El significado de Aparecida para la comunicación cristiana

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Aparecida y la Comunicación Cristiana.
Jos Demon, OCLACC, Quito.
1)
Introducción
Sobre la relación que se puede y debe establecer entre la vocación cristiana y la
práctica de la comunicación, ya se ha reflexionado intensamente y, como frutos de
esta reflexión se han obtenido varios aportes. Si nos limitamos a la reflexión desde
la perspectiva católica, sin querer excluir o menoscabar los aportes de la perspectiva
protestante y de las demás iglesias cristianas, podemos destacar algunos enunciados
del Magisterio eclesial, tanto del Vaticano como de las Conferencias Generales del
Consejo Episcopal de Latino América y del Caribe (CELAM).
Mas, en este ensayo, me dedicaré a una exposición e interpretación del Documento
Conclusivo de la Vta Conferencia General del CELAM (DCA) que se celebró en
mayo de 2007, en el Santuario de la Virgen de Aparecida, en Brasil, que contó con
la participación del mismo Papa Benedicto XVI1. Mi intención, con esto, es señalar
algunas pautas que puedan encaminar la interpretación del significado del
documento para los comunicadores cristianos y los comunicadores que se sienten
afines a las iglesias y destacar los lineamientos e implicaciones del Documento para
la práctica de quienes se identifican con el mundo de la comunicación cristiana.
Creo que, el significado del Documento Conclusivo de Aparecida, desborda las
limitaciones confesionales entre las denominaciones cristianas como son los
católicos y los protestantes, y que su mensaje puede interesar a todos los
responsables para la comunicación en América Latina.
Este ensayo fue escrito con motivo del Taller Comunicación, Evangelización y
Discipulado en IIIer Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación,
COMLAC 2007, que se celebró del 15 a 19 de octubre 2007, en Loja, Ecuador.
Agradezco los aportes de los participantes del Taller que han sido útiles para
corregir y profundizar este artículo. El congreso (realizado conjuntamente con la
Universidad Particular de Loja) y el taller fueron iniciativas de la Organización
Católica Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (OCLACC) que reúne a
organizaciones de la comunicación y comunicadores en toda América Latina. Este
articulo es un aporte en una trayectoria de la Oclacc de varios años de reflexión
alrededor la relación entre Evangelización y Comunicación2.
1
El Documento Conclusivo es el documento final de la Conferencia de Aparecida como ha
sido presentada por el CELAM al papa Benedicto XVI para su aprobación.
2
Un último documento alrededor de este tema fue consecuencia de un taller para
comunicadores en febrero 2007 en Santo Domingo cuyos resultados fueron entregados
como un aporte de OCLACC para la Vta Conferencia de Aparecida, reunida en Aparecida,
Brasil: Taller de Formación para comunicadores "Discípulos y misioneros de Cristo en
América Latina", V conferencia General de Obispos, 20-22 de febrero 2007. OCLACC creó
una Red de Teología y Evangelización en su Sitio Web (www.oclacc.org) donde se puede
consultar aportes y contribuir en la reflexión alrededor este tema. Otra iniciativa que
OCLACC comparte con la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER)
alrededor el tema, es la Red Radio Evangelización http://www.radioevangelizacion.org
1
Sería una equivocación si nos limitáramos a los apartados en que el Documento
Conclusivo habla específicamente de las tareas de la Comunicación Social y de los
comunicadores (por ejemplo en 35, 36, 99 y, sobre todo, párrafo 10.3 del
Documento). Es más consistente entender el papel específico de los comunicadores
cristianos desde la dinámica general de la Conferencia de Aparecida que aboga por
una nueva evangelización en América Latina y una profundización de la fe cristiana
y de sus implicaciones para los que quieren ser seguidores o discípulos de Jesús en
el nuevo milenio. Antes de hablar, entonces, sobre los retos y las tareas específicas
del comunicador cristiano deberíamos comprender los desafíos que los cristianos
enfrentan en esta nueva época del desarrollo de nuestro continente. El desafío
principal para la Iglesia, según los obispos reunidos en Aparecida, es la nueva
cultura de la modernidad o la cultura de la globalización que esta invadiendo todos
los espacios del mundo de hoy, tanto en América Latina como en otros continentes.
Dentro este contexto del desafío de la cultura moderna se abordan varios temas que
ya son parte de la tradición de la enseñanza cristiana de las conferencias generales
del CELAM, como la ‘inculturización’ del evangelio en las culturas y sociedades, la
defensa de la dignidad del hombre y la doctrina social de la iglesia católica, en que
debemos resaltar el particular énfasis en la opción por los pobres y excluidos. El
documento especifica, por lo demás, una variedad de tareas de los cristianos que
apuntan al mejoramiento de la sociedad, de los derechos humanos y del medio
ambiente en Latino América en base de los lineamientos de la doctrina social. En
este ámbito de desafíos y tareas en el mejoramiento de la convivencia humana y
ambiental nos encontraremos de nuevo con el mundo de los comunicadores y sus
posibles aportes a la nueva evangelización del continente.
2)
El desafío de la ‘globalización’
Aparecida no puede ser considerado como un evento singular, sin mayores
precedentes; los obispos enfatizan la continuidad de sus conclusiones en la Vª
Conferencia con las cuatro conferencias del Consejo Episcopal Latinoamericano y
El Caribe que le precedieron (DCA 16, 19, 345). Podemos resaltar, por ejemplo, la
continuidad entre el documento de Aparecida con el del la IV Conferencia de la
CELAM en Santo Domingo en 1992, en temas como la Nueva Evangelización que
se propuso para el continente, la opción por los pobres, y en el ámbito de la
comunicación, la importancia de las 'nuevas tecnologías de comunicación', la 'nueva
cultura emergente' (no se habló todavía de la 'cultura global') y sus 'nuevos
lenguajes', como con el compromiso ético del comunicador con los problemas de la
sociedad3.
3
Compare la detallada exposición alrededor el tema de la comunicación en la génesis del
documento de la Conferencia de Santa Domingo por parte de Monseñor Juan Luis Ysern de
Arce, 1993, La Comunicación Social en Santo Domingo. Proceso de Reflexión y
Comentario DECOS-5; UNDA-AL, OCIC-AL-UCLAP; CELAM, Bogotá. La publicación
de la CELAM: Globalización y Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe.
Reflexiones del CELAM, 1999-2003, Secretaría General CELAM, Presentación: Mons.
Carlos Aguiar Retes, 2004, Bogota, ha sido de gran importancia y merece nuestra detenida
lectura. En esta publicación ya se destacan los temas y las orientaciones que recibirán su
estatus oficial mediante la Conferencia de Aparecida. El tema de la nueva cultura de la
2
Otro elemento de la continuidad entre las cinco conferencias es la aplicación del
método ver, juzgar y actuar. Este método "permite articular, de modo sistemático, la
perspectiva creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen de la
fe y de la razón para su discernimiento y valoración con sentido crítico; y, en
consecuencia, la proyección del actuar como discípulos misioneros de Jesucristo”
(19)4. Fiel a esta metodología la primera parte del documento se dedica a discernir
los “signos de los tiempos”, a la luz del Espíritu Santo.
Los obispos reunidos en Aparecida señalan que los pueblos de América Latina y del
Caribe están hoy en día viviendo una realidad marcada por grandes cambios,
cambios que afectan profundamente sus vidas. “La novedad de estos cambios, a
diferencia de los ocurridos en otras épocas, es que tienen un alcance global que, con
diferencias y matices, afectan al mundo entero. Habitualmente se los caracteriza
como el fenómeno de la globalización”.... “Esta nueva escala mundial del fenómeno
humano trae consecuencias en todos los ámbitos de la vida social, impactando la
cultura, la economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y
también, naturalmente, la religión”. Como pastores de la Iglesia a los obispos les
interesa explorar cómo este fenómeno altera la vida de los pueblos y cómo repercute
en el sentido religioso y ético de las personas. (33-35). Aunque obtiene impacto en
toda la vida humana, los obispos se enfocan en dos dimensiones que sobresalen en
esta nueva cultura ‘global’, una económica y otra cultural.
a)
La dimensión económica
La cara más extendida y exitosa de la globalización, dice Aparecida, es su
dimensión económica, que se sobrepone y que condiciona a las otras dimensiones de
la vida humana. En la globalización, la dinámica del mercado tiende a instituir la
eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones
humanas. Este peculiar carácter dominante de la economía ‘libre’ hace de la
globalización un proceso promotor de inequidades y de injusticias múltiples.
Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la
globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos
de pocos.
Tal y como está configurada actualmente, observan los obispos, la globalización no
es capaz de interpretar y reaccionar en función de valores objetivos que se
encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida
humana: la verdad, la justicia, el amor, la dignidad y los derechos de todos, en
globalización y las respuestas que pueden darse desde el contexto latinoamericano por parte
de los comunicadores cristianos ya fue anticipado por el Secretario del anterior Servicio de
Comunicación Conjunto, antecesor de la OCLACC en Quito, Carlos Eduardo Cortés, 1998,
Latin American and the Caribbean: Evangelization for the Culture of Life, en: Sunderay,
Victor, ed. Pastoral Planning for Social Communication, Ed. Paulines; Montreal, 41-74.
4
La metodología no fue empleada desde el inicio de la conferencia de Aparecida. Ya antes
había sido abandonada en la IV conferencia de Santo Domingo. Por insistencia de la
mayoría de los conferencistas fue integrada en el documento final. Para la historia de esta
controversia, vea: Marins, José, 2007, El ir y venir del método "Ver-juzgar-actuar" en:
Colectivo Amerindia, Aparecida, Renacer de una esperanza, 54-59. Disponible en:
www.amerindiaenlared.org/biblioteca.
3
particular de aquellos que viven al margen del propio mercado. Porque una
globalización sin solidaridad afecta, sobre todo, a las poblaciones afectadas por la
pobreza y a los sectores más pobres de estas poblaciones (60-62).
La pobreza misma habrá que concebir en nuevos términos: ya no se trata
simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, como se solía concebir
desde el siglo XIX cuando se originó el socialismo en Europa, sino de algo nuevo:
de una exclusión social. Los excluidos no son solamente ‘explotados’ en el ámbito
del trabajo y de la economía, sino se les considera como elementos ‘sobrantes’ y
‘desechables’ en la nueva economía del consumo. Con ella queda afectada en su
misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues una importante parte
de la humanidad se queda afuera de la más esencial convivencia humana.
Como un elemento particular de estas nuevas expresiones de la pobreza se
mencionan la pobreza de conocimiento y la exclusión del uso y acceso a nuevas
tecnologías.
Frente a esta globalización los cristianos deberían promover “una globalización
diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los
derechos humanos”. La finalidad consiste en hacer “de América Latina y de El
Caribe no solo el Continente de la esperanza, sino también el Continente del amor”,
como lo propuso el papa Benedicto XVI en el Discurso Inaugural de la Conferencia
de Aparecida (DCA 62-65).
Los obispos se demuestran críticos de otros aspectos de la actual economía
internacional. Aducen que las instituciones financieras y las empresas
transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales y que
debilitan a los estados, estados que aparecen cada vez más impotentes para llevar
adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones. Se distancian de la
actual concentración de renta y riqueza que se produce principalmente por los
mecanismos del sistema financiero: “La libertad concedida a las inversiones
financieras favorece al capital especulativo, que no tiene incentivos para hacer
inversiones productivas a largo plazo, sino que busca el lucro inmediato en los
negocios con títulos públicos, monedas y derivados”.
El documento de Aparecida no condena a las empresas en si, es decir reconoce que
la actividad empresarial es buena y necesaria siempre cuando respeta la dignidad del
trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común. Constata, sin
embargo, que la pequeña y mediana empresa no tienen oportunidades para
desenvolverse por la imposición de las exigencias del mercado internacional y que
se necesita una política de protección específica de los estados frente a ellas, para
impedir que las economías de escala de los grandes consorcios terminen por
imponerse como única forma determinante del dinamismo económico (63, 66-69,
71-73, 122).
Con este diagnostico el documento de Aparecida crítica abiertamente a la política
neoliberal, aunque no menciona este término, que se impuso desde la época del
presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan y de la ministra presidente de
Inglaterra Margaret Tatcher y se cristalizó en el documento llamado ‘Consenso de
Washington’. Organizaciones internacionales de gran influencia como el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial encaminaron las recetas neoliberales de
4
libre comercio, principalmente la total apertura a los mercados y el empeño de
adelgazar al estado nacional. Aquel recetario a veces apoyó a grandes empresas
agrícolas e industrias y sus aliados comerciales que supieron exportar al exterior,
pero fue devastador para la mayoría pobre de las poblaciones en Latinoamérica
como en otras regiones ‘subdesarrolladas’.
Los pequeños campesinos mayoritariamente, pero también los artesanos y las
pequeñas empresas como los de cuero, de textil, de tecnología simple como cocinas
y refrigeradores, y más avanzada como el de ensamblaje de carros, por ejemplo, en
América Latina no lograron competir con los productos de los países desarrollados o
los que entraron desde otros países que supieron incorporarse a los industrializados.
Tenemos los ejemplos de Japón, Corea, Taiwán y recientemente China e India que,
hoy en día, están liderando la producción de una tecnología conveniente,
paradójicamente, por no haber seguido, en la mayoría de los casos, a los recetarios
del neoliberalismo y de haber protegido su incipiente industria mediante autoritarias
políticas de estado. Habrá que reconocer, sin embargo, que existen significativas
diferencias al interior de América Latina. Brasil, por ejemplo, es el gigante de
América Latina que sí supo crecer estas últimas décadas y Chile que es el modelo
ejemplar del éxito durante la época del predominio del neoliberalismo.
Es importante constatar que los obispos no niegan las debilidades de los estados
latinoamericanos en cuanto se refiere a sus desviaciones en autoritarismo, ineficacia
y corrupción (70, 74-77), pero que sí defienden al estado como instancia que puede
y debe impulsar al desarrollo económico y puede y debe distribuir la acumulación
de riqueza entre la población entera. En esta línea de pensamiento es consecuente
que también se oponen al capitalismo ‘volatil’ que invierte donde hay promesas de
ganancia, sin ninguna preocupación por las consecuencias de este tipo de
especulación por los países pobres y subdesarrollados y emergentes.
b)
La dimensión cultural
Aunque que la dimensión económica representa la cara más extendida y exitosa
de la globalización, los obispos en Aparecida adelantan la opinión que el nivel más
profundo del cambio de nuestra época se revele en la dimensión cultural que asoma
este fenómeno. Entre los aspectos positivos del cambio cultural introducido por la
globalización aparece el valor fundamental de la persona, de su conciencia, y su
búsqueda del sentido de la vida y de la trascendencia. Pero el énfasis de la nueva
cultura en la responsabilidad individual, valerosa como principio, necesita ser
evaluada en el particular contexto de la nueva sociedad de consumo. En sociedades
que pretenden promover el acceso a los bienes -bienes que constituyen elementos
básicos y esenciales para vivir como personas- se niega paradójicamente el acceso
de los mismos a las grandes mayorías.
Lo que hoy surge con gran fuerza, arguyen los obispos, es una sobre valoración de
la subjetividad individual que se expresa en un individualismo exagerado que tiende
a debilitar los vínculos comunitarios. Desde la subjetividad se propone una radical
transformación del tiempo y del espacio, dando un papel primordial a la
imaginación. Se olvida, sin embargo, de la preocupación por el bien común de todos
para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos. La ciencia y
la técnica, por su parte, puestas exclusivamente al servicio del mercado, con los
5
únicos criterios de la eficacia, la rentabilidad y lo funcional, crean una nueva visión
de la realidad, y un lenguaje, que se quiere imponer como una auténtica cultura. Se
verifica, según el documento, una especie de nueva colonización cultural por la
imposición de culturas artificiales, despreciando las culturas locales y tendiendo a
imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores. Esta nueva cultura se
caracteriza por la auto-referencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el
otro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente responsable (44-46, 52-54).
Aunque se percibe un fuerte elemento de condena del fenómeno de la globalización
como de la cultura que difunde, el documento de Aparecida reconoce, desde una
lectura creyente de la historia, la ambigüedad del actual proceso de globalización.
Por una parte, se va configurando una realidad global que hace posibles nuevos
modos de conocer, aprender y comunicarse, que nos coloca en contacto diario con la
diversidad del mundo entero y crea posibilidades para una unión y solidaridad más
estrechas a niveles regionales y a nivel mundial. Por otra parte, se generan nuevas
formas de empobrecimiento, exclusión e injusticia (523, 524).
La ambigüedad en el documento de Aparecida sobre la globalización es un reflejo
de las diferentes opiniones que se desencadenaron alrededor el fenómeno en las
Ciencias sociales y otros foros de debate. Científicos sociales divergen sobre como
interpretar su alcance y significado, con posiciones tan extremas que algunos suelen
calificar a la globalización como un proceso irreversible a quien nadie en el mundo
puede escapar, y otros condenan a esta convicción como una falacia y una ideología
que corresponde a una nueva estrategia de mantener la dominación económica,
política y cultural, por parte de los países ricos y desarrollados. Algunos estudios
opinan que la expansión de los contactos económicos, sociales y culturales que
evidenciamos, representa un factor positivo para el desenvolvimiento de las
sociedades y los procesos de democratización, otros estiman que es nefasto tanto
para la economía de los países, como para su configuración social y política y su
identidad cultural.
Es evidente que el documento de Aparecida vacila entre estas diferentes
interpretaciones de la globalización, tanto en el ámbito económico como político y
cultural. La iglesia y los cristianos en América Latina necesitan informarse sobre
estas diferentes interpretaciones hechas por estudiosos de las Ciencias Sociales. Y
necesitan, sobre todo, experimentar con, y evaluar las diferentes dimensiones de esta
nueva cultura global y la modernidad en que ya estamos inmersos. Veremos que el
documento de Aparecida confía una importante tarea a los comunicadores en esta
tarea de exploración de la nueva cultura global.
3)
Una nueva evangelización
En búsqueda de una respuesta los obispos en Aparecida se convencieron que la
única forma para enfrentar a estos nuevos desafíos de la cultura moderna y corregir
sus influencias perniciosas es que los cristianos del continente profundicen su fe
cristiana y sigan el camino de Jesús. Los cristianos, como los que integraban el
pueblo de Israel después de salir de la esclavitud de Egipto y de haber errado por el
desierto por 40 años, deben elegir entre los caminos que conducen a la vida o
caminos que conducen a la muerte (cf. Dt 30, 15). Necesitan escoger entre los ídolos
del poder, la riqueza y el placer efímero, los cuales terminan siendo una cultura que
6
perjudica al ser humano y al bien de los pueblos latinoamericanos, y se opone, por
consiguiente, a la plenitud de vida que Cristo nos ha traído. Cristo representa el
Camino, la Verdad y la Vida (DCA 22), y es él que nos obliga a distinguir entre los
caminos. Aunque Él invita a valorar las cosas y a progresar, también nos previene
sobre la obsesión por acumular: “No amontonen tesoros en esta tierra” (Mt 6, 19).
“¿De qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su vida?” (Mt 16, 26) (357)
Los obispos valoran la cultura cristiana de anteayer y la religiosidad popular, en
particular la devoción mariana (párrafo 6.1.3: 258-265), pero admiten que esta
preciosa tradición comienza a erosionarse y que no estará en condiciones de
responder a los nuevos desafíos de la cultura global (7,8, 37-39). La Iglesia necesita
una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y
en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Los obispos
encuentran el modelo ejemplar de esta renovación comunitaria en las primitivas
comunidades cristianas de las primeras iglesias (cf. Hch 2, 42-47), que supieron ir
buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las
circunstancias en que incursionaron. Como estas comunidades, debemos ponderar la
presencia de los valores del Reino de Dios en las culturas, recreándolas desde dentro
para contrarrestar y transformar las situaciones anti- evangélicas (357, 362, 369, 374
a, párrafo 7.1.4, 7.1.5)
El documento de Aparecida nos incentiva a que recobremos el valor y la audacia
apostólicos; con el Señor los obispos latinoamericanos nos exhortan: “no tengan
miedo” (Mt 28, 5). Es el Papa Benedicto XVI quien invita a esta “misión
evangelizadora que convoque todas las fuerzas vivas de este inmenso rebaño” que es
pueblo de Dios en América Latina y El Caribe. (14, 550, 552) 148. “No resistiría a
los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas
normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas..., a la repetición de
principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida
de los bautizados”.
La mayor amenaza para la iglesia “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la
Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe
se va desgastando y degenerando en mezquindad”. Todos somos llamados a ser
discípulos y misioneros de Jesucristo y a realizar la imagen de Jesucristo, el nuevo
Adán (cf. 1 Cor 15, 45). El gran desafío consiste en revitalizar nuestro modo de ser
católico y nuestras opciones personales por el Señor para que la fe cristiana arraigue
más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos
(10-14, 28).
El propósito del texto para iniciar una ‘Nueva Evangelización’ en el continente no
es tan nuevo, por ser un interés que se proclamó por parte de Juan Pablo II durante
su visita a Haití en 1983; desde aquel entonces ha sido un importante tema del
CELAM, sobre todo desde su 4ª Conferencia General en Santo Domingo en 1992.
El tema adquirió una dimensión importante en la Iglesia Católica por el cambio del
7
milenio y fue profundizada por Juan Pablo II en la exhortación apostólica Ecclesia
en América de 1999, después del sínodo de los obispos latinoamericanos en Roma5.
La dimensión novedosa de Aparecida es la de situar la propuesta de una nueva
evangelización en el contexto de la confrontación de América Latina con la cultura
global. Es evidente que los obispos están preocupados que América Latina, el
continente más representativo del catolicismo, puede encaminarse a una indiferencia
religiosa, o mejor dicho un eclecticismo religioso, como la protagonizada por los
países de la Europa occidental, donde las iglesias cristianas perdieron mucho de su
anterior influencia. No están ausentes otras preocupaciones, como las del avance de
las iglesias evangélicas en América Latina, pero podemos incluirles en el panorama
general de los desafíos del nuevo milenio y de la cultura global.
4)
La dignidad del hombre y la opción preferencial por los pobres
Dentro de la nueva evangelización y el seguimiento de Jesús como discípulo se
destaca la defensa de la vida y la opción preferencial por los pobres. En el
documento de Aparecida se conectan la concepción del hombre como imagen de
Dios, el derecho a y la defensa de la vida, y la opción por los pobres y excluidos.
La nueva evangelización debe ser fundamentada en el valor fundamental de la
persona, de su conciencia y experiencia, su búsqueda del sentido de la vida y de la
trascendencia. Es necesario presentar la persona humana como el centro de toda la
vida social y cultural; ella representa la dignidad de ser imagen y semejanza de Dios
y la vocación a ser hijos en el Hijo de Dios (28, 52, 104-113, 537, 480; párrafo.
7.1.4: 361-364). Como tal el ser humano es siempre sagrado, desde su concepción
hasta su muerte natural; en todas las circunstancias y condiciones de su vida. Y ante
cualquier agresión y exclusión, Jesús defiende los derechos de los débiles y la vida
digna de todo ser humano (112). Este tema que podemos definir como la opción
evangélica por los pobres encuentra un gran énfasis en el documento de Aparecida.
Aparecida nos presenta el encuentro con Jesucristo en los pobres como una
dimensión constitutiva de nuestra fe (Sobre todo: 291-298). De la contemplación del
rostro sufriente de Cristo y del encuentro con Él en los afligidos y marginados6,
cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela, debe surgir nuestra opción por ellos
(257). En otro apartado el documento expresa la misma imagen del rostro de
sufrimiento de Cristo7 en términos de una reflexión teológica, citando tanto al Papa
Juan Pablo II como a Benedicto XVI: Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el
rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”8. Por eso “la opción
preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se
5
Vea: Strotmann, Norberto, 2007, Teología y Pensamiento Social 4, Insituto de Teología
Pastoral “Fray Martín” de la Diócesis de Chosica; Lima. = Colección Pastoral, nº 6, 151153.
6
Algunos grupos y categorías de particular interés son mencionados en DCA 65 y en
parr.8.6.
7
Esta imagen ya fue muy explicita en anteriores conferencias generales, por ejemplo, en la
IVa Conferencia General del CELAM en Santo Domingo: “Los rostros sufrientes de los
pobres son rostros sufrientes de Cristo”: SD, 178; citado en: DCA, 393.
8
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Ecclesia in America, 67
8
ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza9. Esta opción nace
de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano
(cf. Hb 2, 11-12)” (392, 393).
Los obispos afirman, de forma solemne, que quieren ratificar y potenciar la opción
del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores10 a esta V
Conferencia (396). Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras
estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser
sacramento de amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos. Al mismo tiempo
los obispos prevén, que esta opción por los pobres corre el riesgo de quedarse en un
plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros
comportamientos y en nuestras decisiones. Por ello es necesario desarrollar una
actitud permanente que discierna a los pobres y a los nuevos rostros de la pobreza,
que se manifieste en opciones y gestos concretos y evite toda actitud paternalista.
(397; Párrafo 8.3: 391- 398, 402). Del Evangelio debemos aprender la sublime
lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre (cf. Lc 6, 20; 9, 58), y la de anunciar
el Evangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confianza en el dinero
ni en el poder de este mundo (cf. Lc 10, 4 ss ) (DCA 3011).
La opción por los pobres ha sido una preocupación de los teólogos que pertenecen a
la corriente de la teología de la liberación con representantes latinoamericanos como
Gustavo Gutiérrez, Juan Luís Segundo, Leonardo y Clodovis Boff y Jon Sobrino12.
Es interesante constatar que mientras varios representantes de esta corriente
teológica han sido amonestados por sus publicaciones por parte del Vaticano, su
preocupación en defender a los pobres ha sido reconocida como auténticamente
cristiana, y con las anteriores conferencias del CELAM, Aparecida, y demás
documentos magisteriales del Vaticano, incorporada a la enseñanza de la Iglesia
Católica. Seguramente el cambio del clima político mundial ocasionado por la caída
del muro de Berlín y el ocaso del socialismo aportó a esta nueva valoración de la
opción por los pobres. Con ello esta intuición básica de la fe cristiana se despegó de
sus connotaciones con la lucha de clases al estilo de la ideología marxista. En el
documento de Aparecida podemos resaltar su énfasis en la defensa de los pobres
como estrategia para evaluar y corregir a la nueva cultura global como creador de
desigualdades.
Las consecuencias de la importancia dada por el magisterio de la iglesia para el
mundo de la comunicación cristiana a la opción por los pobres todavía necesitan ser
exploradas. Podemos señalar, sin embargo, que si la búsqueda de verdad es una de
las tareas importantes de los comunicadores en general, en un mundo que privilegia
a la apariencia y el espectáculo que se comprueban útil para los representantes del
dinero y del poder, se les impone un criterio más a los comunicadores cristianos. Y
es la convicción evangélica que no existen verdades ni verdad sin tomar en cuenta a
9
Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI en la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, 3.
10
Medellín 14, 4-11; Documente de Puebla, 1134-1165; Santo Domingo, 178-181
11
Compare otros apartados del DCA, como son 27, 65, 110, 270, 139, 257, 345, 550.
12
Para una reciente publicación en miras a la conferencia de Aparecida por parte de esta
corriente de la teología, vea: Tejiendo redes de vida y esperanza. Cristianismo, sociedad y
profecía en América Latina y el Caribe, 2006, Amerindia; Bogotá,
9
los pobres y marginados. O para expresar este criterio de forma positiva, en forma
de una exigencia cristiana: los pobres y marginados representan la verdad en el
sentido que sus realidades apuntan a los verdaderos problemas de nuestro mundo,
como a la necesidad de resolverlos.
En este sentido 'la opción preferencial por los pobres' se transforma en una exigencia
del trabajo de los comunicadores cristianos; sin la cercanía a la realidad de los
desafortunados y sin la convivencia con los pobres nos desviaríamos de los
verdaderos desafíos de la comunicación cristiana. Los comunicadores deben estar
siempre conscientes de las desigualdades e incoherencias en los diversos ambientes
de la sociedad en que trabajan e investigan. Deben buscar y mantener el contacto
con las capas pobres de la población y los que viven al margen de la sociedad para
expresar sus opiniones, sentimientos y frustraciones, y para poder ver y corregir las
injusticias que acosan a nuestras sociedades.
5)
La Doctrina Social de la Iglesia y la sociedad en América Latina.
a)
La Doctrina Social de la Iglesia
Los principios de la defensa de la vida y la opción por los pobres como deber de
los cristianos deben iluminarse por la doctrina social de la iglesia. En esta doctrina,
a la que podemos incorporar la experiencia y la enseñanza contenida en las
Conferencias Generales de los obispos en América Latina, los cristianos encuentran
lineamientos para un análisis de nuestra actual sociedad, y para su intervención en
los problemas sociales. Lo que hoy diseñamos como ‘Doctrina Social’ es una
tradición milenaria de la Iglesia enraizada en el ejemplo del mismo Jesús y los
discípulos y apóstoles de las primeras iglesias que siempre se preocuparon por los
pobres y débiles, como eran los huérfanos, las viudas y los ancianos.
El nombre ‘Doctrina Social’ como tal se originó a finales del siglo XIX para
especificar y diferenciar la enseñanza de la iglesia como respuesta al surgimiento de
la clase obrera y las nuevas propuestas del socialismo y del comunismo. Desde
aquel entonces aparecieron diversos documentos e instrucciones por parte de la
iglesia alrededor de la ‘cuestión social’, es decir sobre asuntos económicos, sociales
y políticos que afectan a las poblaciones, que se siguen actualizando hasta el día de
hoy13 (compare DCA, 99 f). Si consideramos a la concepción del hombre como
imagen de Dios, el derecho a, y la defensa de la vida y la opción por los pobres
como principios cristianos para promover una vida digna para todos, podemos
ubicar a la doctrina social como un instrumento o metodología, fundamentado en
estos mismos principios, que nos apoya en la reflexión y alrededor como debemos
actuar en la sociedad.
El desafío de la globalización y el fuerte énfasis en la opción por los pobres y
marginados en el documento de Aparecida se traducen en la propuesta de una
renovada pastoral social para la promoción humana integral (8.4 399-405.) que se
haga presente en las nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los
13
Recientemente se publico el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Editado por
el Pontifico Consejo ‘Justicia y Paz’, Librería Editrice; Ciudad del Vaticano, 2005, 528 p.
10
grupos más vulnerables, donde la vida está más amenazada. Los obispos proponen
que se preste particular atención a las personas que viven en la calle en las grandes
urbes, a los migrantes, enfermos, adictos, y los que están detenidos en las cárceles,
(8.6, 407-430). Esa asistencia personal de la iglesia que puede, y a veces necesita,
desenvolverse en forma independiente de las decisiones políticas de la sociedad, o
de las sociedades, es sumamente importante, representa una cara de la pastoral
social. Su necesario complemento, sin embargo, consiste en elaborar "acciones
concretas que tengan incidencia en los Estados para la aprobación de políticas
sociales y económicas que atiendan las variadas necesidades de la población y que
conduzcan hacia un desarrollo sostenible" (399-403).
En el documento de Aparecida se resaltan dos principios importantes de la doctrina
social y que se refieren a la relación entre iglesia y política, e iglesia y economía
respectivamente. Afirma, con Juan Pablo II, que la Iglesia no tiene como tarea
propia emprender una batalla política, sin embargo, que tampoco puede ni debe
quedarse al margen de la lucha por la justicia. “Descubrimos así una ley profunda de
la realidad: la vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa.
Porque Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino también las
relaciones sociales entre los seres humanos” (546, 359. compare 539).
Para que nuestra casa común, América Latina, sea un continente de la esperanza, del
amor, de la vida y de la paz hay que ir, como buenos samaritanos, al encuentro de
las necesidades de los pobres y los que sufren, y nos urge crear “las estructuras
justas que son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la
sociedad…” Estas estructuras, indica el Papa Benedicto XVI, “no nacen ni
funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y
sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra
el interés personal”… Este consenso moral y el cambio de estructuras son
importantes para disminuir la hiriente inequidad del continente, y debería realizarse
a través de políticas públicas y gastos sociales bien orientados, así como del control
de lucros desproporcionados de grandes empresas (537).
Con relación a la economía y la actividad empresarial Aparecida señala que, en
concordancia con la Doctrina Social de la Iglesia, el objeto de la economía es la
formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no sólo
cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado
al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja.
La empresa está llamada a prestar una contribución mayor en la sociedad,
asumiendo su responsabilidad social-empresarial desde esa perspectiva (69).
b)
Prioridades sociales y políticas en América Latina
Desde estos principios del bien común y de la justicia que deben regir en la
convivencia política y económica, se derivan una diversidad de tareas para los
cristianos en América Latina y el Caribe que se detallan en el capítulo 8, aunque se
los ubica en diferentes apartados del documento de Aparecida.
Los obispos llaman la atención a la calidad de las instituciones del estado y de la
democracia. Señalan el recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el
Estado, que involucra a los poderes legislativos y ejecutivos en todos sus niveles, y
11
también al sistema judicial, donde el juicio se inclina a menudo a favor de los
poderosos, generando la impunidad para los que pueden pagarla. Es alarmante el
nivel de la corrupción en las economías donde está envuelto tanto el sector público
como el sector privado. Todos estos abusos reflejan que no puede haber democracia
verdadera y estable sin justicia social, sin división real de poderes y sin la vigencia
del estado de derecho.
Existen formas de regresión autoritaria en el continente, que, aunque instituida por
vía democrática, la derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica, según
la opinión de los obispos, que tampoco es suficiente instituir una democracia
puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino
que lo que se necesita consiste en una democracia participativa fundamentada en la
promoción y respeto de los derechos humanos. Constatan, con cierta satisfacción,
que con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos
actores sociales, como son los indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los
profesionales, una extendida clase media y los sectores marginados organizados, se
está fortaleciendo esta democracia participativa (74-79). Una importante conclusión
de esta exposición de Aparecida es que fortalecer a la Sociedad Civil o incentivar a
la ciudadanía se destaca como una de las más importantes tareas de los cristianos en
América Latina.
El documento de Aparecida señala que el CELAM tiene una responsabilidad en
formar a los cristianos y sensibilizarlos respecto a los grandes problemas de la
justicia nacional e internacional. Quiere promover la participación de la sociedad
civil para la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política. Los
obispos incentivan que los creyentes se forman en la ética cristiana que se propone
perseguir el bien común, la creación de oportunidades para todos, la lucha contra la
corrupción y la vigencia de los derechos laborales y sindicales. Proponen que los
cristianos deben trabajar por el bien común global, lo cual equivaldría a promover
una justa regulación de la economía, de las finanzas y del comercio mundial. Para
ello es urgente proseguir en el desendeudamiento externo de nuestros países para
favorecer las inversiones en desarrollo y en el ámbito social y que se examinen
atentamente los Tratados intergubernamentales y otras negociaciones respecto del
libre comercio. (406, 541).
Hay otras tareas más que atañen a la vida pública y política, como son la
proclamación de la cultura de la vida, que implica la defensa de la vida que está
indefensa, con temas como el aborto y la eutanasia, (párrafo 9.7: 464-469) y el
cuidado del medio ambiente, la obra creadora que el Dios de la vida encomendó al
ser humano para que “la cultivara y la guardara” (Genesis, 2, 15) (470, párrafos
2.1.4, 83-87; y 9.8: 470-475).
Podemos señalar algunos importantes vacíos y problemas en el documento de
Aparecida en lo que se refiere a los desafíos de la dimensión social y política de la
iglesia en América Latina. Donde el documento habla de la presencia y de la
emancipación de las mujeres en la sociedad moderna nos haría falta una
profundización alrededor de la presencia y la emancipación de las mujeres en la
iglesia (Párrafo 9.5: 451-458 sobre la dignidad y participación de las mujeres). El
único pronunciamiento que se refiere a la presencia de la mujer en la iglesia católica
lo encontramos en 458 b, y se refiere a que se debe "garantizar la efectiva presencia
12
de la mujer en los ministerios que en la Iglesia son confiados a los laicos, así como
también en las instancias de planificación y decisión pastorales, valorando su
aporte". Es valioso hacerlo pero con ello no se puede y ni se debe evitar el necesario
debate alrededor de la presencia de la mujer en las cúpulas de las decisiones de la
iglesia y su idoneidad para ser ordenada como diácono permanente y sacerdote.
Otro tema apto para la discusión es la improbable y poca práctica separación en la
iglesia entre tareas magisteriales y pastorales como el dominio propio de los
ordenados y en tareas sociales y políticas que deben ser ejecutadas por los no
ordenados, o laicos (100 C, 174, 209-212, 215, 280 D, 406, por ejemplo). Es una
equivocación pensar que los ordenados están actuando desde un vacío social o
político en cuanto ocupan un espacio eclesial, como la imagen inversa que los laicos
tan solo se mueven en 'el mundo', el mundo social y político, sin participar en la
tarea pastoral de la iglesia.
Aquella separación es contradictoria si consideramos que los laicos "están
incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de
las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey" (209, 157). No se puede negar la
oportunidad de la prescripción eclesial que los ordenados no pueden participar
directamente en la política partidista, pero este lineamiento se entiende mejor en este
sentido que la dedicación principal del sacerdote y del religioso/a debiese
concentrarse en el testimonio y la proclamación del evangelio y, por ende, en la
construcción de la iglesia. Por lo general, sin embargo, Aparecida nos presenta un
panorama bastante completo del necesario cuidado de las dimensiones ecológicas,
económicas y políticas de la vida por parte de los cristianos.
Es evidente que la doctrina social y la sumatoria de tareas sociales que de ella se
deriven en nuestro contexto particular de América Latina tiene particular
importancia para los cristianos que están trabajando en el mundo de la
comunicación. Si fortalecer a la Sociedad Civil y incentivar a la ciudadanía se
considera como una de las más importantes tareas de los cristianos en América
Latina, se infiere que los comunicadores como gremio tendrían un papel de primera
en esta tarea de informar y de educar a la opinión pública. Los comunicadores
cristianos deberían enterarse tanto de los lineamientos de la Doctrina Social de la
Iglesia como que necesitan profundizar en el estudio y el análisis de los problemas y
desafíos actuales de las sociedades latinoamericanas.
Su mirada no puede limitarse al contexto local de sus países de origen ni al más
amplio contexto latinoamericano, sino se les impone la necesidad de investigar e
indagar en los enlaces de su contexto local y continental con el contexto global o
internacional. En la práctica estas exigencias que se deriven para la comunicación
cristiana solo se realizarán en un trabajo de especialización periodística y de una
optimización del intercambio de los resultados de investigación entre los
comunicadores.
6)
El debate alrededor la cultura en el documento de Aparecida
a)
El encuentro entre el evangelio y las culturas
13
Otro enfoque para evaluar la presencia de la iglesia en la sociedad consiste en
revisar la forma en que ella y su evangelio se insertan dentro de la cultura. La
inserción de la iglesia en la cultura abarca todos los desafíos que se le presentan en
la interacción entre las dos entidades, evangelio y cultura, no tan solo la presencia de
la iglesia en los ámbitos culturales de la sociedad, sino también su respuesta a los
problemas de la justicia, de la pobreza, que ya abordamos en los párrafos anteriores.
Aunque la dimensión social que detallamos en los anteriores párrafos es de suma
importancia, no puede ni debe ser la única perspectiva que nos apoye a iluminar el
porvenir de la iglesia. La perspectiva de la vida cultural es tan importante para el
evangelio como lo es la perspectiva social14.
Llama la atención que el documento de Aparecida no incorpora al tema de la
‘inculturización’ como uno de los ejes principales de su reflexión, un tema en que se
produce una discontinuidad con la anterior conferencia del CELAM en 1992 en
Santo Domingo15. La importancia que los obispos dan a la dimensión de la cultura,
tanto a las culturas en América Latina como al discernimiento del impacto de la
nueva cultura que se deriva de la globalización, hubiese requerido una mayor
elaboración de este tema. Otra razón para explorar el tema es que ha sido debatido
en los foros de teología de todos los continentes en estas últimas décadas (Vea el
anexo de este documento para una visión sobre este tema). Aunque el documento no
habla en forma más profunda de la 'inculturación', sí se refiere a esta cuestión en los
apartados en que aborda el tema de la cultura. Resumiré brevemente estos apartados
para concluir con algunas consideraciones alrededor del significado de esta
discusión alrededor de la cultura y la iglesia para la misión de los comunicadores
cristianos.
El documento conclusivo habla en forma más explícita sobre el tema de la cultura en
el capítulo 10, intitulado ‘nuestros pueblos y la cultura’. La introducción a este
capítulo podemos considerar como un resumen de la percepción de la dimensión de
la cultura por parte de los obispos reunidos en Aparecida. En estos primeros
párrafos (476-479) los obispos nos comunican que el encuentro de la fe con las
culturas les purifica, y que este encuentro permite que las culturas se enriquezcan y
que sus virtualidades se desarrollen. Con la inculturación de la fe, la iglesia, por su
parte, se enriquece con nuevas expresiones y valores, manifestando y celebrando
14
Unas de las fuertes y justificadas críticas a la teología de la liberación latinoamericana y
su implementación del principio de 'la opción por los pobres' vino, desde los años ochenta,
del lado de los teólogos y cristianos de la África y de la Asia. Reclamaron que los
latinoamericanos no demostraron el necesario interés por la dimensión de la cultura y del
encuentro entre las religiones, ni por la cultura y la religión de los mismos pobres en
América Latina, problemas prioritarios con que se vieron enfrentados los cristianos
africanos y asiáticos. Compare: Torres, Sergio; Eagleson, John, 1982 (1981 1a), The
challenge of Basic Christian Communities, Orbis Books; Maryknoll, 79-170, 209-255;
Fabella, Virginia; Torres, S., 1983, Irruption of the Third world. Challenge to theology,
Orbis Books, Maryknoll.
15
En el documento se menciona el término en los párrafos 4, 94 y 479 pero no encontramos
una mayor elaboración sobre su significado ni sobre su aplicación en el contexto
latinoamericano. Es un gran contraste con la anterior conferencia del CELAM en 1992 en
Santo Domingo, donde el tema de la inculturación ocupó un espacio de primer
orden.Compare: Documento Final de Santo Domingo: 13, 31, 32, 33, 36, 49, 53, 55, 58, 84,
87, 102, 128, 177, 229, 230, 243, 248, 250, 253, 254,256, 271.
14
cada vez mejor el misterio de Cristo. Por este procedimiento (¿o método?) logra, por
lo demás, unir más intensamente la fe con la vida para contribuir así a una
catolicidad más plena tanto en el ámbito geográfico como cultural.
Los obispos señalan que la anterior síntesis entre la fe cristiana y el patrimonio
cultural latinoamericano y caribeño se ve confrontado con la actual cultura global,
que se está presentando con luces y sombras. Ya constatamos la ambivalencia del
discurso del documento de Aparecida alrededor esta nueva cultura en un anterior
párrafo de este ensayo dedicado a la globalización. En este apartado del texto de
Aparecida los obispos se expresan con mayor claridad alrededor de esta
ambivalencia al evaluar la nueva cultura global. Debemos considerar a la nueva
cultura con empatía para entenderla, pero también con una postura crítica para
descubrir lo que en ella es fruto de la limitación humana y del pecado. Muchos
católicos se encuentran desorientados frente a este cambio cultural y le compete a la
iglesia denunciar claramente a los modelos antropológicos incompatibles con la
naturaleza y dignidad del hombre.
Pero al mismo tiempo los obispos constatan que el anuncio del Evangelio no puede
prescindir de la actual cultura 'global'. Esta debe ser conocida, evaluada y, en cierto
sentido, asumida por la Iglesia. Solamente así -se entiende: en esta confrontación y
el intercambio con las culturas- la fe cristiana podrá aparecer como realidad
pertinente y significativa de salvación. Al mismo tiempo la fe deberá engendrar
modelos culturales alternativos para la sociedad actual. Los cristianos, con los
talentos que han recibido, deberán ser creativos en sus campos de actuación: en el
mundo de la cultura, de la política, de la opinión pública, del arte y de la ciencia
(479, 480).
Los obispos son positivos respecto al valor del catolicismo de anteayer y de la
religión popular que siguen siendo importantes elementos de la cultura en América
Latina, pero temen que esta preciosa tradición comience a erosionarse por la
incursión de la nueva cultura global, una cultura que se beneficia de los medios de
comunicación. Constatan que “nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de
una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado” (127, 38, 39). Lo
mismo señalan los obispos con relación a las otras culturas con que se suele asociar
e identificar a América Latina: la cultura indígena y la de los afro-descendientes.
Todas ellas coexisten en condiciones desiguales con la nueva cultura global y están
siendo modificadas por ella.
El documento conclusivo opina que la iglesia debe asumir y defender a la diversidad
cultural del continente, que es un imperativo del actual momento en que el discurso
global pretende uniformar a las culturas (56-59). Una atención especial se dedica a
los indígenas y afro-descendientes. Se reconoce y resalta la importancia de estas
poblaciones y sus culturas en el seno de las sociedades latinoamericanas (88-97) y
se les promete una especial atención y protección al acompañarles en el
fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias y la defensa de sus
derechos, como los derechos al territorio y a la educación intercultural bilingüe
(529-533)
Un tema importante si hablamos del encuentro entre el evangelio y la cultura es el
contacto con las otras iglesias cristianas y las otras religiones. El documento de
15
Aparecida no aporta mayormente a estos temas que subsume en un apartado
alrededor del ecumenismo y del dialogo interreligioso. Aquello parece ser una con
omisión si consideramos la fuerte presencia de otras iglesias en América Latina, en
su mayoría protestantes, porque si hablamos de la Nueva Evangelización frente al
desafío de la nueva cultura global, se puede suponer que tenemos mucho que
compartir e intercambiar con ellas (227-234)16. En lo que se refiere al diálogo
interreligioso los obispos se reducen a hablar de las religiones monoteístas, el Islam
y el Judaísmo, como los únicos referentes (239), y omiten mencionar a la religión
indígena y afro-americana que ganaron importantes espacios en las sociedades
latinoamericanas en estas últimas décadas (235-239).
b)
Una nueva pastoral centrada en la ciudad
La cultura urbana es el ámbito propicio del impacto de la nueva cultura global,
es híbrida, dinámica y cambiante, amalgama a múltiples formas, valores y estilos de
vida, y afecta a todas las colectividades. El documento de Aparecida se refiere,
además, a una cultura suburbana como fruto de grandes migraciones de poblaciones
pobres, que se asentaron alrededor de las ciudades en los cinturones de miseria. En
estas culturas los problemas alrededor de la identidad y la pertenencia, las
relaciones, el espacio vital y el hogar resultan ser cada vez más complejos (58, 59).
En la ciudad conviven diferentes categorías sociales tales como las elites
económicas, sociales y políticas; la clase media con sus diferentes niveles y la gran
multitud de los pobres. Y en la ciudad coexisten binomios que la desafían
cotidianamente: binomios o contradicciones entre tradición y modernidad,
globalidad y particularidad, inclusión y exclusión, personalización y
despersonalización, entre lenguaje secular y lenguaje religioso, homogeneidad y
pluralidad, cultura urbana y pluriculturalismo (509-512).
La ciudad se ha convertido en el lugar propio de las nuevas culturas que se están
gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología. Las grandes
ciudades son laboratorios de la cultura contemporánea que se caracteriza por ser
compleja y plural. Esta mentalidad urbana se extiende e influye también al mismo
mundo rural. Por esta razón la V Conferencia propone y recomienda una nueva
pastoral urbana que sea capaz de atender a las variadas y complejas categorías
sociales, económicas, políticas y culturales de los pobres, de la clase media y las
elites. A esta pastoral se le encarga abrirse a las nuevas experiencias, estilos y
lenguajes que allá existen para poder encarnar el Evangelio en la ciudad, y para
fomentar una pastoral de la acogida a los que llegan a la ciudad. Necesita brindar
atención especial al mundo del sufrimiento urbano, es decir, que debe cuidar de los
que han caído a lo largo del camino y a los que se encuentran en los hospitales, a los
encarcelados y excluidos (509-519, 517).
Una parte de la población con que la iglesia perdió sus contactos son los jóvenes.
Los obispos reconocen que la iglesia persistió en lenguajes poco significativos para
la cultura actual y para los jóvenes en particular. Muchas veces los lenguajes
16
Para una lúcida exposición alrededor del contexto de las denominaciones cristianas, los
que ya no quieren pertenecer a una religión, y el catolicismo en América Latina y en Brasil,
vea: Beozzo, Oscar, 2006, El cristianismo en América Latina y el Caribe, en: Colectivo
Amerindia, 2006, 187-218.
16
utilizados en la pastoral, parecieran no tener en cuenta la mutación de los códigos
existencialmente relevantes en las sociedades influenciadas por la postmodernidad,
y marcadas por un amplio pluralismo social y cultural. Los jóvenes son los
precursores de la nueva cultura y de los ‘nuevos lenguajes’ de la globalización y
representan la mitad de la población del continente. Por tal razón merecerían más
atención de la que se les brinda en el documento de Aparecida. (100 d, 442-463).
El documento de Aparecida constata que el cristiano de hoy no se encuentra más en
la primera línea de la producción cultural, sino que recibe su influencia y sus
impactos de la cultura contemporánea que se caracteriza por ser compleja y plural
(509). La realidad actual de nuestro continente pone de manifiesto que hay “una
notable ausencia en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e
iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad. La vocación fundamental de
la Iglesia en este sector es intentar formar las conciencias, de ser abogada de la
justicia y de la verdad, y de educar en las virtudes individuales y políticas (502, 508,
518 j). Aparecida exige de los cristianos que se empeñan como discípulos y
misioneros en la vida pública (10.5) y que se presenten en los nuevos areópagos y
centros de decisión de nuestras sociedades (10.4, 491, 517, 518). Los discípulos y
misioneros de Cristo deben iluminar todos los ámbitos de la vida social con la luz
del Evangelio.
La misma opción preferencial por los pobres exige una pastoral que esté atenta a los
constructores de la sociedad. Si muchas de las estructuras actuales generan pobreza,
se debe en parte a la falta de fidelidad a sus compromisos evangélicos de cristianos
con especiales responsabilidades políticas, económicas y culturales (501-508). Los
obispos demuestran un gran interés por el diálogo entre la fe y las ciencias que en la
universidad católica debería ocupar un destacado papel (494, 495, 498, 509). Y para
resaltar el arte, señalan que Dios no es sólo la suma Verdad. Él representa también a
la suma Bondad y a la suprema Belleza. Por eso, la iglesia y la sociedad tiene
necesidad de artistas, de la misma manera como necesita de científicos, técnicos,
trabajadores, especialistas, testigos de la fe, profesores, padres y madres (496, 499,
518 L). Lo que resulta ser un incentivo para el trabajo de nuestros productores,
cineastas y artistas de inspiración cristiana.
Si juntamos los diferentes componentes que conforman el tejido del intercambio
entre evangelio y cultura en el documento de Aparecida, podemos destacar el deseo
de los obispos en defender el patrimonio de la diversidad cultural en América
Latina. Las culturas tradicionales representadas por la religión popular y el
catolicismo asociado a la tradición, la cultura mestiza, campesina, indígena y afroamericana, resultan ser vulnerables y la iglesia católica se siente responsable en
defenderles ante el impacto de la nueva cultura global. Al mismo tiempo la iglesia
reconoce la necesidad de aprender de la nueva cultura global y del laboratorio de
encuentros culturales de las ciudades donde hoy en día se concentra la mayoría de la
población en América Latina. Los obispos lo estiman una prioridad que los católicos
asuman su misión como discípulos y misioneros en la vida pública y que estén
presentes en los areópagos de la política y de la cultura donde se concentran los
debates y donde maduran las decisiones que determinan el futuro de nuestras
sociedades.
17
Si traducimos estas reflexiones a nivel de las tareas de evangelización de los
comunicadores cristianos, podemos concluir que estas no se pueden limitar al apoyo
que deben brindar en el ámbito social desde la opción por los pobres y los excluidos.
Vimos en el apartado anterior que el documento de Aparecida también les exige que
contribuyan a la formación de la ciudadanía y de la política. En este apartado
alrededor se les amplía esta misión formativa de los comunicadores en el sentido
que se les encomienda que aporten de forma creativa a los debates en los centros de
decisión donde se moldea el futuro de nuestras sociedades. Ni con ello se acaban sus
responsabilidades porque en el ámbito propiamente cultural deben explorar y
analizar la nueva cultura global como al intercambio entre esta cultura y las culturas
que ya existían en América Latina.
Por fin señalamos que Aparecida da un incentivo particular a los creadores y
artistas, pensamos en los actores, productores y directores, de radio, de video y de
películas a que con sus creaciones aporten a una espiritualidad cristiana. Muchas
veces no tomamos en serio esta dimensión de la comunicación, pero lo que
calificamos como 'diversión' es un área de trabajo serio en que se forman las
conciencias y las personas. La radio, la televisión, las películas, el video y el Internet
no son tan solo importantes medios de información, sino también importantes
medios para la educación y la formación en valores. Nos presentan conocimientos
que antes solo se podían transmitir por medio de la narración, los libros, las
novelas, el teatro y la música; nos proponen formas de interpretar a nuestro mundo
y, al mismo tiempo, estilos de vida con que nos podemos identificar. Puede ser que
no estemos de acuerdo con estas propuestas alrededor de nuestro mundo y nuestras
vidas, pero aun cuando les rechazamos siempre influirán y determinarán la
trayectoria que define nuestras historias y nuestras identidades17.
7)
Los medios de Comunicación Social y el papel de los comunicadores
Como anuncié al comienzo de este ensayo, he preferido explorar el conjunto del
documento de Aparecida para poder abarcar el abanico de los desafíos de los
cristianos con relación a la Nueva Evangelización propuesta por los obispos
latinoamericanos, porque de cada uno de ellos se derivan tareas particulares que se
entretejen como una exposición de la responsabilidad de los comunicadores. Ahora,
sin embargo, llegó el momento para dedicarnos a los apartados donde Aparecida nos
habla del papel propio de los representantes de la comunicación cristiana.
La importancia de la incidencia de los medios de comunicación y las nuevas
tecnologías que las dinamizan es un tenor del documento. Ya al inicio, cuando
introducen el tema de la nueva cultura global, los obispos comentan que los medios
de comunicación han invadido todos los espacios y todas las conversaciones hasta la
intimidad del hogar. Señalan que los nuevos lenguajes del dominio técnico no
siempre revelan el sentido divino de la vida humana redimida en Cristo sino que
17
De las conferencias de Adela Cortina, Jesús Martín Barbero y Rosa María Alfaro, y otras
ponencias más presentadas en el Tercer Congreso Latinoamericano y Caribeño de
Comunicación, en octubre 2007 en la ciudad de Loja, Ecuador, podemos derivar que nos
urge reevaluar la influencia y el impacto del entretenimiento y de la diversión como
dimensión integral de la comunicación: http://www.comlac.org/index.php5?seccion=5
18
también ocurre que lo ocultan. (39, 35) Y proponen que se desarrolle la pastoral de
la comunicación social, y que la iglesia cuente con más medios para la
evangelización de la cultura, contrarrestando en parte a grupos (religiosos) que
ganan constantemente adeptos usando a estos medios. (99 F).
El apartado en qué los obispos hablan explícitamente alrededor el papel del
comunicador está el párrafo 10.3 (484-490) que se intitula ‘pastoral de la
comunicación social’.
“La revolución tecnológica y los procesos de globalización conforman el mundo
actual como una gran cultura mediática. Esto implica una capacidad para reconocer
los nuevos lenguajes, que pueden ayudar a una mayor humanización global. Estos
nuevos lenguajes configuran un elemento articulador de los cambios en la
sociedad”. Los obispos citan a las palabras de papa Pablo VI en su exhortación
apostólica Evangelii Nuntiandi de 1975, y al Discurso inaugural de Juan Pablo II en
la IV Conferencia del CELAM en Santo Domingo (1992): “En nuestro siglo tan
influenciado por los medios de comunicación social, el primer anuncio, la catequesis
o el ulterior ahondamiento de la fe, no pueden prescindir de esos medios”. “Puestos
al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad de extender casi sin límites el
campo de audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a
millones de personas. La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos
poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más” (484,
485).
En base de esta declaración de la importancia de la comunicación cristiana se
definen algunas políticas bien concretas en el párrafo 486. Los obispos se
comprometen acompañar a los comunicadores, en el sentido de:
a) Conocer y valorar esta nueva cultura de la comunicación.
b) Promover la formación profesional en la cultura de la comunicación de todos los
agentes (pastorales) y creyentes.
c) Formar comunicadores profesionales competentes y comprometidos con los
valores humanos y cristianos en la transformación evangélica de la sociedad, con
particular atención a los propietarios, directores, programadores, periodistas y
locutores.
d) Apoyar y optimizar, por parte de la Iglesia, la creación de medios de
comunicación social propios, tanto en los sectores televisivo y radial, como en los
sitios de Internet y en los medios impresos.
e) Estar presente en los medios de comunicación social: prensa, radio y TV, cine
digital, sitios de Internet, foros y tantos otros sistemas para introducir en ellos el
misterio de Cristo.
h) Suscitar leyes para promover una nueva cultura que proteja a los niños, jóvenes y
a las personas más vulnerables, para que la comunicación no conculque los valores
y, en cambio, cree criterios válidos de discernimiento.
i) Desarrollar una política de comunicación capaz de ayudar, tanto las pastorales de
comunicación como los medios de comunicación de inspiración católica, a encontrar
su lugar en la misión evangelizadora de la Iglesia.
Párrafos 487 a 490 se dedican al uso del Internet, y parece lógico que extendamos
estas recomendaciones a las demás tecnologías que están revolucionando la
comunicación. Citando de nuevo a Juan Pablo II, se propone que:
19
“La Internet, vista dentro del panorama de la comunicación social, debe ser
entendida en la línea ya proclamada en el Concilio Vaticano II como una de las
“maravillosas invenciones de la técnica”18. “Para la Iglesia, el nuevo mundo del
espacio cibernético es una exhortación a la gran aventura de la utilización de su
potencial para proclamar el mensaje evangélico. Este desafío está en el centro de lo
que significa, al inicio del milenio, seguir el mandato del Señor, de “avanzar”: Duc
in altum! (Lc 5,4)”19.
La Iglesia quiere acercarse a los nuevos medios de comunicación con la confianza
que brilla en estas palabras de los papas Pablo XVI y Juan Pablo II, pero también
con realismo. Como otros instrumentos de comunicación, el Internet es un medio y
no un fin en sí mismo. Puede ofrecer magníficas oportunidades de evangelización, si
se maneja con competencia y una clara conciencia de sus fortalezas y debilidades.
Por fin (490) el documento señala la desigualdad existente en la distribución y el
uso de estos nuevos instrumentos de comunicación, como la exclusión digital, y
sugiere que las parroquias, comunidades, centros culturales e instituciones
educacionales católicas podrían ser estimuladoras de la creación de puntos de red y
salas digitales para poder promover la inclusión.
Una sencilla lectura y resumen del párrafo dedicado a la Comunicación Social nos
puede inducir en el error de pensar que lo único que se espera de los comunicadores
sea conocer las nuevas tecnologías y ponerlas al servicio para la proclamación del
evangelio por parte del Magisterio. Pero estas dos exigencias son mucho más
profundas de lo que, a primera lectura, parecen.
Por comenzar debemos resaltar que conocer las nuevas tecnologías está íntimamente
asociado con la exploración de los significados de la nueva cultura global. Los
comunicadores están trabajando en el espacio que representa uno de los nexos más
importantes, sino el nexo más importante, de la difusión de esta nueva cultura. El
espacio de la comunicación abarca una amplitud de medios como la prensa escrita,
radio y televisión, y las múltiples dimensiones de la Web, que se ha transformado en
el primer almacén de informaciones y de la educación y que se está transformando
en la principal plataforma del entretenimiento y diversión a escala mundial. Y la
Conferencia de Aparecida confiere una particular responsabilidad a los
representantes de la comunicación cristiana de explorar tanto el valor de estas
nuevas tecnologías como de la nueva cultura que difunden.
La segunda exigencia a los comunicadores por parte del Documento de Aparecida
les sitúa como personas que pueden difundir el evangelio mediante los nuevos
medios de comunicación y de la informática. La difusión del evangelio la podemos
entender como una tarea de difusión de la enseñanza del magisterio, que por seguro
está entre las tareas de la comunicación cristiana. Pero esta interpretación limitará el
alcance de lo que debemos considerar como evangelización. Si tomamos en serio el
mensaje de los obispos reunidos en Aparecida les importa ante todo "formar
comunicadores profesionales competentes y comprometidos con los valores
18
Inter Mirifica, n.1.
JUAN PABLO II, Mensaje para la 36º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales,
Internet: un nuevo fuero para la proclamación del Evangelio, n.2, 12 de mayo de 2002.
19
20
humanos y cristianos en la transformación evangélica de la sociedad" (486 C), es
decir, a comunicadores que saben traducir las exigencias del evangelio en el ámbito
de la sociedad.
Profundizar nuestra fe para ser un verdadero discípulo de Jesús, el anhelo central
que nos encarga Aparecida, implica toda la escala de conocimientos y destrezas que
hemos ido detallando en el transcurso de este ensayo: la opción por y la cercanía a
los pobres, el análisis de la realidad a partir de la doctrina social, la formación de los
ciudadanos, la participación e incidencia en los centros de discusión y de decisión de
nuestras sociedades, la exploración de las diferentes culturas, religiones e ideologías
y su evaluación desde la perspectiva de la fe cristiana. Es tan solo desde esta
amplitud de su interpretación que podemos resumir las tareas de los comunicadores
como 'conocer las nuevas tecnologías y ponerlas al servicio para la proclamación del
evangelio'.
8)
Conclusiones
Nuestro recorrido por los diferentes contenidos del Documento de Aparecida nos
hizo concluir que el papel de los comunicadores cristianos, es mucho más amplio
que lo que se puede deducir de una primera lectura del párrafo 10.3, dedicado
específicamente a la Comunicación Social. El documento conclusivo nos incita a dar
una más amplia interpretación a los deberes de los comunicadores que se expresan
allí, es decir aportar en habilitar a las nuevas tecnologías para poder proclamar el
Evangelio. La misión propia de los comunicadores obliga a presentarse ante los
desafíos del nuevo milenio y adueñarse de las destrezas que los cristianos
latinoamericanos necesitan adquirir para poder enfrentarlos. Lo que importa para la
preparación de los católicos en general adquiere aún más validez para los
representantes de la comunicación, por el crucial y estratégico papel que esta última
ocupa en la sociedad.
El advenimiento de la nueva cultura global y sus impactos, tanto en la economía
como en la cultura, la necesidad de una nueva evangelización, la defensa de la vida,
la opción por los pobres, la evaluación de las necesidades en el ámbito social y
político desde la doctrina social de la iglesia y el discernimiento de los aportes de las
culturas, religiones e ideologías desde la fe, era mi argumento, son importantes
elementos que la Conferencia de Aparecida aporta para reconsiderar la misión de los
comunicadores cristianos.
Si partimos de esta interpretación de sus responsabilidades podemos señalar que los
comunicadores deben debatirse con una gran diversidad de problemas. Son
responsables de profundizar en los complicados temas de la economía, de la
pobreza, de la exclusión, de la injusticia y de la democracia que afligen a los países
latinoamericanos. Necesitan adentrarse en los cambios en la cultura y cómo estos
afectan a las poblaciones, y les urge presentarse ante las discusiones éticas, políticas,
ideológicas y religiosas de los areópagos de decisión de nuestras sociedades. Por fin
deben ser capaces de presentar estos debates a nivel mediático, tanto para públicos
más educados como para públicos populares, con nuevos lenguajes y tecnologías.
Un problema para los comunicadores es como deben prepararse para tareas tan
exigentes, tanto en el ámbito intelectual y emocional como a la altura de su fe. Los
21
comunicadores necesitan encontrar una división de trabajo que les permita, por una
parte, una formación general desde la fe, y por otra parte una especialización ante
los múltiples desafíos que se presentan en nuestras naciones; naciones que ya se
encuentran involucradas en la dinámica de una nueva cultura global. Una dimensión
importante en esta división de trabajo es la de la investigación del contexto
cambiante de la comunicación.
América Latina tiene una multitud de facultades de comunicación pero solo algunos
valiosos centros de estudio, a menudo afuera de las universidades, se han dedicado a
la investigación de la nueva realidad de la comunicación. Las formas de intercambio
entre los comunicadores especialistas y ‘generalistas’, y entre comunicadores y sus
públicos merecen particular atención para poder promover una autentica
comunicación cristiana. Una comunicación que estará empeñada en promover la
comunión entre las personas, las clases, las razas, los géneros, las naciones, el medio
ambiente, y las iglesias; una comunicación para la comunión20.
La posesión de medios alternativos de comunicación, como lo propone el
documento de Aparecida, representa un importante requisito para poder responder a
la acumulación de los medios de comunicación en manos de pocos adinerados y
para poder cuestionar a una prensa que tan solo se mueve por audiencias y ganancia.
Pero más allá de la posesión de medios de comunicación propios por parte de la
iglesia será de suma importancia establecer, mantener y mejorar la relación entre los
comunicadores cristianos y las parroquias, las diócesis y la iglesia nacional,
continental e internacional, en resumen, es decir, entre los comunicadores y la
iglesia a que pertenecen.
La iglesia necesita de sus comunicadores, y la particular preocupación de la iglesia
católica por incentivar la comunicación social, que se refleja en la conferencia de
Aparecida, es un importante gesto al respecto. Los comunicadores también necesitan
de su iglesia. La misión propia del comunicador cristiano, el empeño de estar al lado
de los pobres, de aportar en la formación de la ciudadanía, de evaluar las culturas,
las religiones y las ideologías y el interés de incidir en los centros de la cultura, de la
discusión y decisión, tienen su fundamento, inspiración y su fuente en la fe en Jesús
Cristo.
Esta fe no debe ni puede limitarse a una vocación individual, del comunicador, o del
equipo de comunicadores. La fe es, indudablemente, una vocación individual pero
necesita al mismo tiempo del intercambio con la comunidad cristiana, con todos los
que integran nuestra iglesia. Solo por este intercambio los comunicadores pueden
enriquecer a la comunidad cristiana con sus aportes específicos y solo así los
comunicadores pueden transparentar y encaminar su práctica diaria desde la
inspiración y sabiduría de la fe, de la comunidad cristiana. Las pequeñas
comunidades de cristianos comprometidos con la realidad de su contexto local y
global pueden ser importantes enlaces entre la iglesia y sus comunicadores
(Compare DCA 178-180).
20
Vea: OCLACC, 2007, Aportes a V conferencia General del episcopado Latinoamericano
y del Caribe: en: Taller de Formación para comunicadores, obra citada.
22
Anexo: El debate alrededor la 'inculturación' y 'la iglesia local'
Llama la atención que el documento de Aparecida no incorpora el tema de la
‘inculturización’ como uno de los ejes principales de su reflexión. La importancia
que los obispos dan a la dimensión de la cultura, tanto a las culturas en América
Latina como al discernimiento del impacto de la nueva cultura que se deriva de la
globalización, hubiese requerido una mayor elaboración de este tema. Sobre todo
porque ha sido debatido en los foros de la teología de todos los continentes en estas
últimas décadas. Ruego la paciencia del lector, entonces, para una pequeña digresión
alrededor de este tema para poder profundizar nuestra exposición alrededor el
documento conclusivo de Aparecida.
La forma en que la iglesia se inserta en la cultura determina su aspecto particular en
un contexto local determinado. Por esta razón la iglesia en América Latina difiere de
la iglesia en Europa, o para ser más específico, es por ello que la iglesia en Ecuador
se diferencia de la iglesia en Holanda. Contextos tan diferentes como el de Ecuador
y el de Holanda son la causa para que se presenten problemas y desafíos diferentes
que se deben debatir en estas iglesias. Una consecuencia importante de esta
constatación es que las respuestas de la iglesia, desde el evangelio, deben ser
diferenciadas según los desafíos de su contexto como iglesia local. Este problema se
ha definido como el debate de ‘inculturización’ en la teología, o también, como el de
la definición de los desafíos de una ‘iglesia local’. Este debate considera la medida
en que una iglesia particular puede y debe adaptar su identidad a la cultura que le
rodea, es decir la medida en que puede incorporar contenidos de la cultura sin que
comience a perder su identidad como iglesia cristiana.
En esta última definición, sin embargo, abordamos el tema de forma negativa o
impositiva como si la cultura solo puede dañar a la pureza del evangelio. Y es la
forma en que se suele concebir al problema desde la perspectiva de las iglesias que
se iniciaron en tiempos de la Reforma del siglo XVI y grandes personajes como
Martín Lutero y Juan Calvino. Aunque existen muchas diferencias y matices al
respecto -los luteranos son más cercanos a la posición de la iglesia católica, y aún
más cercanos son los anglicanos que se originaron alrededor del mismo tiempo en
Inglaterra- podemos señalar una fuerte inclinación en las iglesias protestantes de
identificar el evangelio con la vida de las primeras comunidades cristianas. Según la
mayoría de las iglesias protestante estas comunidades, y el testimonio del Nuevo
Testamento en particular, son el criterio con que deberíamos medir nuestro
compromiso con el evangelio.
Una consecuencia de este principio de la primacía de la Biblia (‘solo escritura’) aunque en verdad nos urge explicar mucho más de la doctrina protestante- es una
evaluación negativa y una actitud de rechazo con relación a la incorporación de
aspectos de las culturas y de las religiones no cristianas en la vida profesa de sus
iglesias. Este trasfondo de la tradición protestante explica en gran parte la actitud de
condena por parte de las iglesias evangélicas y pentecostales a la religión y cultura
popular, como la de las tradiciones y religiones de las culturas indígenas y de los
afro-descendientes en América Latina. La conversión a estas iglesias suele implicar
un radical y obligatorio distanciamiento de la cultura popular o autóctona y sobre
23
todo de sus convicciones y prácticas religiosas, que se acostumbran presentar como
superstición e idolatría.
Desde sus principios –aunque no siempre coincidieron con sus prácticas- las iglesias
de origen católica y ortodoxa han sido mucho más generosas con relación a la
incorporación de elementos de la cultura y de la religión de las civilizaciones con
que han estado en contacto. Fueron ya los primeros padres de la iglesia que hablaron
del principio de ‘las semillas del Verbo’ (compare DCA 4, 92, 529), que se
encuentran en las culturas y religiones no cristianas, es decir de aspectos positivos
de la cultura y de la sabiduría que deberían ser tomados en cuenta e incorporados en
el encuentro entre el evangelio y las culturas.
Otro principio de que la iglesia católica ha hablado desde sus inicios es el de la
‘encarnación’ del evangelio en las culturas, palabra que, sin embargo, no se utiliza
en este sentido en el documento conclusivo de Aparecida (salvo en 517 d). Con la
imagen de Cristo que se hizo carne, es decir hombre, en nuestro mundo, se quiso
ilustrar la necesidad que el evangelio y la iglesia se harían cuerpo y carne en la
cultura, la misma preocupación entonces que se quiere expresar hoy con el término
‘inculturización’. En contraste con la posición protestante la iglesia católica ha sido
más tolerante y consistente en reconocer que no se puede hablar de un evangelio en
si, sino que el evangelio solo existe en la medida en que se puede incorporar o
materializar en una cultura.
Las primeras comunidades cristianas son un referente importante pero tenemos que
considerar que hasta la fe de estas comunidades y hasta la actuación pública como la
conocemos de Jesús se originaron como respuestas particulares a los desafíos de sus
tiempos y de sus culturas. Aunque la iglesia de los comienzos, mediante el
testimonio que tenemos de ella desde el Nuevo Testamento, sigue siendo nuestro
referente más importante para la fe, también para la iglesia católica, no podemos
comprenderlo así que debemos repetir literalmente las respuestas que los primeros
cristianos dieron a las necesidades de su tiempo. Nuestros desafíos de hoy son
diferentes por ser determinados por nuestra cultura de hoy, y por tal razón tenemos
que dar otras respuestas desde nuestra fe que los que se elaboraron a partir de los
desafíos del tiempo de las primeras iglesias.
Nuestras respuestas necesitan, sin embargo, mantener su correspondencia con, o
mejor dicho, ser fieles a la buena nueva de Jesús y a la fe de las primeras iglesias.
Para entender ello debemos considerar que ser fiel al evangelio no es simplemente
repetir lo que han dicho los cristianos del primer siglo, sino que implica intentar de
ser fiel a la enseñanza de Jesús en un contexto cultural diferente. Cualquier iglesia
está llamada a difundir la fe en correspondencia al evangelio de Jesús pero siempre
en respuesta a los desafíos de un contexto que ha ido cambiando tanto por
desplazarse su geografía - por ya no tratarse del medio oriente sino de Europa o de
América Latina-como por transformarse en la historia- la actual América Latina ya
no es la América Latina del siglo XVIII. Por tal razón las iglesias de tradición
católica y ortodoxa nos hablan de la ‘tradición de las iglesias’ que han intentado
vivir y anunciar el evangelio a lo largo de la historia. El referente en la iglesia
católica no es tan solo el Nuevo Testamento y la primera comunidad cristiana, sino
la continuidad de toda la tradición de las iglesias que se manifestaron en nuestra
historia.
24
Un aspecto importante del debate alrededor de este tema del intercambio entre la
iglesia como representante del evangelio y la cultura es el del encuentro entre el
evangelio y otras religiones e ideologías. La iglesia católica cometió muchos errores
en el pasado en el sentido de intentar erradicar las religiones en América Latina, en
particular las religiones amerindias y afro-americanas. La supervivencia de las
religiones africanas y la religión indígena, que se concentra en la continuidad de las
prácticas de los chamanes, como la de la religión popular en América Latina
atestiguan, sin embargo, de cierta tolerancia por parte de la iglesia católica en su
trato con estas religiones.
En los países andinos por ejemplo hubo la época conocida como 'la extirpación de
las idolatrías' en la primera mitad del siglo XVII en que la iglesia católica intentó
erradicar la religión de los indígenas. En general sin embargo la práctica de la
iglesia se caracterizaba por la incorporación de elementos de la cultura y de la
religión indígena bajo la supervisión eclesial, que se transformaron en el espacio
híbrido de devociones que solemos caracterizar como 'religión popular'. En la actual
religión popular en América Latina conviven tradiciones cristianas con tradiciones
indígenas y africanas e influencias de religión popular de la península ibérica. La
tradición de la religión andina y africana se supo consolidar en grandes partes de la
periferia latinoamericana donde no llegaba imponerse el control de las autoridades
eclesiales ni estatales.
Las iglesias evangélicas y pentecostales más radicales, por su parte, opinarán que a
la iglesia católica le hace falta el empeño en defender la verdadera fe cristiana. Para
ellas la fe cristiana no debe y no puede coexistir con otras tradiciones religiosas, una
coexistencia que se descalifica, de forma repentina, como una forma de desviación
de la fe y de idolatría. No es tan fácil decir quién tendrá razón en este debate porque
aquí estamos precisamente en unos de los grandes dilemas -y en la parte de la
aceptación de otra religión precisamente en el mayor dilema- de lo que la iglesia, en
nombre del evangelio, puede aceptar e incorporar del lado de la cultura.
Por una parte necesitamos incorporar el principio del necesario dialogo entre las
religiones y necesitamos abrirnos a las verdades contenidas en otras religiones e
ideologías. Por otra parte se impone el criterio del evangelio que nos prohíbe
incorporar elementos como las prácticas de embrujar y de dañar a las personas,
como son practicados en la religión andina, africana y popular, aunque con el
objetivo de salvar a otras. La evaluación de las religiones es por esta razón uno de
los debates más controversiales dentro el contexto del problema de la inculturación
o encarnación del evangelio21.
Mencioné que pareciera una omisión que el Documento de Aparecida no se refiriera
explícitamente a la discusión alrededor de la 'inculturación' y la particularidad de las
21
Últimamente teólogos latinoamericanos asociados a La Asociación Ecuménica de
Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo (ASETT) se han dedicado al problema del diálogo
entre las religiones. Parece una omisión, sin embargo, que no han situado al tema en el
contexto de este otro desafío de las iglesias que definimos como el problema de la
inculturación. Compare: Casaldáliga, P., y otros, 2003, Por los muchos Camino de Dios.
Vol. I, Desafíos del pluralismo religioso a la teología de la liberación, Centro Bíblico
Verbo Divino; Quito; Vigil, José María; Tomita, L.E., Barros, M, 2004, Por los muchos
Camino de Dios. Vol. II, Hacía una teología cristiana y latinoamericana del pluralismo
religioso, Abya-Yala; Quito.
25
iglesias locales. Se puede comprender que los obispos y los redactores no quisieron
complicar el documento final con estas deliberaciones, sobre un tema, además,
alrededor del que todavía existe poco consenso. Referirse al debate de la
inculturación, sin embargo, tiene la ventaja de poder aclarar importantes discusiones
que se relacionan con la dinámica de la interacción entre el evangelio y las culturas
y las religiones en América Latina, como que también aporta a transparentar las
diferencias que separan a católicos y protestantes en nuestra práctica de la fe. Habrá
que añadir que el debate puede aportar a evaluar lo que los obispos en Aparecida
consideran como el mayor desafío de nuestro tiempo, la incursión del fenómeno de
la globalización, su cultura y, podemos añadir, su ideología o sus ideologías.
Para los cristianos en general y para los comunicadores cristianos en particular el
debate puede abrir una importante luz alrededor de su diaria realidad y la relación
con su misión como discípulos de Jesús. Diariamente nos encontramos con
acontecimientos que nos interrogan en nuestra identidad como seguidores de Jesús.
¿Qué debemos opinar, por ejemplo, sobre las prácticas de los chamanes y de los
cultos afro-americanos, sobre la espiritualidad de la Nueva Era que se ha difundido
en la clase media, o sobre la orientación liberal o socialista del gobierno? ¿Y qué es
que nos separa de los hermanos y hermanas protestantes; qué es que lo podemos
aprender de ellos y donde, en verdad, es que somos diferentes como católicos?
Reflexionar alrededor la dinámica y el intercambio entre evangelio y cultura nos
apoya a definir nuestra identidad como cristianos/as católico/as.
26
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