenciado de los otros pueblos. La explicación de
la actitud que enunciamos solo podremos adelantarla cuando comparemos el proceso de Puerto Rico con el de Santo
Domingo y Cuba.
Scarano, p. 337.
88
64
Jorge Ibarra Cuesta
Al trazar los orígenes del separatismo, la historiadora
Loida Figueroa los remonta a las discusiones que tuvieron
religiosos y jefes de los cuerpos armados en el Convento de
Santo Domingo en 1810, en las que el arcediano José Gutiérrez del Arroyo expresó que estaba de acuerdo con el manifiesto de la Junta de Caracas, declarándose independiente
de España. Desde luego, sentimientos de simpatía hacia el
movimiento independentista venezolano pueden haber existido entre grupos reducidos de letrados en la isla, pero de
ahí a que tomaran forma y se incorporasen a un movimiento
político orgánico debía transcurrir algún tiempo. La historiadora registra que poco tiempo después “San Germán era un
hervidero, estando envueltos en la antesala de la conspiración
las principales familias (Quiñones, Ramírez, Irizarri)”. Los
grupos referidos efectuaban reuniones en las que se comentaban los sucesos de Caracas, lo que sucedería en España, ocupada por las tropas de Napoleón Bonaparte, y lo que debían
hacer en esas circunstancias los puertorriqueños. El motivo
que incitaba a algunas de estas personas a pronunciarse por
la constitución de una Junta independiente era que muchos
estaban endeudados, a causa de la pesada tributación que
debían pagar a la Real Hacienda. Uno de ellos, Francisco
Antonio Ramírez, descendiente de una importante familia
patricia, debía 10,000 pesos. Las dificultades se iniciaron
cuando un español comenzó a difundir en público que los
Quiñones y los Ramírez, las familias que regentearon el Cabildo de San Germán, per secula seculorum, estaban conspirando. Estos se trasladaron a San Juan para convencer al capitán
general que no estaban comprometidos con ningún movimiento subversivo, pero fueron encausados como desafectos
al régimen. En diciembre de 1811 se trasladaban tropas españolas a Aguadilla, ante el temor que se estuviese gestando
un movimiento contra España. El Cabildo de San Juan, como
el de La Habana, había rechazado propuestas de pronunciarse y asumir la gobernación del país, como había ocurrido en
De súbditos a ciudadanos...65
Caracas, ante la posibilidad que se cortaran las comunicaciones
con España. El prelado Alejo de Arizmendi, (1812-1814),primer criollo en desempeñarse como obispo de Puerto Rico, le
propuso al gobernador Toribio Montes (1804-1809) constituir
una Junta, igual que la Junta de Sevilla, para asumir las riendas
del Gobierno toda vez que se había interrumpido la comunicación con el Consejo de Indias y el monarca. Montes y los oficiales reales de la isla rechazaron la proposición. Una Junta de
Gobierno criolla podía traer malas consecuencias. Cal margen
de que el movimiento tuviera un carácter tan solo separatista,
ante la contingencia de que España no pudiera ejercer su
dominio en las posesiones ultramarinas, el hecho significativo es que las primeras reuniones conspirativas y medidas
represivas tuvieran lugar en San Germán.
La Junta Central Gubernativa de Sevilla y el Consejo de
Regencia cursaron invitaciones a las provincias ultramarinas
para que enviasen diputados a Cortes. Por Puerto Rico fue
electo Ramón Power y Giralt, que había sido alcalde de la
capital. Las instrucciones que recibió de los Cabildos de San
Juan y San Germán pueden considerarse como una declaración de lo que Loida Figueroa denominó el sentimiento
de “puertorriqueñidad.” En las indicaciones de los Cabildos
se disponía que, los empleos públicos de la administración
colonial, fuesen cubiertos ante todo por los nacidos en la
isla. El Cabildo de San Juan demandó la abolición de varios
impuestos de la tierra, entre ellos el de la pesa y del diezmo.
Se insistía en la necesidad de que patricios criollos ocupasen
la mayoría de los cargos de la administración colonial, y se
solicitaba la abolición de la esclavitud, señalada como “… el
mayor de los males de la isla”.89
Francisco Moscoso: Rompiendo el cascarón criollo: nociones tempranas de identidad nacional en Puerto Rico, 1809-1812, ponencia presentada en el V Seminario Internacional de Identidad, Cultura y Sociedad en las Antillas Hispanoparlantes, Universidad Autónoma de Santo Domingo, Santo Domingo,
República Dominicana, 25 al 27 de octubre de 2004.
89
66
Jorge Ibarra Cuesta
Obsérvese que tres años después el patriciado recibiría con
beneplácito la Cédula de Gracias de 1815, que abría la isla a la
introducción de esclavos sin límites.
El Cabildo de San Germán, por su parte, propuso que se
constituyese una Junta Provincial, refundiéndose en ella toda
la autoridad superior gubernativa, militar y de Intendencia,
la cual debía estar integrada por el capitán general y cinco
diputados de los cinco Cabildos de la isla. En Puerto Rico no
se creó una Intendencia de Hacienda autónoma, separada del
gobernador, como fue el caso de La Habana, en 1764. En caso
de discordias sobre asuntos controvertidos se decidirían por
mayoría de votos. Con esta propuesta, todo el poder pasaba a
manos de los Cabildos y el gobernador tendría un carácter meramente decorativo. Para coronar las reivindicaciones criollas
se demandaba que todos los puestos de la administración colonial debían ser ocupados por naturales del país.90 No se llegaba
tan lejos como en Caracas, donde expulsaron a las autoridades
españolas, pero se sentaban las premisas de un Gobierno criollo, a diferencia de La Habana, donde fue derrotada la propuesta de una Junta de Gobierno hecha por los plantadores
occidentales. Por último, el Cabildo de San Germán proclamó
que en caso de que la Junta Central de Sevilla, que gobernaba en nombre de Fernando VII y su dinastía, “se destruyese
esta y perdiese la península de España, quede independiente”.
En otras palabras, Puerto Rico solo reconocía la soberanía
de la dinastía de Fernando VII. Una vez desaparecida esta, la
isla se consideraba independiente y en disposición de elegir
el sistema político que rigiese su vida en el concierto de las
naciones. Se trataba de un separatismo sui generis, en tanto la
isla solo se consideraba dependiente de la dinastía de un monarca, y no de ninguna otra casa real o Junta de Gobierno que
se pudiera instaurar en España.
Ibidem.
90
De súbditos a ciudadanos...67
8. Demandas comunes de los patriciados locales boricuas
La exposición de las instrucciones del Cabildo de San Germán en las Cortes podía interpretarse como una manifestación
separatista, por lo que Ramón Power, como alcalde de San
Juan y representando el parecer de los criterios de la capital,
estimó prudente no dar a conocer tales planteamientos por
considerarlos extemporáneos. Algunos historiadores puertorriqueños han interpretado esa disposición como la primera
expresión independiente con respecto a España. En el curso
posterior de las sesiones de las Cortes de Cádiz, Power, en función de diputado puertorriqueño, se ciñó a las instrucciones
de los Cabildos de San Juan, San Germán, Aguada y Coamo.
Debía pronunciarse contra el sistema político instaurado por
las autoridades coloniales en la isla en tanto “… despótico, arbitrario y tiránico”. Los Cabildos boricuas exigían también “la
derogación del tributo de abasto forzoso de carne a favor de
la capital, y la rebaja de los derechos de diezmos, primicias,
salario y estola…” También pidió la supresión de las restricciones a la libertad de comercio. Con estas reclamaciones se
resumían más de dos siglos de conflictos con las autoridades
coloniales por librarse del monopolio comercial, la pesada
tributación y la obligación de la pesa. Los antillanos se abstuvieron, sin embargo, de demandar, como en Cuba, “una
constitución en sentido autonómico”, ni “…la supresión de los
Tenientes a Guerra tan aborrecidos por todos”. Los diputados
de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo definieron el sistema
político como “injusto y arbitrario”, pero no había en mente
un plan preciso de reforma.91
Estas palabras parecían definir la actitud del Cabildo criollo
capitalino con relación a las riesgosas opciones que se perfilaban en España y en tierra firme. Desde luego, se precisaba
Loida Figueroa: Breve historia de Puerto Rico, Edit. Edil, Inc., Río Piedras,
Puerto Rico, 1979, t. I, pp.141-142.
91
68
Jorge Ibarra Cuesta
también la actitud de los regidores frente a los grupos independentistas que se movían en la isla.92 Mientras en Cádiz Ramón Power discutía con gran prudencia y moderación las
instrucciones de los Cabildos puertorriqueños, la llegada del
capitán general Salvador Meléndez (1809-1820), en junio de
1809, complicaría los planes que hubieran podido forjarse reformistas e independentistas a raíz de la invasión de la península ibérica por parte de Napoleón. Informado de los designios separatistas que albergaban algunos de los notables de la
capital, el nuevo gobernador detuvo e interrogó a las personas
allegadas a estos. En la interpelación a la que posteriormente
las autoridades sometieron a Juan Eloy Tirado, escribano del
Cabildo de la capital, este confesó que uno de los separatistas
de San Germán, Antonio de Quiñones, le comunicó que su
hermano Ventura “le había dicho que con efecto de que todas
las cosas estaban dispuestas para dar un golpe en esta Ciudad,
que don Pedro Yrizarri, siendo alcalde de primera elección de
Puerto Rico había ido a verse con el Señor Obispo, y que le
manifestó que todo estaba dispuesto para formar la revolución y
trastornar el Gobierno que era el objeto a que se conspiraba”.93
La acción planeada había sido suspendida por esperar el arribo
del nuevo gobernador, procedente de España, que llegó acompañado por gran cantidad de tropas. Las autoridades, informadas de la trama conspirativa de 1809, hicieron una serie de
arrestos que frustraron los planes revolucionarios.94
9. Las conspiraciones de la Tierra Adentro
En otro expediente de enero de 1812, instruido ante una
conspiración que se tramaba en San Germán y debía estallar en
las navidades de 1811, distintos testigos le atribuían a uno de los
Lidio Cruz Monclova: Historia de Puerto Rico (Siglo xix), Edit. Universitaria,
Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1970, t. I, apéndice 2, p. 522.
93
Moscoso: Rompiendo el cascarón... 2004, p. 22.
94
Ibidem.
92
De súbditos a ciudadanos...69
patricios de la ciudad, Nicolás Quiñones, proclamar a voz en
cuello la necesidad de “sacudir el yugo de los españoles”. El historiador Francisco Moscoso plantea en tal sentido que el diputado
a Cortes Ramón Power, “no era ajeno al movimiento que se gestaba, que incluía a los principales miembros de la clase hacendada e
integrantes del gobierno municipal de San Germán, empezando
por el alcalde Francisco Antonio Ramírez de Arellano, el provisor
del Obispo y otras figuras políticas importantes de la capital”.95
Entre los conspiradores se cita a Vicente “Cheche” González, a
quien se consideraba “el cabeza de los mulatos” y fue reclutado
por los Ramírez y los Quiñones.
En uno de los expedientes instruidos por las autoridades en
el Santuario de Nuestra Señora de Monserrate, se establece que
en la casa del regidor Mateo Belvis, y en Guanica, se convocaron
reuniones de “los cavildos de los campos”, con la participación
de capitulares de Coamo, Arecibo, Aguada, Yauco y Añasco.
El gobernador Salvador Meléndez (1809-1820) acusaba a los
líderes del movimiento sedicioso, Nicolás Quiñones y Antonio
Ramírez de Arellano, de “desaprobar sus providencias, de ambición de mando y de oponerse al pago de los tributos”. Los
confidentes de las autoridades reportaban decenas de opiniones adversas en San Germán y San Juan. Un español residente
en San Germán declaraba que no se podía confiar “… en todos
aquellos criollos por el odio acérrimo que manifiestan contra
los españoles”. Un italiano radicado en la isla había informado a
las autoridades que los criollos anunciaban que pronto saldrían
de los europeos y “los degollaremos”. En distintos informes se
“21 de Enero de 1812. Puerto Rico. Expediente formado con motivo
de una conspiración proyectada contra el Gobierno y Villa de San Germán”, consta de cinco piezas y oficios relativos al mismo asunto, (AGI),
Audiencia de Santo Domingo 450. Consúltese también a Francisco
Moscoso que comenta sucintamente este expediente, en Criollo, Patria y
Nación: Puerto Rico, 1492-1814, Foro de Criollismo. Español e Yndia nase
mestizo, Edit. Centro de Bellas Artes Ángel O. Berrio Díaz. Municipio
Autónomo de Caguas, 2004, pp. 12-48. .
95
70
Jorge Ibarra Cuesta
destaca que por todas partes se escuchaba que pronto “tendríamos la Ley de Caracas” y que el Cabildo mantenía correspondencia con los patriotas venezolanos. El teniente a guerra de
San Germán, un criollo tránsfuga, expresaba que en esa ciudad
“todo lo quieren ser menos español”. Otros sangermeños no se
ocultaban para decir “… que todo lo español le hedía a muerto”.
En diversas declaraciones de personas interrogadas se ponían
de manifiesto los nombres despectivos con que llamaban a los
españoles: “cachacos y cachupines”. El gobernador Meléndez
informaba asimismo de la respuesta dada por el alcalde Francisco
Antonio Ramírez de Arellano, cuando le pidió que rindiera unas
cuentas administrativas, en el sentido que él no obedecería sino
“… al llamamiento de un Gobernador que sea la hechura de
sus manos”. El joven Juan Figueroa, de Yauco, decía “Ya vamos
a tener gobierno propincuo… ya tengo ganas de dar tajos a los
cachacos”. Los criollos expresaban sus dudas respecto a la información que les llegaba de las autoridades españolas sobre la
situación militar en España: “las noticias que se comunicaban
de España eran mentira pa engañar a aquellos naturales, que la
Europa toda estaba poseída por los franceses”. Otros aseveraban
que “lo que le adeudaban a la Rl. Hacienda pensaban pagarlo
con una Revolución”. Los vecinos de San Germán demandaban
la supresión de “los remates de los diezmos y alcabalas, que han
sido en la mayor parte el origen de los disgustos de la villa de
San Germán...” Los informantes sobre las declaraciones de desafección de los sangermeños reportaban también haberles oído
decir en varias ocasiones, “que hacía 300 años que los americanos gemían bajo el yugo de los españoles, siendo otros tantos los
que contaban de esclavitud”. Una de las quejas más frecuentes
expresadas por los vecinos de San Germán era que a Puerto
Rico “no nos remiten otra cosa que unos gobernadores pobres,
hambrientos y unos ladrones eternos que no nos han enseñado
otra cosa que mil maneras de robar”.96
Ibidem.
96
De súbditos a ciudadanos...71
El destronamiento de la dinastía borbónica por parte Napoleón, y la invasión de las tropas francesas a la península ibérica,
coadyuvó a que los naturales del país dieran rienda suelta a sus
sentimientos patrios y a protestas seculares contra la dominación colonial y las autoridades. Las numerosas declaraciones
espontáneas, tomadas en el curso de la investigación policial
a causa de la conspiración y los sucesos de Europa, revelan los
sentimientos de desafección e inseguridad que se exponían
en San Germán y en San Juan. Las conspiraciones independentistas de San Germán, de 1809 y 1812, fueron gestadas
por notables de la oligarquía local. Con posterioridad fueron
encausados como infidentes los regidores Mateo Belvis y José
Monserrate, así como los hermanos de este último. Independentistas y reformistas, aunque marchaban por líneas paralelas
distanciadas, coincidían en mostrar la preocupación, malestar
y desavenencia con las autoridades coloniales ante la situación
creada en la península.97
La tensión emanada de las detenciones e interrogatorios
llevados a cabo en San Germán fue aliviada por la aprobación
de la Real Cédula de Gracias. Sin embargo, la restitución de
los tenientes a guerra, que eran agentes represivos incondicionales al gobernador Meléndez, provocó una ola de protestas y
una nueva represión desatada en toda la isla. Los hechos revolucionarios de Venezuela catalizaron el descontento en América, a pesar de la retirada de Bolívar a Jamaica y el apresamiento de Francisco Miranda. En esas condiciones, los reformistas
creadores de la política colonial de Fernando VII consideraron tomar las medidas más convenientes para fomentar la población y la agricultura del Caribe, y el establecimiento de un
mercado en la región para la industria y agricultura española.
El 10 de octubre de 1814, la monarquía expedía una Real Orden solicitando al Cabildo de San Juan un informe sobre las
disposiciones más provechosas para promover el desarrollo de
Ibidem.
97
72
Jorge Ibarra Cuesta
la economía insular. A principios de enero de 1815 el Cabildo
designó a Juan Antonio de Mexía, Pedro Irizarry y José Maysonet para que preparasen el informe. El 10 de agosto de 1815 se
libraba una Real Cédula, que sería llamada Cédula de Gracias,
mediante la cual se accedía a la mayor parte de las solicitudes del Cabildo puertorriqueño. De tal suerte se abrieron los
puertos de la isla al comercio con todas las naciones amigas
por espacio de 15 años; se les asignaron tierras a inmigrantes
interesados en fomentar la agricultura; se estableció la importación libre de maquinarias, utensilios y aperos de labranza, y
se admitió la libre importación de esclavos.
La Cédula de Gracias sentaba las bases para el desarrollo de
una economía de plantaciones, con una producción orientada
al comercio internacional. Solo que se produciría con un retraso de decenas de años con relación a Cuba, donde se creó
una poderosa y próspera clase de plantaciones, enriquecida con
la explotación implacable del trabajo esclavo. La Habana, centro de las plantaciones azucareras, se había convertido en una
de las ciudades más lujosas y ricas del continente americano.
Con la Cédula de Gracias de 1815 se pensaba también que se
sustraería a Puerto Rico de la vorágine revolucionaria del continente, como se hizo con Cuba. Con algunos regidores de San
Juan satisfechos por la tramitación y resolución favorable de sus
demandas económicas, el gobernador Salvador Meléndez Bruna decidió aprovechar las circunstancias para proponer un plan
de gobierno que contribuyese con el cumplimiento de la Real
Cédula. El precursor de la conspiración separatista, el alcalde
Pedro Irizarri, se opuso a la introducción de esclavos como premisa para el fomento de plantaciones azucareras y cafetaleras.
En una extensa memoria de 1809, estudiaría los problemas que
presentaba la mano de obra esclava en una economía de exportación. A diferencia de algunos miembros del Cabildo, que abogaban por la trata africana como única solución, Irizarri entendía que se debían aplicar medidas coercitivas que forzaran a trabajar en las plantaciones a la población flotante de campesinos
De súbditos a ciudadanos...73
agregados y desacomodados que había en el campo. Asimismo
planteaba que, si después que se tomaran esas medidas faltasen
trabajadores en las plantaciones, entonces y solo entonces debía
recurrirse a traer campesinos canarios, indios sudamericanos y
esclavos africanos. La propuesta de Irizarri era en embrión el
plan de la libreta, que se aplicaría años después con la finalidad
de sojuzgar al campesino y convertirlo en un siervo de la plantación azucarera y cafetalera.98 Los que pensaban como él temían
que la entrada a la isla de decenas de miles de esclavos pondría
en peligro a la población criolla blanca, si se tenía en cuenta
que se había descubierto recientemente una gran conspiración
de esclavos en Aguadilla, y entre las autoridades se rumoraba
que había entrado clandestinamente un agente de la revolución
haitiana, Chaulette, con la encomienda de sublevar a los esclavos
de la isla.
La entrada de esclavos y extranjeros complicaba el paisaje
político, enturbiado por los conflictos con las oligarquías locales. De ahí que el gobernador Meléndez concibiera el plan
de dividir la isla en seis comandancias militares, a cuya cabeza
estarían tenientes justicia mayores con facultades para intervenir en los asuntos de justicia, policía, hacienda y guerra que
se originasen en sus jurisdicciones. De ese modo los tenientes justicia mayores reemplazaban a los Cabildos en muchas
de sus funciones, subordinando a su mando a los tenientes a
guerra. Los tenientes justicia mayores presidirían las reuniones del Cabildo. Se trataba de una variante de los tenientes
gobernadores que se crearon en Cuba en el siglo xviii, solo
que se nombraban de otra manera. Todas las orientaciones
y órdenes procedentes del gobernador debían pasar por las
“Informe de Don Pedro Irizarri, alcalde ordinario de San Juan, sobre las
instrucciones que debían darse a Don Ramón Power, diputado por Puerto
Rico ente las Cortes españolas para promover el adelanto económico de
la Isla. Año de 1809”, tomado de Crónicas de Puerto Rico desde la Conquista
hasta nuestros días (1493-1955), editado por Eugenio Fernández Méndez,
Edit. Universitaria, Río Piedras, Puerto Rico, 1969, pp. 345-372.
98
74
Jorge Ibarra Cuesta
manos de ellos. Desde luego, el proyecto de militarización de
la sociedad civil puertorriqueña encontró la oposición de los
Cabildos de la isla, en primer lugar la del Cabildo de San Germán. En representación al gobernador del 12 de marzo de
1816, los capitulares sangermeños alegaban que un teniente
justicia mayor no tenía derecho a intervenir en la jurisdicción
civil y criminal ordinaria
A los alcaldes ordinarios de San Germán se les había concedido esa facultad desde tiempos remotos, por lo que el
proyecto del gobernador era ilegal. El gobernador respondió
que el Cabildo no podía negarse a darle posesión al teniente justicia mayor, mientras la Corona no dispusiera otra cosa.
La actitud asumida por los capitulares constituía un desacato
a su autoridad. Solo los Cabildos de San Germán y Aguada se
opusieron a que los tenientes justicia mayores designados por
él desempeñasen sus cargos. Los otros expresaron su oposición sin desacatar la autoridad del gobernador. El regidor que
dirigía la oposición contra las disposiciones de Meléndez era
Nicolás Quiñones, uno de los conspiradores independentistas
de San Germán. Meléndez comenzó a ver en cada boricua a
un revolucionario armado de una tea y un machete.
Una de las primeras medidas represivas que tomó fue el destierro a La Habana del presbítero Juan Crisóstomo Rodríguez
y de 6 seminaristas, de quienes se sospechaba eran agentes de
Caracas. Luego rechazó la designación, de parte de los regidores de San Juan, de Felipe de la Torre como síndico procurador del Cabildo, porque esa atribución no les correspondía. Ya en ese camino, ordenó la demolición de las casillas
de carne instaladas por el Ayuntamiento en la Plaza Mayor.
Prosiguió sus enfrentamientos con los regidores, destituyendo a Tiburcio Durán Villafañe, Francisco Pimentel, Vicente
Pizarro y Francisco Antonio Hernández, a quienes advirtió
que en caso de que recurriesen al Consejo de Indias les tenía
reservado el presidio del Morro. Meléndez destituyó también
al alcalde de Aguada.
De súbditos a ciudadanos...75
Al trasladar el radio de su acción hacia la Iglesia, formuló
cargos ante las autoridades eclesiásticas contra los curas párrocos de Aguada y Aguadilla, Andrés Ricardo Martínez y Pedro
José Madiedo. Incansable, detuvo y desterró a los presbíteros Francisco Fajardo, Diego Cova y Ángel de la Concepción
Vázquez. Por último, instruyó causa contra Ramón Power y
el prelado criollo Juan Alejo Arizmendi, implicado en el golpe de mano puertorriqueño que se gestó contra el dominio
colonial en 1809. El influyente deán del obispado, Nicolás
Alonso de Andrade, ejerció entonces todo su ascendiente
en España contra las represiones desatadas por Meléndez
hacia tirios y troyanos en la isla. Temerosos de que la situación
se complicara como en Venezuela, el Consejo de Indias y el
monarca decidieron darles la razón a los puertorriqueños y
atraer al grupo reformista. Ante la magnitud del movimiento, en 1814 las autoridades coloniales decidieron archivar
los casos y conceder algunas reformas, tales como amnistiar a los implicados en tramas revolucionarias para evitar
“una combustión contenciosa”, como declaró el fiscal de
la causa que se les seguía. Con posterioridad, en virtud de
una Real Orden de 6 de junio de 1816, se dispuso el cese
de los tenientes justicia mayores. Se reponían a los alcaldes ordinarios del patriciado en cada pueblo, invistiéndolos de todas las facultades que ejercían con anterioridad.
Sus procedimientos debían atenerse solo a los reglamentos
que confeccionarían el capitán general, en materia de gobernación y policía, y el intendente de Hacienda, en lo referente
a disposiciones fiscales. Los tribunales ordinarios de las
villas y la capital tendrían las mismas funciones. Luego de
una serie de pugnas encarnizadas por el control de la Intendencia de Hacienda, con los funcionarios que presidieron
esa dependencia de 1816 a 1819, Meléndez fue destituido.99
99
Cruz Monclova: Op. cit., t. I, pp. 43-45.
76
Jorge Ibarra Cuesta
10. La aparición de una clase media colonial: liberales, conservadores
e independentistas en el trienio liberal de 1820-1823
La promulgación en San Juan de la Constitución de 1812,
en un acto llevado a cabo el 15 de mayo de 1820, abrió un
segundo período constitucional en el que de nuevo se enfrentarían los partidos liberales y conservadores y se debatirían las
ideas del iluminismo. El trienio liberal de 1823 no ha sido suficientemente estudiado por la historiografía puertorriqueña.
Pero se conoce que a pesar de las libertades que disfrutaron
los puertorriqueños bajo la advocación de la Constitución de
1812, el capitán general, el habanero Gonzalo de Aróstegui,
no cedió en su deseo de militarizar la isla, creando 4 comandancias diseñadas para reprimir cualquier invasión bolivariana procedente del continente. En las Cortes de Cádiz fueron
electos como diputados por la isla Demetrio O´Daly, destacado militar puertorriqueño radicado en España, que había
apoyado el levantamiento de Riego contra Fernando VII, y
José María Quiñones, miembro de la oligarquía sangermeña,
exoidor de la audiencia de Caracas. A solicitud de Quiñones se
discutió en Cortes la tributación y el erario deficitario de la isla.
En la resolución final de la comisión que discutió sus proposiciones, se reconoció que los pueblos debían gobernarse
conforme a su situación y circunstancias, como resultado de
una moción presentada en 1821 por los diputados cubanos
Félix Varela, Santos Suárez, Ginés Cuevas y el puertorriqueño
Quiñones. El proyecto le otorgaba, a una Diputación Provincial que se instituiría en Cuba y Puerto Rico, un grado de
independencia suficiente para representar los intereses locales. Asimismo, se les concedía a los Cabildos una amplia libertad y autonomía en el gobierno en sus jurisdicciones.
Las Cortes votaron finalmente un proyecto que concedía
un régimen político distinto a Cuba y Puerto Rico. Los diputados antillanos se manifestaron también por la abolición
del sistema de la pesa. Y mientras en Cádiz se tomaban esas
De súbditos a ciudadanos...77
medidas de signo progresista, el gobernador Francisco González de Linares (1822-1824),considerado como civil y liberal,
se encargaría de reprimir junto con el general Miguel de la
Torre los movimientos independentistas y abolicionistas que
surgían en la isla. De la Torre cumpliría en Puerto Rico una
función eminentemente represiva.
En Puerto Rico las conspiraciones independentistas y las
actividades revolucionarias de todo tipo carecieron de un cronista que diera cuenta de sus incidencias en la época, de modo
que la historiografía ha registrado solo las causas que se instruyeron contra las tramas revolucionarias, los nombres y los
apellidos de los criollos desafectos al régimen colonial.
La primera conspiración que se registra es la de Carlos Romano y del guadalupano residente en Puerto Rico,Pedro Dubois.
Ambos estaban en contacto con el general Luis V. Ducodray
Holstein, quien fue jefe del Estado Mayor de Simón Bolívar, y
debía llevar a las costas de Borinquen una gran expedición de
revolucionarios venezolanos. A Romano y Dubois los fusilaron
en el Morro de San Juan el 12 de octubre de 1822. No se había terminado de reprimir esta trama, cuando se comenzaba a
gestar otra conspiración dirigida por el coronel Manuel Suárez
Solar, y respaldada en San Juan por el teniente coronel puertorriqueño Matías Escudé, asignado a las tropas que defendían
la capital. Se pensó que la detención y procesamiento de los
militares tenía por objeto preparar las condiciones para derogar la Constitución de 1812, pero las evidencias documentales
parecen confirmar la idea que se trató de una conjura separatista, muy bien pensada, para liberar al país e incorporarlo a
Colombia. Escudé fue encarcelado, desterrado y condenado a
las mazmorras españolas. Dos años después sería descubierta
otra conspiración en la que estuvieron vinculados los nombres
de los puertorriqueños José Ignacio Grau, apresado y recluido
en el Castillo de San Cristóbal, y María de las Mercedes Barbudo, la primera mujer implicada en actividades subversivas en las
78
Jorge Ibarra Cuesta
Antillas, quien fue condenada por las autoridades españolas. La
valiente puertorriqueña actuó como enlace de esas actividades
entre San Juan y Caracas. Algunos informes de las autoridades
la describen presidiendo en su residencia una tertulia literaria
que le servía para sus actividades rebeldes. La instrucción de la
causa que condujo a su detención tuvo su origen en una carta
hallada en la isla vecina de Saint Thomas, acompañada de una
proclama revolucionaria y de otras dos cartas del religioso fray
José Antonio Bonilla. Al obtener orden de registro, encontraron
en la casa otras cartas enviadas desde Venezuela por un tal J.M.
Rojas, que le adjuntaba periódicos venezolanos. Por esa carta se
supo que otro sacerdote iba encomendado a Rojas a través de
María de las Mercedes, quien fue encarcelada en el Castillo de
San Cristóbal. De allí fue desterrada a La Habana. Poco después
era encarcelado y desterrado a Cádiz su hermano, el escribano
de Añasco, José Barbudo, acusado de “… sus máximas revolucionarias y adhesión a la Independencia”. Barbudo, de 60 años,
falleció en prisión en España.
Detrás de estas actividades destinadas a secundar el desembarco de una expedición procedente de Venezuela estaba el
general puertorriqueño del Estado Mayor de Bolívar, Antonio Valero de Bernabé y Pacheco. El alto oficial puertorriqueño, integrado al Ejército de Liberación Venezolano, luchó
en España contra la invasión napoleónica; después pasó a
Méjico para servir a la revolución contra el dominio colonial
español, ya con el rango de coronel; y luego se trasladó a
Colombia donde se incorporó a las huestes libertadoras de
Bolívar, obteniendo el grado de general. Según una información de la inteligencia española, del 14 de noviembre de
1822, existente en el Archivo Nacional de Cuba, el coronel
Valero se aprestaba desde Méjico a pasar a Puerto Rico “con
intento de insurreccionar a la Isla”.100
Archivo Nacional de Cuba, Asuntos Políticos, leg. 21, no. 8.
100
De súbditos a ciudadanos...79
La destrucción de las redes clandestinas de Grau y los hermanos Barbudo motivó, probablemente, que la expedición de
barcos venezolanos que desembarcó en las costas borincanas, a
mediados de marzo de 1825, no contara con apoyo del interior.
Los expedicionarios lograron apoderase del fuerte de Aguadilla,
pero ante el contraataque de fuerzas españolas superiores, se
vieron obligados a retirarse a Venezuela. Los estudios históricos referidos a estos hechos no consignan el nombre de las
personas que dirigieron esas expediciones, ni su nacionalidad.
Mientras, el general puertorriqueño Valero, acompañado de un
grupo de revolucionarios cubanos, se entrevistaba con Bolívar
para preparar sendas expediciones a Cuba y Puerto Rico. En la
correspondencia de Bolívar se observan, a partir de entonces,
diversas referencias a las expediciones que preparaba para
liberar a Puerto Rico, donde concentró su interés estratégico.
La celebración del Congreso de Panamá, donde se debía discutir la carta de Bolívar que motivaba una resolución de respaldo a las expediciones liberadoras que preparaba en las Antillas,
contó con la presencia del cubano José Agustín Arango como
miembro de la legación del Perú, y del general puertorriqueño
Valero, en representación de su patria. La oposición de Estados
Unidos, temeroso de que la independencia de las Antillas viniera
acompañada de la abolición de la esclavitud, en perjuicio de
los intereses esclavistas de los estados sureños, logró que no se
discutiera en el Congreso la liberación de Cuba y Puerto Rico.
La historiografía no ha discutido el contenido social de los movimientos independentistas puertorriqueños del decenio de 1820,
pero la simple enumeración de los oficios y actividades laborales de
los confabulados sugiere que se trataba de movimientos de la clase
media, a diferencia de las conspiraciones del patriciado sangermeño de la década de 1810 en colusión con algunos notables de la
capital. Así, nos encontramos con dos sacerdotes, un escribano, un
coronel, un teniente coronel y una mujer que organizaba reuniones intelectuales en su casa, mientras que no aparecen nombres de
miembros de los Cabildos o de terratenientes locales.
80
Jorge Ibarra Cuesta
Los capitulares del Cabildo de San Juan estaban, a la sazón,
interesados en propiciar el fomento de plantaciones esclavistas
estimulados por la Real Cédula de Gracias. En ese orden, el
gobernador de la Torre hizo todo tipo de concesiones para
introducir esclavos, facilitó las inversiones de extranjeros en
plantaciones, y propició que Puerto Rico se convirtiera en el
segundo productor de azúcar del Caribe, después de Cuba.
Como en la mayor de las Antillas, los intereses creados en torno
a la esclavitud y al azúcar, y el temor a las represiones sin freno
de las autoridades, se sobrepusieron a todas las consideraciones patrióticas sobre la necesidad de independizar al país.101
El retorno al trono de Fernando VII, y la permanencia como
capitán general de Miguel de la Torre (1822-1837), un general
resentido y derrotado por Bolívar en Venezuela, induciría al
Cabildo de la capital a pronunciarse de nuevo por el dominio colonial. Los Cabildos de la isla emitieron declaraciones
solicitándole al monarca que mantuviese como gobernador a
De la Torre, por existir las condiciones para el desarrollo de
una economía de plantaciones. En agosto de 1824 el Cabildo de San Juan envió a un emisario, ante Fernando VII, para
demandar que permaneciera en su cargo el capitán general,
por haber demostrado “su indisimulable aversión al abolido
sistema constitucional”.
Con el aval de los Cabildos, en especial el de San Juan, De
la Torre fue ratificado como capitán general, se le otorgó el
título nobiliario de conde de Torrepando, disolvió las sociedades masónicas, prohibió hablar sobre la Constitución a las
autoridades coloniales, discutir sobre política en los hogares,
así como las reuniones nocturnas y el tránsito por las calles
después de las 10:00 de la noche.
Se repusieron en sus cargos a los tenientes a guerra, se suprimieron los alcaldes ordinarios de los Cabildos, y retornaron a desempeñar sus antiguas funciones los tenientes justicia
101
Fernando Picó: Op. cit., 1986, p. 170.
De súbditos a ciudadanos...81
mayores, que eran incondicionales del capitán general. Con
la creación de la Audiencia de Puerto Rico se establecieron
alcaldes mayores en la Tierra Adentro, que serían designados por el rey. Los tenientes a guerra serían designados por
el gobernador, seleccionados de una terna propuesta por la
Audiencia. En fin, se retornaba a la militarización del país,
con algunos visos legalistas. A De la Torre se le otorgaron las
mismas facultades omnímodas que a Miguel Tacón, capitán
general de Cuba.
La proclamación en 1834, por tercera ocasión, de la Constitución de 1812, propició que a Puerto Rico le correspondiese elegir dos procuradores, pero solo serían electos por el
Cabildo de San Juan de entre las 16 personas más ricas de la
isla. Los procuradores electos serían dos personas catalogadas
como liberales en la época: José San Just y Esteban de Ayala.
El Cabildo de San Juan fue el único Cabildo que les impartió
instrucciones a los diputados. Algunas de las demandas concedidas desde el siglo xviii, como la libertad de comercio, y
otras no debatidas, como la inmigración blanca, se solicitaban
reiteradamente desde entonces.
Otras políticas como el fomento de la industria y del saber
tampoco representaban enfrentamientos con intereses opuestos.
La más conflictiva era la reforma a la tributación, pero podía ser
objeto de conversaciones y negociaciones sin afectar seriamente
los ingresos de la Real Hacienda. Una medida que también podía
ser divisiva era la institucionalización de Cabildos electivos. No
obstante, la única aprobada fue esta última, por decreto del
23 de julio de 1835.
Se arrogó también el gobernador De la Torre el derecho de
designar los candidatos para que la elección recayese en las
personas que él había seleccionado previamente para regidores. Del mismo modo, se opuso desde un principio a que se
instalasen Ayuntamientos en todos los pueblos de la isla, porque podían ser electos negros o mulatos en tanto, en muchos
de estos centros de población, había una mayoría absoluta de
82
Jorge Ibarra Cuesta
“gente de color”. Tal como expresó, se oponía “...por la diversidad de castas en que componen su población porque sería
difícil repetir elecciones en algunos pueblos por faltos de sujetos elegibles”. En eso De la Torre contó probablemente con el
respaldo tácito de los Cabildos.102
La conspiración militar que contra el dominio español
llevaron a cabo los hermanos Andrés, Juan y Lorenzo Vizcarrondo en las milicias disciplinadas y en el Regimiento de
Valencia, como reacción de los criollos liberales a la negativa
de las Cortes Constituyentes de 1837 a promulgar el régimen
constitucional en las Antillas, reveló cuál era la alineación
de la mayor parte de los Cabildos de la isla con respecto al
estatus colonial.
Cuarenta y dos Cabildos, encabezados por el de San Juan,
enviaron felicitaciones al capitán general Miguel López Baños
por haber aplastado la conspiración militar de los Vizcarrondo,
y por haber librado a la isla de una revolución. Sin embargo,
los Ayuntamientos de San Germán y Arecibo no elevaron manifiestos congratulando al capitán general. Fajardo, Cabo Rojo y
Mayagüez no se pronunciaron contra los separatistas puertorriqueños. Parecería que no había palabras suficientes, en el idioma de los regidores sometidos al dominio español, para elogiar
al capitán general. El Cabildo de San Juan se distinguió en ese
sentido calificando a López Baños de “ángel tutelar” de la isla.
El alcalde de Toa Alta, el peninsular Lorenzo Cabrera, declaró
que en toda su existencia Puerto Rico no había querido otra
cosa que la unión entrañable a la Madre Patria. El gobernador
En este resumen hemos seguido casi al pie de la letra los acuciosos
estudios de la maestra de la historiografía antillana Loida Figueroa. Véase
Loida Figueroa, Breve historia de Puerto Rico, Edit. Edil, Inc., Río Piedras,
Puerto Rico, 1979, pp. 172-203; Puerto Rico y el sueño bolivariano respecto
a la América, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, año 75\ 3ª época,vol. XXVI, enero-marzo 1984, no. 1, La Habana, Cuba, pp. 9-20, y Francisco
Pérez Guzmán: Cuba y Puerto Rico: dos isla caribeñas en la estrategia bolivariana,
ponencia presentada en el XVI Congreso de la Asociación de Historiadores
del Caribe.
102
De súbditos a ciudadanos...83
Miguel López de Baños (1838-1841) disolvió el regimiento
de Granada, en cuyas filas abundaban los criollos, y fue la
base de la conspiración de los Vizcarrondo. Andrés Vizcarrondo (1804-1897) era descendiente de una antigua familia
del patriciado terrateniente de San Juan. Su padre, Andrés
Vizcarrondo y Martínez de Andino, fue alcalde de la capital y ganó méritos como uno de los héroes de la defensa de
San Juan contra los invasores británicos en 1797; y su abuelo,
el capitán Andrés Vizcarrondo y Mansi, fue jefe de las milicias disciplinadas fundadas por Alejandro O´Reilly. Vizcarrondo le dio continuidad a la tradición patriótica familiar
en las nuevas condiciones del siglo xix, abrazando la causa
independentista. Murió en 1897 apoyando a Betances en sus
luchas al frente de la delegación del Partido Revolucionario
Cubano.
A una edad muy temprana fue alcalde del poblado de Trujillo
Bajo y propietario de un pequeño ingenio azucarero. 103
11.Presencia campesina en los conflictos entre las autoridades
coloniales y el patriciado terrateniente
Los campesinos se diferenciaban por el acceso a la tierra,
lo que cultivaban, y el destino que le daban a las cosechas.
Cuando el patrimonio familiar se reducía, los descendientes
convenían trabajar con los terratenientes y plantadores como
peones. Los campesinos que cultivaban la tierra o criaban animales en los dominios de un señor, en virtud de un acuerdo,
debían retribuirlo en especies, en dinero, en trabajo o servicios. Se saldaban las obligaciones o adeudos con el terrateniente por uno u otro de estos procedimientos.
Loida Figueroa: Op. cit., vol. I, pp. 215-219. Germán Delgado Pasapera:
Puerto Rico: sus luchas emancipadoras, Ed. Cultural, Río Piedras, Puerto
Rico, 1984, pp. 36-37 y Vicente Geigel Polanco: Don Andrés Vizcarrondo
y Ortiz de Zarate, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, no. 63,
abril-junio, 1974.
103
84
Jorge Ibarra Cuesta
En los siglos xvii, xviii y la primera mitad del xix los campesinos que criaban animales o labraban en tierras de terceros
eran llamados agregados. En la medida que en el curso del
siglo xix formalizaron contratos con los terratenientes se les
denominó arrendatarios, aparceros o colonos. Los hombres
de campo que criaban animales o cultivaban parcelas propias
mercedadas por los Cabildos u otras autoridades, realengos o
en tierras sin propietarios conocidos, se denominaban estancieros o sitieros. Estos podían destinar el fruto de su trabajo a
su consumo, al mercado local, al mercado exterior autorizado
o al contrabando.
De acuerdo con los estudiosos puertorriqueños Godreau y
Giusti “Los campesinos podían vivir en pleno realengo, o en la
periferia de los hatos; o fijaban sus bohíos en los hatos mismos,
bien como “agregados” con consentimiento del hatero, bien
como ocupantes informales”.104 Ahora bien, los que se asentaban en los terrenos del terrateniente con su consentimiento,
como bien destacan Godreau y Giusti eran, “agregados”.
Los ocupantes informales, en cambio, eran campesinos sin
tierra, desacomodados. En Cuba, a estos ocupantes ilegales e
informales se les denominaba precaristas.105 Sidney Mintz los
llama “squatters”, una figura equivalente en las colonias de Inglaterra a la de los precaristas.
Un tercer tipo de campesinos que no poseían tierras, y no
tenía relaciones con un terrateniente, se denominaban en la
época “desacomodados”.
Lo único común a los desacomodados y a los agregados era
su condición de “sin tierra”. Los desacomodados no estaban
sujetos a relaciones de dependencia, como los agregados.
Los agregados no son una categoría de los desacomodados,
Michel J. Godreau y Juan Giusti: Las concesiones de la Corona y propiedad
de la tierra en Puerto Rico, siglos xvi-xx: un estudio jurídico, Revista Jurídica,
Universidad de Puerto Rico, vol. 62, no. 3, 1993, pp. 464-465.
105
Godreau y Giusti confunden a los precaristas con los agregados, cuando
se trata de figuras distintas, ibidem, p. 486.
104
De súbditos a ciudadanos...85
como aparece en algunos padrones del siglo xvii106 o como los
han definido algunos historiadores, pues tenían una naturaleza distinta. Los campesinos desacomodados no tenían tierra,
trabajaban en las monterías o en las estancias de sus padres, y
con alguna frecuencia se veían obligados a laborar como peones en el área agrícola para subsistir.
En las condiciones existentes en los siglos xvii y xviii, los altos
funcionarios coloniales y los patricios consideraban a los desacomodados y a los agregados arraigados en la Tierra Adentro
como campesinos montaraces y levantiscos, que estaban fuera
del alcance de las autoridades y de la civilización. Las siguientes palabras de Fray Iñigo de Abbad los definen como una plaga de asaltadores, aliados de los contrabandistas, “...faltos de
medios para subsistir, suelen arrancharse en los bosques, en
donde viven de la pesca y hurtos, o haciendo viajes en piraguas
de contrabando, sin conocer juez, ni cura que pueda observar
su conducta cuyos perjuicios, se evitarían si se les diese una
estancia donde viviese de su trabajo”.
Se trataba de agregados informales, de precaristas y de campesinos de subsistencia que vivían en tierras realengas o en regiones inaccesibles. En Puerto Rico, a los campesinos que vivían
fuera del alcance de las autoridades se les denominaba por lo
general jíbaros. Del género de vida que llevaban los huidizos y
montaraces jíbaros se derivaba, según fray Iñigo Abbad, que se
mudasen “por el más leve motivo o por puro antojo de un pueblo a otro, donde encuentran quien los admita en sus tierras”.107
La propuesta del benedictino de mercedarle estancias en las
cercanías de las villas, o en pueblos de negros creados ad hoc,
para someterlos paulatinamente a la jurisdicción y autoridad
de los funcionarios coloniales, fue una de las soluciones que se
Francisco Moscoso: La economía del hato y los campesinos agregados en Puerto
Rico, 1750-1815, Historia y Sociedad, Departamento de Historia, Facultad
de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras,
año XI, 1999, p. 20.
107
Juan R. González de Mendoza: Op. cit., pp. 273-275.
106
86
Jorge Ibarra Cuesta
sugirieron con más frecuencia en el siglo xviii. La otra opción
era la esclavización de los campesinos agregados y desacomodados en “las libretas” de las haciendas, plantaciones y villas.
El interés que despertaba en algunos patricios y en las autoridades la posibilidad de explotar a este campesinado rústico e
insociable, ahorrándose la inversión de capitales considerables
en la compra de esclavos, se revela en los padrones que se levantaron para conocer las dimensiones de su presencia en el
medio rural.
Se estaba considerando la forma de apoderarse por medios
coercitivos de la fuerza de trabajo campesina, y subyugarla en
las plantaciones y haciendas de la isla.
En los primeros siglos de la colonización no era concebible
la sobrevivencia de las villas sin la creación de ejidos, o tierras comunales, en las que se labrasen cultivos menores para
el abasto de los vecindarios. Los ejidatarios estaban estrechamente relacionados con las necesidades de los vecindarios, y
dependían a su vez de estos para la solución de sus problemas.
En la región del Caribe, los campesinos cosecharon frutos
de alta demanda en el mercado mundial tales como tabaco,
café, jengibre, azúcar, algodón y cacao. La mercantilización de
esos productos implicó el esquilmo y la subordinación de los
campesinos a los comerciantes, usureros, terratenientes y a la
Real Hacienda. La historiografía económica ha acentuado el
aprovechamiento de los campesinos antillanos por los terratenientes, o bien ha generalizado excesivamente la oposición de
los señores de haciendas a que los labradores se asentaran en
sus dominios. Las relaciones de dependencia del campesino
del Estado colonial y del capital comercial no han sido estudiadas suficientemente. De manera parecida, las relaciones cambiantes del campesinado con el patriciado terrateniente y con
las autoridades coloniales, en función de las contradicciones
entre estos últimos, demandan de estudios específicos.
En los siglos xvi y xvii, el cultivo de jengibre alcanzó una
gran demanda en la metrópolis y propició la formación de un
De súbditos a ciudadanos...87
numeroso campesinado. Las estancias de jengibre desempeñaron un papel importante en el mantenimiento de los primeros colonos de la isla en el primer siglo de la colonización.
El médico y capellán John Layfield escribió durante la ocupación británica de la isla en 1598, a propósito de la preferencia
de los naturales pobres por el cultivo del jengibre antes que
la caña de azúcar: “...no necesitan tanto escoger el terreno de
manera que los pobres pueden tenerlas fácilmente y no necesitan de grandes recursos para empezar dicho cultivo”.108
A pesar de su tamaño, a fines del siglo xvi Puerto Rico proporcionaba cerca del 30% del jengibre que se destinaba desde
las Antillas para el mercado peninsular. La siguiente tabla nos
ilustra al respecto.
Cultivo de jenjibre antillas hispánicas (1576-1594)
La Española
22 056 QQ
(1 103 TONS)
71.7%
Puerto Rico
8 657 QQ
(433 TONS.)
28.1%
54 QQ
(2.7 TONS)
0.2%
Cuba
108
Los cultivos menores para el mercado local requerían poca
inversión y eran sembrados en estancias, mientras que los destinados a la exportación eran cultivados en estancias de jengibre y tabaco. Los de subsistencia, el plátano, la yuca y otras
raíces, no requerían casi ninguna atención.
Ante las reclamaciones de los estancieros que destinaban
su producción al mercado exterior, el Sínodo Diocesano de
1645 determinó que se redujese el diezmo sobre los productos de exportación: el jengibre del 10% se rebajó al 6.5% y
el casabe al 5%. La disminución del diezmo al casabe se debía a la importancia que tenía, ya que suplía el consumo del
pan en las villas y en los navíos de la Carrera de las Indias.
109
Francisco Moscoso: Agricultura y sociedad en los siglos del xv al xviii, Edit. ICP,
San Juan, Puerto Rico, 2001, p. 71.
109
Ibidem. pp. 72-73.
108
88
Jorge Ibarra Cuesta
No obstante, la contribución decimal se mantuvo en el 10%
para los cultivos menores: maíz, mijo, frutas, legumbres y diversas semillas que se cultivaban en el ejido para el vecindario de la ciudad. De ese modo, los campesinos que cultivaban
frutos menores con destino al mercado interno no fueron
beneficiados por el Sínodo Diocesano.110
De la documentación del Sínodo se deduce que un número
de estancieros mantenían una tenaz resistencia al pago de la
tributación eclesiástica. Los prelados les imponían entonces
sanciones religiosas severas, “Y porque de no darlas con tiempo se les han seguido y siguen pleitos y costas a los interesados
de dichos diezmos, incurran los que no la dieren en pena de
excomunión mayor, y de quatro pesos, aplicados, la mitad para
la cera del Santísimo Sacramento y Cruzada.”111
Los estancieros debían entregar puntualmente la contribución decimal y la alcabala. Aquellos que tenían ganado debían satisfacer la obligación de la pesa, en conformidad con el
número de reses que había en la jurisdicción, no de las cuerdas
de tierra que poseían.112 Desde luego, los más perjudicados por
esta obligación eran los pequeños ganaderos y los estancieros.
La obligación de la pesa era la condición esencial y única que
debía cumplir un hatero o un estanciero que criase ganado,
para continuar disfrutando de la merced o de la posesión de la
tierra. El sistema implantado desde 1620 resultaba tan abusivo
que fue modificado finalmente en 1802.113 A partir de entonces debía tributarse de acuerdo con la extensión de tierra que
tuviera cada terrateniente o estanciero, tuviera o no ganado.
En 1820 se abolió la onerosa obligación y se estableció el libre
aprovisionamiento en la capital.
Ibidem, pp. 90-91.
Ibidem. p. 92.
112
Michel J. Godreau y Juan Giusti: Las concesiones de la Corona y propiedad
de la tierra en Puerto Rico, siglos xvi-xx: un estudio jurídico, Revista Jurídica,
Universidad de Puerto Rico, vol. 62, no. 3, 1993, pp.468-469.
113
Ibidem.
110
111
De súbditos a ciudadanos...89
Si bien existen evidencias de algunos casos de hateros que
se opusieron al asentamiento de vegueros en sus haciendas, los
Cabildos de la isla, en tanto corporaciones representativas de
la clase terrateniente, se pronunciaron en más de una ocasión
en defensa del cultivo del tabaco.
En 1651 los patricios terratenientes Diego Menéndez de
Valdés y Pedro de Sepúlveda, posiblemente interesados en
cultivar la hoja o de elaborar el polvo en molinos de tabaco,
solicitaron al monarca que suprimiera el estanco del tabaco,
protestando contra los tributos que lo gravaban, al tiempo de
abogar por la libertad de su cultivo y venta.114
El Cabildo de San Juan, en exposición a Su Majestad del 24
de abril de 1674, planteaba que los regidores defendían los
intereses de los vegueros puertorriqueños contra el estanco, a
pesar de los escasos cultivos de tabaco que había en el territorio
insular. “Como uno de los frutos que se labran en esta Isla es
el tavaco y el que se ha estancado, los pobres labradores que la
cultivan no hallan quien se lo compre sino solo el estanquero
por el precio que quiere. Lo cual es de gran inconveniente y se
le sigue mucho daño. Uno por no poder venderlo libremente
y, lo otro, porque no se les paga su valor, con que se hallan
aflijidos del rigor que trae consigo estancar frutos de la propia
tierra, que no se hace en otra parte alguna...”
La denuncia de la situación por la que atravesaban los vegueros no tuvo efecto, pero en la referida misiva los regidores
defendieron a los terratenientes y estancieros respecto a la tributación de la Real Hacienda, y de los abusos del mandatario de
la isla, Gaspar de Arteaga, (1670-1674). “El Gobernador Gaspar
de Arteaga no contento con pagarse los derechos enteramente,
por haverse acavado la merced, ha introducido acrecentarlos
como lo ha hecho con el de la Armada de Barlovento que no se
pagaba aquí, imponiendo en cada arroba @ de azúcar blanca
114
Juana Gil- Bermejo García: Panorama histórico de la agricultura en Puerto Rico,
Escuela de Estudios Hispano Americanos, Sevilla, 1970, pp. 20-21.
90
Jorge Ibarra Cuesta
dos Rs. de plata y el parda Real y medio, que según el valor
que tiene al presente importa diez por ciento..” Ante la actitud
asumida por el gobernador los regidores manifestaban que,
“De no remediarse bendra a ser causa para que los Dueños de Ingenios de Azúcar que los mantienen a costa de
tantos trabajos los dejen a perder del todo, por el grande
Impuesto que contra razón y justicia y sin Orden de SM se
mando pagar”.115 Lo más lamentable, a juicio de los regidores, era que “Informado el dho Governador sin representar
los inconvnientes que se siguen y se esperimentan, pues en su
gobierno se han perdido los más de los frutos, por no haver
quien benga a sacarlos como por las Amenazas que hizo a los
Dueños de los Bajeles que halló en el Puerto despachandose,
como lo ha reducido a ejecución, aunque con violencia, y la
esperiencia ha mostrado que estas diligencias las encaminara
a sus maiors conveniencias”.116
El gobernador Diego de Robledillo (1674) y prominentes
representantes del patriciado terrateniente criollo, como
Alonso Menéndez de Valdés y Luis Salinas Ponce de León,
se opusieron a las prohibiciones, y lejos de plantear que las
talas de tabaco eran perjudiciales a la ganadería, aseveraron
que, “la beneficiaban con la progresiva roturación de terrenos y desmontes y proporcionaban buenos pastos para el
ganado”.117
En la década de 1730 la Corona dictó dos Reales Cédulas,
en 1734 y 1739, prohibiendo a los Cabildos otorgar tierras.
El Cabildo de San Juan trató de esquivar por todos los medios
esas disposiciones, y continuó repartiendo entre la gente pobre y desacomodada. En 1751, en el poblado de Manatí Abajo,
se distribuyeron terrenos entre 181 campesinos pobres, que
“Exposición del Cabildo de San Juan de Puerto Rico a SM de 24 de Abril
de 1678”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 165.
116
Ibidem.
117
Juana Gil- Bermejo García: Panorama histórico de la agricultura en Puerto Rico,
Escuela de Estudios Hispano Americanos, Sevilla, 1970, pp. 20-21.
115
De súbditos a ciudadanos...91
tenían estancias de una caballería a cada uno. Tenían los estancieros la obligación de tributar los propios del Ayuntamiento
y cercar sus parcelas.118 Con posterioridad al nombramiento
del gobernador Ramírez de Estenoz, en 1754, el Cabildo sanjuanero volvió a repartir tierras en Aibonito, Coamo y en los
hatos de Brame y Guadiana. A propósito de la repartición en
Aibonito, el Cabildo expresó su voluntad de que se “acomode
en sus tierras sin perjuicio del dho. Hato y sus ganados, a todos
sus vecinos, sus dueños y los demás que de dho. pueblo resultasen desacomodados...”119 En Toa Arriba el Cabildo también
otorgó predios a los campesinos montaraces.
Ante la abierta desobediencia del Cabildo de San Juan a
la Real Cédula de 1739, que le prohibía repartir tierras, el
doctor Francisco Galindo, oidor decano de la Audiencia de
Santo Domingo, declaró “no residir en dicho Cabildo facultad hacer merced de tierras”. El Cabildo sanjuanero se dirigió
entonces a SM el 11 de mayo de 1754, exponiendo que seguía entregando tierras “…atendiendo a los clamores de tanto
pobre desacomodado y a que por carecer de este beneficio
detestarían de su legal hombría y se entregarían a la ociosidad
y otros vicios perniciosos a la República”. Advertían los capitulares al propio tiempo “el notable quebranto que resultaba
de los propios y que quedaba este Cabildo expuesto a escasear
las funciones de su cargo…y contribuciones de salarios de su
obligación…y no tener otros arbitrios de que poderse valer”,
por lo que decidieron continuar mercedando las tierras, “hasta que por vuestra real majestad se determine lo que fuese más
de su real agrado”.120 Aunque de acuerdo con Moscoso no
faltó cierta dosis de demagogia en las reparticiones, no dejó
Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico. 1751-1760, publicación oficial del Gobierno de la capital, 1930, p. 4.
119
Ibidem, pp. 17 y 70.
120
Ibidem, pp. 84-86 y Aida R. Caro Costas: El cabildo o régimen municipal puertorriqueño en el siglo xviii, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de
Puerto Rico, 1974, t. II, pp.70-71.
118
92
Jorge Ibarra Cuesta
de asentarse una numerosa población campesina en las tierras
mercedadas por el Cabildo.121
Lo que resultaba evidente a todas luces era que, detrás de
las disposiciones del Cabildo sanjuanero, estaba el designio de
forjar una alianza con el campesinado y sentar las bases de la
hegemonía patricia frente a la Corona, que le privaba de la prerrogativa de entregar tierras. Sin proponérselo, los regidores
se anticipaban a los acontecimientos, arrogándose el derecho
de ser los que efectuaban demoliciones de haciendas comuneras y reparticiones de tierras entre los campesinos, antes que
la Corona dispusiera tales innovaciones en 1778. Parejamente
el Cabildo asumió nuevas funciones con relación a las tierras
que distribuyó al campesinado. Entre estas, la de exigir a los
labriegos que le pidieran autorización para cambiar de cultivo
o tipo de crianza, y para todo lo relativo a venta, donaciones,
herencias y pleitos en torno a las tierras.
La Corona decidió entonces tomar medidas contra el Cabildo de San Juan. Por Real Cédula del 15 de Octubre de 1754, ratificó las mercedes que les hizo a la Junta de Reparticiones de
Tierra. En esas circunstancias, el rico y emprendedor estanciero
Severino Xiorro, se apresuró a demandar del gobernador Felipe
Ramírez de Estenoz (1753-1757) que le restituyese en el cargo
de subdelegado de Repartimiento de Tierras que obtuvo por
disposición real, y del cual fue despojado por el anterior gobernador Bravo de Rivera. Desde luego, el encargado de distribuir
terrenos no sería el inquieto estanciero criollo, partidario de
los asentamientos campesinos en las haciendas comuneras. Las
reparticiones que harían las autoridades coloniales serían evidentemente en competencia con las que ejecutó por su cuenta
el Cabildo de San Juan. La historiadora Juana Gil- Bermejo dice
que se suponía que de la Torre y Navedo, “otorgasen tierras de
las incultas y vírgenes a todos cuantos vecinos desacomodados
las solicitasen según sus posibilidades. Las darían al uso y sin
Moscoso: Agricultura…, p. 125.
121
De súbditos a ciudadanos...93
otro gravamen que los acostumbrados, incluso gratuitamente
en caso de suma pobreza. Esto debían realizarlo, según tradicional norma y criterio, sin perjuicio y contradicción de tercero”.122
La Corona se propuso entonces alentar al gobernador a que
se pusiera al frente de los acontecimientos: mediante la Real
Cédula del 21 de enero de 1756, lo instó a que movilizase a “los
naturales” de la isla a aplicarse en la agricultura, “siendo esta
una isla que sus tierras son capaces de hacerla subsistir por sí”.
En realidad, Ramírez de Estenoz no hizo otra cosa que darle
continuidad al impulso que le impartió el Cabildo al proceso de
asentar a los campesinos en las tierras. De ahí que consignase
en oficio del primero de Agosto de 1757, “estoy entendiendo
de que se hallen muchos pobres desacomodados por defecto de
tierras que cultivan y labran para sufragar sus indigencias, que
es el común ejercicio en que generalmente se emplean”.123
Aguijoneado por los asentamientos dispuestos por el Cabildo
y por los pronunciamientos de estancieros como Severino Xiorro, el gobernador Ramírez de Estenoz declaró en la sesión del
Cabildo del 16 de agosto de 1757, que era necesario demoler y
extinguir los hatos y criaderos en las inmediaciones de la capital, para “la conversión de sus dilatados terrenos en estancias
para el acomodo de los principales y más hacendados de estos
naturales, pues estos con los esclavos que poseen y las fuerzas
de sus caudales, plantaran sin pérdida de tiempo tabaco, algodón, cacao, jengibre y frutos comestibles...”124
No se trataba, desde luego, de demoler los hatos de la isla,
sino solo los de las cercanías de la capital. Seis días después
de las declaraciones de Ramírez de Estenoz, un grupo de 20
Juana Gil- Bermejo García: Panorama histórico de la agricultura en Puerto Rico,
Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla 1970, pp. 247-249. Citado
por Moscoso en Agricultura…, p. 125.
123
Moscoso: Agricultura…, p. 127. Apud: “Oficio del Gobernador Felipe
Ramírez de Estenós, Puerto Rico, 1º de Agosto de 1757”, (AGI), Santo
Domingo, 549.
124
Moscoso: Agricultura…, p. 128.
122
94
Jorge Ibarra Cuesta
estancieros y terratenientes identificados por Moscoso como
“la crema estanciera” del país, dirigidos por Severino Xiorro,
Juan de Andino y Pedro Vicente de la Torre, se pronunciaron
a favor de la agricultura comercial en el Cabildo de la capital.
Los principales proponentes de estas medidas eran regidores
capitalinos. Significativamente el grupo promotor lo integraban los emprendedores estancieros y terratenientes que estaban resueltos a comprar sus tierras por composición desde
1751, y a promover la agricultura comercial, demoliendo el
hato cercano a San Juan. Su principal dirigente, Severino Xiorro, había sido apartado por los gobernadores Bravo de Rivera
y Ramírez de Estenoz por razones que no han sido esclarecidas.
El proyecto que el historiador Francisco Moscoso ha llamado
estanciero, pudiera definirse también como un designio de un
sector del patriciado terrateniente y de un grupo de estancieros ricos del Cabildo, interesados en fundar una economía de
plantaciones desde mediados del siglo xviii.
De la misma manera que el grupo de estancieros y terratenientes que favoreció la demolición de los hatos, el Cabildo de
San Juan, del que formaban parte muchos de ellos, estuvo
de acuerdo con “la demolición y extinción de todos los hatos
y criaderos de las inmediaciones de esta plaza y conversión
de sus dilatados terrenos en estancias para el acomodo de
los principales y más hacendados sujetos de estos naturales”.125
Cuando el Cabildo se refería a “Los principales y más hacendados de estos naturales” aludía, entre otros, a los emprendedores estancieros criollos interesados en producir para el
mercado exterior. Los hateros debían retirar sus ganados a la
región montañosa central, donde la crianza de reses sería su
eje y de manera secundaria algunos cultivos comerciales. El
Cabildo de San Juan dispuso entonces que, “los dueños de los
dichos hatos y criaderos puedan retirar sus ganados a tierra
Aida R. Caro Costas: El cabildo o régimen municipal puertorriqueño en el
siglo xviii, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico,
1974, t. II, p. 74.
125
De súbditos a ciudadanos...95
adentro... en cuyas partes se pueden mantener, fomentar y
conservar especialmente”.126
De acuerdo con Moscoso, autor de la razonada investigación
sobre el proyecto estanciero que citamos, el objetivo último de
la exposición era “que sus tierras se convirtieran en estancias
de labor que produzcan café, algodón, azúcar, añil y jengibre,
como frutos de mayor utilidad para el mejor establecimiento y
permanencia de la dicha compañía y su comercio”.127
En respuesta a las demandas de los estancieros y patricios el
gobernador recomendó que las tierras consideradas en usufructo, se entregasen como propiedad privada. Luego dispuso
la abolición “del horroroso gravamen de la pesa”. Se le dejarían tierras a los hateros solo si accedían a estregarlas a los
estancieros, para “fomentar los frutos referidos”.128
Una de las razones que argumentaron los gobernadores
españoles, para defender la demolición de los hatos, fue el papel
que desempeñaría la Real Compañía Barcelonesa al contribuir
con el financiamiento de plantaciones y con el vínculo de la isla
con el mercado europeo. La llegada de la compañía catalana fue
anunciada en el Cabildo por el gobernador Ramírez de Estenoz,
el 16 de agosto de 1757. Pero, ni los capitales de los entusiastas
estancieros y terratenientes criollos, ni las facilidades de crédito
de la Compañía Barcelonesa resultaron suficientes para fundar
una economía de plantaciones en Puerto Rico, hasta la segunda
década del siglo xix. En la misma medida que no se cumplían
los fines del proyecto, huérfano de capital y de los recursos necesarios, las rencillas y reservas del patriciado y los prósperos
estancieros con las autoridades coloniales no se aplacaban y
Ibidem, t. II, pp.74-75.
Francisco Moscoso: Agricultura y sociedad siglos xv al xviii, Edit. ICP, San
Juan, Puerto Rico, 2001, p. 130. Apud Reflexión de los vecinos habitadores de
esta isla infraescritos, Ciudad de San Juan, 22 de agosto de 1757, (AGI), Santo
Domingo, 549.
128
Ibidem, p. 130, Apud Carta del Gobernador Felipe Ramírez de Estenós, 26 de
Agosto de 1757 y Carta del Gobernador Ramírez de Estenós al Secretario de Estado
y del Despacho Universal de Indias, don Julián de Arriaga, 29 de Agosto de 1757,
(AGI), Santo Domingo, 549.
126
127
96
Jorge Ibarra Cuesta
tendían a enconarse. No solo se estaban disputando el apoyo de
los campesinos desacomodados, sino los de una clase de plantaciones en formación. Así, en 1768, los regidores sanjuaneros,
informados de que el teniente gobernador de Toa Alta distribuía
tierras en el hato de Espinoza, al parecer alentado por el gobernador de la isla, denunciaron enérgicamente que la autoridad se
arrogaba el derecho del Cabildo de la capital, a pesar de que sus
prerrogativas fueron cuestionadas por el oidor decano de la
Audiencia de Santo Domingo. Según los regidores, el proceder
del teniente gobernador era una injerencia que “cede en ofensa
de la autoridad y jurisdicción de este Cabildo”.129
La Real Orden de 1758 despertó gran oposición, en especial,
entre los poderosos terratenientes sangermeños. El Cabildo de
San Germán encabezó las protestas contra la disposición real
que autorizaba la demolición de las haciendas. Según Salvador
Brau, “la protesta contra el mandamiento regio fue general”.130
Para evitar males mayores, el gobernador Esteban Bravo de
Rivero (1757-1759) suspendió la investigación ordenada por
la Real Cédula e hizo recomendaciones alternas al Consejo de
Indias. El gobernador sugirió dejar en pie los hatos más importantes en los 19 poblados de la isla. Solo se demolerían los
hatos no aptos para la ganadería, y se repartirían entre los desacomodados pobres. Un reparto de este tipo se hizo en Aguadilla, lo que fue muy criticado por el visitador general mariscal
O´Reilly. Conforme a las recomendaciones del importante
funcionario, la Corona dispuso la distribución y venta parcelaria de los hatos realengueros y le otorgó la propiedad a los
estancieros beneficiados. Es decir, comenzó la repartición de
tierra realenga perteneciente a la Corona.
El nuevo gobernador, Mateo Guazo de Calderón (1759-1760),
debió aplacar “la excitación de los ánimos, coincidentes casi en
Aida R. Caro: Op. cit., t. II, p.79.
Michel J. Godreau y Juan Giusti: Las concesiones de la Corona y propiedad
de la tierra en Puerto Rico, siglos xvi-xx: un estudio jurídico, Revista Jurídica
Universidad de Puerto Rico. vol. 62, no. 3, 1993, pp. 471-473.
129
130
De súbditos a ciudadanos...97
rebelión”, provocada por las disposiciones encaminadas a la
demolición de las haciendas. Las medidas suscitaron fuertes
pugnas entre los criollos, sin que la documentación consultada por los historiadores puertorriqueños arroje luz sobre la
naturaleza de los conflictos. Godreau y Giusti creen que “Probablemente se trataba de pugnas entre comuneros y entre
estancieros y hateros.” Estos autores piensan además que los
funcionarios españoles trataron de beneficiar a los estancieros
con el designio de ganarlos para la reforma, dando lugar a
“fuertes altercados” entre estos y los terratenientes. Es posible
también que algunos agregados reclamasen la propiedad de
las tierras que ocupaban en las haciendas, en calidad de estancieros propietarios.
La división y demolición de las haciendas comuneras afectaba sobre todo a los propietarios de los rebaños más grandes,
que pastaban en cualquier lugar de los amplios predios de la
hacienda. De hecho, la distribución de la tierra entre todos
los tenedores de pesos de posesión, en calidad de propietarios
para que dispusieran de ellas como estimasen conveniente, significaba la disolución de los amplios dominios del hato. Esto
afectaba los intereses de los propietarios de los rebaños, que
no estaban dispuestos a vender la parte que les correspondía.
La gestión de demarcación y deslinde de las haciendas, por
parte de los comisionados, provocó nuevos disturbios. Solo el
hecho de deslindar las posesiones atentaba contra el orden
de cosas existentes en las haciendas comuneras. Los trabajos de los comisionados concluyeron con la entrega de 2,000
títulos a estancieros y a poseedores de pesos de posesión en las
haciendas comuneras. El reemplazo de Guazo de Calderón, a
su fallecimiento, por Esteban Bravo de Rivero, (1760-1761),
tranquilizó a los terratenientes. Pero la controversia tomó un
cauce judicial en virtud de una apelación de los terratenientes
del suroeste de la isla ante la Audiencia de Santo Domingo,
sin que se sepa la derivación última de la apelación. El resultado de estas pugnas fue que la mayor parte de los tenedores
98
Jorge Ibarra Cuesta
de pesos de posesión en las haciendas comuneras no los
vendieron. Estos permanecieron fieles a las tradiciones y
costumbres comunitarias existentes entre las familias hateras, las que prohibían a los tenedores de pesos de posesión
vender las tierras, sin el acuerdo de todos los que formaban
parte de la hacienda comunera.131
Los cronistas puertorriqueños Salvador Brau y Cayetano Coll
y Toste consideraron abusivas las Reales Cédulas de 1746 y 1754,
que establecían que los usufructuarios de hatos debían entregar los títulos que les dieron a sus antepasados por el uso de la
tierra. Coll y Toste escribió, “El real mandato fue desobedecido
por los puertorriqueños, porque era una gran injusticia”. Sobre
el particular Brau comentó “La medida era violenta y dada a graves perturbaciones, porque aquellos jíbaros que se batían por el
Rey sin contar el número de sus enemigos, con igual fiereza
mantenían sus derechos, dirimiendo con su espada de tazón o
el machete campesino, las diferencias personales causadas”.132
La amenaza de confiscar las haciendas o estancias, a los
usufructuarios que no presentaran las mercedes por las que
comenzaron a explotar esas tierras o rehusaran entrar en un
proceso de composición, pendía de la misma manera sobre los
terratenientes y los estancieros, que no tenían recursos para
comprar las tierras. De ahí que Brau llamase “jíbaros”, sin diferenciarlos, a los terratenientes propietarios de unos pocos
pesos de posesión o de pequeños rebaños, y a los estancieros.
En otras palabras, en ambos casos se trataba de campesinos
con pocos recursos.
La Memoria del visitador general, mariscal Alejandro
O´Reilly, de 1765, tuvo como telón de fondo el triunfo del
Ibidem, p. 474.
Michel J. Godreau y Juan Giusti: Las concesiones de la Corona y propiedad
de la tierra en Puerto Rico, siglos xvi-xx: un estudio jurídico, Revista Jurídica,
Universidad de Puerto Rico, vol. 62, no. 3, 1993, pp. 474-475. Apud: Coll
y Toste: La propiedad territorial, p. 281, nota 33 y Salvador Brau: Historia de
Puerto Rico, p. 153, nota 32.
131
132
De súbditos a ciudadanos...99
patriciado boricua que impidió se pusieran en vigor las provisiones de 1758 y 1759. Temeroso O´Reilly del destino de Puerto
Rico, luego de la ocupación de La Habana por los ingleses en
1762, le propuso a la Corona no despojar de las tierras al patriciado terrateniente boricua, sino repartir tan solo las realengas para fomentar plantaciones de azúcar y café. Los nuevos
plantadores pagarían un tributo con el que se financiarían las
milicias, pero las haciendas no se demolerían.
La Real Cédula del 14 de enero de 1778 dispuso finalmente
la entrega de la propiedad de la tierra a los que la usufructuaban. La cédula prevenía que los terrenos que se hallaren sin
usufructuarios, se repartirían a los vecinos “menos acomodados
que requieran de este auxilio para mejorar su suerte.” Si bien
el sector mayoritario del patriciado se opuso a la entrega de los
títulos y a la demolición de los hatos, la creciente mercantilización de las relaciones económicas convenció a algunos de que
la concesión de la propiedad privada de la tierra, y la venta de
los terrenos baldíos, les permitiría prosperar en una economía de mercado. De ahí el apoyo del Cabildo y de parte del
patriciado terrateniente, en el decenio de 1750, al proyecto
estanciero y al inicio de la demolición de hatos al menos en las
inmediaciones de la capital.
Luego de considerar la cuestión, la Corona acordó conceder la propiedad de las tierras a los hateros, a cambio de que
contribuyesen con el uniforme y armamentos para la milicia.
El subsidio consistía en un real y cuartillo, por cada vara de terreno que tuvieran los estancieros, y tres cuartillos los hateros.
Hasta entonces, los derechos que pagaban los estancieros eran
los de alcabala, los diezmos y la obligación de la pesa. A pesar
de que en 1778 la Corona finalmente concedió la propiedad
de la tierra a sus poseedores, los nuevos propietarios no cejaron en denunciar desde el Cabildo las prácticas corruptas de la
Junta a la que se le había asignado el reparto de tierras. En 1781
el Cabildo reveló que los comisionados del gobernador José
Dufresne (1776-1783), autores de la demolición de los hatos de
100
Jorge Ibarra Cuesta
las Caguas, “no han repartido los terrenos que demolían, sino
que los han vendido, y caros, a su beneficio particular… No han
atendido a los pobres para remediarlos, sino para aniquilarles
su substancia. Ellos reservaban para sí varios terrenos que después enajenaban”. Es decir, que se quedaban con ellos. En ese
contexto demandaba el Cabildo del gobernador que sus comisionados Carmona y Bonilla restituyesen “lo que por exceso de
su comisión han llevado en el mal reparto de sus terrenos”.133
Los regidores sanjuaneros pasaron, de esa forma, a representar
a los numerosos usufructuarios de los hatos de Caguas y a los
desacomodados, al demandar que se les reintegrasen las tierras
que le reconocían las disposiciones reales. Si se tiene en cuenta
que algunos hatos mercedados desde el siglo xvi, como el de
Buena Vista, se subdividieron por herencias sucesivas entre decenas de tenedores de pesos de posesión, y que a cada uno le
correspondían de una a dos caballerías de tierra, y que sus rebaños por lo general no llegaban a una decena de reses, llegamos
a la conclusión de que los ingresos que obtenían de sus crianzas
y cultivos eran apenas superiores a los de los estancieros y agregados pequeños o medios.
De acuerdo con un estimado sobre la enumeración de 1775,
en cada hato debió haber desde 5 hasta 30 condueños.134 Por
supuesto, en la medida que transcurría el tiempo el número aumentaba considerablemente. Las haciendas comuneras se subdividieron progresivamente en decenas de tenedores de peso de
posesión, herederos del primer patricio al que se le mercedó un
hato. La Real Cédula de 1758 respetó los derechos de los campesinos que trabajaban en común los ejidos de los pueblos, y sus cotos
territoriales fueron convertidos en propiedad de los ejidatarios.
La propiedad de las tierras no fue concedida a los terratenientes
y estancieros de Cuba y Santo Domingo, sino hasta 1819.
Aida R. Caro Costas: El cabildo o régimen municipal puertorriqueño en el
siglo xviii, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto
Rico, 1974, t. II, p. 75.
134
Ibidem, t. II, p. 81.
133
De súbditos a ciudadanos...101
La decisión de los patricios boricuas de atraerse a los estancieros, en su diferendo con las autoridades, se evidenció
de nuevo en las actas capitulares del Cabildo de San Juan de
1774 a 1777. El interés de los regidores por el crecimiento
económico se puso también de manifiesto en sus declaraciones sobre la demolición de los hatos y la necesidad de fomentar
añil, algodón y jengibre, promoviendo exenciones arancelarias
y tributarias a esos productos. De la misma manera destacaron
la importancia que tenía el fomento de los ingenios, lo que
interesaba cada vez más al patriciado y al capital comercial
español, por las ganancias que se obtenían en la producción de
aguardiente, ron y azúcar.135
Otra evidencia de la actitud del patriciado boricua fue el
talante con que, el Cabildo de San Germán, se enfrentó en 1807
al teniente a guerra y al recaudador del diezmo y la alcabala.
La ocasión propicia para unirse a las clases subalternas urbanas
y a los campesinos desacomodados, frente a los funcionarios
coloniales, se presentó durante los tumultos que se suscitaron
ese año en San Germán. Durante la sesión del Cabildo del 13
de marzo de 1807, los regidores se manifestaron a favor de los
vecinos que interrumpieron las deliberaciones denunciando a
gritos al fisco español, “se agolpó un tumulto de gente de todas
clases, estados y profesiones llamando a altas voces al Sindico
Procurador General el que saliendo a los balcones de las Casas
Capitulares le dijeron que pidiera al Ayuntamiento encavezara en nombre de ellos el ramo del Diezmo y qualquiera otro
que hubiese arrendado o pretendiese arrendar este hombre
(un tal Eufracio Uriondo) que a más de que trata de arruinarlos y reducirlos a una esclavitud es un afrentado asotado
por ladrón en las Calles de la Ciudad...”136 Las protestas del
Ibidem, t. II, p. 82.
Juan R. González de Mendoza: Hombres incultos, desagradecidos, inconstantes, y
desaplicados autores particulares de la destrucción de su patria: los agregados puertorriqueños como cimiento endeble de la patria, Colonial Latinamerican Review,
vol. 7, no. 2, 1998, pp. 234-235. Apud AHMSG, Libro de Actas I, fol. 107 v.
135
136
102
Jorge Ibarra Cuesta
vecindario propiciaron una prolongada negociación del Cabildo con el teniente a guerra, protector del cobrador del diezmo
Eufrasio Uriondo, y con el gobernador.
12.Extensión de las tierras ocupadas por las estancias y las
haciendas comuneras
Los datos de la primera enumeración censal de 1775 confirmaron la preeminencia de la agricultura y cría de ganado
en pequeña escala, llevada a cabo por estancieros, agregados y
poseedores empobrecidos de pesos de posesión en las haciendas comuneras. Las discusiones sobre la disolución de los hatos
reflejaron de nuevo el interés de los patricios y las autoridades
por atraerse al creciente campesinado y al numeroso sector
terrateniente venido a menos. El censo registró por primera
vez el número de estancias y de hatos que había en la isla.
La importancia de esta enumeración radica en que reveló las
dimensiones de la agricultura y ganadería en pequeño.
Distribución de la tierra en Puerto Rico. 1775
Unidades
Extensión total
en caballerías
Extensión
en cuerdas
Tamaño unidad
promedio
(Cuerdas)
5039 estancia pequeñas
994
198 800
39.4
185 estancias medianas
236
47 200
255.1
82 estancias grandes
248
49 600
570.1
254 hatos
6 913
1 382 600
6 607
Totales
8 391
1 678 200
137
137
Cerca de las 4\5 partes de la tierra estaban ocupadas por hatos.
Ahora bien, en términos de población las estancias aventajaban
a los hatos. Más de 5,048 personas poseían estancias, mientras
Fernando Picó: Historia general de Puerto Rico, Ed. Huracán Academia,
Río Piedras, P.R., 1986, p. 155.
137
De súbditos a ciudadanos...103
que los hatos estaban repartidos entre 1, 847 vecinos. Todos se
consideraban dueños de las tierras que les concedieran las autoridades coloniales o los Cabildos, pero la Corona siempre se
atribuyó la propiedad de las tierras realengas, y conceptuaba
como usufructuarios a los poseedores. Si tenemos en cuenta
que el número de jefes de familias de la isla ascendía a 12,000,
resultaría que 5,048 de estas poseía una estancia. El recuento
censal de 1775 no registraba el número de agregados que debió haber sido cuantioso.
En 1775 del total de tierras 1,382,600 cuerdas eran de hateros
(82.38%) y 295,600 cuerdas eran de estancias (17.61%). En
1822, 47 años después, se calculaba que del total de tierras
había 175,142 cuerdas en hatos (un 12.5% del total de tierras)
y 96,139 cuerdas (o sea, un 6.9%) en tierra realenga. En cambio, 1,130,456 cuerdas (el 80.6% del total de tierras) eran
consideradas de labranza.
Hatos (cuerdas)
Estancias (cuerdas)
1775
1 382 600 (82.3%)
295 600 (7.61%)
1822
175 142 (12.5%)
1 130 456 (80.6%)
Mientras los hateros disminuyeron su representación en
la posesión de la tierra desde 1775 hasta 1822, de un 82.38%
a un 12.5%, los estancieros la incrementaron de un 17.61%
a un 80.6%. La isla acentuó su condición de tierra de pequeños cultivos, entre los que se destacaban los de café.
Poseedores
Caballerías
Poseedores
x caballería
Estancias
5 048
1 478
0,29
Hatos
1 847
6 913
xxx
Agregados
7 000
xxx
xxx
Desacomodados
8 000
xxx
xxx
Esclavos
6 531
xxx
xxx
104
Jorge Ibarra Cuesta
Lo más notable de estos datos es que de la gente del campo
que vivía en caseríos o en la campiña, el 91.57% eran campesinos (estancieros, agregados y desacomodados) y un 8.43% propietarios de pesos de posesión en las haciendas comuneras. Fray
Iñigo Abbad plantea que “Repartidos a esta proporción, o en la
que se tuviese por más conveniente, los dilatados bosques que
cubren la isla, entre los vecinos que llaman agregados y demás
que están sin tierras, se podrán establecer desde luego, 7,835, de
los primeros y mayor número de los segundos, que entre unos y
otros ascenderán a más de 15,000 vecinos formando 30 pueblos
de a 500 familias cada uno en los sitios que más se estimase...”138
La aparición de la categoría de agregado estuvo vinculada
al crecimiento de la población rural, y al interés de los terratenientes de apropiarse del trabajo de los desacomodados, para
entonces convertirlos en agregados, atados a sus haciendas.
El crecimiento del sector desposeído rural tuvo su origen en
la primera mitad del siglo xviii, como resultado de distintas
corrientes de inmigración, mejoras en las bases alimenticias y
tráfico de esclavos. No obstante, desde el siglo xvii ya se formaba
una numerosa población de libertos que, después de la quiebra
de la esclavitud en las plantaciones azucareras y de jengibre, se
internó en el campo alejándose de las autoridades.139
Aun cuando se invoquen ejemplos de terratenientes expulsando de sus tierras a campesinos, estos casos resultan
irrisorios ante el hecho que el número de agregados en las
haciendas aumentó de 7,795 en 1775, a 21,373 en 1815.140
Fray Iñigo Abbad la Sierra: Historia geográfica, civil y natural de la isla de
San Juan Bautista de Puerto Rico, Edit. Edil Río Piedras, Puerto Rico, 1975,
pp. 171-172.
139
Jorge Luis Chinea: The West Indian immigration worker experience in Puerto Rico.
Race and labor in the Hispanic Caribbean. New directions in Puerto Rican studies,
University Press of Florida, Pensacola, 2005.
140
Francisco Moscoso: La economía del hato y los campesinos agregados en Puerto
Rico, 1750-1815, Historia y Sociedad, Departamento de Historia, Facultad
de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras,
año XI, 1999, pp. 16-17 y 26.
138
De súbditos a ciudadanos...105
Lo que indica que el patriciado terrateniente, antes que expulsar de sus predios a los campesinos, auspició un incremento
sostenido del agrego en sus haciendas, con el fin de aumentar la renta. En esas circunstancias es difícil sostener que el
patriciado terrateniente fuera un adversario del asentamiento
del campesinado en sus tierras, y de la producción mercantil
en sus predios. Desde luego, las relaciones que establecían los
terratenientes con sus agregados distaban de ser idílicas, en
tanto se trataban de relaciones de dependencia rural. Como
bien destaca Quintero Rivera, “La relación descrita entre la tierra, la mano de obra y el capital fomentó regímenes laborales
basados en lazos de servidumbre: principalmente el denominado agrego, es decir, la mano de obra agrícola residente a la
que se permitía cultivar una parcela para su subsistencia con la
obligación de dedicar una cuota de tiempo al cultivo comercial
del hacendado; el llamado “medianeo” o aparcería, en virtud
del cual el productor directo tenía que repartir su producción
con el terrateniente; y, para finalizar, el endeudamiento, consistente en pagar el trabajo en especie o con vales en la tienda
de la hacienda, lo cual hacía que el peón contrajera deudas y
pasara a depender de determinado terrateniente”.141
En Cuba y en República Dominicana no se han estudiado
suficientemente la importancia de la aparcería y los arriendos
de las haciendas por parte de campesinos, lo que hubiera permitido refutar la noción de que el patriciado terrateniente se
oponía invariablemente al arriendo de sus tierras, avalado solo
por pleitos dispersos por la posesión de la tierra registrados
por los historiadores económicos.
Ángel Quintero Rivera: Puerto Rico, 1870-1940. Historia del Caribe, Edit. Crítica,
Barcelona, 1990, p. 87.
141
106
Jorge Ibarra Cuesta
13.La dicotomía ciudad-campo
La historiografía puertorriqueña ha debatido sobre la dicotomía entre la ciudad y el campo desde los siglos xvi al xix.
Se ha acentuado la separación y el antagonismo del campesinado de las regiones apartadas de la isla, integrado por
“escapados” y jíbaros, con los vecindarios de las villas. El
historiador Arcadio Díaz Quiñones ha argumentado que
“No solo las mujeres, también los hombres, toda la sociedad campesina -como ha demostrado el historiador
Fernando Picó en sus trabajos- se encontraba muy alejada de la institución de la Iglesia y del Estado”.142 Si bien
es cierto que los vínculos de la población campesina con
la Iglesia y los funcionarios españoles eran débiles, no
puede decirse lo mismo de sus relaciones con otros sectores de la sociedad criolla. Otros historiadores como
Moscoso y Giusti han argumentado, en cambio, que los contactos entre la ciudad y el campo se mantuvieron todo el
tiempo, a pesar del alejamiento de los huidizos jíbaros.143
Historiadores como Fernando Picó y Arcadio Díaz Quiñones han planteado implícitamente, en grandes términos generales, la existencia de una
dicotomía entre el campo y la ciudad. Su posición tenía antecedentes en la
narrativa puertorriqueña. Las descripciones del hombre de letras que fue
Antonio S. Pedreira de San Juan, proyectan la “vida civilizada” de la ciudad
contra la “barbarie” del resto de la isla. San Juan se erguía contra un mar
de herejes y enemigos. La ciudad representaba la cultura de los funcionarios coloniales españoles, sus prelados, gobernadores y regidores criollos.
El campo era una sociedad rústica de una mezcla religiosa, racial, cultural
y étnica pronunciada, viviendo en un estado salvaje que había formado sus
propias normas y costumbres de origen africano, lejanas de los conflictos
con los enemigos europeos de España e irreconciliable con la cultura española. Arcadio Díaz Quiñones: “Una España pequeña y remota”, en Vírgenes,
magos y escapularios. Imaginería, etnicidad y religiosidad popular en Puerto Rico,
Angel Quintero Rivera, Centro de Investigaciones Sociales, Universidad de
Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, 1988, p. 11.
143
Plantea Moscoso que se reconsidere la tradicional dicotomía entre la ciudad y el campo, tal como dice Juan. A Giusti en Puerto Rico and the Non
Hispanic Caribbean: Un reto al exclusivismo de la historiografía puertoriqueña.
142
De súbditos a ciudadanos...107
El hecho que en Puerto Rico, de la misma manera que
en Cuba y en Santo Domingo, no se creasen dialectos por la
población rural negra, como en las posesiones inglesas, francesas y holandesas, desmiente la aseveración sobre la existencia de dos polos irreductiblemente separados entre la ciudad
y el campo. Por otra parte, la existencia de una numerosa
población de agregados, que mantenía relaciones de trabajo
con el patriciado terrateniente en las haciendas comuneras,
por muy esporádicas e inestables que pudieran ser, revela que
había vínculos duraderos y crecientes entre los montaraces
jíbaros y los terratenientes que formaban parte de los Cabildos y residían en las ciudades. La presencia de una cuantiosa
población rural blanca, integrada por inmigrantes canarios y
desertores o“escapados” de las flotas españolas, refuta la idea
que los prófugos negros del poder esclavista de las ciudades
no tenían vínculos con estos otros “escapados” blancos.
Por otra parte, la fundación de muchos poblados de negros
y mulatos, patrocinados por las autoridades y la Iglesia, es incompatible con la teoría de una separación tajante entre la
cultura española y la montaraz o cimarrona negra. Los pueblos
de negros reunían a jíbaros y libertos a los que se les ofrecían
tierras y herramientas de trabajo. Aunque la población campesina retraída constituía una mayoría considerable comparada
con esos primeros caseríos rurales, su fundación revelaba los
contactos entre la ciudad y el campo.
Reducidos núcleos de gente de campo, congregados en un
pueblo a instancias del gobernador Miguel de Muesas (1770-1776),
incluían grupos de desacomodados “de color” y algunos soldados peninsulares desertores. Fernando Miyares González afirmaba que a la fundación del pueblo de Cayey “se han acogido
muchos desacomodados, los cuales dan bastante pruebas de su
aplicación”.144 Estas aldeas fueron apadrinadas en la mayoría
Francisco Scarano: Puerto Rico: Cinco siglos de historia, Edit. McGraw-Hill,
México D.F., 2000, p. 381. Apud Fernando Miyares González: Noticias
144
108
Jorge Ibarra Cuesta
de los casos por las autoridades coloniales o por terratenientes, interesados en captar la fuerza de trabajo jíbara.
Según Godreau y Giusti, 50 familias de campesinos negros libres, emancipados y cimarrones, que vivían sin título al este de
Punta Vacía Talega, en tierras de los frailes dominicos, fundaron
la comunidad de Piñones.145 En 1820 se constituyó, con el auspicio oficial, una comunidad de negros y mulatos libres en el barrio
de Caimito. La comunidad tuvo su origen cuando un grupo de
campesinos “de color”, que cultivaban frutos menores y criaban
animales para su subsistencia, se reunieron para fundarla. Se trataba de descendientes de esclavos y peones jíbaros. En 1864, el
75% del poblado estaba integrado por negros y mulatos, y solo
un 25% por blancos.146 En Loíza se creó otro pueblo de negros y
mulatos libres. Santurce también fue ejemplo de pueblos de ese
tipo, compuesto por esclavos, negros y mulatos libres, y dedicado
también a la agricultura de subsistencia. En Lares, fundado en
1752, el 87% de los habitantes eran pardos, a pesar de que se
consideraba un poblado de blancos.147 Estudios más detallados
deben ayudar a esclarecer el origen de los vecindarios de estos
poblados de campesinos negros y mulatos, fundados con el consentimiento o el patrocinio oficial. En todo caso, eran poblados
que vivían separados de los centros de poder colonial.
particulares de la Isla y Plaza de San Juan Bautista de Puerto Rico, 2da. ed.,
Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, 1957, pp. 89-90.
145
Michel J. Godreau y Juan Giusti: “Las concesiones de la Corona y propiedad de la tierra en Puerto Rico, siglos xvi-xx: un estudio jurídico”,
Revista Jurídica, Universidad de Puerto Rico, vol. 62, no. 3, 1993,
p. 492, nota 640; y Juan A. Giusti: Black Lands, Black folks, National History:
Social Transformations in an Afro-Puerto Rican Zone. Piñones, Puerto Rico
18th- 20th Centuries, Conference at Puerto Rican Association in Ann
Harbor, University of Michigan, 10 de marzo 1989.
146
Fernando Picó: Caimito: una comunidad negra y mulata libre puertorriqueña al
margen de las haciendas azucareras, Al filo del poder, Edit. de la Universidad
de Puerto Rico, 1993, pp. 132-146.
147
Ángel Quintero Rivera: Vírgenes, magos y escapularios. Imaginería, etnicidad y
religiosidad popular en Puerto Rico, Centro de Investigaciones Sociales, Universidad de Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, 1988, p. 47.
De súbditos a ciudadanos...109
El asentamiento secular de esclavos emancipados en regiones inaccesibles de Puerto Rico, en el transcurso del siglo xvii,
no alcanzó las dimensiones de los palenques de La Española,
ni el arraigo de los rebeldes primitivos en los montes y cerros
de esa isla.* A diferencia de los esclavos prófugos y liberados,
por la quiebra de las plantaciones de azúcar y jengibre en La
Española, los esclavos de Puerto Rico no se constituyeron en
palenques. Quintero Rivera destaca al respecto, “Los escapados no sentían pues, la necesidad de organizarse en palenques.
Este tipo de contra plantación se caracterizó por viviendas
aisladas de núcleos familiares en una producción básicamente de subsistencia. Agricultura de tumba y quema forma de
vida seminomádica y poco apego a la propiedad territorial...”
Los escapados rurales del Caribe hispano, añadirá Quintero,
incluyendo los de origen español, “compartían un retraimiento
(buscado) del Estado”.148
Fue precisamente ese retraimiento de los escapados puertorriqueños lo que iba a provocar la rabia y el malestar de algunos
patricios, quienes pretendían usar su mano de obra en las plantaciones que proyectaban fundar a principios del siglo xix. Al
margen del deseo de fundar pueblos de negros y mulatos que
atrajesen a los jíbaros trashumantes, el poder colonial ensayó
también convertir en cautivos a los que apresaba. Los intentos
de las autoridades coloniales, de apresar y someter bajo su dominio a los jíbaros, se sintieron con intensidad en la segunda
mitad del siglo xviii. En 1769 el arzobispo Pablo Ramón se
El nombre por el que se conocerá en los primeros siglos de la colonización española el campesino boricua será el de jíbaro. De acuerdo con Fernando Ortiz, jiba es una voz indoantillana, que significa bosque o monte.
Por antonomasia es un animal que se fuga al monte: un perro jibaro o un
puerco jibaro.
*
Ángel Quintero Rivera: ¡Salsa, sabor y control! Sociología de la música tropical,
Premio Casa de las Américas, Ensayo Histórico Social, La Habana, 1998,
p. 272.
148
110
Jorge Ibarra Cuesta
quejaba del numeroso grupo de “hombres nativos y extranjeros, decididamente de color, no asentados y sin aplicación, que
andan de un vecindario a otro, como si nada los molestara”.149
En 1783 el gobernador Juan Dabán y Noguera (1783-1789)
instruía a los alcaldes que arrestasen “a esclavos musulmanes,
descendientes de judíos, gitanos y traficantes, extranjeros y
vagabundos”. Dabán restringió también la libre circulación
de los vecinos en toda la isla, exigiéndoles que obtuvieran de
las autoridades locales una licencia o un pasaporte para trasladarse de un lugar a otro. En 1814 el gobernador Salvador
Meléndez (1809-1820) les ordenó a los alcaldes que tomaran
severas medidas contra los vagos, ladrones y desertores.150 El
calificativo de vago era sinónimo de jíbaro y montaraz, y se
aplicaba también a otros insumisos que deambulaban por las
villas en la época.
Las búsquedas y averiguaciones del patriciado en sus villas y cercanías, a propósito de la condición ociosa de los
vecinos y labradores de las tierras comunales, revelaba el
atractivo que revestía conseguir su mano de obra. En la sesión del 6 de mayo de 1799, el Cabildo de San Juan acordó
“averiguar de los vecinos, las labranzas en que se exercitan para mantenerse sus familias, apremiando a los osiosos
para que se apliquen a la labor, y siendo contumaces, los
arrestaran en la Cárcel pública, apremiándoles de que se les
pondrá con Amo, a fin de que se corten la holgazanería en
que muchos viven”.151 Una disposición parecida se tomó en
la sesión del Cabildo el 8 de marzo de 1802, encaminada a
que “se dispusiese el que uno de los señores regidores... les
“El Consejo de Indias al Rey, Octubre 6, 1769”, (AGI), Audiencia de Santo
Domingo, leg. 2282.
150
Instrucción del señor Gobernador y Capitán General de la Isla, p. 299.
151
Juan R. González de Mendoza: Hombres incultos, desagradecidos, inconstantes, y
desaplicados autores particulares de la destrucción de su patria: los agregados puertorriqueños como cimiento endeble de la patria, Colonial Latin American Review,
vol. 7, no. 2, 1998, p. 239. Apud AHMSG, Libro de Actas I, fol. 107 v.
149
De súbditos a ciudadanos...111
señalase a cada Capitular el Partido, o Partidos que había
que visitar, y celar, inquiriendo por los vagos que hay en
ellos, para facilitar con los vecinos pudientes el trabajo para
su mantenimiento a que no sugetandose, se le remitiese con
sumario al servicio del Rey”.152 Se perseguían a los vecinos
“vagos” y a los jíbaros de otros partidos para que trabajasen
forzosamente en las obras públicas que estuvieran realizándose. Todavía en 1806 el síndico de San Germán se lamentaba de “los muchos bagos qe. hay en la Jurisdicción: a la
que se decretó qe. los Señores Alcaldes con conocimiento
de causa probean el remedio”.153 En 1809, el alcalde de San
Juan, Pedro Irizarri, criticaba a los terratenientes que toleraban en sus predios a desacomodados como precaristas
o agregados, pues “por una caridad mal entendida suelen
abrigar este mal, consintiendo en sus terrenos y socorriendo a esta clase de hombres perniciosos”.154
El objetivo final de estas denuncias contra “los vagos” de las
villas, los agregados, desacomodados y merodeadores era, de
acuerdo con las Instrucciones de 1809 de los Cabildos de la isla,
recluirlos y someterlos al dominio de los patricios en las villas,
“Que todos los vecinos que carecen de propiedades o no se hallan asalariados o legítimamente invertidos en las casas de los
propietarios hayan de reducirse precisamente a vivir en las poblaciones...”
Lo mismo debía hacerse con los agregados que vivían libres
en los campos, “El sinnúmero de agregados que abruman los
campos, si por una parte viven ociosos y sin la proporcionada
aplicación al trabajo, son por otra la más roedora polilla de las
estancias y haciendas”.155 En el informe del alcalde de la capital,
Pedro Irizarri, se definirán los agregados como unas excrecencias
Ibidem, p. 239.
Ibidem.
154
Ibidem.
155
Ibidem, p. 243.
152
153
112
Jorge Ibarra Cuesta
de la naturaleza. Así dirá: “Que se borre de la memoria de los
hombres el nombre de agregado como desolador de la agricultura de Puerto Rico”. Lo que irritaba al patricio criollo era que
los agregados, en vez de prófugos intratables, “pudieran ser vecinos de nombre y útiles para sí, a la Patria y al Estado”.156 La
patria de la que hablaba Irizarri era la patria de la plantación de
la metrópolis española, no la de los “rebeldes primitivos” que
eran los agregados. Otro de los pecados de los ariscos agregados
fue que, cuando se contrataban ocasionalmente con un terrateniente, “no reportan consigo regularmente obligación alguna
ni pagan regularmente ningún derecho al señor del fundo en
reconocimiento de su dominio”. Peor aun, en la parcela de terreno que le cedía el terrateniente los agregados no cultivan
productos bien cotizados en el mercado mundial como café,
caña o algodón, “privándose de su utilidad para que no participe en ella el dueño”, sino “maíz, frijoles, arroz o batatas que
les sirven de un grosero alimento para pasar el año”.157 De ahí
que los fulminase definitivamente como “autores de la destrucción de la patria” y “categoría humana inferior”. Claro está, los
temores y resentimientos del alcalde patricio de San Juan hacia
los jíbaros se vinculaba con la negativa de estos a someterse a
relaciones de servidumbre, después de haber conquistado muchos su libertad en el monte. La raíz de la independencia de
los rebeldes primitivos boricuas se situaba en el colapso de las
plantaciones de azúcar y jengibre en el siglo xvii, y en el internamiento de gran parte de la fuerza de trabajo cautiva en montañas abruptas y bosques impenetrables.
14.Plantación extranjera y campesinado boricua
El incipiente proceso de formación nacional de la sociedad
criolla se vio interrumpido por la constitución de un sistema
Ibidem, p. 240.
Ibidem, p. 241.
156
157
De súbditos a ciudadanos...113
plantacionista en la región, y la integración de la isla a las corrientes del mercado capitalista mundial durante la primera mitad del
siglo xix. La emergencia de una clase de plantaciones azucareras
y cafetaleras estuvo estrechamente vinculada a la nueva política
colonial que ensayó la metrópolis en Cuba y Puerto Rico desde
la primera mitad del siglo xviii y principios del xix, así como a
la inmigración masiva de europeos y vecinos blancos de otras
colonias españolas que se radicaron en la pequeña isla.
En la medida en que los inmigrantes europeos integraron
una clase social emergente, formada por grandes plantadores y mercaderes que desplazaron al patriciado terrateniente
boricua para devenir en la clase hegemónica de la isla, no
incorporaron a su visión del mundo las tradiciones locales y
el incipiente sentimiento nacional de las clases sociales criollas.158 Estadísticas de la época señalan que los 279 inmigrantes
europeos que invirtieron en esclavos, tierras y maquinarias, para
fundar el sistema de plantaciones cafetaleras y azucareras de
Puerto Rico y en otras empresas, ascendió a 1,672,044. El capital extranjero declarado en 1815 era superior tres veces al total
del dinero en curso en Puerto Rico. Las inversiones foráneas
excedieron de la misma manera al valor de las exportaciones
de la isla en 1819, equivalentes a 1,098,083 pesos.159 El 60% de
James L. Dietz: Historia económica de Puero Rico, Ed. Huracán, San Juan de
Puerto Rico, 2002, pp. 70 y 72; Francisco Scarano: Sugar and slavery in Puerto
Rico: The plantation economy of Ponce, 1800-1850, The University of Wisconsin
Press, Madison, 1984, p. 82, Tabla 4.1., y pp. 204-209; Astrid Cubano Iguina:
Economía y sociedad en Arecibo en el siglo xix: los grandes productores y la inmigración
de comerciantes; Francisco Scarano: Inmigración y clases sociales..., Ed. Huracán,
Río Piedras, Puerto Rico, 1981, p. 118; Pedro San Miguel: El mundo que creó el
azúcar. Las haciendas en Vega Baja 1800-1873, Ed. Huracán, San Juan de Puerto
158
Rico, 1989; Laird Bergard: “Agrarian history of Puerto Rico”, Latin American
Research Review, vol. XIII, no. 3, 1978 y Fernando Picó: “Los catalanes en el
despegue de la agricultura comercial en la montaña puertorriqueña”, en
Al filo del poder, Edit. de la Universidad de Puerto Rico, 1993, pp. 73-90.
159
Jorge Luis Chinea: The West Indian immigration worker experience in Puerto
Rico, Race and labor in the Hispanic Caribbean. New directions in Puerto Rican
studies. University Press of Florida, Pensacola, 205.
114
Jorge Ibarra Cuesta
los inversionistas eran franceses, los seguían italianos, corsos,
daneses, escoceses, holandeses, portugueses y suizos.
La desaparición gradual del patriciado puede apreciarse en
las enumeraciones censales realizadas en los siglos xviii y xix.
Según el censo de 1775, un 82,4% de las tierras en la isla estaban ocupadas por hatos ganaderos, y solo un 17,6% se dedicaba a la agricultura; pero el censo de 1822 registraba que los
hatos y corrales ocupaban solo el 12,5% de las tierras, en tanto
un 80,6% de estas se destinaban a la agricultura.
Carente de capitales, el patriciado criollo terrateniente no
pudo emprender la formación de plantaciones orientadas hacia
el mercado mundial. A diferencia de la región occidental de
Cuba, donde en el curso de los primeros siglos de colonización
se consolidó una economía de servicios (astilleros, construcción
de fortalezas, agricultura comercial, grandes mercaderes),
organizada en función del abastecimiento de la flota española,
Puerto Rico estuvo marginada de las grandes rutas marítimas
del Nuevo Mundo y no pudo alentar en el siglo xviii la fundación de una economía de plantaciones.
Solo la inmigración de comerciantes catalanes, corsos,
mallorquines, ingleses y franceses, procedentes de la vecina
isla de St. Thomas, hizo posible la formación de una clase de
plantadores en el siglo xix. La gran mayoría de estos inmigrantes, estrechamente unidos con el poder colonial, eran
hostiles a la idea de reformas políticas o de una revolución
por la independencia.160 En la región occidental de Cuba, los
160
Estela Cifre de Loubiel: Catálogo de extranjeros residentes en Puerto Rico en el
siglo xix, Edit. de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, P.R. 1962;
María Dolores Duque de Sánchez: La interrelación de los corsos con la población
criolla de Yauco durante la primera mitad del siglo xix, ponencia al XV Congreso
Internacional de LASA. Miami, 1989; Francisco A. Scarano: Inmigración
y clases sociales en el Puerto Rico del siglo xix, Ed. Huracán, Río Piedras,
Puerto Rico 1981; Birgit Sonesson: Catalan migration to Puerto Rico in the
xix Century: the links of sitges and Vilanova Geltru, ponencia al XV Congreso
Internacional de LASA, Miami 1989; Laird Bergard: Coffee and the growth
of agrarian capitalism in nineteenth in Puerto Rico, University Press, 1984;
De súbditos a ciudadanos...115
señores de haciendas criollos que emprendieron la formación
de un sistema de plantaciones, en el decenio de 1740, fueron
reemplazados en buena medida por los grandes comerciantes
españoles que se adueñaron de sus propiedades mediante préstamos usurarios en la primera mitad del siglo xix.161 De ese
modo, tanto en Puerto Rico como en la región occidental de
Cuba, la clase rectora de la economía de plantaciones fue una
clase extranjera ajena, cuando no hostil, a las tradiciones criollas
y a los sentimientos de patria local.
Los comerciantes europeos que se dieron a la tarea de constituir un sistema de plantación esclavista en Puerto Rico, se
dieron cuenta que carecían de capitales suficientes para la
compra de la mano de obra esclava requerida para producir
azúcar y café. El incremento de los precios de los esclavos y de
la tierra incidió en que se redujera su capacidad para financiar
las cosechas.162 A diferencia del patriciado criollo boricua, los
comerciantes y plantadores europeos de St. Thomas no tenían
mayores contradicciones con el poder colonial español. Esa
Rosa Marazzi: “El impacto de la inmigración a Puerto Rico de 1800 a 1830:
análisis estadístico”, Revista de Ciencias Sociales, 18, nos. 1 y 2, San Juan, Puerto
Rico, 1974, pp. 1-42 y Pedro San Miguel: El mundo que creó el azúcar. Los hacendados en Vega Baja. 1800-1873, Ed. Huracán, Universidad de Puerto Rico,
Río Piedras, P.R, 1985, p. 129.
161
Jorge Ibarra Cuesta: The Spanish Communities in Cuba and Puerto Rico.
Their role in the nation building process during the xxth Century, Sugarlandia, editors Roger Knight and Juan Giusti, Berghahn Publishing,
120 pags. Oxford and New York, 2007; Cultura e identidad nacional en
el Caribe Hispánico, La Nación Soñada: Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante
el 98 congreso convocado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1997; The sense of national identity in the Independent territories, en The Unesco General History of the Caribbean, chapter 13,
vol. IV, 180 pages, Unesco Publishing, London and Oxford, 2007;
Los nacionalismos hispanoantillanos del siglo xix, en vísperas del 98 congreso. Orígenes y antecedentes de la crisis del 98, Congreso Historiográfico convocado por el Departamento de Historia Contemporánea
de la Universidad Complutense de Madrid. Ed. Biblioteca Nueva,
Madrid, 1997.
162
José Curet: Sobre la esclavitud y el orden de cosas en Puerto Rico (1845-1873),
Ed. CEREP, San Juan, Puerto Rico, 1972.
116
Jorge Ibarra Cuesta
situación originó que las autoridades los avalaran y respaldaran
en la ejecución del proyecto de apoderarse e la mano de obra
campesina mediante el sistema de coerción estatal de “la libreta”.
De paso, se evitaron solicitar préstamos usurarios del capital comercial para comprar negros en África.
Una de los aspectos que ha provocado criterios diversos y
debates entre los historiadores es el de la intensidad con que
el campesino era explotado por los terratenientes, el capital
comercial y el Estado. La historiografía también ha analizado
el carácter estancado de las relaciones de servidumbre impuestas por los terratenientes al campesinado, y su relación con el
empobrecimiento del agregado y del peón provocado por el
capital comercial y el fisco español.
No parecen haber muchas dudas sobre el estilo menos desmedido y arbitrario de las relaciones patriarcales impuestas
por los señores de hacienda, en comparación con las exigencias onerosas del capital comercial español y las exigencias
tributarias del Estado colonial con respecto al campesinado.
Fernando Picó describió con mano maestra el creciente peso
de las cargas de los comerciantes refaccionistas y de las imposiciones fiscales de la Real Hacienda, en el contexto de las
obligaciones del campesino con su señor de agrego en Utuado, región representativa de la producción cafetalera en las
montañas. El historiador puertorriqueño estima que el pequeño
propietario desposeído de Utuado «acostumbrado a contar
solo con compadrazgos y parentescos para hacerle frente a
las eventualidades de una economía campesina, ahora tenía
que confrontar tasas de interés, plazos fijos y vaivenes en los
precios, con el agravante de tener que ofrecer la tierra como
garantía de la puntualidad. Así, los comerciantes aceptaban
la tierra como pago de obligaciones cuando toda otra posibilidad de satisfacer las obligaciones se había agotado. La presión sobre la propiedad campesina, no solamente provenía
de las obligaciones crediticias, sino también de los reclamos
fiscales”. Lo más preocupante era “La renta anual de 5% del
De súbditos a ciudadanos...117
capital censual (dado a censo) podía equivaler a una o dos
vacas (5 ó 10 pesos). Esto, añadido a los diezmos, primicias y
derechos de tierra podía, cumulativamente a largo plazo, convertirse en una pesada carga”.163 Por otra parte, Picó agregaba
que “Los censos y capellanías que ya en 1776 Iñigo Abbad señalaba como origen de los descendientes de codueños de hatos
y estancieros contribuyeron decisivamente al endeudamiento
acumulativo de los campesinos”.164
El asunto más difícil sobre los vínculos de dependencia rural es el concerniente al carácter estancado del agrego. Desde
esa perspectiva vale destacar la tesis marxista que el campesino
subordinado al terrateniente es incapaz de emanciparse por sí
mismo, una vez que sus relaciones de dependencia tienen una
naturaleza política. El campesino debe estar agradecido del
terrateniente en tanto este lo incluye en los contrabandos que
organiza, se solidariza con sus evasiones tributarias y, en virtud
del paternalismo señorial terrateniente y las relaciones de parentesco y de compadrazgo, recibe un trato que no les dan las
autoridades ni los comerciantes. Si bien le resultará más difícil
liberarse de la deferencia señorial, en la cual está atrapado,
primero deberá romper sus vínculos con la usura comercial
y el Estado colonial. Puede protestar contra el terrateniente,
pero sus críticas guardan relación con la violación por este
de los preceptos morales que rigen para las relaciones económicas, no con la situación de dependencia ni con sus fundamentos propiamente dichos. Por otra parte, sus reprobaciones
no se proponen subvertir el orden terrateniente. Es preciso
que esos vínculos se tornen económicos, en virtud de la inserción del campesino en relaciones económicas de mercado,
para que tome conciencia de su situación de dependencia.
Fernando Picó: Amargo café (Los pequeños y medianos caficultores de Utuado
en la segunda mitad del siglo xix), Ed. Huracán Río Piedra, Puerto Rico,
1981 p. 67.
164
Ibidem, pp. 58-59.
163
118
Jorge Ibarra Cuesta
En la situación colonial el campesino se percata del designio
metropolitano por el carácter descarnado de las imposiciones
económicas de la Real Hacienda, el estanco y el monopolio
mercantil que le prohíbe comerciar con el extranjero. De la
misma manera se siente oprimido por la persecución de las
autoridades coloniales al juego ilícito, la obligación de portar
permisos de las autoridades para trasladarse de un lugar a otro,
y la represión oficial por sus más elementales expresiones culturales y religiosas. Esos condicionamientos propiciaron que,
algunos jíbaros, se sintieran motivados a seguir los pasos de los
terratenientes que insurgieron en Lares en 1868. No faltaron
tampoco razones de peso para que otros hombres de campo
abrazaran las campañas políticas autonomistas de sus señores
en el período 1878-1895.
Francisco Scarano ha estudiado la trayectoria de los mitos que
elaboraron los patricios boricuas sobre los jíbaros. En un primer
momento, pensadores liberales como Pedro Irizarri y Antonio
S. Pedreira concibieron a los jíbaros como un lastre porque no
se sometían a los dictados de los señores de haciendas, ni a las
normas civilizadas de la comunidad letrada de San Juan.165 El
vocablo despectivo de jíbaro se reservaba para el otro criollo,
para el campesino mulato, montaraz y levantisco, que no cedía
de buen grado su fuerza de trabajo codiciada por los plantadores. En la medida en que en la primera mitad del siglo xix se
agudizaron los conflictos del patriciado y de una clase media
emergente boricua con el poder colonial, se trató de convalidar
los proyectos liberales y reformistas criollos “mediante un acto
de identificación y solidaridad con un sujeto autóctono, genuino ¨del país¨, como se denomina en Puerto Rico todo lo que
allí se origina”. Los patricios y la clase letrada boricua lo identifican con la expresión más auténtica de la puertorriqueñidad,
Francisco A. Scarano: Desear el jíbaro: Metáforas de la identidad puertorriqueña
en la transición imperial, en Illes i Imperis, Universitat Pompeu Frabra.
no. 2, primavera de 1999, pp. 65-77.
165
De súbditos a ciudadanos...119
en tanto constituye una etnicidad y una cultura fraguada en la
isla, opuesta a la española. Para la intelectualidad criolla blanca
no se trata de identificarse en igualdad de condiciones con el
jíbaro que sigue siendo su negación cultural, sino de atraerlo
a sus filas para enfrentarlo a la metrópolis y a sus autoridades.
Tanto Scarano como Quintero Rivera se percataron de las dos
caras que tuvo el jíbaro para la intelectualidad puertorriqueña,
a medida que avanzaba el siglo xix.166
Por supuesto, era preciso reconocerlo como uno más de la
tierra, para contarlo como un subalterno en las filas criollas a la
hora de formular las grandes demandas ante España. De acuerdo con las reflexiones de Scarano sobre los criterios de Gerald
Sider, lo que define el mito del jibaro es “la creación de la otredad del subalterno y, contradictoriamente, la consolidación de
lazos de dependencia mutua, y hasta de cierta intimidad, entre
el poderoso y el débil”.167 De ahí la necesidad de identificar
al jíbaro como otro miembro de la comunidad criolla, señalándole, a la vez, sus limitaciones, para que aceptase de buen
grado, pasivamente, la dirección hegemónica de la élite que
lo reivindica. No parece poca cosa que la literatura puertorriqueña de la segunda mitad del xix predicase la inclusión
del jíbaro en la comunidad criolla. Las novelas y ensayos más
significativos de la época tuvieron un carácter marcadamente
político, sus autores depositaban sus esperanzas en que algún
día el campesino puertorriqueño deviniese en el elemento
más numeroso de la ciudadanía y el factor decisivo en los procesos electorales.168
Puerto Rico: Identidad nacional y clases sociales, Coloquio de Princeton.
Angel G. Quintero Rivera, José Luis Gonzales y otros, Río Piedras,
Puerto Rico, 1979, p.23.
167
Francisco A. Scarano: Op. cit., 1999, p. 67.
168
Scarano refiere las novelas Cofresí, de Alejandro Tapia y Rivera, La Charca, de Manuel Zeno Gandia, ¿Pecadora?, de Salvador Brau, y los ensayos
históricos y sociológicos Las clases jornaleras de Puerto Rico, y La Campesina,
del mismo Brau, y estudios médicos sociales como, El campesino puertorriqueño de Del Valle Atiles, Ibidem, p. 68. Ver también Ángel Quintero Rivera:
166
120
Jorge Ibarra Cuesta
Como en todo lo que hemos discutido, los conflictos entre
el patriciado y las autoridades influían poderosamente en las
actitudes que observaban con relación al campesinado.
La Española: La identidad forjada contra propios y extraños
1.Persistencia de los conflictos de los Cabildos con las
autoridades coloniales en el siglo xvii
En la segunda mitad del siglo xvi hubo pronunciamientos del fiscal y los oidores de la Real Audiencia de Santo
Domingo para que se les diera un mejor trato a las comunidades criollas de la isla ante el fenómeno de la emigración
de cientos de vecinos al continente americano, sin embargo, los conflictos de los criollos con las autoridades persistieron con pocas variaciones en el siglo xvii.169 La oposición
de las comunidades criollas a la represión que desató la
monarquía española contra los rescates, después de los despoblamientos de Osorio, no se limitó a la unidad de los
Cabildos de la isla frente a determinadas disposiciones de
las autoridades, sino que se expresó de las maneras más diversas a lo largo del tiempo.170 El gobernador Diego Acuña
“Apuntes para una sociología del análisis social en Puerto Rico. El mundo
letrado y las clases sociales en los inicios de la reflexión sociológica”, en
Patricios y plebeyos: burgueses, hacendados y artesano, y Las relaciones de clase en
el Puerto Rico de cambio de siglo, Ed. Huracán Río Piedras, Puerto Rico, 1988,
pp. 189-280.
169
El licenciado Alonso Estévez, fiscal de la Real Audiencia de Santo Domingo,
en reiteradas ocasiones se dirigió a SM recomendando que se le prestara
protección y ayuda a los naturales del país, como un medio de evitar su
emigración a otras posesiones de España en el continente americano.
Genaro Rodríguez Morel: Desarrollo económico y cambio demográfico en las Española, Boletín del Archivo General de la Nación, año lxix, vol. XXXII,
no. 117, Santo Domingo, enero-abril 2007.
170
Veáse t. II de esta obra.
De súbditos a ciudadanos...121
(1624-1626) entendía que se debía aumentar la guarnición
de soldados españoles de la capital porque, “…la gente de
la tierra es tan poco aficionada a la guerra que no hemos de
hacer mucho caudal della como poco diestra y no inclinada a la milicia”. Esto lo que significa es que los criollos de
La Española, a pesar de haber sido víctimas del desalojo de
sus tierras y de sus medios de subsistencia por parte de la
metrópolis, solo peleaban cuando se sentían agredidos en
sus vidas y propiedades. Como en la mayoría de los casos
en los que tenían lugar agresiones extranjeras, los criollos
fueron siempre los primeros en tomar las armas y combatir
las intromisiones enemigas. El gobernador Gabriel Chávez
Osorio (1627-1630) y el Cabildo de Santo Domingo consideraban que las comunidades criollas naturales estaban
colmadas “de buen ánimo y resolución de morir en defensa
de esta ciudad sirviendo en ella a vuestra majestad...pero
también se hallan diestras y ejercitadas en las armas siendo
sus arcabuces la cosa que más miran y sus casas y que más
cuidados ponen de que esté con la prevención necesaria.
teniendo balas ajustadas, pólvora, cuerda y demás”.171
El mismo criterio tenía la Orden de los Franciscanos en
La Española, según su exposición ante Su Majestad el 27 de
diciembre de 1630, “hoy día está la gente de la milicia tan
disciplinada que hasta los negros pueden ser soldados de
Flandes, ejercitados en la puntería, escaramuzas y demás
actos militares... y los castillos, fuerzas y murallas tan bien
dispuestos que juzgamos ser lo más importante para esta
plaza”.172
Durante el gobierno de Juan Bitrián de Biamonte (1636-1644)
se decidió encarcelar a los regidores que no pudieron pagar la
Genaro Rodríguez: Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii,
Archivo General de la Nación, vol. XXXIV, Santo Domingo, República
Dominicana, 2007, pp. 300-301.
172
Fray Cipriano de Utrera: Noticias históricas de Santo Domingo, Ed. de Emilio
Rodríguez Demorizi. Edit. Taller, Santo Domingo, República Dominicana,
1979, t. IV, p. 128.
171
122
Jorge Ibarra Cuesta
sisa que se impuso para la construcción de la muralla y demás
obras públicas en Santo Domingo. Así lo comunicó el Cabildo
de Santo Domingo a Su Majestad, en carta del 23 de noviembre
de 1638: “Hoy se hallan condenados los capitulares de este
Cabildo cuando no se excusaron de pagar su parte demás de
las diligencias y cuidado de la dicha obra...”. Por esa causa,
los regidores se quejaron de que “el Licenciado Diego de Carranza a quien vuestra majestad fue servido de dar comisión
para visitar este Cabildo en la sentencia que pronunció les
dio por libres y sin embargo se hallan los capitulares afligidos con la dicha condenación y temerosos que se les haga
en otras ocasiones teniendo acordado que (se) corriese sisa
para reedificar y levantar el matadero...acordó parase la dicha
sisa hasta que se diese cuenta vuestra majestad”.173 Durante la
residencia de Bitrián de Biamonte, los regidores y los vecinos
formularon severos cargos contra este por haber despojado a
los Cabildos del derecho de elegir los alcaldes ordinarios, por
apresar por mucho tiempo a un capitán de milicias criollo a
quien no le dieron de beber ni comer por varios días, y por
haber interrumpido una boda, apresando al novio, al suegro
y otros invitados, porque no se pidió licencia para las nupcias.
En esta residencia los oidores de la Audiencia también lo denunciaron por haberles dicho palabras ultrajantes, y por haber
puesto en cepo a oficiales Reales.174 Bitrián Biamonte fue liberado de todas los excesos y abusos que cometió, como muchos
gobernadores que le precedieron en el cargo. Solo tuvo que
responder de un acto de liberalidad al liberar unos presos.
Las protestas más sentidas contra las autoridades coloniales llegaban por lo general de la Tierra Adentro. Santiago
Genaro Rodríguez: Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii,
Archivo General de la Nación, vol. XXXIV, Santo Domingo, República
Dominicana, 2007, pp. 309-310.
174
Américo Moreta Castillo: La Real Audiencia de Santo Domingo (1511-1799),
La Justicia en Santo Domingo de la época colonial, Academia Dominicana de
La Historia. vol. LXXXVIII, Santo Domingo, República Dominicana, 2010.
173
De súbditos a ciudadanos...123
de los Caballeros constituía el centro de la oposición criolla
a todo tipo de arbitrariedades de los gobernadores. Así, de
acuerdo con Utrera, los regidores santiagueros, en conformidad
con un acuerdo capitular del 30 de diciembre de 1632,
protestaban porque “los Gobernadores han introducido la
costumbre de que se les envien los nombramientos de (de oficios de Cabildo) para la confirmación, y muchas veces vienen
nombrados y confirmados a gusto de los Gobernadores y
sujetos que no miran por la ciudad, y de aquí que los oficios
de regidores valgan menos, o no se quieran por no pagar
por eso ....”175 El Cabildo de Santiago solicitaba a Su Majestad,
en carta de 16 de junio de 1640,100,000 ducados para traer
100 familias y esclavos para resistir las acometidas de los franceses que se robaban sus reses y corambres “de lo que gozan
mucho los enemigos por estar como está, despoblada y no
haberla podido defender treinta y cinco años ha ni gozar de
los frutos que en ella tenían...”176 Se trataba de una referencia
evidente a las consecuencias negativas de larga duración que
había tenido para la Tierra Adentro la política de devastaciones de Antonio Osorio en 1608. Las reiteradas denuncias de
los capitulares santiagueros, sobre la creciente despoblación
de la Tierra Adentro y la latente amenaza de ocupación del
territorio por los franceses, motivó la Real Cédula de 1640 en
la que se conminaba a la Real Audiencia a que no molestara
más al patriciado y vecindario santiaguero designando jueces
de comisión que interfiriesen en los asuntos locales. Se le ordenaba también a la Real Audiencia que no conociera de las
causas contra el Cabildo de Santiago de los Caballeros y los
vecinos, y que estas se remitiera a los alcaldes ordinarios de la
ciudad para su discernimiento.177
En los años siguientes, los oidores parece que siguieron deUtrera: Noticias históricas..., t. III, p. 47.
Ibidem, t. IV, pp.121-122.
177
Ibidem, t. IV, p.159.
175
176
124
Jorge Ibarra Cuesta
signando jueces en comisión en Santiago de los Caballeros,
pues de acuerdo con una Real Cédula del 20 de diciembre
de 1666, el Cabildo y los vecinos se quejaron porque “la Real
Audiencia de Santo Domingo suele enviar a aquella ciudad
Jueces en Comisión por causas muy leves y los vecinos padecen muchos agravios por imponerseles gabelas”.178 Por esa
razón, la Corona se veía obligada a reiterar que las causas
que se presentasen se remitieran a los alcaldes ordinarios de
Santiago de los Caballeros. En otra Real Cédula, expedida
en la misma fecha y dirigida en esta ocasión al gobernador
de Santo Domingo, se daba a conocer que la Corona había
designado a un alcalde mayor, José de Yarza, para Santiago
de los Caballeros, con poderes para mantener el orden, sin
que pudiera residenciársele.179 Si bien se le retiraban los poderes a la Audiencia para controlar al Cabildo y al vecindario
santiaguero, se le transferían al gobernador la potestad de
ejercer una estricta vigilancia e la ciudad, pero mediante el
alcalde mayor.
La creciente despoblación de la isla por la migración de sus
vecinos y la conciencia de lo dañino que resultaron las despoblaciones de 1608, aconsejaban a la Corona a que accediera a
gran parte de las demandas de los Cabildos en el siglo xvii. En
el decenio de 1640, la ciudad de Santo Domingo exigía a la
Corona que las autoridades coloniales no interviniesen en la
esfera de lo que consideraban sus atribuciones, de modo que
los capitulares pudieran hacer Cabildos ordinarios y extraordinarios sin avisar a los gobernadores. No obstante, una Real
Cédula del 21 de junio de 1641 ordenaba que se guardase,
“en esto la costumbre que la ciudad ha tenido en este punto.”,
lo que compelía a los regidores consultar al Gobernador sobre la convocatoria de Cabildos ordinarios o extraordinarios.180
Ibidem, t. III, p. 174.
Ibidem, t. III, p. 175.
180
Ibidem, t. IV, p. 161.
178
179
De súbditos a ciudadanos...125
La misma indiferencia de los Habsburgo con relación a las
continuas protestas del Cabildo, sobre la tributación que le
imponía el fisco al vecindario de la capital para beneficio de
las fortificaciones, acentuaba el malestar y la creciente separación del patriciado criollo de los intereses de la monarquía.
En Real Cédula del 31 de marzo de 1654 se reproducían fragmentos de una carta del Cabildo a Su Majestad, en la que los
capitulares se mostraban indignados porque los gobernadores
anteriores “con el pretexto de la guerra, han hecho mucha
fortificación y muralla y reconcentrado gente del interior del
país, con mucho gasto que han sacado para ello el dinero por
medio de sisas y contribuciones a los vecinos, principalmente
de la ciudad y ha pedido que se ponga freno en lo de acrecentar sisas y que los gastos de fortificación corran por cuenta de
la Real Hacienda, y no de los vecinos que están aburridos y
cansados de acudir a tanta demanda de dinero...”181
Esa misma irritación estaba presente en una carta del Cabildo de Santo Domingo, del 18 de mayo de 1682, en la que
denunciaba los descuidos del gobernador Juan Balboa Mogrebejo (1658-1661) con la defensa de la ciudad, así como la censura que ejerció con los capitulares, fiscalizando los menores
actos de sus vidas, así como las cartas que escribían al rey y al
Consejo de Indias.182
La victoria de los milicianos y lanceros criollos, frente a los
invasores ingleses en 1655, y la resistencia de las villas de la
Tierra Adentro ante las invasiones sucesivas de los franceses
(Azua en 1641, Santiago de los Caballeros, en 1660, Cotuí en
1673 y Concepción de La Vega) parecían acreditar la demanda
del Cabildo de Santo Domingo para que los contingentes militares de las fortificaciones de la isla se reforzaran con naturales
del país, dado el exiguo número de soldados españoles encargados de su custodia. De acuerdo con una carta del Cabildo
Ibidem, t. V, p. 316.
Ibidem, t. IV, p. 208.
181
182
126
Jorge Ibarra Cuesta
de Santo Domingo a Su Majestad, del 26 de junio de 1681, el
problema de las fortalezas radicaba, ante todo, en “tan poca
gente para su defensa. porque se huyen”. De ahí la urgencia
“de mandar que en las plazas de la dotación de presidio se
asienten por soldados hasta cien hombres de los vecinos y naturales de esta isla respecto de estar prohibido por haberse
considerado que siendo naturales no estarían seguros...”
A juicio de los regidores de La Española, el temor a que los
soldados criollos fueran mayoría en las fortalezas para estabilidad del poder colonial, “se había frustrado por la misma necesidad”. La seguridad de la isla frente a los numerosos poderes
enemigos de España en el mar Caribe solo se podía garantizar
con los soldados criollos, pues la Corona se había mostrado
incapaz de reclutar suficientes hombres en la península para
la defensa de sus posesiones antillanas. En una correspondencia de Esteban Torre de Ambran, del 21 de febrero de 1685,
se ratificaba que los regidores seguían solicitando, al cabo de
cuatro años, que “se asentasen plaza de soldados a cien hijos de
vecinos”.183 De manera parecida, los capitulares de la isla hacían
todas las gestiones posibles encaminadas a que las personalidades más destacadas del patriciado accediesen al mando de las
milicias. En esa coyuntura, el Cabildo solicitó a Su Majestad, en
una carta del 11 de agosto de 1684, que el alcalde ordinario y
regidor Tomás de la Bastida y Ávila ostentase la dirección de la
compañía de la fortaleza del presidio, sin renunciar al ejercicio
de la administración de la justicia, ni de la vara alcaldicia.184
Otra demanda con la que se pretendía conceder más poder a la comunidad criolla fue formulada por el Cabildo de
Santo Domingo a Su Majestad el 29 de junio de 1681: “por
costumbre inmemorial los presidentes que han gobernado
nombran maestre de plata a criados suyos o residentes en
Ibidem, t. IV, p. 186.
Genaro Rodríguez: Cartas del cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii, Archivo
General de la Nación, vol. XXXIV, Santo Domingo, República Dominicana,
2007, p. 402.
183
184
De súbditos a ciudadanos...127
este lugar siendo de graves sentimientos para los vecinos
que se excluyan de hacer este servicio a SM. Cuando son
ellos los que con la cortedad de sus caudales están completamente supliéndola en que se hallan las Reales Cajas para
el socorro de este presidio”.185 La lógica era que si los vecinos contribuían con su peculio al sostenimiento de las guarniciones de las fortalezas, lo más natural era que un criollo
administrase esos fondos. Los regidores no se andaban con
tapujos para decir que se trataba de “una corruptela” de la
administración colonial.
De esa modo, en una carta dirigida al monarca el 3 de
agosto de 1861, la ciudad de Santo Domingo demandaba que
el cabo de tropa de la fortaleza, que originalmente era jefe de
los rancheadores de cimarrones subordinado al Cabildo de la
capital, se sometiera de nuevo al mando de los capitulares.186
La pugna del Cabildo con los oidores de la Real Audiencia no
cedío en las últimas décadas del siglo. Atentos a cegar todas
las coyunturas que pudieran beneficiar a sus rivales, los regidores capitaleños se percataron de que los oidores, los fiscales de la Audiencia y alcaldes de Corte no eran residenciados
“de algunos años a esta parte”. De ahí que denunciasen a Su
Majestad, en una misiva dirigida el 9 de agosto de 1684, que
los altos funcionarios de la Real Audiencia disfrutaban de
privilegios, mientras se empeñaban en que sus antagonistas
hicieran rendición de cuentas.
En otra comunicación del 28 de agosto de 1683, dirigida
también al rey, los capitulares informaban que las relaciones
con la Capitanía General de la isla se deterioraron notablemente, debido a que el teniente general Lucas Berroa había
“despojando al Cabildo y sus comisarios de este derecho de
ser inmediatos a la Real Audiencia en todos los concursos
públicos y secretos...” Aun cuando el gobernador no había
Ibidem, p. 385.
Ibidem, pp. 388-389.
185
186
128
Jorge Ibarra Cuesta
dicho la última palabra sobre esa incidencia, los capitulares
temían “que se repita el mismo desaire o una multa si rehusaren hacer, lo que será tan indecente al Cabildo y contrario a
su observancia”.187
No sería la primera vez que los patricios de Santo Domingo,
Puerto Rico o Cuba quedaran relegados en cuanto al lugar
que debían ocupar en la catedral. La respuesta de los Cabildos
por lo general era asistir a misa en otra iglesia que no sea la
catedral, lo que generaba el escándalo del vecindario.
Si bien la conflictividad del patriciado y el vecindario criollo con
las autoridades no cedió a lo largo del siglo, los regidores de La
Española se las arreglaron siempre para formular exhortaciones
ante la Corona pidiendo que se mantuviesen en sus cargos aquellos
gobernadores que accedían a sus demandas, o bien no chocaban
con sus intereses corporativos. Ese proceder no era ajeno al de los
Cabildos de Puerto Rico o Cuba. Los Cabildos antillanos no sacrificaban sus intereses a las complacencias de las autoridades, y si elogiaban la actuación de algunos gobernadores y capitanes generales
se debía a que estos satisfacían sus expectativas.188
2. Los diferendos de los criollos en la esfera eclesiástica
Ya desde la segunda mitad del siglo xvi y durante todo el siglo
la mayor parte de los clérigos procedía de familias criollas
adineradas.189 El historiador Genaro Rodríguez esclareció la
xvii
Ibidem, pp. 393-394.
Las solicitudes del Cabildo de Santo Domingo a SM encaminadas a que
se mantuviese en el mando de la Isla a Bernardo de Meneses Bracamonte y Zapata, conde de Peñalva (1655-1656 ), así como los reiterados
elogios a la actuación del gobernador Ignacio Zayas Bazán (1699-1677)
obedecieron precisamente a la conjunción de intereses entre estas autoridades y el patriciado dominicano. Cartas del cabildo eclesiástico de Santo
Domingo en el siglo xvii, Genaro Rodríguez, Santo Domingo, República
Dominicana, 2007, pp. 348-349, 361-399.
189
Genaro Rodríguez: Cartas de los cabildos eclesiásticos de Santo Domingo y Concepción de La Vega en el siglo xvi. Compilación y ensayo introductorio, Santo
Domingo, República Dominicana, 2000, p. 19.
187
188
De súbditos a ciudadanos...129
temprana presencia de los naturales de la isla en la clerecía.
El Cabildo de Santo Domingo desempeñó un activo papel
en la designación de criollos para los cargos eclesiásticos.
A las principales familias criollas que integraban el Cabildo les interesaba tener representación en la Iglesia.190 De
manera parecida, las familias patricias de la ciudad conseguían que sus hijos tuvieran acceso a las órdenes religiosas
y a otras posiciones en la Iglesia, mediante donaciones.191
Ahora bien, el alto clero estuvo integrado principalmente
por peninsulares, ya que el patriciado criollo solo pudo acceder a estamentos bajos. Las diferencias entre la jerarquía
eclesiástica y el bajo clero criollo estuvieron relacionadas
con los conflictos entre los prelados y el patriciado, a causa
del diezmo y la tributación eclesiástica. El bajo clero criollo
tendía a tomar partido con sus familias en este diferendo.192
Los conflictos entre los criollos y las autoridades coloniales
se manifestaron de una forma muy aguda en la esfera de las
relaciones estamentales y políticas. Hasta entonces, las desavenencias entre la jerarquía eclesiástica y el clero criollo tuvieron
un carácter subalterno con respecto a los conflictos entre el
patriciado y las autoridades. La promoción del prelado Pedro
de Oviedo a la mitra de Quito dio paso a su sustitución por el
arcediano de la catedral de Santo Domingo, Francisco Serrano;
a lo que se opuso el Cabildo eclesiástico. Los dignatarios criollos
pretendían elegir a uno de los suyos a la mitra de La Española,
y se oponían a la designación del arcediano por haber sido
impuesto casi manu militari, “por el licenciado Miguel Otalora,
que vino con el alguacil mayor y los menores y doce soldados
con armas de fuego y cuerdas encendidas a dar posesión de
Ibidem, p. 33.
Ibidem, p. 34.
192
Téngase en cuenta también que los salarios de los clérigos, que ejercían
su sacerdocio en los ingenios en el siglo xvi y principios del xvii, eran
pagados por los hacendados. Ibidem, pp. 36 y 44-48.
190
191
130
Jorge Ibarra Cuesta
este arzobispado al arcediano Francisco Serrano”.193 De acuerdo con estos, el oidor Otalora se había valido de su amistad
con el arzobispo del Cuzco, Fernando de la Vera, para imponer la designación de Serrano. Sin embargo, según una carta
del gobernador de La Española, Gabriel de Chávez Osorio
(1627-1630), dirigida a Su Majestad el 28 de noviembre de
1629, la decisión de darle posesión de la mitra a Serrano había
sido suya, en cumplimiento de una Real Cédula del monarca.
Las medidas militares excepcionales tomadas en la investidura
del arzobispo se debían a la turbulencia de los sacerdotes criollos, que forzaron la puerta del calabozo donde el arcediano
mantenía preso a uno de los miembros del Cabildo eclesiástico, para liberarlo. De acuerdo con Serrano, “por dos veces les
habían quebrado las cerraduras que tenía en la puerta donde
tenía al do. Canónigo preso”.194
Los vínculos entre el patriciado que integraba los Cabildos
y el bajo clero se hacían más visibles cuando los capitulares se
solidarizaban con las reivindicaciones criollas en el seno de la
Iglesia. En una carta enviada por el Cabildo de Santo Domingo al monarca, el 16 de abril de 1654, se denunciaba la poca
estima que el obispo de la isla, Francisco Pío de Guadalupe y
Téllez, tenía por los prebendados criollos. Los capitulares decían del obispo que “valiéndose de lo poco que dice valen sus
prebendas y de la poca renta de dicha fabrica de que se sigue
a los naturales de esta isla gran perjuicio, pues ya no le queda
otra cosa con que alienten sus estudios ni a que aspiren”.195 El
obispo no tenía en consideración los estudios de los criollos:
“discutir los dichos naturales de todo”. Por eso, a los regidores
no les quedaba otro remedio que erigirse en sus defensores
Exposición del cabildo ecleciástico de La Española a SM, (AGI), Audiencia de
Santo Domingo, leg. 72, R6, no. 15, imágenes 1-3.
194
Exposición del Gobernador de La Española a SM de 28 de Noviembre de 1629,
(AGI). Audiencia de Santo Domingo, leg. 72, R6, no. 15, imágenes 1-3.
195
Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii, Archivo General de la Nación,
vol. XXXIV, Santo Domingo, República Dominicana, 2007, pp. 341-343.
193
De súbditos a ciudadanos...131
“Esta ciudad suplica a Vuestra majestad no permita desposeer
a sus naturales del premio que a sus estudios les queda...”
De todo ello se desprendía que no debía consentirse en que se
“malograran sus buenos talentos”.196
La alta jerarquía eclesiástica se enfrentaba con amplios sectores de la población criolla, e incluso con el bajo clero, debido
a la política represiva que los prelados auspiciaban contra los
amancebamientos. El Cabildo de Santo Domingo denunció a Su
Majestad, en una misiva del 10 de agosto de 1678, la campaña que
desató en la isla el obispo Juan de Escalante y Tercio de Mendoza,
contra “los pecados públicos”. Según la versión de los capitulares,
el obispo creó alarma en la ciudad por sus movimientos “introduciendo novedades nunca antes experimentadas...prendiendo
personas legas, así hombres como mujeres sin preceder amonestaciones, haciendo por este medio públicos los pecados ocultos,
sin otro fin que quitareles a todos por estos medios en dinero que
no tienen como mostró la experiencia que se ha continuado así
en los lugares de la Tierra Adentro...”197 Aunque las campañas
contra los amancebamientos constituían parte de una política
practicada por la Iglesia en los primeros siglos de colonización española, los excesos a los que llegó el obispo Escalante y Turcio de
Mendoza provocaron que chocase no solo con la Real Audiencia
de Santo Domingo, sino con el gobernador. El bajo clero criollo,
implicado con frecuencia en amancebamientos, rechazó como
de costumbre las políticas moralistas de los prelados.
En otro contexto, si los Cabildos se unían entre sí y nucleaban a la población criolla en torno a ellos frente al Estado colonial, lo mismo puede decirse con relación a los estrechos
vínculos que se fraguaban entre estos frente a las agresiones
extranjeras. La situación de pobreza y miseria causada por las
devastaciones de Osorio, el virtual cese de tráfico mercantil
con la península por varios años, y la animadversión ocasionada
Ibidem.
Ibidem, pp. 362-363.
196
197
132
Jorge Ibarra Cuesta
por la política colonial, alentaba aún más el sentimiento de
independencia de las comunidades criollas.
El estado de sitio en que se encontró Santo Domingo desde
el comienzo de la ocupación de la parte oeste de la isla por los
franceses, los continuos ataques de ingleses, franceses y holandeses a la navegación y a las costas, y la decadencia del tráfico
comercial con España en el siglo xvii determinaron, cada vez
más, que sus habitantes tuvieran que depender de sus propias
fuerzas para sobrevivir. De hecho, la única asistencia que recibiría la isla de la metrópolis consistiría en el situado, para
que siguiera cumpliendo el papel estratégico de defensa de las
rutas marítimas españolas en el Caribe.
El siglo xvii fue un período de estancamiento demográfico,
de crecientes penurias alimenticias, de consolidación de la
hacienda ganadera, de lento crecimiento de la producción de
tabaco y de auge del contrabando en las Antillas hispánicas. Lo
que le impuso un sello definitivo a la época fue la función que
le asignó la Metrópolis a la defensa de sus fronteras imperiales.
En Santo Domingo, los gastos del situado a principios de siglo
ascendían a 20,000 pesos anuales para 200 plazas de tropa regular. En 1691 ya se gastaban 90,000 pesos y la cantidad de tropas
había ascendido a 500 soldados y oficiales, sin contar las milicias
locales. En el siglo xvii se hicieron también importantes inversiones en la construcción de la muralla que rodeaba a la ciudad
de Santo Domingo, y de fuertes como el de San Jerónimo.
El incremento de las tropas españolas y portuguesas asignadas a la capital provocó, lo que los historiadores dominicanos
han llamado, la militarización de la vida dominicana.
3. La identidad forjada en torno a la defensa del suelo patrio y
de las comunidades criollas
La primera evidencia de la decisión de los naturales de La
Española de defender el suelo patrio a toda costa, se puso de
manifiesto cuando en 1655 se produjo la invasión de un ejército
De súbditos a ciudadanos...133
inglés de 9,000 soldados dirigido por el general William Penn,
y transportado por una poderosa escuadra al mando del
almirante Robert Venables. Las compañías de milicias criollas
de blancos y negros que participaron en las luchas por el dominio de la isla Tortuga a lo largo de la frontera con la parte
francesa, eran dirigidas por personalidades del patriciado de
Santo Domingo y de Santiago de los Caballeros. Algunos
de los heterogéneos contingentes militares bajo su mando
participaron en los cruentos combates por la posesión de la
legendaria isla, refugio en algún momento de los piratas, corsarios y bucaneros europeos que incursionaban en el mar de
las Antillas. Durante la primera mitad del siglo xvii se temió
una invasión en gran escala de los franceses o los ingleses, por
lo que se vivía en un estado de tensión bélica.
Ya desde 1630 el Cabildo eclesiástico de Santo Domingo informaba sobre el carácter de la gente de campo, que de ocurrir
una invasión extranjera podía movilizarse militarmente a través de las milicias. Por esos años comenzaron a constituirse las
unidades militares conocidas como las cincuentenas, armadas
con largas y afiladas lanzas, manejadas por la temible gente de
la tierra. El Cabildo eclesiástico expuso a Su Majestad, en carta
del 27 de octubre de 1630, la importancia de la movilización
de la gente del campo, así como sus inconvenientes, “Las gentes de campo y de las haciendas de la Tierra Adentro es de un
gran socorro y de mucha importancia para la defensa de esta
ciudad por ser 400 ó 500 hombres endurecidos en el trabajo y
criados con una lanza en la mano y como lo que se hubiere de
pelear ha de ser en el monte estas gentes son tan sueltos en el
que convendrá mucho tenerlos aquí, pero esto tiene muchos
inconvenientes porque esta gente son los labradores del campo, los que pastorean el ganado mayor y menor, administran y
benefician las haciendas de la gente noble de esta ciudad y de
traerlos aquí todos se le recrecen daños...”198
198
Ibidem, pp. 300-301.
134
Jorge Ibarra Cuesta
Una descripción del padre francés Labat, como resultado
de sus viajes por Saint Domingue y sus relaciones con los criollos del lado español de la isla, dan una idea de la fiereza de
las cincuentenas. “Es de temer el encontrarlos, sobre todo si
son españoles, pues como la mayor parte no son sino mulatos,
gente cruel, y sin razón es raro que den cuartel a nadie (…)
quienquiera los aprese tiene el derecho de colgarlos al instante de las puntas de las vergas y echarlos al mar”.199
Es difícil discernir con estas palabras quiénes eran más crueles, si los naturales de Santo Domingo que mataban sin piedad
a los invasores defendiendo su patria, su tierra, familias, comunidades y posesiones, o los franceses que los exterminaban sin
misericordia apoderándose de sus heredades. Como quiera que
fuese, las cincuentenas estaban destinadas a librar combates
decisivos en la defensa del suelo patrio contra los franceses de
Saint Domingue.
Las más importantes acciones en las que tomarían parte las
cincuentenas serían las libradas en 1655 contra la invasión
del poderoso ejército británico, al mando del general William
Penn. Las fuerzas criollas arrollarían al ejército británico infringiéndole su primera gran derrota en América. Las veloces
arremetidas de los lanceros no podrían ser detenidas por los
soldados ingleses, que no disponían de tiempo para cargar sus
mosquetones y disparar contra sus enemigos. Los criollos recurrieron a ataques nocturnos, asaltos de caballerías y de lanceros que, al impactar las filas invasoras británicas formadas
en sólidos bloques, las desorganizaban y desmoralizaban.200
De esa manera, las fuerzas invasoras inglesas ascendentes a
9,000 soldados fueron vencidas por menos de 400 lanceros
R. P. Labat: Viajes a las islas de América, Edit. Casa de las Américas, serie
Rumbos, La Habana, 1979, p. 238.
200
Roberto Cassá: Historia social y económica de la República Dominicana, t. I, Santo
Domingo, República Dominicana, 1987, pp. 102, 105 y Wenceslao Vega
Boytie: “Junta de hacienda del 1661 en Santo Domingo para el pago de
los lanceros del 1655”, Revista Clío, año 71, enero-junio 2003, no. 165,
pp. 87-101.
199
De súbditos a ciudadanos...135
criollos, negros y mulatos de la Tierra Adentro, un refuerzo
de 200 soldados recién llegados de España y más 270 soldados peninsulares de la guarnición de Santo Domingo, de los
cuales la mayoría permaneció en la ciudad, alejados de los
combates.201 Aproximadamente un defensor de la isla por
cada 9 soldados invasores. Distintas fuentes británicas, indican que los invasores tuvieron más de 1,000 muertos; y según
fuentes españolas y británicas 77 criollos y españoles murieron en combate o de sus resultas.202 Lo más trascendente de
la victoria en la defensa de la capital de La Española es que
fue esencialmente una victoria del campesinado criollo y del
patriciado de la Tierra Adentro, más que de las tropas españolas destinadas a la defensa de la isla. De los 400 lanceros
de la Tierra Adentro, Santiago de los Caballeros contribuyó
con 90, seguido por Higüey con 82 y Azua con 67.203 En su
retirada de la isla, el contingente invasor se reorganizó y decidió incursionar contra Jamaica, cuyas reducidas fuerzas se
encontraban desprevenidas frente a la eventualidad de una
invasión. La pequeña isla había sufrido el año anterior un terremoto que dejó en ruinas la capital y diezmó sus fuerzas. El
resultado fue su conquista en 1655, y la primera penetración
en profundidad de Inglaterra en el sistema defensivo español
del arco de las Antillas Mayores.204
No es posible seguir las incidencias de la guerra de cerca de
un siglo que libró Santo Domingo en la frontera de la parte
oeste de la isla, que era ocupada por los franceses. En 1664
vivían en la costa noroeste de La Española alrededor de 800
franceses.
Bernardo Vega: La derrota de Penn y Venables en Santo Domingo, 1655, Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, República Dominicana,
2013, p. 116.
202
Ibidem, p. 115.
203
Ibidem, p. 124.
204
Frank Moya Pons: Manual de historia dominicana, 7ma. ed., Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Santiago, República Dominicana,
1983, pp. 83-86.
201
136
Jorge Ibarra Cuesta
La guerra por la posesión de la isla Tortuga desde 1630 hasta
1655, lugar que fue base de operaciones de los franceses que
ocupaban la parte oeste de La Española, estuvo íntimamente
vinculada a la guerra irregular que libró la población criolla
contra los ocupantes franceses. Tortuga fue ocupada por fuerzas al mando de las autoridades españolas en cinco ocasiones,
las que fueron desalojadas por los enemigos franceses e ingleses en igual número de ocasiones.
Durante esos años la villa de Azua fue asaltada e incendiada por los franceses en 1641; Santiago de los Caballeros fue
saqueado en 1660 y 160 casas de la ciudad fueron quemadas
en 1690; la villa de Cotuí fue asaltada y robada en 1673; Concepción de la Vega fue invadida y destruida en tres ocasiones.
En 1650 Santiago de los Caballeros albergaba a 200 vecinos,
pero otra fuente refiere que en 1674 había 180 vecinos, de los
cuales 170 servían en las milicias.
Ya en 1681 la población de la vecina colonia francesa ascendía a 7,848 personas y se había fundado una embrionaria economía de plantaciones azucareras, que dependía del comercio
de ganado con el Santo Domingo español. Los gobernadores españoles se negaban a comerciar con los franceses y rechazaban
el establecimiento de una línea fronteriza entre ambas colonias,
que hubiera significado el reconocimiento o legitimación de la
ocupación de la región noroeste de la isla por sus enemigos. Los
encuentros militares a lo largo de la frontera continuaban, a
pesar de las negociaciones en curso. En esas condiciones, el gobernador francés Tarin De Cussy decidió atacar Santo Domingo en profundidad. El 6 de junio de 1690, De Cussy, al frente
de 1,100 hombres, atacaba Santiago de los Caballeros, en lo
que fue la tercera agresión armada a esa ciudad en la segunda
mitad del siglo. Un día antes De Cussy se había entrevistado con
representantes de la ciudad, quienes se negaron a rendirse a
pesar de estar desguarnecidos. Cuando se ocupó la ciudad, el
general francés la incendió destruyendo 190 viviendas. En esa
época había 200 bohíos y 30 casas de piedra. Sobre ese hecho el
De súbditos a ciudadanos...137
arzobispo Fernando Carvajal y Rivera dijo que los franceses se
robaron alrededor de 20,000 reses y 120 esclavos.
El testimonio del gobernador Francisco de Segura y Sandoval
(1679-1680) sobre el expansionismo de los franceses en la
década de 1670 daba cuenta que estos “se habían hecho dueños de las dos terceras partes del territorio insular”. De ahí que
los naturales de La Española “le dedicasen tanto tiempo a defender la isla con las armas en la mano que no tienen tiempo
para otra cosa, pues cada día están sufriendo muertes violentas
a mano de los franceses”.205
Al llamado de la defensa del suelo patrio frente al enemigo
extranjero el gobernador Ignacio Pérez Caro (1700-1706), con
el concurso de los regidores y el clero, movilizó a las milicias
criollas y a las fuerzas de los lanceros. Un gran contingente
de naturales de la Tierra Adentro, ascendente a más de mil
hombres, avanzó hacía el territorio francés con el propósito de librar una batalla decisiva. Al mando de esas fuerzas
estaba el antiguo gobernador Francisco Segura y Sandoval.
Su Estado Mayor lo componían los principales miembros
del patriciado y del Cabildo de Santiago de los Caballeros:
los capitanes Pedro Morell de Santacruz, usufructuario del
hato Jaibón, Francisco del Monte Pichardo, del hato de Gurabo, Pablo Tejada de Amézquita, del hato de Mao, el alcalde
mayor y Antonio Pichardo Vinuesa, del hato Yaque y la hacienda Hospital. Pertenecían también a familias hateras los
capitanes santiagueros Antonio Miniel y Pedro Polanco.206
Exposición del Gobernador de la Española Francisco de Segura Sandoval y Castilla a
SM, (AGI). Audiencia de Santo Domingo, leg. 75, R9, no. 22, imágenes 1-2.
206
Del Monte y Tejada menciona una relación de hatos en Santiago de los
Caballeros en la página 47, t. III de su obra, que pertenecían a la familia
de los capitanes santiagueros reseñados por él en la página 50 del mismo
tomo de su obra. En el censo del ganado de Santiago de los Caballeros que
se efectuó en 1742 aparece el capitán Antonio Miniel como hatero propietario de 140 reses, y Pedro Polanco propietario de 150 reses. Otros nombres
y apellidos de los capitanes de Santiago de los Caballeros, que aparecían
formando el Estado Mayor de Segura y Sandoval, están repetidos en el censo
205
138
Jorge Ibarra Cuesta
El contingente invasor estuvo constituido en gran medida por
los peones de sus hatos y su clientela rural. Se estima que 600
lanceros, los fusileros y la caballería que integraban la fuerza
reconquistadora criolla y española, desembarcaron en las cercanías de lo que sería el escenario del primer gran encuentro
armado con los franceses. El 21 de enero de 1691, en la batalla
de Limonade, perdieron la vida el gobernador De Cussy, sus
principales lugartenientes y 400 franceses. Las milicias criollas
y las tropas españolas acantonadas en la isla tuvieron un saldo
de 47 muertos y 137 heridos. Al día siguiente de la victoria de
Limonade atacaron y destruyeron Cap Francais, apoyados por
la armada española de Barlovento. Pérez Caro dice sobre el
particular que luego asaltaron cinco poblaciones francesas en
el Guarico, quemaron más de mil casas y se apoderaron de 140
esclavos.207
Las victorias del Río Haina contra los ingleses en 1655, y
de la Batalla de Limonade en 1691, las conmemoraron desde
entonces los Cabildos como hechos emblemáticos del amor a
la patria de los criollos.
En los documentos oficiales enviados por los Cabildos a
la Corona no faltaban las expresiones de devoción al altar
y al pabellón español, pero, lo que latía en ellos, ante todo,
era un arraigado sentimiento de orgullo patrio. La participación decisiva en la defensa del territorio común, por parte
de las milicias criollas y las cincuentenas, integradas fundamentalmente por la población negra y mulata libre, evidenciaba la formación de un frente histórico en torno a los
ganadero referido. Antonio Del Monte y Tejada: Historia de Santo Domingo,
t. III, Imprenta García Hermanos, Santo Domingo, 1890, pp. 47 y 50. Véase también: Antonio Gutiérrez Escudero: “Diferencias entre agricultores y
ganaderos en Santo Domingo: siglo xviii”, Ecos, órgano del Instituto de Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, año I, no. 2, 1993,
pp. 68-69.
207
Carta del gobernador Ignacio Pérez Caro del 22 de febrero de 1691 a S.M.
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 65.
De súbditos a ciudadanos...139
señores de hacienda criollos en defensa del suelo patrio. No
solo se forjó una estrecha unidad de las clases subalternas,
esclavos y libres, con el patriciado terrateniente, sino que
apenas puede hablarse de que hubiera fisuras en esa alianza y deserciones a la filas enemigas. Ni siquiera las numerosas comunidades de cimarrones alzadas en las montañas de
Santo Domingo se asociaron a los franceses que hacían la
guerra a la población criolla y a las autoridades españolas.
En correspondencia, los cimarrones y los negros montaraces
se percataron que los extranjeros constituían un peligro a su
modo de vida, por cuanto asociaron su suerte a su territorio.208
En el contexto de la guerra irregular que se libraba en las
fronteras con los extranjeros, las autoridades coloniales entendieron que debían hacer gestos solidarios extensivos a las
clases subalternas. De ahí que libertasen a los esclavos que
peleaban en sus filas contra los franceses, y se propusieran
llegar a acuerdos con los cimarrones de las lomas de Maniel.
4. La solidaridad de las clases criollas subalternas con el
patriciado rescatador. Todos a una, Fuenteovejuna.
El repudio de las clases subalternas a la tributación española y su participación en los contrabandos creó estrechos lazos
con la clase terrateniente. Ejemplos elocuentes del sentido
corporativo con que procedían los Cabildos y de sus relaciones
con los negros y mulatos libres, lo constituyen las informaciones abiertas por las autoridades coloniales sobre rescates en la
Tierra Adentro.
Una amplia investigación orientada por el gobernador
Constanzo Ramírez (1715-1724) demandó la colaboración de
funcionarios españoles al servicio de la Capitanía General, a
saber, los alcaldes mayores de Concepción de La Vega, Bánica,
Roberto Cassá y Genaro Rodríguez: Algunos procesos formativos de la identidad
nacional, Estudios Sociales, año XXV, no. 28, abril-junio, 1992, p. 91.
208
140
Jorge Ibarra Cuesta
Hincha, Cotuí, Azua, Santo Domingo, El Seibo y Santiago de
los Caballeros. Estos debían averiguar quiénes eran los que introducían caballos, mulos y reses en la colonia francesa. Todos los
interrogados, desde regidores a vegueros, de profesionales a artesanos “de color”, declararon “no saber nada de la cosa”. Solo en la
información levantada en Bánica uno o dos testigos coincidieron
en que, desde el Tratado de Paz, no se llevaban a los franceses
ganado vacuno y equino desde Cotuí, Santiago de los Caballeros,
Azua, Bánica, Hincha, El Seibo y Santo Domingo.
No informaron a las autoridades los nombres de las personas
que hacían los rescates, pues Utrera no refirió quiénes eran.209
En 1732 se realizó otra investigación en Santiago de los
Caballeros, después de la Sublevación de los Capitanes, para
averiguar quiénes eran los terratenientes que introducían
ganado en la colonia francesa. La misma estuvo dirigida por
el alcalde mayor de la ciudad y lugarteniente del gobernador,
Alonso de Castro y Mazo (1732-1740). En su visita pastoral de
1740, el obispo Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu estimaba
que en la capital cibaeña había “más de 1,300 vecinos y tantos
hombres de armas… y habitaban muchos franceses”. Dadas las
estrechas relaciones de los santiagueros con la parte francesa
de la isla, y la pasada sublevación de la ciudad, el gobernador
ordenó que la información debiera hacerse con sumo cuidado, sin que trascendiese cuáles personas fueron interrogadas.
La documentación del Archivo General de Indias establece que
se citaron regidores, alcaldes, alféreces, alguaciles y gente del
común que pudiera tener alguna información, hasta llegar a 32
sujetos. Ni una sola de estas personas dijo una palabra que pudiera comprometer a los contrabandistas.210 Además de las razones que usualmente se exponían para explicar la solidaridad
de los santiagueros con los autores de los rescates, había otras
de peso que justificaban el encubrimiento de los rescatadores.
Mientras que en la capital el precio de compra de una cabeza
Utrera: Noticias históricas..., t. IV, p. 302.
Ibidem, t. IV, p. 172.
209
210
De súbditos a ciudadanos...141
de ganado a los terratenientes santiagueros era de 6 y 7 escudos, el precio que pagaban los franceses en la frontera de Saint
Domingue fluctuaba entre 18 y 20 escudos.
5. Un paréntesis conceptual: alcaldes mayores, comandantes y
gobernadores en armas, tenientes gobernadores, tenientes y
capitanes a guerra y tenientes de justicia mayores
En La Española, los alcaldes mayores también eran llamados corregidores. De acuerdo con Ots Capdequi, los cargos
de corregidores y de alcaldes mayores, distintos en un principio, se fusionaron con posterioridad.211 Los alcaldes mayores
presidían las reuniones del Cabildo e impartían justicia como
jueces de primer grado en materia civil y penal, conocían los
casos de apelaciones de las sentencias dictadas por los alcaldes
ordinarios, y tomaban decisiones administrativas. En Santo
Domingo ejercían sus funciones en la Tierra Adentro, y aunque su ubicación era imprecisa, hay evidencias de que algunos
se radicaron en algún momento en Santiago de los Caballeros.
La figura del alcalde mayor se instauró desde el siglo xvi
El alcalde mayor de Santo Domingo fue en sus orígenes el juez
de Primera Instancia para toda la isla, con recursos de apelación
ante el gobernador. En 1504 se creó otro alcalde mayor para la
villa de La Concepción de la Vega, quien debía conocer los casos
de Primera Instancia en su jurisdicción. De ese modo la administración de justicia en la referida instancia quedó dividida en dos
regiones.212 La distinción más importante entre los alcaldes mayores y los alcaldes ordinarios era que los primeros eran funcionarios de las autoridades coloniales, y los segundos representantes
del patriciado criollo en los Cabildos.
José María Ots Capdequi: Instituciones. Historia de América y los pueblos americanos, dirigida por Antonio Ballester y Beretta. Edit. Salvat S.A., Barcelona
1959, pp. 267-268.
212
Américo Moreta Castillo: La justicia en Santo Domingo del siglo xvi. Col. Banreservas. Serie Historia, vol. 5, Santo Domingo, República Dominicana, 1998,
p. 51, y Wenceslao Vega: Op. cit., p. 46.
211
142
Jorge Ibarra Cuesta
Vega establece que “desde fines del siglo xvii existió un funcionario con el nombre de “Alcalde Mayor de Tierra Adentro”,
especie de subgobernador para todo el Cibao y la Región Norte
de la isla. Este nombramiento obedeció a que las luchas contra
la intromisión francesa en la “banda norte” puso a toda esa zona
bajo régimen cuasi militar por muchos años, y se precisó de un
jefe regional sobre varios municipios del área”.213 Utrera relaciona que hubo 10 alcaldes mayores de la Tierra Adentro desde
1639 hasta 1716.214 También menciona en distintas partes de su
monumental Noticias históricas de Santo Domingo a 13 gobernadores o comandantes en armas de los siglos xvii y xviii.
La institución de alcalde mayor estuvo reservada a funcionarios
que tomaran decisiones administrativas, presidieran las reuniones de los Cabildos y conocieran los casos de Primera Instancia
en la Tierra Adentro. El cumplimiento de las funciones referidas,
y otras en tiempos de guerra que le eran facultadas o confiadas
por los gobernadores, convirtieron a los alcaldes mayores, por lo
general funcionarios peninsulares en Santo Domingo, en una
institución sui generis. En más de un sentido, la presencia de estos
funcionarios civiles del Estado colonial en las reuniones de los
Cabildos restringía la autonomía que disfrutaban los regidores
y alcaldes ordinarios criollos. En tanto eran funcionarios peninsulares que respondían a la administración colonial, no eran
elegidos por los regidores criollos como los alcaldes ordinarios.
Los resultados parciales de un estudio que lleva a cabo Ángel
Sanz Tapia indican que entre 1682 y 1698 los cargos representativos del poder colonial, como el de presidente de la Audiencia,
alcalde mayor y corregidor, estaban ocupados en un 77% por
peninsulares y en un 23% por criollos blancos, de los cuales
la mayoría procedía de posesiones coloniales distintas al lugar
onde ejercían sus funciones.215
Vega: Op. cit., p. 75.
Utrera: Noticias históricas..., t. I, pp. 233 y 280.
215
Ángel Sanz Tapia: Provisión y beneficio de cargos políticos en Hispanoamérica
(1683-1698), revista Estudios de Historia Social y Económica de América, no. 15,
Alcalá de Henares, julio- diciembre, pp. 107 y 116.
213
214
De súbditos a ciudadanos...143
En el curso del conflicto y las confrontaciones con los ocupantes franceses de la región oeste de la isla, las funciones
represivas de los alcaldes mayores contra la población criolla
y los patricios locales disminuyeron notablemente. En ocasiones, los gobernadores les conferían a los alcaldes mayores el
grado de capitán a guerra o de comandante en armas de la
plaza, de manera que concentrasen en sus manos las funciones
civiles y militares. Por lo general, recurrían a ese expediente
para reprimir a los Cabildos levantiscos.
Los alcaldes ordinarios, en cambio, eran regidores criollos
elegidos el primero de enero de cada año en los Cabildos de
cada localidad en las Indias. Les correspondía juzgar en primera instancia las causas civiles y criminales que tuvieran lugar
en su jurisdicción, a excepción de las que competían a los fueros especiales de los alcaldes mayores y las encomendadas al
gobernador por el Consejo de Indias o el monarca.
Se trataba de criollos que representaban los intereses de
los patriciados locales. Por Reales Órdenes podían asignárseles funciones represivas contra los contrabandos, la resistencia a la tributación impuesta por el Estado colonial, pero
de hecho, eludían en la mayoría de los casos, por no decir
de manera invariable, sustanciar las causas contra personajes
encumbrados de los patriciados. En Cuba y en Puerto Rico,
donde los casos enviados a Primera Instancia en las villas de
la Tierra Adentro estaban solo en manos de los alcaldes ordinarios, por lo general solo se instruían cargos contra la gente
común que incurría en violaciones a las disposiciones coloniales.216 En la historiografía dominicana no existen estudios
pormenorizados de los conflictos entre los alcaldes mayores
de Tierra Adentro y los Cabildos, aunque se conocen casos
de algunos de estos funcionarios de Su Majestad, destituidos
por instancias superiores del Estado colonial por identificarse
con intereses locales.217
Aída Caro: Op. cit., t. I, pp. 85-107.
Utrera: Noticias históricas..., t. I, p. 280.
216
217
144
Jorge Ibarra Cuesta
La presencia de los comandantes y gobernadores en armas,
así como de los tenientes gobernadores en calidad de subalternos y ejecutores de las órdenes de los gobernadores en distintas localidades, plantea la cuestión de si los alcaldes mayores constituían la máxima representación del Estado colonial
en la Tierra Adentro. Todo hace pensar, sin embargo, que
en distintas épocas los gobernadores de la isla designaron diversos funcionarios para que los representasen en localidades
del interior. En ese sentido, las evidencias sugieren que, en los
siglos xvi y xvii, los gobernadores o comandantes en armas de
algunas plazas eran militares que cumplían funciones estrictamente castrenses. Los gobernadores y los comandantes en
armas podían oponerse y anular ocasionalmente decisiones de
los Cabildos por asuntos vinculados con el ejercicio de su mando, pero sus funciones no podían sustituir o subrogarse la de
alcaldes ordinarios y de los Cabildos. Por eso, la autoridad de
los gobernadores y comandantes en armas podía coexistir con
la de los alcaldes y Cabildos de Santo Domingo. Cuando surgían fricciones se debían, generalmente, a que los funcionarios se excedían en el ejercicio de sus facultades y transgredían
la esfera de atribuciones de otros. Los tenientes gobernadores
fueron creación de las nuevas orientaciones centralizadoras de
la dinastía borbónica en el siglo xviii, y su propósito fue el tener
bajo un puño a las oligarquías criollas locales.218 Los conflictos
Se le ha atribuido un carácter progresista a las medidas de la monarquía
borbónica en las posesiones coloniales españolas. No obstante, estudios
recientes de las orientaciones fundamentales de la política centralizadora
de los borbones la definen como “el proyecto de una revolución conservadora permanente…” y como “una empresa conciente de lucha contra
la modernidad”. Claro está, en América esa lucha estaba encaminada a
impartirles un sentido conservador a los avances de la modernidad, en
beneficio exclusivo del poder colonial. De lo que se trataba ante todo en
las posesiones de España era de reforzar las bases del dominio colonial
y del dominio e intervención en la autonomía de los cabildos. [Roberto
Descimon y Alain Guery, “Un État des temps modernes?”, Histoire de la France.
La longue durée de l’État, volume dirigé par Jacques Le Goff, sous la
218
De súbditos a ciudadanos...145
se agudizaron en Cuba durante la segunda mitad de ese siglo,
bajo la impronta represiva de los gobiernos de Francisco Antonio Caxigal de la Vega, como gobernador de Santiago de Cuba
(1738-1747) y como capitán general de la isla (1747-1760).
Las responsabilidades que en Cuba les asignaron a los tenientes gobernadores, y en menor medida en Puerto Rico, tenían
por finalidad subordinar a los Cabildos al poder de la Corona.
En Santo Domingo, a diferencia de Cuba y Puerto Rico, la
historiografía apenas registra unos pocos tenientes gobernadores. Así, en Hincha se designó en 1729 a Santiago de los
Reyes como teniente gobernador.219 Desde 1736 se tiene conocimiento de que hubo en Santiago de los Caballeros un teniente gobernador, Juan Geraldino de Guzmán, que fue escogido
por el gobernador Castro y Mazo el 9 de febrero de 1736.220
La ausencia de conflictos entre los tenientes gobernadores
y los Cabildos, consignados por los historiadores dominicanos,
pudiera deberse, entre otras causas, a que las funciones de los
primeros no interferían o se subrogaban en las de los segundos.
Al parecer, en Santo Domingo no hubo el propósito de subordinar rígidamente a los Cabildos a las autoridades coloniales,
en la medida que la ocupación de una parte de la isla por los
franceses exigía la armonía entre las instituciones locales y las
autoridades coloniales y entre españoles y criollos. Incluso las
autoridades llegaron a designar héroes de la resistencia criolla
frente a los franceses, como al patricio Antonio Pichardo Vinuesa, alcalde mayor de Santiago de los Caballeros. Desde luego,
en el curso de la rebelión del patriciado santiaguero contra las
autoridades coloniales, en 1720, Pichardo Vinuesa se abstendría
de actuar frente a sus compatriotas, pero tampoco se unió al
direction de André Burguiére et Jacques Revel, Éditions du Seuil,
Paris, 2000, p. 211].
219
Utrera: Noticias históricas..., t. VI, p. 45.
220
Antonio Sánchez Valverde: Idea del valor de la Isla Española, anotaciones a la
edición por Emilio Rodríguez Demorizi y Fray Cipriano de Utrera, Edit. Nacional,
Santo Domingo, República Dominicana, 1971, p. 134.
146
Jorge Ibarra Cuesta
movimiento de protesta. La sedición santiaguera alertó a las
autoridades coloniales y a la Corona sobre el peligro que representaba, poner en manos de los criollos, los cargos de tenientes
gobernadores y alcaldes mayores.
Los criterios de Utrera sobre las facultades de los gobernadores y comandantes en armas y de los tenientes gobernadores
difieren en más de un sentido de los de Wenceslao Vega; por
eso deben analizarse con detenimiento las disquisiciones de
Utrera. El erudito historiador afirma que bajo una de las denominaciones de teniente gobernador se comprende a aquellos “sujetos que en un tiempo hacen las veces de Gobernador,
en todo el territorio”. En ese caso, los tenientes gobernadores
eran lugartenientes del gobernador, a quienes sustituían cuando estaban impedidos de cumplir sus funciones por alguna
razón particular, o eran designados provisionalmente por este
para resolver algún asunto en una región del interior.
Ahora bien, hubo otros tenientes gobernadores designados
por el gobernador para ejercer todo el tiempo labores gubernativas en una localidad determinada, realizar las funciones
judiciales de los alcaldes, intervenir en decisiones del Cabildo
y reprimir el contrabando. Es decir, eran gobernadores en pequeño, con todas las atribuciones para actuar a escala local en
nombre de sus superiores. Utrera precisa que se les llamaba
tenientes gobernadores a los que cumplían instrucciones de
los gobernadores “en los mismos y distintos períodos de tiempo, hacen sus veces en porción del territorio”. Debe subrayarse
que los tenientes gobernadores eran casi siempre militares, y
en la gran mayoría de los casos peninsulares.
En un momento Utrera identifica a los tenientes gobernadores con los gobernadores de armas o comandantes de
armas, pero rectifica destacando que los tenientes gobernadores administraban justicia suplantando frecuentemente en
sus funciones a los alcaldes ordinarios, lo que no hacían los
gobernadores militares locales. Así dirá, “Pero bien veo que
difieren notablemente de estos los Tenientes de Gobernador,
De súbditos a ciudadanos...147
que administraban Justicia”.221 Desde luego, la diferencia esencial entre unos y otros radicaba en que el cargo de teniente
gobernador fue creado por la dinastía borbónica en la primera mitad del siglo xviii, con el propósito de subordinar a los
Cabildos al mando militar; mientras que, por sus funciones
castrenses, los gobernadores y comandantes en armas actuaban básicamente en una esfera de atribuciones distinta a la de
los Cabildos, aunque en ocasiones se propusieran imponerse a
estos. En la amplia documentación del Archivo de Indias que
maneja Utrera apenas aparecen tenientes gobernadores en
el siglo xviii, así como en los testimonios aportados por otros
historiadores dominicanos. Al parecer, en Santo Domingo primaban los gobernadores de armas o comandantes de armas,
con funciones de jefe militar de plaza en la guerra contra los
franceses. En la medida en que reprimían los contrabandos,
también vigilaban a los capitulares.
En el siglo xix en Puerto Rico se creó el cargo de tenientes
de justicia mayor, homólogos de los tenientes gobernadores de
Cuba en los siglos xviii y xix. Su trabajo principal era asumir
algunas funciones de los alcaldes y subordinar los Cabildos a su
vigilancia. El signo distintivo de los alcaldes mayores, capitanes,
tenientes a guerra, comandantes y gobernadores en armas de
Santo Domingo, de los tenientes gobernadores de Cuba y los tenientes mayores de justicia de Puerto Rico era su tipo de trabajo
y la nacionalidad de estos funcionarios subordinados directamente a los gobernadores. Cuando su nombramiento tenía la
finalidad tomar para sí algunas responsabilidades de los Cabildos y subordinarlos directamente a su mando, y cuando eran
españoles o forasteros, desvinculados de las oligarquías locales y
de la población criolla, entonces cumplían una función represiva
en representación de los gobernadores. En Santo Domingo, en
los siglos xvii y xviii, los alcaldes mayores, capitanes y tenientes
a guerra parecen haber sido represivos contra los rivales europeos de España y el contrabando.
Utrera: Noticias históricas..., t. VI, p. 114-115.
221
148
Jorge Ibarra Cuesta
El hecho que en Santo Domingo se redujeran los conflictos
entre los Cabildos y las autoridades coloniales, desde la rebelión de Santiago de los Caballeros en 1720 hasta la de las harinas en la misma ciudad en 1778, parece estar relacionado con
las amenazas que pendían sobre los criollos y los españoles. La
ocupación del territorio oeste de la isla por una creciente población francesa le imponía a las autoridades españolas, y a la
población criolla, la necesidad de unirse estrechamente frente
a la eventualidad de ser anexados a Francia. Ese mismo peligro
incitaba a criollos y españoles a colaborar entre sí, cuando se
abrían las posibilidades de comerciar clandestinamente con
el adversario. Las mismas instancias de cooperación y reciprocidad funcionaban en períodos de convivencia y de comercio
legal con los vecinos de la parte oeste de la isla.
De hecho, el auge de la economía de plantaciones en Haití,
en la segunda mitad del siglo xviii, propició una creciente demanda del ganado de La Española. Por eso existía un acuerdo
implícito entre las partes de no forzar la mano en las reclamaciones territoriales, y limitar las confrontaciones militares a lo
largo de los lindes fronterizos. Desde luego, la paz aparente no
significaba que se hubieran aplacado los temores y reservas de
los españoles y los criollos con relación a los designios últimos
de los colonos franceses, ni que las incertidumbres de estos
sobre las intenciones de sus vecinos se hubieran disipado o
satisfecho. Por eso, en el transcurso del siglo xviii la militarización del país se convirtió en una de las opciones más imperiosas
de las autoridades y las comunidades criollas. La población de
la Tierra Adentro parecía aceptar de buen grado la militarización de la sociedad, a la vez que proseguían imperturbable los
contrabandos. Al mismo tiempo que daba muestras externas de
dependencia oficial a las autoridades, reincidía en los más variados actos cotidianos de desobediencia civil. En ese contexto, los
bandos y severas prohibiciones de los gobernadores y oidores
de la Real Audiencia imponían contra los rescatadores involucrados en el comercio ilícito con el enemigo en la frontera, no
De súbditos a ciudadanos...149
tenía otro sentido que el de un mero rito o formulismo oficial.
Como atestigua la historiografía dominicana, gran parte de
los gobernadores del siglo xviii, con excepción de uno u otro,
estuvieron involucrados de distintos modos en el contrabando
con la parte francesa. Las partes estaban conformes en dejar
pasar lo que las dividía, y hacer alarde del pasado glorioso de
hechos heroicos contra el enemigo común.
6. Las fluctuantes relaciones del patriciado terrateniente con
las comunidades campesinas de criollos y canarios
El arribo de los inmigrantes canarios a Santo Domingo, estimulado por la Corona, trajo como consecuencia cambios en
la correlación clasista de la agricultura dominicana. En una
primera instancia, se manifestarían una variedad de conflictos
entre el patriciado terrateniente y las comunidades de canarios que contaban con la protección del Estado colonial, interesado en su asentamiento en la isla en tanto estos podían ser
utilizados como una fuerza militar contra las agresiones francesas y por los ingresos que obtendría la Real Hacienda de la
producción de tabaco. En un segundo momento, el patriciado
terrateniente apoyaría, en diversas ocasiones, las reivindicaciones de los canarios contra la tributación e imposiciones del
Estado colonial. Además, un sector importante del patriciado,
integrado por terratenientes propietarios de molinos de tabaco, se solidarizaría con las reivindicaciones de los vegueros
canarios y criollos, en sus luchas contra las factorías de tabacos
y la Compañía de Comercio de Barcelona.
Ya desde 1683 el procurador del Cabildo de Santo Domingo,
Antonio de Obraneja, en una exposición al rey, expresaba la necesidad de disponer de familias canarias que contribuyesen con
la defensa de la capital.222 Al parecer esos trámites estaban muy
avanzados, pues en 1684 llegó a la isla un grupo de 97 familias
Rubén Silié: Economía, esclavitud y población, Ensayo de interpretación histórica
de Santo Domingo, Santo Domingo, República Dominicana, 2009, p. 162.
222
150
Jorge Ibarra Cuesta
canarias, integradas por 543 personas. A pesar del deseo del
patriciado de mantenerlos en la capital bajo su control, la Corona les concedió la potestad de fundar la villa de San Carlos,
con un Cabildo que tuviese su propia jurisdicción.223
En 1693 los canarios tuvieron varios litigios con patricios
y regidores de la localidad, que exigían la propiedad de las
tierras que estos cultivaban. En 1709 los regidores de San
Carlos decían que formaron dos compañías de milicias en el
poblado, integradas por 260 milicianos canarios.224
Si bien desde un primer momento los inmigrantes enfrentaron las pretensiones de terratenientes criollos de desalojarlos de las tierras que les otorgó el poder colonial, debieron
soportar las cargas y gabelas impuestas por los gobernadores
españoles. 225 Una de las obligaciones más gravosas dispuestas por las autoridades coloniales fue que trabajasen con los
esclavos como siervos en la construcción de murallas en la
capital, así como caminos rurales, y sufragar con sus ingresos
los gastos de los oidores de la Real Audiencia y de las tropas
españolas asignadas a las fortalezas de la ciudad.
En carta del 21 de marzo de 1709 el Cabildo de San Carlos
denunció que los canarios eran obligados todo el año a trabajar
“en fajinas en las murallas y con su pobreza en continuos prestamos para los socorros de la infantería de este presidio y ministros
de la Real Audiencia”.226 Sus protestas y negativa a trabajar en
las murallas provocaron que el gobernador los encarcelara. En
1695 y 1708 los recluyeron en prisión por las mismas causas.
Emilio Rodríguez Demorizi: Relaciones históricas de Santo Domingo, Santo
Domingo, 1945, t. III, pp. 319-320.
224
Ibidem, p. 177.
225
Manuel Vicente Hernández González: La colonización de la frontera dominicana (1680-1795), Archivo General de la Nación, vol. XXVII, Academia
Dominicana de la Historia, vol. lxxv, Santo Domingo, 2006, p. 170.
226
Manuel Vicente Hernández González: El sur dominicano (1680-1795).
Cambios sociales y transformaciones económicas, Archivo General de la
Nación, vol. lxv. Santo Domingo, 2008, Ibidem, pp. 177-178.
223
De súbditos a ciudadanos...151
Al parecer, los criterios raciales de algunas de las personalidades destacadas de la comunidad canaria contribuían a que esta
se apartase de la población criolla a su llegada a la isla. Según
una comunicación del párroco isleño de San Carlos, Fernando
Castanio de Leyva, fechada el 24 de junio de 1720, la pobreza de
los inmigrantes no contribuía a que prevaleciera su condición
de blancos, en una ciudad en la que una parte del patriciado
era mulato y la gran mayoría del vecindario era “de color”.227
De manera parecida, el sacerdote argumentaba que la supervivencia de los canarios como comunidad, diferenciada cultural
y racialmente de la población criolla negra y mulata, dependía
de su conducta endogámica. Ahora bien, como evidencian las
investigaciones del historiador Manuel Hernández González, la
conducta de la comunidad canaria hacia la población criolla estuvo pautada en buena medida por los malos tratos que recibió
de las autoridades coloniales y del patriciado blanco y mestizo,
en el país que no sentían todavía como suyo.228
El advenimiento de la dinastía Borbónica a la Corona española implicó la formulación de una política más definida
con respecto a la inmigración canaria en Santo Domingo. De
ahora en adelante, se estimularía el ingreso de contingentes
canarios a la isla como un medio de oponerse al avance de los
franceses a lo largo de la frontera.229 Desde luego, la Corona
no se despreocupó en cuanto a la percepción de tributos y
el establecimiento del estanco del tabaco que cultivaban los
inmigrantes. Es más, a los canarios se les proporcionaban créditos y facilidades con el propósito de explotar su trabajo al
máximo y recaudar sus ingresos para la Real Hacienda. Como
Ibidem, pp. 187-188.
Manuel Vicente Hernández González: Expansión fundacional y desarrollo
en el norte dominicano (1680-1795). El Cibao y la Bahía de Samaná, Archivo
General de la Nación, vol. XXVII, Academia Dominicana de la Historia,
vol. LXXV, Santo Domingo, 2007, Ibidem, pp. 177-178.
229
Rubén Silié: Economía, esclavitud y población, ensayo de interpretación histórica de
Santo Domingo, Santo Domingo, República Dominicana, 2009, pp. 158-159.
227
228
152
Jorge Ibarra Cuesta
parte de la política encaminada a crear colonias militares canarias, se fundaron 12 poblados entre 1704 y 1768 tanto en
la frontera como en otros lugares de la isla. Estos fueron Hincha (1704), San Juan de la Maguana (1733), Neiba (1735),
Puerto Plata (1737), Dajabón (1740), Montecristi (1751),
Samaná (1756), Sabana de la Mar (1760), San Rafael de la Angostura (1761), Baní (1764), San Miguel de Atalaya (1768), y
Las Caobas (1768).230
Las estadísticas sobre los flujos migratorios entre 1684
y 1764, aportadas por Rubén Silié, revelan la presencia de
4,137 personas de ambos sexos llegados a La Española desde
Canarias. Si bien los inmigrantes pudieron haber sido más
numerosos, no hay dudas que representaron un sector minoritario de la población campesina.231 Los inmigrantes reportados por Silié llegaron en familias y solo 88 de ellos eran
hombres que arribaron sin mujeres. El que hubiera una proporción equivalente entre hombres y mujeres procedentes
de Canarias contribuyó a que los patrones endogámicos de
ese grupo determinasen la preservación de sus rasgos étnicos
y culturales.232
El rasgo más importante de la presencia canaria fue su negativa a ser un instrumento del dominio colonial, a pesar de
que contaron con el apoyo oficial en sus conflictos con el
patriciado terrateniente y de que fueron distinguidos por las
autoridades con numerosas mercedes. A nuestro modo de
ver, sus protestas contra la tributación española y el estanco,
y su oposición a la represión estatal contra los rescates con
Antonio Gutiérrez Escudero: Santo Domingo Colonial. Estudios históricos.
Siglos xvi al xviii. Academia Dominicana de la Historia, vol. LXXXII, Santo
Domingo, República Dominicana, 2007, pp. 218.
231
Rubén Silié: Economía, esclavitud y población, ensayo de interpretación histórica del Santo Domingo español en el siglo xviii, Academia Dominicana de la
Historia, Santo Domingo, República Dominicana 2009, p. 167.
232
Ibidem, pp. 166-168.
230
De súbditos a ciudadanos...153
la parte francesa de la isla, de los que a su vez se beneficiaban, tuvieron más peso en la conformación de sus actitudes.
Su participación con los patricios en los contrabandos tendió a
unirlos más que las divisiones originales que pudieron haberse
gestado por disputas sobre la posesión de la tierra. De la misma
manera, la resistencia que hacia el estanco y la Corona tenían
los vegueros canarios, y los terratenientes propietarios de molinos de tabaco, contribuyó a fortalecer su unidad. En los poblados fronterizos de nueva creación, en los que se asentaron
inmigrantes, se crearon Cabildos cuyas principales posiciones
fueron ocupadas en ocasiones por canarios. Los gobernadores
españoles los designaban con frecuencia como comandantes
militares de la región fronteriza, para evitar los contrabandos de
los terratenientes criollos y de los vegueros isleños; pero como
evidencian las investigaciones de Hernández González, en ocasiones los jefes militares participaban también en los rescates.
Una diversidad de situaciones creadas a raíz de la fundación
de colonias canarias en la frontera, en el siglo xviii, ilustran
las cambiantes relaciones de los vegueros con el patriciado
terrateniente y las autoridades coloniales. El nombramiento
en 1761 del comandante isleño Fernando Espinoza, como
justicia mayor y gobernador de armas del poblado fronterizo canario de San Rafael de Angostura, provocó numerosas
reclamaciones por parte de los regidores criollos de Hincha,
los cuales argumentaban que el nuevo poblado estaba bajo su
jurisdicción. Con posterioridad, los nuevos vecinos canarios de
San Rafael protestaron porque el Cabildo criollo de Hincha
interfería continuamente en “el conocimiento de sus causas”.
En virtud del Real Decreto de 2 de julio, el poblado surgió sin
autonomía civil, dependiendo de los alcaldes ordinarios y del
Cabildo de Hincha, dominado por el patriciado terrateniente
criollo.233
233
Manuel Vicente Hernández González: La colonización de la frontera dominicana
(1680-1795), Archivo General de la Nación, vol. XVII, Academia Dominicana
de la Historia, vol. LXXV, Santo Domingo, 2006, pp. 188-196.
154
Jorge Ibarra Cuesta
En Montecristi, como en otras colonias de reciente creación, ocurrieron numerosos pleitos por el acceso de los inmigrantes fundadores de la villa a las tierras que pertenecían a
terratenientes radicados en Santiago de los Caballeros, y por la
intrusión de reses mayores y menores de los hacendados en las
labranzas de los inmigrantes.234 Un caso distinto parece haber
sido el de la fundación de la colonia militar canaria de San Miguel de Atalayas, bajo la tutela del señor de hacienda José de
Guzmán, Barón de Atalaya, propietario en 1742 de 1,400 reses
y de 20 hatos en la localidad, los cuales arrendó a familias de
inmigrantes isleños desde su llegada al poblado.235
En 1721 el nombramiento temporal de Francisco Mieses,
como comandante de armas de Hincha, Bánica y Azua, provocó disturbios en esa última villa. A su llegada al poblado sureño colonizado por canarios, los regidores no se dignaron
atenderlo. Cuando trató que lo atendieran se desencadenó
“un tumulto de más de 200 hombres, que están abandonados
a que no se les gobierne”… 236 Mieses se había distinguido
en la represión del contrabando y su nombramiento como
comandante en Azua coincidió con la rebelión protagonizada por los capitanes patricios de Santiago de los Caballeros
contra “el mal gobierno” de la isla. Hincha, fundada en 1704,
fue el segundo poblado de la frontera con mayor número de
esclavos. En 1760 de 3,092 personas 1,443 eran esclavos. De
acuerdo con Hernández González, desde 1760 hubo considerables tensiones sociales, por la posesión de la tierra, entre
el patriciado terrateniente y los inmigrantes recién llegados.
El modo de ascenso social por excelencia de los canarios y sus
descendientes fue por medio de matrimonios con las familias
criollas patricias, que se proponían conservar la estirpe blanca
en su descendencia, cuando no a blanquearla.237
Ibidem, pp. 55-67.
Ibidem, pp. 202-215.
236
Ibidem, pp. 219-220.
237
Ibidem, p. 154.
234
235
De súbditos a ciudadanos...155
La historiografía dominicana no ha registrado conflictos
de importancia entre los terratenientes criollos y los vegueros
en el Cibao en los primeros siglos de colonización. Desde
las noticias del cultivo de la aromática hoja aparecidas en la
Memoria del Cabildo de Santo Domingo de 1607, hasta el
establecimiento de los primeros contingentes de canarios en
Santiago de los Caballeros y en La Vega en 1684, el hecho
más notable lo constituyó el creciente valor de la producción
de tabaco, devenido paulatinamente el segundo renglón de
exportación de la isla. Las memorias destacaban que en el
Cibao los cultivadores de la hoja del tabaco eran “gente común” blancos pobres, mestizos, mulatos y negros, todos criollos libres. Estos cultivaban la hoja para su consumo personal
y solo comercializaban una pequeña parte de sus sembradíos
en el comercio de contrabando y en el mercado de la isla”.238
Después de las despoblaciones forzadas de la costa norte de
La Española, una Real Cédula de 1606 prohibió todo cultivo
de tabaco en las posesiones caribeñas. El Cabildo dominado
por el patriciado terrateniente de Santo Domingo protestó inmediatamente, por entender que muchas personas dependían
del cultivo del tabaco para su “sustento y conservación”. Los
miembros del Cabildo de la Catedral, o sea, el clero procedente de las familias terratenientes más poderosas, se opusieron
también a la Real Cédula que prohibía el cultivo del tabaco.239
En su exposición referían que los principales tributos que recibía la Iglesia, 1000 ducados anuales, procedían de las vegas
dominicanas, lo que evidencia la importancia que había adquirido el cultivo del tabaco con relación al azúcar y el ganado.
En 1612 se comenzó a exportar de nuevo tabaco del Cibao a
Sevilla. De 1612 a 1614 se vendieron 322,757 libras, aunque
José Chez Checo y Mu- Kien Adriana Sang: El tabaco: Historia General en
República Dominicana. Botánica, usos y comercios. Grupo León Jiménez, Santo
Domingo, República Dominicana, 2007, t. I, p. 87.
239
Michiel Baud: El surgimiento del campesinado criollo. La producción tabacalera en
La Española, (1500-1780), Revista Ecos, año 4 (1966), no. 5, pp. 17-18.
238
156
Jorge Ibarra Cuesta
la exportación fue probablemente mayor por la vía de barcos
que entraban al puerto.240
En 1614 se anularon oficialmente las disposiciones reales prohibitivas del cultivo del tabaco. Como señala Michiel
Baud, durante el siglo xvii el tabaco se sembraba con otros
frutos de subsistencia como la yuca, los frijoles y el maíz. La
producción comercial en gran escala solo tomaría impulso
con la creciente demanda del emporio azucarero que fundaron los franceses en Saint Domingue, y con el empleo de
esclavos en el cultivo de la aromática hoja. El papel estratégico del cultivo del tabaco en el Cibao, durante el siglo xvii,
el siglo de la miseria y de la escasez, fue destacado por Sánchez Valverde, “Nuestros andullos o garrotes de Tabaco son
los más apreciados por los franceses (…) Esta introducción
clandestina ha sido una de los más fuertes comercios con
que ha subsistido nuestra colonia en su mayor decadencia y
que todavía da mucho jugo”.241 En la “Relación sumaria…”
de 1650, del canónigo de la Catedral Primada de Santo Domingo, Luis Gerónimo Alcocer, se establece que a mediados
de siglo se producían más de 200,000 libras cada año.242 En
1699 el oidor Araujo y Rivera confirmaba lo que otros testimonios de la época daban a conocer de manera imprecisa,
“Se cría con gran fertilidad y de buena calidad, de forma
que si hubiera comercio se pudiera cultivar mucho, y por
falta de él, beneficia solo el que es necesario para el consumo de la tierra”.243
Gil Bermejo: Op. cit., La Española…, pp. 71-72.
Antonio Sánchez Valverde: Idea del valor de la Isla Española, anotaciones a la
edición por Emilio Rodríguez Demorizi y Fray Cipriano de Utrera. Editorial Nacional, Santo Domingo, República Dominicana, 1971, p. 185.
242
Emilio Rodríguez Demorizi: Relaciones históricas de Santo Domingo, Sociedad
Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 2008, vol. I, p. 197.
243
Antonio Gutiérrez Escudero: Tabaco y desarrollo económico en Santo Domingo.
Siglo xviii, Anuario de Estudios Americanos, t. LVIII, 2, 2001, p.714.
240
241
De súbditos a ciudadanos...157
El cuadro siguiente indica la cuantía de las exportaciones
de tabaco de Santo Domingo a España, las que después de las
cubanas, eran las más importantes en el área del Caribe a fines
del siglo xvii.
Importaciones de tabaco en España ( en @ )
según los puertos de procedencia
Decenios N.
España T
Firme
Cuba
Sto.
Dgo.
Pto.
Rico
Barinas
Gob.
Total
%
1650-59
826
248
1061
60
5042
5034
12271
23%
1660-69
60
1752
749
---
459
553
3573
6.6%
1670-79
168
148
384
56
2
51
1563
2362
4.4%
1680-89
139
---
14327
870
---
540
2598
18474
34.6%
1690-99
180
180
13884
1057
859
496
16656
31%
Cuadro de Lutgardo García Fuentes:|62|
En 1684 llegaban a Santiago de los Caballeros las primeras
100 familias canarias. Otros grupos posteriores, integrados por
109 familias, se asentaron en el Cibao. En 1690 se solicitaron
otras 100 familias, de las que 60 eran para Santiago. Al parecer existe constancia que de estas llegaron 18 familias, con un
total de 94 personas. Una Real Cédula del 6 de octubre de 1693
disponía que se destinasen otras 50 familias para el Cibao. Las
primeras familias canarias radicadas en Santiago de los Caballeros participaron en las incursiones militares para defender
la ciudad atacada por el gobernador francés De Cussi.
La inmigración fue tan numerosa en los años sucesivos, que
llegaron a establecerse varias compañías de milicias integradas
solo por canarios. Hubo varios capitanes de milicias isleños
al frente de distintas compañías. El historiador del siglo xix,
Del Monte y Tejada, informaba que las familias canarias “ya dedicadas a la agricultura, ya a la cría de animales dieron animación a los pueblos y familias antiguas”.244
Antonio del Monte y Tejada: Historia de Santo Domingo, t. III, Imprenta de
García Hermanos, Santo Domingo, 1890.
244
158
Jorge Ibarra Cuesta
Desde 1659 ya se tenían noticias que en Santiago de los
Caballeros había muchas vegas. En 1717 el valor de las cosechas de tabaco, comercializadas legal o ilegalmente en Saint
Domingue, alcanzaban los 100,000 escudos. En 1720 descollaban entre los cultivadores de tabaco dos grandes señores de
haciendas propietarios de molinos de tabaco: Pedro Morell de
Santa Cruz y Alonso Tejada.
Debe pensarse que en Santo Domingo, igual que en Cuba,
muchos terratenientes molían y comercializaban la hoja en
los mercados locales y en los rescates con Saint Domingue.
En 1700 un viajero francés había destacado que en Santiago
“no cultivan más que tabaco y un poco de cacao. No poseen
mucho ganado Su principal comercio es el que no se cultiva
más que en los hatos y no en la ciudad, donde no se ve un
huerto, ni siquiera una legumbre”.245 Se refería, probablemente, a las vegas que cultivaban en los hatos de ganado sus usufructuarios, y los vegueros canarios y criollos que trabajaban la
tierra en calidad de arrendatarios o precaristas de los señores
de hacienda. Tal como consignaba, apenas podía cultivarse
algún tabaco en el ejido que rodeaba a la ciudad. Si bien la
presencia de vegueros criollos y canarios era numerosa desde
fines del siglo xvii, el Cabildo santiaguero era dominado por el
patriciado terrateniente que dirigió la sedición de 1720 contra
el gobernador Fernando Constanzo y Ramírez (1715-1724).
7. La sublevación de los capitanes de Santiago de los Caballeros
La oposición de los Cabildos de la Tierra Adentro a la política colonial de la metrópolis constituyó el factor que activa y
precipita el proceso de formación nacional. En los siglos xvii
y xviii este antagonismo toma la forma de un sentimiento de
identidad regional, de una confrontación de las patrias locales
con el Estado colonial.
Ibidem, pp. 76-79.
245
De súbditos a ciudadanos...159
El historiador Roberto Cassá definió el alcance de la rebelión en términos de la relación entre el patriciado local y las
clases subalternas de la comunidad santiaguera. “La cercanía
de los nobles santiagueros con el común de la plebe, como
parte de la sencillez de su cotidianidad, explica la quintaesencia del estallido de 1720, cuando se dieron cita nobles y plebeyos, algo inconcebible en Santo Domingo, salvo en condiciones imponderables”.246 Estimaciones históricas y demográficas
indican que entre 1684 y 1720 llegaron al Cibao unas 359 familias de canarios, aproximadamente 1,800 personas. De acuerdo con algunas proyecciones, un 60% de esta inmigración se
radicó en la jurisdicción de Santiago de los Caballeros.
En otro contexto, ya más vinculado al comercio, las medidas
represivas tomadas por el gobernador Fernando Constanzo
Ramírez (1715-1724) contra el comercio de rescate que se
producía en la frontera con los franceses, creó las condiciones para la primera sublevación de los santiagueros contra la
autoridad colonial. Un incidente provocado por las medidas
tomadas por el gobernador en 1718, contra unos comerciantes
franceses radicados en Santiago de los Caballeros, fue considerado como el preámbulo a los hechos de violencia que se generarían tres años después. A instancias del gobernador, se había
dictado una Real Cédula el 18 de enero de 1716, ordenando la
expulsión de los franceses. El alcalde mayor, Antonio Pichardo
Vinuesa, héroe criollo de la batalla de Sabana Real contra los
franceses, manifestó su discrepancia con la disposición real.
Sin pensarlo dos veces, Constanzo lo depuso de su cargo.
Pero antes que se dirimiera la demanda interpuesta por la
autoridad local, el gobernador tomó la decisión de detener y deportar a los franceses. Estos tenían tiendas de ropa en la ciudad
y comerciaban con los poblados de Cotuí y La Vega. Apoyado
Roberto Cassá: Rebelión de los Capitanes. Viva el Rey y muera el mal gobierno,
Arhivo General de la Nación, vol. cxlviii, Universidad Autónoma de Santo
Domingio, Facultad de Humanidades, Santo Domingo, República Dominicana, 2001, p. 48.
246
160
Jorge Ibarra Cuesta
en la Real Orden, Constanzo le ordenó al capitán Francisco
Ximénez de Lora proceder al arresto y expulsión de los comerciantes. La decisión provocó altercados que terminaron con la
agresión física al enviado del gobernador, y la fuga de algunos
de los comerciantes a la parte francesa de la isla.247 El Cabildo
santiaguero apeló el 20 de febrero de 1719 al Consejo de Indias, porque “además del gran desconsuelo que ocasionaría a
los que había muchos años que se hallaban casados con hijas
de la tierra y a sus parientes, era muy considerable la pérdida
de gente que se seguía en aquella república, así como por estar
tan falta de ella como por componerse las mencionadas familias de 530 personas….”248 Se alegaba también que la ciudad
se quedaría con muy pocos blancos. Se daba la paradoja que
los santiagueros, los primeros en defender la isla de las agresiones e invasiones de los franceses, eran los primeros también
en practicar el contrabando con sus vecinos y acogerlos en su
ciudad civilizadamente. El Consejo de Indias envió al monarca
la exposición del Cabildo santiaguero, recomendando que no
se expulsaran a los vecinos franceses y a sus familias, y que se
restituyera al patricio santiaguero Pichardo Vinuesa a su cargo
de alcalde mayor, a lo que este accedió el 27 de Septiembre de
1719.249 Convencido de que había sido víctima de una maniobra de los santiagueros, Constanzo preparó un informe sobre
el contrabando, convocando a decenas de testigos con el propósito de que declarasen contra las actividades de los rescatadores en Santiago de los Caballeros. Al mismo tiempo, dispuso
que se aumentara la vigilancia en la frontera, situando tropas
en Dajabón con instrucciones que detuvieran a todos los que
intentasen introducir tabaco o ganado en la colonia francesa.
El propósito era establecer un impuesto sobre cada res que se
vendiera, una vez que se lograra el control de todos los accesos
Antonio Gutiérrez Escudero: Población y economía en Santo Domingo, 1700-1746,
Sevilla 1985, p.168.
248
Utrera: Noticias históricas..., t. III, pp. 209-210.
249
Ibidem, t. IV, p. 243.
247
De súbditos a ciudadanos...161
a la región fronteriza. El incidente que habría de provocar los
motines, conocidos como la Revuelta de los Capitanes, ocurrió cuando los guardias de la frontera intentaron impedirle
el paso y detener al capitán Santiago Morell de Santa Cruz,
que conducía su ganado a la parte francesa. Ya se había denunciado que el cabo de la tropa fronteriza del norte, Antonio
Miniel, aceptaba sobornos y Constanzo lo había defendido a
capa y espada. Por eso, el incidente con Santiago Morell de
Santa Cruz se consideró una humillación a uno de los héroes
santiagueros de la batalla de Lemonade, miembro del Estado
Mayor de Segura y Sandoval. El suceso provocó de inmediato
la adhesión de sus compañeros de armas criollos a la invasión
a la parte francesa de la isla. En abierto desafío a la Corona, los
sublevados eligieron como gobernador a Morell de Santa Cruz
y como su teniente gobernador a Pedro de Carvajal, auxiliados
por Bartolomé Tiburcio y Juan Morell de Santa Cruz, capitanes todos de la guerra contra los franceses.
Todos eran representativos del sector más poderoso de la élite terrateniente local: en 1723, Santiago Morell de Santacruz
poseía el hato Escalante, Pedro Carvajal el hato la Ceniza, Bartolomé Tiburcio el hato la Meseta y Juan Morell de Santa Cruz
era tenedor de pesos de posesión en el hato Charcón. Todas
esas haciendas estaban en la jurisdicción de Santiago de los Caballeros.250 La constitución del Gobierno de los capitanes era
un mensaje al gobernador Constanzo Ramírez que no podía ser
más diáfano. Eran ellos, los hateros santiagueros y nadie más,
los que decidían cuándo se hacía la guerra con los franceses,
y cuándo y en qué condiciones se comerciaba con ellos. Eran
ellos los autores de la derrota a los enemigos de la patria y más
nadie. No estaban tampoco dispuestos a pagar un tributo más a
la venal administración colonial. Los motines que se desataron
en la ciudad provocaron derramamientos de sangre. La plebe
había destituido a un contingente de Constanzo y después se
Ibidem, t. IV, p 299.
250
162
Jorge Ibarra Cuesta
dirigió al puesto de Miniel, desmovilizando a la tropa que custodiaba las fronteras. La gente del común no admitía la idea
de que sus héroes fueran tratados como gente subalterna por
las autoridades. Más grave aún, tenía sus propias y sentidas exigencias contra el Estado colonial. Ningún gobernador tenía
potestad para impedir el comercio del cual toda la población
vivía. Lo más significativo era que el dirigente de la sublevación de la plebe, como ha revelado Roberto Cassá, fuera el
canario Manuel Álvarez, y que los capitanes del patriciado le
reconocieron un papel relevante en la organización del movimiento, hasta el punto que se le consideró “el cerebro gris” de
las protestas por su capacidad intelectual superior a la de los
patricios.251 La dirección de Álvarez parece estar relacionada,
sin dudas, con la numerosa población de canarios y su progenie en la ciudad. No solo había vegueros canarios y sus descendientes residiendo en Santiago, sino artesanos y empleados de
esa procedencia.
De ahí que la furia de los santiagueros se dirigiese contra
quienes se sospechaba respondían a los intereses del gobernador o a los del Cabildo de Santo Domingo. Los regidores
de la capital se oponían al tráfico clandestino de ganado de
los santiagueros con los franceses, porque provocaba el incumplimiento de la obligación que tenían las villas de Tierra
Adentro de abastecer de carne a la capital.252 Desde luego,
las razones principales que motivaban su actitud eran los
innumerables negocios, estudiados por Gutiérrez Escudero,
que hacían con las ventas del tabaco y del ganado del Cibao.
Roberto Cassá: Rebelión de los Capitanes. Viva el Rey y muera el mal gobierno, Arhivo General de la Nación, vol. CXLIII, Universidad Autónoma de
Santo Domingo, Facultad de Humanidades, Santo Domingo, República
Dominicana, 2001, pp. 232-242, 414-418 y 424-426.
252
Utrera: Dilucidaciones…, 1978, pp. 230-231, y Utrera: Noticias históricas...,
t. IV, p. 173. Rosario Sevilla Soler: Santo Domingo Tierra de frontera (1750-1800),
Sevilla 1980, p. 147. Apud. Carta del Cabildo de SD de 13 de Febrero de 1758,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, 1010; Gutiérrez Escudero: Op. cit.,
pp. 169-170, 1985.
251
De súbditos a ciudadanos...163
La documentación oficial de aquellos hechos aludía solamente al
carácter díscolo de los santiagueros, a su proceder desleal con la
Corona y a contactos subversivos con los agentes franceses para
derrocar al gobernador, ocultando la verdadera naturaleza del
conflicto. Los documentos de la colonia francesa de aquellos días
revelan, por el contrario, los motivos de la sublevación de los capitanes santiagueros. No había ninguna presencia, ni intromisión
francesa en los motines. Se trataba simplemente que los santiagueros querían hacer en su casa lo que les venía en ganas.253
El desenlace que tuvo el conflicto se debió a la mediación
que ejerciera el presbítero Carlos de Padilla, cuando una compañía de ganaderos, enviada por el gobernador desde Santo
Domingo, pretendió arrestar a Santiago Morell de Santa Cruz.
Según la versión de Del Monte y Tejada, ante la orden de detención “Don Santiago, que era Capitán y bizarro reputando
injusto el vejamen, fijó banderas convocó parciales y resistió con armas a la compañía del Fijo que vino arrestarle y a
otros individuos que eran también capitanes, y fue ardiente la
refriega y fatal habría sido el resultado a no haberse interpuesto con la custodia del sacramento en las manos el cura Rector,
Don Carlos de Padilla, a cuyo respeto cedieron Morell y sus
compañeros, que fueron presos y encausados”.254
Simultáneamente con los motines de Santiago, en Azua las
milicias criollas dispusieron no reconocer como gobernador
de armas a Isidro Miniel, ni a Juan López de Morla, este último
de la capital. La protesta no tuvo la duración de la sublevación
de Santiago, que se prolongó por tres semanas. Al mismo
tiempo, los regidores llegaron a algún tipo de acuerdo y aceptaron las disposiciones de Constanzo. No obstante, debieron
crear un Cabildo abierto de toda la población para pacificar
los ánimos encrespados de los azuanos.
Frank Moya Pons: Manual de Historia Dominicana, editado por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Santiago de los Caballeros,
República Dominicana, 1983, pp. 116-117.
254
Antonio del Monte: Op. cit., t. III, p. 67.
253
164
Jorge Ibarra Cuesta
Bánica y Guaba demandaron entonces que le enviasen a
Francisco Mieses Ponce de León como gobernador de armas,
por entender que sería tolerante con los intereses de los vecinos. Desde luego, la llamada “pacificación del territorio” era
aparente, los santiagueros, azuanos y demás partidos de la Tierra Adentro continuarían como de costumbre sus operaciones
de comercio clandestino de ganado. El sacerdote Pedro Agustín
Morell de Santa Cruz, que con el correr del tiempo sería obispo
de Cuba, al parecer gestionó la intercesión de los jesuitas ante
el Consejo de Indias a favor de sus hermanos Santiago y Juan.
La solicitud, presentada el 8 de mayo de 1721, no surtió efecto.
Ocho años más tarde, de acuerdo con Utrera, los hermanos
Morell de Santa Cruz, promotores de los tumultos de Santiago de
los Caballeros en compañía de Jerónimo de Guejenaba, se fugaban de la cárcel.255 En el Archivo de Indias existen documentos, según revelaciones de Utrera, que expresan que en 1727
Santiago Morell fue desterrado por un año, cumplió la sentencia, reclamó que se le pagara una pensión de su padre y el
Consejo de Indias decidió, en 1730, que solo podía percibirla a
partir del momento en que se le venciera la sanción impuesta.
Desde luego, esto no impidió que pudiera haberse fugado antes
que se le impusiera la pena de destierro en 1727.256
La pregunta que emerge de la investigación realizada en los
estudios históricos, y en la bibliografía documental dominicana, está relacionada con la ausencia de protestas e incidentes
violentos que produjeran encarcelamientos, destierros o muertes, entre la sublevación de los capitanes santiagueros en 1721
y la sublevación de las harinas en 1778.
¿Se trata de un vacío historiográfico o de una ausencia de oposiciones entre los Cabildos y las autoridades coloniales signadas
Utrera: Noticias históricas..., t. I, p. 131.
Utrera: Noticias históricas..., t. V, p. 224, t. III, pp. 185-186 y 187-88, Biblioteca Casas Reales, V Centenario, Santo Domingo, República Dominicana,
Colección Herrera, t. V, no. 63, 64 y 65. Apud. (AGI) Audiencia Santo
Domingo, leg. 303.
255
256
De súbditos a ciudadanos...165
por la violencia o la pasión? De la lectura de los conflictos entre los regidores criollos y las autoridades españolas, señalados
en el capítulo anterior, se deduce que en el período referido se
registraron conflictos solucionados por los procedimientos legales de apelación, ante las instancias superiores de la administración colonial y la judicatura indiana. Los conflictos entre las partes
en pugna, criollos y autoridades españolas, no se desvanecieron,
sino que tomaron otras formas. En el período estudiado no faltaron las demandas y litigios por designaciones de gobernadores
en armas o alcaldes mayores en localidades de la Tierra Adentro,
imposiciones de tributos al ganado y disposiciones limitando o
interfiriendo en las facultades de los Cabildos.
En otras palabras, no se disfrutó de una etapa de paz con el
dominio colonial. Los desacuerdos profundos se mantuvieron
latentes, acentuando la línea divisoria que separaba a criollos y
españoles. Por otra parte, el contrabando por la frontera y por
las costas no se interrumpió un solo momento. En ese sentido, lo
más significativo que se advierte en la historiografía es la ausencia
de procesos judiciales y sanciones a rescatadores de la frontera.
Abundan los bandos o decretos anunciando penas severas a
prisión y muerte y, sin embargo, apenas se dan a conocer casos
de personas sentenciadas por comercio ilícito, o siquiera por
algo que llama tanto la atención de los investigadores como
son los escándalos en los que estaban implicados las autoridades y los terratenientes criollos. No hay una manera más fehaciente de demostrar un hecho que despertar el interés que
genera en el lector lo que trasciende o se hace del dominio
público en la época estudiada. Los escasos desafíos al poder
colonial registrados historiográficamente son indicativos de la
tregua implícita concertada por las partes.
Una primera lección aprendida por el poder colonial fue
que los alcaldes mayores de Santiago de los Caballeros no
debían ser criollos. Así, la Real Cédula de 29 de julio de 1764
advertía a las autoridades que no le pusieran objeciones a la
designación insólita de Fernando Morell de Santa Cruz como
166
Jorge Ibarra Cuesta
alcalde mayor de Santiago de los Caballeros, por el hecho de
ser natural de la isla.
Transcurrieron más de 40 años de los hechos de violencia que
tuvieron lugar en Santiago, por lo que se debían comenzar a
detener las heridas. Sin embargo, el monarca tuvo que defender su decisión. En Real Cédula dictada dos años más tarde,
el 12 de octubre de 1766, se vio obligado a responder a la
negativa del gobernador de darle posesión del cargo. Entre
los argumentos que expuso el gobernador Manuel Azlor
(1760-1771), en carta del 2 de septiembre de 1766, se destaca
la aseveración de que si se había impedido que uno de los
responsables de la sublevación de los capitanes desempeñase
el cargo interinamente, cómo no iba a oponerse a que lo ocupase de manera definitiva. Ante la resistencia empecinada de
Azlor a la autoridad real, la disposición de 1766 dictaminó que
se le dispensara la oriundez criolla y se le diera posesión como
quiera que fuese, sin más dilaciones. Para el Consejo de Indias
estaba claro que había que llegar a entendimientos y negociar
con el patriciado santiaguero, en un esfuerzo por mantener
la tranquilidad y el orden tan necesario para la seguridad de
la isla.257 Las evidencias referidas nos inducen a pensar que
con posterioridad a la rebelión de los capitanes sobrevino un
período de relativa tranquilidad. Una guerra entre criollos y
españoles en la isla significaba la ocupación militar inmediata
por las fuerzas armadas de la colonia francesa. Otro hecho de
cierto peso contribuyó en más de un sentido a la relativa paz
alcanzada después de 1720. Se trata de la posición beligerante
del Cabildo de Santo Domingo contra los contrabandos de la
Tierra Adentro, promovidos desde Santiago de los Caballeros.
En ese aspecto las denuncias del Cabildo de la capital al gobernador se repiten una y otra vez. En ese contexto, en una
sesión del Cabildo de Santo Domingo del 4 de junio de 1732
se pedía al gobernador que impidiese a los intermediarios que
Utrera: Noticias históricas..., t. V, pp. 234 y 256.
257
De súbditos a ciudadanos...167
iban de Higüey al Cibao que comprasen ganado en el este,
pues se los llevaban a sus hatos y desde allí cruzaban la frontera para comerciar con los franceses. Como consecuencia de
esto la capital se hallaba sin carne. Desde luego, detrás de esas
imputaciones estaba el interés de los regidores, asociados con
los intermediarios de la capital y los carniceros, para alterar
el precio del ganado comprado en la Tierra Adentro. Otros
cargos fueron formulados por el Cabildo de la capital el 6 de
junio de 1732, demandando que se evitase el traslado del ganado de Santiago de los Caballeros para la colonia francesa,
lo que se efectuaba a través de los hatos de Higüey y El Seibo.
Los regidores capitaleños no se privaban de la oportunidad de
elogiar a los gobernadores cuando estos reprimían y apresaban a los rescatadores de ganado de Santiago de los Caballeros. De acuerdo con un expediente del 25 de agosto de 1683,
en alabanza al gobernador Francisco Segura, los soldados de
los puestos fronterizos no cedían en su asechanza a los movimientos de los rescatadores. Gutiérrez Escudero estudia otras
resoluciones del Cabildo capitalino relacionadas con el apoyo
a las autoridades coloniales y de crítica al contrabando que
practicaban los vecinos de Santiago de los Caballeros.258
La actitud asumida por los regidores de la capital rompía la
solidaridad alcanzada por los Cabildos en sus diferendos con
las autoridades en el siglo xvii, y dificultaba los arreglos de los
terratenientes de la Tierra Adentro con los jefes militares de la
frontera, pero a la larga, como ha demostrado fehacientemente
la historiografía dominicana, los contrabandos de ganado prosiguieron sin interrupción en el siglo xviii.
Ninguna otra posesión colonial española estuvo expuesta a las
múltiples agresiones e invasiones como La Española, y ninguna
otra clase terrateniente debió defender por sí misma, a falta de
un soporte consecuente por parte de la metrópolis, la integridad
del territorio insular. Tampoco hubo otra comunidad criolla de
Gutiérrez Escudero: Op. cit., p. 168 y ss., 1985, Utrera: Noticias históricas...,
t. III, p. 325
258
168
Jorge Ibarra Cuesta
América que debió hacer frente a obstáculos tan enormes para
alcanzar su autodeterminación. Ahora bien, si la clase terrateniente criolla pudo asumir esos desafíos hasta 1820 se debió
al concurso y sostén que obtuvo de las clases subalternas, sobre cuyas espaldas recayó el destino de la comunidad insular.
La identidad común de los criollos se forjó en la defensa del
territorio y de las comunidades criollas frente al extranjero.
La amenaza del dominio de la isla por los vecinos franceses
obligó, como destaca Moya Pons, “a la apertura de los rangos
sociales para dar participación a la creciente población de
color...”259 De hecho, la conservación de la comunidad territorial se debió ante todo al sentimiento de patria que alentó a
los negros y mulatos libres, a la multirracial clase media criolla
y a los campesinos canarios en la lucha contra el extranjero. El
bloque histórico, en el sentido gramsciano, constituido por el
patriciado terrateniente, suponía la subordinación estratificada y compartimentada de las clases subalternas en la comunidad insular. El esclavismo patriarcal de los señores de hacienda presumía la deferencia y obediencia al señor paternalista.
8. La factoría de tabaco dominicana y su incidencia en la
producción tabacalera del Cibao. Vegueros y terratenientes
propietarios de molinos
El gobernador Alonso de Castro (1734-1741) llevó a cabo
una sistemática campaña encaminada a la siembra de grandes
superficies de terreno, y a la proliferación de vegas de tabaco
en el Cibao, con el propósito de incrementar las rentas de la
Real Hacienda y el establecimiento del Estanco.260 Aun cuando
no faltaron exposiciones de oidores de la Audiencia de Santo
Domingo y de los gobernadores Azlor y Castro, exhortando
Moya Pons.
Antonio Gutiérrez Escudero: Santo Domingo Colonial. Estudios históricos.
Siglos xvi al xviii. Academia Dominicana de la Historia, vol. LXXXII, Santo
Domingo, República Dominicana, 2007, p. 270.
259
260
De súbditos a ciudadanos...169
a la Corona a estimular el cultivo comercial de la hoja dominicana, no sería hasta la ocupación de La Habana por los ingleses y la consiguiente interrupción del envío del polvo y de
la rama cubana a la fabrica Real de Tabacos de Sevilla, que se
tomaron medidas para alentar la producción del tabaco en La
Española con destino a la península. Nació así por Real Orden
del 12 de octubre de 1763 una factoría en La Española que debía ocuparse de completar el abastecimiento de 2,000,000 de
libras de tabaco a la fábrica de Sevilla. La hoja que se exportará
a España procederá del Cibao, en especial de Santiago de los
Caballeros.
En 1770 el gobernador Azlor escribió un informe según el
cual en Santiago de los Caballeros 247 vecinos con 202 esclavos que los ayudaban cultivaban alrededor de 10, 000 arrobas
de tabaco.261 Las exportaciones a Sevilla aumentaron progresivamente en el decenio de 1770.
Exportación anual de tabaco de Santo Domingo a Sevilla (lbs)
1771
1772
1773
1774
1775
1776
134 600
81 650
285 075
337 375
214 800
267 735
263
En esas tierras se cultivaban 250,000 libras que se destinaban
al consumo interno o se exportaban a otras posesiones españolas del Nuevo Mundo. La primera disposición de la factoría fue
obligar a los vegueros a que le vendiesen toda su producción,
independientemente de los precios más elevados que pudieran obtener por la vía del contrabando en Saint Domingue o
en otras posesiones europeas del Caribe. Se les prohibía también que vendiesen en el exterior y en la isla los sobrantes de
262
Manuel Vicente Hernández González: Expansión fundacional y desarrollo
en el norte dominicano (1680-1795). El Cibao y la Bahía de Samaná, Archivo
General de la Nación, vol. XXVII, Academia Dominicana de la Historia,
vol. LXXV, Santo Domingo, 2007, p. 80.
262
Sevilla Soler: Santo Domingo..., p. 114.
261
170
Jorge Ibarra Cuesta
sus cosechas cuando se redujesen las compras de la factoría
del tabaco. Desde luego, no solo los vegueros eran afectados
por estas imposiciones y restricciones del poder colonial, sino
también los terratenientes propietarios de molinos que manufacturaban el polvo de tabaco y lo comercializaban subrepticiamente en los mercados locales o en el exterior.
De la misma manera que los vegueros cubanos, los dominicanos sufrieron la discontinuidad en el envío de los situados de
México, con los que se pagaba la cosecha anual de los vegueros.
A los efectos de mantener la fábrica sevillana de tabaco en funcionamiento, se eximió a los vegueros del pago de tributos por diez
años. Se dispensó también de tributos a los esclavos que entraran
al país y se destinaran a trabajar en las vegas de tabaco. Cuando
se le preguntó en Madrid sobre el cultivo, el gobernador contestó
que solo un aumento de la producción de la hoja podía salvar a
la isla de la miseria que había arrastrado por más de un siglo.263
Una Real Cédula de 16 de septiembre 1774 limitó la exportación de tabaco a la península: de 24,000 arrobas anuales pasó
a 12,000.264 La sobreproducción de tabaco en Cuba y Puerto
Rico desplazó las exportaciones de rama dominicana a la Real
Fábrica de Tabacos de Sevilla. En el Cibao hubo sensibles pérdidas, quiebras y ruinas de los pequeños cosecheros de tabaco.265
En esas circunstancias, la prohibición de comerciar con los
vecinos franceses provocó indignación y fuertes protestas de
los vegueros y terratenientes propietarios de molinos contra
la factoría.266 Las protestas no cambiaron la determinación de
Ibidem, pp. 114-115.
Antonio Gutiérrez Escudero: “Diferencias entre agricultores y ganaderos
en Santo Domingo: siglo xviii”, revista Ecos, órgano del Instituto de Historia
de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, año I, no. 2, 1993, p. 50.
265
José Chez Checo y Mu- Kien Adriana Sang: El tabaco: Historia General en
República Dominicana. Botánica, usos y comercios, Grupo León Jiménez, Santo
Domingo, República Dominicana, 2007, t. I, pp. 142-143.
266
Antonio Gutiérrez Escudero: “Diferencias entre agricultores y ganaderos
en Santo Domingo: siglo xviii”, Ecos, órgano del Instituto de Historia de la
Universidad Autónoma de Santo Domingo, año I, no. 2, 1993, p. 50
263
264
De súbditos a ciudadanos...171
la Corona de favorecer el tabaco cubano contra el que se cultivaba en Santiago de los Caballeros. Durante 1776 y 1777 se
redujo considerablemente el cultivo de tabaco en la región.
No sería sino hasta 1778 que se obtuvo permiso para vender a
Saint Domingue los reducidos excedentes del tabaco que no
compraba el estanco.267 Como quiera que fuese, el contrabando de ganado y tabaco a través de la frontera siguió siendo la
principal fuente de ingresos del Cibao.
9. La revuelta santiaguera de las harinas: ¿tan solo una
sublevación patricia?
La Compañía de Barcelona, fundada en 1755, recibió la potestad de monopolizar el comercio de Santo Domingo y Puerto
Rico. La compañía, integrada por comerciantes catalanes, poseía un almacén en el que se distribuían las mercancías manufacturadas procedentes de España y otros países europeos, y
adquirían frutos producidos en la isla para exportarlos. La compañía monopolista cumplía las mismas funciones que la Real
Compañía de Comercio fundada en la Habana en 1740.268 Los
habitantes de Santiago no cultivaban más que tabaco, un poco
de cacao, y no poseían mucho ganado. Como destacaba Cassá,
dada la fertilidad de las tierras para el cultivo de la hoja del tabaco, “muchas personas de condición libre, que en otras zonas
del país se dedicaban a la producción pecuaria a pequeña o
mediana escala, prefirieron en el Cibao dedicarse al cultivo del
tabaco”. Este hecho contribuyó a que en la región “hubiese una
proporción de blancos superior... pues al no haber plantaciones
la entrada de canarios no era acompañada por la de muchos
negros esclavos”.269
Antonio Gutiérrez Escudero: Población y economía en Santo Domingo,
1700-1746, Sevilla 1985, pp.111-112.
268
Roberto Cassá: Historia social y económica de Santo Domingo, Santo Domingo,
2003, t. I, p. 245.
269
Ibidem, p. 153.
267
172
Jorge Ibarra Cuesta
El disgusto de los cosecheros contra la Compañía de Barcelona que monopolizaba el precio y las cantidades de tabaco
que se exportaba a España, se remontaba a su fundación.270
Las protestas de los vegueros fueron apoyadas por el patriciado terrateniente que dominaba el Cabildo santiaguero, dedicado al cultivo de tabaco y a manufacturarlo en sus molinos.
Las inculpaciones que se formularon se concentraron en la
figura de Francisco Velilla, factor de tabaco, y no casualmente comandante de armas de las tropas españolas asignadas a
la localidad y juez de comisos. Velilla tenía estrechos vínculos
también con la Compañía de Barcelona y su director, Narciso Subirats y Bata. Ese era el esquema de confrontaciones
existente en la ciudad en vísperas de la sublevación de las harinas. Los vegueros nombraron como su representante ante
las autoridades coloniales a José del Monte Tapia, miembro
prominente del patriciado terrateniente de dominicano, que
había sido alcalde de Santo Domingo y ejercía como abogado
en la Real Audiencia.271 Asumió también la representación de
los vegueros el cura párroco de Santiago, José Marrero, cuyo
hermano Antonio era el dirigente de las protestas campesinas. En su exposición ante el monarca, el eclesiástico alegaba
que a la reducción drástica de las compras de tabaco por la
compañía, se añadían los huracanes y las sequías que asolaron la agricultura durante los años de 1775, 76, 77 y parte del
78 y que no les permitía vender el tabaco en la parte francesa
de la isla.
Por eso constataba amargamente “mucha harina buena ha
habido en Montecristi…pero pobres de nosotros, ni comemos
pan, ni nos vestimos”. Las denuncias que formularon los vegueros contra los manejos de Velilla, en un memorial del 25
de junio de 1779, no podían haber sido más diáfanas: su trato
José Chez Checo y Mu- Kien Adriana Sang: El tabaco: Historia General en
República Dominicana. Botánica, usos y comercios, Grupo León Jiménez, Santo
Domingo, República Dominicana, 2007, t. I, pp. 138-146.
271
Utrera: Noticias históricas..., t. V, pp. 258-259.
270
De súbditos a ciudadanos...173
era “feroz e indómito”, se apropiaba fraudulentamente de
sus ingresos y del “sudor de muchos infelices.”, y “sus inicuas
extorsiones… nos tiene en un triste desconsuelo y en una
opresión insufrible”.272
Los vegueros canarios contaron con el apoyo del Cabildo
santiaguero, su alcalde mayor, Joaquín Pueyo, el procurador
de la Audiencia de Santo Domingo, Juan Pablo de la Mota, y
con José del Monte, que los representó en todo momento en
nombre del patriciado de la capital. Se trataba de personalidades altamente representativas de Santiago de los Caballeros y
de la capital.273
La alianza del factor del tabaco, Velilla, con la Compañía
de Comercio de Barcelona y sus directivos Narciso Subirats y
Antonio Roja, contó con el apoyo de la artillería española, al
mando del capitán Mateo Pérez; la milicia fue enviada por el
gobernador Isidro Peralta y Rojas (1778-1780) hacia Santiago
de los Caballeros, con el objetivo de impedir que la protesta
santiaguera se tradujera en un conato armado de mayores
consecuencias.
El conflicto de los vegueros con el factor del estanco y la
Compañía de Barcelona derivó, en pocos días, en un diferendo de la ciudad de Santiago con las autoridades coloniales.
Las protestas de los vegueros criollos y canarios contra la Real
Hacienda, el estanco del tabaco y las compañías de comerciantes que los esquilmaban tomó fuerza el 29 de septiembre
de 1778, cuando el Cabildo protestó por la escasez de harina y carne en la ciudad. Santiago de los Caballeros era para
entonces un poblado de artesanos, pequeños comerciantes
y vegueros, integrado por una minoría de blancos de origen
canario y una multitud de “gente de color”. Ante la precaria
Manuel Vicente Hernández González: Expansión fundacional y desarrollo
en el norte dominicano (1680-1795). El Cibao y la Bahía de Samaná, Archivo
General de la Nación, vol. XXVII, Academia Dominicana de la Historia,
vol. LXXV, Santo Domingo, 2007, pp. 88-90.
273
Ibidem, pp. 88-92.
272
174
Jorge Ibarra Cuesta
situación existente el multicolor vecindario no tardó en dar
la voz de alarma, y denunciar que las harinas de los catalanes
de la capital estaban podridas. Los regidores santiagueros
demandaron del gobernador Peralta y Rojas que renovase
la autorización que le había concedido su antecesor Solano
el año anterior, de modo que se le permitiera vender 75 reses y los andullos de tabaco que tanta demanda tenían entre
los colonos franceses, para comprarle a estos 400 barriles de
harina. Era la manera más expedita y segura de enfrentar la
grave crisis de abastecimientos, pues hacía mucho tiempo
que no había pan en la ciudad. Los capitulares no vacilaron
en proclamar las ventajas de “Las harinas que ofrece la dominación francesa porque en ella por su mucho comercio…
halla a la mitad de precios que en esa capital”274
De modo que no solo los ganados y el tabaco de Santiago se
vendían a precios más favorables en la parte francesa que en
la capital, sino que los santiagueros compraban las harinas en
Saint Domingue en condiciones más ventajosas. De ahí que
demandaran que se legalizara de manera permanente el comercio con los franceses. Preocupados por el papel que había
desempeñado José del Monte en la defensa de los vegueros,
las autoridades lo detuvieron arbitrariamente el 8 de febrero,
y lo trasladaron a la capital como prisionero. El alcalde ordinario Joaquín Pueyo fue arrestado y conducido a Santo Domingo
para interrogarlo, conjuntamente con Del Monte, por el capitán
general, Isidro Peralta. El 13 de junio los capitulares criticaron
severamente las decisiones de Peralta y las actuaciones venales
de Velillas y Subirats. Entonces, el capitán Mateo Pérez proveyó
un auto de prisión en la ciudad para los capitulares, de la cual no
podían salir. Estos se consideraron envueltos en una “borrasca tan
furiosa que ha dado en una prisión con todos los individuos
que concurrimos a aquellos acuerdos promoventes del bien
público”. Para el gobernador, los santiagueros se expresaban
Ibidem, p. 123.
274
De súbditos a ciudadanos...175
con, “manifiesta altanería, libertinaje y dan a entender sacudirán el yugo de la obediencia”. La ciudad de Santiago tenía
entonces 28,000 habitantes, casi la misma población de Santo
Domingo. La situación se encontraba al borde de un desenlace
violento cuando falleció Velillas; lo sustituyó interinamente
Francisco Espaillat, quien estaba vinculado al patriciado santiaguero y contribuyó a que se apaciguaran los ánimos. Por
otra parte, se autorizó la reanudación del comercio a través
de la frontera con los franceses, lo que alivió las tensiones.
La alianza concertada entre el patriciado y los vegueros canarios y criollos, frente a la política intransigente de Peralta,
experimentó variaciones en otras localidades, donde las autoridades coloniales no se mostraron tan antagónicas con el patriciado criollo. Destaquemos de paso, que el auge del cultivo
del tabaco se debió en buena medida al trabajo esclavo. Algunas relaciones de esclavos aportadas por Hernández González
revelan que, en algunas regiones importantes, los cosecheros
tenían un promedio de 1 a 3 esclavos por vega. Desde luego, el
trabajo en las vegas no tenía el carácter intensivo e inhumano
que revestía en las plantaciones azucareras. El solo hecho que
el veguero compartiese las faenas laborales con el esclavo, y
que las vegas se encontrasen por lo general en regiones apartadas donde se enfrentaban en la soledad del descampado, contribuyó a que se moderasen las exigencias del amo campesino
con respecto al siervo.275 Es conveniente señalar que este amo
campesino de esclavos podía muy bien ser un canario o un
negro o mulato libre criollo.
10. El campesinado reconstituido dominicano: vividores, conuqueros
y monteros
Se ha considerado al campesinado reconstituido una clase
sui generis de campesinos, que se origina en las sociedades
Ibidem, p. 95.
275
176
Jorge Ibarra Cuesta
coloniales de plantación y hacienda esclavista. De acuerdo con
Sidney Mintz, la definición del “campesinado reconstituido” o
“proto-campesinado” supone que este no procede de una clase campesina emigrante que se arraiga en las sociedades coloniales y le da continuidad a un modo de vida tradicional, “pues
estos campesinos no comienzan como campesinos, sino como
esclavos, desertores o fugitivos, trabajadores de plantaciones o
lo que fuera, que se convierten en campesinos como manera
de resistencia a un régimen impuesto desde el exterior”.276
Ahora bien, este tipo de campesinos reconstituidos, inicialmente esclavos, no tuvieron siempre en su origen un acto de
resistencia o de fuga, o sea, su conformación original no obedeció
siempre a una actitud de rechazo a su esclavización. Muchos eran
esclavos manumitidos o que se manumitían, y con frecuencia
huían de las villas donde residían y se internaban en regiones inaccesibles para llevar una vida independiente de las autoridades.
Otro tipo de campesinado reconstituido tenía su origen en
la conversión de negros libres o de esclavos en campesinos
que trabajaban en los ejidos de la ciudad, bajo la tutela de los
Cabildos que les cedían parcelas. Moreau de St. Méry destaca
la existencia de un campesino cuyo certificado de nacimiento
se encuentra en su emancipación, mediante un acto de gracia
de los Cabildos a la gente de “color” libre o a esclavos jornaleros para que vendiesen el producto de sus cultivos a las villas.
Según el viajero francés, “los terrenos aledaños a la capital
son generalmente muy fértiles y era costumbre arrendar terrenos a negros libres o esclavos jornaleros, que no trabajan sino
cuando le es necesario para vivir y que cultivan para el consumo de la capital”.277 Este campesinado no surgía de un acto
Sidney W. Mintz: Caribbean Transformations, Baltimore: John Hopkins University Press, 1984.
277
Destaquemos de paso que el Cabildo habanero frecuentemente cedía
lotes de tierra en los ejidos de la ciudad a gente libre de color, para
que contribuyesen al abastecimiento de la ciudad. Moreau de St. Méry:
Descripción de la parte española de la isla de Santo Domingo, p. 340.
276
De súbditos a ciudadanos...177
de rebeldía, sino de un gesto emancipador de las autoridades y los amos. El proceso por el cual el esclavo se convertía
en un campesino reconstituido era común en las posesiones
españolas del Caribe. En Cuba, los palenques no llegaron a
constituir un campesinado numeroso asentado en la tierra y
alejado de todo contacto con los centros de poder coloniales. En La Española, en cambio, las despoblaciones de Osorio en 1607 y la quiebra de las plantaciones azucareras y de
jengibre en el siglo xvii, provocaron la evasión de decenas de
miles de esclavos que se internaron en el campo. Las sublevaciones en las plantaciones incidieron decisivamente en la
generalización de las fugas de los esclavos de las villas, y a su
asentamiento en regiones abruptas para evitar su reesclavización. El rasgo cardinal de este campesinado independiente
de origen esclavo, llamado arcaico por Raymundo González,
lo constituyó su decisión de vivir alejado de los poblados y
villas donde se concentraba el poder colonial. A partir del
momento en que este campesino montaraz decide apartarse
de las autoridades y de los señores de hacienda, la mayoría
de la población rural se constituye en dos polos separados: la
villas y el campo.
Las cartas del Cabildo de Santo Domingo del siglo xvii
están plagadas de la figura obsesiva de la época: las decenas de
miles de negros prófugos o libres que vivían en rancherías en
los bosques y en las montañas, a distancia conveniente de las
autoridades. Referencias a este fenómeno generalizado, y a la
incidencia especial que tuvieron las devastaciones de Osorio
en la liberación masiva de esclavos, se encuentran en carta enviada por el Cabildo de Santo Domingo a Su Majestad el 26 de
febrero de 1608. Los regidores entendías que, la forma expedita con que se llevó a cabo la despoblación de la región norte
de la isla, provocó la liberación de gran parte de los esclavos,
“La aceleración e incomodidad con que se ejecutó, pues,
les quemaron sus casas e ingenios, y perdieron sus labranzas y frutos, y casi todos los ganados y la mayor parte de sus
178
Jorge Ibarra Cuesta
esclavos...”278 La fuga de los esclavos en Santo Domingo podía
tener consecuencias aún más negativas, llegando a subvertir
el poder de España en el Caribe. Así lo expusieron los regidores a Su Majestad en carta del 27 de octubre de 1609: “Y que
no solo los esclavos de los dichos vecinos despoblados se han
huido y hecho cimarrones, pero el ejemplo de estos tiene tan
inquietos e inobedientes y desasosegados los vecinos de Santo
Domingo, que cada día se huyen y se van con los demás y hacen
lo que quieren de que no solo se sigue el daño y perdida de los
dichos vecinos, sino otro muy mayor que es juntarse en cuadrillas en los sitios despoblados y como son ladinos y diestros y
con armas tienen gran aparejo en los ganados cimarrones de
que son señores, podrían concertar la contratación con enemigos y aun se podrían seguir muy mayores inconvenientes si
con mucha atención, brevedad y cuidado no se remediase”.279
Muchos vecinos comenzaron a emigrar de la isla por temor
a que las ciudades y villas fueran asaltadas por los negros escapados o alejados, en complicidad con los enemigos europeos
de España, o se llegara al momento en que los habitantes de las
villas no pudieran salir al campo. En la misiva referida los capitulares destacaban, “Y que considerando la dicha ciudad todo
lo susodicho la inquietud, desconcierto y desasosiego con que
viven todos los vecinos de ella y que han quedado de las despoblaciones (de Osorio) resultado del daño que han recibido y de
las que esperan y padecen y el deseo inmenso que tienen de
salirse a vivir de la dicha isla a otras partes como lo han hecho
los que han podido y lo procuran todos con grandes diligencias ordinarias y extraordinarias”.280
Genaro Rodríguez: Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii,
Archivo General de la Nación, vol. XXXIV, Academia Dominicana
de la Historia, vol. LXXXX, Santo Domingo, República Dominicana,
2007, pp. 257-258.
279
Ibidem, pp. 288-289.
280
Ibidem.
278
De súbditos a ciudadanos...179
Las cimarronadas comprendidas entre 1545 y 1550281, y las
despoblaciones de la costa norte en 1607-1608 , así como la
decadencia de las plantaciones azucareras y de jengibre en la
primera mitad del siglo xvii, promovieron la formación de numerosos rancherías y manieles de negros rebeldes y manumitidos, que se tradujeron en el crecimiento de una población rural
de negros libres que vivía al margen del Estado colonial.282 La
crisis de la plantación azucarera en La Española determinó que
descendiera la población esclava. Según los datos del arcediano
Alonso de Castro en 1542 había entre 25,000 y 30,000 esclavos;
mientras que de los 20,000 registrados en 1557 la cifra bajó a
11,000 en 1606, según el licenciado Echagoian. En 1557 había
dotaciones de más de 900 esclavos en algunos ingenios, y en los
más pequeños de 300 y 150.283
En 1604 los regidores opinaban que “los esclavos se huyen
y andan por allá al olor de los rescates muchos, sin podellos
sujetar ni aun en mucho tiempo, cuando menos se habrán, y
con más atrevimiento se huirán… pues en los tiempos pasados
que no había las ocasiones que hay en estos, y que estaba la
isla más poblada de pueblos e ingenios con muchos españoles,
hubo muchos alzamientos de negros”.284 En Cuba y en Puerto
Rico los ingenios no alcanzarían ni remotamente en los siglos
xvi y xvii la cantidad de ingenios y de esclavos de La Española.
El incremento de la población de negros montaraces se debió
más al progresivo colapso del régimen esclavista y la consecuente
liberación de los esclavos, que a las fugas de cimarrones. Pensamos que algunas rancherías dominicanas, a diferencia de los palenques cubanos integrados por cimarrones, estaban constituidos
Roberto Cassá y Genaro Rodríguez: Consideraciones alternativas acerca de
las rebeliones de esclavos en Santo Domingo, Ecos, año 2, 1994, no. 3.
282
Carlos Esteban Deive: La esclavitud del negro en Santo Domingo (1492-1844),
Museo del Hombre Dominicano, Santo Domingo, 1980, t. II, p. 461.
283
Carlos Esteban Deive: Los guerrilleros negros. Fundación Cultural Dominicana,
Santo Domingo, República Dominicana, 1989, p 55.
284
Deive: La esclavitud del negro..., 1980, p. 460.
281
180
Jorge Ibarra Cuesta
por negros que se manumitían o eran manumitidos en las villas
y se internaron en los bosques durante el siglo xvii, o bien por
negros que se escapaban a causa de la quiebra de las plantaciones.
Cualquiera que fuese la procedencia de los manieles dominicanos, para los amos y las autoridades se trataba de “alzados” o “cimarrones” porque no se sometían a las autoridades
y llevaban un modo de vida independiente. Un testimonio
elocuente de 1608, a propósito del numeroso campesinado
reconstituido arcaico, es el del gobernador Diego Gómez de
Sandoval (1608-1623). En su relato dice que él había descubierto y disuelto tres rancherías de negros en el campo. De
una de estas rancherías o “ladroneras”, como las llamaba, se
tenía conocimiento hacía “más de 80 años”. El segundo reducto de negros tenía 30 de existencia, mientras que el último, el de la isla Vaca, servía “para sustentar los rescates de
los enemigos”.285 La persistencia de este fenómeno a través del
tiempo se puede comprobar en la documentación del arzobispo Francisco de la Cueva Maldonado. En una carta a Su
Majestad del 15 de septiembre de 1662, el prelado consignaba
que los esclavos se refugiaban en las regiones montañosas de
la isla y fundaban pueblos, “Hay en esta sierra cuatro pueblos,
que dicen constan de seiscientas familias que, con hijos y mujeres pasan de dos mil personas”.286 Las creencias y manifestaciones culturales de los negros conservaban lo esencial de
sus tradiciones africanas originales, maneras de ser y pensar,
a las que se superponían algunos rasgos de la religión y la
cultura española. De acuerdo con el arzobispo, los negros de
los manieles, “No tienen iglesia, ni usan de imágenes, si bien
La ciudad de Santo Domingo se congratulaba y agradecía al rey por haber
reemplazado a Osorio por Diego Gómez Sandoval en la gobernación de la
isla. [[“Exposición del Cabildo de Santo Domingo de 26 de Agosto de 1608
a SM”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 73. Ver también: Deive:
La esclavitud del negro..., pp. 462-463]].
286
José Luis Saez, s.j: La iglesia y el negro esclavo en Santo Domingo. Una historia
de tres siglos, col. Centenario, Santo Domingo, 1994, pp. 342-344.
285
De súbditos a ciudadanos...181
algunos que huyeron bautizados, ponen cruces en sus casas,
no se bautizan ni tienen ley. Gobiérnanse por negros ladinos;
sus armas son flechas en que están diestros; usan de espadas
anchas, cortas que hacen de hierro y acero que compran de
otros negros en esta ciudad. Cultivan la tierra necesaria para
su sustento, porque de carnes y frutas de la tierra tienen abundancia. Cogen tomines de oro en los ríos, y de plata, y con esto
compran a otros negros ropa para vestirse, vino, aguardiente y
lo que necesitan… Algunos rezan la oración del Padre Nuestro
y Ave María y tienen algunos errores de idolatría”.287
La descripción del prelado sobre los rasgos culturales y costumbres de las comunidades campesinas de negros en Santo
Domingo se ajusta bastante a los relatos que hacían los rancheadores en Cuba, sobre el modo de vida de los palenques
de cimarrones que asaltaban.288 Lo más importante es que
conservaban los rasgos esenciales de sus culturas originarias,
así como las relaciones de solidaridad y de intercambio económico que sostenían con los negros libres en el campo, en
las ciudades. De la misma manera practicaban rescates con los
enemigos de España.
Bien avanzada la segunda mitad del siglo xviii, el presbítero
Antonio Sánchez Valverde informaba que en la costa norte de la
isla “hay innumerables rancherías de gente pobre que viven de
la montería…los cuales pasan el año sin ver las capitales al modo
que los primitivos indios...”289 Muchos de estos eran o pasaban
por pequeños ganaderos “aunque con la misma capa se encubren muchos holgazanes que debieran perseguir las justicias”.
La mayor parte de estos se dedicaba al robo de reses ajenas. Estimaba Sánchez Valverde que las rancherías de conuqueros tenían
una población que fluctuaba entre 21,000 y 27,000 almas. No se
trataba de poblados fundados por las autoridades coloniales, sino
Ibidem.
Gabino de la Rosa Corzo: Los cimarrones de Cuba, Edit. Ciencias Sociales,
La Habana, 1983
289
Sánchez Valverde: Op. cit., p. 148.
287
288
182
Jorge Ibarra Cuesta
por esclavos prófugos y negros libres que se tornaban montaraces. El presbítero estimaba que entre Bayaguana y la villa de El
Seibo había muchos pardos y morenos cuya población pasaba
de 4,000 almas. La extensión de las rancherías registradas por
Sánchez Valverde, en la segunda mitad del xviii, sugieren que
se trataba de comunidades cuya duración se prolongó por un
largo espacio de tiempo.
La resistencia de los negros monteros y conuqueros de las
rancherías no se manifestaba solo contra los españoles y los patricios criollos, sino también contra los franceses cuando estos
se acercaban a su territorio monteando ganado. De acuerdo
con Sánchez Valverde, cuando los franceses “salían a la caza
de vacas, salían nuestros Orejanos* o Monteros a caza de Franceses, los quales se vieron tan acosados que en 1655 tomaron
la resolución de abandonar enteramente la Isla y acogerse a
las pequeñas de su rededor”.290 La actitud de los negros del
palenque de Maniel se conoció de nuevo con motivo de la
invasión en 1655 por la armada de Penn y Venables. Las autoridades españolas le hicieron saber formalmente a los negros
fuera de la ley que les garantizaban la libertad si se aprestaban a luchar contra los ingleses. Los negros montaraces no
aceptaron, aunque no se pronunciaron a favor de los ingleses.
La actitud asumida era clara, se resistían a vivir en un mundo
dominado por los blancos de cualquier nación. Su identidad
se diferenciaba nítidamente de la de los negros integrados al
sistema, que formaban parte de las milicias, eran estancieros o
agregados que vendían sus frutos en las villas o los destinaban
al comercio exterior.
El testimonio de Clemente Grajeda de Guzmán sobre la existencia de seis poblados con 500 casas de paja en regiones retiradas
Orejanos nombre que se da en Santo Domingo a los habitantes de sus
poblaciones interiores, que viven de criar ganados. Monteros son aquellos
que se dedican a cazar o montear el ganado.
290
Ibidem, p. 120.
*
De súbditos a ciudadanos...183
de la isla, con una población que incluía negros, mulatos y algún
que otro blanco, daba cuenta de los peligros de una insurrección
rural que comprometiera la seguridad de la posesión caribeña.291
En comunicación de los capitulares dominicanos a Su Majestad, del 30 de junio de 1640, de nuevo se referían a “los aprietos
en que se halla esta ciudad e isla con los muchos enemigos que
infiltran sus costumbres que no dejando seguir el comercio ocasionan muchas pérdidas y otras cosas que han concurrido y concurren ordinariamente con que va en gran caída la población
de esta isla”. A continuación se hacía un señalamiento a propósito de las partidas de rancheadores que perseguían a grupos,
“de negros alzados que andan continuamente en su busca y pacificación por ser mucho los que hay y se van y ocupan diferentes
puestos donde se fortifican de que tememos algún mal suceso si
no se pusiese remedio con la brevedad que conviene”.292
Estaba claro que las potencias rivales de España en el Caribe no constituían los únicos enemigos para el poder de los
patricios y de las autoridades coloniales. En comunicación
del 5 de febrero de 1641, el Cabildo de la capital le advertía
al monarca sobre “Los aprietos en que se halla esta ciudad
teniendo cada día a los ojos el enemigo holandés que infecta estas costas y el cuidado de los negros alzados que están
rancheados en diversas partes de esta isla obliga a buscar el
reparo para su defensa...”293
Con el fin de regular la conducta de los negros libres que
trabajaban en el campo en las cercanías de la capital, como
aparceros o peones, el Cabildo de Santo Domingo dispuso que
se les entregasen parcelas en usufructo, no en propiedad. Quedaban obligados a pagar 8 reales cada año, al mismo tiempo,
debían vender sus productos a la capital. Según las Ordenanzas Municipales de 1786: “Con la mira de que vivan reducidos
Deive: Op. cit., p. 57, 1989. Apud. “Carta al Rey de 25 de Mayo de 1582”,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 51.
292
Deive: Op. cit., p. 311 y 312.
293
Ibidem, p. 318.
291
184
Jorge Ibarra Cuesta
cultivan para abastecer a esta ciudad de hortaliza malosa y demás diariamente trayéndolas a la plaza con derechura, sin que
se les permita bajo la pena de 50 azotes el vender sus frutos …a
regatón alguno”.294
La Ordenanza también prohibía que las autoridades civiles
o eclesiásticas explotaran para sí el trabajo de los negros vividores. Su labor debía estar consagrada al abasto de la población
pues “deberán trabajar para sí como personas libres y pagárseles en tabla y mano el jornal acostumbrado”.295 De ese modo se
pensaba atraer a los llamados negros vividores al trabajo en los
ejidos de la ciudad, y alejarlos de las tierras de los señores de
haciendas donde mantenían cultivos como precaristas, dedicándose con frecuencia al abigeato o al bandolerismo.
En el proyecto de código de Emparán (1784) los negros
montaraces que no cultivaban para el consumo de las poblaciones eran denostados también como “vividores”, inculpándolos de “vivir independientes de todo yugo y ociosos sobre
las haciendas, frutos y ganados de sus habitantes, cuando no
degeneran en cometer excesos”. Se les atribuía también haber, “infectado sus campos donde viven casi alzados con el
especioso nombre de vividores ya pretexto de labrar la tierra
que no cultivan cometiendo tan repetidos robos que los hacendados más laboriosos se retraen de continuar su laudable
tarea defraudados de sus producciones y ganados”. Por esas
razones debían ser “reducidos a poblaciones los negros libres
y esclavos de esta especie.”296 Es decir, los “vividores” debían ser
confinados a poblados de negros donde estuviesen vigilados y
fuesen disciplinados estrictamente por una fuerza militar que
impusiera el orden. Desde luego, los cargos de ociosos que
se formulaban contra el campesinado negro arcaico eran una
José Luis Saez, s. j: La iglesia y el negro esclavo en Santo Domingo. Una historia
de tres siglos, col. Centenario, Santo Domingo, 1994, pp. 444-445.
295
Ibidem, p. 446.
296
Rubén Silié: Economía, esclavitud y población, Academia Dominicana de la
Historia, Santo Domingo, República Dominicana, 2009, p. 144.
294
De súbditos a ciudadanos...185
justificación para someterlos en la primera oportunidad que
se presentase a relaciones de subordinación estrecha. Las tradiciones seculares de resistencia y retraimiento de la mayoría
de la población rural les enseñaban a los negros “vividores”
y “montaraces” a evadir el sistema de explotación imperante,
ya fuera cultivando de manera independiente en los bosques
o elevaciones montañosas inaccesibles o apropiándose eventualmente del ganado de los terratenientes, a los que consideraban sus adversarios naturales. Por otra parte, como destaca
Silié, el orden segregacionista de la sociedad esclavista “no les
dejaba una alternativa verdaderamente libre”.297
Parejamente con la categoría de negros “vividores” están
la de los negros “conuqueros” y “monteros”, definidas por el
historiador Raymundo González. Los “conuqueros” eran llamados así por realizar sus cultivos en conucos, o sea, en parcelas alejadas de las villas. Los “conuqueros”, que vivían de
cultivos de subsistencia, ocupaban con los estancieros, según
Sánchez Valverde “Todo el partido de los llanos, mucho terreno de Monte Plata y la jurisdicción rural de la capital, tanto
al Este, como al Norte y Oeste, que es dilatadísima, está llena
de pequeñas Estancias, Labranzas o Conucos, en que pasan al
año muchas familias de Morenos, Pardos y Blancos, Labradores que solo vienen a la ciudad en aquellos días de Quaresma
hasta San Juan, que vienen a cumplir con el precepto, en que
van uno o muchos juntos, y se alojan por uno o dos días en
casa de algún pariente o conocido o de la Vendedora, donde
envían a expender sus frutos...”298 Como puede advertirse de
sus palabras, si bien este campesinado montaraz vivía como los
primitivos indios, sin contacto con las ciudades, había algunos
que visitaban la capital, donde tenían parientes e intermediarios que los vinculaban al mercado de la ciudad. Posiblemente
Sánchez Valverde se refería a ejidatarios o a estancieros que
Ibidem, p. 145.
Ibidem, p. 22, nota 202.
297
298
186
Jorge Ibarra Cuesta
vivían en las cercanías de la capital, no a conuqueros. Sánchez
Valverde definía también a las estancias como “ocupadas en
sembrar maíz, arroz, yuca, del que se hace el pan de Cazave,
y otras raíces, legumbres y menestras”. Los límites de sus parcelas parecen haber sido mayores, y los estancieros más prósperos que los de Cuba y Puerto Rico, pues “En las estancias lo
más ordinario son de dos a seis (esclavos), pero todas ellas y
ellos tiene suficiente terreno para convertirse en Azucarerías,
Cafeterías, Añilerías...gruesas y fuertes, tanto por la extensión
como por la calidad y ventajas del suelo”.299 De manera que las
estancias podían servir para fundar un trapiche o un pequeño
ingenio, por lo que es posible que las más grandes alcanzaran
entre cinco y ocho caballerías de extensión.300 Ahora bien, de
acuerdo con las estadísticas de 1775, el 95% de las estancias
en Puerto Rico tenía menos de una caballería, o sea, de 200
cuerdas. Las 82 estancias grandes que aparecen en el censo
de 1775 tenían un promedio de 3.01 caballerías, y algunas alcanzaban hasta ocho caballerías. Aida Caro plantea que en esa
misma enumeración se hace referencia a que en las estancias
había cuatro ingenios.
En Cuba, como veremos, el mínimo de extensión de las estancias en la jurisdicción de La Habana era de cuatro caballerías.
Fray Cipriano de Utrera consideraba el conuco como “las labranzas de frutos de país, que en ciertas varas de terreno hacen
regularmente los negros libres...o los esclavos jornaleros”.301
Moreau de St Mery definía a los “monteros” como “ciertos habitantes que viven siempre en el campo y esparcidos aquí y allá”.302
Ahora bien, sabemos que los monteros eran gente pobre que
podía residir en la ciudad o en el campo, y se dedicaban a cazar
Ibidem, p. 181.
Aida R. Caro Costas: El cabildo o régimen municipal puertorriqueño en el
siglo xviii, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico,
1974, t. II, p 72.
301
Ibidem, p. 222.
302
Moreau de St. Mery: Descripción..., p. 224.
299
300
De súbditos a ciudadanos...187
reses orejanas o perdidas. El hecho de que muchos “monteros”
viviesen fuera del control y la vigilancia de las autoridades españolas y de los terratenientes, bastaba para que Sánchez Valverde
los identificase como gente que vivía de la “holganza”. Algunos
testimonios aportados por Raymundo González esclarecen aun
más las actividades de ambas categorías.
El capítulo 5 de las ordenanzas de 1768 advertía sobre la
amenaza que representaba “el crecido número de negros libertos que viven regularmente en los campos sin instrucción
alguna, con lastimosa libertad y en grave daño...”303
En su memoria de la Bahía de Samaná, Luis Golfi explica que los monteros vivían “en la más abyecta ignorancia
y holgazanería”, de la caza ocasional de jabalíes, del cultivo de plátanos y del “trapicheo” con otros conuqueros
que vivían en regiones inaccesibles. Para Golfi lo más censurable de esa situación era su “estúpido indiferentismo
e ignorancia de lo que significaba la policía, las jerarquías
sociales, ni el más pequeño rudimento de Gobierno”.304 El
arzobispo de Santo Domingo, fray Fernando Portillo y Torres, en comunicación del 26 de mayo de 1793, hablaba de
conuqueros que “han salido de sus chozuelas y bohíos, en
donde vivían sin que conocieran las legítimas potestades
(y tanto que, no ha muchos días que se dexo ver una familia
con nietos que ignoraban donde se encontraban de pie y sin
idea de soberano alguno)…”305 Asimismo, en un documento del 15 de marzo de 1784 el gobernador Joaquín García
(1780-1786) (1789-1791) decía que “Son infinitos los negros
y pardos que habitan en los campos en chozas dispersas, y sin
más patrimonios que el que ellos o sus descendientes trajeron de Guinea y están contentos y bien hallados solo porque
Carlos Esteban Deive: La esclavitud del negro en Santo Domingo (1492-1844),
Museo del Hombre Dominicano, Santo Domingo, 1980, t. II, p. 419.
304
Raymundo González: Campesinos y sociedad colonial en el siglo xviii,
Estudios Sociales, año XXV, no. 87, enero-marzo 1992, Santo Domingo,
República Dominicana.
305
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, 1110.
303
188
Jorge Ibarra Cuesta
son libres, no trabajan sino es cuando tienen hambre y la matan a costa del vecino más cercano que tenga viveres o animales
que hurtarle..”306
Se estima que la población rural de Santo Domingo, en los
siglos xvii y xviii, alcanzaba un 70% de la población total, y
estaba integrada fundamentalmente por los descendientes de
los miles de esclavos procedentes de las primeras plantaciones
azucareras que colapsaron a principios del siglo xvii. La quiebra
de la producción azucarera trajo como consecuencia que los
esclavos libertos se internasen en los bosques, resueltos a vivir
de espaldas al Estado colonial. De ahí que sus descendientes
“conuqueros”, “monteros” y “vividores”, pardos y morenos,
luego de la experiencia esclavista de sus progenitores, se mantuviesen apartados, a lo largo de los siglos, de las poblaciones
donde se reunían la minoritaria población blanca criolla, las
autoridades españolas y el ejército colonial. En ninguna otra
de las posesiones españolas del Caribe se concentró en las zonas rurales de difícil acceso un campesinado de esa magnitud
e importancia, renuente a integrarse a la sociedad colonial y a
sus valores culturales. Solo los llaneros venezolanos estudiados
por Miguel Izard, de menores dimensiones proporcionales
que el dominicano, desplegaba ese tipo de resistencia a los
valores de la sociedad colonial.307 El campesinado dominicano
“de color”, arcaico y primitivo, tal como sugieren los patrones
de la población y censos de la época, era la contraparte de los
negros y mulatos libres pacíficos de las villas y de los campesinos
que cultivaban la tierra en los ejidos y vendían sus productos
Raymundo González: De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo
colonial, Archivo General de La Nación, vol. CXLVIII, Santo Domingo,
2011, pp. 105-106.
307
Miguel Izard: Ya era hora de emprender la lucha para que en el ancho feudo de la
violencia reinase algún día la justicia, Boletín Americanista, año XXVI, no. 34,
Barcelona 1984. “Sin domicilio fijo, senda segura, ni destino conocido. Los
llaneros de Apure a fines del periodo colonial”, Boletín Americanista,
año XXV, no. 33, Barcelona 1983.
306
De súbditos a ciudadanos...189
en los mercados locales de las villas. En un informe del oidor
Pedro Catani, de 1788, de las seis partes de la población dominicana, cinco eran de negros y mulatos, libres y esclavos, solo
una sexta parte era de blancos, españoles y criollos.
Los proyectos de fomentar plantaciones azucareras concebidos por el patriciado de los Cabildos y los gobernadores,
representantes del despotismo ilustrado de la segunda mitad
del siglo xviii, suponían la esclavización o más bien el dominio
estrecho de la población rural levantisca. La escasez de capitales de los comerciantes y señores de haciendas, interesados en
promover el establecimiento de un sistema de plantaciones,
impedía la adquisición de mano de obra esclava para iniciar la
explotación en gran escala de la producción azucarera. La ausencia de una clase laboriosa, precisada a vender su fuerza de
trabajo, determinó que las autoridades intentasen infructuosamente someter a relaciones de coerción extraeconómica a la
población rural. A diferencia de Puerto Rico, donde no había
en el campo una numerosa población de negros montaraces
y vividores, y se pudo esclavizar en el siglo xix al campesinado
mediante la imposición de “la libreta”, en Santo Domingo no
fue posible someter a su campesinado arcaico a relaciones de
dependencia. Los proyectos de los terratenientes y las autoridades se limitaron a que, unos pocos conuqueros, monteros
y vividores, fuesen reducidos al poblado de San Lorenzo de
Minas bajo un régimen de estricta disciplina y vigilancia por
parte de las autoridades. En la segunda mitad del siglo xviii,
la dinastía borbónica alentó a sus gobernadores Manuel Azlor
(1760-1761), José Solano (1771-1778) e Isidro Peralta y Rojas
(1778-1780) a aplicar una política de incorporación de los
negros montaraces y los prófugos al poder de las autoridades
y sus amos. Se pensaba que estos fijarían residencia en pueblos creados al efecto. A los negros solteros que aceptasen las
condiciones propuestas por las autoridades se les repartirían
3,000 varas de terrenos, y a los casados de 4,000 en adelante,
aumentándolos de acuerdo con el número de hijos. En otras
190
Jorge Ibarra Cuesta
palabras, los negros montaraces o vividores que se acogieran
al llamado resultaban beneficiados. No se trataba de imponer un régimen de trabajo forzado como el de la “libreta” de
Puerto Rico, sino de asentarlos en las regiones cercanas a los
poblados, de modo que quedasen eventualmente sometidos al
dominio de las autoridades.
Consecuente con las nuevas orientaciones de la dinastía borbónica, Manuel Azlor dictaminó en 1769 que junto a los trabajadores canarios, a los que se les entregarían tierras para su
fomento, se dispusiera de “los monteros… y otros vagos… nacidos en la desidia y la barbarie y se pongan a cargo de capitanes
pobladores”, para destinarlos eventualmente a los trabajos en
las haciendas. El fiscal de la Audiencia se opuso a la propuesta
al considerar que los que vivieron tanto tiempo en el “ocio” era
imposible que se desarraigaran de sus hábitos y trabajasen como
esclavos para los propietarios de haciendas; además, estaba
convencido de que no podían obligarlos por no haber “tantos
blancos de las ciudades, villas y lugares como era menester para
sujetar a los negros dispersos que viven derramados por la isla”.
Por último, en 1782, durante el gobierno de Peralta y Rojas,
se promulgó un reglamento “de vagos y malentretenidos” que
debía recoger a todos los negros libres que vivían dispersos en
los montes, prácticamente aislados de las villas. La medida fue
recibida con indiferencia por la Audiencia de Santo Domingo.
Uno de sus oidores consideró los nuevos intentos de recoger a
los campesinos arcaicos que poblaban los montes como “opresivos de la libertad de los naturales”.
Peralta y Rojas protestó por la sorda oposición que le hacían
en la isla, pues la justicia ordinaria, representada en los alcaldes del Cabildo de Santo Domingo, “solo han condenado a dos
bagos”, a causa de la actitud de la Real Audiencia. Ante el fracaso de sus gestiones, el mandatario trató de justificarse ante
Su Majestad regocijándose del “saludable efecto” de su política
en “tres cabezas de partidos”, pero debió de reconocer que los
De súbditos a ciudadanos...191
recogidos eran tan solo “alguna gente baldía”.308 El resultado
final de los intentos por integrar a los negros rústicos a “la buena vida” se resumía en el hecho que, ni siquiera surtió efecto, la
política de atracción orientada a beneficiarlos con tierras.
El patriciado terrateniente criollo, partidario de la vinculación cabal de Santo Domingo al mercado mundial capitalista, estaba tan interesado en la incorporación de los negros
montaraces como podían estarlo las autoridades, pero estaban convencidos de que solo mediante la importación de
esclavos de África podía fundarse un sistema de plantaciones.
Claro está, los señores de haciendas no dejaron de recomendar que se tomaran medidas restrictivas contra los negros
“vagos” que comerciaban con sus esclavos los robos hechos
en las haciendas, o los incitaban a fugarse. Con motivo de la
proposición en la isla del Código Negro carolino, los dueños
de ingenios plantearon que se prohibiese la libre circulación
de los negros intratables por las haciendas, para lo cual debía
impedirse que los “los amos de las haciendas arrienden sus
terrenos a los negros libres”.309
La documentación consultada nos hace pensar que los
negros que incurrían con más frecuencia en el robo de las
reses de los terratenientes eran los cimarrones. Los monteros
se alimentaban esencialmente del ganado salvaje que cazaban en las monterías. A diferencia de la gente “de color” libre
y pacífica de los ejidos, los negros montaraces no vendían
sus productos en los mercados locales, sino que los consumía
ellos mismos o los intercambiaba con otros negros. No vendían su fuerza de trabajo a los terratenientes, ni se agregaban
a sus haciendas, en tanto odiaban la idea de trabajar para otro,
razón por la que las autoridades no los consideraban “civilizados”. La lógica más elemental les indicaba a los monteros y
Raymundo González: De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo
colonial, Archivo General de la Nación, vol. cxlviii, Santo Domingo,
2011, pp. 87-88.
309
Ibidem.
308
192
Jorge Ibarra Cuesta
conuqueros montaraces la conveniencia de mantenerse alejados de los criollos blancos y de las autoridades. Solo el monte
constituía un espacio de libertad para ellos. En ese sentido,
Raymundo González los define como “un campesinado arcaico”,
cuyo “internamiento en los montes era un acto de resistencia,
aunque individual”. Claro está, la formación del campesinado arcaico no obedecía tan solo a la resistencia individual.
Se trataba, ante todo, de un acto de independencia prolongado y afianzado secularmente por las fugas colectivas de esclavos y de negros que desde el siglo xvii escapaban del dominio
de los amos y de las autoridades, para integrar comunidades
campesinas.310 En el transcurso de los siglos, los descendientes
de negros libertos arraigados en la Tierra Adentro refugiaban
a los negros fugados recientemente, creándose de esa suerte
una comunidad campesina prófuga.
Otras soluciones a los problemas que representaban los monteros y conuqueros libres fueron expuestas por el oidor Pedro
Catani en 1791, cuando supo de una serie de perturbaciones
que conmovieron a la Tierra Adentro de Santo Domingo. Ante
la ola de crímenes que se desataron en el Cibao, cuyos autores
nunca fueron identificados, el agente francés Roume habló de
“una insurrección horrible de cultivadores”. La versión más
difundida de los asesinatos de más de 27 campesinos y esclavos
que trabajaban en las inmediaciones de las villas era que se trataba de “un negro incógnito”, “el comegente”, un mitológico
personaje que se comía a las personas. La interpretación de
aquellos hechos por el oidor Catani se acercaba a un dictamen
sociológico del campo dominicano. A su modo de ver, había
tres clases de negros rurales, los esclavos, bien disciplinados y
vigilados por sus amos, los esclavos jornaleros, negros que se
contrataban en el trabajo de las haciendas para sufragar su
Raymundo González: El comegente, una rebelión campesina al final del periodo
colonial, Academia Dominicana de la Historia, Homenaje a Emilio Cordero
Michel, col. Estudios 1, Santo Domingo, 2004, pp. 211 y 215.
310
De súbditos a ciudadanos...193
ración, y los considerados sumamente peligrosos, “los negros
libres que se ubican en el paraje que les parece…” De acuerdo con Catani, estos eran “los peores…no tienen sujeción, se
sitúan por lo común dentro de los montes, viven a su antojo
con toda libertad y independencia, van quasi desnudos y son
la causa y origen de todos los daños que se cometen y pueden
ocurrir en la isla”. Las autoridades no se engañaban atribuyéndoles solo a los cimarrones los hechos de violencia, ni el
creciente robo de ganado que se reportaban en los medios
rurales. El oidor Catani, en carta del 25 de mayo de 1793, consideraba responsable de la violencia rural a un campesinado
insubordinado que abandonaba sus parcelas para vivir de los
asaltos, de ahí que demandaba una persecución contra estos.
Se trataba “no solo de cimarrones, sino de una multitud de vagabundos, sin oficio, ocupación, ni conocidos que han salido
de sus chozuelas y bohíos, en donde vivían, sin que lo conocieran las legitimas potestades…en las quebradas de los montes
y los campos de muchas leguas despoblados han salido de sus
madrigueras… y han infectado todos los caminos y parte de los
montes de la isla cometiendo horribles asesinatos”.311 Según
esta versión, el comegente era un personaje colectivo.
En vista de la perturbación en que vivía la isla, una junta de
Hacendados, reunida en el Cabildo de la capital, exigió que
las autoridades coloniales tomaran medidas drásticas con los
acontecimientos ocurridos, “de mantenerse por los campos
multitud de negros sin obediencia ni subordinación política
entregados a los vicios y a la holgazanería”.312 Las principales
medidas estuvieron encaminadas a formar grupos de negros
pacíficos, como lanceros de las inmediaciones de la capital,
que apresaran y condujesen a la ciudad a los protagonistas
de los crímenes rurales. Al cabo de un año de actividades de
Raymundo González: El comegente, una rebelión campesina al final del periodo
colonial, Academia Dominicana de la Historia, Homenaje a Emilio Cordero
Michel, col. Estudios 1. Santo Domingo, 2004, p. 202.
312
Ibidem, p. 194.
311
194
Jorge Ibarra Cuesta
las partidas encargadas de la represión de los negros desafectos, el oidor Catani manifestó “que los perseguidores son tan
malos como los perseguidos”, no le extrañaba “que favorezcan y auxilien a los pícaros y aun cuando los encuentren los
dejen escapar porque son de un mismo pelo y de unas misma
costumbres que los otros.” Catani se daba por vencido, pues
no había capturado uno solo de los autores de esos crímenes.
La conclusión era que “comegente en mi concepto no lo hay,
sino que son muchos los comegente.”313 En el fondo de las
declaraciones de patricios y autoridades estaba la impotencia
de someter a su dominio al campesinado arcaico, indócil, que
llevaba una vida independiente en el campo. Una prolongada
hambruna provocada por huracanes consecutivos, o sequias
dilatadas, pudo haber motivado la ola de violencia que se
desató contra el campesinado en las zonas rurales periféricas
de las ciudades.
Las noticias procedentes de la revolución desencadenada
en Haití, y los hechos de terror que ocurrían en el Cibao,
indujeron al arzobispo Portillo, en 1791, a sugerir medios
para pacificar a los negros desafectos que andaban por los
campos, ante el peligro de que tomasen “animosidad para
resistirnos y dominarnos (…) y hacer inhabitable la Isla por
los pocos blancos españoles que en el día la ocupamos”. Los
remedios eran que se les prometiese “a los negros y mulatos unidos con ellos o que se unan, libertad, protección y
repartimiento de ventajosas y feraces tierras, para procurar
con su labor cabal subsistencia…”314 De manera parecida
propuso en 1793 que se les obligara a vivir cerca de los caminos reales y principales veredas, y a que hicieran trabajos
forzados en las haciendas y se vinculasen al mercado. Se les
asignarían diez tareas de tierras en las cercanías de las villas,
Ibidem, pp. 202-204.
José Luis Saez, s. j: La iglesia y el negro esclavo en Santo Domingo. Una historia
de tres siglos, Colección Centenario, Santo Domingo, 1994, pp 472.
313
314
De súbditos a ciudadanos...195
y funcionarios coloniales inspeccionarían regularmente su
conducta. En caso de que se negasen a trabajar o se fugasen
serían condenados a prisión.315
Los comerciantes y terratenientes, partidarios de un
sistema de plantaciones en la isla, plantearon la integración
subordinada del campesinado arcaico por vías represivas o
coercitivas. El discurso integracionista del campesinado arcaico, desafecto a la sociedad colonial, se expresó en términos de una lucha entre “el progreso” y la “barbarie”, entre
las ideas avanzadas europeas y la ociosidad e inferioridad de
la raza africana. Para el oidor Catani, los negros libres eran
“flojos, perezosos e inaplicados”, mientras que para el cónsul
británico Robert Schomburk los monteros que comenzaron
a laborar en los cortes de madera trabajaban solo tres meses,
para luego entregarse a una “perfecta indolencia.” Un intelectual de talento como Espaillat, obnubilado por sus criterios sobre el progreso, no atinaba a comprender la negativa
de los campesinos a integrarse a la sociedad colonial, “Nunca hemos podido comprender los motivos que han podido
obrar en el ánimo de los hombres de campo para haberse
aislado tan completamente de las cosas públicas”.316 Una posición más comprensiva hacia el campesinado arcaico fue la
de Pedro Francisco Bonó, que postuló la necesidad de integrarlos paulatinamente dándole acceso a la pequeña propiedad como ocurrió con los vegueros del Cibao, ya insertados
en la demanda de mercado.317
La opción plantacionista: ¿una vía alternativa a la dependencia de la colonia francesa o el estrechamiento de los vínculos
de subordinación a la metrópolis española?
Raymundo González: Ideología del progreso y campesinado en el siglo xix, Estudios Sociales, año I, 1993, no. 2, Santo Domingo, República Dominicana.
pp. 28-29.
316
Ibidem, p. 34.
317
P. F. Bono: Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas, Emilio Rodríguez
Demorizzi, Ed. Papeles de Pedro Francisco Bonó.
315
196
Jorge Ibarra Cuesta
A mediados del siglo xviii los señores de haciendas criollos
confrontaron distintas opciones ante la situación de dependencia en que se encontraban con respecto a los plantadores
azucareros de la colonia francesa. El Cabildo de Santo Domingo y su ideólogo, Antonio Sánchez Valverde, se pronunciaron
a favor de la transformación de la clase terrateniente patriarcal
en una clase de plantaciones esclavista. La sociedad de plantaciones azucareras que se concebía implicaba el desplazamiento de la hacienda ganadera patriarcal por una explotación más
intensiva del esclavo y el campesino, y un trato más rígido y
severo con las clases dependientes. Los señores de hacienda
de la ciudad de Santo Domingo proponían un modelo alternativo de sociedad esclavista, que demandaba una relación
de dependencia más estrecha con la metrópolis, la cual debía
estimular el fomento de las plantaciones privándose de recaudar tributos por la entrada al país de esclavos, tecnología, y
recursos de todo tipo para la puesta en marcha de las plantaciones. En la isla no existían los capitales requeridos para
emprender el desarrollo plantacionista. Los proyectos de los
señores de haciendas criollos estuvieron marcados por una
impronta moderada. En la propuesta de Sánchez Valverde no
se planteaban cambios en el sistema de tenencia de la tierra,
ni la demolición de las haciendas comuneras. La agricultura
comercial de las plantaciones azucareras, cafetaleras y de las
vegas de tabaco demandaba el acceso a las tierras que durante siglos fueron exclusivas de los señores de haciendas. Debía
decretarse la demolición de las tierras comuneras, para que
sus antiguos usufructuarios pudieran venderlas como una
mercancía más. Ahora bien, Sánchez Valverde no se atrevía
a proponer unos cambios tan radicales. Por eso tranquilizaba a los señores de haciendas el pronunciamiento de que no
debían temer que la fundación de una “multitud de establecimientos y plantaciones traería a la crianza de ganados mayores
y menores un perjuicio irreparable y que estos disminuirían a
De súbditos a ciudadanos...197
proporción del terreno que ocupasen aquellas”.318 De lo que
se trataba era de transformar el sistema de haciendas ganaderas: pasar de un sistema de cría extensiva e irrentable, con índices de mortandad elevadísimos de las reses, a un sistema de
cría racional e intensivo de estas. El patriciado terrateniente
dominicano estaba de acuerdo, también, con que el trato a los
esclavos debía cambiar sustancialmente. En Santo Domingo
era excesiva la cantidad de días feriados religiosos y estimulaba
el ocio de los esclavos, “los que trabajaban para sí una tercera
parte del año”, o bien se les permitía que trabajasen para otros
amos a jornal para que se emancipasen. Esta actitud patriarcal
y tolerante hacia los esclavos era un mal “demasiado estendido… inutilizando una gran parte de los pocos que tenemos”.
En cuanto a esto, el clérigo opinaba que se debía seguir el
sistema riguroso que aplicaban los franceses con los esclavos
en la vecina Saint Domingue.319 Los esclavos no se debían emplear en las residencias de sus amos, “por la tonta vanidad de
llenar las casas de esclavos inútiles y ociosos”. A los amos se les
debía exigir un elevado impuesto por cada esclavo doméstico,
de modo que se vieran compelidos a destinarlos a las plantaciones como en la parte francesa de la isla.320 Sánchez Valverde
no mencionaba las aniquiladoras jornadas de 20 y 22 horas
diarias que trabajaban los esclavos en las plantaciones azucareras de Haití, pero como todos sus cofrades del Cabildo de
Santo Domingo, sabía que el establecimiento de un sistema
plantacionista implicaba una explotación intensiva del trabajo
de los negros. Los regidores dominicanos y Sánchez Valverde
no tuvieron muchos escrúpulos en protestar contra la aplicación en Santo Domingo de la “Real Cédula de Su Majestad
sobre educación, trato y ocupación de los esclavos en todos
los dominios de Indias e islas Filipinas bajo las reglas que se
Sánchez Valverde: Op. cit., 1971, p.186.
Ibidem, pp. 169-170.
320
Ibidem, p.173.
318
319
198
Jorge Ibarra Cuesta
expresan”, fechada en Aranjuez el 31 de mayo de 1789, por
entender que las deferencias que tenía con los esclavos perjudicaba a los plantadores de la isla. El procurador del Cabildo
de Santo Domingo solicitó la modificación o derogación de la
Cédula. Los capitulares consideraban demasiado humanitario
del decreto, porque no imponía ninguna pena a los esclavos
cimarrones, y a los que podían ser castigados por su comportamiento con penas de prisión, grillete, cadena, mazo, cepo o
azotes, el reglamento estipulaba que no se les causare lesiones
graves o derramamiento de sangre.321
Los primeros pasos que tomó el Cabildo de Santo Domingo
para implementar su proyecto plantacionista, se plasmaron
en la solicitud para que Su Majestad les autorizara introducir 1,500 negros, “… de cuenta de la Real Hacienda en tres
años seguidos, para que se vendieran a las haciendas de arraigo fiados por un año que cumplido sin haberlas pagado, deberían contribuir con un 2.5% hasta su efectivo pago”. En la
argumentación de su solicitud los capitulares exponían que la
tierra de La Española era muy fértil para la producción de azúcar, cacao, añil, café y algodón, lo que se ponía de manifiesto
“…en los abundantes productos que recogen los franceses en
la menor y menos feraz parte que ocupan en este territorio”.
En respuesta a la petición de los regidores, el monarca expidió una Real Cédula el 29 de octubre de 1769 demandando
que se reunieran en Santo Domingo los factores interesados
en el proyecto del Cabildo. En la reunión convocada a esos
fines participaron dos capitulares del Cabildo, dos oidores, el
fiscal de la Real Audiencia, algunos oficiales reales, el teniente
del rey y el gobernador. Como resultado de las discusiones, el
24 de octubre de 1772 se envió un documento al Consejo de
Indias, solicitando ocho gracias para el fomento de la agricultura. Las solicitudes se pueden resumir de la siguiente forma:
Carlos Esteban Deive: Los guerrilleros negros…, Fundación Cultural Dominicana,
Santo Domingo, República Dominicana, 1989, p. 245.
321
De súbditos a ciudadanos...199
1) Una primera, requiriendo de Su Majestad que “supliese
100,000 pesos a los particulares que ofrecieran más conveniencia al público para la compra de los 1,500 negros que
pide la ciudad y de exención de derechos a la entrada de
esos negros… y de otros cuatro mil más que en cinco años
se introdujesen por particulares”; 2) “…que se concediesen
exenciones a los derechos que pagaban los frutos objeto del
comercio entre Cuba y España de acuerdo con el Reglamento del Libre Comercio y que las herramientas para la labor
de estas tierras se introdujesen libres de derechos; 3) Que
se protegiese a la agricultura y crianza de ganados; 4) que
se rebajasen del 5% al 7% los censos, para que se fomentase
la clase activa, de agricultura, crianza y comercio; 5) “Que
los monteros, esto es, los hombres que por vivir de la caza
andan dispersos y vagos, se reuniesen en pueblos, estableciéndolos, a expensas de la Real Hacienda”.
Se pedía también auxilio a las familias canarias para facilitarle su asentamiento en el campo y el transporte a la isla, lo mismo con “los vecinos blancos y labradores que diesen ejemplo
de sociales costumbres y de aplicación a la agricultura”. Todos
debían estar a cargo de “capitanes pobladores puestos por el
Gobernador con el sueldo de 400 pesos mensuales”.322
En una respuesta demorada a las demandas procedentes
de la remota posesión insular, el rey determinó, en Real Cédula del 8 de junio de 1785, conceder las siguientes gracias:
1) La libertad absoluta de derechos para la introducción
de negros y herramientas; 2) Un impuesto de capitación
sobre cada negro que entrase para que con su producto se
gratifiquen a los plantadores y traficantes que más esclavos introdujesen al país; 3) Elaboración de un código que
norme el trato a los esclavos, inspirado en el Código Carolino
francés. Ese Código, como pudimos apreciar, fue rechazado por
Biblioteca de Casas Reales. col. Herrera, t. XI, no. 138. Apud. Indias,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo 969.
322
200
Jorge Ibarra Cuesta
el Cabildo por ser demasiado suave; 4) Que se propusiera
por el Cabildo un reglamento para controlar el trabajo de
los monteros y vagos que deambulen por las zonas rurales;
5) Que fuesen eximidos de pagar diezmos los fundadores
de plantaciones.323
El rey no concedió el préstamo solicitado para comprar los
1,500 esclavos, limitándose a decretar exenciones de derechos.
Dada la escasez de capitales y la insolvencia de los señores de
haciendas, el fomento de una economía de plantaciones en la
isla constituía una empresa de muy difícil realización.324 Por otra
parte, tanto el Cabildo de Santo Domingo como Sánchez Valverde, no se atrevieron a proponer una reforma de la tenencia
de la tierra y la demolición consecuente de las haciendas comuneras. Ese paso, de por sí, constituía un desafío a los señores
de haciendas del interior de la isla, sobre todo a los de Santiago de los Caballeros. Ya en 1774 el fiscal de la Audiencia había
propuesto establecer en Santo Domingo la Hermandad de la
Mesta, corporación feudal que suponía la libertad de los propietarios de rebaños para que su ganado pastase en cualquier finca
del país. La creación de esa institución en Santo Domingo implicaba desconocer no ya la propiedad privada, sino el derecho
de usufructo exclusivo a los hatos mercedados por los Cabildos
y los gobernadores. A pesar de las implicaciones confusas y desorganizadoras que tal medida generó al sistema de tenencia de
la tierra en la isla, el Cabildo de Santo Domingo estipuló años
después que, en los predios que se considerasen de crianza, no
pudiera culparse a sus usufructuarios por invadir las tierras de
labranza de sus arrendatarios y precaristas. Las únicas áreas de
labranza que reconocían las ordenanzas del Cabildo de Santo
Domingo, del 25 de febrero de 1786, eran las que se encontraban en los alrededores de la capital, por lo que el ganado podía
Biblioteca de Casas Reales. col. Herrera, t. XIII, no. 208. Apud. Indias,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo 969.
324
Ibidem.
323
De súbditos a ciudadanos...201
apacentar prácticamente en cualquier zona. Gil-Bermejo explica que la Corona, que favorecía una reforma de la tenencia
de la tierra y un desarrollo de la agricultura comercial, no estuvo de acuerdo con lo dispuesto por el Cabildo, y decretó que
no se podía perjudicar a los agricultores por el ganado de los
terratenientes.325
Con esos criterios, y la insuficiencia de capitales existentes,
era muy difícil que se pudiera fomentar un sistema de plantaciones en gran escala. Por otra parte, la conversión de señores de
haciendas en plantadores constituía la vía más lenta y trabajosa
de evolución económica, mientras que el camino más expedito
era la transformación de los comerciantes en plantadores.
Una de las demandas fundamentales de los partidarios de la
plantación era la supresión de los días de fiesta al año. Las constituciones sinodales de 1683 prescribían que los días de fiesta de
la Iglesia eran de uno, dos y tres cruces. Las de tres obligaban a
todos los fieles, mientras que las de dos favorecían a los negros,
los mulatos y los esclavos. Las de una cruz precisaban que las
guardaran los blancos. Ya desde 1784 el regidor y procurador
general del Cabildo de Santo Domingo, Antonio Dávila Coca,
expresaba que sería conveniente reducir los días de fiesta. Otro
motivo de crítica era que, de acuerdo con el sínodo de este arzobispado, debía pagárseles si trabajaban en las fiestas de dos cruces. Antonio Mañón consideraba perjudicial para los señores
que los esclavos trabajasen para sí durante las fiestas de dos cruces. El gobernador Ignacio Pérez Caro planteaba que, “el crecido número de 90 días de fiesta al año” era un factor que incidía
en el atraso que experimentaba el trabajo en las haciendas”.326
En la década de 1810 se tendrán evidencias de los obstáculos que se presentaban a los proyectos plantacionistas en
el mismo Cabildo de Santo Domingo, donde parece haber
Gil Bermejo: Op. cit., pp. 137-139.
Malagón Barceló J.: El Código Negro carolino o código negro español (Santo
Domingo 1784), Santo Domingo, 1974, pp. 88-89.
325
326
202
Jorge Ibarra Cuesta
surgido una tendencia opuesta a su realización. Una propuesta del regidor José Francisco Heredia, presentada en
1812 en el Cabildo de la capital, establecía que “el fundamento de la verdadera felicidad y prosperidad de los pueblos no consiste en producir mucha azúcar y café a fuerza
del sudor de millares de esclavos, sino en tener asegurada
la subsistencia con su propio trabajo y vivir en paz y buena política civil y religiosa”. 327 Heredia, representante del
patriciado dominicano o de una nueva clase media, demandaba la “transformación milagrosa” de la patria criolla
a partir del fomento de la pequeña y mediana propiedad
campesina. De ese modo, Heredia planteaba la unidad del
patriciado con el campesinado, a la vez que se desinteresaba, por no decir que se oponía, a la vía de desarrollo
plantacionista.
Las posiciones sobre la plantación no guardaban relación
solamente con el progreso y la civilización, frente a las del
atraso y la desidia, sino que también podían implicar la defensa de valores éticos. El sistema de plantaciones, cuyo advenimiento se aclamaba como agente impulsor de progreso
económico y de la civilización, implicó en las colonias españolas del Nuevo Mundo la esclavización y sojuzgamiento de
decenas de miles de hombres y mujeres.
11.La emigración de los terratenientes y las clases medias
dominicanas ilustradas, en las décadas de 1790 y 1800:
¿un drama histórico irrevocable?
La emigración a Cuba y a otras posesiones españolas de América, de un sector del patriciado terrateniente y su clientela de
Raymundo González: De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo
colonial, Archivo General de la Nación, vol. CXLVIII, Santo Domingo
2011, pp. 134-135.
327
De súbditos a ciudadanos...203
esclavos y dependientes, a causa de la cesión a Francia de la
soberanía sobre la isla de Santo Domingo establecida en el
Tratado de Basilea, constituyó, según Peña Battle, la evidencia más decisiva del sentimiento y la raigambre española de
los habitantes de la isla.328 Para el pensador dominicano el
patriciado terrateniente y la comunidad criolla constituían
una prolongación de España hasta 1790, en la medida que
lo era étnica, sicológica y culturalmente.329 Claro está, debemos precisar que solo un sector minoritario de la población
criolla emigró, el otro se quedó para derrotar y expulsar finalmente a los franceses de la isla, con el concurso decisivo
de las clases subalternas. Tal como destaca Roberto Cassá,
las consecuencias económicas y demográficas de esa emigración han sido elevadas “a la categoría de drama histórico”.330
En ese sentido, las estimaciones que se han hecho sobre la
base de los censos son altamente controvertibles, en la medida en que los cálculos hechos entre 1739 y 1782 tienen
el signo de la improvisación y negligencia. Estas consideraciones dejan entrever que son dudosos los cálculos basados
en las enumeraciones censales de la emigración, y que establecen que salieron del país entre 15,000 y 20,000 personas.
De todas las provincias que recibieron emigrados de la isla,
Cuba fue la que mayor número acogió; según la Junta de
Emigrantes recibió a 4,000 personas. Como sugiere el historiador Deive, si se tiene en cuenta que Venezuela, Colombia
y Puerto Rico recibieron el resto, se puede calcular que los
emigrados no alcanzaron las 10,000 personas. Otros informes
Arturo Peña Battle fue el ideólogo oficial del régimen trujillista. Alentó una
concepción hispanófila del proceso de formación nacional dominicano.
329
Con esta formulación no hago más que parafrasear un enunciado de
los historiadores dominicanos Cassá, González, Rodríguez y Ortiz, en
su estudio de la cuestión nacional dominicana. Veáse: Roberto Cassá,
Dante Ortiz, Raymundo González y Genaro Rodríguez en Actualidad
y perspectivas de la cuestión nacional en la República Dominicana, Santo
Domingo, República Dominicana 1986, p. 27.
330
Cassá: Op. cit., t. I, p. 193.
328
204
Jorge Ibarra Cuesta
del gobernador de Cuba, en 1810, sugieren que el número
de inmigrantes de Santo Domingo en la isla alcanzó solo la
cifra de 1,494 personas.
La mayor parte de los emigrantes eran esclavos que sus
amos se apresuraron a llevar con ellos, a pesar de las disposiciones en sentido contrario de los franceses. Luego de la retirada del ejército francés de la isla, y la restauración del poder
colonial español, una parte considerable de los emigrados
regresó. De acuerdo con el gobernador de Cuba, en 1810
retornaron 794 emigrantes radicados en la isla, quedando
todavía unos 700. La emigración dominicana no solo se formó
de amos y esclavos, también un numeroso sector ilustrado de
funcionarios coloniales, profesores, clérigos y profesionales
emigró a las posesiones españolas del Caribe. En la mayor de
las Antillas, a juicio del intelectual cubano Manuel de la Cruz,
“dieron grandísimo impulso al desarrollo de la cultura, siendo para algunas comarcas, particularmente para el Camagüey
y Oriente, verdaderos civilizadores”. En sentido parecido se
expresaría el músico santiaguero Laureano Fuentes Matons.
Entre las familias dominicanas emigradas a Cuba se encontraban las de José María Heredia y Domingo del Monte, personalidades que serían con posterioridad figuras emblemáticas de
la cultura nacional cubana. La mayor parte del sector letrado
regresó también a Santo Domingo, tras el triunfo del movimiento restauracionista.331
En la medida que los emigrados regresaron a la patria en 1810,
“el drama histórico” que refirió la historiografía conservadora,
criticada por Cassá, tiende a desvanecerse. Desde luego, se trata
de una clase desmembrada que no pudo reconstituirse del todo
económicamente en el período 1810- 1840, como resultado de
la incuria total de “la España Boba” y del impacto de las transToda la información referida a la emigración dominicana procede del libro
de Carlos Esteban Deive: Las emigraciones dominicanas a Cuba (1795-1808),
Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, República Dominicana,
1989, pp. 124-126 y 131-138.
331
De súbditos a ciudadanos...205
formaciones revolucionarias impulsadas durante la ocupación
haitiana dirigida por Boyer. Su legado fue recogido, sin embargo, por la clase media que acometería, a partir de 1844, la tarea
de construir el Estado nación dominicano. Los testimonios
históricos indican que la mayor parte de los terratenientes
que emigraron, retornaron empobrecidos y sin los esclavos
que llevaron a las colonias donde emigraron. Para subsistir,
muchos debieron venderlos. Al regreso encontraron hatos
y corrales abandonados, sin contar con recursos para explotarlos. Un testimonio del gobernador de Santo Domingo,
Joaquín García en 1797, hace pensar que los terratenientes
de la Tierra Adentro dominicana no abandonaron el país
pues según él, “…los propietarios en las zonas rurales hacían
pocas diligencias para emigrar”.332 Gran parte del patriciado
mulato del Cibao, profundamente enraizado en la tierra, no
estaba interesado en emigrar. En Santiago de los Caballeros, el
Cabildo demandaba del obispo que se opusiera a la emigración
de los párrocos y mantuviera los servicios religiosos en la isla.
Los regidores santiagueros, que evidentemente no deseaban
emigrar, ignoraban si las autoridades francesas prohibirían o
no las prácticas de la Iglesia, pero estimaban que era un deber de
la alta jerarquía eclesiástica mantener la continuidad del culto.333
Algunos regidores de Santo Domingo se oponían a dejar la isla,
en tanto el abandono de sus hatos y corrales significaría su
apropiación por los franceses. De ahí que se acogieran a las
promesas de las autoridades foráneas de respetar sus propiedades si permanecían en Santo Domingo. Medidas revolucionarias como la supresión de mayorazgos y las manos muertas,
no afectaban a la gran mayoría de los terratenientes. Por esa
razón, probablemente, los regidores de la capital confiaron en
Emilio Rodríguez Demorizi: Cesión de Santo Domingo a Francia, Santo
Domingo 1958, pp. 277-302.
333
Acta del cabildo de Santiago de los Caballeros del primero de diciembre de
1795, en J. Marino Incháustegui Cabral: Documentos para estudio, Academia
Dominicana de la Historia. Buenos Aires, 1957, t. I, pp. 137-138.
332
206
Jorge Ibarra Cuesta
las disposiciones francesas de proteger sus bienes. En carta del
Cabildo de Santo Domingo al arzobispo Fernando Portillo y
Torres, del 24 de agosto de 1796, protestaban por su decisión
de estimular la salida de los sacerdotes de la isla. Igualmente, los
regidores de Santiago de los Caballeros se oponían a la decisión
de la alta jerarquía eclesiástica de estimular la emigración del
clero. Debe pensarse que los regidores capitalinos, como los de
Santiago, no deseaban emigrar ellos mismos. El clero regular
criollo también se opuso a la decisión del arzobispo, apoyada
por el gobernador Joaquín García. Su deber era permanecer
con la feligresía, más allá de toda consideración de fidelidad
al rey. Los mercedarios y los dominicos que poseían grandes
propiedades y muchos bienes, se negaron a emigrar alegando
la necesidad de proteger sus riquezas. De ahí su posición ultramontana y antiregalista al anteponer sus intereses a los del
monarca español. A pesar de la resistencia inicial a obedecer
las órdenes del arzobispo, finalmente las órdenes religiosas
decidieron emigrar. El arzobispo no pudo vencer la resistencia
de los sacerdotes criollos de las parroquias que permanecieron
en el país.334
Lo más controvertido de la hipótesis hispanófila es la aseveración de que la causa de la emigración fue el amor a España.
A través de los años, la población criolla albergó un temor
y un repudio visceral hacia los ocupantes franceses de la región nordeste de la isla, que durante la guerra de fronteras
de más de un siglo incendiaban las poblaciones, se robaban
sus mujeres y cometían una variedad de crímenes contra las
comunidades criollas. El alegato fundamental expuesto por
El Ayuntamiento de Santo Domingo al Arzobispo de Santo Domingo
del 18 de julio de 1796, y el Ayuntamiento de Santo Domingo al Rey.
Santo Domingo, 24 de agosto de 1796, en J. Marino Incháustegui Cabral:
Documentos para estudio, Academia Dominicana de la Historia. Buenos
Aires 1957, t. I, pp. 239-241; 244-246 y 251. Véase también Fernando
Pérez Memén. La Iglesia y el Estado en Santo Domingo. Edit. UASD, Santo
Domingo, República Dominicana, 1984, pp. 266-270.
334
De súbditos a ciudadanos...207
los terratenientes de Concepción de La Vega, en las cartas
que dirigieron al rey de España, fue que no en vano había
librado una guerra a muerte contra los franceses, por más
de un siglo, para aceptar al cabo la soberanía de esa nación
sobre la isla. Así lo hizo constar en una comunicación del 26
de noviembre de 1795 el gobernador Joaquín García, basado
en una representación que le dirigieran 23 hacendados de
la ciudad de La Vega. En la comunicación referida se expresaron en los siguiente términos, “no tenemos valor para sufrir este último golpe con que se nos entrega al yugo de una
nación desconocida después de las indecibles desdichas que
hemos padecido, nos es dolorosa por no decir intolerable la
separación de su Monarca…”335 No obstante, uno de los sentimientos dominantes entre los emigrantes parece haber sido
un resentimiento profundo contra España, por haber cedido
graciosamente la isla a Francia después de decenas de años
de una guerra encarnizada de la población criolla contra los
aventureros, bucaneros y filibusteros franceses.
La indiferencia, por no decir el desdén con que la Corte
española apreciaba el destino final de la población abigarrada
y exótica de la remota posesión, no podía menos que suscitar
entre muchos criollos un sentimiento de abandono y encono
hacia la “Madre Patria”. De hecho, la isla había sido transferida sin que los lanceros y las milicias criollas hubieran sido
derrotados, o se librase un solo combate en el curso de la guerra europea de dos años entre España y Francia, por lo que la
cesión resultaba injustificable para la mayoría de los naturales del país. En las exposiciones dirigidas por los patricios de
Santo Domingo, solicitando ayuda financiera para radicarse
en Cuba, Puerto Rico o Venezuela, se argumentaba reiteradamente la fidelidad a la monarquía: no podían vivir en otro país
que no fuese gobernado por Su Majestad católica. Ahora bien,
335
Ibidem, pp. 100-104, documento del 26 de noviembre de 1795. Apud.
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. no. 5.
208
Jorge Ibarra Cuesta
resultaba evidente que ese tipo de invocaciones constituían la
única manera de obtener el auspicio real para emigrar.336
Hay que imaginarse qué reacción produjo en la gente de
esta tierra, que llevaba más de un siglo en lucha contra la
usurpación de sus dominios por los franceses, la decisión
unilateral tomada por la monarquía de entregarles su patria a los enemigos de siempre, sin consultarlos siquiera. El
sentimiento prevaleciente entre los terratenientes criollos
estuvo determinado por el repudio que experimentaban hacia las pretensiones de dominio de los colonos franceses. El
acendrado hispanismo o hispanofilia que se les ha atribuido
no fue más allá de las gestiones en busca de la protección
de la Monarquía española frente a las potencias extranjeras,
los haitianos y las clases subalternas criollas. No en vano el
proceso de transculturación secular por el que atravesó la
clase terrateniente criolla fraguó una percepción del mundo propia, y rasgos sicológicos y culturales diferenciados de
los españoles.337
En algunos pasajes de la correspondencia de fines del siglo
xviii del arzobispo fray Fernando Portillo y Torres se constata
Academia Dominicana de la Historia, II Congreso Hispanoamericano
de Historia, vol. V, Documentos para estudio. Marco de la Época y Problemas
del Tratado de Basilea de 1795, en la parte Española de Santo Domingo,
col. de J. Marino Incháustegui, Buenos Aires, 1957, pp. 53-56; 56-60;
97-100; 100-104 y 107-108.
337
Por eso la definición de la nacionalidad dominicana en el siglo xviii, en
términos de sentimientos de una hispanidad impoluta o intachable,
constituye una traslación de valores del presente al pasado. En ese sentido, debe valorarse la siguiente definición del historiador Moya Pons
“La lucha contra los franceses había conformado un verdadero sentimiento
de nacionalidad, definido en términos de la hispanidad más acendrada”.
El autor reitera la idea cuando relata que Sánchez Ramírez se puso a conspirar contra la dominación francesa “entre la población con sentimientos
prohispánicos”, cuando sus contactos fueron con terratenientes y clérigos
oriundos del país, así como con la población criolla en general, que se
distinguía por su odio a la dominación francesa y sus sentimientos de patria criolla, ante todo, con independencia de su identificación con ciertos
rasgos culturales hispánicos. Moya Pons: Op. cit., p. 178.
336
De súbditos a ciudadanos...209
el sentimiento de patria prevaleciente entre los naturales del
país. Asimismo, en el intercambio epistolar entre el arzobispo
Fernando Carvajal y Rivera y don Eugenio Llaguno se destaca
una carta del 24 de octubre de 1795, en la que le comunicaba
que la noticia de la cesión “había hecho temer una sedición”
por lo que hubo que permitirle a la población “unas horas
de desahogo a su pasión patriótica…especialmente cuando a
vista de muchos el día de la publicación cayó muerta en medio
de la calle una mujer exclamando Isla mía, Patria mía...” Para
el prelado “la pena que penetraba a los principales vecinos y
hacendados solo se expresaba contra los desaciertos y desidia
del Presidente y Regente cuyo manejo y conducta… habían
puesto al Rey en la posición de abandonar su Isla.”338
Otro de los factores que incidieron en la emigración de los
señores de haciendas fueron los impresos distribuidos en Santo
Domingo en 1795 por una diputación del general jacobino Juan
Esteban Laveaux, anunciando que tan pronto los franceses
tomaran posesión de la isla, en virtud del Tratado de Basilea,
se decretaría la abolición de la esclavitud. Las disposiciones
de agosto de 1801, tomadas por el general haitiano Toussaint
Louverture, luego de la ocupación por sus fuerzas de la ciudad
de Santo Domingo en nombre de Francia, preocuparon aun
más a los terratenientes dueños de esclavos. En uno de los artículos de la Constitución Política de la colonia de Saint Domingue, hecha extensiva al Santo Domingo español, se disponía
la abolición de la esclavitud. Si bien las medidas de Toussaint
apenas pudieron implementarse, pues los generales al mando
de la expedición francesa enviada por Napoleón Bonaparte
instituyeron de nuevo la esclavitud en 1802, lo cierto es que
desde 1795 los terratenientes tuvieron la incertidumbre de que
338
Academia de la Historia, II Congreso Hispanoamericano de Historia,vol. V,
Documentos para estudio. Marco de la época y problemas del Tratado de Basilea de
1795, en la parte española de Santo Domingo, col. de J. Marino Inchaustegui.
Buenos Aires, 1957, pp. 53-56. Documento del 19 de octubre de 1795. Apud.
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 11.
210
Jorge Ibarra Cuesta
sus esclavos fueran liberados por los franceses o los haitianos, lo
que provocó la salida del país de muchos de ellos.339
Un último, pero no menos importante elemento, en la
decisión de los criollos de emigrar y finalmente enfrentar la
dominación francesa, lo constituyó la prohibición dictada por
el general Ferrand de mantener un intercambio comercial
con los haitianos, en especial de venta de ganado.
Fue esa causa, conjuntamente con el conocimiento de
la tenaz resistencia española a la invasión napoleónica en la
península, la coyuntura que animó a los criollos a levantarse
en armas contra la ocupación francesa. La lucha en Santo Domingo abriría un segundo frente a los conquistadores de la
isla. De ese modo, se acrecentaban las posibilidades de éxito
contra el enemigo común.
12.La lucha de los criollos por la defensa de la comunidad
territorial, la restauración colonial y la emergencia de la
clase media (1810-1820)
Uno de los documentos más significativos sobre la actitud
de los terratenientes, ante la ocupación francesa de la parte española de la isla, es el diario de Juan Sánchez Ramírez,
dirigente del movimiento separatista criollo que expulsó
a los franceses de Santo Domingo. En diciembre de 1803
Sánchez Ramírez emigró con su familia a Puerto Rico, y lo
primero que consignó amargamente en su diario fue el incumplimiento, por parte de España, de sus promesas con los
criollos que abandonaron el territorio insular. Como otros
emigrados “sin propiedad ni establecimiento alguno imploré
por la vía reservada la Real protección, que se había ofrecido
por diferentes Ordenes soberanas concernientes al Tratado
de Basilea, para obtener la indemnización prometida con que
339
Frank Moya Pons: La primera abolición de la esclavitud en Santo Domingo,
revista Eme Eme, Estudios Dominicanos, no. 13, julio-agosto, 1974, Santiago
de los Caballeros, República Dominicana.
De súbditos a ciudadanos...211
poder subsistir en país extraño, y nunca tuvo efecto mi solicitud como casi la de todos los emigrados en diversos puntos de
América…” La crítica al incumplimiento de la monarquía a sus
promesas no se detuvo allí, por esa razón, había perdido toda
su fortuna, “más de once mil pesos que con indecibles trabajos
y peligros salvé de mi patrimonio, sin haber podido sacar fruto
alguno que me asegurase en aquel destino mi subsistencia y la
de mi muger, hijos y mi hermana”. Ante esa “triste situación”,
se acogió a las promesas francesas de admitir y reubicar en
la isla a todos los emigrados que desearan regresar. Una vez
en la patria, continuó dirigiendo una empresa de cortes de
madera de caoba que tenía en el puerto de Macao, pero no le
agradó lo que vio y apreció en el territorio sometido al poder
extranjero. La ocupación de España por los franceses provocó
que le dirigiese a un comandante francés frases de indignación: “La nación española no sufrirá jamás esa infamia”. Desde
aquel momento, como apunta en el diario, no podía ver a los
franceses sin “irritarse en extremo”. Con la tenaz resistencia
española a las tropas de Napoleón se abría la posibilidad para
la comunidad quisqueyana de rebelarse contra los ocupantes
franceses. Las guerras europeas provocaron que las metrópolis
dejaran de prestar ayuda militar y económica a sus posesiones
ultramarinas. Ante la situación creada, Juan Sánchez Ramírez
declarará que solo le quedaban dos caminos: regresar a Puerto
Rico o tomar medidas “que nos proporcionasen la restauración de nuestra Patria, bajo la invocación y a favor de nuestro
legítimo soberano”. De ahí que decidiera hacerse “cargo… de
la confianza que merecía a los compatriotas de nuestro suelo,
y la constancia de la mayor parte de ellos en la fidelidad a los
monarcas de España, por más que en el Tratado de Basilea
fueron mirados con el mayor abandono…”340 En el proceso de
redacción del diario Sánchez Ramírez no se limitó a recordar
el tratamiento impropio de la Corona hacia los criollos, sino
Antonio del Monte y Tejada: Op. cit., pp. 245-246.
340
212
Jorge Ibarra Cuesta
que realzó la lealtad de estos con España. La impresión final
que trasmite el documento es de identificación con la patria
criolla y con la Madre Patria, frente a los invasores extranjeros.
No aparece claramente definido si el sentimiento que prevalece hacia España es de apego, en tanto fuente de tradiciones y
valores, o de identificación hacia el Estado tutelar cuya función
es proteger y garantizar la integridad territorial de la patria
criolla frente a los extranjeros. Independientemente de cuáles pudieran ser los sentimientos del patriciado terrateniente
comprometido en la lucha, lo cierto es que la restauración del
poder colonial debía implicar que la metrópolis, en las nuevas circunstancias, asumiera de algún modo la protección de
Santo Domingo ante las crecientes amenazas que representaban
las ambiciones de Inglaterra, Francia y Haití. De todos modos,
por muy modesta que pudiera ser la protección y asistencia
que le ofreciera España, debía representar un estorbo frente a
las ambiciones y amenazas de los enemigos de la isla.
No todos los criollos se sentían inclinados a integrarse de
nuevo a la monarquía española. No solo la historia de los patriciados criollos de los Cabildos había expresado la defensa
de intereses locales ante los de la metrópolis, sino que la Corona se había mostrado incapaz de asumir la defensa de su
posesión colonial frente a las naciones rivales de Europa. Para
muchos criollos se hacía evidente, cada vez más, el desinterés
y la indiferencia de España por el destino final de la isla. Los
patriotas del Cibao y Azua, Ciriaco Ramírez y Cristóbal Hubert Franco, a los que Sánchez Ramírez definió en su diario
como, “sujetos conocidamente revoltosos, de mala conducta
y sin ningún antecedente o representación”, se oponían a la
restauración del poder colonial español. De la misma manera,
la relación de Sánchez Ramírez con el gobernador de Puerto
Rico despertó malquerencia entre los criollos independentistas hacia este. Las instrucciones que le impartió el gobernador
de Puerto Rico, desde San Juan, al coronel Andrés Saturnino
Jiménez, para que dirigiera las operaciones bélicas contra los
De súbditos a ciudadanos...213
ocupantes franceses, fueron acogidas por los patriotas, según
Del Monte y Tejada, “con general y justo desagrado, provocando vehementes protestas”, razón por la cual Sánchez Ramírez,
convocó a la Junta de Bondillo.341 No obstante, los criterios de
Sánchez Ramírez, favorables a mantenerse bajo la tutela de
España, se impusieron en la histórica reunión dominada por
los terratenientes más conservadores. Allí, el dirigente histórico
de la insurrección contra la ocupación francesa fue proclamado capitán general y gobernador interino de la colonia, con
la oposición de los patriotas independentistas. El historiador
Emilio Cordero Michel refiere al respecto que el proyecto
revolucionario de Ciriaco Ramírez comprendía la independencia, la abolición de la esclavitud, la separación de la Iglesia
y el Estado, y otras medidas revolucionarias. La definición clasista de ese grupo no ha sido esclarecida suficientemente, pero
representó, sin dudas, “el primer vagido independentista”.342
El grupo radical de Ciriaco Ramírez evidenció que los terratenientes ya no constituían la única fuerza dirigente de la
población criolla.
La presencia de una clase media rural y urbana, constituida
en torno al cultivo y elaboración del tabaco en Santiago de los
Caballeros, sede histórica de la rebeldía criolla, parece haber
procreado los primeros movimientos políticos de signo independentista.343 Coincidieron en la gestación de los movimientos sectores del patriciado terrateniente venidos a menos, del
Cibao y de Santo Domingo, tal como ocurrió en las regiones
de esclavitud patriarcal de Cuba.
Antonio del Monte y Tejada: Op. cit., t. III, p. 220.
Emilio Cordero Michel: Proyecciones de la revolución haitiana a la sociedad
dominicana, Ecos, año II, no. 3, 1994, p.84.
343
Emilio Cordero Michel: La revolución haitiana y Santo Domingo, Ciudad Universitaria, Santo Domingo, República Dominicana, 1989,
pp. 103-105. Michiel Baud: El surgimiento de un campesinado criollo, la producción tabacalera en la Española, 1500-1870, Ecos, año IV,
no. 5, 1996, pp. 24-28. Antonio Gutiérrez Escudero: Tabaco y algodón en
Santo Domingo, 1731-1795, Clio, año LXV, no. 158, enero-junio 1998.
341
342
214
Jorge Ibarra Cuesta
La movilización por los terratenientes de las comunidades criollas resultó decisiva. Las tropas españolas asignadas
a la defensa de las fortificaciones desempeñaron un papel
secundario en el conflicto. Sánchez Ramírez logró reunir
1,200 criollos, de los cuales 600 procedían de Santiago de
los Caballeros. El contingente que envió el gobernador de
Puerto Rico, Toribio Montes (1804-1809), consistía en 300
soldados. La batalla decisiva de Palo Hincado, donde los franceses sufrieron innumerables bajas, fue librada por las fuerzas
criollas de negros y mulatos libres. La escuadra inglesa que
bloqueó la entrada a la capital dominicana impidió que un
contingente naval francés pudiera acudir al rescate de las tropas francesas sitiadas en Santo Domingo.
La situación de postración y de abandono en que quedó
Santo Domingo, después de la restauración del poder español
por las tropas criollas de Juan Sánchez Ramírez, ha sido descrita puntualmente por los historiadores dominicanos.
Juan Sánchez Ramírez restauró el poder de la Corona en la
isla, bien porque fuese un monárquico sincero, o porque considerase indispensable la protección de España para la conservación de los intereses del patriciado frente a las amenazas de
las potencias europeas y de Haití, que invadió en 1801 y 1805 a
Santo Domingo. Desde entonces, la tirante relación con el movimiento revolucionario haitiano tuvo la virtualidad de constituir un fermento activo de la identidad nacional. La victoria
de las armas criollas sobre los franceses creó las condiciones
para que los Cabildos insistiesen en sus reclamaciones históricas frente a la Corona. La Gobernación y Capitanía General
interina, otorgada a Juan Sánchez Ramírez por la insurgente
Junta de Bondillo, debía ser ratificada por el rey de España.
Por primera vez en la historia de Santo Domingo, un Cabildo
se atribuía la facultad de solicitar a la Monarquía la designación de un gobernador criollo. La solicitud estaba formulada
en tales términos que el rey debía acceder sin subterfugios o
dilaciones a los requerimientos de los regidores criollos.
De súbditos a ciudadanos...215
La exposición del Cabildo de Santo Domingo a Su Majestad, del primero de junio de 1810, conservaba la retórica tradicional de fidelidad y acatamiento de la voluntad real, pero
expresaba también una gama de sentimientos patrióticos
derivados de la victoria alcanzada por los propios esfuerzos.
Una primera demanda del Cabildo a la Corona fue, que ante
la magnitud del conflicto y “el estado miserable y lastimoso” en
que había quedado la isla, le prestase el “poderoso brazo de
V.M. para proporcionarle los medios de reanimarla y conducirla
a su antiguo esplendor, para lo qual impetra de V.M. este Ayuntamiento como base la más sólida y conveniente a este precioso
edificio, la confirmación de los empleos de Capitán General,
Gobernador y Superintendente de Real Hacienda en el inmortal Patriota e Invicto general Don Juan Sánchez Ramírez, que
justamente los exerce en interin, así porque esta nominación
redunda en honor de la Isla Española, como porque no pueden
sus havitantes pagar de otra suerte a este incomparable Héroe el
beneficio que le deven por su reconquista y a más de la ratificación de la libertad perpetua de Alcabalas y por diez años de diezmos que se dice le dispensó el anterior Govierno; la gracia de
que se le restituyan con sus antiguos privilegios todos los ramos
de los propios y arbitrios de que gozaba antes de la cesión: un
comercio franco por veinte años, declarando por españolizados
los géneros que se introduzcan en sus puertos para la libertad
de derechos en los demás a donde se destinaren: que se faculte
a este Gobierno y Capitanía Gral para conceder moratoria a los
deudores que las subcesivas desgracias de la Isla han reducido a
un estado de no poder satisfacer sus deudas…y que se adopte el
mismo temperamento o el que se estime de más beneficio con
los principales y réditos de Iglesias y Comunidades, sin el que se
verían arruinados todos los propietarios…”344
Biblioteca Casas Reales V Centenario-Santo Domingo, República Dominicana, col. Herrera, t. XIV, no. 255. Apud. (AGI), Audiencia de Santo
Domingo, leg. 1049.
344
216
Jorge Ibarra Cuesta
La restauración devino de ese modo en “una coexistencia
a distancia” de la comunidad criolla con la metrópolis española, mediante la cual las autoridades coloniales eran reemplazadas por autoridades representativas del patriciado criollo
encarnadas en el nuevo gobernador, Juan Sánchez Ramírez
(1810-1811). El mandatario dominicano trató de satisfacer las
demandas criollas encaminadas a que se suprimíeran las tributaciones más onerosas y a que la Corona se responsabilizara
con el sustento de la defensa de la isla a través del situado y la
protección militar para oponerse a las amenazas extranjeras.
13.Las Juntas españolas ante la emancipación dominicana del
dominio francés
El destronamiento y apresamiento de los monarcas borbones por Napoleón y la entrada en la península ibérica del ejército francés, dio paso a la formación de una Junta Central en
la metrópolis que dirigió la resistencia del pueblo español a la
invasión francesa. La Junta española se opuso a la constitución
de juntas en América, dirigidas por los patriciados criollos, y
ratificó en sus mandos a los gobernadores, capitanes generales
y virreyes de sus posesiones coloniales.
En la mayor parte de las colonias hispánicas los patricios criollos intentaron, en 1808, compartir o desplazar del
poder a las autoridades españolas designadas por la dinastía
borbónica. No obstante, en Santo Domingo, a diferencia de
Cuba, Puerto Rico y Venezuela, no hubo tentativas por parte
de los patricios de constituir Juntas que removieran a las autoridades coloniales, y que asumieran la gobernación de las posesiones de ultramar del imperio español. El hecho de que el
gobernador Juan Sánchez Ramírez fuera el patricio criollo que
emancipara a la patria de los franceses, y que bajo su mando se
hicieran realidad las principales reivindicaciones corporativas
del patriciado de la época, hacía exagerado que se constituyera una Junta representativa de sus intereses.
De súbditos a ciudadanos...217
La Junta Central de la península accedería, en Real Decreto
del 29 de abril de 1810, a todas las demandas del Cabildo de
Santo Domingo. Aun las que planteaban la supresión de la
tributación española fueron admitidas. Así, fue abolida la alcabala y se eliminaron los diezmos por diez años. Se accedió también a suprimir todos los derechos que afectaban la navegación
y el tráfico mercantil marítimo. La admisión más significativa
de la Junta tuvo un carácter político y psicológico. Por primera
vez, la metrópolis reconocía haber llevado una política injusta
y errónea en una posesión colonial suya. En efecto, la Junta
Central admitió sin más preámbulo, “…considerando que á
aquella preciosa y dilatada porción de la Monarquía Española
se le deben dar franquicias que en breves días puedan sacarla
de su estado de pobreza y languidez, y que la sirvan de consuelo a las privaciones, ynfortunios y todo genero de miseria
que ha sufrido desde que por el Tratado de Basilea fue injustamente cedida a la República Francesa el año de 1795, S.M. el
Consejo de Regencia, después de haber oído el Consejo pleno
de España e Yndias …se ha servido decretar…”345
Ya en el Real Decreto de 12 de Enero de 1810, la Junta se
proclamaba garante de la seguridad de Santo Domingo frente
a todos sus enemigos. En el artículo primero del Decreto se estipulaba que “Se destinará á la Ysla de Santo Domingo una guarnición proporcionada de tropas, que proteja el país y le defienda
de cualquiera invasión que contra él se intente en lo sucesivo”.346
El 18 de febrero de 1811 el teniente gobernador y auditor
de guerra, José Núñez de Cáceres, le envió una carta al diputado suplente en cortes, Josef Álvarez de Toledo, donde le informaba sobre el deceso del gobernador Juan Sánchez Ramírez,
ocurrido el día 12.
Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores. República Dominicana,
1928. Documentos históricos procedentes del (AGI), Audiencia de Santo
Domingo. 78-5-17. Tipografía Luis Sánchez, Santo Domingo, República
Dominicana, 1928, pp. 107-112.
346
Ibidem, p. 107.
345
218
Jorge Ibarra Cuesta
El libertador de la clase terrateniente del dominio colonial
francés falleció en su patria, mientras en España se libraba
todavía la guerra contra el invasor napoleónico. Lo sustituiría un capitán general español como demostración que la
designación de Juan Sánchez Ramírez por la Junta Central
española había sido algo excepcional, motivada porque fue el
esfuerzo libertador dominicano lo que logró esencialmente la
emancipación de Santo Domingo de los ejércitos franceses.
De acuerdo con José Núñez de Cáceres, lugarteniente de
Sánchez Ramírez y auditor de guerra en la isla, después de la
victoria de Sánchez Ramírez sobre los franceses, España no
había enviado otra tropa veterana de 180 soldados de los piquetes de Infantería de Puerto Rico. Las milicias dominicanas,
que tan prominente papel desempeñaron en la guerra contra
los franceses, se encontraban “casi desnudos, descalzos y reducidos a la triste ración de carne y pan, único socorro con
que se les puede asistir porque la Real Hacienda está enteramente exhausta de caudales y sin poder valerse de recursos en
un país tan lastimosamente arruinado”. El situado de 100,000
pesos entregado al nuevo gobernador, en marzo de 1811, apenas alivió la situación de la tropa. En el curso de los próximos
diez años de los 3,600,000 pesos que se suponía se otorgarían
a La Española por concepto de situados, solo se concedieron
343,354 pesos, o sea, menos de un 10%.347 Según Núñez de
Cáceres, la isla vivía en una “continua alarma” ante los movimientos de los jefes revolucionarios haitianos Petión y Henry
Christophe. Se temía sobre todo a una alianza de los franceses con sus antiguos súbditos mulatos y su jefe, por lo que en
cualquier momento, sobre las cabezas de los criollos de Santo
Domingo, podía blandirse, “la fiera cuchilla de los mulatos y
franceses blancos, sus aliados”.348
Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores. República Dominicana,
1928, Op. cit., p. 96
348
Biblioteca Casas Reales, col. Herrera, t. XV, doc. no. 256. Apud. (AGI). Audiencia de Santo Domingo, leg. 1016.
347
De súbditos a ciudadanos...219
No obstante, en 1810, 1811 y 1812, de las propias filas del
movimiento libertador que dirigiera Sánchez Ramírez surgieron una serie de conspiraciones independentistas, encabezadas por personalidades de la clase media colonial que le disputaron el poder al patriciado y que se pronunciaron contra
el estatus colonial.
El gobernador español que sustituyó a Sánchez Ramírez,
Carlos de Urrutia, le envió a Fernando VII, el 3 de noviembre
de 1815, una exposición del Cabildo de Santo Domingo, la
cual le había parecido “… mui de justicia”. Los planteamientos de los capitulares expresaban una completa desilusión
con relación al incumplimiento por parte de la Corona de las
promesas que le había hecho a la isla. Así, no se ocultaban
para señalar que “no se había recibido auxilios después de la
reconquista”.349 De ahí que el nuevo gobernador Urrutia, ante
las protestas del patriciado, recomendase a Fernando VII que
“extendiese su paternal gratitud y Real munificencia sobre esta
benemérita isla concediéndole las gracias que solicita para perpetua memoria de la reconquista y que el cuerpo capitular se
condecore con el tratamiento y uniforme que se ha concedido
a las de Cuba y Puerto Rico, que aunque leales y muy dignas
no han tenido la suerte de presentar al mundo una prueba tan
relevante de esta virtud como la que acaba de dar a VM, Santo
Domingo”350
La agudización de la crítica situación económica y social
de Santo Domingo trajo como resultado la proliferación de
las conspiraciones independentistas. La amenaza que representaba Petión se materializó cuando estableció contactos
y le ofreció armas a un grupo conspirativo de clase media,
liderado por el dirigente histórico de la reconquista, Ciriaco
Ramírez, desde la cárcel de la Torre del Homenaje.
Carta a S.M. del Gobernador Carlos de Urrutia de 3 de noviembre de
1865. (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 964.
350
Ibidem.
349
220
Jorge Ibarra Cuesta
Una conspiración de la clase media era descubierta por las
autoridades españolas en 1810, estimulada por las noticias
que llegaban desde Venezuela, donde se había levantado el
estandarte independentista. Al frente de la conjura se hallaba un habanero, llamado Fermín García. El jefe conspirativo
hubo de cumplir siete años de prisión en la Torre del Homenaje.351 Otra conjura, descubierta en 1810, se conoció por el
nombre de “Conspiración de los italianos”, porque un oficial
italiano del Batallón Fijo, el capitán Emigdio Pezzi, sirvió
de enlace entre Ciriaco y los otros dirigentes: José Ramírez;
Ricardo Castaño y Santiago Fauleau, capitán de origen haitiano del Batallón de Pardos.352 En 1814 Petión contactó
nuevamente a un grupo de clase media, encabezado por
Manuel del Monte, quien se propuso dirigir un movimiento
independentista y antiesclavista. Fue apresado y enviado a la
prisión de Ceuta, donde murió tres años después.
Estos movimientos de la clase media indicaban muy a las
claras que su presencia en el escenario político trascendía los
designios de los señores de haciendas, interesados tan solo en
obtener de la metrópolis reivindicaciones estrechas de tipo
corporativo para su clase. El proyecto independentista y antiesclavista implicaba la movilización de los esclavos y las clases
subalternas de la sociedad contra el poder colonial. En 1812 tuvo
lugar un principio de sublevación dirigida por un esclavo, Pedro
Seda, con la colaboración de negros y mulatos libre. A diferencia
de las otras conspiraciones de la clase media, que tenían entre
sus objetivos principales el logro de la independencia, la trama
tenía como propósito fundamental la emancipación de los esclavos y de las castas de negros y mulatos libres. Como ha destacado
Roberto Cassá, los esclavos domésticos y de haciendas ganaderas,
sometidos a un trato de tipo patriarcal por sus amos, no se sintieron atraídos hacía ningún movimiento de tipo abolicionista.
Ibidem.
Emilio Cordero Michel: Op. cit., 1994, p. 84-85.
351
352
De súbditos a ciudadanos...221
De hecho, no tenían una actitud revolucionaria frente a esa institución.353 Solo en unos pocos ingenios se conocieron sublevaciones de esclavos de orientación abolicionista.
El deterioro de las condiciones económicas en la década de
1820, y el absoluto abandono en que Fernando VII tenía hundida a la isla, conformaría el contexto del período constitucional de 1820-1821. Las autoridades representativas, e incluso
los gobernadores, no se escondían para criticar abiertamente
la actitud de la Corona. Tanto fue así que, en una comunicación del 16 de enero de 1821 de la Diputación Provincial de
La Española al secretario de Exterior y al despacho de la Gobernación de Ultramar, suscrita por el gobernador Sebastián
Kindelán (1818-1821), se denunciaba el estado de las Milicias
Disciplinadas de la isla, a pesar de las amenazas haitianas de
invadirla de nuevo. Se había solicitado reiteradamente que se
enviaran armas, soldados y dinero para reorganizar las defensas, pero “¡Oh dolor! Once años ha que permanecen en el
mismo estado de espera, sin que en este tiempo hayan visto
otra cosa que desembarcar empleados y conferir los puestos a
personas que si han contribuido en otra parte con sus servicios
no son de absoluta necesidad en el estado de penuria en que
se encuentra toda la Isla…” Se necesitaban soldados para enfrentar las amenazas exteriores y la Corona enviaba favoritos
a ocupar cargos burocráticos. En una comunicación posterior,
del 31 de enero de 1821, el gobernador Kindelán admitía que
sumados la fuerza del batallón veterano, de 60 plazas, la de la
guarnición y la milicia criolla, y la mayor parte de negros y mulatos, solo se contaba con 225 hombres para la defensa de todo
el territorio. Lo más grave era que a pesar de que “los naturales
en todas las ocasiones de alarma han dado pruebas de lealtad y patriotismo…es de temer que estas buenas disposiciones
queden frustradas faltándoles los medios de defensa”. Palabras
Cassá: Op. cit., p. 192.
353
222
Jorge Ibarra Cuesta
proféticas que habrían de cumplirse en menos de un año.354
La apatía absoluta ante el destino de la isla puso de manifiesto
que “La España Boba” era incapaz de rectificar.
14.La independencia efímera y la clase media dominicana
La implantación en las Antillas hispánicas de la Constitución española de 1812 propició que distintos movimientos de
las clases medias letradas dieran a conocer proyectos, inspirados en la revolución francesa. El lenguaje y los conceptos que
reitera la prensa liberal en Cuba, Santo Domingo y Puerto
Rico tienen su origen en el discurso iluminista francés. Un
documento que expresa las nuevas ideas que se debatían desde 1810 en Santo Domingo lo constituye el “Manifiesto del
Ciudadano Andrés López Medrano al pueblo dominicano en
defensa de sus derechos sobre las elecciones parroquiales que
se tuvieron en esta capital el 11 y el 18 de Junio de este año
de 1820.”355 En el manifiesto López Medrano, regidor que
había abrazado las ideas revolucionarias, develaría la honda
herida abierta por los gobernadores españoles en la sociedad
colonial, con posterioridad al gobierno de Sánchez Ramírez.
El advenimiento de la Constitución significó el desplazamiento de los regidores del patriciado que había dominado el Cabildo por siglos, y su sustitución por personalidades representativas de la clase media. La reacción que causó en la sociedad
colonial ese hecho, sin precedentes, fue descrito con palabras
sobrias. El patriciado tradicional no admitía la libre difusión
del pensamiento en los periódicos liberales creados bajo el
amparo de la Constitución. La alta jerarquía eclesiástica se
rebelaba de igual manera contra el ideario iluminista. A los
liberales de la clase media criolla, y a los pequeños comerciantes catalanes que abrazaron la Constitución de 1812,
Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, República Dominicana,
1928, Op. cit., pp. 73-74, Op. cit., 1929, pp. 47-48.
355
Ibidem, pp. 11- 18.
354
De súbditos a ciudadanos...223
se les acusaba de representar los intereses de las potencias
extranjeras. Los catalanes, a su vez, rechazaban a los criollos
liberales de la clase media y al patriciado terrateniente.
La creación del partido liberal de la clase media criolla sería explicada de la siguiente manera por el regidor de ideas avanzadas,
López Medrano: “se suscitó un partido dominante que tenía por
título el del pueblo, por divisa el interés más justo y por modelos
el que presentan Inglaterra, Francia, Norte-América y nuestra nación misma en los amplísimos territorios de su imperio”.
A los nuevos capitulares de orientación liberal e iluminista
los patricios le atribuían incapacidad para ejercer sus funciones. De ahí que López Medrano proclamase, “Lo mismo
ignoro los motivos de que se irrogue inferioridad a los nuevos
capitulares… El Zapatero, el Talabartero, el Herrero, el Tendero, el Carpintero, el Albañil, el Sastre, el Pintor, el Músico,
todo laborioso, todo artista, puede ser tan excelente ciudadano
como un Consejero de Estado y un Diputado a Cortes”. En el
contexto de la sociedad colonial, pronunciarse a favor de los
artesanos y otros oficios “viles” o amparar a la gente “de color”,
a todos los que les estaba prohibido por la Legislación de
Indias acceder a los Cabildos, era desafiar el poder tradicional del patriciado criollo, pero también subvertir el orden de
castas raciales en las que estaba formada la sociedad.356
En las Antillas hispánicas, donde el trabajo manual constituía
un signo de inferioridad, los oficios artesanales estaban en manos de los negros y mulatos libres. Demandar el acceso de los
artesanos a los Cabildos significaba pronunciarse también por
el ingreso de la gente “de color” libre a los órganos de poder
local de la colonia. La Constitución había decretado también
un signo de igualdad entre los criollos y los españoles. Por eso,
López Medrano declararía en su manifiesto “Ya no sois unos
miserables colonos, sino unos Españoles iguales a nuestros hermanos carísimos de Europa.” La utópica representación de la
356
Richard Konetzke: Colección de documentos para la historia de la formación
social de Hispanoamérica. 1493-1810, vol. I, Madrid, 1953, p. 16.
224
Jorge Ibarra Cuesta
igualdad en las condiciones del dominio colonial era enunciada en los siguientes términos: “Los titulados los jefes, los
eclesiásticos, los militares, los nobles, los magnates, los personajes, los que os habían sobrepujado en la representación
pública son vuestros iguales y solo es mejor el que tuviere más
virtudes”.357
La libertad de prensa que promovió la Constitución de 1812
fue derogada por una disposición del gobernador Sebastián
Kindelán, restableciendo la Junta de Censura.358 Lo mismo
había sucedido en Cuba, donde los periódicos fueron censurados por los ideólogos liberales de la clase de plantaciones,
con el propósito de que no se escucharan reivindicaciones de
las clases subalternas de color, de los trabajadores inmigrantes
peninsulares o de los esclavos. Las posiciones del gobernador,
opuestas a la aplicación de los artículos de la Constitución que
promoviesen el progreso de las clases subalternas, repercutieron en el recrudecimiento de las contradicciones entre los
independentistas y las autoridades coloniales. En un impreso
de gran formato a tres columnas, dirigido a los “Fidelísimos
naturales y habitantes de La Española”, el gobernador Kindelán se pronunciaba abiertamente contra la promoción de
la igualdad social y política. “Sabéis muy bien que nuestra
población se compone de gentes de varios colores y condiciones: hay blancos, hay pardos, hay morenos, y en estas dos
últimas clases hay libres y esclavos. Los genios perturbadores,
aprovechándose de esta variedad, han comenzado a sembrar
la cizaña a la sombra de los derechos de libertad, igualdad
e independencia, que la Constitución asegura a todos los
ciudadanos españoles, y por error, o malicia persuaden a
los menos instruidos que ya se acabó toda diferencia entre
blancos, pardos y morenos, entre libres y esclavos”.359 Para
Secretaria de Estado de Relaciones Exteriores, República Dominicana,
Op. cit., 1928, pp. 11-18.
358
Ibidem, p.19.
359
Ibidem, p. 65-67.
357
De súbditos a ciudadanos...225
Kindelán, la interpretación del texto constitucional debía
tener en cuenta, ante todo, “… la conservación del orden
social”. Esa era la razón por la que “… Los hombres libres y
los libertos, sean pardos, sean morenos, son españoles, pero
no ciudadanos mientras no obtengan de las Cortes la carta de
tal… y los esclavos, ni son españoles ni ciudadanos”. Acto seguido recordaba las severas condenas a muerte que se había
impuesto “a Pedro Seda, Pedro Henríquez y otros muchos
seducidos por los malos”. Los beneficios de la Constitución
iban a ser numerosos, “…pero no por esto deja el esclavo de
serlo, ni el hombre de color se pone de repente al nivel del
ciudadano blanco”. A partir de esas orientaciones, los negros
y mulatos libres no podían votar en las elecciones. De ahí la
necesidad de advertir al que propagase doctrinas contrarias a
“la verdadera inteligencia de esos principios”, o sea, a los que
representaban las autoridades coloniales, que “será perseguido y castigado ejecutivamente como sedicioso y perturbador
de la quietud pública”.360
Atemorizados ante el giro que tomaban las demandas de
los sectores medios de la población criolla, y ante el hecho de
Ibidem, p. 67.
La posición de Kindelán ratificaba las restricciones tajantes a los derechos
políticos de los negros y mulatos libres por las leyes especiales de ultramar, acordadas en las Cortes de Cádiz. De acuerdo con el historiador
catalán Josep M. Fradera, la Constitución “impedía el acceso a la ciudadanía de las denominadas castas pardas”, limitaba los derechos de los
sirvientes domésticos y establecía ciertos niveles de renta en la elección
de alcaldes y regidores, diputados provinciales y diputados a Cortes. En la
definición del derecho de ciudadanía, en particular se establecía que “son
ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas traen su origen de
los dominios españoles de ambos hemisferios y están avecindados en cualquier pueblo”. Concluía Fradera que se privaba del derecho de ciudadanía
“a un segmento importante de la población americana… aún en el caso
de que la ascendencia africana fuese remotísima”. Joseph M. Fradera:
Gobernar colonias, Ed. Península, Barcelona, 1999, pp. 78-93 y nota 35 al
pie en página 85. Véase también James F. King: “The Colored Castes and
American Representation in the Cortes de Cadiz”. The Hispanic American
Historical Review 35, 1935, pp. 33-64.
360
226
Jorge Ibarra Cuesta
que detentasen posiciones importantes en el Cabildo, sectores del patriciado y la alta jerarquía eclesiástica se unieron en
torno al gobernador español. Pocas semanas después, la salida de Sebastián Kindelán de la gobernación de la isla vendría
a ratificar la crisis absoluta de la sociedad colonial. El déficit
del Estado ascendía a 255,744 pesos.361
La conjura para derrocar el régimen colonial español, urdida por José Núñez de Cáceres, teniente gobernador de todos
los gobernadores españoles que tuvo la isla desde 1810 hasta
1821, sortearía distintas dificultades hasta lograr su propósito.
A la muerte de Sánchez Ramírez, Núñez de Cáceres devino
en la personalidad criolla más representativa del restauracionismo. Por eso, la conjura que culminó con el apresamiento
del gobernador español Pascual Reyes y la proclamación de
la independencia por Núñez de Cáceres, el primero de diciembre de 1821, contó con un sector del restauracionismo
patricio de 1810. Las razones de la decisión que cambiaba de
manera radical el status de la isla se vinculan con la frustración que significó la actitud de la Corona entre 1810 y 1821.
El teniente gobernador criollo había confiado en que España
asumiera el papel de garante de la integridad territorial, una
vez que fueran expulsados los franceses de Santo Domingo.
Ahora bien, en la medida que pasaba el tiempo y arreciaban
las amenazas procedentes de Haití y de los poderes coloniales europeos, sectores del restauracionismo terrateniente y
de las clases medias se convencieron de que los españoles
no eran capaces de proteger a Santo Domingo frente a sus
rivales en el Caribe. Como muchos de los restauracionistas
de 1810, Núñez de Cáceres se sentía en el fondo criollo, antes que español. Si bien es posible que mirara con simpatía
los movimientos emancipadores del continente americano,
su independentismo parecía emerger como una reacción
Secretaría de Relaciones Exteriores. República Dominicana, Op. cit.,
1929, p. 91.
361
De súbditos a ciudadanos...227
defensiva frente al expansionismo haitiano y a las ambiciones imperiales europeas. El eje de las consideraciones de los
restauracionistas era la defensa de la comunidad territorial,
frente a los poderes europeos y los revolucionarios haitianos,
antes que la lucha por la constitución de un Estado nacional. Los sentimientos que los movían eran de patriotismo
local, antes que nacional. Los debates de los patriciados criollos con las autoridades coloniales, en los siglos xvii y xviii,
giraron invariablemente en torno a la hegemonía de los Cabildos en su jurisdicción. La frase con la que Núñez de Cáceres pretendió explicar su posición frente a España, en el Manifiesto que proclamó la Independencia de Santo Domingo,
el primero de Diciembre de 1821, es altamente significativa
en ese sentido, “La independencia de la América es en todas
partes un suceso determinado por el orn. natural de las cosas
humanas q. podrá ser detenido o acelerado según las causas
particulares q. concurran a su desarrollo, po. en la parte española de esta Ysla es de tan urgente y absoluta necesidad q.
peligraría el bien de la Patria si se detubiese por algún tiempo más; estamos amenazados de dos invasiones (y la España
ni ha querido ni puede en el día protegernos) cuyos funestos
resultados no pueden evitarse de otro modo..”362
Aun cuando el patriota dominicano asevera que “la Independencia está en el orden natural de las cosas”, no duda en
justificar la acción de lanzarse a la lucha por la independencia, porque la patria, la tierra donde nació, está en peligro
de sufrir dos invasiones. De ahí que subraye, además, que
España “no ha querido, ni puede ayudarnos”. De ese modo,
el hecho que la madre protectora, España, no haya querido
ni pueda amparar a la isla de sus enemigos, resulta determinante en la proclamación de la independencia.
Por eso, en el manifiesto no se exponen las virtudes o bondades de la República. Se expresa, sin embargo, que “convencidos
Ibidem, p. 25.
362
228
Jorge Ibarra Cuesta
los naturales y Vecinos de de la parte española de Hayti de la
fuerza de estas circunstancias y del do. Q. tienen por naturaleza
pa. darse la forma de Gobierno más conducente a la seguridad,
defensa y mejoras de su Estado político; ha venido en declararse
independtes. Y en erigir un Gbno. Libre y democrático...” En
esta última frase del Manifiesto se ratifica que fue la fuerza de
las circunstancias, en las que deben incluirse la actitud indiferente de España, la que determinó el derecho que tienen por
naturaleza de darse la forma de gobierno más conveniente. Por
supuesto, no está suficientemente claro cuál de las causas que
se alegan en la declaración para actuar es la más primordial.
Si bien la fuerza de las circunstancias externas que los obliga a
declarar la independencia, o por el contrario, el derecho que
argumentan tener por naturaleza para darse el gobierno más
conveniente. Como quiera que sea, el sentimiento terrateniente
de patria prevalece por encima del ideal republicano.
El hecho que el clero y la clase terrateniente le dieran la
espalda al movimiento separatista, y que un amplio sector de
negros y mulatos libres de la capital, simpatizantes de la revolución haitiana, mostrase indiferencia por la Constitución promulgada por los independentistas, delimitaba el aislamiento
en que se encontraban las capas medias urbanas y los patricios
venidos a menos que apoyaron el pronunciamiento de Núñez
de Cáceres. De igual manera el clero criollo regular se separó
de la causa independentista. Entre las razones estudiadas por
el historiador Pérez Memén se cita el hecho de que los independentistas no hicieron ningún llamamiento al clero regular.
Del mismo modo, Núñez de Cáceres no mostró interés en reconocer los derechos históricos de los negros y mulatos libres.
De más relevancia histórica fue el hecho de que, sectores importantes de la población en las villas del interior, se pronunciaran
por la anexión a Haití.363 Luego de la expulsión de los franceses
Franklin J. Franco piensa, sin embargo, que “los radicales que propugnaban la unidad de la zona este de la República con Haití, lo que contaba
363
De súbditos a ciudadanos...229
y de la consolidación de las fuerzas revolucionarias haitianas, las
oligarquías y la población de Tierra Adentro prosiguieron el comercio de ganado con la región occidental de la isla. Ya desde mediados de 1820, el gobernante haitiano Jean Pierre Boyer, a través
de agentes suyos, estableció contacto con distintos grupos de negros y mulatos dominicanos, a quienes se les informó su proyecto
de abolir la esclavitud y repartir la tierra en lotes a los hombres
de campo, como se había hecho en Haití. También les hizo saber
su intensión de fusionar en una sola República a dominicanos y
haitianos, para frustrar los planes de invasión que gestaban los
franceses. Las gestiones de grupos, conspirativos comprometidos
con los haitianos en Dajabón y Montecristi, tuvieron buena acogida en Santiago de los Caballeros y Puerto Plata; y en enero de
1822 obtuvieron el respaldo de alguna gente en Cotuí, La Vega,
Macorís, Azua y Neiba. Se trataba de sectores de negros y mulatos
libres, de todas las clases del interior del país, que manifestaban su
identificación y solidaridad con los negros y mulatos haitianos
que realizaron la hazaña de derrocar al odiado poder colonial
francés y llevar a efecto una revolución. Entre las motivaciones
de algunos estaba el hecho de que el movimiento separatista
no asumiera una posición sobe la esclavitud, y que su dirigente fuera el teniente gobernador restauracionista Núñez de
Cáceres, entre otros funcionarios coloniales de la capital. Desde luego, lo más significativo es que en Santiago de los Caballeros hubiera un partido de importancia que se pronunciara
por la incorporación pacífica a Haití, antes que enfrentar una
guerra a muerte con el poderoso vecino. Algunos cronistas de la
época atribuyen a esa posición de los santiagueros a la rivalidad
con el apoyo masivo de la inmensa mayoría del pueblo: negros esclavos, negros libertos, mulatos y ciertos sectores agrícolas y ganaderos
de la región norte del país…” Somos de la opinión que el sentimiento
anexionista se circunscribió más bien a la zona fronteriza de la isla y que
una parte considerable de los esclavos, como señala Cassá, no se sintió
atraído hacia la abolición. Franklin J. Franco: Los negros, los mulatos y la nación
dominicana, Edit. Nacional, Santo Domingo, 1989, p. 122.
230
Jorge Ibarra Cuesta
histórica de esa ciudad con la capital, y a que no se designó
para ningún cargo en el nuevo Estado a ninguna personalidad
santiaguera.364 El manifiesto publicado por una Junta Central
Provisional que se constituyó en Santiago de los Caballeros, a
raíz del pronunciamiento independentista en la capital, dio a
conocer las razones que lo apartaban del movimiento, calificando el proceder de Núñez de Cáceres de “…infame y antisocial, la denuncia a Boyer y en nombre del pueblo declara su
inconformidad con el pensamiento de unirse a la República
de Colombia y de mantener la esclavitud…”.
El arzobispo Carlos Nouel, en su historia eclesiástica de Santo Domingo, escrita muchos años después, manifestó que las
bases programáticas del movimiento independentista anexándose “a la República de Colombia y manteniendo la esclavitud” provocó el “desagrado de todos”.365
El pronunciamiento de Santiago de los Caballeros representó una corriente de opinión importante en la ciudad que dirigió algunos de los movimientos más sobresalientes de protesta
de la Tierra Adentro. Su alineación política parece haber influido de manera irrevocable en el curso de los acontecimientos. Entre las razones que alejaron a muchos del movimiento separatista de la capital se cita el hecho de que el ejército
haitiano que esperaba las órdenes de invadir Santo Domingo
alcanzaba los 30,000 hombres, mientras que las fuerzas dominicanas ascendían tan solo a 1,000 de los cuales 300 estaba
armados. Otra razón de peso que animó a los movimientos de
apoyo a la anexión en la Tierra Adentro fue el comercio que
mantenían con los haitianos a través de la frontera, lo que contribuyó a que se cultivasen buenas relaciones con los vecinos
durante los últimos años.
Mariano Torrente: Primera memoria sobre la República Dominicana (1853),
Boletín del Archivo Nacional de Cuba, t. XXXI, nos. 1-6, enero-diciembre
1932, La Habana, 1934, pp. 64-65.
365
Carlos Nouel: Historia eclesiástica de la arquidiócesis de Santo Domingo, la
cuna de América, t. II, Santo Domingo, República Dominicana, 2da. ed.,
1979, p. 273.
364
De súbditos a ciudadanos...231
Se ha criticado duramente a Núñez de Cáceres por no
haber abolido la esclavitud. Pero según el testimonio de un
contemporáneo suyo, el nuevo gobernador criollo le prometió
a Pablo Alí abolir la esclavitud; este era un soldado de origen
haitiano, jefe del principal regimiento de milicias de la capital
que lo ayudo a obtener al poder. Los cuerpos de milicias estaban integrados por negros criollos.366
Como quiera que sea, la versión crítica de Núñez de Cáceres
asevera que su indecisión en abolir la esclavitud provocó la
oposición de un numeroso sector de la población, y por ende
debilitó su posición frente a la amenaza haitiana de invadir el
territorio. De todos modos, debe considerarse si existían las
condiciones para que una decisión de esa naturaleza se tomara
de inmediato, en menos de un mes, tiempo que medió entre
su ascenso al poder y el anuncio de Boyer de invadir el país al
frente de 12,000 soldados.
La definición del restauracionismo parte del hecho de que
los criollos de Santo Domingo pertenecían a una comunidad histórica que había forjado una cultura y una manera
de ser propias, y tenían una patria que defendían frente a
sus enemigos, pero aspiraban a que España, la Madre Patria,
protegiera su integridad territorial compartiendo algunos de
sus valores y tradiciones.
Le correspondió a Núñez de Cáceres transitar desde la posiciones restauracionistas a un independentismo, originado en
la imposibilidad de España de asumir la defensa de la patria
criolla. Sabemos que en la época hubo diferentes proyectos
democráticos revolucionarios destinados no solo a preservar
la patria frente a las amenazas externas, sino a constituir un
Estado nacional, una nación y una ciudadanía. No pensamos
que Núñez de Cáceres se propusiera rebasar los límites impuestos por su época y su clase. Aunque no puso en ejecución
Moya Pons: Op. cit., 1983, pp. 220-221. Véase también del mismo autor
La dominación haitiana (1822-1844), PUCMM, Santiago de los Caballeros,
1978, pp. 15-38.
366
232
Jorge Ibarra Cuesta
sus proyectos, cualesquiera que fuesen, a causa de la invasión
haitiana, el juicio histórico queda abierto a diferentes interpretaciones. En el caso de Sánchez Ramírez, no es posible discernir si hubiera llegado a enfrentar contradicciones insalvables
con España; y sobre de Núñez de Cáceres tampoco es posible
conjeturar si hubiera suprimido la esclavitud. En todo caso,
lo trascendente es la actitud que observó el patriciado criollo
desde entonces. El mérito de las personalidades históricas no
debe juzgarse de acuerdo con los valores y las exigencias del
presente, sino por lo que hicieron de nuevo con relación a sus
antecesores y la significación que tuvieron sus actos para sus
contemporáneos.367
La defensa del espacio que ocupaban las precarias comunidades insulares de La Española, constituía un designio encaminado a preservar el modo de de vida, las tradiciones y la
cultura de la población criolla. Es precisamente a partir de esas
premisas que se constituirá la nación y el Estado nacional dominicano. De ahí la trascendencia para el proceso de formación
nacional de los hechos protagonizados por Sánchez Ramírez y
367
El juicio histórico de Lenin que hemos parafraseado, modificándolo, destaca que “El mérito histórico de las personalidades históricas se mide no
por lo que dejaron de hacer de acuerdo con las exigencias de la actualidad,
sino por lo que hicieron de nuevo en relación con sus antecesores.” El
problema que surge de la lectura de su formulación es que no especifica a
propósito del carácter de “lo nuevo”. No todo “lo nuevo” tiene una significación tangible, efectiva o representa un enriquecimiento o un avance en
las condiciones de vida, en el conocimiento de la realidad o la percepción
estética del mundo, para los distintos sectores de una sociedad. “Lo nuevo”
puede significar también fenómenos históricos inéditos que acarrean infinidad de desgracias para la humanidad. El historiador debe esclarecer
entonces lo que “lo nuevo” significó o representó para los distintos grupos
y clases sociales de la sociedad que estudia, no formular en abstracto el
avance que representa “lo nuevo”. El punto de vista desde el que aprecia
los fenómenos del pasado, no puede ser el suyo, sino el de las personas
que estudian en el pasado, una vez que su labor es ante todo, una labor de
reconstrucción. Solo después de llevar a cabo la reconstitución aproximada
del período o la sociedad que investiga, que nunca será acabada o integral,
puede el historiador formular su juicio.
De súbditos a ciudadanos...233
el patriciado criollo, encaminados a la reconquista del espacio
territorial del dominio francés. La participación activa de la
clase media y las clases subalternas, involucradas en las luchas
contra el invasor francés, les permitió relevar a la clase terrateniente cuando a esta se le agotaron sus contenidos históricos.
En la medida en que la clase hegemónica de antaño se mostró
incapaz de constituir una nación y un Estado nacional, la clase
media se proclamará heredera y continuadora de las tradiciones patrióticas y se arrogará las funciones de dirección política
y moral de las clases subalternas.
La formación de la identidad criolla en la región centro oriental
de Cuba
1. Los conflictos de las autoridades coloniales con los Cabildos
criollos desde la segunda mitad del siglo xvi en Cuba. La
desobediencia civil como sistema
Desde la segunda mitad del siglo xvi comenzaron a perfilarse divergencias entre los Cabildos y los intereses del Estado colonial español. La creciente presencia de criollos en los
Cabildos hacía que se agudizaran esas contradicciones. En un
documento que envió a Su Majestad el gobernador Gabriel de
Luxan (1583-1586), el 4 de marzo de 1583, se explicaban las
razones por las que el Cabildo de Bayamo se oponía a que un
oficial subordinado al capitán general de la villa reprimiera el
contrabando, y cómo el alcalde ocultaba las actividades ilícitas
de los rescatadores, “por no auer avido tenientes de dos meses
a esta parte anda el rescatar con franceses tan al público porque como los alcaldes son vezinos simulan los delitos los unos
a los otros”.368
Irene A. Wright: Historia documentada de San Cristóbal de La Habana en el
siglo xvi, Imprenta El Siglo XX, La Habana 1927, t. II, pp. 8-14.
368
234
Jorge Ibarra Cuesta
Años antes, el gobernador de la isla, Juan de Carreño
(1578-1580) solicitaba de Su Majestad en carta del 11 de abril
de 1578, que se le permitiera tener un teniente a guerra en
cada villa para combatir el contrabando y a los contrabandistas locales.369 De ese modo, se convertía en el precursor del
establecimiento de los tenientes subordinados a los gobernadores, cuya cometido sería el control del contrabando en las
villas de la Tierra Adentro.
El primero de agosto de 1581 el gobernador De Luxan informaba sobre una operación conjunta de rescate entre La Española y Cuba, en la que participaban 16 naves y cuatro pataches
que debían dirigirse desde la Yaguana hasta Santiago de Cuba.
Con frecuencia, las naves consagradas al comercio ilícito se
asociaban para protegerse mutuamente, en caso de ataques de
los navíos de la armada española que en ocasiones recorrían
las costas de la isla.370 Un año después, Luxan reportaba, el 24
de diciembre de 1582, una operación de grandes dimensiones
en Bayamo, en la que participaron 10 navíos de corsarios y
bucaneros, algunos de los cuales empezaron a reparar en las
costas.371 Los rescatadores acudían al golfo de Guacanayabo en
escuadras de cuatro, seis y diez navíos, dispuestos a entrar en
acción contra cualquier embarcación o flota española. Así, en
1586, el teniente a guerra designado por Luxan para combatir
el contrabando le informaba que había diez navíos de franceses en las cercanías de Manzanillo.372 En comunicación del 4
de octubre de 1553 de Luxan le explicaba a Su Majestad cómo
todo el pueblo de Bayamo y sus regidores estaban involucrados en los rescates, y destacaba el número de navíos franceses
Academia de la Historia: Papeles existentes en el (AGI) relativos a Cuba y muy
particularmente a La Habana, Imprenta El Siglo XX, La Habana, 1931, t. I,
(1512-1578), pp. 288-289.
370
Academia de la Historia de Cuba: Papeles existentes en el Archivo General de
Indias relativos a Cuba y muy particularmente a La Habana, t. II (1578-1586),
La Habana, 1931, p. 186.
371
Academia de la Historia de Cuba: Op. cit., t. II, p. 186.
372
Op. cit., t. II, p. 57.
369
De súbditos a ciudadanos...235
que operaban en los mismos, “ Yo he tenido auiso del Bayamo
que es un pueblo desta Ysla ...que ay dos nauios y dos lanchas
de franceses muy bien armadas y que diego de biuero Provisor
con quién yo e ymbiado informaciones a vuestra majestad, trata y contrata con ellos y ha rescatado mucha suma de cueros y
le an dado los franceses lencería y esclavos y otras cosas y que
todos los mas de aquel pueblo auian ydo a rescatar ...”373
En otra comunicación enviada al monarca, del 31 de marzo
de 1553, Luxan nos da una idea de las dimensiones de las operaciones de rescate del provisor Diego Biuero, juez eclesiástico y
substituto del obispo, cuando nos dice que el cargamento que se
llevaron los contrabandistas ascendía a 12,000 cueros de res.374
Lo más significativo de la comunicación del gobernador era
el hecho que anualmente se embarcasen de Bayamo, “…cincuenta barcos de cueros”. Por eso se oponía a la decisión de la
Audiencia de Santo Domingo, de que no podía tener “mas de
un Teniente en toda la Ysla”, o sea, un solo oficial subordinado
al capitán general para reprimir los rescates en todas las villas
del país. Decisiones de esa naturaleza lo amarraban de manos
frente a los rescatadores, pues en toda la isla, como en Bayamo,
estaban involucrados “…así los alcaldes como los regidores y el
Provisor”.375 Por último, y como para que quedase bien claro
que el Cabildo bayamés no admitía la interferencia de funcionarios designados por los gobernadores en sus operaciones de
contrabando, en la primera ocasión propicia despojará al juez
de rescates de los poderes que se les confirieron. Así, los regidores bayameses desconocerán la autoridad del juez García
Torrequemada, quitándole la vara de juez que portaba como
signo de autoridad, y procediendo a liberar los presos por
contrabando que el gobernador tenía en la cárcel de la villa.
Op. cit., p. 191
Academia de la Historia: Papeles existentes en el (AGI) relativos a Cuba y muy
particularmente a La Habana, ordenados con una introducción de Joaquín
Llaverías. Imprenta El Siglo XX, La Habana 1931, t. II, (1578-1586) p. 216.
375
Ibidem, p. 216.
373
374
236
Jorge Ibarra Cuesta
De ahí que Luxan se quejase al rey en los siguientes términos,
“Muchos que estaban presos por haber tratado y rescatado con
franceses me los soltaron en el Bayamo y al juez que había
nombrado... le quitaron la vara”. Los autores de esas medidas
de franca desobediencia civil fueron tomados por “los alcaldes
y regidores del bayamo que alzaron la obediencia y le quitaron
la vara (al juez) y prendiueron su alguacil y pusieron preso al
escribano, no hiziere con el autos, y esto muchos días después
de ser recibido...”376
Actos de esta naturaleza, promovidos por los Cabildos de
la Tierra Adentro, se repetirán una y otra vez hasta la declinación del comercio de rescate en el siglo xviii. Ahora bien, en la
medida en que la guerras europeas y la decadencia económica
española del xvii determinasen el progresivo aislamiento de
las regiones centro-orientales de Cuba, La Española y Puerto
Rico, se debilitará el propósito de los gobernadores de designar tenientes a guerra con poderes absolutos en las villas del
interior de las islas para reprimir el contrabando.
La progresiva decadencia de España, desde fines del siglo
xvi, para impedir el comercio de contrabando, se reflejaba
admirablemente en la siguiente comunicación de Manrique
de Rojas al monarca español, del 10 de noviembre de 1576,
“S.M. gasta en la armada que trae en estas partes 160,000 ducados por año y con ella no se puede asegurar las Indias en
remediar el daño que los corsarios hacen en ellas, como se
ve claro, pues todos los años hacen presa de navíos, gente,
mercaduría en mucha cantidad, y señores son de los puertos donde no hay fortalezas ni está nuestra armada, como si
estuviesen en Francia y con tanta libertad y seguridad están
tres y cuatro meses, rescatando e invernando y dando carena a sus navíos, como si no hubiese armada que los pudiese
ofender”.377
Levi Marrero: Op. cit., t. II, p. 192.
Ibidem, p. 194.
376
377
De súbditos a ciudadanos...237
Los antagonismos entre los Cabildos criollos y las autoridades coloniales parecen haber comenzado a tomar forma
definitiva a principios del siglo xvii. Ya desde entonces, las
autoridades coloniales le atribuían a los regidores y alcaldes de los Cabildos de la Tierra Adentro, así como al clero,
la responsabilidad principal en la organización del contrabando. El siglo xvii empieza con las medidas de represión
del contrabando tomadas por el gobernador Pedro Valdés
(1602-1608). Este arribó a las costas de Cuba por Baracoa,
desde donde debía trasladarse a La Habana para tomar
posesión de su cargo. Allí pudo entrar en contacto con las
dimensiones que había tomado el contrabando en las regiones orientales del país. El nuevo gobernador se percató bien
pronto que el cura de Baracoa, fray Alonso de Guzmán, era el
primer contrabandista de la localidad, y que viajaba con frecuencia a La Española para concertar operaciones de rescate
con los extranjeros. El fraile no se limitaba a promover los
contrabandos, sino que también espiaba los movimientos de
los buques y guarniciones españolas, con el objeto de tener
informados a los corsarios franceses con los que se relacionaba. El gobernador encontraría un serio obstáculo en su
propósito de sancionar al cura de Baracoa, quien contó con
la protección del obispo fray Juan Cabezas de Altamirano.
Poco tiempo después, Valdés se había convencido de que
“La causas de estar tan arraigados los rescates son los clérigos
y religiosos...”378
Las actitud suspicaz del gobernador de Santiago de Cuba,
Juan García de Navia, contra todo lo que oliera a desafección
o desobediencia entre los criollos, lo llevaron a encarcelar en
1607 al alcalde ordinario santiaguero por no cumplir sus instrucciones.379
Hortensia Pichardo: Op. cit., t. I, p. 131.
“Exposición del Gobernador de Santiago de Cuba, Juan García de Navia
a SM de 27 de Agosto de 1617”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 100, R6, no. 17, 1ª y 2ª imágenes.
378
379
238
Jorge Ibarra Cuesta
Desde luego, si las relaciones entre las autoridades coloniales
y los Cabildos se hubieran distinguido tan solo por su carácter
antagónico, el conflicto probablemente se habría manifestado
de otra forma, y evolucionado por vías diversas. De hecho, los
patriciados locales se unieron firmemente con las autoridades
coloniales, ante los asaltos protagonizados por los corsarios y
los piratas contra las villas y propiedades locales. La actitud de
los Cabildos que organizaban los cuerpos de milicia criollas
de Tierra Adentro, para combatir las agresiones de corsarios y
piratas contra villas y haciendas, dependía de las intenciones
con las que estos se acercaban a las costas. Cuando las naves
extranjeras se aproximaban en son de paz, los primeros en
negociar con ellos los rescates eran los regidores y alcaldes de
la localidad, pero cuando venían en son de guerra, los mismos
capitulares organizaban la resistencia con los cuerpos de milicias de la jurisdicción.
2. Las movilizaciones militares de las milicias criollas en la
defensa del suelo patrio
Las movilizaciones de las milicias de Tierra Adentro para enfrentar ataques e invasiones de las potencias rivales de España
en el Caribe evidencian, ante todo, la decisión de los patricios y
de la población de defender la tierra que consideraban propia
frente al extranjero. Lo más notable de los numerosos levantamientos de las milicias criollas que ocurrieron en los siglos xvii
y xviii fue la premura y puntualidad con que estas se movilizaban igual que las tropas españolas.
Así, ante el inminente ataque del corsario Francis Drake contra
La Habana en 1586, después de haber tomado Santo Domingo
y Cartagena, el gobernador Gabriel de Luxan (1584-1586) plantea, en carta al Consejo de Indias del 29 de junio de ese año, que
había trasladado desde Bayamo a “cien soldados muy buenos de
socorro, sin otros ciento y veinte que auia enviado adelante, toda
De súbditos a ciudadanos...239
excogida delante, vecinos de los lugares de la tierra adentro”.380
En otro documento, Luxan aclararía el origen de estos soldados del interior del país: en la defensa de La Habana participaron 81 hombres de Bayamo, 40 de Puerto Rico, 51 de Sancti
Spiritus, y 21 de Trinidad. Según la historiadora Irene Aloha
Wright, algunos milicianos de Tierra Adentro acudieron a la
defensa de La Habana, pues sumaron un total de 230 hombres.381 Del carácter y la disposición de esta fuerza movilizada
por Luxan daría testimonio Juan Maldonado (1596-1602 ) en
comunicación de 26 de noviembre de 1586, al destacar que
de Bayamo y Puerto Príncipe llegaron a defender La Habana,
“ciento y cincuenta hombres que los ay allí muy buena gente y
diestra en los montes que es lo que mas importa”.382
En cuanto al ánimo y voluntad de la gente de La Habana
para combatir contra la gran escuadra del corsario Drake no
faltan testimonios. En una comunicación del gobernador
Luxan al monarca, del 24 de diciembre de 1580, le explica que:
“La gente de esta villa en lo que asta agora he bisto esta muy
disciplinada y a punto en las cosas de guerra, de manera que a
los rrebatos y befas y guardas que se ofrecen acuden con mucha
diligencia y con tan gran voluntad que ninguna gente pagada
les puede hazer ventaja y muchos de ellos son muy pobres...”383
De la misma manera que se movilizaron las milicias bayamesas
para defender La Habana, también se destinaron fuerzas de esa
localidad oriental al mando del teniente del gobernador Manrique Gómez de Rojas, para la defensa de Santiago, librando
fuertes combates y matando a 17 corsarios franceses en las cercanías de la ciudad. Esas mismas fuerzas bayamesas capturaron
en Manzanillo a nueve corsarios de la misma nacionalidad y los
Wright: Op. cit., t. II, p. 57.
Marrero: Op. cit., t. II, p. 213, Irene Aloha Wright: The early History of
Cuba, MacMillan, New York , 1916, p. 350 y ss.
382
Wright: Op. cit., t. II, p. 235
383
Academia de la Historia: Op. cit., t. II, p. 33.
380
381
240
Jorge Ibarra Cuesta
ahorcaron.384 En 1691 quedaron alistados para la defensa de
La Habana todos los hombres que habitaban a la distancia de cuatro leguas de la capital. Sumaban 1,400 milicianos, de los cuales
500 poseían caballos. Con ellos se organizó una fuerza de caballería con 200 hombres de “los mejor montados”, y 200 “a la grupa”,
coraceros armados con carabinas.385
La actitud observada por las milicias criollas en el siglo xvi
se repetirá en los siglos xvii y xviii, y en cada momento en que
la precaria comunidad insular se sienta amenazada por los
ataques de los corsarios y las armadas al servicio de potencias
enemigas. En ese escenario se movilizarían las milicias de las
villas de la Tierra Adentro ante la inminencia de dos asaltos
en 1629 y 1695, con motivo de la invasión del almirante inglés Edward Vernon en el departamento oriental en 1740, y
con posterioridad en 1762 a raíz de la Toma de La Habana
por los ingleses.
Para enfrentar a la invasión de Vernon al frente de 5,000
soldados se movilizarían las milicias y tropas de Santiago de
Cuba, los indios de Tiguabos y más de mil milicianos criollos
de Bayamo, Puerto Príncipe y Sancti Spíritus. Esta última villa
envió 200 milicianos criollos a Santiago de Cuba y 200 a La
Habana. Las tropas de Vernon tuvieron 2,000 bajas.386 El Cabildo habanero, ante la grave amenaza del enemigo en 1682
compraría, con la colaboración económica de los vecinos,
40,500 arcabuces que se guardarían en la sala de armas para la
defensa de la ciudad.387
Wright: Op. cit., t. II, pp. 55-56, 98 y (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
99, doc. 165, y Marrero: Op. cit., t. II, p. 195.
385
César García del Pino: Toma de la Habana por los Ingleses y sus antecedentes,
Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 2002.
386
César García del Pino: Op. cit., pp. 35-36, Orlando Barrera: Sancti Spíritus,
sinopsis histórica, Edit. Oriente, Santiago de Cuba, 1986, p. 52.
387
Marrero: Op. cit., t. V, p. 16. Edward Vernon: Original paper relating to the
expedition to the island of Cuba, printer for M. Cooper, London 1744.
384
De súbditos a ciudadanos...241
De la misma manera que la defensa del suelo patrio dependía de la voluntad política de los patriciados locales y de la decisión combativa de las milicias criollas de la Tierra Adentro,
la oposición al propósito de la Corona y de las autoridades coloniales de reducir la autonomía de los Cabildos, de entrometerse en los asuntos que competían a su jurisdicción y reprimir
los rescates que realizaban, constituyó la levadura que generó
la identidad nacional.
3. Repercusiones en Cuba de la represión en gran escala llevada
a efecto por Osorio contra el contrabando en La Española.
La primera sublevación de Bayamo
En Cuba como en La Española, el núcleo central de los rescates en Tierra Adentro lo constituían los Cabildos locales. El
gobernador Pedro Valdés (1602-1608) de acuerdo con la política represiva decretada por la metrópolis con las despoblaciones de la costa norte de Santo Domingo, lo sabía mejor que
nadie, por lo que decidió emprender una política de mano
dura con los rescatadores de la región centro oriental de la
isla, en especial contra Bayamo. A tales fines designó como
teniente gobernador al licenciado Melchor Suárez de Poago,
con la comisión de “que con ejemplo y todo rigor, como cosa
tan grave, los castigase... (a los rescatadores)”. Al parecer, en
cumplimiento de esas orientaciones por aquellos años se produjeron las ejecuciones sumarias de contrabandistas.388 Suárez
de Poago intentó cumplir a cabalidad las instrucciones del
gobernador, en sus funciones de autoridad itinerante por el
interior de la isla. En las villas que visitó en la Tierra Adentro
condenó a muerte a 80 reos en rebeldía, así como a la pérdida
de la mitad de sus bienes. A Bayamo llegó acompañado por
una tropa de 60 hombres, y allí condenó a diversas penas a 20
acusados, a los que retuvo en prisión y decidió trasladar a otros
García del Pino: Op. cit., p. 31, 37 y 39.
388
242
Jorge Ibarra Cuesta
para La Habana, donde serían juzgados. La respuesta de los
regidores bayameses no se hizo esperar. Cerca de 200 bayameses se sublevaron armados con mosquetones, lanzas y palos, y
sitiaron la ciudad con el propósito de llevarse los prisioneros
que Suárez Poago pensaba trasladar a La Habana. Al mismo
tiempo, los regidores apelaron ante la Audiencia de Santo Domingo, invocando el precepto de las Leyes de Indias que indica que los vecinos de una villa debían ser juzgados en esta por
los alcaldes ordinarios del Cabildo. Los oidores dictaminaron
que los prisioneros no podían ser enviados a La Habana, sino
que debía juzgárseles en Bayamo por los alcaldes del Cabildo
bayamés, lo que equivalía a poner la justicia en manos de los
sublevados. La Audiencia de Santo Domingo accedió también
a la solicitud de los bayameses, cuando dispuso que Suárez
Poago se presentase en Santo Domingo a responder a los cargos que estos le hacían. En exposición a Su Majestad del 3 de
enero de 1604, el gobernador Valdés le hacía saber que era
imposible que se sancionaran a los rescatadores encausados
por Suárez Poago, porque “con ser los más ricos azendados i
emparentados en ella, i estar i resultar culpado todo el pueblo
e su gente en los dichos delitos, no han de guardar ni guardaran carzelería, ni la justicia ordinaria que allí huviere ará
instancia en esto, por que ellos mesmos son los que fomentan
y faboreszen estas causas y delitos”.389 La conclusión lógica a la
que conducía la sentencia de la Audiencia de Santo Domingo era, de acuerdo con Valdés, que, “…los soltaran luego los
alcaldes... y se andarán con la libertad (de antes) reiterando
los rescates con mayor libertad agora”.390 El obispo Cabezas
Altamirano, quien llegó a Bayamo después que Suárez Poago
dictara los encarcelamientos de los más destacados miembros
del patriciado local, había gestionado también la liberación
de los rescatadores. Una vez que el obispo se puso de acuerdo
Pichardo: Op. cit., p. 134.
Marrero: Op. cit., t. IV, p. 130.
389
390
De súbditos a ciudadanos...243
con los alcaldes ordinarios de Bayamo, Gregorio Ramos y Pedro
Patiño, dio licencia “a confesores señalados para que absolvieran a los Regatantes (rescatadores)”. A cambio, estos debían
satisfacer los derechos reales y el diezmo que adeudaban a la
Iglesia y no pagaban hacía muchos años.391
Las actividades represivas de Suárez Poago contra el contrabando en Cuba respondían a la misma orientación de la
Corona, que determinó las devastaciones del gobernador Osorio en La Española. Se trataba de una guerra declarada por la
metrópolis al contrabando en las Antillas. En España se tenía
la impresión de que las actividades de rescate no solo constituían una desobediencia flagrante de la voluntad real, sino
que conducían a una eventual alianza entre los rescatadores
criollos y los extranjeros, que amenazaba seriamente la hegemonía española en las Indias.
4. Segunda sublevación de Bayamo
La llegada de Manso de Contreras, oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo, intensificó la persecución de los
rescates en la isla. Este había sido designado para llevar a cabo
una pesquisa en relación con el asentamiento en Cuba de rescatadores de Santo Domingo que se escaparon de La Española durante las devastaciones de la costa norte ordenadas
por el gobernador Osorio. Sin embargo, una vez en Cuba,
se puso a las órdenes del gobernador Valdés para investigar
sobre las dimensiones del contrabando e instruir causa contra
los rescatadores más destacados. Su trabajo lo comenzó en
La Habana, donde ordenó la detención de más de 100 personas, las cuales quedaron en libertad provisional después de
depositar elevadas fianzas. El número de encausados se elevó
poco después a más de 200. Cuando la instrucción de la causa
concluyó, se pudo constatar que había cerca de 500 personas
implicadas en el comercio clandestino, de las cuales la mitad
García del Pino: Op. cit., p. 25.
391
244
Jorge Ibarra Cuesta
eran de Bayamo y Puerto Príncipe. Para verificar personalmente la magnitud del fenómeno en toda la isla, Manso salió de
La Habana en noviembre de 1606 con una tropa de 60 hombres
asignada por Valdés, para enfrentar cualquier sublevación que
pudieran provocar las medidas que se tomaran contra los rescatadores en Tierra Adentro. El teniente gobernador de la región
oriental, capitán Juan de Treviño, al saber que Contreras se
dirigía a su jurisdicción con el propósito de detener y enjuiciar
a los rescatadores que él había amparado, hizo una parodia de
justicia al negar toda autoridad al oidor de la Audiencia de Santo
Domingo. A esos efectos se constituyó en juez de una causa en
la que inculpó a varios indios ajenos a todo contrabando, y los
condenó al destierro y a la horca. Una vez que dictó sentencia,
movilizó a la población bayamesa aconsejándole que se internaran en los bosques y resistieran a la tropa de Manso de Contreras
si fuera preciso. Pocos días después se embarcó a Santo Domingo con 150 bayameses, para apelar la causa incoada contra los
rescatadores en las jurisdicciones orientales.392 Paralelamente, el
alcalde ordinario de Bayamo y tesorero de las minas de cobre,
el criollo Marcos Varela Arceo, había ahorcado a un peninsular
para librarse de todo tipo de responsabilidad personal en las actividades de rescate. Decidido a oponerse por todos los medios a
la intervención de Manso de Contreras en los rescates de la población bayamesa, cuando supo que este se acercaba a Bayamo
con su tropa, decidió alzarse con los vecinos en las cercanías de
la villa. De acuerdo con el testimonio de Contreras, Varela se insubordinó con unos 200 hombres,”… en cuadrillas de 20 y 40, a
caballo y con lanzas, los cuales entraban en los pueblos de noche
y dieron de lanzadas a uno de los soldados que tenía de guardia.”
Por último, Varela fue detenido cuando se metió subrepticiamente en la iglesia de Bayamo, de donde lo sacaron y encarcelaron los
soldados de la escolta del oidor.393
Isabelo Macías: Op. cit., pp. 340-344.
Marrero: Op. cit., t. IV, p. 135.
392
393
De súbditos a ciudadanos...245
5. La creciente conflictividad de los Cabildos de la Tierra
Adentro en el siglo xvii.
La reacción beligerante de los bayameses movió a las autoridades coloniales en el departamento Oriental a recapacitar sobre el alcance de la represión a los practicantes de los rescates.
El nuevo gobernador de Santiago de Cuba, Juan de Villaverde
Ureta (1608-1609) nombró como su teniente general a Hernando Ortiz y Montejo, encargándole administrar justicia y
guardar el orden con prudencia en Bayamo y Puerto Príncipe.
Tan pronto se sintió dueño del terreno que pisaba, Ortiz y Montejo enjuició a cuantas personas del vecindario principeño les
parecían involucradas en rescates y a imponerles “muy graves
penas pecuniarias, aplicándoles tercias partes y vendiendo las
propiedades de las personas contra las cuales procedió, todos
los bienes muebles y ropas de vestir por muy bajos precios”.394
De la misma manera, denegó las apelaciones de los encausados,
a la vez que los injuriaba llamándolos “bellacos y cornudos”. Un
mandamiento del gobernador Villaverde a su teniente general,
para que tuviera en cuenta la apelación del regidor principeño Antonio de Fonseca, fue incumplido. Según el gobernador,
Ortiz y Montejo alegó “razones fantásticas y sin fundamento”.
A otros encausados los acusó de portugueses decretando su
destierro o encarcelándolos con grillos y cepo.
Informado de los desafueros de Ortiz y Montejo, el gobernador Villaverde acordó su revocación “conforme a que parecían ser muchos los excesos de dho. Teniente General... cometiendo graves y atroces delitos”.395 Lo más indignante, según
Villaverde, era que había intentado sobornar por medio de
“muchos cohechos” a las víctimas de sus arbitrariedades, para
que no reclamasen ante la justicia.
“Exposición del Gobernador de Santiago de Cuba, Juan de Villaverde
Ureta a SM de 15 de Enero de 1611”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 156, R1, no. 1, imágenes 37-40.
395
Ibidem.
394
246
Jorge Ibarra Cuesta
Los tumultos y sublevaciones que protagonizaron Bayamo y
Puerto Príncipe, desde principios del xvii, tuvieron su solución
en el ininterrumpido comercio de rescate que practicaron con
corsarios y piratas ingleses, franceses y holandeses hasta la década de 1790. Durante estos años, no contamos con evidencias
de nuevas movilizaciones armadas por parte de los Cabildos de
Tierra Adentro contra las autoridades coloniales. Las devastaciones de Osorio en La Española y las sublevaciones de Bayamo, provocadas por las medidas represivas de Suárez Poago y
Manso de Contreras, provocaron que la Corona adoptase una
política de menos rigor contra el contrabando.
La unidad de los levantiscos terratenientes bayameses sería
puesta a prueba, cuando el regidor Andrés Guerra interpuso
una demanda ante la Real Audiencia de Santo Domingo, el
22 de mayo de 1622, contra una elección efectuada en enero
de 1605 en la que sus candidatos a las alcaldías ordinarias de
Bayamo fueron derrotados. En su demanda, Guerra alegaría
que sus aspirantes, por ser enemigos jurados de los contrabandos, fueron víctimas de la coacción y la fuerza empleada
por los regidores de la localidad. Uno de los candidatos de
Guerra, Gregorio Ramos, se había distinguido en el pasado,
“haciendo recta justicia, obviando los rescates de esta tierra
con mucha puntualidad…ha tomado dos o tres lanchas de
enemigos,” razones por lo que le dio su voto para alcalde
ordinario. De la misma manera había votado por el otro candidato, Gonzalo Lago, por ser “hombre libre de delitos y resgates”.
Sus argumentos, por muy oficiales que parecieran, no les sirvieron
de nada, pues la Real Audiencia de Santo Domingo le dio la razón
al núcleo dominante del patriciado bayamés.396
En otras regiones de la Tierra Adentro prevalecía un espíritu
sedicioso semejante. Mientras tanto, el monarca español expidió
Archivo Histórico Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Trasuntadas del 20 de
abril de 1624 al 6 de mayo de 1630, no. 8. Cabildo del primero de enero
de 1525, fol. 72 y dorso 73, pp. 80-81, 84 y 90.
396
De súbditos a ciudadanos...247
una Real Cédula contra los corsarios del Cabildo de Trinidad, por
haberse apoderado de unas embarcaciones inglesas sin informar a
la Real Hacienda de las mercancías que traían. En esa Real Cédula
se señala que los regidores trinitarios “habían pasado dar por buenas y legitimas las presas, sin la formalidad del Derecho”. Por tal
razón el monarca designó un juez en comisión para la ejecución de
las penas a que había dado lugar la desobediencia del Cabildo. Al
enterarse los regidores trinitarios del nombramiento, “procesaron
conspirarse con los vecinos de la ciudad de Trinidad”, para oponerse a la actuación del magistrado real. Por lo que en Real Cédula
de 13 de marzo de 1623 el monarca ordenó que se les juzgase por
malos procedimientos, indisciplina y conspiración.397 Entonces, las
autoridades coloniales comenzaron a imponer multas a los regidores por toda alteración del orden a que diera lugar su conducta.
De acuerdo con Damián Velázquez de Contreras (1624-1625),
gobernador interino de la isla, a raíz de los hechos denunciados
a fines de 1623 los regidores y alcaldes de Trinidad y Sancti Spíritus se opusieron a la designación de un teniente a guerra y justicia nombrado por el gobernador Francisco Venegas (1620-1624)
despachándolo de regreso a La Habana. Ante la forma “en que
los dos dhos. pueblos se inquietaron”, el gobernador envió un
contingente de soldados con la misión de “reducirlos y castigar
su inobediencia”. Al llegar la tropa a Trinidad los vecinos ya
no estaban en la villa, ya que se retiraron armados a las lomas
que rodeaban la ciudad, como hicieron los vecinos de Bayamo
a raíz de la visita de Manso de Contreras. Solo hallaron en la
villa al capitán Nicolás Carreño, regidor de este Cabildo, que
había sido teniente “antes de la dha. rebeldía en que el mayor
descargo que tuvieron los Cabildos, fue decir que habían sido
engañados con que la ley les permitía hacerlo”. Ante la situación creada, el gobernador Venegas decidió emplear “medios
suaves” dado el malestar existente en el centro de la isla.398
Ibidem, Libro 17, Real Cédula de 13 de mayo de 1723, fol. 137 dorso.
Ibidem, Cabildo 18 de enero de 1625, fols. 90-9.
397
398
248
Jorge Ibarra Cuesta
Una causa instruida el 26 de mayo de 1636, por no cumplir
un auto del gobernador de Santiago de Cuba a propósito de
las elecciones que se efectuaron ese año en Puerto Príncipe,
dio lugar a que fueran encausados los regidores Juan de Miranda, Juan y Francisco de la Torre Sifonte y Juan de Velazco.
Las multas impuestas a los capitulares principeños ascendieron a 25 pesos plata cada uno. Los enconados conflictos que
se derivaron de las elecciones de alcaldes ordinarios realizadas
en Puerto Príncipe el siguiente año, provocaron que se instruyera una causa contra los patricios principeños. Entre los
procesados estaban el regidor Silvestre de Balboa, autor del
Espejo de paciencia, el primer poema escrito en Cuba, el capitán
Esteban de Miranda, Juan de la Torre Sifonte y Baltasar de la
Cova. Las multas o “condenaciones” que se impusieron a los
representantes del patriciado principeño ascendieron a 9,087
maravedíes.399 Desde entonces, las autoridades coloniales ensayaron una política de tolerancia con los señores de haciendas
y capitulares de Tierra Adentro que promovían los rescates.
El papel decisivo desempeñado por los patriciados locales, en la defensa de las posesiones insulares de España en
el Caribe, propició que la organización militar de las milicias estuviese en manos de los Cabildos de Tierra Adentro
desde principios del siglo xvii. El gobernador de Santiago
de Cuba, Bartolomé Osuna (1643-1649), revelaba a Su Majestad en carta del 13 de noviembre de 1646 cómo por un
largo período de tiempo los Cabildos de “Baracoa, Bayamo
y Puerto del Príncipe se an aplicado la facultad de nombrar
en ellos Capitanes de Infantria. y demás oficiales militares
contra la voluntad de mis antecesores...” De acuerdo con
el gobernador, los oficiales designados por los Cabildos de
la Tierra Adentro no querían presentarse ante él, porque
los amedrentaban “con apercibimientos de las penas que
Archivo Histórico Oficina del Historiador de La Habana. Actas Capitulares
del Ayuntamiento de La Habana. Trasuntadas de septiembre de 1639 a 27
de enero de 1648, fols. 65-67 dorso.
399
De súbditos a ciudadanos...249
les imponen los regidores...” En realidad, los capitanes criollos de milicias respondían más a su procedencia y sentido
de pertenencia patricia, que a las amenazas de sanciones.
Lo más lamentable era, a juicio del gobernador de Santiago
de Cuba, que los nombramientos de militares y la organización de las milicias por parte de los Cabildos sucediera como
“si los Cavildos tuvieran conocimiento alguno de materias
militares”.400
Ese mismo año se suscitaba una cuestión de competencia
entre el capitán general de la isla, Álvaro Luna y Sarmiento
(1639-1647), y el gobernador de Santiago de Cuba, Bartolomé de Osuna (1643-1649). En la exposición del capitán
general a Su Majestad, del 2 de julio de 1646, responsabilizaba a los regidores santiagueros de sus conflictos con el
gobernador por negarse a recibir al capitán de milicias que
había designado para la ciudad desde La Habana. De ahí que
reclamase a la Corona que fuese “admitido por el Cabildo”,
y se impusieran a los regidores renuentes a reconocer el
capitán designado por él “graves penas a los capitulares y al
dho Gobernador, Bartolomé de Osuna y a las demás personas
que se lo impidiesen y contradixesen, executandolas en sus
personas y vienes (sic)”.401
Ese conflicto, más que una cuestión de tipo jurisdiccional,
tenía un carácter patriótico y regional. Detrás del diferendo de
competencia entre los gobernadores estaba el sentimiento de
patria local de los santiagueros, animado por su rivalidad con
la poderosa Habana.
En defensa de sus fueros regionales como gobernador, Bartolomé de Osuna argumentaba, en carta del 7 de noviembre de
1646, que a la región de la isla bajo su mando no debía enviarse
infantería de La Habana, lo que se planteaba desde la época del
“Exposición del Gobernador de Santiago de Cuba a SM de 13 de Noviembre
de 1646”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 102, R3, no. 17, imágenes 1-4, 6-10.
401
Ibidem, imagen 19.
400
250
Jorge Ibarra Cuesta
gobernador Rodrigo Velasco (1618-1625). La presencia de estas
tropas peninsulares, procedentes de La Habana, había provocado que en la región oriental que estuvieren “los vecinos de estos
lugares tan escandalizados y alborotados que siempre se temen
muchas desgracias, eomo ya ha sucedido y tiene este testigo por
muy cierta... que si con su prudencia no tolerara estos encuentros
fuera muy cierto suceder lo referido...”.402 Los intereses locales
de los principeños colisionaron seriamente también con los del
gobernador y capitán general de la isla, Álvaro Luna y Sarmiento, debido a las incursiones que efectuaba anualmente el capitán
Martín Flores de Arteaga en la región principeña, para abastecer
de ganado y casabe a la Armadilla que recorría las costas de la isla.
El Cabildo de Puerto Príncipe, en la persona de su alcalde ordinario, Francisco Peláez, invocó una Real Cédula del 26 de mayo de
1643, según la cual los gobernadores de la isla no podían exceder
sus jurisdicciones, ni tomar disposiciones que afectaran la competencia de los otros. Las intrusiones de Flores de Arteaga en el
territorio principeño, con dos embarcaciones que se fondeaban
en el puerto de Higüey y 30 hombres de infantería que recorrían
las haciendas monteando ganado, provocó numerosas protestas
de los principeños. En los tres autos distintos con los que el alcalde y el escribano del Cabildo, Juan Alberto de Alarcón, instruyó a
Peláez sobre la Real Cédula de mayo de 1643, se demandaba de
este que hiciera retirar la infantería, “por los inconvenientes de
su asistencia en ella, debiendo resultar con protestación y de no
hacerlo sea su culpa todos los daños escandalosos y alborotos que
la infantería causare”.403 La última advertencia de las autoridades
de Puerto Príncipe a Flores Arteaga reflejaba la situación existente en la villa, “están los vecinos de estos lugares tan escandalizados
y alborotados que siempre se temen muchas desgracias”.404
“Exposición del Gobernador de Santiago de Cuba a SM de 13 de Noviembre de 1646”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 102, R3, no. 17,
imágenes 110-112.
403
Ibidem, imagen 54.
404
Ibidem, imagen 111.
402
De súbditos a ciudadanos...251
En un último auto instruido por el escribano Alarcón, el
capitán de la Armadilla, Flores Arteaga, consignó que “se me
requirió retirar la infantería que traigo en mi compañía por
ordenes del Sr. Gobernador...” Por último escribió que “se
me notificó e intimó y retire la dha infantería al puerto del
Higüey”.405 Evidentemente el capitán general, bajo la presión
del Consejo de Indias o del monarca, cambió de posición y
le ordenó a Flores Arteaga que retirara la infantería de las
haciendas y estancias principeñas, para evitar más confrontaciones de las existentes entre el patriciado principeño y el
capitán general.
El clero criollo era copartícipe de la desobediencia generalizada del patriciado a las autoridades coloniales. En carta a Su
Majestad del 10 de enero de 1651, el gobernador de Santiago
de Cuba, Diego Felipe de Ribera (1649-1654), le informaba sobre el estado de insubordinación general en que se encontraban los frayles y religiosos criollos del Convento de San Francisco de la ciudad. De acuerdo con el gobernador, la causa de
la “indecencia y poca autoridad” de la iglesia catedral de Santiago de Cuba se debía a que “por cerca de 20 años no venía a
ella Obispo de España y los demás eclesiásticos procedían con
mucha libertad”.406 El origen de los escándalos protagonizados
por los sacerdotes criollos de la ciudad guardó relación con el
apresamiento, por parte del gobernador, de “un mozo que por
vivir libre y con escándalo andaba en hábito de estudiante”. No
les bastó a los clérigos con citar ante la justicia la gobernador
por medio del juez eclesiástico, sino que se movilizaron “juntándose en la plaza pública con palos y piedras y otras armas
ofensibas con animo de romper y quebrantar el cuerpo de
Ibidem, imagen 68.
“Carta del Gobernador de Santiago de Cuba Felipe de Ribera a SM de 10
de Enero de 1651”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 102, R6,
no. 50, imágenes 1 y 2. A propósito del tiempo que permaneció vacante la
sede del obispado de Santiago de Cuba. Véase a Emilio Bacardí: Cronicas de
Santiago de Cuba, Barcelona, 1908, pp. 31-33.
405
406
252
Jorge Ibarra Cuesta
guardia donde yo avía mandado poner el dho. preso”. A estas
violaciones del orden se añadieron los insultos que profirieron contra el gobernador cuando se presentó en el cuerpo de
guardia, “diciéndome en voces altas palabras de grave ynjuria
y de las mayores del derecho, indignas de mi persona y del
oficio que administro”. Los tumultos alcanzaron tales proporciones con “la bocería y ruidos de campanas de las iglesias”,
que acudieron “muchos vecinos y el pueblo”, al lugar de los
hechos. Ante la situación creada, el gobernador se vio precisado a libertar al preso a instancias de dos de los prebendados
de la Catedral que cumplían la función del obispo ausente.407
Según la versión del gobernador, el estado sedicioso de los
clérigos obedecía a la situación existente en el Convento de San
Francisco y el de Bayamo. Antes que ocurrieran los disturbios
de Santiago, en Bayamo se había llegado al extremo de que “el
guardián del convento le quitase un preso a un ayudante que
con mi orden lo llevaba a la prisión, lo qual disimulé por no
causar alboroto.”408 A pesar de su condición de almirante de
la armada española, el gobernador Ribera no podía imponer
el orden en el Departamento Oriental de la isla. Las sucesivas
concesiones a las imposiciones de los clérigos dejaban entrever el creciente poder de los criollos en la región oriental.
Al asumir el mando como gobernador de Santiago de Cuba,
Pedro Bayona Villanueva (1664-1670) escribió a Su Majestad
una carta fechada el 8 de julio de 1664 informándole sobre la
honda división que había encontrado en la ciudad. De acuerdo con el nuevo mandatario, su antecesor en el cargo, Pedro
Morales (1659-1662), había “descubierto una conspiración en
la que se trataba de prenderle y poner ellos gobernador, en
la qual había un Sargento Mayor, Don Francisco Fernández
de Velazco, Francisco López Arias, que ocupaba los oficios de
de Tesorero y Contador, Pedro Ramos, Provincial de la Santa
Ibidem.
Ibidem, imagen 3.
407
408
De súbditos a ciudadanos...253
Hermandad, Agustín Ramos, su hermano rexidor, Don Pedro
de Arenal, Procurador General y Diego Fernández Notario de
la Curia...”409
El hecho que en la conjura se destacasen personalidades
relevantes del patriciado local y del Cabildo santiaguero, sugiere que pudo haberse estado dirimiendo otro conflicto de los
criollos con las autoridades. Luego que el gobernador apresara al sargento mayor fue puesto bajo custodia de un alférez y
cuatro soldados, lo que no surtió el efecto deseado pues a los
pocos días se fugó.410 No disponemos de otra documentación
que aclare cuál fue el desenlace de estos hechos.
Las frecuentes actividades contrabandísticas a mediados de
año en el golfo de Manzanillo motivaron que el gobernador
Bayona Villanueva rindiera un amplio informe a Su Majestad,
en carta enviada el 14 de diciembre de 1665. De acuerdo con
su exposición, un navío holandés y otro francés de 600 toneladas cada uno, estuvieron descargando mercancías por un valor
de 40,000 pesos durante seis meses, cargando a su vez 40,000
cueros de res y otros productos. Poco tiempo después tuvo una
buena acogida en Manzanillo un navío, “cuio capitán Diego
Cordero saltó a tierra y llegó a Bayamo desde donde bino a
esta ciudad con dos alcaldes de Bayamo y no allandome en ella
pasó al Morro y me dixo que el avía salido de Cadiz... que le
diese licencia para descargar el registro para Manzanillo...”411
La idea del singular capitán del apócrifo navío español era
dirigirse al puerto de Santiago de Cuba para terminar de descargar la mercancía que llevaba a bordo, para lo que solicitaba también permiso del gobernador. Bayona Villanueva le
“Carta del Gobernador de Santiago de Cuba Pedro Bayona Villanueva a
SM de 8 de Julio de 1664”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 104,
R5, no. 45, imágenes 1ª-4ª.
410
Ibidem.
411
“Carta del Gobernador de Santiago de Cuba Pedro Bayona Villanueva a
SM de 14 de Diciembre de 1665”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 104, R5, no. 61, imágenes 1ª y 3ª.
409
254
Jorge Ibarra Cuesta
prohibió que descagase mercancías en Manzanillo, y le instruyó
“que se viniese al puerto desta ciudad donde con vista del
registro le daría el despacho conveniente”. Ante la conducta
sospechosa de Cordero, que regresó a Bayamo, el gobernador
mandó un despacho a los alcaldes, quienes aparentemente se
retiraron a esa villa, “en que les mandaba a obligar al Capitán
Diego Cordero se embarcase dentro de 24 horas”. Les ordenaba también que difundiesen un edicto con pena de muerte al
vecino de Bayamo que se dirigiera a Manzanillo. La tardanza
en difundir la orden provocó que Bayona Villanueva comentase en su informe al monarca que “actuaron con omisión”
pues aunque consta que echaron bandos, “fueron para hazer
tiempo que el capitán hechase algunos generos, que dar cumplimiento a mi horden”.412 Como se evidenciaría después, el
navío estuvo descargando contrabando todo el tiempo, desde
que su capitán desembarcó y se dirigió a Santiago de Cuba.
Tomando en cuenta el relato del gobernador, Cordero regresó
a Manzanillo con un capitán de milicias de Bayamo, encontrándose por el camino con un capitán extranjero “que dixo
haverse desembarcado en Manzanillo, con onze hombres que
benian de Amsterdam y deseaban pasar al lugar a dar quenta a
los alcaldes para que recibieran a el barco”. El capitán extranjero “venía con resolución de cassarse en el Bayamo porque así lo
havía dexado ajustado cuando salió de aquel puerto”. Esta idea,
según relató, la concibió después de tener conocimiento que
“el piloto que havía venido en el navío de Francisco de Frías
se casso al tiempo que tubo el navío en el puerto y siendo
presente vtro. cura que lo santificó y lo cassó y alcaldes hordinarios que le dieron vecindad”. En un pasaje oscuro de la narración del gobernador se establece que Cordero y el capitán
de milicias se apoderaron del navío holandés, y apresaron al
capitán del barco Francisco Zorrilla. Al comparecer prisionero
ante los alcaldes bayameses, este presentó un escrito alegando
412
Ibidem.
De súbditos a ciudadanos...255
que “el capitán Diego Cordero, quien lo apresó, no se llama
sino David, y que hera cassado en Amsterdam de donde había
salido 8 o 10 días primero que él con su navío”. Aparte de la
enemistad entre ambos, declaró que Cordero lo había apresado “mirando a ver si podía conseguir el de que le dieran
permiso los alcaldes Ordinarios para descargar”.413
Al enterarse el gobernador Bayona de las andanzas de los
contrabandistas envió un navío desde Santiago de Cuba a
Manzanilla, con órdenes terminantes de arrestar a los capitanes españoles Diego Cordero y Francisco Zorrilla, radicados
en Amsterdam, y a sus navíos holandeses; pero estos zarparon
del puerto de Manzanillo después de efectuar los rescates tranquilamente con el consentimiento de los alcaldes bayameses.
Convencido de que no eran más que un teatro escenificado
por los alcaldes las réplicas y contra réplicas que desde Bayamo
le remitieron Cordero y Zorilla, desde Bayona decidió enviar dos
jueces de Comisión, Benito Tristá y Agustín Velázquez, oficiales
reales, para instaurar el orden en Bayamo. El gobernador se había percatado tarde de que “sin tener persona de quien poderme
fiar porque estos sujetos están rematados, esta hera una materia
a la que solo yo le podía dar todo cumplimiento...” La conclusión
de sus reflexiones sobre el estado de cosas que se encontró en el
Departamento Oriental de Cuba era que “si VM no toma grande
resolución en estas materias ha perdido esto”.414 Los jueces designados por Bayona Villanueva no duraron mucho tiempo.
En carta a Su Majestad del primero de enero de 1666, Bayona Villanueva le anunciaba que el desempeño de las funciones de Tristá y Velázquez en Bayamo había sido inmoral, y
coincidía con la denuncia que el obispo formulase contra la
actuación de estos como jueces en comisión: “habiendo reconocido lo mal que estos obraron, parece que el Obispo me pidió consintiese en que por su parte se hiciesen las diligencias
Ibidem.
Ibidem.
413
414
256
Jorge Ibarra Cuesta
convenientes para descubrir la ropa y generos que habían
hallado....”415 Evidentemente, tan pronto los jueces llegaron
a Bayamo se involucraron en actividades ilícitas. A juicio del
gobernador, la única manera de aplacar los contrabandos
era en términos militares, o sea, “con muchos hombres para
executarlo” una vez que “Bayamo consta de 550 hombres y
el Puerto Príncipe más de 600”.416 Era preciso reducir militarmente a los focos contrabandistas para terminar con los
rescates. La conclusión de Bayona Villanueva era que a los
gobernadores no les era posible mantener funcionarios que
los representasen en las villas de la Tierra Adentro.
En otro contexto, la toma de Puerto Príncipe por parte de
Morgan motivó una carta del gobernador Bayona Villanueva
a Su Majestad, el 8 de abril de 1668, en la que le comunica su
intención de que compareciesen ante su presencia capitulares,
los dos alcaldes y el procurador general de la ciudad, porque
“aquellos vecinos an sido siempre indiciados en genero de
rescate con los enemigos piratas. Y si combenimos me a parecido combeniente mandar a comparecer ante mi al sargento
Mayor y alcaldes hordinarios para oírles, aviendoles hecho
cargo de lo mal que han obrado”. A juicio de Bayona, la población de Puerto Príncipe era suficiente para impedir el asalto
de las fuerzas de Morgan, por lo que pensaba que los regidores
debían haber estado involucrados en actividades ilícitas con el
pirata inglés y debían “ser castigados”, lo que les “servirá de
escarmiento”.
Las declaraciones de los vecinos de Puerto Príncipe, tal como
consta en los autos instruidos por Bayona Villanueva en 1668,
atestiguan que la cantidad de invasores empeñados en combate
en las afueras de la villa fue de 700 hombres, y el de los vecinos de 800, pero “en la práctica, en armamento y en destreza
“Carta del Gobernador de Santiago de Cuba Pedro Bayona Villanueva
a SM de 1º de Enero de 1666”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 104, R5, no. 49, imágenes 1ª y 3ª.
416
Ibidem.
415
De súbditos a ciudadanos...257
el contraste era inmenso”. En aquel choque que duró cuatro
horas, según el holandés A. O. Exquemelin, pereció el alcalde,
que era el caudillo principal, y otros vecinos que combatieron denodadamente contra los invasores. El historiador César
García del Pino comentó al respecto que los principeños, “no
sin causar bajas al adversario y sin desanimarse continuaron
combatiendo en la entrada de la población y después desde las
mismas casas”.417 Exquemelin consignó en la primera edición
de su libro en 1678 que los principeños se les opusieron como
“bravos soldados” contra los piratas que eran “diestrísimos en
jugar las armas”. Cuando finalmente los piratas lograron acceder a la villa, los vecinos les disparaban sus arcabuces “desde
las ventanas”.418 La versión prejuiciada del gobernador Bayona
Villanueva, sobre el valor de los principeños en defensa de su
patria, revelaba el abismo de incomprensión que comenzaba a
separar a las autoridades de las comunidades criollas.
El gobernador Gil Correso Catalán (1683-1688) informaba a
Su Majestad, en comunicación del 2 de diciembre de 1689, sobre el estado de ánimo en la Tierra Adentro durante su pasado
mandato en Santiago de Cuba. De acuerdo con su exposición,
en las villas de Bayamo, Puerto Príncipe, Baracoa, y el Caney
no se podían reunir en ningún momento más de 200 hombres
llamados a rebato. La situación en esas villas no parecía ser muy
tranquila, pues como gobernador de Santiago de Cuba había
solicitado que se designaran dos tenientes en Puerto Príncipe
y Bayamo; pero como a estos no los recibieron “muy bien”,
después de consultar con la Real Audiencia de Santo Domingo
decidió “ir en persona a poner en posesión dos Thenientes por
César García del Pino: El corso en Cuba. Siglo xvii, Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 2001, pp. 145-146 (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 104, ramo 2. “Autos formados por el Gobernador de Santiago de
Cuba, Don Pedro Bayona”.
418
Esquemeling: Piratas de las Américas. Comité Nacional Cubano de la
Unesco. La Habana, 1963, pp. 196-198.
417
258
Jorge Ibarra Cuesta
si (h)ay alguna rebelión de los malcontentos”.419 No obstante,
Correoso Catalán pedía a Su Majestad que tomará la medida
que estimase más conveniente al respecto, pues “en este paraje
conviene las aya como frontera con el enemigo”.420
El gobernador de Santiago de Cuba, Tomás Pizarro Cortés
(1689-1690), en misiva dirigida a Su Majestad el 24 de enero de 1689, le atribuía la impunidad con que se efectuaban
los rescates en Bayamo a que no había “personal asistencia
de un juez que tenga el calor de esta ciudad y la de Cuba
(Santiago de Cuba)”.421 En otra carta a Su Majestad, del 28
de enero de 1689, revelaría uno de los problemas más difíciles que desde el siglo xvi afectaban a los gobernadores en
la represión de los rescates. De acuerdo con Pizarro, mientras los gobernadores de Santiago de Cuba encargaban a los
alcaldes criollos de Bayamo y Puerto Príncipe la denuncia
y persecución de los rescates, no se podía erradicar el contrabando, “los gobernadores por no poder dexar la plaza
cometen las diligencias a los alcaldes ordinarios y estos como
son vecinos emparentados no cumplen con el servicio de
Vtra. Magd”.422
Los criollos actuaban como una sola gran familia en defensa
de los intereses comunes de las villas. De ahí que el gobernador de Santiago de Cuba propusiera a Su Majestad que para
“remediar este desorden Vtra. Magd. hubiere de proveer alcaldes
maiores en dhas. villas”.423
“Carta del Gobernador de Santiago de Cuba Gil Correoso Catalán a
SM de 2 de Diciembre 1689”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 110108, R4, no. 61, imágenes 1ª, 2ª,14ª y 15ª.
420
Ibidem.
421
“Carta del Gobernador de Santiago de Cuba Tomás Pizarro Cortes a SM de
24 de Enero de 1689”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 110, R3,
no. 30, imagen 5ª.
422
Carta del Gobernador de Santiago de Cuba Tomás Pizarro Cortes a SM de
28 de Enero de 1689”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 110, R1,
no. 6, imagen 1ª.
423
Ibidem.
419
De súbditos a ciudadanos...259
En otras palabras, se planteaba nombrar a funcionarios españoles que, como alcaldes mayores, tuvieran poderes por encima
de los alcaldes criollos electos en las villas por el patriciado. Al
parecer el intento de proveer de tenientes a Bayamo y Puerto
Príncipe por su antecesor en el cargo, Correoso Catalán, no surtió efecto tampoco, a pesar de su decisión de darle posesión personalmente en sus cargos.
En carta a Su Majestad del 20 abril de 1692, el gobernador
de Santiago de Cuba, Sebastián de Arancibia Isasi (1692-1698),
le expresaba que en el mes de febrero “se sublevó y tumultuó la villa de Bayamo, siendo causa de este motivo los dos
alcaldes ordinarios, Alonso de Fonseca y Mejía y Francisco
Ramón de Aranzibia...que habiendo llegado el día de año
nuevo, dispusieron no ubiese elecciones, pareziendoles de
esta suerte que serían alcaldes este año de 92, por interés de
la permisión de comercios prohibidos”.424 Desde luego, para
que lo bayameses efectuasen rescates no era preciso que, los
alcaldes Fonseca y Aranzibia, prohibiesen las elecciones que
se realizaban todos los años el primero de enero con el propósito de permanecer en las alcaldías. La suspensión de la
elecciones por los alcaldes podía ser una respuesta a alguna
medida de las autoridades coloniales, como las propuestas en
1665 y 1689 por los gobernadores Bayona Villanueva, Correoso Catalán y Pizarro Cortés, respectivamente, de imponer jueces en comisión, tenientes o alcaldes mayores por encima de
los alcaldes ordinarios que elegían cada año estas villas.
De todos modos, el gobernador Arancibia le escribió en
mayo a Su Majestad instándolo a que promulgase una Real
Cédula con la finalidad “de desterrar a esos dos sujetos de
esta Isla”.425
“Exposición del Gobernador de Santiago de Cuba, Sebastian Arancibia a
SM de 20 de Abril de 1692”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 111,
R2, no. 72, imágenes 1ª y 2ª.
425
Ibidem.
424
260
Jorge Ibarra Cuesta
Las medidas propuestas por los gobernadores pudieron
haberse considerado demasiado arriesgadas en la época,
dada la autonomía que disfrutaban las comunidades criollas,
y la decadencia del poder colonial en al siglo xvii, por lo que
esta demanda no fue atendida en Madrid. Le correspondería
a la dinastía borbónica, en las nuevas condiciones del siglo
xviii, imponer el mando de los tenientes gobernadores en las
villas indianas.
A pesar de su conocida desobediencia a las disposiciones
de las autoridades coloniales, y de su creciente autonomía e
identidad, en Bayamo, como en otras localidades de la Tierra
Adentro, el casamiento de una infanta era motivo de grandes
festejos durante cuatro días, asistiendo masivamente a la iluminada Plaza Mayor. Hubo también bailes, representaciones teatrales y mascaradas escenificadas por los pardos. Por último, se
realizó una lidia de toros y durante la corrida desfilaron ocho
cuadrillas con sus padrinos.426
¿Devoción monárquica, sentida dependencia a la metrópolis o pretexto para festejar el vecindario por lo alto con el
respaldo de las autoridades coloniales? Lo mismo pudiera preguntarse sobre la religiosidad de los santiagueros y su numeroso santoral. Los santos protegían a la ciudad contra distintas
calamidades: San Isidoro (contra las sequías), Juan Crisóstomo (contra las inundaciones), Nuestra Señora de los Dolores
y la de la Candelaria (protectoras frente a los terremotos) San
Antonio de Padua, (abogado de los cultivos, las cosechas y los
frutos), el Ecce Homo (custodio de la ciudad).427 La religiosidad santiaguera motivada, en parte por la necesidad de protección del vecindario frente a los fenómenos naturales, no
era obstáculo para aplacar sus protestas e inconformidad con
las arbitrariedades del poder colonial español.
Olga Portuondo Zuñiga: Viétas criollas, col. Enrramadas, Ed. Santiago,
Santiago de Cuba, 2009.
427
Ibidem.
426
De súbditos a ciudadanos...261
En unos autos certificados por Francisco Duque de Estrada,
escribano público del Cabildo de Santiago de Cuba, del 2 de
octubre de 1694, el oidor Antonio de Oviedo y Baños, de la Real
Audiencia de Santo Domingo y juez en comisiones en Santiago
de Cuba, exponía que el alcalde de esa ciudad había sido encarcelado por el gobernador. En esos autos Oviedo y Baños expresaba
que se “dio confirmación al Sr. Capitán Lázaro de Castro, Alcalde
ordinario que era desta dha. ciudad.en 8 de Agosto de 1693.constando que es propiedad de dho oficio y que al presente caresse del
exercicio por estar preso por su merced, dho Sr. Gobernador”.428
El gobernador referido era Sebastián de Arancibia (1692-1698),
a la sazón mandatario de Santiago de Cuba, quien daba continuidad a la política represiva de las autoridades contra los regidores
y alcaldes que se oponían a sus designios.
Por otro lado, el propósito de la Corona de vender oficios
vacantes de los Cabildos, de sus posesiones ultramarinas, encontró serias dificultades en Bayamo y Puerto Príncipe. El oidor Antonio de Oviedo y Baños, en cumplimiento con la Real
Cédula del 29 de enero de 1692, que dictaba que la venta de
los regimientos y otros oficios vacantes de los Cabildos de la
región oriental de Cuba se anunciaran en pregón y rematasen
públicamente, se quejó en carta a Su Majestad del 4 de junio
de 1693 “por la poca estimación que han tenido los que sirven estos oficios en el tiempo pasado, se hallan los ánimos de
los vecinos sin aliento para entrar en ellos”.429 La renuencia de
los patricios bayameses y principeños en acceder a los oficios
vacantes del Cabildo parecía obedecer no solo al alto importe que pedía la Corona por estos, sino como una muestra de
censura por los enfrentamientos recientes que tuvieron con
las autoridades.
“Exposición del Gobernador de Santiago de Cuba, Sebastian Arancibia a
SM de 20 de Abril de 1692”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 111,
R2, no. 72, imágenes 1ª, 2ª y 5ª.
429
“Exposición del del Oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo, Diego
Antonio de Oviedo y Baños a SM de 4 de Junio de 1694”, (AGI), Audiencia de
Santo Domingo, leg. 112, R2, no. 31, imágenes 1ª y 2ª.
428
262
Jorge Ibarra Cuesta
De manera parecida el oidor Oviedo y Baños, en otra carta a
Su Majestad del 30 de junio 1695, le informaba que el patriciado
santiaguero no había comprado los oficios de regidores que tenía
en venta la Real Hacienda en la ciudad. Se trataba, evidentemente, de una actitud de resistencia adoptada por los patricios de la
ciudad contra el interés manifiesto de la Corona en recaudar importantes sumas de dinero con la venta de oficios en la isla. Oviedo y Baños pensaba, sin embargo, que la causa de la negativa de
los patricios en integrarse al Cabildo santiaguero era solo por su
repulsión marcada a la actitud despótica de la que hacían ostentación los gobernadores de la ciudad. Otra razón de peso, según
el oidor, era la represión coyuntural desatada contra el Cabildo,
por oponerse al apresamiento del gobernador Juan Villalobos.
A su modo de ver, los patricios de la ciudad no situaron posturas
para adquirir los oficios de regidores porque aun “si se les diese
graciosamente, porque la experiencia (h)a dado a conocer que
estas ocupaciones traen muchos sinsabores y ninguna utilidad,
a causa de que no se les guardan sus pribilegios (sic), ni se les
atiende como se debería por los gobernadores, que los ultrajan y
atropellan...”430 De acuerdo con sus planteamientos, tal situación
se había agravado “con las mortificaciones y persecuciones que
padecieron los capitulares que solicitaron por cumplir con su
obligación que se restituyese a Don Juan Villalobo al gobierno del
que había sido violentamente despojado por el Lcdo. Francisco
Manuel Roa, que le prendió sin (h)aver presentado en el Cabildo
la orden que decía tenía de SM para ello”.431 Los sucesores de Villalobos en la gobernación de Santiago de Cuba, Álvaro Romero
Venegas (1691-1692) y Sebastián de Arancibia Isasi (1692-1698)
le dieron seguimiento a las medidas represivas contra los regidores santiagueros.
“Exposición del Oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo, Diego
Antonio de Oviedo y Baños, a SM de 30 de Junio de 1695”, (AGI),
Audiencia de Santo Domingo, leg. 113, R2, no. 9, imágenes 1ª y 2ª.
431
Ibidem.
430
De súbditos a ciudadanos...263
6. Asaltos corsarios a Puerto Príncipe
Una muestra de la violencia que podían desatar los asaltos
de piratas y corsarios extranjeros a las villas de la isla, la constituyeron las sucesivas agresiones de corsarios a Puerto Príncipe.
Una primera invasión ocurrió cuando Henrry Morgan se
apoderó en 1668 de la villa. De acuerdo con fuentes de información inglesas, la expedición de Morgan fue enviada por
el gobernador de Jamaica, Modyford, para comprobar si en
Cuba había fuerzas capaces de arrojar a los británicos de la
isla que gobernaba. De Puerto Príncipe salió Morgan con un
valioso botín de más de 50,000 pesos en oro y plata, aparte de
500 reses saladas.432
El segundo ataque a Puerto Príncipe fue proyectado también desde Jamaica. En carta del gobernador Francisco de la
Vega (1678-1683) a Su Majestad, del 8 de marzo de 1679, este
le plantea que el alcalde ordinario de Puerto Príncipe, Joseph
de Miranda, le informó que al amanecer del 20 de febrero se
presentó el enemigo en dicho vecindario, saqueando todo lo
que era de valor, secuestrando algunas mujeres y retirándose
hacia la costa. En los sangrientos choques entre los pobladores
y los franceses, según la exposición del alcalde criollo Joseph
de Miranda, “murieron de nuestra parte 19 hombres... y del
enemigo quarenta y siete, al que todavía se le iba siguiendo hasta
la mar”.433 Un informe posterior del Cabildo de Puerto Príncipe,
suscrito entre otros por los regidores Joseph de Agüero Castañeda, Francisco de Miranda Argüelles y José Miranda Barona,
indicaba que los corsarios franceses, desde su navío, reclamaban 50,000 pesos por la devolución de las mujeres. También
se informaba que el Alférez Pedro de Varona, hijo del alférez
Fernando Portuondo: Historia de Cuba, Imprenta Nacional de Cuba,
La Habana, 1965, p. 157.
433
“Exposición del Gobernador de Santiago de Cuba, Francisco de la Vega a
SM de 8 de Marzo de 1679”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 106,
R2, no. 60, imagen 1ª.
432
264
Jorge Ibarra Cuesta
muerto en los combates por la villa, y referido en la exposición
del Cabildo, “les quitó unas mujeres” que llevaban en la retirada hacia la costa.434
7. Reactivación de las protestas en Bayamo y Puerto Príncipe
La represión del contrabando tomó fuerza en la medida
que la Corona sintió la necesidad de ejercer un control más
riguroso sobre sus posesiones en las Antillas, ante la amenaza
que representaban para su dominación en el Caribe las nuevas
posesiones coloniales francesas e inglesas de Jamaica y Haití.
El reto que significaba para la hegemonía española en el Caribe la conquista de esos territorios por las potencias europeas,
demandaba una política de mano dura con los Cabildos. Los
Hasburgo sentían que perdían terreno en la mayor de las Antillas, mientras que el comercio procedente de la península no
podía resolver las necesidades de la Tierra Adentro y se incrementaba el contrabando con las posesiones enemigas. Quienes exigían la libertad de comercio con el extranjero podían
demandar, en un futuro, la separación de la metrópolis como
sugerían algunas de sus declaraciones. Las nuevas medidas represivas del contrabando provocaron, una vez más, la reacción
de desafío y violencia que signó la actitud de los patriciados
criollos a principios de siglo.
A fines de la década de 1680 la desobediencia de los bayameses seguía manifestándose con el desenfado de costumbre. El gobernador de Santiago de Cuba, Álvaro Romero
Venegas (1689-1690) en exposición al monarca español del
20 de mayo de 1689, le hacía saber la manera en que el
Cabildo bayamés desconocía al monarca y al gobernador,
“no son vasallos de V.M porque a mi no me reconocen por
Gobernador, ni me obedecen y [a] ningún despacho que he
(AGI). Audiencia de Santo Domingo, leg. 106, R2, no. 60.
434
De súbditos a ciudadanos...265
enviado allí le han dado cumplimiento”. A continuación Romero comentaba sarcásticamente que a estos les sobraba la
plata para comprar los distintos géneros de ropa que traían
los holandeses, pero no para tributar a la Real Hacienda.435
Por su parte, el oidor de la Audiencia de Santo Domingo,
Tomás Pizarro Cortés, instructor de causas por rescates en
la isla, en comunicación de 14 de junio de 1689, informaba
que “en Bayamo y Puerto Príncipe han sido los comercios
con Jamaica y navíos del norte tantos y tan escandalosos”,
que no se podía considerar a una persona o un grupo de
personas culpables, sino a todos.436 El primero de enero de
1692 los alcaldes bayameses Álvaro de Fonseca y Francisco
Pavón de Aransibia prorrogaron su mandato como resultado de las elecciones convocadas por el Cabildo, en violación
a las disposiciones que prohibían a los alcaldes continuar
en el poder por más de un año. Ante esa trasgresión a las
Leyes de Indias, el gobernador Juan Villalobos (1690-1692)
los cambió por dos alcaldes de la Santa Hermandad, por lo
que “se tumultuó la villa de Bayamo, siendo cabeza de este
motín los dos alcaldes ordinarios Don Álvaro de Fonseca y
Don Francisco Pavón, que lo fueron el año antecedente...
por interés que tienen en la permisión del Comercio con
extranjeros”.437 Villalobos ordenó entonces que se detuviesen y desterrasen de la isla a los cabezas del motín, pero
estos se fugaron, desconociendo las autoridades donde pudieran encontrarse.
8.Incremento de los rescates en el Caribe
El 25 de marzo de 1690 el capitán general de la isla, Severino
Manzaneda (1695-1702), le informaría a Su Majestad sobre el
creciente comercio clandestino en Trinidad y Sancti Spíritus,
Marrero: Op. cit., t. IV, p. 149.
Ibidem, t. IV, p. 149.
437
ANC. Academia de la Historia de Cuba, caja 90, no. 667.
435
436
266
Jorge Ibarra Cuesta
atribuyéndolo al contrabando que mantenían los franceses
desde Haití y al estrecho contacto con esas villas, al hecho de
que no eran visitadas por barcos españoles y a la falta de ropa
que tenían los vecinos. Otra razón de peso del comercio de
rescate en esas localidades era, según Manzaneda, que la piel
de corambre era comprada por los merodeadores del Caribe
a tres pesos, mientras que los españoles la pagaban a medio
peso. De acuerdo con el gobernador en Bayamo y Puerto Príncipe, “No conocen Señor en la obediencia tratando y contratando con Jamaica con la mayor disolución que es ponderable,
sin temer el castigo que merecen refugiándose en el monte
cuando se ha intentado, incorporándose con sus armas en tal
grado que ningún Ministro halla arbitrio a su ejemplar castigo
por imposibilidad”.438 En 1693 el monarca español expedía dos
Reales Cédulas, demandando que se reprimiera severamente
el contrabando con las posesiones inglesas, “...la gran introducción de comercios con extranjeros que hay en los lugares
de la Trinidad, Sancti Spíritus y Vayamo así como el grande
exceso con que los vezinos del Puerto del Príncipe y Villa de
Vayamo tratan y comercian en Jamaica, sin temor del castigo
refugiándose en el monte cuando se intenta aprehenderlos.”439
Más tarde, el gobernador de Santiago de Cuba era objeto de
similares acusaciones, y hasta de fletar embarcaciones para comerciar con las posesiones europeas en las Antillas.440
En una exposición de los hechos que enviara a Su Majestad el gobernador Diego de Viana Hinojosa (1687-1689),
el 18 de abril de 1682, le relataba que su comisionado para
la represión de rescates en la Tierra Adentro, Cristóbal de
Hoces, descubrió un paraje en la costa, cerca de Remedios,
ANC. Academia de la Historia de Cuba, caja 90, no. 667, caja 91,
no. 673 y 680.
439
Archivo Histórico Museo Ciudad de La Habana. Reales Cédulas y Despachos. Trasuntadas, vol. 1693-1723, fol. 22.
440
Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Trasuntadas.
vol. 1661-1667, fol. 126.
438
De súbditos a ciudadanos...267
donde un navío inglés desembarcaba un cargamento con
la aquiescencia del alcalde de la Hermandad, Miguel de
Monzón, y de José Rangel, por lo que decidió arrestarlos.
Según consta en la referida carta, el alcalde respondió que
“allí nadie tenía jurisdicción sino él, porque en saliendo de
la Havana solo el mandaba, ni el Gobernador la podía dar, de
que resultó maltratarle y herirle”.441 De acuerdo con otro memorial del Gobernador Viana, la herida de Hoces consistió
en un machetazo que le asestó Rangel. Después de haberse
impuesto a la tropa de Hoces, los rescatadores criollos de la
localidad les entregaron a los ingleses ocho cerdos, 13 gallinas y 20 tortugas que estos se llevaron tranquilamente ante
los ojos atónitos de los soldados del rey.
9. Nuevas sediciones en Puerto Príncipe
Otros acontecimientos sesgados por el mismo espíritu levantisco se llevarían a cabo ese año en Puerto Príncipe. Al oidor
de la Real Audiencia de Santo Domingo, Diego Antonio de
Oviedo y Baños, designado por Real Cédula de 20 de julio de
1669, se le asignó la misión de visitar a Puerto Príncipe para
darles continuidad a las causas instruidas por el oidor Pizarro
Cortés, por lo que le escribiría al rey informándole que su presencia en esa villa no traería otros resultados que: “Además
de exponer mi vida a manifiesto riesgo de perderla, no había
de sacar fruto alguno en vuestro Real servicio, por no poder
aplicar el riguroso y eficaz remedio que necesitaban... Bayamo
y Puerto Príncipe”.442 Según el oidor de la Audiencia de Santo
Domingo, solo se podían visitar esas villas con el conocimiento
y la autoridad anticipada de los Cabildos, y cuando se llegaba
los responsables de rescates más notorios “se retiraban a los
“Exposición del Gobernador Diego de Viana a S. M. de 18 de Abril de
1682”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, 375.
442
Marrero: Op. cit., t. IV, pp. 153-156.
441
268
Jorge Ibarra Cuesta
montes... quedando las causas en pie”. Oviedo y Baños explicaba que él no sería el único oidor que se negara a visitar
Bayamo y Puerto Príncipe, pues Tomás Pizarro “… no se
atrevió por los motivos expresados a pasar por dichos lugares”. Otros funcionarios reales designados para cumplir
dicha misión, los licenciados don Eugenio de la Escalera
y don Antonio Ortiz de Matienzo, “… salieron de dichos
lugares... sin haber conseguido el fin a que fueron enviados,
desesperados del remedio...” Al último “habían intentado
matarlo en Puerto Príncipe tirándole un carabinazo, no
obstante él asistirle a la guarda de su persona, veinticinco
infantes que había llevado para el mejor logro de vuestro
Real servicio”.
Algo parecido había sucedido con el gobernador Sebastián de
Arancibia Isasi (1692-1698) en Puerto Príncipe, a cuyo lugarte-
niente “le dieron de palos... dejándolo casi muerto de las
heridas que recibió”. Y como ese tipo de intimidaciones a la
más alta autoridad de la región no les pareció suficiente a
los principeños, “de noche le cercaron la casa de su morada
con otras demostraciones escandalosas que le obligaron a
volverse sin remediar cosa de consideración”. Pensaba Oviedo que, la única manera de tomar medidas severas en esas
localidades era que los jueces instructores de causas contra
los rescates se hicieran acompañar de una fuerza de 50 infantes, para que al menos garantizaran la aplicación de las
sentencias que dictase.
Otra medida indispensable, según el oidor de Santo Domingo, era que todos los años un buque de registro procedente de Sevilla visitase esas localidades, pues solo cada
cuatro años hacían acto de presencia allí. De otro modo, las
protestas y desafíos de la gente de Tierra Adentro se seguirían repitiendo.443
Ibidem.
443
De súbditos a ciudadanos...269
10.Los principeños dispuestos a todo por salvar sus rescates
El desarrollo de la economía de plantaciones en Jamaica y
Haití en el siglo xviii, y la creciente demanda del ganado de
Bayamo y Puerto Príncipe, vinculó aun más estrechamente
a esas regiones con el comercio de contrabando. Los gobernadores de la isla, Guazo Calderón (1718-1724) y Martínez
de la Vega (1724-1734), se quejaban de la imposibilidad de
controlar los rescates. Este último, en comunicación a Su
Majestad del 28 de septiembre de 1728, exponía que los
ingleses y los principeños concurrían fuertemente armados
a las operaciones de rescate, por si había alguna fuerza de
“los Ministros de SM” que pretendieran interferir y que “los
mismos alcaldes son los principales directores del comercio.” A continuación describía las actividades a las que se
dedicaban las principales familias patricias del Camagüey:
“Son muy conocidas las familias del Puerto del Príncipe
que hacen el maior comercio, como Baraonas, Agüeros,
Estradas y otras muchas, no puedo contenerlas así porque
aquella Villa pertenece a la Jurisdicción de Cuba como por
los recursos que hacen de la Real Audiencia abultando más
mentiras que letras”.444
El oficial Juan Thomas de Issasi, luego de señalar las ocasiones en que los principeños informaron a los corsarios
y contrabandistas para que atacasen a los navíos españoles
que merodeaban el litoral, se refería a la emboscada que
le pusieron en 1729 a una tropa habanera al mando del
capitán Juan Delgado. Estos evadieron el encuentro al tomar
otro camino, pero de acuerdo con Isasi, los vecinos de Puerto
Príncipe “No podían encubrir el odio que tienen a las tropas
de SM”.445
“Carta del Capitán General Dionisio Martínez de la Vega a SM de 28 de
Septiembre de 1728”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 360.
445
“Sublevación bayamesa de 1729”, Boletín del Archivo Nacional de Cuba. viii,
julio-agosto, 1909.
444
270
Jorge Ibarra Cuesta
La intrepidez de los alcaldes y regidores de Puerto Príncipe
parecía no tener límites. Llegaron a tales extremos que, según
el gobernador Martínez de la Vega, movilizaron un contingente de 200 hombres con la intención de liberar 14 prisioneros
ingleses que fueron detenidos por una tropa instruida por él
mismo para enfrentar el contrabando.
Cuando detuvieron a la tropa habanera y a su jefe les informó que cumplían órdenes del capitán general, los principeños se retiraron pero antes les hicieron saber, según Martínez de la Vega, “…que no tenían acción los gobernadores
de la Habana para introducir tropas en su jurisdicción, que
es lo que han sugerido los de Cuba (Santiago) para resistir
la subordinación que deben reconocer al de la Habana por
Capitán General”.446
Por su parte, el gobernador Guazo de Calderón no cejó en
sus actividades represivas contra los Cabildos implicados en
contrabandos. En 1722 ordenó apresar y embargar los bienes
de varios miembros del Cabildo de Trinidad, como resultado
de un proceso que había iniciado contra ellos desde 1716.
El resultado final del proceso no se conoce porque las actas
capitulares trinitarias de esos años no existen, pero el historiador Hernán Venegas da cuenta de que entre los encausados estaban cuatro alcaldes ordinarios, cuatro regidores y el
teniente a justicia y guerra de la localidad; este último debía
representar a la capitanía general en la lucha contra el contrabando.447 Ahora bien, de acuerdo con García del Pino, que
consultó en el Archivo de Indias los expedientes que se instruyeron contra los regidores trinitarios rebelados contra Guazo
de Calderón, los alcaldes Carlos Polo de la Vega y Gerónimo
Vázquez argumentaron que la represión desatada contra ellos
Boletín del Archivo Nacional de Cuba, año viii, julio-agosto 1909,
pp. 121-122.
447
Hernán Venegas Delgado: Trinidad de Cuba: corsarios, azúcar y revolución en
el Caribe, (En proceso de edición). Apud: Archivo Histórico de Trinidad,
Fondo Actas Capitulares, Sesión del 2 de julio de 1725. fols. 82-106.
446
De súbditos a ciudadanos...271
obedecía a la “alianza en lo común que los vecinos tienen con
los corsistas (o sea los corsarios) por vivir los más del ingreso
de los corsos”.448
El gobernador embargó los bienes de los regidores; La
población, dirigida por las principales familias del patriciado trinitario, el vicario eclesiástico Juan Fernández de Lara,
y los corsarios de la localidad con su numerosa tripulación
armada hasta los dientes, se insubordinó. El obispo fray Gerónimo Valdés apoyó al vicario trinitario, responsabilizando
con la situación creada a los militares que llevaron a cabo
la política violenta de Guazo contra la población. De acuerdo con García del Pino, el fiscal del Consejo de Indias, al
analizar los cargos formulados por el gobernador de la isla,
se percató de que se había excedido en sus acusaciones e
invalidó las inculpaciones de desobediencia atribuidas a los
regidores trinitarios.449
Las estrechas relaciones clandestinas que se establecieron a
partir de entonces, entre las economías de plantaciones francesas e inglesas del Caribe con el departamento Oriental de
Cuba, incidieron en que su gobernador aplicase las más severas penas contra los contrabandistas criollos. En comunicación a Su Majestad del 15 de enero de 1724, el gobernador de
Santiago de Cuba, Carlos de Sucre, (1723-1728) le anunciaba
el edicto que había promulgado contra los incursos en delitos
de rescates, “con pena de muerte... y confiscación de todos
sus vienes aplicados al Real fisco a la persona o personas que
contravienen dicho mandato”.450
César García del Pino: Insurrecciones en Cuba: primer tercio del siglo xviii,
Revista de la Universidad de La Habana, no. 235 , 1989, p. 228.
449
Ibidem, p. 229.
450
Olga Portuondo Zuñiga: El Departamento Oriental en documentos, t. I,
(1510-1799), Edit. Oriente. Santiago de Cuba 2012, p. 242. Apud:
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 364, 15 de enero de 1724.
448
272
Jorge Ibarra Cuesta
11.Tenientes de gobernador y gobernadores abatidos en atentados
en la Tierra Adentro
Los tenientes gobernadores impuestos por la Capitanía
General a las distintas jurisdicciones de la isla no fueron bien
acogidos por la mayoría de los Cabildos. Ya desde el gobierno
del capitán general Francisco Riaño y Gamboa (1634-1639) se
originó una fuerte confrontación entre el mandatario insular
y los Cabildos de la isla, por sus pretensiones de imponer un
severo control hacendístico. Riaño tenía órdenes muy estrictas de la Corona de reorganizar el fisco en la isla, y según el
historiador Isabelo Macías “trató con excesiva dureza a los
oficiales reales, destituyéndolos de sus puestos, humillándolos
y encarcelándolos”. Sus diferencias con los funcionarios coloniales se hicieron extensivas a los miembros del Cabildo de
La Habana y Sancti Spiritus. Los capitulares habaneros y Riaño
se acusaron mutuamente de practicar el contrabando. Con el
propósito de controlar los asuntos fiscales de Sancti Spíritus,
Riaño designó al teniente general Agustín Pérez de Vera para
investigar los manejos del Cabildo espirituano en 1637, siendo
asesinado “a lanzadas” en el cumplimiento de su misión por
personas vinculadas con las autoridades locales.451
Villaclara había sido fundada en 1689, y sus regidores,
alcaldes y terratenientes locales estaban dispuestos a disfrutar a
plenitud de la autonomía recién obtenida. Por eso, cuando nueve años después el capitán general Diego de Córdoba y Lasso
de la Vega (1695-1702) nombró como teniente gobernador de
Villaclara al capitán Jerónimo de Fuentes y Guerra, el Cabildo
villaclareño se negó a posesionarlo en el cargo argumentando
que la máxima autoridad de la isla no tenía facultades para
hacer esa designación. El capitán general ordenó entonces
“Carta del capitán General Riaño y Gamboa a SM de 26 de Agosto de 1637”,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, 101. Véase también: Macías: Op. cit.,
p. 230.
451
De súbditos a ciudadanos...273
que se le posesionara sin ningún pretexto, bajo pena de 500
ducados a cada regidor que se opusiera a sus instrucciones.
El Cabildo cumplió el mandato y, luego de formular su protesta, cambió la fecha en que habría de investirse el teniente
gobernador. Pero un hecho insólito tiñó de sangre esa investidura. En la mesa que debían ocupar los regidores, alcaldes, y la
autoridad militar recién nombrada se colocó un cesto con guayabas cotorreras. Después del acto de toma de posesión, que se
distinguió por los rostros graves de los regidores, se le ofreció
al capitán Fuentes que probara una de las guayabas cotorreras,
que era la fruta característica de la localidad. Este pensó que
se trataba de una broma de mal gusto, alusiva a su verbosidad
al comparársele con una cotorra. Sin pensarlo dos veces les
gritó “esto no se come, esto se tira” y les arrojó una guayaba
a cada uno de los ediles. Poco después, el 19 de octubre de
1699, Fuentes Herrera apareció muerto de una puñalada en
la Plaza Mayor, sin que las autoridades descubrieran el autor
del crimen. Posteriormente fueron arrestados y conducidos
a La Habana, acusados de ser los autores del atentado contra el teniente gobernador, los regidores Gaspar Rodríguez,
alférez mayor, Domingo Martín, alguacil mayor, y Bernardo de
Acosta, provincial de la Santa Hermandad. Terminada la causa,
sin que pudiera probárseles culpabilidad, los restituyeron a su
villa natal.
En carta del gobernador Diego de Córdoba y Lasso de la
Vega (1695-1702), del 26 de noviembre de 1700, este atribuía la
muerte del teniente a guerra a las siguientes causas: “la libertad
con que vivían los habitantes de aquella Isla, sin que bastaren
medios suaves, ni vigorosos a contenerlos”.452
“Carta del Gobernador Diego de Córdoba a SM. de 26 de Noviembre
de 1700”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 375, exp. 15. Véase
también Manuel Dionisio González: Memoria histórica de la villa de Santa
Clara y su jurisdicción, Imprenta El Siglo, La Habana 1858, pp. 65-67, y
Antonio Berenguer y Sed: Tradiciones villaclareñas, t. II, La Habana 1932,
pp. 177-179.
452
274
Jorge Ibarra Cuesta
Los atentados contra la vida de los tenientes gobernadores
y gobernadores, en la región central y oriental, alcanzaron
su máxima expresión en Bayamo en 1713. De acuerdo con
la versión del obispo Morell de Santa Cruz, el alférez mayor
de Bayamo, “rebeló y amotinó a la pleve contra el Castellano,
Dn. Luis Sañudo, (1711-1712) Gobernador de Santiago de
Cuba, que por entonces se hallaba en aquella Villa”. Según
esa versión, fue esa misma plebe la que, “Perdieronselo de
tal forma que cargando sobre él le derrivaron del Caballo
a estocadas...”. Un sacerdote impidió que lo remataran allí
mismo, pero herido de gravedad falleció al día siguiente. El
alférez mayor fue condenado a muerte, y su “casa derrivada y sembrada de sal, con una horca que se levantó en ella
para perpetua memoria de la atrocidad del suceso”. Emilio
Bacardí refiere que, el carácter de Sañudo, de algún modo
provocó su muerte: “Sañudo, de carácter irascible, áspero y
brutal, es muerto en Bayamo, por el Alférez real, a quien había injuriado gravemente”.453
Otra versión del suceso es la del autor de la primera Historia de Bayamo escrita en el siglo xix, que nos adentra en las
contradicciones entre el Estado colonial y el patriciado local
cuando refiere que, el origen del aciago incidente, se debió
a que el alférez real y alcalde ordinario de Bayamo se negó a
cumplir con una disposición del gobernador de Santiago de
Cuba. “Una orden en que se le pedían dos indios para ser juzgados criminalmente en aquella ciudad y fundado el Alcalde
en el capítulo 22 de las ordenanzas municipales y en la Real
Cédula de privilegio, cuya guardia y defensa tenía jurada, se
negó a darle cumplimiento”. El gobernador, desesperado por
esta conducta, determinó castigar personalmente la indisciplina dirigiéndose a la morada del alférez mayor, “donde le ajó
Visita de Morell… Op. cit., t. I, p. 104 y Emilio Bacardí: Crónicas de Santiago de
Cuba, t. I, Tipografía de Carbonell y Esteva, Barcelona, 1908, p. 125.
453
De súbditos a ciudadanos...275
y vejó con graves injurias y aun, según una declaración que
aparece en autos también con una bofetada, de cuyas resultas
fue herido de muerte”.
Se trata, claro está, de una disputa de jurisdicciones, en la que
estuvo en juego, como en todos los conflictos entre el poder
colonial y el poder del patriciado criollo, un esclarecimiento a
propósito de la naturaleza del poder político en las localidades
de la Tierra Adentro. Como escarmiento, el oidor de la Audiencia de Santo Domingo dictaminó que el alférez Real fuese
“…sentenciado a muerte, y que su casa fuese demolida y sembrada de sal y a que quedase extinguido el oficio de Alférez
Real, como sucedió hasta el año 1764 en que salió a subasta”.
Desde luego, esta última disposición iba dirigida no contra el
alférez condenado a muerte, sino contra el Cabildo bayamés,
al privarle de las funciones que le correspondían a uno de sus
capitulares.454 García del Pino, sin embargo, asevera que Aguilar se refugió en Jamaica, rescatando desde esa isla hasta el fin
de su vida con sus compatriotas bayameses.455
La animosidad de los justicias criollos con las autoridades coloniales, y todo lo que olía a español, tomaba en
ocasiones un sesgo distinto. Esa fue la circunstancia que
debió enfrentar el peninsular Cristóbal de Lara, de paso
en la villa de Trinidad, de donde debía embarcar para
Castilla. La situación se complicó cuando se involucró en
una aventura con unas mujeres “parientes de los alcaldes
de la ciudad”. Sus relaciones con las criollas lo llevaron a
dar muerte a un mallorquín. El alcalde lo juzgó y en cinco
días estaba condenado a muerte. Cuando lo llevaban a dar
garrote cayó muerto aparentemente en presencia de todo
el pueblo. El cura de la ciudad reconoció el fallecimiento,
Crónica y tradiciones de San Salvador de Bayamo, Edit. Oficina Tipográfica
de D.F. Murtra, Bayamo, 1856, p. 42.
455
García del Pino: Op. cit., 1989, p. 227.
454
276
Jorge Ibarra Cuesta
y ordenó que lo llevaran a la iglesia para enterrarlo; pero
cuando lo iban a sepultar Lara revivió para consternación
de todos los allí presentes. Entonces el encarnizado alcalde
instruyó una nueva causa alegando que todo había sido un
teatro. Lara acusó entonces al alcalde trinitario de haberlo
condenado a muerte, “Por ser criollo… alcalde…y pariente
de las mujeres causantes”.456
En su apelación ante la Audiencia de Santo Domingo Lara
argumentó que en el juicio, el alcalde trinitario “No oyó defensas y pasó a pronunciar sentencia, sin parecer de asesor, y a ejecutarla, sin consultar al Gobernador, ni otorgar apelación.457
Por el hecho de ser criollo el juez, y peninsular el encausado,
en la época se consideraba motivo suficiente para que no se
dictara una sentencia justa y razonable.
12.La centralización político-militar borbónica frente a la
autonomía de los Cabildos de Tierra Adentro (1700-1800)
A principios del siglo xviii asumió el trono español la dinastía borbónica. El nuevo rey Borbón implantó una política colonial tendente a reforzar los vínculos de dependencia
de las posesiones españolas en el Nuevo Mundo. El recién
instaurado modelo de dominio estaba inspirado en las concepciones políticas y económicas del monarca francés Luis XIV,
y de su ministro Juan Bautista Colbert. Las concepciones colbertistas de los borbones implicaban una mayor centralización política y administrativa, con el objetivo de robustecer
el poder absoluto de los reyes y la dependencia del poder
local de los Cabildos criollos en las colonias. Ya no se trataba
tan solo de que los súbditos de ultramar acataran las leyes,
sino también que las cumplieran. En ese orden, un primer
Levi Marrero: Op. cit., t. 5, p. 125.
Ibidem, t. V, p. 128.
456
457
De súbditos a ciudadanos...277
objetivo lo constituía la represión al comercio ilícito. Debían
estrecharse también los vínculos de dominio político, militar,
comercial y administrativo con las posesiones ultramarinas.
De esa manera, se tomaron medidas rigurosas contra la autonomía local de la que disfrutaron los Cabildos como órganos
de poder político. Una muestra de la política de centralización que se aplicaría lo constituyó la disposición de Felipe V
que ordenaba que los gobernadores debían ser reemplazados por los militares de mayor graduación de las tropas españolas distribuidas en las posesiones ultramarinas, cuando
fallecían o si por otras razones cesaban de sus funciones. Hasta entonces los interinatos en el mando de la isla los cubrían
los alcaldes ordinarios del Cabildo de La Habana. Si bien las
concepciones colbertistas desempeñaron un papel clave en
la elaboración de la nueva política colonial, no hay dudas de
que el auge desproporcionado del contrabando en los siglos
xvii y xviii, y el reto que significaba para el poder colonial
la desobediencia civil entronizada por los Cabildos en todas
las esferas de la vida social, indujeron a la adopción de un
conjunto de medidas destinadas a limitar las prerrogativas de
los criollos. Los capitanes generales, preocupados por una
eventual alianza entre el poderío británico y francés del Caribe con los levantiscos hateros criollos, nombraron en las
principales villas de la isla a una autoridad militar que los
representase y que se arrogase algunas de las funciones de
los Cabildos. De ese modo, se pensaba subordinar estrechamente a los regidores al poder de los gobernadores y de los
oficiales reales.458
Los cambios que implicó la política borbónica en Suramérica han sido resumidos en Jeremy Smith: Europe and the Americas. State Formation, Capitalism and Civilizations in Atlantic Modernity, Introduction by S. N. Eisenstadt,
Brill, Leiden, Boston, 2006 .
458
278
Jorge Ibarra Cuesta
13.Los patriciados se resienten de las ordenanzas borbónicas
El ascenso de los Borbones a la Corona española fue
acompañado por un conjunto de medidas contra el contrabando que tomó el gobernador de Santiago de Cuba, Juan
Barón de Chávez (1700-1708), y por ende, contra los Cabildos de Bayamo y Puerto Príncipe. Ya desde 1701 le informaba al monarca, en carta de 14 de mayo, haber instruido
una causa contra los alcaldes ordinarios de esas villas por
incurrir en el delito de contrabando.459 En una comunicación que dirigiera a Su Majestad el 4 de noviembre de 1700
el gobernador de La Habana, Diego de Córdoba y Lasso de
la Vega (1695-1702) informándole que no podía enviarle los
755 pesos de multa que le había impuesto a los regidores de
Bayamo, José Téllez y Alonso Mexía, la Audiencia de Santo
Domingo les instruyó un expediente.460 No conforme con su
propósito de instruir una causa judicial contra los regidores
y alcaldes bayameses, el mandatario se propuso interferir
en las elecciones del Cabildo. Ante esos acontecimientos,
los capitulares bayameses formularon una denuncia ante el
Consejo de Indias, el 4 de febrero de 1702, contra el gobernador de Santiago de Cuba Juan Barón de Chávez, por
tratar de imponerle como alférez mayor del Ayuntamiento
a Pedro de Aguilar, quien fue derrotado en las elecciones
realizadas en Bayamo.461
En un expediente incluido en una carta del 30 de marzo de
1703, el gobernador Chávez daba cuenta de los excesos come“Carta del Gobernador Juan Barón de Chávez a S.M. de 14 de Mayo de
1701”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 358, exp. 14.
460
“Carta de 26 de Noviembre de 1700 del Gobernador de la Habana,
Diego de Córdoba, a La Audiencia de Santo Domingo”, (AGI), Audiencia
de Santo Domingo, leg. 409.
461
“Carta del Cabildo de Bayamo al Consejo de Indias de 4 de Febrero de
1702”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 409.
459
De súbditos a ciudadanos...279
tidos por unos capitanes de milicia disciplinada, miembros del
Cabildo “con motivo de querer nombrar alcaldes ordinarios a
su devoción para continuar el comercio ilícito con extranjeros”
por lo que propuso se le conceda nombrar tenientes de guerra y
justicia en Bayamo y Puerto Príncipe que le permitiesen “cortar
ese daño”.462 El nuevo siglo no daba sus primeros pasos solo con
acusaciones de rescates contra los capitulares bayameses y principeños, así como disputas en torno a las elecciones de alcaldes.
En Trinidad y Sancti Spíritus la situación no era mucho mejor.
En 1705 se instruyó un expediente emanado de cartas de la
Audiencia de Santo Domingo, del gobernador político de La
Habana y del Cabildo de Sancti Spíritus, acerca de lo ocurrido
por la oposición hecha de los capitulares trinitarios y espirituanos a la designación como teniente gobernador del capitán Cristóbal Francisco Ponce, nombrado por el gobernador
de La Habana. La decisión de los Cabildos de no admitir ni
recibir al teniente gobernador motivó que el gobernador les
impusiera graves multas a los regidores, a pesar de las apelaciones que interpusieron.463
El gobernador de La Habana, Pedro Álvarez Villarín
(1706), en expediente del 30 de mayo de 1706, nombraba
nueva vez a los capitulares de esas villas a pesar de haber sido
conminados y multados severamente por este.464
En unas cartas del gobernador de La Habana, fechadas el
6 de julio, acompañadas de dos comunicaciones que se hacían por la vía reservada a Su Majestad, se explicaba sobre
“Carta del Gobernador Juan Barón de Chávez de 30 de Marzo de 1703”,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 358, exp. 50.
463
“Expediente dimanado de las cartas de la Audiencia de Santo Domingo, el
Gobernador Político de la Habana y el Ayuntamiento de Sancti Spiritus”,
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 404, exp. 3.
464
“Expediente del Gobernador de La Habana Pedro Álvarez de Villarin de 30
de Mayo de 1706”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 377, exp. 5.
462
280
Jorge Ibarra Cuesta
“la inquietud de la gente de campo de la Habana y de las
providencias que se habían tomado para su pacificación”.465
El malestar y la desafección iban acompañados de una afición
por los rescates en la costa sur de La Habana.
En 1728 en Bayamo se suscitaban de nuevo agitaciones
por la designación de un teniente a guerra por el gobernador de Santiago de Cuba, por lo que en la Audiencia
de Santo Domingo se formaba un expediente y se consignaban providencias sobre los alegatos del Cabildo al respecto. Los capitulares bayameses, como de costumbre, se
negaron a darle posesión al subordinado del gobernador
en la villa.466
Otra característica del proceso de militarización de las sociedades coloniales del Caribe lo representó la práctica de
los gobernadores de publicar Bandos de Buen Gobierno, mediante los cuales pretendían regir los aspectos más insignificantes de la vida de los vecindarios. La desobediencia a los
decretos enunciados en los Bandos implicaba sanciones que
podían ser severas. Las condenas variaban de acuerdo con
la condición social de los vecinos. A una misma infracción
de las regulaciones de los Bandos, le correspondían penas
más severas a los esclavos, morenos y pardos libres que a los
vecinos blancos.
14.Crisis de poder de las autoridades coloniales en la Tierra
Adentro y nuevas sublevaciones en Puerto Príncipe
Los motines y llamados a la rebelión que tuvieron lugar en
Puerto Príncipe alentados por los alcaldes ordinarios en 1724,
causaron que el fiscal de la Audiencia de Santo Domingo,
“Carta del Gobernador de la Habana de 6 de Julio de 1720 a S.M”, (AGI),
Audiencia de Santo Domingo, leg. 378, exp. 331.
466
(AGI). Audiencia de Santo Domingo. leg. 360.
465
De súbditos a ciudadanos...281
Juan Carrillo Moreno, elevara dos exposiciones, el 12 de septiembre de 1724 y el 15 de febrero de 1725, con el propósito
de que se formara otro expediente involucrando a esas personas en tráfico ilegal con los holandeses.467
Nuevos disturbios en la población, y protestas de los
Cabildos de Trinidad y Puerto Príncipe por la designación de
un teniente a guerra en esas villas, dieron paso a un informe
del gobernador de Santiago de Cuba, Pedro Ignacio Jiménez
(1728-1738) del 11 de diciembre de 1728, y a la formación de
dos expedientes en la Audiencia de Santo Domingo. Los capitulares se negaron a recibir en el Cabildo al teniente a Guerra
nombrado por el gobernador.468
Asimismo, en 1728 un conflicto de autoridades, que comprendió al capitán general de la isla, Dionisio Martínez de la
Vega (1724-1734), al gobernador de la región oriental, Juan del
Hoyo (1728-1729) y a los Cabildos de Puerto Príncipe y Santiago
de Cuba, reveló las dimensión del diferendo entre el patriciado
local y la más alta representación del Estado Colonial en Cuba.
El 10 de mayo de ese año tomó posesión como gobernador de
Santiago de Cuba el teniente coronel Juan del Hoyo. Y pocos
meses después se recibió una Real Cédula desautorizando la
asunción de Hoyo a la gobernación de la región oriental. De
acuerdo con el obispo Morell de Santa Cruz, el capitán general
de la isla dispuso, en consecuencia, la destitución del gobernador de Santiago de Cuba. No obstante, el Ayuntamiento santiaguero, “…no accedió a ella fundado en que no debía innovarse”. La primera autoridad de la isla no pudo hacer cumplir
su voluntad, una vez que “Cada uno se mantenía tenaz en su
opinión, y los abogados en sus dictámenes. Diose quenta por
fin a la Chancillería del distrito, y se confirmó el acuerdo del
Publicaciones del Instituto Hispanoamericano de Historia de América
(Fundación Rafael G. Abreu) Sevilla. Catálogo de los fondos cubanos del
(AGI). Tomo III. Expedientes dimanados de cartas 1681-1800, pp. 89-90.
468
“Carta del Gobernador de Cuba, Pedro Ignacio Jiménez, de 11 de Diciembre de 1728”, A.G.I, Audiencia de Santo Domingo,leg. 361, exps. 27 y 538.
467
282
Jorge Ibarra Cuesta
Ayuntamiento hasta la resulta de la Corte”. Al percatarse de
que la cuestión se encontraba trabada legalmente, el capitán
general Martínez de la Vega dispuso que la Armada de Barlovento, que se dirigía a Santiago de Cuba y era comandada por
don Antonio de Escudero, despojara a Hoyos de su cargo, por
la fuerza. Según Morell de Santa Cruz, el Cabildo santiaguero
convenció a Escudero de que desistiera de cumplir las órdenes
del capitán general.469
Una vez que Escudero se retrajo de su propósito, Hoyos se
sintió con las manos libres para dirigirse a Puerto Príncipe y someter a los patricios a sus dictados. La actitud de franco desacato de los principeños, frente a la autoridad de los gobernadores,
se manifestó una vez más. Al pretender nombrar un teniente
a guerra en la villa, Hoyo Solorzano encontró gran resistencia
por parte de los principeños que invocaban el derecho histórico a ser gobernados por sus alcaldes, disparando sus armas y
cercando la casa donde se alojó el gobernador.470 Las protestas
subieron de tono cuando Hoyo les comunicó que se proponía
cobrarles indulto a los vecinos por los esclavos que introdujeron
de contrabando. Poco después, se sublevaron unos 800 hombres al grito de “¡Viva el Rey, muera el mal Gobierno!” tocando las campanas a rebato.471 Acto seguido, un grupo maniató
La visita eclesiástica Morell de Santa Cruz, Edit. Ciencias Sociales, La Habana,
1985, pp. 149-151.
470
Boletín del Archivo Nacional de Cuba, no. viii, julio-agosto, 1909.
471
Es curioso constatar que las revueltas campesinas antifiscales que tuvieron
lugar en Francia en el período 1624-1675 no se dirigirán contra las principales cargas impuestas por la monarquía, ni inculparán al rey, a quien se
le consideraba la autoridad central mediadora, sino contra las contribuciones exigidas por los señores y el diezmo. Al parecer se había elaborado
un mito en torno a la figura del rey, como encarnación suprema de la
justicia, al cual debían apelar en distintas latitudes, los campesinos en sus
sublevaciones contra los señores en Galicia, en sus protestas contra las
cargas de los señores y el diezmo en Francia y en las sublevaciones de los
terratenientes y su clientela rural contra el Estado Colonial en Cuba. Las
protestas contra el diezmo no se limitaban a sublevaciones, sino que con
469
De súbditos a ciudadanos...283
al gobernador Hoyos y le pusieron dos pares de grillos en
los pies. Un tribunal, constituido por dos alcaldes y dos vecinos, lo juzgó en 1729 y acordó remitirlo a La Habana en una
piragua.472
El capitán general Martínez de la Vega no tuvo en cuenta
la forma en que fue conducido a La Habana el gobernador de Santiago de Cuba, y procedió a detenerlo por haber
asumido su cargo desobedeciendo lo estipulado por la Real
Audiencia de Santo Domingo, que tenía pendiente una causa en su contra. Siete miembros del patriciado principeño,
promotores de la sublevación que condujo a la detención
de Hoyos, fueron arrestados, juzgados y encarcelados en
España. Los encausados y sancionados a esas penas fueron
Xptoval de la Torre, Agustín Barahona, Bernardo de Moya,
Carlos Bringuez, Santiago Agüero, Luis Guerra y Francisco
de Arrieta. Por su avanzada edad y estado de salud a Xptoval
de la Torre le fue conmutada la pena. Después de cumplir
nueve años de prisión en España, las seis personas dirigentes de la sublevación de Puerto Príncipe fueron indultadas
en septiembre de 1738. Lo más significativo de los procesos
frecuencia se organizaban huelgas en regiones enteras contra el pago de
los tributos, así como la resistencia larvada en todo el país a cumplir la
referida obligación, en los períodos comprendidos entre 1550 y 1600 y
1650 y 1700. Emmanuel Le Roy Ladurie: “Rèvoltes et contestations rurales en France de 1765 à 1788”, en Annales, janvier-fèvrier, 1974, 29 année,
no.1, p. 6, y “Enquêtes en cours au Centre de Recherches Historiques de
L´E.P.H.E. (6´Section)”, en Annales, 24 année, no.3, pp. 826-832, mai-juin
1969. Ver también Emmanuel Le Roy Ladurie: Montaillou, village occitant
de 1294 á 1324, Gallimard, Paris, 1975, pp. 439-440 y Carlos Barros: Mentalidad justiciera de los irmandiños siglo xv, Edit. Siglo xxi, México D.F., 1990,
pp. 31, 246-247.
472
(AGI), Consejo de Indias, Acta de 23 de octubre de 1730. Audiencia de
Santo Domingo, leg. 325, fol. 74; (AGI), Consejo de Indias, Acta del 13
de abril de 1733, Audiencia de Santo Domingo, leg. 1129; (AGI), Consejo
de Indias. Acta del 19 de agosto de 1738, Audiencia de Santo Domingo,
leg. 1129 y Emilio Bacardí: Crónicas de Santiago de Cuba, Ed. Tipografía de
Carbonell y Esteva, Barcelona, 1908. pp. 125 y 127, Morell de Santa Cruz:
Op. cit. pp. 149-151.
284
Jorge Ibarra Cuesta
que se instruyeron contra los sediciosos fueron las consideraciones del fiscal del Consejo de Indias, pues según este
“conviene por ahora proceder con templanza contra sus habitadores, así por su numerosa población y proporcionada
situación para el comercio de las naciones del norte, como
por hallarse viciados en el trato, sin sujeción a gobernadores, ni lealtad en las ocasiones que se han ofrecido de mi
Real servicio y que de pasar a una pesquisa formal...sería
natural que este remedio causara mayor daño, ocasionando
otra y más enconada sublevación”. Se temía que una nueva
revuelta pudiera conducir a una invasión inglesa, y que se
repitieran los sucesos que condujeron a la conquista de Jamaica en 1655.473
El gobernador de Santiago de Cuba, Pedro Ignacio Jiménez, en carta del 20 de febrero de 1730, informaba que
había conseguido al fin la pacificación de Puerto Príncipe,
dos años después que los señores del Cabildo sublevaron
a la población y procedieron a la detención de su antecesor, el gobernador Juan de Hoyo, remitiéndolo preso a
La Habana. De acuerdo con Jiménez el encarcelamiento
en la península de los regidores y principales señores de
ganado de la localidad había contribuido a tranquilizar a
la población. 474
En una comunicación posterior, del 11 de noviembre de
1734, el gobernador de Santiago de Cuba escribía una larga
epístola contra los vecinos de Puerto Príncipe, a los que había dado por pacificados unos años antes. Los principeños
estaban de nuevo enfrascados en diligencias de contrabando,
en actividades sediciosas y en campañas de agravios contra
su persona. Los capitulares y otros vecinos lo acusaban de
haberse propuesto acaparar las actividades de contrabando
Boletín del Archivo Nacional de Cuba. La Habana 1909, t. VIII, pp. 121-122 y
Marrero: Op. cit., t. VII, pp. 177- 188.
474
“Carta del Gobernador de Cuba, Pedro Ignacio Jiménez de 20 de Febrero
de 1730”, (AGI), Santo Domingo, leg. 360, exp. 31.
473
De súbditos a ciudadanos...285
en la región, y haber marginado a los promotores habituales
de los rescates.475
La represión que se extendía al poder local afectó incluso
a las relaciones en el seno de la Iglesia. En carta del obispo
del 23 de julio de 1763, sobre los autos que por actividades
de rescate siguieron las autoridades locales de Puerto Príncipe contra el presbítero Manuel de Agüero y los miembros del
Convento, se admitían implícitamente los cargos formulados
contra los religiosos criollos. 476
En un expediente instruido en la Audiencia de Santo Domingo, a propósito de una carta enviada el 3 de julio de 1731
por el gobernador de Santiago de Cuba, se consignaba la protesta del mandatario contra el maltrato que daban los vecinos
de Bayamo a los soldados que se establecieron en la villa bajo
las órdenes del teniente gobernador, para evitar el trato ilícito.
El gobernador le atribuía la responsabilidad de la agitación
contra la tropa al cura de Bayamo, Andrés de Estrada, sin que
el deán y Cabildo eclesiástico de Santiago de Cuba hubieran
tomado medidas contra él, a pesar de las denuncias que había
formulado ante esas instancias.477
En 1731 la sublevación de los antiguos esclavos del rey de
las minas del Cobre le fue imputada por las autoridades coloniales al deán y al capellán de la catedral, ambos criollos,
así como a varios regidores del Cabildo de Santiago de Cuba.478 La intervención del Cabildo santiaguero impidió que el
gobernador Jiménez desatara una cruenta represión contra
los esclavos del rey y gente de color alzada que poblaban el
“Carta del Gobernador de Cuba, Pedro Ignacio Jiménez, de 11 de
Noviembre de 1734”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 381, exp. 4.
476
“Carta del Obispo de 23 de Julio de 1763”, (AGI), Audiencia de Santo
Domingo, leg. 1358, no. 19.
477
“Carta del Gobernador de Cuba de 3 de Julio de 1731”, (AGI), Audiencia
de Santo Domingo, leg. 361, exp. 6.
478
Olga Portuondo: La virgen de la Caridad del Cobre: símbolo de la cubanía,
Santiago de Cuba, Edit. Oriente, 1995, pp. 151-157.
475
286
Jorge Ibarra Cuesta
Cobre. La exposición del prelado dominicano Morell de Santa Cruz convenció a la Corona española de la necesidad de
restaurar la paz en el Cobre, derogando las medidas represivas de Jiménez. José Echavarría Elósegui, regidor del Cabildo
y hermano del prelado santiaguero Santiago José, se dirigía
al Consejo de Indias para reclamar contra los ultrajes que el
gobernador Jiménez le había inferido. En la exposición que
elevara el 20 de septiembre de 1767, Echavarría explicaba
que la primera autoridad de la ciudad lo había encarcelado,
despojado de su oficio de regidor e impuesto una multa de
200 ducados.479
15.La progresiva militarización de la isla desde 1730
La manera más expedita de examinar la honda perturbación que originó en las villas y poblados del interior de la isla
la designación de tenientes gobernadores es consultar los catálogos del Archivo de Indias. La relación pormenorizada de
expedientes y cartas, en la primera mitad del siglo xviii, enuncian los diversos litigios suscitados entre Cabildos de Tierra
Adentro y las autoridades coloniales por la designación de
tenientes gobernadores en distintas localidades, causas radicadas por contrabandos protagonizados por los capitulares, disturbios y motines contra disposiciones de las autoridades coloniales, sediciones tramadas por los regidores, sublevaciones de
distintas villas contra las medidas represivas tomadas por los
gobernadores, muertes de tenientes gobernadores y gobernadores que actuaban contra el contrabando y encarcelamiento
de regidores y alcaldes. La reseña de todos estos expedientes
se halla en el tomo III del catálogo de los Fondos Cubanos
“Carta de Jose Echevarría Elosegui de 20 de Septiembre de 1767 al Consejo de Indias”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 423.
479
De súbditos a ciudadanos...287
del Archivo General de Indias.480 El inventario o recapitulación
de los conflictos que se han conservado en el Archivo General
de Indias, sin considerar las causas que alegaban las partes,
refleja lo encarnizado de las pugnas y la voluntad de las patriciados criollos de no ceder un ápice a las exigencias y órdenes
de los gobernadores de Santiago de Cuba y La Habana. Más
que una cuestión jurídica sobre competencias y jurisdicciones
entre órganos estatales distintos del Imperio español, lo que
se debate es el ejercicio del poder local por los patriciados y la
preservación de un modo de vida, asentado en valores distintos y con frecuencia opuestos a los que sugería la dominación
colonial.
Desde la década de 1730, y en especial, a partir de 1750, las
medidas centralizadoras borbónicas en la isla recrudecían las
contradicciones en la Tierra Adentro. Desde 1730 el designio
de las autoridades coloniales consiste en llevar a cada partido de
la isla un teniente a guerra que vigile y reprima las actividades
de los Cabildos. Ahora bien, con el acceso a la gobernación de la
isla de Francisco Caxigal de la Vega (1747-1760), el propósito de
la monarquía borbónica con relación a Cuba se hizo más claro.
Se trataba no ya de controlar el contrabando, sino de designar
tenientes gobernadores que desplazaran a los Cabildos criollos
progresivamente de sus funciones y facultades, constituyéndose
en el poder real de la Tierra Adentro. El Estado colonial cuestionaba un poder que se había ejercido por siglos, fundando
una comunidad de cultura propia y una concepción del mundo
conforme a esos valores autóctonos. La sociedad criolla que se
gestó bajo esas instancias debía ser reprimida en sus diversas
manifestaciones por la ocupación militar del territorio, a cargo
del ejército español apostado en Cuba.
Publicaciones del Instituto Hispano-Cubano de Historia de América
(Fundación Rafael G. Abreu) Sevilla. Catálogos de los fondos cubanos
del (AGI), t. III, exp. dimanados de cartas, 1681-1800, Sevilla 1983, pp. 5,
7,9,14, 15, 25-26, 39, 53, 64, 89, 105,116, 123, 127, 134, 178, 189, 239.
480
288
Jorge Ibarra Cuesta
El testimonio más elocuente del creciente poder de los militares en la mayor de las Antillas lo constituyen las sucesivas
disposiciones tomadas por el Consejo de Indias. A saber, el 16
de abril de 1731 se nombran tenientes de gobernador y capitanes a guerra en Trinidad y Puerto Príncipe, el 6 de abril de
1750 se designa un teniente a guerra en Bayamo, y por último,
el 30 de enero de 1761 se promueven dos capitanes a guerra
en Holguín y Baracoa.
Debe destacarse que todos estos nombramientos de tenientes gobernadores o tenientes a guerra y justicia, como eran
también llamados, dieron lugar a nuevas protestas y tumultos
incitados por los patriciados locales.
La designación de tenientes gobernadores se extendió progresivamente a los pueblos del interior del país. Según una
comunicación del gobernador de Santiago de Cuba, Francisco
Caxigal de la Vega (1738-1747), del 20 de septiembre de 1757,
se nombraron tenientes gobernadores en Puerto Príncipe, Bayamo y Trinidad, que lo eran también de Santa Clara, Remedios
y Sancti Spíritus. Se trataba de un verdadero despliegue militar a lo largo y ancho del país, pues los tenientes gobernadores
tomaban posesión de sus cargos acompañados de una tropa, de
20 a 30 soldados, cuya manutención debía correr a cargo de los
Cabildos del interior. En 1802 se había impuesto la autoridad
militar representativa de la Capitanía General en los pueblos
de Santiago de Cuba, Baracoa, Bayamo, Holguín, Manzanillo,
Moa, Jiguaní, Cobre, Guisa y Cienfuegos. Solo Sancti Spíritus,
Santa Clara y Remedios no tenían en esa fecha tenientes gobernadores, y los alcaldes primeros ejercían el mando político
y cumplían funciones judiciales. En 1842, finalmente, se establecían Tenencias de Gobierno en Santa Clara, Sancti Spíritus y
Remedios. De ese modo, en el siglo xix culminaba este proceso
llevándose la militarización hasta los últimos rincones del país.481
(AGI), Consejo de Indias del 16 de abril de 1731, (AGI), Audiencia de
Santo Domingo, leg. 1129; Consejo de Indias del 6 de abril de 1750;
481
De súbditos a ciudadanos...289
Uno de los conflictos de más duración contra la designación
de los tenientes gobernadores se produjo en Puerto Príncipe.
En los primeros decenios del siglo xviii, las reclamaciones interpuestas ante la Audiencia de Santo Domingo o el Consejo
de Indias paralizaban la acción de los gobernadores, designando sus lugartenientes en los pueblos y villas del interior. Así,
desde 1720 el capitán general Guazo Calderón había nombrado un capitán a guerra en Puerto Príncipe, y otros dos en
Vertientes y Guanaja, pero el Cabildo de la villa no les permitió
tomar posesión del cargo a ninguno de los tres apelando primero a la Audiencia de Santo Domingo y luego ante el rey.
Solo después que el monarca español convalidó la medida del
capitán general, y de haberse agotado todos los recursos legales, el Cabildo camagüeyano, al cabo de 13 años de pleitos,
pareció aceptar la situación creada de hecho. Años más tarde,
en la década de 1740, ocurrirían nuevos disturbios en Puerto
Príncipe promovidos por el Cabildo de la ciudad. En 1742 se
instruyó un expediente por una carta del gobernador de Santiago de Cuba, Francisco Caxigal de la Vega (1738-1746), que
los alcaldes de Puerto Príncipe consideraron injuriosa, lo que
dio lugar a que “se alborotasen” el déan Toribio de la Bandera y el
patricio principeño, Juan de Arredondo. Estos ciudadanos, a pesar de Real Cédula del 17 de diciembre de 1740, no cumplieron
con la orden de abandonar la ciudad.482
En exposiciones de los capitanes generales Francisco Güemes de Horcasita (1734-1746) y Francisco Caxigal de la Vega,
del 10 de enero y 22 de marzo de 1746, respectivamente, se
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 1130B; Consejo de Indias
del 30 de enero de 1761; (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 1134;
ANC. Gobierno Superior Civil, leg. 1135, no. 4595; ANC. Miscelánea de
Expedientes 167\ L; José María Zamora Coronado: Registro de legislación
ultramarina. Imprenta de Gobierno y Capitanía General, La Habana 1840, t. I,
pp. 185-186, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 1493, no. 53.
482
“Expediente originado en carta del Gobernador Francisco Cajigal de
la Vega de 2 de Abril de 1742”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo,
leg. 364, exp. 9.
290
Jorge Ibarra Cuesta
decretaba la prisión del patricio principeño Agustín Barahona,
lo que suscitó tumultos en Puerto Príncipe el 30 de diciembre
de 1745, provocados de nuevo por Toribio de la Bandera.483
La progresiva militarización de la isla bajo la dinastía borbónica no se manifestó solo por la suplantación de los poderes de los Cabildos por los de los tenientes gobernadores.
Los gobernadores tendieron a asumir poderes absolutos y a
concentrarlos en sus manos.
Esa tendencia la ilustra el caso del gobernador Dionisio
Martínez de la Vega (1724-1734) quien se propuso, con el
sostén del Tribunal de Cuentas, subordinar a Santiago de
Cuba y Puerto Príncipe al gobierno y Capitanía General de
la isla, con sede en La Habana. La Real Cédula de 28 de diciembre de 1733, dictada a instancias de Martínez de la Vega,
sometía al gobernador de Santiago de Cuba al mando directo del capitán general.* El Cabildo, los alcaldes y el vecindario de Puerto Príncipe se opusieron con violencia a la Real
Orden del 19 de septiembre de 1733, que disponía someter
directamente la ciudad al mando de la Capitanía General radicada en La Habana, y eximirla del poder del gobernador
de Santiago de Cuba, del cual dependía. Los principeños se
sentían más libres con el gobernador de Santiago de Cuba,
pero debieron a la postre aceptar con reticencia la nueva dependencia, cuyas disposiciones seguirían incumpliendo.484
* Sin embargo, reales disposiciones dictadas en la década de 1740 dejaron
a los funcionarios de Hacienda de Santiago de Cuba el disfrute de una
autonomía muy amplia. La Corona prefería tenen bajo su control a muchas funcionarios reales que a uno solo, que podía distraerse del cumplimiento de sus obligaciones en Indias.
“Cartas del Gobernador de la Habana, Francisco Güemes de Horcasita y
del Gobernador de Cuba, Francisco Caxigal de la Vega, de 22 de Marzo y
30 de Diciembre de 1745”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 387,
exp. 2.
484
José Luciano Franco: Apuntes para una Historioa de la legislación y administración colonial en Cuba 1500-1800, Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 1985,
pp. 251-253.
483
De súbditos a ciudadanos...291
Otra manifestación de las actitudes que inspiraba la política
centralizadora borbónica en los gobernadores fueron las disposiciones que dictó a los pueblos de la isla el mariscal de campo
Juan F. de Güemes y Horcasita, quien acentuó más la rígida
centralización administrativa de Martínez de la Vega, promulgando 22 Bandos de Gobierno y Administración que reglamentaron detalladamente la vida de los vecindarios en sus actos más
sencillos.485 Entre estos bandos o edictos se distinguían los que
iban dirigidos contra “los vagos” y gente libre de color. Entre los
sancionados por esas leyes se encontraban también los notables
y descendientes de familias del patriarcado que faltaren a las
usanzas y rutinas de las autoridades españolas, “el que sostenido de la reputación de su casa, del poder o representación
de su persona, o las de sus padres o parientes, no venera como
se debe a la justicia, y busca las ocasiones de hacer ver que no
la teme, disponiendo rondas, músicas y bailes en los tiempos y
modos que la costumbre permitida no autoriza, ni son regulares
para la honesta recreación...”486
16.Disposiciones de los jueces de residencia con respecto a los Cabildos
Con la finalidad de restringir preventivamente las actividades de los capitulares, el monarca español actualizó una providencia del siglo xvii, según la cual no podían ser elegidos
como alcaldes las personas que adeudaban a la Real Hacienda. Desde luego, esa disposición real no se podía implementar en Cuba, de la misma manera que en Puerto Rico
no había logrado imponerse, pues de haberse puesto en
vigor los Cabildos de la isla hubieran tenido que prescindir de
sus capitulares. Los intentos de aplicar la medida generaban
negativas rotundas con peligro para la vida de los oficiales
reales que pretendían ejecutarla, o negociaciones de diversa
Ibidem, p. 254.
Pp. 267-268.
485
486
292
Jorge Ibarra Cuesta
índole. Una nueva modalidad represiva la constituyó la función, cada vez más activa, que comenzaron a ejercer los jueces
de residencia al proceder judicialmente contra los regidores,
destituyéndolos en la medida que se oponían a los designios
de los gobernadores. De todos modos, el poder local seguía en
manos de los patricios, que a su vez seguían promoviendo a los
miembros de la gran familia terrateniente para los cargos del
Cabildo.487
En los casos de arbitrariedades de los Cabildos contra las clases siervas, que motivaban quejas por parte de estas, la orientación impartida a los jueces de residencia obraría a favor de
los subalternos. Un caso característico fue el de Miguel Rodríguez, representante del pueblo de indios de Jiguani, quien
protestó ante la Real Audiencia de Santo Domingo contra los
regidores de la villa de Bayamo, Francisco de Zayas y Joseph
Santisteban, y su alcalde ordinario Mathias Martín de Fleitas,
por haber “pasado a complete violentamente, quemando ranchos y sembrados de indios naturales, que con permiso del
mismo Cabildo, labran tabaco de las tierras de Bijagual, excediendo del buen tratamiento y administración de Justicia,
que manda Su Majestad se tenga con dichos indios”.488 Si bien
desconocemos el fallo de la Corona en este caso, se evidencia
la premura con que los oprimidos elevaban sus instancias ante
las autoridades coloniales.
17.Las hostilidades por el dominio de Bayamo
En las instrucciones que, el 10 de enero de 1751, le impartió
el capitán general Francisco Cajigal de la Vega a su teniente
gobernador y capitán a guerra en Bayamo, Ignacio Moreno
de Mendoza, lo instaba a reglamentar estrictamente el tráfico
ANC. ROC. L. 12, no. 224 ANC. CCG. leg. 15, no. 43.
Boletín del Archivo Nacional, enero-junio, t. LXIV, La Habana, 1964,
pp. 113-114.
487
488
De súbditos a ciudadanos...293
mercantil en la jurisdicción, para lo cual los agricultores y ganaderos debían portar guías y licencias en las que se especificara la cantidad, el género, el destino, el destinatario y los caminos por los que transitarían los animales o los productos del
agro. De ese modo, se vigilaban estrechamente las actividades
de rescate. Ningún agricultor o ganadero podía transitar sin
la autorización del teniente gobernador. Se prohibía expressis verbis a los alcaldes intervenir en las determinaciones de
“lo político y económico de la Real Hacienda, ni de lo militar,
por ser jurisdicciones que tocan privativamente al que gobernare”. El teniente gobernador era el sub delegado de Hacienda
de la localidad, por lo que debía estar bien informado y exigir el
estricto cumplimiento de las obligaciones que tenían los señores de haciendas con el fisco. Las milicias locales que estuvieron bajo la jurisdicción de los alcaldes del Cabildo pasaban a
la jefatura del teniente gobernador. Este debía, “recelar de los
Magnates y aun de todos aquellos moradores en lo que toca a
comercio (ilícito)”. Los magnates eran, por supuesto, los capitulares del Cabildo.
Pero el colmo de las medidas arbitrarias y despóticas de las
autoridades coloniales en Cuba era que los regidores y alcaldes, para trasladarse de sus jurisdicciones a otras, debían solicitar permiso a los tenientes gobernadores. Le instruía Cajigal
de la Vega a su teniente gobernador en Bayamo a separarse
preventivamente del vecindario en todo trato “de familiaridad
y condescendencia a ruegos, no solo de Señoras, sino también
Eclesiásticos que por nimia piedad, e incauta creencia a persuadir a veces lo que no combiene”.
En las familias bayamesas funcionaban como un todo no
solo sus mujeres, sino también sus sacerdotes, quienes incitaban a desobedecer las ordenanzas de la Capitanía General.489
Boletín del Archivo Nacional, septiembre-octubre, año XIV, no. 5,
La Habana, 1915. Existen unas instrucciones a los tenientes de gobernador, fechada el 22 de enero de 1751, con un contenido casi idéntico
al documento citado, dirigida al capitán Ignacio Moreno de Mendoza.
489
294
Jorge Ibarra Cuesta
La instrucción de Cajigal contenía 29 acápites, en los que se
cuestionaban prácticamente todos los actos de la comunidad
bayamesa, y debían cumplirse con el máximo rigor.
Antes de la designación de Caxigal como gobernador a la
militarización le acompañaron medidas muy severas, entre
estas la Real Cédula del 20 de junio de 1743, que reiteró el
establecimiento de la pena de muerte a quienes comerciasen
con extranjeros. El gobernador Güemes de Horcasita dictó
un bando anunciando que la disposición real sería aplicada
“en todo género de personas de cualquier vecindad o pueblo
de la Isla”. La pena de muerte fue aplicada a algunos contrabandistas, pero ante la porfiada reincidencia de la gente de
Tierra Adentro en los rescates, y la imposibilidad de aplicar
la máxima pena a toda la población criolla, la Real Cédula de
1743 se volvió obsoleta.
La significación que tuvo la limitación de los fueros y prerrogativas del patriciado criollo por los tenientes gobernadores fue puesta de manifiesto por los alegatos de los Cabildos
locales y sus representantes legales contra la usurpación de sus
atribuciones por los capitanes generales.
La ocupación militar de Bayamo en 1751 tuvo características
espectaculares en más de un sentido. El nombramiento de Ignacio Moreno, como teniente gobernador de la villa rebelde,
originó un acalorado debate entre los capitulares; mientras
uno de ellos era partidario de secuestrarlo en la toma de posesión, otros se pronunciaron por “informar al Rey poniendo al
cuidado de los papeles a un Francés que los llevara a Europa,
ofreciéndole 2,000 pesos por las diligencias”. El francés resulto
ser Joseph Legras, un médico de la localidad que fue detenido
por el teniente gobernador, incautándole los papeles en los
que se impugnaba su nombramiento. Como sanción ejemplar
Ver Olga Portuondo Zúñiga. El Departamento Oriental en Documentos, t. I,
(1510-1799). Edit. Oriente, Santiago de Cuba, 2012, pp. 272-279, Apud. (AGI)
Ultramar, leg. 83, no 3, La Habana, 22 de enero de 1751.
De súbditos a ciudadanos...295
lo encarceló con dos pares de grillos. Tales medidas tuvieron
como efecto una enérgica protesta de los capitulares de
Bayamo. Moreno, que venía bien aleccionado sobre la solidaridad existente entre las comunidades criollas de la Tierra
Adentro, se decidió a enfrentar el desafío de los bayameses, a
los que no consideraba “de mejor condición que los del Puerto Príncipe y Trinidad”. De ahí que respondiese dictando una
orden el 7 de abril de 1751, mediante la cual los regidores y
alcaldes no podían salir de la villa sin licencia firmada por él.
En la resolución citada se argumentaba que los regidores y
alcaldes “como personas públicas, deben informar al Superior
su paradero...” Con lo que convertía a los capitulares bayameses en empleados o subordinados suyos. Cuando Moreno les
leyó el auto de que ningún regidor o alcalde se podía ausentar
de la villa sin su permiso, estos “despreciaron la amenaza y
le dijeron que era impracticable”.490 Desde luego, los capitulares bayameses se burlarían de semejante disposición, haciendo
caso omiso de las órdenes del teniente gobernador. De ahí que
este se quejase de que el regidor Juan de Céspedes no le había
prestado atención a sus órdenes de que no saliese fuera de la ciudad. En otro caso, el regidor perpetuo de Bayamo, Luis Torres
Arceo, se vio obligado con anterioridad a solicitar al Consejo de
Indias licencia para embarcarse a su destino, porque el teniente
gobernador le prohibía viajar fuera de la villa. En otros poblados, los regidores pedían autorización para viajar. Así, Pedro José
Ramírez solicitaría al Consejo de Indias permiso para transitar,
aparentemente porque el teniente gobernador no lo autorizaba
a salir fuera de Trinidad, donde era regidor.
En 1785 se publicaría una disposición del gobernador de
Cuba, Nicolás Arredondo (1782-1788), emitida el 20 de octubre de 1774, en la que se atribuía un conjunto de facultades
A.N.C. Gobierno General, leg. 534, no. 27093, y ANC. GG, leg. 534,
no. 27090.
490
296
Jorge Ibarra Cuesta
de los Cabildos de su jurisdicción.491 Aprovechándose de esta
disposición, Moreno le arrebató al Cabildo el derecho consuetudinario de “abrir calles, romper cerca y asentar (a moradores
de la villa) sobre solares”.
No conforme con esas medidas, Moreno les imputó a los regidores Joachim Vázquez y Joseph Espinosa haber firmado un
informe según el cual los vegueros se negaban, con razón, a venderle el tabaco a la Real Compañía de Comercio para negociarlo con los extranjeros de Jamaica. Los vegueros, sin embargo,
negaron tales imputaciones. La ofensiva contra los señores del
ganado de Bayamo prosiguió con una disposición del nuevo teniente gobernador, que obligaba a los usufructuarios de haciendas a pesar el ganado en Santiago de Cuba. Moreno le escribió
el 30 de mayo de 1751 al gobernador de esa ciudad, informándole “La abundancia de ganados que hay en esta villa es grande
como Ud. comprenderá a corto examen y poco tiempo, se ocultaba en las principales haciendas, porque los dueños se hacían
exentos.” La razón de esta estrategia era obvia: el ganado en pie
y los cueros eran vendidos a precios mucho más ventajosos a los
contrabandistas de Jamaica. Ante este ataque a fondo contra las
prerrogativas y derechos que había disfrutado el Cabildo, los regidores respondieron acusando a Moreno de haber promovido
un importante contrabando en la región.
En una carta fechada el primero de enero de 1752 el gobernador de Santiago de Cuba, Alonso de Arcos y Moreno
(1747-1754), le informaba al nuevo capitán general de la
isla, Francisco Cajigal de la Vega, sobre el apresamiento y orden de arresto contra varios funcionarios del Cabildo y hacendados implicados en una conspiración contra las autoridades
coloniales, y por haber acusado al teniente gobernador Ignacio
Moreno de participar en la organización de un contrabando.
Los imputados, detenidos en Santiago de Cuba, eran Manuel
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 1400, no. 15 y Santo Domingo,
leg. 412, no. 32.
491
De súbditos a ciudadanos...297
Joseph Aguilera, Francisco Mariño, y Juan de Guzmán, y la orden de arresto fue contra de Joseph Espinosa, todos capitulares o importantes señores de haciendas bayameses.
Luego se radicaría una causa contra el regidor bayamés
Juan Salvador de Céspedes Aguilera. Pero sobre los demás
detenidos se sabe que Mariño fallecería tres años más tarde,
en el Morro de Santiago de Cuba, donde guardaba prisión,
y Manuel Joseph de Aguilera y Joaquín de Espinosa se fugarían sensacionalmente de esa fortaleza colonial el 26 de mayo
de 1752. En las supuestas actividades conspirativas del grupo
estaba implicado también el prior dominico fray Luis de
Sotolongo, activo participante en todos los contrabandos que
se organizaban en la región.
En una denuncia hecha ante el gobernador de Santiago de
Cuba, el primero de Agosto de 1753, Aguilera rechazaría los
cargos formulados contra él, en el sentido de que había escrito un libelo infamante contra el teniente gobernador de Bayamo por sostener relaciones ilícitas con Francisca Odoardo.
Aguilera le atribuyó el libelo que circuló por toda la ciudad a
un principeño, cuyas generales no refirió en su comunicación
al gobernador de Santiago. No obstante, ratificó la denuncia
de que el teniente estaba amancebado con Francisca Odoardo
y mantenía un comercio clandestino con Jamaica.492
De acuerdo con el gobernador Alonso de Arcos, los cargos de
promotor del contrabando contra el teniente gobernador debían
ser rechazados porque exponían “el honor de Don Ignacio Moreno a la más vilipendiosa censura”, sin embargo, procedió a cambiarlo y nombrar en su lugar a Miguel Olasporte. Si la actuación
de Moreno originaba sospechas se debía a sus relaciones con el
prior, pues el religioso era el principal contrabandista de Bayamo.
Alonso Arcos criticaba también al gobernador de La Habana,
Cajigal de la Vega, por haber nombrado a Ignacio Moreno teniente gobernador de Bayamo, violando la Real Orden que le
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 1132A, 27 de agosto de 1753.
492
298
Jorge Ibarra Cuesta
otorgaba al gobernador de Santiago de Cuba la facultad de designar en su jurisdicción los tenientes gobernadores, a guerra y a justicia. En ese contexto, el teniente gobernador Olasporte, como
representante de Alonso Arcos, siguió la política represiva contra
Bayamo. De hecho, los bayameses tenían sus peores enemigos
en el Cabildo de Santiago de Cuba y en el gobernador de esa
ciudad. En represalia contra el Cabildo bayamés, el gobernador
de Santiago liberaría a los usufructuarios de haciendas de Jiguaní
de la obligación de la pesa que tenían con Bayamo. Para Arcos y
Moreno, Jiguaní se encontraba en una “total sujeción” a Bayamo,
una vez que su Cabildo pretendía indebidamente “atropellar los
términos y fueros de su jurisdicción comprimiéndolas a que hayan de concurrir al cumplimiento de la pesa y general abasto”.
El litigio que originó esa disposición dio lugar a que el monarca
español dispusiera que Bayamo se inhibiera de las causas civiles
y criminales de Jiguaní.493 Con relación a la disputa de Santiago
con Bayamo, en torno a Jiguaní, se sabe que tenía orígenes remotos. Los terratenientes bayameses podían ejercer una hegemonía
paternalista con sus clientelas, pero sobre aquellos que escapaban
a su jurisdicción y dominio, como los jiguaniceros, los trataban
con mano dura. Desde luego, tras la decisión del monarca español estaban los intereses del Estado colonial, enfrentado con el
patriciado bayamés, y del patriciado santiaguero interesado en
ejercer su dominio sobre el pueblo de Jiguaní.494 Ahora bien,
cuando el gobernador de Santiago fundó en 1700 el pueblo de
Jiguaní para sustraerlo de la influencia de Bayamo, designó dos
alcaldes pedáneos, dos alcaldes de monte y cuatro regidores. Por
esa fecha los jiguaniceros ya no eran en realidad indios, sino que
ANC. CCG, leg. 6, no. 123; ANC. CCG, leg. 8, no. 126; ANC, CCG, leg. 6,
no. 121; ANC. CCG, leg. 6, no. 226; ANC. CCG, leg. 6, no. 296; ANC.
G.G, leg. 534, no. 27090; ANC. CCG, leg. 10, no. 37; ANC. CCG. leg. 11,
no. 31; ANC. CCG, leg. 9, no.166, ANC. CCG, leg. 8, no. 279; ANC. CCG,
leg. 6, no. 212
494
Boletín del Instituto de Historia y del Archivo Nacional, t. lxiv, enero-junio
1964, pp. 113-114.
493
De súbditos a ciudadanos...299
constituían una población mestiza de blancos, negros e indios
de todos los matices. No obstante, los jiguaniceros trataron por
todos los medios de conservar su estatus de pueblo de indios,
pues de esa manera evadían el pago del Real derecho de alcabala
y se sentían protegidos por el gobernador de Santiago de Cuba
frente al patriciado bayamés.495
A fines del siglo xviii todavía se tomaban severas medidas y se
empleaba un lenguaje represivo contra el patriciado bayamés.
Así, el secretario de Cámara remitía a las autoridades locales
una Real Provisión del 3 de mayo de 1799, fundamentada en
los informes de estas contra el bachiller Joaquín Infante. En
esa provisión se reconocía el valor de las denuncias formuladas
por las autoridades y se definía un perfil del bayamés como
cargado “de expresiones desatadas, injuriosas, desordenadas
y ofensivas al respeto y decoro de las leyes de los tribunales
y pondrá a dho. bachiller Infante en prisión por el término
de un mes… y le llamará a su presencia en donde le corrija,
agria y severamente,… y si en lo sucesivo volviera a incurrir le
castigará con mayor vigor como corresponde y le previene al
Gobernador General que por ningún pretexto o motibo admita en su tribunal escrito alguno firmado por dho. bachiller…
y se condena en todas las costas al citado Bachiller Infante”.496
18.Las demandas del ideólogo de la hacienda patriarcal oriental,
Nicolás Joseph de Ribera
El Cabildo bayamés dirigió se esforzó en obtener un veredicto favorable del Consejo de Indias que, le abriera el paso,
a una Real Orden que zanjara su disputa con las autoridades
coloniales por la designación de tenientes gobernadores en
su jurisdicción. De ahí el nombramiento del santiaguero
Nicolás Joseph de Ribera como su apoderado en Madrid
Hortensia Pichardo: Los orígenes de Jiguaní. En Ibidem, pp. 85-112.
A.N.C. Correspondencia de los Capitanes Generales, leg. 31, no. 1-236.
495
496
300
Jorge Ibarra Cuesta
y en Sevilla. Fue así como el ilustre patriarca devino en
portavoz ideológico del patriciado ganadero oriental de la
segunda mitad del xviii y representante legal, al expresar
sus principales demandas de autonomía regional, acceso
al mercado mundial, resistencia a la tributación española
y al poder de los capitanes generales y de sus tenientes gobernadores. La exposición presentada por Ribera en Madrid, en 1754, reflejaba los puntos de vista del patriciado
de la isla. El memorial de los regidores y alcaldes bayameses
protestando por la imposición de tenientes gobernadores
a justicia y a guerra en la localidad establecía que: 1) En
dos siglos y medio que llevaba fundada Bayamo su gobierno
siempre estuvo en manos de sus regidores y alcaldes y así había sido consagrado por Reales Cédulas hasta 1751; 2) Los
tenientes de gobernador y las tropas que mandaban no eran
necesarios, una vez que Bayamo no había sufrido agresiones
enemigas, como los otros pueblos de la isla, por el hecho
de encontrase alejados de la costa; 3) Que la villa era de
“pobrísimos vasallos...tan pobres que no está enteramente
vestida la cuarta parte de sus moradores”, razón por la cual
no podían sufragar los gastos que implicaba la manutención
de la numerosa tropa de varias decenas de soldados que
acompañaba a los tenientes gobernadores; 4) Con respecto
a las imputaciones de que las elecciones de alcaldes eran
parciales en Bayamo, se alegaba que no lo eran más que las
de Santiago de Cuba y La Habana, donde eran notorios los
escándalos electorales; 5) Que los tenientes a justicia que habían padecido en la jurisdicción bayamesa desde 1736, “en vez
de impedir el comercio (de rescate) lo fomentaron”, habiendo sido destituidos todos por esa razón y el penúltimo debió
ser arrestado, instruyéndosele causa por comercio ilícito; 6)
Que la villa sufría últimamente tanto las obligaciones de sostener a los numerosos destacamentos, como “las contribuciones
perpetuas a que se le obliga...”; 7) Que los tenientes a justicia
y guerra usurpaban las funciones judiciales de los alcaldes que
De súbditos a ciudadanos...301
eran los únicos a quienes competía juzgar a los vecinos de
la localidad; 8) Que los soldados robaban los campos y el
ganado con el pretexto de pertenecer al Real Servicio y 9)
Que lo más indignante era “sobre todo ver sus individuos
vejados y maltratados ignominiosamente siempre que no
contribuyen a los deseos del Teniente y soldados…”
Este último descargo estaba avalado por los testimonios
expuestos en cuatro piezas instruidas judicialmente contra
los innumerables abusos de los militares, las que acompañaban al memorial del Cabildo bayamés.497 La denuncia de
Ribera no parece haber sido infundada, pues no solo al teniente gobernador Ignacio Moreno se le formularían cargos
de contrabando por los Alcaldes Ordinarios, sino que a su
sucesor, el capitán Juan de Leandro y Landa, se le instruiría
una causa en 1757 por la misma razón, conjuntamente con
Antonio Hernández y Manuel de Rivera. Leandro de Landa
sería sancionado por el juez de residencia en virtud de esa
denuncia.498
La más grande afrenta para Bayamo la constituyó la imposición de contribuciones perpetuas para el sostenimiento de los tenientes de gobernador, y de las tropas que lo
acompañaban, para reprimir supuestamente al contrabando. Esas tropas debían ser alojadas en las casas de los bayameses y alimentadas por estos. O sea, debían financiar la
represión del contrabando del que vivían. A los vecinos no
se les escapaban las estrecheces y necesidades que confrontaban, ni las trágicas consecuencias que se derivaban de las
hambrunas y de las epidemias que provocaba la prohibición
de comerciar con extranjeros. El alojamiento forzado de
las tropas en Europa fue una de las principales causas de
malestar en el campo y en las villas, las que provocaban las
Olga Portuondo: Nicolás Joseph de Ribera. Edit. Ciencias Sociales, La Habana,
1986, pp. 125-129 y 155-176.
498
ANC. CCG, leg. 8, no. 176 y (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 1362,
no. 22.
497
302
Jorge Ibarra Cuesta
sublevaciones campesinas, conjuntamente con la presión fiscal y las sequías.499
Otra evidencia de la manera en que muchos tenientes gobernadores se involucraban con los rescates eran las autorizaciones que, en la década de 1770, acostumbraba a conceder
el teniente gobernador de Puerto Príncipe a propietarios de
embarcaciones para que sacaran frutos y ganados fuera del
país.500 Un testimonio de los vínculos espurios que se forjaban
entre algunos tenientes gobernadores y los Cabildos, relacionados con los contrabandos, lo constituyó la fuga del capitán
a guerra de Trinidad, Manuel de Alburquerque, después de
refugiarse en un convento de La Habana. Su huida se originó
luego que en 1763 el gobernador de la isla, Joseph Fernández
de Córdoba, descubriera que él era el principal promotor de
los rescates en esa villa.501
Los conflictos entre los tenientes gobernadores y los Cabildos de la provincia de Santiago de Cuba se agudizarían en
Bayamo y en Holguín, a fines del decenio de 1750. El Cabildo
bayamés reclamaría ante el gobernador de Santiago de Cuba,
y posteriormente ante el Consejo de Indias, un esclarecimiento sobre la forma en que se realizaban las elecciones. De acuerdo con los capitulares bayameses, algunos colegas habían sido
procesados judicialmente hacía años, por lo que en virtud de
las arbitrarias disposiciones vigentes no podían votar y ser nominados para ocupar esos oficios. De no tomarse una decisión
en firme, no se podrían ocupar los 12 cargos de regidores y
alcaldes del Cabildo, según las ordenanzas locales. Mientras
Ibidem. Véase también Roland Mousnier: Fureurs paysannes, les paysans
dans les révoltes du xvii e siècle (France, Russíe, Chine) Calmann –Lévy, 1967,
Collection Les Grandes Vagues Révolutionnaires. Aqui este autor destaca
que el alojamiento forzoso del ejército en las casas de los vecinos de las
villas y de los campesinos, la presión fiscal, y las sequías provocaban las
grandes sublevaciones campesinas en Francia, Rusia y China.
500
Malagón Barceló: Op. cit., 1977, p. 134.
501
ANC. CCG, leg. 12, no. 224.
499
De súbditos a ciudadanos...303
se dilucidaba ese aspecto, el teniente gobernador arrestó en
1757 al capitán de las milicias bayamesas, Manuel de Tamayo,
y en 1759 instruyó procesos criminales contra los regidores
Rodrigo Tamayo, Nicolás Infante, Juan de Céspedes, Joseph
Espinosa, Francisco Brizuelas y Francisco Antúnez. En la relación de electores de la localidad ya no había personas que
llenaran los requisitos legales para votar, ser electos y cubrir
esos cargos. Los regidores y alcaldes perseguidos por la justicia
colonial se refugiaron en el Convento de los Predicadores de
Bayamo, donde fueron bien acogidos y protegidos por los religiosos, hijos todos de la gran familia terrateniente del Cauto.502
La demanda de los regidores perseguidos fue presentada
ante el Consejo de Indias, motivando una Provisión Real de
1759, mediante la cual se estableció que el gobernador de Santiago de Cuba no debió haber privado de voto pasivo a los regidores y alcaldes de la villa de Bayamo, como lo hizo en auto del
23 de diciembre de 1758, sin haber recaído sentencia en firme
contra los capitulares encausados. En otra demanda presentada ante el Consejo de Indias por el apoderado del Cabildo se
solicitaba la eliminación del cargo de teniente de justicia y
guerra en Bayamo, por la infinidad de abusos e infracciones
que había cometido en el desempeño de su cargo. Tal solicitud motivó un veredicto del fiscal el 2 de octubre de 1758,
en el sentido de que Su Majestad debiera “...tener a bien se
suprima el citado empleo”, sin embargo, el monarca español
dictaminó “que subsista el establecimiento de Justicia y Guerra
y no se admita nueva instancia de la Villa”.503
El gobernador de Cuba, Lorenzo Madariaga, parece haber
reconsiderado su política represiva contra Bayamo, pues en
1761 fue electo como regidor Nicolás Infante, en 1762 Rodrigo
Tamayo, y en 1765 Luis Antúnez, tres de los regidores procesados
ANC. CCG, leg. 8, no.164.
Colección de documentos inéditos para la historia de Hispanoamérica.
t. VII. Catálogo de los fondos cubanos del (AGI). t. I, vol. I, Madrid, 1929,
p. 197.
502
503
304
Jorge Ibarra Cuesta
criminalmente por su predecesor en la gobernación del departamento Oriental. Sin embargo, en carta del 28 de febrero
de 1760, Madariaga instruía de nuevo autos por trato ilícito
contra el capitán Felipe Fonseca, Francisco de Sosa y otros
patricios bayameses y principeños.504
De la persecución no escapó al alcalde de Puerto Príncipe, Esteban de la Torre, cuyo encarcelamiento fue ordenado en Holguín por José Antonio Cisneros, oidor de la
Real Audiencia de Santo Domingo. De ahí que de la Torre
protestase por lo sucedido en carta dirigida a Su Majestad el
21 de marzo de 1760.505
Pero no había manera de detener las prohibiciones contra los
patricios que aspiraban a alcaldías en la Tierra Adentro, pues en
1793 Diego José Tamayo, regidor perpetuo de Bayamo, reclamaba ante el Consejo de Indias que se le levantara la prohibición
de ser alcalde y se les reintegraran las multas que pagó.506
Como si fuera poco, al conjunto de medidas políticas represivas dictadas contra la población de la Tierra Adentro, durante el gobierno de Caxigal de la Vega, se sumaban disposiciones
sumamente abusivas en el orden económico. En una misiva
del intendente general de Hacienda, enviada el 19 de junio
de 1751 al Marqués de la Ensenada, se hacía constar que “los
Ministros de S. M. castigamos a los tratantes de Tierra Adentro, donde se exclama que no tienen de que valerse porque los
cueros que le tributan a 10. y a 12, rrs cada uno de mano del
extranjero, son incomerciables con los españoles”.
“Expediente dimanado de carta del Gobernador de Santiago de Cuba,
Lorenzo Madaraiaga a SM, de 28 de Febrero de 1760”, (AGI), Audiencia
de Santo Domingo, leg. 374, exp. 12.
505
“Expediente dimanado de carta del Alcalde de Puerto Príncipe, Esteban
de la Torre a SM, de 21 de Marzo de 1760”, (AGI), Audiencia de Santo
Domingo, leg. 1352, exp. 14.
506
Publicaciones del Instituto hispano-cubano de Historia de América, Sevilla. Catálogo de los fondos cubanos del (AGI). Expedientes diarios,
1642-1799, t. III, Sevilla, 1935.
504
De súbditos a ciudadanos...305
La reclamación de los vecinos de las regiones centro orientales tenía su razón de ser, según reconocía el intendente de
Hacienda, pues él mismo ordenaba “comprar cueros en Cuba
y Bayamo a 5 rrs. por cada uno puestos aquí…” Es decir, que,
mientras los contrabandistas pagaban los cueros a los patricios
criollos de la Tierra Adentro a 10 y 12 reales, estos debían pagarle forzosamente al fisco español 5 reales por cada cuero. 507
Si a tantos agravios sufridos a manos de los militares y funcionarios borbónicos, se sumaba el recuerdo de un pasado glorioso de riquezas y de relaciones cordiales con el extranjero en
la época de los Asturias, transmitido por la tradición oral del
patriciado, no era exagerado pensar que de las villas de Bayamo y Puerto Príncipe la política colonial española pudiese
esperar nada bueno.
A mediados del siglo xix una editora inscrita legalmente publicaba en Bayamo, a despecho de las autoridades coloniales,
una crónica en la que se hablaba de una edad de oro de la
ciudad, anterior a las represiones y mal trato de los borbones
de la segunda mitad del siglo xviii. El autor de esas líneas era
Francisco Fajardo de Infante, y su publicación fue financiada
por el que sería uno de los dirigentes de la guerra independentista de 1868, Francisco María Aguilera, regidor y alcalde
mayor de Bayamo. En las páginas referidas se comparaba al Bayamo de hoy con el de ayer, y se destacaba con orgullo el pasado contrabandista de la región, “La Holanda, la rica Holanda
de entonces poderosa en sus posesiones en la India oriental,
comerciaba con el Bayamo por el río del Cauto; flotando en
sus aguas se movían muchas velas y de distintas poblaciones.
Tales y tan benéficas comunicaciones, hicieron florecer su
comercio para esa época muy brillante. Las exportaciones de
frutos coloniales llegaron a ser muy considerables”.508
Boletín del Archivo Nacional de Cuba, La Habana 1915, t. XIV,
pp. 269-270.
508
Crónica y tradiciones de San Salvador de Bayamo, Oficina Tipográfica de D. F.
Murtra, Bayamo, s/f.
507
306
Jorge Ibarra Cuesta
19. Cuando los Cabildos les daban las espaldas a los intereses de
sectores de la clase terrateniente de su localidad.
Bastante raro o inusual es encontrar en las fuentes consultadas conflictos por abuso de poder entre los terratenientes
de una localidad y sus Cabildos, imposiciones o reclamaciones
injustas que dieran lugar a solicitudes de protección a las autoridades coloniales contra los capitulares que se suponía los
representasen.
El historiador Gerardo Cabrera plantea que, en las décadas
de 1750 y 1760, algunos hacendados bayameses protestaron
ante el gobernador español de Santiago de Cuba por la corrupción del propio Cabildo de Bayamo. “La cuota asignada se
fijaba sobre la base del criterio de las autoridades del Cabildo
de la Jurisdicción y los regidores de esa corporación veían en
la pesa un negocio lucrativo. De ahí que, aun cuando en 1751
se les había limitado en sus funciones, todavía en 1765 seguían
teniendo las mismas prerrogativas y abusando el poder que detentaban. Fue práctica habitual de esos funcionarios favorecer
a unos hacendados en detrimento de otros, lo que suscitó diversas protestas y quejas algunas de las cuales fueron elevadas
al Gobernador Lorenzo de Madariaga”.509
Nuevas investigaciones de este proceso deben arrojar luz
sobre las dificultades que, en ciertas coyunturas, representaban determinadas políticas abusivas de los Cabildos criollos
con relación a algunos grupos terratenientes. Determinadas
tendencias localistas de algunos terratenientes, interesados en
separarse del Cabildo de su jurisdicción, podían influir en las
autoridades coloniales para que autorizaran la constitución de
un nuevo Cabildo que los representase más a cabalidad. Ese
parece haber sido el origen de las luchas por la separación
Gerardo Cabrera Prieto, “Tunas: los conflictos entre el poder central y
el poder local”, Voces de la sociedad cubana. Economía, política e ideología,
Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 2007, pp. 40-41.
509
De súbditos a ciudadanos...307
de la región de Tunas de la jurisdicción de Bayamo, en cuyo
proceso hubo grupos de terratenientes que protestaron contra
el Cabildo de Bayamo a los fines de legitimar la creación de
lo que sería el Cabildo de Tunas.510 Las demandas separatistas
tuneras debilitaron el predicamento del Cabildo bayamés y sus
reclamos contra las autoridades españolas. 20.La criminalización de los oficios de regidor y alcalde ordinario
El proceso de criminalización de los regidores de Tierra Adentro no se limitó a las causas instruidas contra los bayameses. Cuando el teniente del rey en La Habana, Dionisio Soler, visitó Sancti
Spíritus el 12 de febrero de 1762, el vecino José Chamendía le
comunicó que el sargento mayor Francisco Jiménez había llevado
con grillos hasta Trinidad al regidor Juan Bautista Cañizares, y a
José Cañizares, depositario del Cabildo. De forma parecida, el
capitán Francisco Cárdenas apresó al fiel ejecutor del Cabildo
y lo condujo detenido a Trinidad. Todo ello, según el denunciante “…desobedeciendo los mandatos reales de que cada
uno sea juzgado en su vecindad”.511 Ya desde 1761 los Cabildos
de Holguín y Baracoa se opusieron enérgicamente a la toma
de posesión de un teniente a guerra y justicia en sus respectivas localidades. En enero de 1764, el teniente gobernador
Juan Hernández se negaba a posesionar en el cargo de alcalde
ordinario a Diego Felipe Tamayo, electo por el Cabildo ese
mismo mes y año, alegando que este tenía “un genio inseguro
y caviloso”. Al nombrar como nuevo teniente gobernador al
catalán Joseph Leonart, en mayo de 1764, desterró al sargento
mayor Diego de la Cruz. En las instrucciones que recibiera el
teniente gobernador de la Capitanía General, se le instaba a
intervenir en todas las elecciones del Cabildo, de modo que
Ibidem, pp. 46-52. Véase también del mismo autor Conflictos tierra y poder
en las Tunas (1777-1849), Instituto de Historia de Cuba, 2008.
511
Marrero: Op. cit., t. 8, p, 111.
510
308
Jorge Ibarra Cuesta
fueran “las personas de distinción, o buena fama, y si es posible que sean ricos, para que la necesidad, no les haga cooperar
a estafas, ni otras usurpaciones”.512
En algunas ocasiones el Consejo de Indias tomaba medidas
contra los desafueros y abusos que cometían eventualmente
los patricios con sus subordinados, para hacerles sentir el peso
de la autoridad real enfrentándolos y rebajándolos ante las
clases subalternas de la sociedad.
En ese orden, a instancias del Consejo de Indias, el monarca español emitió la Real Cédula del 9 de junio de 1777, en
la que condenaba a los regidores principeños Nicolás Villavicencio, alcalde de la Santa Hermandad, y Pablo Villavicencio,
a diez años de prisión en el Castillo de San Juan de Ulloa y
a su destierro perpetuo de la isla. Los regidores Villavicencio
agredieron violentamente al indio Vicente Domínguez por no
haberse quitado el sobrero en su presencia, y en el curso del
altercado este perdió la vida.
Otro caso en que el Consejo de Indias tomó medidas contra
los patricios principeños fue el del regidor Diego de Varona.
En la sesión del Cabildo de Puerto Príncipe, del 2 de diciembre de 1777, se sabía de la sentencia dictada por el Consejo
de Indias contra el también alcalde mayor provincial de la
Santa Hermandad, por la pena de horca que impuso a Joseph
Reynoso, por este persuadir al soldado de milicias Agustín de
Texada para que asesinara a Santiago Moxonta, su cuñado. El
dictamen contra Varona consistió en declararlo inhábil perpetuamente para todo empleo u oficio, y a seis años de presidio
en la Castillo de San Juan de Ulloa. 513 La justicia real revestía
de autoridad a los mandos coloniales, cuando sancionaba abusos de poder que tenían su origen en decisiones o acciones
tomadas por los patricios locales. En esas ocasiones, el Estado
Ibidem.
Archivo Histórico provincial de Camaguey. Fondo Cabildo de Puerto
Príncipe. Sesión del Cabildo de 12 de junio de 1877, fol. 228-229. Sesión
del Cabildo de 2 de diciembre de 1877, fols. 286-288.
512
513
De súbditos a ciudadanos...309
colonial y el rey se presentaban ante las clases criollas subalternas como la encarnación de la equidad y la imparcialidad.
21.En Holguín también se cuecen habas
En Holguín las autoridades coloniales se propusieron también incriminar como delincuentes a patricios de la localidad. El nuevo teniente gobernador de Holguín, Antonio Esquerra, le escribió el 11 de marzo de 1765 al gobernador de
la isla, Francisco Caxigal de la Vega (1747-1760), informándole
que a su toma de posesión asistieron tan solo dos regidores
y un alcalde por hallarse los demás, “unos suspensos, otros
presos y enfermos”. Pocas semanas después remitía detenidos a Santiago de Cuba a los regidores Cristóbal de la Cruz,
Joseph de Peña y Joseph de la Torre Echevarría. Esquerra le
comunicó al gobernador de Santiago, Lorenzo Madariaga,
que el escribano del Cabildo holguinero, quien le informaba
sobre todo lo que sucedía entre los capitulares holguineros,
le daba detalles de lo ocurrido en esa ciudad, “de los considerables desórdenes, en que ha estado viviendo hasta el presente, a causa de ser solo y verse atemorizado de los superiores
que han gobernado, esta República”. En otra comunicación
a Caxigal, Esquerra se quejaba porque los regidores José de la
Torre Echeverría y José de la Peña conspiraban y le informaba
que apresó al regidor alcalde Diego de Ávila por “seguir en
sus depravadas intenciones”. Por otra parte, los señores de
haciendas holguineros lo acusaban de ser un enemigo jurado
de sus intereses, “… por haberle ordenado que sacaran sus
reses de las fincas de los estancieros.” Instado por Esquerra,
el juez de residencia suspendió en sus empleos a la mayoría
de los regidores, pero el capitán general los repuso el 8 de
junio de 1765. Esquerra le escribió entonces a Caxigal de la
Vega, el 11 de junio de 1765, que había reconsiderado su
actitud, pues su objetivo en Holguín no era otro que “aspirando en todo a su unión y quietud, no obstante que en lo
310
Jorge Ibarra Cuesta
acaecido puedo asegurar a Ud. que no era otro mi fin que
procurar la unión entre ellos”. Aseguraba, por último, que no
seguiría causa alguna contra los vecinos sin la asistencia del
escribano, “habiéndolo ejecutado en lo pasado, solo por presunción (lo que no debí hacer)”. Esos pasos los había tomado
porque entonces “... no tenia nadie con quien consultar”.514
A Esquerrea lo atemorizó otro asunto durante su mandato, y
fue que al llegar a Holguín, de 100 fusiles que tenía el cuerpo
de milicias, solo quedaban 27. Lo que lo hacía pensar que
en cualquier momento pudiera estallar alguna sublevación
como había sucedido con anterioridad en Bayamo y Puerto
Príncipe. Sin embargo, al final de su período había recogido
varios fusiles hasta llegar a 86.
En el curso de esos acontecimientos se puso de relieve la política del gobernador y del teniente gobernador de apoyar al grupo más conservador de la oligarquía holguinera, Ávila-González
de Rivera, contra el grupo encabezado por la familia Cruz.515
En septiembre de 1782 el teniente gobernador y capitán a
guerra de Holguín, Joseph Diez, descubrió un importante contrabando de reses en los hatos de los regidores Miguel Cardet, a
la sazón alcalde de la Santa Hermandad y alférez, y Diego Echavarría. En la operación de rescate, que se efectuó por Gibara,
estaban implicado no solo Cardet y Echavaria, sino también
Onofre de la Cruz, alcalde de la Santa Hermandad, y el regidor
bayamés Andrés de Saavedra. La causa que se le instruyó a los
encumbrados rescatadores fue adulterada en la medida que los
encausados fueron eximidos de ser encarcelados “entendiéndose en el caso del primero por su ancianidad, en la casa de su
morada, y el segundo en la casa capitular de nuestra ciudad”.516
ANC. CCG, leg. 17, no. 21; ANC. CCG, leg. 17, no. 9; ANC. CCG, leg. 17,
no. 10; ANC. CCG, leg. 17, no. 24; ANC. CCG, leg. 17, no. 21; ANC, CCG,
leg. 17, no. 22; ANC, leg. 17, no. 4; ANC, leg. 17, no. 163
515
Novoa Betancourt: Op. cit., pp. 105-106.
516
Archivo Provincial de Historia de Holguín. Fondo Tenencia de Gobierno
y Ayuntamiento de Holguín (1752-1878). Libro de Actas del Cabildo del
514
De súbditos a ciudadanos...311
El nombramiento de Antonio Luque, como teniente gobernador de Holguín en 1790, motivó una fuerte protesta del
Cabildo, que apeló a la Real Audiencia de Santo Domingo. Los
capitulares holguineros objetaban la designación de Luque
por ser un bayamés que respondía al patriciado se su ciudad,
por lo que temían se conjurase con el gobernador de Santiago
de Cuba para afectar sus intereses.517
El alcalde ordinario Antonio Angulo, el regidor Diego Batista
y el síndico procurador Antonio Serrano, serían sancionados
por haber desacatado las órdenes del gobernador de Santiago
de Cuba. La Real Audiencia de Santo Domingo, ante la cual
reclamaron sus derechos los capitulares, por resolución del 2
de junio de 1790 les impuso “al Alcalde Angulo y al Síndico
Serrano cuatro años de suspensión de sus respectivos cargos,
al Regidor Batista seis meses y al Cabildo holguinero un mil
pesos de multa”.518 Las demandas de los capitulares holguineros contra las autoridades coloniales no disminuyeron
por esa razón.
Con alguna frecuencia las demandas de los tenientes gobernadores resultaban desmedidas y no eran escuchadas por
el capitán general. Así, el gobernador Luis de las Casas, en
carta del 31 de agosto de 1796, reprendía al teniente gobernador de Holguín por desconocer que “es obligación de los
pueblos atender a los gastos necesarios de la administración
de la justicia y de seguridad de las cárceles sin el auxilio de tropas, como lo hacen en todas las villas y ciudades de Europa…
si Don Antonio Luque no puede administrar justicia con la
rectitud que corresponde sin el auxilio de un destacamento
año 1782. Sesión de 19 septiembre, fol. 37, de 7 de octubre, fol. 39 y de 25
de noviembre, fols. 40-45 de 1782.
517
Archivo de Historia de Holguín. Fondo Tenencia de Gobierno y Ayuntamiento de Holguín (1752-1878). Libro de Actas del Cabildo del año 1789,
sesión del 25 de mayo y 7 de septiembre, fol. 36 y 37; 9 de septiembre, fol. 37
y 38; 14 de septiembre, fol. 38 y 39 y 22 de septiembre de 1789, fol. 40 y 41.
518
Novoa Betancourt: Op. cit., p. 106.
312
Jorge Ibarra Cuesta
formado en Holguín debería dar su cargo a otro sujeto de más
disposición… solo cuando ocurriese manifiesta resistencia
debe recurrirse a la fuerza”.519 Luis de Las Casas fue el primer
gobernador ilustrado de la isla, por lo que le resultaba difícil
comprender el tono represivo de las prácticas de gobierno de
los tenientes gobernadores, quienes eran alentados por las
ordenanzas de los capitanes generales del siglo xviii.
El 7 de abril de 1801, el Cabildo elevó al gobernador Las
Casas una moción del síndico procurador general, Nicolás Hernández, para que no se efectuara el nombramiento
de teniente gobernador de Holguín, dado que sus funciones debían corresponderle al alcalde de primera elección
del Cabildo holguinero, de la misma manera que en las
villas de Sancti Spíritus, Remedios, Villa Clara y Trinidad.
La apelación del síndico y los regidores holguineros se basaba en que, en las villas de la región central mencionadas,
no había un teniente gobernador en ese momento, no en
que la Capitanía General hubiera revocado las funciones
judiciales del teniente gobernador y sustituido a este por
los alcaldes de primera elección. Por eso, las autoridades
coloniales no atendieron la reclamación holguinera. Como
destaca el historiador José Novoa, las demandas del Cabildo
contra los tenientes gobernadores se “mantuvieron vivas” por
la instauración de la Constitución liberal en 1820.520
22.Litigios pendientes contra las autoridades coloniales
En la segunda mitad del siglo xviii se produjeron una
serie de litigios entre los Cabildos centro-orientales y el Estado
colonial, que testimoniaron la voluntad de los patriciados de
no renunciar a la hegemonía que ejercían en sus respectivas
jurisdicciones.
ANC, Correspondencia Capitanes Generales, leg. 31, no. 1-236.
Novoa Betancourt: Op. cit.
519
520
De súbditos a ciudadanos...313
En ese contexto, se conocen las divergencias derivadas
del nombramiento de tenientes gobernadores en Puerto
Príncipe, durante el mandato del capitán general Bucarely
(1760-1771). Según relata el historiador español Justo Zaragoza, las familias patricias de Puerto Príncipe, integradas por
los Betancourt, Recio y Varona, se opusieron desde el Cabildo
a su designación. Esta actitud provocó que “Irritado el General
por tal desacato, llamó a la Habana a los que se habían opuesto
a dar posesión al Gobernador y los Betancourt, Recios y Barona etc. que se presentaron fueron encerrados en el Castillo del
Morro y de allí deportados a Cádiz”.
El 30 de abril de 1780 el capitán general llamó a La Habana
a Felipe Zayas, teniente gobernador de Puerto Príncipe, quien
había sido acusado por el alcalde principeño Luis Francisco de
Agüero de marcar con hierro caliente a siete negros esclavos,
que habrían llegado a la isla en un contrabando. Los cargos
formulados contra Zayas indicaban que había cometido el referido hecho para acreditar su presencia como esclavos que
entraron legalmente.
Pero luego de entrevistarse con el capitán general, Zayas
fue absuelto y repuesto en su cargo; tan pronto se reintegró a
sus funciones envió a prisión al alcalde de Agüero. La arbitraria medida provocó una diversidad de protestas de su familia
y de los regidores principeños. En esas circunstancias, y para
disipar el malestar reinante, el 23 de abril el teniente gobernador emitió un edicto amenazando con severas medidas a
los inconformes.
En la sesión del Cabildo del 5 de mayo de 1780 el alcalde
primero, Francisco Javier Montejo, leyó el referido bando y
denunció que se había expulsado de la villa, con la orden de
presentarse al capitán general en La Habana, a dos regidores “con otros vecinos de principal distinción”. Montejo presumía que los regidores fueron acusados de sedición. De ahí
que consiguió que el Cabildo enviara una carta al gobernador
expresando que en la villa no había ocurrido ningún motín, ni
314
Jorge Ibarra Cuesta
acto sedicioso que justificase la detención y envío a la capital
de los regidores. Según la acusación de Zayas, el regidor Mauricio Montejo, el doctor Francisco Estrada, Manuel de Agüero
y Francisco Álvarez, se unieron para promover un tumulto demandando su destitución, y escribieron unos versos subversivos
que circularon por toda la ciudad.
Como reacción a estos hechos, el alcalde de Agüero y los
regidores involucrados por Zayas en actividades sediciosas interpusieron una demanda ante la Audiencia de Santo Domingo. Cinco años después, el 31 de agosto de 1785, fue revocada
por la Audiencia la sentencia del capitán general de la isla en
la causa contra el alcalde Luis Francisco de Agüero, el licenciado Diego Félix Armenteros y el escribano Juan José Acosta,
por el procedimiento que siguió el primero contra el teniente
gobernador Zayas.
La Audiencia condenó a Zayas a inhabilitación perpetua
para conseguirse empleo en el área judicial, a cuatro mil pesos
para indemnizar a los encausados en el proceso, y a correr con
las costas del juicio.521 Era una novedad ese tipo de sentencias
proviniendo de la Real Audiencia de Santo Domingo. Si bien
los oidores de Santo Domingo actuaban con frecuencia de un
modo conciliador, mediando entre los gobernadores y los Cabildos, rara vez les daban toda la razón a los criollos.
Los conflictos del Cabildo principeño con los tenientes
gobernadores llegaban con frecuencia a Madrid. El sucesor
de Felipe de Zayas en la Tenencia de Gobierno no solo heredó sus diferendos con el alcalde Luis Francisco de Agüero,
sino que estos llegaron hasta el Consejo de Indias. En la
sesión del 16 de junio de 1787, los consejeros del rey discutieron la sanción impuesta al alcalde ordinario de Puerto
Príncipe por el teniente gobernador de la localidad, a causa
de su “mala conducta”. El fallo fue que se suspendiera al
Juan Torres Lasquetti: Colección de datos históricos, geográficos y estadísticos de
Puerto Príncipe y su jurisdicción, segunda parte, La Habana, 1888.
521
De súbditos a ciudadanos...315
alcalde en sus funciones de juez; decisión que sería ratificada por el monarca.
En los autos que se instrumentaron contra Diego Gómez,
alcalde de Santa Clara, a instancias de Bartolomé Rodríguez,
alférez real y teniente gobernador de esa villa en 1790, se
pusieron de relieve las inmunidades de la localidad contra
las autoridades. En el curso del litigio, el alcalde primero se
opuso a que la autoridad militar local asumiera las funciones de Diego Pérez, alcalde segundo de la villa. El lenguaje
que empleó el alcalde Gómez contra el gobernador provocó
que fuera advertido por la Fiscalía, al considerar su modo de
expresión descompuesto, poco respetuoso y agresivo con la
primera autoridad de la isla.522
En términos parecidos, en 1794 el teniente gobernador de
Trinidad se quejaba ante la Audiencia de Santo Domingo del
alcalde de esa localidad, Julián Sánchez, por no guardar las
debidas consideraciones y respeto para con su persona y cargo.
En otro hecho, el Cabildo de Puerto Príncipe se opuso en
1790 a la designación y toma de posesión del licenciado Francisco Antonio Álvarez como teniente de alguacil. En los autos
instruidos en su contra se le imputaba haber redactado un
libelo contra Jerónimo Cisneros. En Sancti Spíritus, en 1788,
el Cabildo instruía autos contra el gobernador, por querer
despojar a esa villa de los abastos con que contribuían desde
tiempo inmemorial las haciendas de Tellabacoa y Algo Blanco.
Se suma a la lista de litigio que en 1787 el teniente gobernador de Puerto Príncipe seguía autos en la Audiencia de Santo
Domingo contra los regidores principeños Faustino Caballero,
Diego Batista, Mauricio Montejo, Manuel Nazario Agramonte y Manuel Betancourt, por no concurrir a las sesiones del
Cabildo en actitud de desobediencia contra él. Ese mismo año
Javier Malagón Barceló: El distrito de la Audiencia de Santo Domingo, Pontificia
Universidad Católica Madre y Maestra, Santiago, República Dominicana,
1977, p. 217.
522
316
Jorge Ibarra Cuesta
se instruía un expediente por la Audiencia de Santo Domingo para que los capitulares mencionados no se ausentasen de
Puerto Príncipe, sin previa licencia del teniente gobernador.
Se tomaban medidas también contra los regidores de Bayamo,
por no asistir a las sesiones del Cabildo a causa de sus desavenencias con el teniente gobernador. Tal conducta motivó
que este elevase un expediente ante la Audiencia de Santiago
de Cuba. Y en La Habana, en 1787, el gobernador de la isla
instruía autos contra los regidores Luis Ignacio Caballero y
Manuel Ponce de León.523
Las autoridades coloniales involucradas en rescates no
eran solo tenientes gobernadores ganados a la causa de los
promotores criollos de la desafección, sino que el capitán
general y gobernador de la isla, Lorenzo Cabrera (1626-1630)
fue sancionado a pagar 80,000 ducados por contrabando de
tabaco y otros géneros, los que introducía a través del puerto
de La Habana en los galeones españoles procedentes de la
península y tierra firme. El gobernador de Santiago de Cuba,
Gil Correoso Catalán (1683-1688) fue condenado a muerte
por promover el contrabando con los ingleses de Jamaica,
indultándosele después. De la misma manera, en 1700 el
Consejo de Indias pidió información al obispo de Santiago de Cuba sobre las actividades de contrabando que se le
atribuían al gobernador de la misma ciudad, Mateo Palacios
(1698-1700).524
La aversión de los principeños a los tenientes gobernadores se reflejaría de manera inequívoca en las palabras con
las que su historiador, Tomás Pío Betancourt, enjuiciaría
Malagón Barceló: Op. cit., 1977, pp. 213, 242, 205, 187 y 190. Véase
también: Archivo Nacional de Cuba. Audiencia de Santiago de Cuba,
leg. 357, no. 8393 y Justo Zaragoza: Las insurrecciones en Cuba, t. I,
Imprenta de Manuel G. Hernández, Madrid, 1872, pp. 747-748
524
Publicaciones del Instituto Hispano-Cubano de Historia de América.
(Sevilla). Catálogo de los fondos cubanos del (AGI), t. III. Expedientes
dimanados de cartas. 1681-1800. Sevilla, 1983, p. 14.
523
De súbditos a ciudadanos...317
irónicamente las arbitrariedades del mando militar en la
localidad. En los “Apuntes de la Historia de Puerto Príncipe”, publicados en 1840, en las Memorias de la Sociedad
Económica del País, Betancourt consignaría al describir la
residencia del Ayuntamiento principeño, “En lo alto se celebraban los Cabildos y en las piezas bajas se puso la cárcel
pública. En tal estado permanecieron las cosas hasta la venida de los Tenientes Gobernadores, que no se por qué, se
apoderaron de esta casa para su habitación. Estrechado el
Ayuntamiento con una persona de tanta consideración, se
vio precisado a construir una nueva casa capitular”. En otras
palabras, el edificio original del Cabildo fue ocupado manu
militari por el oficial español.525
Las demandas de autonomía local expuestas en el Memorial bayamés de 1754, y en las exposiciones que formuló
Nicolás Joseph de Ribera ante el Consejo de Indias, no fueron escuchadas por la monarquía española. De igual manera, las innumerables instancias formuladas por los Cabildos
de Tierra Adentro, ante el Consejo de Indias, fueron desatendidas a lo largo del siglo xviii. La significación histórica que tuvo el despojo de los fueros y prerrogativas de
las que disfrutaron los los patriciados locales por más de
dos siglos, frente a los gobernadores de la isla, solo puede
ser apreciada en términos del agravio profundo y del resentimiento legítimo que experimentaron desde entonces
los patricios criollos. De señores investidos de prestigio y
poder devinieron súbditos sometidos al arbitrio de las órdenes intempestivas de militares españoles de baja condición
social y cultural. Por tres siglos los patriciados detentaron
las funciones dirigentes, económicas, políticas, judiciales
y religiosas en sus respectivas jurisdicciones. Los Cabildos
estaban integrados por descendientes de familias criollas
Memorias de la Real Sociedad Económica de La Habana, t. VIII, La Habana,
1839, p. 238.
525
318
Jorge Ibarra Cuesta
terratenientes arraigadas secularmente en la isla. Los alcaldes tenían como función principal ejercer la justicia en
la localidad. La vida económica y social era regida por las
decisiones del Cabildo. El clero estaba constituido en su mayoría por descendientes de familias criollas terratenientes,
por lo que no es casual que estos tuvieran los mismos apellidos de los regidores y alcaldes de las localidades de donde
procedían. La visita pastoral del obispo Alonso Enríquez de
Armendáriz a Bayamo, en 1620, reveló que cerca del 60%
de los sacerdotes eran criollos.526 La visita eclesiástica del
obispo Morell de Santa Cruz, efectuada 134 años después,
en 1754, mostró que de 76 sacerdotes que había en Santiago
de Cuba y Bayamo, 75 eran naturales del país.527
Con la imposición del gobierno militar en las villas, los señores de haciendas no solo debían aceptar los desplantes y humillaciones de los militares españoles, sino que debían soportar
cómo estos se enriquecían y los suplantaban en ocasiones en la
dirección y organización de los rescates. De la misma manera,
los tenientes gobernadores usurparon una de las principales
atribuciones de la oligarquía: el ejercicio de las funciones legales por los alcaldes. En la medida en que fueron privados de la
facultad de impartir la justicia entre sus clientelas, se sintieron
rebajados ante sus artesanos, peones, campesinos y emancipados. La interpretación y aplicación de las leyes por los alcaldes
del Cabildo, constituía una de los principales atributos de la
hegemonía política y espiritual que ejercían los señores de haciendas sobre las clases subalternas.
Memorias de la Real Sociedad Económica de Cuba, segunda serie, t. III, 1847
y Alonso Enríquez de Armendáriz: Relación espiritual y temporal del Obispado de Cuba, vida y costumbres de todos sus eclesiásticos, escrita por orden
del rey Felipe II, por fray Alonso Enríquez de Armendáriz, obispo
de Cuba. [Enrique Sosa y Alejandrina Penabad Félix, en Historia de
la Educación en Cuba, t. I. Siglos xvi y xvii, Edit. Pueblo y Educación,
La Habana, 1997, p. 80].
527
La visita eclesiástica de Morell de Santa Cruz. Ed. Ciencias Sociales,
La Habana, 1985, pp.100-103.
526
De súbditos a ciudadanos...319
El juicio de la época del obispo Morell de Santa Cruz sobre
los tenientes gobernadores en Cuba, tan parecido al de fray
Iñigo Abbad sobre sus homólogos en Puerto Rico, nos ilustra
a propósito de sus funciones y su naturaleza, “... por lo común
son hombres limitados, y q. por el poder de las Armas se hacen
odiosos a todos. Mezclanse a cada paso en la jurisdizn. de los
Alcaldes y reina entre ellos la discordia. Suelen atropellar a los
vecinos, y como estos son unos pobres infelices, ni aun tienen
valor para quejarse. Deve pues justamente recelarse que en el
mayor conflicto se halle el Theniente abandonado de los Paisanos y que todos le buelban las espaldas para que quede mal”.528
23.Las pugnas de Santiago de Cuba con La Habana por la
hegemonía
Santiago de Cuba nunca fue beneficiado con las ventajas
comerciales y exenciones arancelarias de las que disfrutaba la
capital. Las Crónicas de Santiago de Cuba, de Emilio Bacardí,
refieren varias memorias expuestas por el Cabildo local demandando su autonomía con respecto a la Capitanía General de la
isla en 1683, 1693, 1790 y 1794. Otras exposiciones presentadas
528
La estrecha amistad de Morell de Santa Cruz con el Gobernador Francisco Caxigal de la Vega, el más celoso represor del patriciado criollo de
la Tierra Adentro, en especial de los bayameses y holguíneros, parece
definir el talante con que el prelado apreciaba los conflictos que dividían a los naturales del país de las autoridades en la isla. Tal actitud se
perfila con más claridad en el relato que Morell hace de su visita pastoral a la isla en 1754-1757. Si bien en el relato de su visita no aparecen
referencias a que reprimiese los amancebamientos, Altares de la Cruz,
y otras manifestaciones culturales de la población criolla, como acostumbraban los prelados españoles, Morell manifiesta su desaprobación a la
resistencia protagonizada por el patriciado criollo contra las autoridades
coloniales. No obstante, en una primera descripción general que hace
el obispo dominicano de los tenientes gobernadores y el malestar que
creaban en las comunidades criollas, no podía menos que reflejar la incompetencia y arbitrariedad de estos. La visita eclesiástica de Morell de Santa
Cruz, selección e introducción de César García del Pino, Ed. Ciencias
Sociales, La Habana 1985, p. 124.
320
Jorge Ibarra Cuesta
en 1757, 1789, 1795 y 1796 dan cuenta del empeño de los regidores santiagueros en liberarse de la tutela habanera, expresivas
de su sentimiento regional de arraigo a la patria local.529
El regionalismo de los santiagueros, como el de los habaneros, era resultado del desarrollo económico desigual que
había determinado la posición geográfica de La Habana con
respecto a las principales rutas de navegación en las Indias,
así como de la ubicación espacial de la región centro-oriental
con respecto a las posesiones ultramarinas nordoeuropeas en
las Antillas Menores. La economía de servicios, organizada en
torno a los arribos de la flota a La Habana, propició la constitución de una economía de plantaciones desde la segunda
mitad del siglo xviii, mientras que Santiago de Cuba, en esa
misma época, a duras penas había podido imponerle a Bayamo y a la región ganadera del Valle del Cauto el cumplimiento
de la obligación de la pesa y el abastecimiento de su población. Lo que más perturbaba a los señores del ganado de Sancti Spíritus, Remedios, Trinidad, Villa Clara y Puerto Príncipe
era vender forzosamente sus carnes en La Habana, mientras
los de Bayamo, Holguín y en ocasiones los del propio Puerto
Príncipe, debían cumplir la misma obligación con respecto a
Santiago de Cuba. No solo debían vender a un precio fijo las
reses, sino una cantidad determinada, fijada por las cuotas que
establecían el Cabildo habanero y el santiaguero.
Las sentidas reclamaciones santiagueras contra la situación privilegiada que disfrutaba La Habana, a costa de las comunidades
Emilio Bacardí Moreas: Crónicas de Santiago de Cuba, Op. cit., t. I, pp. 141,
142, 275, 291; José Antonio Saco: Papeles sobre Cuba, t. I, La Habana 1960,
p. 379; ANC, Asuntos Políticos, leg. 1, no. 65; “Memoria dirigida a S.M.
en Enero de 1789...”, en Anales de las Reales Juntas y Sociedad Económica de la Habana, t. II, enero-junio, La Habana 1850; “Bayamo:
copias de las noticias de su jurisdicción por un anónimo en 1795”, en
Colección Manuscritos Morales, Sala Cubana, Biblioteca Nacional José
Martí y “Copia de un manuscrito del Ayuntamiento de Santiago de Cuba
a S.M., Febrero 24, 1757”, en Boletín del Archivo Nacional de Cuba,
t. XIII, La Habana, 1914, pp. 123-127.
529
De súbditos a ciudadanos...321
criollas de la Tierra Adentro, encontraron su más expresivo
vocero a fines del siglo xviii en el arzobispo de Santiago de
Cuba, Joaquín de Ozes y Alzua. De acuerdo con el informe
presentado por Ozes a Su Majestad, con el título “Fomento
de la agricultura e industria en la parte oriental de la Isla de
Cuba. 1794”, la causa de la miseria y el atraso que afectaban
a la región oriental debía atribuirse a que La Habana “sorbía
toda la substancia del resto de la Isla, generando una “funesta ribalidad”.530 En el departamento oriental se podía avistar
por doquier que “todo es dependencia”, lo que debía modificarse para que los vasallos del rey se “miren como una
sola sociedad”. Para el prelado el problema radicaba en que
“habiendo logrado la Habana tantos auxilios para su incremento y grandeza se habra creido tal vez por los que han dirigido los intereses de la isla, que la Habana no podía ganar sin
que perdiese Cuba, o que no podría enriquecerse aquella, sin
que empobreciese esta...”531 En consonancia con las innumerables exposiciones y denuncias escritas desde la Tierra Adentro a lo largo del siglo xviii, Ozes planteaba lo que consideraba
las demandas mínimas de los orientales. Así reclamaba la creación en Santiago de Cuba de una Intendencia, una factoría de
tabacos de donde se exportase directamente a la península,
y el envío inmediato de los situados desde la Nueva España
a la capital oriental sin pasar por La Habana. Se demandaba
también que el desecho o las ramas del tabaco pudieran ser
comercializados en el departamento oriental, o exportado a
otras posesiones españolas en el área del Caribe y no destruida
como disponían los funcionarios del estanco habanero. Reclamaba también el prelado que “como se reconoce del contexto
de la Real Orden de 20 de Junio de 1766, se nos haya regulado
y pagado a menos precio que los de la Habana a pretexto de los
Memorias de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. La Habana,
1880, pp. 107-118 y 179-187.
531
Ibidem.
530
322
Jorge Ibarra Cuesta
costos de transporte a aquella ciudad, quando pudieron y pudiera evitase exportando directo a España.” Otro inconveniente era que en la Tierra Adentro se demoraban con frecuencia
en pagarles a los vegueros sus productos entre “un año y dos”.
Se lamentaba también de disposiciones de los gobernadores,
como la Carta del conde Ricla y el Bando de Diego Navarro,
que restringían el cultivo del tabaco dictaminando la cantidad
de plantas que podían sembrarse.532
24.Los reñidos desacuerdos entre la ciudad puerto de Santiago
de Cuba y Bayamo
La subordinación rigurosa del gobierno local de las villas,
a las órdenes de los capitanes generales, no impidió que la
gente de Bayamo siguiera practicando el contrabando en la
misma escala que en el siglo anterior. Las Crónicas de Santiago de Cuba, de Emilio Bacardí, revelan que los bayameses
contravenían también de manera invariable las obligaciones
que les imponía el gobernador de Santiago de Cuba de contribuir con la pesa de la localidad, al tiempo que aumentaban su
comercio de rescate. Las razones por las que no cumplían esas
exigencias eran de fácil comprensión: las naves contrabandistas extranjeras que visitaban el puerto de Manzanillo, y las
playas orientales, ofrecían un precio dos y tres veces más alto
por los cueros y las reses en pie que el matadero de Santiago
de Cuba. De acuerdo con Bacardí, “... en el año de 1769, el capitán Antonio Royo, en expedición de Bayamo a esta ciudad,
asalta dos grandes embarcaciones armadas en guerra cargadas
de ganado clandestinamente, probando que no hay falta de
ganado en Bayamo para abastecer la ciudad, sino la codicia de
los criadores, con su clandestino comercio”.533
Ibidem.
Bacardí: Op. cit., p. 199.
532
533
De súbditos a ciudadanos...323
En la correspondencia de los capitanes generales se conservan
dos comunicaciones de Pedro García Mayoral al gobernador de
Santiago de Cuba, del 20 de diciembre de 1770, según las cuales
se debía “oír en justicia” al Cabildo de Bayamo en su reclamación de que el consistorio santiaguero aumentase el precio de
las carnes.534 No obstante, en agosto de1780, se repetían las
quejas de la localidad santiaguera contra los bayameses, en el
sentido de que “... se resisten al abastecimiento de esta ciudad,
debiendo hacerlo ahora más que nunca por el estado de Guerra y el tener sus milicias aquí, y que Bayamo no hace más que
lo que se le impone, cuándo su obligación es hacerlo...”535
Años después, en las crónicas correspondientes a 1790, Bacardí consignaba “En vista de la constante resistencia de Bayamo en abastecer a esta ciudad de ganado, se le prohíbe embarcar ganado para Jamaica, pues es casi inmemorial la resistencia
que hacen los vecinos de Bayamo al llano cumplimiento de su
obligación”.536 En 1793, el Cabildo de Santiago de Cuba seguía
advirtiendo y previniendo a los regidores bayameses que cumplieran con sus obligaciones de la pesa.537
De nada sirvieron las imposiciones de los tenientes gobernadores sobre los Cabildos locales. Disposiciones coercitivas
como las tomadas por el gobernador de Santiago de Cuba en
1731, de que las tropas se apoderaran del ganado y lo mataran
en las haciendas donde lo hallaren, o conducirlo por la fuerza
a las carnicería de la ciudad, provocaban sonadas protestas por
parte de los señores de haciendas, aunque el gobernador se
justificara públicamente en un bando editado al efecto.538
En un escrito del procurador general del Cabildo de Santiago de Cuba se explicaba que, los vecinos de Bayamo, no
Archivo Nacional de Cuba. Correspondencia Capitanes Generales. leg. 18,
no. 97 y 18.
535
E. Bacardí: Op. cit., p. 237.
536
E. Bacardí: Op. cit., t. I, p. 244.
537
Ibidem, t. I, pp. 251-252.
538
(AGI), Audiencia de Santo Domingo. Santo Domingo, 520.
534
324
Jorge Ibarra Cuesta
prestaban atención a una Real Provisión obligándolos a satisfacer sus compromisos, por lo que solicitaban del gobernador
se sirva dar la orden “que estime más conveniente para que
cumplan con la obligación de dho. abasto, imponiéndoles por
ello las penas que por bien tuviere...”539 Las medidas represivas
solo agravaban las divergencias continuas entre los señores de
haciendas. Una prueba de la impunidad con que los rescatadores seguían operando lo constituyen dos informes sobre el
contrabando del ganado bayamés, presentados a mediados
del siglo xviii por los funcionarios españoles Agustín Cramer
y José de Avalos. Cramer estimaba el comercio clandestino de
Bayamo con Jamaica en 6,000 reses anuales, a Puerto Príncipe
le calculaba otras 7,000. Y concluía afirmando que “Puerto Príncipe se viste de las colonias extranjeras”.540
25.Un intento de neutralizar los conflictos del Estado colonial
con los Cabildos de Tierra Adentro
Durante del mando del capitán general Ricla, al término de la
ocupación inglesa de La Habana, se intentaron mitigar las relaciones de los gobernadores y capitanes generales con los Cabildos criollos. La demostración de lealtad a la monarquía de los
Cabildos de toda la isla, frente al enemigo inglés, fidelidad que
era ante todo amor a la patria, persuadió a Carlos III a tomar
medidas conducentes a armonizar las relaciones con los criollos.
A tales fines, Ricla comenzó a relevar tímidamente en algunas
jurisdicciones a los capitanes a guerra y tenientes gobernadores,
jefes militares españoles sin don de mando ni los rudimentos
culturales mínimos para entenderse con el patriciado criollo.
Debían ocupar su lugar por jueces pedáneos y capitanes que se
dividían el mando político y militar, o sea, estaban provistos de
Actas Capitulares del Ayuntamiento de Santiago de Cuba. Cabildo ordinario
de 7 de mayo de 1736, fol. 86.
540
Moreno Fraginals, Manuel: Cuba, España. Historia Común. Ed. Crítica,
Grijalbo, Mondadori, Barcelona, 1995, p. 103.
539
De súbditos a ciudadanos...325
facultades de gobierno y de justicia. Los cambios se limitaron
al mando de Ricla y significaron bien poco, pues de lo que se
trataba era de reemplazar en las mismas condiciones el poder
local de los criollos, ataviándolo con funcionarios civiles respaldados por los mismos jefes militares españoles. De acuerdo
con el historiador Santovenia, “peores que los capitanes a guerra resultaban los pedáneos”.541
26.En Santiago de Cuba los capitulares reñían con las
autoridades, pero también se arreglaban con ellas. Carencias
y penurias de la ciudad puerto
El Cabildo de la ciudad puerto de Santiago de Cuba, a semejanza del de La Habana, negociaba todo lo que podía con
su gobernador, obispo y oficiales reales, desde lo estrictamente
prohibido hasta lo autorizado legalmente. No por eso callaba
sus discordias con las autoridades a las que trataba de desacreditar por todos los medios legales, sin llegar a los extremos
violentos a los que incurrían en ocasiones los bayameses, holguineros, principeños, trinitarios, espirituanos, remedianos o
villaclareños. En otras palabras, sus intereses económico-corporativos no estaban tan vinculados como los de los habaneros
con las autoridades, ni estaban tan reñidos como los de la gente de Tierra Adentro con estas. Por otra parte, debía contar
con el apoyo del gobernador y autoridades para someter a los
bayameses, holguineros y principeños. Todavía a mediados del
siglo xviii la ciudad vivía períodos de escasez y de penuria, que
persuadían a los capitulares sobre la necesidad de estrechar
filas con las autoridades coloniales para rebasar la coyuntura
de estancamiento económico que atravesaban.
Las actas capitulares habaneras del siglo xvii reflejaban esa
misma situación que se prolongaba a mediados del xviii en el
Emeterio Santovenia: Restauración, capítulo IV, en Historia de la Nación
Cubana, t. II, pp. 57-58.
541
326
Jorge Ibarra Cuesta
Cabildo santiaguero.* Ya desde el siglo xvii existían evidencias
de la situación de miseria imperante. En 1603 el alcalde Tamariz, del Cabildo santiaguero, propuso que todos los vecinos
aportaran recursos para atender a los gastos de defensa de
la ciudad, “según la costilla de cada uno”, o sea, los ingresos
de cada cual, pero de acuerdo con el obispo Morell de Santa
Cruz, “no surtió efecto, por haberse opuesto los compañeros,
fundados en la suma pobreza del lugar”.542
Hay nuevas evidencias de esa situación en una carta que enviara el Cabildo santiaguero al rey, el 30 de abril de 1614, en la
que le exponía los conflictos que tenía con el capitán general
de la isla, Gaspar Ruíz de Pereda (1608-1616), y la situación de
miseria que abatía a la localidad.
Ante la resistencia de los capitulares al traslado de la catedral a La Habana, y a recibir un juez enviado por el capitán
general a instruir causa contra ellos, se comentaba que desde
La Habana se enviaron tropas para detener a los inconformes,
“...y ahora anda la gente de la ciudad alborotadísima, porque
aguardan los navíos con infantería qe. dicen vienen a llevar
presos a todos los del Cabildo poqe. no recibieron a este juez”.
Las Crónicas de Emilio Bacardí de las actas capitulares del cabildo santiaguero, revelan la escasez y penurias que atravesaba la ciudad durante
ciertos periodos de tiempo. El cronista se detiene en algunas sesiones
de cabildo en las que se discuten asuntos relacionados con el abastecimiento de la población y las estremeces que sufre la población porque
les resultan de interés, sin que lo rija necesariamente un propósito de
esclarecimiento historiográfico. Durante los años comprendidos entre
1740 y 1759, el cronista devela determinados hechos característicos de
una economía de subsistencia, con un escaso desarrollo mercantil, en la
que prevalecen los trueques y la regatonería. Esas situaciones son comunes a las que hemos detectado en las actas capitulares habaneras de la
primera mitad del siglo xviii y de ellas se deduce que las comunidades de
la Tierra Adentro más rezagadas económicamente atravesaban mayores
dificultades.
*
Pedro Morell de Santa Cruz: Historia de la Isla y Catedral de Cuba, Imprenta
Cuba Intelectual, La Habana, 1929, p. 136.
542
De súbditos a ciudadanos...327
A juicio de los capitulares, la situación económica por la que
atravesaba la jurisdicción santiaguera se había agravado con el
traslado de la catedral.
“Esta tierra es paupérrima y los hombres della pasan mil necesidades y ahora qe. parece iba esta ciudad en aumento han
sucedido estos disparates…”543
Rodrigo Velasco, gobernador de Santiago de Cuba por
esos años, coincidía con los capitulares santiagueros en
cuanto a la situación que atravesaba la localidad en 1618,
“algunas veces no se halla un real y la gente pobre, como
son algunos españoles y los indios, mulatos y negros no
pueden vivir”. 544
En un memorial del deán y el Cabildo de la catedral de
Santiago de Cuba, dirigido a Su Majestad en 1679, se exponía “…la suma de pobreza de aquel lugar, y su Cabildo y los
vecinos, además de la general miseria que padecen, viven con
la desconfianza de no poderle conservar, por razón de los temblores de tierra que son muy frecuentes en dicha ciudad”.545
Las repetidas agresiones de corsarios y piratas a la ciudad no
eran ajenas a las penurias y desvelos que vivían los santiagueros. En 1635 y 1636 Santiago había sido atacada por el corsario
holandés Cornelius Jols, Pie de Palo, siendo rechazado en la
segunda intentona. En octubre de 1662, el filibustero ingles
Christopher Myng, al frente de 12 buques, desembarcó con
cerca de 2,000 hombres y ocupó la ciudad. Santiago fue saqueada y el Morro explotado con su propia pólvora. Desde
Saint Domingue partieron 800 filibusteros comandados por
Franquesnay, y en 1678 desembarcaron en Aguadores para
marchar sobre la ciudad.
Ibidem, pp. 210-211.
543
Hortensia Pichardo: “Noticias de Cuba”, en Santiago, diciembre de 1975,
no. 21, p. 28.
545
“Exposición del Deán y Cabildo de la Catedral de Santiago de Cuba a S.M.
de 17 de Enero de 1680”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo 117.
544
328
Jorge Ibarra Cuesta
En 1722 se formó un expediente referido al caso: en un
acto de rebeldía, los soldados de la tropa al mando del coronel Francisco Cornejo tomaron las armas por las precariedades sufridas, y se refugiaron en la iglesia. Los soldados se
quejaban, sobre todo, de que sus jefes se mostraran apáticos
e indiferentes ante las necesidades y carencias que padecían.
La intervención del obispo de la jurisdicción de Cuba aplacaría la protesta, y se recolectó dinero para solucionar provisionalmente al menos el dilema.546 Con frecuencia, las actitudes
de la población santiaguera con respecto a los mandatarios
españoles distaban de ser respetuosas y obediente. En ese contexto, el recién nombrado gobernador de Santiago de Cuba,
coronel Carlos de Sucre, escribía a Francisco de Arana en 1724
lamentándose de que los vecinos, “estaban hechos unos republicanos, sin respeto a sus gobernadores, sin subordinación,
con comercio público con las naciones extranjeras”. De ahí
“el poco caso que hacen sus naturales de sus gobernadores de
esta plaza”.547
Un indicio de la situación crítica que enfrentaba la ciudad era
el comercio de trueque prevaleciente, sin dinero o instrumento
cambiario alguno. De acuerdo con las crónicas de Bacardí, el gobernador de Santiago de Cuba, Francisco Antonio Caxigal de la
Vega, autorizaba en 1742 a un comerciante francés, que se proponía abastecer a la ciudad de víveres y pertrechos de guerra, a
intercambiarlos por “cueros al pelo y tablas de madera, en lugar
del dinero”. Otro comerciante, Carlos Terrecen, de igual nacionalidad, procedente de Saint Domingue, con toda probabilidad
embarcaba en su balandro “azúcar y tabaco que han recibido en
pago de los frutos que expandió en esta ciudad”.548 Por otra parte,
“Expediente formado en carta de 16 de Marzo de 1722”. (AGI), Audiencia
de Santo Domingo, leg. 379, exp. 13 y leg. 513A, exp. 8.
547
Levi Marrero: Op. cit., t. VIII, p. 104.
548
Emilio Bacardí Moreau: Crónicas de Santiago de Cuba, Barcelona, 1908,
pp. 39-40
546
De súbditos a ciudadanos...329
todos los productos estaban estrictamente regulados debido a los
efectos devastadores de la seca del año 1739, y de los trastornos
económicos que trajo consigo la campaña militar que se libró en
la región oriental de Cuba contra la invasión de Vernon. En 1742
se suspendía el cobro de la sisa por las calamidades y hambruna
originadas por el sitio inglés.
Pero en 1744 se presentaban dificultades con el consumo
de la harina por el mal estado en que se encontraba. El año
siguiente transcurrió sin aceite y vino, y el Cabildo tomó medidas represivas contra el regateo y el comercio clandestino de
víveres y alimentos. Ese mismo año el Cabildo también ordenó
que se vendiera la ropa a los vecinos en subasta pública, “pues
es incomparable la desnudez de los pobres, que totalmente
carecen de ellas, equivalente a los alimentos”.
La situación era tan crítica que por orden del gobernador se
decomisó una balandra procedente de Jamaica para donar la
ropa a los pobres, y se prohibía la salida de dos navíos “próximamente a salir cargadas de bacalao”. El propósito evidente
de esas medidas era decomisar las dos embarcaciones que entraron a comerciar clandestinamente, so pretexto de arribada
forzosa, con miras a continuar viaje a comerciar el bacalao,
cuyas ventas tenían concertadas en otros puntos en el Caribe.
En 1746 en las discusiones del Cabildo santiaguero se
ponía de manifiesto un signo incuestionable de la pobreza
común al vecindario y al patriciado. Por ejemplo, los capitulares santiagueros acordaron que el gobernador y el alcalde
puedan acudir a los actos oficiales sin traje negro ni de tafetán, “según están obligados por su calidad, por no haber en
plaza y ser muy caras las telas en la ciudad de la Habana y ser
el paño muy repugnante”.549
En la cronología de esas precariedades se cita la captura, en
1747, de una embarcación inglesa cuya mercancía fue decomisada, y se disponía que se vendieran en subasta los víveres
Ibidem, pp. 149-152.
549
330
Jorge Ibarra Cuesta
y ropas que traía, “siendo de gran recurso por las desnudeces
y escaceses que se experimentan”. Ese mismo año el Cabildo
pidió a la Capitanía General que acudiese al abastecimiento
del vecindario “que padece hambre, trayendo ganado, arroz,
casabe, frijoles y otros, pues la escasez es tanta, que los pobres
se están manteniendo de cangrejos y otras inmundicias, y se
da un bando para que todo el que tenga ganado criollo lo
traiga, mate y expenda la carne a cuatro libras por un real”.
En las deliberaciones del Cabildo que tuvieron efecto poco
tiempo después, el alcalde Saviñón declaraba “ver las noticias,
calamidades y universal necesidad que está padeciendo esta
ciudad digna del mayor lamento: que se han practicado cuantos arbitrios han parecido convenientes y no han sido bastantes, antes si, cada día crecen más los gritos por el hambre”.550
Si bien no había remedio por el momento a la crítica situación
imperante, el gobernador Caxigal tenía al menos la intención
de deslumbrar al famélico vecindario. Con el talante de un
funcionario borbónico ilustrado, Caxigal aprovechó la celebración de las fiestas de la coronación del rey de Castilla, y
ante un numeroso público congregado, “a la vivas al Rey por la
concurrencia, esparció grande cantidad de monedas de plata
fabricadas a su coste, en que por un lado aparecía grabada la
Real efigie y por el otro las armas de la ciudad”.
En febrero de 1753 se celebraron las fiestas de Santo Tomás
con la esperanza de que la “terrible seca que amenaza concluir con los frutos del término, sacó en procesión a San Juan
Crisóstomo”. La gravedad de la situación fue descrita por el
procurador general, al declarar que se había “aniquilado en
sumo grado los criaderos de ganado, de suerte que no se oye
otra cosa que lamentos principalmente de los pobres”.
Las referencias a las penurias santiagueras se repiten en las
Crónicas a lo largo del siglo xviii. Entre las muchas o pocas
noticias tocantes a la condición de pobreza de la población,
Ibidem, pp. 152-156.
550
De súbditos a ciudadanos...331
presentes en las Actas Capitulares, Bacardí selecciona aquellas
que le parecen más atractivas. Ahora bien, lo significativo de
esas preferencias es que los hechos alusivos a la pobreza santiaguera se reiteran de manera invariable en el xviii. Así, en
las crónicas de Bacardí también aparecen testimonios de 1os
gobernadores, obispos, funcionarios coloniales y capitulares
santiagueros relativos a las miseria y privaciones del vecindario
en los años 1766, 1769, 1771, 1772, 1773, 1776, 1779, 1780,
1781, 1785, 1786 , 1794, 1795.
Cuando no se atribuye la miseria que atraviesa la población al
terremoto de 1766, en que murieron 120 personas y hubo 160 heridos, o a una plaga del ganado como la de 1769, se imputa a una
epidemia de viruelas como la de 1776, a los huracanes de 1776 y
1778, o bien a sequías como las de 1753 y de 1797, cuyas secuelas
se prolongaron por varios años por la alta mortandad del ganado.
En el telón de fondo de tantas calamidades se encontraban los
largos periodos de incomunicación de Santiago con el comercio
de la metrópolis, los frecuentes ataques de piratas y corsarios
y la resistencia de los bayameses a que sus ganados se pesaran
en la carnicería de la ciudad. De esta segunda mitad del siglo
es significativa la exposición de Alejando O´Reilly, quien después de haber recorrido toda la isla informó a Su Majestad, el
12 de abril de 1764, que las embarcaciones procedentes de la
península, “En diez años apenas han ido a Cuba (Santiago),
Bayamo, Puerto del Príncipe y demás pueblos interiores lo que
basta para el consumo de seis meses. La Real Compañía por
mucho que haya proyectado ha enviado muy poco y esto los
rezagos que no tenían salida en la Habana, eran poco acomodados al gusto y aun a la conveniencia”.551
Más dramáticas fueron las declaraciones del síndico del Cabildo santiaguero, doctor Pedro Carrión, del 12 de septiembre
de 1772, cuando exponía que la escasez de alimentos “ha llegado a los últimos trámites de la miseria; que esta crece con
Levi Marrero: Op. cit., t. VIII, pp. 262-267.
551
332
Jorge Ibarra Cuesta
aumento progresivo, dejándose sentir ya de las personas más
acomodadas, que en las calles no se oyen otra cosa que destemplados clamores, siendo lo más sensible percibir entre la confusión y sátira, maldiciones contra los padres de la República,
atribuyéndoles lo que ha sido efecto de los temporales de agua
y viento que se han experimentado durante un mes”. El 12 de
febrero del año siguiente el gobernador prohibía que pidieran limosnas en las calles personas reputadas de hallarse “en
aptitud” o de haber “ejercido oficios honestos”, por la mala
impresión que causaba el incremento del número de limosneros por personas que antes se ganaban la vida trabajando.
Asimismo, se prohibía que se cobrasen por el prebendado de
la catedral los tributos eclesiásticos, debiendo “abstenerse de
obligar estrechar ni apremiar, ni judicial ni extrajudicialmente
a la paga de diezmo en ninguno de los ramos que no se han
efectuado hasta el presente”.552
Es en ese contexto en que asoman los conflictos y avenencias
de los capitulares santiagueros con las autoridades coloniales.
La primera de estas noticias es del año 1738, y guarda relación con el emplazamiento y cargos que formularon los regidores contra el gobernador, coronel Pedro Ignacio Jiménez
(1729-1738). De acuerdo con los regidores “el Gobernador
saliente” no había dado cuenta de las contribuciones de las
embarcaciones surtas en el puerto, del remate del juego de gallos, de la tributación por los dueños de ingenios, del impuesto
de aguardiente, y de la cobranza por concepto de corrida de
toros. Aunque la recaudación de esos gravámenes les correspondía a los oficiales de la Real Hacienda, los capitulares se
atribuían el derecho de reclamar a las autoridades los tributos
que satisfacían la clase señorial y la comunidad.
En 1750 el Cabildo se querellaba contra el gobernador de
Santiago de Cuba, Alonso de Arcos y Moreno (1747-1754),
por prohibir la exportación de tabacos a Cartagena, Portobelo
Bacardí: Op. cit., t. I, p. 183.
552
De súbditos a ciudadanos...333
y Campeche. A juicio del procurador general, los vegueros
y mercaderes del tabaco tenían el derecho de exportar todo
aquello que no concertaron venderle a la Real Compañía de
Comercio. De ese modo, se entendía que los funcionarios de
la Real Compañía pretendían apoderarse de aquella parte de
la cosecha que los vegueros no se comprometieron a venderle,
con el designio de lucrarse particularmente.
En 1756 el Cabildo formulaba un elogio sin precedentes al
pasado gobernador Francisco Cajigal de la Vega, (1738-1746)
enemigo jurado de los Cabildos de Tierra Adentro, y de su
sucesor, el conocido antagonista de los santiagueros, Alonso
de Arcos y Moreno (1747-1754). En ese tenor, se refería al gobierno “de digna memoria”, “de acreditada conducta y lealtad” del primero y de “iguales distinciones” del segundo.553
Solo que en 1752, el Cabildo en pleno protestó “por la violencia que había padecido en informes favorables que les había
obligado a firmar” el gobernador Arcos y Moreno.554 En 1771
el Cabildo demandaba que los factores de tabaco pagaran a
los vegueros “sin novedad y alteración alguna” y “en moneda
fuerte” como se practicaba “con las tropas” peninsulares establecidas en la isla.
Ese mismo año, el gobernador Juan Daban (1771) reprendía severamente a los capitulares por no asistir al besamanos y
a las fiestas de tabla de la catedral, actos públicos tradicionales
de obligatoria asistencia por parte de las autoridades coloniales y el Cabildo. Las razones que asistían a los patricios eran de
honor, las más importantes de la vida colonial: en los bancos
de la catedral, frente a los del Cabildo, donde solo podían sentarse capitanes veteranos, eran ocupados, por “particulares y
subalternos”, por lo que el gobernador debía comunicar a sus
cuerpos subalternos “no aleguen ignorancia y eviten desaire
“Expediente dimanado de carta del Cabildo de Santiago de Cuba a SM de
1752”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 404, exp. 48.
554
“Expediente dimanado de carta del Cabildo de Santiago de Cuba a SM de
1752”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 404, exp. 1210.
553
334
Jorge Ibarra Cuesta
público”. El lugar que ocupaban los regidores en los bancos de
la iglesia constituía la marca de distinción social que determinaba la preeminencia del Cabildo. Las demandas formuladas
en este sentido tenían tanta importancia en la época, como las
demandas económicas que se pudieran exponer ante el Consejo de Indias. El poder simbólico constituía la expresión más
elevada del poder social efectivo del patriciado de los cabildos.
Como en las otras posesiones hispánicas del Caribe, en Cuba
el poder era expresión del reconocimiento social que tenían
los señores de haciendas criollos.
De la misma manera el derecho al voto de los regidores
constituía una expresión simbólica de su poder.
En 1773 el gobernador Antonio Ayanz de Ureta (1771-1776)
le imponía una multa de 200 ducados plata a cada uno de
los regidores, porque “no debieron” votar en las elecciones
de alcalde ordinario. En 1775 el Cabildo santiaguero protestaba airadamente contra el capitán general de la isla, por
negarse a distinguir en las comunicaciones oficiales a la ciudad con el blasón de Muy Noble y Muy Leal, que empleaba
siempre el rey. Lo más injurioso, a juicio de los regidores
santiagueros, era que al cabildo habanero le diera el titulo
de Ilustre. De ahí que exigieran del primer mandatario de
la isla, que “se sirva cumplir con lo que la piedad de S.M. el
Rey (q.D.g.) lo ha distinguido o lo omita en sus comunicaciones”. La respuesta del capitán general no se hizo esperar:
dudaba que el cabildo santiaguero tuviera los títulos de Muy
Noble y Muy Leal. La contrarréplica del cabildo exigía, además del tratamiento emblemático que había recibido siempre del rey, que el capitán general les diera invariablemente
el título de Caballeros Regidores, tal como se estipulaba en
las Leyes de Indias.
Las pugnas con las autoridades coloniales se agudizaron
con motivo de la calificación de “contrabandista” que le atribuyó un bando del gobernador al Cabildo santiaguero. Otra
ofensa proferida contra el Cabildo y las familias patricias de
De súbditos a ciudadanos...335
la ciudad daría origen a un largo pleito ante las autoridades
coloniales. Los regidores se dirigieron en abril de 1784 al gobernador Nicolás Arredondo para advertirle que no tolerarían que se designase de nuevo como teniente gobernador y
auditor de guerra de la ciudad a Antonio de Chozas, quien
trataba “a la ciudad con el mayor desprecio, y dice que
todos sus hijos eran unos mulatos o descendientes de tales,
y las que se decían señoras unas pardas comunes y relajadas,
improperios que ha tenido el arrojo de propagar su mujer
también, hasta en la misma ciudad de Santo Domingo”.555
¿Eran exagerados los alegatos de regidores y funcionarios
coloniales sobre la situación de penurias y miseria en que
vivía la jurisdicción de Santiago de Cuba? Si bien los testimonios no parecen dejar dudas, las estadísticas confirman
aun más los criterios de los hombres de la época. Los datos
estadísticos sobre la recolección del diezmo en Santiago de
Cuba, Bayamo y Puerto Príncipe, nos pueden dar una idea
al respecto.
Distribución de diezmos en Santiago de Cuba, Bayamo
y Puerto Príncipe (1726-1756)
1726
1733
1746
1756
Santiago
3 375
2 625
2 625
3 125
Bayamo
2 000
3 000
4 212
6 375
P. Príncipe
2 000
3 000
4 122
6 375
556
Independientemente de las consecuencias de la resistencia
a tributar más que de costumbre, las estadísticas de los diezmos revelan que Santiago de Cuba fue la única jurisdicción en
la que hubo una mengua en las recaudaciones en el período
1726-1756. El incremento de los ingresos por concepto de los
Bacardí: Op. cit., t. I, pp. 218-219.
L. Marrero: Op. cit., t. VIII, p. 44.
555
556
336
Jorge Ibarra Cuesta
diezmos en Bayamo y Puerto Príncipe, pese a la oposición tradicional de sus vecinos a entregarlos, refleja un incremento
considerable de la riqueza agropecuaria de la región, a causa
del contrabando. Durante los años comprendidos entre 1716
y 1718 entraban al puerto de Santiago de Cuba 503 esclavos y
486 piezas de Indias, mientras que a La Habana llegaban 1174
esclavos y 912 piezas de Indias.557
Desde luego, una parte considerable de los esclavos que
entraban por el puerto santiaguero durante esos años se
destinaban a Bayamo, Holguín, Puerto Príncipe y otras jurisdicciones del departamento oriental, a la vez que contribuían con la creación de algunos ingenios y trapiches en
la jurisdicción santiaguera. El aumento de la producción
azucarera, que podía estimular esa limitada introducción
de esclavos, iba a parar al bolsillo de unos pocos comerciantes que exportaban sus azucares y mieles a Cartagena. Ese
tipo de actividad exportadora no estimulaba un desarrollo
importante del mercado interno y la circulación de mercancías en la jurisdicción. La producción mercantil tenía un
carácter simple, había una escasez notable de dinero efectivo,
los intercambios de productos tenían un alcance limitado, y
muchos se efectuaban mediante trueques.
El comportamiento de la población desde la segunda mitad del xvi hasta la segunda mitad del xvii, revela que en
1678 Santiago se mantenía por debajo de Bayamo y Puerto
Príncipe.
557
Mercedes Rodríguez: El monto de la trata hacia Cuba en el siglo xviii”, en Cuba
la perla de las Antillas, Consuelo Naranjo y Tomás Mallo Gutierrez editores.
Edit. Doce Calles, Madrid, 1994, pp. 302-307.
De súbditos a ciudadanos...337
Número de vecinos en jurisdicciones del Departamento
Oriental, Puerto Príncipe, Guanabacoa y la Habana
1570
Santiago de Cuba
32
1608
80 (*)
Caney
300
50
El Cobre
Puerto Príncipe
1679
250
65
150
350
Bayamo
150
200
400
Baracoa
25
20
80
Guanabacoa
60
60
80
60
500
2 000
La Habana
(*)Se refiere al año 1622(558)
El incremento porcentual de la población del departamento oriental, entre 1572 y 1679, obedeció a la inmigración de
cerca de 500 colonos españoles procedentes de Jamaica que se
trasladaron a Cuba, debido a la conquista de la pequeña isla
por Inglaterra. Muchos de estos inmigrantes se radicaron en
Santiago; y su presencia en el primer decenio de su estancia
debió incidir en el amento de las penurias y miserias de la población. Otros se establecieron en Bayamo y Puerto Príncipe,
por lo que el incremento demográfico de estas regiones de la
Tierra Adentro no se puede atribuir exclusivamente a un
crecimiento económico. La influencia que pudieron haber
tenido las actividades económicas en el lento crecimiento
demográfico, o viceversa, deben circunscribirse a un ciclo de
reproducción simple de mercancías. Solo el crecimiento económico de las ciudades contrabandistas de Bayamo y Puerto
Príncipe, favorecidas por la relación con los extranjeros, parece
haber influido en el moderado crecimiento demográfico.
“Exposición del Cabildo Eclesiástico de Santiago de Cuba a S. M. de
17 de Enero de 1680”, (AGI), Audiencia de Santo Domingo, 117.
Alejandro de la Fuente: ¿Decadencia o crecimiento? Población y economía
en Cuba, 1530-1700”, en Arbor, no. 547-548, t. CXXXIX, julio-agosto
1991, pp. 11-39.
558
338
Jorge Ibarra Cuesta
Otros índices de la evolución económica en los siglos xvii, y en
la primera mitad del xviii, lo constituyen las exigencias fiscales
de la Real Hacienda. Como evidencian las cuentas de sus cajas
en Bayamo, (1731-1755) y en Santiago de Cuba (1731-1755) las
recaudaciones alcanzadas constituyen un índice de la decadencia
económica de esta última ciudad.
Cuentas de la Real Hacienda de los cargos
de
Santiago de Cuba y de Bayamo (1731-1755)
BayamoSantiago de Cuba
Años
Millares de reales Millares de reales
1731-1755
655, 300
185, 947
559
La difícil situación que atravesaban las clases subalternas
en Santiago de Cuba hizo que el patriciado ensayara una
política de atracción hacia estas. Si bien el Cabildo santiaguero asistía a los pobres de la ciudad, amparándolos contra
el alza de precios y las tributaciones excesivas de la Real
Hacienda, se mostraba celoso defensor de los principios jerárquicos de la sociedad de castas. Así, el Cabildo retiraba el
estanco de sal que detentaba don Miguel Arce porque “no
habían reparado el y su mujer que los regidores, es decir
los padres de la República… son nobles e hidalgos, y ellos
están colocado en la clase de plebeyos”.560 La pretensión de
Miguel de la Torre en el año 1775, de ser llamado por el distintivo de don, era considerada por el Cabildo santiaguero
como “impertinente, temeraria e ilegal, la solicitud en que
delira, debiendo permanecer conforme en el ejercicio de
carpintero que ejerce”.561 De manera parecida, el Cabildo
Levi Marrero: Op. cit., t. 8, p. 62-64.
Bacardí: Op. cit., t. I, p. 183.
561
Ibidem, p. 190.
559
560
De súbditos a ciudadanos...339
rechazaba en marzo de 1794 la petición de María del Rosario Echevarría, hija natural del regidor y alcalde mayor José
Antonio Echevarría con la mulata Rosalía Ramos Castellanos, de ser reconocida como blanca, avalado apócrifamente por una proclama del obispo.562 Mientras más reducido
demográficamente y aislado socialmente se encontraba el
patriciado blanco de Santiago de Cuba, en la ciudad mulata y negra que era Santiago de Cuba, más apelaba a su
condición étnica para erigirse sobre las clases subalternas
de la sociedad. Algo parecido hemos podido constatar con
relación al patriciado de Santo Domingo.
El monopolio comercial que estableció la Real Compañía
de Comercio despojó a la población de una parte considerable
de sus entradas, esquilmando a los terratenientes, vegueros y
comerciantes de la Tierra Adentro a niveles no alcanzados
hasta entonces. La acumulación de capitales promovida por
la Real Compañía de Comercio estimuló a algunos comerciantes, en un primer momento, a invertir en la compra de
esclavos y en la fundación de plantaciones azucareras, e incidió en un desarrollo incipiente de la producción mercantil
en las ciudades puertos. No debe pensarse, sin embargo, que
hubo cambios sustanciales en el carácter de la producción
mercantil, ni que el mercado de las ciudades de la región
occidental y de la Tierra Adentro creara las condiciones para
que el trabajo humano se convirtiera en una mercancía más.
El período de marcado ascenso de los ingresos tributarios
(1741-1759), que destaca Levi Marrero, se corresponde con
el de la actividad económica que alentó la Real Compañía de
Comercio.563
Ibidem, p. 247.
Levi Marrero: Op. cit., t. 8, p. 57.
562
563
340
Jorge Ibarra Cuesta
27.El caso de Remedios: sus rasgos comunes con la economía de
subsistencia de Santiago de Cuba
Los historiadores de Remedios, Martínez Fortún y Martínez
Escobar, a diferencia de otros historiadores locales, fueron los
únicos que valoraron el intercambio económico en su jurisdicción. El Cabildo era el órgano rector de la economía de
auto sustento de la localidad. No solo regulaba los precios y los
intercambios económicos, sino la producción. A principios del
siglo xviii mantenía los precios de la carne a un mismo nivel
que en el pasado. Aun cuando los capitulares eran señores de
haciendas, se sentían obligados por la tradición a mantener
precios fijos por largos períodos de tiempo. De modo que el
vecindario consideraba que esos precios históricos eran naturales, convenientes o justos, aun cuando aseguraban ganancias importantes a los señores del ganado. En tanto señores
de vidas y haciendas de la localidad, los capitulares se sentían
obligados a proteger los intereses del común a niveles aceptables. De esas ganancias no brotaba nunca un afán insaciable
de enriquecimiento. En una sociedad en la que la tradición y
la rutina daban el tono de la vida, no era conveniente rebajar
el nivel de vida del vecindario más allá de la noción del precio
justo, y de la conservación de un equilibrio duradero entre los
estamentos y clases sociales. En las sesiones del Cabildo del
31 de enero de 1707 y del 8 de enero de 1716 se dispuso que
los pobres pudieran comprar la carne de tercera a precios mínimos. De acuerdo con Martínez Fortún, en tanto el Cabildo
otorgaba la merced de las tierras donde se cebaba el ganado
con destino a la carnicería, se reservaba el derecho de fijar los
precios. Desde luego, en períodos de sequía o de epidemias
del ganado, los precios tendían a subir fatalmente. En las décadas de 1710, 1720 y 1760 la coyuntura desfavorable determinó
el incremento de los precios de la carne. En esas circunstancias, el Cabildo remediano tomó medidas tendentes a proteger a los pobres. Las primeras medidas estaban concebidas
De súbditos a ciudadanos...341
para garantizar el trueque de productos por carne. En 1713 se
decretó que se intercambiasen unos pocos productos. Con posterioridad, en enero de 1716, se dispuso que el vecindario necesitado pudiera pagar las cinco libras de carne de cerdo o diez
de carne de vaca, no con la entrega del real fijado como precio,
sino con productos que tuvieran un valor equivalente como velas, jabones, casabe, huevos, y cualquier otro fruto. A tales fines
se fijaron precios de base para los trueques. Asimismo, el Cabildo ordenó en enero de 1713 que se regulase y comprobase la
fidelidad de las pesas y balanzas con que se pesaba la carne y la
tortuga, para impedir que el vecindario fuera defraudado en las
carnicerías. La falta de monetario determinó que el 14 de abril
de 1704 el Cabildo aprobase que en Remedios se vendieran productos de otras localidades, prohibiéndose, en cambio, que los
forasteros recibieran como precio de las mercancías dinero en
efectivo “por la falta de reales que en la villa se hallan”. Con esa
medida se oficializó la economía de trueques vigente hasta la
segunda mitad del siglo. En los años 1709 y 1710 se prohibió hacer aguardiente de caña, con la condición de que se intercambiase por productos de la localidad. A los pobres se les permitía
conseguir pan, con la condición de que lo cambien por miel o
jabón. En enero de 1715 arreciaba la situación de escasez y penurias prevaleciente, por lo que se prohibió terminantemente
que se vendieran en Puerto Príncipe los frutos y productos destinados al consumo local. Se impuso una multa de 50 ducados
a los que vendieran sus productos en esa villa. El rigor de las
medidas proteccionistas llegaba al extremo de que se prohibía
que “vecinos, moradores y estantes y habitantes de esta villa, que
ninguno vaya a la villa de Puerto Príncipe a tratar, ni contratar,
ni hacer aguardientes de caña, ropas ni otras mercancías y lo
cumplan penas de cincuenta ducados (…) y ninguno de los del
Puerto del Príncipe que venga con dichas mercancías, readmita
y pierda las que trajese y aplique su valor a la hacienda real
de SM”. Las crisis de abastecimiento provocaban un mayor
aislamiento de las villas, agravando su situación económica.
342
Jorge Ibarra Cuesta
Los que transgredían las medidas del Cabildo eran severamente sancionados, pero se establecía una diferencia en
las penas, de acuerdo con el estamento del que procedían
los infractores. El 3 de enero de 1715 el Cabildo ordenó
que los regatones que fuesen a comprar a las estancias, con
el propósito de lucrar en el intercambio de esos frutos en
la villa. De ese modo se dispuso, “que ninguno sea osado
ir a las estancias a tratar yuca, maíz, ni otra cosa alguna,
como acostumbran, pena que al que lo hiciere, si fuera negro o persona de poco valor y de baja esfera, desde luego,
lo condenamos a cincuenta azotes, amarrado a la picota, y si
fuese persona distinguida pagarían cincuenta ducados”. Las
sanciones a los monteros que irrumpían en las haciendas
para apoderarse de las reses, se aplicaban de acuerdo con el
mismo principio.
Por muy patriarcal que pudiera ser la esclavitud en las regiones centro-orientales, los esclavos y las castas estaban sujetos
al rigor extremo de las sanciones que les imponían por violar
las disposiciones legales. Como es sabido, las condiciones laborales de los esclavos en las haciendas ganaderas, y en sus
trapiches azucareros, eran considerablemente más humanas
de las que existían en las plantaciones esclavistas. Los señores
de haciendas podían proteger el nivel de vida en general de
las vecindades, pero los castigos y sanciones diferenciadas que
le imponían a las clases subalternas evidenciaban el abismo
que las separaban. No es extraño entonces que los esclavos, los
negros y mulatos libres, al margen del régimen de esclavitud al
que estuvieren sometidos, conspirasen y se rebelasen contra el
poder de sus amos.
A medida que avanzaba la segunda mitad del siglo seguían
tomándose disposiciones de retraimiento que preservaban el
aislamiento de las localidades. En agosto de 1725 se prohibió
fabricar aguardiente e introducirlo en la villa. A los infractores
De súbditos a ciudadanos...343
se les impondrían 15 ducados y de multa y diez días de cárcel,
y se les decomisarían los carros y bestias empleadas para el
transporte. En 1742 se prohibió exportar casabe, por la escasez
de ese producto en la villa. La guerra con Inglaterra provocó
que en 1763 los precios de todos los productos se duplicaran.
La economía de subsistencia, caracterizada por la falta de numerario y los trueques, persistió hasta bien entrada la segunda
mitad del xviii. Este hecho no debe asombrarnos, pues en la
economía de la ciudad de La Habana del siglo xvii, y en los
primeros lustros del xviii, encontraremos muchas de las particularidades de la Tierra Adentro
28.El enemigo externo: sus agresiones a la isla en el siglo xvii
Las reiteradas agresiones a la isla por los enemigos extranjeros, en el curso del siglo xvii, impidieron que los vínculos
de los patriciados locales con estos en el comercio clandestino deviniesen en una asociación riesgosa para el Estado
colonial. Las acometidas bélicas indiscriminadas contra el
vecindario de las villas, y los emplazamientos militares de la
isla, provocaron que el patriciado criollo de las Antillas estrechara sus relaciones con el poder colonial y se aprestara
a defender las patrias antillanas. De esa manera, se consumó
definitivamente la brecha cultural, sicológica y religiosa que
separaba a los patricios y a las comunidades criollas de las
naciones europeas y sus agentes. Desde luego, si el propósito
que animaba a los extranjeros cuando se acercaban a las islas
era comerciar eran bien recibidos.
La siguiente relación de agresiones enemigas contra Cuba
es sumamente elocuente.
344
Jorge Ibarra Cuesta
Ataques enemigos a Cuba en el siglo xvii
Años
Localidades agredidas
1603
Remedios
1603
Santiago de Cuba
1603
Baracoa
1604
Manzanillo
1606
Isla Caimanes (Acción naval)
1621
Banes (Rechazado)
1626
Cabañas
1627
Cojimar (Acción naval)
1628
Canimar (Acción naval)
1633
Cabo de San Antonio
1635
Santiago de Cuba (Rechazado)
1636
Santiago de Cuba (Rechazado)
1638
Cabañas ( Acción naval)
1639
Cojimar (Acción naval)
1652
Remedios
1653
L. de Lazo (Rechazado)
1658
Remedios
1658
Puerto Padre
1662
Santiago de Cuba
1665
Sancti Spiritus
1667
Casilda (Rechazado)
1671
Remedios
1675
Trinidad
1677
Santiago de Cuba (Rechazado)
1679
Sabanalamar (Rechazado)
1679
Puerto Príncipe (Rechazado)
1682
Canimar
1690
L. de Lazo ( Rechazado)
César García del Pino: El corso en Cuba. Siglo
La Habana, 2001, p. 10.
564
564
xvii,
Edit. Ciencias Sociales,
De súbditos a ciudadanos...345
Hasta el decenio de 1670 las naciones europeas atacaron impunemente los litorales de las Antillas hispánicas. Estimuladas
por la Corona y las autoridades coloniales, las comunidades
antillanas decidieron tomar en sus manos una contra ofensiva
contra las incursiones enemigas en el mar Caribe.
29.La contraofensiva española contra el extranjero: cooptación
de sectores del patriciado y las comunidades criollas mediante
la expedición de patentes de corso y los comisos
La política más efectiva que diseñaron los Asturias contra la
creciente dependencia de los criollos al comercio de contrabando, promovido por las naciones enemigas de España, fue
la expedición de patentes de corso y la concesión de comisos
a los criollos. De acuerdo con el historiador Jacobo de la Pezuela, ya desde 1618 se había creado una base para estimular
las actividades de corso entre los residentes. Un armador de
Cádiz, Alonzo de Ferrara, había tomado asiento el 4 de noviembre de 1616 para fabricar a expensas de la renta de averías
cuatro bajeles destinados a la defensa de las costas. Con esa
contrata, el general de Galeones, Juan Pérez de Oporto, siguió
construyendo buques entre 1620 y 1640 en el astillero de Ferrara y Oporto. La creciente parálisis de la navegación entre
España y sus posesiones ultramarinas dio lugar a que desapareciera este primer intento de promover el corso.565
En Cuba los gobernadores comenzaron expedir en firme
patentes de corso desde la segunda mitad del siglo xvii. Según
Pezuela, entre 1662 y 1670 el gobernador Francisco Dávila de
Orejón (1664-1670) expidió 15 patentes de corso para perseguir a filibusteros procedentes de isla Tortuga y Jamaica.566
García del Pino, por su parte, refiere que en 1669 había corsarios criollos operando en Trinidad, Remedios y Santiago de
Jacobo de la Pezuela: Historia de la Isla de Cuba , Madrid, 1868-1878, t. 2, p. 93.
Jacobo de la Pezuela, t. 2, p. 89.
565
566
346
Jorge Ibarra Cuesta
Cuba.567 Ahora bien, ya desde la expedición de la Real Orden
del 3 de septiembre de 1654, se había establecido que la
tercera parte de las naves enemigas capturadas, así como
las mercancías y esclavos que transportasen, debían pasar
a la Real Hacienda en Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba,
Venezuela y Veracruz, para tomar medidas enérgicas contra
“los fraudes y menoscabos que se han seguido y siguen a
mi Real Hacienda”. Las otras dos terceras partes se suponía
pasaban a formar parte del patrimonio de los apresadores
de los navíos y efectos de contrabandos.568 Se trataba de la
prebenda que las autoridades coloniales dispensaban libremente a los criollos que emprendían actividades corsarias.
Era también la forma más inteligente de dividir a las comunidades empeñadas en actividades de contrabando, y atraer
a un sector criollo emprendedor para enriquecerse en la
guerra contra los enemigos de España y que financiarían
los comerciantes españoles y las autoridades coloniales.
Convencido el Consejo de Indias de que las naves españolas
eran impotentes para enfrentar a las armadas enemigas en
el mar Caribe, incitaron el espíritu de lucro de los criollos
fomentando las actividades corsarias, con el propósito de
revertir las acciones bélicas a su favor. No fue hasta el 22 de
febrero de 1674 que se decretó una Real Ordenanza reglamentando la forma en que se debían expedir los permisos
para las actividades de corso.569
La disposición que legalizaba las actividades corsarias estimulaba poderosamente a intereses locales en las regiones
más castigadas por los asaltos de corsarios y piratas extranjeros. La Real Hacienda alentaba el espíritu empresarial y de
César García del Pino: El corso en Cuba. Siglo xvi. Edit. Ciencias Sociales,
La Habana, 2001, p. 147.
568
“Real Cédula de 6 de Setiembre de 1654”, (AGI), Audiencia de Santo
Domingo, 75.
569
Boletín del Archivo Nacional de Cuba, t. LX, enero-diciembre de 1961,
La Habana, 1963, pp. 11-14.
567
De súbditos a ciudadanos...347
acumulación de riquezas de algunos patricios, así como de los
armadores y capitanes de naves de corso, a que acaparasen
en determinadas ocasiones las presas y en otros se eximieran
de retribuir la alcabala y el almojarifazgo. De acuerdo con el
artículo 3 de la Real Orden, del 22 de febrero de 1674, “las
presas que hicieren de mercaderías se han de partir conforme
al tercio vizcayno, aplicando la tercia parte al Nabío y artilleros
y la otra al armador, y la gente que navegare y sirbiere en el
corso”. En muestra de generosidad el monarca dictaminaba
en el artículo 4: “como a Rey y Señor Natural toca al Rey, mi
hijo, el quinto de las presas que se hicieren en el mar y tierras,
hago merced de él a los armadores y gente que se embarcare
y hiciera la presa para que lo reparta como ha declarado en el
capitulo antecedente: y así mismo les hago merced y gracia de
los navíos y artillería, armas, municiones y vitualla y demás cosas que le tocaren aunque pertenezcan a la Hacda. Rl., como
el quinto para que con lo uno y lo otro se puedan sustentar
mejor … y esta merced les hago con calidad para que los navíos que apresaren se los puedan vender al Rl. Fisco o vasallos
de aquellas provincias”.
Los corsarios también disfrutaban de las preeminencias y
exenciones que favorecían a los oficiales de milicias criollos.
Al cabo de varias décadas de comenzar a expedirse las patentes de corso, los armadores y capitanes corsarios se convirtieron en ricos y poderosos miembros de la oligarquía, tan
prósperos como los principales organizadores de los contrabandos en gran escala en la región centro-oriental de Cuba,
Santo Domingo y Puerto Rico. En San Juan hemos referido
el caso del zapatero mulato Henríquez, quien entregado a
las actividades corsarias llego a tener 25 navíos, un ingenio
con 60 esclavos y ser el hombre más rico de la capital boricua. Sin embargo, de nada le sirvieron sus riquezas frente al
Cabildo de San Juan, que lo persiguió por su origen humilde
y logró encarcelarlo. En La Habana, otro mulato, Francisco
Díaz Pimienta, en virtud de las relaciones de su padre, un
348
Jorge Ibarra Cuesta
canario propietario de uno de los astilleros habaneros, en
1614 entró en la marinería como alférez y en 1636 era superintendente de la fábrica de navíos y, además, castellano del
Castillo de la Fuerza. Por entonces construyó en su astillero
dos galeones con los que se dedicaría al corso. En 1641, al
mando de un cuerpo de ejército de 2,000 hombres ocuparía
la isla inglesa de Santa Catalina. Pronto se le hizo almirante
de la Real Armada de Indias. De acuerdo con Moreno Fraginals, se especializó en construir naves con doble fondo para
introducir mercancías de contrabando, y de ese modo llegó a
ser uno de los hombres más ricos de La Habana. No obstante,
cuando intentó obtener la Orden de Caballero de Santiago,
cuatro miembros de la élite criolla habanera declararon en
su contra alegando que era hijo de un descendiente de hebreo con una mulata. Como el puertorriqueño Henríquez, el
habanero Díaz Pimienta, enriquecido al calor de la protección que le otorgaron las autoridades coloniales españolas,
fue proscrito a causa de su condición racial y sus relaciones
oficiales por el patriciado criollo de los Cabildos.570 Como
ellos, muchos pardos y morenos se enriquecieron en las actividades corsarias.
En Santiago de Cuba y La Habana se expidieron más de
50 patentes de corso, lo que propició la detención de 30
fragatas y 80 tipos de embarcaciones distintas, la captura de
más de 600 negros y más de 1,000 ingleses prisioneros con
un valor de cerca de dos millones de pesos.571 Esta guerra
resultó ser “la época más feliz para Cuba”, pues “los corsos llevaban bastante caudal de los enemigos”, se abarataron los productos de primera necesidad, pues los corsarios
“hacían muchas presas en la Carolina y nueba Inglaterra
Manuel Moreno Fraginals: Cuba- España, España-Cuba, Historia Común.
Edit. Crítica, Grijalbo Mondadori, Barcelona 1995, p. 75-78.
571
César García del Pino: Cuba y las contiendas navales en el siglo xviii. Ciencia, Pensamiento y Cultura, no. 567, t. CXLIV, marzo de 1993, Madrid,
pp. 9-29 y 240-258.
570
De súbditos a ciudadanos...349
y de bacalao y abundaba la Ysla de harinas muy baratas de
algunas ropas y de otras cosas y sobretodo se enriquecía de
marineros de bellas embarcaciones”.572 Por entonces asumía
la gobernación de la isla Francisco Dávila de Orejón (16641670) quien expidió 15 licencias de corso. En poco tiempo se
capturaron 20 barcos ingleses y franceses, y todos sus tripulantes fueron ahorcados.
Entre 1550 y 1650 España había perdido 90 navíos a manos de los corsarios y piratas de las potencias rivales europeas. Pero con la armadura de corsarios de Santo Domingo,
Puerto Rico y Cuba, las posesiones hispánicas de las Antillas
iniciaban la contraofensiva naval.
La acometida de los corsarios cubanos tomó fuerza desde
1670, pero ya desde 1641 se había producido un primer ataque a las islas de Santa Catalina, en las costas de Nicaragua,
y en 1642 se efectuó otro contra la isla Rostan, en la costa de
Honduras. El siguiente cuadro ilustra sobre la contraofensiva corsaria cubana contra las posesiones inglesas y francesas
en el Caribe.
Olga Portuondo y Zúñiga: Nicolás Joseph de Ribera, Edit. Ciencias Sociales,
La Habana, 1986, pp. 148-149.
572
350
Jorge Ibarra Cuesta
Ataques corsarios cubanos a las posesiones extranjeras en el
Caribe. Siglo xviii.
Años posesiones extranjeras
1641
Santa Catalina (Nicaragua)
1642
Rostan (Honduras)
1669
Isla Caimán
1670
Jamaica
1670
Jamaica
1671
Jamaica
1671
Jamaica
1672
Virginia
1683
Siguaney
1684
Providencia
1684
Haití ( Grande)
1685
Haití (Nipe)
1685
Haití (Riviera)
1687
Haití ( Pitiguao rechazado)
1687
Nieves
1689
Vieques
1689
Los Santos
1689
Aguica
1689
Dominica
1691
Haití (Guarico)
1695
Haití Guarico
573
Desde el decenio de 1710, el gobernador Guaso de Calderón
(1718-1724) le había propuesto al rico comerciante español Manuel Miralles que recaudara entre los comerciantes de La Habana
suficientes fondos para armar en corso, con bastante armas y municiones, a los más arriesgados hombres de mar de la localidad.
573
César García del Pino: El Corso en Cuba siglo
La Habana, 2001.
xvii.
Edit. Ciencias Sociales,
De súbditos a ciudadanos...351
En breve tiempo Miralles organizó una flotilla compuesta de
seis balandras, cuyos armadores eran los señores del ganado de
la oligarquía y los comerciantes españoles. Entre estos se destacaban los regidores Nicolás Castellón y Tomás Urabaso, y el
contador Pedro de Arango. De acuerdo con Castillo Meléndez,
regidores de Santiago de Cuba y Bayamo participaban también
en esas actividades, enriqueciéndose considerablemente.574 En
1718, la flotilla de corsarios organizada por Miralles zarpó del
puerto habanero con la finalidad de atacar las embarcaciones y posesiones británicas más desguarnecidas, regresando a
La Habana después de haberse apropiado de más de de 80,000
pesos, capturado 98 esclavos y apresados seis súbditos británicos.575 En Santiago de Cuba, el gobernador Mateo López de
Cangas (1713-1718) expidió una carta el 28 de diciembre de
1719 en la que daba permiso para que se armasen más corsarios
criollos, con el objetivo de continuar la ofensiva naval ininterrumpida contra las posesiones europeas rivales en el Caribe,
y las naves extranjeras que merodeaban la isla.576 En 1719 salió
una expedición desde La Habana a recuperar Pensacola, que
estaba en poder de los franceses; en pocos días apresaron 400
franceses, dos navíos y 160 esclavos, además de una gran cantidad de pertrechos bélicos y de boca.577 De acuerdo con fuentes
consultadas por José Luciano Franco, de 1713 a 1725 Inglaterra
perdió 300 barcos, que en su mayoría habían sido capturados
por corsarios de las Antillas hispánicas.578 Las compañías de seguros inglesas dieron a conocer, en 1781, un informe sobre las
Francisco Castillo Meléndez: La defensa de la Isla de Cuba en la segunda
mitad del siglo xvii, Sevilla, 1986, p. 56.
575
Biblioteca Nacional José Martí. Departamento Colección Cubana. Cinco
Diarios del Sitio de La Habana, presentación y notas por Amalia A. Rodríguez, La Habana 1963, p. 249.
576
“Carta del Gobernador Mateo López de Cangas de 28 de Diciembre de
1719”. (AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 359, exp. 9.
577
García del Pino: Op. cit., 1993, p. 13.
578
José Luciano Franco: Ensayos históricos, Edit. Ciencias Sociales, La Habana,
1974, p. 47.
574
352
Jorge Ibarra Cuesta
naves perdidas y capturadas a otras naciones por el Reino Unido.
De 1731 a 1737 los corsarios de Cuba apresaron 31 naves inglesas, de acuerdo con Levi Marrero.579
De 1743 a 1745 se incrementó notablemente la expedición
de patentes de corso en La Habana y Santiago de Cuba, alcanzado durante esos años la cifra de 130. Se sabe que durante
esos años se apresaron 77 mercantes ingleses y norteamericanos; y en 1742-1743 solamente en Santiago de Cuba se capturaron 12 balandras y fragatas inglesas.580
Esta puede considerarse la época feliz del corso en Cuba y
en las Antillas. Los criollos descubrieron que el corso no era
solo la mejor defensa del país frente a las incursiones enemigas, sino una empresa altamente lucrativa.
“Los gobernadores de Santiago y la Habana expidieron
más de 50 patentes de corso. Se construyeron igual número de buques armados en corso, los que apresaron más de
30 fragatas y hasta 80 embarcaciones Tan prósperos como
gloriosos fueron aquellos años para Cuba que entraron en
sus puertos más de 600 negros apresados a los extranjeros,
más de 1,000 ingleses fueron prisioneros y un valor de más
de 2,000,000 de pesos que importaron todos los cargamentos apresados”.581 Un corsario criollo que sobresalió en sus
acciones de guerra fue el capitán trinitario Pablo Borrell,
Alcalde que gobernó Trinidad de 1742 a 1778. Según el
historiador de Trinidad, en este lapso de tiempo Borrell
capturó 50 embarcaciones, aportando a la Real Hacienda más de 200,000 pesos.582 Los recelos de las autoridades
coloniales contra los corsarios criollos de la villa de Trinidad
y sus regidores, se pusieron de manifiesto cuando Laureano Torres de Ayala, gobernador de La Habana y Marqués de
Levi Marrero: Op. cit., vol. 6, p. 129.
Ibidem, pp. 110-111.
581
García del Pino: Op. cit., (1993) p. 15.
582
Francisco Marín de Villafuerte: Trinidad apuntes históricos y tradiciones,
Imprenta La Lucha, Trinidad, 1934.
579
580
De súbditos a ciudadanos...353
Casa Torres (1713-1716), expresó en una carta del 17 de julio
de 1715 que tenía instrucciones de no concederles patentes
de corso a personas que no fuesen peninsulares, por los “excesos que cometían los vecinos y Ayuntamiento de la Ciudad
de Trinidad...” El gobernador solo concedería esas patentes
a peninsulares, porque los criollos eran los primeros rescatadores de la isla.583 En Real Cédula del 30 de mayo de 1714,
referida a Trinidad, se prohibía expresis verbis que “no se
den patentes de corso a otros que no sean españoles”. La
proscripción a los criollos se debía a “las inobediencias de la
vecindad y Cabildo de la Ciudad de Trinidad”. Se temía que
armados en corso, los trinitarios terminaran apoderándose
del botín de sus correrías, sin dar cuenta a la Real Hacienda,
o acordando con los corsarios enemigos saquear las costas de
Cuba. Por esos temores el monarca le ordenó al gobernador
de La Habana que recogiera las patentes de corso expedidas
por los trinitarios, “imponiendo las maiores penas”.584
La Ordenanza de 1674 estimuló la autorización de numerosas patentes de corso en Santo Domingo y San Juan.585 En
Real Cédula de 20 de octubre de 1721, se hacía constar que
los armadores y corsarios puertorriqueños estaban defraudando a la Real Hacienda, al acogerse a la Real Cédula del
22 de febrero de 1674. Esta disposición les permitía apropiarse de los botines que les quitaran a los piratas, sin darle
cuenta al fisco para que distribuyese la presa entre distintos
factores locales.
De esa manera fraudulenta se evadía informar al fisco de las
presas capturadas alegando que detuvieron a un pirata y no a
un contrabandista. Lo mismo sucedía con los negros esclavos
“Carta del Gobernador de La Habana de 17 de Julio de 1715”, (AGI),
Audiencia de Santo Domingo, leg. 378, exp. 3.
584
Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Actas Capitulares del
Ayuntamiento de La Habana. Libro 21, Reales Cédulas desde 1715 hasta
1721. Real Cédula de 16 de octubre de 1716, fol. 13, dorso 14.
585
Sánchez Valverde: Op. cit., p 142 y 143. Nota al pie de fray Cipriano de
Utrera.
583
354
Jorge Ibarra Cuesta
que capturaban embarcaciones de la trata, a los que le atribuían haber sido apresados en naves piratas.586
Hubo años en los que se dotaron 15 y 20 embarcaciones
en Cuba y Santo Domingo. De hecho, en algunos períodos
de tiempo los corsarios criollos de Santo Domingo, que Utrera estimaba en 10 ó 12, apresaron decenas de embarcaciones
extranjeras.587 Uno de ellos, José Campuzano Polanco, era armador de varios navíos y capitán de uno de ellos, y hasta 1718
había capturado 50 embarcaciones.588 Era uno de los personajes
más ricos de Santo Domingo. En Puerto Rico y Santo Domingo
los corsarios más afamados por sus acciones se convirtieron en
los personajes más ricos.589
Estos, a su vez, exhibían un expediente efectivo de capturas de
buques enemigos. Como era de esperarse, los corsarios criollos
ocultaban con frecuencia los resultados de sus incursiones contra los enemigos y se apoderaban de la mayor parte del botín.
En otras ocasiones, efectuaban por su cuenta operaciones de
contrabando con los ingleses en las costas de Jamaica y Saint
Domingue, independientemente de que practicasen un comercio íntercolonial clandestino con las posesiones españolas del
Caribe. La desobediencia civil, lo mismo que la avenencia oficial con las autoridades coloniales, adoptaba muchas y muy
diversas caras. En otras ocasiones la patente de corso servía
como escudo protector para cometer fechorías. Tal fue el caso
reportado por la Contaduría de Madrid el 21 de octubre de
1621, a propósito de una causa instruida contra Joseph de
Céspedes, y Juan de Arce; estos hombres, que eran usuarios
Boletín del Archivo Nacional, t. LXII, enero-junio 1963, La Habana, 1964,
pp. 16-17.
587
Fray Cipriano de Utrera: Noticias históricas de Santo Domingo, Edit. Taller,
Santo Domingo, R.D. 1982, t. IV, pp 208, 213, 214, t. I, pp. 141-142, 163.
588
Utrera: Noticias históricas..., t. III, p. 190-191.
589
Francisco Scarano: Puerto Rico: Cinco siglos de historia, Edit. McGraw-Hill,
México D.F., 2000, pp. 321-324. Fernando Picó: Historia General de Puerto Rico,
Ed. Huracán-Academia, Río Piedras, Puerto Rico, pp. 101-104.
586
De súbditos a ciudadanos...355
de una balandra artillada en corso que no tenía patente y era
propiedad del sacerdote Thomas de Nápoles, despojaron de
3,500 pesos a Blas Rodríguez.590
La expedición de patentes de corso y la repartición de las
embarcaciones y mercancías decomisadas por los corsarios
constituyeron las medidas más efectivas que la Corona tomó
contra el contrabando de la Tierra Adentro, en tanto propició la creación de una capa de personas enriquecidas en las
capitales y las ciudades puerto, y disminuyó probablemente
los rescates en el interior de la islas. Los corsarios criollos,
tan feroces y sedientos de sangre y riquezas, como pudieran
ser los europeos, revirtieron las agresiones de las naves europeas contra las costas de Cuba a fines del xvii, pasando a
la ofensiva contra las posesiones inglesas, holandesas y francesas en las Antillas Menores. Allí no solo apresaban embarcaciones, sino que robaban esclavos, tesoros y mujeres. Por
lo que cabe destacar que las depredaciones y crímenes de
los corsarios de las Antillas españolas contra sus enemigos,
no tuvieron nada que envidiarle a los que cometían contra
sus territorios.
La Corona, al expedir patentes de corso entre criollos procedentes de los patriciados locales, creaba una contraparte a
los principales organizadores de los contrabandos. Las estadísticas obtenidas por Levi Marrero en la Contaduría del (AGI)
revelan que los decomisos estimularon poderosamente la captura de contrabandos en La Habana entre 1741-1745 y 17451750. Una muestra del alto valor que le concedía la Corona
a la persecución del comercio clandestino fue la felicitación
que, el Consejo de Indias, propuso extenderle al gobernador
Juan Francisco Güemes Horcasitas, porque en 1735 capturó
contrabandos por valor de 55,000 pesos. En la década de 1740
se mantuvieron las presas con un promedio anual de 26,890
pesos en el quinquenio 1741-1745, alcanzando 26,283 pesos
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, 361.
590
356
Jorge Ibarra Cuesta
en el de 1745-1750. En la década de 1750 las capturas alcanzaron un promedio anual de 5,902 pesos. Los estimados de
Leví Marrero indican que entre 1701 y 1759 la suma total de
comisos alcanzó 1, 633, 537 pesos, lo que le permitía deducir que la mercancía decomisada alcanzó 3,000,000 de pesos. Según revelaría el juicio de residencia del gobernador
Cajigal (1747-1760) durante su gestión hubo 80 procesos
por contrabando en la región occidental de la isla, es decir,
que se atrapó un promedio de 13 contrabandos al año; y
en la región central, integrada por Puerto Príncipe, Sancti
Spiritus, Trinidad y Remedios, se incoaron 161 procesos por
la misma causa.591
La cuantía de los alijos apresados nos puede dar una idea
de las dimensiones del contrabando en la isla. La disposición de los monarcas borbónicos de eliminar el comercio
ilícito contribuyó a que se enriqueciera un sector de la población criolla reclutada a esos efectos, pero los contrabandos aumentaron en la medida en que crecían las riquezas
en Cuba. La parte que le correspondía a los que apresaban,
o denunciaban contrabandos, nos puede dar una idea del
poderoso estímulo que era para una parte de la población
criolla colaborar con las autoridades en su represión. El que
apresaba un contrabando recibía 1\4 parte del mismo, y si
había un denunciante recibía 1\10 parte.592 Las autoridades
abrieron una brecha en las comunidades criollas promoviendo las patentes de corso y los comisos, pero el interés en
los crecientes beneficios que se derivaban de las prácticas
del comercio clandestino siguió seduciendo a la mayoría de
los naturales del país.
Los estimados de capturas de contrabando se obtuvieron a partir de las
medias anuales del ramo de comisos obtenidos por Levi Marrero, Contaduría del (AGI). Leví Marrero: Cuba: economía y sociedad, t. 7, p. 192.
592
Marrero: Op. cit., t. 8, p. 36-37.
591
De súbditos a ciudadanos...357
30.La aparición de un tercero en discordia en el campo: los
vegueros de la región centro oriental de Cuba
En la medida que el cultivo del tabaco en el siglo xvii cobró
importancia y la demanda exterior, a través de vías legales o
clandestinas, rebasó los niveles productivos de la isla, la Corona mostró interés en acaparar las compras de la hoja. Ya desde
1698 la Real Hacienda había aumentado la compra del producto que se cultivaban en la isla. Por esos años, las compras
de polvo de tabaco por Francia, en virtud de la Guerra de Sucesión, estimularon el incremento de los vegueríos.
En 1717 se creaba la primera Factoría, monopolizadora de
la producción y comercialización de la hoja del tabaco, que
originaría tres rebeliones de vegueros en la región occidental.
Como consecuencia de esos conflictos se creó la Intendencia
General del Tabaco (1727-1734). El estanco del tabaco se caracterizó en la Tierra Adentro por pautar de manera rígida sus
relaciones con los vegueros. Los funcionarios del estanco consideraban que les pertenecían las cosechas y el trabajo de los
vegueros. En 1734, la factoría decretaba la imposición de 50
ducados de multa a los vegueros de la jurisdicción de Santiago
de Cuba “si no labran y escogen bien el tabaco”.593
Los regidores de Santiago de Cuba, a pesar de su alianza
con el gobernador del departamento oriental en sus conflictos
con los bayameses, no tenían las mejores relaciones con este
en lo relativo a los embarques de azúcar y tabaco por el puerto
santiaguero. Ya desde el siglo xvii el Cabildo santiaguero sostenía activas relaciones de rescate con los extranjeros, apelando
al expediente del arribo forzoso de navíos ingleses, franceses
y holandeses al puerto de Santiago de Cuba. La entrada de
esas embarcaciones era autorizada por algunos gobernadores,
en complicidad con los regidores, de acuerdo con las Crónicas
de Santiago de Cuba, de Emilio Bacardí, y las actas capitulares
Emilio Bacardí: Crónicas de Santiago de Cuba, t. I, p. 149.
593
358
Jorge Ibarra Cuesta
del Ayuntamiento. Así, en la sesión del Cabildo santiaguero
del 21 de mayo de 1709, se leía una carta del gobernador y
oficiales reales de Cartagena denunciando “el continuo tráfico
de azucares que se introduce con despachos supuestos a aquel
puerto e implantándolos en las colonias francesas, la cual oída
por los señores capitulares …acordaron que se acumule a los
autos con que se ha de dar cuenta a S.M...”.594 Desde luego,
se trataba de un falso expediente para disimular el azúcar y
tabaco que se registraban como destinados desde Santiago de
Cuba a Cartagena, e iban a parar a los puertos de Haití o Curazao. Veinticinco años más tarde se seguía desviando a las colonias francesas, inglesas y holandesas la producción azucarera y
tabacalera consignada a Cartagena.
En el Cabildo ordinario de 4 y 8 de junio de 1734, el procurador general representaba sobre el tráfico de los azucares
y tabacos y “denunciaba” ante los capitulares y el gobernador
que asistía a la reunión “el perjuicio que recibe esta vecindad
por introducirse en los puertos donde se trafica de las colonias
francesas y otras partes.”595 La denuncia tenía la supuesta finalidad de impedir que los productos destinados a Cartagena se
desviaran hacía otras colonias europeas del litoral caribeño.
Los principales conflictos del patriciado oriental con la Real
Compañía de Comercio y el Estanco se derivaban de la prohibición de comerciar tabaco y azúcar en el mar Caribe, que le
impusieron a las ciudades puerto de la región. A mediados del
siglo xviii la región oriental había comerciado ocasionalmente con navíos franceses. En 1742 el mercader Carlos Terrecen obtuvo permiso para embarcar por Santiago de Cuba
“el azúcar y el tabaco que ha recibido en pago de los frutos
que vendió en esta ciudad”.596 Los barcos con los que la ciudad
Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba. Actas Capitulares del
Ayuntamiento de Santiago de Cuba. Cabildo Ordinario de 21 de mayo de
1709, fol. 9-9, dorso, 10-10 dorso.
595
Ibidem, Cabildo del 4 y 8 de junio de 1734, fols. 16-18.
596
Bacardí; Op. cit., t. I, p. 160.
594
De súbditos a ciudadanos...359
comerciaba con Cartagena habían sido capturados durante
esos años por naves inglesas, afectando severamente la solvencia del vecindario. Entonces el Cabildo solicitó que se extendiera la gracia a la ciudad de eximirla del derecho de la sisa de
carne, pero el gobernador no accedió a la solicitud.597
Los capitulares santiagueros, que poseían molinos de tabaco
como los regidores habaneros, eran partidarios de que los vegueros de la jurisdicción pudieran venderles parte de sus cosechas.
Los patricios y los regidores manufacturaban en sus haciendas
la rama que compraban a los vegueros, para luego comerciar el
polvo de tabaco en el mercado interno y en el litoral caribeño.
De ahí su marcado interés en que se exportase la producción de
tabaco a los puertos de Portobelo y Cartagena, principales compradores de los productos de la región centro-oriental de Cuba.
Pero esa intención de los patricios encontró desde un primer
momento la oposición de La Real Compañía de Comercio en el
departamento oriental. Sin embargo, numerosas prohibiciones
al comercio de la hoja de tabaco de los vegueros eran desobedecidas continuamente por los patricios propietarios de molinos.
La situación se hizo más tensa cuando el gobernador del departamento oriental tomó una diversidad de medidas contra los
vegueros y propietarios de molinos de tabaco. En la exposición
que hiciera en el Cabildo santiaguero el 9 de octubre de 1750, el
procurador general Manuel Damián de Ugatanes denunció “el
perjuicio tan considerable que se sigue a esta República sobre la
prohibición de los tabacos que se reembarcan para Cartagena
y Campeche.598 Se trataba, pues, del perjuicio que ocasionaba a
los patricios propietarios de molinos de tabaco la prohibición
de vender la rama y el polvo de tabaco elaborada por ellos en
la región caribeña. En otra sesión del Cabildo, efectuada tres
días después, el procurador les comunicaba a los capitulares
Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba, Actas Capitulares del
Ayuntamiento de Santiago de Cuba, Cabildo Ordinario de 21 de mayo de
1745. fols. 197-199.
598
Ibidem, Cabildo Ordinario de 9 de octubre de 1750, fols. 430-431.
597
360
Jorge Ibarra Cuesta
que había acudido al gobernador oriental instándolo “a resolver a favor del público”, recibiendo por respuesta que no se
podía alterar su disposición. El procurador se quejó también
ante la primera autoridad de que los caminos que conducían
desde los vegueríos hasta el puerto de Santiago de Cuba, por
donde se efectuaban los embarques de la rama y el polvo del
tabaco, estuvieran vigilados militarmente, de modo que no pudieran comerciar los cultivadores el sobrante de las hojas que
no eran compradas por el Estanco. El tabaco del departamento
oriental no era de la mejor calidad, y su producción ascendía
a unos 200,000 manojos, la mayor parte de los cuales se perdía. En vista del “irreparable daño” que significaba esa medida
para la vecindad, el procurador demandaba por último del
gobernador oriental, “que apelase ante el Capitán General”.599
El Cabildo santiaguero, no conforme con representar los intereses de los señores de haciendas ganaderas, se había erigido
en defensor de los vegueros en oposición al Estanco desde el
decenio de 1740, lo que contribuiría a que se ahondase su división con el Estado colonial.
Según los acuerdos capitulares de 1750, reproducidos por
Emilio Bacardí en sus Crónicas de Santiago de Cuba, el procurador general del Cabildo santiaguero acudió de nuevo ante el
gobernador y “protestó de la orden prohibiendo enteramente
la saca de todo género de tabacos, contestando el Gobernador
que el trato ilícito era el que daba margen a semejante providencia, y replica el Procurador General de que en fuerza de su
cargo, cumpliendo con la obligación de su ministerio, ocurre
a la mayor brevedad al Sr. Capitán General, a reserva de hacerlo a S. M., que si el motivo de cerrarse esa puerta es de que
la Compañía haya de comprar todo el tabaco que producen
las cosechas, no verificándose esto, cesa la razón puesto que
se ha experimentado que solo toma aquellos que le conviene, quedando una grandísima parte de estas cosechas que no
Ibidem, Cabildo Ordinario del 9 de octubre de 1750, fols. 431-435.
599
De súbditos a ciudadanos...361
compra, perdido para el comercio que hay de esta ciudad a la
de Cartagena, Portovelo, Chagres y Campeche, y enteramente
arruinado y, por consiguiente, los pobres cosecheros perdido
su fruto, la fatiga y el tiempo que ocuparon en el”.600
Ese mismo año, los capitulares santiagueros se querellaban
contra el gobernador Alonso de Arcos y Moreno por insistir en
la prohibición de exportar tabaco a los puertos habituales del
Caribe. De acuerdo con el procurador santiaguero, los vegueros propietarios de molinos y mercaderes del tabaco, tenían el
derecho de exportar todo aquello que la Real Compañía de
Comercio no les hubiera comprado. De otro modo se entendía que los funcionarios del estanco pretendiesen apoderarse de aquella parte de la cosecha que no se les compró a los
vegueros, con el propósito de lucrarse individualmente.
31.Las relaciones esclavistas impuestas por las autoridades en
las vegas y estancias de tabaco
La Real Compañía de Comercio alentó la introducción de
esclavos con la finalidad de asignarlos a las vegas de tabaco y
obtener ganancias suplementarias por su venta. De tal suerte
que los campesinos que emprendieron el cultivo del tabaco con
el propósito de forjarse un destino independiente, ya fuesen canarios o criollos, se vieron compelidos por la Real Compañía a
emplear mano de obra esclava en sus vegas. La Real Compañía
de Comercio, como detentaba el monopolio de la trata de esclavos de 1740 a 1762, comenzó a introducirlos en las regiones
tabacaleras de la Tierra Adentro. De acuerdo con el historiador Enrique López Mesa, el proceso referido parece haber comenzado con la Real Orden del 19 de febrero de 1750, que le
concedía permiso a la Real Compañía de Comercio para introducir 500 esclavos por Santiago de Cuba para fomentar vegas en
Emilio Bacardí: Cronicas de Santiago de Cuba, t. I, p. 185.
600
362
Jorge Ibarra Cuesta
los ríos Cauto y Mayarí, Sagua, Guantánamo, y Guaninicum.601
Un padrón de Mayarí de 1774 revelaba la importancia que tenían en ese partido los propietarios y arrendatarios de vegas,
negros y mulatos libres, y el número considerable de esclavos
de su propiedad que cultivaban la hoja. En ese partido había
58 vegas donde trabajaban 105 esclavos. De esas vegas, 32
(el 55%) tenían como propietario o arrendatario a un negro o
a un mulato libre. De estas, 18 no tenían esclavos, pero las 14
restantes tenían en su conjunto 36 esclavos, o sea, el 34.8% de
los esclavos empadronados.602
En 1824 prevalecía el siguiente patrón etno social entre los
vegueros de Mayarí.
Blancos
Negros y mulatos libres
Esclavos
260 (34.1 %)
436 (57.2 %)
66 (8.7 %)
603
A pesar de los esfuerzos de la Factoría del tabaco por asignarles esclavos a las vegas, el trabajo de cultivo y recolección
era llevado a cabo fundamentalmente por propietarios, arrendatarios y trabajadores, negros y mulatos libres.
Por otra parte, en aquellos lugares donde los propietarios o
arrendatarios de las vegas eran campesinos blancos o negros,
las relaciones con los esclavos eran más llevaderas, en tanto no
solo convivían juntos, sino que compartían con estos el trabajo
en los cultivos. Entre los campesinos criollos, negros, mulatos
y blancos tendía a forjarse un sentimiento de identidad contra
el estanco y los comerciantes españoles usureros. El veguero
convivía solo con su familia y con el esclavo en su pequeña
parcela, en regiones inaccesibles, donde no llegaba nadie que
pudiera auxiliarlo en caso de confrontaciones violentas con su
mano de obra. De ahí que, de manera parecida al señor de la
Texto inédito de Enrique López Mesa. Apud: ANC “Cedulas y ordenes de
SM en los años comprendidos entre 1721 y 1753”.
602
Ibidem, Apud: ANC Miscelánea de Expedientes, leg. 4076/E.
603
Texto citado de Enrique López Mesa.
601
De súbditos a ciudadanos...363
hacienda ganadera, tratase por todos los medios de cohabitar pacíficamente con sus esclavos en los alejados parajes donde vivía
con su mujer y sus hijos.
La producción de tabaco en Santiago de Cuba, en el valle
del Cauto y en el nordeste del departamento oriental, era la
fuente de riqueza y bienestar de los vecindarios de la región.
De ahí que los Cabildos santiaguero y bayamés, aparte del interés que tenían en las ganancias que obtenían de la comercialización del tabaco, se preocupasen en defender los intereses de
sus comunidades, así como de los vegueros frente al estanco y
las autoridades coloniales de la ciudad.
32.El padrón de los vegueríos de Morell de Santa Cruz
En la medida que la Real Compañía de Comercio monopolizó
desde la década de 1740 las relaciones mercantiles de la isla, la
comercialización del tabaco en el Caribe se tornó más difícil. La
incapacidad de la Real Compañía de cumplir durante más de 40
años sus obligaciones con la Corona, de cubrir las 3,000 de libras
de tabaco que debía embarcar para la península, fue resultado de
la desobediencia de los vegueros a satisfacer sus exigencias. Entre
1745 y 1759 la Compañía debió fletar a España 45,000 de libras
de tabaco pero solo pudo enviar 22,000 de libras, quiere decir
que tuvo un déficit del 51%. La causa de esos incumplimientos
era sencilla: los vegueros comerciaban por su cuenta parte de sus
cosechas en el mercado local, lo destinaban al comercio del litoral caribeño o bien lo consignaban al comercio de rescate.
Aunque el tabaco de Vuelta Abajo tenía una mejor estimación que el de la Tierra Adentro, en esta última región se concentró el mayor número de vegueros de la isla. De hecho, la
presencia veguera constituyó una base de apoyo al patriciado
terrateniente frente a eventuales conflictos con los esclavos.
El siguiente padrón del obispo Morell de Santa Cruz ilustra a
propósito de la importancia que tuvieron, el cultivo del tabaco, y la presencia de un numeroso campesinado para la región
centro-oriental.
364
Jorge Ibarra Cuesta
Padrón del obispo Morell de Santa Cruz
de cultivadores de tabaco (1754-1757)
Cultivadores de tabaco
Vegas
Estancias
Total
Pinar del Río
219
390
609
Habana
205
888
1093
424
1 278
1702
_________
_________
221
_________
112
_________
_________
209
Palmarejo
59
_________
59
Ciego de Ávila
16
_________
16
284
284
Total
Santa Clara
Sancti Spiritus
Trinidad
Puerto Príncipe
Holguín
42
36
78
Bayamo
541
367
908
Santiago de Cuba
179
219
398
Tiguabos
Morón
Total
6
6
20
863
20
906
2311
Como se puede apreciar en Vuelta Abajo solo había 1,702 cultivadores de tabaco, mientras que en la región centro-oriental
2,311. Aunque la hoja del tabaco de Vuelta Abajo era mejor
cotizada que la de la Tierra Adentro, los vegueros occidentales
se sentían más beneficiados por sus ventas a la Factoría que los
vegueros centro orientales. Por otra parte, los vegueros se beneficiaban marginalmente de las ventajas que le reportaba a la región
los contrabandos auspiciados por el patriciado centro-oriental.
La defensa por los Cabildos del derecho de los vegueros a
vender sus cosechas en el mercado interno, y en las posesiones hispánicas del Caribe, era otro factor que acercaba a los
vegueros, a pesar de las contradicciones existentes en torno a
la renta que debían pagar a los terratenientes en unas pocas
regiones.
De súbditos a ciudadanos...365
A mediados del siglo, la Corona se propuso aliviar las tensiones con los vegueros de la isla. Y en una Real Cédula del 24 de
abril de 1752 dispuso que se excluyeran a las vegas de las medidas relativas a la composición de tierras, y se les reconoció a los
vegueros la plena propiedad de las parcelas que trabajaban.604
33.Las autoridades y el patriciado se disputan la preferencia de
vegueros y campesinos
Los vegueros contaron con el apoyo del patriciado en sus demandas contra los precios que les pagaba la Real Compañía y las
prohibiciones o restricciones a las posibilidades de vender parte
de sus cosechas a terceras partes. Es por ese motivo que los regidores bayameses, en representación de los vegueros, denunciaron que los precios que en 1751 la Compañía les pagaba por sus
cosechas equivalían al 40% de lo que les pagar hacía 14 años.605
Si bien los primeros vegueros que se asentaron en el partido de
Vicana Arriba tributaban 5 pesos anuales por vega a los señores
de haciendas de la región, el patriciado terrateniente del Cabildo
bayamés se erigió en defensor de los derechos de los vegueros.
De acuerdo con Levi Marrero, de los primeros 21 vegueros que
se asentaron en ese partido, tres tenían un esclavo, y otro, dos.606
La comercialización del producto a penas proporcionaba el
sustento de la mayoría de los vegueros radicados en el valle
del Cauto, quienes eran hijos de campesinos pobres de la región. Ante la defensa de los vegueros por parte de los Cabildos de Bayamo y Santiago de Cuba, el gobernador Lorenzo
de Madariaga (1754-1765) reivindicaría los derechos de los
Memoria de la Sociedad Económica. “Extracto del expediente sobre
terrenos realengos y sus denuncias de que resultó el acta de La Junta
Superior Directiva de la Real Hacienda, de 27 de Noviembre de 1816”,
La Habana 1818, t. 5, pp. 314 y ss.
605
Levi Marrero: Cuba: Economía y sociedad. t. VII, p. 69 Apud: (AGI),
Audiencia de Santo Domingo, 404.
606
Ibidem.
604
366
Jorge Ibarra Cuesta
cosecheros en un esfuerzo por ganarse su simpatía frente a los
terratenientes. En un edicto promulgado en 1754, Madariaga
ordenaba “que ninguna persona embarazase, impida, ni estorbe se abran vegas…” La defensa de los vegueros, frente a los
terratenientes opuestos a que estos se asentasen en sus tierras,
debía mostrar el rostro más amable de las autoridades coloniales. No obstante, las medidas represivas dictadas contra los
vegueros no se aplacaron en ningún momento. Los vegueros
que vendían las hojas, antes de que los funcionarios de la Real
Compañía eligiesen las que estuvieran a bien, debían pagar
una multa de 25 ducados o cumplirían seis meses de trabajo
forzado en el Morro, y sin salario. Se sancionaban también a
los que osaran comprar hojas a los vegueros antes que la Real
Compañía hiciera su selección “para venderlo, trajinarlo, o
conducirlo por mar o tierra”.607
Pese a la dureza de esas sanciones, el capitán general de
la isla, Cajigal de la Vega, matizó algunos de los párrafos del
edicto del gobernador Madariaga, de modo que las riberas y
proximidades de los ríos no fueran ocupadas por los vegueros
si estas estuvieran cultivadas o dedicadas a pasto por los usufructuarios o dueños de las haciendas, o si estos hubieren pagado tributos a los señores por cultivar en las márgenes fluviales.
En todo caso, comentaba Caxigal, el labrador no tenía “otra
cosa que el mero uso únicamente para la siembra del tabaco.”
Este debía además cercar sus cultivos para evitar que las reses
del terrateniente estropeasen sus siembras. No obstante, el
capitán general terminó por darle toda la razón a Madariaga,
en cuanto a la prohibición de que los labradores dispusieran
libremente de parte de sus cosechas. El fundamento último de
su decisión fue una “Real Disposición reservada para no permitir que los tabacos de la calidad contratada por la Compañía
con S. M. se extraigan ni aun para los puertos de españoles de
Ibidem, p. 70.
607
De súbditos a ciudadanos...367
la América”.608 O sea, Su Majestad disponía que aun cuando la
Compañía no comprase todos los tabacos que había reservado, el veguero no podía vender los sobrantes.
En la visita eclesiástica del obispo Morell de Santa Cruz, de
dos años de duración (1755-1757), este se refirió en más de
una ocasión a la situación de zozobra en que vivía Santiago de
Cuba. De acuerdo con el obispo dominicano, la secuela de calamidades que había sufrido la ciudad en el siglo xviii empezó
con “la epidemia del vomito negro, que causó considerable
mortandad. Estas han sólido repetirse en otras ocasiones con
las secas, y falta de provisiones de boca, que ordinariamente se
experimentan. El comercio nunca ha florecido, antes bien el
único que tenía y era el embarque de azúcar y tavaco a Cartajena; se ha atrasado de forma que a vezes todo el producto se
reduce a fletes y derechos. A vista pues de tantas calamidades
no es mucho que aquella Ciudad aya carecido de los auges,
que otras contemporáneas de la misma Ysla, han logrado…”609
Morell de Santa Cruz, miembro de la familia patricia de Santo Domingo que protagonizó la rebelión de los capitanes en
Santiago de los Caballeros, se opondría también al bando de
Madariaga que autorizaba a los vegueros asentarse en las haciendas de ganado, una vez que entre los terratenientes y los
cosecheros “se malquistaría la paz …y producirían muchos
escándalos y disensiones…”.A su modo de ver, “para el aumento del tabaco…no es necesaria esta providencia...sobran a los
labradores tierras para las siembras: el que carece de propias
las obtiene con la mayor facilidad en las márgenes de los ríos;
graciosamente por disposición de la Real Hacienda del distrito…
por un corto arrendamiento anual”.610
Las posiciones divergentes de las autoridades coloniales y
los representantes del patriciado reflejan la manera en que
Ibidem, p. 71.
Pedro Morell de Santa Cruz: La Visita Eclesiástica Morell de Santa Cruz,
Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 1985, pp. 150-151.
610
Ibidem.
608
609
368
Jorge Ibarra Cuesta
se inculpaban recíprocamente de lesionar los intereses de la
producción tabacalera, en tanto ambos deseaban presentarse
como los más identificados con los intereses de los vegueros.
En ese aspecto, el patriciado criollo llevaba una ventaja a las
autoridades coloniales y al estanco, al defender los intereses
conjuntos de más importancia para los vegueros y los campesinos que cultivaban ocasionalmente la hoja. O sea, había
un vínculo más profundo, expresado en la existencia de una
comunidad nacional enfrentada a las autoridades coloniales,
que los conflictos de grupos de vegueros con uno que otro
terrateniente por la posesión de las márgenes de los ríos.
34.El respaldo del patriciado oriental a las desobediencias de los
vegueros a las disposiciones del estanco
La imposición del estanco del tabaco motivó una diversidad
de conflictos en la primera mitad del siglo xviii, así como la
resistencia y evasión a sus disposiciones por parte de los cosecheros de tabaco de la región oriental.
Una comunicación de Francisco Cajigal de la Vega del 2 de
junio de 1752, cuando era capitán general (1747-1760), instruía
que se tomaran medidas en Bayamo y el Valle del Cauto contra la
“mala fe” de los vegueros, “haziendo cargo contra los labradores
y manifestándole sus descuidos intensionales…” Para Cajigal, si
se reprimía el contrabando de los vegueros se alcanzaría, “la felicidad desta Ysla que no como sean sus moradores por la sequedad que les causa su inclinación a todo comercio prohibido”.611
Las representaciones que formularon los vegueros de la región
oriental, ante las instancias superiores, constituyen un testimonio de su resistencia a lo largo del siglo. En el expediente formado a propósito de una carta de los vegueros del 7 de febrero de
1758, instando a que se les exonerase de “los alardes, guardias y
Archivo Nacional de Cuba. Correspondencia de capitanes generales,
leg. 6, no. 49.
611
De súbditos a ciudadanos...369
facciones” impuestas por las autoridades, se reflejaba su actitud
beligerante.612 Y en una misiva del 2 de septiembre de 1765, que
enviara Mateo Echavarría, funcionario de la Real Compañía de
Comercio, al capitán general, este informaba sobre “la morosidad de los labradores en la presentación de sus cosechas, no
obstante repetición de bandos se han manifestado renuentes de
su feria”. Los vegueros seguían vendiendo una parte considerable del producto de sus cosechas a terratenientes propietarios
de molinos, mercaderes y rescatadores. Así, Echeverría informaba que “Algunos lo han vendido a otros individuos, cediendo
lo referido en perjuicio de la Real Hacienda”. De ahí que el funcionario real le recomendara a su gobernador “multarlos a las
más estrechas penas”.613 Sin embargo, era imposible controlar
la cosecha pues una parte, según Echeverría, era entregada al
estanco “adulterada”, y la otra, de mejor calidad, era destinada
ilegalmente al mercado interno o al contrabando.
Pero durante el siglo xviii nunca fueron suficientes las medidas extremas para impedir las ventas clandestinas en el
campo y el contrabando del tabaco en la región oriental.
Entre esas medidas se citan la elaboración de la tazmia, donde se recogían los datos de cada veguero, su nombre y apellido, la extensión de su parcela, el número de matas sembradas y la conducción de la cosecha por sargentos de las tropas
regulares y milicias asignadas en Bayamo, con una guía en la
que se consignaba el número de tercios de tabaco que transportaban.614
Las denuncias que presentaron los inspectores de la Factoría,
sobre los extravíos y ocultamiento del monto de las cosechas
Publicaciones del Instituto Hispano-Cubano de Historia de América,
Sevilla (Fundación Rafael G. Abreu). Catálogo de los fondos cubanos del
(AGI). Expedientes dimanados de cartas, 1681-1800, t. III, Sevilla, 1983,
p. 279, no. 1523.
613
Archivo Nacional de Cuba. Correspondencia de capitanes generales,
leg. 23, no. 36.
614
Ibidem, leg. 18, no. 15.
612
370
Jorge Ibarra Cuesta
por los vegueros de la Tierra Adentro, se hicieron cada vez
más frecuentes. En virtud de que las remesas de rama eran
muy reducidas, la junta de la Factoría decidió repetir la publicación del edicto de 1763, aprobado por el rey, haciéndole
saber a los vegueros de La Habana y la Tierra Adentro la obligación de entregar los tabacos contratados y multándolos con
50 ducados si violasen sus disposiciones. El historiador Rivero
Muñiz precisa que eran muy frecuentes las denuncias de los
vegueros contra la demora en la retribución de sus cosechas,
en ocasiones de uno y dos años, por lo que “ninguno prestó atención a las advertencias de la factoría, prosiguiendo sus
tratos con los agentes de ciertos mercaderes, quienes, validos
de su amistad con autoridades complacientes, no cesaban de
hacer envíos clandestinos al exterior, tanto de tabaco en rama
como de cigarros puros y rapé”.615 Las denuncias y reprobaciones contra el estanco y los comerciantes usureros españoles
constituían el pan nuestro de cada día de los vegueros, tanto en la región occidental como en la Tierra Adentro. En ese
sentido, es conveniente revisar los criterios historiográficos
en boga, en tanto exageran los conflictos de los vegueros con
el patriciado terrateniente y tienden a obviar el diferendo de
estos con el estanco y los comerciantes usureros españoles.
En la década de 1770 el patriciado terrateniente santiaguero,
a través de su Cabildo, proseguía su política de defender los
intereses de los vegueros frente al estanco y las autoridades
coloniales. En una carta del capitán general Marqués de la Torre,
del 26 de diciembre de 1770, este se pronunciaba contra los
acuerdos del Ayuntamiento de Santiago de Cuba, mediante
los cuales se prohibía el aumento de las siembras del tabaco
y disponía que la producción se entregara solo al estanco. Lo
más grave, a juicio del capitán general, era que el Cabildo santiaguero “convocara a todos los vegueros dando así margen a
615
Rivero Muñiz: Tabaco: su historia en Cuba, Instituto de Historia, La Habana,
1965, t. II, p. 16.
De súbditos a ciudadanos...371
que sus clamores tomaran más cuerpo, contra una providencia
a que obliga siempre la necesidad”.616
En el acuerdo al que se llegó en 1771 en el Cabildo santiaguero, se seguía presionando a las autoridades para que sin
dilaciones, “se haga cumplir a los factores de tabaco el pago al
cosechero sin novedad ni alteración alguna, como se practica
con la tropa y está mandado por S. M. (moneda fuerte) y porque la alteración no se puede comprar o negociar”.617
Por su parte, los funcionarios de la Factoría del tabaco no cejaron en 1774 de denunciar a los vegueros ante el gobernador
y la Corona. Argumentaban que “la calidad del producto era
peor cada día, pues los labradores solo entregaban una rama
de inferior clase, que por no poder destinar al contrabando,
cuya persecución era muy difícil dada la protección que encontraban en las autoridades locales, con los que preferían
vender sus cosechas”.618 Las autoridades locales a las que se
referían eran los Cabildos criollos de la Tierra Adentro. Como
represalia, el capitán general Marqués de la Torre (1771-1776)
apeló al conocido procedimiento de suspender las futuras
siembras de tabaco, calculando que la medida atemorizaría a
los labradores y contribuiría a que se redujesen “los extravíos”
de tabacos contratados con la Factoría, pero que se desviaban
al contrabando.619 En Santiago de Cuba, donde los vegueros
tenían el apoyo del patriciado del Cabildo, el síndico procurador, Juan Francisco Creagh, demandó a la Corona que se
les permitiese sembrar y comercializar el tabaco normalmente.
Las tierras de la región solo resultaban aptas para el cultivo de
la aromática hoja, y si se imponían restricciones a las siembras
las consecuencias económicas serían desastrosas para Santiago
de Cuba.
Archivo Nacional de Cuba. Correspondencia capitanes generales,
leg. 31, no. 1- 236.
617
Bacardí, t. I, p. 206.
618
Ibidem, p. 23.
619
Ibidem.
616
372
Jorge Ibarra Cuesta
A los vegueros de la jurisdicción de la Factoría se les debía,
en 1775, el importe de las dos últimas cosechas, por lo que no
era extraño que destinaran todos sus cultivos al contrabando.620
Las prohibiciones tomadas para proteger al estanco llegaban
al extremo de no permitir que los vegueros, después de entregarles la cosecha a la Factoría, vendieran las hojas de tabaco sobrantes a particulares. Entre las medidas tomadas en ese sentido
se destaca, por su rigor, una contra los bayameses en 1771.621
El Cabildo santiaguero continuó defendiendo a los vegueros en su diferendo histórico con la Real Compañía de Comercio, mientras los regidores habaneros compraban importantes
acciones en la Real Compañía de Comercio. En 1764 en Bayamo había 334 vegas y 499 operarios, mientras en Santiago 423
vegas y 612 trabajadores.622
Rivero Muñiz plantea que, la decisión de los gobernadores
españoles de reducir la compra de tabaco, era una sanción
a las mezclas que los vegueros hacían de las diferentes clases
de hojas en las jurisdicciones desde donde salían las mayores
exportaciones: Guane, La Habana, Trinidad y Matanzas. Una
Real Orden del 7 de abril de 1776 dictaminaba la conveniencia de reducir “por todos los medios posibles”, las cosechas de
tabaco que no excedieran las 3,000 libras que exigía la Corona.
Por aquellos años, el cultivo se había reducido considerablemente por la demora de la Corona en pagar sus productos,
por lo que los funcionarios de la Factoría entendían que la
producción había disminuido sin necesidad de que el rey lo
dispusiera de ese modo.
Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba. Cabildo Ordinario de
6 de abril; 2 de mayo, 9 y 10 de noviembre; 19 de diciembre de 1775;
26 de enero; 9, 12 y 16 de febrero de 1776.
621
Archivo Nacional de Cuba. Correspondencia de capitanes generales,
leg. 17, no. 156 y leg. 5, no. 168.
622
Archivo Nacional de Cuba. Correspondencia capitanes generales,
leg. 15, no. 2.
620
De súbditos a ciudadanos...373
Cuando se demoraba el situado con que se compraba la cosecha, el principal argumento al que se acudía en las juntas de
la Factoría, para que se pagase pronto, era que los vegueros
extraviaban la cosecha destinándola al contrabando o comercializándola en el mercado interno. A estos razonamientos se
sumaba la preocupación en aplacar el hondo malestar prevaleciente en los vegueríos, capaz de generar nuevas sediciones
como las ocurridas en La Habana entre 1717 y 1723.
Entre 1776 y 1778 en la subfactoría de Trinidad no había
dinero para comprar los tabacos de la región. Conscientes
los funcionarios del estanco de que los vegueros trinitarios
“extraviarían” la cosecha, se hicieron una serie de esfuerzos que
no dieron frutos. En las otras jurisdicciones de la región central
de la isla sucedía lo mismo: los funcionarios del estanco acudían a
los prestamistas para que le adelantasen el dinero para comprar a
los vegueros a su debido tiempo la cosecha convenida, y no justificar que estos dispusieran “ilícitamente” de sus productos o abandonasen los cultivos de tabaco para dedicarse a otras labranzas.623
En otro contexto, la práctica de quemar las hojas consideradas de baja calidad por los funcionarios de la Factoría originaba graves abusos, pues si bien algunos vegueros mezclaban
las clases inferiores con las superiores para obtener un mejor
precio por los tercios de tabaco, esto no era razón para que se
destruyesen por las clases imperfectas de la hoja que se podían
comprar a un precio inferior. El designio del estanco era que las
hojas de inferior calidad que destruía, no pudiera venderlas el
veguero a terceras partes.
La deserción por los vegueros de sus cultivos constituía otro
de los factores que se tomaban en cuenta para explicar la crisis
de la producción de tabaco. A juicio de Antonio Aguilar, administrador y real comisionado de la Factoría, la caída de la producción era ocasionada por la carestía de esclavos y terrenos,
a los que no tenían acceso los vegueros por el precio irrisorio
Ibidem, t. II, pp. 24-25.
623
374
Jorge Ibarra Cuesta
que recibían por sus tabacos. Otra razón que incidía en la
escasa producción era que los vegueros formaban parte de las
milicias, a las que debían consagrar una parte importante del
tiempo dedicado a las labores agrícolas. Por eso Aguilar proponía, en una junta realizada en junio de 1780, que se comprasen esclavos para venderlos entre los vegueros en especies
y a plazos razonables, sin ganancias para el estanco. De ese
modo, la difícil coyuntura existente le imponía al funcionario
del estanco proponer que, no se obtuviesen ganancias como se
acostumbraba, de la venta de esclavos a los vegueros.
Una de las prácticas coercitivas más frecuentes de las autoridades, contra la comercialización del tabaco en las ciudades, eran los
decomisos de la rama que vendían los vegueros a buhoneros y torcedores de tabaco. En 1785, el administrador de las rentas de Guanabacoa demandaba la creación de un estanquillo que estuviera
administrado por la Real Hacienda, pues los vegueros procedentes
de “familias pobres y honradas”, expuestas a la miseria, se veían
obligados a vender sus tabacos a regatones, para poder subsistir.624
Los numerosos decomisos de tabaco que se practicaron
en La Habana a mediados del siglo xviii revelan la estrecha
vigilancia que ejercía la policía sobre estos. De acuerdo con
la documentación de la Factoría, los tercios de las vegas de
Yara se dirigían con frecuencia a Puerto Príncipe, donde eran
comercializados; y el tabaco de Santiago de Cuba se consignaba a Cartagena de Indias, hacia donde el administrador de la
Factoría, Luis de Echavarría, llegó a fletar 74,047 manojos.625
35.La desigual tributación regional de los vegueros al patriciado
terrateniente oriental
Si bien la Factoría suprimió numerosos molinos de tabaco
en La Habana, no tenemos conocimiento de que lo mismo
Ibidem, t. II, p. 52.
Rivero Muñiz: Op. cit., t. II, p. 57.
624
625
De súbditos a ciudadanos...375
sucediese en la Tierra Adentro. La designación de Ignacio de
Murga como interventor de la Factoría, por Real Orden del 21
de diciembre de 1786, contribuyó a que se tuviese una visión más
definida de las relaciones entre los vegueros y la Real Compañía de Comercio. Murga fue designado para “intervenir en todas
las operaciones, cuentas, gastos e incidencias de la factoría”. Los
informes del nuevo interventor, sobre los cultivos en la Tierra
Adentro, se proponían demostrar que los vegueros enviaban a
la Factoría mezclas de hojas de desecho y retoños en los manojos
de primera y segunda clase, para destinar la mayor parte de las
hojas de mejor calidad a otras posesiones hispánicas o al mercado
local. El relato sobre la primera visita de Murga a las principales
jurisdicciones tabacaleras de la Tierra Adentro, expuesto en una
junta efectuada el 31 de agosto de 1787, constituye un detallado
testimonio de las complejas relaciones de los vegueros con el patriciado terrateniente, el estanco y las autoridades coloniales.
Una parte de los vegueros de Villa Clara, cuyas vegas estaban
ubicadas en las márgenes del río Sagua la Grande, tributaban
al propietario del corral seis pesos y dos reales. Pero el resto de
los vegueros, ubicados a lo largo del río, no pagaban a ningún
propietario, y coincidían en que los hacendados les obligaban a
construir cercas. En Remedios las vegas estaban en el trayecto del
río Sagua la Chica, y los vegueros no pagaban renta a los terratenientes en cuyas haciendas se asentaban. En Sancti Spíritus
las vegas se hallaban en los ríos Zaza, Tuinicú, Taguasco, Jatibonico y Bayabona. La mayor parte de las cosechas se extraviaban
a causa de los rescates. Se quejaban de tener que pagar tres
pesos a la Real Hacienda por cada hombre que trabajase en
la vega, ya fuesen familiares, peones o esclavos. En el caso de
Trinidad no pagaban renta a los terratenientes. Sobre Puerto
Príncipe cabe destacar que los cosecheros estaban ubicados en
Antón, en las márgenes del río Saramaguacán. Pero las tierras
no eran apropiadas para el cultivo de la hoja, pues apenas se
cultivaban alrededor de 22 tercios, y el tabaco que se consumía
en la región procedía de Bayamo.
376
Jorge Ibarra Cuesta
Las vegas de Bayamo se situaban en las riberas de los ríos
Cauto, Contramaestre y otros diez ríos que recorrían la jurisdicción. Comparada con Santiago, allí faltaba mano de obra,
familiares, peones y esclavos. La mayor parte de las hojas cultivadas se extraviaban hacia los rescates o se destinaban a Puerto
Príncipe; y una parte de los cosecheros no pagaba renta a los
terratenientes, mientras que otra contribuía con un modesto
tributo “pero de la que nadie se había quejado”.
En Santiago de Cuba, los vegueros se reunían en los arenales de los ríos que atravesaban la jurisdicción. Los cosecheros
pagaban a los terratenientes una renta de 5 pesos por cada
hombre empleado en la vega, cantidad que Murga estimaba
excesiva, pero “que nadie se resistía a satisfacer”. Es explicable
que fuera la renta más alta que se pagaba en la región centro
oriental, pues los vegueros eran los más prósperos del departamento oriental y casi todos poseían esclavos.
Las vegas cultivadas en Mayarí estaban en las orillas del río
de ese nombre. La Factoría de esa jurisdicción disponía de
un almacén a dos leguas de la bahía de Nipe, desde donde
se embarcaba el tabaco hacía La Habana, como forma de evitar en parte los extravíos tan frecuentes en el departamento
oriental.
En Holguín no pagaban rentas a ningún terrateniente las
vegas ubicadas a lo largo de la red fluvial que bañaba la jurisdicción. Pero esas tierras eran realengas y el Cabildo holguinero las repartió gratuitamente entre los vegueros.
En Trinidad, cinco ríos constituían la red que albergaba el
veguerío del partido, y los vegueros tampoco abonaban rentas
a los hacendados de la región.626
De acuerdo con Murga, los aspectos más notables de los cultivos de tabaco en la Tierra Adentro eran la escasez de esclavos
y peones, la ausencia de arados y las primitivas técnicas de cultivo, comparados con las vegas de Vuelta Abajo, el sistemático
Ibidem, t. II, pp. 61-67.
626
De súbditos a ciudadanos...377
incumplimiento de los contratos de los vegueros con la Factoría dados los frecuentes extravíos, y el pago a los terratenientes
de rentas más módicas que en la región occidental.
Mientras las autoridades coloniales recompensaban con
mercancía decomisada a los criollos que denunciaran a los
contrabandos, los vegueros participaban activamente en los
rescates promovidos por el patriciado de la Tierra Adentro.
En Holguín, Bayamo, Manzanillo, Mayarí, Puerto Príncipe,
Sancti Spíritus y Santiago de Cuba, los tenientes gobernadores
molestaban los movimientos de los vegueros, vigilando cada
vez más el comercio clandestino de tabaco. Los precios que
pagaban por la hoja los navíos contrabandistas europeos en
el Caribe, duplicaban muchas veces los que ofrecía el estanco.
Por eso, uno de las demandas centrales que expusieran los
vegueros orientales al capitán general, en misiva del 3 de mayo
de 1758, era la necesidad de que se les permitiera más libertad
de acción para comerciar sus sobrantes.627
Como hemos destacado, era frecuente que como consecuencia de los atrasos del situado, la Factoría les debiera varios
años a los vegueros. En 1769, el gobernador de La Habana
advirtió al virrey de Nueva España que la cosecha próxima a
recogerse podía malograrse, porque no se había podido pagar
a los labradores la anterior. De poco sirvió esta advertencia
pues el situado no llegó hasta agosto de 1770.628
Un ejemplo del destino que tomaban las cosechas de los
vegueros cuando no llegaban puntualmente los situados,
como sucedía con frecuencia, es aportado por Rivero Muñiz.
Publicaciones del Instituto Hispano-Cubano de Historia de América
Sevilla, t. I, (1664-1783). Catálogo de los fondos cubanos del (AGI). Madrid, 1929. Véase también en Levi Marrero: Op. cit., 1980, t. VIII, p. 27, p. 5.
628
Laura Nater: Contrapunteando en otro ritmo: el monopolio del tabaco y su impacto en la economía cubana del siglo xviii, en Historia y Sociedad, Departamento
de Historia, Universidad de Puerto Rico, año XII, 2000-2001, p. 78. Apud:
Carta de Antonio María Bucarely, gobernador de La Habana al Marqués
de Croix, virrey de la Nueva España de 7 de noviembre de 1768, AGNM
Correspondencia de diversas autoridades, vol. 12, exp. 2, ff. 4-5vta.
627
378
Jorge Ibarra Cuesta
En febrero de 1787 no había llegado el situado y los envíos de
la Tierra Adentro se limitaron a 427 tercios de la Vuelta Abajo.
Ante tal situación, el Factor de Bayamo había informado que
no le era factible comprar ninguna rama, debido a que la cosechada en Yara se había vendido en Puerto Príncipe, y que si
el tabaco de Santiago de Cuba no había llegado a La Habana
era porque se había embarcado a Cartagena de Indias aprovechándose el paso de un navío que llevaba esa dirección. 629
36.La crisis del cultivo del tabaco a principios del siglo xix
Los vegueros criollos que eran descendientes de campesinos
canarios o de esclavos sometidos tradicionalmente al poder del
patriciado, no sentían como una imposición demasiado gravosa la retribución de la renta terrateniente, que solo se pagaba
a precios elevados en las jurisdicciones de Santiago de Cuba y
Bayamo. Por otra parte, los extravíos y rescates de tabaco que favorecían a los vegueros eran estimulados por los terratenientes,
quienes promovían las operaciones de comercio clandestino en
la región. Comparadas con las deudas que debían pagar a los
refaccionistas españoles y al estanco del tabaco, las rentas a los
terratenientes eran considerablemente menores. De la misma
manera, las comunidades criollas y el patriciado terrateniente se
beneficiaban de la comercialización del tabaco, fuera de la jurisdicción o control de la Factoría. Los testimonios en el sentido
de que los vegueros obtenían precios más favorables del contrabando y de los propietarios de molinos, confirman las razones
por las que estos sustraían la mayor parte de sus cosechas de los
convenios impuestos por el estanco.
Signos de la crisis descrita por Francisco de Arango y Parreño
en su exposición sobre el estanco del tabaco en la Cuba de
1800, se manifestaban desde 1804 en cuatro villas. El superintendente de tabacos de la isla, Gómez Robaud, instruía al ministro factor de Remedios, Manuel Rodríguez, que averiguase
Ibidem, t. II, pp. 56 – 57.
629
De súbditos a ciudadanos...379
las causas que motivaron la reducción de la cosecha de tabaco,
en menos de las 2,770 arrobas producidas en 1804. Un año
después, Rodríguez contestaría que los vegueros de Chambas y
Mabuya eran los responsables, pues de parte de estos debieron
recibir más de 1,000 arrobas, pero no recibieron más de 60.
De manera parecida lo hacieron quedar mal los vegueros de
los ríos de Maestre, Manatí y Sagua. Trinidad tenía excelentes
vegas en los ríos Arimao y Caonao, pero los cosecheros se dedicaban solo a la atención de colmenares. En Remedios había
más de 130 vegueros, muchos de los cuales estaban endeudados con la factoría. La cuestión se reducía a que los vegueros
abandonaron total o parcialmente sus siembras de tabaco,
para dedicarse al cultivo de otros frutos. Los vegueros del río
Zaza no sembraban ni la cuarta parte de lo que debían, cultivando en cambio maíz y disponiendo de pasto para la cría de
vacunos. Los de Remedios tenían “más de seis leguas de vegas
abiertas, pero la mayoría se ocupaban de sembrar maíz y solo
para que los considerasen vegueros cultivaban algunas hojas”.
Otros que debían entregar 100 arrobas, apenas traían 8 ó 10.
De acuerdo con el subdelegado de las Cuatro Villas, los incumplimientos de los vegueros se debían al trato que recibieron
hasta entonces de los funcionarios del estanco, o sea, de “las
vejaciones que sufrían los vegueros al hacer las entregas de sus
tabacos, que no les eran clasificados debidamente, perjudicándolos en sus intereses”.630
En una nota remitida por los vegueros del valle del Cauto
al periódico literario El Ramillete de Cuba, en agosto de 1812,
denunciaban que los funcionarios de la Factoría en Bayamo
y Jiguani compraron la cosecha del año en curso al contado,
por lo que pretendían no pagar la cosecha del año anterior.
Las consecuencias que podían tener el propósito del estanco
podían ser graves. Los vegueros no vacilaban en amenazar a
los funcionarios de la Factoría con que la apropiación de su
ANC Intendencia, leg. 72, exp. 17.
630
380
Jorge Ibarra Cuesta
trabajo y sus cosechas podía terminar mal “porque semejantes
materias tocan a pensamientos con temas de otros alcances”.
En las instrucciones de 1817 al apoderado de la corte en Madrid se reiteraban en términos parecidos las intimidaciones de
los vegueros a la Factoría.631
La crisis del cultivo del tabaco que abarcó gran parte de la
segunda mitad del siglo xviii y las primeras décadas del xix,
descrita por Arango y Parreño, tenía las consecuencias más deprimentes para los vegueros de la región centro-oriental. Las
imposiciones de la Factoría a los labradores orientales había
generado un campesinado que dependía para sus cosechas de
los préstamos de los comerciantes peninsulares usureros. De
hecho, la Factoría había estimulado a los usureros para que la
reemplazaran cuando no llegaba el situado, comprando estos
en su lugar las cosechas a precios bajos de los vegueros, e imponiéndoles el pago de intereses abusivos. En 1786 se dispuso que los pagos a los usureros se efectuasen en plata fuerte,
como un medio para garantizar la refacción de la cosecha de
los labradores, anticipándoles el dinero. Los comerciantes entregaban los anticipos a los vegueros en la moneda más débil,
y cobraban en la más fuerte que les pagaba la Factoría. De
esa forma fueron los usureros los que llegaron monopolizar el
control de la plata fuerte remitida por el situado desde Méjico.
Se han conservado testimonios de algunas de las protestas
protagonizadas por los vegueros de la Tierra Adentro, en el
contexto de sus tensas relaciones con el estanco en la década
de 1780. A pesar de los roces y conflictos de los vegueros con
algunos diputados que los representaban, en estas protestas
colectivas se manifestaba su organizado accionar y conciencia
unitaria.
En 1787 la representación de los vegueros de Trinidad, conjuntamente con los de Santiago de Cuba, Remedios, Holguín,
Olga Portuondo: Entre esclavos y libres de Cuba colonial, Edit. Oriente, Santiago de Cuba, 2003, p. 125-127.
631
De súbditos a ciudadanos...381
Bayamo, Puerto Príncipe y Sancti Spíritus, demandaba a una voz
que se les aumentase el precio al que le compraba el estanco la
rama. En los primeros meses de 1789 tuvieron lugar dos acontecimientos que revelaron el estado de ánimo de los labriegos. El
primero de abril el factor de tabacos de Matanzas denunciaba en
la junta de la Factoría que había sido insultado y amenazado por
los vegueros, que le informaron que no querían un diputado que
le resultaba gravoso y no representaba a cabalidad sus intereses.
En la junta de 11 de octubre de 1790 se informaba que los labradores de Matanzas estaban desertando masivamente de los
vegueríos, para dedicarse a cultivos de subsistencia y de frutos
menores para el abasto de la ciudad. El 4 de mayo de 1792, los
diputados de los labradores de la Tierra Adentro concurrieron a la sesión de la Junta de la Real Factoría para presentar
sus reivindicaciones. En esta ocasión, el diputado de Trinidad
demandó un aumento de 2 reales la arroba. No se dispone de
la documentación que avale los resultados de las demandas de
los vegueros durante esos años.632
En una comunicación del gobernador de Cuba al secretario de Estado, del 14 de diciembre de 1813, se describía
la situación de dependencia permanente de los vegueros
con los comerciantes usureros, como consecuencia de los
atrasos e incumplimientos de los pagos de la Factoría por
su cosecha. “En señal del número de arrobas que entregaba
el labrador se les daba una papeleta para ocurrir con ella a
tomar su dinero cuando llegaba de la Habana y acontecía
que siendo por lo común indigentes esta especie de labradores entregaban sus cosechas quando ya tenían sobre sí el
empeño contraído de lo consumido en el año de su labor,
y para resolverlo vendían su tarjeta al mercader usurero a
El historiador de los vegueríos cubanos, Rivero Muñiz, presentó dos
ponencias en el II y III Congreso Nacional de Historia de Cuba, efectuados el 8 de octubre de 1943 y del 2 al 4 de septiembre de 1945, en las que
relataba sus principales reivindicaciones y reclamaciones.
632
382
Jorge Ibarra Cuesta
quien la cedían por un 10 ó 12% menos de su valor, si no
era que escaseándose el dinero o no habiendo noticias de
que vendría pronto, subía a más la usura o se las tomaban
obligándolos a recibir la mitad en ropa y a los altos precios
de la venta al fiado”.633
Las deficiencias en el pago de los situados por el estanco
beneficiaban a los comerciantes usureros españoles, que se
las arreglaban para imponerle condiciones onerosas a los
vegueros. De manera parecida, como señala la historiadora
Olga Portuondo, los tenderos especulaban con las papeletas
que les entregaban la Real Factoría del Tabaco a los vegueros,
aceptándolas tan solo con un 50% de rebaja. Los regatones
que merodeaban por los vegueríos les vendían sus productos a
cambio de una parte de la cosecha.634
No sería hasta el acceso de los liberales al poder en España,
durante el trienio de 1821-24, que se abolió el estanco del
tabaco. Al cesar el monopolio el primero de mayo de 1821,
se establecieron aranceles para su entrada en España. Apenas comenzaba un nuevo período de calamidades para los
vegueros antillanos.
Si tenemos en cuenta el papel que desempeñaron los
vegueros en numerosas protestas en la primera mitad del
siglo xix, y en el alzamiento de 1868, podemos formarnos
una idea de la importancia que tuvo su presencia en la región
centro-oriental. En el departamento oriental, donde en 1756
la representación veguera alcanzaba un 51.21% de todos los
campesinos, en 1825 correspondía a un 63.5%. Fue en esa
región del país donde se evidenció más el protagonismo de
Laura Nater: Contrapunteando en otro ritmo: el monopolio del tabaco y su impacto
en la economía cubana del siglo xviii, en Historia y Sociedad, Departamento
de Historia, Universidad de Puerto Rico, año xii, 2000-2001, p. 82. Apud:
(AGI), Audiencia de Santo Domingo, leg. 2002.
634
Olga Portuondo: Entre esclavos y libres de Cuba colonial, Edit. Oriente, Santiago de Cuba, 2003, pp. 132-133.
633
De súbditos a ciudadanos...383
los vegueros en la segunda mitad del xviii y el xix. Al parecer,
la fusión de la disconformidad en los vegueríos con la hostilidad de los terratenientes hacia el poder colonial, creó un caldo de cultivo especial que provocó el estallido de la primera
de las guerras de liberación nacional cubanas.
37.El campesinado de subsistencia y los cultivos menores:
estancias, sitios de labor y conucos
Los hombres de campo que producían para la subsistencia,
o para el abastecimiento de las villas, constituían la mayor
parte del campesinado de la isla. Estos poseían las fincas más
pequeñas, designadas indistintamente en los censos coloniales como “estancias” o “sitios de labor”. La diferencia más
importante entre las estancias y los sitios radicaba en que la
voz sitios se empleaba con más frecuencia en la región occidental de Cuba. Los estancieros o sitieros podían ser también
arrendatarios de pequeñas parcelas de tierra en las haciendas
que destinaban sus productos a los mercados locales de las
villas, o a la tripulación de los navíos surtos en puerto. Las
estancias y sitios de tamaño más pequeño, cultivados por esclavos y gente libre pobre, eran llamados “conucos”.635
Ahora bien, de acuerdo con la Real Cédula del 19 de octubre
de 1623, los campesinos “que tienen estancias no tienen dominio ni posesión de ellas (...) porque solamente les pertenece el
uso de ellas”.636 A partir de 1596 por la concesión de estancias
había que contribuir con ocho ducados, en vez de los 20 ducados que señalaban las ordenanzas. La desvalorización de las
Para una precisión conceptual sobre el origen, evolución y definición
de los sitios, estancias y conucos en las distintas regiones de la isla ver
Carlos Venegas Fornias: Estancias y sitios de labor: su presencia en las publicaciones cubanas del siglo xix , y Colonial Latin American Historical Review,
vol. 10, no. 1, UNM, Winter 2001, pp. 27-60.
636
Julio Le Riverend Brusone: Problemas de la formación agraria de Cuba.
Siglos xvi-xvii, Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 1982, p.190.
635
384
Jorge Ibarra Cuesta
concesiones de estancias o sitios se debió a que la gente de
campo era muy pobre, y a que las necesidades de incrementar el abastecimiento de la ciudad eran cada vez mayores.
Para la concesión de un hato, en cambio, se debía contribuir
con 16 ducados. Un recurso al que apelaban con frecuencia
los vegueros y los estancieros, para enfrentar la carestía de
los alimentos, era el de montear ganado orejano o salvaje,
las llamadas “monterías populares” como las bautizó Le Riverend.637
Las relaciones entre el campesinado que producía para el
mercado interno, el poder colonial y los patriciados, resulta
muy difícil de seguir en la documentación del período que
comprende los siglos xvii y xviii.
En la medida en que la pequeña producción campesina no
se destinaba al mercado externo, y no rendía dividendos altos,
careció de la visibilidad que rodeaba a los vegueros.
Los conflictos de los estancieros con las autoridades coloniales y con los patricios no alcanzaron tampoco las dimensiones,
ni la prolongación en el tiempo de los que protagonizaron los
vegueros. De ahí que no se registraran las demandas y litigios
de los estancieros de la época con la misma regularidad.
Las investigaciones que, sobre las dimensiones de las estancias en la región habanera entre 1700 y 1750 realizó la historiadora Fe Iglesias en la Anotaduría de Hipotecas, revelan que
estas tenían entre una y cuatro caballerías. El promedio de
extensión para 711 estancias, sobre las cuales la autora dispuso
de información en los años referidos, fue de 1.7 caballerías.
La segunda tabla por grupos, de acuerdo con su dimensión,
indica que 55.1% de estas tenían entre una y dos caballerías
y el 21.2% entre dos y tres, es decir, el 77.3% de las estancias
tenían entre una y tres caballerías 638
Ibidem, p. 199.
Fe Iglesias: La estructura agraria de la Habana, 1700-1775, en Arbor,
no. 47-548, t. CXXXIX, julio-agosto 1991, Madrid, pp. 107-108.
637
638
De súbditos a ciudadanos...385
El campesinado de cultivos menores aparece registrado en
los padrones y los censos de la época, por primer a vez, en
el siglo xviii. En general, los sitios de labor experimentaron
un ascenso notable en toda la isla, entre 1770 y 1827. Las
pequeñas fincas, que producían fundamentalmente para el
consumo de los vecindarios de la isla, eran mucho más numerosas en la región occidental, donde se concentraban las
villas más pobladas.
La siguiente tabla ilustra a propósito del incremento de
las estancias en la región occidental y centro oriental entre
1754 y 1827.
Estancias y sitios de labor, 1754-1827
(1)(2)(3) (4)
Año
Occidente
Centro
Oriente
Centro-Oriente
Total
(2) más (3)
1754-57
1
…
…
1 273
2 816
1775
4 647
1 930
1 237
3 167
7 814
1778
4577
2 339
6 916
1827
8 284
3 173
2 490
5 663
13 947
639
640
En 1827 la relación de las vegas respecto a las estancias
era proporcionalmente mayor en la región centro-oriental
que en la región occidental. La creciente presencia de los
vegueros entre los campesinos de la Tierra Adentro tendía
a dinamizar las protestas contra la tributación española y los
préstamos usureros de los comerciantes.
Padrón de Haciendas de Morell de Santa Cruz (1754-1757), «Estado General de la isla de Cuba, 1775». Biblioteca del Patrimonio Nacional, Madrid, Miscelánea de Ayala, t. XXI, signatura 2, fol. 348; Padrón General de
Habitantes de la Isla de Cuba en 1778, Revista de la Biblioteca Nacional
“José Martí”, La Habana septiembre–diciembre 1977, Cuadro estadístico
de la siempre fiel isla de Cuba correspondiente al año de 1827 (Habana:
Oficina de las Viudas de Arazoza y Soler, 1829), 38.
639
386
Jorge Ibarra Cuesta
Vegas, Estancias y sitios de labor (1827)
(1)
(2)
Vegas
Sitios y estancias
% (1) de (2)
Occidente
2 561
8 284
Centro
1 390
3 173
(43.8%)
Oriente
1 583
2 490
(63.57%)
Total
5 534
13 947
(30.91 %)
(640)
En cuanto a la composición racial de los productores, la mayoría de los vegueros y labradores de cultivos menores de la
Tierra Adentro eran criollos blancos y canarios. De manera
parecida, la presencia de estos en las milicias de las distintas
regiones del país constituía una garantía contra las agresiones
de las naciones extranjeras rivales, y posibles sublevaciones de
esclavos. Los riesgos de movimientos subversivos de hombres
subyugados dependían de la capacidad de los patricios y las
autoridades de movilizar, en cualquier región, fuerzas capaces
de someter rápidamente rebeliones de ese tipo. De ahí el interés sostenido de los patricios y de las autoridades de importar
miles de inmigrantes canarios que se dedicasen a las labores
del campo. Del mismo modo, constituyó una política oficial reclutar al campesinado blanco criollo en los cuerpos de milicias
en las regiones rurales. El progresivo incremento de ingenios en
la isla, desde 1740, estimuló poderosamente la introducción de
esclavos. Las siguientes cifras revelan la presencia mayoritaria
de blancos en las milicias de la Tierra Adentro, y que eran,
principalmente, campesinos, vegueros y labradores de cultivos
menores, tanto canarios como criollos.
Ibidem.
640
De súbditos a ciudadanos...387
Milicias en el hinterland habanero
y en la tierra adentro (1760)
Blancos
Pardos
Morenos
Pardos y
Morenos
Guanabacoa
900
76
60
136
Guines
185
14
13
27
S. Basilio
120
11
S. Clara
672
125
98
223
Remedios
399
96
96
Trinidad
795
S. Spiritus
765
123
76
P. Principe
1 412
380
380
Total
5 248
1 272
200
199
Como puede apreciarse, los milicianos criollos blancos de
importantes jurisdicciones del Hinterland habanero y de la
Tierra Adentro constituían el 80.49% del total de milicianos.
Tal proporción preservaba la hegemonía del patriciado terrateniente frente al poder colonial, y garantizaba la seguridad en
las jurisdicciones que comenzaban a poblarse con esclavos.641
Si a los señores de haciendas la tributación del poder colonial les resultaba gravosa, y no cesaban de protestar y esforzarse por evadirla, los estancieros y los vegueros soportaban a
duras penas las cargas de la Real Hacienda. De acuerdo con
el Sínodo Diocesano de 1680, los estancieros o sitieros debían
pagar el diezmo por el casabe, los frutos que cultivasen y los
ganados mayores y menores que pastasen en sus predios.642 A
diferencia de los cultivadores de tabaco, que dependían de
comerciantes usureros para realizar sus cosechas, los estancieros y conuqueros vivían a cuenta de regatones que les compraban sus frutos a precios bajos y los revendían más caros en los
mercados de las villas.
L. Marrero: Op. cit., t. 8, p. 163.
L. Marrero, t. IV, p. 216.
641
642
388
Jorge Ibarra Cuesta
Los censos del siglo xix evidencian que la mayoría de los
estancieros no tenían esclavos. A diferencia de los vegueros,
no tenían patronos que les impusieran utilizar una fuerza de
trabajo cautiva, como hacía el Estanco del tabaco.
En 1747 causó alarma en los campos de Cuba la noticia de
que la Corona designó a Josep Antonio Gelabert como juez de
tierras, para que demandase los títulos con los cuales los Cabildos
mercedaron las tierras a los hateros, corraleros y estancieros.643
Los más sobresaltados eran los campesinos, que no disponían
de dinero para entrar en un proceso que los convirtiera en
propietarios de las tierras. A los estancieros asentados en tierras
realengas les resultaba difícil comprarlas al contado, por lo que
Gelabert no les exigió el pago al contado por ser muy pobres,
sino que las obtuviesen mediante censos al quitar, de modo que
dispusieran de tiempo para “redimir lo que reciben a censo”.
La recaudación anual de los censos influyó, desde el siglo xvii,
en el aumento de la pobreza de los estancieros.
El Marqués de Varinas, Gabriel Fernández de Villalobos,
predecía en 1670 que no habría estancia, ingenio o hacienda de sus usufructuarios, pues “antes de cincuenta años serán
todas las haciendas de los eclesiásticos, quedándole a los seculares la insoportable carga que sobre ellos tienen cargados
los eclesiásticos”.644 Claro está, los estancieros, como eran los
más pobres, eran las víctimas más propicias de los préstamos
de la Iglesia y de los comerciantes. Las cargas abusivas que recaían sobre los estancieros y sitieros se hicieron más evidentes
cuando quedaron exentos del pago del diezmo productos de
exportación como el azúcar, café, añil y algodón.
De acuerdo con el Informe de Censos Reservados de
1808, del obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de
Landa (1800-1832), se había “ponderado como ramos de
necesidad y de utilidad los que efectivamente no son, pero
Ibidem, t. VI, pp. 169-171.
Ibidem, t. III, p. 226.
643
644
De súbditos a ciudadanos...389
de una necesidad secundaria y de una utilidad que mira
más al comercio que a la agricultura, olvidando los frutos
de primera necesidad y en los que estriba esencialmente la
agricultura, porque en estos son casi exclusivamente interesados los pobres, desdeñándolos con todo el peso de la
contribución y con el más fuerte gravamen. Ha resonado el
eco de los cosmopolitas y no han tenido mayor influencia
el labrador campesino, ni tampoco el propietario de cortos terrenos, que en su estancia desconoce los beneficios
de la civilización de los poderosos que se reúnen para dar
realce a lo que ha de resultar en la utilidad privada...”645
El resultado de las disposiciones que beneficiaban a las plantaciones y desconocían las necesidades y reivindicaciones
de los campesinos ha sido el despliegue “de un despotismo
y una arbitrariedad que todo lo ha trastornado y puesto en
confusión y litigios”. Los argumentos de Espada y Landa no
podían ser más diáfanos. Si se suprimiese, como él recomendaba, la tributación y las obligaciones que incidían sobre
el campesinado se incrementarían los abastecimientos de
las villas, rebajarían los precios de los productos agrícolas y
se contribuiría con el incremento de la población. Por eso
se declaraba partidario de que el café y el azúcar siguieran
pagando el diezmo, que se rebajase al 5% el algodón, en
tanto podía ser cultivado en pequeñas parcelas, y que los
estancieros aportasen solo un 3%. En cuanto al tabaco, se
pronunciaba por la abolición del estanco y que los vegueros
contribuyesen con el 5% a perpetuidad.646
La importancia del informe de Espada radicaba, ante
todo, en sus consideraciones sobre la carga onerosa que
representaba la tributación para los estancieros. Las exigencias de la Real Hacienda, la Iglesia y los regatones hacían
Biblioteca Nacional “José Martí”, col. Cubana, manuscritos. Vidal Morales:
Informe Reservado sobre Diezmos, t. 80, no. 25.
646
Ibidem.
645
390
Jorge Ibarra Cuesta
que el campesinado llevase una existencia larvada, en las
sombras, y que los vecindarios criollos sufriesen estrecheces y
carestías. Cuando el campesino no obtenía ingresos que compensaran su trabajo, destinaba su producción a la subsistencia,
desistiendo de producir para el mercado local. Los estancieros
y conuqueros formaban parte consustancial de la gente sin
historia, cuyo aislamiento y atraso cultural era causante de su
retraimiento en el seno de las comunidades criollas. Huérfanos de un discurso y de un accionar político, los campesinos
elaboraron un conjunto de expresiones culturales propias,
que no pudieron ser desarraigadas por las autoridades eclesiásticas ni los funcionarios coloniales. Su única defensa contra
la tributación y los préstamos usureros fue, hasta mediados del
siglo xix, retirarse del mercado de las villas y laborar solo para
su sustento.
38.La contribución de los vegueríos de la Tierra Adentro y
el campesinado de subsistencia a la formación de una
comunidad de cultura criolla
Los llamados “guajiros,” como se denominaba a los campesinos en Cuba, nombre equivalente al de los “jíbaros” de Puerto Rico, no solo eran los vegueros y estancieros. La población
libre de los campos estaba integrada también por distintos
oficios rurales como los de mayorales y administradores de fincas, los arrieros, carretoneros, boyeros, peones de ganado.... A
estos debían añadirse los peones que trabajaban en las fincas
por un miserable jornal. Lo que le impartía sentido a las actitudes de esa masa rural era el accionar de los vegueros y los estancieros, que constituían más del 90 % de esta. Las protestas y
desistimientos de los vegueros, así como el retraimiento de los
estancieros, evidenciaba una conciencia de sus intereses frente
al poder de las autoridades coloniales.
Lejos de haber asumido la condición de súbditos coloniales o de siervos dóciles, los vegueros, expresaron a lo largo
De súbditos a ciudadanos...391
del siglo xviii no solo una clara conciencia de sus intereses
frente a las pretensiones del patriciado terrateniente de
someterlos a relaciones de dominio, sino que forjaron vínculos sólidos con este, en sus conflictos con el estanco y las
autoridades coloniales.647
Lo más significativo de la identidad de los vegueros es que
no le fue inculcada por el patriciado terrateniente, que era la
clase hegemónica de la sociedad criolla. Su conciencia de sí
fue resultado ante todo de su peculiar evolución histórica y
enfrentamiento con el poder colonial. No por eso sus relaciones con el patriciado dejaron de influir en sus perspectivas y
concepciones. Las luchas de los vegueros en toda la isla, desde
las protestas que se produjeron contra el estanco a principios
de siglo xviii, en La Habana, hasta las que protagonizaron en
la década de 1790 en la Tierra Adentro, brotaron de su toma
de conciencia sobre la explotación a que estaban sometidos.
Me siento complacido con las siguientes palabras de Giovanni Levi a propósito del problema de la relación y los conflictos entre los poderes, entre
el campesinado y el Estado, no en una sola dirección, sino la relación y
los conflictos entre la pluralidad de los centros de poder. Asi, nos dirá el
maestro de la microhistoria italiana “Yo he tratado de estudiar el conflicto
cotidiano, la resistencia diaria, las estrategias de respuesta, incluso las de
invención campesina, que no estallan en un conflicto pero que son enormemente conflictivas. Cuando se llega a lo jurídico, al tribunal, es más,
incluso cuando se llega a la revuelta, al crimen, a la agresión, etc, es un
signo de que la sociedad está saturada, algo fuera de lo normal. De todas
formas, creo que mi libro muestra continuos conflictos, efectivamente,
conflictos difíciles de definir en una sola palabra. Lo difícil es decir: el
conflicto deriva, explota, por este motivo y llega a este resultado. Es un
conflicto continuo, es aquello que yo, usando las palabras de un novelista
(Henry James), digo al final: Espero que de alguna manera estos campesinos hayan influido en la formación del Estado Moderno ... Pero la esperanza no es un instrumento de la historiografía, no es algo mesurable.
Ciertamente, esa libertad de los campesinos, esa conflictividad hacia el
Estado, ha creado un Estado distinto, un Estado enormemente diverso,
un Estado en el que es difícil calibrar exactamente en qué es diferente.
MANUSCRITS, no. 1, enero 1993, pp. 15-28, “Antropología y microhistoria: conversaciones con Giovanni Levi”.
647
392
Jorge Ibarra Cuesta
Su participación activa y beligerante en el inicio de las guerras
independentistas en 1868, dan cuenta de su peculiar relación
con el patriciado en el seno de las comunidades criollas.
En 1791, un vasto movimiento reunió las demandas de los
vegueros de toda la Tierra Adentro, desde Santiago de Cuba
hasta Remedios, que tenían el propósito de que se aumentasen
los precios del tabaco. Las exigencias parecen haber sido articuladas a través de los diputados o de comisiones de vegueros, que
se movían por la región centro-oriental. Sin embargo, los vegueros protestaron violentamente contra la insuficiente representación de sus intereses por parte de algunos de los diputados que
contrataban. Al parecer, la Factoría sobornaba o persuadía de
algún modo a estos consejeros para que se desviasen o cesaran
en sus demandas en defensa de los vegueros. Con frecuencia
los vegueros asumían la defensa de sus intereses con sus puños
y machetes contra los representantes del estanco, llegando “en
ocasiones hasta agredir a los agentes de la factoría cuando estos
se presentaban en la vegas a tazmiar o recoger el tabaco”.648
Las actitudes de retraimiento de los estancieros con relación
a las autoridades, si bien no tenían el carácter beligerante del
comportamiento de los vegueros, revelaban una vaga toma de
conciencia de sus intereses. No se sentían capaces de tomar
la iniciativa de enfrentarse a las autoridades, pero en la década de 1860 la crisis económica y la decisión insurgente de los
terratenientes, los arrastrarían al movimiento revolucionario.
La identidad del campesinado se manifestaría también en el
movimiento poético de los romances cubanos del siglo xix. La
poesía criollista tendría como su centro al guajiro y al paisaje
insular. Como resultado de las protestas campesinas, la clase
media ilustrada de las ciudades reconocería en el hombre de
campo el símbolo más alto de lo criollo. A partir de entonces,
el tiple y los güiros de las décimas, las costumbres y manera de
sentir y pensar del campesino, constituirán la representación
Ibidem, t. II, p 73.
648
De súbditos a ciudadanos...393
viva de la patria. Los romances denunciaban la explotación de
que eran víctimas a manos de los prestamistas y los funcionarios del estanco.
Asimismo, exaltarían la resistencia diversa desplegada por
los campesinos y su designio de forjarse un modo de vida independiente.
Las costumbres y manifestaciones culturales del campesino
fueron enaltecidas como expresión de una cultura criolla diferenciada de la española. Se trataba de una ruptura en el plano
cultural con el dominio colonial, que anunciaba una separación en el plano político más profundo. Para los pensadores
políticos y sociales de la clase media no se trataba tan solo de
integrar a los campesinos a la comunidad criolla, sino de reconocerlos como una alternativa capaz de reemplazar al trabajo
esclavo en las plantaciones.
Como veremos en un próximo capítulo, desde el obispo
Espada y el intendente Alejandro Ramírez, hasta el conde
de Pozos Dulces, Francisco de Frías y Jacott, y los principales
pensadores reformistas, libraron una enconada disputa en la
primera mitad del siglo xix contra el patriciado plantacionista
de la región occidental de la isla, renuentes a la idea de reemplazar a sus esclavos por los campesinos en el cultivo y corte
de la caña.
39.Los Cabildos en el período constitucional de 1812
En el siglo xix las querellas de los Cabildos con las autoridades se agudizaron en los períodos en los que se instauró la
Constitución de 1812, la cual favorecía la autonomía de estas
instituciones edilicias.
En Bayamo, el teniente gobernador Félix Corral demandó
la entrega del cargo de alcalde segundo otorgado al administrador de Rentas Reales, Ignacio Zarragoitía, por considerar
ilegitima su elección. La Diputación Provincial dictaminó el
carácter nulo de la votación que determinó el nombramiento
394
Jorge Ibarra Cuesta
de los alcaldes constitucionales. Zarragoitía había favorecido la
elección del alcalde primero, José Fornaris. Concertados ambos
alcaldes, procedieron a detener al escribano que guardaba un
bando del teniente gobernador. No demoraron en convocar
a son de campana a los miembros del Cabildo para acordar
la deposición del cargo de Félix Corral. Bien pronto se aglomeró en la Plaza Mayor una multitud de vecinos, que fue disuelta por las tropas que mandaba el teniente gobernador.
Un testimonio recogido por la historiadora Olga Portuondo
refiere que el dispositivo militar se concentró en la plaza,
“redoblando igualmente los centinelas con fusil y bayoneta
calada, con el reunido esfuerzo de los Alcaldes de Policía y
varios Paisanos armados de sables, trabucos, pistolas hasta más
de medianoche que duró la reunión de aquel cuerpo, sin que
para el uso de tan escandalosa operación huviese procedido la
menor reconvención o prevención de ánimo de parte del Theniente de Governador”.649 Corral no se atrevió a interrumpir
la reunión del Cabildo que demandaba su sustitución, pero
disolvió la reunión popular de la plaza. La decisión final del
capitán general fue apaciguar los ánimos, recomendando calma a los bayameses y a su teniente gobernador, y que este se
asesorase de los tenientes letrados, considerados más capacitados legalmente e imparciales en las pugnas locales para las
próximas elecciones.
El conflicto con Corral avivó el interés de los Cabildos de Bayamo y Puerto Príncipe para que, en el período constitucional
de 1813, impugnasen la militarización de los Cabildos locales.
El Centinela, el periódico de los plantadores azucareros habaneros durante el primer período constitucional, dirigido
por Antonio del Valle Hernández y Francisco de Arango y Parreño, estuvo del lado de la Capitanía General y sus tenientes
gobernadores o capitanes a guerra, en su confrontación con
los sediciosos bayameses y principeños. Así, en un editorial del
649
Olga Portuondo Zúñiga: Cuba, Constitución y liberalismo, t. I, pp. 93-95.
De súbditos a ciudadanos...395
10 de junio de 1813 titulado “A los leales bayameses. Sobre
el escándalo que han dado sus capitulares” se argumentaba:
“Con admiración y dolor han leído los amantes del orden
el manifiesto que en forma de acta capitular ha circulado
por toda la Isla con fecha 17 de Abril el Ayuntamiento de la
villa de Bayamo...”De acuerdo con los voceros de la plantación
occidental, “la escandalosa ocurrencia” tenía que ver con la
oposición de los bayameses al hecho de que los tenientes gobernadores y capitanes a guerra, “... nombrados hasta ahora
por esta Capitanía General deben, después de publicada y
cumplida la ley del 9 de Octubre sobre arreglo de la administración de justicia, considerarse como jefes políticos de los
pueblos y presidir como tales a sus Ayuntamientos”. Se trataba,
desde luego, de una escalada en la centralización militar de la
isla por parte del Estado colonial contra los Cabildos locales,
pues aún en el siglo xviii, en la época en la que florecía el contrabando, no se les había otorgado a los militares la jefatura
política de los pueblos. La medida draconiana del capitán general, impugnada por el Cabildo bayamés para escándalo de El
Centinela, que la consideró “despótica y arbitraria”, provocaría
una polémica en los periódicos del primer período constitucional en La Habana.650 En efecto, el 30 de junio de 1813 el
Diario Cívico de La Habana se alineó con los bayameses y dio a
conocer sus puntos de vista. Los argumentos de los capitulares de Bayamo se ajustaban estrictamente a los marcos legales
creados por la nueva Constitución. Estos se oponían a que fuese designado jefe político de Bayamo el militar Félix Corral,
y que sus reuniones fueran presididas por él. Su posición la
fundamentaban en el hecho de que no era un jefe político
nombrado por el rey, como establecía la Constitución, sino un
subdelegado del Poder Ejecutivo, o sea, del capitán general.
Esa situación privaba al Ayuntamiento bayamés del derecho a
ser presidido por el alcalde más antiguo, reconocido por los
artículos 309 y 324 de la Constitución.
El Centinela, jueves 10 de junio, 1813, no. 70.
650
396
Jorge Ibarra Cuesta
El Centinela postulaba, en cambio, que los Cabildos no debían perjudicar la acción del Estado colonial y que al capitán
general, como representante en Cuba del rey, le competía
nombrar a los tenientes gobernadores y capitanes a guerra.
El Diario Cívico, que representaba a la clase media ilustrada
habanera, les daba toda la razón a los bayameses en su rechazo
a la designación de los apoderados militares del capitán general
con poderes absolutos en los pueblos, “cuya autoridad rigurosamente militar no debe influenciar en el gobierno de aquel
pueblo”. Para los editorialistas habaneros del Diario Cívico sus
adversarios de la plantación occidental, escudados en El Centinela, consideraban que “…el pueblo debe ser una masa inerte y
pasiva... sujeta a las disposiciones superiores”.651
Los voceros de la plantación occidental, Arango y del Valle
Hernández, calificaban como gente sediciosa a los patriciados ganaderos de la Tierra Adentro, lo que se evidenció en la
forma descompuesta con que polemizaron con el periódico
El Espejo, de Puerto Príncipe. En El Centinela del 16 de mayo
de 1813, del Valle Hernández criticó de manera virulenta a
los principeños que atacaron al diputado por la provincia,
José de Varona, llamándolos “víboras de la patria”. El editorialista del órgano de los plantadores occidentales calificaba
a los articulistas de El Espejo de Puerto Príncipe como viles calumniadores, por el hecho de criticar el proceso electoral de
La Habana “sin saber qué era lo que había sucedido allí”.652
La estrecha asociación de los plantadores occidentales con
el Estado colonial y los capitanes generales españoles, los llevaba a oponerse a las reivindicaciones locales de los señores de
haciendas y los patriciados de la Tierra Adentro.
Diario Cívico, de 30 de junio de 1813, no. CCCIII y agosto 4 de 1813, y
El Centinela del 25 de octubre de 1813 y del 28 de diciembre de 1813.
Verse también: Jacobo de la Pezuela: Historia de la isla de Cuba, t. IV,
pp. 11-12, Archivo Nacional de Cuba, Audiencia de Santiago de Cuba,
leg. 875, no. 30906 y Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos,
leg. 862, no. 29164.
652
El Centinela, no. 63, 16 de mayo de 1813, pp. 510-512.
651
De súbditos a ciudadanos...397
Hasta qué punto había conciencia en la época del papel que
desempeñaba el secretario de Francisco de Arango y Parreño,
Antonio del Valle Hernández, en El Centinela, órgano de los
plantadores esclavistas y de la Capitanía General, nos lo dice
la necrología que apareció tras su muerte en el periódico el
Diario de La Habana: “La tranquilidad pública en los años
1812, 1813 y parte del 1814 le fue igualmente deudora de
sus esfuerzos contrarrevolucionarios contra los facciosos que
comenzaban a sembrar funestísimas semillas de discordia y
de insubordinación; siempre en consonancia con los patricios
más distinguidos y más leales, unido por identidad de principios con los más fervorosos promotores de la felicidad de esta
Isla, dio la cara contra la turba jacobina que le hizo blanco de
sus diatribas y libelos”. La nota, redactada en un lenguaje que
parece de la época actual, se refería al papel que desempeñó del Valle Hernández contra los emigrantes españoles que
pertenecían a la masonería, no a los bayameses y principeños,
los cuales eran enfrentados por El Centinela, en tanto representaban al patriotismo de la clase terrateniente de la Tierra
Adentro, susceptible de derivar hacía un independentismo.653
40.
El patriciado santiaguero entre franceses, catalanes y
autoridades coloniales
A los tensos conflictos del patriciado de Santiago de Cuba
con las autoridades coloniales en la segunda mitad del siglo
xviii y principios del xix, se sumaron sus divergencias con los
comerciantes catalanes de la ciudad y los plantadores franceses emigrados a raíz de la revolución haitiana. Si bien el
diferendo criollo con los mercaderes y pulperos catalanes se
originó en el asentamiento de estos en la ciudad a mediados
Antonio del Valle Hernández: Suscinta noticia de la situación presente en esta
colonia, 1800, notas y prólogo de Juan Pérez de la Riva, Edit. Ciencias
Sociales, La Habana, 1977, p. 7-8.
653
398
Jorge Ibarra Cuesta
del siglo xvii, se incrementó notablemente a fines del siglo.
Según el registro de comerciantes de Santiago de Cuba, había 62
pulperos catalanes a los que se sumaban grandes comerciantes
importadores, y negreros como José Martí y Francisco Bejarano.
Cabe destacar que en junio de 1790 el Cabildo decretó una
rebaja general de los precios y un mes después acordó fuesen
expulsados de la ciudad “los advenedizos forasteros establecidos con tiendas de mercerías y pulperías como destructores de
esta república”.654 Aunque esta última medida fue derogada,
las relaciones del Cabildo con los pulperos siguieron siendo
muy conflictivas.
De la misma manera, las relaciones del patriciado santiaguero
con los gobernadores estuvieron signadas por pugnas muy agudas a fines del siglo xviii. Una de las más notorias fue la acusación
de contrabandista formulada contra “la ciudad y sus habitantes”
por el gobernador Juan Bautista Vaillant (1789-1796), en un
bando de 1790. El síndico procurador del Cabildo demandó al
gobernador que registrase la existencia de géneros en las casas
de los vecinos, o que se retractase. Ante la dimensión del pleito
que se avecinaba el gobernador se disculpó y alegó que “la palabra contrabandista había sido un error involuntario, pues debió
decir varias personas de esta isla y que este Ayuntamiento, junto
con todos los moradores de la ciudad, merecen el justo y debido
concepto de amantes, fieles y obedientes a S: M.Q”.655
Los pleitos consuetudinarios del Cabildo con las autoridades
se recrudecieron con la inmigración de miles franceses y de negros y mulatos, libres y esclavos, procedentes de Haití, que los
acompañaron en su asentamiento en la jurisdicción de Santiago
de Cuba entre 1803 y 1808. En junio de 1803 arribaban al puerto
de Santiago de Cuba seis navíos cargados de emigrantes de Haití.
Vacilante sobre la actitud que asumiría, el gobernador del departamento oriental, Sebastián Kindelán, consultó con el capitán
Emilio Bacardí: Crónicas de Santiago de Cuba. Barcelona, 1908, pp. 231 y 239.
Ibidem, p. 236.
654
655
De súbditos a ciudadanos...399
general de la isla, Marqués de Someruelos. A pesar de haber concertado España una alianza con Francia, en su enfrentamiento
con Inglaterra, Kindelán temía que los inmigrantes fugitivos de la
revolución haitiana pudieran representar un peligro para la seguridad de la isla. Someruelos le comunicó que las últimas disposiciones del rey autorizaban, en los casos necesarios, la admisión de
emigrantes franceses. Ahora bien, debía evitarse que ingresaran
a Cuba esclavos que no fueran para el servicio estricto de sus personas. En cuanto a los franceses y sus descendientes, procedentes
de sus posesiones, debía tenerse presente “lo ventajoso que es
para esta Isla el adquirir el mayor número posible de habitantes
blancos”.656 A pesar de estas recomendaciones, los inmigrantes
franceses convencieron a la postre a Kindelán y a Someruelos
de que los negros libres y esclavos que les acompañaban en las
embarcaciones eran imprescindibles para emprender actividades
agrícolas que beneficiarían a la isla.
El éxodo no solo afectó la composición demográfica de la
ciudad, sino que desde un primer momento implicó un desafío a la hegemonía patricia. El padrón general de la población
de la ciudad de Santiago de Cuba en 1808 era de 26,000 criollos y españoles y 7,449 franceses y haitianos, lo que significa
que un 22.5% de la población la constituían inmigrantes de
la revolución haitiana. El vecindario tradicional santiaguero
estaba compuesto por un 31.7% de blancos y los inmigrantes
procedentes de Haití eran blancos en un 35 %.657.
De acuerdo con estimados de Juan Pérez de la Riva, un 28%
de los inmigrantes podía ser nativo de Francia y el 72% de haitianos de coloración variada.658 En el transcurso de 1803 y 1804
Jacobo de la Pezuela: Ensayo histórico de la isla de Cuba, Nueva York, 1842,
pp. 399 y 400- 405, 407-422.
657
Jean Lamore: El año 1808 en Santiago de Cuba. Les francais dan l´orient cubain. Maison des pays ibériques, Bordeaux, 1993, p. 62. Apud: Archivo Histórico Nacional Madrid As. Prol., legs. 146 y 86.
658
Juan Pérez de la Riva: El Barracón, Edit.Ciencias Sociales, La Habana,
1975, p. 374.
656
400
Jorge Ibarra Cuesta
se radicaron en la ciudad, procedentes de Saint Domingue,
2,651 inmigrantes blancos, 2,341 libertos y 2,457 esclavos. Los
registros estadísticos de la época indican que la emigración
francesa y haitiana tuvo a Santiago de Cuba también como
lugar de tránsito hacia New Orleans, St. Thomas, La Habana
y Baracoa. Alain Yacou estima que, durante la evacuación de
Haití, entre junio de 1803 y enero de 1804, arribaron al puerto
de Santiago de Cuba por lo menos 18,213 franceses, que se
radicaron en la ciudad o bien emigraron a otras partes.659
La súbita llegada de miles de inmigrantes conmocionó a
la ciudad, que no estaba preparada para ello. La escasez de
víveres, el aumento del precio de los alimentos y productos de
primera necesidad repercutió sensiblemente en el vecindario.
En el contexto político el Cabildo santiaguero temía que el
ejemplo de la revolución abolicionista trajese con los emigrados “la semilla tumultuaria”. Debía reforzarse el papel vigilante de los alcaldes de barrio, cargos que debían estar en manos
de personas llenas de verdadero patriotismo. Solo estas podían
cumplir con las obligaciones que les imponía la patria.660
El gobernador Sebastián Kindelán, acusado indebidamente
por el partido criollo de ser un afrancesado vendido al oro de
Napoleón Bonaparte, tomaba medidas contra los talleres masónicos que seguían las orientaciones de la Gran Logia de Francia, por lo que expulsó en 1804 a M. L´Eglise, gran maestro
procedente de Luisiana. La política tutelar de las autoridades
Alain Yacou: Expulsión de los franceses del Oriente de Cuba, Revista Del Caribe,
año VI, no. 15, Santiago de Cuba,1989, p. 76 Apud: Archivo Histórico Nacional de Madrid, leg. 6366, caja 2. De acuerdo con una información del
gobernador de Santiago de Cuba, Eusebio Escudero, del 18 de septiembre
de 1817, el número total de franceses que se congregó en ella (los que
se radicaron o pasaron de tránsito con destino a New Orleans, Luisiana,
La Habana y Baracoa) ascendió a 30,000 personas. (Bohhumil Badura:
Los franceses en Santiago de Cuba a mediados del año 1808. Iberoamericana
Pragensia, año V, 1971, p. 157).
660
María Elena Orozco Melgar, “La implantación francesa en Santo Domingo”.
Les francais dan l´orient cubain Maison des pays ibériques, Bordeaux, 1993, p. 49.
659
De súbditos a ciudadanos...401
españolas trajo consigo que en 1810 se suprimiesen las logias
masónicas francesas de la ciudad.661
Asimismo, las autoridades españolas tomaron una serie de
medidas preventivas con respecto a los inmigrantes, por temor
a desafecciones de estos con el poder colonial. Los requisitos
que se impusieron a los franceses y su clientela de esclavos y
gente de color libre para radicarse en la isla fueron observar la
religión, imperio y leyes de España; atenerse a las buenas costumbres del lugar; estar lejos de las costas y distantes unos de
otros en el interior del país, de modo que no se concentrasen
en núcleos o comunidades; cultivar las tierras en un mínimo
de dos años; hacer juramento del vasallaje y perpetua fidelidad
a la Corona española, y abstenerse del comercio por serle prohibido, sin especial autorización de Su Majestad. Este último
requerimiento tenía en cuenta las posibilidades de que mediante el comercio, los prósperos inmigrantes dominasen la
economía, desplazaran a los mercaderes y pulperos catalanes
y se opusieran eventualmente a la política colonial española.662
Una idea del dinamismo de la actividad económica de los
inmigrantes francohaitianos lo evidencia el hecho de que,
solo cinco años después de su llegada a la isla, poseían 120
cafetales de 138 que había en la jurisdicción de Santiago
de Cuba. A pesar de que en 1792 se decretó la exención de
alcabalas y diezmos para el cultivo de café, algodón y añil, en
1804 los comerciantes españoles y patricios criollos solo tenían
ocho cafetales.663 La presencia francohaitiana en la adormilada comunidad santiaguera no solo benefició a sectores que
vendían o arrendaban tierras y viviendas, o prestaban servicios
a los inmigrantes, sino que despertó fundados temores sobre
el desafío que representaban para la hegemonía política del
patriciado y la autoridad de la Iglesia.
Jean Lamore: El año 1808 en Cuba. Les francais dans l´orient cubain Maison
des Pays Ibériques, Bordeaux, 1993, p. 63.
662
María Elena Orozco: Op. cit., pp. 50-51.
663
María Elena Orozco: Op. cit., p. 51.
661
402
Jorge Ibarra Cuesta
El arzobispo de Santiago de Cuba, Joaquín de Ozés, encarnaría la oposición a la presencia francesa. El prelado representaba al patriciado y a los vegueros en sus enfrentamientos con
el estanco, era partidario de que las haciendas se distribuyesen
mediante herencia y del acceso del campesinado a la tierra realenga, y paladín de la libertad de comercio y defensor de los
intereses de la Tierra Adentro frente a los de La Habana. Lo
más significativo de sus posiciones progresistas es que se pronunciase reiteradamente por la igualdad entre los criollos y los
peninsulares.664 En pocas palabras, Ozés fue la primera autoriEn el Informe presentado a SM por el primer arzobispo de Santiago de
Cuba, Joaquín de Ozes y Alzua, el 30 de noviembre de 1794, se exponían
las principales demandas del patriciado, cabildo y la ciudad de Santiago
de Cuba a la Corona. Reivindicaba el arzobispo que se estableciera la
libertad de comercio, que le permitiera a la ciudad establecer relaciones
económicas con todas las regiones del mundo. En representación del
patriciado terrateniente propietario de molinos de tabaco y de los vegueros de la región centro oriental, Ozes demandaba la supresión del estanco que monopolizaba la comercialización y cultivo de la hoja. Condenaba
también el prelado los disposiciones que establecían “se quemasen más
bien o que se dejasen a beneficio de la tierra las hojas de desecho o
basura”, que no les compraba la factoría de tabaco, prohibiendo la pudieran comerciar los labradores en la Isla. El resultado de las rigurosas disposiciones del estanco eran que la parte de las cosechas que la
Factoría no comprase no podía comerciarse en la región oriental, ni
en el exterior por el puerto de Santiaago de Cuba. Con demasiada frecuencia padecía los terratenientes y vegueros, “esperar un año y dos el
pago que lo ha sido de nuestra subsistencia y de nuestros hijos y mujeres, viéndonos estrechados para apagar el hambre y sus carnes,” En esas
ocasiones debían recibir los cultivadores una papeleta de la Factoría,
para que un usurero le prestase el dinero que le permitiera subsistir
hasta la próxia cosecha. El prelado vasco solicitaba tambien que se
“ ... trabajase ante todas las cosas porque estas grandes propiedades que
existen en manos de pocos, pasen a las de muchos. Las grandes propiedades que posee uno solo, supone falta de propiedad de muchos, y si a este
se agrega el abuso que se hace de aquellas, no solo embaraza la población,
sino que la retarda, puesto que esta crece a medida que la subsistencia se
multiplica...” Pensaba tambien que el trabajo esclavo que se empleaba en
los cultivos, podía ser substituido por la pequeña propiedad. A su modo de
ver, las propiedades podían subdividirse mediante la herencia a todos los
664
De súbditos a ciudadanos...403
dad eclesiástica que se desentendió de los intereses inmediatos
de la Corona en la isla, para alinearse con aspiraciones legítimas
de la población criolla. El prelado defendía también los intereses de los comerciantes exportadores de tabaco, y sobre todo,
del patriciado terrateniente propietario de molinos de tabaco.
Ozés era partidario de una vía de desarrollo no plantacionista,
del patriciado criollo, y se inclinaba por un progreso basado
en el cultivo del tabaco en pequeñas posesiones de tierra. En
ese sentido, se identificaba con el otro prelado vasco de la
isla, Espada y Landa, obispo de La Habana, quien favorecía la
descendientes del tronco común y no traspasarse, como se acostumbraba,
solo a los primogénitos. Se debía distribuir la tierra también, mediante el
acceso a las tierras realengas de pequeños propietarios.
En representación del patriciado demandaba exenciones arancelarias a
los productos que se exportaban e importaban. El prelado se hacía eco
también de las instancias del patriciado oriental de importar esclavos,
pero creía que en la medida que se adelantase el Estado colonial a darle
acceso a la tierra a las familias campesinas y terratenientes y se estimulase
la inmigración de inmigrantes de España, se obligaría “ a que se cultiven
los campos por los brazos de blancos y de libres y que a proporción del
aumento de estos se minore la introducción de aquellos hasta el extremo
de prohibirse...”
Ozes no sobrepuso los intereses de la Corona y de la Iglesia que representaba como arzobispo a los de la comunidad en la que ejercía su sacerdocio. En la exposición de 1794 a S. M. al referirse a los criollos expresaría
diáfanamente, “Puesto que estos naturales, como miembros de la misma
sociedad, hermanos de la misma familia, no menos que los habitantes de
la la Metropolis, como hijos de la misma Madre, hermanos de la misma
familia, y vasallos del mismo imperio, deben tener derechos y prerrogativas comunes, y el más precioso el de la propiedad y libertad de poder
disponer de lo que es suyo”. La independencia que habían disfrutado las
colonias en el mediterraneo del Senado romano “no las hizo jamás rebeldes, ni las inspiró la ambición de la Independencia.” De distinta manera,
“la excesiva opresión” que sufrieron las 13 colonias anglo americanas de
Inglaterra, las habían “llevado a volver contra su Madre, aquellas mismas
armas que tantas veces havían empuñado en su defensa.” De ahí que el
prelado vasco se identificase con la comunidad criolla de Santiago de
Cuba. Olga Portuondo Zúñiga: El Departamento Oriental, en Documentos,
t. I, (1510-1799), pp. 347-374).
404
Jorge Ibarra Cuesta
pequeña propiedad agraria mercantil como opción de desarrollo económico. Estas posiciones parecen guardar relación con
el hecho de que el país vasco se distinguía por una numerosa
población campesina de pequeños poseedores de parcelas,
que constituían la mayoría de la grey religiosa.
Se discute si la oposición de Ozés a la inmigración no lo
colocó frente al progreso que representó la implantación cafetalera francesa en la jurisdicción de la costa sur del oriente cubano. La reacción santiaguera a la masiva presencia extranjera
en su localidad no puede juzgarse solo desde los valores de
progreso o atraso económico que significó. A nuestro modo
de ver, el proceso de asentamiento de los colonos francohaitianos en Santiago de Cuba atravesó por dos etapas distintas.
El virtual apoderamiento de la ciudad por la numerosa y próspera inmigración no solo intimidó al patriciado y al vecindario
criollo, sino que comprometió las relaciones de poder locales. El hecho de que el establecimiento de los inmigrantes
en la ciudad hubiera sido auspiciada por la Corona, y que el
gobernador Sebastián Kindelán cultivase la amistad de los más
ricos plantadores y comerciantes franceses recién llegados, fue
apreciada por muchos santiagueros como una muestra más de
la subordinación a la que estaban condenados bajo el poder
colonial. Una segunda etapa del asentamiento de la inmigración franco haitiana estuvo relacionada con la invasión
napoleónica a la península ibérica. En Santiago de Cuba
se tuvo conocimiento de esos hechos, y de la creación de
la Junta Suprema de Sevilla de resistencia a la ocupación
militar francesa, en un oficio que el 18 de julio de 1808
enviara el capitán general, el Marqués de Someruelos, al
gobernador Sebastián Kindelán.665 A partir de ese momento,
se intensificó la oposición a Kindelán, en la medida que una
parte de la población temía que este, en complicidad con los
inmigrantes franceses, entregase la isla a Napoleón. En carta
Olga Portuondo Zúñiga: Cuba, Constitución y liberalismo, t. I, pp. 36-37.
665
De súbditos a ciudadanos...405
del 30 de agosto, Kindelán le informaba a Someruelos que el
día 21 de agosto amanecían en la puertas de las iglesias cientos de pasquines antifranceses. En el mes de julio se incendiaron viviendas donde se alojaban inmigrantes franceses. Los
mismos grupos criollos dirigían cartas anónimas al capitán
general, el Marqués de Someruelos, firmadas por “los hijos
de Cuba”, “en representación de los vecinos de Cuba”. Otras
cartas de carácter subversivo eran dirigidas José Castellanos y
Antonio Sierra al brigadier Rafael de Villavicencio, comisionado de la Junta de Sevilla, en las que se denunciaba que “Este
gobierno ha estado jugando a dos barajas... Venga Ud. aquí
a Cuba (Santiago de Cuba) Verá Ud. si es cierto quanto aquí
exponemos, nos saca con su vista de este mar de confusiones
con tantos franceses aquí, que son más de seis mil aquí, que no
se han desarmado, aunque se publicó la guerra contra ellos...
están llenos de esperanzas que la isla ha de ser de ellos...”
La culpa de que estuvieran armados en Santiago de Cuba, a
pesar de que los ejércitos de Napoleón invadieron la península, era de Kindelán y Someruelos, que esperaban que triunfaran las armas francesas.666
A nombre del vecindario de Santiago de Cuba, un grupo de
patricios, seguidores del arzobispo Ozés, suscribían un documento acusando a Kindelán y a su secretario Emigdio Maldonado de ser servidores de Napoleón.667 Uno de los anónimos
que circularon en Santiago, denunciando el peligro de que
Kindelán y los inmigrantes franceses anexasen la isla al imperio napoleónico, destacaba que era criminal no constituir
América. Cuba. Ayuntamiento de Santiago de Cuba. Proclamación de
lealtad a Fernando VII y situación de los franceses en la ciudad. Archivo
Histórico Nacional de Madrid, leg. 59H, no. 134.
667
Entre los firmantes del documento se encontraban Manuel Cisneros,
Diego Saco, Francisco Xavier Cisneros, Agustín Portuondo, José Ramón
Muñoz, Silverio Pardo, José María Rodríguez, Antonio Bustamante, Francisco Hierrezuelo, Manuel, Palacios, entre otros. Olga Portuondo Zúñiga:
José Antonio Saco, eternamente polémico, pp.36-37.
666
406
Jorge Ibarra Cuesta
juntas en cada pueblo de América, como invitaba la Junta de
Sevilla. “No podrá pues el de la Havana, y demás de la América,
a quienes convida el de Sevilla y les corresponden los de la
metrópolis, dejar de seguir sus huellas, formando la respectiva
Junta, sin una criminal omisión y abandono de su derecho”.668
La constitución de juntas suponía para los pueblos de América, de acuerdo con el autor de la alocución, “un regalo del
cielo” y la autoridad que se opusieran a su formación se hacía
“reo criminal”. De hecho, la constitución de las juntas implicaba que “...el Pueblo una vez congregado entra en todos sus
derechos, desde cuyo instante cesan y se suspenden todas las
funciones de las autoridades constituidas, puesto que presente
el representado, cesan sus representantes”, Por eso denunciaban que el Cabildo de La Habana, al rechazar la posibilidad
de constituir una junta “se negó a sí mismo”. A continuación,
el autor del anónimo santiaguero se preguntaba “¿Se habrá
llegado... a tal grado de abatimiento y de vileza que no puede
levantar la cabeza, por un momento que está agobiada con el
peso del yugo continuo de los tiranos?” El alegato constituía
un emplazamiento contra el procurador del Ayuntamiento habanero, Francisco de Arango y Parreño, que había propuesto
la constitución de la junta en la isla, para retractarse luego,
cuando se convenció de que las autoridades coloniales y el
capital comercial español se oponían a su puesta en vigor, a
pesar del apoyo del Marqués de Someruelos a la propuesta
en un primer momento. Para los autores de la alocución, una
revolución era siempre “una conquista...para los pueblos que
procuran aprovecharse de ella”. Por eso “La de España procede
de haberse hallado repentinamente sin Rey y sin gobierno; lo
que jamás se había visto, y por eso el Pueblo resumiendo su
Derecho, legalmente creó sus Juntas comunicándoles el poder
con que gobiernan”. De manera parecida que algunas de las
juntas constituidas en las posesiones ultramarinas de España,
Olga Portuondo Zúñiga: Cuba, Constitución y liberalismo, t. I, p. 305-307.
668
De súbditos a ciudadanos...407
sus gestores negaban toda potestad o ascendiente a las autoridades coloniales en funciones.
Como evidenciaron los hechos, la fundación de juntas en el
Nuevo Mundo y su oposición subsiguiente a los gobernadores
y virreyes españoles, condujeron al inicio de las luchas por la
independencia.
En esas circunstancias, la Real Audiencia de Puerto Príncipe
sancionaba en enero de 1809 la conducta del arzobispo Joaquín Ozés, que había llamado a crear una junta en Santiago de
Cuba a imagen y semejanza de la Junta de Sevilla, lo que podía
“degenerar en un verdadero peligro de inquietud pública”. Se
rechazaba por considerarse una fantasía de Ozés que en la península se hubiera convocado la formación de otras juntas en
América. Los oidores de la audiencia principeña condenaban
también las expresiones del arzobispo contra el gobernador
Kindelán, las que a su juicio coincidían con las de los anónimos sediciosos que se distribuían en Santiago de Cuba.669
De acuerdo con Olga Portuondo, el 10 de enero de 1809 se
redactó un acta del Cabildo santiaguero encaminada a que se
juzgase y encarcelase a Kindelán por mal gobierno y alianza
con los franceses.670 Si bien la historiadora piensa que no se
ha esclarecido del todo la autenticidad del documento, a su
modo de ver, ese era el criterio de una gran parte de los regidores santiagueros.
La gravedad que revistieron los conflictos del patriciado santiaguero con el gobernador Kindelán, y los desórdenes y asaltos
contra las residencias de los franceses en La Habana del 21 de
marzo de 1809, determinaron que el Marqués de Someruelos decidiera expulsar de la isla a los inmigrantes. El 10 de abril de 1809
el gobernador Kindelán creaba en Santiago de Cuba la Junta de
Vigilancia de la ciudad, para evitar disturbios, y disponía el
Ibidem, pp. 43-44.
Ibidem, p. 42.
669
670
408
Jorge Ibarra Cuesta
destierro de los franceses que no adoptaron la nacionalidad
española o no reunieren las cualidades para ello.671 Alain
Yacou plantea en tal sentido que, en el curso de dos meses,
alrededor de 8,000 inmigrantes franceses y haitianos debieron
abandonar el país, mientras que un centenar de estos permanecieron gestionando su asentamiento definitivo en la isla. Las
propiedades de los que eran expulsados fueron embargadas
por el Estado colonial. El resultado de la emigración forzada
en 1809 fue que de los más de 100 cafetales fundados por los
franceses, solo en 37 permanecieron sus propietarios, cuatro
pasaron a consignatarios o acreedores, y 63 se vendieron a comerciantes españoles o a patricios criollos.672
En 1846, al cabo de 38 años de las expulsiones, en la jurisdicción de Cuba había 458 personas de nacionalidad francesa de distintos oficios. El número de cafetales en Santiago de
Cuba había aumentado a 410, mientras que en Guantánamo
ascendían a 42.673 La mayoría de sus propietarios eran criollos.
El esfuerzo precursor de los inmigrantes franceses desbrozó el
camino para la consolidación de la economía cafetalera que,
unida a la azucarera, y alentada por comerciantes catalanes
y patricios, contribuyó a la constitución de una economía de
plantaciones en la primera mitad del siglo xix en la región
santiaguera y guantanamera. El patriciado señorial del siglo
xviii fue desplazado por una oligarquía plantacionista, de origen catalán y francés, estrechamente vinculada con las autoridades coloniales, que establecería un régimen de explotación
esclavista despiadado. Esa condición la separaría aun más del
patriarcado ganadero del valle del Cauto y del norte de la
provincia, o sea, de las tradicionales ciudades rivales: Bayamo,
Archivo Nacional de Cuba.. Asuntos Políticos, leg. 210, no. 71.
Alain Yacou, “Expulsión de los franceses del Oriente de Cuba”, Revista Del
Caribe, año VI, no. 15, Santiago de Cuba,1989, p. 86.
673
Juan Pérez de la Riva: El Barracón, Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 1975,
pp. 372- 374 y 410.
671
672
De súbditos a ciudadanos...409
Holguín y Tunas, que eran las ciudades de la Tierra Adentro.
Quedaría, no obstante, un patriarcado venido a menos y la
clase media ilustrada, integrada sobre todo por la juventud
santiaguera presta a seguir los pasos.
El proyecto santiaguero de constitución de una junta que
suplantase a las autoridades lo acercaba al designio juntista
americano de suprimir a los gobernadores y virreyes, que desembocó en las luchas por la independencia en el continente.
Mientras los juntistas habaneros como Arango Parreño no se
plantearon en ningún momento remover a las autoridades, e
incluso contaron con el apoyo de Someruelos para el logro de
sus fines, desistieron finalmente de sus propósitos ante la oposición del partido conservador integrista de los comerciantes
españoles. Los juntistas santiagueros cuestionaron a todas las
autoridades españolas, tanto a Kindelán como a Someruelos y
propusieron su remoción.
El episodio protagonizado por el arzobispo Ozés y el patriciado santiaguero revelaba que en la ciudad había una importante agrupación criolla, partidaria de la creación de una junta
y de la expulsión de los franceses, ante la eventualidad de que
el imperio napoleónico se apoderase de la isla. Solo la expulsión de los franceses decretada por el capitán general logró
apaciguar a los juntistas. Entre los disidentes hubo quienes
se propusieron ir más lejos en su oposición a las autoridades,
pero, al parecer, Ozés se dio por satisfecho con la expulsión de
los franceses.
Al núcleo radical de los juntistas en Santiago de Cuba le daría continuidad, en el trienio constitucionalista de 1821-1824,
una facción liberal reformista y otra independentista. En el
decenio de 1830 esos grupos se sumarían al gobierno liberal
del general Manuel Lorenzo, en su enfrentamiento con el
capitán general Miguel Tacón.
410
Jorge Ibarra Cuesta
41.Luchas por la hegemonía entre la clase media emergente
criolla y los sectores tradicionales del patriciado bajo el
régimen constitucional de 1812
Las contradicciones políticas que se manifestaron durante los
períodos constitucionales obedecieron al desgajamiento que
tuvo efecto en dos sectores del patriciado hatero desde fines
del siglo xviii: uno integrado por las familias terratenientes tradicionales que detentaban la mayor parte de los ganados de sus
haciendas y constituían el sector oligárquico dominante, y otro
formado por las familias venidas a menos, que en virtud de las
subdivisiones sucesivas acaecidas en las haciendas comuneras
en el transcurso del tiempo, detentaban la minoría de los pesos
de posesión y el menor número de cabezas de ganado. El sector empobrecido, que devenía en clase media rural o urbana,
hizo suyas las ideas liberales que se difundieron en los períodos
constitucionales, mientras el sector oligárquico de las familias
tradicionales, sintiéndose amenazados por la instauración de la
Constitución de 1812, se comprometió con la Iglesia para proteger sus privilegios ancestrales, como amos y señores de sus tierras y clientelas rurales. La Constitución de 1812 derogó la institución de los Regidores Perpetuos, detentada secularmente por
el grupo de familias más ricas del patriciado, al hacer electivos
los cargos edilicios. Aun cuando los propietarios más ricos de las
distintas jurisdicciones seguían siendo electores, otros grupos
de terratenientes y de la clase media podían votar, ser electos, tener acceso a los cargos de regidores y dominar los Cabildos. Las
nuevas disposiciones constitucionales cuestionaron la hegemonía del patriciado tradicional y abrió paso al ascenso político del
sector venido a menos de esa clase, conjuntamente con la clase
media ilustrada. Las principales familias terratenientes de Bayamo y Puerto Príncipe se sintieron desalojadas del poder que
detentaban desde hacía siglos, cuando los liberales, en virtud
de los comicios, obtuvieron las posiciones principales del Cabildo en la década de 1820. La instauración de la Constitución de
De súbditos a ciudadanos...411
1812 provocó, por consiguiente, un conflicto en el seno de las
familias de origen terrateniente, entre su sector venido a menos
y su sector tradicional.
El régimen constitucional propició también que los tenientes
gobernadores, impuestos por la Capitanía General, contaran por
primera vez con el apoyo de un sector de los señores de haciendas, respaldados por la alta jerarquía eclesiástica. Hasta entonces,
el patriciado se había opuesto a las pretensiones del Estado colonial de militarizar la vida de las localidades del interior. La nueva
agrupación terrateniente, de inspiración absolutista, fue denominada el partido de los serviles o píos, en referencia obvia a su
actitud dependiente frente a la Corona y a la Iglesia, mientras que
el otro sector se definía por su militancia masónica o liberal. Las
concepciones religiosas fueron un instrumento al servicio de los
sectores más conservadores de la clase terrateniente en los diferendos políticos locales. Las libertades instituidas por el régimen
constitucional contribuyeron a la agudización de las contradicciones entre píos y masones. El sector tradicional del patriciado
retrocedía atemorizado ante la perspectiva de que los principios
de la ilustración francesa de igualdad jurídica, libertad política y
confraternidad entre los hombres, que en el caso de las Antillas
equivalían a la confraternidad racial, se pusieran en boga bajo
el orden constitucional. La aplicación consecuente de los principios constitucionales podía alterar el régimen de castas existente,
que mantenía rígidamente separados a los hombres tanto en la
sociedad esclavista de las regiones ganaderas como en la región
de plantaciones azucareras.
42.Emergencia del sector venido a menos de la clase señorial y
de una clase media liberal en Bayamo y Puerto Príncipe en el
decenio de 1820
Al margen de la ruptura que se produjo en la clase terrateniente, los primeros Cabildos liberales integrados por los
primeros regidores electos en 1820 en las villas de Bayamo,
Jiguaní y Baracoa, se manifestaron unánimemente contra la
412
Jorge Ibarra Cuesta
presencia de tenientes gobernadores en sus localidades. No
es posible reseñar todos y cada uno de los conflictos que ocurrieron en los Cabildos de Baracoa, Holguín, Bayamo y Puerto
Príncipe. Todos tuvieron como premisa la designación de tenientes gobernadores en sus localidades, y provocaron demandas ante las más elevadas instancias y protestas tumultuosas, en
ocasiones sangrientas. Sobre estos incidentes escribió el capitán general Dionisio Vives, “...los pueblos han manifestado un
particular interés bajo la égida de la Constitución y sus emanaciones, que todos están de acuerdo en la conveniencia de separar el gobierno económico político de lo que es puramente
militar”. Vives, quien fue sin lugar a dudas el gobernador más
perspicaz que tuviera la isla, razonaba de la siguiente manera:
“... no es justo que los de la península vean realizadas las ventajas que han conseguido con la Nación (española) por medio
del Código fundamental y que estas Provincias carezcan de las
mismas, siendo tal vez mucho más necesaria su plantificación,
porque cansados los pueblos de las Américas del gobierno militar que hasta ahora se ha erigido sobre ellas con dureza se
han sublevado”. De ahí que solicitase ante la Corona la separación “del mando civil del militar, por lo que los jefes políticos
desprendidos de toda atribución militar, puedan dedicarse al
fomento y prosperidad de los pueblos”. Por primera vez un
gobernador se pronunciaba contra la institución de los gobiernos militares de corte absolutista, auspiciados por la dinastía
borbónica en el Nuevo Mundo. Las solicitudes del capitán general de La Habana no fueron escuchadas en Madrid, donde
no se tenían las conclusiones pertinentes sobre el progresivo
derrumbe del imperio colonial americano.
En Santiago de Cuba, el gobernador de la región centrooriental seguía empeñado en mantener en sus cargos a los tenientes gobernadores que había designado. Poco después, Vives
recibió como respuesta una comunicación de Madrid, del 27 de
marzo, en que se daba cuenta “haber determinado interinamente que el Teniente Gobernador de Baracoa, Holguín y Bayamo
De súbditos a ciudadanos...413
permanecieran en sus cargos”. Se mantuvieron también a los
tenientes gobernadores de Puerto Príncipe y Tunas, bajo protesta de sus respectivos Cabildos.674 En Bayamo, donde había
sido electo un Cabildo de mayoría liberal, con representación
de sectores venidos a menos del patriciado y de la clase media, y con el consiguiente desplazamiento de los regidores
perpetuos del sector patricio señorial, se tornó más enconada la oposición al predominio de los tenientes gobernadores.
Los grandes señores de haciendas desplazados del Cabildo
estaban opuestos al régimen constitucional de signo liberal,
y se pronunciaron por el retorno al absolutismo de los Borbones, ya que a pesar de sus interminables conflictos con el
Estado colonial, detentaban un poder no disputado por nadie.
De esa suerte, los patricios tradicionales se unieron con los
comerciantes españoles y con las autoridades que sobrevivieron al antiguo régimen que estaban enquistadas en el Estado
colonial. Los sectores venidos a menos de la clase señorial, así
como emergentes de la clase media colonial, accedieron al
poder del Cabildo, y en la medida que encontraron la oposición de las autoridades coloniales y de los reaccionarios adversos a sus designios reformistas, se inclinaron a soluciones independentistas. En Bayamo, como en otros lugares, los liberales
obtuvieron la mayoría de los cargos del Cabildo en las primeras elecciones capitulares, pero algunos regidores perpetuos
del patriciado tradicional fueron electos como regidores o
alcaldes constitucionales. Por otra parte, el jefe de las milicias,
Antonio María Aguilera, el terrateniente más poderoso de la
localidad, mostró desde un primer momento su intención de
reprimir violentamente las actividades políticas de sus adversarios. Aguilera era un terrateniente patriarcal con una numerosa clientela de pardos y morenos libres, que disfrutaban de sus
favores y protección señorial.
Archivo Nacional de Cuba. Tribunal de Cuentas, leg. 5, no. 225, fols. 17, 18,
34, y 69, Archivo Histórico Nacional de Madrid, leg. 6368/11, no. 1-21.
674
414
Jorge Ibarra Cuesta
El conflicto latente entre píos conservadores y liberales masones tomó fuerza en Bayamo, cuando el regidor Félix Ros denunció en el Cabildo que más de 70 masones hacían reuniones
conspirativas en las casas de los síndicos José María Antúnez,
Baltasar Muñoz, y José María Viamonte, hijo del alcalde del
Ayuntamiento. Lo más peligroso, a juicio de Ros, era que “no
desprecian en el referido club a ninguna clase de personas,
así negros como mulatos y asesinos”.675 Las denuncias sobre
esas reuniones, que también se publicaron en la prensa, propiciaron una movilización convocada por el coronel de milicias Antonio María Aguilera, de “una tropa de 36 soldados y
unos 200 mulatos con machetes, trabucos etc”. El objetivo era
asaltar la logia del tejar de José María Viamonte, hijo del primer alcalde constitucional, Francisco Xavier Viamonte, donde
se efectuaban las tenias masónicas. Viamonte declararía después que Aguilera había convertido su casa en “un cuartel de
pardos” y que el asalto al tejar se produjo “a la sombra de su
predilecta tropa de pardos”. Se trataba del cuerpo de milicias
de color de Bayamo, dirigido por el coronel Aguilera. Una
versión de aquellos hechos indica que en el asalto participaron un teniente, dos sargentos y 16 soldados. De acuerdo con
Aguilera, la razón por la que se tomó la logia de Viamonte fue
porque los masones y regidores liberales “se comportaron con
el mayor orgullo y desfachatez después de confirmada la noticia de la toma de Cartagena de Indias y haberse conseguido
la independencia de aquella parte de la América meridional”.
La irrupción de la numerosa tropa en la logia fue recibida con
disparos, por lo que hubo un prolongado intercambio de descargas. El regidor Liborio del Castillo y los masones Ignacio
Tamayo y Miguel Pavón se retiraron por la parte trasera de
la casa, dirigiéndose al Cabildo. Desde allí movilizaron a las
tropas asignadas a los regidores, la llamada “patrulla cívica”,
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 19, no. 3 y Asuntos
Políticos, leg. 19, no. 4.
675
De súbditos a ciudadanos...415
formada a raíz de la elección del Cabildo liberal para defender
el sistema constitucional. Según uno de los testimonios, se estimaba que más de 300 personas armadas con palos, machetes
y trabucos estaban listas para enfrentar a las fuerzas en caso de
que Aguilera se dirigiese hacía allí. Manifestaciones públicas
de los masones gritando ¡Mueran los serviles¡ ¡Vivan los masones ! atravesaban las calles. A la cabeza de las procesiones masónicas iban el licenciado José Fornaris y el teniente ayudante
del batallón de pardos, Lucas Freyre. Se efectuó entonces una
sesión del Cabildo, convocada por Ignacio Tamayo, en la cual
se acordó destituir a Aguilera como jefe político subalterno
de Bayamo. El alcalde Fernando Figueredo debía entregar
el acuerdo de destitución a Aguilera; pero el juez de Letras
ordenó su arresto. Ante el temor de una insurrección, Aguilera fue conminado por el teniente gobernador, Gabriel Torres,
a suscribir las demandas del Cabildo de que retirase sus tropas
de la logia de Viamonte. Según su versión de los hechos, tuvo
“por más conveniente entrar en la avenencia, que exponer a
su patria a los horrores de una conmoción popular”.676
El teniente gobernador Torres ordenó entonces la retirada de la tropa de Aguilera y pidió excusas por todo lo sucedido, prometiendo que se instruiría un expediente sobre lo
ocurrido para esclarecer los hechos. El 13 de noviembre, la
diputación provincial acordó sustituir a Aguilera por Francisco
Xavier Viamonte.
En una carta del Cabildo del 22 de noviembre de 1821, dirigida al gobernador de Santiago de Cuba, Marqués de San
Felipe y Santiago (1821-1822), se le informaba que no se admitirían tropas enviadas desde esa ciudad con la finalidad de
reforzar el poder del teniente gobernador de la villa, porque
el vecindario tendría que correr con los gastos de su estancia.
Los regidores bayameses le hacían saber también al gobernador
que no estaban de acuerdo con que se enviasen a Puerto Príncipe
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 19, no. 28.
676
416
Jorge Ibarra Cuesta
las tropas de Cartagena de Indias, que fueron derrotadas por
Bolívar, pues estas transpiraban rencor y resentimiento contra
los criollos.677
Cuando el 23 de diciembre se tuvieron noticias de la proclamación de la Independencia en Santo Domingo, el Cabildo liberal celebró el acontecimiento iluminando la pirámide
constitucional en el centro de la plaza y con orquestaciones
musicales en la Milicia Cívica.678 En las puertas de la guarnición se colocaron letreros con las consignas Libertad, Igualdad, Fraternidad, Fuerza y Unión, lo que alarmo sobremanera
a los serviles de la localidad.
De acuerdo con un oficio del 8 de junio de 1822, preparado
por el nuevo teniente gobernador de la plaza de Bayamo, Miguel Gutiérrez, y dirigido al comandante general de la plaza de
Santiago de Cuba, no había terminado de instruirse la causa
contra los liberales de la localidad, cuando el 6 de junio de
1822 el cadete de la 4ta. Compañía del Batallón de Milicias
español, Francisco José de Zepeda, intercambió disparos con
Miguel Fornaris. Ambos resultaron heridos pero poco después falleció Fornaris. Gutiérrez concluía su informe con las
siguientes palabras: “yo faltaría a mi deber, si no manifestase
a Ud. el tumultuoso acontecimiento el número de trabucos,
machetes y toda clase de armas era enorme, no había un ciudadano que no estubiese armado, cargando los trabucos en
presencia del Gobernador político, a quien no respetaban...
con expresiones tumultuosas, hasta llegar al extremo de decir
que era preciso una conmoción en aquella noche”.679
En otro documento del intendente de Hacienda de Santiago
de Cuba, enviado al capitán general el 12 de julio de 1822, se
informaba que en la casa del alcalde y jefe político, Salvador
Téllez, “el día 9 de junio del presente…donde se daba un baile
Archivo Nacional de Cuba Asuntos Políticos, leg. 112, no. 113.
Archivo Nacional de Cuba Asuntos Políticos, leg. 112, no. 113.
679
Archivo Histórico Provincial de Gramma. Fondo Miscelánea, leg. 9,
no. 196. “Comunicación de Juan de Moya de 12 de Junio de 1822 al
Gobierno Militar de Cuba”.
677
678
De súbditos a ciudadanos...417
asesinaron al Licenciado Miguel Fornaris, hirieron en la cabeza a su hermano el eclesiástico Juan, en la ingle, a otro hermano Don José, juez de letras, en la mano, a otro hermano,
Don Rafael, le cortaron la mano, a Rafael de Céspedes y otros
tres heridos leves, y a su hermano Francisco José”.680 Todos los
heridos de bala eran liberales. No se han esclarecido suficientemente las circunstancias en que ocurrieron los sangrientos
sucesos, pero resulta difícil abstraerlos de los conflictos entre
liberales y serviles de aquellos años.
Hechos similares fueron relatados por el juez de Letras Antonio de Abad, en un documento del 28 de mayo de 1822, y
que fue publicado en la edición número cinco de la Gaceta
Bayamesa del 12 de junio de ese mismo año. Ahí refería el
intento de asesinato “por 8 ó 10 locos del Licenciado Diego
Tamayo, que al fin quedó en heridas”.681
El historiador de Bayamo, Antonio María Callejas,
escribió sobre los contactos de los liberales e independentistas de Bayamo con los de Puerto Príncipe. “En la
ciudad de Puerto de Príncipe se formó igualmente una
facción que tenía mucha mano y correspondencia con la
de Bayamo… Los principeños se asemejan en algo a los
bayameses, pero son más amantes del bien general de la
patria que los cubanos (así se les llamaba en ocasiones a
los vecinos de las jurisdicciones de Santiago de Cuba). Hecho de honda significación histórica y sociológica, pues
los comerciantes y plantadores catalanes, y los cafetaleros franceses de Santiago de Cuba marcharían a la zaga del
patriciado de Bayamo y Puerto Príncipe en los enfrentamientos con el Estado colonial. Solo “la juventud dorada santiaguera,” como gustaba llamar el historiador Fernando Portuondo a las nuevas generaciones de la clase media ilustrada
Se trata de los antecesores de Carlos Manuel de Céspedes y de Fornaris.
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 112, no. 183. “Comunicación del Intendente General de Santiago de Cuba al Capitán General
de 12 de Julio de 1822”.
681
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 112, no. 183.
680
418
Jorge Ibarra Cuesta
“su gente de color”, los negros y mulatos libres de Santiago
desempeñarían un papel relevante en la guerra independentista cubana, que iniciarían años después los señores de haciendas ganaderas de Bayamo y Puerto Príncipe”.682
El orgullo criollo de defender la tierra frente a las agresiones de corsarios extranjeros desde el siglo xvi se puso de
manifiesto de nuevo en esos años, cuando los Cabildos de
Bayamo y Manzanillo litigaron apasionadamente ante el Estado colonial sobre la pertenencia de una bandera arrebatada
por bayameses y manzanilleros a una nave corsaria.683 La división del sector próspero y del venido a menos del patriciado, así como el temor a que una ruptura con España pudiera
originar sublevaciones de esclavos, neutralizó a los patricios
bayameses en su afán por mantener una hegemonía indisputada sobre las comunidades criollas. Un diferendo cultural,
político y económico de tres siglos determinaba de manera
irreversible la separación entre criollos y españoles. Solo que
entre la conciencia de la separación y la conciencia de superación o ruptura, quedaba todavía un largo trecho. La década de
1820 puso de relieve el dilema insoluble en que se debatía la
sociedad criolla. Se trataba de una obstinada lucha entre dos
impotencias: la de los señores de haciendas criollos para imponer su señorío en unas comunidades que había moldeado
a su imagen y semejanza a través de los siglos, y la del poder
colonial en preservar su dominio sobre una sociedad que no
era la suya. En la Tierra Adentro solo puede hablarse de una
avanzada que se planteara la necesidad de iniciar la lucha por
la independencia en el decenio de 1820.
En un expediente elaborado por el coronel Antonio María
Aguilera, del 28 de julio de 1822, aparece una denuncia de
A los naturales de Santiago de Cuba se les llamaba entonces cubanos.
Antonio María Calleja, “Historia de Santiago de Cuba”, en Revista Bimestre
Cubana, julio-agosto 1911, vol. VI, no. 4, p. 342.
683
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 112, no. 35.
682
De súbditos a ciudadanos...419
Félix Bournot contra el movimiento de armas en la costa,
dirigido por los regidores bayameses Juan Mercochini, Luis
Lavaille, Rafael Pacheco y el administrador de rentas en
la localidad, Ignacio Zarragoitía. En la denuncia se hacía
consignar que todo el tiempo que estuvieron en la casa del
confidente hablaron de independencia de España e iban
acompañados por dos negros, “cargados todos de armas
blancas y de fuego”. Se informaba también que el grupo
obedecía órdenes de un sudamericano “que es gran juez
de ellos y por él se aguarda el asalto, así del norte como
de Bolívar”.684 El testimonio de Antonio de Abad, juez de
Letras bayamés, quien se declaraba apolítico, deja entrever
que la anarquía se había apoderado de la villa porque el Gobierno Superior Político, bajo el régimen constitucional, no
se había pronunciado sobre las represiones desatadas contra los liberales, lo que provocó que un grupo de exaltados
asesinaran a sus rivales. Para el licenciado Pedro Yero, quien
era conservador, la situación caótica existente tenía su origen en la agresión del teniente gobernador Antonio María
Aguilera a la logia masónica de Viamonte, ubicada en un
vecindario donde ocurrían “los mayores crímenes, robos,
incendios, heridos y raptos violentos, asaltos de casas, asesinatos y quantos delitos degradan la especie humana”.685 Lo
más grave, a juicio de Yero, era que los liberales “poniendo
de parapeto el hecho de Aguilera.... quieren persuadir a los
que promueven las discordias y reyertas, comprometiendo
la tranquilidad del pueblo…con esa turbamulta de vagos,
que corren por las calles cargados de armas”.686
Las elecciones parroquiales de diciembre de 1822 marcarían un punto de inflexión en los acontecimientos que
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 112, no. 118.
Archivo Nacional de Cuba. Gobierno General, leg. 541, no. 27097.
686
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 112, no. 113.
684
685
420
Jorge Ibarra Cuesta
se desencadenaron. El jefe político subalterno de la villa,
José Miguel Salomón, le pidió al capitán a guerra de la villa
que movilizara a 100 hombres de las milicias provinciales
de Santiago de Cuba y Bayamo. Los regidores liberales, sin
embargo, se opusieron desde un primer momento a que se
activara un número tan alto de milicianos. El despliegue militar solo podía significar la imposición por la fuerza de un
resultado electoral adverso a los liberales, que disfrutaban
de una mayoría en la población.687 En un informe enviado
por Salomón al gobernador de Santiago de Cuba, luego de
las elecciones parroquiales, se señala que solo esas medidas
permitieron que el “partido sano” recuperara el control del
Cabildo, y que “los enemigos del orden” fueran derrotados
en toda la línea. Los conflictos se mantuvieron durante el
año 1823, pero el teniente gobernador español comenzó
a recuperar el control de la situación. El 8 de octubre de
1823 Salomón solicitaba al gobernador de Santiago de Cuba
que movilizara 200 hombres de las milicias provinciales,
conjuntamente con un piquete de caballería, para asegurar
el triunfo electoral del partido servil de los grandes terratenientes y comerciantes.688 Durante el segundo período
constitucional el gobernador de Santiago de Cuba, alarmado por la violencia de los conflictos, mantuvo en Bayamo a
otros 200 soldados de tropas de línea.689
A pesar de que el teniente gobernador Salomón convocó
cinco reuniones distintas de febrero a junio de 1823 con el
Cabildo servil electo fraudulentamente, no logró reunir a más
de tres regidores de un total de 23. Los nuevos capitulares de
inclinaciones conservadoras, o al menos neutrales o pacifistas,
se sentían liberados de la presencia de los independentistas
en el Cabildo, pero no les agradaba del todo reunirse con el
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 107, no. 46.
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 107, no. 46.
689
Archivo Histórico de Madrid. Estado, leg. 6370\4.
687
688
De súbditos a ciudadanos...421
representante del autoritarismo militar español para que les
dictase órdenes.690
Un testimonio del jefe superior político de Santiago de
Cuba, del 8 de octubre de 1823, refería sobre la existencia de
partidas armadas de liberales bayameses y de los numerosos
incendios que afectaban a los cañaverales de los llamados serviles. Las imputaciones de independentistas, subversivos, negrófilos y de serviles, adulones y españolizados abundaban en
la documentación de la época.691
Los contingentes militares asignados a Bayamo por el gobernador de Santiago de Cuba, y el fracaso de las expediciones
independentistas fraguadas en Méjico y Venezuela, contribuyeron a sosegar los arrestos independentistas del sector liberal
letrado de la clase señorial venida a menos. Más importante
aun resultó la división existente entre el sector tradicional y el
sector emergente de la clase señorial, sobre todo si se tiene en
cuenta que el primero hizo causa común con el poder colonial
frente al liberalismo.
43.Puerto Príncipe: del constitucionalismo liberal al independentismo
bolivariano
La elección en 1820 del primer Cabildo constitucional de
Puerto Príncipe significó un desplazamiento de las familias
del patriciado que detentaron ancestralmente los cargos de
regidores perpetuos. Los nuevos regidores se plantearon
la defensa de los fueros de los señores de haciendas frente
a la injerencia de los tenientes gobernadores en el Cabildo.
Archivo Nacional de Cuba. Gobierno General, leg. 541, no. 27097 y
ANC. Asuntos Políticos, leg. 15, no. 24; ANC Asuntos Políticos, leg. 117,
no. 146; ANC Asuntos Políticos, leg. 107, no. 47.
691
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 112, no. 183; ANC
Asuntos Políticos, leg. 100, no. 6 y ANC Asuntos Políticos, leg. 107,
no. 46, ANC Asuntos Políticos, leg. 547, no. 27106; ANC Gobierno
General, leg. 547, no. 27105.
690
422
Jorge Ibarra Cuesta
La lectura atenta y acuciosa de los números existentes en los
archivos de la Gaceta Constitucional de Puerto Príncipe, de
1821, deja entrever que el Ayuntamiento y la nueva diputación
provincial esgrimieron los principios jurídicos liberales de la
Constitución de 1812, para darle continuidad a la controversia
de los patriciados locales con el Estado colonial. La oposición
del Ayuntamiento liberal al capitán general y a las autoridades
coloniales tomó nueva forma, cuando le negó a éste facultades
para la distribución de la fuerza militar y se opuso a la entrada
en Puerto Príncipe del Regimiento de León procedente de
Cartagena, después que capitulase ante las fuerzas bolivariana. Cuestionaban también que pudieran tener, “...los oficiales
reales de Puerto Príncipe, asiento en el Ayuntamiento”. O sea,
se negaban a que el teniente gobernador u otros funcionarios
del Estado colonial se sentaran a escuchar las sesiones del Cabildo principeño. La negativa a que fuesen designados jueces
de Letras por el Cabildo de Puerto Príncipe tuvo nuevas características cuando los regidores rechazaron la Real Orden
del 22 de noviembre de 1822 y mandaron “a archivar el título
que le fue despachado al Licenciado Gaspar Arredondo”, uno
de los jueces nombrados para aquella ciudad. En la protesta
del magistrado de la Audiencia de Puerto Príncipe, Manuel
Vidaurre, publicada en 1821, se preguntaba con qué objeto
venían a guarnecer esa plaza 400 hombres derrotados por Bolívar y ebrios de revanchismo contra los criollos, cuando los
naturales del país defendieron siempre la isla.692 El incidente
provocado poco después por la brusquedad y destemplanza
de la tropa española incitaría la movilización de la población,
que salió a la calle armada con todo tipo de armas blancas y de
fuego. La violencia que se desencadenó tuvo su origen en los
hechos del 2 de mayo de 1822, cuando las tropas españolas,
al hacer las descargas de ordenanza por los festejos, mataron
Archivo Nacional de Cuba. Tribunal de Cuentas, leg. 51, no. 225, fols. 72
y 73; Roque Garrigó: Op. cit., t. II, pp. 87-90.
692
De súbditos a ciudadanos...423
a la joven Ángela Recio e hirieron a varios vecinos. No había
transcurrido un mes de esa tragedia cuando el capitán Pablo
García, del regimiento de León, denunciaba que había sido
arrestado, junto a otros siete soldados de esa fuerza, por un
grupo de 20 civiles armados con rifles, trabucos y machetes
que patrullaban por las calles de la ciudad. De acuerdo con su
versión, luego fue conducido ante el alcalde liberal Machado,
quien lo increpó airado ordenándole que se quitara la gorra
porque estaba hablando con el alcalde y primera autoridad
de la villa. De ese modo, permaneció arrestado hasta que sus
jefes superiores negociaron su liberación ante el Cabildo de la
localidad.693
A partir de entonces el diferendo entre los contendientes
políticos asumió modalidades inéditas. Los atentados sangrientos contra personalidades de ambos bandos, las denuncias de
complots tramados por organizaciones masónicas clandestinas
como La Cadena, las causas incoadas por el Cabildo absolutista y el teniente gobernador contra los liberales, caracterizaron
la etapa constitucional en Puerto Príncipe.694
La restauración de Fernando VII en el trono propició la derogación del sistema constitucional en la isla, y que el capitán
general Francisco Dionisio Vives (1823-1832) proclamase, en
un oficio del 9 de diciembre de 1823, que los Ayuntamientos
y los regidores seguirían teniendo el carácter de perpetuos.695
De ese modo, se descartaban prácticamente las posibilidades
de acción política de los liberales. La lectura desapasionada
de las distintas causas que se radicaron contra los liberales no
permite asegurar que, en sus orígenes, el liberalismo principeño
estuviera penetrado por una corriente independentista, como
Boletín del Archivo Nacional, año ix, enero-febrero 1910, t. XI, La Habana,
1809, pp. 140-143.
694
Alcance a El Zurriago Principeño, no. 10 del día 7 de febrero de 1823,
Roque Garrigó: Op. cit., 1929, t. II, pp. 148-149. (AGI). Ministerio de
Ultramar, leg. 113.
695
Roque Garrigó: Op. cit., 1929. t. II, pp. 72-73.
693
424
Jorge Ibarra Cuesta
sugieren los cargos e inculpaciones de sus adversarios políticos,
aunque existían grupos masónicos independentistas ajenos al
liberalismo, actuando desde un principio en la localidad.696
En un informe confidencial preparado por Rafael Rodríguez,
asesor del capitán general Vives, le transmitía a este la impresión
de que las acusaciones de conspirar por la independencia que
le dirigían los serviles a los liberales, no tenían otro objetivo que
eliminar a sus rivales en la lucha por el control del Cabildo.697
La persecución desatada por el teniente gobernador Sedano, la derogación del régimen constitucional y el dominio
posterior del Cabildo por los serviles, contribuyó a que los
elementos más radicales del liberalismo tomaran conciencia
de que no existían las condiciones para un ejercicio político
independiente bajo el régimen absolutista. Fue en esas circunstancias que un pequeño grupo de jóvenes pro independentistas evolucionó hacia posiciones más radicales, constituyendo a principios de 1823 la Liga de la Cadena, denominada
indistintamente como Cadena Eléctrica y Cadena Triangular.
Como consecuencia del estado de represión existente, ese
mismo año emigraron a Estados Unidos los jóvenes independentistas José Agustín Arango, Gaspar Betancourt Cisneros,
José Ramón Betancourt y Pedro Pascasio Arias. Una vez allí
contactaron al trinitario José Antonio Iznaga, y al argentino
Miralla, quien estuvo implicado en la conspiración de Soles y
Rayos de Bolívar, la cual fue reprimida en La Habana por el
capitán general Vives. En ese en encuentro decidieron visitar
la Gran Colombia para recabar el apoyo de Simón Bolívar;
hacia allá se dirigieron, se entrevistaron con el libertador y
concertaron planes expedicionarios para la isla.
Otros intentos de conducir alijos de armas desde Jamaica
por independentistas principeños, después que se desató la
(AGI). Sevilla. Ministerio de Ultramar, leg. 114, no. 5 y Alcance El Zurriago
Principeño, no. 10, 7 de febrero de 1823.
697
Boletín del Archivo Nacional de Cuba, La Habana, 1916, t. xv, p. 34.
696
De súbditos a ciudadanos...425
represión contra el liberalismo en su patria local, se consignaron en un informe levantado en Manzanillo por el licenciado
José de Jesús Fornaris, quien era asesor militar de la Marina
española a instancias del teniente gobernador Miguel Gutiérrez. Fornaris le tomó declaraciones a tres criollos y a un inglés
que llegaron desde Jamaica en la goleta Fuerza y la balandra
Salud. Estos se reunieron en Montgomery Bay con cinco principeños y un coronel colombiano de apellido Salas, que organizaban la expedición de un cargamento de armas con destino
a las costas de Puerto Príncipe. Las declaraciones de algunos
informantes coincidían en dos puntos: que la balandra inglesa Macalac se había hecho a la vela en Montgomery Bay con
rumbo a Puerto Príncipe el día 11 ó 12 de marzo, mientras
los independentistas criollos exclamaban vivas a la República
de Colombia; y que los expedicionarios eran los principeños
Fernando, Alonso Betancourt y Francisco Desa, el trinitario
Antonio Zambrano, el colombiano teniente coronel Salas y
algunos más no identificados.
Dos de los informantes dijeron que llevaban una bandera
con tres franjas y un sol en el medio, que parece coincidir
con la bandera de la Conspiración de Rayos y Soles de Bolívar. Aunque los testigos concuerdan en que la expedición
tenía un cargamento de armas, solo uno declaró que llevaba
200 fusiles, muchas armas blancas y algunas municiones. La
investigación no pudo determinar cuál fue el destino final
de la expedición. Como habíamos dicho, estas expediciones
e intentos armados desde el exterior fueron concebidos y
dispuestos después que se cancelaron las oportunidades de
los liberales principeños de participar en las actividades políticas locales. No obstante, estos planes no lograron prender o tomar fuerza en estratos más amplios de la población
que le hubieran infundido alientos. De hecho, la minoría
independentista principeña no pudo organizar un amplio
movimiento contra el dominio colonial, ni siquiera en las
regiones patriarcales de grandes haciendas donde existían
426
Jorge Ibarra Cuesta
condiciones más favorables para la cristalización de una autoconciencia nacional.698
El independentista principeño más imbuido por esas tradiciones de rebeldía locales del siglo xvi, y por el pensamiento
revolucionario europeo, fue sin dudas Francisco Agüero, pero
las numerosas delaciones de que fue víctima y el hecho que
su ejemplo no prendiera en la región, nos dan una idea de la
hegemonía que todavía ejercía en los medios rurales el sector
acaudalado y conservador de los señores de haciendas.699 La
documentación de Francisco Agüero, revelada por el historiador Gustavo Sed, evidencia que el precursor camagüeyano de la
independencia cubana era un librepensador abanderado de las
ideas más avanzadas de la época: las de Rosseau y Voltaire. En
los estatutos y reglamentos de la orden secreta masónica “Chimborajana”, redactados por Agüero, se planteaba que el material
de estudio de sus afiliados debían ser: Los derechos del hombre
y La Edad de la razón de Tomas Paine, las fábulas de Voltaire,
y El contrato social de Rosseau. De acuerdo con Agüero, aun
cuando en la colonia se instauraban constituciones tan avanzadas como la de 1812, el criollo no podía considerarse “libre e
igual ante la ley, en discutir, en hablar, en adquirir, en poseer,
en ilustrarse...”700 El mártir de la independencia denunciaba sin
contemplaciones la alianza histórica entre el absolutismo y la
Iglesia, así como la rígida segmentación que “dividía al pueblo
en tantas clases”, lo que obedecía al principio reaccionario de
que debían haber muchos hombres “degradados socialmente”.
Entre las causas que originaban la degradación social del hombre en la sociedad de castas se encontraba “la comistión del
blanco y del negro en pueblos heterogéneos”. Para Agüero
Archivo Histórico Nacional Madrid, Estado, leg. 6369/50, no. 1. Veáse también: Vidal Morales y Morales: Iniciadores y primeros mártires, t. I,
pp. 26 y 30, Boletín del Archivo Nacional de Cuba, año xii, enero-febrero, 1913,
no. 1, pp. 205-209 y ANC: Asuntos políticos, leg. 31, no. 31.
699
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 31, no. 31
700
Archivo Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 31, no. 11
698
De súbditos a ciudadanos...427
era una virtud de un buen gobierno “no dividir al pueblo”, con
lo que criticaba la estratificación étnica que fragmentaba al
pueblo en castas.701 El hecho de tener como su lugarteniente a
Andrés Manuel Sánchez, joven mestizo principeño, testimonia
los ideales democráticos del precursor independentista. Como
otros revolucionarios de la década de 1820, Agüero se adelantó
a su clase y a su época, bajo el influjo de la poderosa corriente
emancipadora que recorría el continente americano. Su fracaso, como el de otras conjuras insurrecciónales tramadas en
otros puntos de la isla, aisladas, sin experiencia, ni planes fijos,
evidenciaba la ausencia de condiciones para un amplio movimiento revolucionario.
Aunque el capitán general Francisco Dionisio Vives estuvo
equidistante de las pugnas entre los liberales y los absolutistas criollos adeptos al régimen constitucional, la restauración
del absolutismo en la península con el retorno al poder de
Fernando VII lo indujo a instaurar un régimen de facultades
omnímodas. De ahí que le imprimiese un giro radicalmente
opuesto a su pensamiento llegando a la conclusión de que
“debía separase de los Ayuntamientos la elección de Alcaldes
ordinarios, de la Santa Hermandad, y síndicos, haciéndose el
nombramiento por su Presidente, el Capitán General”. Para
que se cumpliera la voluntad del Estado colonial era preciso
que los Ayuntamientos locales estuvieran bajo el control absoluto de los tenientes gobernadores o capitanes a guerra.
“Si en los pueblos en que hay Ayuntamientos se establecieran
Tenientes Gobernadores ...no habría necesidad entonces de
que desempeñaran la parte civil los alcaldes ordinarios y en tal
caso podía asegurarse que no se ambicionarían dichos cargos,
ni se verían tantos enjuagues, intrigas y bandos, ni la prepotencia de los regidores y personas que influyen en las elecciones”.
Vives también proponía que los tenientes gobernadores
Gustavo Sed Nieves y José Ignacio Castro: Biografías, Ed. Arte y Literatura,
La Habana 1977, pp. 91-94, 134, 137.
701
428
Jorge Ibarra Cuesta
conservasen las funciones de conocer como jueces de Primera
Instancia las causas civiles que habían sido prerrogativa de los
alcaldes ordinarios. Por último, sugería que la elección de los
regidores fuese efectuada mediante una terna con los nombres de los mayores contribuyentes de la jurisdicción que le
propusiera el Cabildo al capitán general. En caso de que a este
no le agradasen las proposiciones del Cabildo, podría escoger
a solicitud del teniente gobernador o por sí mismo, a los regidores que considerase más convenientes. De haber aceptado
el régimen absolutista estas propuestas, le hubieran asestado
un golpe de muerte al patriciado de las distintas localidades
de la isla. Como ha destacado la historiadora Olga Portuondo,
la reacción unánime del patriciado criollo no se hizo esperar.
Los Cabildos de Puerto Príncipe, Trinidad, Santiago de Cuba
y La Habana expresaron enérgicamente su repudio a que se
variasen los procedimientos eleccionarios de regidores y alcaldes.702 No obstante, Fernando VII restauró en su más prístina
pureza el antiguo régimen absolutista de regidores perpetuos. No es que el monarca español no fuera capaz de aplicar
con todo su rigor las proposiciones autocráticas extremas de
Vives, sino que era demasiado tradicional y falto de imaginación como para emprender caminos distintos a los que había
seguido toda su vida. Sin embargo, el régimen colonialista demostraría que todavía podía estrujar más a los patriciados de
la isla, cuando a mediados de siglo aplicase con todo rigor las
propuestas de Vives.
De la misma manera que los bayameses y principeños, los
espirituanos se dividieron en dos bandos, liberales y conservadores. Allí los conservadores observaron la misma conducta, denunciando a los liberales de conspirar para obtener la independencia.703 Como ha destacado el historiador
Olga Portuondo Zúñiga: Cuba, Constitución y Liberalismo, t. I, pp. 226-227.
Boletín del Archivo Nacional de Cuba, año IX, enero-febrero 1910, t. XI,
La Habana, 1909, p. 143.
702
703
De súbditos a ciudadanos...429
Hernán Venegas, en Santa Clara los enemigos políticos apelaban a medios ilegítimos para descalificar a sus rivales. Y el surgimiento de una tendencia liberal, entre las familias tradicionales
venidas a menos, provocó un endurecimiento en las posiciones
políticas del sector de patriciado tradicional que regía los destinos de la villa.704 A esos efectos se propuso incriminar a los
representantes de la juventud liberal de la localidad, con un
asesinato que no se cometió. El carácter conservador de los
patricios que fraguaban esas maquinaciones y procedimientos
fue descrito de la siguiente manera: “Una confederación de
hombres poderosos que gobiernan despóticamente este pueblo
y hacen cuanto les dicta su voluntariedad y prepotencia. Este
partido es la oficina donde se fundan los alcaldes ordinarios y
seguro está que nadie obtenga estos empleos que no sea de su
facción”.705 No obstante, en la villa de Santa Clara aparecieron
pasquines sediciosos llamando a la independencia en 1823, al
derogarse la Constitución liberal y ser desplazados los regidores
liberales del Cabildo 706
La agitación liberal y las conspiraciones independentistas de
los años 20 provocaron que las autoridades coloniales dictaran
un conjunto de medidas, encaminadas a debilitar aún más el
poder local de los Cabildos criollos.707
Hernán Venegas Delgado: La gran Colombia, México y la Independencia de las
Antillas Hispanas (1820-1837). Hispanoamericanismo e injerencia extranjera, Universidad Autónoma de Coahuila, Plaza y Valdes, Edit. México, 2010.
705
Manuel Dionisio González: Op. cit., 1858, pp. 235-240.
706
Boletín Archivo Nacional de Cuba, t. IX, La Habana, 1910, p. 143, Archivo
Nacional de Cuba. Asuntos Políticos, leg. 125, no. 61, leg. 32, no. 20 y
leg. 125, no. 61.
707
Las figuras más importantes y representativas de la poesía cubana en
el siglo xix cultivaron los romances campesinos criollos. Entre estos se
destacaban José Fornaris, Lorenzo Luaces, Francisco Pobeda, Domingo
del Monte, Juan Cristobal Napoles Fajardo. Las denuncias más acres
contra la explotación que sufría el campesino fueron escritas por José
Fornaris (1827-1890) y Joaquín Lorenzo Luaces (1826-1867) [[José
Rivero Muñiz y Andrés de Piedra- Bueno: Pequeña antología del tabaco.
La Habana 1946, p. 36, Romances cubanos del siglo xix, selección y prologo
de Samuel Feijó. Edit. Arte y Literatura, La Habana 1977 y José Lezama
704
430
Jorge Ibarra Cuesta
El capitán general Mariano Ricafort (1832-1834) instará a
la Real Audiencia de Puerto Príncipe, una y otra vez, a que
tomase medidas para restar poderes al Cabildo principeño.
De manera que se dispuso la creación de ocho barrios con
sus alcaldes respectivos; esos funcionarios no debía designarlos el Cabildo, como siempre se había hecho, sino que debían
ser confirmados por el capitán general y la Real Audiencia.
De igual manera, el gobernador de Santiago de Cuba insistió
en que se separase la Auditoria de Guerra de la ciudad de la
Tenencia de Gobierno, teniendo especial cuidado en que
“nunca recaigan estos empleos en hijos del país, como se hallan en la actualidad los tres, porque además de los disturbios
que ocasionan, lo prohíbe la Ley 44, Titulo 25 de la Recopilación de Indias”.708
Lima, Antología de la poesía cubana, t. II (Siglo xix). Consejo Nacional de
Cultura, La Habana, 1965, pp. 9-143).
708
Olga Portuondo Zúñiga: Puerto Príncipe en el proceso de centralización política
(1808-1838), en Cuadernos de Historia Principeña, no. 5. Oficina del Historiador de Camaguey, Edit. Acana, Camaguey 2006, pp. 32-56.
Onomástico
A
Abad, Antonio de 417, 419
Abbad de la Sierra, fray Iñigo de
59-60, 63, 85, 104, 117, 319
Abercromby, Ralph 62
Acosta, Bernardo de 273
Acosta, Juan José 314
Acuña, Diego 120
Agüero Castañeda, Joseph de
263
Agüero, Francisco 426
Agüero, Luis Francisco de
313-314
Agüero, Manuel de 285, 314
Agüero, Santiago 284
Aguilar, Antonio 373-374
Aguilar, Pedro de 279
Aguilera, Antonio María
413-414, 418-419
Aguilera, Diego de 25-26, 36
Aguilera, Francisco María 305
Alarcón, Juan Alberto de
250-251
Alcocer, Luis Gerónimo 156
Alí, Pablo 231
Alonso de Andrade, Nicolás 75
Álvarez de Toledo, Josef 217
Álvarez Villarín, Pedro 279
Álvarez, Francisco 314
Álvarez, Francisco Antonio
314-315
Álvarez, Manuel 162
Amézquita, Juan de 61, 137
Andino, Baltasar de 39
Andino, Juan de 94
Angulo, Antonio 311
Antúnez, Francisco 303
Antúnez, José María 414
Arana, Francisco de 328
Arancibia Isasi, Sebastián de 259,
261-262, 268
Arango y Parreño, Francisco de
378, 380, 394, 396-397, 406,
409
Arango, José Agustín 79, 424
Arango, Pedro de 351
Aranzibia, Francisco Ramón de
259
431
432
Araujo y Rivera, Fernando 156
Arce, Juan de 354
Arce, Miguel 338
Arcos y Moreno, Alonso de
296-298, 332-333, 361
Arenal, Pedro de 253
Arizmendi, Juan Alejo de 65, 75
Armenteros, Diego Félix 314
Aróstegui, Gonzalo de 76
Arredondo, Gaspar 422
Arredondo, Gaspar de 19-20,
42-46
Arredondo, Juan de 289
Arredondo, Nicolás 295, 335
Arrieta, Francisco de 284
Arteaga, Gaspar de 31, 89
Ávila, Diego de 309
Ayala, Esteban de 81
Ayanz de Ureta, Antonio 334
Azlor, Manuel 166, 168-169, 189190
B
Bacardí Moreau, Emilio 251,
274, 283, 319, 320, 322-323,
326, 328, 331-332, 335, 338,
357-358, 360-361, 371, 398
Badura, Bohhumil 400
Balboa Mogrebejo, Juan 125
Balboa, Silvestre de 248
Balbuena, Bernardo de 21
Balduino, Enrico 61
Ballester y Beretta, Antonio 141
Bandera, Toribio de la 289-290
Jorge Ibarra Cuesta
Barahona, Agustín 283, 290
Barbudo, José 78
Barón de Chávez, Juan 278-279
Barrera, Orlando 240
Barros, Carlos 283
Bastida y Ávila, Tomás de la 126
Batista, Diego 311, 315
Bayona Villanueva, Pedro
252-257, 259
Beaumont, Felipe de 34
Bejarano, Francisco 398
Belvis, Mateo 69, 71
Berenguer y Sed, Antonio 273
Bermejo, Gil 156, 201
Berroa, Lucas 127
Betances 83
Betancourt Cisneros, Gaspar 424
Betancourt, Alonso 425
Betancourt, José Ramón 424
Betancourt, Manuel 315
Betancourt, Novoa 310-313
Bitrián de Biamonte, Juan
121-122
Biuero, Diego 235
Bolaños, Juan de 24-25
Bolívar, Simón 77-80, 416, 422,
424-425
Bonaparte, Napoleón 64, 68, 71,
209, 211, 216, 400, 404-405
Bonilla, fray José Antonio 78, 100
Bono, Pedro Francisco 195
Borrell, Pablo 352
Bournot, Félix 419
Boyer, Jean Pierre 205, 229-231
De súbditos a ciudadanos...433
Brau, Salvador 96, 98, 119
Bravo de Rivero, Esteban 52,
96- 97
Bringuez, Carlos 283
Brizuelas, Francisco 303
Bucarely, Antonio María 313, 377
Burguiére, André 145
Bustamante, Antonio 405
C
Caballero, Andrés 18
Caballero, Faustino 315
Caballero, Luis Ignacio 316
Cabezas de Altamirano, Juan
237, 242
Cabrera Prieto, Gerardo 306
Cabrera, Lorenzo 82, 316
Cajigal de la Vega, Francisco
289, 292-294, 296-297, 333,
356, 366, 368
Callejas, Antonio María 417
Campuzano Polanco, José 354
Cañizares, José 307
Cañizares, Juan Bautista 307
Cárdenas, Francisco 307
Cardet, Miguel 310
Carlos III 324
Caro Costas, Aida R. 48-49, 51,
54, 91, 94, 96, 100, 143, 186
Carranza, Diego de 122
Carreño, Juan de 234
Carreño, Nicolás 247
Carrillo Moreno, Juan 281
Carrión, Pedro 331
Carvajal y Rivera, Fernando
137, 209
Carvajal, Pedro 161
Casas, Luis de las 311-312
Castanio de Leyva, Fernando 151
Castaño, Ricardo 220
Castellanos, José 405
Castellón, Nicolás 351
Castillo Meléndez, Francisco 351
Castillo, Liborio del 414
Castro y Mazo, Alonso 140, 145
Castro, Alonso de 168, 179
Castro, José Ignacio 427
Castro, Juan de 19-20
Castro, Lázaro de 261
Catani, Pedro 189, 192-195
Caxigal de la Vega, Francisco
Antonio 145, 287-290, 294,
304, 309, 319, 328, 330, 366
Cejas, Alonso 26
Centeno, Pedro de 19
Céspedes Aguilera, Juan Salvador de 295, 297, 303
Céspedes, Joseph de 354
Céspedes, Rafael de 417
Chaulette 73
Chez Checo, José 155, 170, 172
Chinea, Jorge Luis 104, 113
Chozas, Antonio de 335
Cifre de Loubiel, Estela 62, 114
Cisneros, Francisco Xavier 405
Cisneros, Jerónimo 315
Cisneros, José Antonio 304
Colbert, Juan Bautista 276
Coll y Toste, Cayetano 52-53,
61, 98
Concepción Vázquez, Ángel de
la 75
434
Constanzo y Ramírez, Fernando
139, 158-161, 163
Contreras, Manso de 243-244,
246-247
Cordero Michel, Emilio 192193, 213, 220
Cordero, Diego 253-255
Córdoba y Lasso de la Vega,
Diego de 272-273, 278
Cornejo, Francisco 328
Coronado, Luis 25-26
Corral, Félix 393-395
Correoso Catalán, Gil 258-259,
316
Cova, Baltasar de la 248
Cova, Diego 75
Cramer, Agustín 324
Creagh, Juan Francisco 371
Crisóstomo Rodríguez, Juan 74,
260
Cruz Abeledo, Manuel de la
38- 39
Cruz Monclova, Lidio 68, 75
Cruz, Cristóbal de la 309
Cruz, Diego de la 307
Cruz, Manuel de la 204
Cueva Maldonado, Francisco
de la 180
Cuevas, Ginés 76
Curet, José 115
D
D´Ogéron, Beltrán 61
Daban y Noguera, Juan 110, 333
Damián de Ugatanes, Manuel
359
Jorge Ibarra Cuesta
Dávila Coca, Antonio 201
Dávila de Orejón, Francisco 345,
349
De Cussy, Tarin 136, 138, 157
De Pabón Dávila (familia) 51
De Quiñones (familia) 51
De Rivera (familia) 51
De Torres (familia) 51
Deive, Carlos Esteban 179-180,
183, 187, 198, 203-204
Del Valle Atiles 119
Delgado Pasapera, Germán 83
Delgado, Juan 269
Desa, Francisco 425
Díaz Pimienta, Francisco
347- 348
Díaz de Espada y Fernández de
Landa, Juan José 388-389,
393, 403
Díaz Melián, Mafalda Victoria 55
Díaz Quiñones, Arcadio 106
Dietz, James L. 113
Diez, Joseph 310
Dionisio Vives, Francisco
423-424, 427, 428
Domínguez, Vicente 308
Drake, Francis 61, 238-239
Dubois, Pedro 77
Ducodray Holstein, Luis V. 77
Dufresne, José 99
Duque de Estrada, Francisco
261, 269
Duque de Sánchez, María
Dolores 114
Durán Villafañe, Tiburcio 74
De súbditos a ciudadanos...435
E
Echagoian 179
Echavarría Elósegui, José 286
Echavarría, Diego 310
Echavarría, Luis de 374
Echavarría, Mateo 369
Echevarría, José Antonio 339
Eizaguirre, José M. 48
Eloy Tirado, Juan 68
Enríquez de Sotomayor,
Enrique 21
Enríquez de Armendáriz,
Alonso 318
Escalante, Juan de 131
Escalera, Eugenio de la 268
Escudé, Matías 77
Escudero, Antonio de 282
Escudero, Eusebio 400
Espaillat, Francisco 175, 195
Espinosa, Joaquín de 297
Espinosa, Joseph 296-297, 303
Espinoza, Fernando 153
Esquerra, Antonio 309
Estévez, Alonso 120
Estrada, Andrés de 285
Estrada, Francisco 314
Exquemelin A. O. 257
F
Fajardo de Infante, Francisco
305
Fajardo, Francisco 75, 82
Fauleau, Santiago 220
Feijó, Samuel 429
Felipe II 34, 318
Felipe V 52, 277
Fernández de Córdoba, Joseph
302
Fernández de Lara, Juan 271
Fernández de Velazco, Francisco
252
Fernández de Villalobos, Gabriel
388
Fernández, Diego 253
Fernández, Méndez Eugenio 73
Fernando VII 57, 66, 71, 76, 80,
219, 221, 405, 423, 427-428
Ferrand 210
Ferrara, Alonzo de 345
Ferrara, Fernando 45
Figueredo, Fernando 415
Figueroa, Joseph de 19
Figueroa, Juan 70
Figueroa, Loida 39, 43, 60-61,
64-65, 67, 82-83
Fleitas, Mathias Martín de 292
Flores de Arteaga, Martín
250- 251
Fonseca y Mejía, Alonso de 259
Fonseca, Álvaro de 265
Fonseca, Antonio de 245, 259
Fonseca, Felipe 304
Fornaris, Miguel 416-417
Fradera, Josep M. 225
Fraginals Manuel, Moreno 324,
348
Franco, Franklin J. 228-229
Franco, José Luciano 290, 351
Franquesna 327
Freyre, Lucas 415
Frías y Jacott, Francisco de 393
Fuente, Alejandro de la 337
436
Jorge Ibarra Cuesta
Fuentes Matons, Laureano 204
Fuentes y Guerra, Jerónimo de
272
Chávez Osorio, Gabriel 121, 180,
243
G
Gadamer 13
Galindo, Francisco 91
García de Navia, Juan 237
García del Pino, César 240-241,
243, 257, 270-271, 275, 319,
344-346, 348, 350-352
García Mayoral, Pedro 323
García Torrequemada 235
García, Fermín 220
García, Joaquín 187, 205- 207
García, Matheo 42
García, Pablo 423
Garrigó, Roque 422, 423
Geigel Polanco, Vicente 83
Gelabert, Josep Antonio 388
Geraldino de Guzmán, Juan 145
Gil- Bermejo García, Juana
89- 90, 92-93, 156, 201
Giusti, Juan A. 84, 88, 96-98,
106, 108, 115
Godreau, Michel J. 84, 88, 9698, 108
Golfi, Luis 187
Gómez de Rojas, Manrique 236,
239
Gómez de Sandoval, Diego 180,
315
Gómez Robaud 378
Gonzales, José Luis 119
González de Linares, Francisco
77
González de Mendoza, Juan R.
85, 101, 110
González de Mirabal, Sebastián
47
González de Rivera, Ávila 126,
310
González, Manuel Dionisio 273,
429
González, Raymundo 177, 185,
187-188, 191-193, 195, 202203,
González, Vicente “Cheche” 69
Grajeda de Guzmán, Clemente
182
Grau, José Ignacio 77, 79
Guaso de Calderón, Mateo 9697, 269, 270, 289, 350
Guejenaba, Jerónimo de 164
Güemes de Horcasita, Francisco
289-290, 294
Güemes de Horcasita, Juan
Francisco 289-291, 294, 355
Guerra, Andrés 246
Guerra, Luis 284
Guery, Alain 144
Guilarte Salazar, Juan 28
Gutiérrez de la Riva, Gabriel 46
Gutiérrez del Arroyo, José 64
Gutiérrez Escudero, Antonio
138, 152, 156, 160, 162, 167168, 171, 213
Gutiérrez, Miguel 416, 425
De súbditos a ciudadanos...437
Guzmán, Alonso de 237
Guzmán, José de 154
Guzmán, Juan de 297
H
Haro, Juan de 21, 34
Harvey, Henry 62
Henríquez, Pedro 225
Henry Christophe 218
Heredia, Francisco 202
Heredia, José Francisco 202
Heredia, José María 204
Hernández González, Manuel
151
Hernández González, Manuel
Vicente 150-151, 153-154,
169, 173, 175
Hernández, Antonio 301
Hernández, Francisco Antonio
74
Hernández, Juan 307
Hernández, Manuel G. 316
Hernández, Nicolás 312
Herrera, Fuentes 273
Hierrezuelo, Francisco 405
Hoces, Cristóbal de 266-267
Hopkins, John 176
Hoyos Solorzano, Juan del
281-283
Hubert Franco, Cristóbal 212
I
Iglesias, Fe 384
Incháustegui Cabral, J. Marino
205-206, 208-209
Infante, Joaquín 299
Infante, Nicolás 303
Irene Aloha Wright 233, 239240
Irizarri (familia) 64
Issasi, Juan Thomas de 269
Izard, Miguel 188,
Iznaga, José Antonio 424
J
James, Henry 391
Jesús Fornaris, José de 394, 415,
425, 429
Jiménez, Francisco 307
Jiménez, Pedro Ignacio 281,
284, 332
Jols, Cornelius 327
José Chamendía 307
José de Avalos 324
Joseph de Ribera, Nicolás
299-301, 317
K
Kindelán, Sebastián 221, 224,
225-226, 398-400, 404-405,
407, 409
King, James F. 225
Konetzke, Richard 223
438
L
Labat, R. P. 134
Lago, Gonzalo 246
Lamore, Jean 399, 401
Lancho Ferrer, Bernardo 62
Lara, Cristóbal de 275-276
Lavaille, Luis 419
Laveaux, Juan Esteban 209
Layfield, John 87
Le Goff, Jacques 145
Le Riverend Brusone, Julio 383
Le Roy Ladurie, Emmanuel 283
Leandro y Landa, Juan de 301
Legras, Joseph 294
Leonart, Joseph 307
Levi, Giovanni 391
Lezama, José 429
Llaguno, Eugenio 209
Llaverías, Joaquín 235
Lluch, Nora Francisco 46-47
López Arias, Francisco 252
López Canto, Ángel 16, 19-20,
39, 44, 46
López de Baños, Miguel 83
López de Cangas, Mateo 351
López de Haro, fray Damián 24
López de Melgarejo, Juan 33
López de Morla, Juan 163
López Medrano, Andrés
222-223
López Mesa, Enrique 361-362
López Quiroga, Francisco 22
Lorenzo Luaces, Joaquín 429
Lorenzo, Manuel 409
Jorge Ibarra Cuesta
Louverture, Toussaint 209
Lugo, Cristóbal de 47
Luis XIV 276
Luna y Sarmiento, Álvaro
249- 250
Luque, Antonio 311
Luque, María Dolores 24, 32
Luxan, Gabriel de 233-236, 238239
M
Macías Domínguez, Isabelo 20,
244, 272
Madariaga, Lorenzo de
303, 304, 306, 309, 365--367
Madiedo, Pedro José 75
Malagón Barceló, Javier 201,
302, 315-316
Maldonado, Emigdio 405
Maldonado, Juan 239
Mallo Gutierrez, Tomás 336
Manuel Cisneros 405
Manzaneda, Severino 265-266
Mañón, Antonio 201
Marazzi, Rosa 115
Marín de Villafuerte, Francisco
352
Mariño, Francisco 297
Marqués de San Felipe y
Santiago 415
Marqués de Someruelos 399,
404-407
Marrero, Antonio 172
Marrero, José 172
De súbditos a ciudadanos...439
Marrero, Levi 20, 236, 335, 239240, 242, 244, 265, 267, 276,
284, 307, 328, 331, 335, 338,
339, 352, 355-356, 365, 377,
387
Martí, José 398
Martín, Domingo 273
Martín, Juan 47
Martínez de Andino, Gaspar 38,
41
Martínez de la Vega, Dionisio
269-270, 281-283, 290-291
Martínez del Pino 45
Martínez Escobar (historiador)
340
Martínez Fortún (historiador)
340
Maysonet, José 72
Meléndez Bruna, Salvador
68-75, 110
Melgarejo y Ponce de León,
Juan 25
Melgarejo, Jhoan 34
Mendoza, Tercio de 131
Menéndez de Valdés, Alonso 90
Menéndez de Valdés, Diego 89
Menéndez Valdés, Francisco
27-28
Meneses Bracamonte y Zapata,
Bernardo de 128
Mercedes Barbudo, María de las
77-78
Mercochini, Juan 419
Mexía, Alonso 278
Mexía, Juan Antonio de 72
Michiel Baud 155-156, 213
Mieses Ponce de León, Francisco
154, 164
Miniel, Antonio 137, 161-162
Miniel, Isidro 163
Mintz, Sidney W. 84, 176
Mirabal (familia 51)
Miralla 424
Miralles, Manuel 350-351
Miranda Argüelles, Francisco
de 263
Miranda Barona, José 263
Miranda, Esteban de 248
Miranda, Francisco 71
Miranda, Joseph de 263
Miranda, Juan de 248
Miyares González, Fernando 107
Modyford, Thomas 263
Mondadori, Grijalbo 324, 348
Monserrate, José 71
Monte Pichardo, Francisco del
137
Monte Tapia, José del 172
Monte y Tejada, Antonio del
137-138, 157, 163, 174, 211,
213
Monte, Domingo del 204, 429
Monte, Manuel del 220
Montejo, Francisco Javier 313
Montejo, Mauricio 314-315
Montes, Toribio 65, 214
Monzón, Miguel de 267
Morales Padrón, Francisco 16,
24-25
Morales y Morales, Vidal 389,
426
440
Morales, Pedro 252
Moreau de St. Méry 176, 186
Morell de Santa Cruz, Fernando
165, 274, 281-283
Morell de Santa Cruz, Juan 161
Morell de Santa Cruz, Pedro 158
Morell de Santa Cruz, Pedro
Agustín 164, 274, 281-283,
286, 318-319, 326, 363-364,
367, 385
Morell de Santa Cruz, Santiago
161, 163-164
Moreno de Mendoza, Ignacio
292-293
Moreno Fraginals, Manuel 324,
348
Moreta Castillo, Américo 122,
141
Morgan, Henrry 256, 263
Moscoso, Francisco 47, 65, 69,
85, 87, 91-95, 104, 106
Mota Sarmiento, Iñigo de la
21- 23
Mota, Juan Pablo de la 173
Moya Pons, Frank 135, 163, 168,
208, 210, 231
Moya, Bernardo de 283
Muesas, Miguel de 107
Muñoz, Baltasar 414
Muñoz, José Ramón 405
Murga, Ignacio de 375-376
Myng, Christopher 327
Jorge Ibarra Cuesta
N
Napoles Fajardo, Juan Cristóbal
429
Nápoles, Thomas de 355
Naranjo, Consuelo 336
Nate, Laura 377, 382
Navarro, Diego 322
Navedo 92
Nazario Agramonte, Manuel 315
Noboa Moscoso, José 18, 25-26,
36
Noboa y Moscoso, José 17-19,
26-27, 37
Noguera 110
Nouel, Carlos 230
Novoa Betancourt, José
310-312
Núñez de Cáceres, José
217-218, 226-232
O
O´Daly, Demetrio 76
O´Reilly, Alejandro 62, 83, 98,
331
Obraneja, Antonio de 149
Ochoa Castro, Sancho 20
Odoardo, Francisca 297
Olasporte, Miguel 297-298
Onofre de la Cruz 310
Orozco Melgar, María Elena 400
Ortiz de la Renta, José 47
Ortiz de Matienzo, Antonio 268
Ortiz y Montejo, Hernando 245
Ortiz, Dante 203
Ortiz, Fernando 109
Osorio, Antonio 120, 123, 131,
177, 178, 180, 241, 246
De súbditos a ciudadanos...441
Osuna, Bartolomé de 248-249
Otalora, Miguel 129-130
Ots Capdequi, José María 141
Oviedo y Baños, Diego Antonio
de 261-262, 267-268
Oviedo, Pedro de 129
Ozés y Alzua, Joaquín de 321,
402-405, 407, 409
P
Pablo Ramón 109
Pacheco, Rafael 419
Padilla, Carlos de 163
Padilla, Francisco de 40
Paine, Tomas 426
Palacios, Manuel 405
Palacios, Mateo 316, 405
Pantaleón Álvarez de Abreu,
Domingo 140
Pardo, Silverio 405
Pascasio Arias, Pedro 424
Patiño, Pedro 243
Pavón de Aransibia, Francisco
265
Pavón, Miguel 414
Pedreira, Antonio S. 106, 118
Peláez, Francisco 250
Penabad Félix, Alejandrina 318
Penn, William 133-134, 182
Peña Battle, Arturo 203
Peña, Joseph de 309
Peralta y Rojas, Isidro de
173- 175, 189-190
Pérez Caro, Ignacio 137-138, 201
Pérez de la Riva, Juan 397, 399,
408
Pérez de Oporto, Juan 345
Pérez de Vera, Agustín 272
Pérez Guzmán, Francisco 82
Pérez Guzmán, Juan 27-29
Pérez Memén, Fernando 206,
228
Pérez, Diego 315
Pérez, Mateo 173-174
Petión 218-220
Pezuela, Jacobo de la 345, 396,
399
Pezuela, Juan de la 59
Pezzi, Emigdio 220
Pichardo Vinuesa, Antonio 137,
145, 159, 160
Pichardo, Hortensia 237, 242,
299, 327
Picó, Fernando 44, 48, 57, 61,
80, 102, 106, 108, 113, 116117, 354
Piedra-Bueno, Andrés de 429
Pierre Ledrú, André 55
Pimentel, Francisco 74
Pío Betancourt, Tomás 316
Pío de Guadalupe y Téllez,
Francisco 130
Pizarro Cortés, Tomás 54, 258259, 265, 267-268
Pizarro, Vicente 74
Pobeda, Francisco 429
Polanco, Pedro 137
Polo de la Vega, Carlos 270
Ponce de León, Manuel 316
Ponce, Cristóbal Francisco 279
Portillo y Torres, Fernando 187,
206, 208
442
Portuondo y Zúñiga, Olga 260,
271, 285, 294, 301, 349, 380,
382, 394, 403-407, 428, 430
Portuondo, Agustín 405
Portuondo, Fernando 263, 417
Power Giralt, Ramón 48, 65,
67-69, 73, 75
Pueyo, Joaquín 173-174
Q
Quintero Rivera, Ángel G. 57,
105-106, 108-109, 119
Quiñones, Antonio de 68
Quiñones, José María 76
Quiñones, Nicolás 69, 74
R
Ramírez de Arellano, Francisco
Antonio 64, 69-70
Ramírez de Arellano, José 52
Ramírez de Estenoz, Felipe
91-95
Ramírez, Alejandro 393
Ramírez, Ciriaco 212-213, 219220
Ramírez, José 220
Ramírez, Pedro José 295
Ramos Castellanos, Rosalía 339
Ramos, Agustín 253
Ramos, Gregorio 243, 246
Ramos, Pedro 252
Rangel, José 267
Raúl Díaz, José R. 41
Recio, Ángela 423
Revel, Jacques 145
Jorge Ibarra Cuesta
Reyes Correa, Antonio 61
Reyes, Pascual 226
Reynoso, Joseph 308
Riaño y Gamboa, Francisco 272
Ribera, Diego Felipe de 251
Ricafort, Mariano 430
Ricardo, Martínez Andrés 75
Ricla 322, 324-325
Riva Agüero, Fernando de la
18, 23, 35-36
Rivera, Bravo de 92, 94
Rivera, Melchor de 19-20
Rivero Muñiz, José 370, 372,
374, 377, 381, 429
Roa, Francisco Manuel 262
Robert Venables 62, 133, 182
Roberto Cassá 134, 139, 159,
162, 171, 179, 203-204, 220221, 229
Roberto Descimon 144
Robledillo, Diego de 90
Robles Lorenzana, Juan de 40-42
Robles Silva, Antonio de
19, 45-46
Rodrigo Tamayo 303
Rodrigo de Velasco 327, 250
Rodríguez Colón, Miguel 47
Rodríguez Demorizi, Emilio 121,
150, 156, 205
Rodríguez Morel, Genaro
120-122, 126, 128, 139, 178179, 203,
Rodríguez Pacheco, Bernardo
44-45
Rodríguez, Amalia A. 351
De súbditos a ciudadanos...443
Rodríguez, Bartolomé 315
Rodríguez, Blas 355
Rodríguez, Gaspar 273
Rodríguez, José María 405
Rodríguez, Manuel 378
Rodríguez, Mercedes 336
Rodríguez, Miguel 292
Rodríguez, Rafael 424
Roja, Antonio 173
Rojas, J.M. 78
Roland Mousnier 302
Romano, Carlos 77
Romero Venegas, Álvaro 262,
264-265
Ros, Félix 414
Rosa Corzo, Gabino de la 181
Rosa, José de la 47
Rosario Echevarría, María del
339
Roume 192
Royo, Antonio 322
Ruíz de Pereda, Gaspar 326
S
Saavedra, Andrés de 310
Saco, Diego 405
Saco, José Antonio 320
Saez, José Luis 180, 184, 194
Salas 425
Salinas Ponce de León, Luis 90
Salomón, José Miguel 420
San Just, José 81
San Miguel, Pedro 113, 115
Sánchez Ramírez, Juan
208, 210--219, 222, 226, 232
Sánchez Valverde, Antonio 145,
156, 181, 196
Sánchez, Andrés Manuel 427
Sánchez, Julián 315
Sánchez, Luis 217
Sang, Mu- Kien Adriana 155,
170, 172
Santisteban, Joseph 292
Santovenia, Emeterio 325
Sanz Tapia, Ángel 142
Sañudo, Luis 274
Saturnino Jiménez, Andrés 212
Scarano, Francisco A. 16, 47,
61-63, 107, 113-114, 118-119,
354
Schomburk, Robert 195
Sea, Pedro 26
Sed Nieves, Gustavo 427
Seda, Pedro 220
Seda, Pedro 220, 225
Sedano 424
Segarra (familia) 51
Segura y Sandoval, Francisco
137, 167
Segura y Sandoval, Francisco
de 137, 161, 167
Sepúlveda, Pedro de 89
Serrano, Antonio 311
Serrano, Francisco 129-130
Sider, Gerald 119
Sierra, Antonio 405
Silié, Rubén 149, 151-152, 184-185
Silva y Figueroa, Agustín de 24
Silvestrini, Blanca G. 24, 32
Smith, Jeremy 277-278
Solano, José 174, 189
Soler, Dionisio 307
Sosa, Enrique 318
Sosa, Francisco de 304
444
Jorge Ibarra Cuesta
Sotolongo, Luis de 297
Suárez Poago, Melchor 241-243,
246
Suárez Solar, Manuel 77
Suárez, Santos 76
Subirats y Bata, Narciso 172-174
Sucre, Carlos de 271, 328
T
Tamariz 326
Tamayo, Diego 304, 417
Tamayo, Diego Felipe 307
Tamayo, Diego José 304
Tamayo, Ignacio 414-415
Tamayo, Manuel de 303
Tapia y Rivera, Alejandro 119
Tejada de Amézquita, Pablo 137
Tejada, Alonso 158
Téllez, José 278
Téllez, Salvador 416
Terrecen, Carlos 328, 358
Texada, Agustín de 308
Thompson 117
Tiburcio, Bartolomé 161
Torre de Ambran, Esteban 126
Torre Echeverría, José de la 309
Torre Sifonte, Juan y Francisco
de la 248
Torre, Esteban de la 304
Torre, Felipe de la 74
Torre, José Vicente de la 52-53
Torre, Marqués de la 370-371
Torre, Miguel de la 57, 77, 80,
338
Torre, Pedro Vicente de la 94
Torre, Xptoval de la 283, 284
Torrente, Mariano 230
Torres Arceo, Luis 295
Torres de Ayala, Laureano 352
Torres Lasquetti, Juan 314
Torres, Casa 353
Torres, Cristóbal 25, 51
Torres, Gabriel 415
Torres, Miguel 415
Tristá, Benito 255
U
Urabaso, Tomás 351
Uriondo, Eufrasio 101-102
Urrutia, Carlos de 219
Utrera, fray Cipriano de 121,
156, 186, 353-354
V
Vaillant, Juan Bautista 398
Valdés, Gerónimo 271
Valdés, Pedro 237, 241
Valero de Bernabé y Pacheco,
Antonio 78-79
Valle Hernández, Antonio del
394, 396-397
Varela, Félix 76
Varona, Diego de 308
Varona, José de 396
Varona, Pedro de 263
Vázquez, Gerónimo 270
Vázquez, Joachim 296
Vega Boytie, Wenceslao 134, 141,
146
Vega, Bernardo 135
Vega, Francisco de la 263
Velasco, Jerónimo de 29-31
Velazco, Juan de 248
De súbditos a ciudadanos...445
Velázquez de Contreras, Damián
247
Velázquez, Agustín 255
Velilla, Francisco 172-175
Venegas Delgado, Hernán 270,
429
Venegas Fornias, Carlos 383
Venegas, Francisco 247
Ventura 68
Vera, Fernando de la 130
Vernon, Edward 62, 240, 329
Viamonte, Francisco Xavier
414-415
Viamonte, José María 414
Viana Hinojosa, Diego de 266-267
Vicente, Francisco 26
Vidaurre, Manuel 422
Viera y Quiñones, Alberto de 45
Vila Vilar, Enriqueta 24-25, 43
Villalobos, Juan 262, 265
Villaverde Ureta, Juan de 245
Villavicencio, Nicolás 308
Villavicencio, Pablo 308
Villavicencio, Rafael de 405
Vives, Francisco Dionisio 412,
423-424, 427-428
Vives, Luis Dionisio 412
Vizcarrondo y Mansi, Andrés 83
Vizcarrondo y Martínez de
Andino, Andrés 83
Vizcarrondo, Juan 82
Vizcarrondo, Lorenzo 82
Voltaire 426
X
Ximénez de Lora, Francisco 160
Xiorro, Severino 92-94
Y
Yacou, Alain 400, 408
Yarza, José de 124
Yero, Pedro 419
Yrizarri, Pedro 68, 72
Z
Zambrano, Antonio 425
Zamora Coronado, José María
51, 289
Zaragoza, Justo 313, 316
Zarragoitía, Ignacio 393-394,
419
Zayas Bazán, Ignacio 128
Zayas, Felipe de 313-314
Zeno Gandia, Manuel 119
Zepeda, Francisco José de
416-417
Publicaciones del
Archivo General de la Nación
Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII Vol. IX Vol. X Vol. XI Vol. XII Vol. XIII Vol. XIV Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846.
Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1944.
Documentos para la historia de la República Dominicana.
Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. I, C. T., 1944.
Samaná, pasado y porvenir. E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1945.
Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E.
Rodríguez Demorizi, Vol. II, C. T., 1945.
Documentos para la historia de la República Dominicana.
Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1947.
San Cristóbal de antaño. E. Rodríguez Demorizi, Vol. II,
Santiago, 1946.
Manuel Rodríguez Objío (poeta, restaurador, historiador, mártir). R.
Lugo Lovatón, C. T., 1951.
Relaciones. Manuel Rodríguez Objío. Introducción, títulos y
notas por R. Lugo Lovatón, C. T., 1951.
Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1846-1850.
Vol. II. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1947.
Índice general del «Boletín» del 1938 al 1944, C. T., 1949.
Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América. Escrita
en holandés por Alexander O. Exquemelin, traducida de una
famosa edición francesa de La Sirene-París, 1920, por C. A.
Rodríguez; introducción y bosquejo biográfico del traductor
R. Lugo Lovatón, C. T., 1953.
Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón, C. T., 1956.
Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E.
Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1957.
Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy,
García Roume, Hedouville, Louverture, Rigaud y otros. 1795-1802.
Edición de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.
447
448
Vol. XV Vol. XVI Vol. XVII Vol. XVIII Vol. XIX Vol. XX Vol. XXI Vol. XXII Vol. XXIII Vol. XXIV Vol. XXV Vol. XXVI Vol. XXVII Vol. XXVIII
Vol. XXIX Vol. XXX
Vol. XXXI
Vol. XXXII
Vol. XXXIII Publicaciones del Archivo General de la Nación
Documentos para la historia de la República Dominicana.
Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.
Escritos dispersos. (Tomo I: 1896-1908). José Ramón López.
Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Escritos dispersos. (Tomo II: 1909-1916). José Ramón López.
Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Escritos dispersos. (Tomo III: 1917-1922). José Ramón López.
Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.
Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905-2005. Edición
de E. Cordero Michel, Santo Domingo, D. N., 2005.
Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores,
Santo Domingo, D. N., 2006.
Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Edición de
A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006.
Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de
A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.
Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de
A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.
Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi. Edición
de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006.
La colonización de la frontera dominicana 1680-1796. Manuel
Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2006.
Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío
Herrera, Santo Domingo, D. N., 2006.
Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (16801795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández
González, Santo Domingo, D. N., 2007.
Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de
José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2007.
Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007.
Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498-1521), experiencia
fundacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena, Santo Domingo,
D. N., 2007.
Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492-1501. Fray
Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General
de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del
Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2007.
La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo I: Hechos
sobresalientes en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael
Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.
La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo II: Reorganización
de la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo
Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. XXXIV
Vol. XXXV
Vol. XXXVI
Vol. XXXVII
Vol. XXXVIII Vol. XXXIX
Vol. XL
Vol. XLI
Vol. XLII
Vol. XLIII
Vol. XLIV
Vol. XLV
Vol. XLVI
Vol. XLVII
Vol. XLVIII
Vol. XLIX
Vol. L
Vol. LI
449
Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii. Compilación
de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2007.
Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Santo
Domingo, D. N., 2007.
Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922.
Santo Domingo, D. N., 2007.
Documentos para la historia de la educación moderna en la República
Dominicana (1879-1894). Tomo I. Raymundo González, Santo
Domingo, D. N., 2007.
Documentos para la historia de la educación moderna en la República
Dominicana (1879-1894). Tomo II. Raymundo González,
Santo Domingo, D. N., 2007.
Una carta a Maritain. Andrés Avelino, traducción al
castellano e introducción del P. Jesús Hernández, Santo
Domingo, D. N., 2007.
Manual de indización para archivos, en coedición con el Archivo
Nacional de la República de Cuba. Marisol Mesa, Elvira
Corbelle Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso, Miriam Ruiz
Meriño, Jorge Macle Cruz, Santo Domingo, D. N., 2007.
Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas.
Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007.
Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas. Edición de
A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007.
La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos,
Santo Domingo, D. N., 2007.
Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530-1546).
Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo,
D. N., 2008.
Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío
Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008.
Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población.
Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2008.
Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo I.
Compilación de José Luis Saez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo II,
Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo III.
Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, Yanquilinarias.
Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2008.
450
Vol. LII
Vol. LIII
Vol. LIV
Vol. LV
Vol. LVI
Vol. LVII
Vol. LVIII
Vol. LIX
Vol. LX
Vol. LXI
Vol. LXII
Vol. LXIII
Vol. LXIV
Vol. LXV
Vol. LXVI
Vol. LXVII
Vol. LXVIII
Vol. LXIX
Vol. LXX
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Prosas polémicas 2. Textos educativos y Discursos. Félix Evaristo
Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de
A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.
Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana.
José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández,
Santo Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Textos reunidos 3. Artículos y Controversia histórica. Manuel de
J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2008.
Textos reunidos 4. Cartas, Ministerios y misiones diplomáticas. Manuel
de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo,
D. N., 2008.
La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de
Trujillo (1930-1961). Tomo I. José Luis Sáez, S. J., Santo
Domingo, D. N., 2008.
La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo
(1930-1961). Tomo II. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo,
D. N., 2008.
Legislación archivística dominicana, 1847-2007. Archivo General
de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2008.
Libro de bautismos de esclavos (1636-1670). Transcripción de
José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.
Los gavilleros (1904-1916). María Filomena González Canalda,
Santo Domingo, D. N., 2008.
El sur dominicano (1680-1795). Cambios sociales y transformaciones
económicas. Manuel Vicente Hernández González, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera, Santo
Domingo, D. N., 2008.
Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco
Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
Manual de procedimientos para el tratamiento documental. Olga
Pedierro, et. al., Santo Domingo, D. N., 2008.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. LXXI
Vol. LXXII
Vol. LXXIII
Vol. LXXIV
Vol. LXXV
Vol. LXXVI
Vol. LXXVII
Vol. LXXVIII
Vol. LXXIX
Vol. LXXX
Vol. LXXXI
Vol. LXXXIII
Vol. LXXXIV
Vol. LXXXV
Vol. LXXXVI
Vol. LXXXVII
Vol. LXXXIX
451
Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.
De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio
Veras (Negro), Santo Domingo, D. N., 2008.
Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista.
Salvador E. Morales Pérez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Escritos. 1. Cartas insurgentes y otras misivas. Mariano A. Cestero.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Escritos. 2. Artículos y ensayos. Mariano A. Cestero. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Más que un eco de la opinión. 1. Ensayos, y memorias ministeriales.
Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz,
Santo Domingo, D. N., 2009.
Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879-1885. Francisco
Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo
Domingo, D. N., 2009.
Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886-1889. Francisco
Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo
Domingo, D. N., 2009.
Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890-1897. Francisco
Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo
Domingo, D. N., 2009.
Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano. Angel
Moreta, Santo Domingo, D. N., 2009.
Perlas de la pluma de los Garrido. Emigdio Osvaldo Garrido,
Víctor Garrido y Edna Garrido de Boggs. Edición de Edgar
Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2009.
Gestión de riesgos para la prevención y mitigación de desastres en
el patrimonio documental. Sofía Borrego, Maritza Dorta, Ana
Pérez, Maritza Mirabal, Santo Domingo, D. N., 2009.
Obras, tomo I. Guido Despradel Batista. Compilación de
Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009.
Obras, tomo II. Guido Despradel Batista. Compilación de
Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009.
Historia de la Concepción de La Vega. Guido Despradel Batista,
Santo Domingo, D. N., 2009.
Una pluma en el exilio. Los artículos publicados por Constancio
Bernaldo de Quirós en República Dominicana. Compilación
de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo,
D. N., 2009.
452
Vol. XC
Vol. XCI
Vol. XCIII
Vol. XCIV
Vol. XCV
Vol. XCVI
Vol. XCVII
Vol. XCVIII
Vol. XCIX
Vol. C
Vol. CI
Vol. CII
Vol. CIII
Vol. CIV
Vol. CV
Vol. CVI
Vol. CVII
Vol. CVIII
Vol. CIX
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Ideas y doctrinas políticas contemporáneas. Juan Isidro Jimenes
Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009.
Metodología de la investigación histórica. Hernán Venegas
Delgado, Santo Domingo, D. N., 2009.
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo I. Compilación de
Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo II. Compilación
de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo III. Compilación
de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.
Los Panfleteros de Santiago: torturas y desaparición. Ramón
Antonio, (Negro) Veras, Santo Domingo, D. N., 2009.
Escritos reunidos. 1. Ensayos, 1887-1907. Rafael Justino Castillo.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Escritos reunidos. 2. Ensayos, 1908-1932. Rafael Justino Castillo.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Escritos reunidos. 3. Artículos, 1888-1931. Rafael Justino Castillo.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Escritos históricos. Américo Lugo, edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2009.
Vindicaciones y apologías. Bernardo Correa y Cidrón. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.
Historia, diplomática y archivística. Contribuciones dominicanas.
María Ugarte, Santo Domingo, D. N., 2009.
Escritos diversos. Emiliano Tejera, edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Tierra adentro. José María Pichardo, segunda edición, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Diógenes Valdez,
Santo Domingo, D. N., 2010.
Javier Malagón Barceló, el Derecho Indiano y su exilio en la República
Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de
Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.
Cristóbal Colón y la construcción de un mundo nuevo. Estudios,
1983-2008. Consuelo Varela, edición de Andrés Blanco Díaz,
Santo Domingo, D. N., 2010.
República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales indígenas.
J. Jesús María Serna Moreno, Santo Domingo, D. N., 2010.
Escritos pedagógicos. Malaquías Gil Arantegui. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. CX
Vol. CXI
Vol. CXII
Vol. CXIII
Vol. CXIV
Vol. CXV
Vol. CXVI
Vol. CXVII
Vol. CXVIII
Vol. CXIX
Vol. CXX
Vol. CXXI
Vol. CXXII
Vol. CXXIII
Vol. CXXIV
Vol. CXXV
Vol. CXXVI
453
Cuentos y escritos de Vicenç Riera Llorca en La Nación. Compilación
de Natalia González, Santo Domingo, D. N., 2010.
Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra
el régimen de Trujillo en el exterior. Compilación de Constancio
Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.
Ensayos y apuntes pedagógicos. Gregorio B. Palacín Iglesias.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
El exilio republicano español en la sociedad dominicana (Ponencias
del Seminario Internacional, 4 y 5 de marzo de 2010).
Reina C. Rosario Fernández (Coord.), edición conjunta
de la Academia Dominicana de la Historia, la Comisión
Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la
Nación, Santo Domingo, D. N., 2010.
Pedro Henríquez Ureña. Historia cultural, historiografía y crítica
literaria. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2010.
Antología. José Gabriel García. Edición conjunta del Archivo
General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República
Dominicana. José Forné Farreres. Santo Domingo, D. N., 2010.
Historia e ideología. Mujeres dominicanas, 1880-1950. Carmen
Durán. Santo Domingo, D. N., 2010.
Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de Abril.
Augusto Sención (Coord.), Santo Domingo, D. N., 2010.
Historia pendiente: Moca 2 de mayo de 1861. Juan José Ayuso,
Santo Domingo, D. N., 2010.
Raíces de una hermandad. Rafael Báez Pérez e Ysabel A.
Paulino, Santo Domingo, D. N., 2010.
Miches: historia y tradición. Ceferino Moní Reyes, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo I. Octavio A.
Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo II. Octavio A.
Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Apuntes de un normalista. Eugenio María de Hostos. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Recuerdos de la Revolución Moyista (Memoria, apuntes y documentos).
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.
Años imborrables (2da ed.) Rafael Alburquerque Zayas-Bazán,
edición conjunta de la Comisión Permanente de Efemérides
454
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo,
D. N., 2010.
Vol. CXXVII
El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la
dictadura de Trujillo. Tomo I. Compilación de Alejandro
Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de
la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXVIII
El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la
dictadura de Trujillo. Tomo II. Compilación de Alejandro
Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de
la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXIX
Memorias del Segundo Encuentro Nacional de Archivos. Santo
Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXX
Relaciones cubano-dominicanas, su escenario hemisférico (1944-1948).
Jorge Renato Ibarra Guitart, Santo Domingo, D. N., 2010.
Vol. CXXXI
Obras selectas. Tomo I, Antonio Zaglul, edición conjunta del
Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXII
Obras selectas. Tomo II. Antonio Zaglul, edición conjunta del
Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXIII África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos xv-xix, Zakari DramaniIssifou, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXIV
Modernidad e ilustración en Santo Domingo. Rafael Morla, Santo
Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXV
La guerra silenciosa: Las luchas sociales en la ruralía dominicana.
Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVI
AGN: bibliohemerografía archivística. Un aporte (1867-2011). Luis
Alfonso Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVII La caña da para todo. Un estudio histórico-cuantitativo del
desarrollo azucarero dominicano. (1500-1930). Arturo Martínez
Moya, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXXXVIII El Ecuador en la Historia. Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo,
D. N., 2011.
Vol. CXXXIX La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia,
1849-1856. Wenceslao Vega B., Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXL
Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual. Odalís
G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLI
Yo también acuso. Carmita Landestoy, Santo Domingo, D. N., 2011.
Vol. CXLIII
Más escritos dispersos. Tomo I. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. CXLIV
Vol. CXLV
Vol. CXLVI
Vol. CXLVII
Vol. CXLVIII
Vol. CXLIX
Vol. CL
Vol. CLI
Vol. CLII
Vol. CLIII
Vol. CLIV
Vol. CLV
Vol. CLVI
Vol. CLVII
Vol. CLVIII
Vol. CLIX
Vol. CLX
Vol. CLXI
Vol. CLXII
455
Más escritos dispersos. Tomo II. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Más escritos dispersos. Tomo III. José Ramón López. Edición de
Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.
Manuel de Jesús de Peña y Reinoso: Dos patrias y un ideal. Jorge
Berenguer Cala, Santo Domingo, D. N., 2011.
Rebelión de los capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno.
Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2011.
De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial.
Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011.
Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1547-1575).
Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2011.
Ramón –Van Elder– Espinal. Una vida intelectual comprometida.
Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo
Domingo, D. N., 2011.
El alzamiento de Neiba: Los acontecimientos y los documentos (febrero de
1863). José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo,
D. N., 2011.
Meditaciones de cultura. Laberintos de la dominicanidad. Carlos
Andújar Persinal, Santo Domingo, D. N., 2011.
El Ecuador en la Historia (2da ed.) Jorge Núñez Sánchez, Santo
Domingo, D. N., 2012.
Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1789-1854).
José Luciano Franco, Santo Domingo, D. N., 2012.
El Salvador: historia mínima. Varios autores, Santo Domingo,
D. N., 2012.
Didáctica de la geografía para profesores de Sociales. Amparo
Chantada, Santo Domingo, D. N., 2012.
La telaraña cubana de Trujillo. Tomo I. Eliades Acosta Matos,
Santo Domingo, D. N., 2012.
Cedulario de la isla de Santo Domingo, 1501-1509. Vol. II, Fray
Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General
de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del
Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2012.
Tesoros ocultos del periódico El Cable. Compilación de Edgar
Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2012.
Cuestiones políticas y sociales. Dr. Santiago Ponce de León,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
La telaraña cubana de Trujillo. Tomo II. Eliades Acosta Matos,
Santo Domingo, D. N., 2012.
El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio
republicano español en la sociedad dominicana, 1938-1944. Juan
B. Alfonseca Giner de los Ríos, Santo Domingo, D. N., 2012.
456
Vol. CLXIII
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Historia de la caricatura dominicana. Tomo I. José Mercader,
Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXIV
Valle Nuevo: El Parque Juan B. Pérez Rancier y su altiplano.
Constancio Cassá, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXV
Economía, agricultura y producción. José Ramón Abad. Edición
de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXVI
Antología. Eugenio Deschamps. Edición de Roberto Cassá, Betty
Almonte y Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXVII
Diccionario geográfico-histórico dominicano. Temístocles A. Ravelo.
Revisión, anotación y ensayo introductorio Marcos A. Morales,
edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXVIII
Drama de Trujillo. Cronología comentada. Alonso Rodríguez
Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo,
D. N., 2012.
Vol. CLXIX
La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I,
volumen 1. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXX
Drama de Trujillo. Nueva Canosa. Alonso Rodríguez Demorizi.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012
Vol. CLXXI
El Tratado de Ryswick y otros temas. Julio Andrés Montolío.
Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXII
La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I,
volumen 2. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXIII
La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III,
volumen 5. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXIV
La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III,
volumen 6. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXV
Cinco ensayos sobre el Caribe hispano en el siglo xix: República
Dominicana, Cuba y Puerto Rico 1861-1898. Luis Álvarez-López,
Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXVI
Correspondencia consular inglesa sobre la Anexión de Santo Domingo
a España. Roberto Marte, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXVII ¿Por qué lucha el pueblo dominicano? Imperialismo y dictadura
en América Latina. Dato Pagán Perdomo, Santo Domingo,
D. N., 2012.
Vol. CLXXVIII Visión de Hostos sobre Duarte. Compilación y Edición de Miguel
Collado, Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CLXXIX
Los campesinos del Cibao: Economía de mercado y transformación
agraria en la República Dominicana, 1880-1960. Pedro L. San
Miguel, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXX
La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II,
volumen 3. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. CLXXXI
457
La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II,
volumen 4. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXXII De súbditos a ciudadanos (siglos xvii-xix): el proceso de formación de las
comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo
Domingo). Jorge Ibarra Cuesta, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXXIII La dictadura de Trujillo (1930-1961). Augusto Sención
Villalona, San Salvador-Santo Domingo, 2012.
Vol. CLXXXIV Anexión-Restauración. Parte 1. César A. Herrera, edición
conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia
Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXXV Anexión-Restauración. Parte 2. César A. Herrera, edición
conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia
Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2012.
Vol. CLXXXVI Historia de Cuba. José Abreu Cardet, et. al., Santo Domingo,
D. N., 2012.
Vol. CLXXXVII Libertad Igualdad: Protocolos notariales de José Troncoso y Antonio
Abad Solano, 1822-1840. María Filomena González Canalda,
Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CLXXXVIII Biografías sumarias de los diputados de Santo Domingo en las cortes
españolas. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CLXXXIX Financial Reform, Monetary Policy and Banking Crisis in Dominican
Republic. Ruddy Santana, Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CXC
Legislación archivística dominicana (1847-2012). Departamento
de Sistema Nacional de Archivos e Inspectoría, Santo
Domingo, D. N., 2013.
Vol. CXCI
La rivalidad internacional por la República Dominicana y el
complejo proceso de su anexión a España (1858-1865). Luis
Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CXCII
Escritos históricos de Carlos Larrazábal Blanco. Tomo I. Santo
Domingo, D. N., 2013.
Vol. CXCIII
Guerra de liberación en el Caribe hispano (1863-1878). José Abreu
Cardet y Luis Álvarez-López, Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CXCIV
Historia del municipio de Cevicos. Miguel Ángel Díaz Herrera,
Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CXCV
La noción de período en la historia dominicana. Volumen I, Pedro
Mir, Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CXCVI
La noción de período en la historia dominicana. Volumen II,
Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013.
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La noción de período en la historia dominicana. Volumen III,
Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013.
Vol. CXCVIII
Literatura y arqueología a través de La mosca soldado de Marcio
Veloz Maggiolo. Teresa Zaldívar Zaldívar, Santo Domingo,
D. N., 2013.
458
Vol. CXCIX
Vol. CC
Vol. CCI
Vol. CCII
Vol. CCIII
Vol. CCIV
Vol. CCV
Vol. CCVI
Vol. CCVII
Vol. CCVIII
Vol. CCIX
Vol. CCX
Vol. CCXI
Vol. CCXII
Vol. CCXIII
Vol. CCXIV
Publicaciones del Archivo General de la Nación
El Dr. Alcides García Lluberes y sus artículos publicados en 1965 en
el periódico Patria. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo
de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2013.
El cacoísmo burgués contra Salnave (1867-1870). Roger Gaillard,
Santo Domingo, D. N., 2013.
«Sociología aldeana» y otros materiales de Manuel de Jesús Rodríguez
Varona. Compilación de Angel Moreta, Santo Domingo, D.
N., 2013.
Álbum de un héroe. (A la augusta memoria de José Martí). 3ra edición.
Compilación de Federico Henríquez y Carvajal y edición de
Diógenes Céspedes, Santo Domingo, D. N., 2013.
La Hacienda Fundación. Guaroa Ubiñas Renville, Santo
Domingo, D. N., 2013.
Pedro Mir en Cuba. De la amistad cubano-dominicana. Rolando
Álvarez Estévez, Santo Domingo, D. N., 2013.
Correspondencia entre Ángel Morales y Sumner Welles. Edición de
Bernardo Vega, Santo Domingo, D. N., 2013.
Pedro Francisco Bonó: vida, obra y pensamiento crítico. Julio Minaya,
Santo Domingo, D. N., 2013.
Catálogo de la Biblioteca Arístides Incháustegui (BAI) en el Archivo
General de la Nación. Blanca Delgado Malagón, Santo Domingo,
D. N., 2013.
Personajes dominicanos. Tomo I, Roberto Cassá. Edición conjunta
del Archivo General de la Nación y la Comisión Permanente
de Efemérides Patrias, Santo Domingo, D. N., 2013.
Personajes dominicanos. Tomo II, Roberto Cassá. Edición conjunta
del Archivo General de la Nación y la Comisión Permanente
de Efemérides Patrias, Santo Domingo, D. N., 2013.
Rebelión de los Capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno.
2da edición, Roberto Cassá. Edición conjunta del Archivo
General de la Nación y la Universidad Autónoma de Santo
Domingo, Santo Domingo, D. N., 2014.
Una experiencia de política monetaria. Eduardo García Michel,
Santo Domingo, D. N., 2014.
Memorias del III Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo,
D. N., 2014.
El mito de los Padres de la Patria y Debate histórico. Juan Isidro
Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2014.
La República Dominicana [1888]. Territorio. Clima. Agricultura.
Industria. Comercio. Inmigración y anuario estadístico. Francisco
Álvarez Leal. Edición conjunta del Archivo General de la
Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo
Domingo, D. N., 2014.
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Vol. CCXV
Vol. CCXVI
Vol. CCXVII
Vol. CCXVIII
Vol. CCXIX
Vol. CCXX
459
Los alzamientos de Guayubín, Sabaneta y Montecristi: Documentos. José
Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo, D. N., 2014.
Propuesta de una Corporación Azucarera Dominicana. Informe de
Coverdale & Colpitts. Estudio de Frank Báez Evertsz, Santo
Domingo, D. N., 2014.
La familia de Máximo Gómez. Fray Cipriano de Utrera, Santo
Domingo, D. N., 2014.
Historia de Santo Domingo. La dominación haitiana (1822-1844).
Vol. IX. Gustavo Adolfo Mejía-Ricart, Santo Domingo, D. N.,
2014.
La expedición de Cayo Confites. Humberto Vázquez García. Edición
conjunta del Archivo General de la Nación, de República
Dominicana y la Editorial Oriente, de Santiago de Cuba,
Santo Domingo, D. N., 2014.
De súbditos a ciudadanos (siglos xvii-xix): El proceso de formación
de las comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto
Rico y Santo Domingo). Tomo II, Jorge Ibarra Cuesta, Santo
Domingo, D. N., 2014.
Colección Juvenil
Vol. I
Vol. II
Vol. III
Vol. IV
Vol. V
Vol. VI
Vol. VII
Vol. VIII
Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007.
Heroínas nacionales. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2007.
Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos. Santo
Domingo, D. N., 2007.
Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá. Santo
Domingo, D. N., 2008.
Padres de la Patria. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.
Pensadores criollos. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.
Héroes restauradores. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2009.
Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps
(siglo xix). Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2010.
Colección Cuadernos Populares
Vol. 1
Vol. 2
Vol. 3
La Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2009.
Mujeres de la Independencia. Vetilio Alfau Durán. Santo Domingo,
D. N., 2009.
Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína. Rafael García
Bidó. Santo Domingo, D. N., 2010.
460
Publicaciones del Archivo General de la Nación
Colección Referencias
Vol. 1
Vol. 2
Vol. 3
Archivo General de la Nación. Guía breve. Ana Féliz Lafontaine y
Raymundo González. Santo Domingo, D. N., 2011.
Guía de los fondos del Archivo General de la Nación. Departamentos
de Descripción y Referencias. Santo Domingo, D. N., 2012.
Directorio básico de archivos dominicanos. Departamento de
Sistema Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2012.
Esta edición De súbditos a ciudadanos. Siglos xvii-xix de
Jorge Ibarra Cuesta, se terminó de imprimir en los
talleres gráficos de Editora Centenario, S.R.L.,
Santo Domingo, R. D., en el mes de julio de 2015,
con una tirada de 1,000 ejemplares.
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