El rechazo de la comunidad tras sufrir una agresión sexual

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Artículos generales
octubre 2013
El rechazo de la comunidad tras sufrir una agresión sexual
como forma de “migración forzada”
AJ Morgen
El destierro que sufren las mujeres cuando son rechazadas por sus comunidades tras sufrir una
agresión sexual debería considerarse como un acto de migración forzada por los administradores
de los programas de reparación de la comisión de la verdad.
En la República Democrática del Congo y desde
mediados de los noventa, las violaciones y otras
formas de agresión sexual se convirtieron en armas
de guerra habituales y en actos comunes entre los
no combatientes. La brutalidad de dichos actos
puede causar la muerte o una invalidez permanente
a la víctima. Una encuesta sobre mujeres que
han sufrido agresiones sexuales llevada a cabo
en la República Democrática del Congo por la
Iniciativa Humanitaria de Harvard halló que
aproximadamente una de cada quince (6%) fueron
rechazadas por su comunidad como consecuencia
de la agresión. Sin embargo, el 34% no quiso
responder a la pregunta, por lo que es posible que
los casos de rechazo por parte de la comunidad sean
aún más comunes de lo que esta encuesta indica1.
En la República Democrática del Congo, como en
otros lugares, se suele percibir a la víctima como si
hubiese sido ensuciada, enfermada y contaminada
por el enemigo, más aún si ha sido fecundada
por su violador. Las mujeres que se quedan
embarazadas como resultado de una violación son
cinco veces más propensas a ser rechazadas por
sus comunidades que las que no. Con frecuencia
estas mujeres adquieren discapacidades físicas
por las brutales violaciones, por lo que se les
ve como “bienes dañados”2. Entonces estas
mujeres suelen ser rechazadas por sus esposos,
sus familias o sus comunidades como supuesta
medida de protección contra enfermedades o
porque su valor social o marital ha disminuido.
Está más que documentado que cuando la
violación se utiliza como un acto de guerra no se
pretende que sea un delito privado contra una
persona en particular. El cuerpo de la mujer es una
representación simbólica del hombre bajo cuya
autoridad ella reside y “por tanto los perpetradores
ven los cuerpos de las mujeres como parte de los
botines de guerra, bienes que pueden ser dañados
o tomados por la fuerza, y territorio a ocupar”3.
Al mismo tiempo, a la mujer se la avergüenza
por no ser capaz de defender su pureza/virtud/
honor. Cuando las víctimas de una violación se
quedan en sus comunidades de origen, constituyen
un recordatorio viviente de la incapacidad
de los hombres del pueblo de protegerlas.
Estas supervivientes rechazadas y sus “hijos
fruto de la violación” a menudo están relegados
a una vida sin el apoyo económico ni social de
sus esposos, familias y comunidades, y con
frecuencia sin asistencia sanitaria, habilidades
laborales o un lugar permanente en el que vivir.
¿El rechazo de la comunidad como una
forma de desplazamiento forzado?
La Comisión para la Verdad, la Acogida y la
Reconciliación en Timor Oriental definió el
desplazamiento forzado simplemente como
“una situación en la que las personas abandonan
el lugar en el que viven por alguna forma de
coacción o porque ellas mismas han decidido que
las circunstancias son tales que sería peligroso
no mudarse”. La Comisión de la Verdad y
Reconciliación de Liberia lo definió como un acto
en el que “el perpetrador deporta, traslada de
forma forzosa o desplaza, sin las bases que permite
el derecho internacional, a una o más personas
a otro Estado o ubicación, mediante expulsión u
otros actos coactivos. Dicha persona o personas se
encontraban legalmente en la zona de la que se les
deportó o trasladó”. Las mujeres que han sufrido
agresiones sexuales como es el caso de las del
este de la República Democrática del Congo, son
obligadas a abandonar sus comunidades tras haber
sido agredidas sexualmente durante un período de
conflicto. Este acto les es impuesto y su consecuencia
es que son expulsadas de la comunidad. Además,
las comisiones de la verdad citadas no realizaron
estipulación alguna acerca de la distancia a la que
una persona debe ser alejada de su hogar para que
se la etiquete como “persona desplazada”. Cualquier
mujer que haya abandonado su comunidad –o
que incluso haya sido desterrada a sus fronteras–
podría ajustarse a las definiciones anteriores.
Si en el futuro las comisiones de la verdad
emplearan una definición de “desplazamiento
forzado” en la RDC o en cualquier otro lugar,
las mujeres desterradas estarían en su derecho
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de denunciar su caso ante dichas comisiones
como víctimas de un desplazamiento forzado.
El reconocimiento del rechazo por la comunidad
como una forma de desplazamiento forzado
debería hacerse por cuatro razones principales.
En primer lugar, los mecanismos de justicia de
transición como las comisiones de la verdad y las
políticas de reparación muchas veces no hacen
distinción alguna entre las experiencias de los
hombres y de las mujeres durante el conflicto o no
explican que haya diferencias. Tradicionalmente,
estos mecanismos posteriores al conflicto
han considerado y aceptado las experiencias
cotidianas de los hombres durante el mismo como
representaciones certeras de las experiencias tanto
de hombres como de mujeres. A menudo esto ha
significado que las mujeres han sido las menos
escuchadas y las últimas en recibir reparación
alguna por las experiencias vividas. Cualquier
medio para abordar mejor las experiencias y las
necesidades de las mujeres durante el proceso
de reparación supondría un paso adelante.
En segundo lugar, la misma actitud social que
provoca el rechazo de las mujeres agredidas hace
que les resulte difícil presentarse ante la policía y
compartir sus experiencias con una comisión de la
verdad o un comité de reparaciones, y existe una
clara falta de representación de las denuncias de
violencia sexual por parte de las mujeres. Poder
registrar a las víctimas de agresiones sexuales
rechazadas por sus comunidades bajo la categoría
de “desplazamientos forzados” sin perjuicio de
hacerlo o no en la de “agresiones sexuales” podría
aumentar de manera significativa el número de
mujeres dispuestas a presentarse ante la policía
como testigos en una comisión de la verdad y a
exigir las reparaciones que les correspondieran.
En tercer lugar, esta condición adicional y más
neutra en lo que respecta al género, podría
aumentar la accesibilidad de las reparaciones para
las mujeres victimizadas así como la cantidad o el
tipo de reparaciones a las que tendrían derecho.
Los beneficios reparadores han sido en gran
medida correlativos a las violaciones sufridas,
lo que significa por ejemplo que además de
compensaciones monetarias, a las víctimas de
agresiones sexuales se les recomendaba a menudo
que se sometieran a cuidados médicos físicos y a
terapias psicológicas. Las mujeres de muchos de
los países que han acogido a una comisión de la
verdad, como Sierra Leona o Timor Oriental, por
lo general no tienen derecho legal sobre las tierras
(o rara vez lo tienen) y, como consecuencia, juegan
con desventaja en el proceso de restitución oficial.
Dado que la reparación para los migrantes forzados
generalmente se ha centrado en la necesidad de
las víctimas de acceder a una vivienda o que se
les restituyan sus propiedades, la inclusión de
las mujeres desterradas en una población más
general de víctimas desplazadas podría aumentar
sus oportunidades de acceder a una vivienda
o a una propiedad a modo de reparación y esto
constituiría un paso adelante hacia una sociedad
más igualitaria entre hombres y mujeres.
Por último, priorizar el daño al cuerpo con respecto
a otros abusos puede provocar una explicación
distorsionada de las experiencias de las mujeres
durante el conflicto. Incluso las comisiones de la
verdad que han tendido a preocuparse más por
las mujeres y por las cuestiones de género, han
equiparado la victimización basada en el sexo de la
persona a la violencia sexual, presentando sólo una
verdad parcial y reforzando así las desigualdades
sociales. Que se reconozca en los programas de
reparación que el destierro de la comunidad tras
una agresión sexual es un modo de desplazamiento
forzado resulta esencial para la mujer a título
particular, quien ganará en capacidad de acceso a
las reparaciones, al igual que lo hará la sociedad.
AJ Morgen [email protected] es doctoranda
en Relaciones Internacionales y Diplomacia en la
American Graduate School de París, y coordinadora
de defensa internacional para Friends of Orphans
(Uganda).
Véase también Revista Migraciones Forzadas 36,
La República Democrática del Congo: pasado,
presente ¿futuro? www.fmreview.org/es/RDCongo
y Revista Migraciones Forzadas 27, Violencia
sexual: arma de guerra, obstáculo para la paz
www.fmreview.org/es/violenciasexual
1. Iniciativa Humanitaria de Harvard. Characterizing Sexual
Violence in the Democratic Republic of the Congo; Profiles
of Violence, Community Responses, and Implications for the
Protection of Women (Caracterización de la violencia sexual en
la República Democrática del Congo: perfiles de la violencia,
respuestas de la comunidad e implicaciones para la protección de
las mujeres). Open Society Institute,
http://tinyurl.com/HHI-SexualViolenceinDRC
2. Véase Jessica Keralis “Más allá del silencio: violencia sexual en el
este de la RDC” en Revista Migraciones Forzadas 36
www.fmreview.org/es/RDCongo/keralis.htm y otros artículos del
mismo número.
3. InterPares, “La lucha de las Mujeres por la Justicia: Mesa
Redonda sobre la Lucha Contra la Violencia Sexual en el Conflicto
Armado”, febrero 2009
http://tinyurl.com/InterPares-SVinArmedConflict
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