El movimiento Realista: naturalistas.

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El movimiento Realista:
La Regenta pertenece al movimiento literario llamado Realismo, aunque se aprecian algunos elementos
naturalistas.
El Realismo es un movimiento cultural que surge en la segunda mitad del siglo XIX en toda Europa. Se inicia
hacia 1850 en Francia, con la publicación de la revista Realisme.Nace como un cambio radical contra la
estética romántica, que conlleva un cambio igualmente radical de la postura del autor frente a su obra. Los
realistas pensaban, al contrario que los escritores románticos, que no debían mostrar su intimidad, sino mirar
hacia la realidad que los rodeaba objetivamente. Había que mostrar la realidad tal como era, con la máxima
exactitud en los detalles, sin inventar nada que no fuera o que no pudiera ser totalmente real. El género
literario preferido fue la novela, que generalmente trataba sobre temas contemporáneos. Las características
fundamentales son:
−Se desea representar la realidad de forma exacta, objetiva y verdadera.
−El método seguido por el autor es la observación directa, la toma de datos, la documentación e investigación
−Se presta atención a lo cotidiano, a lo concreto e inmediato.
−Son frecuentes las descripciones muy minuciosas que atienden a todo tipo de detalles, desde vestimentas o
muebles hasta las reacciones físicas y psicológicas de los personajes.
−Se relaciona la vida privada de los personajes con su vida pública, histórica y social en la que se
desenvuelven, que normalmente es la época contemporánea del autor.
−Se suelen plantear posturas ideológicas y reflexiones sobre los valores morales de la sociedad.
−Se busca la naturalidad en el estilo, lo cual se refleja en la manera de hablar de los personajes.
El Realismo aparece por primera vez en España a partir de 1868 con la obra La fontana de oro de Benito
Pérez Galdós. En su desarrollo se han venido señalando tres periodos:
·Prerealismo.−Se inicia hacia la mitad del siglo y se deriva del costumbrismo romántico; pero frente al
inmovilismo de aquél, la novela prerrealista intenta construir un argumento dinámico. Los personajes están
condicionados por su ambiente social. Autores destacados: Fernán Caballero(Cecilia Bölh de Faber) con su
novela La Gaviota y Pedro Antonio de Alarcón, autor de El escándalo y El sombrero de tres picos.
Realismo.−En una primera etapa se escriben las llamadas novelas de tesis en las que argumentos y personajes
están al servicio de una ideología, ya sea tradicional como José María de Pereda con sus novelas Sotileza y
Peñas arriba,o progresista como Galdós con títulos como Doña Perfecta y la Familia de León Roch.
En los 90 asistimos a la plena consolidación y madurez del Realismo, lo que podríamos llamar Realismo puro.
Los autores pretenden mostrar la realidad lo más objetivamente posible, sin rechazar ningún aspecto de ella.
Entre los autores destacan Galdós, con sus novelas Tristana y Fortunata y Jacinta,y Leopoldo Alas Clarín con
Su único hijo y La Regenta.
Dentro del llamado Realismo esteticista destaca Juan Valera. En sus obras elimina los aspectos míseros y
tristes de la vida. Obras:Pepita Jiménez y Juanita la Larga.
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Hacia finales del siglo XIX el Realismo empieza a derivar hacia una nueva corriente: el Naturalismo. Su
creador fue el francés Emile Zola. En España las doctrinas naturalistas se conocieron a través de unos
artículos publicados por Emilia Pardo Bazán. Desde ese momento algunos críticos consideraron naturalistas
algunos obras de Galdós,Clarín o Pardo Gazán. Pero no se puede hablar de ningún autor español plenamente
naturalista.
El Naturalismo español es un naturalismo formal, no ideológico. Se reproduce en ambientes turbios y
negativos, se refleja la miseria moral y material pero se rechaza la teoría de que los personajes estuviesen
predestinados y el lenguaje naturalista.
Pueden apreciarse elementos naturalistas en algunas obras de Galdós como La incógnita y en La Regentade
Clarín.
Biografía y producción literaria de Leopoldo Alas Clarín:
"Me nacieron en Zamora" dirá Clarín en uno de sus escritos. Y así lo fue en efecto, porque este autor tenía que
haber nacido en Oviedo, donde vivieron sus padres hasta unos meses antes de su nacimiento. Pero Leopoldo
García−Alas Ureña llegó al mundo el 25 de abril de 1852 en Zamora, donde su padre había sido destinado
como gobernador civil.
Pasó su infancia en Zamora, León y Guadalajara, acompañando los desplazamientos familiares. En la Escuela
de los Jesuitas de León realizó sus primeros estudios.
En 1859 la familia se trasladó a Oviedo, la ciudad que Clarín tuvo siempre por suya y que fue el escenario de
la obra considerada por todos los críticos como la mejor de las suyas, La Regenta.
Entre 1863 y 1867 realizó en Oviedo sus estudios de Bachillerato y entre 1868−69, en sólo dos años, hizo la
carrera de Leyes en la Universidad. Fueron estos años de intensa actividad para Clarín, que conoció a los que
serían sus grandes amigos, aquí en Oviedo y después en Madrid: Armando Palacio Valdés, Pío Rubín y
Tomás Tuero.
Entre 1868 y 1869 Leopoldo escribió a mano un periódico satírico y humorístico que se llamó Juan Ruiz. Y
de sus vivencias revolucionarias le quedó una actitud política liberal, un idealismo con ciertos tonos
románticos, que mantuvo a lo largo de su vida y le llevó a militar, durante un tiempo, en el partido
republicano de Castelar.
En 1871, un año después del asesinato del general Prim, se traslada a Madrid. Y allí permanece hasta 1878,
aunque realiza frecuentes viajes a Asturias. En Madrid vela por hacerse cada vez más instruido, "haciendo la
luz" en los cafés por medio de la discusión y del ladrillo molido que se le sirve en calidad de moka. Y además
va a los teatros para completar su formación.
En este Madrid de tertulias, debates ideológicos en el Ateneo, representaciones de teatro (temprana vocación
que se traducirá años más tarde en un ensayo dramático de tan buenas intenciones como escaso éxito), pasa
Leopoldo siete años. Sus amigos de Oviedo están con él y los cinco forman una tertulia en la Cervecería
Inglesa que, por su tono ferozmente crítico, fue conocida como Bilis Club. Además todos ellos publicarán una
revista crítica (esta vez ya impresa) que, con el nombre de Rabadás, editó tres números.
Mientras tanto se doctora en derecho con una tesis: El derecho y la moralidad, que dedica a Francisco Giner
de los Ríos. El Krausismo, que tuvo en Giner a uno de sus máximos representantes en España, ejerció una
gran influencia sobre Leopoldo y acabó de afianzar su propensión al idealismo, a la integridad integridad
ético−religiosa (sin dogmas), a la tolerancia, a un pensamiento organicista y armónico y a la observancia de su
conducta recta, abnegada, dedicada al bien progresivo de la humanidad y de la patria: a una forma de pensar y
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de ser, en fin, que el krausismo de algunos de esos maestros le legaba; legado al que nunca renunció Leopoldo
Alas
El 5 de julio de 1875 nació Clarín a la vida pública. Con ese pseudónimo publicó un artículo periodístico en el
diario madrileño El Solfeo. Desde ese momento, las relaciones de Clarín con los periódicos se hicieron
especialmente intensas. Su tono crítico, lúcido y moralista le ganaron la admiración de muchos y el odio
profundo de otros. Y aunque pueda ser una simple casualidad no deja de ser significativo que el nacimiento de
Clarín se produzca el mismo año en que la Restauración en la persona de Alfonso XII ponga fin a los intentos
democratizadores de la Revolución, el Sexenio y la República. El sentido crítico, profundamente reformador
de Clarín, despertó. Y la pluma se convirtió en su vehículo de expresión.
En 1878, el mismo año en que terminó su tesis, obtuvo el número uno en las oposiciones a la cátedra de
Economía Política y Estadística de la Universidad de Salamanca. Pero el Ministro de Fomento, dirigido por el
conservador conde de Toreno, decidió conceder la plaza al opositor que había quedado en segundo lugar;
indudablemente la labor periodística Clarín había comenzado ya a hacerle ganar enemigos.
Cinco años más tarde, el ministro liberal Albareda le concedió la misma cátedra en la universidad de
Zaragoza. Era junio de 1882 y Leopoldo Alas se casó en agosto de ese año. En sus últimos años de Madrid
escribió su primer relato breve, Pipá (1879), su primera recopilación de artículos (Solos de Clarín, 1881) y su
primera obra de crítica literaria (La literatura en 1881), en colaboración con Armando Palacio Valdés.
En Oviedo, se casó Leopoldo Alas con Onofre García Argüelles. El matrimonio tuvo tres hijos (Leopoldo,
Adolfo y Elisa).
En julio de 1883 consiguió el traslado a la universidad de Oviedo, donde desempeñó las cátedras de Derecho
Romano y de Derecho Natural. Y en Oviedo vivió ya siempre Clarín, con breves estancias en Madrid, hasta su
muerte, a causa de una tuberculosis intestinal, cuando tenía 49 años.
En Oviedo alterna su trabajo de profesor con sus escritos, a los que dedica la mayor parte de su tiempo libre.
Es entonces cuando se empieza a valorar seriamente sus obras. En 1885, entre enero y junio, publicó los dos
volúmenes de su primera novela, La Regenta, que había comenzado a escribir sólo un año antes.
En 1887 fue elegido concejal del ayuntamiento de Oviedo, por el Partido Republicano de Castelar. En esta
función política llevó a cabo el proyecto de construir un teatro en la ciudad, inaugurado en 1892. En él leyó
unas cuartillas a la muerte de su amigo Campoamor, en 1901, y en su recuerdo le puso el nombre que aún
tiene.
Pocas fueron ya las salidas que nuestro autor hizo de Oviedo. En 1888 su salud estaba ya muy debilitada. Pero
sus artículos periodísticos, que con frecuencia daban lugar a polémicas, le mantenían en continuo contacto con
la vida política y literaria.
El 20 de marzo de 1895 estrenó en el Teatro Español su "ensayo dramático" (así lo llamaba) Teresa, que
conoció un estrepitoso fracaso. Es muy probable que a ello contribuyera la hostilidad que Clarín había
despertado en los medios literarios por sus artículos, y que ahora se le volvían en contra; es posible también
que la sencillez dramática y escénica de la propia obra (un solo acto, tres personajes en escena, sin cambio de
decorado), que una visión superficial permitía clasificar como un no profundo drama social, confundiera a
críticos y espectadores. Y Teresa, como La Regenta, como muchos de los relatos breves de Clarín es, sobre
todo un relato psicológico, un análisis de los sentimientos y de la lucha entre deber y querer: un drama ético,
en definitiva
Clarín murió en Oviedo el 13 de junio de 1901.
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Resumen y estructuración de la obra:
En una ciudad de provincias, Vetusta, vive Ana Ozores, de familia noble venida a menos, casada con Don
Víctor Quintanar, regente de la Audiencia, del cual le venia el nombre, la Regenta. Ana se casó con Don
Víctor en un matrimonio de conveniencia. Bastante más joven que su marido, al que le une más un
sentimiento de amistad y agradecimiento que de amor conyugal, su vida transcurre entre la soledad y el
aburrimiento. Es una mujer retraída, frustrada por no ser madre y que anhela algo mejor y desconocido.
En esta situación, la religión es la única válvula de escape dentro de la ciudad. Conoce a Don Fermín de Pas,
Magistral de la catedral, el cual se convierte en su confesor. Ana siente una gran atracción y admiración por
él. Pero la religión no le basta. Conoce a Don Álvaro Mesía, el Don Juan de Vetusta, el cual está enamorado
de la Regenta. Ésta, desde que lo conoce ya no se siente tan triste. El Magistral está celoso.
Ana y Álvaro se hacen amantes. El Magistral se acuesta con Petra, la criada de Ana, a la que le dice que espíe
a Ana y a cambio la convertirá en su nueva criada. Petra, un día, le cuenta que ha visto cómo Ana se acuesta
con Don Álvaro, el cual trepa por el balcón de la habitación de la Regenta. El Magistral urde un plan. Le pide
a Petra que adelante una hora el reloj de Don Víctor, el marido de Ana. Éste ve a Don Álvaro saltar del balcón
de su mujer. Lo reta a duelo y, en el mismo, Don Álvaro mata a Don Víctor y huye. Ana se entera de todo
cuando Álvaro le escribe una carta contándole lo ocurrido. Cae enferma durante un mes. Al cabo de un largo
tiempo se decide a salir para dirigirse a la catedral para ver si de nuevo encontraba el consuelo en la religión.
El Magistral la observa con cara de asesino. Ana siente miedo y cae desmayada. El Magistral se marcha
dejándola tirada en el suelo. Celedonio, al encontrarse a la Regenta desmayada, la besó en los labios y ésta
sintió que la besaba un frío y asqueroso sapo. Este beso termina por destrozar el alma de la Regenta.
El relato se articula en treinta capítulos, divididos en dos partes. La primera (capítulos 1 al 15) está dedicada a
la presentación de las tres personalidades clave en el desarrollo de la trama: Ana Ozores, la protagonista
(capítulos 1 al 5), Álvaro Mesía, el donjuán (capítulos 6 al 10), y Fermín de Pas, el Magistral y director
espiritual de Ana (capítulos 11 al 15). La segunda parte, que abarca del capítulo 16 al 30, gira en torno al
conflicto interior de la protagonista, que oscila entre la sublimación de sus deseos de amor y de maternidad en
una vivencia religiosa y en el afecto amistoso, con ciertos asomos de amor platónico, hacia el Magistral, y la
atracción, que llega a hacerse irresistible, hacia Álvaro Mesía (capítulos 16−26), del que se enamora
apasionadamente, situación que desemboca en el adulterio, causa del desenlace trágico (27−30).
Temas que el autor desarrolla a lo largo del texto:
La Regenta es la historia de cómo unos personajes, inconformes con su mundo desean trascenderlo y son
vencidos en el intento. Posee una enorme complejidad al presentar conflictos sociales en tres niveles; entre
diferentes estratos e instituciones; personales, de cada personaje con su historia y entre los distintos
personajes.
Son muchos los temas que aparecen en la novela, pero los más importantes son, sin duda, el adulterio burgués
y la lucha entre el poder secular y el poder religioso.
El tema del adulterio es predominante siempre junto a otros motivos característicos del "Eros" burgués, tema
muy habitual durante la transición española. Se puede considerar que esto se debe a una situación de hecho
forzada por las pautas de conducta sexual características de la burguesía, a cuya rotura estamos asistiendo en
estos últimos decenios. Frente a la gran libertad de hábitos en la vida erótica privada característicos de la
sociedad europea durante el siglo XVIII, la burguesía estableció, al modificar la ética social, dos grandes
sacralidades: la del matrimonio y la de la propiedad privada. Así, todo adulterio del siglo XIX narrado
literariamente es la exposición de esta lucha entre la libertad de amar y la opresión impuesta por el
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sacramento.
El autor muestra su crítica hacia este aspecto frecuente en la sociedad de aquellos tiempos. Se comenta
frecuentemente el gran número de triunfos amorosos que se adjudica don Álvaro: lejos de suponer las críticas
y la desaprobación de la mayoría de los ciudadanos, supone el que se le considere un auténtico héroe. Pero no
sólo está bien visto la relación con muchas mujeres, sino que incluso mantener a una mujer, paralelamente a
su familia, supone una exhibición de poder por parte de los hombres. Ambos aspectos se pueden observar en
Paco Vegallana, quien admira a su amigo Mesía por sus conquistas (aunque no sólo por ellas) y siente la
necesidad de ser como él, ya que, en esos temas anda algo escaso.
El segundo tema, tan importante como el anterior, es la lucha entre el poder secular y el poder clerical en una
ciudad de provincia. La época en que se desarrolla la historia, es una época marcada por los continuos
cambios políticos (eliminación de la monarquía y su restauración, alternancia en el poder de diferentes
corrientes políticas) El poder político y económico que tradicionalmente ha estado en manos de la Iglesia ha
desaparecido, pasando a manos de la nueva clase burguesa, enriquecida gracias a la industria incipiente. El
deseo del clero de mantener su influencia choca con los intereses de la burguesía que pretende dirigir el país
puesto que posee el dinero.
Esta lucha española del siglo XIX se concreta detrás del disfraz del amor. En torno a la posesión de Ana
Ozores se mueven los deseos de dos hombres, pero también de dos instituciones: la civil, laica, librepensadora
−aunque empobrecida− de una provincia española, representada por Don Álvaro Mesía y la institución
eclesiástica, tradicional y jerárquica, representada por Don Fermín. Desde el principio de la novela se observa
la antipatía y el recelo con que ambos se tratan, aunque existe una forzosa convivencia. También vemos que la
conquista de Ana Ozores de Quintanar, mujer excepcional en el rudo medio provinciano, es una prueba de
poderío. Y toda la ciudad entra en el juego
Otros temas importantes son el amor, a través de las relaciones de Ana con Víctor, Don Fermín o Don Álvaro;
el poder de la Iglesia, representado por Don Fermín; los celos, en Don Víctor; la seducción, en Don Álvaro; el
poder de la sociedad que oprime en muchas ocasiones a los protagonistas; la situación de la mujer, en la vida
de Ana y la mediocridad social, presente en todas las escenas de la obra.
Modalidades, puntos de vista y tiempo de la narración:
Leopoldo alas clarínutiliza una técnica que se podría llamar de ocultación y revelación, es decir, que con
alguna frecuencia Alas puede silenciar o escamotear algunas escenas para, más adelante, ofrecernos
información sobre las mismas, sirviéndose de algún muy inteligente recurso: el recuerdo, la asociación de
ideas, etc. Quiere decirse que en determinados momentos, Clarín parece renunciar a la omnisciencia, al no
introducir directamente al lector en ciertas escenas, prefiriendo una información deducida a posteriori.
Tal sistema afecta no solo a los hechos novelescos, sino también a los personajes que los viven; presentados,
con frecuencia indirectamente a través de los reflejos de unos en otros, tejiéndose así un complejo y sutil
entramado de perspectivas.
Los efectos perspectivísticos manejados por Alas son tan abundantes como sutiles. Ya en el capitulo I de LA
REGENTA contiene una presentación del Magistral don Fermín de Pas, elaborada con gran habilidad. El
lector descubre a este personaje a través de los ojos del campanero Celedonio y el golfillo apodado Bismarck.
También en este capitulo se nos adelanta ya algunas fugaces y fragmentadas imágenes de Ana Ozores.
Otro aspecto fundamental en la composición de la obra es la técnica discursiva magníficamente diseñada por
el autor en la organización del relato al crear una voz narrativa el narrador omnisciente en tercera persona y un
foco o punto de vista situado en el personaje, cuya voz se puede escuchar en diálogos directos y cuyo
pensamiento se manifiesta en ocasiones en monólogos interiores a través del estilo indirecto libre. «La
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diglosia voz−foco permite al narrador un distanciamiento irónico y hasta sarcástico; la voz de los personajes,
da carácter trágico a los hechos y una cercanía autobiográfica a las conductas».
El tiempo de la narración: El tiempo está bastante espaciado, transcurren varios años a lo largo de la obra,
predominando los tiempos de vacaciones y fiestas: Semana Santa, Navidad, Verano, bailes, teatros, comidas...
Durante los 15 primeros capítulos transcurren tres días en los que se da a conocer Vetusta, sus habitantes y su
pasado y los principales lugares y costumbres de la ciudad asturiana: la calle del comercio, el Espolón, que es
el lugar preferido por los habitantes para pasear; el casino... El resto de la novela transcurre de manera más
ágil ya sin necesitar tantas descripciones como en la presentación y centrándose mucho más en la historia en
si.
La técnica literaria:
La descripción de espacios y personajes: Lo que caracteriza el espacio humano y natural de la obra es su
capacidad de englobar cada detalle que Clarín da a la obra, la impresión de que desmenuza a cada instante
todo lo que ocurre ya puede ser lo que hacen los personajes o como es el ambiente en que se encuentran.
Cuando leemos la obra no pensamos como si estuviésemos viendo un simple esquema o dibujo de lo que
sucede, sino que nos da la capacidad de vivir cada instante y de casi saber con total seguridad como es cada
rincón o cada calle de Vetusta. El mundo se nos ofrece como un espacio abierto y vivo que viene dado a
través de una infinitud de individuos cada uno con la carga de sus frustraciones y pasiones a cuestas, con sus
reacciones y pensamientos más íntimos.
Se nos presentan infinidad de espacios todos muy diferentes entre sí como suele haber en las grandes
ciudades. Estos espacios son: La encinada (barrio residencial de la nobleza), la colonia (nuevos ricos y
burguesía adinerada), el campo del sol (barrio obrero), la zona norte (gueto de miserables) y el centro (la
catedral).
En cuanto a los personajes, esta es una de las obras en las que se nos presenta una descripción del físico y de
la psicología, de los protagonistas y personajes secundarios, más completa y compleja del realismo y
naturalismo español.
Todos los personajes que podemos encontrar en una pequeña capital de provincias tienen su representación en
la novela, desde el obispo y el cabeza de la aristocracia, hasta el criado o el obrero. Los personajes se rigen
siempre por la disposición de la fuerte jerarquía social. Los protagonistas son de las clases sociales más altas y
por eso las descripciones, aunque equitativas para todos los personajes, se centran más en los de estas clases
sociales.
Los protagonistas son:
Ana Ozores (La regenta)
Ana Ozores es el personaje en torno al cual gira toda la obra. Llamada la Regenta por ser esposa del antiguo
regente de la audiencia de Vetusta, se caracteriza por ser una mujer muy sensible. Se debate casi desde el
principio de la novela entre dos hombres que buscan su amor: el Magistral, Don Fermín y Don Álvaro Mesía;
los otros dos protagonistas de la novela.
Ana es una persona con un carácter muy difícil de describir, víctima de una inestabilidad muy acusada que
puede tener su explicación en las condiciones en las que se desarrolló su vida. Por un lado es una desclasada,
como hija de aristócratas que traicionó a su clase en todos los frentes; por otro lado presenta una gran falta de
pasión familiar. Su padre no supo compensar la falta de una madre y su institutriz subrayó más su angustia
hacia la falta de su madre. La falta de hijos y las acusaciones que recibe desde niña por su relación con
Germán en la barca acentúan todavía más si cabe su experiencia de soledad moral.
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Tiene un gran complejo de víctima, se pasa la vida autocompadeciéndose, exigiendo la compasión de los
demás, solo habla de sus problemas, de sí misma, de sus alegrías, ideales, tristezas... Nunca se entrega
definitivamente a su cambio de vida, por eso tarda tanto en aceptar el adulterio, tiene miedo a la aventura real.
De vez en cuando compara a Álvaro y a Fermín.
Otra característica muy importante, aún más teniendo en cuenta los acontecimientos de la novela, es su
profunda religiosidad: es una persona muy devota y posee una fe enorme, que alcanza su máxima expresión
cuando Ana se deja llevar por el misticismo. Esta característica adquiere una importancia mucho mayor si
tenemos en cuenta el papel que juega el Magistral en la novela, ya que en muchas ocasiones el
comportamiento de la Regenta deriva de sus conversaciones con el sacerdote.
Ana se mueve en una serie de acciones y reacciones que la hacen ilusionarse. Una vez adulta intenta
compensar sus tremendas insatisfacciones bien por el misticismo (don Fermín) o bien por el erotismo (Álvaro
Mesía). Estas dos tendencias son vías para escapar del rechazo de la realidad, del mundo cotidiano de Vetusta.
También es destacable el comportamiento de Ana en relación con su propio marido, don Víctor y sus muy
distintas reacciones al respecto, manifestación de la inestabilidad citada anteriormente: por un lado, el
profundo sentimiento de culpa que la sobrecoge a menudo, piensa que ella es la culpable de tal o cual cosa
que le sucede a su marido. Por otro, sobretodo en la parte final de la novela, ese sentimiento se convierte en
odio hacia su marido, piensa que no le hace caso, que no le presta la suficiente atención... y una tercera
proyección de su relación con Víctor podría ser una mezcla entre un sentimiento de pena y de obediencia,
como si Ana estuviera supeditada a su marido, viene a ser una contradicción del anterior. Ana piensa que le
quiere como a un padre, como un ser cercano y protector, al que debe obediencia, pero no como al esposo que
es en realidad.
Fermín de Pas (Magistral)
La vida de Fermín de Pas está muy marcada por su madre, doña Paula. Ella le estuvo guiando por el camino
de lo religioso y siempre le ha estado acosando para que fuese más decidido e influenciador y así conseguir
llegar hasta el puesto de papa en el clero.
D. Fermín nunca se ha cuestionado que vida quería seguir ni lo que él quería hacer y fue tras conocer a Ana
cuando empezó a hacerlo, ya que gracias a ella descubrió la insatisfacción por su propia vida. D. Fermín se
enamoró de Ana y esto enfureció mucho a doña Paula que vía como todos sus esfuerzos por conseguir que su
hijo tuviese una posición digna habían sido en vano. Este es uno de los personajes más complejos
psicológicamente hablando ya que es uno de los que más cambios de personalidad sufre a lo largo de toda la
novela.
El resto de los personajes giran en torno a estos dos ejes.
Recursos estéticos: La Regenta de Leopoldo Alas Clarín, presenta determinadas características que hacen más
atractiva la novela y nos la enmarcan más en la época a la que pertenece como la inclusión de arcaísmos,
dialectalismos, préstamos, incorrecciones, y un empleo matizado de los registros coloquial y vulgar suponen
un uso reflexivo y deliberadamente artístico de algunos recursos lingüísticos que contribuyen al encuadre y a
la caracterización de los personajes y de la ciudad de Vetusta.
Elementos ideológicos y estéticos:
Si es cierto que la columna vertebral del pensamiento político de Alas, a lo largo de toda su vida, es la
fidelidad al espíritu de la revolución burguesa, a la Gloriosa y a su reivindicación de los derechos del hombre,
no es menos cierto que «Clarín»
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inicia su carrera intelectual justamente tras el fracaso del proyecto revolucionario, a mitad de la década del 70,
cuando los sueños revolucionarios se han visto inapelablemente aparcados por la Restauración, y el poder
revolucionario sustituido
por el poder de la Reacción. A «Clarín» le queda entonces, como a toda su generación, el amargo desencanto
por el presente y, junto a él, la esperanza remota en una germinación interna de los ideales revolucionarios,
que irán prosperando lenta y
secretamente, en el seno de la intra−historia, hacia un futuro lejano pero inevitable. En el primer «Clarín» las
notas de desencanto y dolida rabia predominan sobre las de la esperanza regeneracionista, que hegemonizarán
su última producción. Don Pompeyo Guimarán, en el capítulo XX de la novela, expresa
mejor que nadie ese desencanto:
«Cuando estalló la Revolución de Septiembre, Guimarán tuvo esperanzas de que el librepensamiento tomase
vuelo. Pero
nada. ¡Todo era hablar mal del clero! Se creó una sociedad de filósofos... y resultó espiritista (...) Salió
ganando la iglesia,
porque los infelices menestrales comenzaron a ver visiones y pidieron confesión a gritos, arrepintiéndose de
sus errores con
toda el alma. Y nada más: a eso se había reducido la revolución religiosa en Vetusta, como no se cuente a los
que comían de
carne en Viernes Santo»
El aspecto político diferencial que llama más la atención en «Clarín» es su rechazo sin paliativos de la
Restauración. Y La Regenta, en tanto gesto ideológico, y aún cuando contenga algunas afirmaciones de
detalle, es
fundamentalmente una radical negación, un rechazo totalizador. Como se ha cansado de repetir la crítica, ni
un solo personaje
se salva, y si alguno tiene rasgos positivos, como Frígilis o Camoirán, es precisamente por su automarginación
de Vetusta.
Neocatólicos, conservadores, liberales, fuerzas que se reparten a los personajes principales, y que coinciden en
jugar dentro del sistema, participan en su labor de corrupción de una sociedad vetustense ya profundamente
corrompida de tradición. No
hay salidas, ni alternativas, que puedan servir a la colectividad. Y ello se corresponde únicamente con la
primera etapa clariniana en la que todo el asco por la Restauración como sistema se concentra en un
anticanovismo visceral y exacerbado. Previa a cualquier aspecto negativo (el caciquismo, las innúmeras
corrupciones, el formalismo parlamentario, la influencia clerical sobre el
Estado...) está la negatividad misma de un sistema reaccionario hecho a la medida de Cánovas, y que Cánovas
simboliza de manera obsesiva. «Clarín» definirá la Restauración como, como el «estado de
Cánovas» que, según «Clarín», «es peor que el estado de sitio», y a Cánovas como «el dios vivo (...) que se
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hizo dictador y habita entre nosotros». La Restauración llegó de la mano de Cánovas como un golpe
de estado y como un fusilamiento colectivo: «El que se pega un tiro no hace más que proclamarse dictador de
sí mismo, se da un golpe de Estado.− Lo que Cánovas hace con todos». Cuando trata de Cánovas «Clarín»
pierde los estribos, se le va la mano, concentra en él una agresividad sin límites que estalla en innumerables
asociaciones, a cada cual más ingeniosa, más punzante, más cruel... Así nació la obra maestra de la
sátira clariniana, Cánovas y su tiempo (1887), en la que Cánovas deviene la Restauración misma y todo
cuanto «Clarín» más odia: ese poder sin límites obtenido sin coacción aparente, por corrupción de cuanto nos
rodea, y que se apoya en el más absoluto vacío de identidad, en la hinchazón grandilocuente de una máscara
hueca. En Cánovas, en el Hombre−Restauración, se inspirará el Álvaro Mesía de La Regenta.
«Clarín» siente por Mesías la misma repugnancia que por Cánovas: esa capacidad de triunfo tanto cuando está
en el poder como cuando no lo está; esa seducción social que es capaz de ejercer sobre hombres y mujeres,
pero especialmente sobre estas; ese amoralismo pragmático que simplifica, a beneficio de la acción, todos los
problemas; esa falsa pátina cultural, que enmascara conocimientos vagos y de segunda mano; ese posibilismo
extremo que le permite adaptarse a cualquier situación, flexibilizando para ello moral, religión, etc. Es, en una
palabra, el símbolo del gran burgués triunfante, de aquella capa social que, pactando con la aristocracia del
Antiguo Régimen, se hizo con el poder y capitalizó los beneficios de la Revolución.
La negatividad global del mundo representado en La Regenta es, además, una negatividad histórica, la de una
sociedad provinciana representativa de los años inmediatos a la Restauración, en que se consolida esta como
un régimen social en el
que la revolución burguesa se ha producido dejando casi intactos los cimientos del antiguo régimen al tiempo
que, al generar la industrialización, hace aparecer el amenazante aunque desorganizado mundo del
proletariado.
Desde el punto de vista estrictamente político «Clarín», cuando escribe La Regenta, se nos presenta como un
demócrata, republicano, con simpatías federalistas, radicalmente antiposibilista, anti−restauracionista y
anti−clerical.
Representa bien las actitudes ideológicas de las clases medias que en 1868 intentaron la
revolución democrático−burguesa y que en 1876 fueron marginadas del bloque dominante por la nueva
oligarquía financiera y terrateniente, auténtica beneficiaria de la revolución burguesa, tal y cómo esta se pactó
en España: como un compromiso
entre el Antiguo y el Nuevo régimen. Estas clases medias, de carácter inequívocamente republicano, y que
viven la frustración de una revolución no consumada, van a sentir amenazado su modelo político y su
proyecto de hegemonía social por la cristalización, entre las masas populares, de un proyecto revolucionario
alternativo, impulsado por un proletariado progresivamente emancipado de la tutela ideológica de la burguesía
revolucionaria. Es en este paso que va de la lucha revolucionaria al miedo a la revolución, y que ocupa el
último cuarto del siglo XIX y el primero del XX, donde se origina la transformación de la ideología política
de «Clarín», de Galdós y de tantos otros intelectuales del 68. Cuando la revolución propia fracasa y la ajena
amenaza con dejarlos fuera, la voluntad de lucha ha de sufrir, necesariamente, importantes transformaciones.
Valoración personal:
Busca los defectos de la sociedad de la época. Quería quejarse, dar a conocer su protesta ante la sociedad
hipócrita y burguesa, exaltando en cierta forma lo vital y criticando la avaricia y la ambición de personas que
lo único que les importaba era el enriquecimiento personal y para eso era lícito el poder manipular a otras más
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débiles. Deja por manifiesto que en esa sociedad triunfan los malhechores, y los humildes y buenos de
corazón fracasan como es el caso de Don Víctor, en cambio Mesía sale ileso.
Desde el punto de vista de la moral, ésta se basa en una desfiguración de los valores éticos. El vacío moral
alcanza a todas las clases sociales pero es la aristocracia la que se ve mejor reflejada. En casa de los
marqueses de Vegallana se establece un código moral de conducta que no permite la imprudencia de Ana
Ozores al reconocer su amor por Mesía; lo malo no es el adulterio en sí, sino el desafío que representa para la
sociedad el que la Regenta lo reconociera públicamente.
No hay nadie honrado. No hay ningún problema moral en la novela, porque a ninguno de los personajes le
importa nada la moral. Ni siquiera el Magistral sufre tales problemas porque cuando Ana va al confesionario
no por arrepentimiento sino buscando afectividad, no la acoge y perdona según la moral cristiana que
teóricamente encarna.
Creo que la novela responde a la realidad de la época de la España que cuenta. Retrata un mundo
socio−político que corresponde al tono general de hastío y anquilosamiento de la Restauración. El pueblo
trabajador y proletario no contaba para nada.
La novela pertenece al realismo como lo demuestran las características que se observan en ella. Por ejemplo:
−La minuciosidad con la que el autor describe a los personajes y ambientes. Nos da detalles físicos, como
cuando describe Vetusta o a algún personaje:Visitación era alta, rubia, graciosa
−Manifiesta algún elemento naturalista: cuando utiliza el sueño, el recuerdo o el monólogo interior en algunos
personajes. Por ejemplo cuando Ana Ozores recuerda, de una manera retrospectiva, su vida para la confesión
general.
−Otra característica es la crítica satírica contra ese tipo de sociedad.
−Tiene también una intención social ya que critica la hipocresía de algunos canónigos.
−La obra en sí es un análisis profundo de la mentalidad burguesa.
−Por último, respecto al estilo vemos que utiliza variados registros lingüísticos motivado por la gran cantidad
de personajes.
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