Don Samuel Ruiz un obispo del concilio

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Don Samuel Ruiz un obispo del concilio
Entrevista por: Eduardo Arias
[email protected]
Introducción
on Samuel Ruiz nació el 3 de noviembre de 1924 en la ciudad de Irapuato, Guanajuato. Sus padres fueron Macedonio Ruiz y Guadalupe García; sus
hermanos: María Inés (†), Roberto, José. María de la Luz y dos hermanos más que
murieron con pocos meses de nacidos.
Entró al seminario en 1937 y fue enviado a Roma de 1947 a 1952 a continuar
con sus estudios, y es ahí donde tiene lugar su ordenación sacerdotal el 2 de abril
de 1949. A su regreso a México trabaja durante los primeros años como profesor
y luego como rector del seminario de León hasta el momento en que es elegido
obispo el 14 de noviembre de 1959. Su consagración tuvo lugar el 25 de enero de
1960 en la fiesta de la conversión de San Pablo.
El actual texto construido a partir de un conjunto de entrevistas realizadas
a Don Samuel entre marzo del 2001 y febrero de 2002, presenta parte de su vida a
partir del momento de su elección como obispo de Chiapas. Aquí se hace presente
un ángulo poco explorado de la personalidad de Don Samuel y que ha quedado en
segundo plano a partir de los acontecimientos del movimiento zapatista de 1994.
Más allá de los aportes que este documento pueda dar al proceso histórico y sociopolítico de México, es un acercamiento a la trama de realidades diversas que van
configurando la personalidad de un ser humano, como sacerdote y como obispo,
entre la realidad hiriente de Chiapas y la riqueza aún actual del Concilio Vaticano II.
El punto de partida de estas narraciones no es meramente circunstancial,
su elección y consagración como obispo es el punto donde convergen sus experiencias fundantes pasadas y perfilan su trayectoria futura. Es un momento en que
los cambios vividos lo colocan en la necesidad de conocer a fondo la realidad de
su diócesis y a poner en juego con mayor intensidad la cercanía, comunicación,
apertura y libertad, en todos lo ámbitos en los que tiene que hacerse presente.
Las experiencias narradas por Don Samuel más que ser acontecimientos impresionantes o extraordinarios son situaciones que se construyen desde la cotidianidad y que se van clarificando y asumiendo gracias a la ayuda de los que lo rodean,
hasta producir en su persona una honda conversión por el mundo indígena.
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Estos relatos nos pueden llevar a comprender un poco más a la persona
de este obispo y la riqueza de sus realidades, pero también nos puede llevar a
comprendernos un poco más a nosotros mismos y a enriquecer nuestro propio
proceso de conversión.
Esta versión fue aprobada para su publicación por Don Samuel Ruiz García
el 31 de octubre de 2002.
1 Nombramiento y consagración
Don Samuel recibe el encargo de estar al frente de la diócesis de San Cristóbal
de las Casas, llamada todavía en ese momento diócesis de Chiapas el 25 de enero
de 1960. Todo el estado de Chiapas había sido una sola diócesis, pero tres años
antes de que él llegara una parte del territorio la había constituido la diócesis de
Tapachula. Don Samuel llega a lo que todavía se le nombraba diócesis de Chiapas y cinco años después de que él llegó se hizo una nueva división y se erigió la
diócesis de Tuxtla Gutiérrez dando lugar a tres diócesis dentro del mismo estado.
Por tanto, su diócesis ya no podía llamarse diócesis de Chiapas y pasó a llamarse
diócesis de San Cristóbal de las Casas.
Su nombramiento como obispo ocurrió cuando era rector del seminario en
la ciudad de León, Guanajuato. En una ocasión le llegó una carta de la Delegación
apostólica de la ciudad de México, y al abrir la carta encontró que adentro había
otro sobre que decía: subsecreto pontificio. Entendió que se trataba de algo significativo y sin poder adivinar qué cosa estaba en el interior no se atrevió a abrir la carta. Se fue primero a comer, para evitar que su lectura le quitara el hambre, cuando
regresó de comer se volvió a topar con la carta que había dejado en su cuarto. Ahí
estaba el primer sobre con el insistente letrero. Ante esto decidió dormir una siesta, ya que quizás no pudiera dormir en la noche. Cuando despertó volvió a tomar
el sobre ya decidido a no postergar su lectura. Entonces lo abrió... y no tenía nada
sustancial. En términos generales la carta decía: con la mayor discreción posible y a
la mayor brevedad, sírvase presentarse en esta delegación apostólica para tratar un
asunto. El delegado en ese tiempo era el señor Luigi Raymondi.
Lo que pensó Don Samuel en aquél momento era que posiblemente en la
Delegación apostólica querían conocer algunas situaciones determinantes de la
diócesis de León. Pensó una, dos, tres situaciones, y haciendo caso a la indicación
que aparecía en la carta actúo con discreción. No pidió abiertamente al Obispo
de León permiso de ir a México y decidió solicitarlo al Vicario general quien era
el que atendía por la tarde.
Durante el viaje fue madurando las cosas que posiblemente se iban a tratar
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y al llegar allá los tres asuntos abordados acerca de la diócesis se desahogaron
exactamente en el orden en que él había pensado las problemáticas existentes.
Al terminar el tercer asunto pidió permiso para retirarse, a lo que el Delegado le
dijo que no y en ese momento le comunicó que había la decisión de nombrarlo
obispo para atender la diócesis vacante de Chiapas, ya que el obispo anterior
había sido trasladado como arzobispo a Durango. Quedó sorprendido como si le
hubieran dado un golpe en la cabeza, y atónito dijo:
“Excelencia, esto me cae realmente en forma sorprendente, quisiera pues
tener tiempo de madurar”. A lo que el Delegado respondió: “No le están pidiendo otra cosa sino un servicio, entonces váyase a la capilla, rece y venga acá para
firmar la aceptación”.
Cinco minutos fue el tiempo que tuvo para prepararse y luego recibir la indicación de que a partir de ese momento y mientras se hacían todos los trámites
adecuados, eso quedaba en secreto. Días después durante la madrugada, recibió
una llamada telefónica en su cuarto en la que un periodista le daba a conocer su
nombramiento oficial aparecido en el Observatore Romano. Al día siguiente se
hizo pública la noticia.
La fiesta patronal que se celebraba al final del año escolar en el seminario
fue para él como una despedida. Terminó de arreglar el archivo y otros pendientes del seminario y luego, una de las primeras cosas que hizo fue buscar una
carta geográfica y ubicar el lugar, ya que el mapa no lo tenía muy claro porque
jamás había estado ahí. Después comenzó a preguntar a algunos de sus antiguos
compañeros del colegio Pío Latino cómo estaba la situación en Chiapas y se hizo
llegar un estudio concentrado y hasta cierto punto detallado de la situación del
lugar, el cual fue de gran utilidad.
Su nombramiento como obispo le generó sorpresa y preocupación porque no había estado jamás en una situación densa de actividad pastoral, sino en
el seminario y más bien con alguna capellanía para algunos religiosos o alguna
congregación religiosa en León. Reconocía las carencias de lo que iba a hacer allá.
En su consagración como obispo estuvieron el señor obispo Lucio Torreblanca, su predecesor; el señor obispo Martín del Campo quien había sido su obispo en
León y quien fue con-consagrante; y un tercer invitado a que él admiraba mucho, el
señor arzobispo de Yucatán, el señor Luis Solórzano, quien dijo la homilía.
La cercanía de Don Samuel para con la gente de la diócesis se inició entre el
momento de su nombramiento y el de su consagración, ya que las numerosas cartas
de felicitación que recibió por parte de la gente fueron respondidas una por una a
través de un encargado. Eso generó una conexión muy fuerte porque la gente de la
diócesis se sintió muy impactada, lo que produjo un buen recibimiento a su llegada.
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Fue después de su consagración cuando supo que él había sido el primer
obispo consagrado en la catedral de San Cristóbal de las Casas, no obstante que
la diócesis es una de las más antiguas fundadas en México. El hecho de que Don
Samuel haya pensado en consagrarse ahí era una decisión para él del todo normal pero contrastó enormemente con el hecho de que todos obispos anteriores
o ya venían consagrados como obispos o eran trasladados de otra sede antes de
llegar a la diócesis. Alguna vez sucedió que un obispo nombrado para esa región,
cuando desembarcó se le dio la noticia de que ya estaba destinado para otra diócesis de América del sur. La circunstancia de ser el primer obispo consagrado en
Chiapas, a la par de que la sede había estado vacante un buen tiempo, provocó
gran expectativa que desembocó en una presencia numerosa de la población en
el momento de su consagración.
Su predecesor había iniciado la construcción de una casa episcopal y fue
Don Samuel quien tuvo que terminarla. La casa era bastante fría, las paredes exteriores no estaban completamente secas y era tiempo de invierno, ese año fue
un invierno crudo, llegó hasta siete grados bajo cero y se rompieron tuberías en
distintos lugares porque se congeló el agua.
2 Inicio del trabajo pastoral
Después de su consagración como obispo, Don Samuel reunió archivos y se apoyó en el Vicario para conocer antecedentes y la situación que se vivía en aquél
momento en Chiapas. Él fue un apoyo muy significativo para conocer un poco
más en detalle las circunstancias concretas de la diócesis. Teniendo en cuanta
esto y sin más plan que actuar como generalmente se actuaba, trató de ver de qué
manera se podía llevar a cabo una catequesis o instrucción religiosa, término que
se usaba entonces en lugar de evangelización.
Don Samuel se encontró con una diócesis predominantemente indígena,
78% de una población de 1 ½ millón de personas, además de ser una diócesis
muy compleja: aislada y con una extensión territorial mucho más grande que la
actual, unos 72,000 kilómetros, sin vías de comunicación, con comunidades muy
remotas y que algunas de ellas sólo se podían visitar por vía aérea, a caballo o a
pie. Todos estos factores, pero especialmente la gran proporción de población
indígena con enormes necesidades predeterminó la acción pastoral. Comenzó
entonces a visitar las últimas comunidades que había visitado su predecesor y
que se ubicaban en la zona Tzeltal de Ocosingo.
La orientación pastoral se vio iluminada gracias al Concilio Vaticano II que
ayudó a encauzar y concebir el trabajo. “Fue en el tiempo del tiempo del Concilio
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que junto con otros dos obispos se vio la urgencia de estar articulados, se juntaron para ir profundizando los documentos del Concilio y al estar estudiando el
documento De Regimine Episcoporum1, el balance que hacían era que ninguna de
sus diócesis podía tener los requerimientos mínimos que se pedían para dirigirla
y encauzarla pastoralmente. Entonces preocupados ante tal situación, los hermanos obispos nos reunimos para ver si poniendo al máximo y en común nuestras
fuerzas podíamos llegar al mínimo requerido en el Concilio para la atención y
la dirección pastoral de nuestras diócesis. Así nació una organización llamada
Unión de Mutua Ayuda Episcopal (UMAE), iniciada con unos 8 o 10 obispos y que
hacia finales del Concilio la constituíamos unos 30 obispos”.
Los obispos de la UMAE eran en su mayoría de las diócesis de la costa a
partir del ángulo chiapaneco. Se reunieron de una manera muy natural sin mayor
planeación en torno a carencias y necesidades, y con pocas posibilidades económicas. La UMAE se constituyó con 3 personas por parte de cada diócesis, un
sacerdote, una religiosa y un seglar, escogidos para que estudiaran los documentos del Concilio. Ellos realizaron un seguimiento de los episodios del Concilio
y junto con los obispos estudiaban los documentos. Este equipo, impregnado
de los documentos conciliares, terminó siendo al final un equipo conocedor de
la situación, imprescindible, ayudantes natos de las diócesis involucradas para
transmitir el pensamiento del Concilio.
“Se organizaron cursos que se llamaron de aggiornamento, de puesta al día,
que tuvieron una fuerte repercusión. Algunos obispos miraron esto con cierta
desconfianza, no sabían hacía dónde estaba tendiendo este conjunto de acciones
generadas por un grupo de obispos que se había formado al margen de las estructuras de la Conferencia Episcopal. En algunos lugares se enviaron sacerdotes
de diócesis ajenas a la UMAE para que asistieran a las charlas de aggiornamento
que se estaban dando. Fue cuando se dieron cuenta del cambio de mentalidad
de los sacerdotes, religiosas y seglares de las diócesis implicadas y viendo los resultados, empezaron a solicitar que el equipo de la UMAE fuera a otras diócesis a
dar algunos cursos de aggiornamento y de puesta al día del Concilio”.
Desde sus inicios la UMAE contactó en Roma el apoyo del movimiento del
Mundo Mejor y también con el decidido acompañamiento de monseñor Goulad,
fundador de la sociología religiosa, quien se apropió del asunto y que por lo menos en dos ocasiones viajó a América Latina para estar de manera cercana con los
obispos y asesorar este movimiento.
En la UMAE se hicieron también estudios socio-religiosos para una tipificación de las diócesis. En estos estudios apareció de manera evidente la necesidad de
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De Cristhus Dominus. Decreto conciliar del 28 de octubre de 1965
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tener criterios diferentes a los europeos para medir las cosas. “Un ejemplo es que
en la sociología religiosa, la práctica religiosa se mide ordinariamente según la misa
dominical. Pero esto no era posible en la parroquia de Ocosingo, cuando los indígenas de una comunidad ubicada al extremo de la diócesis, tenía que caminar tres
días a pie para poder llegar a un lugar donde había conexión y luego dirigirse a la
cabecera parroquial. Ante esto no se podía poner como criterio del seguimiento de
la vida cristiana la práctica dominical. Se tenían que elaborar otro tipo de criterios y
ahí la asesoría y cercanía del canónigo Goulad fue muy importante”.
Se hicieron reuniones y estudios para ir determinando las tipologías de las
diferentes diócesis e ir tomando en lo posible una acción conjunta. En sus inicios
participaron también los obispos fronterizos de Guatemala, inclusive, se fueron
alternando entre Guatemala y México los lugares de reunión, hasta que debido
a un fuerte temblor en Guatemala se suspendieron las reuniones con ellos sin
retomarse después. Sin embargo, siempre hubo una buena relación.
3 El efecto del Concilio en el trabajo pastoral
Entre los documentos más estudiados del Concilio que ayudaron a los obispos a
tener claridad para la actividad apostólica, está además del documento del Regimine Epsicoporun, el documento de las Misiones. Este último les dio una pista importante con relación a la pastoral indígena y que sigue teniendo repercusiones
en el momento actual. “Con la intervención de los obispos africanos se vio claramente que la evangelización del Continente latinoamericano presentaba una
situación lamentable en la cual no solamente se anunció el evangelio sino que se
impuso una cultura, la cultura occidental como único mecanismo y medio para
que los indígenas manifestaran su propia fe. Lejos de haber una inculturación,
impensable todavía dentro de la teología de aquella época, hubo una imposición
invasora de los evangelizadores. Ni siquiera era pensable cotejar la religión cristiana con las religiones precolombinas. No hubo ningún diálogo, hubo una imposición a partir del esquema que señalaron los invasores. Ellos, al venir del otro
lado del mar estaban obedeciendo a un rey muy poderoso, y los indígenas tenían
que aceptar ser súbditos de ese rey. Se les decía a los indígenas que de bautizarse
serían sus amigos y no les harían la guerra. Y ahí empezó todo un conjunto de
situación, con relatos ominosos que existen en Guatemala y también en otras
partes de América Latina acerca de la avaricia de los conquistadores”.
Las situaciones de ambición de los conquistadores llevaron a cabo el despojo. “Como denunció Fray Bartolomé de las Casas. Fue cuando hubo entonces la
disposición de que al menos, antes de entrar a saco a una comunidad se proclamara un bando con la indicación de invitar a la conversión y si no, pues entonces
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ya entraban a saco, a sangre y a fuego. Pero esto llegó a tal grado que no era la
preocupación por la salvación de las almas, sino la preocupación por el despojo
de las riquezas, de suerte que, como dice Fray Bartolomé, en algunas ocasiones
el abuso llegaba a tal grado que en las madrugadas, en la orilla de pueblo, en
una lengua que no hablaban los indígenas se hacía esta proclamación y entonces
como nadie respondía y no aceptaban, entraban, arrasaban con la comunidad”.
“Situaciones trágicas que se dieron en el momento de la conquista y lo más
lamentable, fue la imposición de una cultura como mecanismo de manifestación
de la propia fe. Entonces, no hubo la asunción ni siquiera de aquellas cosas culturales que podían tener una semejanza con los ritos cristianos. Algunas ceremonias que se parecían al rito del bautismo fueron tomadas por los evangelizadores
como cosas diabólicas, de imitaciones fraudulentas del maligno. La teología que
guiaba lamentablemente la concepción de las religiones no cristianas era la de
considerarlas paganas y la gente, como sumidas en las tinieblas del dolor y en las
sombras de la muerte, no vislumbraba nada qué rescatar de ello. Más aún, sorpresa de los invasores de encontrar miles y miles de gentes que no conocían por
ninguna evangelización anterior a Cristo y la constatación de que nadie estaba
bautizado, urgía la aplicación de lo que decía san Ireneo, interpretado muy estrechamente, de que fuera de la Iglesia no hay salvación. Se da una exigencia militar,
de rápida conversión de las gentes para bautizarlos cuanto antes, puesto que estaban en un camino de condenación. De ahí el afán no de cotejar el cristianismo
con las religiones precolombinas sino de arrasar con sus monumentos, con sus
escritos si es que los había, para acelerar el paso a la conversión y así bautizados
estuvieran en un camino de salvación”.
Con la intervención de los obispos africanos en el Concilio se llevó a cabo
una revisión profunda del documento de las Misiones, en donde se ponía de
manifiesto la actuación salvífica de Dios con todos los pueblos de la tierra. “Esa
salvación universal está llevada a cabo por una presencia salvífica de Dios en la
historia y se manifiesta a las distintas comunidades antes de que llegue cualquier
otra indicación. Hay como dice San Pablo en los Hechos de los Apóstoles, una presencia reveladora de Dios en los distintos grupos humanos que permite que vivan en un clima salvífico hasta llegar el momento en donde hay una convocación
universal para constituir un pueblo de pueblos, un nuevo pueblo de Dios”. En el
Concilio se tiene que reconocer no solamente la existencia respetuosa de otras
culturas, sino también la presencia salvífica de Dios en los diferentes pueblos
como algo previo al encuentro del evangelio, de modo que la experiencia cristiana se encuentre con la experiencia salvífica de esas culturas y la manifestación de
Dios se encarne en ellas.
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La situación que se vivió en el Concilio dio inicio a grandes repercusiones
en la evangelización del Continente, de manera especial respecto de los pueblos
indígenas. “Hay una nueva actitud que ayuda a que el indígena después de 500
años recupere su dignidad, su toma de conciencia de ser sujeto de sus decisiones
y no objeto de decisiones de los demás. Después de 500 años se está preparando
en el Continente, en una forma muy sólida, un diálogo interreligioso que no se
dio en el momento de la conquista. Al mismo tiempo, un respeto a la cultura y una
encarnación enriquecedora para la Iglesia, no sólo con el ropaje sino con algo más
que el ropaje, con la forma de ser de cada uno de los pueblos. Porque la cultura no
es como un vestido que pueda cambiarse, es una forma de ser los seres humanos
que nacemos así desde el grupo al cual se pertenece, donde no es solamente la
lengua, ni solamente otros valores, sino más todavía, es la forma específica de ser
humano, la que se acuña en cada cultura. Es el momento emocionante que se vive
en el Continente”.
El Concilio ayudó a que en América Latina se diera una reflexión con un enfoque eclesial distinto de la problemática europea. “El Papa Juan XXIII al abrir el
Concilio manifestó que había tres puntos luminosos que tratar, inicialmente habló
de dos y después, unos pocos días antes de que se iniciara el Concilio, habló de un
tercer punto luminoso, cuando ya había declarado los otros dos anteriores”.
“El primer punto que se iba a tratar en el Concilio se refería a la manera en
que la Iglesia tenía que desarrollar, en el momento actual, su acción evangelizadora ante un mundo preponderante y mayoritariamente ateo teórico y práctico.
Con esto la Iglesia se ubicó fuera de la historia y solamente en la perspectiva de
la trascendencia, que pedía guardar los mandamientos para poder llegar al final
de la vida a una muerte tranquila y paradisiaca. No se cuestionó sobre las preocupaciones humanas, las necesidades de la gente. Ante esto los obreros primero y
los campesinos después, se sintieron no tenidos en consideración. Sentían que la
Iglesia no se preocupa de sus necesidades vitales sino solamente por lo que iba
a suceder hacia el fin del mundo, cuando pasáramos a otra dimensión. Dado que
los problemas de los campesinos no interesaban al cristianismo, la actitud de la
gente fue la de dedicarse en los últimos años de su vida a pensar en esas cuestiones y entretanto a pensar cómo se iban a sostener y a vivir. La Iglesia perdió por
abandono a los campesinos e inicialmente también a la masa obrera”.
El primer punto de cómo anunciar el evangelio a los no creyentes no coincidía con la realidad del Continente latinoamericano, ya que en el momento en
que el Concilio se llevaba a cabo la gente que se confesaba atea no constituía un
problema fundamental. Ni siquiera la llegada a comunidades cristianas no católicas era un problema en América latina. En ese momento, el protestantismo era
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algo marginal. “El primer punto luminoso era esa exigencia de mirar cómo hablar
de Dios, después de dos mil años. La Iglesia se volvía a preguntar en qué consistía
su tarea evangelizadora. A lo que surgía la pregunta ¿qué hiciste durante tantos
años?, pero no por ello dejó de ser un punto interesante”.
El segundo punto era de qué manera dar testimonio de Cristo a los cristianos desunidos en distintas confesiones. Fue lo que generó el estudio y la práctica
del ecumenismo llevando a un reconocimiento de la validez de las experiencias
cristianas en las otras confesiones. “Una situación importante y de relevancia fue
la invitación a las sesiones del Concilio a representantes de distintas religiones.
Estuvieron como invitados no tuvieron voto, pero había cauces para poder hacer
llegar su voz y de hecho, a través del Secretariado por la unidad de los cristianos
se encauzaron varias propuestas. Se dio por ejemplo, en el documento de las
fuentes de la revelación, la presencia de las experiencias de las Iglesias evangélicas en la teología de la colegialidad. Nosotros teníamos desarrollada la teología
del primado, pero la colegialidad es una experiencia propia que se vivió dentro
de las comunidades evangélicas. Esa teología pasó como una reflexión del Concilio, complementaria de la teología del primado de Pedro”.
“Tres o cuatro días antes de que se abriera el Concilio, Juan XXIII anunció
un tercer punto luminoso que señalaba que la Iglesia delante de los pueblos en
vías de desarrollo descubre lo que es y lo que debe de ser: la Iglesia de los pobres. Es decir, la Iglesia de todos. En estas breves palabras antes de que se abriera
el Concilio se presenta otro punto verdaderamente extraordinario. Revisando esa
breve sentencia se indica cómo el eje constitutivo de la Iglesia está en la relación
con el pobre, no con el pobre individual solamente sino con el pobre dentro de
la estructura, ya que se habla de la Iglesia en relación con los pueblos en vías
de desarrollo. No es por tanto la defensa y la preocupación exclusiva por sus
feligreses pobres, sino que es de los pueblos en el mundo, dentro de la pobreza
estructural generada por el funcionamiento indebido del sistema económico internacional. Entonces, ubicada la Iglesia adecuadamente en torno a la situación
de los pueblos en vías de desarrollo, descubrirá lo que debe hacer y lo que es ella
como Iglesia, lo que debe de ser y en lo que ha fallado. Eso lleva a la concepción
de que precisamente la Iglesia es universal y católica porque se encuentra en el
mundo de la pobreza”.
“Para Juan XXIII no había el problema que posteriormente se presenta, de
que si esa opción es incluyente o si es prioritaria o preferencial. La idea es que
esta Iglesia o es de los pobres o no es la Iglesia de Jesucristo. Y todos estamos
implicados en que sea una Iglesia de los pobres y no una Iglesia que determine o
destine porcentajes de atención pastoral a las cúspides, clases medias y un porDon Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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centaje significativo a los pobres, sino que la Iglesia es la Iglesia de los pobres.
Es en el Concilio donde se percibe mucho mejor y se entiende en su dimensión
renovada la palabra de Jesucristo que nos dice que de los pobres es el reino de
los cielos. Y donde el mandato del amor se cumple no en la ortodoxia sino en la
ortopraxis, donde se vive verdaderamente el amor al Señor en un amor al pobre,
como se verá en el juicio final”.
Esta última reflexión surgida del tercer punto luminoso anunciado por Juan
XXIII antes de iniciarse el Concilio fue algo que iluminó al episcopado latinoamericano y que sacudió a todo el Continente. Esto se manifestó con las posiciones
tomadas por lo obispos en Medellín, Puebla y Santo Domingo. “Los obispos reunidos en Santo Domingo dijeron que afortunadamente Cristóbal Colón no había
traído en sus barcos, la Santa María, la Pinta y la Niña, a Dios. Sino que Dios estaba
presente en estos grupos humanos, recordando así que hay una presencia salvífica de Dios en la historia”.
4 Experiencias pastorales
El proceso de reflexión del Concilio se generó en el Continente en el tiempo en
que Don Samuel participaba en el Departamento de misiones del CELAM. Al mismo tiempo presidía la Comisión Episcopal de Indígenas de la Conferencia Episcopal Mexicana. De esta manera facilitó que se vivieran sincrónicamente retos y
avances de la reflexión postconciliar en México y América Latina, sobre todo en
las diócesis en que se presentaban situaciones indígenas.
El obispo anterior de Chiapas, el señor Torreblanca, viendo la situación de
su diócesis intentó crear una instancia especial de atención a los indígenas, pero
no se concretó. Esto dio pauta para que posteriormente se constituyera la Comisión Episcopal de Indígenas. “En un tiempo, se pensaba que tenía que haber un
obispo especialmente dedicado a los indios, un obispo de los indios que en todo
México se dedicara a la tarea del indígena. Pero afortunadamente la Conferencia
Episcopal no aceptó, porque no se trataba de que cada obispo proyectara su responsabilidad en un individuo, sino que cada obispo tenía que asumirla. Después
del Concilio se empezó a mirar la situación indígena considerando dos cosas,
la necesidad de ayudar a las misiones y la necesidad de entrar en una pastoral
indígena. En esto, la Comisión Episcopal de Indígenas tuvo el apoyo del Centro
Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas”.
La reflexión postconciliar y sus grandes avances se recogieron en un
libro que se llegó a editar dos veces con la autorización de la Conferencia
Episcopal y que se llamó Fundamentos Teológicos de Pastoral Indígena en México. Este libro recoge no solamente las reflexiones teológico-pastorales sino
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las experiencias en México y en el Continente.
En la Conferencia Episcopal Latinoamerica (CELAM) de Medellín y Puebla
se aborda el tema de la pastoral indígena al tratar el punto de la opción por los
pobres. Tema que no pudo ser atendido eficazmente en el Concilio. “El punto
luminoso tercero de que habló su santidad Juan XXIII, fue objeto de preocupación. Inclusive, nos acordamos de la angustiosa interpelación de Paulo VI, siendo
todavía cardenal, que dijo llamando la atención: Hermanos, si no tratamos de la
Iglesia de los pobres no hemos tratado ninguna de las otras cosas que va a tratar
de este Concilio. Es decir, el anuncio de Dios a los no creyentes y el testimonio de
los cristianos carentes de unidad ante el mundo misionero que tiene delante. El
tema de los pobres no fue un tema del Concilio, sino el tema del Concilio. Pero el
Concilio no pudo tratarlo a fondo por tres situaciones que lo limitaron. En primer
lugar, en Europa, donde estaba asentada la observación y la redacción del Concilio prácticamente no existían pobres. Había una línea divisoria que separaba el
mundo de la riqueza del mundo de la pobreza. Un hemisferio rico y un hemisferio sur pobre. Existía el mundo de la pobreza pero después del meridiano. En
segundo lugar, siendo insignificante el porcentaje de pobres no había en Europa
la experiencia pastoral y tercero, no habiendo experiencia pastoral no había reflexión teológica sobre la actividad de la Iglesia en el mundo de la pobreza. En el
Concilio no se tocó el punto a fondo debido a esas carencias”.
En América Latina no se tenía que anunciar el evangelio a los no creyentes
sino a los hombres empobrecidos y deshumanizados. La Iglesia va descubriendo
que no hay yuxtaposición entre pobres y ricos sino una subordinación, que hay
riqueza porque hay pobreza y viceversa. “Ante este análisis surge la exigencia de
que si esto es así, entonces lo que hay que hacer no es estar exhortando insistentemente a los ricos para que ayuden a los pobres, sino que tenemos que hacer
una opción, porque si no, somos cómplices de lo que está sucediendo. Tenemos
que optar por el mundo de la pobreza, y se entiende todo esto en una forma histórica mucho más clara con las palabras de Jesucristo cuando dice que los pobres
estarán siempre con nosotros. Lo que significa que siempre habrá la posibilidad
de un cambio en nuestra formación porque Dios es el Dios de los pobres. Ahí es
donde viene el cambio histórico y donde cobran un fuerte sentido las palabras de
Jesucristo, sobre todo las del juicio final”.
Esta claridad que impacta mucho en América Latina fue punto de reflexión
en diversos momentos y con fuerte dudas. Algunos, ubicados en otra situación
veían peligro en esta posición y la radicalidad de las consecuencias. Entonces se
empieza a hablar de que cuáles son los pobres y la división entre los pobres de
espíritu y los pobres materiales, que no puede haber una Iglesia excluyente, que
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se trata de un amor preferencial por lo pobres pero no excluyendo a los demás.
“El propio Juan XXIII lo decía claramente, que la Iglesia es de todos porque es la Iglesia de los pobres. En el momento que sea de una clase social que
ayude a los otros es una Iglesia impuesta, es una Iglesia que llega como dominadora. Aquí hay una interpelación para todos, la Iglesia no se tiene que ubicar
parte en la cúspide, parte en la parte media y otra parte en la parte de abajo,
sino que es una interpelación a todos para que se reubiquen. Inclusive es una
interpelación para los pobres que tienen que trabajar por la construcción de un
mundo diferente para aquellos que son causantes de su opresión. Es una interpelación a una conversión generalizada”.
El hecho fue que la opción por los pobres fue una vertiente iluminadora
que marcó la experiencia de la diócesis de Chiapas como de otras de América
Latina, “Vimos en Puebla que hubo una revolución mucho muy profunda cuando
se llegó a hablar de la opción por los pobres. Se dice ahí en el documento de la
pobreza que una Iglesia que opta por los pobres tiene que cambiar de tal manera
sus estructuras que sea verdaderamente una Iglesia de los pobres. No para, ni
con, sino Iglesia ‘de’ ellos. Y esta Iglesia de ellos debe operar una incidencia en
la transformación de sus estructuras. Tiene que modificar las estructuras de tal
suerte, que sea posible y real la participación de los pobres en el proceso de decisión al interior de la Iglesia”.
También en el Concilio Ecuménico Vaticano II hubo un paso importante en
relación con la participación de los seglares dentro de la Iglesia. “Se decía en el documento de Regimine Episcoporum que los obispos deberían tener oídos atentos
para las palabras que los laicos pudieran decir dentro de la Iglesia, sobre todo aquellas personas capacitadas, distinguidas por su servicio en el interior de la Iglesia.
Que fueran escuchadas a tal grado, que inclusive fuera capaz el obispo de cambiar
sus planes de pastoral cuando escuchara una palabra adecuada de los laicos. Pero
de inmediato agrega el Concilio: tengan en cuenta estos laicos que los obispos
son sus superiores que deben hacerlo con respeto. En fin, que da en cierta forma
un paso para adelante y uno para atrás. La intervención de los superseglares en la
Iglesia, dicha en el Concilio, queda a años luz de lo que se dice en Puebla, donde se
pide que los más pobres que pertenecen a la Iglesia, y por ser Iglesia de los pobres,
tengan la posibilidad real de participar en el proceso de decisión al interior de ella.
Estamos todavía a bastante, bastante distancia de llegar a eso. Sin embargo, el punto crucial de a dónde caminar y de cómo caminar, lo debo al Concilio”.
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5 Transformar la realidad
El ministerio episcopal de Don Samuel no hubiera sido el mismo en una diócesis
con otro tipo de problemática. “Evidentemente en otra diócesis el trabajo pastoral tenia que haber tenido otras incidencias históricas y otros estímulos. Pero lo
que sucede en Chiapas no tiene que ser así. Hay la evidencia y esa es para todo
cristiano que se asoma a esas situaciones. Hemos visto como numerosas personas que han visitado Chiapas en distintas etapas y distintos momentos históricos,
quedan impactados por la realidad y se sienten interpelados, no solamente la
contemplan, sino que dicen, aquí yo tengo parte o tengo que hacer algo. No puede pasar uno inerme sin ninguna reacción interna, es una situación concreta, es
el llamado que viene de una realidad hiriente, que ya leída y contemplada desde
el punto de vista cristiano sacude fuertemente y no nos deja pasar adelante sin
que nos impliquemos en esa realidad concreta”.
El recrudecimiento que para el mundo entero y no solamente para la Iglesia tuvo el Concilio implicaba la dimensión pastoral y la doctrina. “Hay doctrina, hay evidentemente enseñanza, pero es más bien una reflexión desde la tarea
práctica de la Iglesia de cómo se tiene que anunciar a Cristo ante los no creyentes, ante el mundo ateo. En América Latina se da la contrarespuesta al Concilio.
Nuestro problema no es el apellido, Iglesia de los pobres, sino nuestro problema
es precisamente la situación de opresión. Ante el cómo anunciar a Cristo en una
situación así, viene una reacción en todo el Continente con una respuesta clara
ante las situaciones globales, delante de las cuales tenemos una expresión en
Chiapas, y ya antes del Concilio hubo personajes que se destacaron en América
Latina cabalmente por su don profético un Helder Cámara por ejemplo, un monseñor Larraín y otros que siguieron”.
También la influencia de los obispos africanos había sido importante en
el Concilio. “Su incidencia fue específicamente en el documento de Misiones,
porque hicieron caer en la cuenta de que se debía tener una respuesta a las interrogantes que se le planteaban a la acción pastoral desde la antropología y las
ciencias sociales. Poco antes del Concilio se tuvo una reunión con antropólogos
en Barbados, esta reunión recoge una reflexión, una interpelación a la acción pastoral, a la acción de los gobiernos y a la presencia misma de los antropólogos en
el Continente. Se pone de manifiesto cómo la acción pastoral ha sido una depredación o un aplastamiento en las culturas. Esta claridad es mérito de la intervención de los obispos africanos que tenían una situación semejante en el África”.
Otra dimensión pastoral importante del Concilio es la que presenta el documento Gaudium et Spes2 donde se visualiza a una Iglesia presente en la historia,
2
Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual.
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una Iglesia que tiene que preocuparse por el anuncio del reino en el mundo contemporáneo. “Es el último documento que se votó en el Concilio y que se estudió
desde el inicio. Este documento tuvo consultas en distintas partes del mundo para
revisar sus contenidos y es realmente uno de los documentos que más representa el avance conciliar. Ahí se hace ver cómo hay una misión de la Iglesia hacia el
mundo. Esta misión no pasa al margen de la historia, sino que su acción concreta y
determinada está dentro de la misma historia. No es una mirada a los dogmas o a
la moral, a la ética para ser aplicada, sino que hay una reflexión desde la situación
concreta, como también lo puntualiza otro de los documentos que se llamó de Las
fuentes de la adoración, pero se cancela ese nombre por el de La palabra de Dios
que es vista y debe ser vista y leída desde la historia, de modo que historia o acontecimientos concretos y palabra de Dios están íntimamente relacionados. Siempre lo
estuvieron, pero más concretamente el Concilio puntualiza esa situación”
Estos factores evidentemente que influyeron en una llamada de atención a
mirar una realidad concreta a sentirse una Iglesia que es enviada con un trabajo
qué realizar que no se limita al anuncio del evangelio y del reino, sino que también tiene que incidir en una transformación de la sociedad con un enfoque al
servicio de la humanidad.
6 El recuerdo de los Pontífices
La historia de Don Samuel está nutrida de varios hechos. Conoció al Papa Pío XII
poco antes de su muerte junto con el obispo de León, el señor Martín del Campo.
“Asistimos a una de las últimas audiencias en las que su santidad Pío XII recibió
a la CELAM. Recuerdo que me colé a la reunión, lo visualizo actualmente. Cuando el Papa se sentó, el respaldo central que tenía la silla se cayó, era un respaldo
movedizo porque se cambiaba según el color que debía tener el sillón para la
ocasión. Entonces al irse hacia atrás rozó ligeramente la espalda con la moldura
de la silla y no pudo reprimir un gesto de dolor y hasta oí el reclamo que se trasmitió por el micrófono: ‘¡qué cosa me tendrán preparada!’ Ya acusaba un dolor
muy fuerte en las vías respiratorias y en los pulmones, la falta de respiración fue
una de las situaciones que fatalmente lo condujeron a la muerte.
Don Samuel estaba en Roma cuando murió Pio XII y eligieron al Papa Juan
XXIII.. “Acompañaba a mi Obispo, el Obispo de León, Manuel Martín del Campo, con motivo de una reunión de rectores de seminarios. Cuando se produjo la
muerte del Papa Pio XII el señor Obispo propuso que nos quedáramos en Roma a
esperar la elección del nuevo Papa. Mientras se juntaban los Cardenales para iniciar el cónclave fuimos a Austria y regresamos. Ya preparados para ver los resultados, estuvimos en Roma hasta ver la fumarola blanca con la noticia de la elección
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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de Juan XXIII y en un santiamén se llenó la plaza de San Pedro. Él fue del que, y
en cuyo tiempo, recibí la indicación y consiguientemente la consagración para el
obispado de Chiapas y después de San Cristóbal de las Casas”.
En torno a la muerte del Papa se dieron varias situaciones, “una por ejemplo,
fue el acontecimiento de la muerte de Pío XII a quien la prensa lo mató dos veces.
Un periódico anunció su muerte antes de que sucediera, andaba yo en la calle y
alguien decía: extra, con las últimas palabras del Santo Padre. Y se veía su discurso
dando la bendición Urbi Et Orbi. Cuando llegué al colegio donde estaba hospedado y pregunté qué sabían de esta situación, Radio Vaticano estaba dando todavía el
parte de la salud. En efecto, el Papa Pío XII todavía no había muerto. Lo que había
sucedido era que había una gran cantidad de periodistas en Castel Gandolfo donde
estaba el Santo Padre moribundo, un periodista había acordado con un monseñor
que cuando muriera el Papa abriera la venta, para que él inmediatamente supiera y
rápidamente ganara la noticia a los otros periódicos. Lo que sucedió fue que llegó
el médico que lo estaba atendiendo y vio que estaba aquello muy cerrado y el Papa
necesitaba un poco más oxigeno y ordenó: abran la ventana. Entonces el monseñor
abrió la ventana y el periodista que estaba abajo observando pensó que ya había
muerto, dando la noticia y haciendo el ridículo después”.
Otra situación fue con motivo del cónclave. “Ya los periódicos tenían cada
una de las biografías de los papables una vez que fuera la elección. Ya tenían
todo, sólo faltaba el título y la fecha, ya todo lo demás estaba armado. Esa era la
situación de la prensa. Mi impresión fue grandísima porque apareció un contraste realmente del nuevo Papa con todas las figuras pontificias anteriores, especialmente con la de Pío XII que era distinguido, donde se notaba un modo de ser
fino, una atención extraordinaria que tenía él para todas las personas y situaciones, de manera que cada caso que se presentaba era como si fuera el único existente para él. Hay fotografías impresionantes de Pío XII hablando con niños en
audiencias generales, en donde él está en cuclillas escuchándolo, como si fuera
el único personaje. El contraste con Juan XXIII era bastante marcado. Juan XXIII
tenía un carácter atractivo, era muy comunicable, menos hierático que la figura
de Pío XII. Acostumbrado a usar sotana negra, olvidaba ya como Papa que tenía
sotana blanca y a veces se limpiaba la pluma fuente en la sotana”.
“Después se hicieron públicos sus desplantes, empezó a llamar a que comieran junto con él algunas personas. Su peregrinación fue un saludable escándalo en Italia y en todo el mundo, el que el Papa haya salido del Vaticano para
viajar en tren con el propósito de visitar un santuario mariano y encomendarle a
la Virgen María el Concilio que se iba a abrir”. Cuentan que precisamente la película, El Evangelio según San Mateo de Passollini, se debió a una inspiración del paso
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del Romano Pontífice, cuando Passollini, siente el impacto fuerte al paso del Papa
y va después a una librería a buscar un libro cristiano. Ahí encuentra el Evangelio
de San Mateo, empieza a leerlo y sale la idea de hacer una película, en la que por
primera vez aparece en las pantallas un Cristo dando el rostro. Había ya aquella
famosa película de el Mártir del Gólgota, donde siempre aparece la figura de Cristo muy de lejos en la cruz, casi perdido o tomado de espaldas. No le enfocaban
el rostro, era bastante fuerte tratar a un personaje humano y divino. Passollini se
atreve a enfrentar directamente el rostro de Cristo”.
“Los acontecimientos y acciones cercanas realizadas por Juan XXIII hicieron vibrar a la gente. “Dicen que a los dos o tres días de iniciado su pontificado
lo andaban buscando porque no lo encontraban en el Vaticano. Se había ido a
visitar a los presos de una cárcel cercana. Por lo pronto el Papa se les escapó,
no supieron cómo ni a dónde, se salió del protocolo. Se fue caminando por ahí
de una manera sencilla hasta que se dieron cuenta que se encontraba fuera del
Vaticano. Las respuestas así, audaces y llenas de humor, se hicieron rápidamente
famosas. Cuando le preguntó la prensa: Santo Padre ¿cuántas personas trabajan
en el Vaticano? y así mirando dijo: la mitad”.
Un tiempo de mayor cercanía de Don Samuel con el papa Juan XXIII se da a
partir del segundo año del Concilio en el marco de una reunión con los obispos
mexicanos. “El primer año estaba llenísimo, saturado de audiencias y reuniones.
Otros episcopados habían hecho gestiones antes que nosotros para tener una
reunión con él, así que hasta el segundo año nos pudo recibir. Es memorable la
comunicación al inicio de la reunión antes de sentarnos en nuestros lugares. Él
fue saludando en una forma muy vivencial a cada uno y una vez que nos sentamos, dijo que nos daba esa audiencia no solamente porque la habíamos solicitado, sino porque también era deseo del Romano Pontífice conocer más cercanamente a sus colaboradores a la par de una razón pastoral, porque era claro que
al retornar los obispos a sus respectivas diócesis, a cada uno de ellos sus fieles le
preguntarían si había conocido y saludado al Santo Padre. Y para que los obispos
presentes no respondiéramos solamente que lo habíamos visto celebrando en
la Basílica de San Pedro en el altar de la confesión del tamaño de un piñón, y sí
en cambio que pudiéramos decir que habíamos hablado con él, nos había preguntado por nuestros feligreses y les mandaba su saludo y sus bendiciones, sacó
debajo de su sotana unos papeles, la lista de todos nosotros y comenzó: Fortino
Gómez León; el arzobispo de Oaxaca era un hombre de figura corpulenta, ante lo
que el Papa mirándolo exclamó: ‘¡Ah Fortino! está de acuerdo con el nombre’. Estaba también el señor Obispo de Tabasco, el que en esa época construyó el frente
de la catedral de Villahermosa y la dejó inconclusa porque no era el edificio sino
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la comunidad la que tenía que construirse primero”.
“Era bastante ocurrente el señor obispo de Tabasco y le preguntó el Papa
qué quería decir Tabasco. El respondió que tal vez, según los expertos, se trataba
de una planta. Y agregó, ‘porque sabrá usted santo Padre, nosotros los mexicanos
hemos enseñado al mundo dos cosas: a fumar tabaco y a tomar chocolate’. Entonces el Santo Padre se sintió estimulado y contó una anécdota del tiempo del
Concilio Vaticano I y comenzó a narrar. ‘Pues vinieron acá a Roma, al Concilio obispos españoles como de otras partes del mundo. Entonces eran las sesiones muy
solemnes, todos andaban con mitra y capa pluvial. Ahora, en los días de trabajo
hay una forma diferente de vestir, entonces era muy solemne. También se tomaban
notas estenográficas, no había todavía mucho desarrollo en ese aspecto como lo
tenemos ahora que hay grabaciones. Se estilaba también que los padres conciliares
pudieran tomar un descanso como se hace también ahora. De pronto, los obispos
españoles salieron y desaparecieron en el altar de la confesión, en ese momento
era necesaria su presencia para una votación y fueron a buscarlos, los encontraron
a todos sentados solemnemente en las gradas con su capa pluvial y mitras fumando
puro’. Esto a propósito de lo que había dicho el señor obispo de Tabasco”.
“Y así fue, el Santo Padre fue tomando un contacto muy natural con todos.
Raúl Robles estaba recién nombrado y se fue al Concilio sin ser consagrado todavía. Él decía, ‘y para qué me voy a esperar’. Cuando saludo al Santo Padre le dijo:
‘yo soy el último obispo mexicano que ha sido elegido por su Santidad’. A lo que
el Santo Padre respondió, ‘el último, qué cosa he hecho yo’, al verlo tan joven”.
7 El surgimiento y desarrollo del Concilio
“El Santo Padre Juan XXIII nos contó espontáneamente cómo surgió la idea del
Concilio, algunos dicen que se había dado una especial señal del cielo para que
se haya dado este paso. Sí, es una inspiración divina, pero no es tipo San Pablo en
que se haya aparecido Cristo en el camino, sino que se dio de una forma sencilla.
Estaba el Santo Padre reflexionando con el secretario de estado sobre la forma
de celebrar una encíclica social que tuviera una fuerte repercusión en el mundo.
Hablaban acerca de qué cosa podría hacerse que sacudiera a la humanidad”.
“Al Santo Padre se le ocurrió decir, bueno tiene que ser algo así como si
fuera un Concilio y mirándolo su decretario con sus ojos azules, le dijo: ‘exactamente su Santidad, un Concilio’. Y así fue como surgió la idea. Llamó a los cardenales a una celebración eucarística en la Iglesia de San Pablo fuera de los Muros,
al final los reunió en la sacristía y les comunicó la decisión de hacer el Concilio. Y
dijo literalmente: ‘fueron desfilando uno detrás de otro silenciosamente callados
sin decir palabra’. Se preguntaban porqué no se les había dado esa noticia y no
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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se les había consultado, ya que era una cosa donde precisamente ellos eran un
senado de la Iglesia y tenían que decir su palabra. Más aún, había discusiones de
que en ese tiempo de la Iglesia, era una etapa definitiva de los Concilios, algo
prehistórico que ya había pasado. El Concilio Vaticano era el último y no el último
de una serie que vendría después, de manera que decían que ya no habría Concilios de Iglesia porque el magisterio pontificio, sobre todo con Pío XII, se había
desarrollado ampliamente y se habían tratado todas las cosas en las que se debía
de tener iluminación dentro de la Iglesia. Entonces, la reacción de los cardenales
fue esa, al no ser consultados se salieron de la sacristía y después regresaron uno
tras otro para dar su adhesión y decir que estaban dispuestos a colaborar”.
Las situaciones que Don Samuel vive durante el Concilio van generando en
él nuevos y valiosos aprendizajes. “Asistí a todas las reuniones y asistí también con
la ingenuidad con que varios asistimos al principio. Sí, me considero un obispo del
Concilio en el sentido de que pudimos asistir a un gran acontecimiento. Al principio los obispos del episcopado mexicano no sentíamos que fuéramos parte del
Concilio, estábamos invitados e íbamos a ver a otros obispos, a ver qué es lo que
decían y a que el Concilio se desarrollara con nuestra presencia. Nos admiraba el
acontecimiento, entendíamos que alguna cosa teníamos que decir, pues habíamos
leído los documentos y pensábamos que se iba a quitar quizá esta palabra o a poner este punto y coma, recomendaciones de ese tipo. Pero al mirar que el Concilio
lo hacían los obispos y ver eso clarísimamente fue una cosa educativa, impactante.
Yo creo que en todo el Concilio el episcopado mexicano fue un episcopado silencioso. Nos llamábamos a nosotros mismos en forma crítica la Iglesia del silencio.
Como episcopado no hablamos en el Concilio. Sí hubo obispos mexicanos que
hablaron durante el Concilio, pero no se dio una posición como episcopado sobre
tales o cuales temas y como otros episcopados sí la tuvieron, íbamos allá a admirar,
a ver esa situación y ser impactados por el Concilio, pero no había la conciencia de
que el Concilio lo hacíamos nosotros los padres conciliares”.
“Poco a poco esto se fue haciendo más claro y tardíamente reaccionamos
al grado que no pudo haber una estructuración que nos llevara a participar más
activamente en aquella temática. Sin embargo, nuestra actitud en las partes siguientes del Concilio fueron ya de otra naturaleza, sabíamos que influíamos con
los votos, aunque no habíamos tenido una influencia como episcopado a nivel de
todo el Concilio. Varios de nosotros asistimos, entre otras cosas, a una reunión
que coordinó el canónigo Mular y que después fue asesor del movimiento Unión
de Mutua Ayuda Episcopal y si no me equivoco, también estuvo presente el actual
Romano Pontífice como arzobispo. Tuvimos una participación sistemáticamente
planeada en un día del Concilio que se esperaba muy aburrido. Ese día se iba a
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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pasar el documento de Regimene episcoporum, un tanto sin pena ni gloria, pero
con el canónigo Mular estuvimos reflexionando cosas acerca del documento y
no sólo eso, sino que nos organizamos para intervenir, ya que había un tiempo
de tres minutos por persona para hablar en el Concilio. Entonces nos programamos para que una temática la tomáramos tres o cuatro, de manera que si no se
terminaba de exponer en tres minutos siguiera otro y otro para que continuara
la exposición y entonces eso sí fue un impacto fuerte. Casi todas las intervenciones que hubo de nuestra parte en esa ocasión, en esa sesión, entraron al texto,
porque eran modificaciones seriamente pensadas, no todas de gran dimensión e
importancia, pero sí considerable. Estábamos haciendo el Concilio”.
“Luego también hubo alianzas entre diferentes obispos para determinadas
intervenciones, entonces valía que un obispo representara a cinco, a veinte o a
treinta, para decir la palabra, porque se requerían para algunas proposiciones
un cierto respaldo. Ya no era entonces la voz individual sino lo que ellos presentaban en nombre de tales hermanos. En esos casos no se sumaba el tiempo
de los representados durante la intervención sino los tres minutos asignados en
una posición tenía el respaldo de un grupo de obispos. No era ninguna afirmación individual sino que era respaldada por los obispos que daban su firma a la
intervención. Ahí se empezaron a notar claramente las corrientes existentes. En
un principio yo miraba la pelota que iba y venía y no me daba cuenta por qué la
situación saltaba de un lado para otro. Por ejemplo, la discusión sobre el primer
documento fue sobre la liturgia, aparentemente una situación menos comprometida con tendencias, la celebración litúrgica, pero de pronto empezamos a
ver las tendencias marcadas, había posiciones que se estaban jugando para otros
momentos pero que ya empezaban a aparecer sobre la discusión en el documento de la liturgia sobre las lenguas vernáculas, la participación de la comunidad, el
que se considerara a la Iglesia pueblo de Dios. Una serie de situaciones que se
fueron perfilando y que después se fueron haciendo mucho más claras, aglutinadas y aglutinadoras del pensamiento y de corrientes”.
8 Concilio y cultura
A partir de los trabajos realizados en Concilio Vaticano II, Don Samuel comenta
acerca de la posibilidad de un nuevo Concilio. “El Concilio Ecuménico Vaticano II
no fue un documento elaborado en cuatro sesiones, sino una luz que se proyecta
hacia el futuro; no es un documento para cumplirse sino es una iluminación hacia
el futuro. Hay numerosas cosas que a la luz del Concilio aún no se han implementado, inclusive de las más elementales, la reforma litúrgica por ejemplo donde se
dio un espacio después del Concilio de experimentación, para lo cual estábamos
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inmaduros, insuficientemente preparados en el Continente. No llegamos a reformas fuertes en el aspecto litúrgico de la encarnación en las culturas, sino a lo
más que se llegó fue a la utilización de la guitarra o de otros instrumentos, pero
no fue la hondura de una experimentación, de esa encarnación en la cultura, Estaba inmadura todavía la situación y entonces ciertas cosas que el Concilio indicó
están aún presentes, no para cumplirse en el sentido de que tenemos que leer
un documento para llevarlo a la práctica, sino que hay una iluminación hacia el
futuro que aún queda pendiente de implementarse en ese sentido”.
“Un nuevo Concilio no sería necesario, quizá en otro momento donde sea
necesaria la fuerza que puede tener un Concilio en la decisión y la posición de
Iglesia. En ese sentido algunos ven que la Curia Romana tiene algunas veces una
influencia e injerencia mucho muy fuerte y que quizá para que pudiera generarse
una corriente renovadora tendría que invocarse la fuerza de un Concilio”.
La encarnación en la cultura promovida por el Concilio fue una dinámica
que se fue extendiendo en Latinoamerica. “En todo el Continente hubo una fuerte
reflexión, sobre todo en las diócesis en las cuales se tenía visiblemente delante
unas situaciones culturales diferentes a la cultura occidental. Era evidente que el
asunto iba mucho más allá del uso de la lengua vernácula, implicaba la manera de
ser de los distintos grupos humanos. Eso fue evidenciado subsiguientemente, pero
que se vio más claramente en las diócesis que tenían comunidades indígenas. Las
actitudes pastorales no solamente cambiaron en su aprecio a la cultura como resultado o fruto de una actividad humana colectiva, sino que acorde al Concilio se
miraba a las culturas como el lugar donde Dios se ha revelado también para esperar
el momento, como dice Pablo, en que se va a hacer la convocación para constituir
un nuevo pueblo de Dios, con los pueblos de toda la tierra; un pueblo de pueblos,
no un pueblo monolingue, monocultural como el pueblo judío”.
“Eso sacudió la pastoral de todo el Continente, aunque no de inmediato
porque siempre hubo lo que en pequeño vemos en México, el que los indígenas
pasan un tanto desapercibidos en los lugares donde son mayoría. La tendencia
era pensar que existen ahí, pero están marginados y por tanto tienen que entrar
en la cultura dominante para insertarse en ella y no que el evangelio tuviera que
encarnarse en su cultura”.
“La reflexión postconciliar que se hizo en diferentes reuniones fue constituyendo a un magisterio subsiguiente y constructivo que fue circulando en
el Continente y en México. Fue a través de la Comisión Episcopal de Indígenas
como se pudo importar la reflexión postconciliar que se había hecho en el sur, en
diócesis tan fuertes como lugares que tienen indígenas tipo selvático, como Brasil, Venezuela y Colombia. Las reflexiones de los misioneros de aquellos rumbos
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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impactaron y fueron trasmitiéndose a nuestros lugares. A raíz de esa situación
se hizo una reunión en México, en Tuxtepec de Juárez después de la de Medellín, donde reunimos a antropólogos, obispos de regiones misioneras de México,
agentes de pastoral e indígenas de diferentes partes de México. Fueron tres reuniones, la primera fue con antropólogos, las otras dos fueron reuniones de los
obispos que hacen pastoral y la de los indígenas. Estas dos últimas se hicieron de
manera paralela y simultánea. Después de conjuntaron las reflexiones”.
“A los antropólogos de izquierda existentes en el país se les consultó y
tuvimos una reacción negativa. Un maestro de la Universidad Iberoamericana
(Ibero), un catalán que conocíamos de la CELAM se le encomendó la tarea de
conseguirnos esta entrevista o reunión con los antropólogos para una consulta y
nos trasmitió la reacción de ellos: ‘que no solamente no aceptaban sino no querían que se supiera que los queríamos consultar’. Ante esta situación de fuerte
rechazo dije; bueno, vamos a ver si entre nosotros mismos podemos hacer esta
consulta. Nosotros creíamos que como ellos eran expertos en cuestiones antropológicas, eran también capaces de podernos decir si valía la pena buscar un
trabajo pastoral de encarnación en las culturas o si teníamos que preparar un
epitafio para bien morir de esas culturas, porque si estaban en decadencia o están para morir, no valía la pena meterse con ellas pues sería un tiempo perdido”.
El maestro de la Ibero nos dijo: ‘permítanme, voy a buscar todavía alguna forma de insistir’. Posteriormente nos dijo: ‘sí aceptan, pero hay una condición que no sé si ustedes quieran aceptar, que se sienten en el banquillo de los
acusados’. Respondimos que estábamos dispuestos, que no importaba que nos
quisieran juzgar, lo que queríamos era saber lo que pensaban. Entonces se dio
un esquema de trabajo en que físicamente, sentados frente a ellos, todos comparecíamos. El primer día le tocó el turno a los del Instituto Nacional Indigenista,
después a nosotros los católicos y luego a los evangélicos. Los antropólogos eran
como siete u ocho, entre ellos estaba Arturo Warman, otros cuyos nombres se
me escapan, había dos mujeres una Marina que tiene un apellido como de tipo
portugués, había un haitiano, un mexicano llamado Andrés recién egresado y
que después estuvo en Chiapas ocupando lugares. Fue interesante el encuentro
con ellos. A los del Instituto Nacional Indigenista los hicieron garras diciéndoles que estaban equivocados al decir que no había problema indígena, que ellos
eran los problemáticos para los indígenas, que los indígenas habían tenido siglos
de subsistencia y que lo que estaba haciendo el Instituto Nacional Indigenista era
poner parches a una situación de enfermedades que tiene causas estructurales,
que estaban dando cafiaspirianas a una situación de mayor gravedad. Aunque había en los del Instituto Nacional Indigenista la intuición del respeto a las culturas,
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éste era un punto de partida obvio para los antropólogos ya que la cultura es el
resultado de un trabajo humano y tenía que ser respetado”.
“Viendo cómo les fue a los del Instituto Nacional Indigenista, los católicos
nos reunimos en la noche. Había algunos sacerdotes salesianos, misioneros y
obispos. Nos repartimos las intervenciones y nos preguntamos qué era lo que
íbamos a decir. Acordamos decir la verdad, que en un tiempo nosotros teníamos
una posición completamente adversa a la cultura, que no pensábamos en esas
situaciones, pero que había que proclamar el evangelio y que había que cambiar
esos modos culturales. Que el Concilio nos colocó en una connotación diferente
y nos hizo mirar con respeto a las culturas, a buscar el lado donde sea posible la
encarnación en las culturas y que ésta es la posición actual, que por eso estamos
preguntando. La reacción fue interesante, a Andrés, que estaba recién salido de
su escuela, no le importó lo que habíamos dicho, él tenía su discurso preparado
de tipo marxista e hizo una lectura independientemente de lo que nosotros dijimos. Otros estuvieron más cuestionadores. A uno que habían echado fuera de la
UAM y que recibió el apoyo de varios maestros saliendo junto con él, decía tener
sus posiciones muy claras y definidas en el ámbito no sólo antropológico sino
político, nos dijo: ‘pues les quiero hablar con la verdad, yo venía aquí montado
en mi caballo decidido a echárselos encima y ahora me doy cuenta que estoy con
todo y caballo adentro de la sacristía; es decir, que sus posiciones son posiciones
que compartimos’. Otro dijo, ‘¿es el pensamiento de ustedes o es como piensa
en general la Iglesia en este momento?, porque comprendemos que podemos ir
juntos un tramo, pero va a llegar un momento histórico donde cada quien debe
tomar sus posiciones’, pero como se dice, posiciones de guerra, posiciones bélicas, sus fronteras y cada quien esta en su lugar y les vamos a ajustar cuentas a su
tiempo. La situación fue un poco fuerte, pero más o menos se obtuvo el pensamiento que se quería de ellos. Aunque fue una crítica a nuestras posiciones, fue
también una crítica que a ellos mismos interpeló, porque después se sintieron
ellos más papistas que el Papa, fueron más dogmáticos que los dogmáticos. Ya
aparte ellos hicieron una reunión y produjeron un libro que se llama, De eso que
llaman Antropología Mexicana3, que es una reflexión sobre las posiciones antropológicas contemporáneas y donde presentan una autocrítica interesante”.
“Recuerdo que a los evangélicos, Warman, que era uno de los antropólogos más agudos, escuchó su exposición se quedo mirando y dijo, ‘bueno, entendemos que no tienen ustedes una sola posición sino que representan distintas
posiciones; ya cuando se pongan de acuerdo venimos a hablar’. Y ya no dijo alguna otra cosa. Ellos se quisieron pasar de listos diciendo, nosotros somos evan3
Warman, Arturo. De eso que llaman antropología mexicana. Nuestro Tiempo. México, 1970.
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gélicos y tenemos pertenencia a distintas religiones, por lo tanto hay diferentes
corrientes, no nos pueden agarrar con una sola porque esa no es la corriente
generalizada. Por eso la respuesta Warman”.
Uno de los puntos importantes tratados en esa reunión fue el fenómeno
de la presencia del evangelismo en México. Se señalaba que en numerosas ocasiones las actividades evangélicas eran promoción norteamericana y se daban
pruebas específicas de las acciones e intervenciones económicas norteamericanas explícitas en distintos lugares con el fin de implementar el evangelismo en
México.
“Me decía William Woldery, un evangelista que después fue bastante amigo, ‘no pudimos escapar a varias situaciones’. Después de esos acontecimientos
con los antropólogos, Woldery estuvo mucho más cercano de la diócesis, me
ayudó en varias cosas para la traducción de la Biblia a las lenguas indígenas. Una
vez me comentó, ‘me sentí crucificado hermano Samuel ¿qué hemos hecho? ’
Le dije, mira ¿por que no aceptar el que el Instituto Lingüístico de Verano no es
lo apolítico y lo arreligioso y aséptico que tú dices? Lo quieres presentar como
un estudio científico de las lenguas y que no tiene más injerencia. Tú sabes que
en diversos lugares inmediatamente que termina un estudio llega un pastor que
utiliza aquellas cosas y que es enviado por la organización donde está también
el Instituto ¿Por qué no defender el derecho de manifestar y testificar la propia
fe, antes que decir que los trabajos del Instituto Lingüístico no tienen una directa
intencionalidad de promover el evangelismo en México?”.
«Después de la reunión con los antropólogos se reflexionó con los indígenas y también con los agentes de pastoral. Los indígenas por su cuenta nos
dijeron su palabra, bastante fuerte. Hay un libro que lo tiene el Centro Nacional
de Ayuda Misional a los Indígenas (CENAL) en donde se recoge la interesante
reflexión de los indígenas. Recuerdo que un indígena, Manuel Gómez López de
allá de Chiapas, dijo ante los señores obispos resumiendo lo que habían dicho,
‘Señores, queremos decirles con todo respeto que nosotros no somos niños, que
somos gente madura, que somos padres de familia, que tenemos hijos a nuestra
educación y cuidado, de manera que sentimos que dentro de la Iglesia nos tratan
como a niños pequeños. Somos gente que tenemos una forma de pensar diferente, pero que somos gente madura, no niños pequeños’. Esa era más o menos
la actitud con que la pastoral los trataba. Aún hoy en día todavía hay actitudes
pastorales que no están exentas de esa posición”.
“La repercusión del Concilio influyó considerablemente en las acciones
misioneras, y esta reflexión antropológica no sólo se desarrolló en México, se
llevó también a cabo de una manera más o menos equivalente en distintos luDon Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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gares en el Continente, en Perú, en Venezuela. En Brasil hubo diferentes reuniones y todo lo que se reflexionaba allá fue intercomunicado y fue irrigando
la pastoral de los distintos obispos que en México teníamos trabajo pastoral
con los indígenas, de manera que se fue generando la necesaria participación
a nivel de la Conferencia Episcopal”.
9 Momento actual y futuro
En todo este ir y venir de cosas, Don Samuel opina acerca de la situación del mundo indígena con mayor agudeza y precisión. “Al decir situación son situaciones,
no podemos identificar así nada más las posiciones teológico pastorales con las
posiciones políticas que se dan en el país en torno a la situación indígena. Son
dos situaciones diferentes, dividida en dos aspectos y quizá subdividida en otras.
Una Iglesia Mexicana en relación con los indígenas tiene una posición mucho
más claramente definida que la que puede advertir o haber en otras, porque ha
habido aparte de la reflexión del Concilio una reflexión y maduración que se ha
ido llevando a cabo con prácticas pastorales distintas. Yo creo que en ese sentido
hay ciertos avances representados por la reflexión en Medellín, en Puebla y en
Santo Domingo, con la iluminación que en numerosas ocasiones el magisterio
pontificio ha dado en esos rubros en distintas partes del mundo, donde ha tratado una temática relacionada con las misiones. En las comunidades donde no se
da la cultura occidental hay una vertiente que tiene una elaboración de actitudes
y forma de pensar consiguientes a esta carga que el Concilio ha dado en el Continente. Por tanto, teóricamente podemos hablar de una opción por los pobres
donde más exactamente los indígenas están comprendidos dentro de la Iglesia”.
“No siempre los pronunciamientos serían quizá los deseables y no podemos inclusive según los acontecimientos recientes (en referencia a la marcha
zapatista al Distrito Federal y a la resolución del Congreso respecto de la ley
indígena), ver que no haya una carga incluso racial o racista en sus expresiones
por parte de algunos de los hermanos obispos. Por lo general podemos decir
que finalmente un pensamiento colegiado se mantiene dentro de esa línea de
opción por los pobres y por tanto de respaldo a los indígenas. Mientras para
algunos se diría, fue casi consigna dentro de una asamblea pues de una manera
ilógica dijeron a los indígenas que no fueran tercos, que aceptaran lo que saliera de Congreso, cualquier ley, que no quieran ajustarla a su manera, que tenían
que aceptar el veredicto. Y cuando los indígenas vieron que ese veredicto no
era ni sobre la ley propuesta, ni favorable a la paz, ni que recogía las preocupaciones que se habían no solamente planteado sino consensuado antes, tuvieron que dar reversa contra la ilógica posición”.
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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“Yo creo que no era lógica esa posición. Hay que reconocer que la ética
está también dentro de la legislación y que nosotros mismos antes de la constitución de este Congreso, que fue tomando perfiles específicos y diferentes de los
anteriores, no tenía porqué tomar la actitud cerrada de decir que la Constitución
habría de observarse en todos y cada uno de sus aspectos por ser la Constitución
del país. Varios obispos se pronunciaron diciendo primero que a donde llegaran
recibieran bien a los zapatistas, y después diciendo a los zapatistas que se atuvieran
a lo que salía del Congreso. Los obispos dieron marcha atrás, pero existe una posición teológico pastoral que dice que las cosas tienen que ser de otra manera; hay
un documento posterior, no de todo el episcopado dirigido a la Presidencia de la
República en torno a este asunto de la ley, lamentando que se haya llevado a cabo
de esta manera, más aún, quejándose de que no hubo de parte de los intelectuales
del país una posición muy clara y definida, aunque yo entre paréntesis podría decir
que eso era tarea de la Iglesia, y no la vimos. No hay que reclamar a los intelectuales
sino ver cuál fue la posición de la Iglesia como institución ante esa problemática.
Estábamos dispersos, cada quien opinó por su lado, disentimos, y también hasta
hubo rebuznos junto con los que proponían fusilamiento para los que venían a caminar, a manifestarse en el Congreso. Pero con todo y las cosas sucedidas, hay una
reflexión teológico pastoral que ha tenido una cierta adquisición y que podemos
decir que ya es parte de nuestro pensamiento colectivo”.
“Por otra parte está la situación concreta histórica que no sabemos qué
cosa vaya a traer como consecuencia subsiguiente. Ya hubo desde luego una falla
inicial de los senadores y diputados del Congreso de la Unión para que fueran
responsables históricamente de lo que tenía que aprobarse. No se trataba de dar
limosna sino de tener una posición adecuada de responsabilidad histórica. Una
ley propuesta por parte del Presidente no salió aprobada por un Congreso con
autonomía como aquellas ocasiones en que todos levantaban la mano porque
venía del Presidente, fue en un clima de venganza, de oposición, de un aprovechamiento para el desahogo de lo que no pudieron tener en determinados momentos tales o cuales partidos. Eso realmente es lamentable que haya sucedido,
que se constituya un Congreso de la Unión con cierta autonomía, pero con daño
para el país y con una irresponsabilidad histórica como la que se manifestó. Hubo
más que un avance, una arremetida contra los derechos indígenas quitando la
esperanza posible de negociaciones políticas. Esto así tratado, a dar paso a la convicción de que no se pueden lograr cosas por el camino del diálogo político, sino
tiene que haber la presión de la fuerza y quizás hasta el levantamiento armado:
son consecuencias, esta ley no contribuyó a la paz. Sin embargo está habiendo reacciones, primero las reacciones generalizadas que hubo cuando se hizo la
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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marcha inicialmente de los zapatistas, que fue marcha de los indígenas y marcha
propiamente de todo el pueblo mexicano como sociedad civil. Hubo un aglutinamiento in crescendo hasta llegar a un clímax quizá irrepetible en la historia, donde
parecía que estaba muy cercano el paso a dar un avance sustancial con el reconocimiento de la existencia tardía de grupos indígenas en el país, que se consideran
y quieren ser diferentes, pero que no quieren estar separados ni independientes
del mismo País sino aportando su riqueza cultural. No sabemos hasta dónde pueda la sociedad civil todavía tener actividad determinada para generar una torsión
histórica a fin de que ya no sea necesario, sino al contrario, totalmente improcedente caminar con la posibilidades de movimientos armados para lograr el que
se haga justicia y que se tenga que dar un paso histórico”.
El trabajo que vislumbra Don Samuel es un trabajo de la sociedad civil más
que de políticos, en donde también los indígenas son sociedad civil y son los
afectados directamente. “Están tomando su palabra ahora ante esa situación y se
preguntan si son organizaciones políticas o si se organizan con una resistencia
muy cercana a la violencia, cuando ya el Ejército ha vuelto a tomar determinadas
posiciones aunque sea esporádicamente y está atosigando a las comunidades.
Independientemente de cuál sea la lógica y la manera de actuar en el aspecto
jurídico hay un avance histórico, pues se ha logrado una toma de conciencia en
donde no podemos, de ahora en adelante, decir que no hay indios o que tiene
que dejar de haber. Tiene que asimilarse esa categoría, viviremos en una contradicción, pero que será contradicción dinámica”.
“Qué cosa sucederá en el futuro, no lo tengo yo claro, pero existe todavía
y no solamente en mí, la opinión de que hay caminos donde se puede dar paso
hacia atrás. Podría ser una decisión del propio ejecutivo para revisar este asunto
que ya lo dejó correr, diciendo que no se aprobó la ley propuesta por él, sino que
se hizo una ley diferente y se vuelve a proponer una ley adecuada, o bien que esta
nueva propuesta surja de instancias que jurídicamente tengan esa posibilidad
concreta. El Congreso de un Estado ya lo ha hecho, negó la aceptación a la ley y
propuso nuevamente un estudio de la ley COCOPA. No se puede decir que en
todos los Congresos de los Estados se representen los intereses de los indígenas,
ya que están en una tónica diferente ya que en ninguno de los Congresos de los
Estados hay representación indígena. Sin embargo, uno sabe que no se logrará
la mayoría requerida y que entonces entrará un período de reformas de esa ley”.
“La ley aprobada no llega a lo que era la propuesta, se aprobaron cosas
diferentes, más aún, pusieron candados al camino de una reforma. No lleva plenamente a lo que sería el paso que tendríamos que dar, pero ahí hay cartas qué
jugar todavía. No sabemos qué vaya a suceder de aquí en adelante, lo predecible
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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en forma peyorativa sería que tendríamos que esperar veinte o treinta años más
para que haya reacciones y condiciones nuevamente unificantes para que se dé
ese paso histórico antes de que se haya generalizado una desmoralización en las
comunidades indígenas. No hay una sola vertiente histórica posible, pero la mayoría confiamos en que habiendo firmado sus cartas, los indígenas de Chiapas y
con ellos también los otros indígenas del país, no regresan a formas bélicas, pero
eso no esta descartado totalmente, máxime cuando hay una posición realmente
adversa a lo que era el tenor mismo de la ley que se iba a aprobar”.
“La historia va teniendo esas situaciones, lo que vemos es que ya ha habido
ciertos pasos irreversibles y que el indígena, tomando conciencia de ser sujeto
de la historia, está ya en un paso que no va para atrás. Eso está ahí presente y
seguramente seguirá más sintiendo la opresión, las discriminaciones, pero es un
paso que se ha dado, en sí sabe que su voz puede tener un impacto en un momento en el que el País no está aislado. Ese paso histórico o mal paso histórico del
Congreso tiene repercusiones internacionales para México, porque el fenómeno
indígena está en todo el Continente”.
“En el aspecto eclesial la confianza está puesta en que el Señor Jesús, quien
supo lo que hacía, depositó la Iglesia en manos hombres, todos los abandonaron, uno lo traicionó, estaba muy mal encaminado el asunto, supo que tenía que
remediar esto con la presencia del Espíritu, prometió que iba venir el Espíritu y
lo cumplió. Y ahí estamos viendo que esto no es un episodio para el momento
histórico, sino que la presencia del Espíritu es hasta el fin de los siglos y que en
las situaciones más difíciles siempre saldrá adelante la tarea de la Iglesia, no sin
períodos como históricamente se han visto de depresión, de opresión, de aplastamiento inclusive interno y que también la propia Iglesia tiene necesidad de un
profetismo interno, un don de profecía ejercido al interior mismo de la Iglesia
en sus propias estructuras. Empieza ya a hablarse y a considerarse el tema de los
derechos humanos al interior de la Iglesia”.
10 El proceso de conversión
Hay en Don Samuel una actitud de escucha que lo lleva a una serie de cambios
centrados en una búsqueda de la verdad y un deseo constante de querer hacer
bien las cosas. Estos cambios han implicado no sólo la apertura personal, sino
también colectiva por parte de un grupo de obispos en diversas situaciones. Una
de ellas es el momento del Concilio Vaticano II, donde se van dando nuevos
aprendizaje, que implica por parte de los obispos mexicanos pasar de ser espectadores a ser actores, no simplemente corregir textos sino decir su palabra. El
modo personal de ser de Don Samuel no es ajeno a la figura del Papa Juan XXIII,
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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con un modo de ser abierto, cercano, atento a la situación, capaz de romper los
modos tradicionales de actuación por parte de la autoridad. Un nuevo modo de
ser Iglesia y de ser autoridad.
En este proceso de conversión aparecen multiplicidad de aspectos que van
afianzando a Don Samuel en su modo de ser y hacer las cosas como obispo y que
lo llevan a un punto culminante en donde se reconoce que la Iglesia es una Iglesia no para ni con, sino “de” los pobres. Ahí se perfila todo su caminar y asume
críticamente esa orientación del Concilio al comparar la realidad de los países
pobres con la de los países desarrollados. Hay un cambio muy fuerte, el cambio
es que Don Samuel ha partido de la realidad y no de los principios normales eclesiásticos de actuación. Los grandes modos de proceder de la Iglesia no se podían
aplicar mecánicamente a nuestro Continente, por lo que había que hacer otra
cosa. Se va construyendo así un camino de mucha certeza interior.
Esta descripción acerca del proceso de conversión de Don Samuel presenta
una concordancia básica que es completada con subrayados en la apreciación en
cada una de las etapas descritas. “Esas etapas no son parte de una iniciativa personal, sino que están dentro de un contexto donde muchos nos vamos moviendo
de esa manera. Por ejemplo, yo no fui gestor de esa reunión con antropólogos
sino fue el señor Sahagún de la Parra, que era en ese momento el presidente de
la Comisión Episcopal de Indígenas. Yo era vocal y entonces estuve también en
eso. El proceso atribuido a mí es también atribuido a él y a los que participamos
en ese entorno, en esa decisión concreta fuimos afectados de la misma manera”.
“El Concilio Ecuménico Vaticano II nos interpelaba para que si queríamos,
trabajáramos para que la Iglesia se encarnara en la cultura, para lo que teníamos
que saber si las culturas estaban ya por terminar o si realmente tenían aún vigencia.
Esa preocupación era generalizada no era individual, no era personal, sino que era
de aquellos que estábamos funcionando más o menos en común. En ese sentido
siempre está presente la dinámica de que lo que sucede en torno no es un acontecimiento que dependa de mi conducta sino que se da junto con otros en ese mismo caminar. Podría decirse también de las otras cosas, por ejemplo, la percepción
de que la Iglesia es Iglesia de los pobres y no para los pobres, es algo que se genera
a partir de Medellín en Puebla. Es en la reunión de los obispos de Puebla donde
esas afirmaciones son mucho más concretas y evidentes para nosotros y para todos
los que hemos venido siguiendo más o menos este proceso. Es algo que se da en
común con otros y no es un proceso individual, es un proceso colectivo”.
“Algo que incide en todo esto y eso es evidente, es la experiencia de la diócesis y los encuentros graduales con las personas, la mayoría de origen indígena.
Al decidir empezar a visitar las comunidades últimas, visitadas por el obispo anteDon Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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rior, se da el contacto gradual, el cual fue operando una percepción muy diferente de lo intelectual, que en todo caso tenía una convergencia con lo que era una
concepción teológica que se venía dando. Constatar el valor de la gente pobre,
constatar su riqueza, constatar la entrega de servicio, esto era algo que avalaba y
reforzaba la convicción teológica de que de los pobres es el reino de los cielos.
Se hacía evidente, pero ya con una experiencia directa, no individual, sino compartida por los que estábamos en la diócesis, al grado que se generó una diócesis
con poder de convocación por mayoría de indígenas, por mayoría de pobres y
por buscar y seguir simplemente la línea que el Concilio proponía. Esto se repite
en Medellín y después en Puebla, ahí nos encontramos en ese itinerario conjunto, pero no diría que el hecho de que haya sido conjunto no tiene dimensiones
individuales, evidentemente que sí”.
Don Samuel no se considera a sí mismo como el protagonista de los acontecimientos, sino una persona que en colaboración con otros va asumiendo una
responsabilidad personal. Esto da lugar a que sus decisiones y acciones tengan
una trascendencia enorme por sencillas que sean, sin mayor afán protagónico. Su
cercanía con los indígenas clarifica y valida la reflexión teológica hasta llegar a un
momento de certeza interior asumida como movimiento del Espíritu que implica
aproximaciones diversas a la realidad. “Había sin embargo posiciones que se tenían que ir corrigiendo con el tiempo a medida que la experiencia iba avanzando
adentro de la diócesis. Así por ejemplo, por un tiempo determinado opté por
traer la sotana en la calle, ir vestido de obispo de una forma normal, con faja roja
y sotana negra; yendo al correo, yendo al banco, públicamente manifestándome.
La idea no era que reconocieran que yo era el obispo, sino la de ir enfrente de
aquellas leyes que determinaban la conducta del clérigo fuera del ámbito eclesial,
fuera del recinto de la Iglesia y que prohibían inclusive el que se usara la sotana
fuera de la Iglesia porque se consideraba como una expresión religiosa cultual.
Todavía en esta línea podemos recodar lo que el presidente López Portillo dijo
después de la visita del Papa, ‘Hay algunos que dicen que en tal o cual lugar donde el Papa se presentó con su sotana blanca, quebrantó la Constitución mexicana
que prohíbe el atuendo cultual fura del recinto, pero bueno, yo creo que más de
algún mexicano la multa’. No sé cuánto era lo que estaba marcado, la cantidad de
50 ó 25 pesos. Era una forma irónica y sarcástica, pero se ve que todavía teníamos
en esas leyes la intencionalidad de restringir inclusive el atuendo de los clérigos.
En ese contexto cuando yo llegué a Chiapas, no por la reafirmación de la autoridad sino por la afirmación de la libertad que corresponde, tengo que indicar que
puedo vestir así y que así me visto porque no estoy de acuerdo con esas leyes que
niegan los derechos de la Iglesia. Pero por otro lado y en contraposición, el uso
Don Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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de la sotana dentro de la ciudad episcopal vino a desaparecer cuando tenía yo
que montar a caballo, caminar a las comunidades, entonces el atuendo no tenía
razón de ser, era más bien un estorbo. Esa situación de doble actitud externa se
fue disminuyendo y más bien substituyendo por otras maneras de hacer presente
la figura episcopal en el reconocimiento de derechos. Esa actitud de estar caminando cerca de la gente fue una manera necesaria, pero también espontánea
para vestir diferente, de tener un trato diferente y de más relación con las personas. Así, la figura episcopal adquiere una relevancia que jamás habría tenido
solamente por el aspecto del traje”.
La libertad recibida por Don Samuel es aquella que también se encuentra
en lo cotidiano. “Una vez en Roma cuando estábamos estudiando el Concilio, el
señor obispo Sánchez Tinoco, nos convocó junto con el señor obispo Adalberto
Almeida de Zacatecas, y otros dos o tres, a visitar la casa de las Hermanitas de
Jesús en Roma. El propósito de la visita era solicitarles su presencia en nuestras
diócesis, porque sentíamos que tenían un espíritu extraordinario y que haría mucho bien la presencia de ellas en alguna de nuestras diócesis. Fuimos con ese
objeto, nos sorprendió fuertemente el que cuando llegamos a preguntar por la
Madre superiora general, nos dijeron, ‘no le llamamos nosotros así’, es la hermanita mayor o no sé cómo. Bueno, les dijimos que a ella le queríamos hablar.
Vimos que estaban arreglando la casa y haciendo trabajos, había albañiles, pero
también estaban las religiosas trabajando cuando observamos a una viejecita con
una carretilla llevando tierra, luego llegamos al salón de recepción que era una
pequeña sala y notamos, examinando con la mirada, que no había ninguna cosa
que sobrara y ninguna cosa que faltara. Era una austeridad que no era extrema,
no había tampoco cosa alguna meramente ostentosa. Cuando llegaron las hermanas, la agradable sorpresa fue que aquella viejecita que iba cargando la carretilla
era la hermanita mayor. Tratamos el asunto, la cuestión de la fundación y que se
dieran a conocer con lo obispos”.
“La propuesta fue que ya que los obispos estábamos ahí de visita reunidos
en Roma, fueran a dar una plática y dar a entender más o menos por dónde caminaban ellas y demás. Me sorprendió a mí y lo ligué con el espíritu de pobreza,
la manera muy normal con que se comportó una religiosa, no recuerdo si era de
Venezuela o de Colombia, que con toda naturalidad cuando le dijeron, y ¿porqué
no va usted hermana, ya que usted habla el español? a lo que con una tranquilidad dijo, sí, yo creo que sí puedo ir, vamos a ver fechas y el horario. No era la
reacción que podríamos haber esperado del ‘no hermana, yo no tengo capacidad
ante estos señores obispos, quizá una persona preparada’. No fue el comportamiento ordinario de forcejeo de una mujer en esas situaciones como para hacer
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resaltar más su propia situación. Había ahí un despojo de esas reacciones superficiales y un itinerario tranquilo y pasivo. Nada de eso, y me dije, esto es fruto eminentemente de un despojo, pero de un despojo que quita lo que es accidental a
la persona y le deja lo que tiene que ser su manera de actuar vivamente natural”.
“Yo creo que ese despojo se fue llevando a cabo también en los que emprendimos el caminar con el mundo de la pobreza, obligados inclusive por las circunstancias. En un principio yo llevaba cantidad de cosas para las comunidades.
Bueno, decía, como aquí voy a estar ocho días a hacer esto, voy a preparar estas
cosas. Al poco tiempo me di cuenta de dos cosas: una de que llevaba cosas innecesarias y segundo de que yo no las cargaba, sino que las cargaban los hermanos
campesinos indígenas. Eso fue llevando a un discernimiento para llevar lo más
indispensable y únicamente necesario. También fue operando un cierto despojo
en la conducta y que me hacían notar unos sacerdotes en una visita que hice para
la toma de posesión del señor obispo Castillo. El clero de ahí me rodeó y estuve
con ellos platicando, cuando uno me dijo, ‘mire usted señor cómo hay una falta
de respeto, aquí están estos hermanos que no se acercan a usted para saludarlo
adecuadamente como se debe hacer a un obispo, es una falta de respeto que no
se arrodillen’. Dije, bueno, el respeto no se manifiesta de una y única forma, sino
que hay distintas maneras, y le pude hacer unas consideraciones para que viera
cuán natural era un comportamiento que no exigía el que el otro se inclinara y
reconociera a la autoridad, que había formas diferentes de reconocimiento que
no eran de ninguna manera irrespetuosas”.
“Creo que el acercamiento con la gente humilde le va enseñando a uno y lo va
llevando a una especie de despojo natural, un despojo que no es echar por la borda
lo que uno tiene sino bajar lo que está sobrecargándose, lo que no es verdaderamente necesario y fundamental para la persona. Yo creo que esa sencillez se va adquiriendo de una manera natural en un proceso de contagio con las comunidades”.
“Hay también algo que iba admirando en aquellos hermanos obispos que
fui conociendo, inclusive de distintos países, el ver cómo su relación con el mundo de la pobreza les iba marcando en ese aspecto de sencillez, despojo de lo
superfluo y al mismo tiempo en el de una mayor libertad de acción dentro de lo
que significa la aceptación por parte de la autoridad máxima de Dios. Había en
ellos una capacidad crítica dentro de la propia Iglesia para mirar aquellas cosas
que no funcionaba y que desde el principio de la Iglesia, San Pedro y San Pablo
lo vivieron con aquella tensión en la época de la primitiva Iglesia. También la
dificultad de San Pablo con San Lucas, que en un momento dado se separan en
su viaje, pero que no por sus diferencias rompen la unidad sino que viven una
dimensión diferente de respeto. Esto me lleva a hacer una observación de persoDon Samuel Ruiz un obispo del concilio. Entrevista por Eduardo Arias
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nas que conocí y que estaban en un mundo semejante al mío, con una cantidad
de hermanos desprotegidos económicamente que iban asumiendo estas situaciones sumergiéndose en una abnegación, en un despojo y al mismo tiempo en
una libertad para expresarse. Yo creo que es algo que se va viviendo como un
contagio con las comunidades”.
“Su santidad Paulo VI al finalizar el Concilio pronunció unas palabras de
fuerte orientación, y dijo: ‘algunos piensan que la Iglesia y el Concilio se está separando de Dios y desviándose hacia el hombre. No se desvía al hombre, se dirige
al hombre porque Dios se ha dirigido también al hombre’. La encarnación tiene al
hombre como destinatario, es ahí a donde viene Jesús. Entonces, la Iglesia tiene
que dar también ese viraje. Yo creo que eso se fue dando a partir del Concilio con
las otras cosas que se fueron reflexionando en el Continente para pasar de una
conciencia celebrativa y cultural a una conciencia de entrega y de servicio a la
comunidad. Esto hace que la propia figura del obispo no sea ya destinataria preponderante de reverencia por parte de las comunidades. Se da la conciencia clara
de que tenemos que entrar en un servicio dependiendo de las necesidades de
la gente. Desde una iluminación de fe cambia la actitud, va habiendo un proceso
diferente de eso que llamo conversión”.
“La vivencia y el acercamiento con la gente, es mucho más claro en el tercer mundo que no en el primero en el momento en que estas cosas se van gestando. Así se va llevando a cabo una cierta diferenciación complementaria de la
Iglesia, donde hay una Iglesia que apoya el esfuerzo y hay otra que se entrega. Se
da una complementariedad y una retroalimentación ante situaciones que tienen
una mayor urgencia crítica, es decir, ante situaciones que hay que cambiar u otras
en donde se acentúa el que por ahí va siendo el camino que se tiene que llevar a
cabo. Esta diferenciación, este acercamiento despojante de los superfluo y que va
encaminando a percibir que ese hombre destinatario al cual Jesucristo lo llamó el
pobre, el sacramento de su presencia por estar él ahí en medio de ellos. Los pobres son su imagen y su representación y esto se va haciendo real con una serie
de experiencias cotidianas por parte de todos los que emprenden este caminar”.
“De manera que vemos ahí un caminar conjunto pero al mismo tiempo un
caminar donde entra la dimensión de sufrimiento y de cruz. El momento en que
Cristo mismo decide, mirando las multitudes, leyendo y entendiendo el pasaje
de Isaías de que es enviado para los pobres, dice, aquí, yo entrego mi vida en este
sentido, esto se cumple hoy. En ese instante aparece claramente el conflicto, no
termina de hablar en la sinagoga cuando los demás, entendiendo lo que acaba de
decir lo echan fuera y lo quieren despeñar. Hay una especie de narración sintética de lo que significa optar por el pobre y al mismo tiempo por el camino de la
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cruz y del sufrimiento. En mayor o menor grado eso es todo lo que ha ocurrido
en el Continente. En aquellos lugares donde los obispos se connotaron más particularmente hubo la persecución, hubo la represión, llegó inclusive el martirio”.
“Todo esto lo visualizo ahora de manera retrospectiva, es decir, fui constatando algunas de estas cosas, pero ésta mirada más o menos sintética la podemos
tener ahora a lo largo del tiempo. Si al pasar estamos viendo que donde quiera
que hay un Pedro Casaldáliga, un Óscar Arnulfo Romero, un Angeleli, o en menor
grado otros que no resonaron, pero que vivieron internamente este conflicto,
pone de manifiesto esa condición. De manera que se llega a tener cabalmente la
idea de que se enfila la acción evangelizadora por un camino recto cuando encontramos el conflicto. Cuando no hay la contradicción de la cruz es muy probable que nos estemos guiando por nuestros intereses o nos estemos regordeando
en nosotros mismos, pero cuando la tarea de actuar trae como consecuencia una
cierta oposición, entonces aquí está la prueba del Señor. Si no hubiera conflicto,
si no hubiera cruz, es medio raro que no haya ninguna repercusión fuerte cuando estamos anunciando la palabra de Dios”.
Dentro de las grandes satisfacciones que Don Samuel vive a la par de los
conflictos está, “la de descubrir por encima de las apariencias la gran riqueza interior del pobre. El mirar cómo aquello que uno lleva a cabo supuestamente con
esfuerzo y sacrificio viene siendo una cosa natural para el pobre. Que la entrega y
el servicio traen sus consecuencias al grado de ir persiguiendo ser evangelizados
en lugar de evangelizar. Eso va aumentando la fuerza y al mismo tiempo la dimensión del gozo del servicio. Es decir, ahí descubrimos realmente una presencia
muy clara del Señor que se va haciendo cada vez mucho más fuerte”.
Quien pasa por Chiapas no puede pasar indiferente. “Cuando afirmo que
no hay quien pase por Chiapas y se sienta positivamente afectado, no solamente
me refiero a mi propia experiencia, sino una cantidad de personas que viven inclusive en actitudes psicológicas o espirituales diferentes. Hay un impacto fuerte
que es, desde luego, la constatación a golpe de la injusticia ante una situación.
Surge la pregunta de por qué tantos años han pasado, tanto inclusive de evangelización de Iglesia o de acción oficial en lo que se supone trabajarían en favor
de los más desprotegidos y las situaciones continúan igual. Esta primera y fuerte
apreciación no pasa desapercibida. Ante esto uno reconoce un fenómeno en el
cual cada uno tiene una cierta responsabilidad, eso es lo primero que se capta.
Después en un acercamiento subsiguiente empieza uno mirar aspectos contradictorios. Como decía el padre Ayos, un padre provincial dominico que fue el
que impulsó la fundación de los dominicos en Ocosingo. Miraba la comunidad
de Las Tazas en la selva de Ocosingo a través de la ventana de una casa que nos
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habían hecho el día anterior. Al atardecer del sol contemplaba a la gente que venía y caminaba y me dijo de pronto, ‘yo no alcanzo a entender por qué esta gente
tiene tanta alegría si tiente tantas carencias. Nosotros no estamos contentos si no
tenemos un carro a la puerta o un refrigerador, un radio o una televisión. Y esta
gente no tiene esas cosas y sin embargo vive con gran alegría. Tendremos que
ayudar, si el Señor nos permite, para que haya menos pobreza, pero sin que se les
quite esta gran alegría’. Había la apreciación de ese contraste de una gran alegría
a pesar de un gran sufrimiento”.
“Hay un sufrimiento por carencias a veces injustas, al grado de que la gente
en muchas ocasiones muere de hambre y no de enfermedades. Y sin embargo
había en la gente, no el estoicismo sino la vivencia de una riqueza interior en un
contacto con Dios y la naturaleza mucho más directa de lo que podíamos tener
nosotros en las situaciones de acumulación o posesión de las cosas”.
“Es sin ningún estorbo cuando se da una comunicación más franca del
hombre pobre y sencillo con Dios. Su sufrimiento no es que sea estoico y que
sea aceptado, a veces lo fue así cuando no había un avance en la evangelización,
cuando se identificaba esa situación como una especie de situación fatal. Cuando
se decía, así estamos hechos, así Dios nos quiere, así vamos a vivir. Gradualmente
la evangelización hace ver que somos hijos de Dios y que la dimensión de ser
hijos de Dios implica otras situaciones, no sólo el reconocimiento de obligaciones sino también derechos, de realizar un trabajo sin perder la relación que esa
situación ha ido generando para encontrar a Dios en medio de las cosas”.
“Yo creo que esto ha ido influyendo de una manera muy clara en todos aquellos que desarrollan ese trabajo, porque al decir de mi persona se habla del caminar
diocesano, se habla de los agentes de pastoral que emprendieron este camino de
una manera consciente, al grado de ver cómo la gente que trabajaba en la diócesis
no medía su trabajo por el bienestar que podía tener en tal o cual lugar, sino escogía aquellos lugares mucho más difíciles porque veían que era necesario ir ahí a
desarrollar el anuncio de la Palabra. Me era difícil el que algunas congregaciones
religiosas pudieran aceptar el trabajo en la ciudad y no tanto en las comunidades.
Era la atracción de lo difícil, ciertamente de lo difícil, pero de lo difícil que daba una
clara imagen de que había ahí una riqueza que se estaba viviendo y una respuesta
extraordinaria de la gente. Esto es entre otras cosas lo que se percibe y lo que al
mismo tiempo nos está retroalimentando, esa participación en la riqueza y en el
gozo de las comunidades, y en esa esperanza contra toda esperanza”.
En esse momento de su vida Don Samuel la seguía viendo como un recorrido que aún no termina. “Más bien es un proceso en marcha que por encima
de las acciones individuales se genera un proceso colectivo donde no solamente
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intervienen la idea de las acciones de pastoral, los actores o los agentes de pastoral, sino otras muchas situaciones históricas concretas como de personas fuera
de la estructura de la Iglesia que convergieron para ayudar a que hubiera una
emergencia. Un despegar desde una situación de aplastamiento a la de toma de
conciencia de su propia dignidad, hasta llegar a ser considerados sujetos de su
propia historia, lo cual no es chiapaneco sino que es de las comunidades indígenas en todo el Continente”. Hay esperanza de que las cosas avanzan, “siguen ahí,
porque esto no es el resultado o fruto de las acciones personales, ni siquiera de
acciones colectivas, sino de la acción de Dios en la historia. Y hay la promesa de
que él estará ahí hasta el final, aunque se pase por contradicciones o situaciones
difíciles. Esto va adelante porque en todas y en cada una de estas cosas no se las
explica uno en sus resultados, está la presencia de Él. No es explicable por lo que
nosotros hicimos sino por una presencia de Dios.
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