el trompetista que no sabe tocar la trompeta

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campari
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Urban People
por Aixa Rocca
fotos: Víctor Alvarez
GILLESPI
el trompetista que no sabe tocar la trompeta
COMO MUSICO, PASO POR EL JAZZ Y EL ROCK CON IDENTICA COMODIDAD. ESTUVO
EN LA TELE, Y ENCONTRO SU LUGAR COMO CONDUCTOR DE RADIO. ADEMAS, ES
ESCRITOR Y BLOGGER. ANTE CUALQUIER DESAFIO, GILLESPI SE DISPONE A APRENDER ALGO NUEVO. POR EJEMPLO, A PONERLE TITULO A ESTA ENTREVISTA
G
illespi nos ha aclarado que
sus horarios “son japoneses”.
Por eso, la entrevista se hace de noche.
Lo encontramos en el restaurante Pipí
Cucú, en Colegiales, a pocas cuadras
de los estudios de Rock & Pop, la radio
donde conduce, de lunes a viernes
de 19 a 21, Falso Impostor. Llegamos
puntuales pero él ya está sentado a la
mesa, compartiendo una copa de vino
con un conocido de Sony, la discográfica que editó “Gillerama”, su séptimo y más reciente disco.
Marcelo Rodríguez, dice su DNI. Pero
para todo el mundo es Gillespi, el
apodo que le puso Roberto Pettinato
a este artista polirrubro, más conocido
por sus papeles como músico y como
conductor radial, que por su faceta de
escritor (lleva publicados dos libros
y el tercero a medio terminar), columnista (en el diario La Razón) y como
blogger (en el blog Almacén, de
Clarin.com). Trabajó en televisión
(donde se hizo famoso con el personaje de Aníbal Hugo, en el programa
Orsai), pero dice que logró escaparse.
Y, como si le faltara algo, lo convocaron para participar en un ciclo con
guión de Alejandro Dolina y dire cción de Juan José Campanella.
Poco queda hoy de aquel joven estudiante que a fines de los años 70 cursó
hasta cuarto año de Psicología en la
UBA porque tenía “inquietudes intelectuales”, pero pronto se dio cuenta
de que lo suyo era la música. Su presencia en la facultad, dice, terminó
siendo como lo de Graciela Alfano en
Ingeniería: “Por aquella época el 90%
de mis compañeros eran minas, así
que al menos alguna iba a enganchar”.
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¿Cuándo empezaron a llamarte
Pero ¿de entrada te gustó el apodo?
Gillespi?
Me gustó, sí. Me remitía a la isla de
Gilligan. Es un nombre corto y tiene
fuerza. Ahora muchos me dicen Gille
[pronúnciese con una sola ‘ele’]. Pero
fue bravo con mis colegas trompetistas.
Porque el trompetista es una especie
de Messi del jazz. Es difícil que entre
ellos convivan en armonía, tienen unos
egos... Entonces me ha pasado de ir a
varios encuentros de trompetistas en
donde de pronto decían: “Ah, no, pero
el señor se llama Gillespi”. Y claro, es
como ponerte “Miles Davis”.
En realidad el autor de mi seudónimo
es Petti (por Roberto Pettinato). Es
rara la explicación, porque aquellos
que realmente conocen a Dizzie
Gillespie, el trompetista americano,
saben que él tuvo una trayectoria muy
grande pero que su última etapa, los
últimos diez años, fueron un poco
decadentes. A veces tocaba cosas que
no se sabía qué eran. Y Petti se re f ería a eso al compararme con él, no a
la época de Dizzie de gloria.
Entonces, fue una ironía...
¿Cómo llegaste a tocar la tro m-
Sí, pero también de alguna forma mi
personalidad es parecida a la de Dizzie. El era un tipo gracioso, con lentes,
medio cara de simio, más o menos el
p e rfil me daba. Lo cierto es que de
alguna forma se institucionalizó el nombre cuando hicimos Duro de Acostar,
en los ’90, porque ahí yo tenía que figurar en los títulos como el número dos
de Petti y mi nombre es Marcelo Rodríguez. Recuerdo entonces que en una
cena él me dijo: “¡No te podés llamar
Marcelo Rodríguez!”. Yo le dije: “Pero
es mi nombre”. Y él replicó: “Está bien,
p e ro no te podés llamar así. Para mí,
vos sos Gillespi”. Era raro, imaginate
tocar la guitarra y llamarte Clapton. “La
gente va a hacer cola para pegarme”,
pensaba. Es muy irrespetuoso. Pero
bueno, la realidad me demostró que
¡nadie conoce a Dizzie Gillespie, al verdadero! Me han pasado cosas insólitas,
gente que me ha dicho: “Che, fui a ver
a Brad Mehldau [el pianista de jazz] y
tocó un tema tuyo”. Y yo les digo,
“Bueno, no, es muy largo de explicar...”.
peta?
Yo tocaba guitarra con mi primo mayor.
S i e m p re en el territorio de la bossa
nova, de la música flamenca; hacía los
acompañamientos. Y todos los días él
me hacía escuchar música. Realmente
se tomó el trabajo artesanal de ir educándome. Hasta el día de hoy estoy
agradecido por el tiempo que mi primo
dedicó a formarme. Todos los días iba
después del colegio a su casa y escuchábamos algo distinto. Otros iban a
jugar a la pelota, pero yo iba a su casa.
En algún momento entramos en el
mundo del jazz y cierto día él puso un
disco, Somethin' Else [uno de los grandes álbumes de jazz de todos los tiempos, editado en 1958], en el que Cannonball Adderley tocaba con Miles
Davis temas como Autumn Leaves.
¡Cuando escuché eso! ¡Era un rayo láser
esa trompeta! Me dije: “Esto es otra
cosa, yo quiero tocar la trompeta”.
¿Y empezaste a tomar clases?
Monte Grande y eran fines de los años
70 o principios de los 80, plena dictadura militar. El trompetista más cercano a mi casa estaba a 30 kilómetros.
Entonces vino mi compañero de banco
del colegio y me dijo que en el templo
evangelista al que él iba, el pastor tenía
dos trompetas. Fue como si me hubiera
ganado la lotería. Le dije: “Llevame
a la Iglesia”. Y el pastor me dijo que
podía tocarla, siempre y cuando lo
hiciera dentro del templo. Entonces
empecé así, yendo por las tardes al
templo a tocar la trompeta. Aclaro que
nunca tomé clases, hasta el día de hoy.
No tengo idea de cómo se toca la trompeta. Ese es el título de esta nota.
RED STYLE
Los cinco objetos fa vo r i tos de
color rojo para Gillespi
• Una Ferrari.
• Ropa interior roja.
• La camiseta de Cristiano Ronaldo.
• La trompeta roja de Miles Davis.
• El interior de la capa de Drácula.
Mmm, no. Sucede que yo vivía en
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¿Cuando salís a comer afuera,
tenés tus lugares favoritos?
¿Cada cuánto tocás ahora?
Todos los días. Toco porque me gusta,
de hecho no tengo conciertos programados para los próximos días. Suelo
tocar al mediodía. Pongo el noticiero en la tele y toco arriba. Siempre
toqué con la televisión prendida. Toco
lo que sea, los jingles, la cortina musical de Mirtha Legrand... es como una
f o rma de estudiar. Tengo un estudio
en el fondo de casa preparado acústicamente y ahí puedo quedarme hasta
las cuatro de la mañana, generalmente
cuando se acerca la sensación de que
tengo un disco en marcha. Porque yo
trabajo primero solo y cuando las
ideas empiezan a tener vida re c i é n
empiezo a buscar un estudio grande
y a llamar a los invitados.
Tocaste con un montón de gente.
¿Con quién te falta tocar todavía?
Con el flaco Luis Alberto [Spinetta],
pero no quiero. He estado veinte veces
en su casa tomando mate con la trom-
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peta, eh, pero me da terror tocar con
él. El flaco para mí es Dios. Y yo lo
quiero tener ahí.
¿Te sentís cómodo en el rol de
conductor en la radio?
Para mí Rock & Pop fue un desafío,
porque yo empecé en la AM, primero
en Radio Provincia; después en la
Red, con Bonadeo; más tarde estuve
con Castello en Mitre, y luego pasé
a la FM. Imaginate, venía del
ambiente de Néstor Ibarra, Magdalena Ruiz Guiñazú, Ernesto Te n e nbaum, Marcelo Zlotogwiazda. Yo era
el loco. Como no me parecía a nadie
de los que estaban en AM, tenía mi
estilo propio. Y de pronto llegué a una
radio en la que trabajaban Diego
Capusotto, la negra Ve rnaci, To rt onese... ¡están todos más locos que yo!
Soy Heidi al lado de estos pibes.
Ahora llevo ya seis años y encontré
mi lugar. De alguna forma sintonizo
con la ideología de la radio.
Sí. En Guido’s Bar hacemos “la mesa
de los lunes”. Nos juntamos varios,
Lalo Mir, el gato Gaudio, Diego Bonadeo... somos como 20. Y está sobreentendido de que cada cual puede traer
uno o dos iniciados a la mesa. También
me gusta el Centro Okinawense, en la
avenida San Juan, al que me llevó por
primera vez Alfredo Casero. O el tradicional Lalo de Buenos Aires. Ahí
cenábamos todas las medianoches
en la época en la que trabajé con
Dolina en el Paseo La Plaza. También
me gusta El Gato Negro, en la avenida
C o rrientes, porque venden especias
y café. Un lugar muy recomendable es
Unaghi, restaurante de sushi (en Colegiales). La comida japonesa me gusta
desde hace muchos años. Incursioné
gracias a Petti, porque cuando hacíamos Orsai íbamos seguido a Furusato
y el chef nos hacía probar cosas diferentes todos los días.
Y el vino me gusta tinto, porque el
blanco no lo llevo bien, es pegador. En
Guido’s Bar, por ejemplo, puedo comer
la “pasta Gillespi”, con un pescado
llamado savorín, con oliva y pimentón. No es chiste, eh, el plato está en
la carta. Pero yo no tuve nada que ver
con la elección de los ingredientes.
aviso
¿Solés ir a bares por la noche?
Ya no tanto. En una época íbamos al
Unico (ver re c u a d ro), cuando hacíamos Medios Locos, en el 2000. Ahora
puedo ir a Thelonious o a Jazz y Pop
a escuchar jazz.
Además de la japonesa, ¿qué
otro tipo de comida preferís?
Soy bastante sencillo, no me atraen las
comidas elaboradas. En casa tuve
mi “momento wok”. La comida argentina me encanta. La entraña, el bife.
CAMPARI DRINKING
Puesto a elegir su trago favorito
con Campari, Gillespi dice que
prefiere el Campari con naranja.
Recuerda particularmente una
é p o ca en la que el trago solía
ser un fiel co m p a ñ e ro en sus
jornadas de trabajo. “Hubo un
momento –puntualiza-, allá por
el 2002 o 2003, en donde el Bar
Unico funcionaba como mi oficina. Todas mis reuniones y
entrevistas las organizaba ahí,
y mi trago preferido era Campari con jugo de naranja y hielo,
el aperitivo ideal antes de la
cena”. ¿Qué hace a este trago
tan especial? El músico dice que
el secreto es “esa mezcla equilibrada de dulce y amargo”, porque las cosas demasiado dulces lo empalagan.
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