Trastornos de la glándula tiroides

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Trastornos de la glándula tiroides
El tiroides es una pequeña glándula que mide alrededor de 5 cm de diámetro situada en el cuello
bajo la piel y por debajo de la nuez de Adán. Las dos mitades (lóbulos) de la glándula están
conectadas en su parte central (istmo), de modo que se parece a la letra H o a un nudo de
corbata. Normalmente, la glándula tiroides no se puede ver y apenas se puede sentir. Sólo en el
caso de que se agrande puede el médico palparla fácilmente como una protuberancia prominente
(bocio) que aparece debajo o a los lados de la nuez de Adán.
La glándula tiroides secreta las hormonas tiroideas, que controlan la velocidad de las funciones
químicas del cuerpo (velocidad metabólica). Las hormonas del tiroides tienen dos efectos sobre
el metabolismo: estimular casi todos los tejidos del cuerpo a producir proteínas y aumentar la
cantidad de oxígeno que las células utilizan. Cuando las células trabajan más intensamente, los
órganos del cuerpo trabajan más rápido.
Para producir hormonas tiroideas, la glándula tiroides necesita yodo, un elemento que contienen
los alimentos y el agua. Esta glándula concentra el yodo y lo procesa en su interior. Cuando las
hormonas tiroideas se consumen, algo del yodo contenido en las hormonas vuelve a la glándula
tiroides y es reciclado para producir más hormonas.
El organismo se sirve de un mecanismo complejo para ajustar la concentración de hormonas
tiroideas presente en cada momento. En primer lugar, el hipotálamo, ubicado en el cerebro
debajo de la hipófisis, secreta la hormona liberadora de tirotropina, la cual hace que la hipófisis
produzca la hormona estimulante del tiroides o tirotropina. Tal y como su nombre sugiere, ésta
estimula la glándula tiroides para producir hormonas tiroideas. Cuando la cantidad de hormonas
tiroideas circulantes en la sangre alcanza una cierta concentración, la hipófisis reduce la
producción de hormona estimulante del tiroides. Cuando esta concentración disminuye, aumenta
la producción de hormona estimulante (mecanismo de control mediante retroalimentación
negativa).
Las hormonas del tiroides se encuentran en dos formas. La tiroxina (T4) que es la forma
producida en la glándula tiroides, tiene sólo un efecto ligero en la aceleración de la velocidad de
los procesos metabólicos del cuerpo. La tiroxina se convierte en el hígado y otros órganos en
una forma metabólicamente activa, la triyodotironina (T3). Esta conversión produce
aproximadamente el 80 por ciento de la forma activa de la hormona; el 20 por ciento restante lo
produce y secreta la misma glándula tiroides. Muchos factores controlan la conversión de T4 a
T3 en el hígado y en los otros órganos, incluyendo las necesidades del organismo en cada
momento. La mayor parte de las formas T4 y T3 se une a ciertas proteínas en la sangre y es
activa solamente cuando no está unida a ellas. De este modo singular, el organismo mantiene la
cantidad correcta de hormonas tiroideas, necesaria para conservar una velocidad metabólica
estable.
Para que la glándula tiroides funcione normalmente es necesario que muchos factores actúen
muy estrechamente: el hipotálamo, la hipófisis, las proteínas transportadoras de hormona
tiroidea (de la sangre) y la conversión, en el hígado y los otros tejidos, de T4 a T3.
Pruebas de laboratorio
Para determinar la eficiencia del funcionamiento de la glándula tiroides, se utilizan varias
pruebas de laboratorio. Una de las más comunes es la prueba para medir la concentración de la
hormona estimulante del tiroides en la sangre. En vista de que ésta estimula la producción de
hormona tiroidea, sus concentraciones en sangre son elevadas cuando la glándula tiroides es
poco activa (y por eso necesita mayor estímulo) y bajas cuando es hiperactiva (y por eso
necesita menor estímulo). Si la hipófisis no funciona de forma normal (aunque esto sucede
raramente), el valor de hormona estimulante del tiroides por sí solo, no reflejará exactamente el
estado de funcionamiento de la glándula tiroides y se procederá entonces a medir el valor de T4
libre.
La medición de la concentración de la hormona estimulante del tiroides y de la de T4 libre que
circulan en la sangre es, por lo general, todo lo que se necesita. Sin embargo, también puede ser
necesario determinar la concentración de una proteína llamada globulina unida a la tiroxina,
dado que sus valores anormales pueden conducir a la mala interpretación de la concentración
total de las hormonas tiroideas. Las personas con insuficiencia renal, algunos trastornos
genéticos u otras enfermedades o que tomen esteroides anabolizantes, presentan unos valores
más bajos de globulina ligada a la tiroxina. Por el contrario, los valores de globulina ligada a la
tiroxina pueden ser más altos de lo normal en mujeres embarazadas o que tomen anticonceptivos
orales u otras formas de estrógenos, y en las personas que sufran los estados iniciales de la
hepatitis, o también algunas otras enfermedades.
Algunas pruebas se realizan en la misma glándula tiroides. Por ejemplo, si el médico percibe un
crecimiento anormal de ésta, puede practicarse una ecografía (examen con ultrasonidos); este
procedimiento utiliza ondas de sonido para determinar si el crecimiento es sólido o contiene
líquido. La gammagrafía del tiroides utiliza yodo radiactivo o tecnecio y un dispositivo para
reproducir una imagen que muestre cualquier anomalía física. La gammagrafía del tiroides es útil
para determinar si una zona de la glándula funciona de manera normal, o si es hiperactiva o
poco activa, comparada con el resto de la glándula.
En raras ocasiones, cuando el médico no está seguro de si el problema se encuentra en la
glándula tiroides o en la hipófisis, ordena pruebas de estimulación funcional. Una de estas
pruebas consiste en inyectar una hormona liberadora de tirotropina por vía intravenosa y a
continuación realizar los análisis de sangre pertinentes para medir la respuesta de la hipófisis.
Hipertiroidismo
El hipertiroidismo, un trastorno en el que la glándula tiroides es hiperactiva, se desarrolla cuando
el tiroides produce demasiada cantidad de hormonas.
El hipertiroidismo tiene varias causas, entre ellas las reacciones inmunológicas (posible causa
de la enfermedad de Graves). Los pacientes con tiroiditis, una inflamación de la glándula
tiroides, padecen habitualmente una fase de hipertiroidismo. Sin embargo, la inflamación puede
dañar la glándula tiroides, de modo que la actividad inicial, superior a la normal, es el preludio
de una actividad deficiente transitoria (lo más frecuente) o permanente (hipotiroidismo).
Los nódulos tóxicos (adenomas), zonas de tejido anómalo que crecen dentro de la glándula
tiroides, eluden a veces los mecanismos que controlan la glándula y producen, en consecuencia,
hormonas tiroideas en grandes cantidades. Un paciente puede tener un nódulo o varios. A este
respecto el bocio tóxico multinodular (enfermedad de Plummer), un trastorno en el que hay
muchos nódulos, es poco frecuente en los adolescentes y adultos jóvenes y el riesgo de
padecerlo tiende a aumentar con la edad.
En el hipertiroidismo, en general, las funciones del cuerpo se aceleran. El corazón late más
rápidamente y puede desarrollar un ritmo anómalo, y el individuo afectado puede llegar a percibir
los latidos de su propio corazón (palpitaciones). Así mismo, es probable que la presión arterial
aumente. Muchos pacientes con hipertiroidismo sienten calor incluso en una habitación fría, su
piel se torna húmeda ya que tienden a sudar profusamente, y sus manos pueden temblar. Se
sienten nerviosos, cansados y débiles, y a pesar de esto aumentan su nivel de actividad;
aumenta el apetito, aunque pierden peso; duermen poco y hacen frecuentes deposiciones,
algunas veces con diarrea.
Los ancianos con hipertiroidismo pueden no presentar estos síntomas característicos, pero
tienen lo que a veces se denomina hipertiroidismo apático u oculto. Simplemente se tornan
débiles, soñolientos, confusos, introvertidos y deprimidos. Los problemas cardíacos,
especialmente los ritmos cardíacos anómalos, se observan a menudo en los pacientes de edad
avanzada con hipertiroidismo.
El hipertiroidismo también provoca alteraciones oculares: hinchazón en torno a los ojos, aumento
de la lacrimación, irritación y una inusual sensibilidad a la luz. Además, la persona parece mirar
fijamente. Estos síntomas oculares desaparecen cuando la secreción de la hormona tiroidea es
controlada, excepto en los pacientes con enfermedad de Graves, la cual causa problemas
especiales en los ojos.
El hipertiroidismo puede adoptar diversas formas que incluyen la enfermedad de Graves, el bocio
tóxico nodular o el hipertiroidismo secundario
Enfermedad de Graves
Se cree que la causa de la enfermedad de Graves (bocio tóxico difuso) es un anticuerpo que
estimula el tiroides a producir un exceso de hormonas. Se observan los signos típicos del
hipertiroidismo y tres síntomas distintivos adicionales. Dado que la glándula completa es
estimulada, aumenta mucho de tamaño y causa una tumefacción en el cuello (bocio). Las
personas que padecen esta enfermedad también pueden tener los ojos saltones (exoftalmos) y,
menos frecuentemente, zonas de piel sobreelevadas en las espinillas.
Los ojos se tornan saltones debido a una sustancia que se acumula en la órbita. Este
abultamiento ocular se añade a una intensa fijeza en la mirada y a otras alteraciones oculares
características del hipertiroidismo. Los músculos que mueven los ojos dejan de funcionar de la
forma adecuada, y ésta es la causa de que sea difícil o imposible mover los ojos o coordinar sus
movimientos, lo que provoca visión doble. Los párpados, al no cerrarse por completo, exponen
los ojos a lesiones debidas a partículas extrañas y sequedad. Estos cambios pueden empezar
años antes de que se advierta cualquiera de los otros síntomas de hipertiroidismo,
proporcionando una clave inicial de la enfermedad de Graves, o pueden no presentarse hasta
que aparecen el resto de los síntomas. Los síntomas oculares pueden incluso manifestarse o
agravarse después de que la secreción excesiva de la hormona tiroidea ha sido tratada y
controlada.
Pueden aliviarse los síntomas oculares elevando la cabecera de la cama, mediante la aplicación
de colirios oftálmicos, durmiendo con los párpados vendados y, algunas veces, con la
administración de diuréticos. La visión doble se corrige usando lentes especiales. Por último, en
algunos casos son necesarios los corticosteroides orales, la aplicación de rayos X en las órbitas
o una intervención quirúrgica ocular.
En la enfermedad de Graves, una sustancia similar a la que se concentra detrás de los ojos se
puede acumular en la piel, por lo general encima de las espinillas. Se puede sentir picor en la
zona engrosada, que enrojece y es dura a la palpación cuando se presiona con un dedo. Como
en el caso de las acumulaciones detrás de los ojos, este problema puede empezar antes o
después de que lo hagan los otros síntomas de hipertiroidismo. Las cremas con corticosteroides
o los ungüentos calman el picor y atenúan la dureza. A menudo, el problema desaparece sin
tratamiento o sin razón aparente, meses o años más tarde.
Bocio tóxico nodular
En el bocio tóxico nodular, uno o más nódulos en el tiroides producen una cantidad excesiva de
hormona tiroidea y no están bajo el control de la hormona estimulante del tiroides. Los nódulos
son verdaderos tumores benignos hiperfuncionantes del tiroides y se asocian con los ojos
saltones y los problemas cutáneos de la enfermedad de Graves.
Hipertiroidismo secundario
Una causa poco frecuente del hipertiroidismo puede ser un tumor hipofisario que secrete
demasiada hormona estimulante del tiroides, lo cual a su vez estimula la hiperproducción de
hormonas tiroideas. Otra causa rara de hipertiroidismo es la resistencia hipofisaria a la hormona
tiroidea, que da como resultado una hipófisis que secreta demasiada hormona estimulante del
tiroides.
Las mujeres con una mola hidatidiforme también pueden desarrollar hipertiroidismo, dado que la
glándula tiroides está hiperestimulada por las elevadas concentraciones en sangre de
gonadotropina coriónica humana. El hipertiroidismo desaparece después de que lo haya hecho
esta mola y una vez que la gonadotropina coriónica humana no se detecte en la sangre.
Complicaciones
La tormenta tiroidea, una extrema hiperactividad repentina de la glándula tiroides, produce
fiebre, debilidad extrema y pérdida de la fuerza muscular, desasosiego, oscilaciones de los
estados de ánimo, confusión, alteraciones de la conciencia (inclusive coma) y un agrandamiento
del hígado con ictericia moderada. La tormenta tiroidea requiere tratamiento inmediato ya que
pone en peligro la vida del paciente. Una grave sobrecarga del corazón puede provocar latidos
cardíacos irregulares (arritmia) y, como consecuencia, un estado de shock e incluso la muerte.
La tormenta tiroidea es generalmente provocada por un hipertiroidismo que no recibió
tratamiento o que fue tratado inadecuadamente, y puede desencadenarse a causa de una
infección, un traumatismo, una intervención quirúrgica, una diabetes mal controlada, el miedo, el
embarazo o el parto, la interrupción de la administración de fármacos para el tiroides u otras
formas de estrés. Es raro que este trastorno aparezca en los niños.
Tratamiento
El hipertiroidismo se puede tratar farmacológicamente, pero otras opciones incluyen la extracción
quirúrgica de la glándula tiroides o su tratamiento con yodo radiactivo. Cada uno de los
tratamientos tiene sus ventajas y desventajas.
La glándula tiroides necesita una pequeña cantidad de yodo para funcionar adecuadamente, pero
una gran cantidad de yodo disminuye la cantidad de hormonas que la glándula produce e impide
la liberación de los excedentes de hormona tiroidea. Por consiguiente, los médicos utilizan
grandes dosis de yodo para interrumpir la secreción excesiva de hormona tiroidea. Este
tratamiento con yodo es particularmente útil cuando se necesita controlar el hipertiroidismo con
rapidez, como sería el caso de una tormenta tiroidea o antes de una cirugía de urgencia. Sin
embargo, el yodo no se utiliza en los tratamientos habituales del hipertiroidismo, o en los de
larga duración.
El propiltiouracilo o el metimazol, los fármacos más utilizados para tratar el hipertiroidismo,
retardan el funcionamiento del tiroides y disminuyen la producción hormonal. Ambos fármacos se
administran por vía oral; se empieza con dosis elevadas que más tarde se adaptan según los
resultados de los análisis de sangre de la hormona tiroidea. Por lo general, controlan el
funcionamiento del tiroides entre 6 semanas y 3 meses, salvo que dosis mayores actúen más
rápidamente (con un aumento del riesgo de efectos adversos). Tales efectos adversos son
reacciones alérgicas (erupciones de la piel), náuseas, pérdida del sentido del gusto y, en raras
ocasiones, disminución de la síntesis de las células sanguíneas por parte de la médula ósea. La
inhibición de la médula ósea puede mermar la cantidad de glóbulos blancos, y degenerar, por
tanto, en una situación con riesgo de muerte, en la cual la persona es vulnerable a las
infecciones. Mientras que estos dos fármacos son similares en la mayor parte de sus efectos, el
propiltiouracilo es más seguro que el metimazol en las mujeres embarazadas, ya que es menor la
cantidad del fármaco que alcanza al feto. El carbimazol, un fármaco muy utilizado en Europa, se
convierte en metimazol en el interior del organismo.
Los fármacos bloqueadores beta, como el propranolol, controlan algunos de los síntomas del
hipertiroidismo. Estos fármacos reducen la frecuencia cardíaca, así como el temblor y la
ansiedad. Por esta razón los bloqueadores beta son útiles en casos de tormenta tiroidea y para
tratar a los pacientes con síntomas molestos o peligrosos, cuyo hipertiroidismo aún no ha sido
controlado con otros tratamientos. Sin embargo, no controlan el funcionamiento anómalo del
tiroides.
El hipertiroidismo también se trata con yodo radiactivo, que destruye la glándula tiroides;
ingerido por vía oral, introduce muy poca radiactividad en el cuerpo en su conjunto, pero sí una
gran cantidad en la glándula tiroides. Los médicos tratan de ajustar la dosis de yodo radiactivo
de tal forma que se destruya la mínima parte de la glándula tiroides, para así lograr que su
producción hormonal recobre la normalidad sin que se reduzcan demasiado sus funciones. Sin
embargo, la mayoría de las veces este tratamiento lleva a la larga a un hipotiroidismo (una
glándula tiroides con una función disminuida), un cuadro que requiere una terapia sustitutiva con
hormona tiroidea. Los individuos que necesitan esta terapia hormonal sustitutiva toman un
comprimido de hormona tiroidea a diario durante el resto de su vida, de forma que se reemplace
la hormona natural que ya no se produce en cantidades suficientes. Alrededor de 25 por ciento
de los pacientes sufren de hipotiroidismo un año después del tratamiento con yodo radiactivo,
pero el porcentaje aumenta de forma paulatina en los siguientes 20 años o más. Respecto a su
posible efecto cancerígeno, jamás se ha confirmado. El yodo radiactivo no se administra a las
mujeres embarazadas, dado que atraviesa la placenta y puede destruir la glándula tiroides del
feto.
En una tiroidectomía, la glándula tiroides se extirpa quirúrgicamente. La cirugía es una opción
válida sobre todo para los pacientes jóvenes con hipertiroidismo y también en pacientes que
tienen un bocio muy grande, en aquellos que son alérgicos a los fármacos o los que acusan
efectos colaterales graves producidos por los fármacos utilizados para tratar el hipertiroidismo.
El hipertiroidismo es controlado en más del 90 por ciento de los que han elegido esta opción.
Cierto grado de hipotiroidismo se produce en algunas personas después de la cirugía, que luego
tendrán que tomar hormona tiroidea durante el resto de sus vidas. Las complicaciones son
infrecuentes y comprenden la parálisis de las cuerdas vocales y lesiones de las glándulas
paratiroides (minúsculas glándulas que están detrás de la glándula tiroides y que controlan la
concentración de calcio en sangre).
Hipotiroidismo
El hipotiroidismo es una afección en la que la glándula tiroides tiene un funcionamiento anómalo
y produce muy poca cantidad de hormona tiroidea. El hipotiroidismo muy grave se denomina
mixedema.
En la tiroiditis de Hashimoto, la causa más frecuente de hipotiroidismo, la glándula tiroides se
agranda y el hipotiroidismo aparece años más tarde, debido a la destrucción gradual de las
zonas funcionales de la glándula. La segunda causa más frecuente de hipotiroidismo es el
tratamiento del hipertiroidismo. El hipotiroidismo suele producirse ya sea por el tratamiento con
yodo radiactivo, ya sea por la cirugía.
La causa más frecuente de hipotiroidismo en muchos países en vías de desarrollo es la carencia
crónica de yodo en la dieta, que producirá un aumento del tamaño de la glándula, reduciendo su
rendimiento (bocio hipotiroideo). No obstante, esta forma de hipotiroidismo ha desaparecido en
muchos países, desde que los fabricantes de sal comenzaron a agregar yodo a la sal de mesa y
desde que se utilizan desinfectantes con yodo para esterilizar las ubres de las vacas. Otras
causas más raras de hipotiroidismo incluyen algunas afecciones heredadas, en las que una
anomalía enzimática en las células del tiroides impiden que la glándula produzca o secrete
suficiente cantidad de hormonas tiroideas. Otros trastornos poco frecuentes son aquellos en los
que el hipotálamo o la hipófisis no producen la hormona en cantidad suficiente para estimular el
funcionamiento normal del tiroides
Síntomas
La insuficiencia tiroidea provoca un decaimiento general de las funciones del organismo. En
marcado contraste con el hipertiroidismo, los síntomas del hipotiroidismo son sutiles y graduales
y pueden ser confundidos con una depresión. Las expresiones faciales son toscas, la voz es
ronca y la dicción lenta; los párpados están caídos, los ojos y la cara se vuelven hinchados y
abultados. Muchos pacientes con hipotiroidismo aumentan de peso, tienen estreñimiento y son
incapaces de tolerar el frío. El cabello se vuelve ralo, áspero y seco, y la piel se torna áspera,
gruesa, seca y escamosa. En muchos casos, se desarrolla el síndrome del túnel carpiano, que
provoca hormigueo o dolor en las manos. El pulso se vuelve más lento, las palmas de las manos
y las plantas de los pies aparecen un poco anaranjadas (carotenemia), y la parte lateral de las
cejas se desprende lentamente. Algunas personas, sobre todo las mayores, son olvidadizas y
parecen confusas o dementes, signos que fácilmente pueden confundirse con la enfermedad de
Alzheimer u otras formas de demencia.
Sin tratamiento, el hipotiroidismo al final puede causar anemia, un descenso de la temperatura
corporal e insuficiencia cardíaca. Esta situación puede agravarse y aparecer confusión, estupor o
coma (coma mixedematoso), una complicación mortal en la que la respiración se hace lenta, la
persona tiene convulsiones y el flujo sanguíneo cerebral disminuye. El coma mixedematoso
puede ser desencadenado por la exposición al frío o por una infección, un traumatismo y
fármacos como sedantes y tranquilizantes, que inhiben el funcionamiento cerebral.
Tratamiento
El hipotiroidismo se trata con la sustitución de la hormona tiroidea deficiente, mediante una de
las diversas preparaciones orales existentes. La forma preferida es la hormona tiroidea sintética,
T4. Otra forma, la hormona tiroidea desecada, se obtiene de las glándulas del tiroides de
animales. En general, la forma desecada es menos satisfactoria, porque la dosis es más difícil
de adaptar y los comprimidos tienen cantidades variables de T3.
El tratamiento en personas de edad avanzada se inicia a dosis bajas de hormona tiroidea porque
pueden ser graves los efectos colaterales si la dosis es demasiado alta. La dosis se aumenta
gradualmente hasta que se restablezca la normalidad de los valores sanguíneos de la hormona
estimulante del tiroides. La medicación, por lo general, se tomará durante toda la vida. En
situaciones urgentes, como el coma mixedematoso, los médicos pueden administrar hormona
tiroidea por vía intravenosa.
Tiroiditis
La tiroiditis, una inflamación de la glándula tiroides, produce un hipertiroidismo transitorio a
menudo seguido de un hipotiroidismo transitorio, o bien no produce ningún cambio en el
funcionamiento del tiroides.
Los tres tipos de tiroiditis son la tiroiditis de Hashimoto, la tiroiditis subaguda granulomatosa y la
tiroiditis linfocitaria silente.
Tiroiditis de Hashimoto
Esta tiroiditis autoinmune es el tipo más frecuente y la causa más habitual de hipotiroidismo. Por
razones desconocidas, el organismo se vuelve contra sí mismo en una reacción autoinmune y
crea anticuerpos que atacan la glándula tiroides. Este tipo de tiroiditis es más frecuente en las
mujeres ancianas y es habitual en familias con antecedentes de la enfermedad. La dolencia es
ocho veces más frecuente en las mujeres que en los varones y tiene una incidencia más alta en
personas con ciertas anomalías cromosómicas, como los síndromes de Turner, Down y
Klinefelter.
La tiroiditis de Hashimoto comienza a menudo con un aumento indoloro del tamaño de la
glándula tiroides o con una sensación de plenitud en el cuello. Cuando se palpa la glándula, por
lo general se encuentra agrandada, con una textura gomosa (cauchosa), pero no blanda, y a
veces tiene una textura grumosa. La glándula tiroides es hipofuncionante en aproximadamente el
20 por ciento de los pacientes cuando se descubre la tiroiditis; el resto tiene un funcionamiento
normal. Algunos pacientes que padecen de tiroiditis de Hashimoto presentan otros trastornos
endocrinos como diabetes, insuficiencia de las glándulas suprarrenales, hipoparatiroidismo u
otras enfermedades autoinmunes (anemia perniciosa, artritis reumatoide, síndrome de Sjögren o
lupus eritematoso sistémico).
Los médicos realizan las pruebas del funcionamiento del tiroides en muestras de sangre para
determinar si la glándula funciona normalmente, pero basan el diagnóstico de tiroiditis de
Hashimoto en los síntomas, el examen físico y la presencia de anticuerpos que atacan la
glándula (anticuerpos antitiroideos), los cuales pueden ser medidos con facilidad en un análisis
de sangre.
No existe un tratamiento específico para la tiroiditis de Hashimoto. La mayoría de los pacientes
desarrolla hipotiroidismo y se les debe prescribir un tratamiento de sustitución hormonal para
toda la vida. La hormona tiroidea es también útil para disminuir la dilatación de la glándula
tiroides.
Tiroiditis granulomatosa subaguda
La tiroiditis granulomatosa subaguda (de células gigantes), que probablemente se debe a un
virus, comienza de forma más brusca que la tiroiditis de Hashimoto. La tiroiditis granulomatosa
subaguda aparece después de una infección vírica y comienza con lo que muchas personas
llaman una inflamación de la garganta, pero en realidad se trata de un dolor en el cuello,
localizado en el tiroides. La glándula tiroides se vuelve cada vez más dolorosa y el paciente, por
lo general, presenta una fiebre ligera (37 a 38 °C). El dolor puede desplazarse desde un lado del
cuello al otro, extenderse a la mandíbula y a los oídos, y hacerse más fuerte cuando se gira la
cabeza o en el momento de la deglución. La tiroiditis granulomatosa subaguda se confunde al
inicio con un problema dental o con una infección de la garganta o del oído. La inflamación hace
que la glándula tiroides libere una cantidad excesiva de hormona tiroidea y, en consecuencia,
aparezca hipertiroidismo, casi siempre seguido de un hipotiroidismo transitorio. Es frecuente que
las personas con tiroiditis granulomatosa subaguda se sientan muy cansadas. La mayoría de los
pacientes se recupera por completo de este tipo de tiroiditis. La dolencia remite de forma
espontánea en unos pocos meses, pero a veces produce recaídas o, en raras ocasiones, provoca
una lesión lo bastante importante en la glándula tiroides como para ser causa de un
hipotiroidismo permanente. El ácido acetilsalicílico (aspirina) y otros fármacos antiinflamatorios
no esteroideos (como el ibuprofeno) alivian el dolor y la inflamación. Para los casos muy graves,
el médico puede recomendar corticosteroides como la prednisona, cuya administración se
suprimirá gradualmente en el transcurso de 6 a 8 semanas. Cuando los corticosteroides se
interrumpen bruscamente, los síntomas con frecuencia reaparecen con más intensidad.
Cuidados de enfermería en afecciones del tiroides
En un paciente con hipertiroidismo se debe aumentar la ingestión de calorías y
proteínas (por su estado hipercatabólico), y reducir la ansiedad (está muy nervioso y
activo).
En un paciente con hipotiroidismo se evitará el estreñimiento y se fomentará su
independencia y autocuidado.
El tratamiento farmacológico con tiroxina (T4) se administra por vía oral
únicamente. Se inicia a dosis bajas (para evitar los síntomas de hipertiroidismo)
aumentando cada 2 ó 3 semanas, según la clínica. Primero desaparecerán los edemas,
luego aumenta la frecuencia cardiaca, mejora el apetito y disminuye el estreñimiento, y
el resto de los síntomas posteriormente desaparecerán. La dosificación correcta se
establece mediante la valoración clínica.
Cáncer de tiroides
Existen cuatro tipos principales de cáncer de tiroides, a saber, papilar, folicular, anaplásico y
medular. El cáncer de tiroides es más frecuente en las personas que han recibido un tratamiento
de irradiación en la cabeza, el cuello o el pecho, muy frecuentemente por trastornos benignos (si
bien el tratamiento por radiación en casos benignos ya no se lleva a cabo en la actualidad). Más
que causar el agrandamiento de la glándula completa, un cáncer produce pequeños crecimientos
(nódulos) dentro del tiroides. La mayoría de los nódulos tiroideos no son cancerosos y por lo
general existen tratamientos eficaces para las formas de cáncer de tiroides. El cáncer del
tiroides tiene con frecuencia una capacidad limitada para el consumo de yodo y la producción
hormonal, salvo en raras ocasiones, que produce suficiente hormona como para causar un
hipertiroidismo. Hay mayor probabilidad de que los nódulos correspondan a un cáncer si se
encuentra un solo nódulo en vez de varios, si no se demuestra que el nódulo es funcional con
una gammagrafía, si el nódulo es sólido en vez de líquido (cístico), si es duro o si está creciendo
con rapidez.
El primer signo de un cáncer de tiroides es un bulto indoloro en el cuello. Cuando los médicos
encuentran un nódulo en la glándula tiroides, realizan varias pruebas. Una exploración del
tiroides determina si el nódulo está funcionando, dado que un nódulo inactivo es más
probablemente canceroso que uno activo. Una exploración con ultrasonidos (ecografía) es menos
útil, pero se efectúa para determinar si el nódulo es sólido o está lleno de líquido. Se toma una
muestra del nódulo por medio de una aguja de biopsia para su examen al microscopio, ya que es
el mejor modo para determinar si el nódulo es canceroso.
Cáncer papilar
El cáncer papilar representa del 60 al 70 por ciento del total de las formas de cáncer del tiroides.
Las mujeres contraen el cáncer papilar dos o tres veces más que los varones; sin embargo, dado
que los nódulos son más comunes en las mujeres, un nódulo en un varón conlleva siempre más
sospechas de cáncer. El cáncer papilar es más frecuente en las personas jóvenes, pero crece y
se extiende más rápidamente en los ancianos. Los pacientes que han recibido en el cuello un
tratamiento con radioterapia, en general por una afección benigna en la infancia o en la niñez, o
por algún otro cáncer en la edad adulta, corren un gran riesgo de desarrollar un cáncer papilar.
La cirugía es el tratamiento que se aplica al cáncer papilar, que a veces se extiende a los
ganglios linfáticos cercanos. Los nódulos más pequeños de 2 cm de diámetro se extirpan junto
con el tejido tiroideo circundante, aunque algunos expertos recomiendan extirpar la glándula por
completo. La cirugía es casi siempre eficaz con estas formas de cáncer pequeño.
Dado que la hormona estimulante del tiroides actúa sobre el cáncer papilar, se administra
hormona tiroidea en dosis lo bastante grandes como para suprimir la secreción de la hormona
estimulante y prevenir una recidiva. Si un nódulo es más grande, se extirpa la mayor parte o toda
la glándula tiroides y se administra yodo radiactivo con la esperanza de que cualquier tejido
tiroideo o cáncer remanentes que se hubieran difundido fuera del tiroides lo absorban y sean
destruidos. En algunos casos, es necesaria alguna otra dosis de yodo radiactivo para asegurarse
de que el cáncer ha sido eliminado por completo. El cáncer papilar se cura casi siempre.
Cáncer folicular
El cáncer folicular es el responsable de alrededor de un 15 por ciento de todas las formas de
cáncer de tiroides y es más frecuente en los ancianos. El cáncer folicular es también más
frecuente en las mujeres que en los varones pero, como el cáncer papilar, un nódulo en un varón
tiene mayor probabilidad de ser canceroso. Mucho más maligno que el cáncer papilar, el folicular
tiende a extenderse a través del flujo sanguíneo difundiendo células cancerosas a varias partes
del cuerpo (metástasis).
El tratamiento del cáncer folicular requiere la extirpación quirúrgica de prácticamente toda la
glándula tiroides y la destrucción con yodo radiactivo de cualquier tejido tiroideo remanente,
incluyendo las metástasis.
Cáncer anaplásico
El cáncer anaplásico representa menos del 10 por ciento de las formas de cáncer del tiroides e
incide por lo general en mujeres ancianas. Este cáncer crece muy rápidamente causando un gran
tumor en el cuello. Alrededor del 80 por ciento de los pacientes con este tipo de cáncer muere
durante el primer año. El tratamiento con yodo radiactivo es inútil porque el cáncer anaplásico no
lo absorbe. Sin embargo, el tratamiento con fármacos anticancerígenos y radioterapia antes y
después de la cirugía da algunos buenos resultados.
Cáncer medular
En el cáncer medular, la glándula tiroides produce cantidades excesivas de calcitonina, una
hormona secretada por ciertas células tiroideas. Dado que también puede producir otras
hormonas, puede causar síntomas inusuales. Además, tiene tendencia a difundirse (metástasis)
por el sistema linfático a los ganglios linfáticos y, a través de la sangre, al hígado, los pulmones
y los huesos. Este cáncer se desarrolla junto con otros tipos de cáncer endocrino en lo que
constituye el denominado síndrome de neoplasia endocrina múltiple.
El tratamiento requiere la extirpación completa de la glándula tiroides. Se puede necesitar una
cirugía adicional si el cáncer se ha extendido a los ganglios linfáticos. Más de dos tercios de los
pacientes con un cáncer medular de tiroides que forma parte del síndrome de neoplasia
endocrina múltiple viven, como mínimo, unos 10 años más a partir del diagnóstico. Cuando el
cáncer medular de tiroides se manifiesta de forma aislada, las posibilidades de supervivencia no
son tan buenas.
Dado que el cáncer medular de tiroides tiene en ocasiones una incidencia familiar, se deben
examinar los familiares de un paciente con este tipo de cáncer en busca de una anomalía
genética que es fácilmente detectable en los glóbulos rojos. Si el resultado de la exploración es
negativo, es casi seguro que el paciente no desarrollará cáncer medular.
Si el resultado de la exploración es positivo, entonces ya tiene o desarrollará este cáncer y la
cirugía del tiroides debe considerarse incluso antes de que se manifiesten los síntomas y
aumenten los valores de calcitonina en sangre. Un valor elevado de calcitonina o un aumento
excesivo de su concentración tras una prueba de estimulación, es útil para determinar o predecir
el desarrollo de cáncer medular. Un valor muy elevado requiere la extirpación de la glándula
tiroides, dado que un tratamiento precoz tiene más posibilidades de ser curativo.
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