CATALEG_Setge TGN_ESBORRANY2

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Sant Magí i la fi de la Guerra
del Francès a Tarragona
Exposició
Sant Magí i la fi de la Guerra
del Francès a Tarragona
La marxa dels francesos i la voladura
de les fortificacions. 1813-2013
La marxa dels francesos i la voladura
de les fortificacions. 1813-2013
Del 2 d’agost a l’1 de setembre del 2013
Al Pati del Palau de la Diputació
(passeig de Sant Antoni, 100)
Tel. 977 296 605
Horari: dl a dv, de 9 a 21 h, ds, de 9 a 13 h i
de 17 a 21 h, festius d'11 a 14 h
Unitat d’Imatge Corporativa i Disseny gràfic. Diputació de Tarragona.
www.dipta.cat/exposicions
Tarragona fortificada
Les diferents defenses, construïdes durant els
segles XVI-XVIII, moltes d’elles durant la
Guerra dels Segadors i la Guerra de Successió,
van anar en els anys configurant l’hipotètica
“invencible” ciutat fortificada de Tarragona.
A principis de la Guerra del Francès i en
vistes d’un probable setge, es construïren
noves defenses, com el Fortí de l’Oliva, que
com la resta, van ser igual de febles que les
ja existents.
Les mancances com la de no tenir un disseny
defensiu unitari, no tenir camins coberts ni
fossats ben definits, i ni tant sols tenir les
noves obres acabades, va fer que la defensa es
limités a resistir un setge poc brillant i de
simple manual acadèmic.
La defensa del Principat, erròniament es confià
a una ciutat que visualment era imponent
però a la pràctica va ser extremadament feble.
Tot i així, Tarragona en aquell moment era
l’única ciutat lliure i amb possibilitats de
defensar-se. I ho va fer amb honor i amb un
coratge digna de ser lloat i recordat.
Tarragona va caure irremediablement després
de 56 dies de Setge, el 28 de juny de 1811.
Arxiu Clarmont
Les potents fortificacions que van defensar
la ciutat durant el Setge de Tarragona de 1811
no eren més que un conjunt de baluards i
fortins, en malt estat de conservació o de
mala factura.
Arxiu Ministeri de Defensa
La voladura de Tarragona de 1813
Noticias sobre la Mecha y Mina preparadas
infructuosamente para volar el fuerte
contiguo a la venerada capilla del glorioso
mártir San Magín al evacuar los franceses la
ciudad de Tarragona el 19 de agosto de 1813,
día Santo por el Iltre. Sr. Dr. D. PEDRO HUYÁ,
canónigo de Tarragona.
______________________
Arxiu Museu Nacional Arqueològic de Tarragona
El dia 18 d’agost de 1813, les tropes franceses
en retirada, volaren la ciutat amb 23 mines
col·locades estratègicament amb l’objectiu
de destruir les seves més importants
estructures defensives.
Gràcies als dibuixos de
Vicenç Roig “Vicentó”,
realitzats molt poc temps
després de les voladures,
podem conèixer amb gran
meticulositat l’estat en que
va quedar la ciutat després
de les voladures.
Edificis històrics com el Castell del Patriarca o
el Castell de Pilats , com molts del baluards
defensius, foren totalment destruïts o
quedaren molt malmesos. La Catedral, que en
un primer moment tenia que ser minada, es
salvà de ser destruïda i fou refugi de les
poques ànimes en pena que no van poder
sortir de la ciutat poques hores abans de
començar les voladures.
Arxiu Museu
d’Història de
Tarragona
Molt probablement van ser realitzats per
encàrrec del primer ajuntament
constitucional, després de la guerra.
Es importante describir, para noticia de
muchos, la beneficencia del glorioso mártir
San Magín a favor de la conservación de su
capilla en esta ciudad de Tarragona y casas
de aquel vecindario, en la noche del 19 de
agosto de 1813, día propio en que la Iglesia
celebra los triunfos y glorias de aquel Santo,
noche en que los franceses desocuparon esta
ciudad aplicando fuego a veinte y tres minas
bien cargadas, de las que sólo reventaron
veinte y dos, quedando únicamente intacta
la del fuerte de dicho San Magín, contiguo a
la Capilla.
El hecho aconteció del modo siguiente:
el día 18 de agosto, a las seis de la tarde, el
general Bartoletti mandó hacer un pregón,
bajo pena de la vida, de que dentro de una
hora todos los vecinos que había en la ciudad
saliesen de ella con dirección a la villa de
Constantí; dentro de media hora se hizo
otro pregón mudando la dirección por la
carretera real a la villa de Torredembarra.
Los tres canónigos, que éramos los Sres. Doctores D. Pedro Huyá, D. Ignacio Ribes y D. José
Rocamora, a quienes siempre se dirigían las
órdenes (había además residencia en esta
Santa Iglesia para el cuidado de las almas
y celebración de los divinos oficios, un parroquial, dos racioneros, cuatro beneficiados
y un semanero o salmista), subimos juntos
con nuestra corta familia por el claustro de la
Catedral, cerrando aquella puerta y dejando
abiertas la mayor, sus dos colaterales y la de
Santa Tecla, a fin de que si algún hombre o
mujer, por falta de salud no pudiese salir de
la ciudad, tuviese un lugar de refugio para
librarse de los desastres de las minas. Antes
de salir de la Santa Iglesia Catedral hicimos
una fervorosa oración a Dios Nuestro Señor,
a la Santísima Virgen del Claustro, a la de
la Concepción y a la patrona Santa Tecla,
suplicándoles la conservación de todo aquel
amado y augusto templo. Seguimos las principales calles de la población para recoger
las gentes: nos paramos todos fuera del
rastrillo del fuerte de San Francisco; y hecho
un corto rato de alto y conociendo que ya
estábamos todos, empezamos nuestra ruta,
colocando las mujeres dentro de la carretera,
y los sacerdotes y demás hombres a ambas
orillas, a fin de que ningún oficial ni soldado
incomodase a aquellas. En efecto, pasamos
la carretera o paseo desde el citado rastrillo
por detrás palacio, fuerte de San Magín, de
la Merced y de la Cruz en medio de algunos
soldados que custodiaban los carros de
equipaje de los diferentes cuerpos, algunos
oficiales y empleados de la administración
de los franceses; más nadie nos dijo palabra.
Al llegar al mesón de la Cadena o
de Sierra, situado junto a la carretera de
Barcelona y distante a un cuarto de hora de la
ciudad, sentimos la primera explosión de una
mina, que fue la del molino del puerto. Empezaba ya a anochecer cuando esto pasaba,
porque, como íbamos cerca trescientas personas y una gran porción eran viejos, tullidos,
ciegos, enfermos, etc. Y criaturas pequeñas,
fue preciso andar muy poco a poco. Entonces
dije a los hermanos canónigos y demás
gente: “Veo que no podremos llegar a la villa
de la Torredembarra como nos propusimos, y
a más pasarán por ella varios carros y tropas
francesas; entiendo que lo mejor sería, ya
que tenemos aquí el camino de la Budallera,
nos fuésemos allí, pasásemos la noche en
los barrancos y bajo los árboles que se hallan
en aquellos viñedos, y mañana veremos que
determinación o rumbo deberemos tomar”.
Todos convivieron gustosos. Dicha partida
de la Budallera distaba cosa de un cuarto
de hora del punto donde nos hallábamos;
y al llegar a ella sentimos otra explosión, y
resultó ser la del fuerte de San Juan, luego la
del fuerte de Toro o de Cervantes, a no tardar
la del castillo de Pilatos, y a tres cuartos para
las diez la del Patriarca, la que hizo tanto
estrépito, que hasta el pavimento en que nos
hallábamos hizo conmover, vimos el fuego y
conocimos con evidencia que aquel robusto
monumento había dejado de existir; lo que
nos causó el sentimiento que es de suponer.
Ya casi había anochecido cuando los
franceses acabaron de desocupar la plaza,
e inmediatamente después empezaron a
levantar el campamento dividiéndose en
diferentes fracciones, marchando la una
hacia el cementerio dirigiéndose la otra al
punto denominado Creu de Valls, siguiendo el
camino real hacia los lugares de la Argilaga,
Arnau, Brafim (en este punto se le unieron la
división del general Muznier y parte de otra
compuesta de siete mil hombres que estaban
acampados en Reus, Vilallonga y Valls y Coll
de Santa Cristina; además todos los carruajes,
que fueron muchos, con el equipaje de la
oficialidad de los desocupados, de modo que
duró toda la noche el continuo tránsito de carruajes y demás bagajería que, procediendo
de Tarragona, se dirigía a la Torre.
Como a la una de la mañana, se volvieron
a sentir las explosiones de las minas desde el
fuerte del convento de San Francisco hasta el
palacio del Sr. Arzobispo y arcos de la cañería
del agua. A la media para las tres horas vimos
que metían fuego a la mecha del fuerte de
San Magín, la que no prendió, como aquellos
bárbaros e impíos deseaban. De allí pasaron
al fuerte que está en frente de la iglesia del
convento de la Merced, cuya explosión prontamente percibimos; luego observamos que
los soldados, tea incendiaria en mano, volvieron varias veces a meter fuego sobre dicha
mecha. Es de advertir que ella prendería un
tanto de fuego, más al volver aquellos las espaldas, sin duda San Magín con su poderosa
mano y cordial solicitud la apagaría: lo cierto
es que no voló el referido fuerte, habiéndose
quemado a lo menos dos palmos de mecha,
puesto que todas las que ellos usaban tenían
cinco palmos de largo, y la que se recogió
tenía sólo tres, y es la misma que se conserva
colgada en la capilla de San Magín, y cerca de
ella está pintado un soldado que mete fuego
en la consabida mecha y el propio Santo con
un jarro hecha agua para apagarla.
A las cinco de la misma mañana vimos
bajar por el fuerte de la Cruz al general Bartoletti acompañado de su estado mayor y como
unos trescientos soldados que juzgamos
ser los minadores: entonces fue cuando nos
metimos todos en los barrancos o torrentes
guardando un completo silencio hasta que
estuviesen en las llamadas platjes llargues,
punto cercano que atraviesa la carretera de
Barcelona. Noticiosos luego de haber llegado
a dicho sitio por medio de nuestros vigías,
nos alargamos un poco hacia unos fondos de
viñas que hay al pie del monte de la Pedrera
de Santa Tecla para observar si había alguna
otra partida de franceses en la ciudad. Al
poco rato los mozos jóvenes vieron en la
muralla dos labradores que conocieron ser de
Tarragona, y eran de aquellos que al primer
pregón de la tarde anterior salieron de la
ciudad y se quedaron en la huerta o término
de la Pineda, o de Constantí. Cincuenta de
dichos jóvenes nos pidieron permiso para ir a
la ciudad y ver como estaba aquello: fue también en su compañía el señor Canónigo Ribes
y un semanero o salmista de la Catedral, este
con el encargo de volver luego para darnos
noticia de si podíamos o no volver a ella,
y a la media hora retornó dándonos la plausible noticia favorable. Los dos canónigos
juntamos todas las familias, y por el camino
inmediato a la mencionada Pedrera de Santa
Tecla nos fuimos a la ciudad entrando por
la Puerta de San Antonio, y dirigiéndonos a
nuestras casas observamos que nada faltaba
de cuanto habíamos dejado la tarde antecedente: en esto serían como las siete de la
mañana. Preguntamos a diferentes personas
si los franceses les habían arrebatado algo, y
nos dijeron comúnmente que no; solamente
como unos cuatro sujetos nos anunciaron
que les faltaba alguna cosa, y creían que
los asistentes de los oficiales que tenían
alojados se lo habían tomado; pero que todo
era de poca consideración. Teníamos temores
bien fundados que un saqueo general, pues
que Bartoletti, en la tarde del referido 18 de
julio, dijo a uno de nosotros canónigos: “si ustedes tienen alguna alhaja preciosa, sírvanse
esconderla”; cuyo infausto aviso nos dio un
nuevo motivo al despedirnos de la Santa
iglesia Catedral para pedir con fervorosa
devoción a Dios, Virgen del Claustro y excelsa
Patrona, la conservación de aquel augusto
templo con todo lo contenido en él, y al
mismo tiempo la conservación de todas las
casa, sin distinción, de esta antigua ciudad.
No muy distante de nosotros pasó la
noche el P. Fr. Salvador de San Gerónimo,
religioso carmelita descalzo, natural de esta
ciudad de casa González, llamado el Gallego,
y su sobrino Salvador González, joven de
veinte y cinco años, heredero de dicha casa
situada muy cercana de la capilla de San
Magín. Los dos entraron en la ciudad casi en
el mismo instante. Noticioso el citado P. Fr.
Salvador de que a veces las minas tardaban
a reventar cuatro o cinco horas, temió en el
primer momento de entrar en la casa de sus
padres y se fue a dar una vuelta por la ciudad
hasta haber transcurrido un par de horas. A
las nueve de aquella misma mañana insistió
a su sobrino para que fuera a examinar con
todo recelo como estaba aquella mina, y lo
practicó el joven. Se acercó, observó que la
mecha no despedía humo, con toda prisa y
dando un fuerte golpe de mano la echó fuera,
alejándose por precaución algunos pasos; y
al cabo de cinco minutos registró la mecha
y observó que estaba del todo apagado el
fuego. Dio una ojeada a la mina y conoció
que efectivamente que estaba intacta, fue a
Toda Tarragona y especialmente los
vecinos de la Capilla de San Magín, deben
quedar muy agradecidos a este Santo, pues
a no haber mediado su patrocinio, indudablemente hubiesen quedado destruidas todas
aquellas casas.
L’única metxa que no explotà va ser la del fort
de Sant Magí, annexa a la capella del copatró
de la ciutat.
Miraculosament i després de intentar
encendre la metxa els artificiers francesos per
tres cops, desistiren i es retiraren sense
aconseguir el seu objectiu.
Este es además el relato fiel de aquella
tristísima noche del día 18 al 19 de agosto de
1813, y por ser así lo firmo en Tarragona a 18
de septiembre de 1817.
Arxiu Confraria de Sant Magí
En el primer orden o línea contigua a las
paredes de la muralla y pared de San Magín,
en un cuadrado como de quince palmos,
había de diez y ocho a veinte barriles de pólvora de media carga cada uno. En la segunda
línea había ocho barriles de pólvora con ocho
granadas de mano, una en cada uno, y en el
vacío de una a otra había saquitos rellenos
de pólvora. Otro saquito de unos quince
palmos de largo por tres de ancho formaba
la tercera línea, y en uno de sus extremos
estaba metido un cabo de la mecha. En el
centro del primer cuadro había seis palmos
de pólvora más gruesa, cuyo cuadro de pólvora no bajaba de dos palmos de alto. Resulta
pues que nada había vacío en la consabida
mina. De todo lo dicho referente a ésta, me
hizo la presente relación el mismo P. Fr. Salvador de San Gerónimo, antes González; él y su
sobrino Salvador González, fueron los primeros testigos de vista, y a más lo fueron en el
mismo día muchas personas de esta ciudad
o vecindario que acudieron presurosos a
enterarse del caso, y en fin, el gobierno que
mandó recoger aquella pólvora.
El Miracle de Sant Magí
A acontecer esto en otro día del del año, se
podría atribuir a una casualidad, más siendo
en el propio día del glorioso Santo, en que
todo católico sabe el poderío que les da Dios
en recompensa de ser la conmemoración
de sus triunfos y glorias, parece no poderse
dudar ser un singular prodigio del natural de
esta ciudad y protector de ella San Magín.
Els devots i admiradors del copatró, vinculen
aquest fet a que les voladures foren el dia 19
d’agost, celebració de la diada de Sant Magí, i
que l’anacoreta no permeté la destrucció de la
seva capella.
Dr. D. Pedro Huyá, canónigo, testigo ocular.
FI
El canonge Huyà ens narra, en un document
poc conegut, com van trobar la capella un cop
tornaren a la ciutat després de les voladures.
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“…en el primer orden o línea contigua a las
paredes de la muralla y pared de San Magín,
había de diez y ocho a veinte barriles de
Amb aprobació eclesiástica
Arxiu Confraria de Sant Magí
participarlo a su tío el repetido P. Fr. Salvador,
llevándole la mecha, y ambos fueron luego al
lugar de la ocurrencia, cuya mina estaba a la
parte de Oriente de la capilla de San Magín y
vieron que estaba de la manera siguiente:
pólvora, de media carga cada uno. En la
segunda línea había ocho barriles de pólvora
con ocho granadas de mano, una en cada uno, y
en el vacío de una a otra había saquitos rellenos
de pólvora. Otro saquito de unos quince palmos
de largo por tres de ancho formaba la tercera
línea, y en uno de sus extremos estaba metido
un cabo de la mecha…”
Diu la tradició que, amb la pólvora que no
explotà, la ciutat va fer un gran Castell de foc
per celebrar la retirada dels francesos i
l’alliberació de Tarragona, fet que enguany
recordem amb aquesta exposició, en el seu
bicentenari.
Arxiu Confraria de Sant Magí
Sant Magí avui en dia
La tarda del día 18, el seguici popular format
per gegants, nans, grallers i la Guàrdia
urbana muntada a cavall, rep els portadors a
l’entrada de la ciutat i els acompanya fins a la
plaça de la Font, on l'aigua és beneïda i,
finalment, portada a la capella de carrer del
Portal del Carro, on és distribuïda amb els
tradicionals càntirs.
La processó de Sant Magí de Tarragona, de la
que es te constància des de 1847, es celebra la
diada del Sant, pels carrers de la Part alta de
la ciutat. Des de la Confraria de Sant Magí i
els Portants de l’aigua s’ha aconseguit
donar-li l’ importància que es mereix.
Enguany, es commemora el bicentenari de la
fi de la Guerra del Francès a Tarragona i
l’alliberament de la ciutat. La vigília de Sant
Magí, al Portal del Carro, serà presentada i
beneïda una representació de la Milícia
Urbana de Tarragona, creada l’any 1810, per
civils tarragonins que defensaren la ciutat
durant el Setge del 1811 i es farà un acte en
commemoració de l’alliberament de la ciutat
la nit del 18 al 19 d’agost del 1813.
Arxiu Confraria de Sant Magí
Juga un paper molt important en la festivitat,
l’aigua que sant Magí feu brollar a les
muntanyes de la Brufaganya i que, cada any,
és traslladada a la capella del Portal del Carro,
per les famílies Portants de l’aigua La
recuperació fa vint anys de la tradicional
baixada amb carros i cavalls, com feien els
avantpassats, porta durant dues jornades,
l’aigua miraculosa des de els brolladors de la
Brufaganya, fins a la ciutat per poder ser
repartida entre els devots i simpatitzants del
copatró de la ciutat.
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