Martín pescador, ¿me dejará pasar? El tránsito de la escuela primaria a la secundaria Abraham Leonardo Gak1 En las vacaciones escolares, muchas familias no pueden dejar de pensar en lo que “se viene” el próximo año: ¡el nene o la nena entran al secundario! Pero antes de esto, han tenido que tomar una serie de decisiones de importancia que van a repercutir en la vida de sus hijos al iniciar este ciclo educativo. Tuvieron que decidir, en primer lugar, qué escuela; muchas familias averiguaron previamente orientación, características, población estudiantil, directivos y docentes. Otras familias simplemente decidieron por la cercanía a su domicilio o bien por afinidades del hijo o la hija con sus compañeros de la primaria. Además de conseguir la vacante -un tema no menor- tuvieron que tener en cuenta cuestiones que modificarían la vida cotidiana tanto del ingresante como de la familia, ya que la modalidad seleccionada o la cercanía o distancia implican a la vez otras decisiones que repercuten en el conjunto, tales como el viajar solo. En algunos casos, tuvieron que afrontar algún mecanismo de elección previo, bajo la forma de un examen de ingreso o de un curso preparatorio, lo que, en algunos casos, coincidió con la cursada del 7º grado. Para la toma de esta importante decisión se requiere un cierto conocimiento, una experiencia directa o indirecta sobre el tema. Para el abordaje de estas cuestiones me he apoyado sobre el trabajo pertinente de la compilación de Flavia Terigi, Diez miradas sobre la escuela primaria. Algunas preguntas: ¿quién debe tomar la decisión, la familia o el adolescente? ¿es una decisión conjunta? ¿existe alguna instancia de asesoramiento? ¿la escuela primaria juega o debería jugar algún papel? A mi criterio, es importante que la decisión sea conjunta. Un primer paso para un buen comienzo es la voluntad del estudiante de querer ingresar y de saberse parte de esta decisión. Desde luego que hay instancias de asesoramiento especializado, pero, en la realidad, existe información previa informal que de algún modo actúa “aconsejando” qué hacer. En muchos casos, influye la costumbre de que los chicos que egresan de determinadas escuelas primarias van a determinadas secundarias de la zona, independientemente de si resultan las más adecuadas para la formación de cada uno. 1 Profesor honorario de la UBA Es importante que la escuela primaria trabaje sobre el tema y de hecho muchas lo hacen en la actualidad, en particular las que tienen una población de sectores medios. Los chicos cuentan con información, tal vez visitaron algunas escuelas secundarias y tuvieron la oportunidad de charlar con egresados que les cuentan sus vivencias. Esta modalidad no resulta suficiente en el caso de escuelas con poblaciones de sectores mayoritariamente populares. Como señala Alejandra Rossano: “la experiencia transitada nos ha demostrado que cuando más lejana esté la escuela secundaria en la historia familiar, mayores son los esfuerzos que la escuela primaria debe hacer para presentarla, para hacerla posible, para promover las preguntas sobre las distintas opciones. Sólo un trabajo sistemático con los niños y sus referentes familiares puede dar una pista de hasta qué punto hay que convertir en acciones concretas de enseñanza aquellos que para alguno ya constituyen conocimiento, saberes disponibles”2 Esta diferencia constituye una clara desventaja para los sectores populares, pues el proceso de iniciación a la educación media adquiere especial importancia para el chico que deja su ámbito conocido de escuela primaria, donde era “el más grande” para pasar a uno desconocido donde será “el más chico” y donde deberá asimilar nuevas reglas y generar nuevas relaciones, además de enfrentar un sistema de estudio muy diferente. Lo característico de la escuela secundaria es el pasaje a situaciones ligadas con la organización autónoma del trabajo escolar, con mayores niveles de exigencia, con un gran número de materias con profesores diversos con los cuales difícilmente podrá establecer un diálogo cercano como con la “seño”, regímenes disciplinarios más estrictos y un sistema de evaluaciones que incluye modalidades desconocidas hasta el momento. La ley Nacional de Educación establece la obligatoriedad de la escuela secundaria; ésta presupone que los chicos ingresan a la misma con un bagaje de conocimientos que les fueron enseñados en la primaria. Sin embargo, este presupuesto no siempre se condice con la realidad y la brecha entre los conocimientos previos requeridos para poder avanzar en los nuevos es muy grande. Por otra parte, aspectos significativos para enfrentar esta etapa de estudios no son abordados suficientemente en la primaria tales como organización del tiempo y prácticas de estudio, realización de monografías con su correspondiente bibliografía y la dificultad de enfrentar con recursos propios la resolución de problemas. 2 Rossano, Alejandra, “El pasaje de la primaria a la secundaria como transición educativa”, en Diez miradas sobre la escuela primaria, Flavio Terigi (comp), Siglo XXI Editores, 2006 Muchos chicos no encuentran en su casa el ámbito adecuado de estudio. Será necesario recrear lugares que en otra época podían suplir estas carencias: las bibliotecas populares, los clubes de barrio y otras instituciones, de modo que puedan acudir a instancias que los ayuden en el aprendizaje, ya sea solos o en grupos de pares. Esto supone tomar conciencia de que el primer año de estudios en la escuela secundaria es fundamental para garantizar su continuidad y permanencia. Recordemos que los mayores índices de repitencia y deserción se dan en los primeros años y es por lo tanto allí donde deben extremarse los esfuerzos para evitarlo. En este sentido, puede ser valedero que la escuela primaria contemple opciones que permitan hacer realidad lo que se escucha en las fiestas de egresados de 7º grado en el sentido de que las puertas de la escuela estarán siempre abiertas para ellos. No basta con abrir las puertas sino que sería conveniente implementar instancias reales de contención y trabajo conjunto con la nueva institución educativa. He señalado en artículos anteriores la dificultad que enfrentan grandes sectores populares de la población estudiantil al enfrentar un sistema de educación secundaria que es, por su misma concepción y modalidades de implementación, no contenedor y aun expulsivo. He querido en esta ocasión señalar que esto se verifica desde la etapa de elección e ingreso: lo que ocurre en la misma marca fuertemente lo que va a ocurrir en el paso por la enseñanza media, paso que -lamentablemente- no es hacia delante sino hacia fuera de lo que debería ser el derecho que señala la ley y la obligación del Estado de buscar y encontrar maneras de hacerlo realidad. No hay una única manera de remontar estas dificultades que atentan contra la culminación de los estudios secundarios; éstas vienen de lejos, se complejizan en la actualidad y por ello se requiere un esfuerzo muy grande no sólo en disponibilidad de recursos materiales y económico-financieros sino en el sentido de desarrollar formas creativas para atender las distintas situaciones acorde con las diversas realidades sociales y familiares. Un camino no sencillo pero sin duda apasionante para todos los que hacemos de la educación nuestro campo de trabajo, concientes de que ésta es imprescindible para un presente y un futuro dignos para la sociedad argentina. Caso: Acerca de decisiones y formas de reducir las asimetrías. En las escuelas medias de la Universidad de Buenos Aires, ante una demanda que excede largamente la disponibilidad de vacantes, desde hace muchos años y con distintas modalidades, se implementó un riguroso proceso de selección para el ingreso. Es de señalar, de acuerdo con la experiencia, que una condición esencial para transitar el curso y finalizarlo, es la voluntad del alumno de ingresar a la escuela elegida. No hay presión ni historia familiar que pueda reemplazar esta decisión personal. En la actualidad, se cursan cuatro asignaturas –Matemática, Lengua, Historia y Geografía argentinas- durante 9 meses, en forma simultánea con el 7º grado primario, una vez por semana los días sábados. Se realizan tres evaluaciones en cada materia, las que son rigurosamente anónimas, por las que el aspirante obtiene un puntaje que se va sumando y mediante el que se establece un orden de mérito. Gran parte de los alumnos concurre, al mismo tiempo, a algún establecimiento privado o bien recibe algún tipo de ayuda complementaria de docentes. Otros son apoyados por su familia, que pasa largas horas estudiando junto a ellos. Sin embargo, existe un porcentaje de chicos que no tienen ningún tipo de soporte de las características descriptas y que, por esto mismo, realizan un gran esfuerzo personal. Esta situación de asimetría generó gran preocupación y se buscó la forma de paliarla, dentro de las posibilidades. Para una escuela que contaba con larga y rica tradición en trabajo solidario, esto constituyó un desafío. Es así que la solución vino de la mano de la propuesta de alumnos de la escuela que ofrecieron brindar su tiempo para estos chicos que no contaban con apoyo adicional. Los “maestros”, algunos de ellos de sólo un par de años más que los postulantes, tomaron muy en serio su tarea al punto de destinar parte de sus vacaciones de invierno a ésta e incluso convocaron, autorizados por la escuela, a los padres para orientarlos acerca de cuál era el mejor modo de ayudar y apoyar a sus hijos, cuál la manera de enfrentar algún resultado desfavorable en una evaluación, teniendo en cuenta que el factor psicológico es fundamental en esta instancia. En este proceso los beneficiarios son ambos: el que es ayudado y el que ayuda, y esta es la filosofía del trabajo solidario.