SEMBLANZA Ana Teresa Parra Sanojo (1889

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SEMBLANZA
Ana Teresa Parra Sanojo (1889-1936)
Teresa de la Parra
Las mujeres que figuran en la formación de nuestra sociedad americana imprimiéndole su sello suave y hondo
son innumerables, son todas. Creo que pueden dividirse en tres vastos grupos. Las de la conquista: son las
dolorosas crucificadas por el choque de las razas. Las de la colonia: son las místicas y las soñadoras. Las de la
independencia son las inspiradoras y las realizadoras.
Teresa de la Parra. Influencia de las mujeres en la formación del alma americana (1930)
Teresa de la Parra fue considerada por Mariano Picón Salas en el prólogo de las Cartas (1951)
como «uno de nuestros pocos escritores clásicos», mientras que Arturo Uslar Pietri se refirió
a su obra Ifigenia en Letras y hombres de Venezuela como «un libro mujer, atractivo, oscuro,
turbador», lo que parece indicar que la obra de Teresa de la Parra refleja una escritura y una
mirada femenina de tan hondo contenido literario que no pudieron pasar desapercibidas ni
por los escritores ni por los políticos contemporáneos con la autora.
De padres venezolanos, no obstante haber nacido en París el 5 de octubre de 1889, su
infancia transcurrió en una hacienda de caña cerca de Caracas hasta la muerte de su padre
(1898), Rafael Parra Hernaíz, cuando su madre, Isabel Sanojo Espelosín se trasladó con toda
la familia a una aldea cerca de Valencia (España) donde Teresa y sus hermanos recibieron su
primera formación escolar. La educación formal de Teresa se inició a partir de su ingreso a un
internado de monjas franco-españolas, espacio donde desarrolló los primeros ejemplos de su
vocación de escritora.
A los 18 años regresó a Caracas, época de las grandes lecturas, de su desarrollo cultural
y del ejercicio de la escritura; ocho años después publicó en el diario El Universal, la revista
Actualidades (dirigida por Rómulo Gallegos), en La Lectura Semanal (dirigida por José
Rafael Pocaterra), hasta su regreso a París en 1922. Ya consciente de su oficio de escritora,
había venido publicando por entregas el «Diario de una señorita que se fastidia» y «Mamá
X», textos que luego serían incorporados a su novela Ifigenia (1924).
Un año antes, Teresa de la Parra había solicitado al general Juan Vicente Gómez apoyo
para publicar la obra mencionada en Europa «a fin de que no sólo triunfe en nuestro
ambiente, sino que vaya más allá, a demostrar lo que es ese mismo ambiente, culto,
pintoresco y complejo». El general Gómez, quien estimuló la carrera de escritora de Teresa
desde el principio, mantuvo una relación amistosa con la autora que fue diluyéndose con el
tiempo. La misma autora cuenta en carta fechada en París el 1° de noviembre de 1925, que
reposa en el Archivo Histórico del Palacio de Miraflores:
No puedo expresarle la grata sorpresa, mezclada de emoción y agradecimiento que fue para mí la lectura
del cable en que me anunciaba el Secretario General de la República que tenía usted a bien enviar un
cheque de Bs. 12.000, para los gastos de edición de mi novela Ifigenia.
Muy diferente de esta misiva es la que escribió años después, el 12 de agosto de 1933 a
su amiga Lydia Cabrera, a propósito de la impresión que le causó a Teresa la caída del
presidente argentino Hipólito Yrigoyen, comparándolo irónicamente con la situación del
general Gómez:
El que es inamovible como el cemento armado del Cuartel de Maracay es el decano de todos. En el fondo
me da risa, tampoco ese aprendió a ser cemento en ningún libro.
Así, con el apoyo del mandatario del momento o sin él, Teresa de la Parra siguió con su
ascenso literario en Venezuela y en Francia; en 1926 comenzó a trabajar en su segunda novela,
Las memorias de Mamá Blanca, hasta 1928, cuando corrigió las pruebas de las ediciones en
francés y en español publicadas en enero de 1929. A finales de ese año atendió la invitación
que le hacen unos intelectuales colombianos para dictar un ciclo de conferencias,
pronunciadas en Bogotá en 1930, y que se convertirían en su tercer libro llamado Influencia
de las mujeres en la formación del alma americana. Curiosamente, estas conferencias, que
recogen explícitamente su sentido de lo femenino y los rasgos de su feminismo, quedaron
guardadas entre los papeles de Teresa de la Parra durante más de treinta años, hasta 1961,
veinticinco años después de su muerte. En estas conferencias bogotanas, al reflexionar sobre
la condición de las mujeres de esa época –por cierto muy en conexión con las opiniones que
por la misma época había expresado Virginia Woolf en su obra Una habitación propia
(1929)– dice:
La crisis por la cual atraviesan hoy las mujeres no se cura predicando la sumisión… La vida actual … no
respeta puertas cerradas … Para que la mujer sea fuerte, sana y verdaderamente limpia de hipocresía, no
se la debe sojuzgar frente a la nueva vida, al contrario, debe ser libre ante sí misma, consciente de sus
peligros y de las responsabilidades, útil a la sociedad aunque no sea madre de familia, e independiente
pecuniariamente por su trabajo y su colaboración junto al hombre, ni dueño, ni enemigo, ni candidato
explotable sino compañero y amigo (Teresa de la Parra citada por R. Lovera De Sola pp.25-26)
Después de las conferencias dictadas en Bogotá debería haber seguido otra obra «Vida
íntima de Bolívar»11, de la que tan sólo quedó el esquema debido al súbito agravamiento de la
1
En cartas de Teresa de la Parra de los años treinta dice: «Quisiera ocuparme más del amante que del héroe ,
pero sin prescindir enteramente de de la vida heroica tan mezclada a la amorosa» (Obra, 1982: 550 en
Diccionario Enciclopédico de las Letras en América Latina (pp. 3639)
enfermedad de Teresa de la Parra en esos primeros años treinta. De Bogotá fue a La Habana,
Panamá, Estados Unidos y Francia. Nunca más regresó a Venezuela. Su última obra, dedicada
a la vida sentimental de Bolívar, ya se preconizaba dentro de los textos de las conferencias
bogotanas, especialmente en la Conferencia III; allí, escribe el importantísimo rol que juegan
las mujeres en la vida de Bolívar; dice así:
Gran enamorado, según él mismo confiesa, sólo las mujeres a quienes quiso con pasión tuvieron
influencia en sus gustos, en su carácter y en sus decisiones (Ibídem, p. 107)
Seis años más tarde ya muy enferma y diagnosticada con tuberculosis terminal, la
autora se duele de ese «libro posible» que nunca llegó a terminar. En 1935 de París se trasladó
a Madrid donde murió, acompañada de su querida compañera Lydia Cabrera, gran poeta
cubana, el 23 de abril de 1936, pocos meses antes de la Guerra Civil Española. En 1947, los
restos de Teresa de la Parra fueron trasladados a Venezuela por la llamada Junta
Revolucionaria de Gobierno, y en su entierro cuentan que un grupo de mujeres pidió permiso
para cargar su urna, acción que les fue negada. En el Cementerio Genera del Sur quedaron sus
restos hasta el 7 de noviembre de 1989 cuando fueron llevados al Panteón Nacional.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BOSCH, Velia (comp.) (1980). Teresa de la Parra ante la crítica. Caracas: Monte Ávila.
Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina, DELAL (1995). Caracas: Biblioteca Ayacucho/Monte
Ávila Editores Latinoamericana.
PARRA, Teresa de la (1951). Cartas. Prólogo de Mariano Picón Salas. Caracas: Librería Cruz del Sur.
____ (1991). Influencia de las mujeres en la formación del alma americana. Caracas: Fundarte, Alcaldía del
Municipio Libertador.
____ (1991). Obra. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
USLAR PIETRI, Arturo (1948). Letras y hombres de Venezuela. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.
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