Naturaleza del Embrión Humano Elena Passo Médica. Inmunóloga universitaria. Especialista en Medicina Interna y Terapia Intensiva (UBA) Magister en Biología Molecular e Ingeniería Genética, Universidad Favaloro Magister en Ética Biomédica (UCA) Nuevas y diversas cuestiones interpelan a la ciencia médica en forma continua. Hoy, el Consejo de Ética nos reúne para reflexionar sobre los cambios propuestos en el proyecto del nuevo Código Civil. A modo de ejemplo, mencionaremos lo propuesto en el artículo 19 en el cual se expresa que el comienzo de la vida será en el momento de la concepción cuando ésta sea natural y en el momento de la implantación cuando sea resultado de técnicas de reproducción humana artificial. ¿Cuándo comienza la vida de los seres humanos? ¿Existirían de acuerdo a éste dos categorías diferentes de personas? ¿Existe un límite en la aplicación de los avances biotecnológicos? ¿Le corresponde a la medicina la realización de un análisis de índole moral? Para responder este tipo de preguntas que involucran problemas de ética nos valdremos de una nueva ciencia de carácter transdisciplinar conocida como bioética. Tendremos por objetivo destacar el marco referencial de la dignidad humana y su expresión que es el respeto por la vida y la integridad del ser humano. Para que podamos establecer un obrar ético adecuado en las acciones que impliquen el tratamiento de embriones humanos debemos buscar, en primer lugar, la verdad objetiva que permita establecer el status moral del embrión. Nos preguntamos: ¿qué es o quién es el embrión humano, sin determinantes externos a su realidad? Necesitamos para esto llegar a obtener una respuesta objetiva, fundada y coherente que respete la verdad integral del embrión. Análisis del status moral del Embrión Humano El método triangular de la Bioética Personalista, que es aquella que se basa en el respeto de la persona, tiene tres pasos metodológicos, aplicables al análisis del status moral del embrión. : 1. Análisis científico objetivo El comienzo de la vida de un nuevo ser humano está dado desde el momento de la penetración del espermatozoide en el ovocito. Se inicia en ese instante la constitución del cariotipo exclusivo de la especie humana, el cual en forma gradual, progresiva, coordinada e irreversible se activará. Hay una inteligibilidad en el proceso de crecimiento embrional. La fecundación comienza con el reconocimiento específico de los gametos de los padres, que da lugar a un intercambio de señales moleculares que permiten la activación mutua en etapas sucesivas. Para que esto ocurra, es necesario que los gametos se encuentren en un estado de inactivación o silenciamiento de la expresión génica y que tal situación sea eliminada por la presencia e interacción con el otro gameto. O sea, que se presente una activación mutua que ponga en marcha los mecanismos moleculares del proceso del desarrollo. El primer paso es la interacción de los receptores del espermatozoide activado con la membrana celular del ovocito, que ocasiona una elevación y gradiente de difusión de los niveles del ión calcio desde la zona donde ha ingresado el espermatozoide al resto del ovocito, siendo esta señal iónica un fenómeno clave en los eventos que darán lugar a la formación del cigoto. Luego de incorporarse al ovocito el ADN del pronúcleo masculino, por acción de los factores que se encuentran en el citoplasma de dicha célula, cambia su estructura y se observa su expansión. Ambos pronúcleos se sitúan en el centro del cigoto, se reorganizan y comienza la primera división celular. Durante este proceso tienen lugar dos hechos fundamentales que permiten establecer que el cigoto es un organismo individual, uno es el proceso de impronta génica y el otro es el de la polarización o asimetría celular. La impronta (metilación de las citosinas del ADN) parental de cada gameto cambia durante la fecundación para dar lugar a una impronta única y propia del cigoto. Además, debemos aclarar que durante todo el desarrollo embrionario ocurre una expresión o silenciamiento diferencial de la dotación genética recibida en el momento de la concepción que permite la diferenciación celular. El otro fenómeno que ocurre en la fecundación es la polarización, que consiste en una distribución asimétrica del material citoplasmático del ovocito. Se constituye un plano que tiene en un extremo o polo celular el núcleo del ovocito y el otro polo celular está dado por el sitio donde ingresó el espermatozoide y que determinó un gradiente iónico de calcio máximo. El cigoto es una realidad biológica individual, propia y diferente de los padres que posee una organización celular asimétrica o polarizada con información genética única y exclusiva. La polaridad es una propiedad de gran importancia que consiste en una asimetría y distribución ordenada de estructuras a lo largo de un eje. Esta polaridad es la que permite el desarrollo de la complejidad funcional en los organismos pluricelulares y también a nivel celular y subcelular. La formación de un organismo necesita de la presencia de asimetrías a nivel celular, que permita que luego de una división celular se constituyan dos células diferentes. Se considera entonces que la polaridad celular es un proceso autoorganizativo necesario para la diferenciación. La aposición sucesiva de células que se han ido modificando, permite a través de una comunicación mediada por moléculas de adhesión la inducción embrionaria. Este proceso regula la expresión selectiva de genes en las diferentes regiones del embrión. El plan a nivel genético que dirige el proceso por el cual el cigoto se transformará en un organismo adulto está determinado por genes conocidos como homeogenes. Éstos codifican proteínas que son factores que regulan la expresión de otros homeogenes y las células guardan memoria espacial en forma de proteínas codificadas por ellos. La cascada de expresión de los genes que codifican moléculas de adhesión celular sincronizada con la cascada de expresión de los homeogenes y los morfogenes determina la información temporal y posicional del desarrollo embrionario. La partenogénesis por activación de un óvulo de mamífero no permite la expresión de los genes de forma ordenada, ni el establecimiento de los ejes del embrión. Para que ello ocurra es esencial la presencia de la impronta parental paterna. El cigoto es una realidad unicelular totipotente con capacidad natural de desarrollo en cuanto a organismo completo. Sólo veinticuatro horas después de la fusión de los dos gametos existe en el cigoto un mapa de destinos celulares. En la primera división celular se constituyen dos blastómeros desiguales y con destino distinto. Los blastómeros no sólo son diferentes entre sí, sino que lo son del cigoto del cual proceden: tienen en su membrana celular componentes que interaccionan constituyendo una unidad orgánica bicelular. La interacción célula-célula activa los mecanismos de señalización intracelulares modificando el estado del genoma e informando a cada una de las células de su identidad como parte de un todo bicelular. La autoorganización asimétrica se mantiene a lo largo de todo el desarrollo preimplantatorio, determina interacciones específicas intercelulares y según la posición que ocupan en el embrión temprano expresan genes diferentes en las células. Además de las moléculas que interconectan las membranas en forma específica en sucesivas etapas, cada célula del embrión temprano posee una historia espacial y temporal como células diferentes de un único organismo cuyo crecimiento se caracteriza por la diferenciación. El cigoto es un individuo con capacidad de iniciar en forma ordenada un programa o sucesión de mensajes genéticos. Cada ser humano es único, no sólo por su constitución genética heredada de sus padres, sino porque a lo largo de toda la existencia existe una emisión diferente de la información contenida en su dotación genética por la interacción con el medio; esto permite explicar en el caso de hermanos gemelos la existencia de variaciones fenotípicas y también de diferencias en la activación genética Tras las sucesivas divisiones celulares se alcanza el estadio de dieciséis células. Las de ubicación externa expresan una proteína clave que las determina a ser trofoblasto. Esta proteína citocortical, llamada ezrina, es un componente del citoesqueleto y tiene un papel importante en la formación y estabilización del polo de las microvellosidades. Éste es el factor de asimetría mantenido durante las mitosis, y la polaridad es restablecida solo en las células hijas que se llevan el polo de la célula inicial o sea, el cigoto. El cigoto por lo tanto, tiene carácter individual y posee la información necesaria respecto al término. Posee la propiedad que desde la primera división celular origina dos blastómeros con fenotipo diferente, no sólo con respecto al suyo, sino diferentes entre sí, e incluso en algunas especies con distinto destino. Por el contrario, una célula sin el fenotipo propio del cigoto, origina al dividirse dos células que pueden seguir creciendo, con o sin interacciones entre ellas, de las que no aparece información para autoconstituirse en una realidad individual con conformación propia. Esta información permite establecer que en la gemelación natural ocurriría un adelantamiento en el tiempo de la primera división respecto a la organización celular que permite alcanzar el fenotipo cigoto polarizado. Esto sería consecuencia de una irregularidad en la difusión del ión calcio, que alteraría la sincronización entre los dos procesos habitualmente bien sincronizados, como la división celular y la organización intracelular polarizada, que lleva a la adquisición del fenotipo cigoto. De esta manera, si la célula producto de la división de los gametos se dividiera antes de haberse polarizado en forma correcta, las dos células resultantes no serían dos blastómeros desiguales que constituyen un embrión bicelular, al contrario, serían dos células iguales capaces de dar origen a dos cigotos idénticos. Esto significa que como resultado de una sola fecundación, se originarían dos cigotos que se desarrollan en forma independiente, bajo la misma membrana pelúcida, y que serán hermanos gemelos. La gemelaridad por aparición de dos cigotos al completarse la fecundación, estaría dada por una irregularidad causada por una modificación en el flujo del ión calcio desde la zona de entrada del espermatozoide al ovocito. Tal alteración puede ser atribuida a factores maternos: se ha visto que en los casos que se presenta una frecuencia mayor de gemelaridad existe una reducción de los niveles de calcio en la madre en el tiempo de la fecundación. Esta situación estaría originada en factores de origen materno como son la lactancia reciente y la hiperprolactinemia, y no invalida de manera alguna la individualidad del embrión. Por el contrario, un blastómero o un conjunto de ellos sacados de un embrión temprano y cultivados en condiciones adecuadas, pueden reprogramar su organización celular a un nuevo sistema unitario. El embrión al cual se le han sacado las células podría reprogramar su desarrollo, recuperando su configuración. Al embrión bicelular le ocurriría lo mismo, puesto que los dos primeros blastómeros son diferentes entre sí, no puede hablarse de una participación con desaparición del primero, sino de una regeneración celular de cada uno de los blastómeros artificialmente aislados. El embrión humano alcanza en el quinto día del desarrollo la etapa de blastocisto, estadio en el que aparecen dos tejidos diferentes: el trofoblasto, tejido extraembrionario que permitirá el intercambio materno-fetal y será responsable de la defensa inmunológica durante la gestación, y las células del interior que se aglutinan constituyendo el macizo celular interno, del cual derivarán los diferentes linajes celulares. La primera diferenciación en dos linajes celulares se inicia en el momento mismo de la constitución del cigoto y se manifiesta claramente en la compactación del embrión de ocho células. La diferencia de interacciones entre las células que ocupan el interior y el exterior permite que reciban señales moleculares distintas y se diferencien fenotípicamente. Otro fenómeno de suma importancia que ocurre durante el viaje del embrión a través de la trompa materna, es el reconocimiento mutuo a través de un diálogo molecular entre la madre y el hijo, que se constituye en una forma de comunicación entre estas dos realidades biológicas individuales y brinda información para preparar a ambos para la anidación. Al término de la anidación, las células del macizo celular interno se han organizado como disco embrionario bilaminar y la siguiente etapa llamada gastrulación transforma al disco embrionario en trilaminar. Se puede entonces diferenciar claramente en: ectodermo, mesodermo y endodermo. Las tecnologías de reproducción artificial in vitro han demostrado que la viabilidad del embrión en la etapa preimplantatoria es dependiente del aporte de los factores moleculares, que en condiciones naturales son aportados directamente por la madre al embrión en su viaje a través de la trompa de Falopio. Es así, que la gemelación por escisión, cuando ocurre, no es por falta de organización intrínseca del embrión, sino por factores externos que le retrasaron el contacto con el endometrio materno. El mantenimiento del embrión en un medio pobre en calcio puede originar una debilidad en los enlaces intercelulares y en el momento de la implantación, la desaparición de la polarización axial, por lo que las células podrían organizarse en dos ejes diferentes de crecimiento. La unión del trofoectodermo del polo embrionario al endometrio, se produce a través de integrinas específicas dependientes del ión calcio, y requiere total sincronía y coordinación con un período determinado de tiempo en que la implantación puede darse. La gemelación homocigota puede ocurrir, por lo tanto, en dos circunstancias: cuando en una sola fecundación se forman dos cigotos (en la situación de hipocalcemia materna), o bien, por escisión del macizo celular interno del embrión al formarse dos polos de implantación. Esta circunstancia es más frecuente en la práctica de la fertilización in vitro con transferencia embrionaria, que en la concepción natural, por la situación precaria del embrión y la falta de sincronización materna. De acuerdo a la información aportada por la ciencia, no hay dudas en considerar que desde el momento mismo de la concepción, se origina un ser dotado del patrimonio genético de la especie humana que es en principio unicelular y los casos de gemelaridad en la fecundación natural corresponden a la formación simultánea de dos cigotos. Este tema tiene implicancias en el planteamiento de los debates bioéticos, ya que hay quienes argumentan que por el carácter totipotencial del embrión temprano y la posibilidad de la gemelación, éste no constituye una realidad biológica individual hasta el día catorce, dando lugar en 1978 a la redacción del Informe Warnock que permitió la desprotección jurídica de la vida humana naciente en los países con mayor desarrollo biotecnológico. Desconociéndose que el cigoto tiene una organización específica, una finalidad propia y la capacidad para la realización de la misma siendo un organismo individual. Es, desde el punto de vista biológico, un ser humano en la fase de desarrollo unicelular. En síntesis, el cigoto es un organismo unicelular que expresa de forma autónoma sus potencialidades de desarrollo a través de un proceso orientado en el tiempo, continuo, gradual y coordinado. Desde el momento mismo de la penetración del espermatozoide en el ovocito se activa un programa completo e individualizado, estrictamente suyo, dotado de una teleología propia y se constituye un ser que posee identidad biológica propia y nueva. Es un ser de la especie humana con un patrimonio genético exclusivo. Esta nueva realidad se autoconstruye y tiene una finalidad propia. 2. Análisis antropológico-filosófico Para establecer el status moral del embrión y formular luego el juicio ético, éste debe basarse en criterios intrínsecos a la realidad del embrión. Teniendo presente los conocimientos aportados por la ciencia, se puede establecer que estamos en presencia de un ser que pertenece a la especie humana, es una realidad individual y posee en sí una teleología de desarrollo en cuanto persona humana. Desde el aporte antropológico se considera a la persona como una unidad sustancial (cuerpo y alma) de naturaleza racional, y desde esta perspectiva la unión del alma espiritual con el cuerpo ocurre en el momento de la constitución del mismo, es decir, en el instante de la propia concepción. No existen fundamentos que permitan establecer que el alma informa e individualiza al cuerpo en un período posterior, ya que el concepto de vida implica justamente la ausencia de disociación del cuerpo y el alma. Desde el aporte filosófico consideramos el alma - en referencia al ser - como el “acto primero”. Podemos pensar entonces, que en la realidad biológica inicial, en el origen mismo del ser humano ya se encuentra el alma espiritual, ese acto primero del ser, que lo individualiza por toda su existencia como persona. La afirmación de ser persona es de índole filosófica y se parte para esta consideración de la interpretación de la concepción de persona de tipo sustancial, referida a la misma naturaleza humana con capacidad de expresión desde el inicio de la vida. La realidad del ser humano desde la concepción hasta la muerte presenta una “plena cualificación antropológica y ética”. Por lo tanto, al embrión humano no se le puede atribuir el poseer un cambio en la naturaleza ni una gradación moral diferente al de toda persona y tiene entonces desde el inicio la dignidad inherente de la misma. Desde la perspectiva filosófica, estamos en presencia de un ser humano dotado de potencialidades: se es o no se es humano ya que desde el punto de vista del ser no existen estadios intermedios. Es el mismo ser que se desarrolla en el tiempo y el espacio, pues el ser humano se define por su ontología y no por su cronología. La visión ontológico sustancialista considera a la persona en razón de su sustancia, o sea, a partir de lo que es: unidad sustancial del cuerpo con el espíritu. En esta visión metafísica el objetivo es captar la “esencia”, o sea el elemento constitutivo que permite llegar a la verdad última. El nivel somático es parte integrante del ser en cuanto corpóreo y la individualidad biológica constituye primariamente la individualidad personal; siendo desde el punto de vista metafísico, la corporeidad indisociable del ser persona. Ante la discusión de si el embrión es o no un ser humano y que por consiguiente, debe ser respetado en cuanto persona, se debe aplicar al menos en principio, el beneficio de la duda, y respetar por lo tanto su integridad y por sobre todo su derecho fundamental a la vida. Todo discurso ético presupone una sustentación antropológica. La pregunta fundamental a responder es cuál es la identidad del hombre. Nuestra visión antropológica, contraria a la visión dualista y considera inicialmente a la persona humana en su dimensión sustancial: unidad sustancial de naturaleza racional. 3. Consecuencias éticas para la praxis operativa Hemos visto como el embrión humano es una realidad individual, un ser humano que tiene en sí desde el inicio de la vida una teleología de desarrollo en cuanto persona humana. Luego, basándonos en criterios intrínsecos a su mismísima realidad, desde el aporte del dato antropológico y del dato filosófico, hemos podido establecer que es persona. Para ello, nos hemos basado en el concepto de indisolubilidad de la unión sustancial del cuerpo y el alma que se inicia en el momento mismo del comienzo de la vida y perdura hasta la muerte. Es necesario dejar en claro que, independientemente de la consideración que se realice sobre la personalidad del embrión, el sólo hecho de estar en presencia de un ser que constituye una realidad individual y que forma parte de la especie humana, implica el respeto a su integridad y a su vida. Se puede hablar de diferentes estadios o fases del desarrollo humano pero no existen fases en la realidad ontológica. Ésta permanece inalterable por siempre y no se puede por lo tanto establecer una graduación basada en criterios extrínsecos a la realidad misma del embrión del valor de su dignidad y por lo tanto de su integridad. En la actualidad, millares de seres humanos en la fase de la vida embrionaria son sometidos a una nueva forma de esclavitud. A través de la aplicación de técnicas biotecnológicas son creados artificialmente, manipulados, preseleccionados, crioconservados, disgregados, algunos usados con un fin experimental y otros, hasta vendidos. Se ha olvidado que la vida humana siempre es un bien y es inviolable porque es la vida de una persona cualquiera sea su condición o circunstancia. Se trata de respetar toda la vida y la vida de todos. Revisadas las consideraciones anteriores, preocupa seriamente el eclipse al derecho de identidad propuesto en la reforma al Código Civil, sobre todo en los artículos 558 y 577, que seguramente merecerá observación por parte de los expertos. Para finalizar compartiremos la lectura de “umbrales de humanidad” de nuestro libro “El Embrión Humano: un fin en sí mismo”, publicado en el año 2010. En ese trabajo se reflexiona sobre el uso instrumental de personas que se encuentran en condiciones de suma vulnerabilidad, tristemente por el propio hombre. Contexto cultural actual: “umbrales de humanidad” “La situación cultural actual atraviesa una profunda crisis de valores observándose que la referencia para la toma de decisiones deja de ser la verdad objetivamente fundada y pasa a estar determinada por la opinión subjetiva y muchas veces cambiante de algunos. El anhelo por alcanzar la verdad se desvirtúa y el objetivo se convierte en la satisfacción de las aspiraciones individuales. El concepto mismo de libertad pero como libertad relacionada a la responsabilidad y referida a la vida se pierde, y prevalece en forma exclusiva la autonomía. Es entonces que la libertad disociada de su esencia, o sea su hermandad con la verdad, se torna en mera satisfacción de los deseos personales. Al perderse el vínculo constitutivo de la libertad con la verdad, el hombre se transforma en un ser destructivo del otro y de sí mismo; reniega de su esencia, de ser mejor persona y de su vocación a la trascendencia desconociendo que no es la opinión subjetiva lo que determina el accionar ético sino su orientación a la verdad. El hombre actúa libremente cuando su acción está referida a la verdad y es ésta la que lo moviliza, lo saca de la indiferencia y lo compromete con su mismísima interioridad, ser libre es justamente respetar la propia esencia, es orientar la acción exclusivamente a la verdad. Pero, ¿cuál es la verdad en el tema de la vida? La verdad es descubrir a través de una “mirada contemplativa” la acción de Dios, su presencia en la obra creada y especialmente ver en el hombre a un ser creado a su imagen y semejanza, sin saltos cualitativos de ningún tipo. Sin grados de cualificación antropológica ni cronológica. Sin saltos en la valoración ontológica, sin ningún tipo de gradación ni de discriminación, sin umbrales de humanidad. ¿Cuál es el límite de la condición humana que nos permite apoderarnos de la vida del otro, instrumentalizarlo y someterlo a condiciones de nuevas formas de esclavitud para nuestro beneficio? ¿Quién puede determinar y en virtud de qué concepto, cuál es el umbral de la humanidad?”