El español de Chile en las postrimerías del siglo XX Leopoldo Sáez Godoy Universidad de Santiago de Chile 1. En Chile se lee y se escribe poco. Los libros tienen tiradas reducidas y son mucho más caros que en México, España o Alemania. Para los lectores habituales se ha hecho evidente un deterioro en el trabajo de los correctores de pruebas. Incluso en los diarios más tradicionales, además de las erratas habituales, con alarmante frecuencia aparecen gruesos errores, que hubieran sido un escándalo en otros tiempos. 2. Por otra parte existe un problema cultural ambiental. En palabras de Gabriel Valdés “La cultura del político del primer Senado constituyente era impresionante. Tenía capacidad de hacer una improvisación y citar a Plutarco o un pasaje se Shakespeare, hablar de Platón y pasearse por las ideas del mundo. Eso hoy no se da”. Así también, la tradicional radio Andrés bello, que solo difundía música clásica, tuvo que cerrar. Las universidades por problemas presupuestarios tienen serias dificultades para mantener sus orquestas, conjuntos de teatro, cuerpos de ballet, coros, radios. A todo este ambiente cultural general, hay que agregar la situación de la enseñanza escolar que, por fortuna, se ha convertido en un programa central del gobierno. Sin entrar en mayores detalles, citemos algunos factores negativos: masificación de la enseñanza, cursos demasiado numerosos, profesores mal pagados y sin prestigio social, locales con infraestructura deficiente, errada concepción de la enseñanza de la lengua materna, alumnos desmotivados. Como podía esperarse, los resultados no han sido satisfactorios: los egresados de la enseñanza media no son capaces de leer comprensivamente ni de redactar aceptablemente en la variedad formal (olvidemos piadosamente la ortografía). 3. En la actualidad, el dominio del registro formal ya no es un atributo indispensable del dirigente, del líder social. Muchos no son competentes en la norma culta fónica, morfosintáctica, léxica. En los documentos oficiales, incluso del Ministerio de Educación, brillan gruesas faltas de ortografía. Más aún, da la impresión de que aquellos que tienen conocimientos y lecturas que les permitirían un empleo elegante del idioma, se autocensuran para hundirse en un gris e impersonal empleo rutinario. 4. En Chile vivimos un proceso de globalización y de internacionalización de todo tipo: economía, comunicaciones, viajes. Cada vez llegan más extranjeros a nuestro país y un tercio de los chilenos viaja al exterior, gracias a un evidente mejoramiento de nuestro estándar de vida. Nos relacionamos con el mundo a través de Internet. Compramos en Miami. Nuestros empresarios invierten en Argentina, Perú, Bolivia y hacen alianzas estratégicas por doquier (...). Se ha creado una cultura internacional en la que los jóvenes de todo el Imperio usan jeans, t-shirts, papas fritas con ketchup, escuchan tecno, rap, new wave, hip hop, asisten a idénticos conciertos de los mismos conjuntos musicales que recorren el mundo, ven las mismas películas devorando cantidades increíbles de pop corn y bebiendo bebidas colas. En los confines del Imperio, en Chile, estamos empezando a celebrar el halloween. 5. Naturalmente todo esto tiene consecuencias lingüísticas Introducción de un aluvión de anglicismos en los léxicos especializados, muchos de los cuales se instalan luego en la lengua común. Hemos documentado más de tres mil voces, entre anglicismos crudos, adaptaciones, traducciones, calcos semánticos, variantes y agregamos entre diez y quince a la semana. Son especialmente abundantes en los léxicos de la computación, música popular, deportes, administración de empresas, vestimentas, publicidad. Se van haciendo conocidos elementos culturales muy alejados. De los kuchenes, ñoquis y lasañas, incorporados hace mucho, pasamos a los wantanes, chapsui, sushi, sashimi, tacos, terrinas. Los más sofisticados están disfrutando de las ciboulettes y del aceto balsámico. La lengua común coloquial sigue evolucionando motu proprio o por influencia de otros dialectos del español. Como siempre, la fonética y la morfosintaxis lo hacen en mucho menor medida que el léxico. Avance al parecer incontenible del registro informal hacia las situaciones formales: espacios de conversación televisados, clases magistrales, discursos. Nuevo es el ingreso tímido del registro vulgar en el lenguaje público. Esta situación ya se ha hecho habitual en programas cómicos o juveniles de radio y televisión. Incluso en la prensa escrita he documentado expresiones consideradas vulgares como cara de poto, carerraja “cínico, fresco”, cartucho “pudibundo”, cartuchismo. Gran difusión del lenguaje juvenil que se extiende hacia la lengua común informal (no estar ni ahí, amermelado, aperrar, atinar, hacer atado, estar en otra, arrugar, chanta, cachar, estar chato, estar apestado, pasarlo shansho). Algunos de los términos han nacido en la lengua vulgar o del hampa (bacán, mina/o, piola, quedar con cuello, pulento, marcar ocupado) Descenso en el nivel de dominio de la lengua: aumentan las secretarias incapaces de redactar una carta, los periodistas con dificultades de expresión; los profesionales que no pueden escribir informes comprensibles, las ediciones con faltas graves de ortografía; los hombres públicos que no dominan la variedad culta. La inseguridad provoca ultracorrecciones (palear, espúreo, arrear la bandera) que son una reacción a expresiones del tipo lión, tiatro de uso general.