Atala y Guatimoc : (tragedias en verso)

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POR
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BIBLIOTECA
ALDEANA
DE COLOMBIA
ATALA
y
GUATIMOC
(TRAG\;DIA$ \;N V\;R$O)
POR
jOSE FERNANDEZ MADRID
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SELECCION SAMPER ORTEGA DE
LITERATURA
COLOMBIANA
PUBLICACIONES DEL
MINISTERIO
DE EDUCACION
NACIONAL
Editorial Minerva. S. A.
1936
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DON JOSE FERNANDEZ MADRID
EXTRACTO DE LA «BIOGRAFIA
MADRID",
DE DON }OSE
POR CARLOS MARTINEZ
FERNANDEZ
SILVA
En 1777 vino don Pedro Fernández Madrid
al Nuevo Reino de Granada en calidad de
sustituto o subdelegado general del regente
visitador Piñeres, y en desempeño de este encargo se estableció en la ciudad de Cartagena,
donde contrajo a poco matrimonio con doña
Gabrie1a Fernández de Castro, hermana de
la esposa del general Narváez y viuda de un
señor Díaz Granados, de Santa Marta, de
donde también era ella natural.
Fruto de este matrimonio fue el personaje
de esta biografía, quien vio la luz en la ciudad de Cartagena, el 19 de febrero de 1789.
A la muerte de don Pedro entró su viuda
en el goce de la pensión ordinaria de montepío; y merced a este recurso y a otras dos
pensiones que le señalaron el rey y sus parientes de Méjico, pudo proveer a la esmerada
educación de sus hijos don Felípe y don José,
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quien cruzó la beca del colegio mayor de Nuestra Señora del Rosario de Bogotá. en el año
de 1800, y tan pronto como se recibió de colegial empezó a distinguirse entre todos sus
condiscípulos, quienes hacían memoria de que
las primeras conclusiones de medicina que hubo en el colegio fueron espontáneamente sostenidas por él, mediante cuatro meses de estudio privado, para que no quedase en aquel
año desairado el claustro cuya beca vestía.
Otros recordaban que, a pesar de su débil
constitución y corta edad, todo el que bajaba
muy de madrugada las escaleras veía en el
descanso de ellas, encorvado, al joven filósofo,
tiritando de frío bajo la trémula luz de la
lámpara expirante. Varios se hacían lenguas
ponderando la impresión causada por su primera composición poética, que fue una elegía
a una riña de ,gallos de los colegiales, mterrumpida por la súbita aparición del vicerrector; y en fin, hablando de las dotes de su corazón, que eran tan dulces y vivas, como
brillantes y variadas las de su entendimiento,
todos convenían en que de los epítetos dados
por el patriarcal Joaquín Camacho a los alumnos selectos de ambos colegios que componían
la sociedad del buen gusto, ninguno fue tan
acertado como el que aplicó a don José, denominándolo siempre el sensible Madrid.
Nuestro joven escolar dedicóse con ahinco
al estudio de los poetas españoles, que llega-
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ron a serie familiares; y no contento con esto,
deseó ardientemente conocer las literaturas extranjeras, y logró adquirir una biblioteca bastante completa de los mejores autores franceses, entre los cuales debieron de figurar los
enciclopedistas, muy en boga entonces, por
desgracia.
Terminados los cursos de humanidades, Madrid se dedicó al estudio del derecho canónico,
en el que obtuvo el grado de doctor; pero,
llamándcile fuertemente la atención el estudio
de la medicina, cursó luégo en esta facultad,
,en la cual alcanzó también el doctorado.
Antes de cumplir veinte años recibió los
grados correspondientes en ambas facultades.
Su buen nombre se aumentó poco después con
su interesante Memoria sobre la naturaleza,
..causas y curación del coto, que corre publicada en el Semanario del Nuevo Reino de Granada.
Enrolado así Madrid en el escogido grupo
de los hombres que dirigían el movimiento
científico de la colonia, regresó a la edad de
veinte años, a Cartagena, su patria, donde se
dedicó al ejercicio de la medicina, llegando en
breve a adquirir gran reputación en el arte de
curar. Pronto se vio distraído en parte del
ejercicio de su profesión por el movimiento
revolucionario de 1810, en el cual cooperó con
el mayor entusiasmo y fervor, en unión de
.carda Toledo, Del Real, Torices y los demás
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próceres de la heroica Cartagena. En unión
del último fundó el periódico llamado El Ar¡!,OS, que luégo siguió redactando en Tunja y
Santafé, asociado al señor Castillo y Rada, y
que más tarde tornó a publicar en La Habana con el mismo título.
El primer documento público en que se ve
figurar el nombre de Madrid es una representación en que el general Nariño lo comprendía entre ocho o diez fiadores que presentaba
para obtener su excarcelación; y el primer
empleo de importancia que, según parece,
ejerció, fue el de síndico o procurador general
de la provincia. Oesempeñándolo y ocupando
con tal carácter un asiento en la junta suprema de Cartagena, recibió de ella el peligroso
encargo de contener el regimiento denominado
El Fijo. que. amotinado, pretendió el 4 de febrero de 1811 desconocer y destruir el nuevo
orden de cosas.
Madrid, que había sido nombrado representante del pueblo a la convención general de
la provincia de Cartagena, recibió poco después, de este mismo cuerpo, el encargo de representar la provincia en el Congreso de]a
Unión. Corridos pocos días de la instalación del
congreso, se le ve ya desempeñando papel prominente en aquel cuerpo a principios del año
de 1813. Dirimir las disensiones fue su principal y constante ocupación en los años 1812,
1813 y 1814. Es, pues, natural, que en él se
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fijara el congreso cuando hubo de nombrar el
comisionado que debía entenderse con el de
Cundinamarca para ver de arreglar la federación de una manera que la hiciese fuerte y
respetable. Los dos negociadores suscribieron
ron el pacto de 11 de agosto de· 1814, que así
como fue el último, fue también el más importante de los que se celebraron en el curso
de aquellas patrióticas negociaciones.
Malogrado este plan de arreglo, porque el
presidente de Cundinamarca, don Manuel Alvarez evadió su ratificación, Madrid remitió
a la consideración del congreso las mismas bases en forma de proyecto de ley, las cuales
fueron aceptadas con muy pocas variaciones
por decreto de 23 de septiembre de 1814. Los
señores García Rovira, Rodríguez Torices y
J osé Manuel Restrepo fueron elegidos para
componer la comisión gubernativa creada por
dicho decreto; mas como todos ellos estaban
ausentes, se hizo elección de sustitutos, y Madrid fue uno de los tres individuos en quienes se depositó provisionalmente el ejercicio
del supremo poder ejecutivo.
Nariño prisionero en el sur y sus fuerzas
derrotadas , Venezuela completamente perdida
y Solí var prófugo: tal era la situación pública cuando estalló la segunda guerra civii entre
los gobiernos de la Unión y de Cundinamarca.
Aquél hizo venir a Tunja una columna de 800
hombres, restos de la expedición de Bolívar sobre
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to
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Venezuela en 1813, y a esta división se unió en
Pamplona el mismo Bolívar, quien se había
puesto en marcha desde Cartagena, a vindicarse
ante el congreso de las calumnias propaladas
contra él por el general Manuel Castillo.
A pesar de sus reveses, Bolívar fue recibido
por el gobierno de la Unión como un triunfador; se le confirió el ascenso inmediato y se
le nombró jefe del ejército destinado a obrar
sobre Santafé. Quien tomó más empeño en levantar en aquellas desfavorables circunstancias
el prestigio del futuro libertador de Colombia
fue el señor Madrid, 10 cual es una prueba inequívoca de su penetración política. Bolívar reconoció y agradeció siempre la patriótica decisión de Madrid, y ambos fueron fieles hasta
el sepulcro, a que en un mismo año descendieron, a la amistad que entonces se inspiraron.
En los ratos de ocio que le dej aba la diplomacia durante la dilatada misión de paz que
había desempeñado en Santafé en 1813, conoció Madrid a la que en julio de 1815 había
de ser su esposa, doña Francisca Domínguez,
dama de excepcionales
prendas y una de las
más cultas y espirituales que ha conocido la
sociedad bogotana.
En el año últimamente citado, juzgó el congreso que el único modo de comunicarle vitalidad y energía a la causa agonizante de la
república era suprimir el triunvirato ejecutivo.
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Llevóse a cabo esta reforma sin resistencia,
y don Camilo Torres fue nombrado presidente de las Provincias Unidas, por un término
de seis meses. En pos del cambio en la forma
del gobierno, vinieron la ocupación de Cartagena por Morilla, la derrota de Mantilla en
Cúcuta y la de García Rovira en Cachirí. Empezaban a oírse los dobles fúnebres que anunciaban la próxima muerte de la república.
Agobiado por tamaños reveses, don Camilo
Torres renunció la presidencia, y el congreso
nombró en su lugar a don José Fernández
Madrid, e! 14 de mayo de 1816, con las mismas facultades extraordinarias concedidas a
don Camilo Torres.
Resignándose, pues, como e! médico a quien
se llama a la cabecera de un moribundo, cuyo
estado desesperado reconoce y pone de manifiesto a los parientes y allegados, entró Madrid en e! ejercicio de la presidencia; y apenas
posesionado de ella, el congreso, de propio
acuerdo, le ordenó abrir negociaciones con
los jefes españoles y entregarles el país. tratando de recabar las condiciones más favorables para los pueblos. La única fuerza medianamente organizada con que contaba el gobierno
estan;:! ¡::¡c~mt()m'lrl;:¡
en el puente ReRI rle Vp.lel',
a las órdenes del general Manuel Serviez y
de! coronel Francisco de Paula Santander.
Aquella fuerza, restos de la derrota en CachiTí, se componía de unos 600 infantes y de
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otros tantos jinetes, mal armados y peor disciplinados.
Cuando las avanzadas
realistas avecinaban
al Puente Real, la división de Serviez se replegó sobre Chiquinquirá.
En esas circunstancias salió de Bogotá el presidente Madrid, con
ánimo de ponerse al frente de las tropas republicanas;
pero no pasó de Zipaquirá, sin
duda porque supo allí la retirada del ejército
y porque juzgó que haría más manteniendo el
orden en la capital y preparando
recursos a
la gente que venía del norte.
Cuando la división republicana
retrocedía
sobre Chiquinquirá,
el encargado de llevar los
pliegos a Morillo y Calzada para instaríes a
entrar en negociaciones, se encontró con Serviez, y segG.n las instrucciones
que llevaba,
comunicó a este jefe el objeto de su misión.
Serviez no dejó seguir al comisionado, ni dar
curso a los pliegos, que conservó en su poder;
y habiendo I'v:ladrid dado cuenta al congreso
del resultado
frustráneo
de aquella misión,
enviada en cumplimiento de! decreto del mismo congreso, este cuerpo tomó de nuevo el
asunto en consideración, y después de largo
debate, acordó que «el poder ejecutivo llevara
a efecto la providencia de abrir negociaciones
con el enemigo, imponiéndole
responsabilidad
si no la cumplía.»
Recibido este acuerdo por el presidente, procedió a preparar nuevos oficios para Morilla;
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pero esos segundos pliegos, que no fueron remitidos sino después de la conferencia de l. o
de mayo en Chía, tampoco llegaron por entonces a manos de Morilla, porque fueron interceptados
por las avanzadas
del ejército de
Serviez cerca de Zipaquirá.
Asunto de diferencias entre el presidente Madrid y el general Serviez fue la de la vía que
debería escogerse para emprender la retirada,
convencidos
como estaban todos de la imposibidad de una resistencia seria.
El cabildo de Santafé,
que tanto se había
interesado con el presidente Madrid para que
entablase
negociaciones
de paz con los jefes
españoles, volvió a insistir con mayor encarecimiento y envió a Funza, donde estaba Madrid,
una comisión a suplicarIe
al presidente que
regresara con sus tropas a Santafé y propusiera al jefe expedicionario
una capitulación
para la entrega de la ciudad. Madrid se rehusó en absoluto a dar este paso y se limitó,
venciendo «una mortal repugnancia»,
a comisionar a los señores J osé Domingo Duquesne,
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para
que salieran al encuentro del jefe español, ller1p
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vieran garantías en favor de los consternados
habitantes.
Dado este último paso, emprendió Madrid
la marcha para Popayán el 3 de mayo de
1816. Acompañáronle el batallón Socorro y su
H
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guardia de honor, y siguieron sus pasos algunos de los patriotas comprometidos. Después
de la derrota sufrida por los republicanos en
la Cuchilla del Tambo, Madrid convocó a la
comisión legislativa permanente, creada por
decreto del congreso, de 1.o de abril; y después de exhortarln a que prolongará algún
tiempo más la defensa, reiteró ante dicha comisión la renuncia de la presidencia, que ya
había hecho en la villa de La Mesa y que
renovó desde su llegada a Popayán, fundándose en la necesidad y conveniencia que todos
sentían de que se depositase en un jefe militar
la suma del poder público. Don J osé María Salazar, secretario de la comisión, escribió a Madrid: «La comisión del soberano congreso ha
admitido la renuncia que vuestra excelencia
ha hecho repetidas veceS del empleo de presidente de las Provincias Unidas, como lo verá
vuestra excelencia por el decreto original que
le acompaño.»
Eximido Madrid del gravamen de la presidencia, y habiendo sabido por Caldas y otros
emigrados que no era posible escapar por el
puerto de Buenaventura, por estar aquel litoral invadido por las tropas de Bayer, no quedaba otra esperanza de escapar a los españoles que la muy débil que ofrecía al entonces
intransitado paso por la fragosa montaña de
Barragán. El objeto de los desgraciados fugitivos era trasmontar la cordillera y buscar en
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MADRID-TEATRO
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la provincia de Neiva una puerta de salvación. El grupo nizo su entrada en el Chaparral, que acababa de ser ocupado por un destacamento de realistas, y sabedores de todo
esto a la mañana siguiente los refugiados, en·
contráronse con el comandante del destacamento realista, quien les dio tales seguridades
de protección, que irreflexivamente se dirigieron con él a la iglesia, y así quedaron todos
prisioneros. Madrid, su hermano y su esposa
fueron llevados a PurifIcación, y con un sargento borrachón y cuatro soldados llegaron al
cabo los presos a Santafé, a mediados de agosto de 1816, y fueron inmediatamente presentados a Morillo. En aquellos salones, donde
pocos meses antes daba audiencia Madrid,
tuvo que esperar en pie y sombrero en mano
el fallo del Pacificador. «Dentro de tercero
día-dijo éste al fin-marchará usted a la corte. Vaya usted a aprender lealtad de sus parientes}).
De Santafé salieron Madrid, su esposa y su
hermano bajo partida de registro, es decir, en
calidad de presos, sujetos a la vigilancia de
un oficial español, el capitán Antonio Van
Allen, que se condujo bastante bien con los
presos que llevaba. En Cartagena, por ejemplo, donde Madrid y su hermano fueron reducidos a prisión en el castillo de San Felipe,
Van AIlen se ofreció o salir garante por ellos,
aunque inútilmente, a fin de que se les permi-
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tiese habitar en casa de la madre y hermanas
de Madrid, antes de embarcarse para la Habana, conforme a las órdenes superiores.
Es de suponerse que algo contribuiría a la
buena acogida que Madrid tuvo en 1a Habana, no sólo su dulce carácter, benéfica profesión y suaves e insinuantes maneras, sino
también su notable talento poético, en tiempo
en que las bellas letras eran muy poco cultivadas en estos países. El hecho es que sus
versos tuvieron allí general aceptación,
que
no había fiesta íntima a que concurriese en
que no se le pidiese alguna improvisación.
Hasta la sencilla y candorosa Atala despertó
entusiasmo en aquella muelle sociedad. Pensando siempre en la patria, solicitando continuamente noticias de ella, sus relaciones más
estrechas eran con los ernigrados del continente.
Por este tiempo, o sea poco después de haber tenido su primera hija ela traviesa Pepé»
de La Bañadera, que vino a acompañar al
«juicioso Pedrito» de la misma letrilla, Madrid sufrió un fuerte ataque pulmonar, y hubo de buscar alivio a su dolencia en el campo, donde pasó una temporada con su familia.
Eligió para este efecto el pueblo del Bejucal,
que tenía para él la recomendación especial
de estar inmediato al ingenio de azúcar de
don Miguel de Peñalver, con quien habra contraído íntima amistad y a cuya memoria está
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consagrada la elegía inserta en las Poesías de
Madrid.
Pero entre las amistades que cultivó Madrid
en la Habana, ninguna fue tan íntima y tan
estrecha como la que le ligó al célebre argentino don Antonio Miralla. Miralla y Madrid,
víctimas de una suerte comÚn, cultivadores
de la poesía y dados ambos al estudio de la
medicina no podían menos de entenderse,
,completarse y venir a tratarse como dos hermanos.
En 1821 fundaron ambos en la misma Habana el periódico titulado «El Argos», para in-'
fluir en la política del continente, y en especial en la de los habitantes
de Méjico, en
donde acababa de dar Iturbide el grito de rebelión.
T al fue la vida que pasó Madrid en La
Habana durante los nueve años de su destierro, dividida entre el ejercicio de su profesión,
el cultivo de las letras, sus trabajos científicos y sus empresas patrióticas. En el año de
1825 pudo realizar su ardiente deseo de regresar a la patria, donde le esperaban mayores
y más crueles amarguras
que las que había
experimentado en el destierro.
El primer papel pÚblico en que se formularon cargos precisos contra Fernández Madrid
por su conducta como presidente de las Provincias Unidas, es un folleto suscrito por los
·señores Ignacio Herrera y José Ignacio de
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Sanmiguel, publicado en Bogotá, en 1823, bajo el título de Verdadera vindicación de la ciu·
dad de Bogotá y su cabildo en las personas del
procurador general y padre de menores en el
año de 1816. A la Vindicación contestó don
Juan N. Azuero con otro folleto r.o menos
acre y destemplado. Apenas se supo en Bogotá el próximo regreso de Madrid a Cartagena.
cuando El Noticiozote, que redactaba el doctor
José Félix Merizalde, dio de ello noticia, en
tono zumbón y reticente. Contestó a aquel
suelto El Constitucional, redactado por los señores Francisco Miranda y José Antonio Miralla, el conocido poeta argentino, muy amigo
de N1adrid desde La Habana. Con el título de
La venida del doctor José Fernández Madrid
apareció luégo una hoja volante, que reproducía el 2rtículo de El Constitucional. La publicación saiió anónima, pero sabemos fue obra
del doctor Rufino Cuervo. A las agrias notas
de que se acaba de hablar replicó don Nicolás Manuel T anca, quien, por haber vivido
con Madrid en La Habsna, conocía a fondo
su acendrado patriotismo
La primera publicación que hizo Madrid en
su defensa lleva por título Al público. Se dio
a luz en Bogotá, y tiene fecha 24 de julio de
1825. Los cargos son los mismos de que Madrid trata con mayor detenimiento en su Ex·
posición, folleto que debió de circular a fines
de agosto del mismo año y que produjo en la
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opinión pública un efecto por extremo satisfactorio para Madrid. En el nÚmero 6 de La
IV! iscelánea el autor de la Venida, o sea don
Rufino Cuervo, reconoció sus errores de apreciación respecto de la conducta de l\1adrid;
y el general Santander, en cartas fechadas en
agosto y octubre de 1825, se declaró satisfecho del modo como aquél se había vindicado.
Dos años más tarde, estando Madrid en Londres en desempeño de la legación de Colombia, se publicó en París la primera edición de la
Historia de Restrepo, en la cual reaparecen en
forma más solemne y precisa los mismos cargos contra Madrid que ya tenía desvanecidos
y confutados desde 1825. Madrid tuvo, pues,
que defenderse, y lo hizo en la Breve contestación en qtte el doctor}. F. Madrid satisface con
documentos los cargos que le ha hecho el señor
Restrepo en su «Historia de Colombia», Londres, 1827.
El 25 de marzo de 1826 recibió el señor
Fernández Madrid una nota del secretario de
estado en el despacho de relaciones exteriores,
en la que le comunicaba el nombramiento de
agente confidencial de la república de Colombia en Francia, hecho por el vicepresictp.nte
Santander, con aprobación del senado. Madrid
aceptó tan honroso encargo, como una pública satisfacción que se le daba por los ataques de que había sido víctima; y algunos
días después se puso en marcha para Europa.
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La vida que llevó Madrid durante los ocho
meses de su permanencia en París, parece más
bien la de un desterrado que la de un diplomático. La misión diplomática en Francia era
sumamente delicada, en atención a lo íntimo
de las relaciones que existían por aquel entonces entre el gobierno de la restauración y
el gabinete de Madrid. La nota de 27 de diciembre de 1826, es la última que hallamos
referente a la misión del señor Fernández
Madrid en París, lo que induce a creer que
con ella se cierra su correspondencia diplomática con el gabinete francés.
El nombramiento
hecho en Madrid por el
gobierno de Colombia para enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la república en Londres, se le comunicó en oficio de
5 de diciembre de 1826, el cual recibió a rnediados de abril de 1827. Púsose al punto en
marcha, y llegó a Londres el 30 del mismo
mes. Desempeñaba
entonces la legación colombiana el célebre don Andrés Bello, con el
carácter de encargado de negocios, como secretario que había sido del ministro Hurtado.
Bello continuó en el mismo puesto en la legación de F ernández Madrid, 10 cual fue parte a que éste trabase estrechas relaciones de
amistad con el ilustre caraqueño.
Durante su permanencia en Londres, y aunque la situación de Colombia no era propia a
inspirar confianza, el señor Madrid preparó el
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terreno para el reconocimiento que poco después hicieron de la independencia de Colombia,
Francia y otras potencias, y concluyó el tratado de amistad, navegación y comercio entre
Colombia y los países bajos, firmado en Londres el 1.0 de mayo de 1829.
Carecemos de pormenores sobre los últimos
días de la vida de Madrid; pero los pocos documentos que ter-lemos a la vista hacen creer
que el desenlace de la crisis fin81 fue bastante rápido, como sucede de ordinario a las víctimas de la enfermedad que lo llevó al sepulcro. Falleció en Barnes, pueblecito
que
queda a pocas millas de Londres, e128 de ju-
nio de 1830.
**
:1<
Digamos ahora algo sobre el poeta y publicista.
En El Semanario de Caldas (1812) publicó
Madrid su primera composición poética, que
fue la oda A la noche, recibida con extraordinario entusiasmo, como que anunciaba el advenimiento de una nueva escuela literaria en
nuestra tierra. En El Argos, que publicó después en Nueva Granada, aparecieron algunas
otras poesías
En junio de 1820 restableció
este periódico en La Habana, y en él publicó
varias composiciones poéticas, entre ellas Las
Rosas, su oda A la restauraciÓn de la constitución española, celebrada por don Andrés Bello
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y reproducida con algunas otras en La América poética de Valparaíso En 1822 publicó la
Atala, tragedia
en tres actos, en verso (Imprenta Fraternal).
En el mismo año se publicó en la propia Imprenta
Fraternal de los
Díaz de Castro un tomo de versos titulado Poesías del ciudadano doctor José Fernández Madrid. Después tradujo
Los tres reinos de la
naturaleza, de Delille. En Londres publicó, en
1828, segunda y completa edición de sus poesías, sobre las que se lee un juicio crítico en
el número 3. o de la Revista Bimestre Cubana,
correspondiente
a septiembre
';/ octubre de
1831. En dicha edición incluvÓ su drama Atala, impreso en La Habana Y reimpreso con el
Guatimoc o Guatimocín en París, en 1827.
Lo" escritos de Madrid en prosa son: Memoria sobre la naturaieza, caus~s Y wración
del
coto, publicada en la continuación del Semanario del Nuevo Reino de Granada (1810); sus
artículos políticos en El Argos, entre los cuales llaman especialmente la atención las Cartas de Motavita, firmadas EmPédocles, en las
cuales combatió las ideas federalistas y abogó
por la organización de un gobierno que diese
fuerza y unidad a la república; Memoria sobre la disentería, publicada en 1817 en las
memorias de la sociedad patriótica de La Habana, y otra sobre el vómito prieto; un folleto
sobre El comercio, cultivo y elaboración del tabaco en la isla de Cuba, y finalmente
otra
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memoria muy notable sobre el In/lujo
climas cálidos en la estación
de los
del calor (1824),
la cual fue premiada por dicha Sociedad Patriótica con la patente de socio de mérito.
Debe de ser este trabajo obra bastante notable en su aspecto científico, pues la hallamos
reimpresa en La Habana en época muy posterior (1840). La memoria de Madrid sobre la
fiebre amarilla o vómito prieto, fue traducida
al francés, con notas por el doctor Landa, antiguo profesor de la academia de Ginebra, y
sobre ella dio un informe altamente honorífico al círculo médico de París, en 1822, el
doctor Peyre, exmédico en jefe del ejército y
de la colonia de Santo Domingo. Finalmente,
la Exposición de José Fernández Madrid a sus
compatriotas sobre su conducta política, de 14
de marzo de 1816. Bogotá 1825; Breve contestación en que el doctor José Fernández Madrid
satisface con documentos a los cargos que le ha hecho el señor Restrepc en su Historia de Colombia.
Londres. Imprenta española de M. Calero. 1827.
Las obras de Madrid en verso y prosa se reim-
primieron en Bogotá por cuenta de la gobernación del departamento de Bolívar, la cual quiso
contribuir de este modo a la celebración del centenario del natalicio de Madrid, que tuvo lugar
en la ciudad de Cartagena, y en la que tomó
parte el gobierno nacional, el del departamento y el pueblo de aquella ilu~tre ciudad, que
se honra en ser la patria de tan esclarecido
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ciudadano. Al reimprimirse las poesías se hicieron algunas correcciones métricas de faltas que
pasaron inadvertidas en la edición de Londres.
En todos los escritos de Madrid en prosa se
advierte extrema facilidad, dicción elegante y
sencilla y un conocimiento de la lengua raro
en la época en que Madrid escribió, aun en
personas justamente
reputadas de doctas. Estos escritos se leen hoy sin que se note la época de su publicación; y es el mejor elogio que
de ellos puede hacerse.
Las poesías líricas y las dramáticas de Madrid fueron, cuando por primera vez vieron
la luz pública, muy aplaudidas;
varias veces
se las reimprimió
y se las coleccionó; y era
común que los jóvenes aficionados a la poesía
las supiesen de memoria, las recitasen en las
funciones patrióticas, y que damas y galanes
cantasen muchas de ellas al son de la guitarra. Sus tragedias se representaron
varias veces en teatros de La Habana y de Bogotá y
en muchos de los improvisados en las principales ciudades de la república, en épocas de
fiestas, así como en reuniones domésticas, formando siempre el encanto de nuestros abuelos. En la tragedia
Guatimoc se encuentra
plan bien concertado, escenas verdaderamente
trágicas, caracteres bastante sostenidos y versos de alta y noble inspiración.
CARLOS MARTINEZ
SILVA
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ATA
LA
TRAGEDIA EN TRES ACTOS Y EN VERSO
por
)OSE
FERNANDE:
MADRID
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PERSONAJES:
ATALA,
CHACTAS,
OBRI,
Indios.
ACTO PR IMERO
ESCENA PRIMERA
ATALA,
CHACTAS
(Se escuchan truenos a lo lejos. Atala y Chactas aparecen sentados bajo un árbol: Chactaa 8e
aparta observando el cielo y reconociendo el estado
del tiempo.)
ATALA
¡Qué hice! ¡Piedad, mi Dios! ya está en mi pecho
el veneno mortal. ¡Oh Dios benigno! ..
CHACTAS
Tranquilízate, Atala, y nada temas;
pasó la tempestad, cesó el peligro.
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ATALA
Sí, ya pasó la tempestad ... no teme
el riesgo de otra nueva el pecho mío:
el remedio discurre por mis venas.
CHACTAS
(¡Cuánto celebro su feliz prestigio!)
(Aparte)
Ese alimento, Atala, que has tomado,
es sin duda de vida, es tu Dios mismo.
ATALA
No, Chactas, es de muerte.
CHACT AS
¿ Qué
me dices?
ATALA
Que no sé ni qué pienso, ni qué digo:
que me persigue suerte deplorable;
que soy muy infeliz, mi tierno amigo.
CHACTAS
Sin duda, y por mi causa: arrepentida
estás de haber tomado ese partido,
te afligen los horrores del desierto,
lloras a un padre, sientes tu destino.
Volvámonos al campo de los tuyos,
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JOSE FERNANDEZ J\1ADRID- TEATRO
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y entrégales, Atala, su cautivo,
que sea yo quemado ante tus ojos;
mírame arder, y niégame un suspiro.
ATALA
Cuánto me cuestas,
¡ay!
CHACTAS
Oí, ¿por qué causa,
cruel, me libertaste del suplicio,
término de una vida miserable
llena siempre de angustias y martirios?
¡Excité tu piedad yo por ventura?
¿Exhalar me escuchaste algún gemido?
¿Me viste suplicante? ¿cuándo un natche,
v sobre todo de Utalisi el hiio
al ruego se abatió, ni los furores
aplacar pretendió de su enemigo?
Prisionero caí del Muscogulgo,
y al momento me di por fenecido:
los himnos entoné de la partida,
y mi canción de muerte al punto mismo.
Tu padre Simagán no vio en mi frente
palidez triste de temor indigno,
ni mis ojos bajáronse a la tierra,
ni se debló mi cuello siemnre enmido.
¿ Por qué con el silencio d~ la noche
te acercaste benigna a mi retiro
a decirme palabras de consuelo,
hi ia de Simagán? Cuando a mi oído
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llegó tu dulce voz, tierna, calmante,
y cuando vi tu rostro compasivo
bajo del blanco velo que traías,
te tuve por espíritu divino;
cLa virgen de los últimos amores»
me pareciste, te adoré sumiso,
y desde entonces ¡ay! entre mi pecho
el fuego del amor ardió encendido.
¿ Por qué desanudaste mis prisiones,
si no me amabas 7
ATALA
¿ y por qué motivo
no te salvaste sol01
CHACTAS
¡Ay! he jurado
o morir, o VIVIr siempre contigo.
j Ingrata! ¿me preguntas por qué causa
no te dejé en tu patria? Sí, el camino
conozco que nos trajo; volverémos
tú a gozar de ella, y yo a morir hoy mismo.
A TALA
Yo moriré primero, caro Chactas,
y moriré por ti ... ¿pero un sonido
no escuchas que se acerca hacia nosotros?
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JOSE FERNANDEZMADRID-TEATRO
3t
ESCENA 11
ATALA,
CHACTAS,
OBRI
OBR!
(saliendo de la gruta)
De la mañana ya el albor propicio
a disipar empieza las tinieblas.
Si debo darle crédito al instinto
de ese animal, amigo de los hombres,
vaga sin duda errante en estos sitios,
extraviado esta noche borrascosa,
o tal vez de las fieras perseguido,
algún hombre infeliz; sea cristiano,
idólatra, europeo, o bien un indio;
si es un hombre, es mi hermano, y esto basta;
aquí alimento encontrará y abrigo.
ATALA
¿ Oyes? su caridad, su moral pura
pueden ser solamente de un ministro
del Dios a quien adoro.
OBR!
Ya los oigo:
¿ Dónde estáis?
ATALA Y CHACTAS
Aquí estamos.
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OBRI
¡Bendecido
sea el padre común de los humanos!
¡Qué jóvenes son ambos! Hijos míos,
venid a descansar· ¡con cuánto g' lsto
os ofrezco la gruta en que resido!
De aquí no lejos un rebaño corto
de hermanos vuéstros hay, que yo dirijo;
soy francés, y del Dios de los cristianos
humilde sacerdote: conducirlos
a la felicidad por el sendero
de la paz y virtud, este es mi oficio.
Mas vosotros, decidme: ¿ qué accidente,
qué desgracia al desierto os ha traído?
¿Dónde vais? ¿vuestro nombre? ¿ vuestra patria?
ATALA
Este es el hijo de Utalisi digno,
es natche de nación, su nombre Chactas;
aunque joven, guerrero distinguido;
entre los españoles sus aliados
trece lunas vivió; pero al nativo
suelo quiso tomar, y prisionero
en el tránsito ha sido de los míos.
Preparábase el lecho de la muerte,
ardía de su hoguera el fuego activo,
y entre fiestas horribles se acercaba
el momento fatal del sacrificio.
Yo temblé, conmovióse toda mi alma
de amor y de piedad al punto mismo;
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JOSE FERNANDEZ MADRID-TEATRO
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le hablé, creció el incendio de mi pecho;
desanudé sus lazos .. , y él no quiso
salvarse sin Atala; este es mi nombre.
El guerrero impertérrito y altivo,
del pueblo Muscogulgo jefe ilustre,
Simagan, es' mi padre, aunque adoptivo.
El verdadero es L6pez ... yo infelice
nunca lavé sus pies, nunca le he visto:
vive en San Agustín.
OBR!
¿ Su patria?
ATA LA
España.
OBR!
El es, sin duda él es, López mi amigo,
CHACTAS
j Atala, Atala! hermana, ese es mi padre.
Consuelo de este mundo, del antiguo
la gloria, la excepción. ¿ Cómo no muero
de ternura, de amor y regocijo?
¡Cuánto le debo a López!
ATALA
¿ Será
cierto '!
Sacerdote. perdona ... ¿ yo deliro?
¿ Estoy fuera de mí? .. ¿ no es esto un sueño?.
Chactas, hijo de López. '. ¡madre' mía~
Soy fiel ... no salgas de tu lecho frío:
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de la corona virginal ceñida,
para buscarte a tu sepulcro sigo...
CHACTAS
¿ Qué has dicho de sepulcro?
OBRI
Los cuidados
y el terror su raz6n han confundido:
sufre una fiebre ardiente, y necesita
descanso ...
ATALA
El de la muerte necesito.>
OBR!
Condúcela a la gruta.
ATALA
¡Sí, a la tumba!
¡Adi6s, Chactas!
CHACTAS
¿ Qué dices7'
(La introduce en la gruta)
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JOSEFERNANDEZ
MADRID-TEATRO
3~
ESCENA 111
OBRI
(solo)
Dios benigno
vuélve a estos corazones inocentes
el reposo y sosiego que han perdido.
De tus bondades instrumento débil,
a mí nada me deben si los sirvo.
Todos ellos te adoran a su modo,
y todos igualmente son tus hijos.
¡Feliz, si hacer amable tu ley santa,
más feliz si enseñársela consigo!
¡Protégelos, oh Dios!
ESCENA
OBRI,
IV
CHACTAS
OBRI
¿ Ya duerme Atala '1
CHACTAS
Apenas en el lecho hubo caído,
cuando cerró los ojos; ya reposa.
OBRI
¡Ojalá que disfrute del tranquilo
sueño de la virtud y la inocencia!
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CHACTAS
Ella, señor, merece tu cariño;
es cristiana ...
OBRI
¿ y tú lo eres?
CHACTAS
A los dioses
de mis padres soy fiel.
OBRI
Nunca limito
mi amor y caridad a los cristianos.
¿Tan mal Chactas conoce el cristianismo,
y ha morado con López trece lunas?
CHACTAS
Conozco dos cristianos compasivos;
eres el uno tú, López el otro,
y los demás son monstruos que abomino.
Si alguna vez parece que nos tratan
como aliados, sólo es por dividimos
y sojuzgamos unos tras los otros
por los medios más bárbaros e inicuos:
Tal es su objeto siempre. Entre cristianos,
de sus falsos halagos seducidos,
largo tiempo habité: bajo mis flechas
ha mordido la tierra su enemigo
el bravo Muscogulgo muchas veces;
mas el velo por fin se ha descorrido.
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37
He visto a estos ingratos extranjeros
encarnizarse con furor impío
sobre indígenas míseros, que fueran
poco antes empleados en su auxilio.
No lo serán los natches; que yo vuelvo
sólo para advertirles del peligro,
y hacerles conocer de los cristianos
las traiciones y pérfidos designios.
Perdóna, si te ofendo, sacerdote;
aunque con los cristianos he vivido,
hipócrita no soy, y las costumbres,
y la noble franqueza de los indios
conservo inalterables en mi pecho.
OBRI
IOh ingratitud! ¡Oh engaños inauditos!
¡Europeos 1 temblad de la venganza,
I temblad 1 no tardará vuestro castigo.
(Aparte)
Mas la divina religión no culpes;
culpa sí a las pasiones y a los vicios,
a la infame codicia y al orgullo,
al sacrílego y ciego fanatismo.'
La religión de López y de Atala,
¿piensas que puede autorizar delitos?
CHACTAS
Todo en Atala es puro, es adorable;
yo para ella y por ella sólo vivo;
es mi felicidao, es mi delicia,
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y tiene un absoluto poderío
sobre mi corazón y sobre mi alma;
pero ella en estos climas ha nacido,
y su cuna en las ramas de los bosques
fue mecida de espíritus benignos.
I Oh I si la hubieras visto en el desierto,
en medio del ardor de mis sentidos,
esquivar mis abrazos amorosos,
y exhalando tiernísimos suspiros
postrarse de rodillas, levantando
sus ojos con el llanto humedecidos,
tuviérasla sin duda por el ángel
que envía vuestro Dios al peregrino,
y temieras, cual yo. que para el cielo
ya se iba a despedir.
OBR!
Jamás
querrá, ni podrá unirse, si no adoptas
su misma religión, que prohibido
le está unirse a un idólatra.
contigo
CHACT AS
¡Detente!
¿Tiranizar pretendes su albedrío?
¿ No es libre? ¿y de su mano?.
¡Pobre Atala I
Conozco de tus ansias el motivo;
perdóname mis quejas injuriosas ...
I Ay! no puede ser mía.
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.JOSE FERNANDEZ MADRID-TEATRO
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OBRI
Ven conmigo,
está mi pueblo cerca, y la traeremos
cuanto ella ha menester para su alivio.
Tú hallarás el consuelo de tus penas;
no desesperes, fíate en tu amigo:
ven a tratar un pueblo de cristianos
~ulces, hospitalarios y sencillos.
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ACTO SE.GUNDO
ESCENA 1
ATALA
(saliendo de la gruta)
No fue mi último sueño; nuevamente
abre los ojos, miserable Atala,
para ver estos campos silenciosos,
esta naturaleza solitaria:
Sí, vuélve de las sombras de la muerte
a ver el sol hermoso de tu patria,
a dar tu último a-Jiós a tus amigos ...
1Qué! me abandonas, mi querido Chactas f
Vén, dulce compañero, en mi socorro:
¿Me dejarás, ingrato, abandonada?
No he muerto todavía; lentamente
el veneno devora mis entrañas.
Pero ¡ay triste 1 su acción es infalible:
no hay antídoto alguno, que albergada
entre mi corazón está la muerte ...
1Adiós, oh Simagán! ah 1 no merece
una lágrima tuya tu hija ingrata.
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JOSE FERNANDEZMADRID-TEATRO
41
Aunque padre adoptivo solamente,
como padre tiernísimo me amabas.
La culpa es de mi madre: la indiscreta
de mis faltas y muerte es sola causa.
¿Por qué osó· pronunciar el voto horrible,
y por qué hizo promesas tan contrarias
a mi felicidad?. ¿ Con qué derecho?.
¿Superior, por ventura, me juzgaba
a la naturaleza? Sí, lo he sido:
Puro mi cuerpo puede ante las aras
de Dios, ser ofrecido en sacrificio:
¡tan pura así consérvase mi a~maI
¿Al coro de las vírgenes yo debo
pertenecer, cuando ardo entre las llamas
del más furioso amor? ¿no habré cumplido
tus juramentos, madre temeraria 1
cuanto puedo soy fiel a tus promesas:
la vida perderé por observarlas:
la perderé muy pronto ... él es, ya viene,
cálmanse al vede mis angustias y ansias.
ESCENA 11
A TALA,
CHACT AS
ATALA
¿Por qué te alejas tanto en este día,
que acaso para siempre nos separa?
no me dejes, amigo; necesito
verte y hablarte, que tal vez mañana .. ,
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CHACTAS
Esos terrores pánicos disipa,
y no culpes injusta mi tardanza:
he volado impaciente desde el pueblo
en donde el sacerdote te prepara
habitación y auxilios; pero dime,
mi bien, ¿ has descansado?
ATALA
mirando
arder su hoguera
No descansa
una infelice!
CHACTAS
No temas ya por mí, que está apagada
hace tiempo la hoguera; a ti lo debo;
tú la extinguiste, mi adorable Atala.
Yo vivo para ti.
ATALA
¡.Ah! ¡Chactas!
y consérvate,
vive
amigo.
CHACTAS
Despedazas
mi corazón: ¿qué tienes? ¿ por qué lloras?
me haces temblar ... tu rostro me presagia
no se, que'd e f unesto ... d'"
1, ¿ que tIenes?
L Qué cosa te atormenta?
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JOSE FERNANDEZ MADRID-TEATRO
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ATALA
Chactas, nada.
CHACTAS
¡Desdichado! soy causa de tus penas,
e! origen de todas tus desgracias:
ya comprendo el proyecto que meditas,
y e! misterio que encierran tus palabras,
piensas abandonarme en este pueblo,
y volverte a la tierra de las palmas
a gozar de la choza de tus padres,
del poder y riquezas que te faltan.
Vuélvete, y abandóname a mi suerte;
moriré, pues lo quieres, inhumana,
porque sin ti la vida me es odiosa.
Si me amaras, mujer interesada,
yo también en la tierra de los natches
bienes pudiera darte, y una casa
la primera del pueblo, que no siempre
fui pobre.
ATALA
(¡El infeliz, cómo se engaña!)
¡Qué injurioso concepto! ¿ De este modo
mi puro amor y sacrificios pagas?
i Dor aué ofenderme así? ¡Dar aué motivo
t~atar~e como indigna mercenaria?
y en qué tiempo, ¡gran Dios! ¡ay! nunca, nunca
me vi tan abatida y degradada!..
¿Este es el galardón de mi ternura?
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¿cuando muero por ti, muero cubierta
de confusión, de ultrajes y de infamia?
¡ay! todo lo he perdido entre los hombres!
quédese al menos mi memoria intacta,
y sálvese mi honor. No, Chactas, nunca
tornaré a ver la tierra de las palmas,
ni a morar en la choza de mis padres.
Aquí me quedaré, querido Chactas,
aquí me quedaré ... sí, para siempre!. .
¡cuán venturosa, amigo, me juzgara
a tu lado! Esta gruta, este desierto
superior al palacio de un monarca
fuera a mis ojos, caro prisionero.
¡Ay! ¡aspirar no puedo a dicha tanta!
otra tal vez, que libre habrá nacido,
hija de madre menos despiadada
podrá ...
CHACTAS
Te contradices: me confunde
El desorden que noto en tus palabras:
¡desconfías de mí! ¿soy por ventura
algún tigre feroz de estas montañas,
o soy el cocodrilo de las fuentes?
¡temes que otra mujer!..
¿dónde es que se
halla 7
¿ hay por ventura en todo el universo
mujer que pueda compararse a Atala?
¡qué delirio, qué error y qué injusticia!
oh reina de mi amor, ordena, manda,
yo soy tu prisionero, tu cautivo;
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JOSE FERNANDEZ MADRID-TEATRO
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sí, mírame rendido ante tus plantas:
todo soy tuyo, Atala; a tu albedrío
está mi voluntad subordinada;
en donde te hallas tú, lo tengo todo,
bienes y amigos y familia y patria.
¿ Te gustan estos bosques? pues en ellos
viviremos felices si te agradan.
Si del vecino pueblo te acomoda
la índole dulce, amable, hospitalaria,
sábelo, preparada está la choza
y los indios solícitos te aguardan.
Sus costumbres son puras y sencillas;
reina entre ellos la paz, la confianza:
yo he visto al venerable sacerdote
bajo una vieja encina esta mañana
bendiciendo la unión de dos amantes
que entre fiestas alegres desposaba.
¡Cuánto los envidié! del sacerdote
la noble majestad, la dulce calma
de la naturaleza, el sol naciente,
de aquella virgen la frescura y gracias,
el rubor de su frente, que de rosas
y de azucenas coronada estaba;
todo excitó en mi pecho mil afectos...
vamos al triunfo, mi querida Atala.
ATALA
vamos pues; ¿por qué no? también yo, amigo,
seré de blancas flores coronada.
¡Ay de mí! ya la víctima está pronta. (Ap.)
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOJ.\H)lr~
CHACTAS
Sí, lo serás, y cándida guirnalda
tu frente adornará, virgen del cielo!
la hora se acerca, alégrate, ya baja
por la colina el Padre del desierto,
y algunos de sus indios le acompañan.
¿ No lo ves? nuestros votos se han cumplido ~
yo vuelo a recibirle y darle gracias.
ESCENA
111
ATALA
¿ Dónde vas, miserable? el sacerdote
viene a ayudar a esta infeliz cristiana:
a darIe los auxilios de la muerte,
a conducirla hasta la tumba helada,
que debe separamos para siempre.
Este es el nupcial leeno que me aguarda.
Demasiado he vivido; del veneno
la actividad mortífera ya tarda:
el fuego puro de mi amor ardiente
parece que destruye su eficacia.
Tal vez no la tenía ... tal vez no puedo
vivir ... mas ¿ para qué? si de mi Chactas
no puedo ser la esposa ... ¿ y quién lo impide?
¿ Qué importa que yo sea condenada 7
Pronta estoy a sufrirlo todo, todo ...
Pero ¿ qué digo? ¡ay triste 1 ¿ qué fantasma
se me acerca? ¿ qué voz triste y doliente
llega a mi oído?. ¡Oh madre desdichada 1
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JOSEFERNANDEZ
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¿Qué amargo llanto sale de tus ojos?
Por qué gimes, ¡oh madre 1 ¿ por qué causa?
I Por mi culpal ¿ qué dices? ¿ del abismo
mísera sufres las eternas llamas? .
IAy de mí I ¿ nadie puede libertarme
del voto horrible con que estoy ligada?
Ven, oh santo y benigno sacerdote,
ven a verme postrada ante tus plantas
implorar tu piedad: ¿ del cristianismo
la más dulce virtud no es la esperanza?
Sí, espero, espero; el Dios de los cristianos
¿ Se podrá complacer en mi desgracia?
.
El no es sin duda el ídolo, ni el tigre
a quien se ofrecen víct imas humanas.
Ya su ministro llega: en su semblante
del corazón retrátase la calma,
y yo tiemblo de vede, y la sonrisa
y la dulzura de su faz me espantan r
¡Ay de mí, criminal! severo fallo
del juez incorruptible me amenaza.
¿Qué le diré?
ESCENA IV
ATALA,
CHACT AS, OBRI
Señor, hace ya tiempo
que te esperaba entre mortales ansias.
OBRI
Aquí me tienes, hija, ¿ qué deseas?
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ATALA
Sí, seré tu hij a, padre mío; ¿y me amas?
OBRI
Hija de López, mi más tierno amigo,
este título sólo te bastara
para mi amor, mas tienes otros muchos.
ATALA
¡Los de ser delincuente
y
desdichada 1
OBRI
No lo dudes, son títulos sagrados
para mi amor y mi piedad; tus faltas
conozco y compadezco; sé su origen,
de todas ellas el amor es causa.
ATALA
¿ Lo sabes? ¿pero cómo? ¿ quién lo ha dicho?
¿El secreto más íntimo de mi alma
te ha revelado el cielo?
OBRI
No, tú misma.
ATALA
¡Yo! ¿donde? ¿cuando? jacaso deliraba!.
¿ y habrá remedio para mí?
.
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OBR.
¿ Lo dudas?
ATALA
¡Padre! ¡mi bienhechor! .. ¡Querido Chactas!
Arrójate a sus pies, esposo mío ....
jMadre! soy libre al fin... Señor, ¿qué mandas?
.i Qué debo hacer, qué votos substituyo?
Nada hay que tema yo, no, nada, nada.
OBRI
<¡Qué trastorno! ella oculta algún secreto:
(aparte)
De una horrible pasión está inflamada;
Yo la sabré): levántate, hija mía.
En ese bosque detenidos se hallan
varios indios que vienen a ofrecerte
sus bienes, su amistad y sus cabañas;
si lo permites, los haré que sigan
y te lleven.
ATALA
-Dispon
cuanto te agrada.
ESCENA V
ATALA
-Recibe, oh Dios benigno, en sacrificio
los gemidos y lágrimas amargas
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DE COLOMBIA
que vertió esta infeliz! puras y dulces
estas son las primeras que derrama.
j Oh religión sublime! tú que abriste,
que hoy has cerrado mis sensibles llagas;
origen de terrores y consuelos,
!desdichado del hombre que no te ama!. ..
¿ y tú no la amarás cuando le debes
(se levanta)
el corazón, la vida de tu Atala?
CHACTAS
-El
respetable Obrí me ha prometido
enseñármela pronto.
ATALA
-Díme,
Chactas~
¿ cuándo, yo no me acuerdo, mi secreto
le revelé? Tú mismo 10 ignorabas:
ese agudo puñal entre tu pecho
nunca quise clavar: ¡desventurada!
Sola yo lo he sufrido. ¿ De mi madre
el padre Obrí condena la ignorancia?
Por mi bien lo hizo, imaginar no pudo
que tanto afán y llanto me costara
su voto; pero en fin, ya está disuelto:
yo no culpo a mi madre, antes de gracias
la colmo; por su bien he padecido;
fiel respeté su voluntad.
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51
CHACTAS
¿De qué hablas?
¿Dónde es que está tu madre? ¿no hace tiempo
que con sus padres duerme sosegada? ,
No la llames en vano. ¿Del sepulcro
alguna vez los muertos se levantan?
¿De qué votos hablaste?
ATALA
¡De qué votos!
¿El sacerdote no te ha dicho nada?
Yo le comuniqué ....
CHACTAS
¡Qué! ¡desvarías!
Cuando le hablaste tú yo lo escuchaba.
¿Qué misterios son éstos? ¿qué ilusiones? .
¿Dónde es que está tu madre?. ¡Pero, Atala!
¡Qué turbación, qué palidez de muerte! ..
¿Tus ojos de los míos por qué ,apartas?
¿Qué riesignios meditas? ¿en qué piensas? .
¡Infeliz! ¿me aborreces, o me engañas?
ATA LA
Aborrezco los votos de mi madre;
me odió .... yo no te engaño; la engañada
y la infeliz soy yo. ¿Por qué me sufre
la tierra, y sus abismos no me tragan?
¿La muerte ya qué espera? aquí me tiene
llena de amor, de tósigo y de rabia.
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COT.OMBlA
Contra mí se conspiran cielo y tierra.
Cuando yo destrozaba las entrañas.
de mi madre, mi suerte presentía:
entonces perecer debímos ambas.
CHACTAS
iQué blasfemias! iqué horror! te desconozco:
insultas a tu madre que se halla
en la tumba! .. Esas lágrimas son justas;
arrepiéntete y llora, desdichada.
ATALA
¡Lo soy! ¡cuánto! en el curso de mi vida
por la primera vez me contemplaba
dichosa en este instante, y en él mismo
todo el peso cruel de mi desgracia
vuelvo a sufrir, que el cielo se complace
en hacerme apurar la copa amarga
del dolor, vanamente ante mis ojos
una fugaz vislumbre de esperanza
brilló: se ha disipado; entre tinieblas
para siempre me deja sepultada.
Sí, mi madre lo está; sí, entre la huesa
se halla sumida; pero no descansa;
remuévense sus huesos agitados,
y teme y desconfía y gime y clama!
CHACTAS
¡Qué, ¿ deliras, esposa?
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JOSEFERNANDEZ
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ATALA
53
"Q
. I....
I ue, pronuncIas
¡No, no seré tu esposa, madre amada!
Mi juramento cumpliré; ¡ya muero!..
j Ay! defiéndeme, Chactas, que indignada
se acerca .... no me oprimas, no me oprimas,
madre, ya muero, no seré de Chactas.
ESCENA VI
CHACTAS,
ATALA,
OBRI,
INDIOS
OBRI
Vamos, hijos.
CHACTAS
Señor, vuéla.
OBRI
¡Qué veo!
CHACTAS
Socórrenos, Obrí vuela, que Atala
acaba de privarse de sentidos.
OBRI
¿Qué tiene1¿qué ha sido esto? ¿quién lo causa?
CHACTAS
Un tormento secreto la devora:
de cierto voto de su madre hablaba,
parecíale verla que iracunda
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la perseguía: su ilusión es tanta,
que, buscando defensa, de mis brazos
la infeliz ha caído desmayada.
¿Obrí, qué haremos?
OBRl
Implorar
poner en el señor nuestra confianza,
ante ese leño de salud y vida
postrarse y suplicar.
al cielo,
CHACTAS
y á lo está Chactas.
OBRI
Vela, que vuelve en sí y abre los ojos.
Bendigámos a Dios: no temas nada;
no temas, hija mía, estás segura,
Atala, ningún riesgo te amenaza.
En mí tienes un padre; en estos indios,
amigos hallarás, tiernas hermanas,
que servirte procuran obsequiosas,
y quieren conducirte a su morada.
Admite la expresión de su cariño,
que todos ellos por mi boca te hablan.
Tranquilízate,
pues, hija de López.
¿No esperas en tu Dios siendo cristiana?
Sea tu mal cual fuere habrá remedio:
no lo dudes, lo habrá.
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ATALA
Señor, derramas
sobre mi corazón bálsamo puro,
que mis heridas dolorosas calma.
Poco hace que en mi pecho introdujiste
una ilusión tan dulce como vana;
mas disipóse, y se tornó en tormento,
en horrible martirio: tus palabras
sin embargo, me alientan nuevamente.
Recíbe, padre tierno, tiernas gracias.
De esta infeliz. Vosotros, recibidlas,
¡Oh generosos indios! quién lograra
;corresponder a tantos beneficios!
mas no me es dado.
OBRI
Aprovechemos, Chactas,
el tiempo, conducidla hacia el poblado,
no perdamos instantes.
ATALA
consultarte
Señor ....
Deseaba
que acaso luego ....
OBRI
Mañana me tendrás en tu cabaña:
va la nnchp ~p J:!rprrt:! "o..,h:.C'
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recorrer estos bosques por si se hallan
algunos miserables
extraviados;
pero a tu choza volaré mañana.
Adiós, no temas, y en mi amor confía.
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56
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CHACTAS
Vamos pues, vamos pues.
OBRí
Hijos, llevadla.
ESCENA VII
OBR!
¡Pobres jóvenes, cuánto me interesan!
Ataja sufre mucho; está su cara
envuelta entre las sombras de la muerte:
el aire, el tono, el gesto las miradas
y el desconcierto de su juicio indican
que un puñal interior la despedaza.
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ACTO TERCERO
ESCENA 1
ATALA,
CHACTAS,
INDIOS
CHACTAS
Ya lo habéis visto, Atala no ha podido
nuestros pasos seguir: por tanto, os ruego
que le hagáis una cama de lianas
en que podamos conducirla al pueblo.
ESCENA 11
ATA LA , CHACTAS
CHACTAS
Dímelo, si no quieres que a tu vista
con una flecha me atraviese el pecho.
'Que.
'1' ¡no soy d'Igno yo.,
, ..
I
ATALA
Si no te amara ...•
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CHACTAS
Me amas, y para mí tienes secretos;
¿ triste, agitada, trémula, llorosa
he de verte morir, sin el consuelo
¿ de conocer tu mal? Atala mía,
tal vez está en mi mano tu remedio.
ATALA
No está en tu mano .... Lo sabrás; mas j tiembla r
Ya es tiempo, pues mis últimos momentos
se acercan .... lo sabrás; querido amigo;
conocerás de mi destino adverso
la horrible crueldad y desventura.
¡Ay! perdóname, Chactas, l()s tormentos
que te voy a causar: así pudiera
hacerte yo feliz; pero no puedo.
CHACTAS
A tu lado lo soy, aunque en mi daño
contra mí se conjure el universo:
véate yo tranquila y satisfecha,
y el hombre más dichoso me contemplo
con mi esposa.
ATALA
¡Ojalá! ¡tu esposa! ¡nunca!
Mi religión no me permite serIo.
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.TOSE FERNANDEZ MADRID-TEATRO
59
CHACTAS
Tu religión va a unimos para siempre,
con vínculos tan dulces como estrechos:
' me veras
, pronto
amo 1o que amas tu:
entrar de los cristianos en el gremio:
el Dios de Atala debe serIo mío:
a cualquier sacrificio estoy resuelto.
Es verdad que me cuesta demasiado
abandonar la fe de mis abuelos.
Nací en ella y crecí, y a ella mercedes,
beneficios sin número le debo.
Los dioses de mis padres en la guerra
propicios me salvaron de mil riesgos;
pero el Dios que te inspira, a quien adoras,
sin duda es de los dioses el primero:
humano, compasivo, generoso,
de bondad, de poder, de fuerza lleno ....
ATALA
¡Ay' ese Dios, origen de mis males,
es muy rígido, Chactas, y severo.
CHACTAS
El Dios de Obrí, de López y de Atale .
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hablar del Dios cruel, intolerante,
de sangre y de oro vil siempre sediento,
en cuyo nombre tala nuestros campos,
pilla, incendia, destruye nuestros pueblos
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y los cubre de horror, de luto y llanto
ese bárbaro enjambre de extranjeros.
Mas, ¿ por qué esos gemidos y sollozos?
i.Tu corazón no se halla satisfecho?
¿Qué sospechas? ¿qué temes? ¿qué respondes?
ATALA
Que no puedo violar mis juramentos.
CHACTAS
iAh! va salí de contusión .... ¡Atala!
¡Tú amabas a otro. pérfida! ló veo;
sobre tu rostro pálido, expirante.
están pintados tus remordimientos.
En vano disimulas, mujer falsa,
no más me engañarás; corri6se el velo.
ATALA
No me ofenderás, cruel, que has sido
mi único amor, y fuistes el primero:
pronto sabrás, 'si a mis promesas falto,
y si el nombre de pérfida merezco.
j Pérfida yo! Apiádate, Dios mío,
del miserable estado en que me encuentro:
tú, que sabes lo que ansia, temo y sufro,
tú el solo que conoces lo que siento,
apíadate de mí. .. ¡oh madre!. .. ¡oh Chactas!
De mi ternura y compasión objetos ...
No me despedacéis ... cese esta lucha
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JOSEFERNANDEZ
MADRID-TEATRO
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de encontradas pasiones y de afectos.
No puedo sufrir más ... todo se mueve ...
Los bosques se retiran .. ' ¿por qué tiemblo '1
¡Qué confusi6n de ideas! ¡Chactas, Chactas!
No te alejes, acércate, que tengo
un secreto fatal que revelarte.
CHACTAS
Dímelo', Atala, dímelo al momento.
ATALA
¡Pobre Chactas!.. ¡qué hiciste, madre mía!
.¿Por qué vi yo ]a ]uz? por qué en tu seno
antes no perecí que el voto hicieras?
CHACTAS
¿De qué? ¿de qué?
ATALA
De consagrarme a un templo:
de renunciar a Chactas para siempre,
y de cubrirme con el blanco velo.
CHACT AS
¡Ah, ya respiro! mi adorable Ata]a,
tu ilusi6n y terrores compadezco:
¿ qué te importan los votos de tu madre?
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¿ Pudo ella esclavizarte,
¿ Tú acaso los hiciste?
pudo hacerIos?
ATALA
Sí, los hice.
CHACTAS
Tú no pudiste,
ni debiste
hacerIos.
ATALA
Pálido el rostro, en lágrimas bañado,
al exhalar los últimos alientos,
tijándome sus ojos moribundos,
y estrechando su pecho con mi pecho:
cHija mía, me dijo, hija querida,
hija obediente, escúcha mis preceptos:
Cuando te di yo a luz con mil dolores,
ambas nos vimos en terrible riesgo:
a la madre de Dios por conservarte
hice en tu nombre entr:mces juramento
de consagrarte al culto; no 10 olvides,
de ti depende mi destino eterno.
En paz descansaré si 10 confirmas;
si no, en ardientes llamas y tormentos
gemiré para siempre por tu causa:..
Un ministro de Dios, que los extremos
auxilios de la muerte le prestaba,
con aire religioso y grave aspecto,
agregó: «si a tu madre salvar quieres,
«el voto presta en mi presencia luégo».
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JOSE FERNANDEZ MADRID- TEATRO
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CHACTAS
(.y lo prestaste?
ATALA
Lo presté.
CHACTAS
Mas nulo.
ATALA
No quieras engañarte, verdadero:
fue voluntario.
CHACTAS
j Tiembla, si pronuncias
otra vez semejante sacrilegio!
al orden natural votos contrarios
siempre forzados son, siempre violentos.
Prescribirlos no puede un Dios piadoso:
si el tuyo los ordena, le detesto
como enemigo injusto y caprichoso.
¿Quién puede renunciar al sentimiento?
¿ Ni quién podrá arrancarte de mis brazos?
¿ Privarme del tesoro que poseo
quién osará 7 Conjúrense los hombres,
conjúrense los cielos y el infierno ...
Solamente la muerte.
ATALA
Sí, la muerte
deberá separamos, y muy presto!
Pero tu amor, tu imagen, tu memoria
irán conmigo hasta el sepulcro yerto.
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Eres mi esposo, y lo serás ... ¿ qué digo?
¡Ay, en otra región nos uniremos!
Allá estaré contigo; entre tus brazos
allá me estrecharás, esposo tierno.
Podré morir, mas no dejar de amarte:
mi corazón es tuyo todo entero.
Este mi corazón despedazado,
que palpita encendido por el fuego
de un amor puro, ardiente y entrañable,
que en vano apagar quiere el triste hielo
de la muerte ... él es tuyo, solo tuyo ...
CHACTAS
Cristiano en este instante hacerme quiero:
el padre Obrí disolverá tus votos
y nuestra unión bendecirá!.. ¿de nuevo
vuelves al llanto y al dolor, Atala?
¡Qué infeliz situación, qué estado el nuéstro!
¡"fi co esplrttu,
..... Sin d u da,
U n ma.e
se ha introducido en tu inocente pecho,
y lo aterra, y lo oprime y lo atormenta,
y te perturba con influjo adverso,
y de razón te priva: ¡Atala mía!
Vuélve en ti, Atala; vuélve, y el imperio
cóbra de tus sentidos extraviados ...
¿Dónde está el padre Obrí? ¿por qué no ha
vuelto 1
Vaya buscarle y a traerle pronto;
de su influjo y piedad todo lo espero:
¡él es tan sabio, tan piadoso y justo! ..
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.JOSE FERNANDEZ MADRID-TEATRO
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ATALA
Vuéla y ruégale ....
CHACTAS
Espérame,
ESCENA
ya vuelvo.
111
ATALA
jCuánta noble virtud, qué amor tan puro
voy a perder con Chactas, si le pierdo!
Pero él, ¿qué puede hacer, ni Obrí qué puede?
No es solamente el voto; impedimento
hay mayor, invencible, formidable,
superior a su santo ministerio ... _
¡Oh, mi Dios! ¿moriré siendo inocente?
Contrarrestar
la fuerza del veneno
puedes tú ... para ti no hay imposibles.
No tan confusos los objetos veo ....
Esta opresión, fatigas y trastornos,
de tanto padecer serán efectos.
¡Es ve:-dad, estoy débil ... demasiado!
Siento insensible y rígido mi cuerpo ... _
E~ naturai ....
¡hemos sufrido tanto!
j Ya lo escucho! j qué dulce es el concierto
de las vírgenes castas, que celebran
con himnos puros a su esposo eterno!
¡Ay de mí, ay de míl
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ESCENA IV
ATALA, INDIOS
ATALA
¿No erais vosotraslas que cantábais?
INDIA
No: te hemos dispuesto
esta cama de juncos y de ramas,
y puesto que la luna está saliendo....
ATALA
¡Cuán benigna brillabas, cuán hermosa,
cuando yo desataba al prisionero,
¡oh luna, confidente de mis ansias!
INDIA
Ya es hora de partir; te llevaremos
en nuestros propios hombros, pues seguimos
por tus pies no pudiste.
ATALA
En ese lecho,
l.dónde me llevaréis? ¿a dónde amigas?
Acaso no podréis llevarme al pueblo.
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JOSE FERNANDEZMADRID- TEATRO
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INDIA
Fuerza nos sobra y voluntad.
ATALA
Decidme,
¿No son esos los bosques de los muertos 7
¿No son aquellos pinos y cipreses7
INDIOS
Sí, Atala, es el lugar del cementerio.
ATALA
¡Allá me llevaréis! .. ¡Socorro hermanos!..
¿ Dónde está Chactas 1 ¿ Moriré sin verlo? .
ESCENA V
ATALA, CHACTAS, OBRI,
INDIOS
. CHACT AS
Aquí estoy, aquí estoy: pero ¡qué miro!
Apenas se perciben sus alientos:
está convulsa. helada. moribunda.
Atala, esposa mía, justo el cielo
nuestros votos oyó, cesen tus males;
absuelta vas a ser del juramento:
Obrí nos unirá, serás mi esposa
y yo tu fiel amigo y compañero.
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ATALA
¿Qué oigo? ¡Chactas!. .¡Obrí!. .¡caros amigos!
OBRI
Sí, lo somos y siempre lo seremos.
Pero cálmate, Atala, aquí nos tienes:
tu religi6n es fértil en consuelos;
será tu esposo Chactas; en el nombre
del Dios a quien ofendes te lo ofrezco:
tu voto es simple y dispensarse puede.
ATA LA
Vén, esposo a mis brazos. ¡Ay! te ruego
que me perdones el horrible estado,
la situaci6n mortal en que te dejo:
Ya no puedo ser tuya. Ayer mañana
cuando pas6 la tempestad ... temiendo
violar los votos de mi madre y míos ...
y ceder de tu amor al vivo fuego...
Ciega y fuera de mí ... tomé ...
OBRI
¡Dios santol
CHACTAS
Qué, ¿ tomaste acaso? .
OBRI
¿Algún veneno?
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JOSEFERNANDEZ
MADRID-TEATRO
'89
ATALA
Ya está en mi corazón.
OBRI
¡Hija, qué hiciste I
CHACTAS
¿ y cuál era el veneno?
ATALA
Chactas, vélo.
CHACTAS
J Infalible I
OBRI
¡Piedad, Dios poderoso
r
ESCENA VI
ATALA,
CHACTAS
!.TALA
¿Dónde vais? Obrí, Chactas, ¿qué se ha hecho?
¿Quién abraza mis pies?. ¡Chactas amado 1. .
Acércate, que apenas te discierno.
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ESCENA VII
ATALA,
CHACT AS,
OBRI
OBRI
Animo, Chactas, ánimo; es preciso
obedecer la voluntad del cielo ...
I Atala, aquí está Dios!
ATALA
Ven. padre
A mi Chactas
mío ....
protége.
CHACTAS
¿ Ese remedio
podrá darle la vida?
OBR.l
¡Sí, la eterna!
Ya expiró .. , ya expiró ... votos funestos!
TELON
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GUATIMOC
"TRAGEDIA EN CINCO ACTOS Y EN VERSO
por
JQSE
FERNANDEZ
MADRID
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PERSONAJES:
GUA TlMOC
TISOC
TEPOCZINA,
(mujer de Guatimoc)
su
HIJO
CORTES
ALDERETE
(oficial y tesorero del ejército)
MEJ ICANOS
TLASCALTECAS
OFICIALES
CASTELLANOS
GUARDIAS
ACTO PRIMERO
ESCENA I
(Guatimoc,
Tisoc, consejeros)
GUATlMOC
ELECTORES y príncipes, no en vano
próvidas nuestras leyes, han dispuesto
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que moréis a mi lado para darme
consejos de salud en todo tiempo:
nunca tan necesarios, tan urgentes
como en esta ocasión serme pudieron.
Ya toda la ciudad está ocupada
por el fiero opresor: pero aun tenemos
algunos combatientes
encerrados
de este palacio en el recinto estrecho.
La ciudad imperial en ellos vive:
! Méjico vive todavía, puesto
. " vosotros, ' y yo eXIsto.
.
que aun eXlstls
Cortés, altivo por el triunfo nuevo ..
que acaba de alcanzar, se ha imaginado
que estamos prontos a rendir los cuellos;
y, enarbolando
la bandera blanca,
el pérfido Alderete, mensajero
digno de ese tirano artificioso,
el ramo de la paz viene a ofrecemos.
¡Qué paz! No son los males de esta guerra,
ni él estado espantoso en que nos vemos,
ni el incendio, ni el hambre, ni la peste,
azotes tan horribles V tremendos.
¿No conocéis el fin de esta cmbaj ada?
Una mentida paz es el pretexto;
si sedientos están de nuestra sangre,
están de oro y de plata más sedientos.
Al tesoro fatal de Moctezuma,
que, por desdicha nuéstra, poseemos,
es sólo a lo que aspiran, que éste ha sido
el obj eto constante de su anhelo.
Temen que, al retiramos, con nosotros
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JOSE FERNANDEZ MADRID-TEATRO
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esa fuente de males nos llevemos:
que a las ondas entrañas de la tierra
volver queramos dones tan funestos;
o que al profundo abismo de las aguas
esos viles metales arrojemos.
Mas, puesto que lo temen, nos conviene:
sin vacilar hagámoslo al momento:
ni la esperanza quede a la codicia
del ávido español. Así podremos,
denodados, tornar a la batalla,
y sin recelo presentar los pechos.
'Hay recursos aún; no les cedamos,
sin combatir, ni un palmo de terreno.
L Qué importa que muramos como caiga,
por dos mil de nosotros, uno de ellos?
Limitado en su número, y un día
libres de los malvados nos veremos.
'Sí, libres o morir; esclavos, ¡nunca!
Aun cuando el vasto, populoso imperio
se redujese a cuatro mejicanos,
triunfante la naci6n viviera en ellos,
y viviera con gloria.
TISOC
j Oh noble jefe
de tan valiente y generoso pueblo!
tú eras digno de tiempos menos tristes.
de dioses más propicios que los nuéstrós,
en vano los invocan sus ministros
con sacrificios y fervientes ruegos;
nuestros dioses inm6viles responden
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con ceño adusto y hórrido silencio;
y en sus sagradas casas sólo se oye
tremenda retumbar la voz del trueno.
Tristes gemidos salen de la tierra,
negros fantasmas vagan por el cielo,
la faz del sol, en la mitad del día,
cubren aciagos, sanguinosos velos.
En el rencor mortal con que detestas
al execrable bárbaro europeo
y en el amor de la infelice patria,
te acompañamos todos; mas yo debo
hablar con la franqueza que conviene
a mi carácter y alto ministerio.
¿ y qué podré decir que, a grandes gritos
con doliente clamor, no estén diciendo
de esta ciudad desierta y asolada
los miserables y expirantes restos?
De nuestros padres cuna venerable,
de tan grandes monarcas digno asiento,
Señora del Anáhuac, ¿ dónde se hallan
tus invictos caudillos y guerreros?
¿Quién podrá defenderte1 Tus valientes,
con heroico furor todos han muerto;
y sin dejar las armas de la mano,
insepultos, tendidos por el suelo
yacen miles y miles de tus hijos,
sirviendo al enemigo de recreo,
a nosotros de horror, de angustia inmensa,
de cruel desengaño y de escarmiento.
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JOSEFERNANDEZMADRID-TEATRO
77
GUA TIMOC
Sirviendo a sus hermanos, decir debes,
de sublime lección y de modelo.
TISOC
¡Ay, señor! si pudiera descubrirte
del corazón los íntimos secretos,
conocieras que, lejos de temerla,
,como al único bien la muerte espero.
¡Ah! todo cuanto amaba lo he perdido,
padre, mujer, hermanos, hijos tiernos;
sin patria, sin amigos, sin familia,
¿para qué soportar el duro peso
de esta vida infeliz? Mas, tú respiras;
ardiente fuego de venganza veo
centellear en tus ojos. ¿ Desconoces
que por ti, para ti vivir pretendo,
para seguirte, joven generoso,
a los confines últimos del reino,
para alentar los pueblos abatidos,
para poder unirlos en un centro,
y no dejar las armas de la mano,
hasta no exterminar al extranjero,
y a Méjico volver llenos de gloria?
Si yo quiero vivir, s610 es para esto.
Tal es mi decisión; mas, si a la muerte
cual cobarde mujer, piensas que temo,
vamos a complacer al enemigo,
que yo a morir me arrojaré el primero.
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78
BIBLIOTECA
ALDEANA
DE COLOMBL \
Pero, no te alucines, no te entregues
de tu furor al ciego sentimiento:
cedamos hoy para vencer mañana;
del español, huyendo, triunfaremos,
sírvannos entre tanto esos tesoros,
preciosos esta vez, porque con ellos
podremos detener al enemigo,
y escapar del peligro en que nos vemos.
Salvar a Guatimoc es lo que importa;
en nuestro emperador vive el imperio:
salvémosle con él; no hav sacrificio
que no se deba hacer co;' este objeto.
r'G·
, . esperanza;
.es uatlmoc nuestra umca
no le expongamos al terrible riesgo
de quedar en poder de un enemigo
feroz y sanguinario. Bajo el fuego
del audaz español, acaso en vano
retiramos después intentaremos.
Admítase la tregua que proponen;
y, mientras que se trata de convenios,
a partir dispongámonos en orden,
para volver a escarmentados presto.
t.:: se tesoro, ese fatal tesoro,
hoy útil nos será; con él podremos
arrancar de las garras españolas
a los héroes que tienen prisioneros,
poner en salva aGua timar, y un día
saciamos en la sangre de Europeos.
Que gocen entre tanto del tesoro,
y a su voracidad sirva de cebo.
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JOSE FERNANDEZMADRID-TEATRO
79
GUA TIMOC
Tisoc, ¿qué dices? ¿Por ventura ignoras
que son esos metales alimento,
fatal origen, causa de la guerra
y la desolación que padecemos?
¿Que por el oro y plata solamente
abandonó Cortés su patrio suelo,
y ciego de codicia, en tabla frágil,
al furor se entregó de un mar tremendo,
puso el pie temerario en nuestras costas,
y penetrar os6 de nuestros reinos
por la inmensa extensión; sin que bastasen,
ni el número infinito de sus pueblos,
ni el nombre de un monarca poderoso,
ni riscos escarpados, ni desiertos,
ni las altas montañas en que brama
el fuego abrasador bajo del yelmo,
ni espesuras, ni abismos. ni torrentes,
ni la fuerza, ni el arte a detenerlo?
El oro es más temible entre las manos
de ese hombre destructor, que el hierro y fuego;
con oro compra y paga sus soldados;
y en los sucesos prósperos o adversos,
el encanto del oro los sostiene.
Si quedan vencedores, es su premio;
vencidos, su esperanza: ¿Fatigados
caen alguna vez en desaliento?
Desesperados de triunfar
¿resuelven
volver a reposar bajo los techos
donde moran sus hijos y mujeres?
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80
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;
Ofertas de oro los detienen luégo,
animan su vaJor, despiertan su ira,
o calman su inquietud y descontento.
Esos brutos briosos, esas armas,
que el rayo arrojan con horrible estruendo,
efectos son del oro que, sin duda,
es de todos sus dioses el primero.
Meditad, consejeros, los recursos
que adquirirá Cortés, si se hace dueño
de tan grandes riquezas; meditadlo.
Mas, si acaso esperáis satisfacerlo,
si aplacar pretendéis a fuerza de oro
su sed inextinguible, es vano intento.
Veinte veces, incauto, Moctezuma
inútilmente se propuso hacerla,
¿ y qué logró? prisiones afrentosas
suplicio infame, y odio de su pueblo.
No muramos, como él, en el oprobio:
(si todo ha de perderse, por lo menos
consérvense con gloria nuestros nombres,
Mejicanos, ¡muramos combatiendo!. ~
PeíO ¿por qué morir, y sin venganza?
En las grandes montañas y desiertos,
muros inexpugnables del Anáhuac,
¿seguridad no encuentran sus guerreros?
Sepultar el tesoro entre las aguas,
caer sobre ellos con mayor esfuerzo
y, si nos son contrarios nuestros dioses,
en las provincias fieles del imperio
dar el grito de muerte a los tiranos,
y a Méjico volver con más denuedo,
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.JOSEFERNANDEZ
MADRID-TEATRO
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y guerrear sin fin, es mi designio.
Ahora, resolved.
TISOC
Ya está resuelto.
El dios de los guerreros te dirige,
t090S pensamos como tú. ¿No es cierto?
LOS CONSEJEROS
Sí, todos. todos.
GUA TIMOC
¡Dignos electores,
¡Oh padres de la Patria! ¿juramento
no haréis conmigo de morir cien veces
antes que descubrir este secreto,
de perseguir a tan feroces tigres,
de aborrecerlos con rencor eterno,
de lavar en su sangre tanto ultraje,
y vengar a los dioses?
TODOS
Sí 10 hacemos
GUATIMOC
Tisoc, la ejecuci6n es de tu cargo;
todo esta noche auedará disouesto
para que, cuando' el sol salg'a mañana,
volemos a triunfar.
TISOC
Fía en mi celo.
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ESCENA 11
GUA TIMOC,
TEPOCZINA
GUATIMOC
¿ Por qué, cara mitad, velas a esta hora?
Algún descanso a tu rendido cuerpo
¿ por qué no das? Son míos los cuidados;
vuélvete a reposar, mientras yo velo;
vuélvete sin temor .. mas, Tepoczina,
¿d6nde está nuestro hijo?
TEPOCZINA
Sobre el lecho
duerme apacible; su inocencia ignora
que acaso éste será su último sueño;
o que talvez mañana, sin sus padres,
huérfano, destinado al cautiverio,
sin amparo, sin sombra, entre cadenas
~
.~
mlsero gemlra.
GUA TIMOC
Si a tanto exceso
de ignominia los dioses lo destinan,
no despierte jamás nuestro hijo tierno!
Al país de las almas antes baje,
y con los nuéstros júntense sus huesos.
Mas, ¿por qué a tan fatales ilusiones
nos hemos de entregar?
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·JOSE FERNANDEZ MADRID-TEATRO
83
TEPOCZINA
¡Ay! los funestos
presagios de los dioses se han cumplido!
En vano intentan levantar el vuelo
las águilas de Anáhuac abatidas,
yo vi, yo vi que el gavilán sangriento
desgarraba a la cándida paloma.
¡Ayf todo se perdió! .... ¿ No estás oyendo
que el silencio interrumpen de la noche
unos tristes gemidos y lamentos? ...
De Mej icanos son, que expiran de hambre,
o víctimas, tal vez, del extranjero
que los degiiella en medio de la tregua ....
GUATIMOC
-JAhf pronto iremos a morir con ellos,
o a vengarlos.
TEPOCZINA
¿ Qué
dices? ¿ En qué fías1
GUA TIMOC
En el furor que me devora el pecho ....
En la ternura, con que te amo .. ¿ Lloras?
¿ Liaras, amiga?
TE POCZINA
De llorar y morir.
Guatimoc, ya es tiempo
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GUATlMOC
Mujer,
no temas.
TEPOCZINA
¡Ayl solamente
por mi esposo temo.
GUA TIMOC
Prepárate
a' salvarte
con nuestro
hijo.
TEPOCZINA
¿ Sin ti? Jamás.
GUATIMOC
Os seguiré bien presto ....
ESCENA II 1
GUATIMOC,
TEPOCZINA,
TISOC
TlSOC
Dadas están las órdenes, y debe
al campamento
castellano partir luego
el enviado español; mas pide que antes
le permitáis hablaros.
GUATIMOC
Al momento
le puedes conducir.
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ESCENA
GUATIMOC,
85
IV
TEPOCZINA
TEPOCZINA
Guatimqc, teme
a ese Alderete astuto y halagiieño,
que ha intentado otras veces engañamos,
tirano abominable, que el veneno
de su infiel corazón oculto trae
bajo un idioma y rostro lisonjeros;
sí, teme las promesas alevosas,
las viles asechanzas del perverso
ministro de Cortés; pero él se acerca:
su odiosa vista resistir no puedo.
Sus ofertas de paz son amenazas
de muerte y destrucción ....
ESCENA
V
GUATIMOC, TISOC, ALDERETE
ALPERETE
Señor, espero
que, en el estado en que os halláis, escuches
de la razón los últimos consejos.
El valiente Cortés, que me ha enviado,
ama en vos las virtudes y talentos
de un héroe, que, como él, caminar sabe
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del honor por el áspero sendero;
mas fuera obstinación ya la constancia.
El completo exterminio de este pueblo
de una palabra de Cortés depende:
salvado, sin embargo, es su deseo,
y conservar ceñidas vuestras sienes
con la corona hermosa del Imperio,
si el tesoro entregáis de Moctezuma,
y juráis homenaje al rey excelso,
poderoso monarca del oriente,
de Quezalcóhual sucesor.
GUATIMOC
¡Te entiendo!
Basta; a Cortés dirás que yo recibo
con tanta indignación como desprecio,
sus aleves promesas y amenazas;
que nada espero de él, y nada temo;
que los valientes nC' usan artificios.
ALDERETE
¿ En qué fiáis?
GUA TlMOC
En mí y en mis derechos.
ALDERETE
Los nuéstros son ....
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GUATIMOC
¿Los de la fuerza?
ALDERETE
¿ y tienes
.alguna que oponer?
GUATIMOC
Sí.
ALDERETE
Compadezco
'tan inaudita
ceguedad.
GUA TlMOC
Los tigres,
¿alguna vez la compasión sintieron?
.¿Derechos y piedad osáis nombrarme
usurpadores, monstruos carniceros?
¿Quién os autorizó para invadimos?
ALDERETE
La religión, el Dios del Universo.
GUATIMOC
¡Impostores 1 ¡hipócritas! el oro,
la perfidia, la sangre y el incendio
son vuestro único Dios.
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ALDERETE
Míra esas llamas
en que están consumiéndose los templos
de vuestros dioses sanguinarios; míra
ese infinito número de muertos
que, en espesos montones hacinados,
cubren plazas y calles; los guerreros,
de Méjico el orgullo y esperanza,
postrados yacen; míralos,
GUATIMOC
Ya veo
los bienes que les trajo vuestra alianza,
de su hospitalidad el justo premio.
Complácete en tus víctimas, tirano,
céba tus ojos en sus cuerpos yertos:
mas témelos aún, que todavía,
la causa de su patria defendiendo,
contra vosotros lanzan el contagio
y la peste, y la muerte de sus senos.
Ministro de Cortés, sepa el tirano
que sobre sus cadáveres sangrientos
iremos a vengarlos
que la tregua
está rota. Retírate
.
ALDERETE
El soberbio
carácter de este idólatra humillado
pronto, pronto he de ver.
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89
ESCENA VI
GUATIMOC
Mientras que puedo
aplacaros con sangre castellana,
de estas-amargas
lágrimas que vierto,
el tributo aceptad, restos gloriosos!
Si al dios asolador del extranjero,
débiles nuestros dioses se han rendido,
vosotros nó, ni yo, que, a vuestro ejemplo,
juro guerra sin fin a 100s_
j.iranos,
y venganza- mor,tal y un odio ..eterno.
FIN DEL ACTO PRIMERO
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ACTO SEGUNDO
ESCENA 1
COR TÉS, ALDERETE;
GUERREROS
TLASCAL TECAS y CONFEDERADOS;
CASTELLANOS,
PRISIONEROS
ME] 1CANOS
CORTES
1 Viva la España, Castellanos!
CASTELLANOS
¡Vival
CORTES
Fin a la obra gloriosa ya hemos dado;
toda la grande capital es nuéstra.
Ved el asilo, el último palacio
del obstinado Guatimoc; su empeño
y heroico valor han sido en vano.
Un enemigo digno de vosotros,
hijos de la victoria, habéis hallado
en este emperador; mas, nada, nada
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se resiste al poder de vuestros brazos.
Os he cumplido todas mis ofertas:
mirádlo, del imperio mejicano
éste es el trono augusto, y yo el primero
le ocupo en nombre del invicto Carlos.
¡Cuánto es más grande y rica que la antigua
aquesta nueva España que hoy le damos!
¡,Cúan fecundas sus tierras de oro y platal
¡Qué incalculable el número de esclavos
que deben explotarlas, y rendimos
su fruto como humildes tributariosl
Orlad, pues, valerosos capitanes,
vuestras gloriosas sienes con el lauro
de esta inmortal conquista, que por siempre
del mundo todo confusión, y pasmo,
y envidia debe ser. Sepan los reyes
de las otras naciones con espanto,
que un mundo entero resistir no pudo,
y se rindió al esfuerzo castellano.
¡Oh! ¡qué gozo! venid, amigos míos,
que os estreche Cortés entre sus brazos t
Esta es la vez primera de mi vida
en que, de gratitud enajenado,
siento húmedos mis ojos .... Compañeros,
¿qué mayor testimonio puedo daros?
¿qué prueba de amistad más verdadera?
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constante Sandoval, bravo Alderete;
vosotros todos del imperio hispano
guerreros dignos .... y también vosotros
joh fieles Tlascaltecas! mis aliados,
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las gracias recibid del gran monarca,
a quien hoy represento, y por quien hablo,
al Dios de los ejércitos, humildes,
dárseJas deberemos entre tanto:
por El la sangre impura hemos vertido
de estos ciegos idólatras; su mano
puso en la mía el hierro de la muerte
que este nuevo hemisferio ha conquistado;
El me inspiró designio tan sublime,
y constancia nos dio para acabarIo;
El nos ha defendido en cien combates
de esa infiel muchedumbre de contrarios,
que con gritos de rabia se arrojaban
sobre nosotros; formidable oceano,
cuyas olas, bramando, en el escollo
de nuestros pechos, siempre se estrellaron.
Gozáos, que a la luz de esas espadas
con que habéis las tinieblas disipado
en que estaba este mundo sumergido,
brilla la pura fe de los cristianos,
ilustráis vuestros nombres, y a la España
esplendor inmortal dais con sus rayos.
Gozáos de las nobles privaciones
con que habéis, impertérritos, luchado
del hambre, sed y desnudez, pues ellas
grandes riquezas os darán en pago.
ALDERETE
Todo, todo se debe a:J digno jefe,
al héroe invicto, al hombre extraordinario,
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que concibió el designio, y que era el solo
digno de dirigimos y mandamos.
CORTES
Nó, Españoles; de todos es la gloria,
como han sido los riesgos y trabajos;
mas, pues resta que hacer, nada hemos hecho:
Guatimoc, compatriotas,
se ha salvado,
ese enemigo siempre formidable ...
ALDERETE
Vive, señor, aún, y si tardamos
en seguirle, sin duda, perderemos
el tesoro.
CORTES
Valientes castellanos,
mientras que libre Guatimoc exista,
no pensemos gozar paz ni descanso.
ALDERETE
Entre estos prisioneros se halla Tísoc,
su ministro y amigo: examinarlo,
señor, Gonvipne.
CORTES
.acércate,
guerrero.
Vén a mi presencia,
Es necesario
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me declares a dónde se dirigen
Guatimoc y los nobles que escaparon
de nuestras manos; si llevó consigo,
o el tesoro dejó.
TISOC
Si por hallado
se afana tanto, pronto satisfecho
~ pues va l'veran ...
sera~eartes,
CORTES
Sí acaso
de paz viniere Guatimoc, no es tarde:
en mí hallará un amigo, no un contrario.
TISOC
¡Amigo! del tesoro; pero nunca,
nunca lo gozaréis, hombres avaros;
si un tesoro queréis, a las profundas
entrañas de la tierra id a arrancado.
CORTES
Lo arrancaréis vosotros, ¡miserables!
Lo arrancaréis con vuestras propias manos:
somos vuestros señores, siervos viles.
TISOC
Guatimocín, inicuos, se ha salvado.
¡Temblad! yo mismo le salvé, ¡qué gloria!
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por defenderle prisionero me hallo;
pero, ¿qué importa? vive la esperanza
del Anáhuac; su digno soberano
vive, y su vengador.
CORTES
Sacad los hierros
marcad a estos bárbaros, que esclavos
son ellos y sus hijos para siempre.
y
TISOC
¡N6, para siempre n6, fieros tiranos!
el día llegará de la venganza;
el día en que de crímenes tamaños,
de tanto ultraje, destrucci6n y muertes,
logréis el premio, itigres sanguinarios!
CORTES
Sí, vosotros los tigres, sí, vosotros
de carne y sangre humana alimentados.
TISOC
Ese culto feroz era más digno
de vuestro· Dios cruel que ...
A. T 'I"'Io...-:-nn"""r."
r')o.L.o....,. .••••.•..•.•.•...••..•..•...••.
¡Observadlo!
Sus expresiones, su aire, sus miradas
ardientes de ira y de furor insano
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descubren el espíritu maligno
de este réprobo inicuo.
CORTES
i Temerarios!
Ese orgullo insolente convertido
será en humillación, ruegos y llanto:
por el Anáhuac vagaréis un día,
seres abyectos, hombres degradados,
y en vuestra infamia, ni osaréis siquiera
los ojos levantar a vuestros amos.
Tal será vuestra suerte.
T1S0C
¡Hagan los dioses
que, de vuestras maldades irritados,
contra vosotros, vuestros propios hijos,
las mismas armas vuestras empuñando,
vengadores terribles del Anáhuac,
en sus padres castiguen sus tiranos!
¡Hagan los dioses que vosotros mismos,
ávidos. vuestra presa disputando.
os devoréis los unos a los otros! ..
CORTES
¡Nó, bárbaros, no somos mejicanos;
no conocemos guerras fratricidas
y nunca nos vendemos, ni entregamos
al común enemigo.
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TISOC
¡Oh Tlascaltecas,
.oíd vuestra sentencia!
CORTES
Sólo hablo
.de vosotros, feroces opresores ...
llevad a esos cautivos y marcadlos;
,que sello del oprobio arda en su frente;
ni edad ni sexo perdonéis.
TISOC
Saciáos
.de sangre, y que la muerte ...
CORTES
, Vuestra vida
larga muerte ha de ser.
TISOC
Amigos. vamos.
(Vams)
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ESCENA 11
(Corté.!, Alderete; guerreros castellanos 'Y confederados: entra un Tla.!calteca.)
EL
TLASCALTECA
Señor, ya llega Guatimoc, que preso
ha sido en la laguna; acompañado
viene de su familia, y de este pueblo
los tristes restos salen a su paso,
se postran, y con gritos dolorosos,
los niños, las mujeres, los ancianos,
héroe le llaman, defensor y padre;
y los brazos al cielo levantando,
suplican a sus dioses que la vida
salven de Guatimoc.
CORTES
Sí, yo lo salvo
Guatimoc vivirá; a mí debieran
humildes ocurrir, no a dioses falsos.
Ya podéis reposar, amigos míos;
vuestro valor el cielo ha coronado.
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ESCENA 111
(Cortés, A lderete , Castellanos. confederados; Guatimoc, Tepccz.ina, su hijo, etc.)
GUATIMOC
Dáme pronto la muerte que me espera;
Cortés, saca esa espada, y con tu mano
atraviésame el pecho, que no debe
sobrevivir un rey a sus Estados.
y ya que por desgracia no he caído
al lado de los héroes, que expiraron
en el campo de honor, el golpe quiero
recibir del mayor de mis tirano~~¡
Pero, si de piedad la última chispa
en tu pecho cruel no se ha apagado;
si de alguna virtud es susceptible
el feroz corazón de un castellano;
respeta el sexo débil de mi esposa,
de este niño infeliz los tiernos años,
y no agraves con bárbaros ultrajes
el destino fatal de mis vasallos.
CORTES
Calma el noble dolor que te atormenta;
con gloria tus deberes has llenado;
tú solamente detener pudiste
el torrente español. Cual soberano,
cual digno emperador te has conducido;
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no te avergiience pues tu actual estado:
sírvate de consuelo que, cediendo,
no cediste a enemigos ordinarios;
no prisionero mío, lo eres sólo
del gran monarca del imperio hispano,
en cuyo nombre, Guatimoc, te ofrezco
que si eres nuestro amigo, nuestro aliado,
si el tesoro me entregas, la corona
conservarás y el trono mejicano.
GUATlMOC
Guerrero vencedor, ~por qué te vales
de las indignas artes del engaño?
¿No estoy en tu poder? al valor tuyo
un carácter más síncero y más franco
estuviera mejor. No así me ofendas;
¿juzgas que 'soy tan débil, tan incauto,
como el iluso Moctezuma? ¿j uzgas
que como él, torpemente fascinado
por iguales promesas a sus plantas
tesoro, fe y honor ponga temblando
el hijo de Auizol? ¡Oh padre mío!
Monarca valeroso y esforzado,
si no fuera el imbécil Moctezuma
tu indigno sucesor, hoy ese estrago
y asolación no vieras de tu pueblo,
ni de tu hijo la mengua y el escarnio.
..Cortés, soy Guatimoc, soy siempre el mismo.
¿ Una vida afrentosa piensas que amo?
Moctezuma no soy; muerte o venganza
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tan sólo quiero. ¿Habéis imaginado
hacer de Guatimoc el instrumento
de vuestra usurpación? ¿Pensáis acaso
mantener a los pueblos del Anáhuac
en inacción infame sepultados,
conservando una sombra del imperio,
y de su emperador un hombre vano?
¿Serviros yo?. ¡imaginen qué ignominia!
De este día de sangre el negro cuadro .
es a mis ojos menos horroroso.
Antes viera a mi esposa y mi hijo caro
ardiendo entre las llam?s de una· hoguera,
que ser hasta ese extremo degradado.
No esperéis sumergir, por medio mío,
al oprimido pueblo en vil letargo,
pues si pudiera yo, fuera el primero
con el grito de muerte a despertarIo.
Cautivos como yo, ;:;onpeligrosos:
Moctezuma murió sin serIo tanto;
góza, pues, de tu presa sin temores,
y acaba con mi vida tus cuidados.
CORTES
Es justo ese dolor; yo lo disculpo;
y por más que me ofendan tus agravios,
la indignación ahogo entre mi pecho:
si has sido emperado'r, soy castellano.
Mas no a temeridad pase tu orgullo:
piénsa que tu familia y tus vasallos
están en poder mío. Conducidles,
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guardias, al interior de su palacio;
sea ésta su prisión: nadie a ofenderles
atreverse podrá Nosotros vamos
a dar fin a las muertes y saqueo
en que se halla el ejército ocupado.
ES,CENA IV
(Cortés.
Alderete,
Castellano&)
CORTES
¿Os admira, españoles,
su constancia?
ALDERETE
y más vuestra paciencia. Soberano
de Méjico se juzga todavía,
y es preciso, señor, desengañado.
Si en negar el tesoro se obstinare.
que se le obligue luégo a confesarlo,
que a decir la verdad en un tormento
con gritos de dolor sea obligado.
CORTES
Llevará su secreto hasta el sepulcro
si su ánimo real exasperamos;
no menos que a vosotros me disgusta
ese carácter fiero y obstinado;
pero no hay que esperar que al rigor ceda:
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103
usar debemos de un lenguaje humano.
Más que todos los medios de la fuerza
pueden algunas veces los halagos.
Conozco a Guatimoc; conozo, amigos,
la índole del pueblo mejicano.
De ]a audacia y orgullo de esa joven,
el castigo mayor es despreciarlos.
Mi triunfo más glorioso y más completo
,es ver a mi enemigo en tal estado,
soportar, sin temer]a, su osadía,
y con sonrisa oírle amenazado.
Pero si tales medios no bastasen
Para lograr el fin a que aspiramos,
¡Que Guatimoc y el nuevo mundo, tiemblen,
pues tremendo castigo les preparo!
FIN
DEL ACTO SEGUNDO
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ACTO TERCERO
ESCENA 1
GUATIMOC, ALDERETE,
GUARDIAS
ALDERETE
¿No lo revelarás?.
Bárbaro, escucha...
(Se oyen en el interior ayel repetido3)
¿Te estremeces? no temas; todavía
no llega tu hora.
GUA TIMOC
¿ De morir? ¿ qué aguardas1
ALDERETE
tu hora debe llegar.
GUATIMOC
j Con vuestras vidas
se acaban vuestros males, compatriotas!
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JOSE FERNANDEZMADRID-TEATRO
105
ALDERETE
Te engañas; será larga su agonía.
Esos ayes que escuchas son debidos
a las marcas de hierro que, encendidas,
se graban en sus frentes para siempre:
Son ayes de dolor: ellos no expiran;
viven para servir a sus señores;
viven para el trabajo y la ignominia;
viven, pero marcados como esclavos.
GUA TIMOC
¡Oh dioses! ¿dónde estáis? vuestra justicia
¿dónde está, dónde está? Mas no, los dioses
no pueden inventar, ¡raza maldita!
los castigos atroces que merecen
vuestra ferocidad, vuestra avaricia,
vuestra rabiosa sed de oro y de sangre.
ALDERETE
¡Bárbaro, pagarás tanta osadía!
(Los españoles tiran de las espadas)
GUATIMOC
Hé aquí vuestro valor, con los que se hallan
¡indefensos, cautivos! ¡Gente indigna!
Aquí estoy yo; clavad vuestras espadas;
aquí debéis clavadas.
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t06
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ALDERETE
apartad a ese idólatra: dé gracias
a la orden de Cortés.
De mi vista
ESCENA 11
ALDERETE
Y UN CASTELLANO
ALDERETE
(Se oyen aye.t repetidos)
Sí, sí que giman;
ríndase la insolencia mejicana.
CASTELLANO
No se tolere más su altanería.
ALDERETE
¡Con qué razón murmuran los soldados!
¿El premio han de perder de sus fatigas?
Vuéla, infláma sus ánimos con arte:
hábla de tal manera que conciban
sospechas de Cortés, pues su conducta
Con sobrado motivo las inspira.
¿ Cuándo, cuando Cortés piedad tan rara
manifestó jamás? ¿por qué autoriza
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JOSE FERNANDEZ MADRID- TEATRO
107
con su clemencia injusta v sospechosa,
de Guatimoc y Tísoc la osadía?
¿Deberemos perder ese tesoro
que es nuéstro por derecho de conquista?
CASTELLANO
Cortés para sí solo tal vez, piensa ...
ALDERETE
¿Lo dudas? insaciable es su codicia,
para sí solo recoger el fruto,
que corresponde a todos, imagina;
mas no sucederá.
CASTELLANO
No, lo juramos.
ALDERETE
y si se obstina Guatimoc en día
para él tan espantoso, ¿qué esperanza?.
CASTELLANO
Lt"'or
O
~.
1
~
que tarOarIlU~~
T'"\
ragUe
_._
1
~ _1~
I,;UIl la VIUé1,
descubra el tesoro.
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108
ALDEANA DE COLO.',: :~¡\
BIBLIOTECA
ALDERETE
Su constancia
es necesario que un tormento rinda.
Cien veces la. verdad ha descubierto
por este medio fácil la justicia.
CASTELLANO
Adoptémoslo
pues ....
ALDERETE
que a gritos el ejército
Sí, pero importa
lo pida.
CASTELLANO
Así se hará.
ALDERETE
Mas hágase al momento:
No le dej emos tiempo a la malicia
y astucia de Cortés. Cuando se vea
en frente de las llamas encendidas,
descubrirá temblando su secreto
el firme emperador ... Mas, Tepoczina
se acerca, y debo exminarla; párte.
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109
ESCENA lB
ALDERETE
Es muy bella a mis ojos esta india;
más bella aún en su dolor; merece
por un héroe español ser protegida.
¡Qué honores y riquezas con su mano
podré pronto adquirir! Sí, será mía..
¡Yo del tesoro poseedor. .. qué gozo!
Con el llanto que inunda sus mejillas
me agrada más.
ESCENA IV
ALDERETE, TEPOCZINA,
su
HIJO, GUARDIAS
ALDERETE
Señora ....
TEPOCZINA
A la presencia
de Cortés yo juzgaba que venía.
¿ Tenéis algunas órdenes qué darme?
ALDERETE
Solamente quisieras recibirlas
de aquella, que, señora de mi pecho..•
¿Por qué, por qué apartáis de mí la vista 7
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¡Con qué pesar contemplo vuestro estado,
el intenso dolor que os martiriza!
¡Feliz, si yo pudiera moderado!
¡Feliz cien veces va, si, en su desdicha,
servir pudiese a tu hijo como un padre,
y a ti, que de un amigo necesitas,
de un digno compañero, con quien puedas
tantas desgracias olvidar un día ....
Pero ¿ por qué te inmutas?.
no pretendo ...
TEPOCZINA
¡Qué atroz mezcla de audacia
y de perfidia!
ALDERETE
Si la amistad y puros sentimientos,
que vuestra triste situación me inspira,
os ofendiesen ...
TEPOCZINA
Cúmple con tu encargo;
¡Yo quedo a tu piedad agradecida!
Mas cúmple con tu encargo ¿qué me ordenas?
ALDERETE
Cortés, señora, exige que me digas
dónde se halla el tesoro, si no quieres
el exterminio ver de tu familia,
y de Guatimocín y tu hijo tierno
en la hoguera saltar las carnes vivas,
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JOSE FERNANDEZ MADRID- TEATRO
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en la hoguera voraz que se prepara,
y que ha de reducirlos a cenizas,
pues tal es la orden de Cortés:
TEPOCZINA
¡Oh dioses!
¡Guatimoc! ¡Hijo mío!
EL H!JO
A tus rodillas
aquí, español, me tienes abatido.
TEPOCZINA
¡Hijo de Guatimoc y Tepoczina!
¿ Qué haces?
(Tepoczina
levanta a su h(;o, que está pue&to
de Todtllas delante de Alderete.)
EL HIJO
Señor, no mates a mi madre.
TEPOCZINA
¡Hijo de Guatimoc! .. ¿ Ya está encendida,
monstruo de iniquidad, monstruo execrable,
ya está ardiendo la hoguera?
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EL HIJO
jOh madre mía!
Teme que es castellano.
TEPOCZINA
Hombre malvado,
¿ hay tormento mayor que el de tu vista
para mi corazón que te aborrece?
ALDERETE
¡Oh guardias! j las cadenas! T epoczina
aprénde a respetar a tus señores.
ESCENA V
ALDERETE,
TEPOCZINA,
GUARDIAS
TEPOCZINA
Vén a verme morir; no necesitas
encadenar mis manos; a la hoguera
con mi hijo en brazos, entraré yo misma.
ESCENA VI
ALDERETE,
TEPOCZINA
(Alderete hace una .señal a las guardias para
que se retiren.)
TEPOCZINA
¿Qué has osado indicarme, hombre perverso 7
Tú solamente concebir podías
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tamaña iniquidad; sólo en tu pecho,
en tu vil corazón hallar cabida
pudieran esperanzas tan infames.
. ¿Hasta cuándo las manos vengativas
de los dioses aguardan? ¿hasta cuándo?
¿Algún crimen os resta todavía?
¿ Por qué os sufre la tierra y sus entrañas
no abre para tragaras, gente inicua,
tigres de faz humana?
ALDERETE
De tu rabia
yo apagaré el incendio. Míra, mira
~orrer la sangre de tu hijo; ¡muere!
(En el momento en que Alderete levanta la espada, entra Guatimoc 'Y lo desarma.)
ESCENA
VII
ALDERETE, TEPOCZINA, GUATIMOC .
ALDERETE
!Cómo!
GUA TIMOC
¡Silencio! o al instante expiras.
Infame castellano, en poder mío
ahora se halla tu execrable vida;
pera estás desarmado, y te desprecio.
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114
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ALDEANA
DE COLOMBIA
Tóma tu espada, tómala; asesína
al hijo y a los padres; del carácter
y valor de un cristiano hazaña digna;
ALDERETE
Retiráos.
ESCENA VIII
ALDERE:TE
¡Qué oprobio!..
pero tiemblen!
Bajo del yugo la cerviz altiva
doblarán pronto: nunca a un castellano
se insulta impunemente.
ESCENA IX
CORTES,
ALDERETE,
GUARDIAS
CORTES
De este día
será fámosa siempre la memoria;
yace la inmensa Méj ico en sus ruinas
del furor español castigo horrible,
y escarmiento sufrió la idolatría.
Es general la destrucción, y nada
se ha escapado del fuego y la cuchilla.
En los grandes alcázares y templos,
del incendio voraz la llama activa
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JOSE FERNANDEZMADRID-TEATRO
115
inextinguible, dura, y pocas horas
las obras de los siglos aniquilan,
¡Fatal asolación! por gloria nuéstra
consérvense siquiera las reliquias,
de las artes y ciencias de este pueblo:
por el vencido al vencedor se estima,
ALDERETE
Justo era escarmentar y para siempre,
con tremendo ejemplar, tanta osadía,
CORTES
Es mengua que tan ínclitas acciones
haya manchado una conducta indigna
de los ilustres hijos de la Europa,
del bravo pueblo que la España habita.
¿Somos hordas de bárbaros acaso?
¿El oro sólo es digno de codicia?
De Méjico los nobles monumentos,
sus grandes bibliotecas, donde escritas
se hallaban sus historias y sus leyes,
¿debieron ser objeto de rapiñas,
ni menos de venganza? Por el fuego
se encuentran juntamente
consumidas
la gloria del Anáhuac y la nuéstra,
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Que triunfamos de pueblos indefensos,
de míseros salvajes, que yacían
en profunda barbarie, sin costumbres,
ni artes, ni leyes, clamará la envidia,
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ALDEANA
DE COLOMBIA
¡No me duele la sangre derramada;
la política, en fin, nos justific~.
Nación tan populosa y tan distante,
sometida a la España no estaría
sin terror largo tiempo. Estos esclavos
ver teñidos de sangre necesitan
a sus conquistadores: la indulgencia
pronto nuestro poder arruinaría.
Una severidad infatigable
es necesaria.
ALDERETE
Las mujeres mismas
se atreven a injuriamos: a mis ojos
iracunda, furiosa T epoczina,
blasfemaba del Dios de los cristianos,
y tu nombre y el mío maldecía;
pero ya está cargada de cadenas
del feroz Guatimoc la esposa digna.
CORTES
Dejemos algún triste desahogo
A esa infeliz mujer en su desdicha.
No deben ofendemos sus palabras,
despreciemos su débil osadía.
ALDERETE
Contumaz, el secreto del tesoro
jur6 no revelar.
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JOSEFERNANDEZMADRID-TEATRO
117
CORTES
Ante mi vista
vengan con ella Guatimoc y Tísoc.
ESCENA X
CORTES, ALDERETE
CORTES
Su temeraria obstinaci6n me obliga
a usar de mi poder: es necesario;
todos van a morir.
ALDERETE
Pero que giman
antes en un tormento doloroso;
pro16nguese con largas agonías
su muerte, y de este modo lograremos
el tesoro arrancarles con las vidas ....
no son hombres, señor, como nosotros;
ni bondad ni servicios los obligan;
los obliga el temor: corre en sus venas,
con su sangre, el rencor con que nos miran.
ESCENA XI
(Coités, Al,J';iei,;. Guuiímoc. 1 '.!OC, J epoezma,
.su hijo, que ,alen por diferente.! parte.s, guardia.s)
TISOC
¡Oh Guatimoc!
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GUA T1MOC
iOh Tísoc! .. j Tepoczina!
¡La hija de Moctezuma encadenada!
¿Quién osó, quién osó con mano impía
ligar tus manos, reina del Anáhuac?
¿Quién osó? ¿ dónde está?. ¡Cortés I
CORTES
De tu ira
refrena los transportes; no exasperes
a los héroes triunfantes de Castilla.
Por ti se halla su esposa en ese estado:
por ti la emperatriz, envilecida
hasta ese punto. Guatimoc, aun puedes
librada del oprobio en que la miras;
puedes con ella conservar el trono,·
y sentarla otra vez sobre la silla
del imperio. Descúbreme el secreto,
y te salvas con ella. No resistas
a mis instancias: juntas la prudencia
y la naturaleza te lo dictan.
Ove su voz j oh Guatimoc! no seas
as'esino feroz de tu familia:
toda va a perecer.
EL HIJO
¡Padre!
GUATIMOC
¡Hijo mío!
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JOSE FERNANDEZ
MADRID-TEATRO
119
EL HIJO
¡Padre! ¿nos salvarás?.
GUATIMOC
De la ignominia,
y de españoles nos salvamos todos ....
¡Adiós, mi amigo fiel!.. mi tierna amiga
y compañeros. j adiós! .. hoy vuestras almas
se unirán nuevamente con la mía.
ESCENA
XII
(Cortés, Alderete, Guatimoc, Tepoczina, su hijo,
guardias. los oficiales castellanos)
UN
CASTELLANO
.¡ JOGO
,2,,)lJV
V
3UP
Señor, todo el ejército, furioso': HiQ01Q lJj 10q
frente de este palacio se amtfHnfS'?0q2~lJ1 B Y.
pidiendo a Guatimoc, que % \!élOb'Brblto01lJ[
[19
de su rabia y rencor: hav quien afirma
.r Ado
estar en vues t ras manos
ya e1 tesoro,
y que si Guatimoc no lo publica ....
ALr;~1{m
No lo ignoráis, s~W¿~~!
r1tiestroso~ffi-éffi§;1J i3
en la embriaguez de la victoria?WNf8arPj 8'313el ~espeto que debeJ1&)8~ jef~s,.
y cleg~s
de yernzanza y de' codIcia ....
.:)orm J 8Ue)f
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CORTES
Guatimoc morirá; mas no por ellos:
la espada lo herirá de la justicia.
Oecidlo así al ejército; y vosotros
cumplid vuestro deber: la altanería
reprimid del soldado, pues del orden
deberéis responder con vuestras vidas.
ESCENA XI I I
(Cortis, Alderete, Guatimoc, Tepoczina,.tU hijo; guardia.!)
CORTES
Vosotros para siempre despedíos,
que vuestra hora llegó. Te sacrificas
por tu propia elección; y a tu hijo esclavo
y a tu esposa infeliz dejas sumida
en luto, llanto y servidumbre,
GUATIMOC
¡Oh dioses!
CORTES
El tirano mayor de tu familia
eres tú mismo.
TEPOCZINA
!Guatimoc!
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EL HIJO
¡Mi padre I
GUA TIMOC
.A mis brazos venid .. " sí .... Tepoczina,
por la postrera vez: .. ¿Cómo no expiro
de dolor tan cruel '1 ¡Oh patria mía I
te cumplo el juramento, no doy armas ....
nó, nunca viviré sobre- tus ruinas.
CORTES
A la prisión llevadles: tras sus pasos
los instrumentos de su muerte sigan.
ESCENA XIV
CORTES, ALDERETE,
TEPOCZINA y SU HIJO
TEPOCZINA
No, no vertáis su sangre generosa;
demasiada ha corrido en este día
de horror y asolación: venid conmigo;
voy a satisfacer vuestra codicia,
a entregar el tesoro; en el instante
os lo vov a entregar, para que vivan
Tísoc y ~Guatimoc. ALDERETE
¿Alucinarnos
con vanas dIlaciones imaginas?
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TEPOCZINA
Venid, voy a colmar vuestros deseos;
suspended el efecto de vuestra ira.
CORTES
Sígue sus pasos, mas sus manos antes
de las prisiones, Alderete, líbra;
en tanto que al ejército yo mismo
comunico tan próspera noticia.
ALDERETE
Señor, ¿ y si la pérfida te engaña? .
CORTES
¡Llorará para siempre su perfidia t
FIN DEL ACTO TERCERO
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ACTO CUARTO
ESCENA
CORTES,
I
GUATIMOC,
TISOC
CORTES
Si estáis vivos aún, lo debéis sólo
al amor de la reina que, aterrada
del formidable y hórrido castigo,
que a vuestra obstinación amenazaba,
vuestro secreto reveló: el tesoro,
por dicha vuéstra, descubierto se halla.
GUATIMOC
Tísoc, ¿ tú has perjurado, tú has podido
serme infiel?
TISOC
!Ah 1 señor. cómo te engañas I
CORTES
Siempre vuestras mujeres han mirado
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a los Ínclitos hijos de ]a España
con respeto y temor, y a pesar vuestro,
conocen nuestros méritos.
GUATIMOC
Qué infamia J
IOh colmo de dolor y de vergiienza J
TISOC
Cada una, Guatimoc, de sus palabras
es un engaño nuevo. ¿Cómo olvidas
que siempre las peores de sus armas
han sido el disimulo, el artificio,
y la perfidia, en fin?
CORTES
Tu suspicacia
es propia de un esclavo, cuya frente
con eterna ignominia está marcada.
Tu impotencia desprecio, ¡miserable!
tan torpe pensamiento sólo en tu alma
pudo encontrar cabida. " j Disimulo! ..
¿Para qué, para qué? No se degradan
los fuertes a fingir: lo necesitan
los que deben servir no los que os mandan.
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ESCENA
125
II
CORTES, GUATIMOC, TISOC; GUARDIAS,
UN CASTELLANO
EL
CASTELLANO
Se acerca Tepoczina a este palacio,
y muchedumbre de indios la acompañan
con lúgubre silencio.
CORTES
Mas los nuéstros
¿con vivas de placer? .
EL CASTELLANO
N o, todos callan.
GUATIMOC
¡Oh gozo ese silencio!. ...
CORTES
Es vuestra muerte.
El tormento no en vano se prepara.
me enQ:añó? iaué crimen 1
,i()1lP.'
,_o - i.•T e.noczina
Pero, j ay de aquéllos que a Cortés engañan!
J.
•••..••
.a.
CASTELLANO
No, señor, Tepoczina ha descubierto
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ya parte del tesoro; las alhajas
de oro y preciosas piedras, recibidas ....
ESCENA lB
CORTES,
GUATIMOC,
CASTELLANOS,
TISOC, ALDERETE;
GUARDIAS
ALDERETE
Vana ha sido, señor, nuestra esperanza.
Apenas con la reina hube salido
de este oalacio, cuando fue anunciada
con dolientes clamores su presencia.
Todos, todos los indios que vagaban
por la yerma ciudad, en el instante
se congregan, se éirrojan a sus plantas:
vense de entre las ruinas de los templos
salir los sacerdotes, que ocultaban
en ellos su temor, hombres indignos,
altivos en el triunfo, en la desgracia
abyectos y abatidos. \Por mi! partes
resuena el caracol, y de sus casas
salen, dando lamentos y alaridos,
los restos de la gente mejicana:
viejos, niños, mujeres, tras su reina
van llorando y siguiendo sus pisadas.
Los españoles, con el ojo atento,
y nuestros aliados de Tlascala,
ios observan y sufren. Al fin todos,
después de larga y fatigosa marcha,
por un lóbrego bosque penetramos:
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JOSEFERNANDEZ
MADRID-TEATRO
121
allí enterradas las reliquias se hallan
de los nobles y jefes de este imperio;
allí el sepulcro está de sus monarcas.
Da la orden Tepoczina, y con sus manos
los indios melancólicos levantan
las losas y la tierra que los cubren.
Preséntase el primero Quetlavaca;
el cadáver del grande Moctezuma
sigue después. i«Oh padre, oh padre! «clama
al verle Tepoczina, y queda inmóvil,
más pálida, más fría que una estatua;
y apenas vuelve en sí, se arroja al padre,
lo estrecha entre sus brazos, y lo baña
de lágrimas copiosas. Entre tanto,
brillan a nuestra vista esas alhajas
que, juntas con los huesos de sus reyes,
los mej icanos del sepulcro sacan.
CORTES
y esto es ....
ALDERETE
No es el tesoro; con astucia
se nos quiere engañar, astucia vana!
Sé que estas joyas son de algunos nobles,
v aue fueron Dor ellos seDultadas
en "esas tumbas, con el torpe objeto
de burlar nuestras justas esperanzas:
sé que el grande tesoro que buscamos
oculto permanece; que se hallan
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aquí los dos rebeldes, del secreto
únicos sabedores: sé que braman
de furor los soldados castellanos,
viendo que ha sido vana su esperanza;
y en fin que es menester que estos protervos
a Dios y a la justicia satisfagan,
recibiendo en tormento ignominioso,
el galardón debido a su constancia.
Todos nuestros guerreros lo han jurado;
hoy mismo los verás, llenos de rabia,
penetrar hasta aquí, sobre sus presas
lanzarse y arrancarles las entrañas.
GUATIMOC
¿Piensan intimidamos?
¿A qué esperan?
Prontas están las víctimas; ya tardan.
'Ven, pues, a libertamos con la muerte
del suplicio horroroso que nos causa
el escucharte, tigre carnicero.
Sí, tigres ... ¡Hijo mío, esposa cara!
¿Dónde estáis, dónde estáis? acaso ... dioses!
ahora se hallarán entre las garras
de los tigres! .. ¿Qué hacéis? son inocentes!
Si el secreto supiesen, ¿lo guardarán?
Son débiles, de tánta resistencia
incapaces. ¡Cortés, Cortés!..
¿no basta
el oro que os han dado?
CORTES
el poderlos
salvar
¿Está en tu arbitrio
y no los salvas?
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JOSEFERNANDEZMADRID-TEATRO
129
ALDERETE
Aun vive Tepoxina, y con tu hijo
en estrecha prisión queda encerrada.
GUATIMOC
¿ Viven? ¿ puedo salvarles?.
j Infelices!
¡Moriréis, moriréis, y por mi causa!
CORTES
(Admiro su constancia).
ALDERETE
Ante tus ojos
ambos expirarán.
GUATIMOC
Bárbaro, calla.
Yo los veré morir ... ; pero, antes que ellos,
moriré de dolor, y de las almas
al reino bajaré, donde los héroes
encuentran premio y plácida morada.
ALDERETE
¿ Escuchas sus blasfemias? ¿ CÓmo puedes
soportar su impiedad y orgullo?
CORTES
a la prisión lIevadles.
Guardias,
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ESCENA
IV
CORTES, ALDERETE, CASTELLANOS
CORTES
Héroe, grande
y digno es de vivir.
ALDERETE
Su pertinacia,
señor, es hija del rencor de muerte
con que nos odia.
CORTES
Es héroe.
ALDERETE
Señor. ¿qué hablas?
¿Ignoras por ventura los rumores
que sobre tu conducta?.
COR TES
Siempre agravian
con indignas sospechas a sus jefes
nuestros ciegos soldados. ¿De qué tratan?
¿No ven que la esperanza del tesoro
deben perder, si Guatimoc acaba
su vida en el tormento?
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131
ALDERETE
y si viviese,
si su atrevida obstinación triunfara,
¡qué funesto ejemplar!
ESCENA V
CORTES, ALDERETE,
UN
JEFES
CASTELLANOS
CASTELLANO
Llega a su colmo
el furor del ejército, y su audacia
se aumenta más y más: con oro y sangre
se debe conjurar esta borrasca.
CORTES
Vosotros mismos, en consejo unidos,
concederéis o no lo que demanda
el ejército; sea la justicia
quien os dirija, no sus amenazas.
Los medios del rigor ineficaces
serán como los suaves; cuando se hallan
resueltos a morir, ¿qué temer pueden
Tísoc y Cuatimoc, ¡Ir qué t:::speranza
debe quedamos ¿ Guatimoc valiente,
indómito guerrero del Anáhuac,
une a las cualidades de un soldado,
la dignidad de un rey. En sus palabras,
en sus hechos, es rey; y. no hay tormento
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que su carácter inflexible abata.
No exasperemos su ánimo: aguardemos
que otro camino con el tiempo se abra.
Los mejores consejos no son siempre
los que dicta el furor de la venganza.
Guatimoc es amado, y todavía
restan por conquistar provincias vastas
de este opulento imperio; por su medio
serán más fácilmente conquistadas.
Hay peligros aún. Tal es mi juicio;
ardor se necesita en la batalla,
prudencia en el consejQ.
ALDERETE
En cuanto dice,
descubre la grandeza de su alma
nuestro invencible jefe, y manifiesta
virtudes tan sublimes como raras,
renunciando a la parte del tesoro
que deberá caberle. Deseaba
conformar con el suyo mi dictamen;
pero mi obligación es más sagrada
que el amor y respeto que profeso
al general ilustre que nos manda.
No reclamo, señores, por mi parte,
reclamo por la parte que al monarca
a quien servimos, del tesoro inmenso
corresponde: no debo descuidarla,
pues todo ha de perderse si este día
dejamos ir en diligencias vanas.
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133
¿Somos o no españoles? ¿Sufriremos
el orgullo insolente con que ultraja
a sus conquistadores generosos
de estos indios rebeldes de arrogancia?
Nuestro número es corto, castellanos;
no podemos contar con la alianza
de los confederado", pues son indios,
son bárbaros, idólatras, su saña
convertirán tal vez contra nosotros:
nuestros amigos son nuestras espacias.
Los me; icanos reconocen dioses
por(jue 'los ven bañarse en sangre humana;
son hijos del temor: porque los temen,
los obedecen. no porque los aman.
Por tierra están sus dioses; en nosotros
deberán encontrar1os; que su falta
no extrañen y que siempre nuestras manos
vean del rayo y de la muerte armadas.
Así pensó Cortés en todo tiempo,
ni opinión diferente profesara
sino con Guatimoc: motivos nobles,
no los que injustamente se propalan
entre nuestros soldados, del aprecio
con que le ha distinguido, son la causa .
.Pero ¿qué nos importan las acciones
de Guatimoc, ¿qué importan sus hazañas?
¿ Hij as no han sido todas dei infierno?
¿Las hizo acas9 por la fe cristiana?
Un idólatra, un bárbaro, un rebelde,
despreciador audaz de la ley santa
que le anunciamos G qué piedad inspira?
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134
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¡Ah! los hijos valientes de la España
merecen compasión; sus grandes hechos,
su valor y virtudes ¿ quién iguala?
Los que ochocientos años resistieron
al poder agareno y cuyas armas,
triunfantes en dos mundos, han sabido
castigar la insolencia mahometana,
y destrui r en pueblos tan remotos
de indignos dioses la creencia falsa;
hoy cuando el premio recibir debían
con el tesoro, objeto de sus ansias,
¿ perderán por exceso de indulgencia,
las grandes recompensas que esperaban
con títulos tan justos? ¿ Y se quiere
que más tiempo toleren la jactancia
de Guatimoc y Tísoc? ¡imposible!
No tal sucederá ... Oíd, ya claman;
(Se oyen gritos de fuera)
«¡al tormento, al tormento los rebeldes!)
Mi opinión es conforme a esas palabras.
¿ Lo es la de todos?
LOS CASTELLANOS DEL CONSEJO
Sí, de todos.
CORTES
Pronto
.. ejecuta d a.
sera, vuestra sentencia
Bien podéis retiraros satisfechos:
ambos expirarán entre las llamas.
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135
ESCENA VI
CORTES, SOLO
No hay duda, la política lo exige:
es necesario hacerla; si quedara
impune Gw:¡timoc, j de cuántos males
su pernicioso ejemplo fuera causa!
pues nos ven sin temblar, somos perdidos.
si la Ftltinz de Guatimoc es tanta
que se atreve a injuriamos, podrá un día
rebelarse también. temar las armas
y sacudir el yugo. Un hombre solo
de talento y v8lnr que ama su patria,
v la ve en servidumbre. es muy temible.
¡a menor favorable circunstancia
que Se presenta, basta 8 decidirIo;
reúne sus amigos, los inflama,
los conduce al peligro, y de repente
revienta la explosión. todo 10 8brasa.
y todo 10 destruye .... Pero a un héroe
desarmado, indefenso, entre las llamas
arrojar sin piedad .... Fsta barbarie
será del mundo escándalo, y de infamia
mi nombre cubrirá .... pero él se obstina;
ambos 10 quieren, ambos .... El que manda
no
es dueño
de
sus propios1~ sentimientos,
• _ __I_t... __
1 __
: _ __I~__I
~~ •• _~__I~
Y
u~uc.
el la
l--'lc..uau
\"'~11al
la
\.,.1
u...&. Qua.
Vamos a ejecutar, pues, la sentencia,
la injusticia horrorosa .... y necesaria.
FIN DEL ACTO CUARTO
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ACTO
V
ESCENA 1
(prisión del mi.smo palacio)
GUATlMOC,
TISOC
GUATIMOC
No culpes a los dioses; antes debes
darIes continuas gracias, pues benignos
nos libran de tan dura servidumbre .
.No es tiempo de llorar; es tiempo, Tísoc,
de morir con honor.
TISOC
No por mí lloro.
por la patria infelice lloro y gimo,
y por la muerte horrible que te espera,
mi augusto emperador,
mi tierno amigo.
GUATIMOC
sobre mi corazón ven a estrecharte,
por la postrera vez, amigo mío!
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'131
¿ Lo sientes palpitar? Ah! de ternura,
que nunca, nunca de temor indigno
palpitó. Demos gracias a los dioses:
en la vida, en la muerte, siempre unidos
pura amistad nos tuvo.
TISOC
¡Qué consuelo
ni qué esperanza os queda, tristes indios,
cuando muere la gloria del Anáhuac
sobre espantoso y bárbaro suplicio!
¡Qué horror!
GUATrMOC
No temas; fuente inagotable
de odio y rencor su crimen inaudito
siempre deberá ser, y su memoria
jamás se borrará: siglos y siglos
pasarán, y este aprobio de la España
eterno durará: sus hijos mismos
han de ser mej icanos, y este nombre
los hará sus mortales enemigos.
Ellos, tal vez, nos vengarán un día:
y el imperio de Méjico abatido
renacerá más grande y poderoso
sobre las ruina:s Jet i.ulPedo antiguo
TISOC
iHoy mismo entre llamas!
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GUATIMOC
¿ Qué nos resta,
Tísoc,
ya que perder?
TISOC
Tienes
un hijo,
una esposa, señor, y todavía
los podemos salvar.
GUA TIMOC
Tísoc, ¿ qué has dicho?
¿Eres guerrero y jefe del Anáhuac?
¿ eres el compañero y el ministro
de Guatimoc? ¿ Tan pronto tus deberes
y juramentos
echas al olvido?
TISOC
De mi resolución inalterable
testimonio fiel traigo conmigo.
iRobémosle su presa a los tiranos,
y el feroz gozo de miramos vivos
ardiendo entre las llamas: don precioso
de r:nuerte pronta, entre los dos divido;
recíbe, pues, tu parte; de la vida
nos libre a un tiempo este veneno activo.
tm
GUATIMOC
j Que aprendan
a morir los castellanos!
sobre el fuego, con ánimo tranquilo,
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139
me verán expirar: nunca se diga
que temió Guatimoc ningún peligro.
Pero, si has de ceder en el tormento;
si has de halagar con ruegos sus oídos;
si el intenso dolor ha de arrancarte
clamor infame, débiles suspiros,
y si has de revelarles ....
al instante
tóma el veneno, tomálo, y que Tísoc
fiel a la gloria y a su patria siempre,
expire con honor, como ha vivido.
TlSOC
¡Yo te sabré imitar
en todo, en todo!
ESCENA 11
GUATlMOC, TEPOCZINA,
su
HIJO,
TlSOC
GUA TlMOC
¡Tepoczina
infeliz!
TEPOCZINA
¡Oh esposo mío!
GUATIMOC
Tormento
y muerte ....
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TEPOCZINA
¿ Que me envía Cortés
de libertarte sí ....
con el designio
GUATIMOC
Morir
prefiero.
TEPOCZINA
iY qué! ¿ nos dej as míseros cautivos,
cargados de cadenas, sin defema,
en horfandad horrible, y al arbitrio
de tus fieros tiranos, irritados
de tu tenacidad?
GUA TIMOC
¡Dieses impíos!
TEPOCZINA
No te ruego por mí; sé que insensible
eres a mis clamores: por este hijo
por este hijo inocente y desdichado,
ingrato! por él sólo te suplico.
No lo abandones, huérfano indefenso,
a merced de los tigres: que un asilo
hal\e en el seno de su tierno padre.
Víve para librarle del abismo
de horror y afrenta y llanto y servidumbre
en que vas a dejado sumergido.
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141
¡Quién sabe si los dioses le reservan
con el tiempo más próspero destino!
¡tal vez le guardan para ser un día
salvador de la patria! ...
GUATIMOC
El asesino
fuera yo de mi patria moribunda
si entregase el tesoro a los inicuos.
¿ Deberé quebrantar mis juramentos
y nuevas armas dar al enemigo?
Tú no lo ignoras, Tepoczina, el oro
en su poder será nuestro exterminio.
Los españoles que en su patrio suelo,
temiendo de la empresa los peligros,
quedaron irresueltos; al instante
que llegue la noticia a sus oídos,
de tan rico tesoro, codiciosos,
se lanzarán del mar a los abismos,
lo cruzarán en sus flotantes casas,
y a nuestras costas llegarán altivos,
y se abalanzarán sobre la presa,
y será nuestra sangre el sacrificio
que ofrecerán al Dios a quien adoran ....
y otros, y otros vendrán .... iY yo habré sido
quien, débil, los atrajo! Compatriotas!
nunca sucederá. No gimas, hijo,
no culpes a tu padre, y qUt: tu llanto
no haga más horroroso mi martirio.
¡Oh Cortés despiadado! en vano apuras
tu crueldad con bárbaros suplicios:
nó, no puede inventar toda la España
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un tormento mayor que el que resisto ....
quedarás, quedarás, ioh miserable!
en poder de feroces enemigos;
¡hijo intelice, quedarás sin padn:/
TEPOCZINA
y sin madre también, pues, más benigno
que tu inflexible corazón un hierro
sangriento y español que, prevenido
contra una afrenta, traigo en mis entrañas,
furiosa, clavaré. Tú, hijo mío,
en la tormenta implorarás en vano
de un padre y de una madre los auxilios.
Te dejo abandonado en un desierto,
donde van a perderse tus gemidos
que nadie escuchará sino las fieras.
¡Feliz el día en que al sepulcro frío
baj es a descansar!
GUA TIMOC
Nó, T epoczina ....
, .... no pue d'o mas .... S'
no mas
ostenmc T'iSOC ...•
¿Dónde estás, Tepoczina desdichada?
¡Ya murió! ¡ya murió! ¿Dónde estás, hijo? ...
¿Quién osa atarte? ¿quién? ¿Por qué tu frente
marcan con esos hierros encendidos?
¡Esclavo! ¿qué decís? ¿de quién? ¡esclavo!
No lo matéis; j qué horrible sacrificio 1. ••
¡Ya expiró la inocencia! entre su pecho
el bárbaro español clavó el cuchillo!. ..
¡Hijo!. .. ¡Esposal ...
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TEPOCZINA
Nos tienes a tus plantas.
EL HIJO
j Padre!
iquerido padre!
GUATIMOC
Ya te ....
sigo.
TEPOCZINA
iAh! Tísoc, muére,
TISOC
Nó, el dolor le priva
de la razón y embarga sus sentidos:
él los recobrará.
ESCENA 111
(GUATIMOC, TISOC, TEPocztNA y su HIJO, CORTES, ALDERETE, GUARDIAS)
CORTES
Guardias, llevadla
I
¿ qué ha sido esto?
TEPOCZINA
¡Piedad!
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ALDERETE
¡Traición! ¡qué miro!
Tísoc tiene un veneno entre las manos,
y Guatimoc expira!
TISOC
Nó, está vivo:
consuélate, español; sobre las brasas
tus ojos le verán.
ALDERETE
Pronto, es preciso
no perder un instante, y que al momento
sea el pérfido Tísoc conducido,
antes que obre el veneno.
TEPOCZINA
i Nó, inhumanos,
no me arranquéis de aquí; dejadme, impíos,
a su lado morir!
ALDERETE
Ella el veneno
trajo oculto, no hay duda; ¡atroz delito!
¡Al tormento!
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CORTES
Prepáralo, Alderete.
¡Mujer desventurada! Ahora mismo
separadla ....
EL HIJO
¡Piedad!
ESCENA IV
GUATlMOC, TISOC, CORTES
CUATIMOC
j Piedad! ven, hijo,
ven a los brazos de tu tierno padre,
¡Ay, también de piedad yo necesito!
CORTES
Cortés la tiene; sí, Cortés desea,
Guatimoc, libertarte y ser tu amigo;
céde a sus ruegos.
GUATIMOC
¿Dó!1de estoy? ¿qué escucho?
¡Español y piedad! .. nó ... yo deliro ...
¿Eres Cortés? ¿ Qué quieres? ¿ el tesoro?
No lo disfrutarás: tus artificios,
el tormento cruel que me preparas,
todo es inútil, todo.
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CORTES
A pesar mío,
a ser cruel me obligas: 'los deberes
conoces del que manda, pues has sido
monarca.
GUATIMOC
¡Y de qué pueblo! ¡Sanguinario,
destructor de mi patria, ¿ qué mal te hizo
el inocente pueblo· del Anáhuac 7
CORTES
¡El será más feliz bajo el dominio
de la España, que leyes y costumbres,
religión y virtudes le ha traíqQ,i
Que 10 fue bajo el fiero Moctezuma,
opresor, cuyo horrible despotismo
le obligó a rebelarse.
GUA TIMOC
¡Este es el premio
de la amistad, tesoros y servicios,
que dispensaste, emperador incauto,
ai ,pérfido Cortés. En vil suplicio
moriste sin honor, y tu memoria
brutal, persigue tu traidor amigo! ..
1¡Pero 10 mereciste: infamia eterna
'tu nombre manchará, monarca indigno;
y más aún la tuya, atroz tirano,
monstruo de ingratitud, fiera!..!
CORTES
¡Atrevido 1
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ESCENA V
GUATlMOC,
TISOC, CORTES.
GUARDIAS
ALDERETE,
ALDERETE
Señor, los insolentes mejicanos
atruenan el palacio con sus gritos,
y osan amenazarte, si ejecutas
de Guatimoc y Tísoc el castigo.
CUATIMOC
¡Oh pueblo generoso!
CORTES
¡Amenazarme!
ALDERETE
El tormento está pronto.
CORTES
Conducidlos.
TISOC
¡Ah! vamos a morir.
CUATIMOC
'Muerte gloriosa
es el triunfo que queda a los vencidos.
Vamos a descansar. ¡Desventurados
los que no mueran!
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t4~
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ESCENA VI
COR TES, SOLO
¡Oh guerrero altivo!
Tolerar no podíamos tu carácter
tan indomable y firme; era preciso
morir, o bajo el yugo castellano
abatirse y doblar el cuello erguido ....
era muy peligroso! .. I¡Con qué gloria
la vida acabas, soberano invicto!
Mi corazón no puede .... me averguenzo
de tan atroz acción, me odio a mí mismo,
y me desprecio .... ¿ Somos castellanos?
¿ Soy el fuerte Cortés? ¿ Por qué palpito?
¡Ah! de piedad ... )
ESCENA VII
COR TES,
UN
TLASCAL TECA
CORTES
,Qué dices, Trascalteca?
TLASCALTECA
Cortés, entre las llamas los he visto.
Osado Guatimoc, junto a la hoguera,
con semblante furioso y ojos fijos,
cEspañoles, clamó, satisfacéosf
cGozáos, tlascaltecas, viles indios!
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«Ay de vosotros! ay! de vuestra infamia
«recibiréis el premio merecido:
«Quedáis entre españoles~. Con pie firme
holló las brasas, nos miró tranquilo,
con horrible sonrisa, y a su ejemplo,
después entró a la hoguera su ministro;
mas, al dolor cediendo, entre mil ansias
iba ya a descubrir .... cuando le dijo
con voz tremenda su señor: ¿ ¡Acaso
estoy yo sobre rosas!~ Sufrió Tfsoc,
y calló, y expiró!
CORTES
(en voz alta)
¡Guatimoc, vivo
. Sacadle del tormento ....
ESCENA
VIII
(Se abre el fondo del joro, 'Y se descubren Guatimoc y Tísoc muertos sobre la.! brasas, 'Y a su
lado, Alderete, castellanos, guardias, tlascaltecas)
ALDERETE
Ello
ha querido;
murió rebelde.
¡y su verdugo infame
fue un guerrero español! Tú fuiste, impío,
tú, feroz Alderete .... j T epoczina!
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ESCENA IX
(Los mumol; Tepoczina entra, se acerca aGuatimoc, y después de una pausa:)
TEPOCZINA
nGuatimoc! ¡Guatimoc! amigo mío ....
Consuélate, no quedas sin venganza ~
por víctima te ofrezco a tu asesino.
Cae a los pies de tu señor, j infamel'
(Saca un puñal y mata a Alderet,. Cortés la desarma)
Bája a besar sus pies ... ¿Por qué el cuchillo,
Cortés, me arrancas?.
con mi propia mano
yo rasgaré mi pecho y el de mi hijo.
fA.quí nos tienes, mátanos; queremos
.morir pronto; consúma el exterminio
de Méj ico: destrúye lo que resta
de Guatimoc; queremos reunimos ....
Hiére ... ¡bárbaro, hiére!..'
CORTES
basta ....
No más sangre:
¡huyamos, huyamos de este sitio!
TEPOCZINA
¡Oh dioses! ¿sufriréis a estos malvados,
y quedarán impunes sus delitos?
FIN DEL ACTO QUINTO
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INDICE
Págs.
Don José Fernández Madrid, por Carlos Martínez
Silva .. -
S
Teatro, de José F ernández Madrid:
Atala, tragedia en tres actos y en verso .....•...
Guatimoc, tragedia en cinco actos y en verso •.••
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