El acuerdo de la Argentina con el FMI de septiembre de 2003

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EL ACUERDO DE ARGENTINA CON EL FMI DE SEPTIEMBRE DE 2003
Aldo Ferrer
Profesor Titular Consulto de
Estructura Económica Argentina. UBA
El 9 de septiembre de 2003 Argentina debía pagar 2.900 millones de dólares
correspondientes a amortizaciones e intereses de préstamos otorgados por el FMI. El
Gobierno dejó caer la fecha sin cumplir. Veinticuatro horas después, envió la carta de
intención con el programa económico que sustenta la solicitud de un nuevo Acuerdo de
Stand By del Fondo por un período de 36 meses y un monto equivalente a u$s 12.500
millones. El programa se basa en el mantenimiento por el Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo del actual nivel de exposición en la Argentina y en el
propósito del Gobierno de pagar intereses sobre la totalidad de la deuda con el FMI, el
BM y el BID, con recursos propios.
Inmediatamente de recibida la propuesta, el Director Gerente del FMI anticipó su
conformidad lo cual fué ratificado por el Directorio, en su reunión en Dubai, el 20 de
septiembre. Quedó así normalizada la relación entre el país y las instituciones
financieras internacionales.
La negociación de este Acuerdo es, en realidad, la continuidad de la iniciada a partir del
cambio de la conducción del Ministerio de Economía, en abril de 2002. Su primer
resultado fue el Acuerdo de enero de 2003, para un período de transición de ocho
meses, que concluyó en agosto. Ese Acuerdo fue objeto de un estudio (Ferrer febrero
2003) que precisa el marco conceptual y analítico dentro del cual también se presentan
las reflexiones siguientes, referidas al Acuerdo de septiembre 2003.
Las relaciones del FMI con los países que solicitan su asistencia constituyen un
ejercicio de la relación de poder entre ambas partes y está condicionado por
circunstancias propias, endógenas, del país deudor y, también, del Fondo. Entre las
primeras se destacan la naturaleza del desequilibrio que lleva a un país a solicitar la
asistencia del FMI, la densidad nacional, la disponibilidad de recursos y la coyuntura
política, económica y social. Entre las segundas, los factores que influyen en la gestión
de la Administración y el Directorio del Fondo.
En los dos terrenos, la evolución reciente ha sido favorable para la posición negociadora
argentina en un contexto, claro está, en que su exagerado nivel de endeudamiento
confronta al país con la alternativa de la ruptura de relaciones con sus acreedores o una
negociación compatible con su propia recuperación. Razonablemente descartada por el
Gobierno la primera alternativa, la cuestión radica en determinar si el Acuerdo
maximiza las fortalezas de la posición negociadora y reduce al mínimo sus
vulnerabilidades. Y en precisar, también, si el contenido del Acuerdo refleja solo
condicionalidades del Fondo o, asimismo, preferencias de política de las autoridades
argentinas.
Se trata, en definitiva, de evaluar si el Acuerdo es consistente con la recuperación de la
economía nacional primero y, enseguida, con su crecimiento con equidad de mediano y
1
largo plazo. La exploración de esta cuestión es el objeto de este ensayo como también
lo fué el del referido al Acuerdo de enero de 2003, antes citado.
Los determinantes endógenos de la posición negociadora argentina
Los cambios recientes han sido favorables para la Argentina por varios motivos, a saber:
Densidad nacional. Se han experimentado avances significativos en la actitud de la
opinión pública y de las autoridades referida a la defensa de los intereses nacionales en
el marco de relaciones mundiales globalizadas. La apertura incondicional, la renuncia a
una moneda nacional, la subordinación a las expectativas de los mercados, el
alineamiento automático con la potencia hegemónica, la extranjerización de los
servicios públicos, los bancos e industria y el abandono por el estado de sus funciones
de árbitro y regulador, son identificadas actualmente como las causas profundas de la
crisis. El cuestionamiento de la ideología neoliberal y de la estrategia del Consenso de
Washington se refleja en la búsqueda de un rumbo alternativo que se expresa de
múltiples maneras, entre ellas la contribución del grupo Fénix de la Universidad de
Buenos Aires. El triunfo electoral del actual Presidente y el comportamiento de su
Gobierno forma parte del mismo cambio del estado de opinión.
La disponibilidad de recursos. Con sus propios medios, realizando pagos netos de
deuda y soportando aún una considerable fuga de capitales, Argentina se está
recuperando de la profunda recesión, deterioro social y desorden en que culminó la
estrategia neoliberal. Esto demuestra la magnitud de su potencial de recursos. Es el
único deudor del Fondo en dificultades, excedentario en la producción de elementos
críticos como alimentos y energía. El reconocimiento de estas evidencias parece estar
generando autoconfianza en las propias fuerzas. Argentina está en condiciones de
recuperarse con sus propios medios y de vincularse al orden global manteniendo el
comando en la organización de sus recursos.
Coyuntura económica, social y política. Los cambios ocurridos desde el primer
trimestre del 2002 a la fecha, es decir, en los últimos 18 meses, son en verdad notables.
Se ha restablecido el orden en los tres ejes básicos en que descansa el funcionamiento
de una economía moderna: el presupuesto, la moneda y el balance de pagos. La
devaluación del tipo de cambio posterior al colapso de la convertibilidad, aún después
de la apreciación del peso desde el tercer trimestre de 2002 a la fecha, ha mejorado la
competitividad de la producción nacional y es causa principal de la recuperación
moderada de la producción y del empleo. El nivel general de precios registró solo una
tercera parte del monto de la devaluación y se mantuvo estable desde fines del 2002: los
precios al consumidor aumentaron solo el 2.6% en los primeros 9 meses del 2003. A
pesar del desempleo y del deterioro del bienestar, la conflictualidad social es de baja
intensidad, con la grave excepción del delito con violencia.
En el período electoral, no obstante la crítica situación económica y social y la
magnitud de la discrepancia entre los modelos alternativos reflejada principalmente en
la disputa por el poder dentro del justicialismo, el sistema político permitió elegir en paz
un nuevo Gobierno y renovar parcialmente el Congreso Nacional y autoridades en
diversas jurisdicciones.
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De la deuda de mercado a la deuda administrada
Un párrafo aparte merece el cambio de la naturaleza de la deuda pública. Esta ha dejado
de ser deuda de mercado para convertirse en deuda administrada. Aquella es la que se
negocia contínuamente con financiamiento voluntario. De allí el indicador del riesgo
país que determina la prima a la cual el mercado está dispuesto a conceder nuevos
préstamos. En tales condiciones, la política económica se reduce a transmitir señales
amistosas a los criterios ortodoxos para reducir la prima de riesgo y, consecuentemente,
la tasa de interés. Esta es la situación que existía antes del default y explica el último
intento de la política del déficit cero, al final de la Presidencia de de la Rua, cuando la
evidencia de la insolvencia del país era ya abrumadora y el default inminente.
Recordemos que, en aquel entonces, el riesgo país asignado a la Argentina por las
agencias evaluadoras era record mundial y la pésima noticia de cada día.
Desde el default no se habla más del tema porque la deuda hoy no es de mercado sino
administrada. Está compuesta por tres grupos de pasivos: con el FMI y los bancos
multilaterales que acaban de ser objeto del Acuerdo de septiembre último, los préstamos
garantizados y bonos emitidos para cancelar distintos tipos de obligaciones y, por
último, la deuda en default que acaba de ser objeto de una propuesta por parte del
Gobierno. A diciembre de 2003, la deuda pública total estimada es de u$s 178.795
millones, de la cual el 17.2 % (u$s 30.752 millones) corresponde a los organismos
multilaterales, el 30.1% (u$s 53.741 millones) a los boden, otros bonos y préstamos
garantizados y el 52.7% (u$s 94.302 millones) a la deuda a reestructurar.
En los tres casos, la deuda y su financiamiento es objeto de negociaciones entre el
Estado y las contrapartes y no dependen de las decisiones voluntarias del mercado. La
deuda con el FMI y los bancos multilaterales es la única cuyo capital e intereses no ha
sido objeto de conversión compulsiva en términos distintos de los originalmente
contratados.
El cambio de la naturaleza de la deuda, de mercado a administrada, no elimina la
incidencia de la misma sobre el comportamiento de la economía, pero la coloca en la
esfera de la decisión política y de la negociación internacional y no en la de la
discrecionalidad del mercado. Argentina fué la expresión límite del desatino de la visión
fundamentalista de la globalización y de la ideología neoliberal. Aquellas que
subordinaron a los humores de los bisoños o maduros operadores de las agencias
evaluadoras de riesgo y de los intermediarios financieros, la suerte de los casi 40
millones de habitantes de un país con un territorio octavo en el mundo por su dimensión
de 3 millones de km2, excepcionalmente dotado de recursos naturales y depositario de
un acervo cultural universalmente reconocido.
En algún momento, cuando el país digiera la incidencia estructural de la deuda y
fortalezca su economía real y, consecuentemente, su posición financiera, se volverá a la
deuda de mercado. Pero cabe esperar que, en ese entonces, los equilibrios
macroeconómicos de base y la densidad nacional renovada preserven la gobernabilidad
y vinculen las corrientes financieras al crecimiento y no a la especulación
3
Mejora de la gobernabilidad
Estos cambios se reflejan en el fortalecimiento de la gobernabilidad del país y de su
economía. Es plausible la percepción de que las decisiones que adopta el Gobierno
tienen el respaldo de un poder efectivo. La pesificación y el régimen de tipo de cambio
flotante han restablecido la autoridad del Banco Central en la conducción de la moneda
y el crédito, el presupuesto está en orden y el extraordinario aunque transitorio superávit
en el balance comercial proporciona una oferta de divisas más que suficiente para la
recuperación de la economía y el manejo de los pagos internacionales. Quedó atrás la
ilusión del piloto automático y del juego espontáneo de las fuerzas del mercado como
ordenadores del proceso económico. En el contexto de la deuda y de otras restricciones,
el Estado ha recuperado suficiente capacidad de comando de los instrumentos de
regulación macroeconómica y de determinación de los marcos regulatorios de los
mercados.
La posición negociadora del FMI
Mientras la situación de la Argentina fué fortalecida por los factores apuntados, la del
FMI reflejó el impacto del cuestionamiento creciente a la credibilidad de sus criterios y
de las evidencias sobre el carácter deletéreo de los movimientos de capitales
especulativos de corto plazo. El Fondo quedó comprometido por la crisis argentina
debido al respaldo que proporcionó en el pasado a las políticas que desencadenaron la
debacle. Asimismo, la baja capacidad del organismo para prevenir y resolver las crisis
financieras de diversos países emergentes, a fines de la década pasada, lo ha convertido
en objeto de críticas de acreditados economistas de la vida académica, particularmente
de los Estados Unidos. El FMI y los mercados financieros no tienen actualmente buena
prensa.
Las turbulencias políticas y las amenazas a la seguridad del orden mundial
contemporáneo, también contribuyen a que los países centrales procuren evitar
problemas adicionales, como, por ejemplo, la extensión del default argentino al FMI y
los bancos multilaterales. Este factor fue probablemente determinante en la actitud del
Gobierno de los Estados Unidos favorable a un acuerdo razonable del Fondo con la
Argentina.
Dado el fortalecimiento de la posición negociadora de nuestro país y el cambio en las
circunstancias internacionales, es comprensible, por lo tanto, la actitud, menos rígida de
lo habitual, del FMI en el tratamiento del caso argentino.
Los acuerdos de enero y septiembre de 2003 con la Argentina, sugieren que se ha
fracturado el bloque hegemónico formado por el FMI y los mercados financieros con
el respaldo de los Estados Unidos y los otros principales países centrales. Las
diferencias de criterios entre los principales accionistas entre sí y entre varios de ellos y
la Administración del Fondo, fueron manifiestas en el transcurso de las últimas
negociaciones con la Argentina. Además, “es un hecho inédito que el FMI firme un
acuerdo que no incluye entre sus componentes y condicionalidades los resultados de la
negociación con acreedores privados. El FMI y el gobierno norteamericano les soltaron
la manos a los acreedores privados” (Frenkel 2003).
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El Acuerdo
Las consideraciones precedentes contribuyen a explicar los términos en que se planteó
la posición negociadora argentina frente al FMI y, en definitiva, los contenidos del
entendimiento alcanzado. Los negociadores argentinos propusieron
postergar
vencimientos de capital con el FMI y los bancos multilaterales, no emplear reservas
para tales fines ni solicitar dinero fresco, fijar un límite en el superávit primario
vinculado al crecimiento económico y la mejora social, no asumir compromisos
relativos al ajuste de las tarifas de los servicios públicos y a las compensaciones a los
bancos por la llamada pesificación asimétrica de activos y pasivos bancarios.
La intransigencia de dichos criterios se sostuvo en dos supuestos implícitos. Primero,
que el país puede recuperarse con sus propios medios y solo necesita ajustar el monto y
cronograma de la deuda soberana a magnitudes y plazos compatibles con el crecimiento
y la elevación del bienestar. Segundo, la extensión del default a los organismos
multilaterales en el caso de no alcanzarse un entendimiento. Veamos los principales
contenidos del Acuerdo
Metas macroeconómicas. La carta de intención prevé un crecimiento del PBI entre el
5% y el 6% en 2003 y del 4% anual en el trienio 2004-06. El aumento de los precios al
consumidor se ubica en un rango del 4% al 11% anual en el mismo período. En el
balance de pagos se estima una reducción del superávit de la cuenta corriente del 11.6%
(u$s 17.000 millones) en 2003 al 6.3% (u$s 9.300 millones) en 2004. En la cuenta
capital, se estima una necesidad de financiamiento externo, para poner al día atrasos en
los pagos de la deuda pública y privada y aumentar las reservas del Banco Central, de
u$s 4.300 millones en lo que resta del 2003 y de u$s 13.000 millones anuales hasta el
2006. A partir del 2004 las reservas se mantendrían en u$s 15.600 millones. El
coeficiente deuda/PBI descendería gradualmente del 150% proyectado para diciembre
2003.
Política fiscal. Se proyecta un superávit primario del 2.5% en 2003 y del 3% en 2004
del cual 2.4% corresponde al Estado federal y 0.6% a las provincias. Ese 3% representa
alrededor de u$s 4.000 millones o $ l2.000 millones. El cumplimiento de la meta de
superavit de las provincias será objeto de acuerdos bilaterales anuales con el Gobierno
federal.
El Ministro de Economía considera que ese monto es indispensable para mantener al día
el pago de capital e intereses de los bonos del Estado nacional (Boden) entregados
voluntariamente a los ahorristas, los bonos de devolución del 13% a los empleados
públicos y los jubilados, bonos de consolidación de deuda vieja del Estado y los
llamados Préstamos Garantizados que resultaron de una consolidación de deuda hecha
poco antes del colapso de fines del 2001 y las obligaciones con los organismos
multilaterales (FMI; Banco Mundial y BID) (Lavagna 2003).
Para 2004 la meta del gasto primario del gobierno federal es del 17.9% del PBI frente al
18.2% del 2003. Los pagos de sueldo representarían el 2.7% del PBI. A su vez, el
objetivo de los ingresos federales es del 20.3% del PBI. En el caso de que no se alcance
esta meta el Gobierno aumentaría los impuestos sobre el alcohol y los bienes suntuarios,
reduciría la acreditación cruzada del impuesto a los combustibles contra el IVA y
ganancias e incluiría los impuestos internos unificados en la base del cálculo del IVA.
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El Gobierno se compromete a no recurrir al financiamiento del Banco Central salvo en
forma transitoria, a mejorar la calidad y transparencia de los planes de emergencia
social y a reestructurar integral y ordenadamente la deuda pública. El 22 de septiembre,
en ocasión de la reunión anual del FMI y el Banco Mundial en Dubai, formuló la
propuesta a los tenedores de títulos de deuda soberana, por un monto de u$s 94.300
millones, que incluye varias modalidades: una quita del 75% del valor nominal de la
deuda, extensión de los plazos de pago y baja de la tasa de interés al 2% y bonos
indexados con el crecimiento de la economía argentina.
En el apartado de la carta de intención dedicado a las llamadas “reformas estructurales”,
se señala el propósito del Gobierno de eliminar gradualmente los impuestos distorsivos
incluyendo el impuesto a las transacciones financieras. La reforma impositiva que
comenzaría a instrumentarse desde mediados del 2004 incluye someter los ingresos por
intereses y ganancias a retención final y ampliar la base del IVA. A partir del 1 de enero
de 2005 se eliminarían gradualmente los impuestos a las exportaciones. El programa
propone un conjunto de acciones y reformas para erradicar la evasión del pago de
contribuciones incluyendo las áreas de aduana y seguridad social y no declarar
moratorias impositivas.
Política monetaria. La carta de intención propone un régimen de metas de inflación
anclado, en el período 2003-04, en la regulación de la base monetaria (moneda emitida
más los depósitos en pesos de los bancos en el Banco Central) en el marco de un
régimen de cambio flotante. El crecimiento esperado de la base monetaria es del 10.5%
entre septiembre y diciembre de 2003 y del 12.5% en 2004. El aumento previsto
obedecería principalmente el aumento de las reservas internacionales sin incremento
significativo de los activos internos (préstamos al Gobierno y a los bancos) del Banco
Central. Se proyecta que las reservas internacionales brutas alcancen a u$s 14.000
millones a fines del 2003 y u$s 15.600 millones un año después. Las metas serían
adaptadas a los cambios en la demanda de dinero cuyo comportamiento se consideran
“inciertas”. Las cuasi monedas, en su mayor parte patacones emitidos por la Provincia
de Buenos Aires y lecops por el Gobierno federal, han sido ya rescatadas en cerca del
60% y el resto lo será hacia fines de este año 2003.
Dentro de las “reformas estructurales” referidas al sector monetario, el programa prevé
las bases para la adopción de un marco formal de metas de inflación para fines de 2004
que reflejará el trabajo del Comité de Metas de Inflación, establecido en el Banco
Central en junio de 2003. Está tarea culminará con el proyecto de legislación que el
Poder Ejecutivo elevaría al Congreso en junio del 2004. En el tercer trimestre del 2004
el Ministerio de Economía y Producción y la Presidencia del BCRA anunciarán las
metas de inflación correspondientes al 2005 y 2006.
El Gobierno está considerando la creación de un ente regulador, separado del BCRA,
para supervisar al sistema bancario, independiente y responsable ante el Congreso.
Respecto de la banca pública, principalmente las dos mayores entidades, los bancos
Nación y Provincia de Buenos Aires, serán restructurados y fortalecidos para cuyos
fines se contratará el asesoramiento de consultores internacionales. Esto permitirá
presentar un plan de reformas en septiembre de 2004.
Respecto de los efectos netos de la indexación asimétrica de activos y pasivos por los
índices CVS y CER, que reflejan el comportamiento de los salarios y de los precios al
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consumidor, respectivamente, el Gobierno espera la aprobación de su propuesta al
Congreso, que ya tiene media sanción de la Cámara de Diputados. El programa prevé
diversas acciones para aumentar los préstamos otorgados por los bancos y el refuerzo de
la supervisión bancaria incluyendo la obligación de las entidades de enviar al Banco
Central sus planes de negocios y proyecciones de flujos de fondos.
Política cambiaria. Se proyecta eliminar la totalidad de los controles cambiarios
subsistentes en el curso del programa, es decir, hasta el 2006. Para julio de 2004 se
eliminaría el requisito de liquidación de ingresos por exportaciones. Las retenciones a
las exportaciones serán gradualmente eliminadas y también las demoras en la
devolución del IVA. En todo el transcursos del programa hasta 2006, el tipo de cambio
se mantendrá estable en $ 2.9 por u$s 1.
Servicios públicos. En la controvertida cuestión del ajuste de las tarifas de los servicios
públicos, el Acuerdo solo prevé que será tratada en el marco de la renegociación de los
63 contratos existentes en las áreas de energía, transporte, telecomunicaciones, agua y
servicios postales y que se apelará al asesoramiento del Banco Mundial. El Gobierno
envió legislación al Congreso para renegociar las concesiones por la vía rápida, es decir,
limitar la facultad del Poder Legislativo de aprobar o rechazar lo propuesto por el
Ejecutivo.
Otras cuestiones. La carta de intención contiene otros compromisos como el de facilitar
la renegociación de las deudas del sector privado sin aplicar recursos fiscales para tales
fines, reformar la ley de quiebras, mejorar la transparencia y eficiencia del sistema
judicial y adoptar medidas contra el lavado de dinero.
Evaluación del Acuerdo
Este Acuerdo es la reiteración del de enero de 2003 y revela nuevamente el cambio de la
posición negociadora argentina. Hasta principios del 2002, el apoyo del FMI era
concebido como la tabla de salvación y el punto de partida para resolver la crisis. La
posición oficial reflejaba el criterio predominante en los grupos económicos más
influyentes y en gran parte del sistema político. Los 14 puntos aprobados por los
gobernadores peronistas al inicio de la gestión del Presidente Duhalde, insistían en lo
mismo: acordar como fuere con el FMI.
Con el relevo de la conducción del Ministerio de Economía, en abril de 2002, la postura
cambió. A saber: el acuerdo con el Fondo es conveniente mientras el país hace por las
suyas lo necesario para normalizar las instituciones económicas y los mercados y se
recupera con sus propios medios. Ya hemos visto las circunstancias que encuadraron
esta modificación de la posición argentina y la negociación misma. El Acuerdo de
septiembre revela que ahora Argentina merece otro FMI, no el peor de los posibles
como cuando el país negociaba desde posiciones neoliberales.
Este Acuerdo se ubica todavía en un período de recuperación de la economía argentina
(Ferrer junio 2003), caracterizado por la existencia de recursos ociosos y un elevado
superávit en el balance comercial y la cuenta corriente del balance de pagos. En estas
circunstancias, la expansión de la demanda es esencial para aumentar la producción y el
empleo. El Acuerdo implica renunciar a uno de los instrumentos de incremento de la
demanda: el déficit fiscal. Por el contrario, prevé un significativo superávit primario en
7
el transcurso del programa. Esto es consecuencia de la deuda pública y del pago de los
servicios. No es, sin embargo, un obstáculo insalvable para la recuperación si los otros
instrumentos de la política económica convergen en una estrategia de aumento de la
producción y el empleo. Tampoco es un impedimento al aumento de la oferta de bienes
públicos, como educación y salud, a través del Estado si la recaudación aumenta más
de lo previsto y mejora la calidad del gasto público.
Resultan entonces esenciales los otros medios de la política económica: los precios
relativos y la política monetaria. Es aquí donde aparecen los elementos negativos del
Acuerdo porque incorpora criterios de la visión ortodoxa, probablemente determinados
por preferencias del Gobierno antes que por las condicionalidades reclamadas por el
FMI. La propuesta de mantener estable el tipo de cambio por debajo de 3 pesos por
dólar prolonga la apreciación de la moneda nacional instalada desde el pico que alcanzó
la devaluación en el tercer trimestre del 2002. Si se cumplen las proyecciones, del
programa a fines del 2006 la apreciación del peso sobre la paridad actual sería del orden
del 20% y del 50% respecto del tercer trimestre de 2002. Este comportamiento previsto
de la paridad es el mayor obstáculo a la inversión privada por la incertidumbre que
genera sobre la competitividad internacional de la producción argentina y la rentabilidad
de los proyectos.
El límite establecido a la expansión de la base monetaria y a las reservas
internacionales, en un escenario en el cual subsistirá un sustantivo superávit del balance
comercial y de la cuenta corriente, implica el desvío del excedente transitorio de divisas,
después del pago de deuda, a la fuga de capitales y a fines no prioritarios. Esta situación
se viabiliza por el abandono de los controles de cambios, que incluyen la eliminación de
los exportadores de liquidar las divisas franquicia de que ya gozaban las empresas
petroleras. Cabe recordar que en Europa recién se liberalizó el régimen cambiario
cuando estaba consolidado el proceso de reconstrucción de posguerra. Comoa principios
de la década de 1980, después de las políticas instaladas con el plan económico del 2 de
abril de 1976, la Argentina vuelve hoy a vivir una situación de posguerra, no por un
conflicto bélico sino por la destrucción provocada por las políticas neoliberales (Ferrer
1982). En tales condiciones, el control de cambios es un instrumento clave del buen uso
de las divisas disponibles. Recordemos nuevamente la experiencia europea de
posguerra.
La carta de intención también confirma una política de estabilización de inspiración
monetarista: anclar la expansión de la base monetaria en las metas de inflación y
anticipar estas como criterio dominante para la política monetaria. Recuérdese que en el
resto del mundo, particularmente en los países desarrollados, se están revisando los
criterios ortodoxos de las políticas fiscal y monetaria. Francia y Alemania están
subordinando los compromisos del pacto de estabilidad de la Unión Europea a la
recuperación de sus respectivas economías. Respecto de los Estados Unidos, las
políticas monetaria y fiscal son fuertemente expansivas. En Asia, después de la crisis de
1997/8 países, como Corea y Malasia, han mantenido políticas cambiarias y monetarias
destinadas a mantener tipos de cambio subvaluados y emitir lo necesario para represar
en las reservas de sus bancos centrales los notables excedentes de sus pagos
internacionales, lo cual fue decisivo en la rápida recuperación de sus economías.
Me inclino a pensar que los compromisos asumidos por la Argentina en estas
cuestiones, reflejan las preferencias del Gobierno y que, así como se mantuvo una
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posición firme e intransigente en cuestiones como el límite aceptable del superávit
primario, las tarifas de los servicios públicos y las compensaciones a los bancos por la
pesificación asimétrica, se podrían haber evitado restricciones al manejo de la política
monetaria y cambiaria de tamaña magnitud. Porque sucedió es materia conjeturable.
Probablemente, por la prudencia que caracteriza la gestión del Ministro y su
comprensible preocupación por mantener la estabilidad de precios. Pero
manifestaciones anteriores de las autoridades del Banco Central revelan la subsistencia
de criterios monetaristas en la gestión de la autoridad monetaria (Ferrer junio 2003).
Otros contenidos del Acuerdo abarcan cuestiones que Argentina debe resolver con o sin
el FMI, como la reforma tributaria y el régimen de coparticipación entre el Gobierno
federal y las provincias. En estos terrenos, los cambios serán tan buenos o tan malos
como sea la calidad de las decisiones que el país mismo y su Gobierno adopten.
Si estas observaciones fueran correctas el resultado pudo ser mejor que el alcanzado,
esencialmente, en lo referido a la política cambiaria y monetaria. De cualquier modo, el
Acuerdo tal cual es constituye un paso importante para la recuperación de la confianza
del país en sí mismo, condición necesaria parea que otros lo respeten. Esta parece ser la
lectura predominante tanto dentro como fuera de la Argentina.
El Acuerdo forma parte de un contexto más amplio de la situación del país y del
escenario internacional. No es una tabla de salvación ni un obstáculo insalvable. Solo
una instancia más dentro del proceso dentro del cual país concibe, vive y resuelve o no
sus problemas.
Perspectivas
El cambio del estado de opinión en el país y del rumbo en la conducción del Estado,
reflejan la mejora en la gobernabilidad y el convencimiento, que parece afirmarse, en el
sentido que podemos vivir con lo nuestro, integrados al mundo y la globalización
preservando nuestro derecho y posibilidad de decidir nuestro destino. En la medida que
el Acuerdo de septiembre contribuye a despejar problemas (como la eventual extensión
del default con el FMI y los organismos multilaterales), se fortalece la capacidad de
gestión de las políticas públicas.
Las metas de crecimiento del producto, inflación y otras, contenidas en el Acuerdo,
serán probablemente sobrecumplidas. Aunque las políticas monetaria y cambiaria
desalienten el crecimiento, la magnitud de los recursos disponibles y el cambio
favorable de las expectativas, permitirían mantener, a mediano plazo, tasas de aumento
del producto superiores a las muy modestas previstas en el Acuerdo.
Superada la fase de recuperación y ordenamiento el país tiene por delante el desafío del
crecimiento con equidad. Para ello tiene que fortalecer su gobernabilidad y la calidad de
las políticas públicas, consolidando los logros recientes. El sendero previsto en el
programa del Gobierno de reducción del coeficiente deuda/producto, es una condición
necesaria de la gobernabilidad y tendrá seguramente lugar por el aumento del producto
antes que por la reducción del stock de deuda.
Todos los problemas fundamentales siguen allí: el desempleo, la pobreza, la extrema
injusticia en la distribución del ingreso cuyas consecuencias sobre el comportamiento
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social son aún peores que los de la pobreza misma, instalar las reglas del juego que
incentiven la creatividad y el desarrollo y, también, el arreglo final de la deuda en
default. Sobre esto último es esencial que el ruido, que inevitablemente provoca la
negociación en curso, no distraiga la capacidad de gestión del Gobierno cuyo éxito, no
depende ahora de los humores de los mercados, sino de la calidad de sus políticas.
Por último, basta comparar la actual situación del país con la vigente en el fondo de la
crisis en el segundo trimestre de 2002, para suponer que, por primera vez en mucho
tiempo, parece que Argentina está encontrando el camino.
Referencias
A Ferrer. El Acuerdo de Argentina con el FMI de enero de 2003 (febrero 2003). En
Argentina y el orden mundial. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires,
2003.
Tiempos e instrumentos de la política económica argentina (junio 2003) ibid.
La posguerra. El Cid Editor. Buenos Aires. 1982.
Pagar la deuda depende del crecimiento de nuestra economía. Clarín 24.7.03
R. Lavagna. Porque 3% de superavit primario. Clarín 9.11.03
R. Frenkel. El Fondo se separa de los acreedores. La Nación. 5.10.03
Octubre 2003.
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