ASAMBLEA DIOCESANA DE MELIPILLA COLEGIO LOS MAITENES

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ASAMBLEA DIOCESANA DE MELIPILLA
COLEGIO LOS MAITENES
SÁBADO 1 DE AGOSTO DE 2015
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo de Melipilla
Memoria agradecida
El pasado sábado 21 de marzo, iniciamos el año pastoral de nuestra diócesis. En esa
ocasión propuse un trabajo sencillo, pero no menos acucioso, en nuestra preparación
a las celebraciones jubilares de nuestra diócesis. La propuesta fue ir a las raíces de
nuestra vocación diocesana. Y propuse tres invitaciones:
-
Queremos tener una “memoria agradecida” por la acción de Dios en nuestra
diócesis.
Queremos mirar con esperanza los desafíos que nos plantea el mundo actual.
Queremos como “discípulos misioneros” responder con acciones pastorales
renovadas.
Para ello nos inspiraría el texto de Hebreos 11. Es la contemplación agradecida de esa
inmensa nube de testigos que por la fe y desde la fe marcaron la historia de salvación.
En este tiempo, lo comprobamos hace pocos minutos, las comunidades parroquiales
han presentado su ofrenda con tres nombres de mujeres y varones laicos, diáconos
permanentes, sacerdotes y obispos que están en la memoria agradecida. Ha sido un
hermoso ejercicio espiritual y comunitario de discernimiento llenos de gratitud.
Agradecer nos hace bien; nos hace mucho bien. Es entrar en la gratuidad, en la
aceptación del otro como un regalo de Dios.
(Excursus) Ejerciendo como obispo auxiliar de Santiago, para el 25 de julio de 2012, con
ocasión de la fiesta del Apóstol Santiago, propuse que se hiciera un homenaje especial a
los futbolistas, dirigentes, periodistas de la época a quienes hicieron posible el Mundial
de Fútbol de 1962. Junto a los condecorados con la Cruz del Apóstol Santiago, que es
pura gratitud a personas que se han donado gratuitamente por su Iglesia, subieron al
presbiterio de la Catedral los futbolistas y los gestores del Mundial del 62 o los familiares
de aquellos que habían fallecido. Habían pasado 50 años. Vi lágrimas de emoción y
gratitud en los ojos de muchos de ellos. ¡Memoria agradecida! Y ciertamente en años
más adelante celebraremos a los jóvenes que obtuvieron por primera vez en cien años la
Copa América. Lo confieso: cuando Alexis “picó” la pelota en el último penal, cayeron
lágrimas de mis ojos. Un “racconto” del corazón se hizo presente esa tarde de sábado.
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Tantas veces derrotados en deportes y esta vez, por fin, podíamos celebrar. Todos ellos
están en mi memoria agradecida, en nuestra memoria agradecida.
Nos preparamos para celebrar 25 años de existencia como diócesis. Es una fecha que
se viste de fiesta en el calendario de la vida. Veinticinco años es el momento en que se
deja atrás la primera juventud: se pasa de ser jóvenes a adultos jóvenes. Veinticinco
años lleva inscrito el “bodas de plata” tanto para los matrimonios como para los
consagrados que los cumplen, también para las instituciones. Es ciertamente una
fecha que en sí misma tiene consistencia pero que permanece abierta hacia el futuro. Y
como sabemos que no hay futuro sin memoria, hoy hemos traído nuestras ofrendas de
la memoria agradecida de la diócesis de San José de Melipilla en sus primeros 25 años.
Hacer memoria con el corazón – recordare – es un ejercicio muy noble. El corazón se
llena de rostros, de nombres, de acontecimientos, de lugares. En nuestro caso -como
un Chile en miniatura- se nos abre el campo, la costa y las pequeñas ciudades de
nuestra geografía, cada una de ella con sus historias y leyendas. El puerto de San
Antonio, Cartagena donde llegaba el tren con las familias, Melipilla como la urbe de
muchos poblados campesinos, Talagante con sus cuentos de brujas, Padre Hurtado
con su recuerdo del santo, Curacaví, detención obligada para gustar sus dulces
chilenos… Y podríamos seguir para no dejar a nadie afuera de esta primera mirada.
Más importante que los lugares son obviamente quienes los habitan. Es la memoria
del corazón a la que invito a continuar ejercitarse en cada parroquia y unidad pastoral.
En lo que a mi me toca, es una oportunidad para volver a agradecer al Señor por la
persona del Cardenal Juan Francisco Fresno que nombró como vicario de la entonces
Zona Rural Costa a un obispo, don Patricio Infante; y al Cardenal Carlos Oviedo
Cavada, en cuyo episcopado santiaguino migramos desde la antigua zona Rural Costa
a la diócesis de San José de Melipilla. Ambos siguieron a nuestra naciente diócesis con
atento con cariño y generosidad.
Y entre nuestros pastores la figura imborrable de monseñor Patricio Infante,
derramando simpatía y calidez, con una capacidad envidiable de reírse de sí mismo. Y
a don Pablo Lizama, algunos años más joven, primer obispo de Melipilla, pastor
cercano, muy atento a la vida de sus hermanos sacerdotes; y la figura aún vigente de
don Enrique Troncoso con su sabiduría campesina procedente de Alhué pueblo
emblemático de esta Zona, donde actualmente habita. Y también a un antiguo párroco
de muchas comunidades de esta Zona, don Alberto Jara, obispo emérito de Chillán, y
hoy habitante y colaborador generoso en nuestra diócesis.
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Es tremendo empezar a nombrar porque siempre se corre el riesgo de olvidar… Pero
cómo no recordar a las Religiosas que han marcado nuestra vida, o esos queridos
patriarcas como el P. Benjamín Ulloa, el P. Federico Lagos, así como al P. Demetrio
Bravo y el P. Luis Borremans, santo varón de Dios que nos acompaña desde el cielo. A
ellos unimos el aporte tan valioso de los Hermanos Menesianos. Y ellos y nosotros
apoyados por la oración incesante del querido Carmelo de Puangue.
Injusto no empinarnos sobre nuestra breve historia para agradecer a quienes nos
precedieron en el camino de la fe, pastores nuestros muy queridos como el Cardenal
Raúl Silva Henríquez y su Vicario Episcopal P. René Vío Valdivieso. Y sería muy
mezquino si no compartiera con Ustedes solamente algo de lo que en este tiempo he
aprendido y agradezco de esta Iglesia de Melipilla en la cual el Señor me ha enviado a
pastorear junto a Ustedes.
No se trata de hacer una cuenta de las visitas a parroquias, colegios y comunidades,
sino sólo de agradecer a aquellos hermanos sacerdotes que me han abierto las puertas
y el corazón. Y en ellos y a través de ellos, agradecer la fe de este pueblo bendito en
que está inscrita el alma del Chile profundo, ese que no sale en las polémicas
mediáticas, pero que es sustento de la vida de todo nuestro pueblo. Y qué decir del
testimonio personal y familiar de tantos diáconos permanentes y ministros lectores y
acólitos presentes en nuestras comunidades.
Sé muy bien que he dejado muchos rostros por nombrar. Sirva este humilde ejercicio
para que en nuestros trabajos de grupo o simplemente, en torno a la mesa familiar,
sigamos nombrando a aquellos laicos, varones y mujeres, a quienes debemos nuestra
identidad pastoral y el sentido de nuestra misión.
La misericordia, un futuro de esperanza
En la vida de las personas y de los pueblos, la memoria se pone siempre al servicio del
futuro, de lo contrario sólo queda en anécdota y en un simpático material para los
cuenta cuentos. En la fe de la Iglesia, los acontecimientos memoriales llevan en su
corazón las semillas del futuro. Y por Dios que las necesitamos en este tiempo de la
historia en que, removidos por escándalos de distinto tipo en la sociedad, en la
economía, en la política y también en la Iglesia, nos preguntamos por el camino a
seguir y el aporte que podamos dar.
En este espíritu se abre literalmente una puerta de esperanza. Más concretamente, la
abrirá nuestro querido Papa Francisco en Roma el 8 de diciembre y en nuestra
Catedral, el Domingo siguiente, III de Adviento. Me refiero a la Puerta del Año Santo
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con que inauguraremos el año Jubilar de la Misericordia. En palabras de Jesús,
“felices los misericordiosos porque ellos serán tratados con misericordia”.
¿Y por qué en esas fechas? Porque el Papa desea mantener abierta la puerta del
Concilio Vaticano II en los días en que se conmemoran los 50 años de su culminación.
Al convocarnos al Año de la Misericordia, en la Bula “Vultus Misericordiae” el Papa nos
recuerda que la misericordia tiene el Rostro de Jesús, y por lo tanto no es una palabra
abstracta, sino un rostro para reconocer, contemplar y servir. O para decirlo según
nuestras Orientaciones Pastorales: “una Iglesia que escucha, anuncia y sirve”.
El deseo del Papa es que este Año Santo, pueda convertirse en una oportunidad para
"vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre
dispensa hacia nosotros”. Este será un tiempo para “dejarnos sorprender por Dios.
Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama
y quiere compartir con nosotros su vida”. Y por lo mismo, en un año para
redescubrir la belleza del sacramento de la misericordia, el sacramento del perdón, y
la paz que de este emana al tocar con nuestras vidas lo más íntimo del corazón
misericordioso de nuestro Padre Dios.
El tema particular que interesa al Papa es que redescubramos las obras espirituales y
corporales de misericordia "para despertar nuestra conciencia, muchas veces
adormecida ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el
corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia
divina" (VM 15).
El Papa hace además un firme llamado contra la violencia organizada y contra las
personas ''promotoras o cómplices'' de la corrupción. Son palabras muy fuertes
con las que el Papa denuncia esta "llaga putrefacta" e insiste para que en este Año
Santo haya una verdadera conversión. Así les habla a los que la practican: “¡Este es el
tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el tiempo para dejarse tocar el
corazón. Delante de tantos crímenes cometidos, escuchen el llanto de todas las
personas depredadas por ustedes de la vida, de la familia, de los afectos y de la
dignidad. Seguir en lo que están es sólo fuente de arrogancia, de ilusión y de
tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto de lo que ahora ustedes
piensan”. El Papa les tiende la mano. Está dispuesto a escucharles. Basta solamente
que acojan la llamada a la conversión y se sometan a la justicia mientras la Iglesia les
ofrece la misericordia.
En síntesis, el Papa Francisco desea entrañablemente que “en este Año Jubilar la
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Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida
como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse
de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar”. Y
concluye su deseo expresando que “la Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer
y repita con confianza y sin descanso: Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de
tu amor, que son eternos”.
De la propuesta al proyecto
Hacer memoria agradecida como un aporte vital a nuestro presente y futuro pastoral
nos ha llevado a formular la matriz de las acentuaciones pastorales para el año 2016.
Nos toca a esta querida asamblea diocesana, a las asambleas parroquiales y a las
queridas comunidades de fe, de esperanza y caridad, el traducir esta invitación del
Papa a nuestra Iglesia diocesana de Melipilla. Expongo algunas preguntas:
-
Ante una sociedad herida por el individualismo, ¿cómo inyectar una mirada
comunitaria y respetuosa de los demás a través de las obras de misericordia?
¿cómo podemos hacerlo en nuestra Iglesia?
-
¿Cómo enriquecer el conocimiento y el amor por el sacramento de la
misericordia, ofreciendo a nuestros hermanos celebraciones penitenciales, y
multiplicando la oferta del sacramento de la confesión, enriquecido por el
Concilio Vaticano II, en nuestras comunidades?
-
Hablamos mucho de violencia, de inseguridad, de drogadicción, de corrupción.
Y hacemos muy bien, porque la Iglesia es la institución más presente en la vida
de la sociedad a través de las capillas, las parroquias, las escuelas, las
congregaciones y movimientos apostólicos. Estoy seguro que podemos
transformarnos en une espacio de convocación y acogida en que reunamos a
todas las instituciones que trabajan por la comunidad. Pienso en hermanos de
otras confesiones cristianas, en juntas de vecinos, centros de padres y
apoderados, los cuarteles de bomberos, en Carabineros de Chile, en la Policía
de Investigaciones, y otros movimientos sociales. ¿Podemos crear mesas de
encuentro en cada parroquia y capilla para compartir, coordinar y promover
actividades que nos ayuden a erradicar la tóxico dependencia, la violencia
social e intrafamiliar, y ojalá el robo y la deshonestidad? Es una forma de
ejercitar la misericordia al servicio de la sociedad.
-
Nos preocupa la falta de agua, los problemas sociales en nuestros barrios. Esto
nos debe llevar a profundizar en la reciente Encíclica del Papa Francisco
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“Laudato Sí”. En ella el Santo Padre nos propone una verdadera
espiritualidad ecológica, invitando a una conversión interior: “La
espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de
vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar
profundamente sin obsesionarse por el consumo. (…) Propone un crecimiento con
sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que
nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que
ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no
poseemos” (LS 222). También esto es un servicio al reconocimiento de un Dios
“rico en misericordia”.
Vicaría de pastoral
Quiero agradecer a la Vicaría de pastoral de nuestra diócesis y a quien la anima, el
presbítero Juan Carlos González y su equipo. A ellos confío la coordinación de nuestro
Jubileo diocesano y la puesta en práctica de la convocación del Papa Francisco al Año
de la Misericordia.
Muchas gracias por este hermoso encuentro diocesano. Muchas gracias a quienes lo
han hecho posible. Muchas gracias a la dirección del Colegio Maitenes que nos acogen
en sus bellas dependencias.
Y no quisiera dejar de agradecer a los párrocos. El próximo martes 4 de agosto
celebramos al patrono de ellos, el Santo Cura de Ars. Recemos por ellos.
Acompañémoslos. De este modo, estarán en la memoria agradecida de todos ustedes.
¡Muchas gracias!
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