Capítulo 1 Fundamentos de la Administración Científica El o b je to p rin cip a l c!e la a d m in istració n ha de ser a s e g u ­ r a r la m á x im a p ro s p e rid a d p a ra ei p atró n , j u n t o con la m á ­ x im a p ro s p e rid a d ~ p a ra cada uno de los em pleados. Las p a la b r a s " m á x im a p ro s p e rid a d " están em p lea d as en s u se n tid o m á s am plio, p a ra d a r a en te n d e r no sólo g ra n d e s d iv id e n d o s p a r a la c o m p añ ía o p a r a el p ro p ieta rio , sino t a m ­ b ié n el d e sa rro llo de todas las ra m a s del negocio h a s t a su e s ta d o m á s elevado de excelencia, de m a n e r a que la p r o s p e r i ­ d a d p u e d a ser g eneral y p e rm a n e n te . De igual m a n e ra , m áx im a p ro s p e rid a d p a r a cada u n o de los e m p lé a d o s significa no sólo salarios m ás elevados qu e lo s q u e o r d in a r ia m e n te reciben los h o m a re s de su clase, sino q u ^ . lo q u e a u n tiene m a y o r im p o rta n c ia , significa tam b ién la forin a c ió n de cada h o m b re h a s ta liepar al estad o de su m áx im a eficiencia, de m a n e r a que, h a b la n d o en térm in o s generales, sea c a p a z de h a c e r ia calidad m ás elevada del t r a b a j o p a r a ci q ue lo h ac e a p to su capaciaaG n a tu ra l, y significa tam bién d a rle n j i a c e r e s ta ciase de tra b a jo siem p re que sea posible. H a b r í a ae ser ta n n o torio ei hecho de que ia m axim a pros* p e r id a d del p a tró n , ju n t o con la m áxim a p ro s p e rid a d del e m ­ p le a d o , d e b e ría n co n s titu ir los dos objetivos d irec to res a e la a d m in is tr a c ió n , que declararlo así h a b r ía de ser in necesario . Y, sin e m b arg o , no_gabe nep a r que, en todo el m u n d o indust r i a l ^ u n a gran p a r te de la organización de los p a tro n o s , lo 19 218 Jean-Paul de Gaudemar nueva en el desarrollo del capitalismo y de las necesidades nuevas de la lucha, así como de las realidades nuevas de la clase proletaria. Desde este punto de vista, los sindicatos, involuntaria­ mente, sin duda, no molestan casi nada, cuando no contri­ buyen directamente a la trasformación que se está reali­ zando. Todo lo más, la acompañan con reivindicaciones defensivas centradas en el aumento de salario: precisamen­ te la manera de integración que tan insistentemente pre­ conizaba el mismo Taylor... La escena principal está ya, sin duda, interpretada. Esas largas reticencias, e incluso resistencias patronales, que acaban por ceder, constituyen el momento en que, al fin# la racionalidad capitalista se impone; el momento en que !a relación social se reviste, en sus formas concretas de existencia, con el aspecto de una forma pura y la fuerza de trabajo sólo se considera un medio de valorización del capital. Con estas resisten­ cias obreras que se equivocan de blanco, es quizá toda la clase obrera quien fracasa en su cita con la historia. DEL OBRERO-MASA AL OBRERO SOCIAL Taylorismo y fordismo tienen la misma diana: desem­ boscar a la resistencia obrera de los sitios en que se había refugiado: el tiempo y la cualificación del trabajo. Merced al análisis de las ocupaciones y a la recomposición corres­ pondiente del proceso de trabajo, a través de la articula­ ción particular del proceso .del trabajo y del proceso de valorización del capital en el interior del proceso de pro­ ducción inmediata, el control de] tiempo preciso para des­ empeñar una tarea, así como su cualificación, escapa én lo sucesivo a la competencia de los obreros de oficio (muy particularmente en el sector del automóvil, desde los años 20). La emergencia del taylorismo y del fordismo como téc­ nicas de movilización relativa —técnicas de organización que generan una estructura polarizada de puestos de tra­ bajo-— provoca pues no sólo fuertes incrementos de pro­ ductividad sino también una doble modificación de la Ver en ex Anexo el g ráfico 10* E m p leo y p rod u ctivid ad tíe 1856 a 1973. L a m o v iliza ció n gen era l 219 composición de la clase obrera: el declive del obrero de oficio y la aparición del obrero-masa53. El obrero profesional, desubicado Entendámonos bien* El obrero de oficio, bajo la figura del obrero profesional, no desaparece, sino muy al contra* rio: las estadísticas, cuando existen, señalan esto de forma clara M. Sin embargo, básicamente se ve expulsado de este proceso de producción cuya figura predominante había sido él hasta entonces. Es decir, se le ve en lo sucesivo orbitando en la periferia de los procesos de trabajo, a ve­ ces más próximo de las funciones jerárquicas que de las funciones productivas. Helo ahí transformado en ajusta­ dor de máquinas que bruscamente quiebran *el ritmo de trabajo; helo allá cambiado en obrero de mantenimiento, reparador, proveedor de herramientas y, por ende pues, encargado de la regulación y reproducción técnica de ios medios de producción; helo aquí, por último, productor aún, pero de máquinas-herramientas, de esas máquinas que dado el caso manejará un obrero-masa, o también de esas otras, que serán utilizadas por obreros profesionales 85 M. F reysse &et ha estu d ia d o e s te fen ó m en o d esig n á n d o lo co m c P ro ceso d e su p er cu alificació n -descu alificación de la fuerza d e Irabajo, CSU, 1974. V u elvo al tem a só lo para su b rayar la form a en que co n stitu y e el so p o rte o b je tiv o d e la m o v iliza c ió n relativa. * De 1954 a 1975* el p o rcen ta je d e e fe c tiv o s o b rero s en la p o b la ­ ción activa se in crem en ta n asta 1962, d esp u és se esta b iliza . M irando este p u n to m ás de cerca, so n las ca teg o ría s m ás cu a lifica d a s (co n tra ­ m a estres, ob reros cu a lifica d o s) las q u e a u m en tan en d etrim en to de io s m in ero s, sob re to d o , de lo s m a rin o s y d e lo s p esc a d o r es y, en m en or m ed ida, de lo s jo rn a lero s. P ero la situ a ció n e s tá le jo s de ser la m ism a en tre lo s h o m b res y en tre ias m u jeres; d e 1962 a 1968, el in crem en to relativo de ios e fe c tiv o s o b reros a fecta esen cia lm en te a lo s hom bres: en tre ias m u jeres se op era una e sp e c ie de red istri­ b u ción q u e con d u ce a un in fla m ie n to d e la p ro p o rció n de c o n tra ­ m a estra s y d eb ilita rse la de las ob reras esp e cia liz a d a s y }a de ias aprendizas; a la inversa, de 1968 a 1975, el a u m e n to rela tiv o de los e fectiv o s ob reros se d eb e, b ásica m en te, a u n a p ro leta riza ció n fe m e ­ nina.. a un in crem en to de las o b rera s e sp e cia liz a d a s y sin especialización . E ste fen ó m en o ayuda a co m p ren d er m u c h o m ejo r el relan ­ za m ien to de la actividad fem en in a d esp u és d e 1970, citad a ya en ei ca p ítu lo p recedente: Que p arece tra d u cirse en una fem in iza ció n in ­ crem en ta d a del m ercad o secu n d ario. Cf. D o n n é e s so c ia le s, op. cit., 1978. 220 Jean-Paul de Gaudem ar como él. Perspectiva tendencial, quizá, pero ya realizada en la gran industria automovilística, por ejemplo, y, de una manera general, en las industrias que producen a gran escala. Fuera de esos ámbitos, en las medianas y pequeñas empresas que no han accedido al nivel de pro­ ducción masificada, el obrero profesional puede seguir todavía como figura central de la producción, pero, glo­ balmente, ya ha dejado de ser figura central de la clase obrera. Los datos relativos a Renault son enteramente explíci­ tos a este respecto: revelan claramente la evolución de la producción de obreros profesionales existentes respecto al conjunto de la población obrera de Billancourt entre 1953 y 1965 5S. Los obreros profesionales aparecen no sólo en proporción acentuada, sino incluso en proporción crecien­ te en los departamentos «periféricos»: forjas, fabricación de tornillos, máquinas-útiles, herramientas, en fin, donde su presencia es casi exclusiva. Este fenómeno no puede ser fácilmente estudiado de forma global a través de las estadísticas generales de las categorías socioprofesionaies de obreros, pues las evolu­ ciones que aparecen mezclan a todas las categorías de obreros profesionales, sea cual sea su localización produc­ tiva. De ahí, una imprecisión que sólo puede ser despejada mediante estudios concretos por ramas o empresas, estu­ dios que buen número de investigadores han empezado ya a publicar. Mi finalidad no es emprender una síntesis de los diferentes trabajos, sino señalar la manera en que sus resultados confirman la desubicación productiva del obre­ ro profesional y se inscriben en el esquema teórico que he propuesto. De una cierta manera, se puede afirmar que el proceso de producción y, por lo mismo, el espacio de la fábrica se encuentran en lo sucesivo recortados en lugares de diferenciación de la movilización relativa. Allí donde se localiza en lo sucesivo el obrero profesional se constituye, si no el refugio del oficio, al menos su forma contemporá­ nea de valoración óptima: son plazas donde la moviliza­ 55 D. L. Lim on, «E volu tion des e ffe c tifs ou vriers de la direction générale des fabrications», R N U R , d iciem b re J965, citad o por M. Fre^ssenet, op, cit., p. 53. Ver en el Anexo el g ráfico 11: E volu ción de la p roporción de obreros p ro fesio n a les en ei co n ju n to de la población obrera de B illancourt entre 1953 y 1965. La m o viliza ció n general ción relativa sóio penetra indirectamente, lugares que con­ tribuyen a la movilización en la medida en que los talleres de mantenimiento o de herramientas son soportes Ic á s ti­ cos de las líneas de montaje, por ejemplo, pero apenas la sufren. La movilización relativa expulsa así el oficio de la actividad productiva, pero para utilizarlo mejor: como soporte de los modos de reproducción técnica. El obrero-m asa, figura de la m ovilidad perfecta Enfrente del obrero profesional, el obrero-masa: no sólo padece la movilización relativa, sino que es su pro­ ducto. Figura nueva a partir de los años 1920; figura que no es reducible a la de un obrero profesional «degene­ rado» ni a ia del peón del siglo xix. En las fábricas y manufacturas del siglo xix el peón sóio tiene un papel periférico (manutención, limpieza, etc.) o secundario (reproducir de una manera repetitiva el tra­ bajo primario efectuado por el obrero de oficio). En lo sucesivo, se produce lo inverso: el obrero especializado constituye su núcleo productivo y en torno a él y a su trabajo se distribuyen las otras capas obreras: obreros profesionales o peones residuales. Y no puede interpretar este papel cualquier figura obrera: en adelante la primera cualidad es justamente la movilidad, que se puede definir, a nivel teórico, como ia adaptabilidad a las mutaciones de la estructura productiva 56. El obrero-masa —término ge­ nérico preferible al otro más institucional de obrero especializado— constituye la figura obrera en que se encarna esta fuerza de trabajo perfectamente móvil, esta mercan­ cía perfecta, considerada como el «axioma de la economía política». Todo sucede como si, con el obrero-masa, las diferentes técnicas capitalistas de movilización alcanzasen al fin su objetivo: sobre esta figura obrera, instaurada en los años 1920 en la industria mundial del automóvil, con­ vergen todas las formas de movilidad. El obrero-masa, desarraigado, extraído de su campo o región, trasplantado a las grandes industrias, es a la vez el efecto de una mo­ vilidad primitiva que le hace acceder ai trabaje asalariado, * Cf. J. P. de G audemar , M o b ilité d u tra v a il et A c cu m u latio n du capital, op. cit. 222 Jean-P aul de G a u d e m a r efecto también de circulaciones que le hacen pasar de una esfera de productividad a otra y de un tipo de inco rpora­ ción al trabajo que lo constituye como elemento central de la producción en masa. Queda la especificidad de la figura: pues sobre el ob re­ ro-masa se ejerce la movilidad relativa. Su movilidad lo dispone a la intercambiabilidad perfecta; es el único que puede asumir un proceso de trabajo descompuesto en elementos intercambiables, a veces poco diferenciables. El trabajo del obrero-masa es directamente el trabajo ab s­ tracto en tanto que producto homogeneizado, estan d a rd i­ zado. El obrero-masa es, tal vez, el efecto de un siglo de movilización productiva; su aparición señala quizá el m o ­ mento en que la «íey de perfección tendencial» de la movilidad del trabajo, enunciable teóricamente, llega a ser una evidencia histórica 57. Se adivinan los problemas políticos que plantea un an á­ lisis semejante: los de la composición, no ya técnica, sino política de la clase obrera. Las tesis enunciadas en torno a la noción del obrero-masa implican una relectura com ­ pleta del movimiento obrero desde hace 50 años: figura central de la nueva organización del proceso de trabajo, el obrero-masa no es la figura central de este movimiento obrero organizado, construido poco a poco en derredo r del obrero profesional en base a la herencia del sindicalismo artesanal. Con respecto a los sindicatos el obrero-masa es periférico, marginado frecuentemente en sus reivindicacio­ nes y en sus formas de lucha. En el movimiento, obrero organizado, la relación obrero-m asa/obrero profesional está invertida con respecto a la relación que regula la p ro d u c­ ción en masa. Hipótesis general, difícil de com probar, p re ­ cisamente porque el obrero profesional está únicam ente «desubicado», sin, por ello, desaparecer de la fábrica. Pero la historia del movimiento obrero debe tener en cuenta esta incapacidad —o al menos esta dificultad extrem a— de los sindicatos y de las organizaciones obreras para pen ­ sar esta dicotomía fundamental y sus efectos sobre las formas de lucha. Por lo mismo, la historia de las e stra te­ gias capitalistas, tras el advenimiento del obrero-masa, puede ser interpretada en función de los efectos políticos de esta dicotomía, como una serie de respuestas cada vez 87 A cerca de esta s n o c io n e s te ó r ic a s, v er J. P. de G audemar , ib id. La m o v iliza c ió n g en era l 223 más precisas a las luchas progresivamente más específicas de los obreros-masa: luchas contra ia intensificación del trabajo, contra ia división exagerada; absentism o m ilitan­ te; huelgas-tapones; denuncia, incluso rechazo, del puesto de trabajo, e tc .51. El interior y el exterior Que la movilización relativa es una .modificación de la organización interna de la fábrica y de su composición so­ cial lo atestigua la aparición de nuevos dispositivos (m á­ quinas, cadenas de montaje, convergencias, oficinas de sis­ temas de planificación) asi como las nuevas figuras obreras situadas alrededor del obrero-masa. Pero este fenómeno de la movilización constituye también una modificación de las relaciones de la fábrica con su exterior, e incluso del exterior mismo, Gramsci no se equivocaba al definir al obrero «fordiano», no tanto como obrero especializado de la gran empresa, ejecutor de un trabajo parcelado, cuanto como un «obrero estabilizado», de hábitos regulares, que «presenta un modo de vida en relación con ciertas nece­ sidades del capital en m ateria de disciplina o b r e r a » 59. La recomposición del espacio productivo es aneja a una re­ composición relativa de ios otros espacios, de h áb itat, de consumo colectivo, de instrucción, de distracciones y en­ tretenimientos, etc. Este fenómeno, tan evidente en la Italia fascista de los años 20, observado por Gramsci, se encuentra asimismo en todos los países capitalistas, principalm ente en FranM N o so la m e n te en F ran cia. Id é n tic o s f e n ó m e n o s v o lv e m o s a e n ­ co n tra r en A lem an ia o en Ita lia d esd e el p e r io d o d el f a s c is m o , p r in c ip a lm e n te en las fá b r ica s F iat o P ir elli. S o n p o r lo d em á s c ierto s ro a rx ista s ita lia n o s lo s p r im e r o s en d e sa r r o lla r e s ta n o ció n del o b rero -m a sa . S o b re Ita lia , ver las in v e s tig a c io n e s q u e se e f e c ­ tú a n a lred ed o r de A. N egri; en A lem an ia, ia o b ra im p o r ta n t e de H. J. R o t h , Die an á cre A r b e i t e r b e w e g u n g u n d d i e Ent\Kfi c k l u n g d e r k a p i t a l i s t i s c h e R e p r e s s i o n v o n J8SC bis t u r G e g e n w a r t , T r ik o n t V eriag, M u n ich , 1974. 9 D. B l e i t r a c h , A. C h e n u y o tr o s , P r o d u c t i o n e t C o n s o m m a t i o t i d a n s la s t r ú c t u r a t i o n d e s p r a t i q u e s d e d é p l a c e m e n t . L e s m o d e s de vie d e s o u v r i e r s d e s zo n es i n d u s t r i é i s d e Fos et d e V i t r o l l e s , C en tro de in v e stig a c io n e s de ec o n o m ía de lo s tr a n sp o r te s, F a c u lta d d e AixM arselia, II, 1977, in fo r m e a m u ltic o p ia , p. 158. 224 Jean-P aul de G a u d e m a r cía, sobre lodo después de les años 1960. Se halla m uy tMth't'ln/ntlo m u ri movimiento iieneral do urbanización. I ,o,s rmpla/.amleulos y zonas iiulustríales originan una nul^ntlca transformación de los flujos humanos, entre los t*qparlns de trabajo v lo* rspaclos de habitat f‘\ Primeramt-ulo, I"* drspla/.aniienio.s domicilio-trabajo se multiplican y se amplían: las nuevas formas de incorporación al trabajo no encuentran satisfacción únicamente en las cer­ canías inmediatas. Además, adquieren una función estruc­ tural distinta, es decir simbólica, según los distintos tipos de figura. Los diferentes lugares de vida, habitación, p o r un lado, y de reproducción de las fuerzas de trabajo, p o r otro, pueden, por ejemplo, respetar las antiguas localiza­ ciones en la ciudad, en los arrabales, en los alrededores inmediatos de la fábrica. En este caso los barrios obreros siguen siendo conformes a una de sus funciones iniciales, incluso si su utilizador ya no es el mismo. Pero estas r a ­ dicaciones pueden ser sólo apariencias, no estar conser­ vadas sino formalmente porque la malla social de origen está ya rota: en concreto., debido a esos desplazamientos domicilio-trabajo que, en la actualidad, bipolarizan el es­ pacio de vida de los trabajadores. Otro tipo de figura: la ciudad obrera (HLM u otras), donde la fábrica aloja a su personal en la proximidad de los lugares de trabajo. Ahí, el espacio de reproducción de la fuerza de trabajo reproduce también la fábrica, su con­ centración y sus códigos, así como su estructura je rá rq u i­ ca. Estas dos estrategias diferentes pueden, o no, utilizar los dispositivos urbanos, pero ambas ostentan e) sello de la movilización relativa. Ya que la producción de plusva­ lía relativa corresponde a la baja de los costes de re p ro ­ ducción de la fuerza de trabajo, consecutiva a los benefi­ cios de la productividad, la gestión de las fuerzas de trabajo implica, en lo sucesivo, no sólo su puesta en activo, sino también ias formas de su reproducción. En el caso de la utilización de las localizaciones tradicionales, ei * A e s te resp ecto es p reciso refe r ir se a d ife r e n te s e s tu d io s de c a so s rea liza d o s r ecien tem en te. S o b re D u n k erq u e: M. C a ste ii s F Godard, M o t i o p o iv ille , M ou ton , 1974; so b r e F os: D. B u u t r a c i i ’ A. C h e n u y o tr o s, op. c i t so b re el fo c o m in e ro N orrí-Pas de C alais: B. C o n v e r t, M. P in et, *R óle et P lace d es tra n sp o r ts d o m ic iíc-tra v a il o a n s un p r o c e s su s de co n v ersió n éco n o m iq u e » , L A R U -ID N L ilie 1978 in fo r m e a m u ltico p ia . La m o v iliza c ió n g e n e ra l 225 hábitat se atomiza, diseminado, c o r r e s p o n d i e n t e sim bó ­ lico del trabajo parcelizado del obrero-masa; las po­ líticas de «recogida» aseguran esta m isma c o rresp o n d en ­ cia simbólica con ¡a existencia del trab a jad o r colectivo en la producción masificada. En los autobuses (|lie <(i/»(liu '.fi los obreros a las fábricas Renault de Fiins, los elem entos de una misma cadena de m ontaje están sentados con fre­ cuencia codo con codo... En los casos de ubicaciones reproductivas p rop ias de la fábrica, la correspondencia deja ya de ser simbólica, p ara ser francamente directa. A la interperm utabilidad en los puestos de trabajo se añade, fuera del trab a jo , en sustitución de aquelia, la intercambiabilidad de los a p a r­ tamentos, trayectos, relaciones hum anas. Las fo rm as de movilidad relativa inducen, por tanto, en este código de espacios reservados al obrero (lugar de trabajo, residencia o habitación excéntrica a ese trabajo, desplazamientos del uno al otro), una especie de procesos de unificación de ámbitos por lo general cuidadosam ente diferenciados: el de la producción y el del consum o/reproducción. En este proceso de unificación, la funcionalización de los d iferen­ tes lugares es una forma contradictoria sólo en ap a rie n ­ cia: la zona u r b a n a 61 indica únicam ente las formas de una inscripción territorial cuyo sujeto privilegiado es el obreromasa... La multiplicación, la ampliación, la transform ación sim ­ bólica de ios desplazamientos domicilio-trabajo señalan también muy concretamente una nueva m anera de explo­ tación: la «pauperización por el tiem p o * 62. El que en la actualidad pasen los obreros, d urante su vida, m ás horas en la fábrica que sus homólogos en el siglo pasado, es, pienso, una tesis que ha sido dem ostrada en el capítulo precedente; pues no sólo eso, sino que, además, se tiende también hoy a aum entar el núm ero de horas del t r a n s p o r ­ te domicilio-trabajo, a medida que el proceso de in cre m en ­ to urbanístico aleja los lugares de residencia y crea su propia aglomeración. Sería preciso hacer el análisis social de este pauperismo temporal: a priori todo nos p erm ite M ás c o n c r e ta m e n te to d a v ía , la «zona de p o b la m ie n to in d u s tr ia ] u rb an o» (Z P IU ), tal c o m o la d e fin e el IN S E E . E x p resió n to m a d a de D. B l e i t r a c k , A. C h f n u y o tr o s o p cit p á g in a 355. 226 J ea n -P a u l de G a u d e m a r creer que se ejerce de m anera muy diferenciada sobre las distintas categorías de trabajadores, dependiendo del do­ minio del tiempo de que éstos dispongan63, Ahora bien, es justo sobre el obrero-masa donde se ejercen con el máxi­ mo rigor las imposiciones temporales de la organización de la producción: es él quien suministra el trabajo parce­ lado bajo todas sus formas, quien se halla también some­ tido a las violencias horarias más estrictas; en otros tipos de figura, es asimismo él quien tendrá que adaptarse a la irregularidad del trabajo interino... Esta disponibilidad frente al tiempo im puesta por la movilización relativa tiene, por su parte, implicaciones importantes en lo refe­ rente a las relaciones entre la fábrica y sus alrededores. En el sistema de trabajo parcelado, por ejemplo, la fábrica no moviliza jamás al m ism o tiempo a todo su personal. En todo momento tiene obreros para recuperar fuera y obreros que producen dentro. Existe una rup tu ra total con el funcionamiento de una fábrica tradicional donde el tiempo de trabajo y el tiempo de reposo estaban clara­ mente diferenciados. En lo sucesivo estos dos tiempos estarán completamente imbricados, s e r á n inseparables; otro aspecto más de este proceso de unificación produc­ ción/consumo, de esta organización del tiempo es que hace del tiempo de producción de los unos el tiempo de con­ sumo de ios otros y recíprocamente. Idéntica conclusión, pero transferida a un universo aleatorio, puede obtenerse acerca del trabajo interino, tarea por definición de susti­ tución... Desde este punto de vista, la m o v iliz a c ió n relativa aumenta sin duda de una manera considerable el poder de la fábrica sobre la organización social del tiempo. Sobre todo cuando la oficina es definida en su sentido más lato (incluyendo las «oficinas»). Ritmada por el tiempo de tra­ bajo, la vida del obrero-masa está también reglamentada por los horarios de las «oficinas» y de los comercios en los cuales se realizan los actos de la vida cotidiana: com­ pras de bienes de consumo, gestiones administrativas... w Un e s tu d io recien te ha d e m o str a d o có m o e! a n á lisis de Jos e m p le o s del tie m p o p o d ría se r v ir de b ase al a n á lisis de la jera r­ qu ía. Cf. B . B h n g u i g u i , D. M o n j a r d h t y A. G r i s e t . R e c h e r c h e s u r ¡a f o n c t i o n d ' e n c a d r e m e n t , G ru p o d e S o c io lo g ía de¡ T rab ajo, P arís V II, 1975, in fo r m e a m u ltic o p ia , La m o v iliz a c ió n g en era l 227 Quizá es, por otra parte, u na de las raras ventajas del trabajo parcelado (aparte de las prim as) en relación al tra­ bajo normal: poder beneficiarse, merced a la organización de su tiempo fuera de trabajo, de las contradicciones de esta organización social del tiempo entre las diferentes form as de «fábrica» de las cuales depende, en especial entre la gran industria y las oficinas. Las necesidades del orden en el interior de la fábrica tam bién son, pues, determinaciones poderosas de un orden externo deseado y, en consecuencia, de la distribución de las relaciones entre el interior y el exterior de la fábrica. Disciplinas de fábrica y modos de vida están, pues, irre­ m ediablem ente encadenados. Bajo formas distintas, volve­ mos a hallar el funcionamiento de las ciudades-fábrica del siglo xix, donde la fábrica se rodea de su propio espacio de reproducción. En un sentido, la fábrica contemporánea, y la movilización relativa a que induce, vuelve a activar el modelo «paternalista-extensivo» de disciplinarización proletaria. Las formas son distintas, pero su finalidad es idéntica: m odelar un trab a jad o r puntual, sobrio, asiduo, respetuoso con sus superiores, etc. Y puesto que es im­ posible, por lo menos al nivel del obrero-masa, inculcar el am or al trabajo, se intentará inculcarle el «espíritu de empresa» brindándole algunas ventajas sociales que la di­ mensión de la em presa autoriza. Todas las investigaciones recientes convergen en este p u n t o 64. La fábrica no sólo puede hacerse cargo del alojamiento de sus trabajadores, según las diferentes formas citadas anteriorm ente, sino que además es capaz de organizar una cierta socialización del consumo: principalmente, por me­ dio de la «acción social» de los comités de empresa (ce transporte, de instrucción, de vacaciones, de entreteni­ miento, etc.). De una m anera general, esta intervención de la fábrica en las prácticas de consumo de los trabajadores está cim entada en la célula familiar como garantía exte­ rior de moralización. Replegada en su puesto y en sus tareas parcelarias durante el tiempo de trabajo, la vida del obrero-masa debe estarlo también el resto del tiempo sobre su familia En resumen, se trata, aquí como allí, de interiorizar el exterior de la fábrica y de aesterritorializar M C o n s u l t a r , e n p a r t i c u l a r p a r a ío q u e se r e f i e r e a la r e g i ó n de F o s , a D . B l e i t r a c h y A. C h e n u , op . c i t . t pp. 176 y ss. 228 Jean-P attl d e G a u d c n ta r su interior; de som eter a las mismas determinaciones so­ ciales, impuestas p o r el desarrollo de la fábrica, las activi­ dades de producción y las de consumo. Génesis del obrero social La movilización relativa pone en evidencia de esta m a­ nera una im portante transform ación de la relación entre la fábrica y la sociedad. Mientras que las formas de mo­ vilidad analizadas a n terio rm en te tendían a distinguir la fábrica como ubicación productiva, la movilización relati­ va induce una tendencia contraria. La fábrica, una vez sólidamente instalada en la multiplicidad de sus formas, intenta, en lo sucesivo, im poner una dinámica de con­ junto, a nivel de los m odos de ocupación del tiempo y del espacio y, más en general, a nivel del m odas v ive n d l En este sentido, la fábrica tiende a extenderse, a expandirse en la urdim bre social. No p ara disolverse en ella, sino para destruir allí definitivamente aquello que todavía se le escapa. El obrero-masa es la figura soporte de un proyecto si­ milar, pues su movilidad casi perfecta cara a las mutacio­ nes de los procesos de producción permite este cambio de la relación entre la fábrica y la sociedad, hace que la fábrica pueda imponer su política social de conjunto. Sin embargo, quizá sea tam bién el obrero-masa a su vez trans­ formado el que golpeará más duramente, el que más se opondrá a esta extensión de la fábrica en el tejido social. Pues él obrero-masa está en vías de convertirse, para citar la expresión de algunos m arxistas italian os65, en el «obre­ ro-social». Efecto contradictorio de la movilización relati­ va: bamboleado en un tiempo, un espacio, unos modos de vida y un trabajo determ inados por la misma instancia, es calificado de «obrero-social» puesto que, siempre y en cualquier parte, se inscribe socialmente como obrero. La tendencia a la hegemonía de la fábrica sobre la sociedad, a la indiferenciación del interior y del exterior como for­ mas complementarias de gestión de la mano de obra, Cf. co n c r e ta m e n te A. N e g r t y s u s d ife r e n te s tr a b a jo s, en e s p e ­ c ia l La C iasse o u v r i è r e c o n t r e l ' E t a t , G alilée, 1978. La m o v iliz a c ió n g e n e ra l 229 corre el riesgo de producir la m ism a indeterminación de fronteras en las form as de resistencia y de lucha obrera*. Si el ám bito de lucha privilegiado del obrero-masa se manifiesta en lo sucesivo en la lucha contra la intensi­ ficación y la organización del trabajo, el campo de las luchas del obrero-social —figura que prolonga ia del obre­ ro-masa— es nad a menos que el de la relación fábricasociedad: exteriorización a la vez al conjunto del campo social de las luchas internas de la fábrica e inclusión en el interior de la fábrica de las luchas efectuadas en el campo social exterior. Luchas urbanas sobre la gestión del transporte, el alojamiento, ios precios, etc., penetran en la fábrica. Luchas en las fábricas contra la división laboral y las cadencias aceleradas, se desbordan en la organización social de la ciudad y de ia vida. La movilización relativa está en el núcleo de todo ello, hipótesis o futuro proba­ ble: si el obrero-m asa resulta la figura (interna a la fá­ brica) m ás perfecta, el obrero-social es la figura que resulta de sus efectos sociales de conjunto.