Otra reforma, los mismos errores – Juan Carlos Jobet http://www.horizontalchile.cl/prensa/otra-reforma-los-mismos-errores/ En la reforma laboral el error sería hacerla para complacer a la CUT, que presiona para imponer su propia santísima trinidad: fortalecimiento sindical, fin al reemplazo en huelga y piso en la negociación. El Gobierno corre el riesgo de cometer en la reforma laboral los mismos errores que en la educacional: legislar para complacer a unos pocos, erosionar las confianzas y terminar dañando lo que busca mejorar. El primer error en educación fue seguir los eslóganes de unos pocos: dirigentes estudiantiles de izquierda y un puñado de intelectuales impusieron al Gobierno una santísima trinidad educacional (no al lucro, a la selección, ni al copago) que lo hizo estrellar de frente contra el sentido común de la clase media (y ahora sabemos, también contra la intuición de la Presidenta). En la reforma laboral el error sería hacerla para complacer a la CUT, que presiona para imponer su propia santísima trinidad: fortalecimiento sindical, fin al reemplazo en huelga y piso en la negociación. La CUT ha hecho esfuerzos en el pasado por generar consensos, por ejemplo en su acuerdo de voluntades con la CPC en 2012. Pero en esta pasada ha mostrado una postura rígida y limitada a fortalecer a sus miembros. Para ayudar a los más de ocho millones de chilenos que componen la fuerza laboral (y a los que aún no entran a ella), el Gobierno no puede hacer lo que pide una organización que representa a menos de un 5% de los trabajadores privados. Si lo hace, la suya será una reforma sindical para los sindicatos y sus líderes. No una reforma laboral para los trabajadores y sus familias. Un segundo error sería que la reforma laboral en vez de descomprimir el ambiente de crispación en que está el país, lo profundice. El paralelo con educación es de nuevo ilustrador: al demonizar el lucro -aunque sea de un profesor que se gana la vida al mando de un colegio- y el copago -la forma en que muchas familias de esfuerzo mejoran la educación de sus hijos- se tensionó el sistema educacional. La reforma laboral, que va a alterar la convivencia diaria de millones de trabajadores y miles de empresarios en todo el país, es una oportunidad para inyectar confianza. Una negociación colectiva con alcance más amplio y enfocada a la resolución de conflictos sería un avance. Terminar también con el abuso del “sindicato del día después” y generar sanciones reales a los paros ilegales. Pero quizás lo más importante es la inspiración con que se haga la reforma: sería un error legislar con una lógica de lucha de poder y confrontación, en que todo lo que ganan los trabajadores es a costa de los empresarios y viceversa. Para evitar eso, lo primero es cuidar el lenguaje, y condenar expresiones como las de una líder sindical, quien aseguró que las relaciones de trabajo “mantienen a millones de trabajadores acumulando precariedad, endeudamiento y pobreza, y a un pequeño grupo de chilenos acumulando excesiva riqueza”. Esas declaraciones no son ciertas: entre 2010 y 2013 los ingresos de los más pobres, en gran medida gracias a la creación de empleo, crecieron 39%, casi 10 veces más que los ingresos de los hogares más ricos. Pero además de no ser ciertas, esas declaraciones refuerzan la odiosidad que se generó con “los poderosos de siempre” de la reforma tributaria y “los patines” de la reforma educacional, que cortan más puentes de los que tienden, y en nada contribuyen a avanzar. Ojalá la reforma laboral busque generar un clima de colaboración y creación de valor conjunto entre trabajadores y empresarios, y ayude a elevar la calidad del debate y a fomentar la búsqueda de acuerdos. Por último, si uno busca ayudar a los trabajadores, sería un sinsentido impulsar una reforma que ponga en riesgo sus puestos de trabajo. Sería equivalente a legislar para mejorar la educación, pero de pasada, crear las condiciones para el cierre de muchos colegios subvencionados, donde los padres quieren educar a sus hijos. Si la reforma rigidiza el mercado del trabajo -con pisos mínimos a la negociación, o dando poder excesivo (o exclusivo) a los sindicatos-, el costo de contratación va a subir y se va a dañar el empleo. Eso sería lluvia sobre mojado para un mercado laboral con parálisis gracias a la reforma tributaria y el errático manejo económico. Si el Gobierno de verdad está preocupado por reducir la pobreza y la desigualdad, debe partir por generar más empleo y mejores salarios, con apoyo a la inversión y al emprendimiento, mejoras al sistema de capacitación, y más flexibilidad para el trabajo de jóvenes, mujeres y adultos mayores. Es de esperar que esta vez se haga bien lo básico: legislar por el bienestar general, contribuir al diálogo y a los consensos, y cuidar la creación de empleo, que es la base del bienestar para los trabajadores.