Por mi culpa, por mi culpa Estrategias para superar la pérdida

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Por mi culpa, por mi culpa
Estrategias para superar la pérdida
accidental de una extremidad
dentro de la familia
Volumen 18 · Número 4 · Mayo/Junio 2008
por Sandra Houston, doctora
Traducción al español: The BilCom Group
inMotion Volume 18 · Issue 4 · May/June 2008: It´s All My Fault. Strategies for Surviving
Accidental Limb Loss in Families
English Version is available in Library Catalog
“Es terriblemente arriesgado vivir”.
Carl Rogers
A veces, la vida nos depara traumas para
los que no estamos preparados. Cuando
una persona pierde una extremidad de
manera accidental, también se altera la
vida de la familia. El sistema familiar del
que dependíamos se ve trastornado. Ya no
contamos con la coherencia que nos ayuda
a sentirnos seguros en la vida. El efecto
que produce el trauma se magnifica si el
accidente se produjo como consecuencia
de la negligencia de un miembro de la
familia. En todos los niveles de la familia,
se formularán preguntas respecto de la
causa y habrá sentimientos de culpa. El
mundo que conocían habrá cambiado.
El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (Manual de diagnóstico y
estadísticas de trastornos psíquicos, DSM, por sus siglas en inglés) define el trauma como
“todo lo que excede del rango de experiencias humanas normales”. Cuando un miembro de la
familia pierde una extremidad a causa de un accidente, se produce una experiencia traumática,
sobre todo si otro miembro de la familia ocasionó el accidente. Accidentes en una granja, en
un bote, con una máquina o con una cortadora de césped son ejemplos de esta situación. Las
consecuencias emocionales pueden ser devastadoras. Al mismo tiempo que el amputado se
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está adaptando a las consecuencias, la persona responsable de la pérdida de la extremidad
siente una enorme culpa y responsabilidad. Sentir tanta culpa, además de otras emociones
negativas, causa estragos en toda la familia, incluida la víctima.
Cuando un ser querido pierde una extremidad como consecuencia de nuestra negligencia, los
sentimientos de culpa cobran proporciones enormes: son violentos y duraderos. Cuando un
comportamiento descuidado de nuestra parte le ocasiona sufrimiento a otra persona, es
prácticamente imposible no culparnos. Es una realidad que sentimos culpa y remordimiento
en accidentes cuya consecuencia es la pérdida de la extremidad de otra persona. A veces,
estos sentimientos iniciales de culpa pueden ser tan terriblemente amargos y abrumadores que
la persona puede llegar a negar lo sucedido como mecanismo temporal de supervivencia. En
términos psicológicos, la persona se encuentra en estado de shock.
Luego de este período de shock y negación, la persona comenzará a obsesionarse con el
accidente repasando mentalmente los detalles: “¿Qué hice para que ocurriera esto? ¿Qué
podría haber hecho para evitarlo? ¿Por qué me sucedió a mí?” Estos pensamientos
tormentosos pueden socavar nuestro sentido de dignidad y bienestar. Debemos perdonarnos
por todos los “debería” que no ocurrieron.
Toda la familia se ve afectada por el trauma, incluidos los miembros de la familia extensa y
los amigos. El statu quo ha cambiado. El sistema familiar debe adaptarse al hecho de que uno
de los miembros es amputado y otro miembro, quizás, es el responsable. Algunos de los
miembros de la familia atraviesan los mismos cuestionamientos y se culpan al igual que la
persona responsable del accidente. Los esposos o hermanos suelen preguntarse si podrían
haber hecho algo para evitar que sucediera el accidente.
Incluso la víctima puede experimentar culpa. Los miembros de la familia se deben adaptar al
papel o la función que desempeñan en la familia para adecuarse a las necesidades del
amputado. A veces, esta adaptación sucede naturalmente. Otras veces, genera resentimiento,
puesto que toda la atención está puesta en la adaptación de un miembro de la familia. Todos
están heridos, y necesitan un poco de reconocimiento y apoyo.
Al mismo tiempo, la familia es nuestro máximo sistema de apoyo: la familia trabaja unida
para ayudar en el proceso de curación del amputado. El apoyo y aliento de los miembros de la
familia extensa, como los abuelos, y de los amigos puede ser fundamental para la adaptación
del amputado. Puesto que los amigos están menos abrumados por las emociones que los
miembros de la familia, pueden ser las personas indicadas para investigar sobre recursos en
Internet y en la biblioteca, por ejemplo, grupos de apoyo y organizaciones como la Coalición
de Amputados de América (ACA, por sus siglas en inglés).
A medida que las necesidades del amputado comienzan a monopolizar a la familia, los
hermanos pueden sentirse descuidados. Ahora, el amputado depende mucho más de los padres
y hermanos. Algunos hermanos se esfuerzan por ayudar, mientras que otros pueden sentir
celos. Durante este período, es importante que los padres no ignoren las necesidades de sus
otros hijos. Deben explicarles a sus hijos que en cuanto el hermano lesionado se adapte y
adquiera mayor independencia, la familia volverá a la “normalidad”.
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La relación matrimonial es el núcleo del sistema familiar. Si la relación es saludable y está
basada en el amor, el sistema familiar funcionará sin problemas. Si uno de los cónyuges fue el
responsable del accidente, es posible que el otro le culpe y exprese su ira. Esto genera un
círculo vicioso de más ira, culpa y autoculpa. En este punto, la pareja se beneficiaría con
algún tipo de intervención, como la de un consejero. Si el sentimiento de ira persiste, el
vínculo matrimonial podría romperse, lo que podría provocar el divorcio o un constante
resentimiento no manifestado que se expresa por medio del comportamiento. Los niños
experimentan las emociones de sus padres. No hace falta expresar verbalmente las emociones
para que los niños las absorban. Los niños, incluso, pueden llegar a “actuar” las emociones
negativas que los padres no se manifiesten entre sí en diversos comportamientos poco
saludables, como problemas escolares, violencia, promiscuidad, etcétera.
Es necesario sentir culpa, y esta debe ser expresada; pero, lo
que es más importante, es necesario descargarla. Aferrarse a
la culpa puede llevarnos a sobrellevar la situación de manera
poco saludable, por ejemplo, por medio del alcoholismo, el
consumo de drogas, el exceso de trabajo, el aislamiento, la
falta de interés en actividades placenteras, la depresión y la
anulación de todas las emociones, incluidas las positivas. Son
maneras de decir en forma inconsciente: “Soy culpable; por
lo tanto, soy indigno y debería ser castigado”.
Guardar todo esto en nuestro interior insume muchísima
energía. No solo le afecta mental y físicamente, sino también
afecta las relaciones con su familia y sus amigos. Lo que más rápido destruye una relación es
el dolor o la ira no manifestados. Las relaciones son nuestros bienes más preciados, de manera
que se merecen el tiempo y la energía que requiera cultivarlas.
Al aferrarnos a la culpa y la ira, cargamos con el peso del pasado adonde sea que vayamos.
Consume nuestra energía y nos quita espacio para vivir el presente. No es fácil aprender a
deshacerse de estas emociones negativas. No nos enfrentamos con la culpa de la noche a la
mañana. A veces, acabamos viviendo con nuestra culpa durante muchos años antes de que,
finalmente, podamos enfrentarla.
La culpa suprime nuestra felicidad y, una vez que se apodera de nosotros, se entromete en
nuestra vida. Nuestros pensamientos son los responsables de las emociones que sentimos. Si
tenemos pensamientos culposos como: “Por mi culpa, por mi culpa. Soy una mala persona,
soy indigno porque ocasioné este accidente”, la emoción que surge como consecuencia de
este pensamiento es la culpa. Si sus pensamientos incluyen las palabras “debería” o “no
debería”, entonces, está experimentando sentimientos de culpa. La culpa intensa y
prolongada, y otros pensamientos negativos, no solo afectan a nuestras emociones sino
también a nuestro cuerpo. Para superar la culpa, es necesario superar los pensamientos
negativos. Deje de catalogarse negativamente. Deje de castigarse.
Llega un momento en el que el dolor de continuar con los sentimientos de culpa es mayor que
el dolor de detenerlos. Es entonces cuando se da cuenta de que continuar con la culpa implica
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una elección de vivir sufriendo, y detener estos pensamientos negativos implica vivir
nuevamente en libertad, sin la carga de la culpa. Una vez que se alcanza este punto, puede
elegir ignorarlo o seguir adelante con su vida y hacer algo al respecto. Afortunadamente,
existen estrategias que pueden ayudarnos a aliviar nuestro sentimiento de culpa y volver a
vivir una vida plena.
Una de las primeras tareas consiste en encontrar una forma para detener los pensamientos
culposos. Experimentamos culpa a un nivel consciente, pero los pensamientos culposos se
presentan a un nivel automático e inconsciente, de manera que la primera tarea consiste en
reconocer los pensamientos negativos detrás de los sentimientos. Los pensamientos equivalen
a las emociones, y los pensamientos negativos son incompatibles con los pensamientos
positivos, de manera que si reemplaza los pensamientos negativos con pensamientos
racionales se desentenderá de los sentimientos negativos. Por ejemplo, si usted se dice: “Por
mi culpa, por mi culpa. Soy una mala persona y debería recibir un castigo”, puede
reemplazarlo por una afirmación racional verdadera, como: “Le provoqué a otra persona dolor
y la pérdida de una extremidad. No fue intencional. Haré todo lo que esté a mi alcance para
garantizarle el éxito en la vida. Soy una buena persona, y amo y cuido a las personas que
están a mi lado”. Llevará tiempo y esfuerzo, dado que se trata de cambiar un hábito. Una
forma de lograrlo es trazar dos columnas en una hoja de papel y escribir los pensamientos
negativos a la izquierda y la verdad a la derecha. Solamente después de haberlo practicado
muchas veces, el hábito se modificará. Luego, comenzará a sentirse mejor. Cada vez que
sienta culpa, detenga ese pensamiento y llévelo al nivel de conciencia de donde subyace la
emoción. Reemplace este pensamiento con la verdad. Practique esto cada vez que los
pensamientos culposos reaparezcan.
Perdonarse es la solución para el castigo que nos infligimos por la culpa. Pedirle perdón a
alguien es el antídoto contra la ira. El perdón es la forma de dejar atrás el pasado. No es
posible modificar el pasado. Solamente podemos modificar el presente para garantizar un
mejor futuro. Debemos perdonarnos por todos los “debería” que no ocurrieron.
Es útil recordar que la mayoría de nosotros vivimos la vida de la mejor manera posible,
teniendo en cuenta la clase de persona que somos y el estado de ánimo o el conocimiento que
tenemos en un cierto momento. No nos proponemos lastimar intencionalmente a otras
personas. Ni tampoco se propuso usted el episodio de la pérdida de la extremidad con el que
está luchando. No es necesario que se convierta en su propio tirano porque una acción que
usted cometió le ocasionó sufrimiento a otra persona. Ya puede darse permiso para volver a
vivir una vida plena, sin tener que pagar el precio de castigarse por el resto de su vida.
En una situación de gran remordimiento, no es mucho lo que nuestros amigos y familiares
pueden decir para ayudarnos a que nos sintamos menos culpables. Normalmente, todo lo que
un amigo o familiar puede hacer es hacernos comprender que somos amados y aceptados a
pesar de lo que ha sucedido. Usted necesitará que sus amigos y familiares sean comprensivos
cuando le oigan hablar, una y otra vez, de sus sentimientos de arrepentimiento. Trate de creer
que el amor que sienten los demás por usted es genuino. Es genuino porque, si son honestos
consigo mismos, saben que algo similar podría haberles pasado a ellos.
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Si cree en un Dios que acepta y perdona su humanidad, esa creencia puede ayudarle. Con o
sin esta creencia, es importante que confíe en la capacidad que tienen otras personas para
ayudarle a aceptarse y amarse.
Para lograr el perdón es fundamental expresar nuestros sentimientos y comunicárselos a las
personas que amamos. Puede ayudarle plasmar sus sentimientos en papel, ya sea que lleve un
diario o escriba cartas. Al volcar nuestras emociones en el papel, las hacemos más
conscientes. Obtenemos información a la que, de otro modo, no hubiéramos tenido acceso.
Llevar un diario nos permite ver claramente nuestros pensamientos y sentimientos. Además,
disminuye el efecto que causan.
Tal vez desee escribir cartas a todos los miembros de su familia. No es necesario que se las
entregue, a menos que esté preparado o hasta tanto eso ocurra. Al leer una carta de alguien, es
más probable que pueda “oír” y comprender lo que se intenta comunicar. Podemos responder
a la carta oralmente o en forma escrita. Esto nos dará tiempo para pensar con mayor
racionalidad. Las cartas abren la comunicación. Normalmente, cuanto más esconde una
persona, es más probable que las demás personas deseen actuar del mismo modo.
Una de las tareas más arduas en la vida consiste en darse cuenta de que no siempre la vida
será como esperamos que sea. No existen motivos por los cuales algunas personas sufren más
que otras. Si aceptamos la vida y dejamos atrás el pasado, nos liberamos para vivir
plenamente en el presente. Dejamos la puerta abierta para una vida más satisfactoria y plena.
La vida no deja de ser un emprendimiento arriesgado, pero en tanto sobrevivimos a las
pérdidas y los traumas, tenemos la oportunidad de hacernos más fuertes y afianzar nuestras
relaciones.
Sobre la autora
Sandra Houston, doctora, es psicóloga clínica y profesora jubilada de
Psicología de la University of Central Florida. Ejerció en forma particular
durante 30 años y se especializó en psicoterapia sexual y de pareja. Es
amputada con desarticulación de cadera desde 1982. Cuenta con más de 50
publicaciones y presentaciones profesionales, y continúa dando ponencias y
escribiendo en el campo de la psicología de rehabilitación.
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