Responsabilidad de los bancos y del Fondo Monetario Internacional en el “corralito financiero" (Nota1) por Juan José Guaresti (nieto) (Nota 2) Es un honor para mí estar ante tan distinguido auditorio con panelistas de tanta jerarquía intelectual. Voy a exponer sobre algo de lo cual nadie se ha ocupado cuando se aborda el tema del "corralito financiero”: la responsabilidad de los bancos, no por lo hecho DESPUES del 3 de diciembre del 2001 sino por su actuación PREVIA que es lo que originó tan fatídica fecha. ¿Por qué los bancos no pagan a los ahorristas? En síntesis, por los hechos culpables que cometieron antes de negarse a pagar lo que deben. No voy a tocar el tema constitucional, aunque algo conozco del mismo porque he escrito un libro sobre esa materia, pero carece de sentido hacerlo porque sobran los autores de gran talla profesional que han tratado y agotado el enfoque jurídico sobre el particular. Voy a tratar de demostrar la tesis de que, simplemente, los bancos han cometido mala praxis y esa mala praxis originó su default, catástrofe financiera que ha causado a la Argentina un daño muy grande y a su pueblo la sensación que sus instituciones de poco valen. También voy a referirme acerca de la responsabilidad que le cuadra al Fondo Monetario Internacional en esta crisis bancaria. Los bancos centrales se crearon para solucionar las crisis de los bancos y del sistema financiero. Hace muchos años se advirtió que si no había una institución con una capacidad económica tal que pudiera acudir en auxilio de los bancos cuando estos experimentaran el retiro masivo de sus depósitos, lo que en la jerga bancaria se llama una "corrida", era muy difícil que estos sobrevivieran por sí solos a esa situación. Cuando el público desconfía de la capacidad de pago de un banco o directamente de todo el sistema bancario, se crea como una eléctrica convicción de que hay que sacar el dinero ahora mismo, a toda costa. Dado que los bancos trabajan con reservas fraccionarias, o sea que prestan casi todo lo que entra a sus cajas salvo un margen que se llama “encaje”, no les es posible la total devolución de los depósitos en el acto porque, precisamente, esos fondos los han prestado. Por eso, se inventaron los bancos centrales que arrancaron en Europa, a fines del siglo XVII, con la creación del Banco de Inglaterra, que si bien era privado, en la práctica, obedecía al Parlamento. Pero el paradigma de la banca central es la Junta de la Reserva Federal de los Estados Unidos, la cual nación por un hecho curioso. Durante muchos años, a fines del siglo XIX, había un señor muy rico que se llamaba J.P. Morgan y tenía una gran capacidad de convocatoria. Cuando había una corrida en algún banco norteamericano más o menos importante, el señor J.P. Morgan llamaba a Europa, llamaba a sus amigos americanos y decidían si ayudaba o no al banco que estaba soportando el retiro de los depósitos. Generalmente, lo ayudaban porque los banqueros tienen mucho miedo a que la corrida se expanda. Si hay algo que es altamente contagioso son las corridas bancarias. Se sabe cuando empiezan pero, si no se las detiene enseguida, no se sabe cuando terminan. El señor J.P. Morgan llamaba a algunos otros bancos porque tenía una gran capacidad de convocatoria, aquellos depositaban dinero en el banco jaqueado, se reestablecía la confianza y la corrida terminaba. Los Estados Unidos crecieron y un buen día se dieron cuenta no sólo que J.P. (así se lo llamaba por sus famosas iniciales) estaba envejeciendo sino que además había perdido su capacidad para afrontar una emergencia ante la nueva dimensión de la economía norteamericana. El Congreso estadounidense creó entonces la Junta de la Reserva Federal que pasaría a cumplir la labor que venía desempeñado el Sr. Morgan. Había una corrida bancaria, la Junta de la Reserva Federal ponía el dinero, salvaba al banco en cuestión y todo seguía su curso. Desde luego que la decisión de salvar o no al banco en cuestión dependía de su viabilidad para seguir operando. Nadie discute que si por encima del sistema bancario no existe un banco central que lo vigile y pueda ayudarlo en caso de crisis, el sistema financiero es riesgoso. Hoy en día no discute nadie que si en la cúspide del sistema financiero no hay un banco central que pueda parar una corrida bancaria, todo el sistema está bajo riesgo. Si por encima de los bancos no hay algo que pueda poner el dinero en caso de que ocurra un problema, todo ese sistema es riesgoso. En Estados Unidos, en la época de Roosvelt, para brindar seguridad al sistema financiero y a los intereses de los depositantes se creó la Federal Insurance Deposit Corporation, un organismo federal que vigilaba a los bancos para que actuaran correctamente y asegurar de esa manera los intereses de los depositantes. En el caso que algún banco se cayera, el organismo federal intervenía al banco, echaba a quiénes lo dirigían, se ponían nuevos funcionarios a cargo y se arreglaba todo. Famoso es lo que pasó con el Continental Illinois Bank, que en su época fue el décimo banco en los Estados Unidos y que cometió un grave error operativo porque concentró una parte gravitante de su operatoria en los depósitos de los árabes. El primer principio sobre el cual descansa el sistema bancario es la dispersión de los riesgos, tanto por el lado de los depósitos como por el lado de los préstamos. Si el banquero no actúa de manera que cada depósito o cada préstamo sea una minúscula porción de su pasivo y de su activo de acuerdo a las normas de la ciencia y la experiencia, que además están fijadas en normas jurídicas de los bancos centrales, es un mal banquero. En el caso del Continental Illinois Bank, su presidente y vicepresidente eran dos muy simpáticos playboys que aceptaron en muy importante medida depósitos de los árabes más allá de lo que era prudente. Un buen día los árabes se llevaron masivamente su dinero y el banco cayó en grandes dificultades. Eso fue un jueves, el viernes la vida transcurrió aparentemente en forma normal, el sábado la Federal Deposit Inssurance Corporation se hizo cargo del banco, le cambiaron hasta el nombre, echaron a sus dirigentes principales, pusieron otros, garantizaron el 100% de los depósitos y todo funcionó de maravilla. El banco se salvó. En la Argentina respecto de los depósitos en dólares no había banco central. ¿A qué viene lo precedentemente expuesto en el acápite anterior? Lo traemos a colación porque en la Argentina en el año 1990 se sancionó una ley que dice que podía haber depósitos en dólares en el sistema financiero y estableció la garantía del Estado por esos depósitos, los cuáles se tenían que devolver en dólares. Con el advenimiento de esa ley, empezaron a efectuarse depósitos en dólares en los bancos que con el paso del tiempo fueron creciendo hasta que llegaron a tener tal magnitud que, en 1998, el suscripto y posteriormente el Dr. Eduardo CONESA, nos creímos en el deber de publicar algunos artículos en distintos medios de prensa -en mi caso en Ambito Financiero, en el Periódico Económico Tributario y por donde pude-, demostrando que nuestro sistema financiero era endeble porque los bancos estaban recibiendo depósitos en dólares cuando no había un banco central que a su respecto fuera banquero de última instancia, como se lo llama técnicamente. El Banco Central argentino no estaba en condiciones, por la magnitud de los depósitos en dólares, de auxiliar a los bancos en caso de una corrida de los depositantes. Los dólares que tenía el Banco Central, según la Ley de Convertibilidad estaban disponibles para rescatar el circulante en pesos y los depósitos de los bancos en el Banco Central, lo que técnicamente se denomina "base monetaria". Me creí en el deber de salir a la palestra y decir que la operatoria bancaria descripta no era segura pues faltaba lo esencial: no había forma de parar una corrida bancaria sistémica en dólares tal como finalmente ocurrió. Es como si se dijera que “en esta Ciudad no hay más policías pero que igualmente estamos seguros”. El riesgo era terrible y no hay que sorprenderse porque ocurrió lo que era inexorable que tenía que ocurrir: los bancos no honraron sus compromisos. El 30 de noviembre de 2001 había depositados en el sistema financiero unos cuarenta y ocho mil millones de dólares y algo más de veinte mil millones de pesos. No había cómo responder a una corrida bancaria en dólares y no hace falta que relate esto porque todos lo padecieron. Todo eso lo vieron (o debieron verlo) los bancos de talla mundial que operaban en nuestra plaza, pero era tal la ganancia que realizaban que siguieron muy contentos operando sentados sobre un barril de pólvora con la mecha encendida. Buena parte de la dirigencia argentina, incluidos en esta nutrida cohorte los economistas que aplaudían la Convertibilidad y el auditor de naciones que es el Fondo Monetario Internacional, no dijeron una palabra, no hicieron la menor advertencia a la gente que habían fabricado una bomba de tiempo. Los bancos prestaron en dólares a quiénes tenían ingresos en pesos. Había, el 30 de noviembre de 2001, cuarenta y ocho mil millones de dólares en depósitos y pasó lo que tenía que pasar, lo que era obvio que tenía que pasar. Mis artículos y el del Dr. CONESA son del año 1998, así que transcurrieron casi cuatro años en los cuales la situación se agravó porque nadie reaccionó cuando debía haber reaccionado y no había en 1998 tantos dólares depositados en los bancos como los que había en noviembre de 2001. Se podía haber corregido el origen de estos depósitos riesgosos. Los bancos no quedaron conformes solamente con correr el albur de recibir masivamente depósitos en dólares sino que cometieron otro error imperdonable: prestaron buena parte de esos dólares a empresas o simples particulares que ganaban en pesos. Ese hecho sencillamente auguraba la catástrofe porque el banco tiene el deber de conocer a su cliente, saber cómo le va a devolver el dinero que le prestó y si el deudor normalmente no tiene ingresos en dólares puede ocurrir que el valor del dólar se dispare y el deudor se torne lisa y llanamente insolvente, precisamente como aconteció, por el aumento de ese valor. El señor que aspira a ser cajero de un banco, en cualquier banco municipal o provincial, sabe que no se puede trabajar de la manera en se gestionaron los bancos en nuestro país porque las operaciones bancarias tienen que estar calzadas: si yo presto en dólares, solamente puedo prestar en dólares a un señor que tiene ingresos en dólares porque si llega a subir abruptamente el valor de la moneda extranjera, respecto de la moneda en que el deudor percibe sus ingresos, el deudor del banco tiene escasa posibilidad de cancelar sus deudas al nuevo valor del dólar y las garantías que hubiera otorgado sirven para muy poco. La caída de la Convertibilidad sustentada en una ley dictada en 2001 era cada vez más probable porque ninguna ley jamás ha servido para sostener en un plazo largo una circunstancia económica tan volátil como el tipo de cambio. La ley que estableció la Convertibilidad fijó un precio para la moneda local en términos de dólar pero ocurrió lo que algunos hombres distinguidos, contados con los dedos de las manos, dijeron que iba ocurrir: el tipo de cambio estaba sobrevaluado, de manera que cuando a la Argentina se le cerrara la posibilidad de endeudarse para cubrir los pagos de los intereses y capital de su deuda externa que no estaba en condiciones de devolver genuinamente, se produciría la traumática salida de la Convertibilidad. Los deudores de los bancos no podían pagar sus obligaciones en pesos. Cuando la Convertibilidad se desplomó, los deudores en dólares que no tenían ingresos en esa moneda no podían pagar a los bancos lo que les debían porque lo que debían se había triplicado. Muchas empresas de las más importantes que operan en nuestro medio tenían deudas monumentales en dólares que eran impagables. En esa época de gran recesión ya muchas empresas tenían dificultades financieras serias y si les costaba mucho a la sazón devolver sus préstamos y aún pagar sus intereses cuando el dólar estaba uno a uno con el peso, menos iban a pagar a tres pesos con cincuenta cada dólar. Todo esto partió de errores, que más arriba hemos tildado de imperdonables, cometidos tanto por los bancos cuanto por la nutrida grey de los que callaron cuanto tenían la obligación de hablar, entre los cuáles vuelvo a mencionar al Fondo Monetario Internacional porque en 1998 calificó a la Argentina de su mejor alumno, pese a que tenía un sistema financiero que trabajaba literalmente sobre una cuerda cada vez más floja al borde del abismo. Permítanme poner un ejemplo: si ustedes me dicen "Guaresti, le queremos prestar en dólares a una gran empresa de exportación de cereales que califica según las normas bancarias comunes y no es un importante monto de nuestro activo", les contestaré: "perfecto, porque esa empresa tiene ingresos en dólares derivados de la exportación genuina que realiza y el préstamo en dólares no es significativo dentro de su activo de manera que no requiere un banco central". Si se le presta en dólares a una empresa que gana en dólares y se lo hace en una modesta proporción del activo de manera que, en caso de una corrida, el banco puede afrontarla por las suyas o con la ayuda de otros colegas mediante algún acuerdo previo me parece que se puede hacer. En esa dimensión es aceptable el depósito en dólares y el préstamo en dólares. Pero no se puede prestarle en dólares a una maestra de escuela o a una jubilada, como hemos visto acá. Tampoco a las grandes o pequeñas empresas nacionales que solamente tenían ingresos en pesos. Lo que pasó es exactamente igual al hecho que tomáramos un vaso y luego abriéramos la mano. El vaso va a caer por la ley de la gravedad. La economía y la bancos tienen sus ciencias que es preciso obedecer o perecer. Por eso es que la Ley de Entidades Financieras exige que el banquero tiene que tener un especial conocimiento del tema. Nadie le va a confiar un avión de caza-bombardero a un señor que no ha hecho muchos años de cursos y experiencias previas. Tampoco se le puede dar un banco a cualquiera, ni los bancos privados ni los bancos oficiales, cuyos cargos han sido ocupados muchas veces por gente que de esto no entiende nada o moralmente no está a la altura de las circunstancias. Lo que estoy diciendo no es nada que fuera una novedad que aparece en el escenario rasgando la escena con brillo espectacular. Estoy hablando de algo elemental, lo que les enseñaba en clase a los estudiantes de la Facultad, lo que enseñé en el Colegio Nacional de Buenos Aires, lo elemental. No se le puede prestar en dólares a un señor que gana en pesos porque en ese caso se toman dos riesgos en vez del habitual. El banquero que desde que se inventaron los bancos, hace unos quinientos años, lidió siempre con su gran problema que era no cobrar y lo hizo más o menos victoriosamente, en nuestro caso tomó un segundo riesgo: hacer de garante de la permanencia de la Convertibilidad con tipo de cambio sobrevaluado que por definición solamente servía para un lapso breve de tiempo. "Mala praxis" bancaria. Si la Convertibilidad se desplomaba, que es lo que ocurrió, el activo de los bancos, que eran los préstamos, se transformaban en incobrables porque, en vez de deberle un peso, sus deudores les debían tres con cincuenta. ¿Cómo hacían los bancos en ese supuesto para cobrar? ¿A quién de nosotros le pueden triplicar una deuda sin que experimente dificultades serias para cancelarla? Cuando el Gobierno pesificó los créditos de los bancos, en muchos supuestos, no tuvo más remedio que hacerlo porque era imposible pagarles a éstos en la mayoría de los casos. Tampoco había tribunales en cantidad suficiente para llevarles cientos de miles de pleitos. Los bancos iban a perder su solvencia y su liquidez que son dos aspectos esenciales de la solidez del sistema bancario. Pero desde luego que la solución no era hacer pagar a los depositantes la "mala praxis" de los bancos. Por el lado de los pasivos de los bancos, o sea por el costado de los depositantes, no tenían como redimirlos porque no iban a poder cobrar a sus deudores. Los bancos tienen muy poco dinero propio y trabajan con dinero ajeno. El capital de un banco es muy poco. Lo que tienen son sus activos, que son los créditos bien dados y su pasivo, que son sus depositantes. Los pilares del negocio bancario son tener muchos depositantes individualmente poco importantes y también dar buenos créditos. Prestar bien. Pero acá prestaron mal, prestaron pésimo. A las pruebas me remito. El motivo de mi presencia acá es decirle a todos los presentes, en relación a las consecuencias jurídicas del "corralito", que este tema se puede abordar desde otro costado. No hace falta hablar de derecho constitucional cuando un señor atropella a otro. Basta decir si violó la luz roja o no, si sabía manejar o no, si había tomado un litros de whisky o estaba sobrio y para ello no hace falta mencionar la Constitución. En el origen del "corralito" bancario estamos ante un caso de mala praxis bancaria o si se prefiere de incumplimiento del contrato de depósito bancario. Los bancos, las autoridades nacionales y el Fondo Monetario Internacional se equivocaron, pero se equivocaron en lo elemental. De lo que se está hablando no es algo de tremenda densidad científica sino que incumplieron sencillas obligaciones de su oficio. Quiere decir que cuando nosotros hablemos del "corralito" con un magistrado podemos decirle que si no hacen lugar a los amparos están simplemente cohonestando una negligencia grave de los depositarios. El Fondo Monetario Internacional, el gran protagonista de la crisis bancaria. La catástrofe financiera tiene tres grandes protagonistas: los bancos, el Estado que permitió estas prácticas funestas (en ese sentido he presentado una denuncia al Banco Central pidiendo la investigación de todo esto), y el Fondo Monetario Internacional que NUNCA advirtió, como era su deber, a todos los adquirentes de deuda pública argentina de la debilidad del sistema bancario. Es lamentable también que a dos años y pico de la catástrofe financiera más grande de la República Argentina no se sepa nada de su origen ni se hayan deslindado las responsabilidades personales de los funcionarios involucrados. ¿Todo se hizo de acuerdo a las reglas del arte y a los conocimientos científicos de quinientos años de sistema bancario? ¿O no fue así y se cometieron cualquier cantidad de desastres? El otro protagonista, el otro gran culpable de todo lo ocurrido, es el Fondo Monetario Internacional, el banco de los países, el que resulta ser el primer auditor del mundo, el que se arroga el hacer con nosotros lo que quiera, que en este caso no se dio cuenta de que el sistema bancario argentino era de lo más débil que pudiera pensarse. ¿No se dio cuenta de algo que tan esencial como era que la Argentina no tenía un sistema bancario sólido? ¿Tampoco se dio cuenta de que no eran sólidos los bonos de deuda externa que vendíamos con su beneplácito? Cuando la Argentina salió a colocar esa estremecedora deuda que nos dejaron, había detrás de esa deuda un sistema bancario endeble. Estaba claro que Argentina no iba a poder honrar esos bonos que el Fondo Monetario Internacional ayudó a colocar, por lo menos con un silencio culpable y con elogios inmerecidos. En un famoso acto realizado en el World Economic Forum hicieron subir al podio al entonces presidente argentino y, al lado de Bill Clinton y otros importantes dignatarios, Michel Camdesuss -a la sazón su Director General- proclamó que Argentina era el mejor alumno del Fondo Monetario Internacional. El "mejor de la clase" tenía un sistema bancario que no podía llamarse tal cosa y que tres años después colapsaba víctima de sus imperdonables errores. Conclusión. Toda esta exposición estuvo vinculada a demostrar la tesis de la mala praxis de los bancos, sin desconocer, desde luego, la responsabilidad que les cabe a nuestros gobernantes y al Fondo Monetario Internacional. Si hubiera "mala praxis", los daños y perjuicios ocasionados a los ahorristas son obvios y surgen del incumplimiento del deber contractual de garantizar a los depositantes que sus fondos no corrieran riesgos. En este caso, entiendo que sería una demanda de monto indeterminado, salvo que se pida alguna cantidad concreta, por ejemplo, en concepto de daño moral. Amén de la restitución del dinero del depósito, acá debe haber mil problemas económicamente cuantificables generados al señor que durante un año, o lo que fuere, no tuvo el dinero en su poder. Toda vez que pudiera probar esos daños va a obtener que se los paguen con los intereses perdidos a la tasa del fuero comercial. Por último, debemos tener en cuenta que, en el caso de la banca extranjera, las casas bancarias instaladas en la Argentina son meras sucursales de un banco internacional, de manera que en alguna parte estará el dinero con el cual afrontar los perjuicios ocasionados. Todo lo dicho en esta exposición lo venimos sosteniendo desde que esta crisis financiera comenzó. NOTAS: (1) Versión corregida por el autor de su exposición en la Conferencia “Emergencia Económica. Amparos. Corralito Financiero”, que se desarrolló el 24 de marzo de 2003 en el Salón Auditorio del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal. (2) Abogado. Director del Banco Central de la República Argentina (1983-1985). Profesor adjunto de “Análisis Económico Financiero” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Ex profesor de “Economía Política” en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Miembro del “Royal Economic Society”. Miembro del Encuentro de Economistas Argentinos. Autor de libros y numerosos artículos sobre temas económicos.