323 cho este templo, y tú lo levantarás en tres d1́as? Mas El hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus disc1́pulos que que hab1́a dicho eso, y creyeron en la Escritura y en la palabra que dijo Jesús. XXV LOS MERCADERES EXPULSADOS DEL TEMPLO 18 de abril de 1947. Calle Saint-Paul. V OLVEREMOS hoy al Evangelio de Juan después de nuestro largo viaje por los otros tres. Este Evangelio, por lo demás, habrá de llevarnos de nuevo a los otros. Hab1́amos quedado en las Bodas de Caná, o sea en el comienzo de la prédica. Después de lo cual, Jesús va a Cafarnaúm, donde permanece “no muchos d1́as”. Y después sube a Jerusalén, en tiempo de Pascua. II, 14: Y halló en el templo gente vendiendo bueyes, y ovejas, y palomas, y a los cambistas sentados. Y haciendo un látigo de cuerdas trenzadas, los echó a todos del templo, y las ovejas, y los bueyes, y arrojó por tierra el dinero de los cambistas, y derribó las mesas. Y dijo a los que vend1́an las palomas: Quitad esto de aqu1́, ¡no hagáis un mercado de la casa de mi Padre!. Y se acordaron los disc1́pulos que está escrito: “El celo por tu casa me devora”. Y los jud1́os le preguntaron: ¿Qué señal nos muestras para poder actuar as1́? Jesús les respondió, y dijo: Destruid este templo, y en tres d1́as lo levantaré. Los jud1́os le dijeron: ¿En cuarenta y seis años fue he322 Los otros Evangelistas relatan este mismo episodio, mas lo sitúan en otro momento de la vida de Jesús: precisamente el d1́a de Ramos o el siguiente. Os leeré los otros tres relatos semejantes a éste. Mateo XXI 12: Y entró Jesús en el templo de Dios y echaba fuera todos los que vend1́an y compraban en Templo; y volcó las mesas de los banqueros, y las sillas de los que vend1́an palomas. Y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Marcos Xl, 15: Vienen pues, a Jerusalén. Y habiendo entrado en el templo comenzó a echar fuera a los que vend1́an y compraban en el templo; y volcó las mesas de los banqueros, y las sillas de los que vend1́an palomas. Y no consent1́a que ninguno transportase mueble alguno por el templo; Y les enseñaba diciendo: ¿No está escrito: mi casa, casa de oración será llamada por todas las gentes? Mas vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones. Lucas XIX, 45: Y habiendo entrado en el templo comenzó a echar fuera a todos los que vend1́an y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: Mi casa, casa de oración es. Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y cada d1́a enseñaba en el templo. Mas los pr1́ncipes de los sacerdotes y los escribas y los principales del pueblo, le quer1́an matar; pero no sab1́an como hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándole. Lo primero que nos impresiona, lo primero que nos preguntamos al leer este episodio es: ¿Qué se ha hecho de la no violencia de Jesucristo? Pero es que nos hac1́amos de la violen- 324 Los Mercaderes Expulsados del Templo cia y de la no violencia ideas perfectamente falsas si cre1́amos que la no violencia consiste únicamente en pronunciar palabras untuosas y en hacer ademanes corteses y en bendecir a derecha e izquierda para que a nuestra vez nos bendigan. La no violencia es un arma de ataque y también un arma de defensa; y la caridad puede traducirse mediante el azote y también mediante el beso. No hay en esta actitud de Cristo ninguna forma de violencia si violencia signi"ca infracción a la ley por pasión, interés o ceguera. Al anudar los siete nudos en la cuerda Jesucristo estaba sereno sin duda. Y la fuerza de su actitud está sostenida por su impasibilidad interior. ¿Habéis visto el fresco italiano que representa esta escena? Los banqueros caen de nariz en tierra, las palomas ligadas de a dos echan a volar, las mesas y los escabeles se derriban. Y Cristo avanza en medio de esta ruina de cuerpos; sus vestiduras forman hermosos pliegues, tiene un brazo alzado y su rostro es de un óvalo perfectamente liso, semejante al rostro de Buda en meditación. Creo que ese fresco está en San Giminiano, o quizá en la iglesia de los Servi, en Siena, o quizá no exista. Pero de todos modos lo he visto. No es un arrebato de malhumor lo que mueve al Profeta; no es uno de esos arrebatos de malhumor que pueden llamarse noble indignación: es una enseñanza, y las enseñanzas de Cristo, como hemos visto, nos llegan por medio de palabras, y mucho más por medio de gestos, y de obras, y aún de milagros. Cada uno de sus pasos, cada una de sus palabras es una enseñanza. Y este gesto es una enseñanza cuya importancia no ignora ninguno de los Evangelistas, ya que uno la sitúa en el principio mismo del ministerio de Cristo y los demás en el "n. Lo cual no es sino la misma cosa, y signi"ca: esto es 325 importante, esto está ligado a lo más secreto de su doctrina. ¿Dónde está la no violencia de Cristo en esta acción? O más bien: ¿dónde está su caridad? Y mejor aún: ¿dónde está su justicia? Jesús entró en el Templo y encontró en él a los vendedores sentados como dice poderosamente el texto: sentados y bien sentados, instalados y bien instalados, gozando de todo su derecho para meterse all1́ dentro. Porque si no hubiesen tenido derecho, los sacerdotes y sacri"cadores los habr1́an expulsado. Su presencia formaba parte de todo un sistema secularmente establecido. Y al cabo esos vendedores no hac1́an ningún mal: ahorraban a los compradores la fatiga de ir a comprar las palomas, los corderos, las v1́ctimas del sacri"cio en las tiendas situadas al otro lado del templo, más allá de los grandes patios, más allá de las empinadas escaleras. Y si Cristo dice: « Vosotros la habéis hecho cueva de ladrones », no indica que no fueran mercaderes honrados. Es muy probable que fueran mercaderes muy honrados, que no robaran a los compradores más que los tenderos de Saint-Sulpice. Lo que no era honrado, lo que era intolerable era su presencia en ese lugar. « Pero. . . tengo derecho. —Pero, pero si tengo permiso. . . — ¡Fuera de aqu1́! ». Es todo. Esa no es la justicia de los hombres: es la justicia de Dios, sin disputas ni razonamientos. Es la justicia que cae como el rayo. « Salid, retirad de aqu1́ estas inmundicias, retirad este dinero y sobre todo retiraos vosotros mismos. No transportéis nada, no aumentéis el desorden ». En los templos de la India aún podemos encontrar a los mercaderes sentados, y también en nuestras iglesias, entre los cirios y la pila del agua bendita, frente a una modesta mesa. En todas las iglesias pueden verse muchos mercaderes; y los sacerdotes los protegen y armonizan con ellos. Y en ocasiones los reemplazan. Los Mercaderes Expulsados del Templo 327 El sacri"cador se indigna al ver que Jesús se atreve a expulsar a los mercaderes. « Perdón, señor: ¿qué derecho tiene usted? Somos nosotros quienes cuidamos del templo. ¿Quién le ha dado a usted atribuciones? ¿Qué señas nos da usted de su autoridad? ». Y la respuesta: Destruid este templo y lo reconstruiré en tres d1́as. Pero él hablaba del templo de su cuerpo, dice el Evangelista. Y por eso sus disc1́pulos, recordando sus palabras después de la resurrección, creyeron en él. S1́, habla del templo de su cuerpo, pero también habla del templo de Jerusalén. En el Evangelio, un sentido no impide que otro sentido atraviese las mismas palabras y las mismas s1́labas. Y en efecto, el templo fue destruido y reconstruido, más amplio y alto, por obra de quien hab1́a expulsado a los mercaderes. Tal es la seña de quienes tienen derecho para erigirse en jueces de una tradición religiosa; y sólo pueden hacerlo cuando dan la seña. Solamente el esp1́ritu puede investiros de semejante autoridad, solamente el esp1́ritu puede hacerlos jueces. El esp1́ritu, que sopla donde quiere, como dirá algo después este mismo Evangelio de Juan. sopla donde quiere? No creo que muestren las señas, no creo que sus cr1́ticas tengan el poder de hacer que algo renazca, de enderezar algo, de aclarar a alguien. Su violencia no es impasibilidad, sus violencias calculadas o apasionadas provienen de la ceguera, provienen de la confusión de los planos, provienen de que razonan acerca de las cosas santas con argumentos profanos, provienen sobre todo de que se justi"can. Desean justi"carse porque han prescindido del culto público debido a Dios. Es fácil encontrar que ese culto no es digno de sus altos pensamientos ni de sus puros sentimientos; que la familia humana que rinde ese culto no es digna del Dios que adora, de la enseñanza que transmite; que los sacerdotes son ignorantes y mentirosos. Y asimismo, puesto que todo es agua para su molino, pueden invocar el ejemplo de lo que acabamos de leer y decir: ¿Acaso el propio Cristo no se armar1́a de un látigo si volviera, y no arrojar1́a a los mercaderes sentados en medio del templo? Los mercaderes son todos aquellos que transforman la casa de oraciones en lugar de ganancias. Pueden estar frente a la mesilla, junto a la pila del agua bendita; pueden sentarse en el sillón, junto al altar, con la mitra en la cabeza. Todos los que entran en el templo en pos de riquezas o de honores o de tranquilidad o de seguridad, todos los aprovechadores son mercaderes del templo. Y a todos los expulsa o habrá de expulsarlos Jesús, vivos o muertos. Pero a él, solamente a él corresponde distinguirlos y expulsarlos. Solamente a él, o quien pruebe con seña decisiva que viene en su nombre. 326 Éste es el momento más oportuno para recordarlo, puesto que hoy las gentes y diarios mis innobles rebosan de injurias contra la Iglesia, puesto que no hay reformador social o cosa por el estilo, as1́ sea un minúsculo autor de pan#etos, que no se erija en juez y salpique las ropas de los sacerdotes. ¿Qué seña nos dan? ¿Qué han construido o reconstruido? ¿Acaso el templo de su cuerpo? ¿Acaso surgirá de ellos una nueva Iglesia? ¿Lo creen ellos mismos? ¿Qué ha surgido del racionalismo de los últimos siglos, qué surgirá, qué podrá surgir del existencialismo? Una palabra que se pega a los labios y le cuesta salir. ¿Acaso sopla sobre ellos o por medio de ellos ese esp1́ritu que Quien no es profeta debe resignarse a la mediocridad de los hombres; debe evitar las actitudes más grandes que él y que recaer1́an sobre él; debe guardarse de formular juicios que su cabeza no puede contener. Midamos nuestras revueltas 328 Los Mercaderes Expulsados del Templo según nuestra certeza de estar en la verdad. Y aún cuando tengamos dicha certeza, pensemos si tenemos la autoridad requerida para juzgar. San Francisco, un verdadero reformador de la Iglesia, uno de esos que realmente vieron el mal y lo corrigieron en s1́ y a su alrededor, nunca tuvo una palabra de ira contra los escándalos de la Iglesia de su época. Durante mucho tiempo, señalado ya por la santidad, rechazó las órdenes porque se consideraba indigno del sacerdocio. Y cuando encontraba en su camino a un monje o a un cura, se arrodillaba frente a él y le ped1́a la bendición, suponiéndole una santidad de que carec1́a. Con esa arma poderosa hizo más que todas las cr1́ticas posibles: hizo que el hombre falto de santidad se llenara de vergüenza ante el homenaje y tratara de llenar el vac1́o que le obligaban a sentir en su interior. No avanzaremos más por hoy. ¿Tenéis alguna pregunta que hacerme? A LGUIEN: La no violencia de Gandhi, ¿es de la misma especie? R ESPUESTA: Si, de la misma especie, y más ruinosa aún para la mesa de los banqueros y para los mercaderes sentados. XXVI NICODEMO 25 de abril de 1947. Calle Saint-Paul. R EANUDAR É nuestra lectura donde la hab1́amos dejado. Estábamos en el cap1́tulo III de san Juan. Leo el texto: Y hab1́a entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado de los jud1́os. Este hombre fue a ver a Jesús de noche, y le dijo: Rabbi, sabemos que eres maestro venido de Dios; porque ninguno puede hacer estos milagros que tu haces, si Dios no estuviese con él. Jesús respondió, y le dijo: En verdad, en verdad te digo, que no puede ver el reino de Dios, sino aquel que renaciere de nuevo. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer, siendo viejo? ¿Por ventura puede volver al vientre de su madre, y nacer otra vez? Y Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo, que no puede entrar en el reino de Dios, sino aquel que fuere renacido de agua y de Esp1́ritu Santo. Lo que es nacido de carne, de carne es; y lo que es nacido de esp1́ritu, esp1́ritu es. No te maravilles, porque te dije: Os es necesario nacer otra vez. El viento sopla donde quiere; y oyes su sonido, mas no sabes de dónde viene, ni adónde va. As1́ ocurre con todo aquel que nace del 329