LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN LAS DECISIONES DE LOS MAGISTRADOS DEL TRIBUNAL ELECTORAL. Carlos Vargas Baca1 Los órganos jurisdiccionales, particularmente en el Estado Constitucional Democrático de Derecho, son quienes tienen la función de dirimir los conflictos sometidos a su conocimiento y resolución, y tratándose de la materia electoral, es claro que no sólo las partes, sino la sociedad en su conjunto, esperan de ellos una solución justa y apegada a Derecho. Procedimientos como el que se está siguiendo para renovar la integración de las Salas Regionales del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ahora ante el Senado de la República, ponen en evidencia una vez más, que es la misma sociedad quien otorga el poder e imperium que ejerce el juez, en este caso, en la materia electoral, ello a través de los mecanismos y procedimientos previstos en la Constitución y la ley, así como las instituciones encargadas de realizar los mismos, para llevar a cabo su designación, esto es, para seleccionar a quienes habrán de desempeñar tan importante, trascendente e indispensable función social, a partir de quedar acreditado que se cumplen los requisitos y calidades previstas en la normativa. Los impartidores de justicia, tienen una alta responsabilidad ante los justiciables y ante la sociedad, particularmente tratándose de la materia electoral, en la que el interés y seguimiento de la opinión pública, respecto de su actuar y las decisiones que adoptan, se ha hecho más claro y evidente. Por lo tanto, la actividad de todo Magistrado electoral, debe estar acompañada del compromiso institucional y personal de actuar y tomar sus decisiones sin preferencias, inclinaciones o presiones de algún tipo. Probablemente la materia electoral sea una de las áreas de la actividad jurisdiccional que, junto con la penal, en diversas ocasiones son de las más observadas, cuestionadas e incluso criticadas. Aún más, en muchos casos, las partes en una contienda electoral, tienen la posibilidad de expresar sus diferencias en los medios de comunicación o en los foros políticos. Sin embargo, el Magistrado Electoral no debe dejarse llevar o presionar por dichas actitudes. Además, es evidente que la sociedad cada vez más se interrelaciona con la actividad de los jueces, pues se trata de una sociedad que busca estar bien informada, y que a través de los distintos canales de información, logra allegarse de elementos que le permiten cuestionar o emitir juicios respecto de los actos y decisiones de los órganos judiciales. Así, la ciudadanía y las instituciones públicas, particularmente las encargadas de la función jurisdiccional, se encuentran involucradas de tal forma, que precisamente la sociedad busca que los servidores judiciales, como depositarios de una función trascendental, tengan una actitud acorde con las necesidades de una sociedad cuya convivencia es cada vez más compleja, y constituyan un soporte confiable de los diferentes procesos sociales, políticos, culturales y económicos que se van presentando. 1 Secretario de Estudio y Cuenta en la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y candidato a Magistrado de la Sala Regional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación correspondiente a la Segunda Circunscripción Plurinominal, con sede en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. 1 En este contexto, es mi convicción que los principios que debe observar un magistrado electoral, al emitir o dictar sus resoluciones, tienen que tener como base la ética que debe observar todo impartidor de justicia, sin desconocer que en esta materia se pueden presentar particularidades, sin embargo, el punto de partida es el mismo. Para Manuel Atienza2, la ética judicial no puede ser distinta de otras, toda vez que la ética es única y última. Por última, entiende que no puede haber razones que estén más allá de la ética, en tanto que única, significa que los principios de la moral son los mismos para todos los campos de la actividad, existiendo solamente una modulación de esos principios, en distintos ámbitos. Tratándose de la ética judicial, dicho autor sostiene que los tres principios rectores de la misma, parecen ser los de independencia, imparcialidad y motivación 3. Sin embargo, para Atienza, la ética judicial no se agota en el plano de las normas, toda vez que el buen juez no es simplemente el que cumple ciertas normas de conducta, sino el que ha desarrollado profesionalmente ciertos rasgos que constituyen las virtudes judiciales 4. Ahora bien, no obstante el escepticismo e incluso las objeciones respecto del tema de la ética judicial, estoy convencido de la plena vigencia y necesidad de partir de la ética, para que un juzgador pueda desarrollar de la mejor forma, su actuación. En el caso del Poder Judicial de la Federación, incluido el Tribunal Electoral, con su Sala Superior y sus cinco Salas Regionales, en cada una de las circunscripciones plurinominales en que se divide el país, se cuenta con un código de ética5, que sistematiza y pone por escrito, los principios que indudablemente han venido siguiendo los integrantes de la judicatura federal. En este sentido, como se destaca en el propio Código de Ética, su aparición no obedece a que los juzgadores desconozcan o sean ajenos a estos principios, sino a la necesidad de plasmar en un documento, de manera sistematizada, las directrices que constituyen un referente institucional para incentivar y facilitar la reflexión crítica de cada juzgador sobre su conducta. Como lo refiere el propio Código de Ética del Poder Judicial de la Federación, los cuatro principios rectores de la ética judicial, y en consecuencia, de la función que realizan sus integrantes, entre los que se encuentran los magistrados electorales del Tribunal Electoral, se encuentran los de independencia, imparcialidad, objetividad y profesionalismo. 2 ATIENZA, Manuel. Reflexiones sobre ética judicial. Serie Ética judicial número 17. México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, Dirección General de la Coordinación de Compilación y Sistematización de Tesis, 2008, pp. 16 y 17. 3 Ibidem, p. 17. 4 Ibidem, p. 18. 5 Aprobado por los plenos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal, así como por la Sala Superior del Tribunal Electoral, en agosto de 2004. 2 El primer valor es el de independencia, misma que consiste en la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes del sistema social. Consiste en juzgar desde la perspectiva del Derecho y no a partir de presiones o intereses extraños a aquél. Para hacer presente tal valor, de acuerdo con el Código de Ética, el juzgador debe rechazar cualquier tipo de recomendación que tienda a influir en la tramitación o resolución de los asuntos que se sometan a su potestad, incluso las que pudieran provenir de servidores del Poder Judicial de la Federación; asimismo, debe preservar el recto ejercicio de su función denunciando cualquier acto que tienda a vulnerar su independencia; debe evitar involucrarse en actividades o situaciones que puedan directa o indirectamente afectar su independencia, y abstenerse de recomendar, insinuar o sugerir, con un fin ilegítimo, el sentido en que deban emitir los demás juzgadores cualquier determinación judicial que tenga efecto sobre la resolución de un asunto. El principio de la imparcialidad, se refiere a la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de las partes en los procesos sometidos a su potestad. Además, consiste en juzgar, con ausencia absoluta de designio anticipado o de prevención a favor o en contra de alguno de los justiciables. Para ello, el juzgador debe evitar conceder ventajas o privilegios ilegales a cualquiera de las partes; rechaza cualquier dádiva que provenga de alguna de las partes o de terceros; evita hacer o aceptar invitaciones en las que el propio juzgador considere que se verá comprometida su imparcialidad. Asimismo, se abstiene de citar a las partes o personas vinculadas con ellas, fuera de las oficinas del órgano jurisdiccional en el que ejerza su función, además de que se abstiene de emitir cualquier opinión que implique prejuzgar sobre un asunto Un tercer principio es la objetividad, y consiste en la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de sí mismo. Consiste en emitir sus fallos por las razones que el Derecho le suministra, y no por las que se deriven de su modo personal de pensar o de sentir. Por tanto, el juzgador, al emitir una resolución, no busca reconocimiento alguno; al tomar sus decisiones en forma individual o colegiada, busca siempre la realización del derecho frente a cualquier beneficio o ventaja personal; si es integrante de un órgano jurisdiccional colegiado, trata con respeto a sus pares, escucha con atención y apertura de entendimiento sus planteamientos y dialoga con razones y tolerancia, y procura actuar con serenidad de ánimo y equilibrio interno, a fin de que sus decisiones estén desprovistas de aprensiones y prejuicios. Otro principio más, que contempla el Código de Ética y que considero se puede advertir en los integrantes del Tribunal Electoral, es el del profesionalismo, que consiste en la disposición para ejercer de manera responsable y seria la función jurisdiccional, con relevante capacidad y aplicación. Para hacer plenamente vigente dicho principio, el juzgador debe abstenerse de cualquier acto que pueda mermar la respetabilidad propia de su cargo, tanto en el ámbito público como 3 en el privado; actualiza permanentemente sus conocimientos jurídicos estudiando los precedentes y jurisprudencia, los textos legales, sus reformas y la doctrina relativa. Asimismo, procura constantemente acrecentar su cultura en las ciencias auxiliares del Derecho. Además, estudia con acuciosidad los expedientes y proyectos en los que deba intervenir. Funda y motiva sus resoluciones, evitando las afirmaciones dogmáticas; y dedica el tiempo necesario para el despacho expedito de los asuntos de su juzgado o tribunal. De igual forma, asume responsable y valerosamente las consecuencias de sus decisiones. Acepta sus errores y aprende de ellos para mejorar su desempeño. Guarda celosamente el secreto profesional. Lleva a cabo por sí mismo las funciones inherentes e indelegables de su cargo. Trata con respeto y consideración a sus subalternos. Escucha con atención y respeto los alegatos verbales que le formulen las partes. Trata con amabilidad y respeto a los justiciables. Administra con diligencia, esmero y eficacia el órgano jurisdiccional a su cargo. Cumple puntualmente con el deber de asistir a su tribunal o juzgado. Sabe llevar el cumplimiento de su deber hasta el límite de sus posibilidades, y separarse de su cargo, cuando su estado de salud u otros motivos personales, no le permitan desempeñar eficientemente sus funciones. Se abstiene de emitir opiniones sobre la conducta de sus pares. Cumple con sus deberes de manera ejemplar para que los servidores públicos a su cargo lo hagan de la misma manera en los que les correspondan. Busca con afán que sus acciones reflejen la credibilidad y confianza propias de su investidura. El derecho electoral es una de las disciplinas más jóvenes y dinámicas de la ciencia jurídica, la experiencia ha evidenciado que, tanto en el ámbito federal, como en el de las entidades federativas, la normativa electoral está sometida a constantes modificaciones y ajustes, que implican la necesidad de estar constantemente actualizados. Además, no podemos dejar de tomar en consideración que en muchos temas, los criterios de la autoridad administrativa electoral, así como de los órganos jurisdiccionales electorales, van conformando el contenido del derecho electoral, y de ahí el ineludible compromiso de estar al tanto de tales decisiones y determinaciones. Un aspecto más que contempla el Código de Ética, y que considero es de suma importancia, es el de la excelencia. Para ello, el juzgador se perfecciona cada día para desarrollar las siguientes virtudes judiciales: Humanismo: En cada momento de su quehacer está consciente de que las leyes se hicieron para servir al hombre, de modo tal que la persona constituye el motivo primordial de sus afanes. Justicia: En cada uno de los asuntos sometidos a su potestad, se esfuerza por dar a cada quien lo que le es debido. Prudencia: En su trabajo jurisdiccional y en las relaciones con sus colaboradores, recoge la información a su alcance con criterios rectos y objetivos; consulta detenidamente las normas del caso, pondera las consecuencias favorables y desfavorables que puedan producirse por su decisión, y luego toma ésta y actúa conforme a lo decidido. 4 Responsabilidad: Asume plenamente las consecuencias de sus actos, resultado de las decisiones que tome, procurando que sus subordinados hagan lo mismo. Fortaleza: En situaciones adversas, resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y se entrega con valentía para vencer las dificultades y cumplir con su función jurisdiccional. Patriotismo: Tributa al Estado Mexicano el honor y servicio debidos, defendiendo el conjunto de valores que, como juzgador federal del Estado Mexicano, representa. Compromiso social: Tiene presentes las condiciones de iniquidad que han afectado a una gran parte de la sociedad a lo largo de nuestra historia, y advierte que la confianza y el respeto sociales que merezca serán el resultado de un trabajo dedicado, responsable y honesto. Lealtad: Acepta los vínculos implícitos en su adhesión a la Institución a la que pertenece, de tal modo que refuerza y protege, en su trabajo cotidiano, el conjunto de valores que aquélla representa. Orden: Mantiene la adecuada organización y planificación en el trabajo a su cargo. Respeto: Se abstiene de lesionar los derechos y dignidad de los demás. Decoro: Cuida que su comportamiento habitual tanto en su vida pública como privada, esté en concordancia con el cargo y función que desempeña Laboriosidad: Cumple diligentemente sus obligaciones de juzgador. Perseverancia: Una vez tomada una decisión, lleva a cabo los actos necesarios para su cumplimiento, aunque surjan dificultades externas o internas. Humildad: Es sabedor de sus insuficiencias, para poder superarlas, y también reconoce sus cualidades y capacidades que aprovecha para emitir de la mejor manera posible sus resoluciones, sin pretender llamar la atención ni esperar reconocimientos. Sencillez: Evita actitudes que denoten alarde de poder. Sobriedad: Guarda el justo medio entre los extremos y evita actos de ostentación que vayan en demérito de la respetabilidad de su cargo. Honestidad: Observa un comportamiento probo, recto y honrado. A lo largo de mi trayectoria profesional, como integrante del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, puedo afirmar con plena convicción de ello, que los principios antes señalados, y expresados en el Código de Ética, han estado presentes, tanto en mi actuar, como en las resoluciones en que he proyectado, así como en las opiniones que he expresado respecto de los proyectos en los que me ha correspondido emitir mi opinión. 5 Como ejemplo de lo anterior, puedo expresar que, en los proyectos de resolución que he elaborado, siempre lo he hecho estudiando el marco normativo aplicable, y en su caso, los criterios de interpretación así como los precedentes sobre el particular. Además, en cada expediente que he tenido la oportunidad de conocer, me he ocupado de conocer las constancias que obran en los mismos, con la finalidad de proponer una resolución apegada a la verdad material y legal que se desprende de ellas, sin buscar favorecer o perjudicar a ninguna de las partes, sino de aplicar justicia en cada caso concreto. En este sentido, siempre he considerado que la absoluta reserva de los asuntos que se conocen dentro del Tribunal Electoral, es fundamental para poder realizar cabalmente las funciones que tiene encomendadas el órgano jurisdiccional electoral federal. Asimismo, un aspecto que en todo momento ha tenido presente, es la dinámica de la materia electoral, y por ello la necesidad de estar constantemente al pendiente de las reformas a la normativa, los criterios emitidos por el órgano jurisdiccional en las sentencias que se van dictando, así como de la doctrina que se va formando en torno a esta disciplina. Por otra parte, contrariamente a lo que no hace muchos años se veía como una situación difícil de alcanzar, creo que hoy en día es posible afirmar, más que de una judicialización de los conflictos derivados de los procesos electorales, de una búsqueda de aplicación de la Constitución y la correspondiente normativa electoral, en todos los diferendos derivados de la renovación de los titulares e integrantes de los órganos de poder público, así como de una amplia y permanente tutela jurisdiccional de los derechos político electorales de los ciudadanos. Es cierto que aún falta mucho por hacer, y como toda creación humana, tanto la normativa electoral como la actuación de los órganos jurisdiccionales en la materia, es perfectible, pero también es necesario reconocer que la jurisdicción electoral en México, ha alcanzado una consolidación y presencia, dentro y fuera de nuestro país. En este sentido, debe destacarse que la llamada justicia electoral en México ha tenido una rápida evolución, en la que resultó muy significativa, en primer término, la incorporación del Tribunal Electoral al Poder Judicial de la Federación, y, posteriormente, la determinación de hacer permanente el funcionamiento de sus cinco Salas Regionales, correspondientes a cada una de las Circunscripciones Electorales Plurinominales en que se divide el país. La Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación establece los requisitos que deben reunir los Magistrados Electorales de las Salas Regionales, mismos que buscan asegurar la capacidad e imparcialidad del juzgador electoral. Asimismo, no cabe duda de que, se requiere de hombres probos, honestos, independientes en sus criterios y decisiones, como juzgadores, con una formación profesional y técnica, que les permita cumplir cabalmente las expectativas que la sociedad deposita en ellos. Desde mi perspectiva, quienes lleguen a ocupar el cargo de Magistrado Electoral en una Sala Regional, deben estar conscientes que desde hace varios años, ya no se trata de buscar una solución política a los problemas electorales, sino que la regla es aplicar estrictamente el derecho en los conflictos o diferencias derivadas de los comicios, o dicho de otra forma, hacer prevalecer el Estado de Derecho. 6 Esto implica, desde mi punto de vista, que quien desempeñe las tareas de Magistrado Electoral en una Sala Regional, requiere de probada experiencia jurisdiccional, además de conocimientos y experiencia en la materia electoral, pues la actividad jurisdiccional que se ha de afrontar, puede ser muy intensa y numerosa, como lo han demostrado los procesos electorales recientes, por lo que resulta necesaria una plena capacidad y aptitud, toda vez que es evidente que en la aplicación del derecho procesal electoral, como juzgador, no hay oportunidad ni tiempo de aprender, y mucho menos cabe la improvisación. Efectivamente, la noble, pero a veces incomprendida, tarea de administrar justicia, incluida la materia electoral, requiere de gente profesional y preparada, dicho en otras palabras, de juzgadores profesionales, que cumplan la aspiración de los mexicanos de que en todas las áreas de la vida social, se imparta justicia y se haga prevalecer el Estado de Derecho. En este sentido, el Magistrado Electoral requiere no sólo de capacidad intelectual y una ética a toda prueba, sino que requiere de humildad, y como se nos enseñó en las aulas de la Universidad, nuestra área de conocimiento humano, la profesión a la que hemos decidido dedicar nuestra vida, no es estática, por el contrario, el derecho es siempre dinámico, y requiere de permanente estudio y actualización. De igual forma, una de las características que estimo fundamentales en el perfil de un Magistrado de Sala Regional, es la capacidad de coordinar el trabajo en equipo de sus colaboradores, tanto del personal jurídico como del administrativo, toda vez que no sólo los plazos para resolver en materia electoral son muy breves, sino que también la cantidad de constancias y pruebas por analizar, desahogar y valorar, puede ser muy elevada. En efecto, el trabajo jurisdiccional electoral requiere, en muchas ocasiones, la participación armónica de todo el conjunto de servidores públicos que integran una Sala Regional, a efecto de cumplir con la tarea que se le ha encomendado al juzgador electoral. Por el contrario, un Magistrado de Sala Regional debe tener la suficiente templanza para que no haga mella en él todas las declaraciones u opiniones que públicamente se pueden expresar por quienes tienen un interés en algún asunto que llegue al conocimiento del Tribunal Electoral, y concretamente, de su Sala Regional. Es una realidad inevitable que, en muchas ocasiones, las contiendas electorales se lleven a dichos medios, en los cuales los protagonistas de los procesos electorales obviamente adoptan posiciones tendentes a defender su posición ideológica o la fuerza política con la que simpatizan o participan. Al tener el Magistrado Electoral de una Sala Regional, muy presente que su compromiso y responsabilidad es con la Constitución y la ley, más allá de sus simpatías o preferencias personales, contribuirá a mantener el prestigio que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se ha ganado con constante trabajo, y un actuar neutral e imparcial, que le ha permitido ganar la confianza de la sociedad mexicana a la cual se encuentra comprometido a servir. Al respecto, creo que son muy ilustrativos los compromisos suscritos por los juzgadores electorales, el pasado 19 de abril de 2012, durante la celebración del Encuentro Nacional de Magistrados Electorales 2012, en Boca del Río, Veracruz, los impartidores de justicia 7 electoral de la República Mexicana, inspirados en el Código Iberoamericano de Ética Judicial y en el Código de Ética del Poder Judicial de la Federación, y que fueron los siguientes: “1. Fortalecer la función jurisdiccional electoral, mediante el estricto apego a los principios de certeza, legalidad, imparcialidad, independencia, objetividad, transparencia, profesionalismo, excelencia e integridad en las decisiones que se adopten. 2. Motivar de manera razonada las sentencias, con fundamento en la prueba de los hechos, redactándolas de manera coherente y clara, para cumplir estrictamente con las obligaciones de transparencia en favor de la ciudadanía. 3. Establecer y ejercer políticas de gasto público de manera responsable y eficiente. 4. Contribuir a hacer efectivo el derecho a votar y ser votado de todos los ciudadanos y ciudadanas, aplicando una interpretación progresiva de los derechos previstos en la Constitución y en los Tratados Internacionales. 5. Coadyuvar, en el ámbito de nuestras facultades, a hacer efectiva la competencia justa y equitativa entre los candidatos y partidos políticos participantes en los procesos electorales. 6. Resolver con moderación y prudencia, para que las resoluciones doten de seguridad y certeza jurídica a la ciudadanía, contribuyendo así a una mejor democracia. 7. Fomentar la cortesía y respeto entre todos los órganos electorales jurisdiccionales y administrativos, partidos políticos y organizaciones ciudadanas. 8. Tornar efectivo el principio del federalismo judicial electoral, de modo que los diferentes contextos y particularidades estatales estén presentes en las decisiones judiciales. 9. Fortalecer el diálogo entre los diversos órganos del Estado mexicano para garantizar el desarrollo de la función jurisdiccional. 10. Colaborar al buen funcionamiento del conjunto de las instituciones judiciales electorales, aportando responsabilidad, conocimiento y voluntad institucional”. Todo lo anterior, puedo referir, con plena convicción y responsabilidad, que ha sido mi línea de actuación, dentro del ámbito de mis actividades desarrolladas durante mi trayectoria en el Tribunal Electoral, y renovadamente serán los principios y lineamientos que habrán de regir mi actuación y aportación, en caso de verme distinguido con la designación como Magistrado Electoral de la Sala Regional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación correspondiente a la Segunda Circunscripción Plurinominal, con sede en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Al respecto, tengo muy claros los retos que va a enfrentar el Tribunal Electoral, en los años por venir, pues es necesario tener presente que no sólo nuestra sociedad se ha vuelto cada vez más ávida de contar con información relacionada con las tareas de los órganos jurisdiccionales, sino que además, los ciudadanos también han sido más proclives a buscar ejercer y hacer valer sus derechos político electorales. 8 Estoy consciente que se puede generar una gran carga de trabajo para el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, si atendemos que actualmente tenemos procesos electorales cada vez más competidos, en los que la ciudadanía se involucra e interesa cada vez más, y hace valer sus derechos político electorales. Los datos estadísticos evidencian el incremento en el número de asuntos que ha resuelto el Tribunal Electoral en los últimos años. Sin embargo, cuento con la experiencia, capacidad y profesionalismo requeridos para ello, pero sobre todo, con un claro compromiso institucional con la administración de justicia en nuestro país. De tal forma, es mi convicción que, en todos y cada uno de los casos que lleguen a presentarse ante la Sala Regional del Tribunal Electoral, sus integrantes tendremos la obligación de dictar resoluciones debidamente fundadas y motivadas, apegadas a derecho, que brinden absoluta certeza, a los actores políticos, candidatos y partidos políticos, de que cada uno de los cargos de elección, derivados de los procesos electorales federales y locales de los próximos años, serán resultado de que los mismos se apegaron a los principios que constitucional y legalmente rigen a la materia electoral, y particularmente, a los ciudadanos debe brindárseles la seguridad de que su voluntad, expresada a través de los sufragios depositados en todas y cada una de la urnas, ha sido respetada y tomada en cuenta. 9