IVúni. 5,580. Miércoles 17 de diciembre de 1802. Año decimonono. PUNTOS DE SÜSCRIUION. PRECIOS DE SD8CRICI0N En MADRID , nn mes 12 n. En provincias, por id 20 En el estranjero, por trimestre. 70 En Ultramar 90 Este periódico se publica todas las tardes, escepto los domingos. LA ESPERANZA PERIÓDICO MONAEOIJICO. Terribles pero justos y merecidos cargos llos que con mayor ó menor franqueza habia hizo ayer al gobierno el general Pavía 'por la anteriormente desaprobado: sí, mil veces sí, al cuestión de Méjico; severas, pero por des- lado del general Pavía está la conciencia pú gracia harto evidentes verdades dijo con mi- blica estremecida y admirada, que pregunta litar franqueza y entereza, si no con elocuen- qué gobierno es este que mientras aprueba cia parlamentaria, el mismo general Pavía en solemnemente la conducta del general Prim. la misma sesión de ayer. euvia con toda solemnidad una embajada á Entrando de lleno el general Pavía en la Paris como á pedir perdón de sus actos; que cuestión de Méjico, y examinándola desde su pone en los labios de la Reina Isabel palabras principio hasta los últimos pasos dados en .de condenación para el general Prim, y que ella por el gobierno, puso en relieve, hizo luego en discursos ministeriales se pone abierresaltar todas las torpezas, todas las inconve- ta é imprudentemente delante del gobierno niencias é inconsecuencias del gobierno en francés por defender á Juárez y á Prim al esta cuestión, y descargó sobre él los golpes mismo tiempo; que, para que se agote la inque merecidos se tiene por la aprobación dada consecuencia, rechaza la adición de este al á la conducta del general Prim. El haber in- párrafo del discurso de la Corona referente á vitado 4 la Francia y ala Inglaterra á que to- Méjico. Duros, durísimos cargos, repetimos, dimaran parte en la espediciou que proyectaba rigió el general Pavía al gobierno, pero es lo contra el gobierno de Juárez, fue en el go- peor para el gobierno que la conciencia púbierno español una gravísima falta á juicio ijlica haya hablado por boca del general del general Pavía, como lo fue también al Pavía en ese punto y por esta vez. nuestro; el haber nombrado al general Prim No fueron menos duros ni menos merecidos jefe de la espedicion y al mismo tiempo ple- los que el general Pavía dirigió al general nipotenciario, fue otra gran falta, aunque no Prim, á pesar de que ante la responsabilidad tan grande, como haber hecho esa elección, de la aprobación del gobierno desaparecía á en la cual se enviaba contra Juárez á una los ojos del orador la del general Prim. Llega persona que tenia parientes ó intereses en el el general Prim á Veracruz, y en el momenbando de Juárez, olvidando lo dispuesto ealas to, con los oficiales que habia llevado de aquí, leyes de Indias; y á esas faltas, ya gravísi- sustituye á los que habían acompañado á mas , del gobierno español, hay que añadir, Gasset, y de consiguiente conocían algo mas según el general Pavía, y según nosotros , la que los primeros el estado de las cosas en el de no haber desaprobado sino de un modo país; á poco de su llegada, faltando á la letra vergonzante la conducta , del general Prim y al espíritu del tratado de Londres, empieza á eu sus primeros actos, la de haber aprobado tratar con Juárez; mas tarde, y á pesar de que solemnemente después todos ellos sin sujetar el general mejicano Zaragoza estaba llamando al general Prim á un juicio de residencia, y, ladrones á los aliados y pidiendo que como á por último, la de haber ido después esa apro- ladrones se les tratara, firma los preliminares bación á mendigar á París la revalidación del de la Soledad, y los quiere justificar por la siconvenio de Londres , insistiendo en ello á tuación de las tropas en Veracruz; trae por pesar de la negativa del gobierno francés. último el conflicto de Drizaba, decide el reemLa conciencia pública habla en estos puntos con el general Pavía. Si; la conciencia pública repugnó desde luego la alianza con Francia ó Inglaterra respecto á Méjico, donde tan distintos, de tan distinto orden y de tan distinta monta son nuestros intereses y los de Inglaterra y Francia, potencias cou las cuales se presumía, y ya se ha visto que se presumía bien, que íbamos á representar la fábula del león, el lobo y la oveja que salieron de caza juntos; ak la conciencia pública, que quedó asombrada al saber se había dado el mando de esa espediciou al general Prim, al hombre que sobre haber defendido á Juárez en el Parlamento español, tenia parientes é intereses en el bando de Juárez, se pone hoy al lado del general Pavía, que lamenta ese nombramiento en vista ya de sus resultados; sí, la conciencia pública, que pedia un juicio de residencia para el gener.il Prim, no puede aplaudir la aprobación que ha dado el gobierno á los actos del general, aun á aque- barque, y, para última vergüenza, lleva á la Habana sus tropas en buques ingleses Faltaba una cosa en el primer cargo dirigido al conde de Reus, y al general Pavía no se le escapó esa cosa, dirigiendo un fuerie ataque al gobierno y á la vez al general Prim. La espedicion española mandada por Gasset y Rubalcaba, llegó delante de Veracruz, y como los generales Gasset y Rubalcaba no creyeron—¡torpes políticos para el general Prim!—que iban al frente de un respetable cuerpo do ejército y de una respetable escua dra para saludar al Sr. Juárez y besarle la mano, intimaron al jefe mejicano que mandaba en Veracruz la entrega do la plaza en el término de veinticuatro horas, apercibiéndole de que romperían el fuego contra ella si pasado ese término no tenían contestación, ó si la contestación no era la que ellos deseaban. Ante las bayonetas oápañolas que apoyaban la intimación de los generales Gasset y Rubalcaba, el gobernador mejicano echó á correr; ruso de treinta mil hombres, quiso reembarcarse en ocasión en que los trasportes franco.ses se encontraban en Stockolmo y Dantzig. Acudió para eso al fanfarrón do Napier'; poro este, á pesar de lo apremiante de las circunstancias, le contostó que era ley del almirantazgo inglés no admitir tropas estranjeras á bordo de sus buques, siendo preciso, para que cediese de su opinión, que se le cuadrara muy resueltamente el general francés. Esa ley del almirantazgo no Impidió que los ingleses ofrecieran sus buques al general Prim: ¿puede patentizar mejor lo que para los ingleses significaba el paso del general Prim, y lo que en esto paso, ó en la conducta que le había hecho necesaria, habia de anti-español, do revolucionario? En cuanto al general Prim, que aceptó la oferta de los ingleses, nos parece que lo mejor es callar, aunque nos parece que si el general Prim hubiera conocido lo que acabamos do referir, no habría callado. Aun así, ya se ve que el general Pavía hizo un buen discurso, no de oposición, pero sustancioso, patriótico. ¡Lástima que diluyera demasiado sus ideas de modo que se perdía su efecto en el trabajo de seguirlas la pista, por decirlo así, entre los adornos y floreos, no siemSí yo hubiera estado en el caso del conde pre propios y con frecuencia inconexos, en que de Reus, decía el general Pavía, hubiera se- el orador las envolvía! Una observación. Momentos antes de conguido desde Veracruz las etapas que siguió cluir la sesión, el general Prim estaba fosco, el general Scott, que desde Veracruz fue á Méjico, é instalando su cuartel general en el el Sr. Calderón estaba sumamente pensativo, palacio del presidente, hizo lo que quería; si y el Sr. 0-Donnell, que se act^baba de sentar, yo hubiera estado en Veracruz, al llamar volvía la vista hacia el Sr. Infante, con aire Zaragoza ladrones á los soldados de España, visiblemente preocupado: ¿qué pasaba? Seguihubiera ido á buscarle, castigando su osadía; remos observando los semblantes en la sesión si yo hubiera estado en Veracruz y no hubie- de h ^ . ra podido menearme de allí, hubiera preferido morir allí á reconocer & Juárez, que eso hiRespondiendo ayer el general Infante, en cieron aquí carlistas y cristinos durante la nombro de la comisión , al marques de Novaguerra civil; y , por último, añadió el general liches, dio a entender que, en efecto, á sus Pavía, yo no hubiera consentido en que las ojos, oran muy_ grandes las dificultades de la tropas españolas se volvieran en buques in- empresa encomendada por el gobierno frangleses teiiieudo que plegar su bandera, que cés al general Foroy. Esa es la idea con que tan gloriosa habia ondeado en el fuerte de San se consuelan los partidarios de la política seJuan de Ulúa , prometiendo reverdecer las guida en Méjico por el conde de Reus, mucho hazañas de Cortés. mas ahora que acaban de verla corroborada y así cayó en poder de los españoles la primera plaza fuerte de la república, inaugurando la espedicion con una victoria mas brillante que la que hubiera podido ser la obtenida en una batalla campal. Llegó el general Prim á Veracruz; se están allí un par de meses haciendo cortesías á Juárez, capituló con Doblado en la Soledad, estrechó amigablemente la mano de Zaragoza que pocos dias antes habia firmado la proclama en que á los españoles se les llamaba ladrones, y se volvió sin conseguir nada, y dejando á los franceses dueños de Veracruz. Pues bien; el gobierno ha hecho mas que aprobar esta conducta de Prim, y el general Prim ha hecho mas que defenderla y glorificarla. El gobierno aprueba la conducta del general Prim que capituló con Doblado, y no tiene una mención siquiera para los generales Gasset y Rubalcaba que toman gloriosamente á Veracruz; el general Prim propone para recompensas á los ayudantes que llevó de aquí, muy dignos sin duda de ellas, pero se olvida de los demás oficiales que ya estaban en Veracruz, y el gobierno concede esas recompensas y no corrige el olvido del general Prim. ¡A.h! ¿Qué dice aquí la conciencia pública? Mas vale no escucharla: escuchemos en cambio al general orador en la sesión de ayer. IOS PaOMRTIBOS. Lucía contó ^ su vez la historia de la tentativa hecha en casa de D. Abundio, y concluyó diciendo : —Hemos obrado mal, y Dios nos ha castigado; —Aceptad de su mano los sufrimientos que habéis tenido, y tranquilizaos, dijo Federico; porque ¿quién puede tener motivo para alegrarse y esperar, si no es aquel que ha sufrido y piensa en acusarse á sí mismo? Preguntó en seguida dónde estaba el novio, y al saber por Inés (porque Lucía habia quedado muda y con los ojos bajos) que estaba fugitivo y perseguido, manifestó la admiración que esto le causaba, preguntando la causa, á lo cual contestó Inés balbuceando lo poco que sabia de la historia de Renzo. —He oído hablar de ese hombre, dijo el Cardenal; pero ¿cómo un hombre que se halla comprometido en asuntos de esta clase, podia estar apalabrado cou esta joven? —Era un joven honrado, respondió Lucia, ruborizándose, pero con acento firme. —Era un joven muy apacible, demasiado apacible era, añadió Inés, y vuestra señoría puede preguntárselo á todo el mundo, incluso al cura. ¡Sabe Dios qué intrigas se ha ,1 ¿acertaron? No, por cierto. Esas dlflcultade desaparecieron conío los fantasmas de Camoens; y el chasco del general Infante fue tan completo, que, sin la guerra do sucesión, que vino á subvertir la situación política entonces creada , de seguro habría tenido que dejar sus huesos muy lejos de la Coronada villa. Esto no es negar que haya alguna diferencia entre las dos empresas, puesto que noiotros somos los primeros en reconocer la que nace, ya de la distancia que media entre el territorio francés y el mejicano, ya de la mayor ostensión, despoblación y falta de comunicaciones de este respecto al de España: es solo decir que de las dificultades que los adversarios de la política franco-mejicana suponen, en su despecho, ha de encontrar la del general Forey, hay que rebajar las tres cuartas partes. Ni ¿cómo ha de presumirse otra cosa después de haber visto que todas las fuerzas del bando juarista no han sido suficientes para .espeler de su territorio á un puñado de tropas imperiales, rechazadas y todo como lo fueron en Puebla, diezmadas y todo por las enfermedades de un clima estraño, como lo han estado durante muchos meses? ¿Cómo ante semejante prueba de impotencia ó impopularidad se ha de temer que el partido que está tiranizando á Méjico pueda oponer una resistencia seria á la ejecución de la empresa de Forey? A nuestros ojos, sí algo hay que temer en este punto, es que se yerre en cuainto á la elección de las personas y de los medios que se empleen para la reorganización del gobierno mejicano. Y decimos que íemer, porque una cosa es que lloremos no sea España quien, k pesar de ser principal interesada y madre cariñosa, haya tomado á su cargo, tan necesaria y benéfica obra, y otra que imitemos á los que , á trueque de ver satisfecho un sentimiento de amor propio, que no tendrá acaso nada do nacional, se mostrarían insensibles ante el tormento de sus compatriotas residentes en Méjico, y la ruina completa da la Iglesia y del pueblo mejicano. Nuestro aprociable colega El Pensamiento Español, después de copiar el suelto quo pu¡Ah, sí! Con razón se figuraba el general •^or QI Morning Post, órgano de lord Palmersbhcamos anteayer contestando á lo que haPavía ver espresada en los- rostros de nuestros ton, á quien todavía hay entre ellos muchos bían dicho los periódicos demócratas sobre la valientes soldados la mas profunda tristeza: que le miran como el oráculo infalible de la Letanía Laurelana, se espresa así: de seguro que sin conocer el sihi non slrin- diplomacia; pero permítanos el general Infan«Conformes en un todo con lo que en el antegere licu,isse gladium de Tácito, todos ellos te recordarle un suceso de otra época de su rior artículo se dice, debemos, sin embargo, añasufrirían lo que los soldados romanos en vida política quo debo hacerle ahora descon- dir, en pruelia de imparcialidad, que algún fundamento tiene la noticia que, si bien algo desfilas horcas candínas; y mayor habiia sido su fiar en gran manera de su juicio y de la pers gurada, han dado á los diarios democráticos. tristeza de haber conocido lo quo signifi- picacía de la pérfida Albion. Nos referimos al «Nosotros lo confesamos ingenuamente, hemos caba el ofrecimiento (¡eneruso de los in- visto en España el año 1823. Es seguro que tenido gancho para las ofrendas á Su Santidad, y gleses, lo cual por este hecho 1 istórico so el general Infante, como todos los suyos , y este gancho fue Las Novedades. »El primer donativo que se recibió en nuestra puede apreciar: en la campaña del Bálti- que la astuta diplomacia inglesa, como el redacción para aquel santo objeto, fue el de un co, cuando el general francés Baraguay d'Hí- príncipe de la Meutira, Talleyrand, creyeron lector del citado diario progresista, que, enterallíers tomó á Bomarsund con ocho mil solda- entonces quo la empresa del duque de Angu- do de nuestro propósito al leer, copiado en la dos, encontrándose amenazado por un cuerpo lema tropezaría con grandes dificultades; pero gacetilla bajo el epígrafe de Capisco, el anuncio t.¿^Ífl{>'t!i.S^-Wr"^Sj2^;-:~.'^í:f:-í'f::-:ilí^ 870 En MADRID, en las oficinas de este perUdico, calle del Pez, núm. 6. i;n las provincias , en los puntos qno se anuncian los últimos dias de cada mes. En SAHTIAGO DE CUBA, D. Juan Pérez Dn".ruU y Hermano, calle de las Enramadas. MAÜILA, Sres. Ramírez Giraudier. PARU, Librería Española, casa de IISm«. C. Denne Schmltz, me Fayart, nim. t. 371 ios PBOMBTmOS. brán empleado en Milán contra él! Poca cosa se necesita para que los hombres mas honrados pasen por bribones. —Eso es demasiado cierto, dijo el Cardenal. Yo me informaré de eso. Les hizo decir el nombre y el apellido del joven, tomando nota de ellos, y añadió que dentro de pocos dias contaba ir á su aldea; que entonces Lucía podría ir sin temor, y que en tanto se ocuparía en buscarla un asilo hasta que todo so arreglara del mejor modo posible. Volvióse entonces hacia los dueños de la casa, que al momento avanzaron; les renovó la espresion de su agradecimiento, que ya les habia dirigido por boca del cura, y les preguntó si querían conservar por algunos dias en su casa á los huéspedes que les habia enviado Dios. —¡Oh, sí! ¡Sí, señor! respondió la señora con un tono y un aire que decía mucho mas que sus pocas palabras , ahogadas por la timidez. Pero su marido, animado con la presencia de tal hombre, con el deseo de hacerse honor en tal circunstancia, estudiaba con gran afán una hermosa respuesta. Su frente se contrajo, i&ST^ntuTfXS^BSKWMI 374 tos PBOVEnoos. —Oh, si, muchos, muchos. Se hace lo que se puede; pero ¿cómo se ha de poder luchar cou tiempos tan duros? —Haced que á esos les vista á mi costa, y pagádselo bien. Es verdad que este año todo el dinero que no se gaste en panjparece perdído, pero este es un caso particular. No queremos concluir la historia de esto día, sin contar sucintamente cómo lo terminó el Desconocido. Al volver esta vez á su casa, ya la noticia de su conversión le habia precedido: habia circulado por todas partes, escitando una sorpresa y una oscitación difíciles de pintar. Iba haciendo señales para que le siguieran á todos los bravos que encontraba en el camino, y estos marchaban detras de él, sujetos á una inquietud nueva, pero con su obediencia acostumbrada. Su comitiva crecía á todos momentos. Llega por fin al castillo; hace una señal á los que se encontrabau en la puerta para que le siguieran como los otros; entra eu el primer patio, y allí, permaneciendo siempre á caballo, dio un grito terrible, señal habitual á la cual acudían todos aquellos de los suyos que llegaban á oírlo. En un momento, todos los quo andaban por el castillo se apresura- LOS pRomniK». 367 presa y de vergüenza. Pero el acento de aquella voz, el continente, y, sobre todo, las palabras do Federico, las tranquilizaron eu seguida. — ¡Pobre niña! dijo: Dios ha permitida que os vierais sometida á una gran prueba; pero bien os ha hocho ver quo tenia su mirada sobre vos, que no os ha olvidado nunca. Os ha salvado, y se ha servido do vos para realizar una grande obra, para hacer una gran misericordia á uu hombre, y aliviar á otros muchos á un mismo tiempo. En esto la dueña de la casa entró en el cuarto. Al oír el ruido de la calle se puso á la ventana, y al ver qué personaje entraba en su casa, habia bajado la escalera á toda prisa, después de haberse arreglado un poco. El sastre entró casi al mismo tiempo por otra puerta. Al oir la conversación entablada, pusiéronse en orden con silencio respetuoso. El Cardenal, despuL-s de haberles saludado con mucha política, continuó hahlaado con las dos mujeres. Mezclaba á sus consuelos algunas preguntas para tratar de encontrar en sus respuestas ocasión de hacer bieu k quien tanto habia sufrido. —Seria preciso que todos los sacerdotes fuetono Ht 46