clonación humana: implicaciones biológicas y éticas

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Bustos Jaimes I, Castañeda Patlán C, Oria Hernández J,
Rendón Huerta E, Reyes Vivas H, Romero Álvarez I,
(eds). Mensaje Bioquímico, Vol XXXII. Depto de
Bioquímica, Fac de Medicina, Universidad Nacional
Autónoma de México. Cd Universitaria, México, DF,
MÉXICO (2008).
(http://bq.unam.mx/mensajebioquimico)
(ISSN-0188-137X)
CLONACIÓN HUMANA: IMPLICACIONES BIOLÓGICAS Y ÉTICAS
Horacio Merchant Larios
Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM. Apdo.Post. 70228
Ciudad Universitaria; México D.F. CP 04510
Tel. 56 22 38 33, Fax 56 22 38 97
[email protected]
Resumen
El objetivo principal del presente ensayo es comunicar algunas reflexiones personales
sobre las implicaciones éticas inherentes a la investigación sobre clonación. Asimismo, pretendo
explicar en forma somera en qué consistieron los experimentos de clonación y el contexto del
conocimiento biológico en que se llevaron a cabo. He intentado evitar el exceso de tecnicismos
en aras de la claridad en la exposición, considerando que la mayoría de los lectores no sean
biólogos, sino estudiosos de otras áreas del conocimiento interesados en formarse una idea
sobre la clonación como concepto biológico y el potencial biotecnológico de la clonación
combinada con la derivación de células troncales con posibilidades terapéuticas abre una nueva
área del conocimiento en lo que se denomina la medicina regenerativa.
La sociedad nos demanda con frecuencia para qué sirve lo que investigamos y no faltan
opiniones temerosas de que el avance del conocimiento en ciertas áreas de la biología, conlleve
efectos negativos para el ser humano en particular y la humanidad en general. Los juicios éticos
y morales, al igual que cualquier acto encaminado a la toma de decisiones, posiblemente sean
más acertados en función de la mayor información que se tenga para emitirlos. Considero que la
información científica honesta, desprovista en lo posible de prejuicios, puede ayudar a los
humanistas en su búsqueda por establecer criterios para evaluar las implicaciones éticas y
sociales derivadas de los avances del conocimiento científico. Es en este contexto que se ubica
también el objetivo del actual ensayo.
Palabras clave: clonación humana, bioética, células troncales.
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MENSAJE BIOQUÍMICO, Vol. XXXII (2008)
Abstract
The main goal of the actual article is to communicate my personal point of view about the
ethical implications on mammalian cloning. Furthermore, I intend to briefly explain the cloning
experiments and the biological context in which they were made. Wherever possible the use of
scientific jargon is avoided considering that most readers may not be developmental biologists
but professionals of other fields interested in animal cloning as biological concept and its
biotechnological importance if combined with stem cell derivation for the new field of regenerative
medicine.
People frequently question scientist on the utility of their research and even more, several
are afraid that some kind of knowledge represents a true danger for humankind. Ethical and
moral judgments for decision taking actions may be wiser if based on comprehensive information.
Honest scientific information devoid as much as possible of ideological and religious
prejudgments may help humanists to norm their criteria to evaluate the ethical and social
implications of scientific advance. Is in this context that the actual assay is also written.
Keywords: human cloning, bioethics, stem cells.
Introducción
Pocas veces un experimento ha despertado tantas expectativas y temores en el gran
público como la clonación de la oveja Dolly relizado en el Instituto Roslin en Escocia [1]. Este
experimento fue difundido por los medios antes de que se publicara formalmente en la revista
Nature, lo cual hizo que muchos investigadores pensáramos que se trataba de la divulgación de
uno de tantos hallazgos “científicos” poco serios que aparecen en los diarios y noticieros con
cierta frecuencia. Al aparecer en Nature, el impacto del estudio también resultó importante en la
comunidad científica. Sin embargo, el logro de Ian Wilmut y colaboradores no fue aceptado con
facilidad por los investigadores y muchos permanecieron escépticos durante un buen tiempo.
Varios meses después de que apareciera esta publicación científica en la revista Nature, tuve
oportunidad de conocer al Dr. Wilmut quien me dió la impresión de ser una persona tímida y
parecía estar francamente asustado por los comentarios generados. En las conferencias Gordon
donde se reúnen especialistas a nivel internacional para discutir los avances en diversas líneas
de investigación, llovieron críticas sobre los resultados publicados por el grupo del Instituto
Roslin. Tampoco faltaron las insinuaciones de que se tratara de un estudio falso. Para fortuna de
los investigadores escoceses, ese mismo año de 1997, en el laboratorio del Dr. Yanagimachi en
Hawai, se logró la clonación de varios ratones, [2] confirmando así, que la clonación de
mamíferos no era un fenómeno aislado.
Definición y antecedentes de la clonación
¿Qué es la clonación? El término deriva del griego y se atribuye a la práctica
desarrollada por agricultores griegos de reproducir algunas plantas cortando y sembrando sus
ramas. Dicha práctica implica la selección genética de un individuo cuyas partes se siembran
conservando su misma identidad. Se trata entonces de una forma de reproducción asexual que
requiere la intervención del hombre para llevarse a cabo.
En la biología moderna, el término clonar se usa no sólo para referirse a la reproducción
de organismos. En los laboratorios se clonan genes (fragmentos de ADN) y células aisladas de
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organismos multicelulares. En todos los casos se trata de la multiplicación de una entidad
biológica (gene, célula o individuo) obteniendo réplicas de ella.
En la naturaleza es común encontrar especies asexuales cuya multiplicación no requiere
la participación de dos individuos (reproducción sexual), la diferencia con la clonación sin
embargo, es que esta última implica la intervención humana. La clonación conlleva una intención
utilitaria encaminada a obtener beneficios en general económicos.
Aunque los experimentos de clonación de la oveja Dolly en 1997 mostraron interés
mundial [1], los biólogos del desarrollo sabíamos de resultados semejantes obtenidos en anfibios
desde 1952 [3]. En mis clases de Embriología discutíamos los fascinantes trabajos llevados a
cabo por Briggs y King con una especia de rana (Rana pipiens) quienes intentaban responder
con ellos a preguntas básicas sobre el inicio del desarrollo [4]. Como suele ocurrir en la ciencia,
los avances logrados por esos estudios tienen antecedentes en otros previos publicados en 1938
por Hans Spemann, utilizando una salamandra como modelo experimental [5].
¿Cuáles fueron las preguntas que motivaron la realización de los experimentos de
clonación?
La Teoría Celular propuesta a finales del siglo XIX, estableció que todos los organismos
están constituidos por células. Se planteó entonces la pregunta de cómo se transmiten los
caracteres hereditarios de una generación a la siguiente a través de una célula.
Los organismos formados por una sola célula (unicelulares) son de dos tipos, los más
simples carentes de núcleo son llamados procariontes (como las bacterias) y los que si lo tienen
son denominados eucariontes (como los protozoarios y algunas algas microscópicas). La
evidencia paleontológica avala la evolución de organismos unicelulares hacia formas
multicelulares (muchas células) que a su vez evolucionaron en formas de complejidad creciente.
Desde un punto de vista reproductivo, las especies de organismos unicelulares se
perpetúan por la simple división de cada uno de sus individuos aunque alternan sus ciclos de
vida con formas de resistencia sexuadas. Sin embargo, la mayoría de las especies animales
multicelulares no se reproducen por simple división. En estas especies las células que
constituyen a cada individuo llevan a cabo un proceso de especialización llamada “diferenciación
celular”. En términos reproductivos, los procesos de diferenciación celular conducen al
establecimiento de dos tipos celulares: las células somáticas y las células germinales [6].
Las células somáticas son aquellas que integran los tejidos del cuerpo del individuo
como la piel, los músculos, las neuronas, etc., en tanto que las células germinales son aquéllas
que originan a los gametos conocidos como espermatozoides en los machos y como ovocitos u
óvulos en las hembras. Weismann propuso que la permanencia de las especies multicelulares
dependía esencialmente de la “inmortalidad” del “plasma germinal” heredado a través de las
generaciones en las células germinales [6]. Aunque en su época se desconocían por completo
las bases moleculares de la herencia, en cierto sentido, el concepto de Wiesmann sigue siendo
válido.
Así, los biólogos de la época de Weismann sabían que la mayoría de los organismos
multicelulares iniciaban su desarrollo a partir del huevo fertilizado (cigoto), que cada especie
tiene un número definido de cromosomas, y que los gametos (espermatozoides y ovocitos)
poseen la mitad de ese número antes de fusionarse en el proceso de fertilización. Finalmente,
también sabían que al dividirse el cigoto para formar el embrión, las células resultantes heredan
una copia de cromosomas similar al de los cromosomas del cigoto. Se sospechaba entonces que
los caracteres heredables de una generación a la siguiente podría estar en los cromosomas.
Entonces, si todas las células del individuo tienen el mismo tipo y número de cromosomas, las
diferencias entre las células somáticas y germinales debería ubicarse en el citoplasma y no en el
núcleo, lugar donde residen los cromosomas.
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La otra pregunta surgió sobre la diversidad de tipos celulares en el cuerpo y la
posibilidad de que cada uno de ellos sea el resultado de la modificación de los factores
heredados en los cromosomas después de múltiples divisiones. Es decir, ¿Hasta qué etapa del
desarrollo los cromosomas conservan la capacidad de formar todos los tipos celulares y con ello
volver a formar un embrión? Tenemos entonces dos preguntas básicas en la biología celular de
los organismos multicelulares, ambas relevantes para entender los procesos de su reproducción
y de su desarrollo.
Con la finalidad de responder a las preguntas planteadas, Briggs y King [3] en Estados
Unidos y John Gurdon y colaboradores [7] en Inglaterra realizaron los experimentos pioneros de
clonación en vertebrados con miras a obtener la primera respuesta a esas preguntas. En ambos
casos se trabajo con anfibios (ranas y sapos) aprovechando el tamaño relativamente grande de
los ovocitos y diseñando métodos ingeniosos para sustituir el núcleo del mismo por el núcleo de
una célula somática. Así, conforme se perfeccionaban los métodos empleados, los resultados
mostraban que los núcleos de algunas células somáticas extraídos de embriones, eran capaces
de activar al ovocito iniciando su desarrollo hasta formar un renacuajo con todos los tipos
celulares (músculo, neuronas, vasos sanguíneos, etc.) de un individuo adulto. Sin embargo,
como los primeros experimentos se hicieron con células embrionarias, todavía se dudaba si las
células somáticas de individuos adultos conservaban la información genética suficiente para
recapitular el desarrollo embrionario. Por fin, John Gurdon en los años 70 demostró, que incluso
núcleos de células tomadas de la piel de un sapo adulto al ser transplantados a ovocitos, son
capaces de conducir su desarrollo hasta renacuajo. Los experimentos mencionados recibieron
poca difusión en los medios por haber sido hechos en ranas y sapos; sin embargo, este hecho a
servido de inspiración en la ciencia ficción. Un ejemplo es la novela de Ira Levin “Los Niños de
Brasil” (1976), ampliamente difundida por F.J. Schaffner con la película del mismo nombre.
Algunos laboratorios intentaron reproducir los experimentos de clonación en mamíferos
empleando al ratón como modelo. Aunque solo un grupo reportó haberlo logrado [8], nadie pudo
repetir los resultados y la publicación fue considerada como fraudulenta. Por estas razones, en el
ambiente científico predominaba el escepticismo sobre la posibilidad de clonar a un mamífero,
incluso algunos investigadores sostenían que la evolución de este grupo impedía que el genoma
de sus células somáticas conservara la capacidad de reprogramación como ocurre en los
anfibios.
Por fortuna en ciencia siempre existe quien que se resiste a aceptar conceptos
aparentemente bien establecidos. Wilmut, Campbell y colaboradores trabajando en el Instituto
Roslin en Edimburgo, trabajaron varios años con la convicción de que era posible clonar
especies de mamíferos con miras a mejorar la producción agropecuaria [1]. En contraste con la
motivación científica que llevó a los experimentos con anfibios, en el Instituto Roslin el interés
prioritario fue económico. Sin embargo, cabe aclarar que el valor científico del éxito logrado por
el grupo, es innegable, al demostrar que la clonación de mamíferos también es posible.
Implicaciones éticas de la clonación
La clonación de la oveja Dolly despertó el temor, amplificado por los medios, de que una
manipulación similar llevara a la clonación de seres humanos. Diversos grupos sociales,
académicos, religiosos y políticos se enfrascaron en una discusión que todavía prosigue, sobre
las implicaciones éticas de la clonación.
En el ámbito académico no cabe ninguna duda sobre lo negativo de prohibir la
investigación sobre la clonación como un medio experimental para entender desarrollo de los
organismos multicelulares. A partir de los estudios en Dolly, se ha logrado la clonación de
múltiples especies de mamíferos, tanto de laboratorio como domésticos. Hasta la fecha se han
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Merchant
reportado la clonación de ratones, ratas, borregos, vacas, cabras, cerdos, conejos, una mula, un
caballo y un perro. Los resultados son todavía poco alentadores en términos de su aplicación
práctica. El costo es oneroso y su eficiencia pobre. Con algunas excepciones, los pocos
individuos clonados que logran nacer, muestran alteraciones en su desarrollo que sobrepasa a
las detectadas en individuos desarrollados a partir del ovocito fertilizado. Por lo tanto, el
consenso de la comunidad científica sostiene que dados los resultados actuales obtenidos con
especies animales, no es éticamente aceptable realizar experimentos de clonación humana con
fines reproductivos.
Por otra parte, la oveja Dolly abrió otro importante frente en la investigación biomédica.
La posibilidad de obtener células embrionarias multipotentes con la misma identidad genética de
un individuo adulto, al menos en teoría, es una gran promesa para algunos pacientes. Siendo el
rechazo inmunológico el mayor obstáculo en los transplantes de órganos y tejidos, se esperaría
que células obtenidas por clonación, no evocaran la reacción del organismo ante tejidos
extraños. Aunque es evidente que la veracidad de la hipótesis está todavía por verificarse, es
también obvio que la única forma de apoyarla o refutarla es la realización de experimentos.
Si bien se está avanzando con el empleo de modelos animales, tarde o temprano los
resultados tendrán que confrontarse con experimentos realizados en la especie humana. Los
científicos estamos plenamente conscientes de la existencia de patrones de desarrollo y
diferenciación celular comunes a todas las especies. Sin embargo, nos es claro también, que hay
atributos y mecanismos característicos cuya diversidad implica un conocimiento específico para
cada una de ellas como es el caso de la especie humana.
Es obvio que llevar a cabo un diseño experimental empleando animales es muy diferente
a las serias limitaciones éticas inherentes a la investigación en humanos. En mi opinión, al
menos dos aspectos deben considerarse en el terreno de la ética: la ética científica y la ética
médica.
La ética científica
En la comunidad científica se manejan criterios éticos bien establecidos a nivel
internacional. El más obvio, aunque no siempre respetado, es el manejo honesto de los
resultados obtenidos tanto en la observación como en la experimentación. La selección de
aquellos datos que apoyen una idea preconcebida en detrimento de otros que la refuten y/o su
alteración con el mismo fin, son conductas inaceptables. El plagio de ideas y conceptos con
miras a la obtención del reconocimiento de comunidades científicas pequeñas y poco
actualizadas. Por desgracia, esta conducta se ha tornado común en la biología contemporánea
debido, tal vez, al enorme volumen de publicaciones. Con algunas excepciones, los
investigadores jóvenes no encuentran tiempo suficiente para leer las contribuciones clásicas de
su área además de mantenerse enterados de las numerosas publicaciones que aparecen día
con día. Con frecuencia encontramos “papers” donde se atribuyen descubrimientos importantes
a autores que sólo escribieron revisiones en las cuales citan a los verdaderos autores. En estos
casos el autor plagiario no parece ser el culpable, lo es quien por ignorancia, le atribuye al
revisor el descubrimiento.
La charlatanería es un comportamiento que preocupa menos a la comunidad científica
debido a que la ejercen individuos carentes de seriedad y en general ajenos a ella. Si bien su
efecto causa poco o ningún efecto a los investigadores activos, su influencia es importante en los
medios y la sociedad en general. Hay varias formas de charlatanería, la más común puede
leerse y escucharse en forma cotidiana en los medios impresos y electrónicos (emisoras de
radio, internet y TV). Se ofrecen remedios universales para la cura de enfermedades y
padecimientos, algunos de ellos todavía incurables por la medicina alopática. Su permanencia y
popularidad en sectores poco favorecidos es resultado de su bajo precio. Además, la confianza y
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la buena fe de algunos usuarios conduce al alivio de padecimientos psicosomáticos debido al
afecto placebo ejercido por ciertos tratamientos supuestamente “milagrosos”.
Otra forma de charlatanería es la que ejercen individuos o grupos con cierta formación
académica que llegan a ocupar puestos importantes en la política nacional. De buena o mala fe,
emplean un discurso demagógico en el que prometen aliviar males sociales a través de la
ciencia olvidando los principios básicos de honestidad científica. Si bien es verdad que el
conocimiento científico es indispensable para el progreso, su aplicabilidad depende de
circunstancias históricas y sociales propias de cada país. Una política científica aceptable debe
partir del reconocimiento de la realidad concreta, con miras a la solución de problemas en
función de los recursos humanos y materiales disponibles. Sin tal reconocimiento, es claro que
las promesas de científicos con cargos administrativos, resultan semejantes a la de muchos
políticos profesionales cuya meta primordial es alcanzar o mantener el poder.
La ética médica
Dada la dinámica de la actividad científica contemporánea, no parece posible detener la
expansión continua del conocimiento. Es decir, la investigación en biología empleando modelos
animales, encaminada a elucidar los mecanismos que controlan los procesos vitales del
desarrollo, la función y el comportamiento e interacción de los seres vivos es un fenómeno que
no puede, ni debe detenerse. Sin embargo, es obvio que la experimentación con seres humanos
requiere de criterios y reglamentos mucho más estrictos que los empleados para modelos
animales. La aprobación de un protocolo de investigación debería ser responsabilidad de al
menos un comité de ética que se espera, esté integrado por miembros de integridad moral
reconocida por su comunidad. Una de las condiciones básicas, es que los pacientes sean
informados con claridad del tipo de investigación que se pretende realizar y firmen su aceptación
para participar en el proyecto. Otro aspecto importante es el de no ofrecer ningún tipo de pago a
los pacientes participantes evitado así la realización de experimentos con individuos presionados
por su necesidad económica. Los médicos deberán informar con claridad a los pacientes sobre
los riesgos que implica cualquier intervención quirúrgica o farmacológica sobre su integridad
personal y la probabilidad real de éxito que tiene el proyecto de investigación.
Diferencias entre las clonaciones reproductiva y terapéutica
En el caso de la clonación reproductiva, los resultados obtenidos hasta ahora en
modelos animales, indican una alta tasa de mortalidad fetal y alteraciones en el desarrollo de los
individuos clonados. De manera que en el estado actual del conocimiento, resulta inaceptable la
aprobación de cualquier protocolo de investigación cuya meta sea implementar una tecnología
para clonar humanos.
No obstante, la investigación para avanzar en la llamada clonación terapéutica, al menos
desde mi punto de vista, tiene implicaciones éticas diferentes. Se trata de clonar células y no
individuos. Es decir, aprovechando la capacidad que tiene el ovocito para ”reprogramar” al
genoma de una célula somática, es posible obtener células con la misma identidad genética de
un paciente que requiera reemplazar un tejido dañado. Al menos en teoría, se espera que las
células troncales así obtenidas, no sean rechazadas al ser transplantadas al paciente donador.
El problema ético planteado por la clonación terapéutica, tiene que ver con el "sacrificio"
de un embrión humano en aras de aliviar el padecimiento de otro. Para aquellos que consideran
que el blastocisto humano generado por transplante nuclear, es un ser humano con derechos y
dignidad idénticos a cualquier ciudadano, les resulta obvio que su empleo con fines terapéuticos
debe considerarse criminal.
Sin embargo, cabe recordar que en contraste con el blastocisto desarrollado a partir de
una fertilización natural, el blastocisto clonado es resultado de una manipulación experimental
inexistente en la naturaleza. La posibilidad de que el blastocisto reconstruido por transplante
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Merchant
nuclear desarrolle un ser normal es muy poca. En cambio, su potencialidad para generar células
troncales embrionarias es muy grande. De manera que el problema ético debería plantearse en
términos del beneficio para el paciente, en lugar de enfatizar posiciones religiosas referentes a
una supuesta base biológica para sustentar la dignidad humana. No es posible sustentar con
seriedad el concepto de dignidad humana refiriéndose a la biología como ciencia. La biología
aporta conocimiento que nos permite entender los diversos procesos biológicos que explican la
vida como un todo. En ese sentido, la evidencia científica indica que la especie humana, posee
algunas características propias y muchas otras que son comunes a las demás especies.
En mi opinión, existe confusión en la actual polémica sobre la correlación entre el
conocimiento de los fenómenos biológicos y el conocimiento derivado de la reflexión filosófica a
través de la historia. El hombre como ser pensante ha emitido diversas ideas para tratar de
explicar su ubicación en el universo. Los grupos humanos que lograron integrar una cultura
dejaron testimonios respecto a su visión de la naturaleza que se convirtieron en verdades
sacralizadas por la tradición. Los grupos en el poder se adjudicaron ser los poseedores de
verdades reveladas, establecieron reglas tendientes a descalificar o eliminar a los disidentes. En
las culturas judeo-cristianas, predominantes en occidente, existen diversas posiciones respecto a
la prohibición de la clonación. Los que reprueban tanto la reproductiva como la terapéutica, los
que piensan que sólo debe prohibirse la reproductiva y aquellos que aceptan los dos tipos de
clonación. El debate se da tanto al interior de cada país como en los foros internacionales entre
los supuestos representantes de los países. Es claro que el debate puede llegar a convertirse en
un diálogo de sordos cuando cada grupo o individuo está convencido que su verdad tiene un
valor absoluto porque está escrita en un documento sagrado. Aunque los científicos no estamos
exentos de asumir actitudes similares, en general las posiciones dogmáticas son inaceptables en
la comunidad científica. La naturaleza misma de la ciencia implica una actitud abierta a los
cambios para explicar los procesos naturales sin detenerse en la búsqueda de verdades
absolutas.
Es común entre los opositores a todo tipo de clonación, confundir, voluntaria o
involuntariamente los conceptos de “inicio de la vida humana” con el de “inicio de la dignidad
humana” durante el desarrollo embrionario. Pretender establecer la etapa del desarrollo en que
el embrión adquiere su dignidad humana y con ella sus derechos ciudadanos, en términos
puramente biológicos, en mi opinión, resulta absurdo. Considerando que los experimento con
animales demostraron que al menos algunas células somáticas de un individuo adulto contienen
la información genética completa para originar otro individuo, queda claro que lo mismo puede
ocurrir en humanos. Es decir, la información contenida en el núcleo de nuestras células (el ADN)
posee la “capacidad” para ser clonada y desarrollar un nuevo individuo con nuestra misma
información genética. La práctica de cultivar células humanas en el laboratorio se ha llevado al
cabo desde hace más de 70 años y, con algunas excepciones, no se cuestionó, ni se cuestiona
la facilidad de su clonación en el laboratorio por tratarse de células aisladas.
Sin embargo, muchas de las personas de las que se tomaron las líneas celulares que
aún se mantienen vivas en el laboratorio, fallecieron hace años. De manera que el concepto de
vida y muerte en términos de continuidad genética carece de sentido. Miles de millones de
células mueren en nuestro cuerpo desde el inicio del desarrollo como parte de un proceso
natural. Cada una de ellas fue depositaria de la información genética heredada del padre y la
madre del individuo al que perteneció y son eliminadas para conservar la salud del individuo. Si
la muerte del ser humano se refiere a la del organismo individual y no a la continuidad genética
de sus células, estamos hablando de dos cosas muy diferentes. La identidad ontológica del ser
humano implica una historia única de experiencias vividas y la concepción que de ellas adquiere
de acuerdo con su carga genética que a su vez, también es única e irrepetible. De manera que la
clonación ontológica del ser humano es imposible con la simple clonación de sus genes, lo cual
en el caso de la clonación terapéutica, se refiere exclusivamente a la clonación de sus células.
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El dilema de la clonación en México
En el contexto de la aprobación del denominado Instituto Mexicano de Medicina
Genómica, el Senado de la República rechazó la prohibición de investigar con células troncales
embrionarias propuesta por la Cámara de Diputados. El resultado fue recibido con beneplácito
por la mayoría de la comunidad científica que veía amenazada la libertad de investigación por
grupos políticos que de buena o mala intención pretenden erigirse como representantes de la
iglesia católica, culto religioso mayoritario en el país.
En mi opinión, los políticos que actúan con buena intención son aquellos que creen que
el Sumo Pontífice, al prohibir la experimentación con células troncales humanas, expresa la
voluntad de Dios, por lo que su opinión es irrefutable. Estamos ante un acto de fe que norma una
ética religiosa a todas luces respetable. El problema, sin embargo, es menos claro cuando las
creencias de políticos bien intencionados se imponen por la fuerza (aunque sea la de la ley) a los
que no profesan la misma fe religiosa o ninguna otra. Penalizar la actividad científica en áreas
como la clonación, sin tomar en cuenta el consenso de una sociedad bien informada, no
parecería estar de acuerdo con la época en que vivimos.
Los principales argumentos de los que están en contra de prohibir todo tipo de clonación
se centran en una discusión en torno a la “dignidad humana”. En mi opinión, es obvio que un
concepto de tal naturaleza trasciende con mucho los límites de una discusión científica seria. Los
argumentos de la discusión se refieren a apreciaciones culturales referentes al bien y el mal.
Aunque necesarios para mantener la cohesión y la estabilidad social de grupos humanos, las
decisiones las imponen grupos transitorios en el poder quienes, sobre todo en los países
subdesarrollados, ignoran cualquier evidencia científica que contravenga sus prejuicios
personales.
Los políticos cuya prioridad sea conservar o alcanzar el poder son los que buscan
ventajas electorales partidistas al margen de cualquier posición ética, la cual, es utilizada como
un simple medio para su fin prioritario. Parten del hecho de que en un país como México, con
electores mayoritariamente católicos, las votaciones les serán favorables si apoyan la posición
de la Iglesia Católica, haciendo de ésta una valiosa aliada. Resulta obvio que cuando la
estrategia política tiene como fin principal el conservar el poder o intentar obtenerlo para un
individuo o grupo, es poco probable que una discusión basada en principios éticos genuinos se
imponga a los intereses partidistas. En México, como en el resto del mundo hay buenos y malos
políticos y la decisión final que tome el Congreso, dependerá del balance entre unos y otros.
Clonación Terapéutica: Lecciones de la Investigación Coreana
Al margen de cualquier discusión religiosa sectaria, creo que es posible reflexionar
seriamente sobre los problemas éticos planteados por la clonación de embriones humanos. El
sonado éxito del grupo coreano para generar células troncales a partir de blastocistos humanos
clonados [9,10], abrió nuevamente la polémica. En contraste con la controversia anterior,
centrada en los derechos humanos del embrión y su potencialidad del para originar a un ser
humano (discutido en [11]) que se dió en los medios, iglesias y grupos de activistas políticos,
esta vez la discusión es entre las comunidades científica y humanista. Ya no se trata solamente
de evaluar la calidad del diseño experimental y la honestidad con la que se presentan y discuten
los resultados pubicados, sino la forma en que se obtuvieron los ovocitos humanos en el estudio
coreano.
En principio, se asume que los experimentos con humanos deben contar con la
aprobación de un comité de bioética local que deberá asumir además, la responsabilidad de que
se cumpla un reglamento de bioética. Por ejemplo, se espera que el uso de células obtenidas
directamente de pacientes lleve implícita la protección de los derechos y el bienestar de las
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Merchant
participantes en el proyecto de investigación. Una clara violación sería el empleo de cualquier
forma de presión para obligar a la donadora a participar en el experimento para usar sus
ovocitos. La evidencia de que los derechos humanos de la donadora no han sido violados, es un
documento firmado por ella, donde manifiesta su pleno conocimiento del estudio y los peligros
para su salud inherentes al tratamiento al que será sometida para obtener los ovocitos. Sin
embargo, sobre todo en países del tercer mundo, la necesidad económica propicia que algunas
personas “donen” sangre, semen, y posiblemente ovocitos a cambio de una cierta remuneración
que alivie parcialmente su apremiante situación económica. Aunque a nivel individual la
participación del donante parecería voluntaria, en realidad, si consideramos a la pobreza como la
consecuencia de una sociedad injusta, no es exagerado afirmar que se trate de una forma de
donación forzada. La forma en que se ha resuelto el problema, al menos en algunos países del
llamado primer mundo, es la prohibición de cualquier forma de pago a los individuos donantes de
órganos, tejidos o células destinados a la investigación científica.
Los peligros para la salud de las mujeres donantes de ovocitos se relacionan con el
tratamiento hormonal y la cirugía a la que son sometidas. Los peligros van desde simples
molestias hasta situaciones de gravedad que ponen en peligro la vida de la paciente. En
condiciones normales, un solo ovocito es expulsado por el proceso de ovulación cada mes. Sin
embargo, para los experimentos de clonación terapéutica, es necesario provocar ovulaciones
múltiples para obtener de 12 a 20 ovocitos. El tratamiento hormonal para ese fin puede provocar
el llamado “síndrome de hiperestimulación ovárica” causante de dolor severo, falla renal,
esterilidad o incluso la muerte [12]. Resulta necesario que las potenciales donadoras de ovocitos
sean plenamente informadas del riesgo al que se exponen como participantes de un proyecto de
investigación cuyo fin primario es el avance del conocimiento.
En contraste con el estudio realizado en Estados Unidos, en el que participaron tres
donadoras con menos de 20 ovocitos [13] en el experimento coreano participaron 16 voluntarias
con 242 ovocitos que en cierta forma fueron la base del éxito reportado. Sin embargo, la forma
en que las voluntarias fueron reclutadas ha despertado sospechas y fuertes críticas dentro y
fuera de Corea. Una estudiante de doctorado y coautora de la publicación del artículo en
Science, manifestó que ella, y otra participante del equipo de investigación coreano, aportaron
ovocitos para el estudio. Aunque es muy posible que dicha participación haya sido voluntaria,
surge la duda sobre el beneficio académico obtenido por las donadoras al aparecer como
coautoras en una publicación de alto prestigio. Al respecto, como se mencionó antes, las normas
de bioética de algunos países establecen que los participantes no deben obtener beneficios
personales.
La Asociación Coreana de Bioética presionó a la Comisión Nacional de Derechos
Humanos del mismo país para que investigara exhaustivamente si el desarrollo de la
investigación del grupo del Dr. W. S. Hwang en la derivación de células troncales humanas, se
apegó a la legislación vigente [14]. Al respecto, parecen no haber encontrado violaciones de
ningún tipo, como lo demuestra la continuación de la misma línea de investigación por parte del
mismo grupo en la Universidad de Seúl [10].
La experiencia coreana en el desarrollo de metodologías para derivar células troncales
embrionarias humanas (CTEH) con alta eficiencia, los ha colocado a la cabeza de esa línea de
investigación a nivel internacional. Aunque el empleo terapéutico del conocimiento obtenido es
todavía lejano, es innegable el valor de los avances obtenidos por ellos. Han demostrado
además, que es posible derivar CTEH de pacientes cuyo padecimiento es difícil o imposible de
curar actualmente. Desde un punto de vista estrictamente científico, no cabe duda que los logros
obtenidos por el grupo del Dr. Hwang en Seúl representan un evidente avance al establecer
nuevos paradigmas para el conocimiento de ciertos padecimientos cuyo tratamiento es limitado o
inexistente. Es probable que las autoridades religiosas y civiles hayan debatido intensamente
sobre las implicaciones éticas inherentes a los estudios realizados en su país. Aunque la
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decisión para abstenerse de prohibir la investigación que mantiene a Corea del Sur como líder
en el área podría considerarse acertada, el debate sigue abierto a nivel internacional.
Nota: El ejemplo arriba discutido fue escrito antes de darse a conocer el enorme fraude
en que incurrió el Dr. Hwang al publicar resultados falsos [15]. Aunque lamentable, es un claro
ejemplo de la eficacia de la comunidad científica para poner en evidencia a individuos que
anteponen sus ambiciones personales a la búsqueda de la verdad que debe ser el interés
prioritario del verdadero científico.
Para concluir el presente ensayo, considero necesario reiterar mi posición ante el dilema
ético planteado por la clonación humana. El motivo prioritario de la ciencia para entender mejor a
la naturaleza en todas sus manifestaciones sigue siendo válido. Es difícil aceptar una razón
válida para “prohibir” que avance el conocimiento en alguna área científica con el argumento de
que representa un “peligro” para la humanidad. Sin embargo, la forma en que se realizan los
experimentos en seres vivos, en particular en humanos, sin duda requiere de estrictas
consideraciones éticas. Asimismo, el empleo del conocimiento científico (investigación
tecnológica) con fines militares o de lucro en beneficio de grupos poderosos, sin duda requiere
también de profundas consideraciones éticas encaminadas a legislar sobre los límites que la
sociedad debe poner a la aplicación del conocimiento científico.
Referencias
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Merchant
Semblanza del Dr. Horacio Merchant Larios
Dr. Horacio Merchant Larios especialista en biología
del desarrollo y de la reproducción, ha trabajado por más de
30 años en aquellos órganos, células y moléculas
participantes en la diferenciación sexual de distintas
especies de vertebrados. Investigador emérito de la UNAM y
recientemente galardonado con el Premio Universidad
Nacional en Investigación en Ciencias Naturales, Horacio
Merchant es un investigador reconocido en su área a nivel
internacional. Sin embargo, cuenta que a partir de la
popularidad de temas como la clonación y las células
troncales "saltó del anonimato a la popularidad a nivel nacional", ya que ambos temas se
vinculan directamente dentro de la biología del desarrollo. Horacio Merchant recibió el año
pasado un reconocimiento por su trascendental contribución al desarrollo y consolidación de la
Biología de la Reproducción en México, por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y el
Programa Universitario de Investigación en Salud.
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MENSAJE BIOQUÍMICO, Vol. XXXII (2008)
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