Cartas y traducciones

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Unidad 33
• Cartas y Traducciones
“El hecho de que todos –quien más, quien menos- hayamos escrito
múltiples cartas en nuestra vida, no quiere decir que seamos maestros en el
arte epistolar, ni que escribir cartas sea una cosa sencilla. Más bien
diríamos, que una carta “bien hecha” es de los géneros literarios más
difíciles.”
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CARTAS Y TRADUCCIONES
El hecho de que todos -quien más, quien menos- hayamos escrito múltiples cartas en nuestra vida,
no quiere decir que seamos maestros en el arte epistolar, ni que escribir cartas sea una cosa
sencilla. Más bien diríamos, que una carta "bien hecha" es de los géneros literarios más difíciles. Se
la ha definido como una "conversación por escrito". Pero también la conversación tiene su arte.
Excepcional conversador fue Sócrates, y su gran lección en este arte del diálogo fue la de adaptarse
a su interlocutor. (Sócrates hablaba con el zapatero, "en zapatero" y con el filósofo "en filósofo").
Pues bien, al escribir una carta, debemos tener en cuenta la lección socrática: lo que quiere decir
que debemos adaptar estilo y tono a la especial psicología, carácter y cultura del destinatario.
Dígase lo que se quiera, no ha pasado aún el arte de escribir cartas. Lo prueba el interés del gran
público por los epistolarios íntimos de las grandes figuras de la historia. Y ello porque la carta es el
cuenco donde se recogen los ecos de la más íntima sinceridad.
Dos requisitos esenciales exige el arte epistolar, uno de fondo y el otro de forma: confianza en sí
mismo y espontaneidad en el estilo. Hay que escribir siguiendo fielmente al propio pensamiento, para
no desviarse del objetivo deseado.
TIPOS DE CARTAS
Las cartas suelen clasificarse en privadas, comerciales y eruditas. De estas tres clases, la que más
nos interesa, por el momento, es la correspondencia privada. A las cartas comerciales sólo
dedicaremos unas breves líneas. En cuanto a las eruditas, tampoco son de nuestra incumbencia por
una sencilla razón: porque, por regla general, sus autores escriben tales epístolas pensando en la
posteridad, en la "galería". A estas cartas suele faltarles espontaneidad y sobrarles efectismo.
En las cartas de negocios es imperativa la corrección, la brevedad y la concisión expositiva. En la
correspondencia comercial no se deben derrochar palabras, ya que el objetivo fundamental de esta
correspondencia es informar al destinatario. Requisitos fundamentales -a más de los enunciadosson la exactitud y la claridad. No conviene extenderse más de lo necesario ni emplear 40 palabras
donde son suficientes 30.
Claro está que una carta de negocios no debe confundirse con un telegrama. El excesivo laconismo
puede resultar incorrecto y, por tanto, ineficaz desde el punto de vista comercial. Y es que la eficacia
no puede ni debe estar reñida con la elegancia, con la buena forma. Por algo hoy en las grandes
empresas se utilizan los servicios de especialistas, es decir, de buenos redactores, para la mayor
corrección literaria en la correspondencia y circulares de las susodichas empresas.
Los hombres de empresa afirman que una buena carta comercial influye en la marcha del negocio.
Se sabe de una importante industria americana que distribuyó una circular en estilo seco y frío y no
consiguió más que el 2 por 100 de respuestas. La misma carta, con igual contenido, pero redactada
con más- amabilidad, consiguió el 28 por 100 de respuestas favorables.
En las cartas privadas es casi obligatoria la sencillez, la naturalidad. Una misiva engolada resulta
insoportable. También es imperativa la sinceridad. Esa "conversación por escrito" que es la carta,
exige desnudar el alma, abrir nuestros sentimientos al destinatario, decir todo lo que
espontáneamente se viene a la pluma, sin miedo ni hipocresías. (El alumno puede encontrar
modelos de este tipo de cartas en los epistolarios de Santa Teresa, Quevedo, Lope de Vega,
Jovellanos, Ganivet, Menéndez Pelayo, Valera y Alarcón).
En algunos manuales de Redacción se insertan ciertas normas para escribir cartas a parientes o
amigos. Y ello, se dice, porque tales cartas "son las que más llenan las sacas de Correos".
Nos parece excesivo el querer dar normas para este tipo de misivas. Baste consignar lo dicho más
arriba al definir la carta como una conversación por escrito. En la epístola a un amigo o pariente
conviene escribir como si se estuviera hablando con el destinatario. Y, para ello, es imperativo saber
expresar -lar forma- a nuestro estado de ánimo y sentimientos.
Muy recomendable en estas cartas es no escribir nada inconveniente. Evítense las excusas falsas,
por ejemplo: "...hace mucho tiempo que pensaba escribirte, pero, si te digo la verdad, no he tenido
tiempo material para ello". Mentira piadosa que no creerá el destinatario porque todos sabemos que,
cuando de verdad se quiere escribir una carta, siempre se encuentran unos momentos libres para
hacerlo. Tampoco es muy diplomático justificar nuestra pereza diciendo: "Ya sabes, querido amigo,
que, para mí, escribir es un verdadero martirio". Confesión ésta ofensiva, porque escribir a un
verdadero amigo debe ser siempre tarea grata y porque equivale a pedir que se nos agradezca
nuestro "sacrificio".
Como una especie o subclase de epístola privada, existe un tipo que merece unas ligeras
reflexiones. Nos referimos a la carta que nosotros llamaríamos privada oficial.
La carta privada oficial es la que solemos escribir a un compañero o superior jerárquico para pedir un
favor o rogar se nos haga justicia en algún asunto determinado. Es, en suma, la carta diplomática.
En este tipo de misiva no conviene la absoluta sinceridad. Hay que pesar y sopesar lo que se dice,
escribir con toda la cautela posible; no ser inoportuno; ni demasiado humilde ni orgulloso; demostrar,
ante todo, la necesidad y justicia de nuestra petición y alabar ligeramente al destinatario "de cuyo
sentido íntimo de la justicia" esperamos una solución para nuestro asunto, de acuerdo con nuestra
petición.
En pocas palabras: la carta privada oficial ha de ser, como el buen comentario, "convincente e
inductiva". Ante todo tenemos que convencer al destinatario (y se convence con razones); pero
también hemos de inducirle a que actúe en nuestro favor (a las razones, se añade aquí el toque
emotivo).
Verdad es que la diplomacia no se aprende fácilmente. Hay quien es diplomático por naturaleza y
quién tiene el don de la inoportunidad. Por todo ello, en este tipo de cartas, es preciso ser prudente;
no conviene lanzarlas al correo inmediatamente después de haberlas escrito. Recomendamos el
borrador y la lectura reposada, una vez escrita la epístola. A veces, una palabra o una frase pueden
ser decisivas.
Supongamos, como ejemplo, una carta de recomendación, dirigida a un compañero, que va a juzgar
a un amigo nuestro como examinando. Esta carta debe escribirse con cierta precaución para no herir
el sentido de la rectitud del destinatario. No se debe pedir (ni mucho menos exigir) el aprobado.
Como máximo, se puede hacer constar la importancia decisiva que tal examen tiene para el alumno
en cuestión; se destacan sus cualidades, y se termina insistiendo en que se deja el problema en
manos de quien, en última instancia, ha de juzgar al alumno con la justicia en él acostumbrada. En
cambio, pedir el aprobado a toda costa o recordar la amistad que nos une al examinador, para casi
exigirle una actitud determinada, sería contraproducente. Una carta inconveniente iría al cesto de los
papeles y empeoraría la situación del desdichado alumno que tuvo la mala suerte de haber sido tan
mal recomendado.
Finalmente, hay dos tipos de cartas muy interesantes, pero con las que apenas si puede hacerse
otra cosa que mencionarlas. Son las cartas de amor y las de pésame.
No conocemos ningún tratado de cartas de amor. Y, si existe, preferible es ignorarlo. Si algún
consejo puede darse en este tipo de epístola sería el de insistir en la sencillez y sinceridad;
recomendar que se huya de la afectación y, sobre todo, de la pedantería.
Dejar que hable el corazón -aunque sea atropelladamente- es la mejor recomendación que se nos
ocurre. Y ello porque, como decía el francés, "el corazón tiene razones que la razón ignora". Claro
está que la belleza literaria no daña, antes bien, ennoblece el sentimiento. Pero lo fundamental es
que no se note la preocupación literaria en este tipo de cartas.
En cuanto a las cartas de pésame, baste reconocer aquí su espinosa dificultad. Escritores
conocemos -y muy duchos en el oficio- que confiesan su incapacidad para escribir tales cartas de
condolencia. ¡Es tan difícil consolar al que sufre por la muerte de un ser querido! ¡Qué pobre resulta,
en esos momentos, nuestro vocabulario! Por ello, y para no caer en penoso formulismo, lo mejor es,
en estos casos, la brevedad: cuatro líneas sinceras y sencillas, que traduzcan lo que sentimos...
¿Para qué agobiar al que sufre con falsa literatura "funeraria" ?
Las traducciones
Tres condiciones esenciales son precisas para traducir bien:
1.a Conocer perfectamente el idioma extranjero que se va a traducir.
2.a Escribir correctamente el castellano, dominar nuestro idioma.
3 a Conocer la materia objeto de la traducción.
Pero traducir exige algo más: requiere cierto temperamento de escritor para interpretar, es decir,
para captar el espíritu y la forma de lo que se traduce. Lo que quiere decir que no basta con tener
"cierta facilidad". Traducir, como cualquier otra tarea humana, exige un esfuerzo disciplinado.
Hoy se traduce mucho y se traduce, con frecuencia, mal. Abundan las malas traducciones de libros
científicos y de obras literarias. El peligro es grave; por la puerta falsa de las malas versiones se nos
están introduciendo en el idioma muchos barbarismos innecesarios y, sobre todo, múltiples vicios de
construcción (solecismos) que están desfigurando el idioma castellano.
Requisitos para traducir
1.° El que traduce ha de tener cierto talento literario.
2.° El traductor ha de estar a la altura, al nivel del original.
3.° El que traduce ha de estar familiarizado con la materia objeto de la traducción. Por tanto:
4.° El novelista debe traducir al novelista y el científico al científico.
5.° El vicio más grave en una traducción no son tanto los barbarismos como los errores o vicios de
construcción.
6.° Conviene ser fiel al original para captar el sentimiento y pensamiento del autor. Por tanto:
7 ° Antes de empezar a traducir conviene leer el original para captar el sentido de la obra. Si es muy
extensa, léase, antes de empezar a traducir, un capítulo al menos.
8.° Terminada la traducción, déjese pasar un lapso de tiempo prudencial antes de corregirla. Los
defectos de versión (barbarismos, solecismos, etc.) resaltarán así con más fuerza.
La traducción libre
Normalmente se habla de dos tipos de traducción: la literal y la libre. El ideal es la traducción libre,
siempre que se respete el sentido del original.
Supongamos el siguiente trozo en alemán:
"Als ich fünf Jahre alt war, hatte ich einen grossen Kummer. Ich weiss kaum, ob ich seitdem einen
grósserem gehabt habe."
Traducción literal:
"Cuando yo tenía cinco años, tenía yo un gran pesar. No sé apenas, si desde entonces he tenido uno
mayor."
Traducción libre:
"Un gran pesar me dominaba cuando yo tenia cinco años; es posible que, desde entonces, no haya
tenido una pena mayor..."
Otro ejemplo (los ponemos ex profeso del idioma alemán, por la dificultad que implica su traducción):
"Vierhundert Kanonen donnern ununterbrochen seit Morgen auf beiden Seiten. An der Front klirren
die Kavalkade der Reiterei gegen die feuernden Karrees. Trommelschláge prasseln auf das
dröhriende Fell, die ganze Ebene bebt von vielfältigen Schall..."
Traducción literal:
"Cuatrocientos cañones truenan ininterrumpidamente desde la mañana en ambos bandos. En el
frente suenan las cabalgadas de la caballería contra los cuadros de tropa que hacen fuego; el golpe
de los tambores crepita sobre la retumbante piel; toda la llanura tiembla con múltiples ruidos...''
Traducción libre:
''Cuatrocientos cañones atruenan desde por la mañana ininterrumpidamente, en ambos bandos. En
el frente, se oye el choque de la caballería contra las tropas que lanzan torrentes de fuego, al redoble
ensordecedor de los tambores. Toda la llanura tiembla con múltiples ruidos... "
Veamos ahora un ejemplo de traducción francesa:
"Ce n'est pas seulement la vie de Louis XIV qu'on prétend écrire; on se propose un plus grand objet.
On veut essayer de peindre á la posterité, non les actions d'un seul homme, mais l'esprit des
hommes dans le siécle le plus éclairé qui fut jamais..."
Traducción literal:
"No es solamente la vida de Luis XIV lo que se pretende escribir; uno se propone un objeto mayor.
Se quiere intentar el pintar para la posteridad, no las acciones de un hombre solo, sino el espíritu de
los hombres en el siglo más ilustrado que jamás hubo..."
Traducción libre:
"No pretendemos describir solamente la vida de Luis XIV, sino que nos proponemos un objeto de
estudio más amplio. Intentamos pintar, para la posteridad, no los actos de un hombre aislado, sino el
espíritu de los hombres dentro del siglo más ilustrado que jamás ha existido. "
Esta minuciosa labor de hacer primero la traducción literal, para pasar después a la versión libre,
sólo puede llevarse a cabo cuando el trabajo es breve. Si se nos encarga una traducción extensa (un
trabajo científico o un libro completo), recomendamos la traducción de viva voz, dictada a un buen
mecanógrafo. Mientras el mecanógrafo escribe una frase, el traductor puede ir pensando la forma
castellana más correcta de la frase siguiente. Además, la consulta del Diccionario es más cómoda
cuando no se tiene que ir escribiendo al par que se traduce. Finalmente, para traducir bien conviene
un buen Diccionario en el que, a más de la significación de las palabras, se inserten los modismos
más frecuentes con su equivalencia en castellano.
En suma, traducir, es un buen ejercicio... para aprender, para perfeccionar, nuestra propia lengua.
EJERCICIOS QUE SE RECOMIENDAN
1.° Escribir una carta a un compañero contándole las incidencias de un día cualquiera.
2.° Escribir una carta a un profesor (por ejemplo, al profesor de Redacción) pidiéndole aclaración de
algunos conceptos que no han quedado muy claros al estudiar su asignatura.
3.° Escribir una carta de recomendación.
4.° Escribir una carta pidiendo a un superior un favor determinado (por ejemplo, un permiso
especial).
5.° Traducir un trabajo científico de una revista extranjera.
6.° Traducir un artículo de política internacional de un periódico extranjero.
7.° Traducir un capítulo de una obra científica.
8.° Traducir de un diario extranjero una noticia que tenga relación con la guerra o la milicia.
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