TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE CATALUÑA Sala Civil y Penal ROLLO DE APELACIÓN JURADO núm. 33/10 Procedimiento Jurado núm. 2/09 -Audiencia Provincial de Tarragona -(Sección 4ª). Causa Jurado núm. 2/08 -Juzgado de Instrucción núm. 2 de Tarragona SENTENCIA N Ú M. 12 Excma. Sra. Presidenta: Dª. Mª Eugenia Alegret Burgués Ilmos. Sres. Magistrados: D. José Francisco Valls Gombau Dª. Nuria Bassols Muntada En Barcelona, 5 de maig de 2011 Visto por la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, integrada por los Magistrados al margen expresados, el recurso de apelación interpuesto por D. MOHAMED B. contra la sentencia dictada en fecha 11 de mayo de 2010 por el Tribunal del Jurado de la Audiencia Provincial de Tarragona, recaída en el Procedimiento núm. 2/09 del indicado Tribunal del Jurado, derivado de la Causa de Jurado núm. 2/08 del Juzgado de Instrucción nº 2 de Tarragona. El referido apelante ha sido defendido en el acto de la vista en este Tribunal por la letrada Dª. Verónica Vivancos y ha sido representado por la procuradora Dª. Ana Mª 1 Boldú Mayor. Han sido partes apeladas AHMED H., como acusación particular, quien ha sido defendido en el acto de la vista en este Tribunal por el letrado D. David Rocamora Borrellas y ha sido representado por la procuradora Dª Mª Rosa Hernández en nombre de la procuradora Dª. Laura López Tornero y el MINISTERIO FISCAL representado por el Fiscal D. José Maria Romero de Tejada. ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- El día 11 de mayo de 2010, en la causa antes referenciada, recayó Sentencia cuyos hechos probados son (sic): " 1. El acusado MOHAMED B., sobre las 22 horas del día 13 de marzo de 2008, portando un cuchillo de cocina, se encontraba a la altura de las calles ********* de ********* y ********, esperando a que pasara por dicho lugar S. H.. Una vez observó a S. siguió a la misma por detrás, le cogió por el hombro y le giró hacia él. Tras dicha acción, Mohamed B. clavó diez veces el cuchillo en el cuerpo de S. causando a la misma las siguientes heridas: a) herida incisa de 5,6 centímetros de largo situada a un centímetro de la aureola mamaria izquierda, penetrando en el 4º y 5º espacio intercostal, seccionando la 5ª costilla, llegando al pericardio y profundizando en el ventrículo izquierdo de corazón. b) herida incisa de 3,5 centímetros de largo situada a 3,3 centímetros de la aureola mamaria izquierda, penetrando en el 3º y 4º espacio intercostal, seccionado el 4º cartílago costal, llegando al pericardio, lesionando la aurícula derecha del corazón, ventrículo izquierdo, llegando al pulmón izquierdo. c) Herida incisa de 3,5 centímetros de largo situada a 1,5 centímetros del esternón, seccionando el músculo esternocleidomastoideo en su inserción con la clavícula izquierda, seccionando esófago, aorta torácica descendiente y bronquio principal izquierdo, finalizando a nivel de columna vertebral fisurando la región intervertebral de los 7º y 8º cuerpos vertebrales y fisurando la cara anterior de la octava vértebra dorsal. d) herida incisa de 3,5 centímetros de largo situada a dos centímetros de esternon, fisurando la tercera costilla derecha sin llegar a la cavidad 2 pleural/mediastinica. e) herida incisa de 3,2 centímetros de largo situada a 3,4 centímetros de la aureola mamaria derecha. f) herida incisa de 2 centímetros de largo situada a 6,5 centímetros de la aureola mamaria derecha. g) herida incisa en la mano derecha sobre eminecia tenar de 2,5 centímetros de largo. h) herida incisa en la mano derecha, interdigital de 1,3 centímetros de largo entre el 4º y el 5º dedo. i) herida en la cara interna de la mano izquierda de carácter inciso de 9 centímetros de largo que se extiende desde el primer dedo hasta el extremo inferior del cúbito, con sección de los tendones flexores superficiales. j) herida incisa en la cara posterior de la pierna izquierda de 3,7 centímetros de largo situada a 38 centímetros de distancia de la cresta iliaca. Todas estas lesiones se causaron estando viva S. quien interpuso sus manos para evitar que el acusado le clavara el cuchillo. 2. El acusado causó a su vez a S. otras lesiones consistentes en tres erosiones lineales superficiales en la cara externa de la mano izquierda y diversas equimosis a nivel lateral del tercio medio de la pierna izquierda. 3. El instrumento empleado por el acusado era un cuchillo, de un solo filo, de grandes dimensiones, tanto de largo como de ancho. 4. Posteriormente Mohamed B. se marchó de ****** pasando por ******** desde donde se dirigió hasta ******. El acusado llamó por teléfono el día 16 de marzo a su hermana quien avisó a la policía e hizo creer a la misma que estaba en *********. La policía pidió al mismo que se entregara, conociendo el acusado que le estaban buscando, siendo detenido el día 17 de marzo mientras se encontraba en un bar de ****** próximo a la estación de autobuses. Tras ser encontrado por los agentes de la Policía Nacional en el bar en ******, el acusado acompañó a los agentes, no obstaculizó su detención y no intentó huir. Una vez detenido reconoció a la Policía Nacional y posteriormente en el Juzgado de Instrucción los hechos realizados por él, excepto los relativos a la agresión al no recordar nada de los mismos. 3 5. Mohamed B. sufrió tras los hechos un síndrome de estrés postraumático que se ha derivado en el actual síndrome facticio. 6. En fecha indeterminada del mes de enero de 2.008, el acusado, sin existir entre ellos ninguna relación sentimental, habló con el hermano de S. H. para pedirle su mano y poder casarse con ella de conformidad con sus tradiciones, manifestando éste que el consentimiento lo tenían que dar los padres de S.. Hicham H., hermano de S. H., habló con sus padres sobre la petición de boda realizada, manifestando éstos que sí S. estaba de acuerdo, daban su consentimiento a la celebración de la boda. Preguntada a tal efecto, S. manifestó a su hermano que no quería casarse con MOHAMED B. , procediendo éste a comunicarle la decisión al acusado. 7. El acusado tras dicha negativa, inició una conducta de acoso a S. que vivía con su hermano en la calle *********, nº *****, de la localidad de Tarragona, siguiéndola al autobús, acompañándola, apareciendo en el locutorio en horas de trabajo y esperando a que finalizara su trabajo para ir en el autobús juntos, esperándola a la puerta de su casa y del autobús, lo que motivo que el dueño del locutorio le negara la entrada en el establecimiento en alguna ocasión y su hermano la fuera a buscar al trabajo. 8. En fecha no concreta pero entre el mes de enero de 2008 y el día 13 de marzo del mismo año el acusado se acercó a S. mientras se encontraba en el autobús, esgrimiendo un cuchillo y obligó a la misma a sentarse a su lado. 9. En el momento del fallecimiento S. tenía los siguientes familiares más próximos: Ahmed H., padre, Tamo Lachmar, madre, y Hicham H., hermano.” La sentencia contiene la siguiente parte dispositiva: " EL TRIBUNAL DEL JURADO ACUERDA: De conformidad con el veredicto de culpabilidad expresado por el Jurado, que debo condenar y condeno 4 a MOHAMED B. , como autor responsable de un delito de asesinato, previsto y penado en el artículo 139.1º del CP, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad penal, a la pena de 19 años de prisión con inhabilitación especial para el ejercicio al derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de condena y al pago de las costas procesales causadas en el presente juicio. Asímismo debo condenar y condeno a MOHAMED B., como autor responsable de un delito de coacciones, previsto y penado en el artículo 172.1º del CP, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad penal, a la pena de 1 año de prisión con inhabilitación especial para el ejercicio al derecho de sufragio pasivo y al pago de las costas procesales causadas en el presente juicio. En materia de responsabilidad civil, MOHAMED B. deberá indemnizar a los padres de la víctima, Ahmed Haddad y Tamo Lachmar, en la cantidad de 80.000 euros y a Hicham H. en la cantidad de 60.000 euros. Para el cumplimiento de la pena se le abonará al condenado el tiempo que hubiera estado privado de libertad por esta causa.” SEGUNDO.- Contra la anterior resolución, la representación procesal de D. MOHAMED B. interpuso en tiempo y forma el presente recurso de apelación, que se ha sustanciado en este Tribunal de acuerdo con los preceptos legales, habiéndose señalado para la vista de la alzada el día 11 de noviembre a las 10:30 horas de su mañana, fecha en la que ha tenido lugar con el resultado que es de ver en la diligencia extendida al efecto unida a las presentes actuaciones. Ha actuado como Ponente la Magistrada de esta Sala Ilma. Sra. Dª. Nuria Bassols Muntada. 5 FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO.- La sentencia dictada por el Magistrado Presidente del Tribunal del Jurado, de conformidad con el veredicto emitido por los ciudadanos jurados, condenó a Mohamed B. como autor responsable de un delito de asesinato previsto y penado en el artículo 139.1 del Código Penal, sin concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, y le impuso la pena de 19 años de prisión e inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de condena; asimismo, le condenó como autor de un delito de coacciones previsto y penado en el artículo 172.1 del Código Penal, también sin concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, imponiéndole por este delito la pena de 1 año de prisión, acompañada también de la correspondiente inhabilitación. En cuanto a responsabilidad civil, estableció la obligación del condenado a indemnizar en concepto de daño moral en la cantidad de 80.000 Euros a los padres de la víctima, y en la cantidad de 60.000 euros para su hermano. Contra dicha resolución interpone recurso de apelación el condenado quien al amparo del artículo 846 bis c) de la ley de enjuiciamiento criminal alega, con carácter general, quebrantamiento de las normas y garantías procesales que han causado indefensión, e infracción de precepto legal en la calificación jurídica de los hechos. Antes de abordar el estudio de los concretos motivos del recurso, el recurrente bajo la rúbrica de “antecedentes” transcribe la totalidad de los hechos que fueron objeto del veredicto redactado por el Magistrado 6 Presidente del Tribunal del Jurado, y asimismo los motivos de convicción expresados por los ciudadanos jurados, en cumplimiento de lo previsto en el artículo 61.1 d) de la Ley Orgánica del Tribunal del Jurado. También transcribe el veredicto emitido por los mentados jueces legos, en cumplimiento de lo previsto en el artículo 62 de la LOTJ, y el fallo de la sentencia dictada por el Magistrado Presidente que refleja las penas impuestas al acusado que más arriba se han descrito. Una vez realizada dicha exposición, se entra en la exposición del primer motivo del recurso que ahora ya se encarrila de forma concreta por la vía del apartado a) del artículo 846 bis c) de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, en él el recurrente invoca la causación de indefensión por vulneración del derecho de defensa , alegando que con anterioridad a iniciarse las sesiones del plenario el letrado de la defensa solicitó la suspensión del mismo, al amparo del artículo 746.5 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al entender que la afectación o patología mental que padecía su cliente le impedía asistir al juicio . Sigue relatando la defensa del recurrente que la solicitud de suspensión del juicio oral, en virtud del estado psíquico del acusado, se hizo incidiendo en que dicha medida fuera adoptada sin la presencia del jurado, petición que fue denegada por el Magistrado Presidente. Continúa narrando, que el Magistrado Presidente ordenó que el acusado fuera visitado por dos médicos forenses quienes dictaminaron que aquel se encontraba totalmente capacitado para asistir al juicio y comprender sus consecuencias. También se expone que antes de iniciar cada una de las sesiones el acusado era reconocido medicamente y, en su caso, se le suministraba una medicación. Pretende la parte recurrente que la actitud contraria a la suspensión del juicio oral, habida cuenta la enfermedad mental que entiende padece el acusado, es contraria a lo establecido en la doctrina fijada en la 7 sentencia del Tribunal Supremo de 14 de junio de 2006 que aplica el artículo 24 de la Constitución Española, el artículo 6.3 c) del Convenio europeo de Derechos humanos y , también, el artículo 14.3 d) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos . Según criterio de la defensa del acusado, el juicio se celebró sin posibilidad de defensa activa de éste, habida cuenta el síndrome de estrés postraumático y el síndrome facticio que padece y padecía, tal como se infiere de la proposición onceava de las que fueron objeto del veredicto, que fue declarada probada por unanimidad por los ciudadanos jurados, circunstancia que comportó que formara parte del hecho quinto de la sentencia dictada. Se añade también, que dicha imposibilidad de defensa activa resulta, a su entender, evidente, habida cuenta la actitud que adoptó Mohamed B. al ser interrogado. Califica el interrogatorio de “caótico e incoherente” (sic), también dice el recurso que en la concesión de la última palabra el acusado fue incoherente. Hace alusión, también la parte recurrente a que en la “ Justificación Probatoria” , contenida en la sentencia impugnada, el Magistrado Presidente del Tribunal del Jurado, hace expresa referencia a que el síndrome de estrés postraumático que ha derivado en un síndrome facticio (padecido tras los hechos por el acusado), se infiere de los informes de los médicos psiquiatras que están tratando al mismo, y que forman parte del equipo de psiquiatras que prestan sus servicios en el Centro Penitenciario de Can Brians . SEGUNDO.- Ante dicho motivo del recurso, es de interés, en primer lugar, transcribir en parte la aludida sentencia del Tribunal Supremo , a saber, la 971/2004 de 14 de junio de 2006, en la que se asienta el recurso, en el aspecto que ahora interesa : 8 “TERCERO: Teniendo presentes estas circunstancias mentales especificas en el momento de celebrarse el juicio oral, la cuestión planteada por los recurrentes y Ministerio Fiscal en su motivo segundo y la defensa en su motivo único, es que en casos de denuncia sobrevenida de tal entidad que se traduzca en una situación de incapacidad para entender la trascendencia del juicio oral, la celebración de éste, con la consecuencia de la aplicación al mismo de una pena privativa de libertad y además una medida de seguridad que supone junto con las esenciales finalidades terapéuticas, su internamiento en Centro psiquiátrico cerrado con pérdida temporal añadida de la libertad deambulatoria, supone vulneración del derecho de defensa a un juicio justo y con todas las garantías, produciéndose una efectiva indefensión, siendo lo procedente acordar la suspensión de la celebración del juicio y el archivo provisional de la causa. Argumenta el Ministerio Fiscal que lo planteado no es la derogación implícita del art. 383 LECrim . en punto a la imposibilidad de imponer medidas de seguridad sin sentencia, con la consiguiente polémica sobre la solución a adoptar en esta jurisdicción penal, una vez abierto el juicio oral, que es el caso que se suscitó en la sentencia de esta Sala 971/2004 de 23.7 , sino la violación de los derechos del acusado gravemente enfermo y de las garantías esenciales del procedimiento con la celebración del juicio oral con su presencia e intervención sin las facultades mínimas de comprensión de la realidad y del sentido de sus propios actos. … … QUINTO: Llegados a este punto, debemos centrarnos en la cuestión planteada por los recurrentes, esto es si la celebración del juicio oral, pese a la total incapacidad del acusado para intervenir en los tramites propios de dicho acto, vulneró los derechos de defensa consagrados en el art. 24.2 CE ., y consecuentemente a no sufrir indefensión y aun proceso con todas 9 las garantías: a) Ciertamente el fundamento del derecho de defensa no es otro, sino el del propio principio de contradicción, el cual resulta ser consustancial a la idea del proceso. Y el Tribunal Constitucional lo ha recordado numerosas veces, así la STC. 92/96 de 21.6, FJ. 3, afirmaba : "este Tribunal ha tenido ya ocasión de declarar que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso justo se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 de la Constitución Española , reconoce no solo para el proceso penal sino también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas y cuya finalidad es la de asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y contradicción que imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso en el inciso final del art. 24.1 CE ." ( STC. 47/87 )… ….c) Una de las manifestaciones más expresivas y genuinas de la autodefensa se ha considerado por la doctrina el llamado "derecho a la ultima palabra" del art. 739 LECrim. que se inscribe plenamente en el derecho de defensa, en cuanto es la oportunidad procesal penal para corregir cualquier olvido u error o matizar hechos o afirmaciones barajadas en el curso del juicio ( STC. 65/2003 de 7.4, 207/2002 de 11.11) … Consecuentemente procede con estimación de los recursos interpuestos, acordar la nulidad del juicio oral y sentencia subsiguiente, y asimismo la 10 suspensión provisional y archivo de la causa, bien entendido que el Tribunal deberá supervisar con la periodicidad necesaria el estado de salud del procesado y en caso de que pudiera restablecerse en condiciones de poder afrontar el juicio oral, esto es si desaparecen las causas que han motivado la anulación y suspensión del juicio oral, deberá ser éste celebrado por un Tribunal distinto del que ha conocido de la resolución recurrida. Caso contrario si se acredita que la demencia o incapacidad mental del procesado es de carácter permanente e irreversible en sus efectos, sin posibilidad de episodios lúcidos, deberá cesar toda intervención penal sobre el mismo, dándose traslado de las actuaciones al Ministerio Fiscal para que éste inste en el orden jurisdiccional civil las medidas pertinentes en materia de incapacitación o internamiento del afectado -lo que en el caso presente ya se ha producido con la declaración judicial de incapacitación, internamiento administrativo y sumisión a tutela- para evitar un nuevo comportamiento criminal y remediar esa inexistente capacidad de autedeterminación”. TERCERO.- Pero, lo cierto es que, en el supuesto en análisis la doctrina ahora expuesta no es de aplicación, puesto que tal como dice el recurrente el hecho probado quinto de la sentencia dictada por el Magistrado Presidente del Tribunal del Jurado declara probado que: “ Mohamed B. sufrió tras los hechos un síndrome de estrés postraumático que se ha derivado en el actual síndrome facticio”. Y también es cierto que el mentado Magistrado Presidente en el apartado concreto de “ Justificación Probatoria”, dice : “Finalmente señalar dos hechos a su vez considerados acreditados por el Jurado como son por un lado que el acusado tras los hechos sufrió un síndrome de estrés 11 postraumático que se ha derivado en el actual síndrome facticio, hechos que se acreditan por los diferentes informes emitidos por los médicos psiquiatras que están tratando al mismo y de forma concreta en los emitidos por los doctores Rosa Maria Dueñas Herrera, Álvaro Muro Álvarez y Pilar Casaus Samtan, quienes depusieron en el acto del juicio, que forman parte del equipo de psiquiatras que prestan tratamiento en el centro penitenciario de Brians y concretan la evolución sufrida por Mohamed B., quien inicialmente fue diagnosticado como una persona que sufria el denominado estrés postraumático, explicando como en el transcurso del tiempo los mismos le diagnosticaron el denominado síndrome facticio, que supone una reproducción en la persona de los síntomas que padecía, aparición voluntaria pero sin búsqueda de una finalidad, diferenciando dicho síndrome del síndrome por simulación en que el mismo presenta idéntico cuadro de síntomas, pero si que persigue una finalidad concreta.” Pero, como reconoce el propio recurrente, los médicos forenses que visitaron al acusado tanto antes de la iniciación de las sesiones del juicio oral como, previamente a cada una de dichas sesiones dictaminaron que aquel se encontraba totalmente capacitado para asistir al juicio y comprender sus consecuencias, tal como más arriba consta. Ello evidencia que el síndrome de estrés postraumático que padecía el acusado y que ha derivado en un síndrome facticio, en ningún caso le incapacitaba para ejercer su derecho de defensa de manera eficaz o activa en el acto del juicio oral. Hay que diferenciar entre el síndrome facticio y la simulación, ya que en caso de simulación la actitud simuladora de unos determinados síntomas, o, en su caso la exageración de los mismos, va encaminada a lograr un determinado objetivo por parte del simulador, 12 como podría ser el conseguir una atenuación de la pena, o el evitar que se celebre el juicio, y se le imponga una pena, en cambio como dijo la psiquiatra Dra. Pilar Casaus que hizo un seguimiento del acusado con posterioridad a haber acaecido los hechos, en este caso, el síndrome facticio que padece el recurrente no va destinado a ninguna finalidad concreta, pero, hay algo más que obvia el recurrente, que dicho síndrome por su propia naturaleza es de carácter voluntario, y insistimos de carácter no incapacitante para entender el derecho de defensa, y, en su caso ejercerlo. No es ocioso resaltar que los ciudadanos jurados excluyeron cualquier posibilidad de atenuación de la pena a imponer al acusado-recurrente por el atroz acto criminal cometido al entender que el citado acusado no padecía ningún tipo de afectación de sus capacidades de entender y querer. Desde la anterior perspectiva hay que poner de relieve que el apartado segundo del objeto del veredicto se intitula : “ HECHOS RELATIVOS AL GRADO DE EJECUCIÓN , PARTICIPACIÓN Y POSIBLE CONCURRENCIA DE CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES O ATENUANTES DE LA RESPONSABILIDAD”; y, que, dentro de este apartado se incluyen por lo que afecta a la salud mental del acusado, tres posibilidades fácticas que a su vez, de ser estimadas darían lugar a la concurrencia de tres distintas formas de minoración de la responsabilidad criminal : a) una completa anulación de sus capacidades que le impedía entender y conocer lo malo o lo bueno y/o comportarse según dicha comprensión ; b) una intensa disminución de sus capacidades de entender y conocer lo malo y lo bueno y/o para comportarse según dicha comprensión; c) una leve disminución de sus capacidades de entender y conocer lo malo y lo bueno y/o para 13 comportarse según dicha comprensión. En todos los supuestos, ya en caso, “de enfermedades o patologías de carácter psíquico con síntomas psicóticos y trastornos de la personalidad, ya por una dependencia al etanol, cannabis y nicotina, ya, finalmente por la afectación de sus facultades intelectivas y volitivas al haber sido rechazado por S. con la cual el acusado-recurrente quería contraer matrimonio”; los ciudadanos jurados, se inclinaron por unanimidad por considerar no disminuidas sus capacidades para entender y conocer lo bueno y lo malo y para comportarse según dicha comprensión. El jurado se basa en la pericial psiquiátrica y también en la pericial psicológica emitida en el acto del juicio oral con la intervención de seis facultativos. En conclusión, no pueden ser atendidos los intereses del recurrente, pues hay que partir de un estado de salud mental que podríamos calificar dentro de la normalidad (como así lo entiende el jurado), y añadir a dicho estado un síndrome de estrés postraumático, que los facultativos consideran habitual, y un síndrome facticio que en ningún caso es incapacitante. Al hilo de lo anterior, de la amplia pericial practicada en el acto del plenario se infiere que el síndrome facticio supone una serie de síntomas tanto físicos como psicológicos de carácter falso , pero que en todos los casos son creados intencionalmente por el sujeto para asumir el papel de enfermo, en este caso mental, siendo compatible un síndrome facticio no simulado con el carácter intencionado del mismo, como ocurre en este supuesto . Las anteriores consideraciones hacen decaer, sin duda alguna, el primer motivo del recurso. 14 CUARTO.- El segundo motivo del recurso desarrolla lo más arriba anunciado en el sentido de denunciar que la sentencia recurrida ha infringido por inaplicación un precepto legal aplicable, en concreto el artículo 138 del Código Penal, en la calificación jurídica de los hechos. Bajo dicho amparo procesal, combate el recurrente la sentencia dictada por el MP del Tribunal del Jurado, que considera que el grave atentado contra la vida que aquí se enjuicia, es constitutivo de asesinato al concurrir la circunstancia agravante específica de alevosía, primera del artículo 139 del Código Penal. Al hilo de dicha denuncia, el recurrente dice que en el actuar del condenado-recurrente Mohamed B. al atentar contra la vida de la víctima S. H., no concurrió la mentada agravante; procede resaltar del alegato del recurrente: a) Que no quedó acreditado que Mohamed B. estuviera escondido tras una caseta de la ONCE, esperando a que S., la víctima, pasara por el lugar al salir de su trabajo a las 22,30 de la noche. b) Que a entender del recurrente no es suficiente lo razonado por el Magistrado Presidente en la sentencia, para entender que la conducta de Mohamed fue alevosa, a saber: ni el que conociera el donde trabajaba la víctima, ni que la estuviera esperando en las cercanías del lugar por el que sabía que debía pasar para regresar a su domicilio, ni tampoco el hecho de que el acusado portara un cuchillo de grandes dimensiones. c) Que la forma de ataque, al no ser por la espalda no puede ser considerada alevosa, siendo indiferente que el acusado se hubiere acercado a la víctima por la espalda. 15 d) Que los ciudadanos jurados declararon probado por unanimidad que:“ S. interpuso las manos para evitar que el acusado le clavara el cuchillo”( hechos favorables al acusado, número quinto). Lo cierto es que las alegaciones del recurrente van encaminadas a demostrar que en el caso no concurre una alevosía por virtud de ataque traicionero, pero no logran descartar la concurrencia de una alevosía sorpresiva. Al hilo de lo anterior, el recurrente pone de manifiesto los acertados razonamientos contenidos en la sentencia recurrida en el siguiente sentido: a) Que el acusado se aproximó a la víctima por la espalda, caminado detrás de ella y más rápido que la misma, y en un determinado momento la gira hacia él teniendo ésta solamente tiempo de gritar cuando el agresor le empieza a clavar el cuchillo. b) Que la testigo de los hechos Doña Josefa M. refirió que el actuar del mentado acusado fué con inmediatez y continuidad al girar a S. que necesariamente impidió a la misma adoptar alguna medida de defensa. c) Que se trata de una alevosía de carácter sorpresiva o súbita toda vez que el agresor espera a S. con un cuchillo en la mano, accede a ella por detrás, la gira e inmediatamente empieza a clavarle el cuchillo. d) Que aún cuando la víctima presentara heridas en las manos, no consta la existencia de un acto de defensa activa por parte de S., ya que no se trata de heridas de desgarre o irregulares en su forma que pudieran indicar que hubo un forcejeo entre víctima o agresor, sino que estamos ante heridas de naturaleza lineal indicativas de un corte. QUINTO.- Los razonamientos contenidos en la Sentencia recurrida redactados al amparo del artículo 70 de la Ley Orgánica del Tribunal del 16 Jurado, permiten ya asegurar que el “ modus operandi” utilizado por el agresor fue de carácter sorpresivo evitando de esta manera que la víctima pudiera ofrecer resistencia o pudiera evitar la acción criminal poniendo en peligro la vida o la integridad física del agente. Por razones obvias omite el recurrente que el Magistrado Presidente también se ampara para sustentar la existencia de una conducta sorpresiva en que los testigos presenciales de los hechos quienes auxiliaron posteriormente a S.: Claudia C. B., Daniel L. Martínez y Josefa M. S., declararon que se habían fijado expresamente en que una de las heridas de la mano de la víctima, especialmente profunda, no sangraba por lo que ello podía obedecer a que cuando se produce dicha herida , que el recurrente califica de defensa, S. ya había perdido mucha sangre, con lo cual se pone en evidencia que dicha posibilidad de defensa era ineficaz. Además, la sentencia razona que dichas heridas no pueden llevar a confusión ya que no tienen carácter de fuerza suficiente para entender la concurrencia de una defensa activa de S.. Contrariamente a las pretensiones del recurrente que hace hincapié en lo que le interesa, en ejercicio de su legítimo derecho de defensa, en el sentido de que S. tenía heridas defensivas, la sentencia dictada va más allá, ya que analizando tanto el modo en que se produce el ataque criminal y las heridas que presentaba la víctima llega a la conclusión que las mal llamadas “ heridas defensivas” eran más un acto de autoprotección o de carácter reflejo, que ninguna incidencia tuvieron el actuar cobarde de quien si bien no consta acreditado que espere a la víctima escondido tras una caseta de la Once, sí la espera escondido puesto que es el relato fáctico de la sentencia dice a la letra que Mohamed B. siguió a la víctima por detrás, le cogió del hombro y le giró hacia él. Resulta claro por lo 17 declarado por los testigos que presenciaron los hechos, arriba identificados, que de haber esperado a la víctima sin sorpresa esta hubiera podido defenderse o huir pidiendo auxilio con lo cual hubiera aparecería una posibilidad de defensa efectiva que ni tan siquiera se intuye. Por lo expuesto se desmoronan los dos pilares en que se asienta el motivo del recurso: 1) el que el ataque no fue por detrás, 2) el que la víctima tenía heridas defensivas en las manos; el primero porque como se ha dicho es igualmente sorpresivo un ataque por la espalda que el seguir a la víctima de noche, portando en la mano un cuchillo de grandes dimensiones, girarla de forma repentina para acto seguido de forma también repentina empezar a apuñalarla ; y el segundo porque las heridas supuestamente defensivas no fueron de defensa efectiva, al haberse ocasionado la más importante estando ya tan malherida la víctima que ni tan siquiera sangró. SEXTO.- Ante tales aseveraciones que se contienen en la sentencia recurrida, resulta meridiana la aparición de una alevosía de sorpresa, debiendo recordar someramente los declarado por el Tribunal Supremo y por esta misma Sala en aras a describir las distintas formas de actuar alevoso, así la Sentencia de esta Sala de 30 de marzo de 2009, hace referencia a lo sorpresivo e inesperado del ataque, y estima la concurrencia de alevosía : “TERCERO.- Es reiterada la jurisprudencia de la Sala 2ª TS -- expresada entre otras, en las SSTS 49/2004, 22 de enero, 357/2005, de 22 de marzo, 474/2007, de 6 de junio, 713/2008, de 13 de noviembre y 888/2008, de 10 de diciembre - que distingue entre las distintas modalidades ejecutivas de naturaleza alevosa: a) alevosía proditoria, equivalente a la traición y que incluye la asechanza, insidia, emboscada o celada, situaciones en que el sujeto agresor se oculta y cae sobre la víctima en momento y lugar que aquélla 18 no espera; b) alevosía súbita o inopinada, llamada también "sorpresiva", en la que el sujeto activo, aun a la vista o en presencia de la víctima, no descubre sus intenciones y aprovechando la confianza de aquélla actúa de forma imprevista, fulgurante y repentina. En estos casos. es precisamente el carácter sorpresivo de la agresión lo que suprime la posibilidad de defensa, pues quien no espera el ataque difícilmente puede prepararse contra él y reaccionar en consecuencia, al menos en la medida de lo posible; y c) alevosía de desvalimiento, en que el sujeto agente aprovecha una situación de absoluto desamparo de la víctima, como acontece en los casos de niños de corta edad, ancianos debilitados, enfermos graves o personas ebrias en fase letárgica o comatosa, dormidas o privadas de conocimiento. Resulta de notable interés dicha sentencia porque ante los argumentos de la defensa tendentes a excluir un actuar sorpresivo y, consecuentemente alevoso en una situación de riña o discusión previa, puesto que a su entender el ofendido sí podía sospechar del peligro y precaverse de la acción, la Sala entiende : “Sin embargo, manteniéndose el “factum” y aún partiendo de una discusión previa, como acertadamente señalaba el Ministerio Fiscal, quien realizó un primer salto cualitativo de las palabras a los hechos fue el recurrente dándole un puñetazo en la cara a la víctima y quien sacó la navaja de forma sorpresiva e inesperada (de su bolsillo de atrás) también fue el recurrente, conformando un actuar súbito y de improviso que imposibilitó la defensa de la víctima. Dicha navaja de 11 cm. que portaba el recurrente fue clavada reiteradamente en el cuerpo de Ismael, causándole la muerte, sin que ninguna de las heridas fuera de defensa, pues como manifestaron los Médicos Forenses en el acto del 19 juicio oral a las preguntas del Ministerio Fiscal y las defensas, las de los nudillos podían ser de ese momento o anteriores y dan por seguro que la víctima tenía los brazos abiertos, pero no había heridas de defensa. Nos encontramos, pues, ante una modalidad de alevosía súbita y un ataque sorpresivo del acusado al sacar la navaja del bolsillo de atrás de forma repentina para clavarla en el cuerpo de la víctima. Es una alevosía sobrevenida que concurre en supuestos de acciones plurales con el empleo de “…. medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla ..” y que no se requiere en la totalidad del proceso ejecutivo pudiendo suceder, como en autos, que se aprecie en la actuación del recurrente siempre que lo aleve se haya producido en el curso de una situación previa de violencia y la víctima no se encuentre suficientemente prevenida frente a un ataque tan grave (SSTS Sala 2ª 15 Febrero 1991, 4 Enero 2005 y 15 Mayo 2008). La inexistencia de posibilidades de defensa por parte de la persona atacada y del uso de la navaja que sacó el acusado, en un momento final, y teniendo cuenta lo sorpresivo del uso de la navaja que el fallecido no había visto, hasta aquel momento, comportan la estimación de la alevosía. Téngase presente que la concurrencia de la alevosía conforme a la jurisprudencia reiterada - SSTS de 23 Nov. 2006, 24 Ene. 2007 y 15 Mayo 2008-, ha de estimarse cuando se reúne “ …. tanto el (elemento) normativo, al producirse en un delito contra las personas, como el instrumental, al suponer un actuar que asegure el resultado sin riesgo para el agresor, y también, el culpabilístico, consistente en el ánimo de conseguir el resultado sin ofrecer a la víctima posibilidad alguna de defensa…. y …(de las diversas) formas tradicionales reconocidas en el “modus operandi” propio de lo alevoso, (nos encontramos ante) ….. la sorpresiva, al desconocer por completo la víctima la existencia del arma 20 …” También resulta de interés invocar la sentencia de esta Sala de 29 de Abril de 2010 la cual, hace expresa referencia a que resulta encomiable que el juicio de inferencia acerca de la concurrencia del elemento subjetivo de la alevosía sea apreciado por el Magistrado Presidente, a saber: “ 3. El recurso del Ministerio Fiscal nos plantea la revisión del juicio de inferencia realizado por el Jurado (hecho núm. 6º del veredicto) y por el Magistrado Presidente sobre la concurrencia del elemento subjetivo de una circunstancia agravante (alevosía), a su vez determinante de un concreto tipo penal (asesinato), sin el cual no podría ser apreciada aquélla ni estimado éste, lo que –como muy bien afirma el Fiscal– no plantea problemas diferentes que los que resultan de la revisión del dolo propio de otros tipos delictivos, cuya factibilidad hemos analizado en el pasado (SSTSJC núm. 21/2007 de 15 oct., 23/2007 de 29 oct. y 13/2009 de 4 jun.) y ha sido admitida reiteradamente por el TS (SS TS 2ª 599/1998 de 5 may., 574/1999 de 14 abr., 851/1999 de 31 may., 439/2000 de 26 jul., 956/2000 de 24 jul., 382/2001 de 13 mar., 1215/2003 de 29 sep., 589/2004 de 6 may., 867/2004 de 2 jul. y 1139/2004 de 19 oct., 434/2008 de 20 jun. y 678/2008 de 30 oct.; y entre las más recientes, las SSTS 2ª 85/2010 de 11 feb. y 180/2010 de 10 mar.) y por el TC (SSTC 170/2005 de 20 jun., 328/2006 de 20 nov., 43/2007 de 26 feb. y 256/2007 de 17 dic.). El juicio positivo o negativo sobre el dolo, el conocimiento, la intención, el propósito o el ánimo que pueda haber guiado una concreta acción del acusado o elemento de la misma, cuya consideración sea imprescindible para constatar la concurrencia del correspondiente elemento subjetivo que sea necesario por pertenecer al tipo descrito en cada caso por el legislador 21 penal, constituye un “juicio de valor” que –a salvo de una confesión válida y creíble– debe inferirse lógicamente a partir de los datos de la realidad del mundo exterior aprehensibles por los sentidos. Si bien la revisión en esta alzada de esta realidad externa que sirve de partida para aquél juicio de inferencia tiene unos límites estrictos, que la convierten prácticamente en intocable (especialmente en caso de prueba directa), la de los correlativos hechos psicológicos o de la conciencia humana presenta unos límites menos rigurosos, en los que, como sucede en el supuesto de la prueba indiciaria o indirecta, priman como elementos de contraste las reglas de la lógica, de la racionalidad y de la experiencia humanas susceptibles de control en esta instancia y en la superior, ya que, por su naturaleza, aquel juicio no constituye más que una deducción en la que, por lo demás, se entremezclan conceptos y valoraciones jurídicas ajenas a la estricta función del Jurado.” La aplicación de las anteriores razonamientos que guardan relación con las clases de alevosía, y los requisitos para su estimación conduce ineludiblemente a estimar la concurrencia de la misma en el caso analizado y , por ello, a rechazar el segundo motivo del recurso. SÉPTIMO.- En el tercer motivo del recurso alega el acusado su desacuerdo con la sentencia dictada que le condena también como autor de un delito de coacciones previsto y penado en el artículo 172 del Código penal. A entender del recurrente la actuación descrita en los correspondientes hechos probados de la sentencia deberían haber sido considerados atípicos o en su caso constitutivos de una falta de coacciones del art. 620.2 del Código Penal. 22 A saber, los hechos en concreto, dicen: “7. El acusado tras dicha negativa, inició una conducta de acoso a S. que vivía con su hermano en la calle ********, nº ******, de la localidad de Tarragona, siguiéndola al autobús, acompañándola, apareciendo en el locutorio en horas de trabajo y esperando a que finalizara su trabajo para ir en el autobús juntos, esperándola a la puerta de su casa y del autobús, lo que motivó que el dueño del locutorio le negara la entrada en el establecimiento en alguna ocasión y su hermano la fuera a buscar al trabajo. 8. En fecha no concreta pero entre el mes de enero de 2008 y el dia 13 de marzo del mismo año, el acusado se acercó a S. mientras se encontraba en el autobús, esgrimiendo un cuchillo y obligó a la misma a sentarse a su lado.” A entender del recurrente la conducta aquí descrita que consiste en el seguimiento y acoso a la víctima apareciendo en el locutorio dónde aquella trabajaba siguiéndola y/o acompañándola, evidentemente contra su voluntad, desde su casa al autobús y viceversa, esperándola en la puerta, ya de su casa, ya del locutorio, debería ser considerada atípica. Esta Sala, por razones evidentes que acto seguido se exponen, no comparte la tesis del recurrente: a).- Quedó probado por voluntad del jurado, que entre el acusado y la víctima no existía relación sentimental alguna, sino simplemente que Mohamed B. había hablado con el hermano de la víctima para pedir su mano y poder casarse con ella según sus tradiciones, manifestando éste que el consentimiento tenían que darlo los padres de S.. Hicham H., hermano de S. habló con sus padres sobre la petición de Mohamed B., a la 23 cual éstos manifestaron que darían su consentimiento para la boda sólo si S. estaba de acuerdo. Preguntada al respecto, S. manifestó a su hermano que no quería casarse con Mohamed. b).- Ante tales antecedentes de ninguna forma puede ser compartida la tesis del recurso en el sentido que el actuar del agente sea atípico o en su caso de poca gravedad. Del relato fáctico descrito se infiere que Mohamed B. durante casi dos meses y medio siguió a la víctima en lo que según parece eran las pocas ocasiones en que la misma se veía obligada a salir a la calle para ir a trabajar; esto se desprende del hecho probado siete de la sentencia en el sentido de que para proteger a la misma, su hermano en alguna ocasión la había ido a buscar al trabajo. c).- No hay duda de que la víctima estaba realmente atemorizada, puesto que así la encontró la testigo Saadia Salem en el autobús explicándole que “un chico” le había dicho “que te mato”. No tiene trascendencia que en el acto del juicio Saadia dijera que no recordaba con precisión los hechos dado el tiempo transcurrido pero que se remitía a lo declarado en el trámite de investigación. d).- El hecho que el jefe del locutorio Noureddine D. tuviera que intervenir negando la entrada al establecimiento al acusado también refleja la conducta de gravedad seguida por Mohamed que debe ser incardinada en el art. 172 del Código Penal. e).- Pero es que, resulta ya definitivo que en una fecha no determinada, falta de determinación que no tiene mayor relevancia, el acusado esgrimiera un cuchillo y obligara a S. a sentarse a su lado, ya que una conducta de tal gravedad de ninguna manera puede ser constitutiva de una falta de coacciones 24 f).- Finalmente no se comparte con el recurrente ninguna duda en cuanto a la credibilidad de las declaraciones de la testigo Saadia S., ni de las de la cuñada de la víctima Aicha S., ni tampoco de las del encargado del locutorio, puesto que todas ellas coinciden en la descripción de lo sucedido y revelan un tipo de conducta de carácter obsesivo que va agravándose hasta acabar en la comisión de un hecho atroz. Desde esta perspectiva es de interés decir que la sentencia del Tribunal Supremo de 27 de octubre de 2010, permite perfilar los requisitos del tipo del artículo 172 del Código penal, al distinguirlo del delito de detención ilegal que supone un acto ilícito de mayor gravedad, al tratarse ya de un acto encaminado a limitar o reducir la libertad deambulatoria. Por ello hay que concluir que, contrariamente a los intereses del recurrente los actos descritos en el relato histórico revisten la gravedad más que suficiente para ser incardinados en el tipo del delito de coacciones, planteándose esta Sala incluso la posibilidad de un delito de detención ilegal, ya que el hecho que en fecha no determinada, pero que la sentencia impugnada fija entre el mes de Enero y el 13 de Marzo de 2008, (fecha esta última en la que el acusado dio muerte a la víctima), Mohamed B. en el interior de un autobús obligara a S. esgrimiendo un cuchillo a sentarse a su lado, podría inferir incluso una limitación de la libertad deambulatoria. La sentencia de 17 de Octubre de 2010 dispone: “Tiene dicho esta Sala -sentencias de 7/4/2006 EDJ2006/53058 y 20/1/2009 EDJ2009/11753 -, en relación con los delitos de detención ilegal y de coacciones, que:"En ambos casos se trata de conductas que afectan negativamente a la libertad de la víctima, limitándola, restringiéndola o, incluso, suprimiéndola, contra su voluntad, si bien el 25 delito de coacciones tiene una configuración más general, mientras que la detención ilegal afecta a aspectos específicos de la libertad individual El delito de coacciones se comete cuando el sujeto, sin estar legítima autorizado, impide a otro, con violencia, hacer lo que la ley no prohibe o le compele a hacer lo que no quieré, sea justo o injusto. Y el delito de detención ilegal, de carácter más específico que el delito de coacciones, y de mayor gravedad lo que se traduce en una mayor pena, se comete cuando el sujeto encierra o detiene a oro privándole de su libertad, refiriéndose por lo tanto a la libertad deambulatoria o ambulatoria.” A título de ejemplo, también el Tribunal Supremo ha tenido oportunidad de establecer los requisitos que exige la calificación de los hechos como constitutivos de un delito de coacciones, en la Sentencia, entre muchas de 15 de septiembre de 2010. Razona el Tribunal Supremo en aquella resolución: “ El Tribunal de instancia explica con precisión que el sujeto pasivo de la conducta coactiva realizada por el acusado, a quien se quería compeler, era el Director del Centro Penitenciario u otras autoridades penitenciarias, aunque se hubiera ejercida materialmente la violencia o intimidación sobre un tercero para obligar, en contra de su voluntad, a tales autoridades, y que no logró su propósito por causas ajenas a su voluntad, por la rápida intervención del Director que acercándose al acusado le quitó el cuchillo de plástico de que era portador y posibilitó su inmovilización por parte de los funcionarios, y que ello relega tal conducta delictiva, en lo que concierne al delito de coacciones, al grado de tentativa.” En este supuesto se trataba de la actuación del sujeto activo, interno en el Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona, que con la intención de hacerse oír y para presionar a las autoridades para que le trasladaran a 26 otro centro penitenciario, agarró al también interno Aurelio y, sujetándolo con el brazo izquierdo, le puso al cuello un objeto punzante que se había construido partiendo de un cuchillo de plástico que envolvió en papel de plata para darle aspecto de arma blanca y dirigiéndose hacia la puerta de acceso lanzó unas hojas en las que exigía la presencia del Defensor del Pueblo y un bote de tranquimazín. O sea que, los hechos probados en que se basa el Tribunal Supremo, revisten cierto parecido con el relato histórico de la sentencia impugnada, si bien revisten aún menor gravedad, ya que en el supuesto del TS el instrumento que se utiliza para coaccionar al Director del centro era de plástico , en cambio en nuestro caso todo indica que se trataba de un cuchillo susceptible de causar daños de gravedad. Corolario de las anteriores argumentaciones es el rechazo del motivo del recurso. OCTAVO.- En el cuarto y último motivo del recurso se aduce infracción de precepto legal, en concreto del art. 66 del Código Penal y 21.6 del mismo cuerpo legal. Bajo dichas denuncias alega el recurrente en lo que concierne al delito contra la vida de la víctima: 1.- Que el Magistrado Presidente razona en su sentencia que no concurren circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal pero que a entender del recurrente debería haberse apreciado la atenuante de confesión a las autoridades de la infracción criminal cometida que está prevista no en el art. 21.6, sino en el art. 21.4 del Código Penal. 2.- Que como, según su criterio, se trataría de un delito de homicidio del art. 138 del Código Penal al concurrir la circunstancia atenuante citada 27 debería aplicarse la pena en su mitad inferior, (yerra el recurrente cuando dice de 10 a 17 años de prisión, si bien no tiene trascendencia). 3.- De forma subsidiaria en el caso de que se tratara de un delito de asesinato del art. 139 del CP también entiende que la pena se debería aplicar en su mitad inferior, proponiendo una pena de 15 años habida cuenta “la capacidad psíquica de mi representado, concurren indicios que antes del acto existía alguna afectación de la misma y concurre la atenuante antes mencionada” (sic). La Sala no puede estimar ninguna de la peticiones de la recurrente: -Ha quedado ya sobradamente razonado que en el actuar de la víctima concurría la circunstancia agravante específica de alevosía con lo cual hay que partir de un delito de asesinato. -En lo que atañe a la supuesta confesión a las autoridades de las infracciones cometidas, una de ellas contra la vida y la otra contra la libertad personal, hay que compartir la tesis de la sentencia recurrida. No puede calificarse de confesión la conducta de Mohamed B. que tal como dice la sentencia intenta engañar a la policía en lo que atañe al lugar dónde había huido, siendo encontrado únicamente en virtud de las llamadas que hizo a su hermana desde su teléfono móvil. Fue detenido mientras se encontraba en un bar de Lleida próximo a la estación de autobuses, no obstaculizando dicha detención. Una vez detenido reconoció ante dicha policía y , posteriormente ante el juez de instrucción, aceptando sólo de forma parcial e interesada los hechos que se le imputaban. 28 La sentencia del Tribunal supremo de 10 de Septiembre de 2002, nos puede servir de referencia, a título de ejemplo, para rechazar la atenuante invocada, a saber: “En relación con la presente atenuante de arrepentimiento espontáneo el Tribunal Supremo ha reiterado que primero la Jurisprudencia y después el Legislador de 1995, han sustituido el fundamento moral que representaba la exigencia del impulso del arrepentimiento espontáneo, por una mayor objetivación, lo que consolida la justificación de dicha atenuante por razones de política criminal, sustituyendo la exigencia subjetiva del arrepentimiento por el acto objetivo de colaboración con la Administración de Justicia, consistente en proceder el culpable a confesar la infracción a las autoridades . De esta forma, cobra mayor relevancia la exigencia de que la confesión del culpable deba producirse antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige contra él, por cuanto después de ese momento, que presupone un cierto conocimiento previo por las autoridades , aunque sea indiciaria, de su responsabilidad criminal, la confesión carece de relevancia colaboradora, mientras la confesión de una responsabilidad desconocida hasta entonces por las autoridades llena la finalidad perseguida por el Legislador. En orden al entendimiento del alcance del procedimiento judicial, la Jurisprudencia ha seguido un criterio amplio afirmando que la iniciación de diligencias policiales debe incluirse en el mismo a estos efectos, cuando se dirigen contra el luego acusado y éste conoce su existencia, pues debe reputarse nula la utilidad para el proceso de la confesión cuando el acusado se sabe perseguido como responsable del delito por parte de quienes intervienen en el atestado que inicia las diligencias penales (S.S.T.S. de 25/01 27/03/00 y A.T.S. de 17/01/01). Reconocer los hechos después de ser evidentes a los ojos de la 29 Policía no constituye arrepentimiento sino mera admisión o confesión de los mismos.” Consiguientemente, la conducta del recurrente no merece ser considerada como confesión a las autoridades de las dos infracciones cometidas, sino que esta Sala coincide con los argumentos del MP en que se trata de una conducta obstaculizadora de la labor policial, y de una confesión totalmente inocua a los efectos de esclarecer los hechos, por lo cual hay que rechazar cualquier intento de efecto penológico favorable. Finalmente en cuanto a la individualización de la pena, al tratarse de un delito de asesinato y no concurrir circunstancias ni atenuantes ni agravantes el Magistrado podía recorrer la pena en toda su extensión, tal como hizo. Es razonable y está suficientemente motivada la imposición de una pena de 19 años de prisión al basarse dicha pena en el medio empleado por el acusado para causar la muerte de S., el grave dolor que debió sufrir la víctima en virtud del número de puñaladas que le infringió el agresor, innecesarias a los efectos de causar la muerte de la ofendida, la conducta del acusado con posterioridad a la agresión, …. Los argumentos anteriores conducen a la desestimación del recurso interpuesto contra la sentencia recurrida, la confirmación de la misma en todos sus aspectos, todo ello sin hacer especial pronunciamiento en relación a las costas causadas. VISTOS, los preceptos legales citados y demás de aplicación. 30 PARTE DISPOSITIVA LA SALA DE LO PENAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE CATALUÑA, D I J O : QUE DEBEMOS DESESTIMAR el recurso de apelación interpuesto por la procurador Dª. Ana Maria Boldú Mayor en nombre y representación de D. MOHAMED B. contra la sentencia dictada en fecha 11 de mayo de 2010 en el Procedimiento de Jurado núm. 33/10, dimanante del Procedimiento del Jurado nº 2/09 de la Audiencia Provincial de Tarragona (sección 4ª), Causa nº 2/08 del Juzgado de Instrucción nº 2 de Tarragona, y CONFIRMAMOS íntegramente la resolución recurrida, sin hacer especial pronunciamiento en materia de costas. Notifíquese la presente resolución al acusado a las partes personadas y al acusado, haciéndoles saber que contra la misma cabe recurso de casación ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo en los términos que previene el art. 847 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Así por esta, nuestra sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. PUBLICACIÓN. La anterior Sentencia fue leída firmada y publicada en el mismo día de su fecha. Doy fe. 31