Separación Iglesia y Estado no significa desterrar la religión de los asuntos públicos Por Jorge Guldenzoph Con este título la agencia de noticias católica Zenit, publica una entrevista a Monseñor Charles Chaput, arzobispo de Denver, quién ha sido nombrado por el Gobierno de EEUU como Presidente de la Comisión Internacional por la Libertad Religiosa. En dicha entrevista el prelado católico expresa varios puntos de vista y creencias que creo importante compartir, más en estos tiempos en donde algunos sectores “conservadores” de la sociedad uruguaya parecen estar molestos por que las iglesias y los líderes religiosos emiten opiniones tajante (no fluctuantes) sobre asuntos vitales para la salud moral y social de la nación. Parece ir surgiendo las bases de una interpretación novedosa ( o no tan novedosa) de la libertad religiosa: eres libre ser lo que quieras mientras lo mantengas sólo para ti o dentro de los perímetros de donde te reúnes con tus “iguales”. Una de las primeras preguntas que se le hacen a Monseñor Chaput es: ¿Cree usted que las naciones del mundo realmente entienden el concepto de libertad religiosa? El responde diciendo que muchos países simplemente ignoran ese derecho o le dan interpretaciones distorsionadas. Según él, los ataques a la libertad religiosa se dan en dos formas: los gobiernos seculares totalitarios, que ven la fe religiosa como una ideología rival, una idea rival de la persona humana; o regímenes gobernados religiosamente, que quieren marginar a las minorías religiosas. Chaput expresa con gran visión y claridad: “La fe religiosa es una poderosa fuerza que determina tanto el comportamiento individual cuanto la sociedad en general. Así que si tu meta como gobierno es mantener y expandir tu control sobre la sociedad, la libertad religiosa puede ser vista como algo bastante peligroso” Otra pregunta interesante esta relacionada a quienes ven la defensa de la libertad religiosa como una intromisión de la Iglesia, especialmente de la Iglesia católica, en asuntos políticos y globales. Al respecto Monseñor Chaput afirma: “Esa clase de críticas tiene un sólo propósito: intimidar a los católicos y a personas de otras creencias religiosas hasta silenciarlos en momentos en que deberían hablar. La gente necesita actuar de acuerdo a sus convicciones, especialmente sus convicciones religiosas, o sus convicciones eventualmente desaparecerán. La política es la aplicación de la fuerza en los asuntos humanos. El uso de poder siempre genera preguntas morales, y por ende religiosas, acerca de la naturaleza del bien y el mal, y de aquello que constituye el bien común. Por ello la Iglesia sería absurda --de hecho, no estaría siendo fiel a su misión-- si no promoviera activamente la libertad religiosa. La manera como una sociedad piensa de Dios, tarde o temprano determina el trato hacia la persona humana” Esto me recuerda a quienes con gran soberbia intelectual durante el siglo XIX y XX ridiculizaban y denostaban a quienes mantenía una fe piadosa adorando a Dios. Esos mismos fueron en gran parte quienes terminaron adorando a tiranos y asesinos como Lenin, Stalin, Hitler, Mao u otros. O quienes adormecieron moralmente a las sociedades libres facilitando su decadencia, adorando al poder, el dinero, el conocimiento y el sexo como las cosas más trascendentes de la vida. Otro tema en el cuál el obispo católico incursiona es el significado de «separación de Iglesia y Estado», y cómo se relaciona lo mismo con la libertad religiosa. Al respecto Monseñor Chaput afirma varios conceptos, la mayoría compartibles. Hay tres afirmaciones que diría son muy importantes con respecto a la existencia de dicha separación entre Estado y Religión y al ejemplo que los EEUU es, respecto a este derecho fundamental y primario del ser humano. El dice que: “La libertad religiosa no requiere de un estado interreligioso…Una auténtica fe en Dios debe llevar siempre a un profundo respeto por los derechos de la persona humana, incluyendo a personas con religiones diferentes a la nuestra, porque todos somos creados por el mismo Padre” “Entonces, los Estados Unidos tiene una única oportunidad y vocación. Puede ofrecer al mundo el gran ejemplo de distintas religiones conviviendo pacíficamente y cooperando por el bien común…Por supuesto, esto sólo puede ocurrir si los creyentes viven su fe pacífica pero vigorosamente en el escenario público; incluso en la casilla de votación” “La Separación de Iglesia y Estado no debe significar nunca desterrar la religión de los asuntos públicos. La Constitución de los Estados Unidos, por ejemplo, prohíbe el establecimiento de una religión estatal específica. No prohíbe, y los Fundadores nunca desearon que se prohibiera, la participación religiosa activa en el debate público” Al final el líder religioso se refiere a la contradicción de definirse como “católico” o miembro de otra religión, y luego como líder avalar o promover políticas públicas o actos de gobierno que van en contra de sus creencias y conciencia. El llama a esto mentir. Una cosa es que alguien que pertenece a una religión y es gobernante use su poder, pasando por encima de la ley, para beneficiar intereses particulares de su iglesia, y otra es que, los gobernantes actúen sin convicciones, ni creencias, como seres amorfos, a los que cualquier cosa le viene bien, si las encuestas lo dicen, o si con ello evitan la polémica o ganarse “enemigos”. En la sociedad actual el cálculo de los “costos políticos” rara vez armonizan con los “costos de la conciencia”. Si queremos tener mejores gobiernos debemos mirar antes que los programas de los partidos políticos (que por supuesto son muy importantes), el carácter y creencias de quienes se proponen para ser electos. Por que en definitiva cuál es la razón para que alguien que cree firmemente en ciertos valores y principios vote por alguien que no cree en ellos o peor aún, que dice creer en los mismos, pero que finalmente le da la espalda cuando gobierna. Como dice Chapul: La política es la aplicación de la fuerza en los asuntos humanos. El uso de poder siempre genera preguntas morales, y por ende religiosas, acerca de la naturaleza del bien y el mal, y de aquello que constituye el bien común. Nadie debe olvidar esto, ni el simple ciudadano ni el gobernante.