SEMANARIO F A R M A C E U T I C O ^05 METAMORFOSIS DE LAS FUERZAS NATURALES POR E L B A R Ó N D E L I E B I G TRADUCIDO Y ORDENADO POR D. R. T. MUÑOZ DE LUNA, DE LA RE\L ACADEMIA DE CIENCIAS DE MUNICH Es m i objeto presentar algunas de las relaciones más notables que existen entre las diferentes fuerzas naturales: el calor, la electricicidad y el magnetismo, relaciones que desde hace ya algún tiempo se sospechaban, pero cuya d e m o s t r a c i ó n no ha sido hallada sino hace poco. Dichas relaciones dan la seguridad que aquellas fuerzas no son—como se c r e í a antes—cosas completamente diferentes, sino que tienen un origen c o m ú n y son efectos de una misma causa. Ante todo, deseo llamar la a t e n c i ó n hacia las ideas que suelen formarse respecto de la fuerza que mueve alguna m á q u i n a . Como ejemplo bien conocido consideremos un r e l o j . ¿De d ó n d e proviene la fuerza que sostiene en movimiento las ruedecitas y los minuteros del reloj por espacio de veinticuatro horas, ó el mismo n ú m e r o de días? En algunos es un peso que g r a v i t a ; en otros un muelle comprimido, y sin embargo,', ambos proceden de la fuerza de nuestro b r a zo, creado en el organismo por sopa, legumbres y carne; esta fuerza es la que ha alzado el peso y la que ha enrollado el muelle, y la que, finalmente, se da y gasta en el reloj durante las veinticuatro horas, ocho ó quince días. Nuestras m á q u i n a s no engendran fuerza ninguna, sino que gastan la que han recibido. La azuda en un molino harinero pone en movimiento una ó ' v a r i a s piedras; la que hay en una h e r r e r í a , uno ó varios martillos; en las salinas ó minas mueve las bombas que elevan hasta cierta altura el agua ú otra carga; en hiladoras mueve telares y en otras fábricas diversos instrumentos. E l trabajo hecho por la azuda depende en todos estos casos de la gravedad d e l agua que cae sobre las palas; la suma total de las resistencias que pudiera ofrecer la m á q u i n a , no puede ser mayor que el peso del agua que gravita y por el cual es vencida. El poder de una m á q u i n a se puede medir por medio de este peso. El trabajo de una m á q u i n a de vapor se efectúa por el movimiento de un é m b o l o subido y bajado por el peso de vapores acuosos. El vapor pesa sobre el é m b o l o lo mismo que el agua pesa sobre las palas de la azuda. L a causa del peso es el calor, originado debajo de la caldera por un fenómeno q u í m i c o , es decir, por la c o m b u s t i ó n de una materia combustible, y absorbido por el agua la convierte en vapor acuoso, d á n d o l e la fuerza expansiva suficiente para mover e l é m bolo; en este caso es, pues, el calor la fuerza que levanta y baja y que mueve la m á q u i n a . Una fuerza siempre se manifiesta por presión ó por t r a c c i ó n ; pueJUNIO 24 DE 1888.—AÑO XVI.—NÚM. 39. 39 306 SEMANARIO FARMACÉUTICO de medirse en una m á q u i n a la acción de la fuerza activa por las r e sistencias que vence, y todas las resistencias se traducen en pesos respectivos, que por la misma fuerza pueden ser alzados hasta cierta altura. Mas no toda la fuerza que comunicamos á una m á q u i n a es e m pleada por ella en el trabajo, es decir, en alzar y mover; no ; sino que una parte de la misma es siempre consumida por el roce de las partes que constituyen la maquinaria; así es que de dos m á q u i n a s que hayan recibido igual fuerza, t r a b a j a r á m á s aquella que tenga un curso menos estorbado por impedimentos que causen roce. En m e c á nica siempre ha sido considerado el roce como una causa que cont r a r í a la fuerza que ya existe. Se c r e í a a d e m á s que la fuerza de una m á q u i n a era completamente consumida por el roce. Sentado esto, era claro que la primera causa de la d e s t r u c c i ó n del movimiento debía ser el roce, y con r a z ó n , pero al explicarlo t e ó r i c a m e n t e se cometió un gran error; pues que si una fuerza podía ser destruida, es decir, podía tener por efecto un « n a d a » , h a b í a r a z ó n para creer que, bajo circunstancias dadas, podía crearse una fuerza de « n a d a » . La posibilidad de inventar una m á q u i n a que siempre estuviese andando, sin necesidad de fuerza exterior, que siempre estuviese creando de nuevo la fuerza gastada por ella misma, posibil i d a d en que creyeron por espacio de siglos los hombres más sabios, estaba basada principalmente en esta idea tan e r r ó n e a . E l construir tal Perpetuum móvile ya valía cualquier trabajo, pues que era como una ave que pusiera huevos de oro, se podía trabajar con ella y sin gasto alguno ganar muchísimo dinero. Una idea más exacta de las fuerzas naturales b r o t ó de la sagaz inteligencia del D r . Mayer, m é d i c o en Heilbronn—idea que por las observaciones hechas por los primeres físicos y m a t e m á t i c o s para comprobarla, obtuve una importancia i n c r e í b l e — é hizo c o m p r e n sibles un gran n ú m e r o de f e n ó m e n o s hasta entonces sin explicación alguna. Fuerzas son causas, dice el D r . Mayer, y puede aplicárseles la tesis de que el efecto equivale á la causa. Causa cequat effectum. Si una causa G (causa) tiene por resultado un efecto E (efectum), C = E . Siendo el efecto E, causa de otro efecto = s , E = s = C. En t a l cadena de causas y efectos n i n g ú n miembro ó parte de miembro puede quedar reducido á cero = nada. Si una causa dada G ha producido u n efecto que la equivale, E ya ha dejado de ser C, por lo mismo que se ha transformado en E. Y como C se transforma en E , y éste en e, puede aplicarse á todas estas causas, en cuanto á la cantidad, la propiedad de indestructibilidad, y en cuanto á su calidad, la de mutabilidad. En m i l casos vemos que se consume un movimiento sin que se alce un peso ó se efectúe una p r e s i ó n . Mas como la fuerza que causa el movimiento no puede ser cero, hay que hacer naturalmente esta pregunta: ¿qué t r a n s f o r m a c i ó n se efectúa en esta fuerza? Ya nos dice la experiencia que siempre, por medio del roce, golpe ó presión se destruye algún movimiento, se presenta como efecto constante d e l movimiento e/ca/onco. El movimiento es, pues, la causa del c a l ó r i c o . SEMANARIO F A R M A C E U T I C O 307 Dos discos de metal que se rocen con velocidad se calientan de tal manera que llegan á estar candentes; si este rozamiento se efectúa en agua, ésta h e r v i r á . Asimismo se calienta el hierro en las r u e das de coche cuando corre, y si se efectúa con gran velocidad llega á tal grado de calor, que no se le puede tocar sin quemarse. A l afilar las agujas de coser, el acero, en el punto rozado, se pone candente, y las partecitas que caen arden con chispas vivísimas. Las c u ñ a s que se meten al lado de las ruedas del ferrocarril para parar el tren, muchas veces se calientan de tal manera que se queman con olor e m p i r e u m á t i c o . A l raspar el a z ú c a r en el hierro, algunas de las p a r t í c u l a s desprendidas se funden y toman el sabor de a z ú c a r quemado (caramelo). T a m b i é n se funden dos pedazos de hielo al rozarlos ó frotarlos uno con otro. En las fábricas de acero inglesas el herrero calienta una barra de acero de 10 á 12 pulgadas hasta que esté roja una de sus puntas, la lleva y pone debajo d e l gran martillo de la m á q u i n a y la convierte en una barra delgada del mismo n ú m e r o de pies, sin volver á meterla en el fuego, cosa necesaria para que sea bueno y duradero el acero. Cada punto que es golpeado por el pesado martillo se pone rojo intenso, y parece al observador que la ignición sube y baja á lo largo de la barra. Esta alta temperatura es producida por los golpes de martillo y equivale á una cantidad de calor que b a s t a r í a para hacer hervir muchas libras de agua. E l extremo de la b a r r a , hecho ascua y metido en agua, apenas h a b r í a hecho hervir igual n ú m e r o de onzas. (Se continuará.) ASUNTOS CIENTIFICOS SOBRE EL BÁLSAMO SEGUNDA N O T A P R E S E N T A D A TRANQUILO A L C O L E G I O D E F A R M A C E U T I C O S D E MADRID por D . Miguel M . Sojo (Continuación.) C o l o q u é en una c á p s u l a aceite y hojas de lechuga de la más fresca y recientemente lavada (1). En el liquido introduje un t e r m ó m e tro, cuya columna a s c e n d i ó regularmente desde 21o c. á que estaba (1) Siendo miope no quise exponerme á IÍI ^ccion de los vapores de ninguna solsinácea al observar el termómetro. 308 SEMANARIO F A R M A C E U T I C O hasta los 100o (sin c o r r e c c i ó n : el o0 c o r r e s p o n d í a á 1,1o c ) , á que q u e d ó estacionada mientras agitaba, subiendo grado y medio cuando lo dejaba abandonado á sí propio. Se inició el ruido especial entre 55 y 60o c. Cuando las hojas y parte carnosa de las mismas van á medio desecar asciende á 105o y el ruido se hace menos regular, como con i n termitencias y sobresaltos; le cuesta mucho llegar á 112o, y el vapor desprendido en p e q u e ñ a cantidad se reconoce difícilmente por el rocío que se fija sobre un tubo de ensayo con agua fría y lo mismo si se hace uso de un espejo. L a hoja está poco flexible y hay ruido, aunque poco, quedando un rato entre 117 y 118o. A los 119 no se oye n i n g ú n chasquido y sólo una especie de silbido ronco ó soplo se percibe. La planta cruje especialmente fuera del aceite y fría, sin haber pardeado y si haberse decolorado bastante. A los 125o el aceite desprende olor no acre; á los 128o tampoco se oye ruido alguno, y aspirando los vapores no provocan tos n i excitan el lagrimeo. Otro tanto ocurre á 132o sin que la planta e s t é negra ni aun parda, A los 135o molesta algo el vapor desprendido é inspirado varias veces consecutivas sin que me hiciera toser, y á los 1360continúan en igual estado los f e n ó m e n o s que dejo apuntados; a d v i é r t a s e que entre 132 y 136o permanecieron sin variar el aceite y las hojas durante 40 m i nutos. D e d ú c e s e de todo esto que ni hay punto, ni es difícil averiguar aun sin t e r m ó m e t r o , y á pesar de lo que en contrario se opina, cuando el aceite ha perdido todo vestigio de humedad. - T a m b i é n parece mal al Sr. Iñiguez que yo hiciese la experiencia directa entre el tanino y atropina, olvidando sin duda que hay dos medios de probar ciertos hechos, consistiendo uno en disminuir la cantidad de los cuerpos que, con el que se busca, coexisten, sea d i solvente ó no, ó bien aumentando los cuerpos que han de originar a q u é l , cuyo estudio deseamos hacer. Esto último es lo que hice por ser impracticable la sustracción del disolvente, demostrando con ello que el tanato de atropina es insoluble en el aceite, y por lo tanto, debe precipitarse, sea el tanino el que quiera, pues todas las variedades de él que las plantas nos,ofrecen, proporcionan precipitados con los alcaloides, si las disoluciones de ellos son neutras. Aquí sí es, cuando menos, conveniente la neutralidad. La fermentación de los zumos de las plantas no la indica la Farmacopea, por lo que no será de tanta trascendencia, y si lo es, las supongamos n a r c ó t i c a s que no experimentan a l t e r a c i ó n en sus alcaloides, al a ñ a d i r las a r o m á t i c a s recientemente pistadas, f o r m a r á n el tanato ó sal insoluble a n á l o g a y no p o d r á pasar el aceite, porque el que esta sal se descomponga d e s p u é s sólo en lo correspondiente al ácido es inadmisible, y si por el contrario las narcóticas se alteran profundamente d e s c o m p o n i é n d o s e los principios inmediatos considerados como narcóticos, entonces el aceite r e s u l t a r í a inerte por completo. (Se continuará.) SEMANARIO F A R M A C E U T I C O 309 L A P O T A S A EN E L R E C O N O C I M I E N T O D E LOS A L C O H O L E S En el n ú m . 389 de esta Revista p u b l i q u é un a r t í c u l o acerca de la materia extractiva de los toneles, que con frecuencia se halla disuelta en el alcohol contenido en los mismos y que puede dar lugar á equivocaciones en el reconocimiento de los alcoholes. D e s p u é s de los experimentos que he practicado, deduzco que la mejor manera de asegurarse de si la coloración producida por la potasa es debida á las materias e x t r a í d a s por el alcohol de la madera de los toneles ó á los aldehidos, es como sigue: Calentando en un tubo de ensayo v o l ú m e n e s iguales de alcohol y solución concentrada de potasa, si no toma color la mezcla d e s p u é s de un cuarto de h o r a , puede admitirse el alcohol como libre de a l dehidos y d e m á s impurezas de cabeza , y por lo tanto admisible por este concepto. Pero si toma color amarillo ó amarillo rojizo, s e r á menester practicar algunas operaciones para averiguar si la c o l o r a c i ó n es debida á la materia de los toneles, ó á los aldehidos, ó á los dos á la vez. Se hace hervir una porción del alcohol (8 á 10 centímetros c ú b i cos) hasta reducirle á la mitad de su volumen p r ó x i m a m e n t e , y estando caliente se mezcla con un volumen igual de solución de p o tasa c á u s t i c a concentrada , observando si toma ó no color d e s p u é s de un cuarto de hora. Si no toma color en este caso, es prueba de que la coloración anterior era debida á los aldehidos, los cuales, por la ebullición del alcohol, se han eliminado. Si el color es marcadamente menos intenso que en el primer ensayo, puede contener a l dehidos y materia extractiva de los toneles, y por fin, si el color amarillo con el a l c o h o l , previamente hervido, es igual al que dio en el primer ensayo, es debido indudablemente á la materia de los toneles. Para cerciorarse de que realmente el alcohol contiene materias extractivas de los toneles, se evaporan unos 100 centímetros c ú b i c o s de alcohol en b a ñ o de maria hasta sequedad, y el residuo se disuelve en una corta cantidad de agua. Si existe materia de los toneles, produce esta solución una coloración ó precipitado negro-azulado con la solución de sulfato ferroso ; y con la potasa c á u s t i c a d a r á un color amarillo ó amarillo-rojizo ^ semejante al que produjo el a l cohol. T a m b i é n puede demostrarse la existencia de la materia de los tórneles tratando en un tubo de ensayo unos 12 centímetros c ú b i c o s de alcohol con algunas gotas de solución de sulfato ferroso, cuyo reactivo p r o d u c i r á con la materia t á n i c a una c o l o r a c i ó n azulada. Como los sulfatos son insolubles en alcohol, al practicar este ensayo es necesario a ñ a d i r agua destilada en cantidad suficiente para que no se precipite el sulfato ferroso. Mirando el tubo en el sentido del eje, se ve bien la c o l o r a c i ó n azulada en el caso de existir materias t á n i c a s de la madera de los toneles. Pueden t a m b i é n practicarse los ensayos en el alcohol destilado, puesto que las materias de los toneles quedan cl§ residuo ÍSÍJI pasar 310 SEMANARIO FARMACÉUTICO con el producto de la d e s t i l a c i ó n , pero en este caso ya es un alcohol rectificado, y a d e m á s , si es corta cantidad la que se destila, es muy posible que los aldehidos no se condensen. Por esta r a z ó n creemos preferible hacer un ensayo con la potasa calentando la mezcla y desp u é s hacer otro ensayo con alcohol hervido, como se dijo antes. GABRIEL DE LK PUERTA, (Los Conocimientos Útiles.) N O T A SOBRE L A F E N A C E T I N A por el D r . C. Bardet. La fenacetina se encuentra en este momento en el comercio bajo los nombres de acetofenetidina ó de antitermina, aunque esta deno~ minación ha sido ya aplicada el a ñ o último al á c i d o f e n i l h y d r a c i m levulinico. Este nuevo motivo de error en la d e s i g n a c i ó n de productos llamados á ingresar entre los medicamentos, prueba que no es muy fácil crear sobrenombres á los cuerpos q u í m i c o s , y por lo tanto debemos guardarnos de ello hasta tanto que el epíteto ^ue ha de ser nombre no esté perfectamente justificado. T a n t o es así, que para la a n t i p i r i n a se ha necesitado decir que es, ante todo, un sedante y un a n a l g é s i c o m á s que un verdadero antitérmico. Por esto aprovechamos la ocasión de protestar contra esta tendencia viciosa. La. fenacetina, que nosotros llamaremos así porque esta denominación es la más simple y la más correcta, pertenece, como todos los cuerpos que acabamos de enumerar, á la serie a r o m á t i c a . Sabido es , en efecto, que esta serie es extremadamente rica en productos orgánicos activos; es permitido suponer que todos los compuestos que á ella pertenecen tienen algo de parecido en sus propiedades fisiológicas , esto es, que todos rebajan la temperatura, obra sobre la sensibilidad y que son antisépticos. La fenacetina es e l é t e r etílico del para-amido-fenol y se puede llamar para-aceto fenetidina, esto es, que es derivado para de una m o l é c u l a de bencina, en la que dos átomos de h i d r ó g e n o han sido reemplazados por una m o l é c u l a de acetilo y un grupo amida NH (CO — CH3); su fórmula es la siguiente: ^ ri U 1 N _ C tí. j N H ) C O ) C H . V A l decir que este,cuerpo es el derivado p a r a , indicamos que es posible, modificando los tratamientos químicos, obtener otros dos derivados de fórmula i d é n t i c a meta y orto, que difieren por ciertas propiedades originadas por la diferencia arquitectural de la m o l é c u l a . Estas cuestiones son muy complejas y exigen ser detenidamente expuestas, por lo que nosotros no insistiremos y dejaremos este t r a bajo á nuestro colaborador M . Nicot, que p u b l i c a r á una serie de artículos, que tienen por objeto vulgarizar las nociones de q u í m i c a - t e ó rica , hoy tan necesarias ante la invasión de los numerosos cuerpos de síntesis en la materia m é d i c a , SEMANARIO FARMACÉUT1CO 3 II Las primeras investigaciones sobre los efectos fisiológicos y e m pleo t e r a p é u t i c o de la fenacetina han sido hechas por M , K a s t , de F r i b o u r g , y por M . Bamberger, de Yiena, que han probado que á l a dosis de 50 á 70 centigramos se obtiene u n descenso de temperatura de 2o á 2o,5, sin que se puedan atribuir al producto los f e n ó m e n o s depresivos observados con los otros a n t i p i r é t i c o s . En Francia, M . Lepine, de L y ó n , ha reconocido los buenos efectos en la fiebre tifoidea con el empleo de la fenacetina. « A c a b o de ensayar un nuevo a n t i p i r é t i c o , la fenacetina, que por su composición se aproxima al acetanilida, pero que tiene sobre ella la ventaja de una perfecta inocuidad. A la dosis de 3 á 4 gramos no afecta de manera notable al c o r a z ó n , y no produce ni cianosis n i otro f e n ó m e n o molesto, salvo alguna vez , sudores. M i experiencia no data aun m á s que de dos meses; pero hasta a q u í me parece p r o n to para satisfacerme de sus resultados y c o n t i n ú o su estudio. Lo mismo que la acetanilida, la fenacitina es poco soluble. L a administro en sellos medicinales de 0,5 gramos seis ú ocho por d í a . » M.. D u j a r d í n - B e a u m e t z ha observado los mismos efectos, pero ha fijado especialmente su a t e n c i ó n sobre la a c c i ó n a n a l g é s i c a de la fenacetina, que reproduce á una dosis mucho menor, porque generalmente bastan 30 centigramos para producir los mismos f e n ó m e n o s sedativos que la antipirina. Volveremos á tratar de este producto, pues las experiencias que estamos efectuando en el laboratorio y en el hospital Cochin no son t o d a v í a suficientes; nosotros queremos sólo hoy llamar la a t e n c i ó n sobre este cuerpo, que parece llamado á tener bastante importancia. Es evidente que si la fenacetina puede producir efectos a n a l g é sicos formales sin temor á trastornos de la c i r c u l a c i ó n ó i r r i t a c i ó n estomacal, se h a b r á hecho una conquista t e r a p é u t i c a . (Los Nuevos Remedios.) NOTICIAS VARÍAS CONTRA Lós SUDORES FÉTIDOS.—M. Bardet recomienda lavarse los pies todas las m a ñ a n a s en invierno, m a ñ a n a y noche en verano, y darse lociones con alcohol d e s p u é s del b a ñ o de pies. Mudarse de calcetines todos los días y verter sobre ellos una p e q u e ñ a cantidad del polvo siguiente: Talco Subnitrato de bismuto Permanganato de potasa Salicilato de sosa , i... ^.. 40 gramos. 45 — 13 — 2 -- Este polvo debe ser cuidadosamente porfirizado, de manera que se forme una mezcla impalpable. 3í2 SEMANARÍÓ FARMACÉUTICO Muchas personas, y en particular las mujeres rusas, desprenden cuando tienen calor un olor fuerte muy desagradable, que es debido á los ácidos v a l e r i á n i c o y caproico, eliminados por e l sudor. Este olor desaparece ó se aminora empolvando el cuerpo con el polvo siguiente, v a l i é n d o s e de una brocha de los polvos de arroz: Polvos de arroz Subnitrato de bismuto Permanganato de potasa Talco en polvo 60 gramos. 24 — 10 — 5 — Como el precedente, este polvo debe ser impalpable. POMADA MERCURIAL.—M. Jacquemaire recomienda que para la p r e p a r a c i ó n de esta pomada se coloque la manteca con la cera que prescribe la fórmula de la Farmacopea francesa, se agita la mezcla hasta consistencia pastosa, t e n i é n d o l a en un mortero ordinario; por otra parte, en una cápsula de porcelana se coloca el mercurio, que se calienta gradualmente hasta privarlo de la humedad, a ñ a d i e n d o luego á p e q u e ñ a s porciones una parte de potasio por m i l de mercurio: una ligera d e c r e p i t a c i ó n indica el t é r m i n o de la o p e r a c i ó n . Agítase vivamente con una varilla de vidrio para ir disolviéndolo en la masa de manteca que exista en el mortero, b a t i é n d o l o r á p i d a m e n t e , observando á los diez minutos la completa extinción del mercurio. Nosotros—dice E l Restaurador Farmacéutico—hemos comprobado la exactitud de este procedimiento creyendo que puede tener i m p o r tantes aplicaciones, ya para poder preparar p e q u e ñ a s cantidades y evitar asi el enranciamiento, ya para evitar las molestias ocasionadas en la práctica al preparar la pomada objeto de esta t r a d u c c i ó n del Journ. de Pharm. et de Chim. HONOR MERECIDO.—La Sociedad E c o n ó m i c a de Amigos del País, de Santiago, p r o p ó n e s e erigir un monumento en honor del sabio farm a c é u t i c o y q u í m i c o , Rector que fué de aquella Universidad, Don Antonio Casares. Encomendado el proyecto al Sr. S a n m a r t í n , este escultor gallego ha presentado el siguiente: sobre unas cuantas g r a das se a l z a r á un severo pedestal de la é p o c a del Renacimiento, en cuyas cuatro caras se d e s t a c a r á n emblemas é inscripciones alusivas á la vida y obras del sabio químico y dedicatorias de las corporaciones que costean el monumento. De la parte superior de este pedestal a r r a n c a r á un águila, símbolo d é l a majestad y del triunfo, y sobre ella se e l e v a r á el busto del ilustre sabio gallego. La Sociedad E c o n ó m i c a cumple con un deber elevando u n m o numento en honor de uno de los hombres más esclarecidos de nuestro país. NECROLOGÍA.—Ha fallecido en Brozas, donde se hallaba establecido hace algunos a ñ o s , el ilustrado f a r m a c é u t i c o D . Bonifacio G u i jo y Fresnedoso. Profesor estudioso, fué entusiasta por la Farmacia y colaborador en muchos de nuestros p e r i ó d i c o s profesionales, especialmente en E l Restaurador Farmacéutico. Deja á su familia en situación tristísima, á la que deseamos resignación suficiente para sobreponerse á tan irreparable p é r d i d a , a c o m p a ñ á n d o l a en su profundo dolor.