Descarga - Quietud y pensamiento positivo

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INDICE
CAPÍTULO PRIMERO
UNA CUESTIÓN EXPERIMENTAL
CAPÍTULO SEGUNDO
REMEDIOS VEGETALES
CAPÍTULO TERCERO
LOS PRODUCTOS ANIMALES Y EL
REJUVENECIMIENTO
CAPÍTULO CUARTO
HIDROTERAPIA
CAPÍTULO QUINTO
MÉTODOS REJUVENECEDORES INUSITADOS
CAPÍTULO SEXTO
METCHNIKOW Y LA INTOXICACIÓN INTESTINAL
CAPÍTULO SÉPTIMO
TERAPÉUTICA CELULAR
CAPÍTULO OCTAVO
REJUVENECIMIENTO POR MEDIO DE LA
NOVOCAlNA
CAPÍTULO NOVENO
LAS GLÁNDULAS SEXUALES Y EL
REJUVENECIMIENTO
CAPÍTULO DÉCIMO
TONTERÍAS DE ABEJAS Y OTRAS CURIOSIDADES
CAPÍTULO UNDÉCIMO
REJUVENECIMIENTO PREVENTIVO
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
1
UNA CUESTION EXPERIMENTAL
El hombre es esencialmente un animal, y un indicio razonable del grado de
sofisticación a que ha llegado es la medida en que esta dispuesto a experimentar con
el propósito de controlar el ambiente en que vive y las fuerzas que, a su modo de ver,
actúan constantemente en torno a el, en unos casos en beneficio suyo, y en otros en
su perjuicio.
Una característica bastante natural de la Humanidad es también la de considerar el
proceso vital como algo esencialmente bueno y natural, mientras que la muerte se da
por supuesto que es algo esencialmente malo y antinatural. Un suceso que lamentar o,
por lo menos, aplazar.
Hay razones bastante elementales para justificar esta actitud tan básica. En las
sociedades primitivas, el macho activo simbolizaba el poder, comprendido, de
ordinario, en términos de protección y producción, mientras que la hembra
reproductora tenía en su mano la solución del problema de la existencia de la tribu, ya
que poseía los medios de remplazar a los que iban envejeciendo visiblemente, dejando
de producir y muriendo.
En muchas comunidades pequeñas, la muerte de un individuo aparece como una gran
calamidad y es, por tanto, algo básicamente malo. Cuando morían muchos al mismo
tiempo, como en el caso de una epidemia, la comunidad entera podría desintegrarse.
Por ello, el hombre experimentador pensaba mucho en la muerte y trataba de evitar su
maldad, de diversas maneras. Una respuesta que saltaba a la vista consistía en
experimentar diversas maneras de prolongar la vida activa, tanto la suya como la de
sus mujeres. Así fueron emergiendo las primeras ideas en la historia del
rejuvenecimiento humano. En cierta medida, los métodos que la humanidad civilizada
ha usado para resolver problemas básicos han sido bastante parecidos a los
empleados antes por las sociedades más primitivas. La muerte y el arte de engañarla
son considerados con frecuencia por los salvajes como tretas o trucos. Aun hoy día, en
el arte del rejuvenecimiento siguen siendo populares las creencias mágicas y propias
de charlatanes. Un ejemplo de este tipo de rejuvenecimiento místico y mágico lo
vemos, por ejemplo, en la búsqueda de elixires mágicos e incluso de fuentes de la
juventud. Quizás sea más sofisticado considerar la vejez, la senilidad, la falta de
capacidad de producción y la muerte como resultado de la actividad de espíritus
malignos, que quieren apoderarse de la Humanidad. O también aceptar tales
calamidades como castigo de pecados cometidos por ésta. Una simple prolongación
de esta idea, cuando una determinada sociedad está menos preocupada por pecados
morales, consiste en echar la culpa de los achaques de la vejez, que el
rejuvenecimiento probablemente nos ayudará a combatir, a otros males más tangibles.
Por ejemplo, la senilidad podría ser considerada como consecuencia de errores de
nutrición o de transgresiones dietéticas. Esta actitud racional tiene también sus
equivalencias en la sociedad moderna. En bastante medida, el control experimental del
problema básico de frenar el envejecimiento y restaurar la juventud estriba en el uso
de sustancias a las que, por falta de mejor palabra, llamaremos drogas. La palabra
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
«droga» no tiene, como es sabido, un significado preciso. Puede querer decir cualquier
cosa, desde aspirina hasta arrurruz (1), o desde el zumo del azafrán otoñal hasta la
cortisona. Las drogas se producen de modo natural partiendo simplemente de la magia
pura, y aunque todavía la magia se asocia a menudo a las drogas, la Humanidad, a
fuerza de experimentaciones, ha llegado, finalmente, a darse cuenta, de que a veces
son también productos perfectamente previsibles por lo que se refiere a sus efectos
terapéuticos, que se repiten una vez tras otra y no tienen nada que ver con el arte
mágico.
Parte de la literatura más antigua en torno al rejuvenecimiento se refiere a las drogas.
El papiro de Edwin Smith nos habla de un método sencillo, basado en el uso de
drogas, capaz de transformar a un viejo en un muchacho de veinte años. La receta
consiste en fruta de hemoyet y jar, secadas al sol y hervidas luego con agua para
elaborar así un ungüento o cataplasma (1), que se untaba al cuerpo y resultaba eficaz
en multitud de casos. No solo acababa con todos los defectos y alteraciones cutáneas,
sino que, además, eliminaba todos los signos de vejez y todas las debilidades a que
esta sometida la carnes. Este remedio no parece, en realidad, muy distinto de algunos
de los usados hoy en los salones de belleza.
Quizá sea más corriente, en toda; las técnicas rejuvenecedoras de los tiempos
antiguos, el uso de complicados rituales en los que la magia y la medicina se
entretejen intrincadamente. El ejemplo clásico de esto en la Antigüe dad llega hasta
nosotros en la historia del rejuvenecimiento de Esón. Recordará el lector que cuando el
Argos regreso de su triunfal viaje, traía consigo un premio inesperado: Jasón no solo
había conseguido el vellocino de oro, sino también una esposa, Medea, que le había
ayuda do mucho en su viaje de aventuras. Pero, como es natural, los Argonautas
habían pasado mucho tiempo lejos de Ioicos, y Jasón encontró a su padre, Esón, senil
e incapaz de salir de casa ni de participar en las fiestas que se habían organizado para
celebrar el glorioso regreso. Se cuenta que Jasón, afectado profundamente por el
estado en que se hallaba su padre, apeló a Medea, lleno de angustia, para que usase
sus artes mágicas y, quitándole a él algunos de los años que le quedaban de vida, se
los añadiese a la de su padre. Es comprensible que la joven esposa no quisiera
acceder a tal petición y se la reprochase a su marido:
-Tus palabras son impías; ni siquiera Hécate podría hacer una cosa así.
Sin embargo, pensándolo mejor, accedió a tratar de rejuvenecer al viejo con ayuda de
la diosa de los Tres Rostros y sus dones.
Medea invocó, ante todo, la ayuda de la Madre Tierra, HCcate y la Noche Negra para
que la ayudasen a encontrar jugos con cuyas virtudes el viejo pudiera ser renovado, y
recobrar el vigor de los años mozos. Llamando, con ayuda de conjuros, a sus
dragones halados, Medea voló sobre Tempe, Ossa, Pelión, Othrys, Pindo, Olimpo,
Apidano, Enipeo, Spercheios, Peneo y Boebe en busca de raíces y hierbas con
propiedades rejuvenecedoras.
-----1.
2.
Del inglés arrowroot, punta de flecha, porque los indios atribuyen al jugo de la raíz de que se
extrae la propiedad de curar las heridas de flechas emponzoñadas. Arrurruz es la fécula que se
extrae de la raíz de una planta originaria de la India. - (N. del T.).
En castellano en el original. - (N. del T.).
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Aunque tardó cinco días y cinco noches, acabó encontrándolas. Tenían tal poder las
hierbas que había recogido, que sólo con el olor que despedían hicieron que los
dragones de Medea se desprendieran de sus viejas pieles y se vieran jóvenes de
nuevo.
Sin embargo, cuando Medea volvió, por fin, con sus drogas, no confió exclusivamente
en ellas para realizar el tan deseado rejuvenecimiento. Ante todo, levantó dos altares
de césped, uno a Hécate y el otro a la Juventud. En los fosos cercanos se celebró una
complicada ceremonia mágico-religiosa. Primero, los céspedes se empaparon en la
sangre de un carnero negro, luego en vino y, finalmente, en leche. Después de decir
las oraciones apropiadas, d viejo Esón fue sacado de casa y tumbado sobre un lecho
de hierbas. Como la ceremonia era secreta, Jasón y su sequito tuvieron que observarla
desde lejos. Los altares fueron iluminados con antorchas, y Medea purificó al viejo con
fuego, agua y azufre.
Mientras se desarrollaba esta ceremonia, se habla puesto a hervir una selección de las
hierbas que Medea había recogido, junto con «guijarros del más lejano Oriente,
escarcha recogida en noche de luna, alas y carne del mal vado búho cornudo,
entrañas de licántropo, la piel de la cinifia, culebra de agua, hígado de ciervo longevo,
la cabeza de un cuervo de novecientos años de edad y otras mil cosas más». Medea
revolvió el mejunje con una vieja y seca rama de olivo y esperó, observando,
indudablemente con satisfacción, cómo de ella empezaban a germinar hojas, flores y
hasta fruto. Mientras el caldero hervía y se derramaba, la tierra donde cala el líquido se
volvía mas verde y de ella brotaban flores.
Diciéndose que habla llegado el momento critico, Medea hizo un corte en el cuello a
Esón y le dejó sangrar copiosamente. Luego obligó al viejo a beber el potente caldo y
se lo derramó también herida adentro. Los efectos no se hicieron esperar. Su barba y
su cabello cambiaron de gris a negro. Perdió su aspecto escuálido y mustio, y sus
miembros se rellenaron, adquiriendo formas. juveniles. En fin, Esón volvió al estado
físico que tenía cuarenta años antes. Las diversas fases de este rejuvenecimiento
clásico y la Materia medica que interviene en la historia narrada por Ovidio guardan
mucha relación con el conjunto de historias de rejuvenecimiento de diversas épocas y
lugares. Jasón quería sólo volver a su padre a la juventud, para salvarle de los
achaques de la vejez. No pidió a Medea el rejuvenecimiento sexual de Esón, por lo
cual no había satirión (1) en la receta. No cabe duda de que Medea era una mujer
sumamente enérgica y de grandes recursos.
Estos rasgos de su personalidad se encuentran también en la de los profesionales
actuales del Arte (2).
Las ideas más recientes sobre el rejuvenecimiento han tenido que esperar el desarrollo
de ensayos experimentales humanos de cierta altura, reforzados con nombres nuevos,
como Bioquímica, Patología, Farmacología y Endocrinología.
Lo más probable es que al experimentador aun le quede mucho que hacer en este
terreno, y mucho que conquistar, en los próximos años. Y también que salgan de estos
experimentos muchas más personalidades llenas de energía y recursos.
----(1) El satirión es una planta herbácea vivaz de la familia de las orquídeas, con tallo de 3 a 4 dm de
altura. Es medicinal, y de sus tubérculos se extrae salep. Es común en España, y recibe tal
nombre por sus supuestas virtudes afrodisíacas. - (N. del 7.)
(2) El autor usa la expresión «Arte», en mayúscula, para referirse al arte de rejuvenecer. - (N. del T.)
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
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REMEDIOS VEGETALES
El desarrollo de la idea de que el rejuvenecimiento y otros procedimientos médicos
pueden ser realizados con ayuda de plantas, tal vez sea prueba de cierto grado de
civilización en la evolución de las sociedades primitivas. La creencia popular más
extendida y primitiva es, como indica Fielding H. Garrison, esencialmente animista. En
términos generales, esto presupone la existencia en el mundo de muchas fuerzas
invisibles, responsables de todas las enfermedades e incluso de la muerte.
Gradualmente, el hombre primitivo fue elaborando métodos, bastante lógicos dentro
del marco de su concepto de las cosas, con los que esperaba poder influir en esas
fuerzas. La creencia de que existe un mundo espiritual pari passu con la existencia
material, es probable que fuera corriente en el hombre primitivo, como lo es hoy día en
las sociedades tribales contemporáneas. Quizás sea la experiencia de un mundo
onírico, paralelo a la existencia diaria, lo que estimuló esta hipótesis. El mundo de los
espíritus, una vez aceptados como experiencia compartida por todos, no tardó en
poblarse, en la imaginación humana, de espíritus buenos y malos. Al principio, éstos
quizás fueran muy parecidos al hombre, que, instintivamente, trataba de halagarlos o
apaciguarlos por medio de sacrificios u ofrendas. Cuando este concepto del destino
medico del individuo hubo cristalizado en la mente humana, el hombre comenzó a
preguntarse si quizás otros hombres no tendrían más influencia que Cl cerca de los
espíritus responsables de su salud y sus enfermedades. Experiencias imaginarias
cada vez más numerosas dieron origen, gradualmente sin duda, en las sociedades
primitivas, a la idea de que los espíritus de los muertos ejercían influencia en las vidas
de los vivos, y de que esos espíritus podrían emanar de fuentes vivas y no vivas. Al
llegar a esta fase probable en la evolución de lo que ahora se denomina, a falta de otro
nombre mejor, a Medicina popular, el conjunto de la comprensión humana de las
causas de la enfermedad adquirió suficiente complejidad para requerir, en el seno de
la comunidad, la presencia de un experto cualificado para enfrentarse al problema: que
el tal experto fuese un brujo, una agorera o un herborista, es lo de menos. Lo
importante es que ahora aparece en escena, al servicio de la comunidad, una persona
experta en las tradiciones médicas.
Los elegidos para tan importante tarea, además de poseer el temperamento adecuado
para desempeñar con eficacia su papel psicológico y espiritual, tenían que ser también
duchos en las tradiciones populares sobre las virtudes de las hierbas y los alimentos.
Sabían lo que el ganado y la gente podían comer sin peligro, y también lo que era
tóxico o venenoso. La medida en que estas ramas de la Medicina primitiva eran
interdependientes se demuestra recordando la persistencia en nuestro idioma de la
palabra griega pharmakos, que designa a los que tienen conocimiento de las drogas y
sus propiedades. Las antiguas Fiestas Targelias, que se celebraban en Grecia durante
la primavera, son indicio de un temor primitivo al brujo. Cada año, dos exiliados de la
comunidad eran reservados como victimas propiciatorias y llamados con el nombre de
Pharm Kos, éstos eran vapuleados ritualmente, y lapidados o ahogados.
Un reciente estudio de la Medicina popular en la Grecia rural nos muestra que, en esas
regiones, tanto el brujo como el que ejercía la Medicina eran tenidos en poca estima y
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
mirados con recelo. Pero en otras partes del mundo, el ejercicio de las artes médicas
fue gradualmente adquiriendo ímpetu. En las épocas primitivas, por lo que se refiere a
la historia del arte de rejuvenecer, un trasfondo de magia bastante notable fue
desfasando a los profesionales de la Medicina. Y es posible que la superstición más
honda y persistentemente falaz de todas sea la que se ha tejido siempre en torno a la
planta llamada mandrágora (Mandragora officinarum), de la misma familia que las
patatas (Solanáceas), que crece en España, Sicilia, Creta, Siria y norte de Africa. Es
una planta inofensiva, de tallo cato y hojas ovaladas, que, al florecer, da una sola
corola purpúrea. Su fruto es una baya carnosa, de color naranja. La raíz de la
mandrágora suele estar bifurcada y es carnosa, como la de una zanahoria que hubiese
crecido defectuosamente, y si se examina esta planta en su conjunto con ojos
crédulos, su forma pudiera semejarse a la del hombre o la mujer.
Desde remotísimos tiempos, la mandrágora fue usada a modo de emético, o a dosis
menores, como narcótico. En el siglo I se recomendaba dar de beber vino de
mandrágora a los que estaban a punto de ser cortados o cauterizados. Douglas
Guthrie indica que probablemente éste fue el primer intento de anestesia con fines
quirúrgicos. Shakespeare tendría noticias de esta creencia, ya que hace pedir a
Cleopatra un sorbo de mandrágora para poder dormir mientras Marco Antonio está
ausente. También en OteIo se menciona el jarabe adormecedor de la mandrágora,
unido, terapéuticamente, al jarabe del opio o la adormidera.
Como es sabido, dosis inferiores a las empleadas para dormir o causar efectos
anestésicos pueden provocar un estado de ligera embriaguez o confusión mental.
Quizás este efecto sea el responsable del papel que se ha atribuido siempre a esta
planta en la historia del arte de rejuvenecer.
En muchos casos, el rejuvenecimiento de tipo sexual es más aparente que real. Con
bastante frecuencia, lo que a primera vista parece rejuvenecimiento no es en realidad
sino una efímera liberación de restricciones opresivas. Havelock Ellis indica esto en
sus primeras obras sobre la sexualidad y lo relaciona con el alcohol, aunque tienda a
opinar que las mujeres que tomaban esta droga experimentaban un efecto afrodisíaco
directo. Esto lo sugiere también Chaucer:
La boca ebria tiene también su cuento ebrio,
díjele esto al rijoso su rijosa experiencia.
(Prologo al Cuento de la mujer de Bath.).
El ejemplo clásico de la mandrágora como agente rejuvenecedor lo encontramos ya en
el Antiguo Testamento. Es interesante meditar acerca de la psicología de Jacob,
Raquel y Lía. Se recordara que estas dos hermanas eran hijas de Labán, tío de Jacob.
Lía era mujer de aojos tiernos, pero Raquel era bella y muy favorecida, y fue de esta
de quien se enamoró su primo. Labán nos dice la Biblia, era algo pícaro. Jacob vivía
en su casa y resuelto a casarse con Raquel, accedió a servir a Labán durante siete
años a cambio de la mano de su hija. Concertado este negocio y cumplido lo pactado,
Labán, a pesar de todo -según parece-, trata de engañar a Jacob, haciéndole dormir
con Lía la noche de la boda y excusando su treta con el pretexto de que, en su país, la
hija menor no podía casarse la primera; no obstante, le prometió darle a Raquel
también después de una semana de matrimonio con Lía.
Casado a la vez con las dos hermanas, era inevitable que se produjesen equívocos.
Lía dio a Jacob cuatro hijos, pero Raquel era estéril, por lo cual decidió recurrir a un
método que en aquella época no era inusitado. Raquel persuadió a su marido de que
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
cohabitara con su esclava Bala, y los hijos producto de esta unión fueron educados por
Raquel como propios. Como es natural, esto fue causa de que la atención de Jacob se
distrajera de su hermana Lía, hasta que ésta puso también a disposición de su marido
a su esclava Zelfa, de la misma manera.
Las dos esclavas le dieron a Jacob más hijos y así es como el efecto rejuvenecedor de
la mandrágora entra en la Historia: Uno de los hijos de Lía estaba ayudando en la
cosecha y vio en el campo varias mandrágoras en pleno crecimiento. Es de suponer
que ya entonces fueran conocidas, de manera general, las valiosas virtudes de esta
planta, porque el muchacho, entusiasmado, llevo a casa las que había encontrado.
Raquel rogó a Lía que le diese algunas, lo que ésta hilo. Lía, entonces, saludó a
Jacob, diciéndole:
-Tienes que venir a mí, porque te he comprometido a ello con las mandrágoras de tu
hijo. Que ella probara o no las raíces, o que se las diera todas a Jacob, es cosa que no
aclara el Génesis, pero, al parecer, el rejuvenecimiento se produjo, porque Lía concibió
otro hijo y después varios más. Más adelante, como es natural, con ayuda de las
mandrágoras de Lía, también Raquel logró concebir. Según parece, la mandrágora se
usa todavía por sus propiedades rejuvenecedoras y narcóticas en África y en Oriente.
Pero en Occidente se fueron hilvanando muchas y muy curiosas leyendas sobre la
mandrágora. Según una, se ha de tener gran cuidado al arrancar la raíz, porque se
afirmaba que la planta daba un terrible grito, capaz de hacer enloquecer, o, peor aún,
de matar a los que tiraban de ella. Los escritores antiguos decían que para arrancar la
planta de la tierra lo mejor era atarla al rabo de un perro, taparse bien los oídos y luego
dar una patada al desgraciado animal, el cual, de esta forma, sin darse cuenta,
cosechaba la planta. Así se evitaban los peligrosos chillidos. Una antigua creencia
popular inglesa asegura que las mandrágoras crecen particularmente bien a la sombra
de una horca, «alimentadas por las exhalaciones de los delincuentes ejecutados», lo
cual haría su cultivo extremadamente difícil y, de hecho, puede haber sido causa de
que, en inglés, la mandrágora recibiera popularmente el nombre de «rareza». Como la
mandrágora era una planta rara, hubo que recurrir a diversas imitaciones, hechas
generalmente con brionia (1). Esto era bien sabido por Dioscórides, el cirujano militar
griego del ejército romano durante el reinado de Nerón (años 54-68 de nuestra Era);
Dioscórides, aprovechando las oportunidades de viajar que le daba su profesión, se
dedicó a estudiar las plantas y sus propiedades. Así fue como llegó a ser el primer
botánico médico, y sus conocimientos fueron usados sin apenas cambio durante
dieciséis siglos. Aunque Dioscórides recomienda beber vino de mandrágora contra el
insomnio o los dolores, se opone a muchas de las «ridículas», y «estúpidas historias»
que se contaban sobre esta planta y sus supuestos efectos letales o psicológicos al
arrancarla de la tierra.
No es del todo válida la opinión de un historiador médico respecto a que las
mandrágoras eran terapéuticamente innocuas, debido al hecho de que André Paré,
cirujano humanista del siglo XVI, rechazara esa planta como droga pre-operatoria. La
mandrágora que crece en el sur de Europa y en el Levante puede muy bien ser, desde
el punto de vista farmacológico, una planta distinta de la que se da en climas más fríos.
Es bien sabido que, en lo tocante a su contenido alcaloide, las diversas variedades de
la misma especie de planta pueden diferir notablemente. Detalles de cultivo, horas
diarias de sol durante las cuales crecen y muchos otros factores pueden también
introducir importantes diferencias en el contenido de principio activo, incluso dentro de
la misma especie de planta.
(1) También, nueza. Planta cucurbitácea, de raíz muy gruesa y carnosa, que se emplea en terapéutica. - (N. del T.)
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
El trato que reciben después de cosechadas, el lugar donde se guardan y el método
de preparación para su uso alteran también el efecto terapéutico de las sustancias
vegetales. Un destacado botánico nos recuerda que la raíz de mandrágora es muy
semejante a la de la belladona y contiene un alcaloide llamado mandragorina. Es muy
probable -piensa este botánico-, que se trate de una sustancia idéntica a la atropina o
hiosciamina. Si es así, es posible que algunos de los efectos de la mandrágora, que
pasan por absurdos, resulten después de todo verdaderos. Es sabido que grandes
dosis de atropina perturban seriamente la función psíquica. A elevadas dosis dan
síntomas que recuerdan la embriaguez alcohólica y que se resuelven, aumentando la
dosis, en un profundo sueño. El que se halla en el estado levemente ebrio provocado
por la atropina, se siente invadido por una sensación de optimismo cuyo efecto tiende
a ser muy prolongado.
Una de las formas en que los charlatanes de feria producían «mandrágoras» para
vender a sus clientes consistía en «grabar en las plantas, cuando aun estaban verdes,
formas masculinas y femeninas, injertando para ello cebada o mijo en las partes donde
se quisiera dar la impresión de cabello humano. Luego, excavando un hoyo en el
suelo, metían en él las plantas y las cubrían con arena hasta que las semillitas
echaban raíz, lo cual, según se dice, se produciría al cabo de veinte días como
máximo. Luego, estos impostores desenterraban las plantas sirviéndose de un cuchillo
muy afilado, cortaban, recortaban y pulían tan diestramente los pequeños filamentos
de las semillas, que les daban el aspecto del cabello que crece en las diversas partes
del cuerpo humano».
Si pasamos de la mandrágora a otras plantas de las que también se decía, desde los
tiempos más remotos, que tenían virtudes rejuvenecedoras, veremos que las más
antiguas son las orquídeas. Es difícil comprender el motivo de que a esta numerosa
familia vegetal le atribuyeran propiedades terapéuticas los primitivos profesionales de
la Medicina. Por lo que se refiere a las orquídeas terrestres, puede invocarse aquí la
doctrina de la similitud. Como quiera que las orquídeas se entrelazan tenazmente con
árboles fuertes -los cuales, a su vez, son también venerados con frecuencia por sus
virtudes rejuvenecedoras, como veremos más adelante-, se puede suponer que
tendrían también, en este aspecto, gran poder y fuerza. En lo que concierne al
rejuvenecimiento sexual, esta misma tendencia a unirse a otras plantas sugiere la idea
del acto sexual, pero es difícil aplicar tal teoría a las raíces tuberosas de las orquídeas
terrestres. Lo máximo a que puede llegarse es a admitir cierta semejanza entre la
forma de estos tubérculos y la de los testículos. La palabra orquídea, como es bien
sabido, significa, en latín, con forma de testículo (1), y este argumento podría
extenderse a los seudo bulbos de las orquídeas terrestres, cuya forma es muy
semejante. Es sumamente probable que estas teorías tengan más de imaginación que
de realidad, y tal vez lo que ocurrió fue que, al hallarse las orquídeas distribuidas por
todo el mundo (la Orquidacae es la familia más numerosa de las Monocotiledóneas,
incluidas las hierbas), su forma, en apariencia tentadora, invitase a usarlas
experimentalmente como alimento o medicamento. Y tal vez al hecho de haberse dado
cuenta la gente de sus efectos fisiológicos, se debió el que la orquídea pasara a
engrosar el arsenal de las plantas rejuvenecedoras. La orquídea purpúrea temprana
(Orchis mascula) recibe muchos nombres locales que sugieren relación con el
rejuvenecimiento sexual, y en Europa, a partir de la Edad Media, los herbarios
contentan instrucciones para hacer agua de satirión.
(1) En efecto , la voz latina orchis significa testículo y el sufijo dea, «en forma de». - (N. del T.).
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Hyeronimus Braunschweig, en su Liber de arte distillandi, dice que si esta agua se
toma a la dosis de onza y media por la noche y por la mañana, «causa gran calor, por
lo cual induce a la lujuria del acto de la generación y estimula la secreción de
esperma». En el siglo XVII, en Nueva Inglaterra, se hacia con orquídeas una infusión
de vino, y John Josselyn, en 1672, vio «una mujer lujuriosa... preparando una poción
amorosa» con raíz de orquídea, «que causó el efecto deseado». Volviendo a la
Inglaterra europea, vemos que, según se dice, «en Cobham Park, en el condado de
Kent, crecen suficientes orquídeas para dar placer a las mujeres de todos los
marineros de Rochestern». A pesar de todo, no era un producto natural, sino la raíz
molida y seca de la orquídea, lo que se consideraba como agente rejuvenecedor.
Las propiedades del salep polvo obtenido de las tuberosidades - impusieron
grandemente en el mundo su fama de agente rejuvenecedor y estimulante.
Al principio se usaba mucho en Oriente, por lo general importado de Levante, pero, en
1760, el químico francés Geoffroy descubrió la composición de este polvo y demostró
que podía obtenerse también de la orquídea francesa. Los alemanes lo imitaron en
seguida, y los ingleses, a su vez, no tardaron en preparar su propio salep con
orquídeas terrestres corrientes.
Un tal Mault de Rochdale explica así la técnica:
«Lávense en agua las raíces frescas y sepárese la piel oscura, externa, o métase
en agua caliente y sepárese la piel frotándola con un trapo. Pónganse las raíces
blanqueadas en una bandeja metálica y cuézanse al horno por espacio de seis a
diez minutos, durante los cuales perderán su color lechoso y adquirirán la
transparencia de huesos. Sáquense del horno y déjense al aire durante varios
días, para que se endurezcan. También pueden endurecerse dejándolas en el
horno mismo durante unas horas. Luego se muele hasta obtener la cantidad de
polvo deseada».
Sin embargo, el salep era difícil de moler, y a menudo había que hacerlo con rueda de
molino. Casi todos los países del Oriente Medio y Cercano producían grandes
cantidades de salep, y hacia mediados del siglo XIX, solo de Esmirna se exportaron
bastante más de trescientas toneladas.
De ordinario, el salep se tomaba disuelto en agua o mezclado con una bebida
alcohólica. Este segundo método era mas ventajoso porque el polvo se disolvía mejor,
y es de suponer, además, que la solución mucilaginosa resultaba más agradable al
paladar. En el siglo XIX se solía servir, en muchos establecimientos elegantes, en vez
de café, y en Fleet Street (Londres), había incluso una a «Salep House» (o
establecimiento en que se servia salep). Es difícil saber si el salep era algo más que
una moda o si, en efecto, tenía virtudes rejuvenecedoras. La creencia es antiquísima y
se encuentra incluso en términos mitológicos. Ciertas especies de Orchidacae reciben
el nombre de satirión, lo que parece indicar que eran consideradas capaces de
provocar la conducta propia de los Sirios en quienes las tomaban. La abundante
producción mundial de salep seria también significativa si no fuera por las pruebas
que tenemos de la existencia de otras sustancias que durante mucho tiempo gozaron
de una reputación totalmente infundada.
Desde el punto de vista científico, el salep constituye más bien una decepción. En
farmacopea figura sólo como un emoliente mucilaginoso y, como tal, se digiere sólo en
parte y se expulsa, inmodificado, con las heces. Sin embargo, en su estado primitivo,
las raíces de orquídea contienen un aceite volátil de incierta composición, junto con
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
una sustancia nitrogenada que no se ha identificado aún. En general puede decirse
que la información farmacéutica de que disponemos no basta para negar que las
orquídeas tengan propiedades estimulantes o rejuvenecedoras, y quizá convenga
esperar a que se realicen mas estudios farmacológicos en este sentido.
Otro tubérculo que también
gozó de fama universal como afrodisíaco es el
Convolvulus batatas, o batata. Es posible que la doctrina de la semejanza pueda
aplicarse también en este caso, porque la tendencia natural de esta planta a
enroscarse da la impresión de un parásito que se aferra a un tibol con sus zarcillos. Y
esto, en las tradiciones y la observación popular, se interpreta siempre en el sentido de
un hombre abrazando a una mujer. El origen de este tubérculo es oscuro, y no falta
quien afirma que los Incas del Perú y los primitivos habitantes de las Indias
Occidentales fueron sus primeros cultivadores. En la tierra, la parte acrea o emergida
de este tubérculo se nos muestra como una planta trepadora de hoja perenne muy
semejante a la corregüela de los setos vivos. La batata no tolera la helada, pero se
cultiva mucho en Japón, China, islas de los mares del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Fue llevada a aquellas islas ya muy pronto, y la patata que menciona Shakespeare no
es tal, sino la Convulvulus batatas.
John Gerard, el barbero-cirujano nombrado herbolario real por Jacobo 1 de Inglaterra,
que cultivó más de mil variedades distintas de hierbas en su jardín de Holborn
(Londres), describe los esfuerzos que hizo por cultivar la batata, pero se encontró con
que no podía florecer y que se pudría durante los fríos meses invernales.
También da muchos otros interesantes detalles del Londres del siglo XVI y se refiere,
por ejemplo, a las flores silvestres que crecían en los fosos de Piccadilly y a las calen
dulas que había en el terreno fangoso que rodeaba a Paddington. Las batatas se
cultivaban en otros países, principalmente como alimento, y hubo una época en que
constituyeron el régimen dietético básico de los maoríes. Sin embargo, como agentes
rejuvenecedores habían de ser preparadas como dulce o confitura.
Aunque las batatas fueron siempre, en cierto modo, una rareza en Inglaterra, como
alimento o como agente rejuvenecedor, hay una planta común, el acebo o agrifolio
marino, o Eryngium maritimum, que, por muy sorprendente que parezca, conquistó una
sólida reputación como afrodisíaco o rejuvenecedor. En la Inglaterra isabelina, las
raíces de esta planta eran confitadas y, con toda probabilidad, Falstaff se refiere a ellas
al decir «dulce oscular». Según se decía, fue popularizado por un boticario de
Colchester, llamado Robert Burton, y los adulces de Colchesters solían ser regalados
periódicamente a la familia real. Según Gerard, los agrifolios confitados o conservados
en azúcar eran beneficiosos para «la gente vieja y cargada de años, que está
consumida por la edad». Su receta para hacerlos es la siguiente:
«Se toma una libra de azúcar refinado, una yema de huevo y una pinta de agua pura; se
hierve todo y se le quita la espuma; se deja luego que hierva hasta que se convierta en
un jarabe espeso, y cuando está así, mientras se enfría, se le añade una platillo lleno de
agua de rosas, una cucharada de agua de canela y un grano de almizcle que haya sido
macerado y colado la noche anterior. En el jarabe, cuando este ya a medio enfriar, se
ponen las raíces en remojo y se dejan hasta el día siguiente» .
Las raíces habrán sido tratadas de la siguiente manera:
«Después de lavadas y seleccionadas, se hervirán en agua limpia durante cuatro horas,
hasta que se ablanden. Entonces se pelarán de la misma forma que si fueran chirivias y
se extraerá la medula del extremo de la raíz. Pero si hubiere alguna cuya médula no se
pudiera extraer en el extremo, entonces lo que hay que hacer es henderla y sacarla de
esa manera. Conviene no manosearlas mucho, para que no se ensucien, y se dejarán en
el jarabe hasta el día siguiente. Entonces se pondrán en una sartén grande hasta que se
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
calienten mucho, pero sin llegar en modo alguno a hervir. Se dejan al fuego una hora o
más, cambiándolas de sitio en la sartén con una espátula de madera. Una vez hecho
esto, téngase listo un papel grueso, sobre el que se habrá espolvoreado azúcar, y
échense encima las raíces, tras haberlas sacado de la sartén. El papel se pondrá luego
en un invernadero, para que allí se endurezcan las raíces. Pero si no se dispone de tal
lugar, lo mejor es ponerlo ante un buen fuego, porque de esa manera la confitura queda
tan bien, que nadie podrá ofrecer otra mejor. Y así se podrá confitar cualquier raíz, la cual
resultará no sólo delicada en extremo, sino también muy sana y muy eficaz contra las
diversas enfermedades a que hemos hecho alusión anteriormente» .
Los confites eran recomendados también como agentes rejuvenecedores sexuales
por el autor del Jardín perfumado: «Por tanto, si un hombre quiere entregarse
apasionadamente al placer del coito sin sufrir por demasiada fatiga, será preciso que
adquiera fuerzas con alimentos y confites excitantes... »
Los agrifolios marítimos, como se deduce de su nombre, crecen a lo largo de la orilla
del mar, llegan a alcanzar unos 45 cm de altura y dan flores azules. El nombre
científico de esta planta deriva de una palabra griega que significa eructar, y durante
muchos siglos sus raíces fueron consideradas como agente diurético y diaforético,
además de ser apreciadas por sus virtudes estimulantes. En Suecia hubo una época
en que los tallos de sus flores se comban como si fueran espárragos. El agrifolio
marítimo se usaba antes mucho en toda Europa, y era particularmente apreciado en
Arabia. Según Loudon, «los mozos de cuadra ingleses mezclan frecuentemente la
planta seca con el grano que dan a los sementales durante la época de la cubrición».
El principio activo del agrifolio no ha sido identificado todavía. Al parecer, la raíz causa
un efecto farmacológico determinado, porque tiene virtudes diaforéticas, diuréticas y
expectorantes. Los dulces de agrifolio solían ser muy populares para tratar la
tuberculosis. Por lo que se refiere a sus efectos diuréticos, es posible que sean
debidos a la presencia de un aceite volátil que irrita las vías urinarias.
Es bien sabido que ciertos aceites volátiles naturales, durante largas temporadas,
originaron congestión de la pelvis, y éste puede ser quizás el motivo de que el agrifolio
marítimo haya adquirido fama de rejuvenecedor sexual.
Otra planta considerada como agente rejuvenecedor es el llamado jaramago, o
Hesperis matronalis. Pertenece a la gran familia de las cruciferae, y muchas
variedades de este orden vegetal, no venenoso, se comen en ensalada. No es válida
la idea de que el factor antiescorbútico del jaramago pueda ser la razón de su
popularidad como rejuvenecedor -y, en realidad, todo el que tenga una grave
avitaminosis C puede salir beneficiado si lo come-, por que casi todos los vegetales
que se comen en ensalada contienen esta vitamina.
Lo más probable es que el jaramago contenga una sustancia, aún por identificar,
dotada de intensos efectos farmacológicos. Una comida abundante a base de hojas de
jaramago acaba con vómitos. Mientras siga sin identificar el principio activo que
provoca los vómitos, resulta del todo imposible afirmar si esta planta tiene o no
verdadero valor como agente rejuvenecedor. El hecho es que estas propiedades del
jaramago fueron tomadas en serio por los romanos, han persistido hasta nuestros días
y son recomendadas en un divertido libro de «Recetas rejuvenecedoras». Norman
Douglas, el principal de sus autores, que vivió más de ochenta años, será recordado
probablemente como fundador de la escuela de escritores de Capri y autor de la
discutida novela Southwind (1).
(1) Libro del Sur. El libro a que aquí se alude es una compilación de recetas culinarias afrodisíacas
titulada «Venus in the Kitchen», o sea, «Venus en la cocina», con prólogo del novelista ingles c&lico
Graham Cmene. - (N. del T.).
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Murió, según nos cuenta Graham Greene, «trás una vida abierta, tolerante y llena de
aplomo. Muchos han dicho de su vida que fue “mal vivida”, pero esos jueces son
precisamente aquellos cuyo juicio condenatorio constituye la más alta alabanza.
En cierto modo, fue el quien creó Capri: ha habido suicidios, fraudes, violaciones,
robos, funerales y procesiones que, de no haber existido Douglas, nunca se habrían
producido de la forma que se produjeron».
Greene piensa que es natural que Norman Douglas pasara sus últimos días
compilando una colección de recetas de cocina rejuvenecedoras, porque «había
disfrutado de diversas formas de amor, dejando acá y allá hasta una docena poco más
o menos de recuerdos vivos... Se recuerda todavía a la vieja familia gitana del norte de
Italia que viajó hasta la misma Capri sólo por pasar una tarde con Douglas y mostrarle
su último nieto». Ésta es, sin duda, una notable y quizás única alabanza dirigida a un
hombre que empezó su carrera literaria como tercer secretario de la Embajada de Su
Majestad Británica en San Petersburgo y escribió un informe sobre la industria de la
piedra pómez en las Islas Lípari. El plato cuya receta figura en Venus ín the Kitchens
se compone de veinte hojas de jaramago, media lechuga y un diente de ajo picado,
aliñado todo ello con salsa francesa para ensaladas.
Es interesante recordar aquí otro jaramago de un tipo distinto: el jaramago marítimo, o
Eruca marítima. Es posible que éste sea el ajaramago silvestre, que tanto
entusiasmaba a Nicholas Culpepper, según se desprende de un herbario clásico,
escrito en el siglo XVII y titulado The Physician’s Guide to Plants. Dice de el «que
aumenta la cantidad de esperma», cura las mordeduras de serpientes, elimina «el mal
olor de los sobacos» y, como si todo esto fuera poco, cura cicatrices feas, granos y las
marcas que deja la viruela.
Según parece, Nicholas Culpepper fue algo extraordinario, y se dice de el que tenia «la
cabeza tan a pájaros como una nube de gorriones». Creía firmemente en la Botánica
astrológica, es decir, en la influencia de los astros sobre el mundo vegetal, y, aunque
era solo boticario, se atribuyó gratuitamente un falso doctorado en Medicina, y llegó a
tener consultorio en la Casa del Leon Rojo, en Spitalfields.
Esto fue causa de fricciones con el Colegio de Médicos, al cual solía llamar «grupo de
doctores arrogantes, dominantes, cuyo ingenio había nacido unos quinientos años
antes que ellos».
Pero no debemos juzgar su opinión del jaramago silvestre con demasiada severidad
basándonos en su aparente credulidad, porque en la historia del arte de rejuvenecer
encontramos, acá y allá, pequeños tesoros de información científica que parecen exigir
una profunda revisión de cuanto se refiere al rejuvenecimiento humano con ayuda
vegetal. Un buen ejemplo de esto lo tenemos en la hierba llamada fenogreco o alholva.
Esta hierba crece normalmente en las orillas orientales del Mediterráneo, pero también
se cultiva mucho en la India, África, Egipto y Marruecos. También puede darse en las
Islas Británicas. Su nombre deriva de Foenum graecum, que quiere decir heno griego.
Fue usada durante muchos años como aditamento para el heno y gozó de gran fama
entre los profesionales de la Medicina y la seudo medicina como agente
rejuvenecedor, afrodisíaco y estimulante desde los tiempos del antiguo Egipto y la Era
grecorromana.
(1) Viento del sur. El libro a que aquí alude es una compilación de recetas culinarias afrodisíacas
titulada «Venus in the Kitchen», o sea, «Venus en la cocina», con prólogo del novelista inglés católico
Graham Greene. – (N. Del T.)
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Lo más probable es que los antiguos advirtieran ya la mejoría que experimentaba el
ganado cuando comía esta hierba, de unos 70 cm de altura, de flores relucientes rojo
cereza. Lo cierto es que la planta y sus semillas acabaron siendo incluidas en el
arsenal terapéutico del médico. Seria erróneo desechar las supuestas virtudes del
fenogreco diciendo que son una fantasía más de la Medicina primitiva, porque es un
hecho que contiene un aceite muy complejo parecido, en su composición, al de ricino.
Esto, probablemente, explica el bienestar que proporciona el fenogreco tanto a los
animales como a los hombres en cuyo régimen dietético habitual faltan las vitaminas A
y D. Por lo que se refiere a los agentes rejuvenecedores propiamente dichos, el
fenogreco contiene otra sustancia: la trimetilamina. Esta sustancia actúa como
hormona sexual en las ranas, a las que hace cambiar de piel y prepararse para la
reproducción. Soluciones diluidas de esta sustancia incrementan la producción de
flores en ciertas plantas y dan por resultado el desarrollo de algunos tumores
vegetales. Pero aún no se sabe con certeza los efectos que pueda tener en el ser
humano.
Antes de abandonar el tema del rejuvenecimiento con ayuda vegetal, es preciso
mencionar el papel que desempeñan los árboles en este problema. Es interesante
recordar que hay pocas pruebas de ello en las «Grandes familias europeas de origen
ario», que menciona Frazer en su Golden Bough. Por supuesto que estas personas
adoraban los árboles antes de la llegada del cristianismo, y aún hay muchas
reminiscencias de este tipo de adoración en múltiples costumbres populares. Lo más
probable es que sean restos de primitivos ritos las tradiciones relacionadas con el
«arbol de mayo» en Inglaterra; el abedul de Pascua de Pentecostés en Rusia; las
ceremonias del abeto del solsticio de verano en Suecia y otros varios ritos arbóreos.
Los descendientes más directos de los antiguos habitantes de la India, África, Arabia y
algunos países sudamericanos adoptaron una actitud muy distinta por lo que se refiere
a los árboles, muchas especies de los cuales llegaron a ser consideradas como
fuentes de rejuvenecimiento y buena física. El Durio zibethinus o espino frutal, bella
planta silvestre que crece hasta alcanzar más de 2 m de altura, constituye un
interesante ejemplo de esta creencia. Se encuentra en zonas tan apartadas entre sí
como Sumatra, Java, Islas Filipinas, Península Malaya y Golfo de Bengala, y da un
fruto del tamaño de un coco grande, con una cáscara muy dura. Contiene cinco
semillas ovaladas, del tamaño de castañas, y su sustancia, de color crema y
gelatinosa, es descrita así por Wallace, explorador del archipiélago malayo: «Es como
natillas espesas de mantequilla, muy sazonadas con almendra, y despide un aroma
que recuerda vagamente el queso de crema, la salsa de cebolla, el jerez dulce y otras
incongruencias por el estilo... No es ni ácida, ni dulce, ni jugosa, y se tiene la impresión
de que no existe una palabra para expresar estas cualidades, porque es perfecta tal y
como es». Farmacológicamente sigue siendo un misterio, pese a lo cual, hay quienes
la comen aún para rejuvenecerse ».
El fruto seco del palmito, el margallón, muy abundante a lo largo de la costa sur de los
Estados Unidos, se considera también muy eficaz como agente rejuvenecedor de los
tejidos, en especial del de los órganos genitales. En este caso, aunque tenemos
grandes conocimientos sobre sus ingredientes, y sus semillas se usan en Medicina
para el tratamiento de las enfermedades de las vías respiratorias y de los trastornos
digestivos, y también como tónico y afrodisíaco, no se han identificado aún los aceites
y alcaloides básicos que contribuyen a sus efectos terapéuticos.
Evidentemente, hay muchos otros ejemplos de productos arbóreos con propiedades
rejuvenecedoras. Las semillas del almizcle son veneradas en Egipto e India; la resina
del lentisco, o almáciga, se usa mucho todavía en Oriente; el jugo del tronco de la
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
palmera, en África y Arabia. La razón exacta de que algunos productos de ciertos
Árboles hayan ganado esta reputación, mientras muchos otros, indígenas de diversas
regiones, siguieron sumidos en el anonimato, es un misterio que sigue sin resolver, a
menos que se deba a que quienes los usan como estimulantes o tónicos rejuvenecedores comprobaran personalmente que les daba el resultado apetecido.
Se cuenta que Gilgamés, el héroe de la epopeya babilónica, fue en busca de la hierba
llamada «El viejo que rejuvenece». Habiendo oído decir que la planta crecía en el
fondo del mar, Gilgamés se embarcó en un bote de remos, se lastró con piedras, se
hundió en el mar en el Golfo Pérsico, cogió la planta y volvió a su tierra, con la hierba
rejuvenecedora. Por desgracia, como Asiria es Asiria, un día Gilgamés, durante el
camino de regreso, sintió ganas de bañarse y, mientras refrescaba en un lago su
cansado cuerpo, una serpiente le comió la planta. De esta manera -dice la leyenda-,
las serpientes se volvieron inmortales y el hombre perdió para siempre toda esperanza
de rejuvenecimiento. Esta historia tiene interés en muchos aspectos, uno de los cuales
-y no el menos importante- es la hipótesis de Alex Comfort -probablemente, el
gerontólogo más experimentado de nuestra época, según la cual, ciempieces y reptiles
envejecen en realidad tan despacio, que son virtualmente inmortales, y cuando
mueren, lo más probable es que sea debido, no a modificaciones seniles, sino,
simplemente, a desgaste natural.
También en la India existe una leyenda sobre el rejuvenecimiento con ayuda
vegetal. Se cita en ella la planta llamada soma, que el famoso médico cirujano
Sushruta describe con gran detalle. Esta planta, según parece, crecía en toda la India,
desde el Himalaya hasta el Indo, desde el Punjab hasta Cachemira. Su aspecto era tan
bello como la Lunas y tenia quince hojas, una de las cuales crecía cada día de la
«quincena iluminada» de la Luna, hasta llegar al número justo, y entonces la planta
empezaba a decaer día a día, a medida que decrecía la Luna, hasta que, finalmente, el
tallo quedaba despojado. El bulbo del soma tiene que ser pinchado con una aguja de
oro para extraer de él su principal agente activo, y el líquido lechoso ha de ser recogido
en una vasija, también de oro. Los ritos para beber el liquido del soma están prescritos
con gran detalle. El médico recomendaba, ante todo, que se escogiese un día y una
hora propicios. Luego el paciente tenía que purgarse y descansar en una estancia
sombreada y cómoda. Después de bendecir la planta, se extraía el jugo como ya
hemos dicho y se bebía de un solo trago. Finalmente, el enfermo recibía la orden de no
dormirse, sino seguir despierto, meditando. Por si el lector cree que este tratamiento
era puramente folclórico, o sea, que el principal agente terapéutico consistía en la
sugestión, diremos que se desencadenaban fuertes reacciones fisiológicas. Muy a
menudo, la consecuencia de beber el jugo del soma era una copiosa diarrea, seguida
de vómitos. La costumbre, entonces, era la de prohibir todo alimento, por lo que, al
cabo de unos días, el paciente había perdido buena parte de su peso. El séptimo día
sólo se percibía ya en él vida latente, porque la chispa vital se conservaba en su
cuerpo gracias a la fuerza del soma. Sin embargo, este tratamiento no era más que el
principio.
Al octavo día, ala piel se resquebraja; los dientes, las tias y el cabello empiezan a
desprenderse, y el cuadro clínico era entonces bastante parecido al que ofrecen los
pacientes tratados con sustancias citotóxicas. Una vez el enfermo había llegado a este
extremo de debilidad, era bañado en un cocimiento de soma, y el decimoséptimo día
aparecían en su boca ardientes nuevos, bien formados, simétricos, fuertes, duros y
limpios como diamantes. A partir de entonces se añadían alimentos sencillos a su
régimen lácteo, y, al fin, le crecían uñas relucientes, de color coral, semejantes, por su
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
brillo, al sol naciente, así como también pelo negro y brillante. La piel adquiría el tono
de la flor de Ioto, y la musculatura mostraba un desarrollo nuevo y lleno de vigor.
El proceso de rejuvenecimiento tardaba en total siete semanas, durante las cuales le
estaba prohibido al paciente mirarse al espejo y tenía que concentrarse en aprender a
renunciar a todas las pasiones y a la iras.
El rejuvenecimiento por obra del soma parece bastante alarmante, pero los hindúes
creían, sin duda, que valía la pena, porque permitía, a quien recurriese a el, vivir
durante diez mil veranos en la tierra, disfrutando de todos los placeres de la juventud y
conservando tal vigor y fuerza, que no era en modo alguno inferior a la fuerza junta de
mil elefantes en celos. Aun teniendo en cuenta la exageración optimista de Sushruta,
el fenómeno es, desde luego, impresionante. Uno de los cuatro libros sagrados de la
India, el Rig-Veda, el libro de los mil himnos, se muestra menos optimista y dice
sencillamente que, tras beber el soma, nos sentimos
inmortales:
hemos entrado en Ia luz
y conocido a todos los dioses.
La fecha del libro de Sushruta no ha podido ser deducida con toda precisión. Muchas
de las hierbas medicinales que prescribe se usan todavía en la India como materia
médica, pero no queda resto alguno de la planta soma en toda la exuberante flora del
subcontinente indio. Ilza Veith cree que el soma, al igual de muchos otros antiguos
extractos vegetales que han encontrado un lugar en la terapéutica moderna, como, por
ejemplo, la Rauwolfia serpentina, la efedrina y la quinina, se redescubrirá tarde o
temprano. Entonces la poción «divina de la juventud y la serenidad eternas» podría
ser disfrutada de nuevo por la Humanidad.
No es nada fácil resumir el papel desempeñado por las plantas en la historia del
arte de rejuvenecer. Es evidente que en el pasado gozaron de gran consideración y
que aquí no hemos podido hacer otra cosa sino mencionar algunos de los ejemplos
más notables. Es algo imposible da saber hasta qué punto resultaron eficaces para
quienes las usaron. Con frecuencia, lo único que se les pedía era rejuvenecimiento
sexual, que, al parecer, dieron a menudo.
Pero es posible que el dato más importante que se extraiga de este superficialísimo
análisis del rejuvenecimiento con ayuda vegetal, sea la pobreza de nuestros
conocimientos sobre muchos de los principios activos que se obtienen de las plantas.
Con frecuencia, los aceites esenciales no tienen ni siquiera nombre, y los que lo tienen
no han sido aún analizados científicamente. Lo mismo cabe decir de muchos de los
alcaloides que se encuentran en las plantas, y no podemos por menos de admitir que
tal estado de cosas resulta sorprendente en el tan cacareado mundo científico de
nuestro siglo.
14
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
3
LOS PRODUCTOS ANIMALES Y EL
REJUVENECIMIENTO
Aparte las actividades desarrolladas durante los siglos XIX y XX por profesionales
como Metchnikow, Steinach y Niehans (véanse los capítulos 5, 6 y 7), hemos de
convenir en que en la historia del rejuvenecimiento se ha hecho mucho menos uso de
materia prima zoológica que de derivados vegetales. Desde luego, hay precedentes
antiguos en esta cuestión, y el arte-ciencia de la farmacia se halla fuerte e
indisolublemente unido a los atavismos de la Medicina primitiva, Por lo que se refiere a
la Medicina europea, la situación durante la segunda mitad del siglo XVII, puede ser
estudiada en las farmacopeas de la época. Nicholas Culpepper dedica menos de tres
páginas a «Partes de seres vivos y excrementos, junto con los a que habitan en el
mar», en un libro de 305 páginas titulado London Dispensatory. Otras obras
semejantes de la bibliografía médica dan más o menos la misma importancia a los
derivados zoológicos en la Medicina de la época. Muy pocos de los productos
animales citados por Culpepper pasaban por tener propiedades rejuvenecedoras. El
cerebro de la liebre, asado, era considerado bueno contra los «temblores», y también
ayudaba a los niños a «echar los dientes con facilidad». Las cataratas, esa «piel» que
crece sobre los ojos, se curaba con la «cabeza de un gato negro como el carbón, que
se reducía a cenizas en un puchero nuevo y de las que se ponía un poco en el ojo».
Contra la gota se recomendaba «la cabeza de un milano joven», tratada de la misma
manera. Los ojos de cangrejo -que, dicho sea de paso, no tienen nada que ver con el
animal así llamado, ya que se trata de ciertos cuajos que se encuentran en el
estómago de los langostinos, los cuales, por aquellos días, abundaban bastante en
ríos y arroyos- curaban el «mal de piedra», y la vejiga del macho cabrío o de la oveja,
reducida a cenizas, ayudaba a curar «la diabetes y la estanguria».
Los que creen ver pruebas de la existencia de la magia simpkica en la farmacopea del
siglo XVII al leer que «los pulmones de zorro, bien desecados y no quemados» servían
a modo de «reforzantes del pulmón», no sabrán probablemente explicarse el motivo de
que la «yarda [pene] del ciervo» sea recomendada para drenar los mordiscos de las
grandes bestias».
La lectura de las curaciones con materias animales practicadas hace trescientos
años, nos revela que nuestros antepasados padecían las mismas enfermedades y los
mismos achaques que han heredado nuestros cuerpos. Además de las dolencias
orgánicas, tratadas con tanta seguridad -por ejemplo, «ese pequeño hueso triangular
que se halla en el cráneo del hombre y que se llama Os triquerum, cura tan por
completo la epilepsia que nunca más vuelve-, abundaban también las enfermedades
psicosomáticas. El alcoholismo se curaba poniendo una anguila viva en la bebida
favorita del dipsómano y dejándola ahogarse en ella. El paciente apuraba el líquido, «y
nunca más volvía a apetecerle el alcohol». El suero se usaba para curar enfermedades
depresivas. La grasa de ganso se empleaba en ginecología para la «rigidez uterina», y
a aquellos cuyos abusos amorosos habían degenerado en la llamada «caída de los
riñones», se les aconsejaba comer pichones jóvenes.
En el London Dispensatory encontramos una breve alusión al rejuvenecimiento sexual:
«Los sesos de gorrión provocan, en el que los come, una lujuria exaltada». Pero si lo
15
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
que se deseaba eran curas de carácter más general, resultaba preferible una fórmula
farmacológica más compleja y de tipo francamente botánico. Un ejemplo era el
llamado polvo Laetificans: «Tómense flores de clavo, albahaca o sus semillas, azafrán,
cedoaria, madera de áloe, favos, limón, galanga, macis, nuez moscada, estoraque, a razón de
dos dracmas y media cada una; tagua, anís, tomillo, epftimo, a razón de una dracma cada una;
hojas de oro y plata, a razón de medio escrúpulo cada una; hueso de corazón de ciervo,
perlas, alcanfor, a razón de media dracma cada uno; redúzcase todo esto a polvo, de acuerdo
con las reglas del arte». Este polvo se mezclaba, a la dosis de media dracma, con cualquier
electuario, y causaba «alegría del corazón», facilitaba la digestión y «retrasaba la vejez».
Por lo que se refiere al rejuvenecimiento en general, fue casi corriente, hasta bien
entrado el siglo XVIII, el principio de administrar «tónicos nerviosos simples»,
aromáticos y dulces. El doctor John Quincey, famoso como lo xicógrafo médico y muy
conocido en su tiempo, recomendaba mezclas de este tipo con tónicos nerviosos,
porque «entran en los nervios y los empapan..., con lo que sus vibraciones resultan
vigorizantes..., calman el corazón, refuerzan el cerebro... y a medida que nuestro
cuerpo se va debilitando con la edad..., resultan cada vez más convenientes».
Pero cuando de lo que se trataba era de rejuvenecer sexualmente y no en
general, entonces el mundo animal resultaba más apropiado, y algunas de las recetas
al respecto tienen gran antigüedad. Al parecer, los griegos tenían en mucha estima,
como estimulantes sexuales, los cangrejos, las almejas, los caracoles y los huevos. Es
interesante mencionar que los autores de «Venus in the Kitchens» -tal vez los únicos
que han meditado amplia y seriamente sobre las propiedades rejuvenecedoras de
diversos alimentos- citen varias recetas en las que se usan estos mismos ingredientes.
Una curiosa receta es la enigmática Caracoles a la C.C.C.. Nº 111. Se hierven
caracoles en agua salada, luego se fríen en aceite de oliva junto con cebolla, ajo,
perejil y champiñones -todos estos ingredientes son elementos rejuvenecedores de
vieja tradición popular- y, por fin, se añaden caldo y vino tinto fuerte. Los autores,
entusiasmados, dicen que «un viejo amigo probó este plato en Bolgidinga, una vez que
estuvo allí, y declaró que se sentía por lo menos diez años más joven».
En la Antigüedad gozaron de cierta fama muchos métodos de rejuvenecimiento,
fantásticos unos y prácticos otros. Quizás el más extraño sea el del hipómanes.
La primera mención conocida del hipómanes se encuentra en la Eneida. Virgilio, como
es sabido, nació en una granja cerca de la ciudad de Mantua, y lo más probable es que
el gran poeta nacional romano estuviese versado en tradiciones y sabiduría natural. Es
extraño que mencionase el hipómanes en relación con un veneno que la desdichada
heroína de la Eneida prepara antes de suicidarse.
Le traen hierbas, cortadas bajo la luz de la Luna
con hoces de bronce, henchidas de jugo
lácreo, de rara ponzoña, y el nudo carnoso
arrancado a la frente de un potro recién nacido [hipómanes]
para robar el amor materno.
Algo más tarde, el poeta satirice Juvenal menciona el hipómanes en su sexta sátira,
dirigida contra el bello sexo y que ha sido resumida con el epíteto: « ¿Para qué casarse
cuando hay soga con que ahorcarse?». Cesarea prepara una poción amorosa, que
contiene hipómanes, para dársela a Cais:
Quien, arrancando de la frente de una potrilla
el amor materno, lo derrama en el cuenco:
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
la sangre hirviente corre, silbando, por sus venas,
hasta que el humo enloquecido le llena el cerebro.
Unos dos siglos después, el famoso viajero y geógrafo Pausanias confirma las
propiedades rejuvenecedoras del hipómanes al escribir sobre la estatua de un caballo
que había en Olimpia, hecho por un mago, en cuya cabeza habían puesto hipómanes.
Aunque la estatua no estaba de masiado bien hecha, pues no tenía ni siquiera cola,
Pausanias nos dice que
«los caballos desean estar cerca de esta estatua no sólo en primavera, sino en
todos y cada uno de los días del año, y rompen las bridas o huyen de sus
conductores y corren a Altis para atacar a este caballo con mucha más furia que
si fuera la más bella de las yeguas... Sus cascos resbalan contra el costado de la
estatua, pero a pesar de todo no cejan en su empeño y relinchan y saltan
furiosamente contra la estatua, hasta que son echados de allí a latigazos o por
otros medios violentos, porque hasta que no se usan tales medios, es imposible
conseguir aparten del bronce»
Sería cosa fácil desechar esta extraña historia calificándola de folklore imaginario, pero
Pausanias tiene reputación de observador exacto. Frazer dice de el que era «un
hombre de carne y hueso» y su exactitud en las descripciones es indudable, «porque,
sin él, las ruinas de Grecia serían, en su mayor parte, un laberinto sin clave, un acertijo
sin solución».
Es curioso que el mundo científico haya mostrado tal indiferencia ante este
problema del hipómanes. Tampoco los expertos en folclore parecen haberse
interesado mucho -no se menciona el hipómanes en la admirable Bibliografía del saber
popular, del doctor Wilfrid Bonser-, aunque la palabra se usa popularmente en inglés:
el Shorter Oxford Dictionary nos dice que esta en uso desde el año 1601 y que solía
tener gran fama como afrodisíaco.
Poco a poco, esta voz fue adquiriendo una acepción secundaria, que acabó por
sustituir a la otra, y el hipómanes pasó a significar popularmente acierto humor que
segrega la yegua cuando está en celo. De vez en cuando se encuentra en la historia
de la Medicina alguna opinión razonablemente concreta sobre productos animales de
reconocidas propiedades rejuvenecedoras.
Cuando son formuladas por una persona de notoria sensatez y no dada a digresiones
imaginarias, vale la pena tenerlas en cuenta. Una persona de este tipo fue el eminente
naturalista del siglo XIII Alberto Magno, cuyo verdadero nombre era Albert von
Bollstädt. Fue monje dominico, enseñó en París y en Colonia y llegó a obispo de
Ratisbona. Una característica de su estilo es la de sacar deducciones basadas
estrictamente en la observación directa. En su libro X declara que «todo lo que escribo
aquí es el resultado de nuestra propia experiencia o ha sido tomado de autores de
quienes sabemos que han escrito lo que les confirmó su experiencia personal, porque
en estas cuestiones sólo la experiencia puede darnos certeza».
Alberto Magno se muestra partidario, como agente rejuvenecedor, del cerebro
de perdiz calcinado y convertido en polvo, que toma con vino tinto. Esto tiene interés,
porque la carne de la perdiz ha gozado durante muchos siglos de fama como
estimulante. Platina, el historiador de los Papas políticos del siglo XV, recomienda
«carne de perdiz, que es buena y de fácil digestión», porque no sólo «refuerza el
cerebro y facilita la concepción», sino que, además, «reanima el deseo medio apagado
de los placeres venéreos».
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Estos escritos subrayan una y otra vez la inevitable mezcla de rejuvenecimiento sexual
y general que parece haber preocupado a las personas desde los tiempos más
antiguos. El escritor chino Chin P’ing Mei, al tratar de cierta sustancia rejuvenecedora
secreta, subraya claramente este aspecto del problema al referirse a sus
rejuvenecedores favoritos:
El primer ataque te dejará lleno de vigor;
el segundo te dejará más fuerte aún que antes;
aunque doce exquisitas bellezas, todas ellas atavia[das de escarlata, esperen tu embestida,
las gozarás una a una según te agrade,
y toda la noche, tu arma seguía enhiesta,
En cien días, pelo y barba serán de nuevo negros;
de mil maneras, tu cuerpo conoced su poder;
tus dientes serán fuertes; tus ojos, más relucientes que nunca.
Como es sabido, los chinos han sentido, con cierta frecuencia, preocupación por el
rejuvenecimiento, y un remedio que goza aún de mucha fama en aquel país es la sopa
de nidos de ave, la cual es muy cara. Estos nidos tienen elaciones animales y
vegetales, pues están hechos por la golondrina con algas y huevas de pez, junto con
ciertas secreciones digestivas de la propia ave. El autor- de un erudito libro que trata
principalmente del rejuvenecimiento sexual, y que parece haber probado la famosa
sopa, opina que sus propiedades se deben a que es muy rica en fósforo, y advierte a
sus lectores que tomarla a dosis excesivas puede dar por resultado cierto grado de
reacción tóxica. Los que dan consejos dietéticos a quienes desean aumentar su
potencia sexual, caen con frecuencia en la trampa de recomendarles que coman
pescado, porque se cree que es rico en fósforo.
Esta creencia, naturalmente, es muy antigua, y John Davenport, en su obra
Aphrodisiacs and Antiaphrodisiacs, cuenta dos divertidas anécdotas sobre la supuesta
eficacia del fósforo en este sentido.
En la primera, un sultán, « deseoso de comprobar hasta que punto llegaba la
continencia de los derviches, llamó a dos de ellos a su palacio, y durante cierto
tiempo los alimentó con los más suculentos manjares. Así las cosas, les mostró a
dos odaliscas de gran belleza, pero todos sus atractivos y tentaciones resultaron
inútiles, porque los dos santones salieron de la prueba tan puros como el
diamante de Bejapur. El sultán los retuvo aún en su palacio sometiéndoles a un
régimen igualmente escogido, pero exclusivamente a base de pescado. Pocos
días después fueron sometidos de nuevo al ataque conjunto de la juventud y la
belleza, pero esta vez, aquello resultó demasiado fuerte.»
En otra parte de su libro, Davenport menciona un desdichado incidente en el que un
pato, propiedad de un boticario, comió de una vasija que contenta fósforo y «no cesó
de acosar a sus hembras», hasta que murió.
Muchas autoridades, incluso médicos, han aceptado esta creencia. Sin embargo, los
datos dietéticos de que disponemos no resultan convincentes. La harma de soja
contiene más del triple de fósforo que el caviar; el chocolate en polvo, tres veces y
media mAs que la langosta, y el queso de Parma, casi seis veces más que las ostras.
Y si buscamos sólo entre los peces como fuente de fósforo animal, encontraremos
escasas pruebas dietéticas de que ese elemento tenga mucho que ver con la
reputación de que gozan ciertas especies de peces. El conocido estribillo
18
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
La ostra es lujuriosa,
la langosta es rijosa,
pero los camarones ...
es menos interesante de lo que parece a primera vista si se considera que las sardinas
contienen casi cuatro veces más fósforo que los camarones. Diríase es razonable
suponer que si mucha materia animal se usa con éxito en experimentos de
rejuvenecimiento general, ello se debe sólo a su gran contenido en proteínas; el
fósforo, o cualquier otro producto animal que se aduzca, carece por completo de
relación con el asunto.
Las enfermedades debidas a deficiencia de ciertas materias básicas para la vida
humana predominaron principalmente en los siglos anteriores, cuando se carecía de
facilidades.
Collen, general que combatió contra los turcos, lo bebía siempre antes de
comenzar sus batallas, para aumentar su magnanimidad y valor, lo que consiguió
admirablemente. Este espíritu estimula también maravillosamente a los que son
lentos y reacios al amor.
El ácido fórmico y sus sales se encuentran en las hormigas en gran cantidad y fueron
muy explotados como sustancias rejuvenecedoras hasta bien entrado nuestro siglo.
Quizá la Humanidad esperase, al beber estos remedios hechos con productos
fórmicos, absorber parte del evidente vigor y energía de este insecto. Si tales eran sus
esperanzas, lo cierto es que, a medida que estos productos fueron siendo estudiados
farmacológicamente, se vio que carecían de base. Administrado oralmente, el ácido
fórmico causa, más o menos, los mismos efectos que el vinagre (ácido acético), al que,
por supuesto, se parece también muchísimo químicamente. El formiato, aunque su
metabolismo es menos rápido que el del acetato, constituye una sustancia bastante
inofensiva, que carece casi por completo de efectos farmacológicos perceptibles. En el
cuerpo humano se producen normalmente grandes cantidades de formiato, y el
hombre elimina cada día con la orina casi 120 mg. Sus efectos rejuvenecedores, si es
que los tiene, deben de ser puramente psicológicos. Pero si las hormigas, al
examinarlas mejor, parecen haber resultado ineficaces por completo, el mundo de los
insectos puede dormirse tranquilamente en sus laureles si tenemos en cuenta a la
cantárida. Para ser exactos, diremos que no hay una sola cantárida, sino varias. Por lo
que se refiere a la Farmacopea europea, la mas corriente es la Cantharis vesicatoria,
brillante, iridiscente, de un verde dorado o azulado, indígena del sur de Europa. Sin
embargo, en América se han descubierto más de doscientas especies, todas las
cuales ejercen una acción irritante, debido al ácido cantarídico que contienen.
Esta sustancia, que se halla en las partes blandas del insecto, sobre todo en su
sangre, la aisló por primera vez, en 1810, Roviquet, y durante muchos años se usó
tanto para rejuvenecer como con fines vejigatorios. Aclaremos que la vejigación, hasta
tiempos relativamente modernos, gozó de gran predicamento en terapéutica médica.
Actuaba de la misma manera que el linimento y demás sustancias antiírritantes. Como
tal, tenía distintas aplicaciones en Medicina, al menos potencialmente, por ejemplo, en
pleuresía, lumbago, neuralgia y reumatismo. En la Medicina de los siglos XVII y XVIII
abundan las técnicas vejigatorias. Algunas eran muy toxicas, como, por ejemplo, la
«vejigación volante», serie de pequeñas vejigas que se levantaban sucesivamente a lo
largo de un nervio. Se usaba, entre otras aplicaciones, en la ciática. Con frecuencia,
19
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
las vejigas se levantaban en zonas distantes de la dolorida. Muchas de las reglas de la
vejigación son iguales a las de la sajadura o escarificaciones para poner ventosas.
La cantárida se suele alimentar de hojas de fresno, lila, alhefía y jazmín. Cuando
se reúnen muchas, despiden un olor intenso y desagradable. Los métodos empleados
en España para cogerlas son bastante sencillos. Por la mañana y por la noche, cuando
baja la temperatura, las cantáridas quedan como atontadas. Se pone una sábana bajo
los arbustos en los que están los insectos, y se agitan las ramas, para que caigan en la
tela. El líquido clásico para matarlas es el vinagre, o bien los vapores del mismo,
después de lo cual se secan y se guardan en botellas bien cerradas.
Una de estas botellas se conserva en la colección de medicamentos del siglo XVIII
perteneciente a la «Pharmaceutical Society», con sede en el barrio londinense de
Bloomsbury, donde forma parte de una antigua y valiosa colección de sustancias
medicamentosas regalada a dicha sociedad por el Real Colegio Médico.
No se sabe con certeza cuándo empezó a usarse la cantárida en Inglaterra
como afrodisíaco. En la Europa Continental, a partir del siglo XVI se hizo muy popular
entre la aristocracia francesa. Según Ilza Veith, en la segunda mitad del siglo XVIII
estaba «más en boga que nunca, gracias al cardenal Richelieu». El marqués de Sade,
como es sabido, dio chocolatinas reforzadas con cantárida y semilla de anís a cuatro
prostitutas la famosa «mañana de Citeres», el 27 de junio de 1772 en Marsella, tan
vívidamente descrita por Gilbert Lély.
En el English dispensatory del mismo año, el doctor Quincey describe la cantárida en
la sección dedicada a la diuresis. Menciona también su empleo como agente
vejigatorio y cita el tratado del doctor Groanvelt sobre preparados de cantarida para
uso interno. Este autor había sido llevado a los tribunales por haber usado cantárida de
esta manera, y, al parecer, escribió este libro para defender su ideas. El doctor
Quincey afirma que la cantárida «estimula, sin duda, la lujuria de una manera notable e
inclina, a quien la toma, a la práctica venérea, aunque no dándole más fuerza y
habilidad para ella, sino reanimando las partes sobre las que actúan dichos deseos».
Según parece, ya en el siglo XVIII los médicos se hablan percatado de los
peligros de la cantárida, y en el English dispensatory se cita el caso de un hombre que,
por haber tomado una fuerte dosis por vía interna, se inflamó de tal manera, que casi
mató a su esposa, la cual declaró a los médicos, que fueron llamados al día siguiente,
que, «aquella noche, septies hortum fodivit; pese a lo cual continuó, aun doliéndole,
cada vez más furiosamente hasta morir delirando».
No hay nada particularmente misterioso en el mecanismo con que la cantárida actúa a
modo de estimulante sexual. La cantaridina se absorbe fácilmente por todas las
superficies del cuerpo, y también por el estómago, y se elimina, en su mayor parte, por
los riñones. Causa estímulos reflejos en el conducto genitourinario, y en el varón una
erección prolongada.
Volviendo al famoso «caso de Marsellan» de 1772, ya mencionado, parece muy
probable que tanto De Sade como su criado, Latour, probasen las chocolatinas con
cantárida, porque si no, sus curiosas proezas sexuales parecerían imposibles, aunque
sólo fuera desde el punto de vista fisiológico. Además, leemos que los dulces se
guardaban «en un cofrecillo de bombones envueltos en oro», envase innecesariamente
complicado y rico si no iba a usarse más que para ofrecérselo a prostitutas de la calle.
Pero mientras los dos libertinos tomaron probablemente sólo ligeras dosis, De Sade
animó a una de las chicas (Marianne) a tomar siete u ocho, y a otra (Marguerite), un
número que no se menciona, pero también elevado. El médico, doctor André Javelier,
que declaró como testigo en el proceso incoado contra De Sade en el tribunal del
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Senescal, en Marsella, describe con exactitud los síntomas del envenamiento por
cantárida.
«En el caso de Marguerite Caste, los efectos del veneno empezaron a notarse
violentamente un cuarto de hora después de la ingestión, en forma de agudos dolores
gástricos, con vómitos copiosos de materia oscura...». En el caso de Marianne, el
ataque de vómitos apareció unas horas mas tarde. En ambos casos se observaron
posteriormente signos de color lumbar y cistouretritis; las dos muchachas tardaron
varios días en restablecerse gradualmente. Parece probable que en la Francia del siglo
XVIII no se conocieran bien los efectos de fuertes dosis de cantárida, porque ninguna
de las chicas, ni el magistrado que dirigió la investigación del caso, sospecharon
dosificación excesiva de cantárida, y lo único que preocupaba al tribunal era que el
«forastero» hubiese envenenado a las chicas con arsénico o sublimado corrosivo.
Los preparados de cantárida se usan hoy muy poco como vejigatorios o como
afrodisíacos, aunque hay preparados oficiales, como emplasto vejigatorio, líquido
vejigatorio y cierta tintura, que, eventualmente, podrían ser recetados por cualquier
médico.
Antes de abandonar esta curiosa historia de material zoológico rejuvenecedor,
conviene echar un breve vistazo al semen. Havelock Ellis da un informe sumario sobre
este tema, y, al parecer, es muy antigua la reputación del semen como rejuvenecedor
general sexual. Los aborígenes de Australia suelen administrar una poción de semen a
los miembros de su sociedad débiles o moribundos. Hay también indicios de esta
creencia en el folklore de las regiones agrícolas, donde es corriente la costumbre de
comer testículos de corderos recién castrados. En el siglo XVII, el semen se usaba
para filtros amorosos y como profiláctico en la brujería. John Hunter, cuya afición a la
Biología experimental parece ser que lo indujo a probar semen, dice que es «cálido y
picante», y quizás esto contribuyera a su reputación como rejuvenecedor.
En el siglo XIX, un médico, en una erudita publicación científica, menciona un caso en
que el deseo de semen como estimulante que experimentaba uno de sus pacientes
era muy parecido al que sienten los dipsómanos por el alcohol. Aunque parezca
extraño, el propio Ellis, nada crédulo, sugiere que el semen podría ser un afrodisíaco
fisiológico. Recuerda también que la Ciencia ha demostrado que muchas sustancias
son fácilmente absorbidas por el epitelio vaginal. De esta forma, el semen se relaciona
con el desarrollo del apetito sexual y la madurez sexual femenina.
Antes de desechar por completo las ideas de Havelock Ellis, apoyadas, en cierta
medida, en la obra de Brown-Séquard (véase capítulo 8), deberíamos recordar que la
sustancia llamada espermina, poco conocida, y estudiada por varios investigadores del
siglo XIX -según los cuales aparece ser un catalizador o acelerador positivo de los
procesos metabólicos, que ejerce una evidente influencia sobre el tono del corazón y
otros músculos y mejora el metabolismo de los tejidos cuando se han agotado las
influencias de la sugestión mental -, se parece mucho a las sustancias anabólicas
esteroides, tan usadas en las técnicas modernas de rejuvenecimiento (véase capítulo
11).
21
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
4
HIDROTERAPIA
En la historia de la Humanidad cabe considerar tres funciones del agua: social,
detergente y terapéutica. Pero los que han estudiado el tema detenidamente omiten
con frecuencia el pronunciarse sobre el uso exacto que se hacía a veces del agua en
los comienzos de la Historia.
Wright Lawrence, experto en estas cuestiones, en su interesantísimo libro Clean and
Decent, llama la atención sobre la enorme cantidad de agua usada por los romanos en
el siglo IV de nuestra Era. Unos 1.350 litros diarios per cápita era la cantidad que, al
parecer, gastaban. La londinense catedral de San Pablo cabría holgadamente en las
termas de Caracalla, en Roma. Pero lo que los romanos esperaban de sus baños,
tanto públicos como domésticos, es cosa que signe siendo un misterio. Se puede
afirmar que la mera limpieza no era su función fundamental. Aunque el aspecto social
del baño fuese importante, la rutina era demasiado estricta para que no hubiese otras
razones.
Había muchas variantes locales del «protocolo balneario», pero todas seguían, más o
menos, esta rutina: primero se solía practicar algún juego que requiriese energía, sin
duda, con objeto de prepararse para lo que venía después, y luego se entraba en un
cuarto caliente, o tepidarium. En el los ciudadanos, que tal vez se sentían demasiado
calientes, se desnudaban y eran ungidos. Entonces no se conocía el jabón, y la
suciedad se quitaba frotándose bien con una mezcla de aceite y arena. Luego, los
bañistas pasaban un rato en varios cuartos calientes, semejantes a los de los
modernos baños turcos. Poco después se les echaba en la cabeza mucha agua,
primero caliente y luego cada vez más fría, o sea, el mismo método que siguen usando
los peluqueros de nuestro tiempo. Después de este complejo tratamiento acuático, los
romanos solían rasparse con un cepillo ornamental, para tirarse, por fin, al agua fría
del frigidarium.
Hasta que punto los romanos esperaban que con tan complejos baños mejorase
su salud es cosa que no sabemos. Mas parece indudable que cuanto más se subía en
la escala social, tanto mayor era la afición al baño, hasta el punto de que ciertos
emperadores se bañaban incluso ocho veces al día. Sin embargo, resulta difícil
justificar esto alegando sólo un excesivo prurito de limpieza o sociabilidad. La
costumbre de bañarse juntos ambos sexos en los baños romanos, con su matiz
aparente de promiscuidad sexual que han analizado quienes han escrito sobre el tema,
sugiere que los bañistas romanos acabaron por considerar sus baños como lugares en
que las energías sexuales podían ser estimuladas, y aquí es donde el problema del
rejuvenecimiento empieza a relacionarse con los baños públicos.
Puede alegarse que, al creer en el rejuvenecimiento con ayuda del agua, los romanos
se hacían eco de ideas expresadas aproximadamente mil años antes en el antiguo
lenguaje literario de la India. Por desgracia, la historia de la literatura sánscrita carece
casi totalmente de cronología fidedigna. Los expertos modernos piensan, sin embargo,
que el libro sagrado Rig-Veda fue concebido hacia el año 1000 a. de. J. C. Según
dicho libro, Cyavana el santo se rejuveneció con ayuda de dos dioses-médicos. La
metodología fue sencilla a más no poder: lo arrojaron a un río milagroso.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Los médicos védicos de los dioses, los nasatyas, conocían bien, al parecer, las
propiedades rejuvenecedoras del agua, porque ellos mismos fueron elevados a la
categoría de dioses gracias al rejuvenecimiento de un viejo que era esposo de
Sukanya, una bella mujer. Al verla bañarse un día, le dijeron:
-iOh, mujer de deliciosos miembros!, ¿por qué te dio tu padre a un hombre tan viejo,
que está al borde mismo de la tumba? Tú eres tan radiante como el relámpago en el
verano, no hemos visto a nadie como tú ni siquiera en el cielo. Aun sin adornos, eres
un ornato para todo el bosque. iCuánto más bella serías con ricas vestiduras y
espléndidos joyeles! iAbandona a tu anciano marido y escoge a uno de nosotros,
porque la vejez no dura !
Ella replicó que no podía hacer aquello porque se lo vedaba la lealtad conyugal.
Entonces, los médicos, sospechando tal vez que la joven esposa estuviese atada a un
hombre viejo más por razones de responsabilidad que de amor, propusieron
rejuvenecerle. Marido y mujer accedieron, y aquel fue bañado en el lago junto con los
nasatyas, y «los tres emergieron del agua jóvenes y radiantes», hasta el punto de que
Sukanya encontró dificultad en distinguir a su marido, tan parecidos eran los tres, por
su aspecto juvenil; pero acabó acertando, y el marido, encantado de su juventud y de
la fidelidad de su esposa, persuadió al dios Indra de que incluyera entre los dioses a
los nasatyas gemelos.
Otras leyendas hindúes subrayan la importancia del agua en el rejuvenecimiento. El
Águila que cayó en una fuente y salió de ella rejuvenecida reaparece en la mitología
mesopotámica, y puede que sea la misma ave a que se alude en el salmo 103: «Quien
satisface mi boca con cosas buenas, de forma que tu juventud se renueva, como la del
águila».
Otras civilizaciones antiguas muestran preferencia por el agua como agente
rejuvenecedor. Por ejemplo, los japoneses creían en las leyendas de la fuente de KlkuJido (el Muchacho de los Crisantemos) y en que los pétalos de sus flores, mojados en
saki, atraían sobre uno bendiciones de larga vida y salud. En la Edad Media se
percibe, con razonable certeza, por ciertos aspectos de la historia eclesiástica, la
expansión por Europa de la idea de que el agua era una sustancia rejuvenecedora.
Aunque su fundador, el teólogo cristiano Nestorio, había muerto condenado como
hereje hacia la mitad del siglo V, para comienzos del VI se desarrollaba ya una Iglesia
nestoriana bajo la protección de los monarcas persas. Al principio se compuso de
cristianos del este de Siria y de Persia, y sobrevivió a las subsiguientes conquistas
Lirabes, debido a la tolerancia de los conquistadores. Durante unos ochocientos años,
la Iglesia nestoriana siguió floreciendo. Abrazó en su seno y atrajo a eruditos filósofos,
teólogos y médicos, y su expansión misionera la indujo a entrelazarse con las culturas
de India y la China. Además de introducir en esos dos países su versión del
cristianismo, los nestorianos fueron probablemente influidos, a su vez, por el folklore y
la mitología del Oriente. Por esa razón, probablemente inyectaron en la vida occidental
parte del folklore y los mitos orientales, por ejemplo, ciertas ideas sobre el
rejuvenecimiento con ayuda del agua.
Un ejemplo de lo que estamos diciendo lo muestra la historia del Preste Juan, el reyfantasma de Oriente. Se corrió el rumor de que un verdadero rey y conquistador
cristiano, de extraordinario poder e importancia, vivía escondido en algún lugar de
Asia; este rumor tuvo vigencia entre fines del siglo XII y mediados del XIV. La primera
alusión a tal personaje la encontramos en la crónica de Otón, obispo de Freising, en
Baviera. En el año 1145, cuando el obispo estaba en la corte papal, oí decir al obispo
de Gabala lo que entonces se sabia sobre Juan, rey y sacerdote, «que vivía en el
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Extremo Oriente, más allá de Persia y Armenia, y que tanto él como su pueblo eran
cristianos, aunque nestorianos». Había luchado contra las hordas persas y avanzaba
hacia Jerusalén para acudir en ayuda de la Iglesia, pero su avance quedó frenado en
el Tigris, que no había podido cruzar. En apoyo de la crónica de Otón hay una carta,
de cuyas copias fue inundada Europa unos veinte años más tarde. Se han conservado
unas cien manuscritas, ocho de las cuales se guardan en el Museo Británico. El texto
ofrece un panorama fantástico de la mentalidad medieval.
El Presbítero Preste Juan era, sin la menor duda, un personaje estrafalario. Se
describía a si mismo como «el monarca más grande que hay bajo la capa del cielos»,
decía tener bajo su dominio a setenta y dos reyes, cuyas tierras se extendían por «las
tres Indias, incluyendo la India más lejana, donde yace el cuerpo de Santo Tomás»,
«las ruinas de Babilonia y la Torre de Babel».
Al explicar su modesto título -porque Presbítero significa realmente «anciano», dice
que era simplemente una prueba de su humildad. Sea como fuere, ¿qué título podría
describir bien a un gobernante tan exaltado, servido a la mesa «por un primado y por
un rey, cuyo mayordomo era arzobispo y rey; su chambelán, obispo y rey, y su
caballerizo mayor, abad y rey»?
En el reino de tal potentado había, por supuesto, cosas fuera de lo corriente:
guijarros que daban la vista, o bien hacían invisible a su poseedor; un arroyo
subterráneo cuyas arenas eran gemas; un animal llamado salamandra que, envuelto
en una sustancia incombustible, vivía del fuego, y hormigas que excavaban oro. Se
comprende que en sus dominios no hubiese pobres, ni tampoco delincuentes,
sicofantes o disidentes, en parte quizá gracias a un maravilloso espejo erigido sobre
una espléndida plataforma de varios niveles en el que el Preste podía ver todo cuanto
ocurría en sus dommios y, en consecuencia, localizar a cualquier posible enemigo de
la sociedad, antes aún de que tuviera tiempo de pasar a la acción. Pero uno de los
máximos atractivos del reino del Preste Juan era la Fuente de la Juventud.
Bastaba «beber aquella agua tres veces al día con el estómago vacío, durante tres
años, tres meses y tres horas, para vivir y conservarse joven durante trescientos años,
tres meses, tres semanas, tres días y tres horas».
Por lo que se refiere a la situación exacta de esa fuente, el Presbítero se mostraba
muy reticente y se limitaba a decir que estaba «a menos de tres días de viaje,
partiendo del Río del Paraíso» (el Ganges). Otros la suponían en el subcontinente indio
o en el Parque de Adán, en según, lugar del que se cree que Buda subió al cielo.
Los historiadores han propuesto varias teorías para explicar la leyenda del Preste Juan
y la existencia de aquella curiosa carta, que fue tomada tan en serio como para
merecer respuesta oficial del Papa Alejandro III en 1177, respuesta que se conserva
en la Biblioteca Nacional de París, y que iba a serle entregada al Preste Juan por el
hijo del Papa, Felipe el Médico. Se ha sugerido la posibilidad de que el Preste Juan
fuese el Gur Jan de la Catay negra, o quizás el príncipe georgiano Juan Orbelián,
famoso caudillo bajo el cetro de varios reyes de Georgia. Otra teoría que se ha
discutido es la de que se trataría del rey cristiano de Abisinia, y que sería a &te a quien
Alejandro III dirigió su memorable carta. A partir del siglo XIV se supuso que el Preste
Juan tenía su mítico reino en Abisinia.
Mas para entonces la leyenda de la Fuente de la Juventud estaba ya firmemente
establecida en Europa, y se alude a ella de muchas maneras en la literatura y el arte
de la época. El poema del siglo XII Roman d’Alexandre nos ofrece un relato falsamente
romántico de los abominables crímenes contra la humanidad que cometió Alejandro
Magno, pero también leemos en él que este guerrero infatigable, cuya sed de sangre
sólo era superada por la que le inspiraba el vino, descubrió una fuente rodeada de
24
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
siemprevivas en un paisaje refulgente: las aguas mágicas salían de la boca de un viejo
león capado, para caer en una cuenca encerrada en un pabellón de cristal. Alejandro y
cincuenta y seis de sus hombres bebieron hasta saciarse y quedaron rejuvenecidos;
sus cuerpos volvieron a ser lo que habían sido a los «treinta años». Si recordamos que
Alejandro de Macedonia solo tenía treinta y tres años de edad cuando murió tras una
impresionante orgía alcohólica, llegaremos a la conclusión de que el rejuvenecimiento
que experimentó en la Fuente de la Juventud tuvo que ser bien poca posa.
Muchos artistas europeos consideraban la Fuente de la Juventud y los placeres del
baño como temas dignos de sus pinceles. La vida de Lucas Cranach, uno de los
pintores más representativos de Alemania durante la Reforma, es realmente curiosa
incluso para un pintor de aquellos tiempos. Durante una época tuvo el monopolio de la
venta de medicinas en Wittenberg y patente de impresor con privilegios exclusivos
para la impresión de Biblias. Amigo o asesor intimo de Lutero -que, dicho sea de paso,
se sirvió de su imprenta-, la mayor parte de los cuadros de Cranach tratan de temas
convencionales, como escenas venatorias, vírgenes, motivos religiosos y mitológicos,
que se repiten constantemente en su repertorio. Sin embargo, hay un cuadro que
representa la Fuente de la Juventud en un estilo que tiene vagas reminiscencias de
Pieter Brueghel el Viejo y que nos da un interesante atisbo de las ideas vigentes a la
sazón sobre este interesante problema.
El centro del cuadro muestra una «piscina» rectangular de poco más de 6 m de
longitud por 3 m de anchura, con dos escalones para facilitar el descenso. En un
extremo de la piscina vemos una fuente, de 60 cm de altura, que la abastece de agua.
Hay unas veinte personas de ambos sexos bañándose desnudas. A la izquierda del
cuadro, los viejos y los enfermos son traídos a caballo, en coche, en carretilla, en
parihuelas o, simplemente, a hombros. Se desnudan en el borde y se meten en el
agua. A la derecha de la piscina los vemos salir del agua, rejuvenecidos. Se meten en
tiendas de campaña para vestirse y, al fin, salen, lujosamente vestidos, para sentarse
en tomo a ricas viandas preparadas en el campo.
A comienzos del siglo XVI se creía en España que en el Nuevo Mundo había
una fuente milagrosa, en una isla llamada originariamente Bimimi. Según la leyenda,
un ángel iba a beber todos los días a aquella fuente, y una de las veces se le cayeron
las alas, lo cual dio a la fuente la virtud de rejuvenecer y embellecer. Juan Ponce de
León, descendiente de una antigua familia española, consiguió del rey Fernando
licencia para descubrir y explorar la deseada isla.
A Fernando V, que tenla más de 60 años cuando autorizó a Ponce de León a
emprender la aventura, le interesaba poco el rejuvenecimiento. Más aún, todo indica
que le molestaban los exploradores, porque en cierta ocasión dijo ásperamente que a
«todo lo que puede ser descubierto ahora, es bien fácil de descubrir». Sin embargo, el
rey estaba siempre pensando en encontrar tesoros, y la licencia concedida a Ponce de
León le permitía guardar para si solo una décima parte de cuantas riquezas le
reportase su exploración durante doce años, sin mencionar para nada ninguna fuente
de la juventud.
Ponce de León y sus exploradores salieron, por fin, de España, y el 27 de mano de
1513, guiados por el piloto de Cristóbal Colón, Antón de Alaminos, vieron en
lontananza lo que creyeron era la bella isla que buscaban. Como aquel día era
Domingo de Ramos, la llamaron Florida, por Pascua Florida. Aunque, al parecer,
Ponce de León tuvo que desechar la idea de dar con la fuente de la juventud, es más
que probable que descubriera algunas de las famosas fuentes de Florida, sobre todo la
25
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
llamada WaKulla, la Fuente de los manatíes, y la Fuente de la Plata, que luego
atrajeron a mucha gente.
Muchas de estas fuentes de Florida fueron comercializadas en el siglo XX, por
ejemplo, las de Ponce de León en San Agustín, muy cerca de donde el y su gente
desembarcaron por primera vez en Florida. Un escritor del siglo XIX describe la Fuente
de la Plata, y gracias a él podemos aún captar parcialmente el misterio que dio a la
leyenda de las fuentes de la juventud buena parte del atractivo que han ejercido
durante tanto tiempo:
«En diciembre de 1856 tuve la oportunidad de examinarla [la Fuente de la Plata]
con ayuda de instrumentos especiales. Para apreciarla en toda su belleza, lo
mejor es acercarse a ella desde el Ocklewaha. Durante más de una semana
había estado navegando tediosamente por este río en un lanchón de esos que se
impelen con pértiga, fatigado por la monotonía de las oscuras y sombrías selvas
que jalonan todo este riachuelo, negro como la tinta, cuando, de pronto, una
mañana luminosa, al doblar un recodo, nos vimos ante las clarísimas aguas de la
Fuente de la Plata. Con unos pocos golpes de pértiga dejamos a nuestra espalda
los pantanos de cipreses y salimos a las sabanas amplias y llanas».
Describe luego la vegetación tropical, las innumerables flores y la espléndida variedad
de aves, que dan al lugar un ambiente en verdad idílico. Le impresionó, sobre todo, «el
paisaje subacuático», en el que enormes truchas y barbos discurrían entre bellas
plantas acuáticas. El lecho de la fuente, que es elíptico (diámetro, 137 m; conjugado,
91 m) tenía 12,5 m de profundidad.
« Cuando los rayos del sol caen verticalmente sobre el agua, al espectador -victima
de una ilusión óptica muy corriente parece... que el fondo y los lados de la cuenca
están elevados, y sobre el conjunto, sobre los riscos hostiles, las conchas blancas
como la nieve, los largos juncos y los móviles seres acuáticos, la luz,
descompuesta, centellea con tonos de arco iris, y todas las cosas flotan en un mar
multicolor, cuya impresionante magnificencia desafía toda descripción. No es de
extrañar que los incultos hijos de la Naturaleza divulgaran la fama de esta
maravillosa fuente por regiones distantes y que, bajo el poder estereoscópico del
tiempo y la distancia, llegase a ser considerada como fuente capaz de dar la vida,
cuyas aguas mágicas limpiaban las calamidades de los años y los dolores de la
enfermedad, y en torno a cuyas afortunadas orillas los jóvenes y las doncellas se
recreaban eternamente, eternamente jóvenes y eternamente felices.»
D. G. Brinton -autor de estas líneas- no nos dice si la Fuente de la Plata la usaban en
realidad los norteamericanos del siglo XIX, pero lo que sí sabemos es que la
hidroterapia era muy practicada en distintas partes de Norteamérica por aquella época.
Un libro ligero, titulado The Springs of Virginia, 1775-1900, contiene una interesante
descripción de «Vida, Amor y Muerte tomando las Aguas», que merece ser incluida en
la bibliografía del tema.
Como ya hemos visto, las ideas sobre las propiedades rejuvenecedoras del agua que
florecieron en el Nuevo Mundo tuvieron su origen en Europa. Pero lo que sigue siendo
dudoso es hasta qué punto se esperaban u obtenían resultados terapéuticos del baño
en alas aguas o de beberlas durante el período que va de la Edad Media al siglo XIX.
Buena parte de esta confusión se debe, probablemente, a que han enturbiado nuestro
campo visual otros factores relacionados con los sentimientos religiosos, las
conveniencias sociales y el placer público o privado.
26
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Desde el principio, los Padres de la Iglesia se opusieron a los baños públicos, fueran
terapéuticos o no. «Las mujeres apenas se atreven a desnudarse ante sus maridos,
fingiendo plausiblemente modestia, pero cualesquiera otros pueden verlas cuando lo
deseen en sus casas, encerradas en sus baños, porque no se avergüenzan de
desnudarse ante los espectadores, como si ofreciesen sus personas a la venta. Los
baños se abren promiscuamente a las mujeres, y allí se desnudan con licenciosa
indiferencia -por que, de mirar, los hombres pasan a amar-, como si su pudor se lo
hubiese llevado el agua », dice Clemente de Alejandría.
Del sentimiento aquí expresado se hacen eco los eclesiásticos durante toda la
Edad Media y hasta bien entrada nuestra época. Sin embargo, el Papa Adriano I mitigó
estas estrictas censuras al recomendar a su clero parroquial que visitase los baños en
solemne procesión todos los jueves.
Naturalmente, desde un punto de vista social, la popularidad del baño público tuvo sus
altibajos, y hay un punto de contacto en esto entre el desarrollo de los diversos
balnearios y la existencia, en todo el mundo civilizado, de fuentes y pozos sagrados.
Aquí, los hombres rezaban primero y eran curados después. Cómo eran curados es un
misterio, pero la cura -se pensaba- era obra del santo, no del agua. Después de la
Reforma, cuando ya los santos no podían permitirse tener misterios, los pozos santos
se convirtieron en pozos de deseos, dice William Addison en su libro sobre los
balnearios ingleses.
Sin embargo, se produjo otro cambio a causa de esta actitud, porque parte de la fe que
la Humanidad había tenido antes, en las curas santas o religiosas, fue incorporándose
en forma gradual a las puramente medicas. Y de esta manera «las aguas»,
embotelladas o en estado natural, dieron, en cierto modo, una magia nueva a la
Humanidad. No le quita atractivo el hecho de que esta magia tuviera raíces científicas
más bien que religiosas.
Es imposible, como ya hemos dicho, separar de manera clara y bien delimitada las
propiedades sociales, detergentes y terapéuticas del agua. A pesar de todo, el gran
auge alcanzado por la hidroterapia coincidió con el fin del primer cuarto del siglo XIX,
es decir, con la época en que, por primera vez, empezó a ser posible analizar
científicamente el agua, lo que planteó seriamente a los médicos el problema de si
tenía en realidad algún valor como agente rejuvenecedor.
Siempre ha habido médicos entusiastas de esto. El doctor Lodwick Rowzee, que
ejerció la Medicina en Ashford (condado de Kent), recomendaba con toda seriedad el
agua de Tunbridge para revitalizar «las partes más nobles del cuerpo y el espíritu», ya
que da aun temperamento suave balsámico, espirituoso y sanguíneo, que incita de
manera natural, a hombres y mujeres, a las emociones amorosas, poniéndolos de esta
forma en estado apto para la procreación».
El doctor Rowzee creía en el aforismo de que es imposible saciarse de las
cosas buenas y aconsejaba a sus pacientes que bebieran 850 g de agua por la
mañana. Por fortuna para ellos, les recomendaba también hacer ejercicio, «usar las
piernas» y «moverlas para arriba y para abajo». Después de beber más de 9 litros de
agua de Tunbridge, apenas habrían podido hacer otra cosa. Como era de esperar,
otros médicos aconsejaban lo opuesto. Por ejemplo, no recomiendan el agua para
estos menesteres el doctor Diederick Wessel Linden, cuyo Tratado sobre el Origin,
Nature and Virtues of Chalybeat waters, and Natural Hot Baths, fue publicado en 1748
y que insertó como prefacio de su obra varios poemas sicofánticos, compuestos por
amigos suyos que vivían en barrios elegantes de Londres. Las razones que aduce son
interesantes, porque arrojan luz sobre la Medicina del siglo XVIII. Las aguas minerales
eran perjudiciales para las personas de más de sesenta años porque, «a causa de su
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
astringencia natural y su sequedad, predisponen a la cohesión a las partículas
elementales». Esto, según el doctor Linden, aceleraba el envejecimiento que ya se
había iniciado en el paciente y tendía a disminuir el número, tamaño y elasticidad de
los vasos sanguíneos.
A pesar de todo, los balnearios y demás establecimientos hidroterapeuticos parecían
capaces de ayudar a los viejos y a quienes trataban de encontrar la juventud perdida.
Se escribieron muchos libros semihumorísticos en la primera mitad del siglo XIX sobre
la vida de los balnearios. Casi siempre es el paciente viejo o el «invitado», quien hace
el papel de protagonista. En uno leemos el caso de una «residente de Marienberg...,
una dama que contaba ya casi ochenta años», sometida a un curso de hidroterapia.
Era viuda de un señor que habla sido número uno en la ciencia medica, que la había
ejercido y a la que había aportado obras del máximo valor científico y utilidad. El autor
pensaba que, en general, la dama no respondía bien al tratamiento, comentando
sagazmente que «los achaques de la edad son difíciles de vencer».
Otro libro interesante nos da un atisbo único de un establecimiento hidroterápico en
Malvern, dirigido por un tal doctor James Wilson. Su autor era un hombre inteligente,
de agudo talento de observación y descripción. Era litógrafo de la reina Victoria y el
príncipe Alberto, y durante tiempo había sufrido dolores cuya descripción seria difícil de
diagnosticar mejor ni siquiera hoy. Hombre evidentemente de fortuna, con casa propia
a orillas del Canal del Regente, en Londres, pasó por casi toda la gama de la
terapéutica victoriana, no librándose ni siquiera del sistema de píldoras y dosis, la
purga matinal, los calomelanos, la dosis diaria de taraxocum –preparado que se
obtenía con las raíces secas y el rizoma del amargón-, etc. Sin desanimarse, pasaba a
probar la galvanoterapia, y aunque con esta consiguió mejorar los síntomas, que por
entonces eran dolores neurálgicos seguidos de la sensación de tener «piernas de
corcho», no tardó en recaer y fue persuadido, por su intimo amigo Sir E. Bulwer Lytton,
de que probara la cura de las aguas «como un deber».
La falta de espacio nos impide seguir dando detalles de la cura, que fue precedida por
un viaje en el nuevo ferrocarril de Birmingham y un encuentro casual con un cochero
que frenó un poco el entusiasmo del paciente al decirle que si hubiera vivido de
manera razonable y ordenada, podría «prescindir ahora del doctor Wilsonn». Lo cierto
es que el doctor Wilson le curó, por fin, y su entusiasmo llegó a tal punto, que se sintió
obligado a tratar de fundar en Londres un club hidroterápico a lo Malvern. Muchos de
los pacientes de Malvern buscaban rejuvenecerse. Uno era «un elegante» que estaba
hecho «una verdadera ruina física», cuando se hizo cargo de él, el doctor Wilson.
Poniéndole a un régimen riguroso de hidroterapia, junto con restricciones dietéticas de
«nueve onzas de alimento sólido al día y todo el agua que pudiera beber», consiguió
que a el pobre hombres se restableciera.
Finalmente, el restablecimiento fue completo, y aunque le sorprendió bastante
saber que el «elegante gastado» no era un lord, sino «un respetable barbero,
procedente de una ciudad industrial», le agradó, sin duda, verlo tan repuesto y
rejuvenecido.
En los libros del periodo victoriano no es tan fácil encontrar alusiones al
rejuvenecimiento sexual, probablemente debido al puritanismo de la época, aunque se
menciona un caso ocurrido en Malvern.
«Una pareja respetable, pasado ya el meridiano de la vida, que llevaban dieciocho
años casados, seguían sin hijos. Habían vivido una vida artificial de mucha alegría
y considerado necesario tener médico particular durante diez o doce años».
Finalmente, fueron persuadidos de que «tomaran» las aguas, y la esposa no tardó
en concebir.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Es imposible dejar el tema de la hidroterapia decimonónica y sus relaciones con el
rejuvenecimiento sin rendir homenaje a un curioso especialista de este arte: Vincent
Priessnitz. Era un campesino alsaciano semianalfabeta que tropezó con la
hidroterapia, por decirlo así, de una manera muy curiosa. Cuando tenía trece años
sufrió un esguince en la muñeca, que el mismo se curó vendándose el brazo. Tres
años más tarde sufrió otro accidente al caer de un caballo, se fracturó unas costillas y
perdió los dientes incisivos. Todavía no hay un método realmente eficaz de curar
costillas fracturadas, aparte del sencillísimo de fajarlas para inmovilizar la parte
afectada. Por tanto, no es sorprendente que, a mediados del siglo XIX, los médicos no
pudieran dar a Priessnitz consejos específicos y que el paciente, en vista de ello,
decidiese probar una cura de aguas. Un año después hablan desaparecido todos los
síntomas, cosa que él atribuyó a la hidroterapia, no a su naturaleza, y así nació el
hidroterapeuta mas famoso que ha visto el mundo.
Al parecer, Priessnitz empezó a curar con agua a sus vecinos, sin cobrarles nada. Sin
embargo, acabó por convertir esto en un gran negocio, y se dice que para 1843 tenía
ya más de 1.500 pacientes y una cuenta corriente de 50.000 libras esterlinas (1).
Priessnitz era un hombre de extraño aspecto, «de hombros anchos, sin propensión a
acumular grasas, de 1,72 m de altura y de excelente desarrollo frenológico. Le faltaban
los dientes incisivos y a distancia parecía más corpulento de lo que, visto de cerca, era
realmente». Tenía cierta tendencia a hacer observaciones llevado de impulsos
momenkíneos, que en ninguna circunstancia podían sentar bien a sus pacientes. Por
ejemplo, una vez que un paciente se le murió en pleno tratamiento, Priessnitz opinó
que «tenía el cuello demasiado corto para tan larga vida». Pese a todo, Priessnitz
prosperó, y en el momento culminante de su carrera trabajó casi exclusivamente para
alemanes ricos, que buscaban en él la clave de los placeres de su juventud perdida.
Parece razonable excluir que fuesen inválidos en el sentido normal de la palabra, a
juzgar por el régimen a que los sometía Priessnitz:
«La comida en Graefenberg se sirve a la manera alemana, es decir, abundante y
grasienta. Los pacientes son invitados e incluso estimulados a comer carne asada,
pescado, verduras, queso y otros platos de leche y fruta... Los enfermos de
Priessnitz, siguiendo los consejos de este, devoran más que comen, y gradualmente
adquieren, a este respecto, una costumbre que es difícil de desarraigar. No se
intenta en absoluto modificar su régimen, adaptándolo a las diversas edades, sexo y
estado de salud».
Más pruebas de que los pacientes de Graefenberg eran gente del todo sana, que iban
en busca de estímulos físicos más que de tratamiento médico normal, nos las da el
rigor de la vida a que los sometía Priessnitz. El agua de la fuente corría a una
temperatura que oscilaba entre los 6 y los 11 ºC y los pacientes teman que ducharse
con ella. Constitucionalmente tendrían que ser personas muy sanas; de lo contrario, no
habrían podido resistir este «tratamiento».
Los establecimientos hidroterapéuticos tipo Graefenberg fueron muy populares
en toda Inglaterra en el siglo XIX. Un veterano médico hidroterapeuta de la época,
cuyos métodos eran típicos de entonces, fue Edward Johnson, de Malvern, que
escribió un libro sobre el tema con la colaboración de sus dos hijos, médicos también:
Walter y Haward Johnson. El primero de estos fue, durante una época, profesor del
hospital de Guy. Wilson empleo todas las técnicas popularizadas por Priessnitz, en la
(1) Al cambio actual, unos 8,5 millones de pesetas, aunque su verdadero equivalente pasa de los 100 millones. - (N.
del T.).
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
creencia de que la hidroterapia podía curar todas las enfermedades, y su entusiasmo
no conocía limites. También trató de racionalizar y sistematizar la hidroterapia:
«No se ocupa de meros síntomas, sino que va derecho a la raíz del problema y trata
de principios y causas. No pierde el tiempo remendando el cuerpo humano, sino
que considera de manera general y en su conjunto la enfermedad y sus causas...
Se comporta de manera sensata, racional y de acuerdo con las leyes conocidas
que regulan y rigen la vida, la salud y la enfermedad. . . He demostrado que los
poros de la piel, si se juntasen unos con otros, formarían un tubo de veintiocho
millas de longitud; por tanto, no puede haber la menor dificultad en creer que si este
tubo fuese obstruido y la materia que, procedente de la sangre, sale por él, hubiera
de seguir en ella, al tiempo que la materia que la sangre necesita se mantuviese
fuera de ella, es indudable -repito- que se crearía una situación muy malsana y
dañina para la sangre, de manera irremediable. Y también ha de resultar evidente
que cualquier tratamiento que tenga poder para restablecer o incrementar la función
de este increíble tubo secretor, ha de ejercer asimismo una benéfica influencia
sobre la salud y curar, sólo por este medio, muchas enfermedades.
iQue sensato y sencillo parece esto, qué racional, que inteligible!»
Finalmente, al parecer se produjo algo semejante a un cisma en la profesión médica,
que terminó por dividirse en «médicos de drogas» y «médicos de aguas», aunque, a
juzgar por los ejercicios de examen de los estudiantes de Medicina que publicó el
Lancet en 1840, seguía siendo necesario un conocimiento sólido de los principios de la
hidroterapia para todos los médicos que quisiesen aprobar.
La hidroterapia l egó a tener la importancia suficiente como para publicar sus propios
libros de texto. Es muy representativo, en este sentido, uno publicado en 1896, que
pasó por ser autoridad para el buen gobierno terapéutico de balnearios y termas. Claro
es que, a fines del siglo pasado, era aún escasa la terapéutica específica, por lo que
es comprensible que incluso médicos eminentes creyesen que la hidroterapia era
capaz de curar toda clase de enfermedades. La cura de aguas floreció y amplió más
aún sus horizontes terapéuticos. El libro citado anteriormente alcanzó su tercera
edición para 1907, y su principal autor era ya Sir Hermann Weber.
Las cualidades rejuvenecedoras de «las aguas», no fueron olvidadas, y los balnearios
de Ems y Gastein eran recomendados a los viejos y a las personas afectadas de
senilidad prematura. Cliente habitual de ellos fue el Kaiser Guillermo I, que llegó a la
edad de 91 años. El de Cannes era el favorito de Lord Brougham, que murió a los 90.
Por supuesto, que para entonces los balnearios estaban ya más relacionados con los
principios generales de la fisioterapia y se oía hablar menos de beber las aguas y de la
hidroterapia en general.
La hidroterapia parece haber muerto de muerte natural en Gran Bretaña, y no
cabe la menor duda de que su muerte fue acelerada por la introducción, en dicho país,
del «National Health Service», en 1949. Una carta tirada en ciclostil de introducción a
uno de los pocos centros de hidroterapia que quedan todavía en Inglaterra, informa a
sus pacientes de que «se extenderán prescripciones por cuenta del Seguro Médico
para su presentación en los Baños Reales». Siente uno un estremecimiento
toxicológico sólo de pensarlo. Y, como en muchos países, las aguas pueden
conseguirse embotelladas a precios ridículamente baratos, por lo que la gente, ya
desee rejuvenecerse o cualquier otra cosa, tiende a pensar que lo que cuesta tan
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
barato no puede realmente ser bueno. Ahora ya sólo se pide agua, por ejemplo, de
Vichy, para acompañar cócteles y no como medio curativo.
Sin embargo, en la Alemania Occidental, si bien se ha de reconocer que ya no tienen
vigencia los excéntricos principios de papá Graefenberg, la hidroterapia sigue siendo
popularísima. En la mente alemana hay todavía un amplio sitio para las vacaciones
rejuvenecedoras, en las que todo el mundo saborea un poco de su perdida juventud.
Una reciente encuesta da una lista de hasta 144 balnearios, 30 balnearios
hidroterápicos y 25 de terapéutica climatológica, en los que el agua participa de
manera activa como agente curativo. Pero junto a la hidroterapia están el bello paisaje,
las piscinas, el golf, el tenis y toda clase de estímulos culturales y deportivos para los
enfermos. Suficientes, con toda probabilidad, para hacerles sentirse -y, ¡quién sabe si
hasta creerse físicamente! -algo rejuvenecidos por obra y gracia de las virtudes del
agua.
31
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
5
MÉTODOS REJUVENECEDORES INUSITADOS
El hecho de que una idea sea básicamente comercial y no altruista y ni siquiera
científica, no quiere decir que por ello no sea digna de estudio. Mas aún, se han dado
casos en que el deseo elemental de ganarse la vida sin gran esfuerzo a expensas de
un público crédulo e ignorante, ha llevado a charlatanes a aportar valiosos datos a la
historia de la Ciencia. Aunque la charlatanería -como expresión de la explotación del
hombre poco informado por el “hombre avispado”- es tan antigua como la civilización
misma, no puede ser examinada eficaz y detalladamente hasta que la ciencia médica
empieza a descansar sobre cimientos más sólidos.
Tal estado de cosas existía, sin duda, a fines del siglo XVI en Inglaterra, y Francis
Anthony constituyó un ejemplo temprano del médico-charlatán que ofrecía
rejuvenecimiento. Habiendo obtenido en Cambridge el título de bachiller, empezó a
ejercer la Medicina en Londres, pero sin molestarse antes en conseguir licencia del
Colegio Médico. Por tanto, no tardó en ser llevado ante el Presidente y los censores
del Colegio Médico, que le hallaron aflojo e ignorantes en varios campos de la Física,.
Anthony se enfrentó, sin duda, con sus interrogadores cuando éstos se hallaban de
mal humor, porque le impusieron una multa de 20 libras esterlinas y le metieron en la
cárcel, de donde no salió hasta dos años más tarde, en 1602. La razón de tan severo
castigo -muchos colegas suyos, menos cualificados que él, salieron del paso con una
advertencia y el cortés consejo de volver a presentarse ante los censores pudo haber
sido la de que Anthony se hacia pasar por rejuvenecedor y no por mero medico
ortodoxo. Lo mas probable es que su presencia molestase al pequeño número de
médicos que ejercían entonces en Londres, debido al éxito de su prescripción: el
Aurum potabile.
La invulnerabilidad del oro a la corrosión tal vez fue la causa de que, en los siglos Xw y
XVII, cundiera la idea de que los medicamentos que contienen oro actúan como
agentes rejuvenecedores. Anthony explotó esta creencia, usándola en su elixir de larga
vida, e incluso publicó un folleto en el que daba todos los detalles. Su elaboración
consistía en hacer un menstruum de óxido de estaño, que era digerido, en vino tinto y
vinagre. Este preparado se sometía luego a reacción en oro molido, puesto
previamente a calentar con sal. Luego se preparaba una solución de estearato de oro,
sustancia de relativa toxicidad. Por lo menos uno de los pacientes de Anthony, un
reverendo teólogos, se quejó, en su lecho de muerte, de que su estado se debía al
Aurum potabile.
Y aunque las soluciones de sales de oro no pueden tener efecto rejuvenecedor alguno,
estas «quintaesencias de oro», como solían ser llamadas, siguieron siendo populares
durante muchos años entre los charlatanes y sus pacientes. De la misma manera, los
charlatanes que vendían agentes rejuvenecedores traficaban con cuerno de unicornio
falso, que en realidad era cuerno de rinoceronte. El cuerno de unicornio fue ingrediente
favorito de las recetas de muchos médicos del siglo XVII.
Otra idea que salió a la luz pública a mediados del siglo XVII fue el empleo del
orvietano como agente rejuvenecedor. El orvietano, considerado originariamente como
antídoto universal de todos los venenos, recibió este nombre de la ciudad de Orvieto,
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
en Italia, de donde, al parecer, procedía. Un simple paso mental más en la misma
dirección nos conduce a la teoría de que, al combatir el veneno, el cuerpo queda
rejuvenecido, pari passu.
De cuantos propalaban este infundió, el mas típico fue Cornelius Tilburg, o Tilbourne,
que se llamaba a sí mismo, a la mode, Gran Doctor y Físico Alemán, Oculista, Cirujano
y Maestro en Hernias. Tilburg sería, al parecer, un fuera de serie, y probablemente
Carlos II y luego el rey Guillermo y la reina María le consultaron, porque él aseguraba
que estos monarcas le habían dado licencia para ejercer la Medicina y dispensar sus
remedios excelentes e infalibles. Otro miembro de la familia Tilburg continuó con las
curas de rejuvenecimiento al retirarse Cornelius. Dicho miembro, James Tilburg,
además de asegurar que curaba el «mal francés» (sífilis), enfermedad que, según el,
se debía a «anclar en un puerto extraño», anunciaba también que sabía rejuvenecer a
la gente lo mismo que su predecesor. «Ayuda a los que han perdido su naturaleza y
estimula los espíritus entristecidos del hombre casado, sea cual fuere la causa de su
tristeza, reanimándolos como una rosa que recibe el roció del verano.»
El principio de la polifarmacia, tan popular en el siglo XVII y del que constituyen buenos
ejemplos el mitridato y la triaca (1), fue evocado también por aquellos cuya ambición
prefería los beneficios económicos a las ideas científicas útiles. La triaca, incluida, con
todos los honores, en la Pharmacopea del «Roya College of Physicians», de Londres
aún en 1724, contenía sesenta y dos ingredientes. Un charlatán italiano llamado
Salvator Winter, que ejercía en su casa particular, en el «Sign of St. Paul’s Head» (en
New King Street, barrio del Covent Garden, Londres), anunciaba que su Elixir vitae
contenía igual número de ingredientes. Winter, que aseguraba tener ochenta y nueve
años, aunque, por la bendición de Dios, goza de tan buena salud y de tanto vigor como
cualquiera de cincuenta, sostenía que llevaba siempre consigo una botella de su
remedio soberano, y que tomaba una dosis del mismo cada vez que creía necesitarlo.
Como muchos otros sacamuelas, Winter creía firmemente en el valor de los
certificados y se jactaba en público de tener uno expedido por Sir Kenhelm Digby (2).
Sin embargo, no todos los charlatanes confiaban en el ejercicio de la Medicina
ortodoxa para vender sus remedios. Ben Willmore, contemporáneo de Salvator Winter,
que ejerció casi siempre en Tower Hill -zona londinense donde todavía es posible
esquilmar a los crédulos- confiaba sólo en sus dotes publicitarias para promover su
mercancía. Embutido en un chaquetón escarlata con galones dorados y tocado con un
sombrero provisto de escarapelas y plumas, incitaba a la gente y decía que los viejos
se vuelven jóvenes. En un anuncio, impreso en 1680, aseguraba: «No sostendré aquí
que he hecho que mi gran restaurador cure cualquier destemplanza, pero sí que cura
una, y una tal que creo que nunca ha sido curada por más medicina que la mía, es
decir, la del amor, tanto por lo que se refiere a los viejos, como a las viejas»
(1) El mitrídato es un electuario compuesto por gran número de ingredientes, que se usó como
remedio contra peste, las fiebres malignas y las mordeduras de los animales venenosos. Debe
su nombre a que Mitrídato, rey del Ponto, se dedicó desde joven al estudio de loe venenos. La
triaca es un compuesto farmacéutico muy antiguo en el que intervenían muchos ingredientes,
el principal de Ior cuales era el opio y se usó mucho para las mordeduras de animales
venenosos. - (N. del T.)
(2) Sir KenheIm Digby (1603-1665). Escritor, almirante (en 1628 derrotó a lar flotas francesa y
veneciana) y, diplomático poco prudente. Se interesó por Ia Medicina y Ia Física y publicó un
libro titulado Sobre el cuerpo. - (N. del T.).
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Con su restaurador, según él, a las personas de sesenta u setenta años, se sentían
tan jóvenes como las que no pasan de veinte o treinta.
Un método que aún no ha sido mejorado por nadie para aumentar las ventas de un
rejuvenecedor fue explotado con gran éxito por otro conocido sacamuelas del siglo
XVII, Moses Stringer. Escribió lo siguiente en lo que, según el, eran cartas privadas al
doctor Woodrofe, profesor del Colegio Universitario de Worcester, en Oxford:
« Muy señor mío:
Desde que tuve el honor de recibir sus enseñanzas de Física y Química en la
Universidad, me he aplicado con particular interés en el estudio de estas ciencias.
He estudiado la naturaleza del cuerpo humano y consultado la historia de los
antiguos, aunque me interesa mucho lo que dice Paracelso sobre la fuerza de la
Medicina para la cura de la vejez.
Aquel sabio químico hizo su primer experimento con una gallina tan vieja, que
ya nadie quería matarla, bien porque no iba a producir ningún beneficio su muerte,
bien porque le daba lástima. Mezclo su medicina, que el llamaba quintaesencia
renovadoras, con cierta cantidad de cebada, y se la dio a la gallina durante quince
días seguidos. Los efectos fueron maravillosos, y la gallina recobró la juventud,
crió plumas nuevas y, lo que es más sorprendente, puso huevos y crió pollitos,
como si le hubieran quitado años. Pero este pequeño experimento con animales
no satisfizo el ansia investigadora de tan curioso químico, que aplicó luego su
talento en beneficio de la Humanidad. Una mujer muy anciana que le servia de
ama de casa, con todos los achaques de la vejez, se hallaba al borde de la muerte.
Le dio la medicina durante quince días seguidos, como había hecho con la gallina,
y obtuvo el mismo éxito. La mujer recobró salud, pelo y dientes. Su complexión
parecía joven y vigorosa, y la naturaleza funcionaba en ella como suele hacerlo en
las mujeres jóvenes. Meditando sobre estas curas y en la probidad y franqueza del
médico de que procedían, pensé que quizá fuese posible preparar un remedio
capaz de renovar la juventud y aliviar los achaques de la vejez. Tras algún tiempo,
con elevados gastos y grandes esfuerzos, tuve la buena suerte de inventar dos
medicinas de uso general: el Elixir Febrifugum Martis y la Sal de limones; pero,
habiendo comprobado -aunque las curas que conseguí con ambos fueron
sorprendentes- que no llegaban todavía a devolver la juventud en la medida en
que yo hubiera deseado, me esforcé de nuevo, y espero haber inventado una
medicina que alivia muchísimo los achaques de la edad, devuelve el vigor perdido
y alarga la vida humana todo lo que el cielo permita.»
Resulta difícil hallar mucha relación entre lo que dice Stringer y los escritos de
Paracelso, que, por otra parte, eran de lo mas vago. En todo caso, no es probable que
los lectores de esta publicidad consultaran las fuentes médicas en las que habla
bebido Stringer, y la técnica de venta que éste empleaba sirvió, sin duda, para vender
litros y más litros del Elixir renovans, que el preparaba en una casa situada en el barrio
londinense de Black friars, cerca de la sede de la «Worshipful Society of Apothecaries»
de Londres.
Otras técnicas de los rejuvenecimientos del siglo XVII, aprovechando la ventaja
que les daba el aislamiento o incluso el desahucio médico en que se hallaba en la
mayoría de los casos el desventurado paciente, se reflejan en las actividades de
charlatanes posteriores. La rutina del «desahucio médico», explotada con tanto tino en
los tiempos modernos en los Estados Unidos, encuentra una temprana imitación en un
anuncio de Stringer en el que cuenta el caso de un desdichado paciente que había
34
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
sido esclavo en Argelia y estaba prematuramente envejecido y gastado a los cincuenta
y cinco años, pero a quien él había rejuvenecido tan bien, que ahora se hallaba
completamente restablecido, rechoncho y sano; y todo esto, gracias a un tratamiento
con Elixir renovans y después de que los médicos del Hospital de Santo Tomás
renunciaran a ponerle bien después de un año entero de tratamiento.
Otro prenuncio de lo que sería la técnica rejuvenecedora del sacamuelas
próspero de tiempos posteriores tiene también su origen en el siglo XVII. Conociendo
como conocían casi todos los hombres inteligentes de entonces, los beneficios de
«tomar las aguas» (Capítulo 4), John Coniers, boticario de Shoe Lane, fue
probablemente el primero que, en el siglo XVII, tuvo la feliz idea de embotellar una
esencia que, según él, convertiría el agua corriente en agua medicinal. «Cualquier
agua Limpia de arroyo, mezclada con un poco de ésta, se convierte naturalmente en
verdadera Agua de Tunbridge, de mucha utilidad para los que quieran evitarse la
molestia de ir a esa localidad», proclamaba ufanamente una hoja publicitaria.
En general, el siglo XVIII siguió la tendencia del anterior en lo referente a los
fraudes del rejuvenecimiento. El único cambio realmente digno de mención fue el que
se produjo en la categoría social de algunos charlatanes. La mayoría de los
rejuvenecedores anteriores eran gente de la misma calaña que los vendedores
ambulantes que proclamaban sus mercancías por las esquinas y los mercados, y que
se aprovechaban de la muchedumbre o de la aglomeración de posibles compradores
siempre que se presentaba la ocasión. Sin embargo, en el siglo XVIII los charlatanes
especialistas en rejuvenecer se convirtieron en personas muy importantes. Con
frecuencia eran tenidos en gran consideración por la nobleza y ejercían su oficio en
locales distinguidos. Un ejemplo típico de estos, aunque tuvo más éxito que la mayoría
de ellos, fue el famoso James Graham (1745-1794), cuyas actividades rejuvenecedoras alcanzaron su punto culminante en Londres en los años ochenta de ese siglo.
Como muchos de sus colegas, Graham empezó a dedicarse a la práctica del
rejuvenecimiento a modo de actividad secundaria. Aunque otros han narrado ya la vida
y aventuras de James Graham, este sacamuelas Por antonomasia, no estaría de más
explicar aquí algunos momentos importantes de su carrera como rejuvenecedor. Ya en
1777, Graham se especializaba en el tratamiento de ciertas enfermedades por medio
de corrientes eléctricas. En su juventud viajo mucho por las Islas Británicas, Francia y
América, y aseguraba haber conocido al gran Benjamin Franklin y conversado con él.
En 1780 pareció cristalizar su gran experiencia de sacamuelas, ya que abrió su
impresionante «Templo de la Salud» en una elegante casa de diez estancias en
Adelphi Terrace, Londres. Para que no cupiera la menor duda de lo que era, así como
para dar a sus clientes una idea clara de lo que podían conseguir allí, Graham puso
una enorme estrella dorada en la fachada de la casa, con las palabras: Templum
Aesculapia Sacrum. Fuentes contemporáneas confirman que la idea de Graham tuvo
gran éxito al principio. Entre sus pacientes figuraba Henry Angelo, que había sido
maestro de esgrima en la corte de Jorge IV y que escribió: «Recuerdo las carrozas que
paraban a la puerta de esta moderna Pafos, con grandes grupos de pisaverdes a
ambos lados, llenos de curiosidad por ver quiénes eran los visitantes; pero los rostros
de las damas estaban velados, ya que todas iban de incógnito».
Una vez dentro del Templo, los pacientes de Graham se encontraban en estancias
lujosamente decoradas. La más grande se usaba como sala de conferencias. En ella,
pronunciaba Graham sus famosas charlas, en las que explicaba a sus oyentes lo que
podían esperar si tomaban sus medicinas y seguían sus instrucciones en general.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
También les ofrecía alguna diversión, como pequeños experimentos eléctricos, y,
finalmente, exhibía a muchachas semidesnudas, a las que llamaba «diosas de la
salud».
La posible clientela quedaba informada de que podía conseguir las mismas gracias y
belleza con sólo seguir el método de Graham.
En otras estancias de la casa preparaba Graham sus medicamentos. Al principio había
doce:
1. La píldora imperial, «infalible para las enfermedades biliares, gotosas y
reumáticas».
2. La esencia antiescorbútica, «purificadora de la sangre y los humores».
3. El bálsamo vegetal, upara refrescar y limpiar toda enfermedad externa».
4. La esencia de perla, apara curar todas las úlceras, llagas gangrenosas,
cánceres y suciedades bucales .
5. El ámbar etéreo, que «cura el reumatismo senil, espasmos, calambres,
perlesías y tofos de la gota senil ».
6. El bálsamo nervioso etéreo, «estimulante balsámico para los nervios débiles y
las fibras cansadas».
7. El bálsamo pectoral, «para la tos, los fríos, el asma, tisis».
8. El solvente y expulsador, «para las piedras renales».
9. Las gotas britdnicas, «antídoto especifico seguro, rápido, radical e infalible para
la enfermedad venérea en cualquiera de sus fases y grados».
10. El bálsamo estimulante, «para la cura de la gonorrea crónica, los trastornos de
la mujer y la impotencia masculina».
11. El polvo cefálico, «medicamento rápido, seguro y, en general, infalible para las
convulsiones».
12. La quintaesencia etérea de ambrosia de oro, miel y rosa Salis, que «nutre y
rejuvenece el cuerpo».
Como habrá notado el lector, hay cierta repetición de efectos terapéuticos en esta lista
de medicinas, pero se diría que el bálsamo nervioso etéreo y la quintaesencia etérea
de ambrosia eran presuntos medicamentos rejuvenecedores. El segundo era, sin
duda, el favorito del doctor Graham -se había atribuido un título médico inexistente,
como tantos otros charlatanes-. El descubrimiento, preparación acertada y
perfeccionamiento de esta nobilísima e indudable medicina divinas era la máxima
preocupación de Graham, como el mismo escribió en uno de sus anuncios:
«Durante más de diez años..., y con el principal objeto de llevar a termino, con la
máxima excelencia de perfección y utilidad, este proyecto favorito mío, no vacilé en
gastar más de doce mil libras esterlinas de mi bolsillo para construir y embellecer
un aparato AdeptiAlqufrico Médicoeléctrico y Filosófico, infinitamente superior a
cualquier cosa que se haya visto ahora o en ninguna otra época en el mundo».
De un folleto posterior se deduce, sin la menor duda, que Graham había decidido, por
el momento, concentrar todas sus energías en el arte del rejuvenecimiento, porque
ahora describe sólo tres medicamentos «preparados y distribuidos en el «Templo de la
Salud»: éter eléctrico, bálsamo nervioso etéreo y píldoras imperiales, todos ellos,
medicamentos rejuvenecedores.
El primero se preparaba :
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
«..en los grandes globos metálicos de la cúpula de los Templos Eléctricos de la
Salud y el Himen, en el Apolo y otros apartamentos..., para ser influido por el fuego
celestial. La esencia se purifica con filtraciones basadas en un principio nuevo, que
impide toda posibilidad de que se evaporen sus partes más finas y volátiles. Los
globos están enteramente forrados de metal, tanto por dentro como por fuera. Son
doce, cada uno de los cuales contiene treinta y seis galones del medicamento. Los
envases de cristal también están forrados de metal, encerrados en raras cajas
magnéticas, y sus tapones están atravesados por tubos de cristal y gruesas varas
metálicas, que terminan en multitud de puntos, de los que el fuego eléctrico, etc.,
mana constantemente, sobre el éter y las sustancias aromáticas, en arroyos
luminosos y del más bello aspecto».
Los medicamentos corrientes de Graham, que se vendían precintados en las mejores
botellas de pedernal, nunca fueron baratos, ya que costaban cinco chelines y cinco
peniques, dos chelines y ocho peniques y «quince peniques» el frasco. Las
quintaesencias y las medicinas rejuvenecedoras eran mucho más caras, a una guinea
el frasco (1). Además de esto, los visitantes del Templo tenían que pagar la entrada a
precios que oscilaban entre un chelín y cinco chelines. Por este dinero gozaban del
privilegio de ofr las opiniones de Graham sobre el rejuvenecimiento, mezcladas con
cierta cantidad de sentido común sobre la higiene en general.
Desde el punto de vista de la salud pública, Graham se adelantó mucho a su tiempo.
En una época en que la limpieza personal era tan rara que las mujeres llevaban
«trampas de pulgas para damas», llenas de miel, bajo sus voluminosas faldas, Graham
aconsejaba que tanto la ropa personal como la de la cama se aireasen con frecuencia.
«Y todas las prendas que os ponéis, así como la ropa de cama, deberían ser colgadas
de cuerdas para que se aireansen día y noche al viento y al sol.» Aconsejaba también
«lavarse la cara, el cuello, los brazos, los pies, las piernas, las partes pudendas y el
trasero con agua fresca y pura de lluvia o de río o con agua suave y clara de fuente».
Recomendaba un régimen alimentario sencillo y mixto, el uso de ropa ligera, el
ejercicio físico periódico y la costumbre de dormir en camas separadas, marido y
mujer, en ciertas ocasiones.
«No durmáis todas las noches con vuestras mujeres o maridos.. . , sino que
haya dos camas en la alcoba, o, mejor, dormid en apartamentos contiguos y sed
moderados en todo momento en vuestros sacrificios conyugales,, decía con frecuencia
Graham a sus oyentes. Algo después, quizá durante 1781, Graham empezó a anunciar
una atracción nueva en el Templo de la Salud,. Era la «gran cama celestial, o
magneticoeléctrica», que, encargada por Graham, había hecho el conocido estañero
Denton. Se exponía en una estancia especial, con discreta y cómoda entrada desde la
calle, y, según Gra ham, era un aparato rejuvenecedor de eficacia insuperada.
«El gran lecho celestial, cuyas influencias mágicas son celebradas ahora dec uno al
otro polos y desde el sol naciente hasta el poniente, mide doce pies de longitud por
nueve de anchura y descansa sobre cuarenta pilares de brillante cristal exquisitamente
trabajado, en ricos y variados colores. El dosel supercelestial de este lecho, que
contiene especias olorosas, balsámicas y etéreas, perfumes y esencias y que es el
gran receptáculo de esas in fluencias vigorizadoras y revividoras que exhalan el aliento
(1 ) La guinea es una unidad monetaria ficticia , es decir, de la que no existe moneda acuñada, y que
consiste en una libra esterlina y un chelín. Se dice en Inglaterra que el ideal de todo inglés es cobrar en
guineas y pagar en libras. - (N. Del T.)
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
de la música y la fuerza revitalizante del fuego eléctrico, está cubierto, por el otro lado,
con brillantes espejos.
En la parte superior del dosel hay dos exquisitas figuras; una, de Cupido, y la otEa, de
Psique, así como otra, detrás, de Himen, que lleva en una mano la antorcha encendida
con fuego eléctrico, y en la otra, una corona celestial, que reluce sobre un par de
tórlolas que descansan en un lecho de el otro elegante grupo de figuras que adornan la
parte superior del dosel llevan instrumentos musicales que, con ayuda del más caro
mecanismo, emiten los sonidos correspondientes a cada uno de los instrumentos allí
representados: flautas, guitarras, violines, clarinetes, trompetas, cuernos, oboes,
timbales, etc.
Los postes o pilares que sostienen el gran dosel son grupos de instrumentos
musicales, gaitas dora das, etc., que, en suave concierto, emiten sonidos suavísimos e
inducen visiones de goces celestiales. En la cabecera de la cama, realzado por la luz
eléctrica, aparece el primer gran mandamiento: Sed fecundados, multiplicaos y llenad
la Tierra. Debajo vemos un elegante órgano de suave sonido, delante del cual hay un
bello paisaje de figuras móviles, el sacerdote y la procesión de la desposada, que entra
en el templo del Himen.
En la cama celestial no se usan plumas, sino, a veces, colchones llenos de suave y
fresca paja de trigo o de avena, mezclados con bálsamo, pétalos de rosa, flores de
lavándula y especias orientales. Las sábanas son de la más rica y suave seda,
matizadas de varios colores, que hacen juego con el cutis: verde pálido, rosa, azul
cielo, blanco y púrpura, y todos estos colores, suavemente perfumados a la manera
oriental, con esencia de rosa o los más ricos bálsamos y aromas.
El principio básico de mi cama celestial consiste en piedra-imán artificial, con
unos quince quintales de imanes compuestos, que se ínter influyen sin cesarr y forman
un círculo en flujo permanente.
La cama tiene un marco doble, que se mueve sobre un eje y puede ser ladeado o
inclinado. A veces, los colchones están rellenos del cabello mas fuerte Y suave,
obtenido, con grandes dispendios, de las colas de sementales ingleses, cuyo pelo
tiene la máxima elasticidad.»
La cama celestial se apoyaba en seis pilares macizos de bronce y estaba cubierta de
«telas de satén, azul sajón y púrpura, perfumadas con especias árabes al estilo de las
que se usan en el serrallo del gran turco». Había música para quienes deseasen
participar en «éxtasis supremos, como es normal en quienes usan la cama celestial».
Graham cobraba cincuenta libras esterlinas por pasar una noche en la cama celestial.
Más adelante, hacia fines de 1781, Graham se mudó a un nuevo «Templo de la
Salud», en Shomberg House (Pall Mall), en el centro mismo de Londres, donde ejerció
el arte del rejuvenecimiento con asiduidad durante dos años más. Es posible que fuera
un truco publicitario suyo el dirigir sus anuncios y pasquines, por aquella època, «a Sus
Excelencias los embajadores extranjeros, la nobleza, los caballeros y la gente de
cultura y buen gusto y mencionar que durante las recientes veladas hubo un exceso de
público de, por lo menos, novecientas damas y caballeros»; pero hay pruebas
suficientes, por la publicidad espontánea que le dieron a Graham los Periódicos y
revistas de la época, de que era muy popular como experto en rejuvenecimiento.
Como muchos otros hombres famosos, Graham acabó por ser victima de la volubilidad
del público y caer en desgracia. Llegó el día en que no le quedó más remedio que
cerrar el «Templo de la Salud», y vender lo que contenía. Por increíble que parezca, no
disponemos de ningún dato sobre lo que fue de las máquinas eléctricas y de la cama
celestial. Durante algún tiempo, Graham se ganó la vida con un nuevo método
rejuvenecedor, inventado por él y bautizado con el nombre de «baño de tierra». Alquiló
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
una casita en Panton Street -que entonces era una zona popular-, con talleres y baños
públicos de dudosa reputación, donde Graham se hundía en un baño de tierra y daba
conferencias sobre las ventajas de su descubrimiento. Según una hoja periódica de
cotilleo llamada The Ramblers’ Magazine, consiguió también persuadir a chicas
jóvenes a que tomaran baños de tierra completamente desnudas, para edificación de
los transeúntes.
Sin embargo, no tardó en ser notorio que James Graham, el más grande de los
seudorrejuvenecedores del siglo XVIII, estaba volviéndose loco. Aunque siguió
ejerciendo en muchas partes de las Islas Británicas hasta casi fines del siglo, su
clientela fue disminuyendo, al mismo tiempo que su ingenio y sus ideas únicas sobre el
arte de rejuvenecer. Desde el punto de vista de la ética, las ideas sobre el
rejuvenecimiento vigentes a comienzos del siglo XIX ofrecían poco que valga la pena
exponer aquí. A pesar de todo, los progresos de la Química y la Medicina influyeron en
cierta medida en la mentalidad de los sacamuelas.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX había ya una base ambiental de muchas
posibilidades para rejuvenecedores sin escrúpulos.
En términos generales, el rejuvenecimiento se ofrecía ahora de dos maneras. En
primer lugar había el sistema de la «juventud nueva», y el restablecimiento de las funciones físicas, conseguidos normalmente con tónicos nerviosos y diversos elixires de
larga vida. La popularidad de estos potingues era debida, tal vez, a que la gente no
acababa de entender bien la naturaleza de los descubrimientos farmacológicos y
científicos de la época. Y, en segundo lugar, el sistema del rejuvenecimiento sexual.
Dos ejemplos de sustancias a las que se atribuían propiedades generales de
rejuvenecimiento eran la «Fosferina» y el «Sanatogen». La primera fue analizada por
los científicos de la «British Medical Association», ya en 1912, cuando sus fabricantes
la anunciaron como «potente remedio vigorizador». Sus ingredientes resultaron ser:
una solución, al 8 %, de alcohol en agua con un poco de quinina y ácido sulfúrico, a lo
que se había añadido una ligera solución de ácido fosfórico. Todo esto se calculó que
costaba menos del 2 % de su precio de venta al público. El «Sanatogen» fue
anunciado al principio, en el London Graphic, como el alimento de la vida y tónico
nervioso, que rejuvenece y revitaliza», y fue alabado públicamente por diputados,
obispos y otros respetables caballeros, así como buen numero de aristócratas
titulados. Cuando se analizó el «Sanatogen», se comprobó que era sólo caseína en
polvo. Sus fabricantes afirmaban, entre otras cosas, que el «Sanatogen» contenía más
del 700 % de alimento para los tejidos y sustento vital que la harina de trigo, lo cual
indujo a los especialistas en dietética a analizar numerosos alimentos y compararlos
con el «Sanatogen». Sus conclusiones fueron expresadas de manera cruda, pero
gráfica, en un documento que, entre otras cosas, decía: «Un dólar de harina de trigo
contiene tanta energía como ciento noventa y siete dólares de Sanatogen.» Como es
natural, la demostración de que los fabricantes de dichos tónicos ganaban fortunas con
ellos, no significa nada en sí. Porque si hubiera resultado que el «Sanatogen» o la
«Fosferina» eran capaces de rejuvenecer, no habría importado nada el margen de
beneficio que les quedara a sus inventores. Pero no se ha publicado nunca la menor
prueba de que esos productos rejuvenezcan en el sentido estrictamente médico del
término, aun cuando la gente se sintiera mejor después de tomarlos. Los fabricantes
actuales de estos y otros pro duetos han quedado absueltos, por supuesto, de la
acusación de charlatanería, y los anuncian de la manera más honorable. Tampoco
podemos criticar los productos que se venden actualmente y cuyos fabricantes afirman
que dan sensación de bienestar.
39
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Otro producto de comienzos del siglo XX, que se vendía con el impresionante nombre
de «Vitae Ore», constituye un nuevo ejemplo de que nuestras ideas sobre el
rejuvenecimiento ahondan sus raíces en la Antigüedad. Este polvo -del que se decía
que fue descubierto por un nebuloso profesor llamado Theo Noel, «geólogo muy conocido»- era anunciado como «un sedimento de cierta maravillosa fuente medicinal».
Los anuncios afirmaban también que el «Vitae Ore» convertía a los que estaban
agotados en personas rebosantes de vigor, hombres de personalidad dinámica y
mujeres cuya sangre ardiente y gracia femenina cautiva todos los corazones»; pero,
después de analizarlo, se comprobó que contenla dos compuestos inorgánicos de lo
más corriente: oxisulfato férrico y sales minerales de Epson. Tampoco eran mucho
más interesantes, farmacologicamente, otros productos, como el «Cocafos» (que «da
nueva vida, vigoriza, cría sangre, fuerza nerviosa y energía»), el «Neurovril» («¿se ha
descubierto, por fin, el elixir de larga vida...? Los viejos se vuelven jóvenes, las mejillas
amarillentas recobran el color sonrosado de la juventud,) o el «Osoge» (que «contiene
la increíble combinación elemental llamada Serufos»).
Probablemente, el alimento rejuvenecedor más divertido de todos éstos fue el
«Antineurastín», invento de un medico alemán, el doctor Hartmann, introducido en
Inglaterra justamente antes de la Primera Guerra Mundial. El «Antineurastín» se
fabricaba y vendía como remedio contra la enfermedad del siglo XX», definida como
complicado síndrome que comenzaba con excesiva sensibilidad y podía terminar en
suicidio. El descubrimiento del doctor Hartmann prevenía y curaba esa enfermedad y
proporcionaba el equilibrio perfecto de energía física y mental, que es la única base
verdadera de la salud y la felicidad. Sus fabricantes creían que era «de gran interés
para los intelectuales de todos los niveles sociales». Cuando la «British Medical
Association» decidió analizar aquella joya terapéutica de la Europa continental, se
comprobó que no era más que huevo seco pulverizado, comprimido en forma de
tableta, con un poco de agua de patata deshidratada y lactosa. Desde el punto de vista
alimenticio, cada tableta equivalía a una cucharadita de huevo fresco. Pero si vender
huevo seco con enormes beneficios fue una idea alemana de la máxima audacia,
mucho más audaz fue la técnica de G. H. Brinkler, el «experto en alimentos» -como se
llamaba a sí mismo- de Washington. En pocas palabras, la tesis de Brinkler era la de
que casi todos los procesos de decadencia física, desde las enfermedades hasta la
vejez misma, se deben a regímenes alimentarios incorrectos. Él, y sólo él entendía los
secretos de la Naturaleza. Pero como era generoso, estaba dispuesto a comunicar sus
conocimientos únicos, aunque por supuesto, cobrando (sus honorarios eran setenta y
cinco dólares).
Pero, ¿qué importaba esto si el rejuvenecimiento estaba ahora al alcance de todos?
Brinkler contrató los servicios de un ingles, un tal William H. Morse, médico, para que
le preparara impresionantes certificados y advirtiera a posibles pacientes «que
recordaran su dirección cuando se vieran al borde de la muerte, porque, con toda
probabilidad, podría sacarles del trance incluso tan tardíamente. Como es de suponer,
Brinkler era un charlatán inculto de la peor ralea». -una de sus debilidades era la
creencia (que expresa a menudo) de que la mantequilla debilita-, pese a lo cual, vale la
pena recordarlo como precursor de la escuela del seudorrejuvenecimiento, cuyo lema
es: «La comida rejuvenece».
Brinkler hizo así una pequeña fortuna; pero un buen día el Departamento de
Correos de Estados Unidos formuló contra él una acusación de fraude. Los
propietarios de otra sustancia rejuvenecedora norteamericana, el «Sargol»,
esquilmaron al público norteamericano cosa de tres millones de dólares, hasta que
también a ellos les llegó el turno, fueron procesados y tuvieron que pagar 30000
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
dólares de multa. El «Sargol» era producido y anunciado al principio como alimento
vigorizador del cuerpo, y luego, como rejuvenecedor de la «agente delgada y
agotada». De hecho contenía hipofosfitos terapéuticamente inactivos y una pequeña
dosis de estricnina en forma de Nux vomica. Esencialmente similar -por lo que se
refiere a su identidad farmacológica- era la antes famosa tableta llamada «Luz de la
vida», producida por los laboratorios de la compañía «Life», en Columbus, Estado de
Ohio. También esta vez el Departamento de Correos norteamericano, convencido de
que la «Fuente de la Juventud» no manaba realmente en la ciudad de Columbus,
formuló una acusación de fraude, y otra banda de sacamuelas del rejuvenecimiento
siguió el mismo camino que las anteriores.
Una idea que tiene bastantes probabilidades de éxito en cualquier plan de
seudorrejuvenecimiento consiste en decir que el remedio secreto que contiene la
medicina ofrecida, procede de lugares lejanos. De la misma manera que el
«Antineurastín» del doctor Hartmann se hizo popular porque era de origen alemán, de
un preparado norteamericano que llevaba el exótico nombre de «El-Zair» se dijo que
estaba hecho a base de ingredientes «que sólo podían obtenerse en ciertas cordilleras
casi inaccesibles de África». «Dorar la píldora» es la solución más socorrida en el
mundo de los sacamuelas, y los fabricantes, que vivían en la prosaica Calle Dieciséis
de Nueva York, afirmaban que «El-Zair» tenía, además, la ventaja de haber sido
preparado por aun hombre de ciencia inglés de gran reputación, el cual, a su vez,
había dado con la pista de este agente rejuvenecedor en un manuscrito árabe «que
había caído en manos de un amigo suyo».
Si el principio activo de «El-Zair» era recogido debidamente «durante ciertas fases de
la luna» y mezclado de acuerdo con ciertos ritos místicos, los fabricantes afirmaban
que se convertía en potente sustancia farmacológica.
Hacía crecer el pelo en cráneos calvos, daba fertilidad a las mujeres estériles, curaba
la tisis y, por si esto fuera poco, «eliminaba la materia residual de la profundidad», que
era causa de la vejez. Sin embargo, los científicos de la «American Medical
Association», grupo de incrédulos de la segunda década de nuestro siglo,
comprobaron que para hacer una sustancia idéntica a «El-Zair» no era necesario ir a
África, y ni siquiera salir de los laboratorios donde se elaboraba, en North Deaborn
Street (Chicago), pues bastaban dos onzas y media de sales minerales de Epson y
una pinta de vinagre destilado.
A veces, las actividades de los sacamuelas que con tanto éxito explotaban esta
cantera, combinaban dos o mas de las ideas básicas del arte de rejuvenecer. Por
ejemplo, el promotor del remedio botánico «Extracto orquítico», llamado Fred A. Leach,
de Chicago, empezó su negocio vendiendo simplemente estimulantes para agrandar el
órgano masculino. Pero, en general, los sacamuelas tendían a no salirse de sus
respectivas especialidades. Un buen ejemplo de ayudas mecánicas de
rejuvenecimiento sexual lo tenemos en el caso de la compañía de Electricidad Sanden,
de Broadway (Nueva York), fabricante de un «cinturón eléctrico» que devolvía la
virilidad. La electricidad -explicaban los fabricantes- era más poderosa que las drogas
en cuestiones de rejuvenecimiento. Los anuncios mostraban a un hombre viril, que
usaba el famoso cinturón y que, por lo mismo, volvía locas a las mujeres más
atractivas en reuniones sociales y cuya vida transcurría en medio de una eterna
juventud.
Según los datos de que disponemos, la «Compañía de Electricidad Sanden» hizo
grandes negocios, hasta que se le prohibió el uso del correo norteamericano. Sus
gastos de fabricación de cinturones baratos, de lo más corriente, unido a los de
organización de ventas, serían poca cosa. Pero un sacamuelas rejuvenecedor
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
norteamericano discurrió un sistema para evitar incluso el desembolso de esos gastos
mínimos, limitándose sencillamente a cobrar por sus consejos. En pocas palabras, su
sistema era el siguiente: Para «recuperar y conservar el vigor juvenil sin drogas ni
adminículos peligrosos», bastaba gastar un dólar, que era lo que costaba el «método
patentado» enviado al cliente. Este método aumentaba el aflujo de sangre y energía
nerviosa a los testículos..., poniendo una mano a cada lado del escroto, por encima de
los testículos, estirándolos en sentido opuesto al cuerpo y moviendo la mano de un
lado al otro de manera oscilante, sin dejar de tirar de ellos. Por sorprendente que
parezca, este consejo confidencial ganó numerosos adeptos, hasta que también le fue
vedado el uso del correo norteamericano.
Otro profesional del consejo físico relacionado con el rejuvenecimiento fue Alois
P. Swoboda, de Nueva York, uno de los iniciadores del tipo de ejercicio rejuvenecedor
que más tarde explotaron al máximo Charles Atlas y otros. Swoboda daba una
garantía de noventa días, con su sistema, destinado a «devolver la juventud, sin que
tenga importancia lo viejo que se sea». «Garantizo que le eliminare la vejez de manera
permanente y total, afirmaba el rejuvenecedor. El curso que ofrecía Swoboda se hizo
popular en seguida, aun cuando costaba veinte dólares.
Su sistema era la sencillez misma. Despojándole de la huera fraseología que con tanta
frecuencia encontramos en la literatura de los sacamuelas, requería simplemente
flexionar y relajar ciertos músculos, o sea, lo que hoy se ha adornado con el nombre,
muy descriptivo, de isometría. El rejuvenecedor pensaba que, fuera como fuese, este
sistema producía «la antagonización científica de las energías y las fuerzas que
residen en las celdas positivas y negativas del cerebro, el sistema nervioso y los
músculos... El antagonismo de los músculos constituye en realidad el 95 % del
funcionamiento básico de mi sistema». El simple principio fisiológico de que es
virtualmente imposible flexionar ningún músculo sin relajar su correspondiente
antagónico, parecía haber sido completamente olvidado por los enfermos de Swoboda,
y, pese a la evidente pureza de su sistematología, el «sistema» dio estupendos
resultados económicos tanto a su inventor como a sus imitadores subsiguientes.
Es imposible dejar este tema del rejuvenecimiento físico sin mencionar, aunque
sea de pasada, a Hércules Sanche, que, antes de dedicarse a su verdadera vocación,
el rejuvenecimiento, se llamaba a si mismo, modestamente «Descubridor de las leyes
de la cura espontánea de las enfermedades». El tratamiento de Sanche para todas las
enfermedades consistía en fijar con una correa al tobillo, la pierna, la muñeca o
cualquier otra parte del cuerpo, una pieza plana de metal de la que salían varios
alambres, los cuales, a su vez, estaban conectados a lo que, en resumidas cuentas, no
era otra cosa sino un simple pedazo de tubería metálica de gas, generalmente rellena
de carbón vegetal. El «instrumento» original de Sanche, llamado «Electropoise»,
ofrecía, modestamente, un remedio casero de oxigeno sin necesidad de medicina,
remedio que da al sistema la cantidad de fuerza eléctrica que necesita y que, gracias a
su acción térmica, pone al cuerpo en estado de absorber oxigeno por los pulmones y
los porosa. Animado por el éxito de su extraño aparato, Sanche invento el
«Oxydonor», que costaba treinta y cinco dólares y que era, por tanto, tres veces y
media más caro que el «Electropoise». A pesar de todo, su acción -decía Sanche- era
muchas veces más potente, Además de «forzar», al cuerpo a absorber más oxigeno,
disponía de una fuerza nueva, que el llamaba la «diaducción».
La fuerza de diaducción, otro de los «inventos», de Sanche, nunca fue explicada
satisfactoriamente. El inventor mismo trato de explicarla en una frase de 468 palabras,
aunque, por la razón que fuese, no lo consiguió. Sanche fue llevado, al fin, ante los
tribunales, y el juez Shiras, del Tribunal Supremo, dijo:
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
-Puedo afirmar que no entiendo en absoluto el funcionamiento de esa supuesta fuerza,
si es que existe, y personalmente dudo mucho de que el doctor Sanche tenga una idea
muy clara de lo que es la fuerza o el principio que trata de propagar con el nombre de
diaducción. Sigue siendo dudoso que la fuerza en cuestión llegase jamás a ser
explicada o comprendida. Sanche tenía la certeza de que revitaliza al ser humano, a
los animales y las plantas, hasta el grado requerido, con la misma rapidez como si se
tratase de arte de magia, sin que el enfermo sienta nada, mientras duerme tranquila y
naturalmente, para despertar sano, fuerte, vigoroso, hambriento y mas animado que de
costumbre». Sanche acabó por convertir su fuerza diaductiva en una especie de
religión, y sus con versos emitían el Voto de la Duxanimae, a la vez que hacían
grandes donativos para cubrir los gastos personales del negocio rejuvenecedor de
Sanche. Estos donativos, a instancias del «sumo sacerdote», eran en forma de «bienes
convertibles» para el «fondo de la Causa de la Duxanirnae por Inducción».
Como es natural, el «Oxydonor», tuvo imitadores, como el «Oxytonor», el «Oxypator» y
el «Oxyton», por citar sólo unos cuantos. Incluso en los años treinta se vendía un
aparato que era una reminiscencia de estos: el «Vitalizador», que consistía en un
simple reflector intermitente, con una cuerda a la que estaba unida una pieza de metal
del tamaño de un lápiz. Este «elemento» se insertaba en el recto, se daba la corriente,
y la fuerza eléctrica -decía el fabricante- llenaba el cuerpo del enfermo. Aparte esto,
pero en cierto modo relacionado con las técnicas del rejuvenecimiento general,
tenemos el rejuvenecimiento sexual puro y simple. En la sociedad moderna es tan
grande el deseo de conservar hasta la vejez la potencia sexual, que el fabricante de
medicamentos a quien se le ocurra una idea feliz de rejuvenecimiento sexual y la
explote en la forma debida, puede considerarse rico.
Uno de los remedios rejuvenecedores más populares de Inglaterra durante más de
cincuenta años fue un preparado que se vendía con el nombre de «Damaroids». Según
los fabricantes, era «una cura infalible e inofensiva de la debilidad general, la
decadencia física, la perdida de fuerza nerviosa, el varicocele, etc.».
Farmacológicamente, el «Damaroids» era muy simple. Contenía hipofosfitos de hierro
y quinina, sustancias que carecen de valor como rejuvenecedores o afrodisíacos. Su
nombre parece deberse a que contenía un poco de extracto de damiana.
Más descarado en sus promesas, pero no tan popular, ni mucho menos, durante tanto
tiempo, fue el «Restaurador sexual Gordon», un elixir «viroeréctil» que,
farmacológicamente, era igual de inocuo. Se han cometido muchos otros fraudes
terapéuticos como tantos, tan parecidos entre si que, al estudiarlos, se aprende poco
sobre las ideas básicas del rejuvenecimiento. Una excepción a esta regla la constituye
una idea clásica de la historia del rejuvenecimiento sexual. La mejor manera de
explicarla tal vez sea citar una expresión que se usa con gran éxito comercial durante
más de un siglo: «La virilidad perdida». Se discute a quién se le ocurrió tan feliz
eslogan, pero la idea en que se basa está ya en la obra de un sacamuelas inglés de
fines del siglo XVIII: el doctor William Brodum.
Brodum, como muchos otros charlatanes de su época, compró su doctorado en
el Marischal College de Aberdeen (Escocia), por 5 guineas. Ejerció en la zona
londinense de Blackfriars, donde vendía dos medicamentos: el «cordial nervioso», y la
«esencia botánica». Ninguno de los dos ofrecía rejuvenecer a nadie, y de no haber
sido por un libro que escribió Brodum en 1795, tal vez se hubiera perdido la esencia de
su charlatanería.
En pocas palabras, el credo de Brodum consistía en lo siguiente: Como
resultado de la masturbación juvenil, el individuo se debilita y envejece
prematuramente. A menos que se remedie esto de alguna manera, y sin pérdida de
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
tiempo, la decadencia física es inevitable, y la mente acaba por seguir el mismo triste
destino que el cuerpo. El libro de Brodum, sobre todo el tomo II, incluye una repulsiva
descripción de los productos residuales de la virilidad y la feminidad perdida, hasta el
punto de que, aun en estos días de licencia literaria, raro seria el censor que
permitiese su publicación.
Pero en todos los casos terribles que menciona Brodum queda, naturalmente,
un resto de esperanza. Una vez que el enfermo empieza a tomar el acordial nervioso,
o la “esencia botarka” -casi da igual uno que otro-, es inevitable el rejuvenecimiento,
tanto mental como físico y sexual. Teniendo en cuenta la época en que vivía, se ha de
convenir en que la charlatanería de Brodum le dio buenos resultados. Los frascos
grandes de su medicamento costaban 5 libras esterlinas y, en el auge de su fama,
había en Londres ocho tiendas que lo vendían, y otras sesenta en el resto de
Inglaterra.
La idea iniciada por Brodum, o sea, el tratamiento de la virilidad perdida, fue
explotada, al fin, a fondo en los Estados Unidos. El centro de esta actividad era
principal mente una serie de establecimientos, llamados «institutos médicos». En
Londres había unos cuantos a fines del siglo XIX, pero su influencia no era tan grande
como la de sus equivalentes norteamericanos. En términos generales, puede decirse
que tales institutos eran guaridas de sacamuelas, médicos sin escrúpulos o sin título,
etc. En los Estados Unidos, durante las dos primeras décadas de nuestro siglo, la
mayor parte de las grandes ciudades tenían su instituto medico. A veces, estos
establecimientos tenían, a manera de pantalla, un seudo museo médico, en el que
modelos de cera mostraban a los visitantes los horrores de la virilidad perdida, y la
enfermedad venérea. En otros casos, el instituto actuaba desde algún despacho de
aspecto respetable, con médicos de categoría inferior, entrenados en el arte de
diagnosticar y curar esas enfermedades vergonzosas, aunque los pacientes tuvieran
una cosa distinta por completo.
Los miembros mas dinámicos de los institutos médicos fueron, sin duda alguna,
el doctor Edward N. Flint y los doctores Reinhart, de Chicago. Estos últimos dirigían
una gran red de institutos, donde trabajaban médicos cuyos títulos eran a menudo tan
dudosos como los de sus mismos jefes. Por fortuna, hay artículos de periódicos de la
época en los que se conservan informes de primera mano relativos a exgerentes de
estos institutos y que revelan las técnicas que utilizaban. Uno de estos exgerentes
declaró a un periodista:
«Un día sonó el timbre abajo y esperamos bastante tiempo a que subiera el
paciente. En vista de que no aparecía, mire por el vano de la escalera y vi a
Compton, que subía casi en brazos a un viejo por las escaleras. Lo llevamos al
teatro de operaciones. No tenia un pelo en la cabeza ni un diente en la boca, estaba
sordo y casi sin vista. Compton le había convencido de que la única razón de que ya
no fuese joven era que había perdido la virilidad y que nosotros érarnos los únicos
capaces de devolvérsela. Firmó un contrato con nosotros para someterse al
tratamiento que, creía él, iba a rejuvenecerle. Naturalmente, nosotros le cobramos el
elevado anticipo de costumbre, lo cual garantizaba que volvería de nuevo. Tuvimos
que llevarle casi en brazos escaleras abajo, pero volvió a casa convencido de que, a
pesar de sus ochenta y cuatro años, seria de nuevo un muchacho al cabo de una
semana.»
El mismo gerente explicó también los métodos de rejuvenecimiento que se usaban.
Había dos medicamentos, uno de los cuales no era, ni más ni menos, que agua
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
coloreada (Aqua Michiganus, solía rezar la prescripción facultativa), y. para los que
necesitaban algo más fuerte, elixir simple. La preparación de este último era
sumamente sencilla: cuatro libras de azúcar se disolvían en dos quintos de pinta de
alcohol puro, a lo que se añadía agua suficiente para llenar un envase de dos galones.
Con azúcar quemada y esencia de naranja se coloreaba el «medicamento», el cual se
vendía entre dos y cinco dólares la botella de cuatro onzas. «Es casi whisky, y
cualquiera puede emborracharse si lo bebe con regularidad», comentó con curiosa
franqueza uno de los empleados al periódico Chicago Tribune.
Para los que no eran aficionados a tomar medicinas o no reaccionaban con ninguna de
los dos administradas normalmente por el Instituto, había «Píldoras de Hinckles», un
purgante suave («Las teníamos de tres colores, de modo que los pacientes podían
seguir tomándolas durante tres semanas»).
Uno de los socios de la organización Flint-Reinhart, en Chicago, era un tal
doctor B. M. Ross, quien -dicho sea de paso- afirmaba ser «médico con todas las de la
ley», con veinticinco años de ejercicio ininterrumpido en Chicago. Solía anunciarse en
los periódicos con regularidad en tres idiomas extranjeros, para que los ciudadanos
que no supieran leer inglés pudiesen ser atendidos debidamente. Otros charlatanes,
especialistas en curar a los «que se han destruido la salud», usaban grotescas
máquinas eléctricas como parte de sus tratamientos. Una de las buenas ideas
comerciales con que los inocentes eran embaucados por los institutos médicos fue
usada también como parte de la seudo arte del rejuvenecimiento en época más
reciente: la «consulta gratis» que se ofrecía a los pacientes a modo de gancho. «iNo
cobro por la consulta, no vacile en consultarme! -les decía el director del Instituto
Medico de Winsconsin a los viejos-, la juventud ha pasado ya», y, «al recordar el
pasado, ahora se dan cuenta ustedes de los errores cometidos..., pero la naturaleza no
se volverá atrás... El castigo serán los achaques, la muerte, la decadencia», advertía
una hoja publicitaria a posibles pacientes. Pero no todo se había perdido, porque así
vienen al Instituto Médico de Winconsin y piden ayuda -se decía a los viejos-, nuestro
maravilloso tratamiento electromédico, que ha salvado a miles, los salvará también a
ustedes».
Poco a poco, gracias a la prensa inteligente, a la «American Medical Association» y a
un aumento general de los conocimientos médicos del público, los institutos médicos
fueron cayendo en desgracia, y el número de sus pacientes empezó a disminuir, y de
esta forma acabo un periodo interesantísimo, aunque negro, de la historia del
seudorrejuvenecimiento.
Una de las premisas más importantes de la historia del charlatanismo de éxito
consistía en ir al compás de los tiempos, por lo menos en el terreno de la Ciencia. En
los dos treinta de nuestro siglo había cundido entre la gente la errónea teoría del
rejuvenecimiento con ayuda de extractos e injertos de glándulas sexuales. Era
evidente que los sacamuelas tratarían de aprovechar esta cantera magnífica, y el
nombre que quedó más vinculado a este tipo de actividad fue el del «doctor» John R.
Brinkley.
Brinkley realizó grandes esfuerzos por hacerse pasar por medico, aunque sin
tomarse la molestia, naturalmente, de cursar estudios normales de Medicina. Recibió
su educación premédica -decía él- en la Academia Milton, en Baltimore, en donde se
había doctorado en Humanidades. Por desgracia, la Academia Milton era conocida por
la facilidad con que repartía diplomas y títulos, y su director había tenido el dudoso
honor de pasar seis meses en la cárcel por desfalco. Luego Brinkley adquirió un
doctorado en Leyes en otro centro docente de la misma categoría: la Universidad de
Oskaloos, en el Estado de Iowa. Pensando quizás en que había una laguna en su
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
educación médica, el futuro rejuvenecedor trabajó durante una temporada en la
Universidad Medica Ecléctica de Kansas City, antes de pasar a otra máquina de dar
títulos universitarios: el Colegio Universitario de Medicina y Cirugía de Kansas City.
Finalmente, Brinkley se convirtió en persona de gran importancia social en Milford
hacia los años veinte, y obtuvo una licencia del todo legal para ejercer la Medicina en
el Estado de Kansas.
Sin embargo, se produjo un alto temporal en la carrera de este extraño médico
cuando fue detenido por vender bebidas alcohólicas y alterar el orden público violando
las leyes antialcohólicas del Estado de Kansas. Le impusieron una multa de trescientos
dólares y una sentencia de ncl venta días de cárcel, pero el doctor Brinkley logró
convencer al juez de que le dejara en libertad condicional previo pago -solamente- de
las costas del juicio. Para entonces, el credo médico de Brinkley estaba ya
completamente delineado y se predicaba en varias instituciones medicas. Por ejemplo,
en los Laboratorios de Investigación Brinkley y en la Asociación de Hospitales BrinkleyJones, que formaba parte del Colegio Universitario de Médicos y Cirujanos, donde se
trasplantaban glándulas de macho cabrio a hombres viejos; ésta era su llamada
«operación compuesta». Otra especialidad suya era la inyección rectal de su «emulsión
especial de glándulas». Brinkley, que decía contar entre sus pacientes senadores
norteamericanos y otras personas importantes, justificaba con su nivel de vida la idea
general de que el sacamuelas tiene que sacar muelas a peso de oro. La inyección
especial de glándulas costaba 100 dólares, y la operación, de 750 a 1.000 dólares,
según la edad del macho cabrio al que habían sido extraídas las glándulas.
Pero Brinkley cometió, al fin, un error grave, al solicitar el ejercicio de su
especialidad en California, justificando la solicitud con la reciprocidad de sus títulos,
porque ahora alegaba ser, además de Doctor en Medicina, Doctor en Ciencias. Al
parecer, había operado ya en California bastante tiempo, y -según decía- rejuvenecido
al director de un periódico de Los Angeles. Por desgracia para él, a las autoridades
californianas no les impresionaron ni poco ni mucho sus títulos, se negaron a darle la
licencia para el territorio de su Estado y llegaron incluso, en su falta de comprensión, a
pedir su extradición por tratar de violar las leyes médicas del Estado de California.
Por fortuna para Brinkley, le salvaron la reputación y el poder de que gozaba en
Kansas, y, apoyándose en esto, el Gobernador del Estado se negó a acceder a la
petición. Pero gradualmente, fue decayendo tal reputación incluso en Kansas. Durante
muchos años había sido dueño de una emisora de radio, con la que propagaba sus
falsas hazañas rejuvenecedoras. Sin embargo, un día se le retiró la Licencia
radiofónica. Esto no le preocupó demasiado, porque compró una emisora de radio en
México, desde la cual continuó su propaganda, y para ello iba y venía Del Río a Little
Rock (Estado de Arkansas) en su avión Particular.
Las aspiraciones medicas de Brinkley recibieron otro duro golpe cuando una
universidad italiana que -por la razón que fuese- le había conferido un título honorario,
se lo retiró. Pero ya para entonces, el opulento dueño de cuatro automóviles, varios
yates y un avión particular, había superado su fase de simple rejuvenecedor y decidido
entrar de lleno en la vida política. En tres ocasiones se presentó candidato a
Gobernador de Kansas, y en una de ellas fue derrotado por muy escaso margen.
Antes de morir, en 1937, Brinkley fundó un hospital en Little Rock y una iglesia en
Milford. En ésta hay una conmovedora inscripción por la cual se entera el visitante de
que fue «erigida a Dios y a su hijo Jesús en memoria de las muchas gracias que me
han conferido. J. R. Brinkley».
Aunque las ideas y métodos de Brinkley no han sido mejoradas probablemente
por nadie, al menos entre los modernos sacamuelas, otros farsantes, diligentes, pero
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
menos favorecidos por el éxito, han explotado también las teorías del rejuvenecimiento
glandular, por ejemplo, el «Medica Aid Bureaur», que vendía un producto llamado
«Golden Glans», o glándula dorada, del que se preparaban dos tipos: uno, para el
hombre «al que le pasa por alto que no concede ya a su mujer la atención que solía
prestarle», y otro, para mujeres. Este último «moldeaba suaves curvas, daba labios
maduros, rojos, mejillas sonrosadas y los fascinantes atractivos propios del sexto
femenino».
De la misma forma, la «New Life Corporation» vendía cápsulas para curar de manera
definitiva la impotencia y el vigor sexual decreciente. Al analizarlas se comprobó que
contenían cierto extracto glandular, pero también cantaridas. Asimismo, la «Peptoro
Medical Company» anunciaba un método para curar noventa y cinco de cada cien
casos de virilidad perdida con ayuda de extracto glandular mezclado con «una sal de
oro puro y yohimbina». De hecho, los preparados glandulares que producía esta
compañía -creada no por un falso médico, sino por un leñador retirado- contenían
cantáridas, Nux vomica y citrato de hierro y amonio. Las glándulas y sus extractos,
como el oro y la yohimbina, sólo existían en el membrete.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
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METCHNIKOW Y LA INTOXICACION INTESTINAL
Es posible que la primera teoría de rejuvenecimiento que llamó la atención del mundo
de la Ciencia sea una que ha quedado vinculada al nombre del biólogo y premio Novel
ruso, Ilya Metchnikow. El auge y la decadencia de los principios básicos de las teorías
de Metchnikow, así como la manera en que éstas influyeron en otros eminentes
hombres de la época que siguieron su impetuosa estela, se han de examinar teniendo
en cuenta la personalidad de Metchnikow y el clima científico de fines de siglo. Sólo así
podremos comprender la génesis de la teoría de la intoxicación de la vejez y el método
de rejuvenecimiento a que esta, con la más grande lógica, dio origen.
Metchnikow nació el 16 de mayo de 1845, y creció en la región esteparia de Jarkov,
llamada Pequeña Rusia, en un ambiente muy cercano al que podríamos llamar fondo
de la escala aristocrática. Su padre era oficial del ejército, y su juventud transcurrió de
la manera convencional de un joven oficial, casado, del ejercito imperial. No tardó en
acabar con la fortuna de su joven esposa en los garitos de San Petersburgo, dejando a
la familia en situación tan apurada, que se ofreció como la única solución posible la
vida rural, con lo que se creó el estado de cosas que haría de Ilya un futuro hombre de
ciencia y rejuvenecedor.
Ilya, el más joven de la familia, creció y llegó a ser un muchacho rubio y delgado, de
tez clara, sonrosada y blanca..., pequeños ojos grises, llenos de afabilidad y vida.
Era muy nervioso, impresionable e irritable. Siempre quería verlo todo, saberlo todo y
encontrar la salida de todos los laberintos, dice Olga Metchnikow, en su Vida de Ilya
Metchnikow. Al referirse a su juventud, sus biógrafos dan significativos datos, dignos
de examen si queremos comprender su vida adulta. Era un niño muy mimado y, sin
duda alguna, el favorito de su madre. De muchacho tenía blefaritis crónica, y esto fue
interpretado como «debilidad» por el medico de la familia, el cual -quizás algo
dogmáticamente decía que era preciso, a costa de lo que fuese, no permitir que el
joven Ilya llorase o tuviera berrinches, porque siempre acababan dándole «dolor de
ojos». Es interesante esta situación especial en que vivía el muchacho en el seno de
su familia, como consecuencia de su debilidad. Su hermana pensaba que era mal
intencionado, y es fácil imaginarse que a sus hermanos mayores no les podía hacer
mucha gracia la compañía de Ilya en la casa de campo. Sea como fuere, lo cierto es
que Ilya se convirtió en el favorito de las criadas, además de serlo de su madre, a
quienes el muchacho se sentía psicológicamente atraído de la manera más anormal y
malsana. Lo más probable es que estos factores ambientales, doméstico y médico,
contribuyeran a producir en el carácter de Metchnikow defectos que determinaron una
carrera científica más bien desgraciada. Se observaban en él tendencias obsesivas
que, a veces, adquirían proporciones casi paranoicas, junto con una falta de madurez
asociada a la depresión.
A los ocho años, el destino brindó al neurótico muchacho, ya completamente atado a
las faldas de su madre, la oportunidad de ocupar su joven cerebro en una actividad útil.
Su segundo hermano, Leo, había vuelto del colegio, en San Petersburgo, a causa de
una enfermedad de la cadera, por lo que fue necesario contratar a un profesor
particular, para que pudiera seguir estudiando en casa. Aunque Leo era un discípulo
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
muy inteligente, al profesor le impresionó mas el joven Ilya, que, pese a su juventud,
mostraba una rara disposición por las Ciencias Naturales. Más adelante, cuando entró
en el Instituto de Jarkov, Ilya empezó a consolidar sus primeras aspiraciones
científicas. Abandonó la religión de su familia y se hizo ateo cuando aún era
estudiante. Logró hacerse amigo del catedrático de Filosofía de la Universidad y
terminó sus estudios con medalla de oro. La primera fase de la vida científica de
Metchnikow consistió, al parecer, en una serie de episodios muy brillantes, aunque
alternados con periodos de conducta extraña, neurótica e inexplicable. Por ejemplo, no
tardó en definir un nuevo orden de animales de agua dulce, los Gastrotricos,
evolutivamente a mitad de camino entre los Rotíferos y los gusanos Nematodos.
También hizo valiosas aportaciones a la Embriología comparada. Pero un día, llevado
de un súbito impulso, decidió abandonar sus estudios en Jarkov para ir a Alemania, a
la universidad de Wurtzburgo. Por desgracia llegó allí en pleno período de vacaciones
y se comportó de manera curiosamente inmadura. Volvió a Jarkov desanimado y
alarmado por tan desdichada experiencia. Otro curioso episodio de su juventud es el
relativo a su trabajo como ayudante de un eminente profesor en Gotinga, con el que
deseaba estudiar Anatomía vertebral; pero no había pasado ni siquiera veinticuatro
horas en el laboratorio, cuando sorprendió a todos al tirar violentamente al suelo una
valiosa disección en un momento de cólera. Había dado ya sobradas pruebas de estos
extraños períodos de insociabilidad, que parecían formar parte integrante de la vida y
carácter del futuro rejuvenecedor. Con frecuencia lo incapacitaban para el trabajo
violentos ataques de mareo. Sentíase deprimido con facilidad. Su antigua «debilidad
óptica» seguía molestándole de vez en cuando. Las cartas que escribió a su madre en
este período muestran la persistencia de un vinculo emocional entre ambos que no era
natural. El examen psiquíátrico superficial del comportamiento de Metchnikow frente al
sexo opuesto revela que era incapaz de relaciones sexuales normales. Su interés
oscilaba entre las mujeres que se parecían a su madre y las chicas mucho más
jóvenes que el. Se casó en primeras nupcias con una mujer madura, y en segundas,
con una verdadera niña. Por suerte, su innata bondad despertó en esta jovencita el
deseo de amarle de manera satisfactoria, y acabó por ayudarle en sus trabajos
científicos y escribir su biografía. Ninguna de sus mujeres le dio jamás hijos. Se diría
que la pobre vida sexual de Metchnikow formase parte de su personalidad neurótica. A
medida que iba desarrollándose su importante carrera científica como naturalista y
biólogo, cuando se planteaba una situación difícil o se producía una crisis emotiva,
nuestro hombre reaccionaba retirándose a su torre de neurosis. En más de una
ocasión intentó suicidarse. A veces se encerraba en un cuarto oscuro para «descansar
la vista». Después de uno de estos períodos de depresión se prescribió a sí mismo un
régimen especial, y así se le ocurrió la idea de que la enfermedad que sufría era el
resultado de una intoxicación intestinal crónica causada por microbios. En este
momento concibió una idea sobre el rejuvenecimiento que, además de ser
notabilísima, tenía una base científica. Mas para comprender las extrañas ideas del
eminente biólogo, hemos de examinar más detenidamente la carrera de Metchnikow.
Sus primeros trabajos no merecen una especial consideración, si bien hemos de citar
el hecho de que durante sus viajes de juventud había empezado a sentir gran intert%
por la Biología marina. El año 1881 fue importante para él, para su esposa y para la
historia del rejuvenecimiento. Poco antes había intentado suicidarse de una forma
curiosa: inoculándose fiebre crónica. No mucho después de recuperar el equilibrio
físico y mental, murió su suegro, que les dejó una pequeña finca. La vida que llevaban
entonces en Pequeña Rusia no era muy tranquila, a causa de las fricciones entre el
Gobierno, los terratenientes y los campesinos. Por eso, la joven pareja - tenía sólo
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
treinta y seis años y parecía a «una imagen de Cristo»- fue a vivir a orillas del
Mediterráneo, donde Metchnikow no tardó en absorberse en sus estudios de Biología
marítima. Con frecuencia resulta difícil seguir el hilo de los pensamientos de un
hombre de ciencia que está absorto en una determinada teoría. Pero la idea inicial de
Metchnikow, que sirvió para resolver uno de los misterios patológicos de nuestra
época, ha sido conservada tal y como el la expuso. Observaba las células móviles
mesodérmicas de la estrella de mar, cuando ...
«Un día..., a solas con mi microscopio, estaba yo observando la vida de las células
móviles de una larva transparente de estrella de mar, cuando un pensamiento
nuevo cruzó de pronto por mi mente. Se me ocurrió que tal vez células semejantes
sirvan para defender el organismo contra intrusos... Me dije a mi mismo que si mi
suposición era cierta, una astilla hincada en el cuerpo de la larva de la estrella de
mar, que carece de vasos sanguíneos y de sistema nervioso, quedaría rodeada en
seguida de células móviles...».
Metchnikow realizó el experimento, y al día siguiente, temprano, su preparado
demostraba la existencia del fenómeno por él postulado. No faltaba más que un paso,
intelectualmente corto, para hallar la semejanza entre los leucocitos mesodérmicos de
los animales superiores durante la inflamación bacteriana, y las células móviles que él
mismo habla visto actuar en la estrella de mar. En 1883, Metchnikow publico sus
descubrimientos iniciales, y así se inició un nuevo capítulo de la historia de la
patología. Es curioso que no fuese Metchnikow quien acuñara la palabra «fagocito». El
concepto de un ejercito de células devoradoras que se lanzan contra el invasor fue
«inventado» por un científico amigo suyo, a instigación suya, y no es mas que la
traducción al griego de la expresión a «célula devoradora».
Por medio de un hábil experimento se demostró que la teoría de la fagocitosis era
estrictamente aplicable a cambios producidos en enfermedades espontáneas. Se
hicieron experimentos con el crustáceo transparente de agua dulce, Dafnia, y se
estudió su manera de reaccionar ante las infecciones con el hongo parásito Monospora
bicuspidata.
Como era de esperar, no fue apreciado universalmente un concepto tan revolucionario
de la etiología de las enfermedades. Varios científicos de primera fila, entre ellos, el
gran Robert Koch, lo criticaron duramente. Sin embargo, poco a poco, los discípulos de
Metchnikow fueron multiplicándose. Metchnikow se instaló en Paris en 1888 y encontró
poderosos aliados en Pasteur y sus colegas. Lister no tardo en darle también la razón
y, finalmente, el mundo entero se inclinó ante sus ideas únicas, pero comprobadas,
sobre los mecanismos defensivos contra las enfermedades bacterianas. La lucha de
Metchnikow por conseguir la aprobación del mundo para su teoría pareció influir en su
personalidad de dos formas importantes. En primer lugar, empezó a creer, cada vez
más firmemente, que para comprender cualquier proceso científico es necesario
estudiar las reacciones de los organismos primitivos y encontrar así pistas esenciales
que abran el camino a nuevos atisbos. Entonces puede aplicarse la Anatomía
comparada, para hallar analogías en organismos superiores. En segundo lugar, su
suspicacia, inherente a toda crítica ya excesiva y anormal, se convirtió en un estado
mental que lo inducía a seguir cualquier idea que se le ocurriera, con obsesivo
dogmatismo.
Poco después de una reunión del Congreso Intemacional, convocada en Moscú en
1897, que fue muy estimulante y favorable para él, Metchnikow dedico su atención,
una vez más, a las funciones de los grandes macrófagos vagabundos, cuya presencia
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
había comprobado en numero variable en todos los tejidos. Los observó ingiriendo
corpúsculos rojos, células somáticas y espermatozoos deteriorados de casi todos los
tipos. A veces, las células que estudiaba hablan sido debilitadas a causa de procesos
evolutivos, por ejemplo, la absorción de la cola de los renacuajos en el transcurso de
su desarrollo, y a veces también a causa de toxinas, enfermedades e incluso vejez. De
acuerdo con las ideas que había elaborado, Metchnikow creía que el envejecimiento
era debido a debilidad. o anormalidad celular, y esto le parecía que encajaba bien con
la nueva y ya universalmente aceptada teoría de la fagocitosis. En resumen, la
presencia de ciertos organismos en los intestinos permitía a las toxinas pasar al
torrente circulatorio, con lo cual resultaban deterioradas las células somáticas, células
deterioradas que eran ingeridas por los macrófagos. El resultado de este proceso era
la depreciación celular de los tejidos. La senilidad sellaba la conclusión de esta serie
de sucesos.
Metchnikow pasó luego a someter su teoría a la prueba de la Anatomía
comparada. Como resultado, llegó a conclusiones que apoyaban su hipótesis. Muchos
seres marinos primitivos, en especial los que carecen de sistema digestivo
independiente -observa Metchnikow-, viven casi indefinidamente. Por ejemplo, se ha
comprobado que la especie llamada Actina mesembryanthemum vive sesenta y seis
años, sin perder nunca su capacidad reproductora. Muchos otros pólipos, que se
comportan de manera semejante, parecían confirmar el principio de que un conducto
digestivo poco diferenciado o inexistente es un factor que favorece la longevidad. A
Metchnikow le intrigó también el hecho de que ciertos moluscos, sobre todo los
gastrópodos, vivan indefinidamente y se distingan por la sencillez de sus aparatos
digestivos.
La diferencia entre la longevidad de las aves de presa y los animales voladores
parecía asimismo encajar bien en la idea de que la complejidad intestinal, con su
inevitable corolario de posible estancamiento e intoxicación por organismos, influye de
manera relativa en la duración de la vida. Metchnikow arguyó, convincentemente, que
los animales que son a la vez cazadores y presas, tienen una ventaja evolutiva si
pueden almacenar productos residuales en intestinos complicados y relativamente
estancados, hasta que les resulte mas fácil evacuarlos.
«He ideado la teoría de que los mamíferos han sido dotados de intestinos grandes,
para que puedan recorrer largas distancias sin tener que pararse a defecar... Los
mamíferos tienen que moverse con agilidad para capturar sus presas o huir de sus
enemigos.. . De acuerdo con tal supuesto, el gran desarrollo del intestino remediaría
una necesidad evidente en la lucha por la supervivencia.,. Aunque la capacidad del
intestino grueso preserve las energías de los mamíferos, implica ciertos
inconvenientes, que pueden acortar la vida del animal».
Sin embargo, las aves y los mamíferos voladores han evolucionado de tal manera, que
la falta de peso es fundamental para su economía biológica. Por esta razón tienen
intestinos muy simples, capaces de retener el alimento sólo durante poco tiempo.
Incluso los pájaros más pequeños, como el canario y la alondra, viven hasta veinte
años en cautividad, longevidad bien sorprendente si se considera su tamaño, y pájaros
mucho más grandes, como el cisne y el ganso, llegan hasta los setenta u ochenta.
Estos datos animaron a Metchnikow a elaborar un sistema de desintoxicación intestinal
como método para aumentar la longevidad y estimular el rejuvenecimiento. Aunque
Metchnikow dominaba el complejo mundo de la Anatomía comparada, no se sentía tan
a gusto en el laberinto, menos científico, de la Patología médica. Tratando de
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
encontrar ejemplos de enfermedades humanas que pudieran ser atribuidas a
intoxicación intestinal, cometió con frecuencia grandes errores.
Citando a un tal doctor Du Pasquier describió así los síntomas del estreñimiento
infantil: «El niño tiene color plomizo, los ojos hundidos, las pupilas dilatadas, y las
ventanillas de la nariz estrechadas. Su temperatura puede llegar hasta casi los 104º F,
el pulso es rápido y débil y con frecuencia, irregular. Tiene inquietud, insomnio y
frecuentes convulsiones. La rigidez cervical y el estrabismo indican que el sistema
nervioso del niño se va intoxicando», Aunque la «toxicidad» de un niño con tales
síntomas no seria puesta en duda por nadie, no es menos cierto que el diagnostico, en
un caso así, no seria el de estreñimiento.
De la misma manera, Metchnikow da una detenida descripción de cierta extraña
afección que se presenta después del parto: «La enferma tiene dolor de cabeza y está
resfriada. Su aliento es fétido, y la lengua parece vellosa. La temperatura axilar es de
101 ºF. El abdomen está hinchado y dolorido en la región umbilical. Parece claro que
se trata aquí de fiebre puerperal, que no tiene nada que ver con el estreñimiento que
suelen dar todas las fiebres.
Si Metchnikow hubiera tenido más experiencia de Patología médica, es
indudable que habría oído hablar de los trabajos de Ignaz Semmelweis, de la Casa de
Maternidad de Viena y del progreso lento, pero firme, de unas ideas que conducirían,
al fin, a una mejor comprensión de los problemas de la infección y sepsis puerperales.
Mas, para entonces, el carácter obsesivo de Metchnikow encauzaba toda su energía
vital hacia la elaboración de teorías sobre el rejuvenecimiento basadas con frecuencia
en observaciones insuficientes y además, obsesivas. La enfermedad nunca estuvo
ausente de la vida diaria y personal de Metchnikow, y a los cincuenta y tres años de
edad estaba convencido de que sus riñones habían envejecido. Como es natural,
decidió experimentar en sí mismo sus propias teorías y adoptó un régimen cuyo objeto
era «evitar que su cuerpo absorbiera microbios dañinos». Esto requería beber leche
cortada y evitar todo alimento crudo. Metchnikow perseveró en esta línea, y su salud
mejoró de una manera notable.
Finalmente, se publicaron sus teorías y, como resultado, se puso de moda la
leche cortada y, más adelante, el «yogur». Un industrial parisiense se puso en contacto
con el ya eminente hombre de ciencia y le sugirió la elaboración comercial de
sustancias rejuvenecedoras. Metchnikow, convencido por completo de que la leche
cortada tenía cualidades rejuvenecedoras -había cumplido ya los sesenta y siete años, aceptó y encargó a unos jóvenes científicos, amigos suyos, que se ocuparan de aquel
aspecto de la cuestión. La fábrica empezó a funcionar, y la leche cortada la puso a la
venta una empresa que la expondría, con autorización, como proveedora exclusiva del
profesor Metchnikowv.
Aunque el asesor jurídico del Institut Pasteur –donde trabajaba entonces Metchnikowhabía permitido, en principio, el uso de la «garantía del nombre de Metchnikow», esta
empresa comercial, aunque no le diera a su protagonista ni un céntimo de beneficio,
desencadenó violentas criticas por parte de la Prensa. No cabe duda de que dio
pábulo a ello el exuberante nacionalismo de Francia en una época en que los
extranjeros llenaban el país y ocupaban muchos de los mejores empleos y los cargos
más lucrativos, a la vez que se atravesaba por un momento de crisis social. Además,
el hecho de que un profesor eminente se hubiese asociado con el mundo de la
industria, era algo inimaginable a comienzos de siglo.
Pero Metchnikow no se arredró y siguió creyendo apasionada y obsesivamente
en su teoría. Al cumplir los setenta años escribió sobre su «ortobiosis reducida»,
conseguida gracias a no comer nada crudo durante dieciocho años y haber saturado
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
su intestino con el mayor numero posible de las bacterias del ácido láctico. Lo único
que lamentaba era el haber tenido éxito sólo a medias, de lo cual s e quejaba así: «A
pesar de todo, me van envenenando las bacterias de la fermentación butirica.» El gran
biólogo murió valiente y lentamente en 1916, pero no a consecuencia de ninguna
intoxicación, sino de insuficiencia cardiaca congestiva. No se sabe que la teoría del
rejuvenecimiento por desintoxicación intestinal perdiera mucho terreno después de su
muerte, porque había muchos e importantes defensores de la misma, dispuestos a
hablar, actuar y escribir en su apoyo.
Antes incluso de su muerte, se discutía ya mucho, en círculos médicos bien
respetables, sobre las ventajas e inconvenientes de la intoxicación intestinal. Ya en
1913, la «Royal Society of Medicine», celebró un simposio de seis sesiones sobre esta
cuestión, en el que hablaron hasta cincuenta personas. A juzgar por las cartas
publicadas en revistas médicas de la época, los médicos ingleses estaban divididos
sobre la verdadera importancia de la teoría. Es extraño que las enseñanzas de
Metclmikow interesasen más a los cirujanos que a los médicos y que aquellos
comprobaran que podían mejorar notablemente la salud y vitalidad de sus enfermos
poniendo en práctica las teorías de Metchnikow. El resultado de esto fue que varios
miles de enfermos perdieron, literalmente, centenares de metros de intestino grueso
por consejo y obra de sus propios cirujanos.
Mas no vaya a creerse que tales hazañas quirúrgicas fueran realizadas por personas
profesionalmente inferiores.
El más notable seguidor de estas teorías fue nada menos que Arbuthnot Lane, P. R. C.
S. (1), cirujano del «Hospital Guy» y decano de los cirujanos del «Hospital de Great
Ormond Street». Según Lane, la estasis intestinal era una forma crónica de
intoxicación, y describía sus signos y síntomas, que, en muchos casos, eran idénticos
a los de la vejez prematura. Entre ellos se observaba «una pérdida progresiva de grasa
y crecientes manchas cutáneas que hacían la piel rígida, anormalmente oscura y de
aspecto como sucio». Esto -pensaba Lane- se notaba, particularmente en las mujeres,
«en el cuello, los párpados y las mejillas. Sus pechos experimentaban también
cambios degenerativos¡. Se creía que la enfermedad de Lane -como se llamó más
tarde este síndrome-, predisponía también al cáncer, tuberculosis, artritis reumática,
gota y úlceras, así como al desmayo, mareo, neuralgias, dolor de cabeza y, en
general, a la falta de joie de vivre.
A veces, conocidos médicos aceptaban la teoría de la autointoxicación como causa de
enfermedades y vejez prematura. Uno de los más importantes fue el cardiólogo Sir
James Mackenzie, el cual creía que la llamada por el «enfermedad X» del corazón ahora tiene el nombre de neurosis cardíaca era causada por la autointoxicación
intestinal.
Hubo también especialistas de otras ramas de la Medicina según los cuales el
envenenamiento intestinal minaba prematuramente la salud de los enfermos. Ernest
Clark, por ejemplo -eminente oftalmólogo de comienzos de siglo-, estaba convencido
de que la toxemia intestinal era causa del endurecimiento del cristalino, que dificultaba
la visión de la misma manera que la vejez. Durante algún tiempo gozó de gran auge el
tipo de rejuvenecimiento quirúrgico propugnado por Lane. Pero los años treinta vieron
el fin de las operaciones de corto circuito, como cura de los terrores de la estasis y la
autointoxicación intestinal.
(1) Fellow of the Royal College of Surgeons (miembro del Real Colegio de Cirujanos). - (N. del T.).
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Para entonces, la verdadera razón de tales operaciones se había alejado de las ideas
del rejuvenecimiento propiamente dicho. Quedaban, desde luego, núcleos de
resistencia acá y allá, influidos quizás aún, subconscientemente, por las teorías de
Metchnikow.
Sir Henry M. W. Gray, de Montreal, se mostraba, todavía en 1936, muy satisfecho por
los resultados de su operación Lane modificada, que él llamaba «limpieza primaveral
del abdomen» (1). Sin embargo, el gran Sir Arbuthnot había abandonado ya el campo
de la Cirugía activa para fundar la New Health Society (Sociedad de la Salud Nueva),
que predicaba el evangelio de la salud positiva a base de remedios como el aire
fresco, la comida adecuada y, lo que es significativo, la regularización de la actividad
intestinal con ayuls de enormes cantidades de parafina líquida. Actualmente, los
cirujanos británicos han abandonado las operaciones de estasis intestinal, siguiendo la
opinión de Sir Adolphe Abrahams -publicada en la Enciclopedia de que tal condición no
existió nunca en la realidad. Los libros sobre los efectos saludables y rejuvenecedres
de las bacterias del ácido láctico -ya se tome este en forma de queso, leche cortada o
yogur- no los lee ya nadie, y concretamente el yogur se ha convertido en un postre
muy agradable, que se vende en las lecherías y es preferido especialmente por los
niños.
Metchnikow habría encontrado un gran estímulo en la moderna revolución
farmacológica. Es probable que las drogas psicotrópicas que se usan ahora, con tan
excelentes resultados en buen número de enfermedades de origen psíquico hubieran
ayudado a su personalidad psicopática a adaptarse mejor a su ambiente. Hoy se
emplean antibióticos, sobre todo por vía oral, capaces de esterilizar en pocas horas el
contenido de todo el intestino. Nadie se sentirá más joven después de este
tratamiento, que a menudo resulta contraproducente, pues hoy sabemos que la flora
intestinal normal es necesaria para la salud. Es significativo que tomando yogur junto
con antibióticos de amplio espectro o inmediatamente después de estos, se eliminen
muchos de los síntomas de diarrea y de los trastornos intestinales que suelen ser
consecuencia de un tratamiento masivo con antibióticos. Con toda probabilidad, esto
se debe al gran número de bacterias de ácido láctico que contiene el yogur.
(1) Alusión a la spring cleaning, limpieza primaveral que se ueva cabo en las casas inglesas todos los
años. - (N. del T)-J.of Surgical Practice-
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
7
TERAPÉUTICA CELULAR
Incluso en manos del cirujano más competente toda operación tiene sus propios e
inherentes riesgos y complicaciones. Cuando es necesario, por ejemplo, extraerla
glándula tiroides -y a sea por causa del bocio simple o tóxico-, siempre cabe la
posibilidad de extirpar accidentalmente tejido paratiroideo junto con la glándula
enferma. Esto puede ser debido a varias causas. A veces las cuatro diminutas
glándulas paratiroideas, que yacen generalmente en la cara profunda del tiroides, se
hallan anormalmente colocadas. Pueden ser adherentes o estar encajadas en tejido
tiroides o de forma que ni siquiera la disección quirúrgica más cuidadosa consiga
revelar su posición durante la operación.
Esto es lo que debió de ocurrir en la clínica de Berna, en 1931, cuando un cirujano
desconocido practicó con excesivo entusiasmo una tiroidectomía, y durante el período
postoperatorio el paciente empezó a mostrar, primero, irritación y temor y, luego, las
sensaciones anormales y los calambres musculares que suelen ser los primeros
síntomas de la tetania paratiroidea. Hoy día este estado de cosas habría sido
dominado en seguida mediante un tratamiento a base de calcio intravenoso y
hormonas paratiroideas; pero a comienzos de los años treinta, tal complicación era, a
menudo, el primer paso hacia una muerte particularmente dolorosa.
Al enfrentarse con tan seria crisis clínica, el cirujano recurrió a su director,
profesor De Quervain, el cual confirmó el diagnostico y ordenó proceder a un
tratamiento de urgencia, sin que con ello se observara una mejoría perceptible en el
paciente, cuyos calambres tetánicos eran cada vez más intensos. Se temía un funesto
desenlace.
Pero en tan angustiosa situación, De Quervain recordó la obra de un joven cirujano
que vivía cerca de allí, en Montreux, y que había publicado recientemente trabajos
sobre un tema muy de vanguardia: el injerto de glándulas animales en tejidos
humanos. Pensando, quizá, que las situaciones desesperadas requieren remedios
desesperados, el director se puso en contacto con el cirujano en cuestión, Paul
Niehans, que accedió a tratar de remediar el caso.
Tras examinar al paciente, Niehans se mostró escéptico. «Como el enfermo llegó a mi
moribundo, no me era posible pensar siquiera en la posibilidad de un trasplante
quirúrgico, de modo que se me ocurrió cortar en pedazos diminutos la paratiroides de
un buey, hacer una suspensión con una solución salina fisiológica e inyectarla en los
músculos pectorales del paciente». Según parece, al profesor De Quervain le causó
horror tal método, ya que, como todos los médicos aceptaron posteriormente, la
inyección de grandes cantidades de proteína «ajena» al cuerpo tendrá que ir seguida,
irremediablemente, por una violenta reacción en forma de schok anafiláctico. Pero no
se produjo tal reacción. Niehans había dado por supuesto que tendría que poner más
inyecciones de la suspensión o, si el estado del paciente mejoraba, practicar una
operación clásica de implantación. Pero la mejoría del enfermo fue tan espectacular,
que no tardó en hacerse patente la superación de la crisis. Niehans contó más tarde
que se había sentido repentinamente iluminado tan pronto como el paciente mostró los
primeros síntomas de mejoría. Dedujo, quizás erróneamente, que las células
paratiroideas vivas inyectadas por él habían proliferado en el cuerpo y compensado la
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
deficiencia en secreciones internas. Sea como fuere, el año 1931 pasara a la Historia
como la fecha en que nació la Terapéutica celular de Niehans o, como se llamó más
adelante, la «implantación de órganos mediante inyección».
Al mismo tiempo se desencadenó una controversia, que aún no se ha resuelto
satisfactoriamente.
Niehans tal vez sea hoy el más famoso de los rejuvenecedores profesionales.
Dijo Goethe: «Vivimos el tiempo que Dios nos ha destinado, pero hay una gran
diferencia entre vivir desdichadamente, como pobres perros, y sentirnos bien y
vigorosos.» Niehans hizo cuanto estuvo en su mano por poner en práctica las ideas del
poeta. El resultado directo de esto es que se ha rodeado de un circulo único de
pacientes. Aunque no hay realmente pruebas que permitan creer este rumor, y
Niehans, por su parte, no lo ha confirmado, se cree que fue llamado a consulta, junto
con otros eminentes médicos y cirujanos, cuando se descubrió que el difunto rey Jorge
VI de Inglaterra sufría enteritis.
Sin embargo, no cabe duda de que Niehans ha tratado a personas muy
importantes, entre otras, al más poderoso príncipe de la India, el rajá de Darbhanga.
Su enfermedad fue diagnosticada por Niehans como distonía neurovegetativa. A juzgar
por los síntomas, parece que se trata de una simple depresión, de tipo endógeno,
asociada a insomnio e impotencia, más bien que de un mero «coctel de ennui», que
fue el nombre que dio al síndrome el biógrafo de Niehans: Gilbert Lambert. Niehans
inyectó células placentarias y testiculares y consiguió una reacción favorable en tres
semanas.
En épocas ulteriores de su carrera de éxitos, Niehans rejuveneció a notables
personalidades, como Winston Churchill, el doctor Adenauer, Bernard Baruch -el
conocido financiero-, Gloria Swanson y el famoso director de orquesta Furtwängler.
Somerset Maugham dio permiso al News of the World (1) para describir sus visitas a
Niehans en 1964, cuando el conocido escritor tema ya noventa años. Maugham no
sólo pareció beneficiarse de aquel tratamiento, sino que su secretario, Alan Searle, que
también se hizo tratar por Niehans, se sentía después tan joven, que desafiaba a quien
quisiera, a encaramarse a cualquier árbol».
Evidentemente, Niehans dijo que había llegado su gran momento cuando fue
requerido para visitar a Pío XII, cosa que ocurrió en un momento particularmente difícil
para el, como veremos más adelante. Para examinar el éxito que han tenido eminentes
médicos con sus enfermos, es importante investigar también el tipo de personalidad de
que se trata, además del método terapéutico, porque lo más probable es que la una se
deje influir profundamente por el otro. Un rápido examen de la vida de Niehans nos
permite ver que había nacido en circunstancias muy adecuadas, tanto social como
temperalmente, para ser médico y confidente de personas importantes. Su padre,
joven cirujano de veintiocho años y ya bien afincado en Berna. sintiose atraído por el
encanto de una chica de diecisiete años llamada Arma Kaufmann, que vivía cerca, y
que era protegida de una familia alemana de la ciudad. iCuál no sería su asombro
cuando, al dirigirse a los tutores de la señorita Kaufmann, descubrió que por sus venas
corría la sangre azul de los Hohenzollern!
Porque Anna era -ni más ni menos uno de los numerosos vástagos ilegítimos del
difunto rey Federico III de Prusia, cuyo hijo, Guillermo II (conocido más tarde por el
nombre antonamásico de «El Kaiser»), ocupaba ya el trono imperial de Alemania.
(1) Semanario sensacionalista inglés que tiene probablemente la tirada más alta del mundo: diez
millones de ejemplares. - (N. del T-)
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Conviene hacer constar que, aunque esta historia es aceptada por todos los biógrafos
de Niehans y confirmada por el propio Niehans, no la hallarnos en los libros de
consulta actualmente en uso, ni en los documentos históricos que hemos consultado.
A pesar de todo, la conducta ulterior de Paul Niehans parece confirmar su veracidad.
El Kaiser Guillermo fue, al parecer, generoso con su hermanastra, ya que
ordenó a su embajador que lo xw presentara en la boda, la cual se celebró en la
catedral de Berna, y aprobó la unión con una pingüe renta vitalicia. (Dicho sea de
paso, parece ser que Anna Niehans correspondió a la generosidad y bondad de su
hermanastro haciendo varios viajes en secreto para visitarle, al amparo de su
nacionalidad suiza, durante el desastre de 1917 a 1918.)
La joven pareja tuvo solo un hijo: Paul. Todos los datos de que disponemos
indican que fue un muchacho brillante. Se conserva una carta escrita por uno de sus
profesores de Matemáticas, que dice: «No es corriente encontrar talentos de este tipo.
Me tomo la libertad de llamarle a usted la atención sobre la necesidad de animar a su
hijo todo lo posible al estudio de las Matemáticas.» Es significativo que la elogiosa
carta terminara así: «La fuerza de su imaginación puede llevarle rápidamente al
extremo mismo del conocimiento humano.»
El joven Niehans no fue solo un brillante estudiante, sino, además, un gran tirador,
tanto con escopeta como con arco. Era también excelente jinete. A los diecisiete años,
su deseo era el de asistir a la escuela militar de Potsdam y entrar en un regimiento del
Kaiser Guillermo II. Pero los prudentes consejos de sus padres le disuadieron y acabó
por entrar en un seminario, en el que se doctoró en Teología a los veintiún años.
Niehans era por aquel tiempo un joven muy alto y rubio, de ojos azules como el acero
y muy popular en Berna por su encanto social, inteligencia y fervor.
Sin embargo, el joven pastor comprobó que no le satisfacía su vida como doctor en
Teología. Influido quizá por su padre, decidió renunciar a la Iglesia y dedicarse a la
Medicina. Niehans, durante sus años de estudiante en la Facultad, sintió, al parecer,
una verdadera obsesión por la vida social, pues asistía a todas las fiestas elegantes y
bebía en tabernas hasta el amanecer, muy al gusto de comienzos del siglo XX.
Sus primeros pasos como médico tienen poco interés para nosotros, al menos
por lo que se refiere a su obra ulterior en el campo del rejuvenecimiento, y su carrera
militar estuvo punteada de episodios que dan prueba de su gran aplomo y su
intolerancia para aquellos a quienes consideraba sus inferiores intelectuales o
sociales. En cierta ocasión, siendo segundo teniente, se presentó, sin haber sido
llamado, ante el Kaiser -quien, según parece, se mostró sorprendido y encantado de la
audacia del joven oficial, tanto, que insistió en que Niehans se incorporase a su séquito
como aide durante un breve periodo de tiempo. Finalmente, tras varios años de
práctica de la cirugía militar que, por cierto, le perjudicó más que otra cosa en los años
siguientes, cuando varias autoridades extranjeras descubrieron su parentesco con el
emperador alemán-, Niehans puso fin a su carrera militar para dedicarse al ejercicio
privado de la Medicina. No tardó en verse muy solicitado por un sector muy
especializado de la Cirugía: la implantación glandular. Gradualmente fue extendiendo
el campo de sus actividades y, en 1931, con la importante inyección glandular de que
ya hemos hablado, llegó el momento clave de la extraordinaria carrera de Niehans.
En la decisión de Niehans de dedicarse al arte del rejuvenecimiento, arriesgado
y difícil, además de poco corriente, intervinieron muchos factores secundarios. Su
dinamismo innato y su arrogancia, naturales en un Hohenzollern, contribuyeron a ella.
Otro de los factores fue la herencia de una pingüe renta al morir su madre. Es posible
que la variadísima experiencia de su juventud fuese indicio de una repulsión casi
obsesiva por la rutina. Pero, en todo caso, fue un objetivo más emocionante que
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
rutinario el que estimuló a Niehans, haciéndole persistir en sus planes, durante el
período que siguió a su «despertar» de 1931. El hecho es que, unos cuantos años más
tarde, se encontraba ya metido de lleno en la terapéutica celular.
Poco a poco fue elaborando el método y los criterios necesarios para el éxito de dicha
terapéutica. Ante todo, postuló que el cuerpo sólo acepta las células que él mismo ha
activado. Cualesquiera otras células que se inyecten en el, se desintegran y son
absorbidas. Las indicaciones contrarias a este postulado fueron surgiendo también
gradualmente.
Si existía en el cuerpo un foco séptico, por ejemplo, un absceso dental, las células
eran normalmente rechazadas -argüía Niehans-, y no se producía rejuvenecimiento.
Las termas radiactivas debían ser evitadas, y los baños de sol quedaban prohibidos
después del tratamiento.
Los baños calientes eran considerados poco oportunos, y sólo se permitía el mínimo
imprescindible de productos medicamentosos. El que sufriera de debilidad cardíaca,
por ejemplo, podría seguir tomando digital, pero no sustancias como la codeína y la
aspirina. Finalmente, también se prohibían el alcohol y el tabaco.
Antes de tratar a un paciente por medio de la terapéutica celular, Niehans insiste en la
necesidad de establecer un historial médico completo y en efectuar exámenes. Luego
se lleva a cabo una prueba especial: la «reacción del fermento defensivo», del profesor
Emile Abderhalden He aquí los detalles de esta prueba de laboratorio:
«Cuando es perturbado el funcionamiento de una glándula endocrina o de un
órgano, aparecen en la sangre y la orina fermentos del tipo de la proteinasa. Estos
fermentos son absolutamente específicos para cada glándula u órgano: pueden ser
exteriorizados forzándolos a actuar en la albúmina tomada de los diversos órganos
o glándulas. Por tanto, si la glándula tiroides funciona mal, aparecerá una proteinasa
en la sangre y en la orina, que hidrolisa in vitro la albúmina de la glándula tiroides,
pero no altera en modo alguno las albúminas de la hipófisis, hígado o cerebro.
La reacción de Abderhalden es positiva si aparecen estos fermentos específicos,
que son, ante todo, extraídos de la orina mediante un proceso de adsorción. Luego
se incorporan a la albúmina de los diversos órganos o glándulas y se mantienen
durante 16 horas a una temperatura de 37 ºC y a un pH de 7.
Si se presentan proteinasas en la orina, la albúmina insoluble que hay en el agua
cambiará y se transformará en combinaciones solubles, peptonas, polipéptidos y
aminoácidos. A su vez, estos productos alterados (de la molécula de la albúmina)
se hacen visibles con ayuda de los métodos más variados, como, por ejemplo, los
que sirven para determinar el total de nitrógeno, amino nitrógeno, o bien por
métodos calorimétricos, el más sensible de los cuales es la reacción de la
ninhidrina, que tiñe de color violeta al producto de la desintegración de la molécula
albuminosa del órgano en cuestión. Según la intensidad de la mancha y las
indicaciones de una escala reguladora, es posible distinguir una reacción
intensamente positiva (= 3), medianamente positiva (= 2) y ligeramente positiva (= l),
0, por el contrario, una reacción negativa (= 0). Por lo tanto, esto indica
desintegración grave, mediana o ligera de la molécula albuminosa del órgano objeto
de examen, el cual, a su vez, da una idea más o menos aproximada del trastorno
funcional. De consiguiente, la falta de funcionalismo de un órgano se caracteriza por
la ausencia del fermento defensivo. Su albúmina no experimenta cambio alguno.»
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Conviene subrayar que esta prueba es complicada y, posiblemente, oscura en su
bioquímica. Al parecer, solo puede realizarse eficazmente en unos cuantos
laboratorios europeos.
Una vez decidido que puede tratar una deficiencia orgánica específica o llevar a cabo
un rejuvenecimiento positivo, Niehans admite al paciente en su clínica. Por medio de la
interpretación de la prueba de Abderhalden, selecciona, para su inyección, ciertas
células, que proceden de diversos tejidos, generalmente embrionarios, y de distintos
animales. Casi todos los tejidos del feto de la oveja se usan para diversos
tratamientos. Se emplean también la placenta, el hipotálamo, la hipófisis y la
paratiroides de la oveja, así como los testículos del becerro y los folículos ováricos, el
cuerpo lúteo y las suprarrenales del cerdo.
Niehans comprobó que los efectos rejuvenecedores más eficaces se consiguen en
casos de descompensación cardíaca, arteriosclerosis, esclerosis cerebral, depresión,
disminución
de la libido, impotencia, hipertrofia de la próstata, enfermedades
nerviosas e hipertensión.
Las inyecciones celulares las pone el propio Niehans personalmente en su clínica de
Montrosc, o bien ninguno de sus ayudantes. La vía usada es la intramuscular
profunda, en el músculo glúteo mayor. Cuando se inyecta más de un tipo de célula,
cada inyección debe ponerse en un lugar distinto del músculo y con una jeringa
diferente.
«La naturaleza ha dispuesto los órganos en nuestro cuerpo separados entre sí, por
tanto, las suspensiones celulares de los diversos órganos no deberían mezclarse en la
misma inyección», dice Niehans en su Introducción a la terapéutica celular. Siempre
que es posible, Niehans prefiere usar células frescas, y la manera de prepararlas es
muy importante. La selección de los animales a los que se extraerán las células, la
lleva a cabo un cirujano veterinario experto. Antes de sacrificar los animales, se
efectúan exámenes de sangre, para comprobar la ausencia de brucelosis,
salmonelosis, listeriosis, leptospirosis, toxoplasmosis y «fiebre de Queensland». Es
precisa también una reacción claramente negativa a la tuberculina. Niehans insiste en
que el animal elegido se guarde en un matadero cercano, bajo la inspección directa y
constante de un cirujano veterinario. Como es natural, todo esto resulta muy caro. Es
imposible saber lo que cobra actualmente Niehans por sus servicios, pero en 1958,
unos gastos mínimos por un tratamiento en su clínica ascendieron a 500 francos
suizos (1).
Si examinamos esta cuenta, veremos que casi 400 francos se dedicaron a la compra,
transporte y manutención del animal destinado al tratamiento. Pero los gastos
médicos, veterinarios y demás, constituyen sólo una parte del costo del
rejuvenecimiento celular de Niehans. Los gastos de investigación clínica y
hospitalización tan importante, según Niehans, si se quiere que el tratamiento dé
buenos resultados excluyen de el a todos cuantos no disfruten de cuantiosos ingresos.
Hace ocho años, la cuenta total podría Llegar muy bien a los 4.000 francos suizos, o
sea, 75.000 pesetas. Actualmente, esta cifra podría ser muy bien tres veces mayor. La
extracción de los órganos del cuerpo del animal, aturdido, pero no anestesiado en
modo alguno, suele hacerla el propio Niehans en persona. Cuando se necesitan tejidos
fetales, se extrae el útero grávido en su totalidad.
(1) O sea, 8250 pesetas, ya que, al cambio, el franco suizo equivale a 16,50 pesetas. - (N. del T.)
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Los diversos tejidos se ponen luego en envases esterilizados y se envían
inmediatamente al laboratorio de Niehans, donde espera un equipo de ayudantes, los
cuales preparan cada uno de los tejidos, que, tras ser cortados en trozos diminutos son
puestos en una solución de Ringers o salina fisiológica.
Según Niehans, los tejidos corporales han de ser manejados con el mayor cuidado
posible, para que no pierdan viabilidad. Por tanto, se prescinde cn abwlrlto de aparatos
mecánicos. Tan pronto como las suspensiones celulares son lo bastante tenues como
para pasar por la aguja de una jeringa de inyección, se envían a la clínica y se inyectan
al paciente sin pérdida de tiempo.
La reacción física inicial a la terapéutica celular es muy leve. A veces se produce una
ligera urticaria, que no tarda en ser dominada con ayuda de antihistamina, cuyo uso, al
parecer, considera Niehans perfectamente justificado, a pesar de que prohíbe todo
medicamento en este tratamiento.
No se llega a producir la tan temida reacción anafiláctica, debida a la inyección de
proteína ajena al cuerpo del paciente, y que la mayoría de los médicos considerarían
inevitable. Después de la inyección, los pacientes tienen que permanecer boca abajo
durante un breve tiempo, y luego pasar tres días de reposo. No se permiten viajes
largos durante doce días después del rejuvenecimiento, aunque sí cortos trayectos
siete días después. Durante un mínimo de tres meses se prohiben los medicamentos,
el alcohol y el tabaco.
Aunque Niehans parece preferir inyecciones de células frescas para obtener sus
maravillosos rejuvenecimientos, recientemente ha empezado a propugnar otros
métodos más prácticos. En 1949 inició sus experimentos con células congeladas. Los
tejidos se extraen de la misma forma que cuando se usan células frescas para el
rejuvenecimiento, y luego se someten a una congelación rápida, a una temperatura de
–80 ºC. Durante esta operación se extrae también todo el contenido líquido de las
células, o sea, se deshidratan, y el tejido en polvo se deposita en ampollas
esterilizadas. Antes de poner las inyecciones, se hidratan las células con solución de
Ringers. Niehans afirma que estas células secas conservan sus propiedades durante
un año, siempre que se protejan contra la luz solar.
Desde un punto de vista puramente científico, esto resulta insostenible si lo que se
afirma es que son realmente las células vivas las que producen el rejuvenecimiento
que Niehans, al parecer, conqinlle. Aunque las esporas de ciertas bacterias y las
semillas de determinadas plantas son capaces de resistir este trato, se diría que la
preparación d e células secas es mortal de necesidad para la mayor parte del material
animal . Aunque las células secas se preparan y expenden con entera libertad en
Suiza, Japón y Alemania, en la mayor parte de los países europeos y americanos está
prohibida su venta. Niehans cree que las células secas dan prácticamente resultados
idénticos a los de las células frescas, aunque para casos importantes prefieren chl;ls
ultimas.
Digamos, de pasada, que dos de los pacientes más importantes de Niehans tuvieron
que conformarse, según parece, con células secas. El canciller Adenauer, porque
estaba en plena campaña electoral cuando se le inyectaron las células
rejuvenecedoras y no tenía tiempo para el tratamiento clínico normal, y sir Winston
Churchill, porque Niehans se negó a todo contacto personal con él, a causa -según se
dice- «del papel que había desempeñado en la división de Alemania».
Niehans ha hecho experimentos con cultivos de tejidos para obtener sus materiales
rejuvenecedores, pero, en general, habido siempre a rechazar tal idea, basándose en
que muchas de las células cultivadas desarrollan características indeseables cuando
crecen artificialmente por curioso que parezca, Niehans no ha dicho jamás que
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
entienda bien y con detalle el funcionamiento exacto de su método único de
rejuvenecimiento.
Sin embargo, admite tres hipótesis generales. En primer lugar, cree posible que
las células inyectadas en los músculos sigan vivas y emigren hacia los órganos que las
necesiten. Opina también que es razonable aceptar este estado de cosas debido a la
movilidad de otras células, que migran por todo el cuerpo. En segundo lugar, admite la
posibilidad de que las células inyectadas puedan ser nutridas por la circulación del
cuerpo al que se han integrado y compensen a distancia las deficiencias de los
órganos degenerados. Niehans cree que esto no es menos razonable que aceptar que
la inyección intramuscular de penicilina dada, por ejemplo, en el muslo, afecte a los
tejidos pulmonares en casos de pulmonía.
Finalmente, arguye que, aun cuando las células inyectadas sean atacadas por las
reacciones defensivas normales del cuerpo, pueden llevar a cabo un proceso
rejuvenecedor antes de ser destruidas.
Las técnicas rejuvenecedoras de Niehans han sido muy criticadas siempre por los
médicos que podríamos llamar «oficiales». En efecto, la mayoría de éstos opina que
sus ideas se salen por completo de las teorías científicas vigentes. Sin embargo, con
frecuencia parece como si este rechazo arbitrario de las ideas de Niehans sea debido
más bien al perjuicio que a la objetividad.
Un ejemplo de ello lo tenemos en este episodio, desarrollado tras una conferencia
dada por Niehans en el Congreso Terapéutico de Karlsruhe, en el que explicó detalles
de su técnica ante un auditorio medico. El profesor Hans Schmidt, de la Universidad de
Marburgo, visitó después a Niehans en su casa, a orillas del Lago de Ginebra, para
advertirle a cerca de los peligrosos resultados que puede dar la inyección celular en el
cuerpo humano. Niehans propuso al profesor Schmidt que asistiese a su próxima
operación de rejuvenecimiento. Schmidt aceptó con desgana, y, según parece, el
momento resultó bastante tenso, porque cuando Nichans se disponía a inyectar las
células al paciente, el profesor le cogió por el brazo y le dijo:
-Ya tiene usted un pie en la cárcel; hágame caso y no ponga también el otro.
Pese a todo, Niehans tenía la suficiente confianza en su técnica, ya que había puesto
3.000 inyecciones de este tipo sin accidente alguno, de modo que siguió adelante y
terminó la operación. Los minutos transcurrieron lentos después de la operación, pero
no se observó ninguna reacción desfavorable. Finalmente, el profesor Schmidt se
despidió de Niehans, admitiendo, a regañadientes, a propósito de sus investigaciones
sobre el shock anafiláctico:
-Niehans, con un solo experimento ha echado usted a rodar veinte años de trabajo
mío.
Más adelante, el profesor Schlnidt prologó la obra de Niehans sobre terapéutica
celular.
Probablemente, la objeción más violenta opuesta a las técnicas rejuvenecedoras de Niehans fue la relativa a la viabilidad de las células que éste ínyecta.
Aunque, como ya sabemos, Niehans ha dicho que la integridad biológica de las células
inyectadas no es absolutamente vital para el rejuvenecimiento, éste sigue siendo el
principal obstáculo opuesto a la aceptación general de las ideas de Niehans. Sin
embargo, es curioso que una de las campañas que más daño han hecho a Niehans
fuese iniciada, no partiendo de estas premisas, sino de la de que !as células
inyectadas podrían multiplicarse dentro del organismo y causar una enfermedad
maligna, por ejemplo, cáncer. Niehans trató de replicar a estas criticas cultivando
vivas, juntas, células malignas y células frescas, recién extraídas de órganos de
61
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
animales. Aunque no se comprobaron efectos perceptibles y Niehans publicó el
resultado obtenido, la duda había sido ya sembrada en la mente de los observadores,
y durante algún tiempo ningún paciente fue a Niehans en busca de tratamiento.
Niehans trató de recuperar la clientela perdida utilizando sólo especies animales que
parecían notablemente inmunes al cáncer. Por ejemplo, descubrió en Australia un
rebaño, de unas 40.000 ovejas, en el que, según los cirujanos veterinarios de la zona,
nunca se había registrado un solo caso de cáncer. Pero la gente siguió recelosa, y la
clínica del rejuvenecedor permaneció inactiva durante una temporada.
Así, las cosas el 12 de febrero de 1954, Niehans recibió una llamada telefónica del
Vaticano pidiéndole que se trasladase a Castelgandolfo, donde el Papa se hallaba
enfermo. Su médico principal, el doctor Galeazzo-Lizzo, opinaba que el Pontífice se
consumía a causa de una hematemesis debida a un carcinoma gástrico. Audazmente,
Niehans partió del supuesto de que: los vómitos de sangre eran debidos, simplemente,
a gastritis hemorrágica, y empezó un tratamiento sistemático. Más adelante, según
parece -aunque, como es lógico, no hay pruebas concretas de ello, recurrió también a
la terapéutica celular. Ocho semanas más tarde, Niehans volvía a su casa, y el Papa
reanudaba sus actividades normales en el Vaticano. Tres meses más tarde, Niehans
volvió al Vaticano a dar al Papa una serie de «inyecciones revitalizadoras». Los
periódicos –siempre generosos cuando las cosas salen bien dijeron que Niehans era
«el médico cuyas inyecciones celulares habían salvado al Papa de la muerte».
Más tarde, cuando el Papa cayó enfermo con unas complicaciones de hernia
diafragmática, Niehans volvió a ser llamado, y el Papa se restableció de nuevo, y se
sometió a un tercer tratamiento de inyecciones en 1955.
Huelga decir que el honor de haber tratado al Papa le fue utilísimo a Niehans en el
ejercicio de su profesión como rejuvenecedor. Como es natural él hizo cuanto estuvo al
alcance de su mano para dar a su método una sólida reputación. En 1963 envió a
todos sus pacientes una circular con objeto de compilar pruebas estadísticas del éxito
de sus ideas. Aproximadamente el 89 % de los que contestaron estaban
completamente seguros de que el tratamiento les había sido beneficioso.
Pero tal vez la mejor prueba en favor de una revisión positiva de las teorías de Niehans
sea la formación, en 1960, de una Asociación Internacional para el Estudio de la
Teraptéutica Celular. Con motivo de su octogésimo cumpleaños, Niehans recibió un
ejemplar de un libro titulado Zellforschung und Zellulartherapie (Investigación y terapia
celular), escrito por quince notables hombres de Ciencia. Desde su fundación, esta
Sociedad ha promovido la publicación de 750 artículos, memorias y ensayos
científicos.
En la década de los sesenta se fundaron centros de terapéutica celular en muchos
países europeos. Sin embargo, en Inglaterra, el único médico de quien se sabe que
utiliza este método es Vincent Blumhart, octogenario, que cuenta con muchos famosos
en su lista rejuvenecedora. Vive silencioso y apenas comunicativo médicamente,
aunque se dice que aún recibe a pacientes en una casa de Harley Street (1) y ejerce
en un sanatorio particular del Condado de Kent.
Es imposible pronunciar aquí un veredicto definitivo sobre los métodos
rejuvenecedores de Niehans, pero el que lea con atención lo que se ha publicado
sobre este aspecto de la Medicina, tal vez llegue a la conclusión de que el terreno se
ha desbrozado de manera positiva. Nuevas investigaciones podrán quizás hacer
realidad el sueño de «dar vida a los años».
(1) En la calle céntrica de Harley tienen su consultorio muchos de los médicos más famosos de
Inglaterra. - (N. Del T.)
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
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REJUVENECIMIENTO POR MEDIO DE LA NOVOCAINA
Aunque Rumania sea una República Popular Comunista, no se distingue precisamente
por el alto nivel de su servicio medico socializado. Su población, predominantemente
agraria e industrial no cualificada, figura entre las más pobres de Europa, si la
consideramos desde el punto de vista de la alimentación, vivienda y salud pública.
A pesar de todo, este país más bien atrasado, de poco más de 19 millones de
habitantes, es famoso por haber abierto el camino al empleo de la novocaína como
agente rejuvenecedor.
En 1926, el profesor C. L. Parhon, de Bucarest, sugirió al mundo el uso de una voz
nueva: Ilikibiología, para designar una rama especial de las ciencias biológicas que
estudiaría los cambios morfológicos, físicos y fisiológicos que experimentan los
organismos a medida que van envejeciendo.
Parhon se dedicó también al estudio de los factores que alteran el ritmo del
envejecimiento. Siempre había creído que la vejez es mas una condición patológica
que el desgaste normal de un proceso natural, y que se podían observar diferencias en
el ritmo de envejecimiento en diversas condiciones clínicas y experimentales.
Como es natural, las diferencias existentes entre la edad biológica y la edad
cronológica han sido captadas ya des de hace tiempo por los médicos. Es cierta la
teoría de Parhon de que existe una «película de la vida», que puede ser proyectada
hacia delante y hacia atrás a distintas velocidades, si la examinamos desde
determinados puntos de vista. Evidentemente, las personas «envejecen, a ritmos
distintos a lo largo de su vida. Ciertas mujeres «envejecen» rápidamente durante unos
años, hacia la edad de la menopausia, mientras que sus contemporáneos del sexo
masculino parecen «más jóvenes» durante cierto tiempo. A pesar de todo, no tarda en
invertirse el proceso y en ser las mujeres quienes parecen ganar a los hombres en la
lucha contra el tiempo, hasta conseguir, finalmente, la victoria en forma de una vida
cronológicamente más larga. Otras variaciones del tiempo cronológico y el tiempo
biológico son el identes en ciertas condiciones patológicas bien conocidas. Por
ejemplo, un niño afecto de tumor suprarrenal puede parecer biológicamente cuatro
años más viejo desde el punto de vista del desarrollo físico y de la «edad» radiológica
de sus huesos. Después de extirparle el tumor, un paciente de este tipo vuelve
rápidamente a acercarse más, desde el punto de vista biológico, a su edad
cronológica.
Al principio, la obra del profesor Parhon lo indujo a realizar una serie de
experimentos, durante los cuales inyectó extractos de glándula pineal a ratones que
mostraban los síntomas clásicos de senilidad en los roedores, entre otros, alopecia,
hiperqueratinización, tumores, apatía, indiferencia y emaciación. No ha quedado claro
el origen de este pequeño fragmento pineal, del centro del cerebro, que fue usado en
los citados experimentos, pero lo más probable es que carezca de importancia. El
resultado importante de estos experimentos, realizados con ayuda de tres de sus
colegas, fue que los ratones así tratados engordaron, y su piel ganó en flexibilidad y
contextura después del tratamiento, respecto a otros no tratados.
Nuevos trabajos en este terreno condujeron a investigaciones durante las cuales
se extrajeron a ratas, conejos, cobayas y perros la glándula tiroides, la mayor parte de
la paratiroides y las glándulas reproductoras. Las deficiencias endocrinas que
resultaron de estas mutilaciones originaron, entre otras cosas, un ritmo más rápido de
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
envejecimiento, una aceleración de la «película vital». Parhon estableció
comparaciones entre estos experimentos con animales y la función, que decrece
naturalmente, de la glándula tiroides en los seres humanos viejos (demostrada
mediante estudios del metabolismo basal y cálculos del consumo de yodina) y de
disminución de la función sexual (reflejada en los niveles de esteroides urinarios). Un
aspecto secundario, pero interesante, de los experimentos realizados por Parhon,
fueron los cambios observados en el tejido conjuntivo. Esto se notó, sobre todo, en la
alteración física de las fibras del colágeno en las colas de las ratas afectas de
insuficiencia poliglandular. Los cambios en las fibras del colágeno y en otras fibras de
los tejidos conjuntivos constituyen probablemente una de las características
fundamentales de todo envejecimiento.
Por tanto, el profesor Parhon creyó justificado deducir de sus experimentos y
observaciones que el envejecimiento biológico era, por lo menos en algunos casos, un
proceso variable. Y, asimismo, que se podía alterar acelerando o enlenteciendo la
velocidad de la «película de la vida». Pero no se llegó a una conclusión sobre la
manera exacta de llevarlo a la práctica con seres humanos.
Los estudios del profesor Parhon sobre la glándula pineal causaron poca
impresión en el mundo científico hasta época muy reciente. Esta glándula, suspendida
en la cavidad craneal, entre los dos hemisferios cerebrales, ha llamado desde hace
mucho tiempo la atención de científicos y filósofos. Los antiguos la consideraban sede
del alma, pero ya en 1892, Otto Heubner, neurólogo alemán, describió un tumor que
destruyó la glándula pineal y causó varios trastornos endocrinos, entre otros, pubertad
precoz. El enfermo era un muchacho joven. Más recientemente, inflamaciones de la
glándula pineal han sido causa de un retraso en la maduración sexual.
Gradualmente, la Ciencia biológica llegó a la conclusión de que la glándula
pineal era una estructura visual de tipo atávico. Ciertos artrópodos primitivos poseen
un tercer ojo medio, y se creía que la glándula pineal observada en animales más
desarrollados era un residuo de esto. Sin embargo se comprobó que dicha glándula
ejerce una función relacionada con la visual en cuanto a que está vinculada a cambios
que se producen en animales mmo consecuencia de su contacto con la luz.
Es muy interesante la forma en que se descubrió esto. Empezó con una
observación, aparentemente no relacionada con el problema, en los años veinte: que
el extracto de glándula pineal blanqueaba la piel de los renacuajos, aunque no ejercía
efecto alguno en la piel humana. Finalmente, en 1959, el doctor A. B. Lerner,
dermatólogo de la Universidad de Yale, tras larga y laboriosa investigación en la que
empleó casi un cuarto de millón de glándulas pineales bovinas, consiguió separar el
factor blanqueante
y dio a esta sustancia el nombre de melatonina. Este
descubrimiento permitió al doctor Julius Axelrod, del «Clínical Science Laboratory»,
perteneciente al «National Institute of Mental Health», de Estados Unidos, realizar
nuevas investigaciones en 1960. Se demostró que la melatonina es elaborada en el
cuerpo a partir de una neurohormona, la serotonina, por acción enzimática.
Los primeros investigadores habían sido inducidos a engaño por el hecho de que la
calcificación de la glándula pineal se produce en el ser humano hacia la pubertad.
Esto llevo a la conclusión de que, sea cual fuere el efecto que la mencionada glándula
pudiera ejercer al comienzo de la adolescencia, cesaba durante ésta, Finalmente, las
minuciosas investigaciones del doctor Axelrod y sus colegas con cadáveres
demostraron que la glándula pineal calcificada sigue siendo tan activa biológicamente
como en años anteriores, y poco a poco se fueron sabiendo más cosas sobre esta
curiosa estructura. Inesperadamente, se comprobó que estos datos guardaban
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
relación con ciertas investigaciones efectuadas unos cuarenta años antes por el
endocrinólogo británico W. C. Rowan.
En efecto, Rowan había demostrado que el período anual de crecimiento
testicular en cierta variedad del pinzón podía estimularse aumentando el período de
tiempo diario durante el cual el pájaro era puesto en contacto con la luz. Es decir, que
la duración de los estímulos luminosos en el ojo de un animal podía inducir cambios,
por medios endocrinos, en los órganos sexuales. En estos últimos años se han ido
descubriendo nuevos misterios de la glándula pineal. Grupos de ratas fueron
encerradas en la mayor oscuridad durante seis días, mientras que otras permanecían
en contacto con luz durante el mismo número de horas. Luego fueron examinadas sus
glándulas pineales. Las de los animales sometidos a la luz eran más pequeñas y
tenían menores cantidades de la enzima que interviene en la producción de la
melatonina, que las de los que hablan pasado el tiempo en la oscuridad. De esta forma
se demostró que la luz influye en la glándula pineal a través del sistema nervioso
simpático, Con ayuda del microscopio electrónico y de técnicas del marcado radiactivo
se estableció también un ritmo concreto de la actividad pineal.
El doctor Seymour S. Kety, Jefe del «Clínical Science Laboratory», perteneciente al
«National Institute of Mental Health», afirmó
«... que hay relación, por medio del sistema nervioso simpático, con un posible
reloj interior. En la glándula pineal, esta relación puede ser considerada como una
«estación de relevo». Aunque la serotonina desempeña en la glándula un papel
semejante al de un reloj, se ha demostrado que, en las ratas, se de tiene todo el
ritmo cuando se seccionan los nervios simpáticos que conducen a la glándula... Es
muy interesante considerar que tenemos un reloj interior con una esfera de
veinticuatro horas aproximadamente. Aun cuando no sabemos con seguridad si la
glándula pineal es nuestro reloj biológico, nos interesa mucho averiguar su relación
con un mecanismo regulador ya conocido.»
Es evidente que los experimentos del profesor Parhon con la glándula pineal merecen
ser citados con referencia a las ideas vigentes sobre el rejuvenecimiento a la luz de los
descubrimientos de la investigación moderna, porque si llegase a ser posible cambiar
el ritmo de un mecanismo relojero biológico interior, se produciría, con toda seguridad,
un rejuvenecimiento, al menos por lo que se refiere a la edad cronológica.
Sin embargo, las investigaciones realizadas en Bucarest, acabaron por
apartarse de la glándula pineal; pese a ello, 1947 fue un año memorable para los
rumanos. El rey Miguel se vio forzado a abdicar y se proclamo la República Popular
Rumana. En seguida se empezó a preparar un programa científico estatal, en el que
se incluía un plan de investigación sobre el envejecimiento, que fue asignado al
«Centro Geriátrico» de Bucarest, llamado hoy «Instituto Geriátrico C. I. Parhons».
En 1951 se estudiaron más ampliamente ciertos problemas de Gerontología, Geriatría
e Ilikibiología. Ciento ochenta y nueve pacientes del Instituto fueron cuidadosamente
examinados desde los puntos de vista clínico y bioquímico y sometidos luego a
tratamiento con extractos de tejido (bazo, placenta, cápsulas suprarrenales, glándula
pineal y tiroides), vitamina E y balaneoterapia.
Para entonces ya había surgido un nombre nuevo en las memorias científicas
publicadas por el Instituto Parhon. Era el de la profesora Aslan, la cual añadió un
nuevo método terapéutico al arsenal de los utilizados por el Instituto. Se empleó en
algunos de los pacientes más graves, sobre todo los afectos de hipertensión,
enfermedades degenerativas de las articulaciones, reumatismo, cirrosis y otras varias
lesiones degenerativas del sistema nervioso. La edad de estos pacientes oscilaba
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
entre los sesenta y noventa y dos años. Ante la sorpresa de todo el mundo, se lograron
grandes rejuvenecimientos entre los tullidos geriátricos, y la doctora Anna Aslan se
convirtió, casi de la noche a la mañana, en una nova del firmamento del arte del
rejuvenecimiento.
La doctora Aslan se había ocupado anteriormente en programas de
investigación -junto con el profesor D. Danielopolu, así como en su propia clínica, en
Timisoara- relativos al tratamiento con novocaína, del asma, la artritis y el embolismo
de los miembros. Más adelante incluyó también el tratamiento de la acrocianosis y las
úlceras tróficas. Una de las mayores dificultades para aquilatar estos trabajos es la
imposibilidad de llegar a conclusiones científicas concretas, debido a la ausencia de
algo que se parezca, ni siquiera remotamente, a una prueba clínica controlada en
cualquiera de las fases de los mismos y de la que fuera posible deducir pruebas
estadísticas suficientes. Sin embargo, en el caso de la artritis, la obra publicada por la
investigadora nos da ciertos indicios que, por lo menos, se acercan a los principios
aceptados de la Medicina experimental.
Ciertos animales fueron infectados experimentalmente de artritis por medio de
inyecciones de formaldehído, y posteriormente se les pusieron inyecciones
intraarteriales de soluciones de novocaína. Aunque parezca sorprendente, se produjo
una curación aceptable. Pero, además, los animales curados con novocaína mostraron
más resistencia a los renovados intentos de provocación de artritis. Durante estos
experimentos, la doctora Aslan observó «efectos especiales en el estado general de
nutrición de los animales afectados, que engordaron y adquirieron un pelaje más
tupido y reluciente... Ello nos indujo a suponer que esta sustancia ejercía efectos
tróficos de tipo general...»
Influida quizás por tan interesantes resultados, la doctora Aslan -al iniciarse la
década de los cincuenta- empezó a administrar a 45 pacientes del hospital del Instituto
y a 2.500 no residentes en él, inyecciones intramusculares de 5 c.c. en una solución al
2 % de novocaína (con un pH de 4,2 a 5), tres veces a la semana, durante un período
indefinido y variable. Aunque no disponemos de estadísticas sobre el número de
pacientes a quienes benefició este tratamiento, conocemos casos individuales
realmente notables.
V. V. era una mujer anciana, débil e inactiva en 1949, cosa, por otra parte,
natural en una persona de noventa y un años de edad. Llevaba algunos años en
observación y tenía muchos síntomas de senilidad, como incontinencia urinaria,
hipotonía muscular, prurito, graves deficiencias auditivas y visuales e hipertensión. A
juzgar por la descripción de su estado clínico, sufría también osteoporosis, demencia
senil precoz y artritis. Después del primer tratamiento con novocaína, desaparecieron
los dolores artríticos y osteoporóticos y, en general, mejoro su condición. Dos años
después, un nuevo tratamiento alivió el prurito, recupero parte de la agudeza auditiva y
mejoro el estado de la piel. En el mismo año, sus músculos se vigorizaron, empezó a
andar bien e incluso pudo tocar el suelo con los dedos doblando la cintura.
Durante el año siguiente, su pelo, blanco hasta entonces, empezó a crecer más oscuro
en las sienes. También podía concentrarse mejor. En 1956, a la edad de noventa y
siete años, el pelo había recobrado ya, en un 80 %, su anterior color oscuro, se
mostraba más viva, subía sin ayuda las escaleras del Instituto, salía sola y era capaz
de hablar de manera coherente sobre sus experiencias nuevas y anteriores. Llegó a
pesar cuatro kilos y medio más que antes de iniciarse el tratamiento.
He aquí ahora otro caso, esta vez de una enferma de setenta años, residente en
la clínica, que sufría, al principio, glaucoma, cataratas, arteriosclerosis, artritis y
depresión. Tenía la piel atrofiada y queratótica y el cabello blanco. En 1952 sufrió un
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
ataque de apoplejía y se decidió entonces curarla con novocaína intravenosa dos
veces al día, y, posteriormente, por vía intramuscular. Como cabía esperar, la enferma
fue restableciéndose gradualmente del ataque de apoplejía. Es interesante hacer
constar que, si bien inmediatamente después del ataque permaneció en estado
comatoso, recobró el conocimiento durante unos diez minutos después de cada
inyección intravenosa de novocaína.
Su restablecimiento gradual parecía verdaderamente notable. Un año después
del ataque había engordado ya 2 kilos, había mejorado el aspecto de la piel y estaba
animada y optimista, Había aumentado su fuerza muscular, medida con el
dinamómetro, y el cabello había recuperado por completo su pigmentación anterior.
A todo aquel que haya visitado las salas psicogeriátricas de un hospital de
enfermos mentales le parecerá familiar la descripción de un tercer caso, hecha por la
propia doctora Aslan, y, tal vez, encontrará muy dudoso que pueda ser rejuvenecido o
rehabilitado físicamente.
T. J. era un hombre de sesenta y seis años, al que se había diagnosticado
afasia, amnesia y senilidad prematura. Era un ser completamente inútil, incapaz de
recordar nombres, ni de coordinar ideas y ni siquiera de vestirse solo. Mostraba signos
de Parkinson y tenía un aspecto «triste, asustadizo, había perdido mucho pelo, el que
le quedaba era cada vez más gris y no sabía orientarse. Fue tratado con hormonas
masculinas y vitamina B1, sin que se apreciara mejoría alguna; pero un largo
tratamiento con novocaína (diez series de doce inyecciones) dio por resultado un
impresionante cambio. Perdió su actitud depresiva, fue capaz de conversar y asimilar
datos nuevos, engordó 4,5 kilos, su reacción al dinamómetro mejoro y, en general, se
amplio su capacidad vital toráxica.
Probablemente no añadiría mucho en favor de la novocaina como agente
rejuvenecedor la aportación de unos cuantos casos más como éstos. Desde el punto
de vista científico, se pueden encontrar grandes fallos en casi todos ellos, y tal vez la
crítica más dura que pueda hacérsele es la de que todos los pacientes sometidos a
estos experimentos cayeron bajo la influencia de la doctora Asfan y bajo la protección
terapéutica de la Clínica, más o menos, al mismo tiempo que empezó a usarse en ella
la novocaína como agente terapéutico. Pese a todo, hay ciertos aspectos de estos
casos que no pueden explicarse satisfactoriamente sólo a base de la psicoterapia o la
nutrición, como tampoco podemos explicar su éxito exclusivamente como el resultado
de un largo tratamiento con novocaína.
En primer lugar, el crecimiento y la pigmentación del pelo son notables. Es
también bastante sorprendente la mejoría de la depresión sin ayuda de fármacos.
Aunque un método terapéutico bien planeado podría ser sumamente beneficioso para
los ancianos, ningún psicoterapeuta creería fácil poner a una anciana de noventa y un
años, prácticamente inmovilizada por la artritis, en estado de andar y subir escaleras
sin ayuda, a los noventa y ocho años de edad.
Pero los estudios de la doctora Aslan no se limitaron a los aspectos generales
del envejecimiento. Las enfermedades degenerativas de las articulaciones son también
corrientes entre los ancianos y figuran entre las condiciones preseniles más difíciles de
tratar eficazmente. A pesar de todo mejoró una serie de cien ancianos con achaques
de este tipo, pero hubo que someterlos a un tratamiento constante. Es poco probable
que los pacientes mejoren sin tratamiento, pero no puede descartarse la posibilidad de
una reacción de placebo en esta serie de pacientes, veintiséis de los cuales se
restablecieron notablemente, mientras que sólo catorce se mostraron inditcrentes por
completo al tratamiento.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Finalmente, la doctora Aslan empleó la novocaina como profiláctica y como
parte de un régimen preventivo del envejecimiento. Se sugirió que tal régimen podría
muy bien iniciarse a los cuarenta años de edad, sometiendo al paciente a una serie de
doce inyecciones durante el primer mes, para repetir luego el tratamiento a meses
alternos, o cada tres meses. En 1957 habían sido ya tratados mas de cinco mil
pacientes.
La doctora Aslan ha sido acusada repetidas veces de no querer publicar
resultados estadísticos y en cierto modo, esta crítica es justa. Pese a todo, se han
dado a conocer algunas cifras. Tomando un total de 1.370 pacientes admitidos en el
Instituto entre 1953 y 1957, de los cuales, 875 fueron tratados con novocaína, y cl
resto, con «otros medios biotróficos no especificados», los resultados conseguidos son
significativos: el porcentaje de muertes en el grupo de los tratados con novocaína fue
del 2,7 % y en el grupo testigo, del 10,3 %.
Un grupo menos numeroso de enfermos no residentes arrojo resultados parecidos. En
los tratados con novocaína, el porcentaje de muertes fue de casi el 8 % (por término
medio, la edad de estos pacientes era de ochenta y tres años), mientras que en el
grupo de los tratados sólo con fármacos específicos de su enfermedad fue del 42 %.
El porcentaje de restablecimientos en el grupo de la novocaína fue también
sorprendente: respecto a los sometidos a un «tratamiento sintomático normal» casi el
doble de los tratados con novocaína pudo reincorporarse al trabajo.
En general no se ha juzgado con interés o benevolencia la técnica rejuvenecedora de
la doctora Aslan. Es típico de la reacción occidental un artículo de fondo del British
Medical Journal. Por razones que explicaremos mas adelante, la doctora Aslan dio a
su solución de novocaína el nombre de «H3», nombre cuya misteriosa clave
impresionó a la Prensa. El artículo de Hugh McLeave en el diario londinense Daily Mail
es típico de esta reacción. En el se trata de los seis centenarios sometidos en Bucarest
al tratamiento de la doctora Aslan, todos los cuales recuperaron su actividad y agilidad,
y uno de ellos llegó incluso a hacer flexiones con los brazos, tumbado boca abajo en el
suelo e impulsando el cuerpo hacia arriba y abajo, cosa notable para su edad, sin
mostrar signo alguno de agotamiento físico ni tensión.
Este tipo de información, al ser publicado, pareció despertar el recelo de la
Medicina oficial, sobre todo si tenemos en cuenta que algunos médicos, al creer que el
«H3» era alguna sustancia terapéutica nueva y misteriosa, empezaron a clamar por su
elaboración y distribución en Inglaterra. Cuando se aclaró que se trataba, simplemente,
de una solución de procaína al 2 % y de un pH entre 4,2 y 5 % (procaína es el nombre
dado en la Farmacopea británica a la novocaína), cosa que, por otra parte, no
ocultaron nunca los investigadores del Instituto Parhon, la opinión médica británica
sintióse bastante molesta.
El artículo de fondo del British Medical Journal subrayaba también que la procaína
queda desintegrada en pocos minutos por la procainesterasa del plasma y, en menor
medida, por una enzima hepática, y asimilada a ácido aminobenzoico y
dietilaminoetanol, lo cual, dicho sea de paso, había sido ya explicado por la doctora
Aslan tres años antes. Se subrayaba asimismo que esta sustancia era eliminada por
completo de la corriente sanguínea en unos veinte minutos y que resultaba «difícil»
comprender el sistema de dosificación, sobre todo teniendo en cuenta que la profesora
Aslan reconoce que no pueden obtenerse resultados semejantes con los distintos
productos de la procaína por separador.
Aproximadamente una semana antes de publicarse el artículo de fondo del
British Medical Journal, la profesora Aslan había pronunciado una conferencia en el
antiguo «Apothecaries’ Hall». de Londres sobre el tema «La procaína como agente
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
terapéutico en la vejez y otras dolencias tróficas», la cual tuvo muy poco éxito. La
patrocino el Daily Mail, que, por desgracia, creyó necesario anunciar, inoportunamente,
que la conferencia de la doctora Aslan sería considerada confidencial y no comunicada
en modo alguno a la «National Press» (rival). El corresponsal del British Medical
Journal, que informó sobre ella, sacó una impresión muy pobre del acto. Es posible
que no tuviera intención de herir al público cuando dijo, en su reseña, que este se
componía, principalmente, de «doctores en Medicina general». Además, en el último
momento, el presidente no pudo asistir y hubo que nombrar a toda prisa un sustituto.
Por desgracia también, la doctora Aslan hubo de luchar, en su conferencia, con
dificultades lingüísticas, aunque se las arregló para empezar con un prólogo en ingles
elogiando los éxitos geriátricos británicos, para pasar luego a informar sobre sus
investigaciones en un excelente francés. Después entregó su manuscrito a un
traductor, quien lo leyó en inglés. Pero cuando los asistentes lo hubieron oído entero,
no encontraron ningún dato nuevo en él. Fueron invitados a hacer preguntas sobre el
rciuvenecimiento con procaína, mas, por desgracia, en lo referente a este tema, la
reseña del corresponsal de la revista médica fue decepcionante, ya que «ninguna de
las preguntas, ni las respuestas de la doctora Aslam, añadieron gran cosa a lo que ya
había dicho».
La reseña del British Medical Journal criticaba los informes clínicos del Grupo Parhon,
refiriéndose, sin duda, con estas palabras, a los ya publicados por el Instituto Parhon
de Geriatría, porque resultaban «tristes de leer para el clínico habituado a los métodos
científicos modernos, por verse en ellos una falta casi total de controles y no
procederse a comprobar rigurosamente los datos obtenidos». Sin embargo, una
detenida lectura de estas publicaciones demuestra que no es cierto que no se llevaran
controles, aunque no se daban a conocer las valoraciones y juicios clínicos
sistemáticos.
Tales valoraciones, las cuales conducen a que ninguno de los participantes
sepa que pacientes están siendo sometidos al método cuya eficacia se va a investigar
(ni los propios pacientes, ni la enfermera, ni el médico, ni los demás ayudantes), no
pueden aplicar, naturalmente, a todas las formas de investigación médica. Si, por
ejemplo, se produce una curación, razonablemente comprobada, de un cáncer
inoperable o incurable, gracias a la administración de un determinado fármaco o a un
tratamiento nuevo, lo cual salva la vida de numerosos pacientes, es dudoso que
ningún clínico, por muy habituado que esté al «método científico moderno», encuentre
justificación para negar ese fármaco o tratamientos a sus propios pacientes. La
profesora Aslan pudo muy bien haber hecho lo mismo con sus pacientes geriátricos, si
estaba convencida de que negarles el tratamiento equivalía a condenar a muchos de
ellos a una muerte prematura.
Otro aserto que perjudicó la reputación de la profesora Aslan emanó también de
Ia misma reseña del British Medical Journal. Aunque luego decía que «la profesora
Aslan ha causado una impresión personal sumamente favorable, pues es mujer dotada
de sentido del humor, encanto y entusiasmo, además de -y aquí es donde está el
venenun infinito optimismo terapéutico..., carecemos de verdaderas pruebas de que
esa sustancia (la procaína) valga para nada, y toda la publicidad que le ha dado la
Prensa ejercerá el efecto negativo de despertar en muchos la esperanza de que, por
fin, se ha descubierto el elixir de larga vida. La búsqueda de ese elixir, de la piedra
filosofal, de la panacea, es un interesantísimo capítulo de la historia de la Medicina y el
constante sueño de los químicos.
Lo más probable es que la hostilidad que sintió el mundo de la Medicina hacia el
rejuvenecimiento con procaína tuviera tres motivos principales: Primero, los artículos
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
sensacionalistas que dedica la Prensa al más ligero rumor que circule sobre el tema
del rejuvenecimiento. Segundo, el hecho de que las investigaciones sobre el
rejuvenecimiento a base de procaína llegaran a nosotros procedentes del otro lado del
telón de acero, y es bien sabido el recelo que siente la opinión médica británica y
norteamericana ante noticias sobre Medicina procedentes de ciertos países europeos.
Aceptar noticias llegadas de Rumania en aquel momento histórico, había podido ser
interpretado casi como nihilismo terapéutico. Hubo, sin duda, quienes creyeron que la
doctora Aslan era una charlatana, hábil expositora de sus experimentos,
cuidadosamente seleccionados para ganar cierta reputación mundial en el terreno del
rejuvenecimiento. Para otros era, simplemente, un ejemplo encantador del autoengaño
científico.
Pero la principal razón de que se rechazara el método del rejuvenecimiento con
novocaína, no tiene nada que ver con estos curiosos recelos psicológicos. Lo que más
perpleja dejaba a la gente era que no hubiese ninguna explicación lógica de la forma
en que actuaba la procaína en este sentido. El principal obstáculo era que la procaína
se transforma con mucha rapidez en la sangre en dos sustancias relativamente
inactivas desde el punto de vista químico. ¿Cómo podía, pues, estar dotada de
propiedades rejuvenecedoras?
Al publicarse el trabajo de la profesora Aslan, se comprobó que no era
demasiado explícita en lo tocante a la bioquímica de la novocaína. La autora se
mantiene fiel a su opinión explícita de que la vejez es una distrofia y de que la
degeneración progresiva de los ancianos puede ser frenada por medio de la
novocaína. Los experimentos que se han llevado a cabo en el laboratorio y los ritmos
de crecimiento de ciertas colonias de bacterias e infusorios no han hecho sino reforzar
su creencia de que la novocama y sus ingredientes tienen propiedades vitamínicas o
biocataliticas. El misterioso producto «H3», que se ha infiltrado en la nomenclatura del
rejuvenecimiento, no es más que una expresión taquigráfica inventada por Aslan para
establecer la diferencia entre la novocaína y sus ingredientes. En general, la doctora
cree que el fundamental efecto de la novocaína puede desarrollarse en los niveles de
oxirreducción celular.
La doctora Aslan no ha negado nunca el hecho de que la novocaína se
transforma rápidamente, en el organismo, en sustancias que tienen poca o ninguna
acción rejuvenecedora. Pero negar que la terapéutica a base de novocaína a lo Aslan
ejerza efecto físico alguno, es negar muchos datos publicados o incluirlos en el
aterrador cajón de sastre de los fraudes científicos, perpetrado, en este caso concreto,
con el probable objeto de sembrar la confusión en el mundo occidental.
Por ejemplo, experimentos realizados en la granja de Berkovitza (Bulgaria) muestran
que corderos tratados con novocaína durante un periodo de treinta días aumentaban
de peso casi en un 15 % respecto al grupo testigo.
Comprobaciones oscilométricas llevadas a cabo en hombres de edad avanzada, junto
con estudios realizados paralelamente sobre las presiones locales y generales del
medio ambiente, revelan que existe una relación entre los datos oscilográficos y el
tono, elasticidad y reactividad arteriales. Los resultados de estas investigaciones
mostraron la existencia de una gradual degeneración de la función arterial a lo largo de
los años en los pacientes no tratados, mientras que la novocaína frenó esta tendencia
en los sometidos a tratamiento. En otros experimentos se tomó el ritmo circulatorio
como índice más o menos exacto de la adaptabilidad vascular, ritmo que, en
circunstancias normales, aumenta con la edad, pero que también baja los valores
cronológicamente anteriores después del tratamiento con novocaína.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Otro, y poco conocido, dato bioquímico, es que los cambios que se verifican en
las proporciones de albúmina respecto a la globulina de la sangre, pueden ser
profundamente modificados por la novocaína.
También se han publicado otros efectos psicológicos inexplicables. Según un
informe científico, en el que se estudiaban los efectos de una sola inyección
intravenosa de novocaína, se comprobó que había aumentado significativamente en la
sangre el número de leucocitos dos horas después de la inyección.
Una de las pruebas definitivas que exige la mentalidad científica cuando se ve
ante un posible progreso científico, es la de que puedan ser confirmados por otros
científicos de la misma especialidad los resultados que se proclaman. Por lo que se
refiere a la novocaína, cabe decir que apenas se tienen datos de que otros hayan
repetido los notables experimentos de la doctora Aslam.
Desde luego, se ha publicado algo muy parecido en Albánia! donde dos médicos
administraron una serie de inyecciones de novocaína a los internados en un asilo de
ancianos de la ciudad de Halle. Tras una o dos series de inyecciones, los resultados
fueron alentadores por lo que se refiere a los achaques arterioescleróticos y artríticos.
En experimentos ulteriores se incluyeron inyecciones simultaneas de preparados
polivitamínicos y novocaína, por lo cual no puede sostenerse que los resultados sean
realmente comparables. Sin embargo, los autores se mostraron reticentes respecto a
si estaba justificada la aplicación de la palabra rejuvenecimiento a este caso concreto.
Tal vez se dieron cuenta de que aquello sería dinamita verbal, y ello los indujo a ser
prudentes.
En Inglaterra nadie parece hallarse suficientemente interesado en demostrar o refutar
la obra de la doctora Aslan. El doctor Abraham Marcus, redactor-médico del Obsever,
menciona un pequeño experimento clínico realizado por un geriatra de Yorkshire con
objeto de poner a prueba el método para ver si podía ser aceptado por la opinión
médica inglesa. Los resultados, por lo que se refiere al rejuvenecimiento, fueron
completamente negativos. Sin embargo, es significativo, en la historia de las ideas
sobre esta cuestión, el hecho, aceptado, de que mejorasen la condición del pelo y la
piel de los pacientes. En los Estados Unidos, en general, tampoco hay apenas interés,
aparte un experimento clínico importante llevado a cabo en el «Patton State Hospital»
de California.
El experimento, aunque no de gran amplitud, fue bien organizado. Fueron
seleccionados cuarenta y cinco pacientes con este objeto, ninguno de menos de
setenta años. Todos ellos tenían un historial de arteriosclerosis y artritis degenerativa.
También sufrían deterioro mental orgánico bastante desarrollado, con síntomas que
incluían perdida de memoria y obnubilación general del sensorio. Solo seis de estos
pacientes sabían la hora que era; sólo catorce sabían dónde estaban, y no más de
trece se percataban de su propia identidad. Veintiocho recordaban el lugar de su
nacimiento, y sólo diez sabían el nombre del presidente de los Estados Unidos. Todos
ellos habían estado en el manicomio por lo menos noventa días, pero ninguno más de
cinco años.
Los cuarenta y cinco pacientes fueron divididos en tres grupos de quince. Cada
grupo fue sometido a una serie de inyecciones tres veces por semana, hasta un total
de diez dosis. Luego, tras un período de descanso de una semana, se procedió a una
segunda tanda de diez inyecciones. Todas las inyecciones parecían iguales a primera
vista, y alguno de los participantes sabía «quién», recibía «qué», inyección, pues la
verdad era que una inyección contenla procaína; otra, una mezcla de ácido nicotínico y
vitamina B, y la tercera, una solución salina normal.
71
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Pero no todos los pacientes pudieron ser sometidos al tratamiento completo.
Uno murió, dos sufrieron fractura de la cadera y fueron trasladados a otros
departamentos del hospital, uno tuvo que ser expulsado por violencia y otros dos
desarrollaron crisis de enfermedad aguda. Esto redujo el número a treinta y nueve
pacientes.
Tras el experimento, los pacientes fueron examinados para ver si se había
producido alguna mejoría en su condición física y psiquiátrica, para lo cual, se
sometieron a una serie de pruebas de laboratorio semejantes a las practicadas antes
del experimento. Los resultados fueron sumamente interesantes: «No se comprobó
ninguna mejoría ni empeoramiento perceptibles que pudieran ser atribuidos a las
inyecciones de procaína.» Esto habría podido ser el final del método de
rejuvenecimiento con procaína, a no ser por ciertos detalles.
En primer lugar, en toda comprobación clínica, incluso en aquellas en que
ningún paciente conoce el objeto de la prueba o los datos básicos, hay que contar con
un efecto de procedimiento, llamado reacción de placebo, que es previsible. En este
caso faltó. Los organizadores creyeron que podría deberse «al método usado», porque
se alegó que los pacientes no recibieron más atenciones por el hecho de haber
participado en el experimento. Pero este argumento no parece válido si se tienen en
cuenta el aparatoso proceso de selección de los pacientes, los exámenes previos a
que fueron sometidos, las pruebas de laboratorio, las inyecciones mismas y, además,
los exámenes médicos de posrejuvenecimiento, seguidos de nuevas comprobaciones.
Otro detalle digno de tenerse en cuenta en este experimento clínico es que no
fue continuado durante el tiempo necesario para poderlo comparar con las técnicas de
la doctora Aslan. Pero esto pierde importancia ante lo que parece la crítica más seria
del método usado: que los pacientes estaban demasiado deteriorados física y
mentalmente para poder reaccionar de una manera positiva a un método cualquiera de
rejuvenecimiento. Parece confirmar esta crítica básica el hecho de que seis de los
cuarenta y cinco hubieran de ser abandonados por diversas razones médicas durante
cl breve experimento. Lo más probable es que el experimento no produjese reacción
alguna por la misma razón: que no hubo reacción de placebo, que los pacientes eran
seres confusos y deteriorados en extremo, incapaces ya de responder a la Medicina.
La profesora Aslan, como muchos otros rejuvenecedores, cree en su propia medicina.
Los que la conocen se admiran de su aparente juventud y agilidad mental.
Tal vez resulte curioso que la procaína, mezclada esta vez con cafeína, sea la
base de otra idea en la historia del rejuvenecimiento. El doctor Hunecke, de
Düsseldorf, la usa como base de técnicas propias, rejuvenecedoras y de otros tipos,
dentro de un sistema médico que él llama terapéutica neural. Es interesante comparar
las técnicas cautas, laboriosas, institucionales y de largo alcance que se elaboran en el
Centro Geriátrico Parhon, con las colas de pacientes que esperan ser tratados por
Hunecke en su consultorio. El doctor Richard MacKarness, que entrevistó al doctor
Hunecke - lo cual sé gracias a una comunicación privada-, tuvo la oportunidad de
observar de cerca la técnica de éste y llego a la conclusión de que su actitud era
brusca, casi prusiana, y que imponía respeto a sus pacientes. Rara actitud, desde
luego, en un rejuvenecedor profesional. Hunecke examina a sus pacientes en busca
de alguna señal de inflamación o posibles focos de infección. En general los encuentra
en la base de los dientes o en la zona amigdalar. En otros casos concentra su atención
en antiguas cicatrices de cualquier parte del cuerpo, donde inyecta una solución de
novocaína y cafeína.
Según parece, en un 20 % de los casos, la inyección va seguida por una
reacción instantánea de carácter muy favorable. La artritis más grave se vuelve de
72
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
pronto indolora, y el encorvado se endereza. El doctor Hunecke llama a esto el
sectenden phenomenum (fenómeno instantáneo) que cura. Aunque la Medicina
ortodoxa británica y norteamericana desdeña esta curiosa técnica, Hunecke contesta
que da resultado, y que la gente que se apiña ante su puerta en solicitud de
terapéutica neural es una prueba tangible de su éxito. Hunecke dice de su técnica que
«el sistema nervioso, desde sus partes centrales, el cerebro y la medula espinal, envía
ramificaciones a todas las partes del cuerpo, de modo que todos los órganos están
intercomunicados con tramos nerviosos. Toda irritación que se produzca en cualquier
punto del sistema nervioso, desequilibra el armonioso funcionamiento del organismo y
provoca dolor e inflamación en todo el cuerpos». Pocas personas inteligentes dirían
que esta idea, que forma parte de la historia del rejuvenecimiento, merece un estudio
serio, pese a lo cual, el doctor Hunecke subraya, con orgullo, que es capaz de curar a
la mitad de los enfermos crónicos del mundo por medio de su «cuchillo conservador»,
como un entusiasta profesor francés llamó a su jeringa de aguja larga, y centenares de
médicos alemanes han asistido a demostraciones clínicas de Hunecke para observar
su técnica.
73
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
9
LAS GLANDULAS SEXUALES Y EL REJUVENECIMIENTO
Las glándulas sexuales tal vez sean el más complicado pasaje de la historia de la
Medicina, por su mezcla de datos auténticos y falsos; más decepcionante, por las
grandes esperanzas que terminaron en completo desencanto, y más angustioso por el
número de reputaciones que se derrumbaron acosadas por la más implacable crítica.
Es también notable por la influencia que ha ejercido en la historia de las ideas sobre el
problema del rejuvenecimiento.
El comienzo de esta historia parte, lógicamente, de Charles Edouard BrownSéquard, que nació en 1817 en la entonces inglesa isla Mauricio. Hijo de un capitán de
Marina norteamericano de origen irlandés y de una francesa de la cercana isla de
Reunión, se licenció en Medicina en París a los veintitrés años de edad para volver a
su tierra natal con intención de dedicarse en ella al ejercicio de la Medicina. Sin
embargo, una faceta del carácter de Brown-Séquard era su ineluctable tendencia al
errabundeo profesional, y el interés que sentía por la Medicina experimental no tardó
en guiar sus pasos hacia Harvard.
Unos años después abandonó Estados Unidos y aceptó la cátedra de Medicina
comparada en París, pero en 1859 se trasladó a Londres, donde ejerció como médico
en el «National Hospital for the Paralysed and Epileptic», como se llamaba entonces,
sito en la Queen’s Square. Cinco años más tarde, nuestro medico está de nuevo en
Harvard, como profesor de Fisiología y enfermedades nerviosas. Al parecer incapaz de
pasar más de unos cuantos años en un lugar cualquiera, poco después volvía a París
como profesor de la «École de Medicine». De nuevo volvió a Nueva York y de nuevo
regresó a París, donde sucedió al gran neurólogo Claude Bernard, como profesor de
Medicina experimental del «College de France» en 1878, cargo que ocupó hasta su
muerte, acaecida el 2 de abril de 1894.
Aunque la vida de Brown-Séquard parece muy poco tranquila académicamente,
lo cierto es que consiguió un gran éxito, sobre todo en el campo de la investigación
médica. Confirmó la obra de Claude Bernard sobre el sistema nervioso simpático;
aportó valiosos datos sobre los efectos de la disposición de las fibras nerviosas en la
medula espinal; dirigió importantes trabajos experimentales sobre el tema de la
epilepsia; realizó estudios sobre el sistema nervioso en general y tuvo, además, el
mérito de fundar y dirigir dos publicaciones periódicas médicas:
el Journal de la physiologie de l’homme et des animaux, que se publicó desde 1858 a
1863, y los Archives de physiologie normale et pathologigue, publicación fundada en
1868 y que se mantuvo hasta la muerte de Brown-Séquard.
Teniendo en cuenta las circunstancias de la vida de Brown-Séquard, se ha de
reconocer que, si bien algo irregular en varios aspectos, desplegó una intensa
actividad profesional. Se dice que publicó unos quinientos trabajos científicos y
ensayos. Como es natural, parte de su obra experimental perdió vigencia
posteriormente, sobre todo la que se refiere a la distribución de la anestesia en casos
de hemiplejia. Brown-Séquard fue también criticado por varios experimentos, con los
que afirmó haber demostrado que animales a los que había provocado artificialmente
la epilepsia, la transmitían a su vez a sus descendientes. Otro evidente fallo de sus
métodos experimentales parece haber sido demostrado por lo que sólo puede ser
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
descrito como una observación que, en otros casos, confirma la falacia de las
impresiones maternales.
Siempre en el camino de la investigación sobre la epilepsia experimental,
Brown-Séquard seccionó el nervio ciático de algunos cobayas. Probablemente como
consecuencia de la anestesia que produjo esta operación en las patas de estos
animales, algunos de ellos intentaron morderse, e incluso arrancarse con los dientes,
partes de sus patas y dedos entumecidos e insensibles. Aunque Brown-Séquard
llevaba treinta años criando cobayas en sus laboratorios, nunca observó un solo caso
de un cobaya sin dedos, pese a lo cual, la progenie de los animales cuyo nervio ciático
habla sido seccionado, carecía de dedos en trece casos. Estos extraordinarios
resultados experimentales no han sido nunca confirmados por otros investigadores, y
lo mas probable es que haya otras explicaciones para tan curiosos efectos
teratógenos. A pesar de todo, no restan mérito alguno al conjunto de la obra científicoexperimental del fisiólogo, que se mantuvo vigente por completo hasta 1889, cuando
se produjo un hecho que acabó con la reputación profesional de Brown-Séquard.
Anteriormente, durante varios años, había tenido la costumbre de realizar
pruebas de dinamómetro en su propia persona, sin duda con objeto de ir comprobando
los efectos del envejecimiento gradual. Al acercarse a los setenta años empezó a
observar síntomas de decadencia muscular. Durante los dos o tres años siguientes,
Brown-Séquard empezó también a sentir fibrositis, extrema fatiga e insomnio. En la
primavera de 1889 estuvo haciendo experimentos con extractos obtenidos de varias
glándulas endocrinas, y lo más probable es que se tratara de una derivación de
trabajos anteriores, publicados entre 1856 y 1858, en los que demostraba la existencia
de un «síndrome semejante a la enfermedad de Addison» en animales suprarrenal
ectomizados.
Esto acabó por inclinar a Brown-Séquard a hacer experimentos en su propia
persona, y se inyectó extractos de testículos de cobayas. Al parecer, los resultados
fueron sorprendentes, porque comprobó que se sentía muy rejuvenecido, no sólo
sexualmente, sino también en lo tocante a energía muscular, confirmada por el
dinamómetro. El 1 de junio de 1889 -recordado por algunos como el día en que
nacieron la teoría de la secreción interna y la Endocrinología- el profesor BrownSéquard hizo unas trascendentales declaraciones durante una sesión celebrada por la
«Societé de Biologie». Mostrando a los presentes un frasquito lleno de liquido, reveló
que había obtenido un extracto de glándulas sexuales animales y que, aunque sólo se
había puesto hasta entonces tres inyecciones del mismo, ya había rejuvenecido de
una manera notable. Brown-Séquard se había casado por tercera vez hacia poco, y
cometió la indiscreción de jactarse ante sus oyentes de haber sido capaz de rendre
visite a la joven Madame Brown-Séquard después de las inyecciones. Esto añadió
pimienta y sensacionalismo a la reunión de unos señores que, es de suponer, se
habían congregado allí con objeto de oír un informe científico serio.
Brown-Séquard aparentaba, sin duda, la juventud que del sentir, o sea, treinta
años menos de los que tenla, porque los periódicos populares franceses se lanzaron
sobre la noticia con verdadera fruición. Le Matin inició en seguida una suscripción para
erigir un Instituto de Rejuvenecimiento en el que la méthode séquardienne se pondría
al alcance de los franceses ancianos. Brown-Séquard y su ayudante, D’Arsonval,
idearon una «máquina famatica», del tipo de la de Rube Goldberg, con una polea que
se ajustaba a la cintura, tubos, alambiques, sistema de ventilación y cuadrantes de
mando. Se ponían en ella testículos de toro, que eran molidos, filtrados a través de
arena, esterilizados con ácido bórico y convertidos en un licor..., que se introducía en
el glúteo mayor de miles de boulevardiers viejos, pero aún libidinosos.
75
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Sin embargo, Brown-Séquard no tardó en descubrir críticos acérrimos
dispuestos a desacreditar sus ideas. Un periódico alemán observó en seguida: «Los
oyentes del profesor Brown-Séquard parecen haber recibido de la capacidad
intelectual del viejo científico una impresión muy distinta de la que este -dada la
elevación de sus ideas- esperaba sin duda causar. La conferencia debería ser
considerada como una prueba más de lo necesario que «retirar a los profesores que
han llegado a los setenta años.»
Otro periódico alegó que el profesor había hecho poca cosa en los años últimos
por el progreso de la Ciencia y descartó sus experimentos, que calificó de
«aberraciones seniles». Posteriormente, durante la lectura de un informe ante la
Academia de Ciencias de París, Brown-Séquard subrayó que «nunca he afirmado que
mi método me permita modificar cambios seniles irreparables... Espero, sin embargo,
que toda persona reflexiva y carente de prejuicios reconocerá la solidez de mis
conclusiones al convencerse de la exactitud de los datos y de la fuerza lógica de las
demostraciones». Algo más adelante, Brown-Séquard aseguraba que en el hecho de
provocar la excitación sexual, no seguida de eyaculación, había, sin duda, un estimulo
para el trabajo mental. Tal vez sea aquí donde estén los primeros síntomas de su
decepción con el rejuvenecimiento.
Se ha sugerido que el método usado por Brown-Séquard para la extracción
masiva de testículos fue la razón de su falta de eficacia. Puede que haya algo de
verdad en esto, porque el interés de los parisienses no tardó en ir apagándose. Esto,
por lo que se refiere al público en general, ya que los médicos no mostraron nunca
entusiasmo por el nuevo método. Desde el punto de vista personal de BrownSéquard, el descrédito de su método de rejuvenecimiento constituyó una tragedia.
Aparte una memoria, publicada en 1892 en la cual sostenía que el riñón produce una
secreción interna, nada más suyo se volvió a publicar. Abandonado por su joven
esposa, murió en la Riviera, en 1894, a causa de un derrame cerebral.
Que la terapéutica de Brown-Séquard tuviese o no eficacia es cosa que no
sabemos. Los extractos acuosos de testículos de mamíferos contienen testosterona y,
posiblemente, también otras sustancias andrógenas. Al ser inyectada, es inactivada
rápidamente en el hígado, y la opinión farmacológica actual acepta, de una manera
explícita, que, en todo caso, la testosterona sintética ejerce poco o ningún efecto en la
curación de la impotencia senil o psíquica.
Tampoco es eficaz como afrodisíaco. Sin embargo, se observa después de un
tratamiento con testosterona un efecto anabólico que determina cambios
biológicamente bien conocidos, como retención de nitrógeno y aumento de peso
corporal y orgánico, por lo cual puede pensarse que tal vez exista en este fenómeno
un factor rejuvenecedor.
En 1861, cuando Brown-Séquard estaba dedicado de lleno a sus
investigaciones fisiológicas en los cuatro puntos cardinales, le nació un hijo a un
medico que ejercía su profesión en la ciudad de Hohenems, en la provincia austriaca
de Varalberg, y que estaba destinado a convertirse en uno de los personajes mas
conocidos en la historia del rejuvenecimiento.
La vida de Eugen Steinach tuvo unos comienzos muy poco halagüeños. Una
vez terminados los estudios primarios y secundarios, estudió Medicina en Ginebra y
luego en Viena, donde se doctoró. Sus intereses se circunscribían principalmente al
campo de la Fisiología experimental y, después de trabajar tres años en el Instituto
Fisiológico de la Universidad de Innsbruck, en 1890 obtuvo el codiciado puesto de
primer ayudante de Ewald Hering, en Praga. El profesor Hering es recordado aún
porque, en 1870, ideó una «teoría psicofísica» según la cual la memoria facultativa, el
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
poder automático que tiene el protoplasma de hacer de nuevo lo que ya ha hecho
antes, constituye una propiedad distintiva de toda materia viva».
No cabe duda de que el joven fisiólogo encontró muy estimulante el ambiente
intelectual de los años noventa. Ya habían pasado los días de la Filosofía natural
especulativa. Los fenómenos naturales se investigaban ahora a la luz de las leyes
químicas y físicas nuevamente revalorizadas. Aún estaba fresco, en la mente de los
hombres de Ciencia, el impacto causado por las verdades bacteriológicas básicas
formuladas por Koch, Pasteur, Löffler y Edwin Kelbs en las dos décadas anteriores. Se
buscaba una interpretación mecanicista y química de las fuerzas fundamentales de la
vida:
«La estructura orgánica del hombre obedecía las leyes de la Física: la
concentración iónica era responsable de la actividad muscular, y la excitación
nerviosa, el principio de la conservación de la energía, una explicación suficiente
de los procesos metabólicos, e incluso la dinámica de la circulación, eran
gobernados por leyes físicas, Hasta el oscuro secreto de la actividad sexual y los
sexos se creía iniciado y regido por fenómenos físicos y mecánicos.»
Steinach había dedicado toda su obra anterior a la fisiología de los músculos y los
nervios, pero en 1892 leyó un informe del neurólogo I. R. Tarchanoff sobre la
«fisiología del aparato sexual de la rana», en el que el instinto sexual -sobre todo el
mecanismo que rige la atracción que la rana macho siente por la hembra- era
examinado científicamente por primera vez. Tarchanoff sugería también que las
vesículas seminales -órganos que, durante la época del celo, aumentan de volumen,
desde el de una pepita de manzana hasta el de una fresa silvestre- eran los principios
activadores del sistema nervioso central que desencadena la conducta sexual normal
de la rana macho. Los primeros experimentos realizados por Steinach con ranas lo
indujeron a pensar que Tarchanoff estaba equivocado, por lo que decidió reproducirlos
utilizando una especie animal superior: la rata (Mus Decumanus).
Los primeros trabajos de Steinach con ratas constituyeron un buen ejemplo de
investigación basada en la observación directa y de experimento animal. Llevó a cabo
pruebas de fuerza y reacciones de valor y acabó por deducir que la conducta sexual de
la rata macho está muy influida por factores ambientales. Esto indujo a Steinach a
postular que en sus animales de laboratorio existían factores sexuales psíquicos. La
extracción de las vesículas seminales de varias ratas le permitió demostrar, en 1894,
que eran sólo simples órganos en que se almacenaba el semen y no ejercían
influencia alguna sobre la función productora o conservadora de la actividad sexual.
Aunque John Hunter en 1762 y Von Berthold en 1849 habían llegado ya a la
conclusión -por medio de experimentos de trasplante- de que las glándulas sexuales
influían en la sangre, mantenían las características sexuales y reaccionaban en el
sistema nervioso central a través del torrente hemático, sus trabajos no fueron
aceptados de una manera general, y la siguiente serie de experimentos de Steinach
tuvo por objeto tratar de descubrir de una vez para siempre la verdad o falsedad de
esta teoría. Y es que muchos científicos creían que en estos primeros experimentos,
efectuados con aves, no se hablan extirpado radicalmente los testículos durante la
operación y, además, habían quedado muñones de nervios que establecían contacto
entre los testículos y el sistema nervioso central, lo cual restaba eficacia a los
experimentos.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Entre 1900 y 1910, Steinach realizó una magnífica serie de experimentos, con
los que demostró, de manera concluyente, que la castración impedía que el impulso
sexual evolucionara hacia la madurez, y que el trasplante de testículos de otros
animales podía inducir la madurez sexual en jóvenes animales castrados. Comprobó
también que la castración de la rata sexualmente madura no la privaba de todo resto
de masculinidad y que siempre quedaba más o menos impulso sexual.
Steinach postuló la existencia de una fuerza sexual psiquica, que entra entonces
en función para aumentar los factores glandulares, y planeó una serie de experimentos
con objeto de investigar este cociente de sexualidad. Aisló las ratas jóvenes macho
tras destetarlas, para criarlas por separado o en grupos de cuatro, lejos de toda
influencia femenina. Luego, una vez habían alcanzado la madurez sexual, las puso
junto a ratas hembra en celo, a intervalos cada vez más largos, en el transcurso de sus
vidas. Cuando el intervalo era sólo de un mes de duración, la conducta sexual de los
animales era normal; pero cuando tal intervalo era de seis meses, comprobaba que el
impulso sexual «estaba más o menos apagado». Después de diez o dieciocho meses
de aislamiento de todo contacto femenino, los machos se volvían del todo apáticos e
impotentes, y sus caracteres sexuales secundarios mostraban síntomas de hipertrofia
progresiva. Al hacerles la autopsia se comprobaba que los animales habían
experimentado profundos cambios atróficos en las glándulas sexuales.
Un nuevo experimento demostró que era reversible esta inhibición psíquica. En
un compartimento grande de una jaula puso a varias ratas macho que se hablan vuelto
impotentes a causa del largo aislamiento, y en otro más pequeño, a una hembra en
celo. Gradualmente, al cabo de unos cuantos días, los machos, antes apáticos,
empezaron a dar muestras de creciente actividad. Al fin se produjeron los primeros
síntomas de conducta agresiva masculina normal, y dos semanas después, si se
levantaba la barrera que separaba a los machos antes aislados de la hembra en celo,
se producía inmediatamente la actividad sexual. En la autopsia se comprobaba que las
glándulas genitales internas de estos animales habían recobrado su tamaño y forma
normales.
Steinach consiguió también demostrar que, en el caso de las ratas, este
rejuvenecimiento psíquico tal vez se llevaba a cabo por intermedio del olfato, ya que
los experimentos realizados con machos aislados, ciegos, dieron los mismos
resultados, por lo que se refiere al rejuvenecimiento, que con los animales videntes.
Estos experimentos, tan cuidadosamente preparados, indujeron a Steinach a
creer, hacia fines de 1910, que el control causal primario de la vida sexual radica en
las glándulas sexuales, pero que, en determinadas circunstancias, entra en juego un
control nervioso central. Nuevos experimentos, en los cuales demostró que la
inyección de extractos de glándulas genitales puede provocar cambios en los
caracteres sexuales secundarios de las ranas, le permitieron negar la posibilidad de
que el contacto nervioso entre las glándulas sexuales y el cerebro sea responsable de
las características de la conducta sexual, como se creía en general hasta entonces. De
esta forma se demostró que tal relación era establecida por sustancias hormonales o
químicas.
En estos últimos experimentos, Steinach extendió a animales inferiores algunas
de las conclusiones a que había llegado Brown-Séquard veinte años antes. Por lo que
se refiere a la madurez y caracteres sexuales, es posible que creyera también haber
dado una vigencia total a las afirmaciones de Brown-Séquard.
Para entonces, naturalmente, los resultados de experimentos con glándulas
endocrinas -o sea, las glándulas de secreción interna- eran ya conocidos en el mundo
científico de toda Europa. Los misterios del páncreas empezaban a descifrarse. Había
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
dado buen resultado el trasplante de un pequeño fragmento de l a glándula tiroides de
una madre a su hija mixedematosa. El tétanos había sido tratado injertando
paratiroides de buey, e incluso iban desvelándose los misterios de la pituitaria. Por
tanto, es natural que Steinach, a la sazón profundamente ocupado en problemas
fisiológicos, concentrara su atención en los efectos de este órgano, sobre todo
teniendo en cuenta que las noticias de Europa y de los Estados Unidos parecían
indicar que el agotamiento de la pituitaria ocasionaba atrofia sexual. Para entonces,
Stcinach había explorado ya también el complejo campo de la feminización de los
machos y la masculinización de las hembras, para lo cual empleó cobayas como
animales de experimentación. Por medio de trasplantes de ovarios a cobayas
castrados durante la lactancia, consiguió demostrar que eran posibles la feminización
en lo tocante al desarrollo de pechos y pezones, secreción láctea, deseo de mamar,
tipo hirsuto, forma del esqueleto y desarrollo de la psique femenina. A continuación
demostró también que los cobayas hembra podían ser masculinizados por medio de
injertos testiculares. Dos años más tarde demostró que el injerto de ovarios y testículos
al macho castrado antes de su madurez sexual causaba hermafroditismo experimental.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Steinach se hallaba ya
probablemente a la cabeza de la investigación en fisiología sexual. Durante los años
de la contienda perdieron dinamismo las investigaciones biológicas en el Instituto de
Viena, que nunca dispuso de grandes fondos para ello. Pero el único informe publicado
durante la guerra por Steinach, en 1916, tuvo gran importancia para las ideas sobre el
rejuvenecimiento, porque en él se demostraba que si los ovarios de cobayas hembra
sexualmente inmaduras eran irradiados de manera que se eliminaran de ellos, en la
medida de lo posible, las células germinales reproductoras, las células intersticiales del
ovario proliferaban y daban a los animales caracteres sexuales secundarios muy
acentuados.
Después de la guerra Steinach prosiguió sus experimentos e inició unos
trabajos preliminares que iban a tenerlo ocupado durante el resto de su vida y a
situarlo en el lugar único de que probablemente no ha sido aún removido, o sea, el del
biólogo cuya investigación ha contribuido más hasta la fecha a la ciencia del
rejuvenecimiento. Pero incluso en fase tan inicial, Steinach empezaba ya a sentir los
contratiempos que parecen ser casi inevitables para quienes se ocupan en tales
cuestiones. Como él mismo escribió:
«Los detractores, al no poder refutar los evidentes hechos de reactivación -palabra
con que Steinach designaba los resultados de sus investigaciones sobre la
glándula de la pubertad o su extracto que
han sido confirmados ya
experimentalmente en el mundo entero, intentaron impedir la propagación de estos
conocimientos y del trabajo cada vez más progresivo del iniciador, sus
cooperadores y sus seguidores. A tal objeto, se escribieron libros, se dieron
conferencias y se compilaron folletos llenos de interpretaciones falsas y
malentendidos sobre mis trabajos, y, por tanto, tendentes a sembrar la confusión
entre el público en general, tanto médico como profano.»
Steinach trataba a la sazón de ponerse en contacto con algún instituto de la categoría
suficiente para proseguir sus investigaciones. Pero no lo halló y tuvo que cerrar, por
falta de fondos, el pequeño laboratorio en el que había realizado sus importantísimos
trabajos. Corría el año 1920, y Steinach llego a la conclusión de que estaban
condenadas al fracaso su obra científica y sus aspiraciones.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Todo el que estudie la obra de Steinach, por muy superficialmente que lo haga,
no podrá por menos de quedar impresionado por sus cuidadosos métodos, la
humanidad con que llevo a cabo sus numerosas operaciones experimentales de
laboratorio y el respeto que sentía por el bienestar de los animalitos con que trabajaba.
Era un lector insaciable y estaba siempre al tanto del progreso científico. Como era de
esperar, en vez de dejarse desanimar por los contratiempos de los años veinte, no
tardó en disponerse a realizar nuevos trabajos experimentales, esta vez apoyado por
la industria farmacéutica de Alemania, pues la casa «Schering Aktein-Gesellschaft» empresa bien conocida, entre otras cosas, por sus trabajos sobre los aspectos
farmacológicos de la Endocrinología- empezó a producir comercialmente hormonas
sexuales y encargó a Steinach la tarea de analizar biológicamente sus productos. De
esta forma pudo disponer de nuevos fondos para la fase siguiente de su programa de
investigación.
Es imposible dar la fecha en que Steinach apuntó de manera más definida hacia
las posibilidades que ofrecían los efectos rejuvenecedores de las hormonas. La idea se
le había ocurrido ya, sin duda, en la segunda década del siglo xx, cuando observó
cambios físicos y temperamentales en ratas castradas prematuramente envejecidas,
en las que Steinach había provocado la pubertad por medio de trasplantes de
gónadas. Sin embargo, la primera prueba auténtica de una nueva dirección en la labor
de Steinach fue una memoria, publicada en 1920, en la cual demostraba que ratas
macho seniles habían sido rejuvenecidas por el sencillo método de la ligadura de
vasos.
Steinach daba abundantes detalles de la técnica de esta operación. Los animales eran
anestesiados metiéndolos en una campana de cristal con un poco de algodón en rama
impregnado de éter. Cuando estaban sumidos en un «profundo estupor», se sacaban
de la campana y se les desinfectaban cuidadosamente el vientre, las ingles y el
escroto. Si los animales daban señales de volver en sí, se les administraba mas éter a
través de una diminuta máscara y luego se les abría el escroto con una pequeña
incisión. Entonces se les seccionaba el deferente -que va desde el testículo
propiamente dicho hasta la vesícula seminal- con mucho cuidado, para no lesionar
ninguno de los diminutos vasos sanguíneos que la acompañan e irrigan los testículos.
Luego se ligaba el vaso deferente con suturas de seda y, por fin, se dividía.
Al principio ligaba donde el vaso parte del testículo. Sin embargo, en
operaciones posteriores ligó ya en el punto en que los diminutos conductos que llevan
la esperma, parten del testículo para reunirse en el epidídimo. Esta segunda
operación, perfeccionada, fue conocida subsiguientemente con el nombre de
«Steinach II ». Después de la operación, suturaba la piel y rociaba la herida con una
sustancia antiséptica. La rata era envuelta entonces en algodón en rama para que se
restableciese de la operación. En esto solía tardar una hora, después de la cual, la rata
senil volvía a su jaula, donde se movía a su talante y empezaba a comer. Al cabo de
unos días se le quitaban las suturas y el animal parecía completamente restablecido
de la prueba.
A las tres o cuatro semanas se producta un sorprendente cambio en la conducta del
animal. Ratas que antes habían mostrado síntomas de senilidad, se volvían
rápidamente jóvenes en apariencia. El pelaje mejoraba, y gradualmente se las veía
más activas. Mejoraba también su reacción a una prueba de fuerza de tipo
normalizado y aumentaba el apetito. Los animales se hacían más pesados, por la
presencia de tejido muscular y grasa subcutánea.
Para emplear las palabras del propio Steinach, «su aspecto es juvenil y audaz, sus
orejas se mantienen tiesas, y sus ojos, muy abiertos, claros y llenos de vida, como en
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
otros tiempos, expresando curiosidad por todo cuanto ocurre en torno a ellos». Más
significativo, desde nuestro punto de vista, es que así se pone al animal en contacto
con hembras, dará pruebas convincentes de su nueva virilidad.
Al practicarles la autopsia, se comprobaba que en las vesículas seminales había
una sensible proliferación de tejido. Steinach demostró que esta proliferación y el
consiguiente rejuvenecimiento se producían de la misma manera si en la operación se
dividía un solo vaso deferente. En este caso, las ratas rejuvenecidas no eran estériles,
y su conducta sexual se ajustaba a la normalidad, lo mismo que su progenie. Aunque
el número de animales usados en estos experimentos no era grande para un moderno
experimento, Steinach logró rejuvenecer a una serie de más de cincuenta animales
seniles.
Steinach sostenía que su operación consistía simplemente en el estímulo
artificial de un proceso biológico normal. Creía en lo que él llamaba la «lucha de las
partes». Ligando el conducto normal de la secreción externa de los testículos,
degeneraban las células que producían los espermatozoides, mientras que proliferaba
el tejido intersticial de los testículos. Esto iba seguido de un aumento en la secreción
de la hormona sexual que produce este tejido.
Poco a poco, Steinach fue sistematizando sus investigaciones. Comprobó que
podía llegarse a una fase en que las ratas eran demasiado viejas para poder ser
rejuvenecidas. Comprobó asimismo que, tras la operación de Steinach II, parecía
aumentar la irrigación cerebral. Nuevos estudios, realizados junto con el doctor E. Lost,
de Viena, demostraron la posibilidad de rejuvenecimiento transitorio por medio de
experimentos diatérmicos. Para estas pruebas se emplearon cobayas, e incluso los
animales castrados respondieron en cierta medida. Según Steinach, esto se debía a
un incremento del transporte de oxigeno y hormona debido a la hiperemia de los
tejidos.
Más estudios con ratas viejas, rejuvenecidas por medio de la ligadura de los
vasos, mostraron que podía conseguirse por lo menos un rejuvenecimiento histológico
parcial de los tejidos envejecidos, tanto en los músculos corporales como en la
musculatura cardíaca, y también que podían ser aclarados el cristalino y las
opacidades corneales. Ciertos experimentos con perros afectos de catarata senil
madura y, al parecer, casi ciegos, permitieron a los animales volver a orientarse, ver
objetos y evitar obstáculos a las pocas semanas de haber sido sometidos a la
operación de Steinach II.
En 1921, Steinach se relacionó mucho con los medios veterinarios de Europa,
Rusia y America, tanto del Norte, como del Sur. En términos generales, la vasectomía
ejercía, al parecer, en los perros seniles, un efecto semejante al que se había
demostrado en las ratas, y para entonces, los hombres de Ciencia empezaban ya a
considerar a Steinach, y muy en serio, como el padre de una nueva especialidad
quirúrgica: el Rejuvenecimiento.
Como es natural, Steinach no tenía experiencia en cirugía humana. Sin
embargo, un joven cirujano urólogo vienés, Robert Lichtenstern, que trabajaba en su
laboratorio desde 1918, mostró por la obra de Steinach con animales experimentales el
suficiente entusiasmo como para realizar en un hombre la primera operación de
Steinach I, con vistas al rejuvenecimiento del paciente. Como es sabido, la operación
de vasectomía (división del vaso deferente) había sido ya realizada y era popular en
Suecia, desde 1890, como tratamiento de la dilatación prostática. Pero el 1 de
noviembre de 1918, el primer paciente de Lichtenstem fue sometido a la citada
operación por razones completamente distintas.
81
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Por desgracia, las notas clínicas de Steinach sobre este paciente -Anton W.,
cochero de profesión, de cuarenta y tres años- no aclaran bien si sufría algo más que
depresión endógena. Se quejaba de sentirse completamente exhausto y deprimido,
respiraba con dificultad, tenía poco apetito y habla perdido peso. Al examinarle
físicamente, se comprobó que su musculatura se mostraba inactiva; que tenia la piel
seca y mate; que se le caía el cabello; que carecía casi de barba y tenía bronquitis,
aunque el sistema cardiovascular era normal.
Después de la operación, y durante dos o tres meses, no se produjo en él
cambio perceptible alguno, pero desde entonces se notó una rápida mejoría. Aunque
la vida era difícil en Viena por entonces a causa de la Primera Guerra Mundial y
resultaba casi imposible encontrar carne, el paciente recobró fuerzas y apetito, mejoró
su piel y se le robusteció el pelo. Un año después, pesaba unos 16 kilos más que
antes de la operación. Seis meses más tarde, su rostro estaba «terso y sin arrugas, se
hallaba de buen humor y daba la impresión de un joven lleno de vitalidad».
No cabe duda de que la publicación de este y otros casos posteriores -todos
esencialmente parecidos- despertó gran interés entre los cirujanos aficionados a los
experimentos. Durante los años veinte, centenares de hombres fueron sometidos, con
buenos resultados, a este tipo de operación, sobre todo por Lichtenstern y Peter
Schmidt en Alemania, H. Benjamin en Norteamérica y Norman Haire y Kenneth Walker
en Londres. El rejuvenecimiento quirúrgico floreció espléndidamente, y los casos se
fueron publicando en la Prensa médica, paramédica y popular.
Teniendo en cuenta la altura a que se hallaba la cirugía por aquel tiempo,
muchos de los informes publicados sobre este tema son impresionantes incluso para el
lector de hoy. El doctor Peter Schmidt, de Berlín, fue un hábil cirujano para su época y
de gran sentido científico. En sus escritos más importantes sobre este tema, aconseja
que los pacientes sean fotografiados antes de la operación, que se compruebe con
cuidado su temperatura, que se pesen y que se examine el color de las orejas y las
extremidades. Debe comprobarse asimismo la fuerza muscular por dinamómetro,
tomarse la presión arterial y verificar el ritmo del pulso. Conviene también practicar un
análisis de orina y realizar un examen físico general. Finalmente, aconseja un recuento
hemático y la reacción de Wassermann, así como averiguar si el paciente ha tenido
gonorrea. La cuestión de la potencia sexual es también importante en este examen
clínico preoperatorio.
Después de la operación, Schmidt recomienda examinar el posible aumento de
la elasticidad y colorido de la piel, cambio en el crecimiento del pelo, aumento de peso
y fuerza física, disminución de la tensión arterial, mejoría de la función vasomotora y
de la vista, del apetito y de los síntomas arterioscleróticos, aumento o reaparición de la
libido e indicios de rejuvenecimiento, así como los posibles cambios psíquicos, o sea
una mayor facilidad mental, más energía y joie de vivre.
Schmidt aseguraba que, en la mitad de los casos, sus operaciones
determinaron un rejuvenecimiento total en el término de cuatro a seis meses, y que los
efectos duraban varios años. En otros casos, el éxito fue sólo parcial. Otros autores
dieron a conocer resultados parecidos. Norman Haire y Kenneth M. Walker obtuvieron
resultados más o menos iguales. Haire resumió con estas palabras sus primeras cien
«operaciones de Steinachs: «En algunos pacientes no se observa ninguna mejoría
física, mental ni sexual, aunque tampoco he visto ninguno que resultara afectado de
una manera adversa por la operación. La gran mayoría mejora mental y físicamente, y
se comprueba en casi todos una mejoría sexual.» Haire escribió asimismo sobre varias
técnicas rejuvenecedoras, y sus opiniones fueron resumidas en un libro titulado
Rejuvenation, publicado en Londres en 1924.
82
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
En 1932, el doctor Harry Benjamin, de Nueva York, resumió su experiencia con
la terapéutica de Steinach durante los diez años anteriores. Confesó que su actitud
inicial habla sido bastante escéptica, y que en el transcurso de aquella década había
experimentado altibajos su entusiasmo. A pesar de todo, llegó a la conclusión de que
la operación de Steinach era de indudable valor. Analizando sus resultados, basados
en operaciones practicadas en más de 500 pacientes, su éxito podía calcularse
aproximadamente en un 75 %, Estos resultados tan positivos duraban, según la edad
del paciente, de un año y medio a seis años. Un caso coronado por el éxito, según
Benjamin, debía dar indicios subjetivos y objetivos de mejoría de la función endocrina
como consecuencia de la operación. Las mejorías subjetivas más corrientes se
referían a la fatiga, insomnio, incapacidad de concentración, irritabilidad general e
inapetencia. Por lo que se refiere a la mejoría subjetiva, se requería una tensión
arterial más baja, mayor crecimiento del pelo, más flexibilidad epidérmica y mayor
agudeza visual y auditiva. En 1932, Benjamin expresó la opinión de que los «métodos
de reactivación endocrina, si se aplican debidamente y se aquilatan con prudencia,
pueden ser una auténtica bendición para mucha gente».
Sin embargo, las criticas y la reacción contra Steinach se extendieron de una
manera gradual, y empezaron a menudear los informes negativos sobre las
operaciones de rejuvenecimiento, publicados en las revistas medicas. Con frecuencia,
éstos eran refutados por cirujanos que habían obtenido buenos resultados, y alegaban
que los fracasos se debían a técnicas quirúrgicas deficientes, que complicaban la
situación. Steinach recomendaba sólo que los conductos seminales fuesen ligados,
dejando intactos los tejidos vasculares y nerviosos, Por tanto, era evidente que los
críticos no seguían este consejo en la debida forma.
En un congreso de “notables cirujanos y fisiólogos” austriacos, el 21 de enero de
1928, el doctor Schoenbauer, de la Clínica de Eilenberg, afirmó que sólo había visto a
un paciente resultar beneficiado de la ligadura de los vasos y luego manifestó que la
autosugestión había influido parcialmente en todas las operaciones de
rejuvenecimiento que habían tenido éxito. Sin embargo, los partidarios de Steinach no
tardaron en salirle al paso con argumentos contrarios.
Uno de tales partidarios, Clayton E. Whceler, de los Estados Unidos, preguntó
«qué tipo de autosugestión se había usado en el caso de las ratas seniles que apenas
se tenían en pie sobre sus cuartos traseros ni podían alcanzar con las patas delanteras
la comida que colgaba del techo de su jaula, y que, tras ser sometidas a la vasectomía
de Steinach, se volvían activas, se mantenían limpias, comían vorazmente, luchaban
con machos más jóvenes por la posesión de la hembra, copulaban y engendraban
camadas de ratas sanas, cuando, según el ciclo biológico de estos roedores, habrían
debido estar muertas e incineradas desde hacía tiempo». El doctor Wheeler mencionó
también a los «centenares de seres humanos» que habían sido sometidos a
vasectomía en los Estados Unidos con objeto de esterilizarlos porque estaban
«degenerados, o locos, o eran delincuentes», los cuales, aunque se les había dicho
que tal vez perderían la capacidad procreadora, se veían de pronto sorprendentemente
rejuvenecidos. Habían mejorado su digestión, su metabolismo, la calidad y cantidad
del cabello, a la vez que había desaparecido «la impotencia, a menudo de años de
duración, para ceder de nuevo su lugar a la virilidad perdida».
Pero, en general, predomina la impresión de que los cirujanos acabaron
sintiéndose completamente decepcionados por la operación de Steinach, aunque
Kenneth Macfarlane Walker, el cirujano y escritor británico, desmiente esta impresión.
Al exponer sus experiencias personales, admite que los resultados de las operaciones
realizadas con miles de seres humanos durante los veinte años anteriores habían
83
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
resultado decepcionantes e inferiores a los conseguidos antes por Steinach con sus
experimentos animales. Sin embargo, él pensaba que, a este respecto, no resultaría
fácil aquilatar los resultados con seres humanos, porque, si bien muchos pacientes se
sentían beneficiados por la operación, las pruebas objetivas disponibles no eran
siempre tan convincentes. Examinando su propio historial, Walker opinaba que un
tercio de sus pacientes «habían quedado satisfechos con lo que consideraban haber
ganado... Otro tercio decía haber experimentado ligera mejoría. En los demás, los
resultados habían sido completamente negativos».
Otro motivo más razonable del decreciente interés que se sintió en general
durante los años veinte por la obra de Steinach, fue la aparición de una nueva estrella
en el firmamento del arte de rejuvenecer: Serge Voronoff. Elegante y dinámico, casado
con una muchacha joven y sumamente atractiva en 1931, cuando él tenía ya sesenta y
cinco años, era el tipo clásico del rejuvenecedor. Al parecer de origen ruso, su juventud
esta sumida en la mayor oscuridad. Lo más probable es que emigrara a Francia en
1892, para ejercer allí la Cirugía y la Patología. Por lo que sabemos, sus actividades
quirúrgicas en Francia fueron decepcionantes, porque la primera vez que oímos
mencionar su nombre antes de 1914, actuaba como médico cirujano de Abbas II,
Jedive de Egipto.
Cuando trabajaba en Egipto, Voronoff tuvo la oportunidad de observar
personalmente las características de los eunucos de los harenes, y se dice que tales
observaciones -cosa curiosa- despertaron en el interés por la fisiología sexual, interés
que no dejaría ya de sentir nunca más. Durante los años de la Primera Guerra
Mundial, la vida del joven cirujano se orientó hacia facetas más prácticas, y Voronoff
ganó bastante prestigio en los hospitales militares. Finalmente, fue nombrado director
del Laboratorio de Cirugía Experimental del «College de France».
Al comienzo de su trabajo aquí, Voronoff empezó a pensar en la posibilidad de
trasplante testicular en casos en que, debido a edad o a «fatiga o deficiencia testicular
debida a causas congénitas», se hubiera producido «algún cambio localizado, como
orquitis o esclerosis». Por desgracia, no le fue fácil conseguir el tejido humano que
necesitaba para su investigación, porque la ley francesa prohibe el uso de material de
cadáver obtenido como resultado de accidente, y aunque Voronofff intentó obtener
esos tejidos de cadáveres de delincuentes ajusticiados, tuvo, al fin, que abandonar la
idea. Estos obstáculos básicos le indujeron, según parece, a tantear otro camino: usar
monos antropoides como cantera de tejido testicular. El 13 de junio de 1920, Voronoff
realizó el primer trasplante testicular de un mono a un ser humano, y durante los dos
años siguientes llevó a cabo 162 operaciones más de este tipo. Las intervenciones de
Voronoff no podían pasar inadvertidas en Paris por aquella época, y los periódicos
reaccionaron como era de esperar, comentando, con exagerado entusiasmo, su
aparente éxito. Tanto fue así, que los colegas del nuevo profesor Voronoff no le
consideraron digno de leer una memoria en la «Academia Francesa de Medicina» con
motivo del XXXI Congreso de cirujanos franceses.
Unos tres meses después de publicarse el informe de su primera operación
afortunada, Voronoff, que no se distinguía por su timidez y estaba irritado por no haber
sido citado en el reciente Congreso, contra atacó con una conferencia de Prensa, en la
que presentó tres pruebas de su éxito: un anciano, un macho cabrío y un carnero,
todos aparentemente rejuvenecidos con trasplantes testiculares de monos. Como es
natural, esto causó sensación, «se publicaron miles de artículos sobre él, recibió
ataques, aunque por razones distintas, de sectas religiosas y antiviviseccionistas, los
caricaturistas dibujaron bisabuelos colgando retozones de las lámparas del techo, y la
fiebre de las glándulas de mono acabó por romper el termómetro.
84
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
La fama del rejuvenecimiento con glándulas de mono no tardó en rebotar, contra
el propio Voronoff, y los hombres de Ciencia, aunque no deliberadamente, se
apartaron de éste, y acabó por convertirse en blanco del ridículo general. No obstante,
si se examinan desapasionadamente los escritos de Voronoff, se comprueba que, si
bien como hombre de Ciencia no estaba a la altura de Steinach, su lógica y su técnica
quirúrgica merecen una atención más seria de la que han recibido. Aunque Voronoff es
recordado principalmente como rejuvenecedor, en sus primeros trabajos exploró
muchos otros aspectos de la terapéutica del trasplante glandular.
En sus indicaciones sobre el trasplante testicular se examina la pérdida
congénita o accidental de los testículos, el infantilismo de los órganos sexuales, la
pubertad tardía, la arteriosclerosis, la esquizofrenia, las enfermedades neuróticas y la
senilidad, tanto fisiológica como prematura.
La técnica quirúrgica de Voronoff se conoce con todo detalle. Una vez
anestesiado el mono con cloroformo, se le afeitaba y esterilizaba la piel. El tipo de
anestesia era, a la vez, local y general. Dos cirujanos intervenían en la operación: uno
abría el escroto del mono y extraía el testículo, junto con su cubierta, la llamada túnica
vaginal. El otro seccionaba entonces el escroto del receptor humano. Mientras el
testículo se extraía de su túnica, para cortarlo después longitudinalmente en seis
pedazos, el otro cirujano cosía con todo cuidado los injertos a la túnica vaginal del
paciente o a su superficie exterior (tres en cada testículo), o bien, si el testículo estaba
rodeado por un saco suficientemente grande, el trasplante se cosía en el interior de
esta membrana. Entonces se cerraba la incisión hecha (en la túnica). Según Voronoff,
cada injerto debía suturarse con seda por separado, si se querían conseguir óptimos
resultados. En general, sus pacientes descansaban unos cuantos días después de la
operación, aunque esto no se consideraba necesario.
Voronoff tuvo buen cuidado de no afirmar que en to dos los casos obtenía
buenos resultados o que se produjese siempre rejuvenecimiento sexual. Con bastante
frecuencia confesaba también que los efectos de los injertos glandulares duraban
relativamente poco: un período que oscilaba entre los dieciocho meses y los tres años.
Para 1928, los médicos europeos, aunque todavía dudaban en aceptar el
tratamiento de Voronoff como verdadero rejuvenecimiento, habían acabado por
reconocer que, terapéuticamente, ejercían algún efecto. Un congreso de unos 1.000
cirujanos de renombre reunido en Austria en enero de 1928, aceptó que, si bien la
palabra «rejuvenecimiento» no podía usarse con propiedad en este caso, «los
trasplantes glandulares ideados por el doctor Serge Voronoff conseguían una
regeneración transitoria».
Uno de los mayores éxitos de rejuvenecimiento lo consiguió Voronoff no con un
ser humano, sino con un viejo carnero, conservado vivo y sano mucho mas tiempo del
que hubiera permitido su ciclo vital natural, gracias a injertos glandulares humanos:
«A un carnero de doce a catorce años de edad -lo que, en términos humanos,
equivaldría a ochenta años, y que apenas podía ya moverse se le injerto un
fragmento testicular procedente de un hombre joven. Dos meses después, el
injerto había prendido y el animal estaba completamente cambiado.
Desaparecieron su incontinencia urinaria y el temblor de las patas, y ya no parecía
asustarse de todo. Sus movimientos estaban nuevamente llenos de aplomo y se
conducía de manera vivaz y agresiva. Tenía un notable aspecto de juventud y
vigor. Fue encerrado en un pequeño establo con una oveja joven, lo cual permitió
observar no sólo el restablecimiento de sus instintos sexuales, perdidos años
85
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
atrás, sino también las consecuencias tangibles de éstos. La oveja fue montada
por el animal en septiembre, y en febrero tuvo un retoño vigoroso y sano.»
Este testimonio lo publico la Medical Review of Reviews en febrero de 1928. Como es
natural, los ganaderos y veterinarios mostraron gran interés por estos trabajos. Los
experimentos de Voronoff no tardaron en recibir apoyo oficial, y el Gobierno francés
aprobó una ley prohibiendo la caza de chimpancés, que, desde entonces, fueron
protegidos y reservados para los experimentos de Voronoff. Según parece, esta
medida no bastó para abastecer de todo el material necesario y, finalmente, los
gobiernos británico y belga dieron permiso a los agentes de Voronoff para capturar
animales en sus territorios africanos.
Es curioso que el hecho que despertara serias dudas sobre Voronoff, no sólo
como rejuvenecedor, sino incluso como hombre de Ciencia, procediese del mundo
veterinario. El Ministerio británico de Agricultura envió a Argel una delegación,
compuesta por un fisiólogo, un genetista, un perito en dietética y un cirujano
veterinario, con el encargo de examinar el desarrollo de las técnicas de Voronoff para
mejorar la cría de ganado. La investigación fue implacable, y sus conclusiones
resultaron científicamente catastróficas, al menos por lo que se refiere a la opinión
británica y norteamericana. Un toro, desechado a la edad de diecisiete años como
semental, engendró -se decía- nueve terneras en dos años después de haber sido
operado por Voronoff. La delegación objetó que había dudas sobre la paternidad de las
terneras en cuestión e hizo preguntas muy concretas sobre por que -cuando lo normal
en Argelia es matar a los toros a la edad de doce años- se había conservado vivo a
aquél durante cinco años más, es decir, hasta mucho tiempo después de su vida
reproductiva normal.
Luego fueron inspeccionados rebaños de ovejas por la delegación, con objeto
de comprobar la calidad y cantidad de lana producida después del rejuvenecimiento.
Investigaron con detalle el numero de animales usados y sus pedigríes, pero no se les
facilitó la información satisfactoria que necesitaban. Los animales usados en los
experimentos no habían sido aislados en circunstancias experimentalmente
satisfactorias ni se habían tenido en cuenta los factores relacionados con su nutrición.
En general, la delegación británica no quedó positivamente impresionada.
Resumiendo sus investigaciones, se mostraron cautos, pero sin entusiasmo.
Arguyeron que era posible que los rejuvenecimientos de animales ancianos y
decrépitos tuviesen base, pero las pruebas examinadas por ellos no se ajustaban a
experimentaciones críticas y, por lo que se refiere a la mejora de la calidad del ganado
y su cría, no encontraron ventajas económicas en los métodos de Voronoff.
Los años veinte y treinta fueron, en muchos aspectos, una época de
experimentación de ideas nuevas sobre el rejuvenecimiento sexual y general. Un
examen de Las revistas médicas de esos años nos da suficientes pruebas en apoyo de
esta afirmación, porque a intervalos de pocos meses vemos nuevos informes
científicos publicados sobre la cuestión. En muchos casos eran meras extensiones o
derivaciones de métodos ya puestos a prueba, que debían su origen intelectual a las
mentes superiores de Steinach y Brown-Séquard.
Un caso típico de esto fue el método de Dopplers, llamado así en memoria del
doctor Doppler, de Viena. Inicialmente había sido aclamado por el New York Times con
la afirmación de que «hace innecesaria la operación o el trasplante..., han sido tratados
200 casos, todos con éxito, en dos años». Los partidarios del método de Doppler
debieron sentirse algo defraudados al comprobar que la operación, aunque de poca
importancia, era necesaria. Había que hacer una incisión en la zona inguinal, y la
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
aportación arterial a los testículos era extraída y untada con una solución de fenol al
7%. Este procedimiento se realizaba con objeto de paralizar los nervios simpáticos que
discurren en torno a la pared arterial y hacer que la arteria se dilatase, mejorando
tebricamente de esta forma la aportación sanguínea a los testículos.
El método Doppler parecía dar buenos resultados, a juzgar por los datos que se
publicaron. Al parecer, no solo rejuvenecía, sino que también era muy perceptible la
mejoría psicológica. La sordera senil desaparecía, y el pelo empezaba a hacerse más
tupido o de color más oscuro. Los pacientes se volvían más dinámicos y juveniles.
Como es natural, la técnica de Doppler tuvo su propia cohorte de seguidores y
practicantes en el mundo entero durante varios años, y hasta 1939 se publicaron
informes científicos sobre ella en revistas médicas.
Como es natural, algunos métodos que parecían particularmente eficaces en los
años veinte, no tardaron en perder popularidad cuando el conocimiento científico
intrínseco, cada vez mayor, fue examinándolos y considerándolos potencialmente
peligrosos e incluso letales. El propio Steinach había realizado experimentos en los
que las glándulas sexuales eran sometidas a rayos X. Utilizando cobayas hembra no
desarrollados aún sexualmente, y tras proteger cuidadosamente con plomo la parte
superior del cuerpo del animal y la zona infrapdlvica, sometía el abdomen a la acción
de los rayos X. Utilizando como testigos otros cobayas no sometidos a tratamiento,
Steinach demostró, de una manera concluyente, que los caracteres sexuales
secundarios de las hembras se desarrollaban con más rapidez en los animales
tratados. Examinando los ovarios irradiados, se comprobaba que había una
sorprendente carencia de folículos de De Graaf y, en cambio, una mayor proliferación
del tejido intersticial productor de hormonas.
Otros experimentos demostraron que se consiguen efectos parecidos en los
machos y que la esterilización resultaba fácil con el prudente empleo de los rayos X.
Los caracteres sexuales secundarios adquirían más frescor y se desarrollaban con
cierta precocidad. Eventualmente, Krisen y Lenk, de Viena, sometieron a un
tratamiento semejante a hombres de edad avanzada que eran prácticamente
impotentes desde hacia años. Como cabía esperar, estos enfermos mostraban una
creciente deficiencia seminal a medida que avanzaba el tratamiento. Mas, por otra
parte, se producía un «efecto Steinach». El doctor H. Benjamin, de los Estados Unidos,
fue, durante algún tiempo, un acérrimo defensor del método de rejuvenecimiento
femenino mediante radioterapia, y publicó sin miedo tanto sus éxitos como sus
fracasos. Los casos publicados por Norman Haire muestran que las mujeres
reaccionaban muy bien al tratamiento, cuyos resultados las hacían parecerse y
sentirse mucho más jóvenes que antes.
Como es bien sabido, hoy, la aplicación de la radioterapia gonadal queda
limitada estrictamente a ciertos aspectos de enfermedades malignas. El riesgo de
provocar lesiones cancerosas con el empleo indiscriminado de los rayos X se
considera demasiado grande como para justificar su empleo en casos no esenciales.
El fértil cerebro de Steinach ide también otro sistema, que se puso de moda a
fines de los años veinte: el rejuvenecimiento por medio de la diatermia. Como ya
hemos dicho, Steinach comprobó que las personas castradas cuando ya habían
alcanzado la madurez sexual, podían conservar virtualmente la normalidad sexual,
siempre que fueran sometidas a tratamiento diatérmico abdominal diario. El doctor
Peter Schmidt aplicó este principio a las mujeres, a las que sometió a tratamiento
diatérmico ovárico cinco veces por semana durante un período que oscilaba entre las
cuatro y las seis semanas. Los resultados de esta prolongada terapéutica parecen
haber sido más bien decepcionantes.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
A finales de los años veinte se introdujo una variante en el sistema de BrownSéquard. Algunos cirujanos norteamericanos, principalmente L. L. Stanley, de
California, habían empezado a interesarse por este tema de una manera práctica
empleando la técnica de Voronoff, pero con testículos humanos, extraídos de
cadáveres de delincuentes recién ejecutados en la penitenciaría de San Quintin. Más
adelante, Stanley empleó testículos de carnero y comprobó que eran igual de eficaces.
Para sus injertos prefería la zona abdominal en vez de la escrotal, elegida por
Voronoff, y llegó a la conclusión de que el material testicular usado de esta forma
ejercía un efecto estimulante y vigorizante, tanto sexual, como mental y físico.
Más tarde, Stanley extendió sus investigaciones a un campo que luego fue
explotado más concienzudamente por Niehans (véase el capítulo 7). Empleó una
suspensión de fragmentos de testículos de carnero y macho cabrio que inyectó por vía
subcutánea a pacientes voluntarios de la prisión del Estado de California. Dichos
pacientes sentían bajo la piel, durante meses, la presencia extraña de grumos de
proteína como alubias. El principal interb de este procedimiento radica en el número
relativamente elevado de pacientes que tomaron parte en el experimento (656 en total)
y el alto porcentaje de los mismos que resultó mejorado. Aunque en tales resultados
hay que contar con una buena parte de efectos psíquicos, la información publicada
muestra que, por lo menos subjetivamente, los presos resultaron muy mejorados por el
tratamiento.
Posteriormente, el profesor Karenchevsky, del «Instituto Listers» de Londres, preparo
extracto de testículos de toro para realizar una serie parecida de pruebas en el
«Hospital de Saint Mary Abbots», en colaboración con el «National Institute of Industrial
Psychology». Sin embargo, desde el punto de vista del rejuvenecimiento los resultados
fueron completamente negativos.
En cambio, en otras partes del mundo estaba en pleno auge el rejuvenecimiento
a la manera de Stanley. El doctor Albert A. Schneider, en una interesante critica
general del rejuvenecimiento, escrita en 1928, calculaba que para entonces se habían
realizado ya en los Estados Unidos unas 50.000 operaciones de acuerdo con el
método de Stanley y, con toda probabilidad, muchas más en Europa, «con resultados
uniformemente buenos y sin secuelas desagradables».
Gradualmente, con el paso de los años treinta fue disminuyendo el interés de la gente
por el rejuvenecimiento con ayuda de glándulas sexuales o extractos de las mismas.
Cada vez eran menos los informes que se publicaban sobre el tema, y se tiene la
impresión de que las mentes experimentales que antes se habían dedicado a este
campo de actividad, iluminaban ahora con su luz campos distintos. Sin embargo, acá y
allá se oían ecos del pasado.
En 1947, K. V. Matthew, del «Hospital Karura», de Madrás, publico los resultados de
operaciones de vasectomía realizadas por él entre 1930 y 1946. La serie no era muy
amplia (describe sólo 106 casos) pero Matthew dice que sólo en nueve no se consiguió
resultado alguno. Dos tercios de los pacientes dijeron haber sido curados de
impotencia, y -en el informe vemos los datos habituales, como la recuperación del
color del pelo. Un informe personal divertido, aunque, al parecer, sincero, explicaba la
cuestión de manera bastante pintoresca: «No tengo el menor inconveniente en decirle
que la maravillosa operación a que me sometió usted en Alleppy dio magníficos
resultados. Le diré, resumiendo, que me abrió las puertas del cielo».
Apenas parece haber duda de que la Segunda Guerra Mundial -con el
consiguiente reajuste de muchos intereses nacionales-, dio la puntilla para siempre a la
investigación científica sistemática de las glándulas sexuales en su relación con el
rejuvenecimiento. Se acercaba, además, la Era de los antibióticos y la revolución que
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
supuso para la Cirugía influyó forzosamente en la historia del rejuvenecimiento. Se han
abierto muchos campos nuevos de práctica quirúrgica, y el entusiasmo del cirujano por
la extensión de otros aspectos de su trabajo ha contribuido, sin duda, a encauzar en
nuevas direcciones muchas energías. En algunos aspectos, se diría que la vela fue
apagada prematuramente, aunque muchos médicos inteligentes creían seriamente que
el tema del rejuvenecimiento en este sentido sobreviviría aun varias décadas. El ya
citado Albert Schneider, médico y doctor en Ciencias y en Filosofía, declaro que nunca
seria posible apreciar en su justo mérito las investigaciones de Steinach, Voronoff,
Lydston, Thorek, Kammener, Stanley y Benjamin, ni el valor de que hicieron gala al
persistir en sus esfuerzos en este campo nuevo del esfuerzo humano, pese a la
oposición de sus colegas y teniendo que enfrentarse, alternativamente, con el ridículo
y el apoyo entusiasta de la Prensa popular.
Opinaba también que la destrucción de las antiguas bibliotecas de África,
Arabia, China y Grecia habla privado a la Medicina de mucha información, valiosa en
potencia, sobre el rejuvenecimiento, y rogaba a los eruditos que estudiasen las fuentes
que aun nos quedan de los conocimientos médicos antiguos en los escritos indios,
chinos y persas. Clayton E. Wheeler, de los Angeles, escribió también en este sentido
en el Medical Journal and Record en 1928, comparando la actitud intolerante que se
tiene en general para con el rejuvenecimiento científico y experimental, con el recelo
de que fueron blanco en los años cuarenta del siglo pasado los anestesistas, así como
Lister y Pasteur cuando su obra salió a la luz pública por primera vez: «Estamos
burlándonos de algo que podría convertirnos en verdaderos seres humanos y darnos
de dos a diez, e incluso quince años más de vida sana y feliz a este nivel
experimental».
Aunque en Londres, parte de los Estados Unidos y Europa, aún es posible
encontrar médicos de reputación y entusiasmo que siguen practicando activamente el
rejuvenecimiento con métodos análogos a los que hemos examinado en este capítulo,
el entusiasmo profesional es actualmente mínimo. El estigma de las «glándulas de
simios» es, al parecer, demasiado duro para el “médico honorable”.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
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TONTERIAS DE ABEJAS Y OTRAS CURIOSIDADES
Con frecuencia resulta difícil distinguir el charlatanismo, de la Medicina heterodoxa o
semicientífica. Algunos escritores creen en la existencia de una guerra casi abierta
entre los «profesionales» de cualquier campo, con sus intereses creados en el
mantenimiento de la tradición y su monopolio del conocimiento adquirido, y los
innovadores, que ponen en tela de juicio cualquier autoridad oracular. Brian Inglish
lleva este argumento algo más allá al creer en lo que en la práctica es un boicot
general por parte de la jerarquía médica contra los «médicos que se sienten atraídos
por ideas heterodoxas», y afirma que esto inhibe a muchos de ellos de «enriquecerse
mentalmente absorbiendo ideas nuevas de fuentes heterodoxas», por miedo a verse
aislados y a caer en el ridículo.
No cabe duda alguna, por supuesto, de que en la historia del rejuvenecimiento las
ideas han sufrido por causa del miedo al ridículo profesional. Pero hay pocas pruebas
convincentes de que tales críticas hayan influido mucho en los grupos médicos
semimarginados que han practicado ese arte, y aún siguen teniendo vigencia muchas
ideas curiosas.
Una de las curiosidades más interesantes en este sentido, que gozo de una vida
efímera, aunque de razonable éxito, fue la sustancia llamada «jalea real». Desde un
punto de vista estrictamente científico, la jalea real no es ninguna cosa del otro jueves
y está íntimamente relacionada con la vida social de las abejas. La abeja productora
de miel (Apis mellifera) tiene una vida más compleja que las demás. Las diferencias
entre las reinas, los zánganos y las obreras son muy notables. Parte de la actividad
social de las obreras jóvenes consiste en segregar de ciertas gandulas situadas debajo
del abdomen una cera que sirve para la construcción de la colmena. Con esta cera
moldean las celdas de la colmena, cuya forma varia, según su uso: celdas para las
futuras obreras, pequeñas, numerosas y regulares; compartimientos para los
zánganos, más grandes y menos regulares, y apartamentos de la futura reina, en
forma de sacos irregulares. La reina pone un huevo en cada celda, y cuando las
jóvenes larvas salen, tienen tres posibles destinos: si los huevos no están fertilizados,
se convierten en zánganos; si lo están, pueden convertirse en reinas o en obreras, y su
régimen alimenticio es el factor que decide lo que ocurrirá en estos casos.
Las larvas son alimentadas, ante todo, con un producto de !as glándulas
salivales de las obreras, que es precisamente la «jalea real». Las larvas destinadas a
ser reinas continúan con este régimen hasta que son adultas, mientras que las otras,
obreras o zánganos, son alimentadas luego con una mezcla de polen y miel. La revista
Family Doctor, publicada por la «British Medical Association», desempeñó un papel
único en el mundo del periodismo médico. Su actitud se basaba en unos cuantos
principios indiscutibles, el primero de los cuales era: ¿Es el asunto correcto desde el
punto de vista médico?, Asimismo se enfrentaba con verdaderos problemas, evitando
la jerga médica y el charlatanismo científico. Lo más importante de todo es que
sostenía una guerra permanente contra los aventureros semimédicos, cuyos
descubrimientos, una vez sometidos a cuidadoso examen, resultaban quizás
interesantes, pero especiosos. En febrero de 1948, el doctor Harvey Flack, historiador
medico y director fundacional de la revista Family Doctor, escogíó la jalea real y su
comercialización con el nombre de «Apiserum» como tema de su «Carta del Director»
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mensual. Muchos lectores habían escrito a la revista pidiendo un dictamen médico
sobre el «Apiserum», considerado como la jalea real que retrasaba la vejez.
Prudentemente, el doctor Flack explicó que la jalea real habla sido estudiada con todo
cuidado y resultaba contener un alto porcentaje del complejo vitamínico B, sobre todo
ácido pantoténico y biotina, pero aseguraba a sus lectores que no existía ningún
régimen alimenticio normal en el que faltasen esas sustancias en cantidad suficiente.
A pesar de todo, el doctor Hack aceptaba el hecho de que la jalea real podría
contener también una sustancia no identificada aun, capaz de transformar la larva en
reina, y que quizá convendría comer esta sustancia. Pasando de esto a indicar,
prudente y científicamente, que los animales de distinto tamaño necesitan también
cantidades distintas de sustancias como las vitaminas, hizo una agudísima
observación: admitiendo, de momento, que el hombre normal pesase tanto como un
millón de larvas de abeja -continuo-, «yo diría que necesitaríamos ingerir una cantidad
de jalea real equivalente a la que consumen, por lo menos, cincuenta mil larvas
diariamente para que nos causara algún efecto, y aun esto, dando por supuesto,
naturalmente, que existe en la jalea real esa sustancia desconocida, no identificada, de
no probada magia». Luego pasó a afirmar que esto supondría la existencia de miles de
personas trabajando entre miles de colmenas..., dedicadas a extraer la jalea real de las
glándulas de las abejas... «Yo diría que a toda esa gente le resultaría muy difícil hacer
acopio de la suficiente jalea real para que surtiese efecto perceptible en una sola
persona». Como quiera que otra característica de la revista Family Doctor es su
manifiesta tendencia a consultar a los técnicos en cada materia siempre que se
plantea la más pequeña duda sobre cualquier cuestión, en este caso se pidió la
opinión a un famoso profesor de la Universidad de Londres, especializado en
problemas de nutrición: «Sencillamente, no lo creo -dijo-. En primer lugar, no creo que
la jalea real contenga una sustancia milagrosa capaz de hacer por mí lo que un buen
plato de pescado con patatas fritas no pueda lograr. Y, en segundo lugar, si existiera
tal sustancia, no creo que hubiese bastante en un frasco de «Apiserum» de cinco
guineas para producir el menor efecto en mi organismo, aun cuando consumiera un
frasco al día. El doctor Harvey Flack llegó a la conclusión de que la mejor respuesta a
quien trate de vender jalea real a cinco guineas el frasco sería llamarlo tonterías de
abejas. A pesar de todo, miles de personas se gastaban su dinero cada día, llenas de
fe en las abejas.
La miel como sustancia rejuvenecedora, ya apura o en forma de «honegar»,
(vinagre de sidra y miel pura a partes iguales), estuvo también muy de moda gracias a
un libro escrito por un medico de Vermont (Estados Unidos), que había ejercido su
profesión durante más de cincuenta años en el «Estado de la Montaña Verde».
Impresionado por la longevidad de muchos habitantes de Vermont y de que este
Estado sea el segundo por el número de habitantes de más de sesenta y cinco años
en los Estados Unidos, decidió investigar la razón y la encontró, satisfactoriamente, a
juicio suyo, en la medicina popular.
Una de sus principales teorías era la de que la miel, por ser una mezcla de
levulosa y dextrosa, ejercía una influencia «selectiva» sobre el azúcar sanguíneo,
capaz de proteger y reforzar la salud. Aunque la racionalización de esta teoría sigue
siendo científicamente oscura, sus lectores, sin duda, creyeron en los efectos
terapéuticos de la miel, y miles de ciudadanos norteamericanos se dedicaron a beber
« honegar» o a mezclarlo en su casa con sus propios medios («dos cucharadas de miel
y dos de vinagre de sidra, tomado una o más veces al día en un vaso de agua. La
mezcla sabe a sidra. El vinagre aporta el contenido mineral de la manzana, y la miel da
los minerales contenidos en el néctar de las flores»).
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Más tarde, el doctor Jarvis encontró otras aplicaciones terapéuticas de la miel.
Destruye los gérmenes del tifus y la disentería, es útil para la alimentación infantil,
quita a los niños el vicio de orinarse en la cama y acaba con el insomnio. También
desaparecen los «calambres musculares» y, además, cura la tos y alivia las
quemaduras. Se recomendaba su consumo a los atletas, y masticando un trozo de
panal de miel se eliminaban el catarro, la fiebre del heno y la sinusitis. Evidentemente,
esto era demasiado beneficio terapéutico para ser creído por cualquiera que tuviese un
mínimo de rigor científico.
Muy lejos químicamente de la miel, pero cerca de ella por su carácter popular,
se hallaba la idea rejuvenecedora que se le ocurrió a Margarita Maury. Ésta, poco
conocida en Inglaterra o los Estados Unidos, lo es mucho en el continente europeo,
aunque pocos estarían de acuerdo con una afirmación de sus propagandistas ingleses,
según los cuales, «la lista de clientes agradecidos de la señora Maury cubre el mundo
entero». Su método -descrito por ella misma consiste en el «rejuvenecimiento con
ayuda de aceites esenciales, o sea, una alquimia moderna». Su técnica exacta resulta
algo oscura, pero, más o menos, lo que ella cree es que «en la molécula odorífera ha
encontrado la Biología moderna la forma de materia viva más sutil, el espíritu
estimulante, dinámico y paliativo de la formidable energía de la Naturaleza».
Sus ideas básicas sobre el rejuvenecimiento son bastante sensatas, pues
confiesa que la victoria sobre la veja podrá conseguirse solo así contemplamos la
Naturaleza y reflexionamos en su esencia desde todos los puntos de vista».
Evidentemente, la señora Maury ha leído mucha literatura médica y paramédica sobre
el rejuvenecimiento, aunque no siempre parece haber empleado sus conocimientos
con el mejor rigor científico. Básicamente, su teoría es un concepto del ctlíquido
lacunario,, el cual forma parte de la masa que circula por el cuerpo, lo mismo que la
sangre, la linfa y... los humores». Este liquido lacunario no parece ser sino otra forma
de designar el plasma, ya que circula por «el espacio extracelular, del cuerpo y ocupa
un área que. según los cálculos de la señora Maury, equivale al 27,5 % del volumen
del cuerpo. La señora Maury afirma que de la calidad del liquido lacunario dependería
la vida de la célula, su ritmo y su pulsación» Cuando el fluido se vuelve deficiente o se
desequilibra, se intensifica la vejez.
No es ésta la única teoría fisiológica curiosa de la suma sacerdotisa de la
aromaterapia. Encuentra también grandes dificultades en separar los cambios que se
producen en el cuerpo por razones patológicas, de los que son considerados, desde
un punto de vista convencional, como debidos a la senilidad. Por ejemplo, los niños
que contraen artritis son, según ella, a jóvenes vicios». La debilidad sexual o la falta de
libido que llevan a la impotencia serían también -siempre según la señora Maurysexualidad precoz, pues «de la misma manera que un fruto arrancado al árbol antes de
que madure se pudre más rápidamente, un ser humano joven, puesto en contacto
brutalmente y antes de tiempo con la realidad, decae de una manera rápida».
La señora Maury afirma que la fuente de sus teorías son «los Ayurvedas, que tienen ya
tres mil años de edad...de la Medicina tibetana». Según ella, las esencias que usa son
hormonas vegetales que existen en el «plasma» de ciertas plantas. Estos perfumes como pueden ser -notablemente llamados- regulan la actividad de los capilares,
cuando se aplican a la piel y «hacen la carne más suculenta». Pero otro efecto, y más
importante aún, que producen, se debe, al parecer, a la fragancia de la esencia, que
agudiza la capacidad de percepción y elimina las inquietudes emocionales. La mente
consciente se aclara, y la fuerza y la juventud se conservan.
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«La materia odorífera da a la sangre su elemento indispensable y soberano. Se
infiltra en los líquidos biológicos, que la impelen y la distribuyen por todo el cuerpo.
Entonces se llega a la verdadera regeneración. El renacimiento de los tejidos se
observa mejor cuando se curan heridas con esta sustancia, porque entonces se
borran todas las cicatrices, y las contra reacciones epidérmicas de las quemaduras
desaparecen sin dejar la menor señal.»
Como es natural, la autora tiene sus métodos propios, y aconseja aplicar en la
piel diversas «sustancias odoríferas». Insiste mucho en formular prescripciones
individuales para cada paciente, al objeto de mantener contacto personal con su
clientela e impedir la comercialización masiva de sus túnicas. La señora Mauty,
siguiendo las mejores tradiciones del arte del rejuvenecimiento, se apoya en los casos
que ha resuelto positivamente. Por desgracia, los que cita son del todo insuficientes
desde el punto de vista médico. Uno de los más importantes es el de una mujer de
cincuenta y cinco años, edad muy poco avanzada, desde cualquier punto de vista, por
lo que se refiere al rejuvenecimiento. Era pequeña, frágil, de piel mate y cabello gris y
carácter taciturno. No disfrutaba con nada y siempre estaba triste, pese a que vivía
bien materialmente. El tratamiento consistió en dosis de elemí y glilbano (1), hojas de
violeta y hierba luisa. Los dos primeros ingredientes -dicho sea de paso- eran usados
por los embalsamadores egipcios para impregnar los vendajes de las momias. Al cabo
de dos meses de este tratamiento, la paciente quedó verdaderamente rejuvenecida: su
piel era sonrosada; su manera de moverse y conducta general, juveniles, dormía
mejor, se mostraba alegre y hasta llegó a enamorarse».
Parecen tener poco en común las ideas que sobre el rejuvenecimiento tenía un
inteligente especialista en cosmética, autor de un prólogo al libro de la señora Maury con unas palabras elogiosas de la marquesa de Reading- y las del Director honorario
del Instituto de Biología y Patología Experimental de Kiev, encargado, en cierta
ocasión, de rejuvenecer a Stalin. Sin embargo, ambos creen que el secreto del
envejecimiento está en los fluidos del cuerpo. El primero creía fundamentalmente en la
influencia positiva de los perfumes aplicados en la piel. El otro opinaba que, como las
células del sistema reticuloendo telial parecen mantenerse siempre en estado
completamente funcional, es decir, juvenil, un suero que las estimulase retrasaría en
seguida la degeneración por medio de los fluidos corporales e impediría el
envejecimiento. El doctor Alexander Bogomolets nació en 1881, y sus primeros años
parecen un cuento de Dostoievski o Tolstoi. Su madre era una joven estudiante de
Medicina, acusada, por el régimen zarista, de actividades revolucionarias, y que, tras
haber estado presa en la cárcel Lubianovka de Kiev, fue desterrada a Siberia. El joven
Bogomolets fue educado por su abuelo, oficial retirado del ejercito que había servido
durante el reinado de Nicol& 1, y estudió Medicina en la Universidad de Odesa. Se
licenció, con muy buenas notas, a los veinticinco años, y fue enviado al Departamento
de Patología General de Odesa, en el que trabajó durante cinco años. Luego fue
nombrado profesor de Patología en Saratov. Bogomolets sobrevivió a la Primera
Guerra Mundial y a la revolución comunista como epidemiólogo asesor de las
autoridades militares del frente del Sudeste, y cuando las cosas parecieron calmarse,
se estableció en Moscú, donde fue nombrado profesor de Patología de la segunda
( 1) El elemi es una resina sólida, amarillenta, de olor a hinojo, que se extrae de un árbol tropical de la familia de las
Terebinticeas y se usa en la composición de varios ungüentos y barnices. El gálbano es una gomorresina de color
gris amanllento, obtenida de una planta umbellfera. Se ha usado en Medicina y entraba en la composición del
perfume quemado por los judíos ante el altar del coro. - (N. &l T.).
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Universidad moscovita. Al principio se interesó por la Endocrinología y la transfusión
de sangre, y hasta los cuarenta y nueve años no se dedicó al estudio del
rejuvenecimiento, como fundador y director del famoso Instituto de Kiev. Allí, con
ayuda de numeroso personal, Bogomolets estudió, ante todo, Biología celular, para
concentrar luego su atención en el envejecimiento de los tejidos.
Sus ideas generales sobre el rejuvenecimiento eran completamente ortodoxas.
Seguía la teoría de que, en lo referente al mundo animal, la duración de la vida
equivale, en general, a cinco o seis veces el tiempo que cada especie tarda en llegar a
la madurez. Por tanto, y de ser esto cierto, la especie humana debería vivir de 125 a
150 años. Definía la vejez como «perdida de la capacidad de regeneración del
organismos, y explicaba esto como una incapacidad básica de las c&rlas de lo que el
llamaba «sistema fisiológico del tejido conjuntivo». Los traductores occidentales de sus
obras sugieren que tales células pueden ser los histiocitos fijos que se encuentran en
el tejido conjuntivo, bazo, glándulas linfáticas, medula ósea, las células de las
estructuras endoteliales, hepatoespitinicas y las glándulas endocrinas, la micrografía
del sistema nervioso y los histiocitos errantes en los espacios hísticos del cuerpo. En
esta categoría general se incluyen las células en que se forma inmediatamente tejido
fibroso del tejido conjuntivo. Aquí, sin duda, estamos luchando con la nomenclatura y
la terminología, Y es una lástima, porque la principal aportación de Bogomolets a la
historia del rejuvenecimiento consiste, parcialmente, en un suero que se obtiene de
células del «sistema fisiológico del tejido conjuntivo», y que se inyecta a los ancianos,
de modo que es particularmente importante definir con exactitud tales células.
Es curioso que la teoría de Bogomolets sea una derivación de ciertas
investigaciones realizadas por Metchnikow hacia el final de su vida (véase capítulo 6),
bajo cuya influencia cayó Bogomolets cuando iniciaba su carrera médica. El principio
formulado por Metchnikow es el de que la lucha contra la vejez ha de concentrarse en
reforzar los elementos más vulnerables del cuerpo y en debilitaría la agresividad de los
fagocitos. De aquí se pasó a idear el modo de reforzar los órganos más o menos de la
misma manera que el organismo puede ser reforzado contra infecciones especificas,
es decir, produciendo anticuerpos. Según parece, la teoría general es la siguiente: Si,
por ejemplo, el hígado o los testículos han de ser «reforzados, las células de los
citados órganos son inyectadas a un animal de una especie distinta. Esto,
evidentemente, produce anticuerpos en el animal experimental, y si el procedimiento
se repite varias veces, tarde o temprano en la sangre del animal aparecerán las células
en cuestión. Se reinyectan entonces pequeñas dosis de este suero experimental a la
persona cuyos órganos se quiere estimular, y su resultado -de acuerdo con esta teoría
es una reacción especifica regenerativa.
Bogomolets empezó a hacer experimentos de este tipo, mas no porque buscase
una técnica de rejuvenecimiento, sino con objeto de intensificar la secreción de las
glándulas suprarrenales. Ahora bien, creyendo que las «células del sistema fisiológico
del tejido conjuntivo» no eran sólo el mecanismo básico con el que el organismo
resiste la infección, sino también las potencialmente responsables de combatir los
ataques de la vejez, era lógico llegar a la conclusión de que se había de obtener un
suero citotóxico específico hecho con tales células. En las traducciones de la obra de
Bogomolets no se da el método exacto para obtener este suero citotóxico específico, o
ACS. A pesar de todo, en los años cuarenta se publicaron instrucciones precisas para
su uso clínico. Como es lógico, las células de que se hacia tienen una amplia gama de
funciones y se muestran particularmente activas en todos los procesos curativos,
infecciones e incluso enfermedades perniciosas. Por tanto, el suero fue muy usado
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para el tratamiento de fracturas, escarlatina, tifus, tularemia, brucelosis, infecciones del
puerperio, reumatismo agudo, sífilis y paludismo También se pensó contener, si no
curar, el cáncer con ACS y, por supuesto, retrasar considerablemente el
envejecimiento.
Sin embargo, Bogomolets se mantuvo razonablemente sensato, pese al
entusiasmo despertado por el ACS, y subrayó siempre que también es importante junto con la adopción de medidas tendentes a alargar la vida- evitar los factores que
notoriamente la acortan.
Los hombres de Ciencia occidentales parecen haber sometido el ACS a un
examen clínico objetivo. Confirman que estimula la curación de heridas y fracturas,
pero no influye en la duración de la vida biológica. Más recientemente se ha intentado
reavivar los aspectos auto inmunológicos de las ideas de Bogomolets en el tratamiento
de las enfermedades infecciosas, pero todavía no se han obtenido resultados
concluyentes en un sentido u otro.
Las ideas básicas de Bogomolets sobre la conservación de la salud y la
necesidad de evitar factores que contribuyen a acortar la vida, eran bastante sensatas
y han influido en muchos escritos modernos sobre el tema. Sin embargo, este aspecto
del rejuvenecimiento determinó cierto número de rarezas y curiosidades, la más
notable de las cuales fue, sin duda, la representada por el doctor Arnold Lorand, quien
escribió su tratado sobre el rejuvenecimiento en un viejo monasterio, en Viena, donde
recibió cama y comida de los caritativos Padres capuchinos durante los dos últimos
años de la Primera Guerra Mundial.
El austero ambiente monacal influyo, al parecer, sobre la personalidad del
doctor Lorand durante la redacción de su libro. En la lista de peligros que el doctor
recomienda evitar a toda costa a quienes deseen vivir largos años, ocupa uno de los
primeros puestos el alcohol, que, según él, envenena el hígado y la glándula tiroides.
Debilita también los pulmones y el corazón, y la arteriosclerosis progresa rápidamente.
Además, el alcohol es también causa de «nefritis, que acorta sensiblemente la vidan».
Todo esto parecía ya de por si bastante siniestro, pero no era mas que el comienzo del
dogma del doctor Lorand. «Lo que hace particularmente peligroso a este carnicero de
la Humanidad –truena- es que no sólo destruye al bebedor, sino que, además, sume
en la desgracia a sus inocentes hijos y, en muchos casos, los condena también a una
muerte prematura.» La definición del doctor Lorand del «bebedor» era bastante
peregrina si la juzgamos por el consumo actual de alcohol per capita, porque incluye a
los que beben más de dos vasos de vino al día.
El segundo gran enemigo de la longevidad siempre según el doctor Lorami- es
el exceso de proteínas en la dieta. Según el, esto predisponía a la arteriosclerosis,
diabetes, gota, nefropatías y, lo que era más aun, daba pie a otras enfermedades,
porque conducía «a la tentación de beber y fumar después de las comidas, pues no
hay nada que el estómago lleno desee tanto como el alcohol y el tabaco».
El tabaco endurecía las arterias, y esto -cosa curiosa- exponía a los fumadores
a contraer sífilis. Desearía decir aquí que hay gente que, cuando se les pregunta,
confiesan que diez o veinte años antes tuvieron un pequeño arañazo...», que luego
resulto ser sífilis. «Es un dato extraño y trágico el que suelen ser casos sin importancia
los que a menudo resultan más temibles, sobre todo si se consume tabaco fuerte., El
tabaco predisponla también a la apoplejía, estreñimiento, somnolencia, mareo, jaqueca
y amnesia. Más aún, es particularmente venenoso -pensaba él- para las «estructuras
mas frágiles y los tejidos más delicados» de las mujeres y las muchachas. El cuarto
enemigo, por lo que a la longevidad se refiere, era !a «indiscreción sexual». Esto, en
las mujeres, conducía «a varios y serios trastornos de los órganos sexuales, que
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
repercutían perjudicialmente en la fertilidad y longevidad». Por lo que concierne a los
hombres, «la intoxicación sexual... la desmedida afición a Venus y a Baco..., los goces
del éxtasis, pueden saber bien cuando se están disfrutando -admite el doctor Lorand-,
pero muchos años más tarde, cuando los dolores del cuerpo y la mente comienzan a
atormentar al sibarita, y sus hijos inocentes mueren en plena juventud..., tanto él como
sus compañeros de goces claman al cielo y se arrepienten de haber amado y bebido».
Pero si el exceso sexual es un gran peligro, otro mayor aún es «evitar la
paternidad». La principal razón de esto -pensaba Lorand- era que la familia numerosa
tenía ocupada a la gente, y el «trabajo es de origen divino y gran protector de la
salud». Los medios anticoncepcionalesa implicaban serios trastornos de los órganos
reproductores y del sistema nervioso, así como arteriosclerosis y cáncer. El doctor
Lorand era muy amigo de la limpieza: «Las personas sucias deberían aprender de las
abejas»; pero advertía a sus lectores que también la ambición acorta la vida, pues
cientos y miles de hombres de negocios norteamericanos se hallan tan consumidos
por ella, que nunca tienen tiempo ni siquiera para pasear y contemplar las maravillas
de la Naturaleza. Decía así- mismo que la codicia y la avaricia acortan la vida,, Y en
especial, la cólera, que puede ser causa de dolores torácicos, la tan temida angina de
pechos. Es curioso también que deseo-), sin duda, de pasar revista a los siete pecados
capitales, el doctor Lorand incluyese la vanidad en su lista de causas que acortan la
vida, pues «los cinturones demasiado apretados» pueden oponer serios obstáculos a
la circulación biliar y al funcionamiento del hígados.
Las ideas del doctor Lorand sobre la prolongación de la vida sugieren
inmediatamente la pregunta: ¿Vale la pena a ese precio?; mas, por lo que a él se
refiere, personalmente, la respuesta es asín, porque, por raro que parezca, era
entusiasta de los métodos de Steinach y Voronoff. Creta también en las virtudes
rejuvenecedoras del extracto de tiroides, los yoduros y la luz ultravioleta, ya fuese en
forma de luz solar o artificial, con lámparas de cuarzo. Finalmente, ensalzaba las
propiedades rejuvenecedoras de los baños de lodo y de radio, sobre todo para las
mujeres.
Examinando la obra de Lorand a la distancia a más de cuarenta años, resulta
increíble hasta que punto puede equivocarse una persona obsesionada por una idea
fija. El alcohol -excepto si se toma en grandes cantidades a lo largo de un prolongado
periodo de tiempo- parece influir muy poco en la longevidad. Un régimen alimenticio
abundante en proteínas -contrariamente a lo que pensaba Lorand- es bueno para la
salud. La « indiscreción sexual» apenas tiene nada que ver con este asunto, y los
medios anticoncepcionales, en cuanto se refiere a las mujeres, les prolongan mas bien
la vida. La ira, expresada y desahogada, tal vez sea menos perjudicial para la psique
que la ira contenida, y es dudoso que la avaricia o la vanidad sean causas válidas de
muerte prematura.
Aun en los casos en que el doctor Lorand tenía razón, era a menudo por causas
distintas a las que él creta. El tabaco mata principalmente como consecuencia del
efecto que ejerce sobre el epitelio bronquial, aunque algunos arguyen que esto
también está relacionado, en último término, con el desarrollo de la arteriosclerosis y la
trombosis coronaria. Las operaciones de Voronoff y Steinach apenas se realizan ya. El
extracto de tiroides cura, por supuesto, el mixedema, pero apenas algún otro achaque
de la vejez. Los yoduros son probablemente inútiles y los rayos ultravioleta aceleran en
realidad el envejecimiento prematuro de la piel. La radiactividad es siempre peligrosa,
e incluso los baños de lodo han pasado de moda.
Tal vez la principal aportación del doctor Lorand a la historia del
rejuvenecimiento sea su advertencia contra los peligros de la glotonería. Esto fue
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repetido de manera más espectacular -y ventajosa para su economía particular- por
Gaylord Hauser unos años más tarde. Hauser fue, en muchos aspectos, el
rejuvenecedor típico. De encanto personal y aspecto sano y viril, prometía una
constitución como la suya a quienes siguieran sus prescripciones. Todos sus pacientes
eran famosos por uno u otro concepto, y entre ellos figuraron Greta Garbo, la duquesa
de Windsor, la reina Alejandra de Yugoslavia, Norma Shearer y Douglas Fairbanks,
Lady Elsie Mendl, una de las estrellas del firmamento rejuvenecedor de Hauser, era
capaz de hacer ejercicios gimnásticos en el suelo a los noventa y cuatro años de edad.
El método de Gaylord Hauser consistía en regímenes alimenticios a base de
«alimentos maravillosos», que a menudo elaboraba y comercializaba el mismo, por
ejemplo, el «té de Hollywood para adelgazar», Healthwise, Sipp y Nuva-Sal (1). En
general teman calorías, pero Hauser mostraba a veces entusiasmo por regímenes con
un alto contenido en potasio, sodio y calcio. Llegó a acercarse mucho al credo de
Lorand cuando, en 1932, aconsejó, a quienes quisieran prolongar su vida, que se
retirasen a un lugar tranquilo de la casa, con un abrelatas y una buena provisión de
sus alimentos patentados, a pasar un frugal gesundheitstag (2), lo que, en realidad,
significaba un día de hambre a la semana. Como es sabido, las «curaciones» de
rejuvenecimiento de este tipo son bastante corrientes entre los entusiastas de las
«granjas de salud».
(1) Respectivamente, «Saludable», o «Salud prudente», y «Sorbo», con una «p» de más; Nu-vegSal parece más bien un nombre comercial, aunque las dos primeras sílabas pueden significar
«vegetal» o «verdura nueva». - (N. del T.)
(2) Día de salud. – (N. del T.).
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REJUVENECIMIENTO PREVENTIVO
Si bien hay pruebas suficientes de que muchos de los aspectos del
rejuvenecimiento tratados en los capítulos anteriores siguen teniendo vigencia, aunque
en pequeña escala, en no pocas partes del mundo, probablemente el más interesante
de todos y el que más esperanzas ofrece es el que podríamos llamar
«rejuvenecimiento preventivo», y que se aplica dentro del marco de la Medicina
convencional relacionada con la salud pública. El «rejuvenecimiento preventivo» se
basa en la idea de que si una máquina es examinada y cuidada de distintas formas y a
intervalos regulares, lo más probable es que siga funcionando con la máxima eficacia.
Naturalmente, hay ciertos aspectos de la vida sana que han de ser atendidos
por cl paciente y su medico y que rebasan el marco del rejuvenecimiento, si por ello
entendemos el restablecimiento de la actividad, la salud y el bienestar en la vejez.
Todavía son muchas las personas que caen en mitad de la vida víctimas de
enfermedades que hoy pueden prevenirse en parte y que mañana lo serán por
completo.
Los delegados del VI Congreso Internacional de Gerontología, reunidos en
Estocolmo en 1963, oyeron como un famoso experto danés sugería que la vida normal
media debería ser de 100 a 120 años. Según un norteamericano, cabe esperar de 90 a
115, e incluso, en opinión de un médico biólogo de ideas conservadoras -uno de los
pocos científicos británicos que se dedican al estudio de la biología del envejecimiento, la muerte por vejez, es decir, sin que intervengan en ella influencias de otro tipo,
podrá ser retrasada hasta un período que oscile entre los 75 y los 100 años. Para
comprobar hasta qué punto vamos aún a remolque de estas opiniones serias y
científicas, baste recordar que, en 1961, el año más reciente del que disponemos de
cifras fidedignas, la vida media del hombre en Inglaterra era de 78 años (en
Norteamérica, de 67), y la de la mujer, que, en general, es más longeva, de unos 75
años.
Las diversas razones de la curiosa paradoja de que el hombre normal de cincuenta
años pueda esperar actualmente, en la década de los setenta, dos años menos de
vida que su padre esperaba en la de los treinta, pese al fanático progreso de la
Medicina y la Cirugía -gracias, sobre todo, a la introducción de los antibióticos-, han
sido estudiadas por el autor de esta obra en el libro Live Long, Stay Young. Aquí no
podemos extendernos más sobre la importancia que tienen en esto las trombosis
coronarias, los epiteliomas, las ulceras pépticas, los accidentes y la bronquitis crónica.
La idea del rejuvenecimiento preventivo, al contrario de otras ideas sobre esta
cuestión, se origino en círculos muy respetables del mundo de la Medicina, porque no
se puede decir que haya algo retórico o remotamente exótico en la higiene y la salud
públicas. Tampoco puede sorprender a nadie que el rejuvenecimiento preventivo siga
íntimamente vinculado a los principios sociológicos y políticos del mundo de la
Medicina, ni que haya de sufrir en algunos aspectos por causa de su origen mismo.
Como la salud y la higiene pública, en Inglaterra, empezaron a cobrar auge
presionados por la opinión pública cerca de las autoridades municipales y locales, por
obra de hombres como Thomas Southwood Smith y Sir Edwin Chadwick, o Lemuel
Shattuck en Estados Unidos, esta especialidad, dentro del marco de la Medicina
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
general, ha estado siempre muy vinculada al municipio o a las autoridades locales del
Estado. De aquí que, con frecuencia, adquiera ciertos aspectos, que varían con los
lugares y los países. Originariamente, a mediados del siglo XIX, los acM&tradores de
un sistema embrionario de higiene pública y sus agentes se preocupaban, sobre todo,
de que los muertos fuesen debidamente enterrados y hubiese agua limpia,
alcantarillado y un sistema eficaz de recogida de basuras.
«Compilaban listas de enfermos y muertos; solicitaban la eliminación de Ietrinas
improvisadas, la construcción de sumideros reglamentarios y el empleo de cubos de
basura portátiles, y, sobre todo, pedían que se construyeran casas nuevas.
Condenaban asimismo las lecherías sucias, los mataderos malolientes y los malsanos
criaderos de ostras. Penetraban en los talleres húmedos, inspeccionaban los retretes
de las escuelas; denunciaban la adulteración de los productos alimenticios y
medicamentos; protestaban contra la venta pública de venenos y drogas como el
opio». Poco a poco, el Servicio de Salud Pública fue convirtiéndose en Inglaterra en
una organización más o menos homogénea con su jerarquía y disciplina propias. Las
Leyes de Salud Pública de 1875 impusieron la obligatoriedad de nombrar en todas las
zonas de Inglaterra, tanto urbanas como rurales, un funcionario médico de Salud
Pública, y poco a poco se fueron promulgando Ieyes de este tipo en todo el mundo
civilizado.
Durante las primeras décadas del siglo XX, los médicos a las órdenes de las
autoridades locales se ocupaban principalmente de la salud de las gestantes, recién
nacidos y párvulos. Por tanto, su función era muy útil, sobre todo si tenemos en cuenta
que una gran mayoría de la población no se beneficiaba de los servicios médicos
normalmente asequibles en aquella época. Gradualmente, sin embargo, por lo menos
en la mayor parte de los países europeos, empezaron a organizarse sistemas de
seguros médicos y servicios de salud pública a expensas del Estado, los cuales se
hicieron cargo de gran parte de los servicios médicos que funcionaban por cuenta de
las autoridades Iocales. De esta manera, las personas de mentalidad progresiva fueron
concentrando cada vez más su atención en otro grupo hasta entonces poco atendido:
los viejos, que, por fin, entraron en contacto con el discutido problema del
rejuvenecimiento.
Desde el principio, los médicos del Seguro tuvieron que luchar, con uñas y
dientes, por que se les permitiera concentrar su atención en los problemas que les
parecían más importantes. A mediados del siglo XIX tuvieron que enfrentarse a
menudo con los intereses de los contribuyentes municipales y los propietarios. Hoy no
es raro que hayan de desafiar a los comités de Salud Pública, cuyos miembros suelen
tener ideas muy conservadoras sobre el empleo del dinero del contribuyente. Los
médicos del Servicio de Salud Pública suelen ser enérgicos y resueltos. De vez en
cuando, su personalidad los coloca en la vanguardia de la causa a la que han
consagrado sus vidas, y sobresalen y llaman la atención por sus ideas poco corrientes.
El problema que nos ocupa ahora, o sea, el rejuvenecimiento preventivo, se
apoya en dos métodos importantes: un examen minucioso y completo del paciente y
su historial clínico. Más adelante explicaremos con exactitud lo que esto significa.
Sigue luego el eventual tratamiento, por otras ramas de la Medicina, de cualquier
enfermedad que se descubra, la corrección de toda deficiencia que se observe en el
organismo.
Para que resulte eficaz el examen médico exhaustivo designado, con una
palabra que se impone cada vez más, checkup, o «chequeo» -, tiene que ser,
esencialmente, una operación colectiva y de alcance superior a los recursos normales
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
y a la capacidad profesional del médico normal. Es también esencial que el examen se
efectúe en un solo lugar y de una sola vez, para que no asuste a los ancianos ni
moleste a los fatigados. Por tanto, puede ser realizado en una clínica de la autoridad
local, con la cooperación de algún laboratorio patológico cercano.
El doctor John Maddison, de la «Clínica Experimental de la Vejez» de
Teddington (Londres), nos da un ejemplo del tipo de examen médico exhaustivo a que
nos referimos, y que no se limita a indicar las anomalías descubiertas en el paciente,
sino que, además, da un punto de referencia a partir del cual se puede ir aquilatando la
mejoría o degeneración, a medida que se vaya desarrollando con el tiempo. Cuajado
escribimos estas líneas, el doctor Maddison y sus colegas, en un periodo de cinco
años, han realizado ya más de 450 primeros exámenes y 7.500 segundos o
subsiguientes reconocimientos. Los enfermos son enviados a la clínica por intermedio
de los inspectores de Salud Pública o los médicos locales. No van allí a exponer
síntomas específicos o enfermedades concretas, ni tampoco se les pregunta de qué
creen padecer, sino que se les somete a un examen con objeto de establecer su
estado general de salud y comprobar si es normal para su edad. El examen físico
exhaustivo abarca los siguientes puntos: Preparación del historial clínico general del
paciente; realización por un grupo especial de médicos, de una serie de pruebas y
exámenes parciales: pesado, medida de fa altura (sentado y de pie), ritmo del pulso,
temperatura, grosor de los pliegues de la piel, fuerza de los músculos de los muslos y
potencia prensil de las manos. Se anotan las irregularidades musculares observadas y
se ponen a prueba los reflejos, para tomar luego la presión arterial y analizar la orina.
Se envía al laboratorio una muestra de sangre para su análisis, se toma un
electrocardiograma y se mide el ritmo respiratorio. Luego se obtiene una diapositiva
fotográfica en color, de tipo normal, para usarla más adelante, a efectos comparativos.
Además, se practican varios exámenes especiales de los sentidos. Se
inspeccionan los ojos para comprobar el estado de la córnea y la tensión intraocular;
se examina el cristalino para ver si hay principios de catarata, y el humor vítreo, para
calcular la posible opacidad. Se anotan las reacciones pupilares y luego se prepara un
«mapa» general del sentido de la vista, con gafas y sin ellas, así como de los campos
visuales, y se procede a un examen oftalmólogo de la retina para comprobar el estado
de los vasos y otras estructuras básicas.
Luego se examina el oído, se extrae eventualmente la cera, se observa el
tímpano para comprobar posibles anomalías y se aquilata la agudeza auditiva por
medio de la audiometría y pruebas de voz.
Se presta luego una atención especial a todo síntoma de envejecimiento. Se
anota si el estado físico general muestra indicios de obesidad, flaccidez o edema, o
bien delgadez, encogimiento de la estatura, inclinación de la cabeza o de la espalda,
caída de hombros o combaduras de rodillas. Se comprueba asimismo la forma de
andar y se anota toda característica especial.
Se examina después el estado del pelo, de la cabeza, axilas, brazos, cuerpo,
órganos sexuales y piernas, y se comprueba si las cejas son tupidas, ralas e incluso
inexistentes. Los párpados se inspeccionan para comprobar si hay patas de gallo,
flaccidez o agotagamiento. Se registra cualquier anomalía, así como la cantidad de
flujo lagrimal y características de la conjuntiva. Se examinan el tabique y los cornetes
nasales, así como el meato, para ver si hay descargas, congestión u obstrucción.
Sigue luego el reconocimiento de los dientes, lengua y estado de la voz.
Por lo que se refiere a la movilidad de la cabeza, miembros y cuerpo, se realizan
circunstanciados exámenes locales, mucho más detenidos, por ejemplo, que en un
reconocimiento para un seguro de vida. Aunque es importante el estado general de la
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
musculatura cervical, brazos y piernas, también se examina con todo cuidado la del
cuero cabelludo, frente, cara, hombros, brazos, pecho, abdomen, perineo, muslos,
piernas y pies, y se registra todo indicio de sequedad, aspereza, tendencia a las
arrugas y falta de elasticidad o de cabello, así como la calidad petequial o la
pigmentación. Se examinan también detenidamente los huesos, articulaciones
cervicales, hombros, muñecas, dedos de las manos, espina dorsal, cadera, rodillas,
tobillos y dedos del pie, y se registran los puntos dolorosos, nódulos reumáticos, tofos,
hinchazones, deformidades, limitaciones de movimiento y eventuales síntomas
clásicos reumatoides u osteo artríticos. Se inspeccionan las piernas para comprobar si
hay varicosis, y los pies, en busca de juanetes, callos, durezas, pies planos y
deformidades inguinales. Se examinan también debidamente los reflejos de los
miembros.
El corazón y los pulmones se exploran con todo detenimiento a la manera
clásica, así como el abdomen, en busca de posibles tumores y hernias. El examen del
recto, en especial de las glándulas prostáticas, se efectúa sólo en los hombres. Las
mujeres se someten a examen vaginal, y una cuidadosa inspección de los pechos
completa la exploración. Como es natural, en todo esto se tarda varias horas, por lo
que se han de intercalar pausas y tomar algo caliente.
Este examen exhaustivo, tan necesario como paso previo a cualquier operación
rejuvenecedora propiamente dicha, se realiza en la clínica de Teddington, en un
edificio adaptado a este tipo de actividades, aunque no perfecto ni mucho menos. El
sistema constituye un triunfo de esa habilidad que tienen los ingleses para
arreglárselas, en Medicina, con los medios de que se dispone. El doctor Maddison ha
expresado ya su opinión sobre el ambiente ideal para este tipo de trabajo. Aunque éste
sería muy superior al actualmente disponible, no es nada extraordinario por su
complejidad ni por su lujo si se compara con los niveles clínicos norteamericanos o del
continente europeo, de que trataremos detenidamente más adelante.
A pesar de todo, los resultados conseguidos en Teddington nos han
proporcionado una copiosa información. En primer lugar ofrecen una valiosa base
respecto a la salud y edad biológica de cada paciente, y, así, todo tratamiento posterior
a que pueda ser sometido, se compara y relaciona con dicha base. En segundo lugar,
los resultados dan una idea del número de achaques de cada paciente, que, en
general -como partes integrantes del cuadro clínico de su edad biológica, son
considerados en cada individuo por separado. Es decir, que la edad aparente y el
conjunto de achaques se interrelacionan sustancialmente.
Es dudoso que alguien que no haya estudiado el problema de antemano sea
capaz de adivinar, ni siquiera con aproximación, la multiplicidad de achaques que se
descubren como resultado de un examen exhaustivo en cualquier grupo de ancianos
formado al azar. En los primeros 360 pacientes examinados en la clínica de Maddison
(128 hombres y 232 mujeres), 158 de los cuales tenían menos de sesenta años, no se
encontró achaque alguno. Sólo 8 tenían un achaque; 139 padecían de dos a diez; 119,
de once a catorce, y 61 de quince a diecisiete enfermedades o achaques
diagnosticables. Cinco tenían más de veinte achaques distintos.
Tal vez objeten los críticos que muchos de estos achaques son cosas sin
importancia. De acuerdo en que 288 de los 360 pacientes tenían defectos de la vista o
usaban gafas inadecuadas, y 250, defectos auditivos, debido, en su mayoría, a exceso
de cerumen. Sin embargo, estos defectos son fáciles de remediar y, si son
debidamente tratados, pueden contribuir de un modo sensible al bienestar del
paciente. Por otra parte, muchos de los achaques descubiertos son incurables, de
acuerdo con el estado actual de la Medicina. En este grupo se descubrieron 105 casos
101
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
de cardiopatías coronarias y 262 de enfermedades arteriales. Pero incluso en estos
casos, con un tratamiento adecuado, pueden conseguirse a menudo mejorías locales
con la consiguiente elevación del estado general del enfermo. Sin embargo, muchos
de los defectos descubiertos en un examen físico exhaustivo son hoy perfectamente
curables, y precisamente en estos casos es en los que se produce una reducción
concreta y razonable de la edad biológica, es decir, un rejuvenecimiento con ayuda de
la Medicina moderna.
Hay amplios sectores del campo terapéutico en los que puede conseguirse esto,
ante todo, en el conocido con el nombre de nutrición. Maddison comprobó que más de
un tercio de sus parientes tenían diversos déficit alimentarios. Ahora está de moda
considerar los déficit alimentarios como resultados de errores dietéticos, por ejemplo,
el escorbuto, que se debe a la avitaminosis C, o la pelagra, causada por falta de
niacina. Pese a todo, es dudoso que la carencia de una sola sustancia en el régimen
dietético origine enfermedades debidas a déficit alimentarios. Inicialmente. la ausencia
de un elemento nutritivo esencial causa cierto trastorno en el complcio proceso de la
digestión o asimilación del alimento. Esto a su vez. Determina una absorción
inadecuada o utilización de otros alimentos a modo de sustitutos. Así, lo que puede
haber comenzado biológicamente se convierte, desde el punto de vista clínico, en un
síndrome de déficit múltiple.
En muchos casos, el diagnóstico de mala nutrición definido por Maddison como
alteración de la eficiencia funcional de los sistemas corporales, que puede corregirse
con una mejor alimentación, ha de ser investigado tan científica y asiduamente corno
cualquier otra enfermedad. Es importante recordar también que la historia de un
régimen deficiente no suele ser bien descrita por aquellos cuya calidad intelectual y
social ha sido perjudicada por el régimen en cuestión, y con frecuencia lo es de
manera poco fidedigna. Entonces resulta esencial efectuar pruebas clínicas y de
laboratorio. Las pruebas bioquímicas de nivel subnormal proteínico, vitamínico y
mineral, pueden dar una valiosa información, lo mismo que la localización de
metabolitos anormales.
La desnutrición de los ancianos se debe, fundamentalmente, a un déficit
proteínico, causado por regímenes alimentarios en los que falta por completo el
desayuno, se toma una pequeña colnción al mediodía a base de carne y verdura, una
merienda compuesta de té y mermelada y una cena líquida. A veces, si el régimen se
caracteriza por la abundancia de hidratos de carbono, se llega a la obesidad, lo cual
complica aún más la situación.
En términos generales, Maddison ha comprobado que en los pacientes
ancianos desnutridos se encuentran los siguientes datos clínicos: sensación subjetiva
de cansancio y amodorramiento de día, e insomnio de noche. A menudo se observa
irritabilidad diagnosticable, el apetito suele ser escaso, y resulta difícil concentrarse
mentalmente o realizar esfuerzos físicos de larga duración. Hay ligeros trastornos de la
sensación y el estado anímico, que, en ocasiones, llegan a la neurosis e incluso a la
psicosis. Cuando se examina a estos pacientes, se descubre obesidad, debida al
exceso de hidratos de carbono, o la delgadez frágil y flácida y los movimientos lentos y
torpes de los ancianos.
Los cambios epidémicos son muy característicos. En general, la piel es
demasiado seca y como escamosa, con tendencia a la exfoliación o descamación, lo
cual se debe a deficiencia de sustancias sebáceas y a la secreción de las glándulas
sudoríparas. Son también corrientes los lunares hemorrágicos, y la fácil vulnerabilidad
a las magulladuras.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Se reduce sensiblemente la elasticidad de los tejidos, hay propensión a la estomatitis,
sobre todo en las comisuras de la boca, eccema intertriginoso en los pliegues de la piel
y engrosamiento crónico de las áreas epidérmicas más expuestas a la fricción, o sea,
la llamada liquenificación. El cabello, a causa de la deficiencia proteínica, se vuelve
gris, mate y ralo, mientras que las uñas se secan, crecen despacio, se cuartean y
muestran con frecuencia estrías blancas de tono opaco, La musculatura es débil e
ineficaz, mientras que los huesos se adelgazan y se hacen frágiles. Aparte estos
síntomas generales, Maddison describe otras características específicas observadas
en el examen médico general, así como cambios en el análisis de la orina y la
composición química de la sangre, visibles también por medio de rayos X y exámenes
electrocardiográficos.
La desnutrición no es un estado estático. A menos que se le ponga
enérgicamente remedio, acaba por asociarse con otras deficiencias físicas y
agravarlas; por ejemplo, con pérdida general de tejido, osteoporosis, anemia y otros
déficit más específicos de tipo vitamínico. Por tanto, el primer paso en el proceso
rejuvenecedor de los viejos consiste en mejorar el consumo dietético de proteínas.
Los ancianos con desnutrición proteínica deben esto, principalmente, a tres causas:
pobreza, ignorancia de lo que les conviene comer y apatía. Con frecuencia, estos tres
factores se unen para mermar la energía y bienestar del paciente. La falta de dinero
puede asociarse con ideas anticuadas o utensilios de cocina insuficientes y difíciles de
limpiar y usar de manera adecuada. De aquí que se tienda a simplificar excesivamente
las comidas y a hacerlas poco apetitosas. Por otra parte, si las tiendas de comestibles
están lejos, la dentadura se halla en malas condiciones y no hay nadie por quien
esmerarse en la cocina, tiende a predominar la apatía.
Maddison cree que los viejos necesitan una proporción más elevada de proteínas en
su régimen alimentario, que las personas de edad media, y esto viene a representar,
en la práctica, unos 120 gramos de carne magra diaria, o su equivalente en huevos,
pescado, leche o queso. Corresponde a unas tres veces más de lo que solía
considerarse como necesario para los viejos, y supone una importante cantidad de
dinero si se compara con lo que perciben muchos jubilados de las clases pasivas. En
1963, y haciendo grandes economías, el porcentaje necesario de proteínas de un
anciano se calculó para Inglaterra, en 21 chelines y 6 peniques semanales (1). Desde
entonces, los precios han tendido a subir con más rapidez que las pensiones de retiro.
Una vez estabilizados los requerimientos proteínicos de los pacientes, se ha de
procurar corregir los eventuales déficit vitamínicos y minerales, déficit a los que se han
de atribuir principalmente la osteoporosis y la anemia seniles. Si hubiéramos de
decidirnos por la enfermedad que más contribuye a dar la impresión de senilidad en
quien la padece, lo más probable es que apuntáramos hacia la osteoporosis. Es una
de las principales afecciones de la vejez y en gran parte, responsable del aspecto
encorvado y encogido de no pocos ancianos. Muy a menudo, sus síntomas son
consecuencia de alguna enfermedad u operación, y en sus primeros estadios
determina la aparición de una especie de giba en el cuello. Los cuerpos de las
vértebras cervicales inferiores y torácicas superiores adquieren un aspecto cuneiforme
de manera que la cabeza se proyecta hacia delante, mientras que el cuello se «inclina»
hacia abajo. A veces, estos cambios son muy acusados, y toda la espina dorsal se
deforma y retuerce. Como es natural, tales modificaciones vertebrales dan a menudo
síntomas desagradables.
(1) O sea, unas 183 pesetas. - (N. del T.).
103
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
En general hay dolor en la espalda y en los miembros, sobre todo en las espinillas.
Son corrientes los cambios artríticos en las articulaciones cercanas a los huesos
deformados, y en casos graves se producen fracturas espontáneas de los mismos. La
osteoporosis, llamada a veces osteopenia, es una entidad nosológica que se suele
diagnosticar clínicamente, ya que las modificaciones óseas en el transcurso de la
misma no pueden detectarse, por lo general, con los rayos X, hasta que se ha
producido una reducción de un 30 a un 50 % de la masa ósea. Con la biopsia ósea se
puede establecer el diagnostico mucho antes, pero es un procedimiento traumático
que los ancianos no aceptan de buen grado. Los expertos no están de acuerdo sobre
la etiología exacta de la osteoporosis, si bien la opinión mas generalizada es la de que
se debe a un desequilibrio del ambiente esteroide interno del paciente. Maddison opina
que forma parte de un síndrome deficitario múltiple propio de la vejez y que puede
tratarse eficazmente con una combinación de calcio, magnesio, fluorina, vitamina D,
citrato y esteroide anabólico, siempre que el consumo proteínico siga normal. En
ocasiones ha comprobado que para la eficacia del tratamiento hay que incorporar
también al mismo tiroxina. Lo importante es que la mejoría, al cabo de unos meses de
tratamiento, es en verdad sorprendentes. Sin embargo, no todos los médicos se
muestran tan optimistas sobre los efectos del tratamiento de la osteoporosis. En el
Simposio Internacional sobre el metabolismo pro.Rejuvenecimiento in técnico
celebrado en Leyden en 1%2, la opinión general fue, al parecer, la de que sólo podía
conseguirse una mejoría subjetiva, en casos bastante avanzados de la enfermedad,
por medio de la terapéutica anabólica esteroidea, pero que no se habían podido
comprobar modificaciones en el ritmo de enriquecimiento cálcico, lo cual permite dudar
de la eficacia de los esteroides anabólicos en el tratamiento de la osteopenia. Sin
embargo, conviene subrayar que Maddison se muestra partidario de la estabilización
proteínica precoz y de un tratamiento enérgico a base de minerales y vitaminas como
el descrito anteriormente, lo cual, junto con el tratamiento hormonal, puede prevenir en
gran medida el establecimiento de un estado osteoporótico grave. Parte del
tratamiento preventivo de la osteoporosis consiste en corregir toda eventual tendencia
de tipo anémico. Por si sola, la anemia es ya muy corriente entre los ancianos, y casi
una tercera parte de los pacientes tratados en la Clínica de Teddington eran anémicos
cuando ingresaron en la misma. Lo más probable es que la anemia sea parte
intrínseca del síndrome de mala nutrición senil. En algunos casos, la deficiente
absorción del hierro puede ser causa de este estado de cosas. El mismo efecto puede
tener también la pérdida crónica de sangre debida a hemorragia intestinal. La mayor
parte de los casos de anemia diagnosticados fueron del tipo simple de carencia de
hierro, aunque hay también anemias macrocíticas. Maddison cree que también en sus
pacientes se produce deficiencia de vitamina B12 y ácido fólico mucho antes de que
aparezcan los síntomas clásicos de la anemia macrocítica o perniciosa, y ha
observado que la senile lentigo -manchas pigmentarias de 1 a 5 milímetros de
diámetro, que se observan en las manos, antebrazo, sienes y frente de los ancianos
desaparece unos tres o cuatro meses después de iniciar el tratamiento a base de ácido
fólico.
Otros déficit vitamínicos se corrigen también cuando sus síntomas pueden ser
considerados tributarios de una terapéutica preventiva. Se administran vitaminas a
dosis más elevadas de las prescritas a personas más jóvenes, teniendo en cuenta la
posibilidad de que la naturaleza de los ancianos las asimilan sólo ligeramente.
Un intento sistemático de diagnóstico y tratamiento de los déficit hormonales en
los ancianos completa lo que podríamos llamar aspecto físico del rejuvenecimiento
preventivo. En este sentido el déficit más corriente en los ancianos es el de la hormona
104
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
tiroidea. Incluso en su forma florida, en el cuadro clínico general del paciente afecto de
déficit tiroideo o mixedema hay ciertos aspectos rememorativos de cambios corporales
que normalmente calificamos de seniles. El enfermo mixedematoso es
intelectualmente lento, y apático. Tiende a rehuir todo esfuerzo mental o físico.
Muestra una actitud indiferente hacia todo, y no le importa para nada cómo puedan
transcurrir las horas del día, punteadas siempre por períodos de amodorramiento. Los
mixedematosos son muy friolentos, se arropan en exceso, y su piel seca, mate y
entumecida, es fría al tacto. La lentitud con que trabaja el sistema nervioso de estos
pacientes se refleja en sus movimientos característicos, pesados, tímidos y torpes.
Además de estas características locomotrices, su expresión facial denota la más
lamentable estupidez. El rostro suele estar abotagado, el cabello es ralo y mate, y con
frecuencia se observa en ambos sexos calvicie temporal y pérdida de pelo en las
cejas. En otras partes del cuerpo, el pelo es también ralo o se pierde por completo. Los
pacientes mixedematosos tienen a menudo sordera, hablan de vez en cuando con voz
sorda y baja y tienen poco apetito, lo cual contrasta con su habitual obesidad. Son
sexualmente apáticos y, por lo general, impotentes. El examen físico del paciente
mixedematoso revela cambios característicos, y el diagnóstico puede confirmarse con
ayuda de una serie de pruebas bioquímicas y hematológicas. El electrocardiograma
muestra también cambios específicos.
Muchos ancianos contraen mixedematosis de manera tan gradual y poco
perceptible, que ni ellos mismos ni sus parientes o amigos notan los cambios, que son
considerados como achaques naturales de la vejez. Maddison cree que muchos de
estos pacientes están afectos de déficit tiroideo mucho tiempo antes de que se
desarrollen los síntomas clásicos del mixedema, y se diría que no hay realmente
motivos para dudar de esta creencia, porque más de una tercera parte de su primera
serie de pacientes mostró déficit tiroideo. Muchos de los síntomas y signos del
mixedema establecido pueden hacerse reversibles tratándolos con hormona tiroidea,
con lo que se evitan las complicaciones observadas en los casos no tratados, como
ataques cardíacos e imbecilidad virtual.
El último déficit importante que aparece enmascarado como simple mala salud piensa Maddison- se debe al fallo de otro grupo de secreciones internas, conocidas
con el nombre de esteroides anabólicos. En cierta medida, este aspecto del
rejuvenecimiento es una simple extensión de investigaciones anteriores realizadas por
la escuela de Steinach (véase capítulo 9). Los esteroides son un complejo grupo de
sustancias químicas orgánicas, relacionadas mas o menos íntimamente entre sí, que
se encuentran en los tejidos de animales y plantas. Ciñéndonos a lo que nos interesa
aquí, los esteroides anabólicos son sustancias químicas que produce naturalmente el
organismo o se obtienen sintéticamente en el laboratorio y que ejercen un efecto
anabólico o de revigorización del cuerpo. Ejemplos de esteroides anabólicos
producidos por el organismo son la testosterona en el macho y el estrógeno en la
hembra. En ambos sexos se producen, en la capa externa de las glándulas
suprarrenales, sustancias que ejercen también profundos efectos anabólicos.
Como ya hemos subrayado en el capitulo 9, los esteroides de la hormona sexual
influyen de una manera importante en el aspecto, la edad biológica y la conducta, tanto
del hombre como del animal de experimentación. Asimismo, junto con los esteroides
suprarrenales, actúan incrementando el anabolismo proteínico, el crecimiento
muscular, la relación músculo-grasa y su distribución por todo el cuerpo. Si es
adecuado el nivel de esteroides anabólicos en todo el cuerpo, mejoran la fuerza
muscular y el estado psíquico. Se cree que mantienen la libido y dan sensación de
bienestar. Como ya hemos dicho, existe cierta relación entre su presencia, en
105
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
cantidades normales, en el torrente hemático, y la riqueza cálcica de los huesos. En
las personas normales, los esteroides anabólicos suelen disminuir gradualmente con el
paso de los años. Si tomamos como ejemplo los andrógenos, veremos que la mayoría
de los hombres han perdido ya buena parte de sus reservas de andrógeno sanguíneo
al llegar a los cincuenta años. Entre los sesenta y los setenta, han perdido
aproximadamente dos terceras partes, y entre los setenta y los ochenta, tres cuartas
partes de los que poseían a los veinticinco años.
Maddison sostiene que el déficit esteroideo anabólico se caracteriza por la fácil
fatigabilidad y la pérdida de fuerza muscular y de sustancia muscular, así como, en
general, por una degeneración de los tejidos, que acaba por resolverse en pérdida de
peso en la vejez. Es también notable el envejecimiento de la piel del rostro, junto con
ojos hundidos, patas de gallo, mejillas muy arrugadas y cuello flaco y descarnado,
prenuncio de senilidad. También son frecuentes la apatía sexual, la pérdida de pelo y
vello en el cuerpo y la presentación de ciertos problemas emocionales y sexuales
característicos.
Para ver hasta qué punto estos signos aparentes de vejez eran, en realidad,
sólo signos específicos de déficit esteroideo anabólico, se llevó a cabo una prueba
clínica. No fue el tipo de experimento cuyos participantes -sean m&Iicos, enfermeras,
pacientes o asesores- desconocen la identidad de los individuos a los que se
administrará el medicamento objeto de la prueba -extremo muy fidedigno y valioso-,
sino, simplemente, un experimento clínico para aquilatar la reacción provocada por el
tratamiento. Ciento cuarenta y cuatro pacientes afectos, sin duda alguna, de déficit
esteroideo, fueron cuidadosamente seleccionados de dos en dos, de modo que
coincidiesen la edad y el sexo. La edad oscilaba entre los cuarenta y nueve y los
ochenta y siete años. Como era de esperar, además de déficit esteroideo, muchos de
ellos tenían también afecciones físicas, como enfermedades arteriales, hipertensión,
trombosis coronaria, artritis, asma, bronquitis y úlcera péptica, y otros, síndromes
deficitarios de otra índole, como desnutrición general, obesidad o anemia. En algunos
se encontró deficiencia tiroidea y enfermedades cutáneas Seniles.
Como de costumbre, en ambos grupos se originaron los síndromes glandulares
o de desnutrición, y sólo en uno de los grupos se aplicó el tratamiento a base de
esteroides anabólicos sintéticos. Maddison encontró la inconfundibles diferencia clínica
entre ambos grupos. Los del grupo tratado con tiroides anabólicos, parecían más
jóvenes que los del grupo testigo, o sea, los no tratados con dichos esteroides. Las
arrugas faciales desaparecieron prácticamente. Ciertos ejercicios que antes les
parecían demasiado para sus fuerzas, les resultaban ahora fáciles. Las pruebas de
fuerza manual y de los músculos de las piernas dieron resultados más satisfactorios.
También mejoraron las actitudes mentales, y en algunos casos se recuperó la virilidad
perdida. En general, en los casos de extrema delgadez se observó un aumento de
peso de mAs de 3 kilos a lo largo de los cuatro años que duró el experimento, mientras
que los que tenían signos de obesidad perdieron peso, o bien lo conservaron, aunque
remplazando la grasa por músculos. Mejoró la elasticidad de la piel, y las fotorhfyuvse$
das confirmaron la existencia de un aspecto .
Uno de los aspectos únicos del rejuvenecimiento, sorprendente y constante,
conseguido con el régimen preventivo de Maddison, era la dificultad de persuadir a los
pacientes a que tomasen diariamente una gran variedad de tabletas. Esto se remedió
con el sencillo expediente de incluirlas todas en un polvo, modificando la combinación
en cada caso, para ajustarlo al déficit especifico de cada individuo. Por otra parte, la
clasificación de los pacientes en grupos con déficit afines permite, en cierta medida,
reducir el numero de combinaciones. Los pacientes han de tomar el medicamento por
106
Rejuvenecimiento: La historia de una idea
la mañana, en forma de una bebida Iáctea o con aceite de maíz. De esta manera, la
mayoría de ellos toman sus medicinas debidamente y no hay que cambiar el
tratamiento por causa de repentinos y, a menudo, inexplicables ascos a ciertas
píldoras o tabletas, lo cual es muy frecuente en Medicina clínica. Evidentemente, el
doctor Maddison está convencido de que dan resultado sus métodos para «mantener
jóvenes a los viejos». Y no cabe duda de que los que viven en la parte residencial de
su clínica también lo están. La organización inicial, pequeña, relativamente
desconocida y sólo con unos cuantos pacientes, se ha convertido, en unos años, en
algo muy importante, y el personal, tanto medico como auxiliar, que trabaja en ella, ha
aumentado también notablemente. Se ha de pedir turno con bastante antelación y se
rechazan solicitudes de pacientes de localidades distantes, fuera de la jurisdicción
médica de la clínica. Y aunque, en general, los facultativos hayan prestado poca ayuda
al doctor Maddison, todo medico que se tome la molestia de visitar la clínica, no podrá
por menos de quedar impresionado. Un geriatra resumió su veredicto sobre el
rejuvenecimiento preventivo con las siguientes palabras:
«Lo que usted [Maddison] está haciendo es seleccionar, tratar, reducir al mínimo y
aliviar esos defectos y procesos degenerativos susceptibles de tratamiento, como
las anemias, el hipotiroidismo, el déficit esteroideo anabólico, los defectos de la
vista y los pies. Observa usted otros defectos y los localiza; pero, dado el estado
actual de la Medicina, no es posible curarlos ni frenarlos. Aun así, recmre usted a
diversos experimentos, pruebas y medidas terapéuticas, y prosigue sus
investigaciones, sin perder la esperanza de encontrar mejores métodos. Todo esto
no puede hacer mas que bien. Veo que esta clínica empieza justamente donde
termina el médico normal, que aguarda al paciente para diagnosticar su dolencia
con ayuda de su libro de texto. Y también va más allá del servicio hospitalario
normal, con su tremendo peso de casos incurables y gente acabada por la que no
se puede hacer nada al final de sus días.»
Aunque algunas otras autoridades médicas locales han seguido el ejemplo de la
clínica de Teddington con mayor o menor fidelidad, no parece haber excesivo
entusiasmo por ampliar este método, al parecer eficaz, de rejuvenecimiento moderno.
Basado, como hemos visto, en el examen de sujetos aparentemente ano enfermos,,
suele clasificarse como «inspección» o «chequeo médico rutinario», sistema
considerado por los médicos de todas partes con cierto recelo, y con más recelo aún
por los médicos ingleses.
A pesar de datos, cada vez más abundantes, que demuestran, al parecer, sin el
menor asomo de duda, que muchas enfermedades -entre ellas algunas malignaspueden ver sensiblemente reducida su mortalidad gracias al diagnostico precoz, hay
quienes siguen creyendo que tal procedimiento, por el contrario, provoca muchas
dolencias de tipo fóbico y psicológico. Recientemente, en los Estados Unidos se han
notado indicios de que este dilema tal vez pueda ser resuelto científicamente. En la
costa occidental se ha organizado un programa de revisión médica que inspecciona a
4.000 personas al mes en veinte centros. El individuo es sometido a un análisis
electrónico adecuado, en el que se tardan sólo dos horas y cuesta unos 30 dólares. Se
está realizando también un estudio metódico de unos 10.000 pacientes. Asimismo, se
efectúan comparaciones de morbididad, mortalidad y dinero total gastado en el
concepto «salud» por dos grupos: el de los que se someten a chequeos sistemáticos
colectivos y el de los que acuden al médico individualmente y solo cuando lo
necesitan.
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
Como ya hemos dicho anteriormente, la clínica que realiza estos tratamientos
preventivos de rejuvenecimiento, en Teddington, tiene que adaptarse a limitaciones de
espacio y recursos. A través de los años, Maddison ha tenido tiempo de meditar sobre
la clase de clínica ideal que debería estar a disposición de todos los ancianos de una
zona equivalente a un barrio londinense medio. Opina que dicha clínica debería
planearse en torno a cinco series de salas de consulta clínica, cada una con un
departamento especial para exámenes físicos. Cerca, y, de preferencia, comunicando
directamente con estas salas de consulta, debería haber un cuarto especialmente
oscurecido, para exámenes de la vista, la nariz, garganta y oído, provisto de todos los
adelantos modernos. Habría de contar asimismo con laboratorio para realizar pruebas
físicas de carácter fisiológico y un departamento de Bioquímica para análisis de sangre
y orina, con un cuarto adyacente para tomar muestras de la misma. Además, harían
falta una clínica dental con personal preparado, dos quirófanos, una sala de fisioterapia
y baño terapéutico, junto con un pequeño cuarto de rayos X, y otro, oscuro, para
revelar los negativos.
Idealmente, esta clínica tendría funciones muy por encima de las puramente
diagnósticas. Educar a los ancianos en cuestiones de salud es tan importante como
aleccionar a las parturientas, de modo que haría falta también una sala de reuniones
para proyectar diapositivas y películas. Siguiendo el principio -tan esencial para este
tipo de trabajos- de que «todo ha de estar en un sitio y ser hecho de una sola vez», se
instalarían también una sala de espera, una cafetería, una tienda en la que se pudieran
adquirir artículos alimenticios y una cantina para el personal. El abastecimiento de
productos farmacéuticos requerirla también un pequeño dispensario clínico y,
naturalmente, oficinas, almacenes y archivos.
Tanto la experiencia como las ideas convencionales indican que ha de haber
espacio para retretes, cuarto de aseo, taller, departamento de calderas y aparcamiento
para un mínimo de veinte automóviles. Todo esto requeriría una gran inversión de
dinero y quizá sea ésta la razón principal de que el método rejuvenecedor que más
promete hasta ahora haya sido relegado casi indefinidamente a Teddington, tal vez a
la espera de que acabe por descubrirse algún método más barato que nos dé la
solución al problema de vivir más tiempo y más activamente en los años venideros.
Siempre hay personas que miran con recelo todo paso hacia delante, y que ven
desastres a la vuelta de la esquina cada vez que progresa la Ciencia. Por lo que se
refiere al rejuvenecimiento, parece ser que estamos a punto de conseguir un avance
tal, que cambiara todas nuestras vidas y dará un sesgo nuevo a nuestra sociedad. Un
famoso gerontólogo dice que lo único necesario para ello es invertir dinero. Con dinero
-dice- se podría reunir un equipo investigador dirigido por tres biólogos premios Novel,
los cuales, si se deciden a estudiar con la debida diligencia los problemas relacionados
con el envejecimiento, no tardaran en conseguir que la vida del ser humano medio se
prolongue, con vigor y salud, cinco o diez arlos mas allá de la longevidad bíblica de los
setenta. En los principios generales en que se basaría este avance estaría incluida la
geriatría, que mejoraría, con un tratamiento adecuado, los achaques de la vejez,
aliviando la pérdida de salud debida a la edad avanzada y acercándose mucho al
campo de la terapéutica preventiva. Más emocionante quizá sea la posibilidad de un
ataque concentrado a la biomecánica del «reloj» que regula la decadencia y el vigor del
ser humano. Una vez que sea comprendida esa mecánica de manera adecuada y se
puedan efectuar los reajustes necesarios, la Biología, ciencia esencial de la vida,
estará en condiciones de dar un paso de gigante en sus conocimientos básicos,
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Rejuvenecimiento: La historia de una idea
comparable a los que hemos visto en nuestro siglo en el campo de la Física nuclear.
«El tercer gran sueño de los alquimistas, el “elixir de la vida”, parece ya casi a punto de
ser embotellados, dijo el Medical News , en su numero del 8 de abril de 1966.
Esperemos que cuando se consiga esto estemos a tiempo de aprovechar aún su
sabor.
FIN
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