Relaciones asimétricas y subordinación productiva. El día después

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Relaciones asimétricas y subordinación productiva.
El día después de la convertibilidad en cuatro circuitos regionales
(fruticultura, tabaco, algodón y azúcar)
Lic. Ariel Oscar García1, Lic. Inés Liliana García1,
Lic. Esteban Rodríguez1 y Dr. Alejandro Rofman1
Resumen
En Argentina se suscita el interés por los efectos productivos y económicos-sociales
de la intervención pública en el denominado desarrollo regional. Esta preocupación se
observa en momentos en que existe un importante crecimiento de las economías
regionales. Sin embargo, detrás de los números agregados y de las regiones como
entidades englobantes, se encuentra a diversidad de actores, con disímil capacidad de
apropiarse de la renta y los beneficios. Entendemos que esta diversidad de situaciones
no puede modificarse sólo con el crecimiento de la producción. Asimismo, asumimos
que tampoco son fructíferos los diagnósticos sobre las estructuras sociales regionales
que parten de una visión acrítica del desarrollo y de las relaciones de poder entre
actores. Por esto, proponemos una revisión de las nociones de desarrollo y, a partir de
allí, analizamos la relación entre los actores de cuatro circuitos productivos de
Argentina (fruticultura, tabaco, algodón y azúcar).
Introducción
El objetivo de esta investigación es analizar las relaciones funcionales entre actores de
cuatro circuitos productivos de Argentina (fruticultura, tabaco, algodón y azúcar) tras la
caída de la convertibilidad. La investigación parte de nuestra inquietud en torno a la
problemática del desarrollo y la cuestión regional. Revisemos la noción de desarrollo,
pues consideramos que su desnaturalización es condición previa y necesaria a un
abordaje de la problemática regional.
Isla y Colmegna (2005: 6 y 21) señalan que no existe una definición unívoca de
desarrollo, que es un concepto dinámico y polisémico, y que resulta de una
construcción social (por lo tanto, histórica). Atañe tanto a una meta -un estado de
cosas deseable- como a la idea de progreso en la civilización occidental, enmarcada
en una economía capitalista industrial. Además, entienden que habitualmente también
se refiere al desarrollo como una política de intervención que persigue una mejora en
la calidad de vida y el acceso a bienes y servicios públicos (ibidem: 5-8).
En la década de 1970 se produjo un replanteo conceptual en torno a la noción de
desarrollo. Esto sucedía ante la dificultad creciente del marxismo para abordar y
explicar la realidad del capitalismo contemporáneo (Laclau y Mouffe, 2006: 8) y de las
propuestas inscriptas en las teorías de modernización para advertir las desigualdades
1
Centro de Estudios Urbanos y Regionales, asociado al CONICET
socioeconómicas estructurales que el “despegue” generaba (Rist, 2002: 121-122). Dos
decenios más tarde, y traspasado el impasse pos-marxista, esta crisis alimentó un
intenso debate acerca del desarrollo, sobre todo en antropología y sociología, en el
cual es posible encontrar detractores (p.e. Escobar, 1998; Ferguson, 2003) y críticos
(Rist, 2002). Del mismo surgieron distintas propuestas que intentan replantear la
noción de desarrollo deconstruyéndolo discursivamente (en esa dirección van la
etnografías globales) o a partir de estudios particulares que comparan la diversidad y
especificidad de distintos circuitos productivos.2 En este último sentido se inscriben los
trabajos de la denominada nueva economía política (p.e. Buttel y Mc Michael, 1994).
Desde esta última perspectiva, la que tomamos en el presente artículo, se propone
una vuelta a la economía política, conservando el interés en las posibilidades y
limitaciones de los estudios y propuestas de desarrollo, las políticas públicas y las
clases sociales, aunque acotando la escala de análisis para evitar una excesiva
generalización.
Mientras se extendía el mencionado debate académico sobre el concepto de
desarrollo, y a la luz de los discutibles éxitos de las políticas de planificación regional
en América Latina, en el campo de las políticas públicas argentinas comenzó a
dominar el pensamiento neoliberal y la economía neoclásica como paradigma del
desarrollo. A partir del replanteo macroeconómico de 1975-1976, se discutió la
necesidad y viabilidad de la planificación regional en tanto política pública que
persiguiera la reducción de las brechas socioeconómicas inter e intra regionales.
Como señala Manzanal (2004: 8), desde 1976 empezó a abandonarse toda
terminología vinculada a la planificación y al desarrollo regional. Lógicamente, aunque
hubo un cambio en el discurso, las transformaciones político-económicas continuaron
impactando en los distintos territorios.
Según Rofman, et. al. (pfr. 2005: 9), desde inicios de la década de 1990 la
desregulación estatal en las relaciones económico-sociales delegó en el mercado la
decisión de cuestiones fundamentales para la actividad agropecuaria y agroindustrial.
Concretamente, se liberó la determinación de los precios de venta a los mercados
intermediarios y/o de consumo, el control de las transacciones con el que se protegía a
los sectores productivos más débiles, y se rehusó de una política de desarrollo rural
integral destinada al actor social mayoritario en el sector -el pequeño productor-.
Frente al publicitado “estado ausente,” en realidad presente pero en beneficios de
algunos, no se optó por la desregulación cuando se trató de ofrecer deducciones
2
En Latinoamérica, los estudios centrados en el análisis de los circuitos productivos definen a estos como
un conjunto de actividades sujetas a fuertes interrelaciones productivas que funcionan en torno a una
actividad básica espacialmente localizada y a partir de la empresa trasnacional, agente con mayor cuota
de poder político-económico.
impositivas a inversores dispuestos a acompañar la estrategia de reconversión
productiva -apertura al capital extranjero- y de reducción de los costos laborales, entre
otros (pfr. ibidem).
Tras la caída de la paridad cambiaria peso-dólar (2002),3 las economías regionales
adquirieron dinamismo económico y paulatinamente retomaron notoriedad en la
agenda pública. Rofman y García (2007: 1) sostienen que este escenario fue objeto de
estudios fundamentalmente económicos. Los trabajos por ellos consultados suelen
adolecer de una mirada que interpele los números agregados e ignoran las arenas de
conflicto en torno a las políticas públicas. Incluso, se observa un desconocimiento de
las relaciones asimétricas de negociación entre los distintos agentes productivos junto
con su diferencial capacidad de apropiación del excedente. Son frecuentes los
estudios en los que el término regional es empleado como sujeto totalizante, ocultando
consciente o inconscientemente la realidad de la diversidad de actores. Asimismo, si
se toma como hito central la situación devenida tras la caída de la citada paridad
cambiaria, aún hay bastante por conocer respecto a las modificaciones y
continuidades observables en cada caso (ibidem).
El presente trabajo se realizó a partir de fuentes de información primarias (entrevistas
a informantes calificados) y secundarias (bibliografía académica, estadística y
periodística). Cuenta con cinco apartados. Los primeros cuatro abordan la situación
general de la pequeña y mediana producción en distintos circuitos productivos de
Argentina (fruticultura, tabaco, algodón y azúcar). En el quinto, se exponen las
reflexiones finales.
1. Circuito frutícola norpatagónico
Desde sus orígenes, la actividad frutícola del Valle del Río Negro y del río Neuquén,
adquirió un perfil propio: el abastecimiento al mercado interno a partir de una
producción bajo riego. Progresivamente, esto se fue complementando con la inserción
internacional de la manzana y la pera, tanto en fresco como en jugo. Las
características estructurales comunes y actores del circuito son los siguientes:
3
Esta paridad estaba garantizada en la denominada convertibilidad, vigente durante el decenio 19922002, y bajo la cual cada peso en circulación debía contar con el respaldo de un dólar en el Banco Central
de la República Argentina.
Cuadro 1. Producción de frutas de pepita. Indicadores estructurales de
comportamiento. Análisis actual (2000-2005)
Escasa información disponible para los Bajo
grado
de
asociacionismo
y
segmentos medios y pequeños de declinación de la capacidad de maniobra
productores
institucional de las organizaciones de
pequeños y medianos productores
Insuficiente vinculación formal entre el Alta proporción de montes frutalesde
manzanosen
Estado y los pequeños productores para especialmente
realizar
políticas
conjuntas
de abandono o con muy poca renovación.
transformación productiva
Falta de coordinación entre los actores Atención preferencial de los organismos
económicos y los organismos estatales de de estatales en la creación de tecnología
producción de innovación tecnológica.
innovativa para la modernización de la
actividad
hacia
los
segmentos
capitalizados de los productores frutícolas.
Ausencia de políticas estatales a nivel Inexistencia de una estrategia crediticia
nacional para el sector.
de la banca pública y privada para
cooperar en la reconversión de los
segmentos de productores de baja o nula
capitalización.
Fuente: Elaboración propia en base a entrevistas con informantes calificados.
Como es de prever, esta situación es diferencial según sea el actor del que se trate. A
grandes rasgos, los actores con presencia en este circuito son: el productor primario
independiente (no integrado), el productor integrado, la empresa integrada, y el agente
comercial. Analicemos su situación y características esenciales.
Productor primario independiente (no integrado)
Tradicionalmente, el productor independiente (es decir, no integrado a una cadena de
empaque y comercialización) es identificado como aquel agente económico que
participa solamente en el eslabón primario de la cadena. Es quien destina su
producción en la primera venta a través de un vínculo comercial con los agentes del
proceso de empaque y comercialización. Su función es reproducir en una unidad
empresaria el ciclo anual de producción, vendiendo su fruta a otro agente de la
cadena, cualquiera sea la forma que adopte la entrega de su producción (a granel y/o
embalada).
A grandes rasgos, entre los productores no integrados pueden caracterizarse dos
segmentos:
a) agricultores con estructuras productivas tradicionales, sin (o muy limitada)
reconversión tecnológica y varietal, bajos índices de productividad, acentuada
descapitalización y (frecuente) endeudamiento. Este grupo tiene comprometida su
permanencia en la actividad, debido a deficiencias estructurales en su evolución
que no garantizan condiciones de rentabilidad -o directamente producirían pérdida
económica si cumpliesen con todas las labores culturales necesarias-, excepto por
circunstancias excepcionales en ciertas temporadas. Muchos de estos productores
van vendiendo o alquilando sus explotaciones o reduciendo sus actividades
productivas.
b) agricultores con estructuras productivas reconvertidas (en distinto grado) en
tecnología y variedades, mayor dinamismo empresarial, y accionar proyectado
hacia mediano y largo plazo. Presentan condiciones productivas que posibilitan
obtener rentabilidad y, por lo tanto, constituyen la fracción de los productores no
integrados que cuentan con capacidad de acumulación de capital y reproducción
del ciclo económico. Paulatinamente, un cierto número de estos productores
adquirieren
o
alquilan
explotaciones
pertenecientes
al
grupo
anterior,
profundizando el proceso de reconversión y concentración del sector.
Productor integrado
El productor integrado reproduce en forma individual o asociada el ciclo anual de
producción, empaque y venta de su propia producción a un mercado de distribución o
consumo. De tal modo, su potencial de acumulación queda definido por la integración
de la producción primaria al circuito productivo-comercial. No obstante, se ve sometido
a un doble dilema: lograr eficiencia en la producción y construir canales de
comercialización rentables, cada vez más asociados a los mercados externos.
Los productores que se asociaron enfrentaron con relativo éxito la transformación
técnica a partir de redes de comercialización, vendiendo su producción en mercados
de distribución. En este esquema, los productores eficientes cobran importancia, ya
que unifican el empaque y confluyen en una única organización comercial encargada
de comercializar parte sustantiva de esta oferta conjunta.
Empresa integrada
La empresa integrada reproduce en una unidad empresaria el ciclo de producción,
conservación, empaque y comercialización de fruta de producción propia y de
productores no integrados. De tal modo, su potencial de acumulación queda definido
por dos fuentes de valorización de capital:
a) la integración de su propio circuito productivo - comercial;
b) la que proviene de obtener bajo las formas de contrato escrito u oral la producción
del productor no integrado.
Posiblemente, es en esta última fuente donde la empresa integrada se apropia de las
transferencias de ingresos por apropiación de rentas, lo que se expresa en el precio
final determinado para la fruta en un mercado oligopsónico.
A partir del decenio de 1980, las empresas integradas se constituyeron en el sector
más dinámico. Así, expandieron la superficie con nuevas variedades e incrementaron
su capacidad de empaque y conservación en frío. Principalmente, este proceso de
concentración benefició a las empresas que recurrieron a financiamiento adicional con
menores tasas de interés y accedieron a los mercados externos, más rentables y de
volúmenes más estables.
Agente comercial
En los últimos años, cobra importancia una nueva figura: el agente comercial. Su
función es comercializar fruta producida y embalada por terceros, en especial
productores no integrados. Este rol puede ser desempeñado tanto por un agente
comercial especializado (trader) como por la propia empresa integrada, que en este
caso no compra producción primaria salida de chacra sino bultos empacados, ya
clasificados y tipificados. El agente comercial reproduce el ciclo del proceso de
comercialización de fruta producida y embalada por terceros. Pueden asumir la forma
de:
a) exportadores “puros” -sin inversiones relevantes en producción y/o empaque y/o
conservación, contratando servicios según necesidades- (Patagonian Fruit Trade,
Simonelli)
b) empresas integradas que suman este rol para fruta embalada por otros
empacadores o grupos de productores (principalmente Expofrut, empresa de
capital italiano integrada a su red de distribución en Europa. Otra empresa es
Bermida, de capitales pertenecientes al grupo holandés Salentein).
Relaciones entre actores
La estructura de comercialización externa está altamente concentrada: el 50% de la
exportación corresponde a 3 empresas.4 Junto a estas formas, subsiste la empresa
integrada de capital nacional que exporta individualmente fruta propia o comprada a
terceros (Moño Azul, Tres Ases, Mc Donald y otras).
Las relaciones entre los productores muestran al conjunto de los independientes no
integrados como los más débiles del circuito. Este grupo de productores no posee
4
En el quinquenio 2002-2006 tres firmas acapararon más de la mitad de la exportación: Expofrut: 27%
(empresa integrada, agente comercial); Patagonian Fruit Trade: 13% (trading); y PAI S.A.:12%
(asociación de pequeños y medianos empaques).
capacidad de reproducción y se maneja en los márgenes del sistema. Su situación
mejoró temporalmente después de la devaluación, pero la recuperación del costo de la
fuerza de trabajo en términos de dólar hace predecible que continúe el proceso de
deterioro productivo anterior a la convertibilidad.
Tal conclusión hay que relacionarla con la dimensión efectiva de estos productores en
el conjunto de los agentes económicos frutícolas de la región. Dado que el grueso de
los productores que comercializan manzana plantada según el método tradicional son
los pequeños productores independientes no reconvertidos y que casi un 50% de su
fruta se destina a la industria (que abona precios muy inferiores por unidad de peso
que los que paga los compradores de fruta en fresco con el fin de exportarla), ello
indicaría una situación de atraso técnico para un segmento muy alto de agentes
económicos. En estos casos, el cambio de precios relativos producto de la devaluación
no alcanzó para recomponer la fuente de ingresos y destinar parte del mismo a un
ahorro que permita invertir en un nuevo perfil técnico en la actividad.
En tanto, el grupo de productores independientes e integrados que presenta capacidad
de reproducción son los que han reconvertido plantaciones adoptando sistemas de
espaldera en manzana y con mayores proporciones de pera y nuevas variedades de
manzana (principalmente Gala). Situación similar es la del grupo de empresas
integradas, ya que ha invertido principalmente en plantaciones de pera, gala y fruta de
carozo. Esta reconversión los convierte en los actores con mayor capacidad de
acumulación del circuito.
Este cuadro de situación demostrativo de los efectos inmediatos del proceso
devaluador mueve a la siguiente reflexión: los agentes económicos pertenecientes a
cada uno de estos sectores sociales están ubicados, sin variaciones, en las mismas
posiciones que detentaban antes del cambio de la política de tipo de cambio fijo. Más
aún, quienes lograron una posición más favorable en sus ingresos en relación a los
que no pudieron adecuar su comportamiento terminan por acentuar las brechas de
poder negociador y de ingresos que ya venían exhibiéndose antes de 2002.
Simultáneamente al proceso descrito, otro fenómeno va adquiriendo importancia y
significación regional. Se trata de la intensificación del corrimiento de las zonas de
producción con el consiguiente esfuerzo inversor, como nueva frontera económica,
hacia el este. Con la creciente ocupación del Valle Medio y hacia el norte, sobre el río
Neuquén, este es un nuevo territorio para la acumulación. El proceso de corrimiento
de la frontera y la habilitación de nuevas tierras con riego denotan un flujo de capital
que revela un elevado proceso de valorización de activos financieros con movilidad
geográfica. Este proceso es comandado por actores radicados en otras áreas del país
y dedicados a actividades extra sectoriales.
En suma, el circuito de la fruta de pepita cultivada bajo riego en el valle del río Negro y
del río Neuquén muestra un perfil productivo, técnico y organizativo altamente
diferenciado según la capacidad de capitalización, la posibilidad de reconversión
técnica y el acceso a los mercados de fruta o jugo de cada productor.
2. Circuito tabacalero en la Provincia de Misiones
Desde la década de 1970, en Misiones se profundizan procesos de integración de la
agricultura del tabaco a la economía mundial. Como señala Domínguez (1995: 169),
esto se vincula con situaciones inherentes al sector agrícola provincial que actuaron
como alicientes para la difusión y consolidación de la variedad burley: suelos y climas
propicios, una estructura agrícola familiar flexible, una disposición particular de los
productores a asimilar rápidamente las innovaciones técnicas asociadas al tabaco, una
organización sindical menos radicalizada que las de otras áreas productoras
(Tucumán, por caso) y una estructura agraria minifundista sustentada en el trabajo
familiar que asegura una disminución del riesgo empresario por parte de los
acopiadores.
Dichos alicientes propiciaron la reestructuración del sector tabacalero provincial en
función de los requerimientos de los mercados externos. Desde principios de la
década de 1990, el sector primario consta de un universo anualmente variable de
entre 10.000 y 15.000 unidades productivas. En general, son comunes a todas ellas el
empleo de mano de obra familiar, la dependencia tecnológica y organizativa respecto
del acopiador y el carácter intensivo del cultivo -que en cada explotación raramente
supera las 3 hectáreas-. Si atendemos a la tipología realizada por Domínguez (ibidem:
237-247) para el caso de Misiones, puede clasificarse al productor tabacalero en
cuatro categorías: i) perennes; ii) diversificados; iii) precarios; y iv) especializados. La
categoría i) comprende aquellas explotaciones más antiguas que cultivan perennes
(básicamente, yerba mate y/o té), además de plantar tabaco para contar con ingresos
líquidos regulares y seguros. La ii) integra a aquellos productores que aún
preservando yerba o té otorgan mayor importancia al tabaco respecto a la categoría i),
como una forma de minimizar los riesgos de los distintos cultivos. La categoría iii)
implica a los pequeños productores sin propiedad fundiaria y que utilizan al tabaco
como una vía de reproducción y eventual capitalización. Por último, la categoría iv) da
cuenta de un tipo de actor que sería poco habitual. Se trata de productores familiares
que suelen cultivar distintas variedades de tabaco y a diferencia de los demás tipos
combinan mano de obra asalariada permanente y temporal, lo que les permite producir
mayor cantidad de kilos. Este grupo es el más “profesional” en la administración del
cultivo y está claramente orientado a la maximización de la renta y el trabajo.
El sector agroindustrial está conformado por un pequeño grupo de acopiadores, el
número de firmas varía periódicamente pero raramente supera la media decena. Estas
se ligan directa o indirectamente con los compradores de tabaco semi procesado,
destinado
fundamentalmente
a
la
exportación.
Sus
clientes
son
cigarreras
internacionales con actividades en el país y compradores extranjeros -conocidos como
dealers-. Sólo dos acopiadores reúnen más de dos tercios de la producción primaria,
Tabacos Norte y Cooperativa Tabacalera de Misiones. Si bien ambos difieren en la
razón social bajo la que se constituyen, su organización productiva y su relación con
sus compradores (dealers) y productores (agricultores) en lo sustancial es similar. En
Misiones, como en Salta y Jujuy -las otras provincias argentinas con mayor producción
de tabaco- las cooperativas tabacaleras son un importante brazo comercializador para
los productores. No obstante, el modelo de gestión de la Cooperativa Tabacalera de
Misiones difícilmente pueda diferenciarse de la de una empresa privada. En este
sentido, la expansión del burley está asociada con una organización productiva que
vincula al productor con la agroindustria y relaciona al acopiador con el dealer.
Analicemos ambas vinculaciones.
Respecto a la relación acopiador-dealer, desde la década de 1980 los acopiadores de
burley, integrados al mercado de exportación, adoptan una lógica productiva que en
gran parte es impuesta por los segundos. Los dealers son los clientes de los
acopiadores
y
compran
tabaco
semi
procesado
para
comercializarlo
o
reindustrializarlo. Como sostiene Gras (1997: 67), desde finales del decenio de 1970 la
relación entre ambos actores se estrecha bajo la forma de contratos agroindustriales.
Esto es consecuencia tanto de la reorientación de la producción tabacalera argentina
hacia la exportación, como de la apertura de nuevos mercados (por caso, Europa
oriental) y la concentración del comercio internacional. Desde ese momento los
clientes establecen las calidades y mezclas requeridas mediante acuerdos en donde
aseguran la compra de la producción antes de que se realice e incluso financian la
difusión de tecnología.
Por otro lado, la relación acopiador-productor se encuentra necesariamente influida
por las imposiciones fijadas por los dealers. Al inicio de la campaña, el agricultor firma
un contrato de producción con una empresa acopiadora, en el que se compromete a
realizar determinada cantidad y calidad de tabaco. Como contrapartida, esta empresa
provee los insumos necesarios para el inicio del ciclo (agroquímicos, semillas,
materiales y asesoramiento técnico), que son descontados al momento del acopio. El
productor recibe este adelanto en función del cupo que le entrega el acopiador, que es
fijado en cantidad de plantas y kilos. En este sentido, es posible pensar en una alta
dependencia tecnológica (Whatmore, et. al, 1987: 31), pues el acopiador establece
cantidades y cualidades de insumos, siendo el productor un receptor pasivo de la
tecnología. En el mejor de los casos, el papel de este queda supeditado a su
predisposición a adoptar las innovaciones técnicas que impone el instructor de la
empresa acopiadora.
El incumplimiento del contrato por motivos extra agrícolas puede deberse a una
situación extraordinaria, por ejemplo, un siniestro en la plantación o el tráfico de tabaco
hacia Brasil -donde la diferencia cambiaria posibilitaría una mayor rentabilidad al
productor-. En estos casos, los acopiadores compartirían información de estos “malos
productores,” como medida tendiente a disciplinar a aquellos que hayan contravenido
las condiciones preestablecidas.
3. Circuito algodonero en la Provincia del Chaco
El circuito productivo del algodón se compone de cinco eslabones, diferenciados
según su faz productiva, su composición estructural y su localización geográfica. El
primer eslabón es la producción, realizada bajo secano. Luego, el inicio de la
transformación industrial es el desmote, donde el capullo de algodón se convierte en
fibra industrial. Las desmotadoras se localizan cerca de la zona de siembra, aquí
aparecen las cooperativas en cambiantes proporciones según el apoyo estatal que
reciben. El tercer eslabón es el de las hilanderías, que transforman la fibra en hilo para
tejer. Generalmente, estas empresas se localizan en el centro-litoral del país. Son
establecimientos de significativo tamaño y su capital no está constituido por aportes de
los agricultores. El cuarto eslabón es el de las tejedurías, que manufacturan la tela y,
eventualmente, la ropa de vestir con una proporción total o parcial de algodón.
Finalmente, el último eslabón es el del comercio mayorista y minorista.
Desde la década de 1970, la producción algodonera de Chaco -principal referente
nacional del cultivo- sufrió cambios que fueron modificando la estructura de sus
agentes históricamente vinculados. En especial, los trabajadores y minifundistas
fueron sufriendo la exclusión del proceso productivo.
Entre las modificaciones, las más relevantes son las vinculadas a la desarticulación de
cadenas de valor agregado en el ámbito de la producción primaria, el proceso de
tecnificación y la diversificación hacia otros cultivos. Respecto a esto último,
considérese principalmente el avance del cultivo de soja sobre hectáreas antes
destinadas al algodón.
En el decenio de 1980, en la estructura de producción de algodón comenzaron a
evidenciarse los impactos de la política económica iniciada a mediados de la década
anterior. La creciente apertura a las importaciones afectó al sector textil y, por
consiguiente, la producción del insumo principal quedó sin incentivos ni protección.
No obstante, es en la década de 1990 cuando el tipo de cambio fijo y atrasado y la
apertura externa irrestricta, modifica estructuralmente el perfil del circuito algodonerotextil y la producción regional de la materia prima. La demanda interna de productos
textiles manufacturados en el país decae, es reemplazada por la oferta importada y,
por ende, se reduce el consumo de la fibra y el hilado nacional. Los medianos y
grandes productores agrícolas se orientaron al mercado externo que -en un breve
interregno de mediados de dicha década- ofreció un alto precio de la fibra. La industria
local de la fibra, también instalada en la región del NEA, se moderniza merced a la
renovación de equipos y parece abrirse una nueva era de producción, ahora
dependiente de los consumidores externos. Ello dura muy poco.
Entre 1997 y 2001 el derrumbe de los precios de la fibra en el mercado mundial
arrastra al valor del algodón en bruto a niveles sin precedentes. Los pequeños
agricultores acusan pérdidas generalizadas y los medianos y grandes buscan
alternativas de reemplazo. La producción decae bruscamente y se vuelve a cosechas
cercanas a las del decenio de 1930.5 Como consecuencia de esto, el tejido socioproductivo agudiza su proceso de desintegración. Los sectores más vulnerables
quedan imposibilitados de continuar con su estrategia de subsistencia, viéndose
expulsados del área de cultivo, migrando a la periferia rural o a los suburbios de
ciudades como Resistencia, Corrientes y Rosario.
El pequeño productor minifundista algodonero que aún prosigue en el circuito suele no
contar con otra alternativa posible de inserción laboral por su edad o por escasa
capacidad de reconversión. Cultiva a escala reducida, en forma manual, sin
equipamiento, sin acceso a financiación y comercializando lo producido sin opciones a
obtener un precio competitivo; los ingresos no suelen superar los $ 400 pesos
mensuales. En los últimos años se han implementado políticas provinciales de precios
sostén para mejorar estas circunstancias, aunque no producen el impacto esperado.
Al mismo tiempo, las ventajas comparativas y las posibilidades de exportación abiertas
para el cultivo de oleaginosas, en especial la soja, permitió que a partir del año 2000 año a año- se incrementen las hectáreas destinadas a su cultivo en detrimento de los
cultivos tradicionales. La soja fue incorporada por aquellos medianos y grandes
productores algodoneros que pudieron reconvertirse tecnológicamente en la década
de 1990. Pues, este cultivo asegura un alto y estable nivel de rentabilidad en
5
“El algodón ha sido una actividad económica característica de distintas zonas del país, en particular del
noreste argentino. La producción local ha cubierto tradicionalmente la demanda de la industria textil
nacional. Sin embargo, en los últimos años de la década anterior, la producción comenzó a caer
dramáticamente. El área sembrada en la provincia del Chaco, principal productora del país, rondaba antes
de la crisis en 1.000.000 de hectáreas y se redujo en pocos años a 160.000 hectáreas. Quiere decir que
se perdió el 84% del área sembrada en dicha provincia” (Capitanich, 2004).
comparación al algodón, a la vez que se evita la problemática de las sequías y se
requiere menos fuerza de trabajo.
La devaluación de 2002 abre una nueva perspectiva, por el aumento de ingresos y el
proteccionismo de hecho frente a la importación de sustitutos externos. Pero el precio
internacional no logra reestablecerse y la rentabilidad de los sustitutos, en especial
soja y girasol, es más elevada. La crisis afecta a los pequeños productores, que
históricamente son la mayoría de los productores. Su largo proceso de desarticulación
intenta ser paliada con la entrega de planes sociales o a partir de la reconversión hacia
la producción hortícola-ganadera para el autoconsumo o de reducida capacidad de
excedente para su comercialización.
La rentabilidad sólo es posible para aquellos productores que disponen de grandes
extensiones de tierras para el cultivo. En el decenio de 1990, estos fueron favorecidos
por la convertibilidad, el acceso a créditos para compra de maquinarias e insumos en
el exterior y el ingreso de empresas internacionales que dominaron el mercado de las
semillas transgénicas y de plaguicidas. En tal contexto, este segmento tuvo la
posibilidad de reconvertirse tecnológicamente adquiriendo máquinas sembradoras,
cosechadoras y desmotadoras apropiadas para producir más algodón (en bruto o en
fibra) y reducir, al mismo tiempo, la necesidad de mano de obra en el proceso
productivo.6
Sin duda, las innovaciones técnicas permiten obtener mayor producción por hectárea
con una reducción de costos, dado el aprovechamiento del espaciado entre surcos. El
pequeño productor podría aspirar a una siembra y cultivo manual, aunque aún
recibiendo
los
insumos
en
forma
gratuita,
precisaría
de
una
cantidad
proporcionalmente mayor de trabajo para alcanzar los rindes estimados: realizar más
surcos, en posiciones más incómodas.
En suma, el nuevo modelo de producción de algodón estaría pensado para los
medianos y grandes productores tecnificados. Este modelo permite la recuperación de
la cantidad de algodón necesaria para satisfacer la demanda creciente de las textiles
locales y aspirar a un saldo excedente de exportación. Asimismo, con este esquema
podría mejorarse la calidad del capullo. Sin embargo, queda pendiente la situación
social de los actores más vulnerables: los pequeños productores algodoneros,
minifundistas y trabajadores relacionados al proceso del cultivo.
6
Una máquina cosechadora reemplaza el trabajo de 70 jornaleros manuales por hora. La adaptación de
una máquina cosechadora con rastrillos ajustados a las nuevas distancias de surco y a la nueva altura de
las plantas de algodón, que son más pequeñas, reduce los costos de cosecha. Pues, de acuerdo a
consideraciones del Ministerio de la Producción de la Provincia de Chaco, mientras la cosecha manual
ronda los $ 350 por tonelada o más -en períodos de rindes normales estaría constando unos $500 a $650
los 1600kg. por hectárea-; con la cosechadora mecánica el costo se reduce a $ 70 por cada 3200 kg. por
hectárea.
4. Circuito azucarero en la Provincia de Tucumán
En Tucumán se generan dos tercios de la producción nacional de azúcar, siendo ésta
la principal actividad económica de la provincia debido a su inserción territorial.
Tradicionalmente, la actividad se compuso de miles de pequeños productores cañeros
y de grandes flujos de trabajadores que desde distintas regiones se movilizaban cada
año durante la época de la zafra. Pero a partir de la desregulación y apertura
económica de 1991, hubo una “modernización” de la actividad que, por un lado, elevó
la productividad primaria e industrial permitiendo niveles de producción y exportación
record. La contracara de esto fue la desaparición de productores, la menor demanda
de fuerza de trabajo en campos e industrias y la presencia de empresas y grupos
económicos ajenos a la región que se consolidaron como el núcleo dominante del
complejo. Este escenario trae como consecuencia que los beneficios de la actividad
azucarera no se trasladen completamente al nivel de vida de los habitantes de la
provincia, que sigue siendo una de las más pobres del país.
El circuito está conformado por tres eslabones: el de la producción primaria; el
industrial y el de la comercialización -del producto final y la materia prima-. Además,
deben considerarse las industrias de golosinas, alimentos y bebidas, presentes con
varios establecimientos en la región y que representan alrededor del 60% de la
demanda interna de azúcar, mientras que el 40% restante se destina al comercio
minorista.
El eslabón primario: los productores de caña de azúcar
Aunque se encuentran en retroceso, existen miles de explotaciones basadas en el
trabajo familiar. La necesidad de elevar los ingresos lleva a estos productores a
“multiocuparse”, ofreciéndose como fuerza de trabajo en otros sectores de la
economía -sobre todo en las áreas urbanas-. En el otro extremo, hay explotaciones de
gran tamaño y perfil capitalista que recurren al trabajo asalariado y que son capaces
de incorporar rápidamente los adelantos técnicos requeridos por el modelo productivo
dominante, fundamentalmente modernas cosechadoras y variedades de caña con
mejores rendimiento que las tradicionales.7 El universo de cañeros se completa con
una gran diversidad de productores que poseen fincas de distintos tamaños, que no
siempre residen en las mismas y la cual puede ser su principal fuente de ingresos o
7
En la investigación, experimentación, adaptación y difusión de las nuevas variedades de caña hay que
destacar el rol de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Columbres, ente autárquico del
Gobierno Provincial.
sólo un complemento.8 Muchos productores acceden a las modernas maquinarias por
la vía asociativa y organizan frentes de cosecha para usarlas en forma conjunta.
La comparación de las cifras de los Censos Nacionales Agropecuarios de 1988 y 2002
muestra que los productores pasaron de 9.711 en 1988 a 5.364 catorce años más
tarde, lo que representa una caída cercana al 45%. En 1988 casi el 53% de los
productores tenía menos de 10 hectáreas, pero en el 2002 más del 63% se
encontraban en esa situación, de los cuales la mitad tenía fincas de menos de 3
hectáreas. En el otro extremo, un 5% de los productores posee predios de más de 100
hectáreas, controlando casi el 63% de la superficie cultivada con caña. Si bien la
cosecha manual retrocedió, todavía está presente en el 78% de las explotaciones de
menos de 10 hectáreas y en el 86% de las de menos de 3 hectáreas.
No hallamos cifras confiables acerca de la fuerza de trabajo empleada,9 pero el
carácter estacional de la actividad y la inexistencia de otras alternativas en la provincia
hace que muchos trabajadores migren entre los meses de octubre y marzo, siendo Río
Negro y Mendoza los principales destinos. En esto el rol de los contratistas es
importante, ya que reclutan y trasladan grupos de trabajadores, muchas veces en
colectivos aportados por el gobierno provincial.
El eslabón industrial: los ingenios azucareros
La industria azucarera está concentrada: de los 23 ingenios azucareros del país, 15 se
encuentran en Tucumán. En 2006, los cuatro principales produjeron la mitad del
azúcar provincial. Sin embargo, la concentración económica es mayor,10 ya que el
67% de la producción está en manos de cuatro firmas. Podemos clasificar las
empresas en 3 grupos:
a) El primero está formado por grupos económicos ajenos a la región y a la producción
de azúcar pero que ingresaron a la actividad impulsados por sus estrategias
empresariales.11
b) El segundo está integrado por empresarios locales de larga tradición en la actividad
azucarera. En 2006, tres de estos empresarios poseían seis ingenios12 con los que
8
Para un análisis de distintos tipos de productores, consúltese Giarraca, Aparicio y Gras (2001).
La Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA) estima que de los 45.000 zafreros
transitorios de los años setenta, hoy se emplean alrededor de 15.000.
10
La concentración de la producción manufacturera suele ser analizada a partir de dos categorías: la
concentración técnica y la económica. La primera de ellas tiene al establecimiento productivo como
unidad de análisis mientras que la segunda se centra en la empresa propietaria.
11
Es el caso de ARCOR, que siguiendo una estrategia de integración vertical para proveerse de uno de
sus principales insumos adquirió el Ingenio La Providencia, segundo de la provincia. El otro caso es el de
ATANOR, empresa agroquímica cuyo interés principal está en el alcohol (etanol) y no en el azúcar. Entre
2001 y 2005 adquirió los ingenios Marapa, Leales y Concepción, éste último el mayor de la provincia. En
2006 los tres ingenios del grupo elaboraron en conjunto el 26% del azúcar tucumano y el 19% del azúcar
del país, superando al jujeño Ledesma.
9
elaboraron el 37% del azúcar tucumano. Esta cifra iguala la producción conjunta
de dos grupos empresarios extra-regionales (ATANOR y ARCOR), que
participaron con poco más del 38% del total provincial. El 25% restante lo
elaboraron los otros 5 ingenios, de menor tamaño y peso en el mercado, que
constituyen el tercer grupo de empresas.
c) El sector industrial en su conjunto y en particular los dos primeros grupos de
empresas constituyen el núcleo del circuito azucarero tucumano. Tienen poder
para establecer pautas de producción a los cañeros y apropiarse de la mayor parte
del excedente generado.13
En el marco del debate actual sobre el uso de la tierra para alimentos o para
biocombustibles hay que remarcar que si bien en la Argentina se produce etanol como
subproducto del azúcar,14 existe otro proceso productivo -utilizado en Brasil- con el
que sólo se genera etanol.15 Si bien los niveles de producción actuales otorgan
margen, al no haber regulación estatal las empresas podrían elegir el destino de los
cañaverales en base a la rentabilidad de cada actividad en cada momento. Esto,
otorga mayor flexibilidad a la industria pero deja abierta la posibilidad de que se deje
de producir el azúcar demandado por el mercado interno.
El eslabón de la comercialización
Se han difundido nuevas formas de comercialización entre el campo y la industria, en
especial la “agricultura de contrato.” Como en el caso del tabaco burley de Misiones,
este modelo demuestra que no es necesaria una integración vertical plena -en
propiedad- para controlar el proceso productivo en su conjunto.16 De esta forma se
eliminan costos de transacción, reduciendo la incertidumbre que significa comprar y
vender en el mercado.17
12
Jorge Rocchia Ferro (Ingenios La Florida y Aguilares), Julio Colombres (Ingenios Santa Bárbara y
Ñuñorco) y José Minetti & Cía. (Ingenios La Fronterita y Bella Vista).
13
Un ejemplo de esto es que están imponiendo a los productores la cosecha de la caña en verde,
evitando la quema, para lo que se requieren inversiones en maquinaria pero que garantizan una materia
prima más pura a la industria.
14
El proceso de producción comienza con la obtención del jugo mediante la molienda de la caña, del que
se obtiene el azúcar y un subproducto denominado melaza. Éste con posterioridad es tratado, fermentado
y refinado, obteniéndose etanol (aproximadamente 1 m3 por cada 10 toneladas de azúcar producida).
15
El proceso comienza igual que el del azúcar, pero en este caso todo el jugo de caña es tratado,
fermentado y refinado, obteniéndose etanol (una tonelada de caña industrializada de esta forma produce
aproximadamente 85 litros de etanol, sin obtenerse azúcar en el proceso).
16
Un ejemplo de este tipo de contrato es el firmado en 2001entre ARCOR y la Cooperativa de Campo
Herrera, la cual sostiene a unos 2000 trabajadores. La empresa se asegura las inversiones necesarias
para mejorar el rendimiento de la caña a cambio de asesoramiento tecnológico y financiero.
17
En cuanto a la comercialización interna del azúcar, la mayor parte es demandada por la industria de
alimentos y bebidas. Toda la producción de ARCOR se destina a sus fábricas de golosinas, mientras que
ATANOR es el principal proveedor de Coca Cola y de otras empresas de la región. Las empresas
tucumanas no tienen marca propia para el comercio minorista; ATANOR comercializa su azúcar bajo la
marca “Chango” (del Ingenio San Martín del tabacal, de Salta) y los demás ingenios comercializan
directamente con cadenas de distribución y supermercados.
5. Reflexiones finales
En este apretado texto se ha intentado presentar cuatro relevantes actividades
productivas del interior no pampeano en su faz actual, cotejando esta situación con la
experimentada por dichos sistemas agrícolas en la etapa de la política económica del
tipo de cambio fijo.
Nuestro propósito fue, con los ejemplos a mano, dar cuenta de la dinámica de
acumulación regional que se presenta en una economía capitalista crecientemente
concentrada y donde el Estado poco ha hecho para regular las actividades de circuitos
productivos altamente diferenciados en su interior en términos de poder, ingreso y
capacidad decisoria de sus agentes económicos integrantes. Se ha postulado, así, que
un importante cambio en el perfil de la política económica nacional, que ha posibilitado
un incremento significativo de ingresos globales al conjunto de la actividad de las tres
experiencias citadas, no ha supuesto una modificación relativa de los agentes
económicos en términos de su capacidad de apropiación del excedente económico
generado. Más ingresos no ha significado mejor reparto de la “torta” de tales ingresos.
Ello ha sido así por cuanto no se han modificado, en lo esencial, el conjunto de
relaciones sociales de producción que vinculan a los agentes subordinados en cada
circuito en su relación con los grupos económicos dominantes en la respectiva
dinámica de acumulación.
Los estudios que desde tiempo atrás este equipo de investigadores venimos
desplegando en el espacio académico del Centro de Estudios Urbanos y Regionales
asociado al CONICET abarcan, además, otros circuitos productivos, como el
vitivinícola y el del olivo. En el conjunto de investigaciones realizadas, en todos los
casos, se repiten, casi idénticos, los mismos procesos de creciente concentración
económica, ensanchamiento de la brecha de poder e ingresos entre los pequeños
agricultores –mayoritarios en cada circuito- y los grupos concentrados y creciente
exclusión social de integrantes de los sectores sociales más desfavorecidos
(productores familiares, minifundistas y trabajadores permanentes).
Frente a asta realidad, asoman algunos datos nuevos que podrían revertir tal
situación. Ellos consisten, esencialmente, en la adopción, a través de leyes
provinciales o nacionales, de Planes Estratégicos para las respectivas producciones
que en sus postulados retoman propuestas de regulación estatal que podrían
fortalecer a los más débiles en su puja con los sectores de mayor poder, en la
búsqueda de un reparto más justo del excedente económico. Claro está que, para que
se aplique la letra de las normas sancionadas en los últimos cuatro años, se requiere
voluntad decidida del poder político y una fuerte presencia de los pequeños
productores, que en forma asociada, reclamen que se incorporen estrategias de
política económica consecuentes con sus justos reclamos y necesidades. El escenario
a futuro no luce fácil para la consecución de estos objetivos. La presencia en cada
actividad de fortalecidos grupos económicos, en muchos casos asociados o de
propiedad de empresas multinacionales, torna incierta esta disputa, por las muy
desiguales relaciones de fuerzas. Ello es propio del actual estadio del desarrollo
capitalista en el país y en el mundo, lo que acrecienta los fenómenos de expulsión de
la pequeña producción de sus actuales predios, de la sustitución de cultivos
tradicionales por otros imposibles de ser abordados por los agricultores familiares y los
minifundistas y por las exigencias de eficiencia, lo que supone reconversión
productiva, impuestas a los que producen para mercados externos. De ahí que la
acción solidaria de los más necesitados de apoyo para no desaparecer es una acción
que no puede ni debe postergarse. En este aspecto, el rol del Estado será, de aquí en
más, dar cuenta de la legislación regulacionista que se ha ido progresivamente
implantando como la herramienta más eficaz para avanzar en la puesta en marcha de
políticas estatales de soporte firme de los pequeños productores, hoy apartados de la
“fiesta” global, que deben ser integrados socialmente a la trama económico-social de
cada región. Un nuevo concepto de “desarrollo” quedará así justamente reivindicado.
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