nico rolling stone - Ajuntament de Sant Antoni de Portmany

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Nico, posando en unos
grandes almacenes
neoyorquinos en 1966.
El enigma de
N
por
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Rafa Cervera
88 rollingstone.es
“Nunca hizo caso a nadie, se guiaba por sus propios
ángeles y demonios. Fue una bohemia en el sentido
más europeo de la expresión, le daba igual el mundo
material y estaba a años luz de cualquier preocupación típica de las trampas burguesas”, dice Donlon.
Medía 1,83 y tenía una belleza deslumbrante que
siendo casi una niña le sirvió para abrirse paso en el
mundo de la moda. Escapó así del Berlín de la posguerra pero, sobre todo, de una realidad en la que no
encajaba bien. Nació el 16 de octubre de 1938 y fue
bautizada Christa Päffgen. Como su padre era de
buena familia y su madre no, el matrimonio fue anulado por presión familar. Christa se convirtió en la hija
bastarda de un padre que, unos años después,
luchaba por el III Reich. Sus superiores lo eliminaron
cuando un disparo le dejó en coma. La Alemania de la
guerra y de la posguerra fue el escenario de su infancia
y los discos de Zarah Leander, la cantante favorita de
Grette, la madre, su banda sonora. Fue el fotógrafo
Herbert Tobias quien la bautizó como Nico. “Uno de
los momentos cumbre de su vida –recuerda Donlon–.
Christa sonaba demasiado alemán en Francia, donde
empezaba a triunfar como modelo. Le encantaba la
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D
e todas las historias que han dado forma a la
música pop, ninguna se parece a la de Nico.
De la misma manera que ella tampoco se
parece a ningún otro de sus personajes, ni
siquiera a otros mitos. Nico fue Nico, para lo
bueno, lo malo y lo peor. Fue una modelo
de alta costura que hechizó a Fellini, ligó
con Dylan y Brian Jones, se convirtió en la
cantante que The Velvet Underground no
querían, intimó con Jim Morrison y grabó
discos que, en cierto modo, eran mucho
más radicales y desafiantes que el que hizo con la Velvet, simplemente porque lo
suyo no era rock, ni folk, ni nada que cupiese en el gran contenedor que fue la música pop de los años 60. Nico era Nico. Un ser enigmático, una contradicción viviente, un jerogífico que nadie supo descifrar. “Nico fue una criatura singular”, apunta
Helen Donlon, escritora, editora y co-comisaria de Nico tributo!, el homenaje que
tendrá lugar este verano en Ibiza, isla en la que encontró refugio siendo adolescente, en la que vivió de manera intermitente y en la que murió en 1988.
FOTO: Fred W. McDarrah/Getty Images.
Nico fue Nico. No ha existido nadie como esta alemana que fue
modelo de alta costura, conquistó a Fellini y a Warhol, cantó
con la Velvet Underground, salió con Bob Dylan o Jim Morrison
y grabó un puñado de discos únicos. A los 25 años de su muerte
en Ibiza, la isla y ‘Rolling Stone’ le rinden homenaje.
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El enigma de Nico
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Sólo dos años y tres canciones, pero Nico y Velvet
Underground quedaron eternamente unidos. “En
Nueva York Nico cambió”, lamenta Crocker.
“Nico y Lou se odiaron desde un principio”, certifica para Rolling Stone el fotógrafo Martín Frías,
editor de Popular 1 quien en 1975 trajo tanto a Reed
como a Nico a actuar a España. “Era un ser tocado
por un halo mágico y sí, se puede decir que era complicada si la comparamos con el común de los mortales.
Ya entonces era un mito en el mundo del rock”. El
mito había florecido por su cuenta desde finales de los
60. Jim Morrison (“el único hombre que no la temía”,
según Donlon) le inició en la poesía y le animó a que
escribiera. Compró un armonio y lo convirtió en parte de su identidad. John Cale, excompañero de Velvet
Underground, fue el catalizador de lo que grabaría a
partir de entonces. Con él hizo The marble index
(1969), Desert shore (1970) y The end (1974), los álbumes en los que al fin encontró su voz. Dejó de ser
rubia y se volvió pelirroja primero, y morena, después. Empezó a vestir túnicas y botas de piel. “No
quería ser una rubia guapa –explica Crocker–. Quería
que la tomaran en serio”.
Sus discos
No fue prolífica, pero dejó
grabados unos cuantos títulos
esenciales en la historia de
la música pop
S
The Velvet Underground & Nico (1967)
Aunque sólo interpreta tres canciones, Nico es
mucho más que un adorno en un álbum de cuyo
ADN forma parte. Reed –con el que a pesar de
todo mantuvo un breve romance- se negó a que
cantara Sunday morning, que en principio se
escribió para ella. All tomorrow’s parties, I’ll be
your mirror y Femme fatale no hubiesen sido lo
mismo de no estar cantadas por ella.
u dependencia de la heroína fue
en aumento. A lo largo de los 70,
Nico se convirtió en una especie de
ser mitológico, una madre de todos
los yonquis que terminó propiciando la adicción de su hijo adolescente. “Me pidieron que la trajéramos a
un festival de rock en León, en 1976”, cuenta Frías,
“pero Nico no era una artista de festivales”. “Me
preguntó por qué la habían contratado con
todas aquellas bandas [Triana, Coz, Iceberg…] tan alejadas de lo que ella interpreta-
sociedad forzada A la izquierda, Warhol (Robin) y Nico (Batman), disfrazados en 1969. A continuación, con Lou Reed en Los Ángeles: “Se odiaron desde el
principio”, asegura un fotógrafo que les conoció. Sobre este texto, el cartel del
documental Nico icon y la tumba de la cantante en Alemania.
Los hijos de Nico
Hasta hace poco, sólo los excéntricos irredentos
reivindicaban a la alemana.
Iggy Pop fue de los primeros
artistas que absorbió el influjo
de Nico. Se conocieron cuando
ella visitó a John Cale, que grababa el debut de Stooges. “Nico
me contó que veía en él un gran
potencial–recuerda Martín Frías-.
Le dijo a Iggy que para ser una
estrella debía convertirse en un
tipo duro”. Sin embargo, la música de Nico estaba condenada al
ostracismo. Las tres canciones
que cantó con la Velvet fueron
celebradas y versionadas por
distintos artistas a medida que el
grupo era reivindicado en los 70.
Pero sólo los excéntricos irredentos se acordaban de la Nico
del armonio, no la cantante folk
ni la intérprete de Femme fatale.
Julian Cope compuso Window
shopping for a new crown of
thorns en 1981, un homenaje a la
cantante, que también interpretó I’m waiting for my man con
Bauhaus. Su última grabación en
estudio fue un dúo con Marc
Almond, Your kisses burn.
Hubieron de pasar tres décadas para que la huella de su particular estilo pudiera rastrearse
en la obra de nuevos creadores.
No es casualidad que
muchas de ellas
sean mujeres que
h a n p re fe r i d o
internarse en
terrenos inhóspitos. Las voces
femeninas que
parecen proceder
del más allá son en
cierto modo hijas de
Nico, desde Siouxsie hasta
Björk, cuya música también tiene en los últimos dis-
cos claros paralelismos con los
de la alemana.
Recientemente, X-TG, antiguos miembros de Throbbing
Gristle, versionaron Desertshore
con Almond, Antony, Blixa Bargeld y Sasha Grey como vocalistas invitados. Nico, la primera
artista pop a la que se calificó de
gótica, es versionada hoy por
Antony & The Johnsons, Patrick
Wolf, Bat For Lashes y Soap &
Skin, fiel sucesora. El armonio
suena en la música de Anna
Calvi y Katie Stelmanis hace
alarde de su voz germánica.
FOTOs: Lisa law/The image works (con lou reed); Andreas pein/laif (tumba).
ambigüedad del nombre: era andrógino, no sabías si
italiano, griego o balcánico. Una sola palabra, sin apellido”. Un nombre, anagrama de icon (icono), que le
permitió vivir otra vida, siempre de un país a otro.
Tobias la aupó a la portada del semanario alemán
Bunte en 1955; un año después, vivía en París, donde aseguraba haber conocido a Ernest Hemingway
y a Tristan Tzara. Posó para Elle y para Dior pero
Nico, que alargaba eternamente las palabras al
hablar, habitaba ya otra dimensión. Fue entonces
cuando descubrió Ibiza.
Allí conoció a Clive Crocker, un inglés que regentaba el Domino, club de reunión de beatniks donde se
escuchaba jazz. “La conocí en 1960, poco antes de
que rodara La dolce vita (1960) con Fellini –cuenta
Crooker a Rolling Stone–. En aquella época Ibiza
era un lugar único, vivíamos muy libres pese al régimen de Franco, no era como en la Península”. Nico no
tardó en formar parte de la bohemia local. Se ha escrito que incluso conoció al entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, que se corrió allí alguna que otra juerga, pero que, según Crocker, no llegó a coincidir con
ella. “Nico convirtió Ibiza en un hogar alternativo
durante toda su vida –explica Donlon–. Le gustaban
la paz y los músicos de jazz, como Victor Brox, con el
que trabó amistad. Allí nadie te preguntaba de dónde
eras, sólo les preocupaba dónde estabas. Eso encajaba
perfectamente con ella”. Por entonces tomaba anfetaminas, algo habitual en las modelos de la época: se
mantenían delgadas gracias a ellas. “También fumaba
hierba, –añade Crocker–. Cuando vio lo que tenía en
mi jardín, dijo: ‘Oh, ¿vamos a fumarnos todo eso?”.
Según éste, tenía la inocencia de una niña. “Rara
vez sonreía. En un viaje a París entramos a ver
Striptease [película que protagonizó en 1962]. Nico
tenía poco pecho y cuando se vio desnuda en la
pantalla empezó a reírse como una niña. Pensaba
con lentitud. Le hacías una pregunta y te contestaba cinco minutos después”.
Ganaba dinero posando pero, como asegura
Donlon, no fue más que el medio para lograr otro
objetivo. La interpretación tampoco le llenaba, y
en 1964 decidió cantar. Para entonces había sido
madre de un niño llamado Ari, fruto de una aventura con el actor Alain Delon, quien nunca quiso
reconocer al niño. Grette había enfermado de
Parkinson. Y Nico había iniciado un romance con
Dylan. Éste intentó disuadirla de que cantara
pero acabó escribiéndole una canción durante un
fin de semana en Grecia. En 1965, viajó a Londres
y logró que Andrew Loog Oldham, mánager de
los Rolling Stones, le grabara el single I’m not
saying, una canción folk con la que no llegó a identificarse. En París conoció a Andy Warhol. “La
conexión fue inmediata”, dice Donlon: “Ambos
tenían esa raíz centroeuropea, se aburrían fácilmente y compartían un sentido del humor seco
que a veces costaba encajar”. Una de las dianas de
ese sentido del humor fue Lou Reed. Tras dejar a
Ari con su abuela paterna –se hizo cargo del niño
pese a la reacción de Delon–, se instaló en Nueva
York para convertirse en la nueva superestrella de
la Factory, justo cuando Warhol descubrió a The
Velvet Underground. “Una de las condiciones
que puso para trabajar con el grupo es que ella
entrara en él. Sin Nico es posible que esa relación
nunca se hubiese concretado”, apunta Donlon.
ba. No le importaba la reacción del público.
Creo que ni siquiera le prestaba atención.
Cuando fui a recogerla al aeropuerto, pidió
permiso a una pareja de guardias civiles para
que pudiera ayudarla a recoger su armonio.
Años después descubrí, por un libro, que el
armonio iba cargadísimo de todo tipo de sustancias”. El cineasta Philippe Garrel retrató
en sus películas aquel mundo inmóvil y ascético que compartió con ella durante varios años,
mientras que el músico Lutz Ulbritch se convirtió en su apoyo musical.
Nico necesitaba dinero para su hábito, y aunque
estaba harta no podía dejar de actuar. El público
iba a ver a la leyenda y reaccionaba o bien con respeto o bien con desprecio. Mánchester se convirtió en su hogar. Allí tocó fondo. James Young, compañero musical desde 1982 hasta su último concierto, contó la experiencia en el libro Songs they never
play on the radio (1992), recuento de un periplo
donde se suceden giras, trapicheos, entrevistas
donde no dejan de preguntarle sobre Warhol y
mucha desesperación. “La vi en un pub de Mánchester en 1986 –recuerda Crocker–. Tenía un
aspecto horrible. La gente decía que era fantástico
oirla, pero parecía como si acabara de sobrevivir al
fin del mundo. Cuando acabó, le dije que se viniera
conmigo a Ibiza. Contestó que no podía dejar su
armonio, y aunque dije que yo me encargaría de
que se lo enviaran, se quedó”. Fiel a su ritmo vital,
Nico viajó a Ibiza 18 meses después, acompañada
de Ari, tras haber dado la que sería su última actuación en el Berlin Planetarium. “Vino a visitarme y
después fue a buscar metadona –dice Crocker–.
Iba con su bicicleta y su túnica negra a pesar del
calor. Al día siguiente llamó Ari preocupado porque su madre no aparecía. La policía no sabía nada.
Al final la encontramos en una clínica. Había llegado viva pero había fallecido”. Un taxista la encontró inconsciente en la carretera. Nico se había caído, golpeándose la cabeza con una piedra.Fue
enterrada en Berlín junto a su madre.
“Nuestros amigos decían que jamás llegaría a
nada, pero al final lo consiguió”, afirma Crocker.
“Se adelantó a su tiempo. Se convirtió en un icono por sí misma”. Más allá del mito y de una vida
que parece irremisiblemente predestinada a la
tragedia (según parece, Ari ha terminado vagabundeando, con medio cuerpo paralizado tras un
ictus, y sin poder escapar a la heroína) , queda una
obra que le da sentido a esta. Una obra que, al
igual que su autora, no tiene parangón. Nico fue
Nico, para lo bueno, lo malo y lo peor.
NICO TRIBUTO! se inaugura el 18 de julio en
Sant Antoni de Portmany (Ibiza). Info en
tributnicoibiza.blogspot.com.es
Chelsea Girl (1967)
Canciones de Dylan,
Jackson Browne, Reed
y Cale, que, con Sterling Morrison, también
la acompañan. Nico
dijo que cuando escuchó los arreglos, especialmente la flauta, se
echó a llorar.
Marble index (1969)
Su relación con Jim
Morrison fue un acicate artístico. Nico
empezó a componer
y el resultado fueron
estas canciones ajenas al rock, que
ponen de relieve sus
raíces europeas.
Desertshore (1970)
Como en el anterior,
John Cale pone arreglos inusuales. Nico le
canta a Brian Jones
(Janitor of lunacy) y al
Warhol malherido por
Solanas (Falconer) en
una obra entre medieval y atemporal.
Camera obscura (1985)
Su último álbum de
estudio. Nico aportó
las canciones justas
y James Young y
Cale se encargaron
de acercarlas a un
sonido más contemporáneo, cercano a
veces a New Order.
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